Una franja etaria sumamente vulnerable respecto de este controversial tema
de la sexualidad: los adultos mayores.
La sexualidad nos acompaña a lo largo de todo nuestro proceso de vida y
no se pierde a medida que avanzan los años, sino que solo se expresa de manera diferente.
La sexualidad en adultos mayores aparece, muchas veces, invisibilizada, y
este no es un tema menor para nuestra sociedad, pero no debería serlo para nosotros como agentes de cambio, porque, la anulación del tratamiento de estos temas, puede acarrear y transformarse en una vulneración a los derechos sexuales de esta franja etaria.
La sexualidad en la adultez mayor constituye una forma de continuidad de
la sexualidad adulta con aspectos singulares que se vinculan preferentemente con cuestiones de orden biológico, ya que, por lo general, en esta etapa está ausente la reproducción y es común asistir a modificaciones de la respuesta sexual humana. En sentido amplio, se observa un modo del lenguaje que perfecciona, refuerza y enriquece las relaciones humanas, configurando situaciones de buena salud en todos sus niveles.
La sexualidad en los adultos mayores es un tema tabú. Este aspecto dentro
del proceso de salud - enfermedad- cuidado suele estar invisibilizado, y, si los adultos mayores pertenecen al colectivo LGTIBQ+ esto se profundiza aún más. Estas personas deben enfrentar un doble prejuicio para vivir plenamente su sexualidad, porque tanto una vida sexual activa como las elecciones sexuales diversas se relacionan con la juventud. El hecho de identificar mitos y prejuicios en torno a la temática y sus consecuencias y vivencias personales al respecto, nos permite trabajar desde nuestros propios saberes y, recorriendo nuestras historias, construir nuevos aprendizajes.
Algunos organismos toman el tema muy en cuenta, como es el caso de la
Fundación Huésped, que, a partir de un proyecto llevado a cabo, llamado “Sexo maduro, sexo seguro”, 100 adultos mayores de entre 50 y 90 años de diversos géneros, vinculados a los Centros de Jubilados de la Ciudad de Buenos Aires, pudieron participar de una encuesta que revela que la falta de información y de campañas de prevención dirigidas a esta población son una gran deuda social.
El problema sexual es uno de los más complejos de la vida humana hasta el
punto que, a veces, se opta por no resolverlo, y dejar que cada caso encuentre su solución espontánea.
Debemos ser muy conscientes de la importancia que tiene la salud sexual,
tanto en lo mental como en lo físico, para nuestra sensación de bienestar y nuestra capacidad de participar en aspectos más que importantes y significativos de la vida humana. De todo lo que se enseña y se aprende, desde la educación intra familiar hasta salir al mundo, nada debería tener tanta importancia práctica para la vida personal como el conocimiento de la sexualidad humana, pero, más que el conocimiento académico, se deberían priorizar los aspectos emocionales: como sentirse cómodo con la propia sexualidad, ya que esto es lo que, realmente, acarrea consecuencias perdurables y que no se pueden medir en relación a los perjuicios y daños que causa. En términos de la salud mental es urgente comprender con claridad los aspectos biológicos, psicosociales y conductuales de la sexualidad en cada etapa del proceso de vida de una persona.
La sexualidad es y ha sido una de las áreas del comportamiento humano
más desconocida y en la que aún prima muchas veces la anécdota sobre el conocimiento científico. La mera existencia de manifestaciones sexuales de cualquier tipo en los adultos mayores es sistemáticamente negada, rechazada o dificultada por gran parte de la sociedad.
Hay creencias y conceptos erróneos que se manifiestan incluso en las
historias clínicas donde no se recogen datos sobre la actividad sexual de un adulto mayor. Esto es explicado erróneamente al paciente, en algunos casos, por el supuesto de que los ancianos son sexualmente inactivos; y en otros, debido a la incomodidad del profesional de formular las preguntas o el temor de no poder responder adecuadamente a las dudas que plantee el paciente adulto mayor en este tema.
En una sociedad que está en permanente evolución, el tema de la
sexualidad debería pertenecer a uno de los aspectos primordiales desde una perspectiva afectiva, sentimental y relacional durante todo el curso de la existencia humana, respecto del respeto del cuerpo y de los aspectos peculiares presentes en cada fase de la vida.
Estamos, además, en la era del reciclaje: todo se recicla, incluso la vejez.
Pero, en el área de la sexualidad se está el peligro de querer "reciclar al viejo en un falso (e imposible) joven" con mitos y estereotipos sexuales basados en la prestación, la eficiencia y en la capacidad de identificarse con un joven con prodigiosas capacidades sexuales; concepto muy opuesto al antiguo que relacionaba la sexualidad con la procreación y consideraba al anciano como asexuado quedando excluido debido a la ineficiencia dada por la infertilidad. Pareciera que entre estos dos extremos, la sexualidad negada o la sexualidad impuesta no pudiera existir una imagen sexual en la que los componentes físicos, psicológicos y sociales se combinaran armoniosamente para crear una modalidad sexual específica que acompañe esta etapa de la vida adulta, o lo que, comunmente, llamamos vejez.
Existen muchas definiciones para la sexualidad, pero, yo elegí una definición
de Maslow, que se refiere a la Salud Sexual Geriátrica, y define esta sexualidad como: "la expresión psicológica de emociones y compromiso que requiere la mayor cantidad y calidad de comunicación entre compañeros, en una relación de confianza, amor, compartires y placeres, con o sin coito" (Maslow).
Es entonces que podríamos pensar que, en la vejez, el concepto de
sexualidad se basa fundamentalmente en una optimización de la calidad de las relaciones interpersonales, más que en la cantidad de ellas. Este concepto se debe entender en forma amplia, integrando en él, el papel que juega la personalidad, el género, la intimidad, los pensamientos, los sentimientos, los valores, las afinidades, los intereses, etc. que esos adultos mayores puedan tener.
En nuestra sociedad, el sujeto que esté recorriendo el proceso de
envejecimiento, hablamos de entre los 60 y 80 años, aproximadamente, es considerado un anciano, y, por el hecho de serlo, presenta una suerte de indefensión, ante la cual, la sociedad, se vuelve hostil en lugar de ser comprensiva.
El proceso de envejecimiento da lugar a una mayor fragilidad orgánica, a un
aumento de la vulnerabilidad frente a las enfermedades y en general a cualquier tipo de agresión. Además, se caracteriza por ser la única edad que no introduce al sujeto a otro ciclo de la vida y por eso, puede llegar a resultar el momento más dramático de la existencia de un sujeto: es la etapa de "las pérdidas" y de "los temores". Pérdidas de todo: de la productividad, de la capacidad laboral, de la posibilidad de perder a la pareja, a los amigos. Temores: a la soledad, al aislamiento, a la incomprensión, a la falta de recursos económicos, a la discapacidad, a la fragilidad, a la dependencia. A esto le sumamos: natural disminución de la eficiencia física y de la independencia psicológica. Y entre estas pérdidas, podemos ubicar también a la sexualidad. Pero…, la realidad es que los cambios fisiológicos, anatómicos y funcionales en los órganos sexuales de los adultos mayores NO condicionan indefectiblemente el cese de la actividad sexual, sino que exigen una adaptación del comportamiento sexual a su nuevo funcionamiento. Esta AAR va a ser la que evite frustraciones y situaciones de ansiedad ante las posibles relaciones sexuales, o ante las posibles relaciones interpersonales con una persona por la que sienta atracción. Está demostrado que el sexo y la sexualidad juegan un papel importantísimo para un envejecimiento saludable y pleno; sin embargo, las personas de la 3° y 4° edad tienen una conducta sexual casi heterogénea en relación a sus apetitos e intereses. Y esto sucede porque además de los factores previamente mencionados, que no son pocos, se suman los factores sociales que inciden fuertemente en la actividad sexual en la edad adulta.
La gran mayoría de la sociedad, e incluso gran parte de los profesionales de
la salud, parecen pensar que el adulto mayor es un "ser asexuado". Pienso que, como sociedad, deberíamos realizar un proceso de revisión de la "cultura de la senilidad" donde se incluya también la variable de la sexualidad.
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EDAD - Norma y Ramona ACUA Mayor
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