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Resumen
Introducción
TABLA 2. Población añosa del país según sexo y edad. Año 1991
En relación a la vivienda, la consideración del tipo de hogar de la población anciana de
la Argentina, permite observar que la gran mayoría vive en hogares de tipo
multipersonal familiar, en general las familias parecen todavía albergar a sus mayores,
luego en orden decreciente le siguen los que viven en hogares unipersonales y por
último, en menos importancia porcentual se hallan aquellos que viven en hogares
multipersonales no familiares (Tabla 3). Considerando las diferencias según el sexo, el
mayor porcentaje de personas de edad que viven solos corresponde a las mujeres,
mientras que el porcentaje más elevado de las personas mayores que viven en hogares
multipersonales familiares corresponden al sexo masculino.
Estas y otras ideas prejuiciosas tienen un efecto negativo en la persona que envejece
quedando circunscripta a un lugar devaluado que le ofrece el orden social. Esta
valoración negativa no es exclusiva de esta época, en la cultura occidental a través de
textos de historiadores, filósofos y literatos se desprende que la vejez ha sido objeto de
desprecio y temor. Se suma a esto los cambios propios del envejecimiento que implican
al cuerpo, a la imagen de sí, a los roles, a la relación entre los géneros y al status social.
La cultura actual propone ideales ligados a valorar y exaltar el cuerpo sano, joven y
bello, resultando un modelo identificatorio. ¿Cómo incide este discurso cultural en el
sujeto al que le toca transitar su propio envejecer?. Las ideas que consideran a la vejez
como enfermedad, fealdad e inutilidad, si son asumidas por quien envejece se
constituyen en mandatos identificatorios, dificultando la elección de otros conceptos
posibles y la asunción de un posicionamiento ético-valorativo que dignifique el transitar
la vejez.
Para el paradigma actual que se rige por el ideal de “joven, consumidor y productivo” el
viaje de volverse viejo-vieja puede ser una odisea, sobre todo si el sujeto ha tomado la
vía de conservar una apariencia juvenil. Esa meta puede exigir muchos esfuerzos y
desvelos en este contexto donde la apariencia, la mirada y la imagen están privilegiadas,
esfuerzo que se redobla en el caso de la mujer que envejece. Para cumplir con ese ideal
portará en sus maletas todo lo que le lleve a ilusionar que el tiempo se puede detener o
que se pueden borrar todas las huellas identificadas con la fealdad. Con tal de anularlas
el cuerpo será expuesto a cirugías, lifting, gimnasia, retoques y dietas pero, a pesar de
todo, algo indefectiblemente se pierde.
En nuestro siglo, señala Foucault, estas prácticas tienen que ver con la combinación de
la belleza y la estética en la exterioridad de los objetos y las obras de arte, pero no se
atiende a la conformación de una vida bella como la pensaban los antiguos griegos. Con
esto no pretendemos proponer un retorno a la antigüedad sino mostrar la movilidad del
pensamiento en una dimensión histórico-social. Este análisis permite un sendero posible
para repensar el cuidado de sí, a través de prácticas individuales en una dimensión ética
y estética. Es decir, afirmar la ética en su faz productiva y transformadora del sujeto,
como práctica cuestionadora del presente. Las prácticas del cuidado de sí, serían el
intento de elaborar, transformar y acceder a un cierto modo de ser, pudiendo amarse,
conocerse y aceptarse a pesar de los cambios que sufre el cuerpo. Para Foucault esta
transformación se realiza “a través del impulso del eros, del amor, movimiento a través
del cual el sujeto de ve desgajado de su estatuto, y siempre por medio de un trabajo
sobre sí mismo para convertirse al fin en un sujeto capaz de lograr la verdad” (2).
Siendo una práctica de libertad, por eso mismo, esta propuesta cuestionadora no es
ajena a las relaciones de poder presentes tanto en el interior de una familia, en una
relación de amistad y en toda relación social, que muchas veces pueden cobrar la
modalidad de relaciones de dominación, aislamiento y hasta de exclusión de los
ancianos como lo hemos mencionado anteriormente. Sin embargo, también es posible
por vía del ejercicio del poder en su dimensión constructiva y proactiva, producir,
transformar y generar nuevas formas de subjetividad.
Conclusión
Bibliografía
Censo Nacional de Población y Vivienda 1991, (1995). Total del país. Ministerio de
Economía y Obras y Servicios Públicos. Secretaría de Programación Económica.
Instituto Nacional de Estadística y Censos. (I.N.D.E.C.) Argentina.
Notas
(2) Foucault, M.: Hermenéutica del sujeto, Altamira, La Plata, 1996, pág.39.