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MARITAIN JACQUES (1882) Francia

Los filósofos se llamaban antiguamente sabios. Y, sin embargo, es


cierto que la sabiduría es la ciencia misma, tal como conviene a la
humana naturaleza. No es una sabiduría infusa que se dé al hombre
como una luz sobrehumana; tampoco es una sabiduría espontánea e
irreflexiva (como por ejemplo, el sentido común de los animales, o la
sabiduría de los simples), una sabiduría que posea el hombre como un
puro instinto de la naturaleza: Es la sabiduría dcl hombre como
hombre, la sabiduría que conviene al hombre como consecuencia del
trabajo de su razón; y precisamente por esta causa, tal sabiduría es
adquirida con tanto trabajo y de una manera tan precaria, que los que
pretenden llegar a ella deben mejor llamarse filósofos que sabios.
Tal es la noción que de la filosofía nos proporciona la etimología
misma de la palabra y el lenguaje corriente. La especulación filosófica,
precisamente por ser la tarea más elevada de la razón es desconocida
entre los pueblos llamados primitivos, y aun la mayor parte de las
civilizaciones antiguas o la han ignorado o no han sabido descubrir su
verdadera naturaleza. La verdad (en cuanto nos levantamos sobre los
datos rudimentarios del sentido común), la verdad no nos es, como
acaso pudieran creerlo los afortunados que han nacido en un
ambiente impregnado de ella, regalada a la manera de un don de la
naturaleza. Por el contrario es difícil de ser alcanzada, difícil de ser
conservada; es una gran suerte poderla poseer sin mezcla de error y
en el conjunto vario de sus aspectos complementarios.
Se hace necesaria una distinción preliminar entre comunidad y
sociedad. Pero una comunidad es ante todo obra de la naturaleza y se
encuentra más estrechamente ligada al orden biológico; en cambio,
una sociedad es sobretodo obra de la razón y se encuentra más
estrechamente vinculada a las aptitudes intelectuales y espirituales del
hombre. La nación es una comunidad, no una sociedad.
Como cualquier otra comunidad, la nación es "acéfala", tiene elites y
centros de influencia, pero en modo alguno cabeza o autoridad
directora; tiene estructuras pero en modo alguno formas racionales no
de organización jurídica; tienen pasiones y sus sueños, pero en modo
alguno bien común; tienen solidaridad entre sus miembros, fidelidad,
honor, pero en modo alguno amistad cívica; tiene, en fin, hábitos y
costumbres, pero en modo alguno normas no ordenes formales.
La sociedad política, requerida por la naturaleza y realizada por la
razón, es la más perfecta de las sociedades temporales. Y, como en
toda sociedad política la autoridad va de abajo arriba por designación
del pueblo, es normal que todo el dinamismo de la autoridad en el
cuerpo político se componga de autoridades parciales y particulares
que se escalonan unas sobe otras hasta llegar a la suprema autoridad
del Estado. Y, finalmente, el cuerpo político debe controlar al Estado
que, sin embargo, incluye en su contextura las funciones de gobierno.
En oposición a nación, tanto el cuerpo político como el estado
pertenecen al orden de la sociedad. El estado, cuando se identifica
con la nación, tiene exasperada su voluntad de poder.

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