Nuestro programa ¿Qué es un programa? Todo partido se propone determinados
fines, lo mismo un partido de latifundistas o capitalistas que un partido de obreros y campesinos. Es, pues, necesario que cada partido tenga objetivos precisos, porque de lo contrario pierde el carácter de partido. No cabe duda que, naturalmente, los obreros y los campesinos tienen objetivos bien distintos, por ser distintos sus intereses. Un proverbio ruso dice: «Lo que conviene al ruso es mortal para el alemán.» La siguiente variante sería muy apropiada. «Lo que al obrero conviene es mortal para el capitalista.» Esto significa que el trabajador tiene un fin, el capitalista otro y el latifundista otro. Pero no todos los propietarios se ocupan asiduamente de sus intereses. Más de uno vive en la holganza y en la francachela, sin siquiera tomarse la molestia de revisar las cuentas que le presenta el administrador. Pero también hay muchos obreros y campesinos llenos de despreocupación y apatía. Estos se dicen: «De una manera o la otra conseguiremos ir viviendo, y lo demás, ¿qué nos importa?; así han vivido nuestros antepasados y así seguiremos viviendo nosotros.» A esta clase de gente le tiene todo sin cuidado y no comprende ni aun sus propios intereses. Pero los que se preocupan de hacer valer del modo mejor sus intereses se organizan en un partido. Si consideramos de cerca la economía tal como se ha desenvuelto bajo la dominación del capitalismo, vemos como punto principal que se producen mercancías. Alguien podría preguntarnos: ¿Y esto qué tiene de particular? Lo particular es que la mercancía no es un producto cualquiera, sino un producto destinado al mercado. Un producto no es mercancía cuando se produce para el consumo propio. Se convierte en mercancía cuando se vende y se compra; es decir, cuando se produce para el mercado, para ser propiedad del comprador. En el régimen capitalista todos los productos están destinados al mercado, convirtiéndose, por tanto, en mercancía todos. Todo lo que se produce en la sociedad capitalista es destinado al mercado, donde afluyen guantes y salchichas, libros y cordones de botas, máquinas y licores, panes, fusiles, en una palabra, todo lo que se produce. La condición previa de la economía mercantil es necesariamente la propiedad privada. Cuando se habla de «monopolio de los medios de producción» o de «trabajo asalariado» nos referimos a las recíprocas relaciones de los hombres. ¿Pues qué significa de hecho esta «monopolización»? Significa que los hombres pueden producir mercancías con la condición de que los productores trabajen con medios de producción pertenecientes a otros y que los productores estén sometidos a los propietarios de estos medios de producción, etc., es decir, que se trata de las recíprocas relaciones entre los hombres en el curso de la producción. No es difícil comprender que las relaciones de producción no siempre han sido iguales. La desigualdad del desarrollo de las fuerzas productivas crea diversos tipos económicos y diversas esferas industriales, ampliando la división internacional del trabajo sobre la base social. Tanto más se desarrolla el capitalismo y tanto más centralizada está la producción, con tanta más facilidad podrá el proletariado regirla después de su victoria final. El capitalismo, no sólo produce sus propios enemigos y conduce a la victoria comunista, sino que también crea la base económica para la realización del régimen comunista. Ya vimos por qué la sociedad capitalista tenía que morir (hoy la vemos morir ante nuestros ojos). Muere porque existen dos factores que determinan su fin: la anarquía de la producción, que da lugar a la competencia, a las crisis y a la guerra, y el carácter de división de clases de la sociedad, que, inevitablemente, produce la lucha de clases. La sociedad capitalista puede compararse a una máquina mal construida, en la que una parte obstruye continuamente la acción de la otra (véase 13), razón por la cual esta máquina tiene que saltar. Nada puede parar la disolución del capitalismo ni el avance de la revolución mundial. Toda tentativa de volver a la sociedad humana a las antiguas vías del capitalismo está condena a priori al fracaso. La conciencia de las masas obreras ha alcanzado un grado tal de desarrollo, que ya no están dispuestas a trabajar ni combatir por los intereses de los capitalistas, por la conquista de tierras extrañas y de países coloniales.