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Creación: D. Nº 19-86-ED, Fecha: 30/12/86 | Reinscripción: D.S.

Nº 050-2002-ED, Fecha: 12/12/2002


Revalidado: Resolución Directoral N° 224-2016-MINEDU / VMGP /DIGEDD /DIFOID
Acreditado: Resolución de Presidencia del Consejo Directivo Ad Hoc N° 267-2017-SINEACE/CDAH-P

PRÁCTICA PSICOMOTRIZ AUCOUTURIER: QUÉ


ES, PARA QUÉ SIRVE Y CÓMO ES UNA SESIÓN
FUENTE: Publicado el 12 agosto, 2015 por Seño Punk

Observando las actividades diarias que se llevan a cabo en cualquier escuela, incluidas
las infantiles, es obvio que en la mayoría de ellas se pide a los niños y niñas que
permanezcan sentados, quietos, contenidos, durante demasiadas horas. Seguimos viendo
el movimiento como un elemento antagónico a la disciplina, a pesar de que nos parece
igualmente evidente que los niños, sobre todo en la etapa infantil, necesitan del
movimiento para expresarse, para sentirse bien y ser felices.
Quizás por eso mismo me impactó tanto la primera vez que vi una sesión de Práctica
Psicomotriz Aucouturier, puesto que en ella se respira una libertad y una autonomía

que nunca había podido presenciar hasta el momento.


Porque en el aula donde se realiza esta Práctica Psicomotriz encontramos una colección
de elementos que invitan al juego sensoriomotor, como espalderas, plintos, bancos
suecos, colchonetas, figuras geométricas de gomaespuma, entre otros, y los niños tienen
libertad para hacer lo que quieran: jugar a saltar, trepar, colgarse de cuerdas, construir,
correr, esconderse, descansar… todo en el momento que quieran y como quieran. Por
supuesto, la sala tiene medidas de seguridad como el suelo blandito o los cantos
protegidos, pero las únicas normas son tener cuidado y respetar a los demás. Es verdad
que el adulto pasa un poco de miedo por las posibles caídas y golpes, aunque esto
ocurre sólo al principio. ¡Qué importante y a la vez difícil es la pedagogía del riesgo!

(Fuente de la imagen)
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Después de la grata sorpresa inicial, y tras un poco de indagación, pude comprobar que
esta actividad es algo más que una simple aula donde los niños juegan con libertad y
disfrutan del placer del movimiento. Por si esto fuera poco, descubro que el dispositivo
y las estrategias docentes utilizadas están diseñadas con la intención de encaminar a los
niños hacia su desarrollo, y no sólo a su desarrollo físico, que no estaría mal como
objetivo, sino también y sobre todo a su desarrollo cognitivo. Sin embargo, al
presenciar una sesión de Práctica Psicomotriz Educativa, es difícil llegar a esa misma
conclusión, puesto que en apariencia es una actividad con grandes dosis de caos e
improvisación. Por mucho que exista una serie de fases diferenciadas en las que las
consignas no cambian, ninguna de las sesiones es igual a la anterior.

(Fuente de la imagen)
Para mí, la Práctica Psicomotriz Aucouturier abre una puerta que conduce hacia un
espacio donde por fin cada niño realmente puede aprender jugando. Jugando de
verdad, a lo que él quiera y como él quiera, respetando únicamente unas pocas normas
de convivencia. Y no sólo jugando sino además a su propio ritmo. Es el único espacio
en el que de verdad he visto estas grandes premisas de la Educación Infantil dibujadas
ante mis ojos. Y a la vez, la actividad por la que he sentido la motivación más intensa
por parte de los propios niños. Y no es para menos. Es el único espacio en el que se les
permite demostrar sus capacidades, tanto físicas como cognitivas, y mostrarse tal y
como son; en el que pueden romper ese orden artificial, tan alejado de sus
características psicológicas, que todavía impera en la Educación Infantil; en el que
realmente tienen libertad y en el que no importa el caos que se genere; el único lugar
donde pueden de verdad elegir su forma de relacionarse y de actuar en función de su
estado emocional, puesto que a nadie le va a molestar que no participen, que lo hagan
muy activamente, que se pasen la mayoría del tiempo tumbados, o incluso escondidos.
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Pero si no quieres quedarte en la superficie, sino que te gustaría indagar un poco sobre
cómo funciona y por qué, sigue leyendo ;)

La Práctica Psicomotriz Educativa es una metodología o práctica nacida en Francia en


la década de los 70, que está basada en el concepto de psicomotricidad concebido
como el proceso de maduración que corresponde a un periodo del desarrollo infantil en
el cual la sensoriomotricidad es inseparable de la génesis de los procesos psíquicos
conscientes e inconscientes, es decir, con la generación del pensamiento. Estamos
hablando de aquel momento en el que el niño necesita del movimiento para poder
pensar, o incluso, en momentos tempranos, la propia acción se identifica como
pensamiento. Se trata de un periodo básico para el desarrollo de la personalidad, de la
futura manera de pensar y actuar, por lo que parece evidente que la creación de un
marco metodológico y pedagógico adecuado para que el movimiento pueda desarrollar
el pensamiento es vital.
Fue Bernard Aucouturier quien ideó este marco para la práctica de la psicomotricidad
en las escuelas infantiles, lo que hoy conocemos como Práctica Psicomotriz Educativa,
gracias, eso sí, a las aportaciones de varios predecesores, que fueron acotando el
concepto de psicomotricidad y relacionando el movimiento con la producción de
pensamiento. Entre ellos se encontró Julián de Ajuriaguerra, neuropsiquiatra y
psicoanalista vasco, pionero en vincular lo afectivo como generador de maduración
neurológica; pero sobre todo Jean Piaget, Henri Wallon i Sigmund Freud.
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Para que pongáis cara al señor Bernard Aucouturier


Estos autores, entre otros, nos muestran la existencia de una relación consistente entre el
movimiento y el desarrollo de la cognición, y que la educación del movimiento no sirve
sólo para el entrenamiento del mismo, para el placer o para la salud física. Cuerpo y
mente se unen en la psicomotricidad de manera que los contenidos motrices se
convierten en medios para el desarrollo de funciones superiores como el pensamiento, la
comunicación, la afectividad o la creatividad.

Por tanto, hemos de pensar en la Práctica Psicomotriz como una metodología que
favorece que el niño experimente a través del movimiento, perciba su propio cuerpo y
construya su propia identidad, facilitando el estímulo de los procesos que abren a la
comunicación, la expresión, a la simbolización y a la descentración, factores todos
ellos necesarios para acceder al pensamiento operacional. Es por ello que, como
diría el propio Bernard, “se propone a los niños y niñas desde el periodo evolutivo en el
que hacer es pensar hasta el periodo en el que pensar es sólo pensar el hacer y más
allá del hacer, aproximadamente hasta los 7 años”. De la misma manera que las
actividades físicas que se practican habitualmente en la etapa de primaria no tienen
cabida en la psicomotricidad infantil, esta práctica psicomotriz tampoco tendría sentido
en el momento en el que los niños ya han superado el estadio preoperacional.
Por tanto, los objetivos de esta psicomotricidad o práctica psicomotriz, según el propio
Aucouturier, son: ayudar a los niños en su desarrollo de la función simbólica (es decir,
de la capacidad de representación), y favorecer el desarrollo de los procesos de
segurización y de descentración indispensables para acceder al pensamiento operatorio
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y al placer de pensar, todo ello a partir del placer que les proporciona el movimiento y el
juego libre. De esta manera, la práctica psicomotriz se constituye como una práctica
preventiva y educativa, uno de los medios fundamentales para ayudar al niño a vivir
más armónicamente su itinerario madurativo.
Así, como decía unos párrafos más arriba, se hace necesaria la implantación de
un marco metodológico que haga todo esto posible. Es aquí donde Bernard
Aucouturier nos ofrece una solución en forma de itinerario que el niño recorre hacia su
maduración mental, y no sólo eso sino que además propone un recorrido ajustado al
proceso madurativo de cada niño, para lo que se establece una distribución
de espacios en la sala de psicomotricidad, la diferenciación de una serie de momentos o
fases mediante ciertas estrategias que dirigirán las sesiones, y unas actitudes concretas
por parte del psicomotricista, todo ello dirigido a favorecer el paso “del placer de hacer
al placer de pensar”, en palabras del señor Aucouturier.
Pese a que los dispositivos cambian con la edad de los niños para que pueda tener lugar
esa deseada adaptación al estadio madurativo de las criaturas que son objeto de
desarrollo, aquí se hablará únicamente de la adaptación para niños a partir de 3 años,
puesto que en edades anteriores, sinceramente, no tengo demasiada idea.

BASTA DE TEORÍA. ¿CÓMO ES UNA SESIÓN DE PRÁCTICA


PSICOMOTRIZ?

 RITUAL DE ENTRADA
En esta fase el psicomotricista acoge a los niños, que se sientan en bancos, visualizando
la sala y si es posible ante un espejo donde se puedan ver todos juntos. Se recuerdan
las normas que han de respetar: básicamente no hacerse daño y no hacer daño a los
demás, así como respetar los materiales. Se recuerda la sesión anterior (lo que nos
gustó, la evolución de las competencias que se observó, así como lo que no nos gustó,
puesto que se trata de cosas que limitan la evolución del grupo), y se anticipa lo que
ocurrirá la sesión actual. Lo ideal es que en este proceso sean los niños quienes
intervengan, con el psicomotricisa en el papel de guía.
 FASE DE EXPRESIVIDAD MOTRIZ
El ritual de entrada da paso a la fase de expresividad motriz, en la que los niños se
preparan para derribar un muro o castillo construido por el adulto mediante todas las
piezas geométricas de gomaespuma presentes en la sala.
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¿No te encantaría ser uno de esos niños?


(Imagen sacada de un artículo de la web del colegio Arturo Soria)
Es un momento de gran emoción e impaciencia (es emocionante hasta verlo), y el
psicomotricista debe saber posponer la destrucción para liberar su intensidad en el
momento justo. Parece un buen momento para trabajar la atención y la inhibición de los
impulsos. El psicomotricista ofrece también cierta resistencia con el objetivo de que los
niños se sientan vencedores sobre el adulto, con una especie de omnipotencia sobre el
mismo. Así, a un lado del muro los niños abandonan todo aquello que los adultos
les imponen: exigencias, normas, tareas…, y al otro lado encuentran un espacio
ideado con el objetivo de que puedan expresarse con espontaneidad, sin todo aquello
que suele asociarse a la actividad escolar y que tan poco propio de ellos mismos es; así
que derribar el muro significa romper con las exigencias que imponemos los adultos y
empezar a ser ellos mismos, empezar a buscar su propio “yo”, porque “ejercer su fuerza
contra un adulto, es mostrar su deseo de alejarle para comprobar su capacidad de
dominio y afirmar su propia identidad”.
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(Imagen sacada de la web felicesjugando.com)


A partir de aquí, el placer de destruir evolucionará hacia una serie de juegos que
proporcionarán la entrada en una dinámica de placer sensoriomotriz. Aucouturier se
refiere a estos primeros juegos, junto con los de destrucción, como “juegos de
segurización superficial”. Según el autor, son universales, se dan en todo el mundo sin
experimentar cambios entre culturas, y se denominan así porque aseguran frente a la
angustia relacionada con el miedo a la pérdida y a ser destruido. Porque no se trata de
una simple actividad motora, no necesitan adquirir ninguna habilidad determinada, sino
que todo el dispositivo se concibe como una herramienta de expresión emocional, social
e intelectual sin restricciones.
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(Imagen sacada de la web del colegio de Educación Especial Gloria Fuertes)
El espacio está diseñado expresamente para la liberación de la expresividad motriz,
porque aunque lo pueda parecer, no se trata de una improvisación, todo está muy bien
estudiado y nada es gratuito. Se trata de un espacio donde el niño puede correr, saltar,
dar volteretas, hacer equilibrios, trepar, rodar, caer… y todos los rincones tienen
funciones concretas que desembocan hacia el desarrollo total del niño. Hay espacios de
contraste blando-duro, como el plinto y los colchones para saltar, en los que el niño
experimenta este contraste que le ayuda a ser más consciente de su propio cuerpo, a
reafirmar el equilibrio. También hay espacios senso-duros, como la rampa o las
espalderas, donde los niños están preparados para trepar cuando empiezan a querer
crecer. Pero también hay espacio para el recogimiento, en lo que parece un estadio
previo a cualquier tipo de contraste: suele representarse en forma de saco, un espacio
que los abraza, que les da paz, que los contiene.

(Imagen sacada de la web felicesjugando.com)

(Fuente de la imagen)
Durante esta misma fase, conforme los niños crezcan y se sientan reafirmados y sin
limitaciones a la hora de disfrutar de su propio cuerpo, va a ir apareciendo poco a poco
el juego simbólico, es decir, la capacidad de utilizar un objeto pretendiendo
deliberadamente que represente otro. Empiezan así a realizar juegos de identificación
parental, de identificación con personajes imaginarios o de la vida social. Aucouturier
los denomina “juegos se segurización profunda”, puesto que considera que son
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escudos imaginarios que protegen a los niños de los conflictos más recientes, y al
contrario que los de segurización superficial, varían según la cultura. La aparición
progresiva de la simbolización implica que el niño está entrando en un estadio
cognitivo superior. El propio Aucouturier asegura que “la integración progresiva de
los juegos de aseguración profunda en los juegos de aseguración superficial pone de
manifiesto la fluidez entre las representaciones inconscientes y las conscientes, lo que
es un interesante indicador de maduración psicológica”, pero hemos de ser conscientes
de que nos encontramos en un primer nivel de simbolización, aquél que se expresa por
la vía del movimiento.
Para ayudar a que se produzca este itinerario natural, es decir, el paso de los juegos de
segurización superficial (o sensoriomotrices) a los juegos de segurización profunda (o
simbólicos), el psicomotricista suele dividir esta fase en dos, marcando la transición
mediante la adición de material pensado para impulsar la simbolización aunque muy
poco figurativo, como telas, cuerdas… de manera que sean los propios niños quienes
elijan utilizarlo de manera más sensorial o más simbólica. Según su nivel de madurez,
los niños usarán las cuerdas para jugar a tirar de ellas, o para simular que les ataca una
serpiente.

Un prisma de gomaespuma puede servir para saltar encima de él, pero también para
imaginar que vamos en coche…
(Imagen sacada de un artículo de la web del colegio Arturo Soria)
 FASE DE LA HISTORIA
Cuando se ha vivido plenamente el descontrol y la emoción del primer tiempo, es hora
de subir un nivel más en esa simbolización, un nivel en el que ésta se distancia del
movimiento, pasando del placer de jugar al placer de pensar y favoreciendo de esta
manera la representación mental. La fase de la historia se desarrolla en el mismo
espacio que la anterior, y en el que el psicomotricista cuenta un cuento.
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Esta historia debería estar relacionada directamente con las emociones de los niños y
sus miedos, y además ser contada en presente para favorecer la identificación con el
protagonista. Aucouturier recomienda, además, que se utilicen dos registros distintos al
contar la historia: uno de subida hacia la angustia para añadir valor dramático, y otro de
vuelta a la seguridad emocional para el final, siempre con variaciones en el tono de voz,
gesticulaciones, silencios tensos… Todo esto favorece que en el niño se dé un proceso
de descentración que facilitará la evolución cognitiva. Aquí, Aucouturier diferencia a
los iniciados en este proceso de los no iniciados mediante la observación de su
expresividad motriz, puesto que aquellos en los que la sesión está despertando la
descentración cognitiva, muestran una atención sostenida y manifiestan sus emociones
sin excesos, frente a aquéllos que imitan al protagonista, gesticulan, interrumpen e
incluso gritan, porque todavía no han llegado a ese nivel. Gracias a esta fase se produce
una reaseguración profunda por medio del lenguaje en lugar de por el movimiento
como en aquel primer tiempo. En realidad, este proceso es paralelo a la maduración
global, puesto que en general, el acceso al lenguaje trae como consecuencia una
disminución en la actividad motriz de los niños.
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(Imagen sacada de la web del colegio Arturo Soria)


 FASE DE LA EXPRESIVIDAD PLÁSTICA Y GRÁFICA
Después de la historia, se invita a los niños a pasar al segundo espacio para la fase de la
expresividad plástica y gráfica. Este segundo espacio debe estar bien delimitado dentro
de la misma sala, pero no puede utilizarse para las actividades previas, para que los
niños tengan la oportunidad de distanciarse de las emociones vividas durante la sesión
mediante la realización de un dibujo o una construcción (a elegir) sobre las mismas o
sobre su historia personal.

(Imagen sacada de la web del colegio Arturo Soria)


El objetivo de esta fase, al contrario de lo que puede parecer, no es el dibujo o la
construcción en sí, ni la interpretación que el psicomotricista pueda darles. Muy al
contrario, lo importante son las historias que los acompañan y el lenguaje que los
propios niños utilizan para elaborarlas. El psicomotricista debe simplemente ayudar
a cada niño a que hable sobre su creación para que pueda darse el proceso de
descentración. Un “¿Me puedes contar la historia de tu dibujo?” puede ser suficiente
para que el niño se atreva a verbalizar lo que pasa por su cabeza en el momento de
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dibujar, encontrándole un sentido a sus propias producciones. Esta etapa exige un


nivel todavía mayor de simbolización, puesto que la expresión se ha liberado
primero por vía corporal, luego por el lenguaje de los otros, hasta llegar a hacerlo
mediante el lenguaje propio. Sin embargo, el mismo Aucouturier advierte sobre la
importancia de respetar el ritmo de cada niño, ya que si se presiona en demasía esta
simbolización, probablemente se obtengan creaciones estereotipadas, muy contrapuestas
a la descentración que deseamos. Además sentencia que “una sesión de Práctica
Psicomotriz Educativa sin este segundo tiempo de expresividad resultaría una sesión
amputada, ya que no respondería ni a sus objetivos, ni al itinerario de maduración
psicológica que facilita el desarrollo y crecimiento de cada niño”.
 RITUAL DE SALIDA
Esta última fase será variable en función de la edad de los niños, y Aucouturier aconseja
que después de los 3 años se reconozca individualmente a cada niño llamándole por su
nombre y dándole un apretón de manos antes de salir de la sala, puesto que según él
los niños le dan mucha importancia a este gesto social de adultos. Por último, los
mismos niños deberían ser quienes recogieran la sala, dejando todo el material de la
misma manera que lo habían encontrado al entrar, puesto que esta acción sería, de
nuevo, una ayuda para la descentración; aunque también reconoce que en algunos
casos puede convertirse en una excusa para reiniciar el juego…
ENTONCES, ¿CUÁL ES EL PAPEL DEL PSICOMOTRICISTA?
Aunque pueda no parecerlo a simple vista, puesto que se apuesta por la autonomía y la
libertad de los niños dentro de la sala, el psicomotricista tiene un papel fundamental en
esta manera hacer y entender la psicomotricidad. Los educadores transmitimos y
educamos con cada poro de nuestra fisionomía, no sólo cuando hablamos, sino también
con nuestra manera de estar, nuestros gestos y nuestras actitudes, y los niños más
pequeños son especialmente sensibles a todo esto, así como a los cambios emocionales.
Así que uno de los objetivos primordiales del psicomotricista es aportar seguridad
física a la actividad, ya sea por su presencia, su mirada periférica que a todo está atenta,
la propuesta de normas o el propio acondicionamiento de la sala. Pero además debe
proporcionar seguridad afectiva, puesto que no debemos olvidar que para los niños, la
sesión no sólo entrañará diversión sino también difíciles retos. Esta seguridad afectiva
se transmite a través de la actitud postural, de la empatía, de la capacidad para
comprenderles aunque no verbalicen lo que quieren que entendamos, pero también de la
capacidad de disfrutar realmente con ellos.
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(Fuente de la imagen)
El psicomotricista debe acompañar la acción del niño, debe interactuar sin invadir su
autonomía. No se trata de estimular, sino de inducir y favorecer tanto los juegos de
segurización profunda como los de segurización superficial, ajustándose a las
acciones de los niños. El psicomotricista debe reaccionar con gestos y palabras
afectuosos, pero a la vez firmes. También ha de saber dinamizar la comunicación y, por
supuesto, facilitar la resolución de conflictos, pero sólo facilitar, puesto que son los
propios interesados quien debe resolverlos. En definitiva, el psicomotricista debe ser el
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adulto atento que acompañe al niño en su proceso de maduración, acogiendo y


valorando sus producciones, sus dificultades, sus miedos, sus descubrimientos, su
deseo, su placer y sus emociones. ¿No os recuerda a un guía Montessori?
Os dejo con un ejemplo de sesión, aunque hemos de tener claro que se trata de eso, sólo
un ejemplo, porque cada psicomotricista que aplica esta metodología la adapta a su
manera de ser, de entender y de hacer las cosas. ¿Has pensado ya cuál sería la tuya? ;)

Cualquiera que asista a una sesión de psicomotricidad en Educación Infantil


trabajada mediante esta metodología comprobará prácticamente al instante el
fomento de la autonomía y del respeto, o el hecho de que se trata de sesiones muy
completas en cuanto al desarrollo de la motricidad, puesto que encontramos
equilibrios, saltos, coordinación de miembros o uso controlado de la fuerza por
doquier, pero ahora sabemos que la función de la sesión va mucho más allá. Cómo
me gustaría formarme en esta metodología… ¡qué pena que sea tan caro! Tendré que
conformarme con seguir leyendo libros y artículos al respecto ;)

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