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Traducción
M.ª Jesús del Sol Jaquotot
Licenciada en Medicina y Cirugía
Revisión científica
Dr. Marcos Peraza Sánchez
Médico adjunto de Anestesiología y Reanimación,
Hospital Comarcal de Laredo,
Cantabria
Se han adoptado las medidas oportunas para confirmar la exactitud de la información presentada y
describir la práctica más aceptada. No obstante, los autores, los redactores y el editor no son responsables de
los errores u omisiones del texto ni de las consecuencias que se deriven de la aplicación de la información
que incluye, y no dan ninguna garantía, explícita o implícita, sobre la actualidad, integridad o exactitud del
contenido de la publicación. Esta publicación contiene información general relacionada con tratamientos
y asistencia médica que no debería utilizarse en pacientes individuales sin antes contar con el consejo
de un profesional médico, ya que los tratamientos clínicos que se describen no pueden considerarse
recomendaciones absolutas y universales.
El editor ha hecho todo lo posible para confirmar y respetar la procedencia del material que se reproduce en
este libro y su copyright. En caso de error u omisión, se enmendará en cuanto sea posible. Algunos fármacos
y productos sanitarios que se presentan en esta publicación sólo tienen la aprobación de la Food and Drug
Administration (FDA) para un uso limitado al ámbito experimental. Compete al profesional sanitario
averiguar la situación de cada fármaco o producto sanitario que pretenda utilizar en su práctica clínica, por
lo que aconsejamos la consulta con las autoridades sanitarias competentes.
Edición española de la obra original en lengua inglesa Marino. The ICU Book, 4th edition, publicada por
Lippincott Williams & Wilkins.
Copyright © 2014 Wolters Kluwer Health/Lippincott Williams & Wilkins
351 West Camden Street
Baltimore, MD 21201
530 Walnut Street
Philadelphia, PA 19106
ISBN edición original: 9781451188691
3rd Edition © 2007 Lippincott Williams & Wilkins - a Wolters Kluwer Business
2nd Edition © 1998 LIPPINCOTT WILLIAMS & WILKINS
Composición: Lanchuela
Impresión: C&C Offset Printing Co. Ltd
Impreso en China
10 9 8 7 6 5 4 3 2 1
IX
XI
SECCIÓN I
Acceso vascular
1 Catéteres vasculares 3
2 Acceso venoso central 17
3 Catéteres vasculares permanentes 41
SECCIÓN II
Prácticas preventivas en la UCI
4 Exposición laboral 65
5 Profilaxis digestiva 77
6 Tromboembolia venosa 97
SECCIÓN III
Control hemodinámico
7 Monitorización de la presión arterial 123
8 Catéter de arteria pulmonar 135
9 Rendimiento cardiovascular 151
10 Oxigenación sistémica 171
SECCIÓN IV
Alteraciones del flujo circulatorio
11 Hemorragia e hipovolemia 195
12 Reanimación con coloides y cristaloides 217
13 Insuficiencia cardíaca aguda en la UCI 239
14 Síndromes de shock inflamatorio 263
XIII
SECCIÓN V
Emergencias cardíacas
15 Taquiarritmias 283
16 Síndromes coronarios agudos 303
17 Parada cardíaca 325
SECCIÓN VI
Componentes de la sangre
18 Anemia y transfusiones de hematíes 349
19 Plaquetas y plasma 369
SECCIÓN VII
Insuficiencia respiratoria aguda
20 Hipoxemia e hipercapnia 391
21 Oximetría y capnometría 409
22 Oxigenoterapia 427
23 Síndrome de dificultad respiratoria aguda 447
24 Asma y EPOC en la UCI 465
SECCIÓN VIII
Ventilación mecánica
25 Ventilación con presión positiva 487
26 Modos de ventilación convencionales 505
27 Modos de ventilación alternativos 521
28 Paciente dependiente del respirador 535
29 Neumonía asociada al respirador 553
30 Retirada de la ventilación mecánica 569
SECCIÓN IX
Trastornos acidobásicos
31 Análisis acidobásico 587
32 Acidosis orgánicas 601
33 Alcalosis metabólica 619
SECCIÓN X
Trastornos renales y electrolíticos
34 Lesión renal aguda 633
35 Trastornos osmóticos 653
36 Potasio 673
37 Magnesio 687
38 Calcio y fósforo 701
SECCIÓN XI
Abdomen y pelvis
39 Pancreatitis e insuficiencia hepática 719
40 Infecciones abdominales en la UCI 737
41 Infecciones urinarias en la UCI 751
SECCIÓN XII
Trastornos de la temperatura corporal
42 Hipertermia e hipotermia 761
43 Fiebre en la UCI 777
SECCIÓN XIII
Trastornos del sistema nervioso
44 Trastornos de la conciencia 799
45 Trastornos del movimiento 817
46 Ictus 831
SECCIÓN XIV
Nutrición y metabolismo
47 Necesidades nutritivas 847
48 Alimentación por sonda 859
49 Nutrición parenteral 875
50 Disfunción suprarrenal y tiroidea 887
SECCIÓN XV
Tratamiento farmacológico en cuidados intensivos
51 Analgesia y sedación en la UCI 901
52 Tratamiento antimicrobiano 923
53 Fármacos hemodinámicos 943
SECCIÓN XVI
Urgencias toxicológicas
54 Sobredosis de productos farmacéuticos 963
55 Toxídromes no farmacéuticos 981
SECCIÓN XVII
Apéndices
1 Unidades y conversiones 995
2 Valores de referencia seleccionados 1001
3 Fórmulas adicionales 1007
ACCESO
VASCULAR
Louis Nizer
Entre tú y yo
1948
CATÉTERES
VASCULARES
No es una mala definición del hombre la que le describe como un animal que fabrica herramientas.
Charles Babbage (1791-1871)
Poliuretano
El poliuretano es un polímero versátil que puede actuar como un sólido (p. ej.,
las llantas sólidas de las segadoras están fabricadas con poliuretano), pero
que también puede modificarse para mostrar elasticidad (p. ej., las fibras de
elastano empleadas en las prendas elásticas están confeccionadas a partir de
poliuretano modificado). El poliuretano de los catéteres vasculares les pro-
porciona la resistencia elástica suficiente para que puedan atravesar la piel y
los tejidos subcutáneos sin acodarse. Como esta rigidez puede promover a su
vez la aparición de lesiones vasculares, los catéteres de poliuretano se utilizan
para canalizaciones vasculares de corta duración. La mayoría de los catéteres
vasculares que se utilizarán en la UCI están fabricados con este polímero,
como los catéteres vasculares periféricos (arteriales y venosos), los catéteres
venosos centrales y los catéteres de arteria pulmonar.
Silicona
La silicona es un polímero que contiene silicio además de hidrógeno, oxígeno
y carbono. La silicona es más flexible que el poliuretano (p. ej., las tetinas de
los biberones están fabricadas de silicona), con lo que disminuye el riesgo de
lesión vascular asociada al catéter. Los catéteres de silicona se usan para un
acceso vascular de larga duración (semanas a meses), como cuando se requie-
re la administración prolongada de quimioterapia, antibióticos y soluciones
de nutrición parenteral en pacientes ambulatorios. Los únicos catéteres de
silicona que se utilizan en la UCI son los catéteres venosos centrales de inser-
ción periférica (CVCP). Debido a su flexibilidad, los catéteres de silicona no
pueden introducirse por vía percutánea sin la ayuda de una guía metálica o
una vaina introductora.
Calibre gauge
El sistema gauge se introdujo (en Inglaterra) como unidad de calibre para
guías metálicas, y fue adoptado posteriormente para agujas y catéteres hue-
cos. El calibre gauge varía inversamente con el diámetro externo (cuanto ma-
yor es el calibre gauge, menor es el diámetro externo); sin embargo, no existe
una relación fija entre ambos parámetros. La Organización Internacional
de Normalización (ISO, International Organization for Standardization) ha
propuesto las relaciones que se muestran en la tabla 1-1 para los calibres
gauge y los diámetros externos correspondientes en los catéteres periféricos
(2). Obsérvese que cada calibre gauge está asociado a un intervalo de diáme-
tros externos (DE real), y más allá de este intervalo no existe una relación
fija entre el diámetro real (medido) y el diámetro externo nominal. Por lo
tanto, la única forma de determinar el diámetro externo real de un catéter es
consultar con el fabricante. Los calibres gauge se utilizan normalmente para
catéteres periféricos y para los canales de infusión de los catéteres de varías
vías o luces.
Calibre French
El sistema French de calibración de los catéteres vasculares (denominado así
en honor a su país de origen) ofrece ventajas sobre el sistema gauge gracias
a su simplicidad y uniformidad. La escala French empieza en el cero, y cada
incremento de una unidad French representa un aumento de 1/3 (0,33) de
milímetro en el diámetro externo (3): es decir, unidad French × 0,33 = diámetro
externo (mm). Así, un catéter de calibre 5 French tendrá un diámetro externo
de 5 × 0,33 = 1,65 mm. (En el Apéndice 2 del final de este libro se incluye una ta-
bla de calibres French y los diámetros externos correspondientes.) Los calibres
French pueden aumentar indefinidamente, pero la mayoría de los catéteres
vasculares se sitúan entre un calibre 4 French y 10 French. Los calibres French
suelen emplearse para catéteres de varias luces y para los de una sola luz y gran
calibre (como las vainas de introducción descritas al final de este capítulo).
*En International Organization for Standardization; ISO 10555-5; 1996 (artículo disponible en www.iso.org).
DE, diámetro externo.
100
80
60
Flujo (ml/min)
Incremento
del 390 % en
el flujo
40
0
0,5 1,0 1,5 2,0 2,5
Diámetro del catéter (mm)
100
40
20
0
5 cm 15 cm 30 cm
Longitud del catéter
FIGURA 1-2. Influencia de la longitud del catéter sobre el flujo. En la referencia 6.
Aguja introductora
Cámara de
contención
Catéter
Tapón
FIGURA 1-3. Dispositivo de catéter montado sobre aguja para la canalización de vasos
sanguíneos periféricos.
En referencias 6 y 7. Todos los flujos son para un flujo de agua impulsado por la fuerza de la gravedad.
Proximal (3)
Distal (1)
18
16 Luces Medial (2)
18
(1)
(3) (2)
FIGURA 1-4. Catéter venoso central de tres vías (luces) que muestra el tamaño de cada
luz y los portales de salida en el extremo distal del catéter.
*Todos los flujos son para suero salino isotónico impulsado por la fuerza de la gravedad desde una altura
de 102 cm por encima de los catéteres. Fr, calibre French; G, calibre gauge.
En Arrow International (www.arrowintl.com); acceso el 8/1/2011.
Técnica de inserción
Los catéteres venosos centrales se introducen enhebrando el catéter sobre
una guía metálica (técnica introducida a principios de la década de 1950 y
denominada técnica Seldinger en honor a su descubridor). Esta técnica se
representa en la figura 1-5. Para localizar la vena que se va a canalizar se
utiliza una aguja de pequeño calibre (normalmente, 20G). Cuando la punta
de la aguja atraviesa la pared del vaso, se introduce una guía metálica larga
y fina de punta flexible a través de la aguja en el interior de la luz del vaso.
A continuación, se retira la aguja y se desliza el catéter sobre la guía metálica
hacia el interior de la luz vascular. Durante la canalización de vasos profun-
dos, se enhebra sobre la guía en primer lugar un «catéter dilatador» más
rígido y de mayor tamaño, para crear un trayecto que facilite la inserción
del catéter vascular.
1.Introducción
1. Insert needlede la aguja
2.
2.Avance de la guía
Pass guidewire a través
through de la aguja
needle
3.Retirada
3. Remove de
needle
la aguja
4.
4.Introducción del catéter
Insert catheter
FIGURA 1-5. Pasos de la canalización de vasos sanguíneos con la ayuda de una guía
metálica (técnica de Seldinger).
*Todos los flujos son para suero salino isotónico impulsado por la fuerza de la gravedad desde una altura
de 102 cm por encima de los catéteres. Fr, calibre French; G, calibre gauge.
En Arrow International (www.arrowintl.com); acceso el 8/1/2011.
CATÉTERES ESPECIALIZADOS
Los catéteres descritos en esta sección están diseñados para realizar tareas
concretas, y por lo demás no se utilizan para el tratamiento del paciente. Entre
estos dispositivos especializados están los catéteres de hemodiálisis, las vainas
introductoras y los catéteres de arteria pulmonar.
Catéteres de hemodiálisis
Uno de los beneficios reconocidos de las unidades de cuidados intensivos es la
capacidad para prestar una hemodiálisis urgente a pacientes con insuficiencia
renal aguda, y esto es posible mediante un catéter de diseño especial como el
que se muestra en la figura 1-6. En la tabla 1-5 se muestran las características
de estos catéteres.
*Todos los flujos son para suero salino isotónico impulsado por la fuerza de la gravedad desde una altura
de 102 cm por encima de los catéteres. Fr, calibre French; G, calibre gauge.
En Arrow International (www.arrowintl.com); acceso el 8/1/2011.
12 Ga
12 Ga
FIGURA 1-6. Catéter de doble luz y calibre amplio para hemodiálisis a corto plazo.
Vainas introductoras
Las vainas introductoras son catéteres de calibre grueso (8-9 French) que
sirven de conductos para la inserción y extracción de dispositivos vasculares
temporales. En la UCI, se utilizan sobre todo para facilitar la colocación de los
catéteres de arteria pulmonar (AP) (v. en la fig. 8-1 una ilustración de una vai-
na introductora y el catéter de AP acompañante). En primer lugar, se coloca
la vaina introductora en una vena central de gran calibre, y a continuación,
se enhebra el catéter de AP a través de ella, avanzándolo hacia la arteria pul-
monar. La colocación de los catéteres de AP suele obligar a realizar repetidos
intentos de avance y retroceso del catéter para lograr la posición correcta en la
arteria pulmonar, y la vaina introductora facilita dichos movimientos. Cuando
el catéter de AP ya no es necesario, la vaina introductora permite su extracción
y la sustitución por un catéter venoso central, si se necesita, sin tener que rea-
lizar una nueva punción venosa.
Infusión rápida
Las vainas introductoras también pueden servir como dispositivos de infusión
independientes gracias a la presencia de un portal de infusión lateral en el eje
del catéter. El gran diámetro de estas vainas las ha convertido en dispositivos
habituales para la infusión rápida en el tratamiento de la hemorragia aguda.
Cuando se utilizan con sistemas de infusión presurizados, se han alcanzado
flujos de hasta 850 ml/min (17). La utilización de las vainas introductoras para
una infusión rápida de volumen se aborda de nuevo en el capítulo 11.
COMENTARIO FINAL
El rendimiento de los catéteres vasculares como dispositivos para infusión
radica en la ecuación de Hagen–Poiseuille, que describe la influencia de las
dimensiones del catéter sobre el flujo. Las afirmaciones siguientes derivadas
de esta ecuación forman parte de la «base de conocimientos esenciales» sobre
los catéteres vasculares.
1. El ritmo del flujo está directamente relacionado con el radio interno del
catéter (ambos varían en la misma dirección) y guarda una relación inversa
con la longitud del catéter (varían en direcciones opuestas).
2. El radio interno de un catéter (tamaño de la luz) tiene una influencia mucho
mayor sobre el ritmo de flujo que la longitud del catéter.
3. Para una infusión rápida, es esencial contar con un catéter de gran calibre,
siendo óptimo un catéter de calibre amplio y de longitud corta.
En lo que respecta al rendimiento de cada catéter, cada UCI cuenta con sus
propias reservas de catéteres vasculares, y uno debe familiarizarse con los
tamaños y las capacidades de flujo de los catéteres disponibles.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
1. Mueller RL, Sanborn TA. The history of interventional cardiology: Cardiac catheteri-
zation, angioplasty, and related interventions. Am Heart J 1995; 129:146–172.
Catéteres especializados
16. Hernandez D, Diaz F, Rufino M, et al. Subclavian vascular access stenosis in dialy-
sis patients: Natural history and risk factors. J Am Soc Nephrol 1998; 9:1507–1510.
17. Barcelona SL, Vilich F, Cote CJ. A comparison of flow rates and warming capa-
bilities of the Level 1 and Rapid Infusion System with various-size intravenous
catheters. Anesth Analg 2003; 97:358–363.
ACCESO VENOSO
CENTRAL
Los buenos médicos dejan buenas huellas.
J. Willis Hurst, M.D.
PRINCIPIOS Y PREPARATIVOS
mento del flujo es bastante mayor que el aumento del diámetro del vaso; por
ejemplo, el diámetro de la vena subclavia es unas tres veces mayor que el diá-
metro de las venas metacarpianas, pero los flujos en la primera pueden llegar
a ser hasta 100 veces mayores que en las segundas. Esta relación entre el flujo
y el diámetro del vaso es una expresión de la ecuación de Hagen-Poiseuille
descrita en el capítulo 1 (v. la ecuación 1.2).
Indicaciones
Las principales indicaciones para el acceso venoso central pueden resumirse
en las siguientes:
1. Cuando resulta difícil lograr un acceso venoso periférico (p. ej., en pacien-
tes obesos o en consumidores de drogas por vía parenteral) o cuando es
difícil mantenerlo (p. ej., en pacientes agitados).
2. Para la administración de fármacos vasoconstrictores (p. ej., dopamina,
norepinefrina), soluciones hipertónicas (p. ej., fórmulas de nutrición paren-
teral) o de varios medicamentos parenterales (aprovechando los catéteres
de varias luces descritos en el Capítulo 1).
3. Para el tratamiento farmacológico parenteral prolongado (más de unos
días).
4. Para tareas especializadas como hemodiálisis, electroestimulación cardíaca
transvenosa o monitorización hemodinámica (p. ej., catéteres de arteria
pulmonar).
Contraindicaciones
No existen contraindicaciones absolutas para la canalización venosa central
(1), ni siquiera la presencia o la gravedad de un trastorno de la coagulación
(2,3). Sin embargo, la canalización en lugares concretos conlleva una serie de
riesgos asociados que se describen más adelante en este mismo capítulo.
Del Institute for Healthcare Improvement (5). Se ha demostrado que el cumplimiento de todas las
recomendaciones de este lote disminuye la incidencia de infecciones del torrente sanguíneo asociadas
a los catéteres (6,7).
Antisepsia cutánea
Se considera que la higiene adecuada de las manos es uno de los métodos más
importantes, y a menudo de los más olvidados, para el control de la infección.
Es preferible frotarse las manos con una solución de base alcohólica, si se dis-
pone de ella (4,8); cuando no se dispone de esta solución, el lavado de manos
con jabón (simple o antimicrobiano) y agua es aceptable (4). La higiene de las
manos debe llevarse a cabo antes y después de palpar los lugares de inserción
del catéter, y antes y después de usar guantes (4).
La piel que rodea el lugar de inserción del catéter debe descontaminarse in-
mediatamente antes de la canalización, siendo la clorhexidina el antiséptico
de elección (4-7). Esta preferencia se basa en estudios clínicos que demuestran
la superioridad de la clorhexidina frente a otros antisépticos para limitar el
riesgo de infecciones asociadas a los catéteres (9). La mayor eficacia de la clor-
hexidina parece atribuirse a la actividad antimicrobiana prolongada (residual)
sobre la piel, que perdura al menos hasta 6 h después de una aplicación única
(10). La actividad antimicrobiana se maximiza si se deja que la clorhexidina se
seque al aire sobre la piel durante al menos 2 minutos (4).
Barreras
Todos los procedimientos de canalización vascular, salvo los que se realizan
en venas periféricas pequeñas, deben realizarse usando todas las precauciones
Si a = b
y = 1,4 × a
45°
Haz de b
ultrasonidos a
Haz de y
ultrasonidos
FIGURA 2-1. Orientación del haz de ultrasonidos en la proyección de eje largo y de eje
corto. Véase en el texto una explicación más detallada.
Aguja
FIGURA 2-2. Imagen ecográfica en la que se aprecia una proyección en el eje largo de la
vena yugular interna, visualizándose el avance de una aguja de detección hacia la vena. En
la referencia 12. (Imagen realzada digitalmente.)
Posición
Como ya se ha descrito, una inclinación del cuerpo de 15 º en posición de
Trendelenburg distenderá la vena yugular interna y facilitará la canalización.
La cabeza debe girarse ligeramente en dirección opuesta para enderezar el
Guía ecográfica
La vena yugular interna puede detectarse fácilmente mediante ecografía, ya
que discurre cerca de la superficie cutánea y no hay estructuras interpuestas
que interfieran en la transmisión de las ondas de ultrasonidos. En la figura 2-3
se muestra una proyección en el eje corto de la vena yugular interna y de la ar-
teria carótida en el lado derecho del cuello. (Esta imagen se obtuvo colocando
la sonda de ultrasonidos a través del triángulo creado por los dos vientres del
músculo esternocleidomastoideo, que se muestran en la figura 2-4.) La imagen
de la izquierda muestra una vena yugular grande situada por delante y lateral
con respecto a la arteria carótida de menor calibre. La imagen de la derecha
muestra la vena colapsándose al aplicar una fuerza de compresión sobre la
piel que la cubre; ésta es una maniobra bastante habitual para determinar si el
vaso es una vena o una arteria.
Cuando se utiliza la guía ecográfica para canalizar la vena yugular interna,
aumenta el índice de éxitos, disminuyen los intentos de canalización y el
tiempo que se tarda en completar el procedimiento, y disminuye el riesgo de
punción de la arteria carótida (16-18). Debido a todos estos beneficios, la guía
ecográfica se ha recomendado como práctica estándar para canalizar la vena
yugular interna (16).
Compresión
VYI
VYI AC
AC
Músculo esternocleidomastoideo
Vena yugular externa
Vena yugular interna
Vena subclavia
Vena
axilar
Vena
Vena cava
cefálica superior
Complicaciones
La punción accidental de la arteria carótida es la complicación más temida
de la canalización de la vena yugular interna, y su prevalencia es del 0,5 % al
11 %, cuando se usan referencias anatómicas (17,19,20), y del 1 %, cuando se
emplea la guía ecográfica (17). Si se punciona la arteria con la aguja de detec-
ción de calibre fino, suele bastar con retirarla y comprimir el punto durante
al menos 5 min (en los pacientes con coagulopatías se duplicará el tiempo de
compresión). La introducción de un catéter en la arteria carótida es un proble-
ma mayor, ya que la extracción del catéter puede tener consecuencias mortales
(20,21). Si se ha introducido un catéter en la arteria carótida, deberá dejarse en
su sitio y consultar rápidamente con un cirujano vascular (21).
Comentario
La vena yugular interna debe ser la vena de elección para el acceso venoso
central cuando se disponga de imágenes ecográficas (16), y se prefiere la yu-
gular interna derecha para la introducción de cables de electroestimulación
cardíaca transvenosos, catéteres de arteria pulmonar y catéteres de hemodiá-
lisis. Los pacientes despiertos suelen referir molestias y limitación en la movi-
lidad del cuello con los catéteres permanentes en esta vena, por lo que deben
considerarse otras ubicaciones para el acceso venoso central en los pacientes
que estén conscientes. (Los catéteres centrales insertados periféricamente, que
se describen más adelante, pueden ser una alternativa mejor para el acceso
venoso central en los pacientes conscientes.)
Vena subclavia
Anatomía
La vena subclavia es una continuación de la vena axilar al pasar ésta sobre
la primera costilla (v. fig. 2-4). La mayor parte de su trayecto discurre por la
superficie inferior de la clavícula (emparedada entre la clavícula y la primera
costilla), y en algunos puntos está sólo unos 5 mm por encima de la pleura
pulmonar apical. La cara inferior de la vena descansa en el músculo escaleno
anterior junto con el nervio frénico, que entra en contacto con la vena a lo
largo de su cara posteroinferior. La arteria subclavia y el plexo braquial se
sitúan en la profundidad inmediata de la vena, en la cara inferior del músculo
escaleno anterior. En la entrada torácica, la vena subclavia se junta con la vena
yugular interna para formar la vena innominada (tronco braquiocefálico). La
vena subclavia tiene entre 3 cm y 4 cm de longitud, y un diámetro que oscila
entre 7 mm y 12 mm en decúbito supino (24). El diámetro de la vena subclavia
no varía con la respiración (a diferencia de la vena yugular interna), lo que se
atribuye a las fuertes inserciones aponeuróticas que fijan la vena a las estruc-
turas circundantes y que la mantienen abierta (24). Esto constituye también
el fundamento de la afirmación de que la hipovolemia no colapsa la vena
subclavia (25), afirmación que no se ha demostrado.
Posición
La posición de Trendelenburg distiende la vena subclavia (24) y puede faci-
litar la canalización. Sin embargo, otras maniobras empleadas para facilitar
la canalización, como el arqueamiento de los hombros o la colocación de una
toalla enrollada bajo el hombro, en realidad producen una disminución para-
dójica del área transversal de la vena (24,26).
Guía ecográfica
La ecografía puede mejorar la tasa de éxito y disminuir las consecuencias
adversas de la canalización de la vena subclavia (25). Sin embargo, la vena
no se visualiza fácilmente porque la clavícula situada por encima bloquea la
transmisión de las ondas de ultrasonidos. Debido a esta dificultad técnica, la
guía ecográfica no cuenta hoy en día con demasiada aceptación para la cana-
lización de esta vena.
Complicaciones
Entre las complicaciones inmediatas de la canalización de la vena subclavia
se encuentran la punción de la arteria subclavia (≤ 5 %), el neumotórax (≤ 5 %),
las lesiones del plexo braquial (≤ 3 %) y las lesiones del nervio frénico (≤ 1,5 %)
(19,25). Todas estas complicaciones son menos frecuentes cuando se utiliza la
guía ecográfica (25).
Entre las complicaciones asociadas a los catéteres permanentes se encuentran
la sepsis y la estenosis de la vena subclavia. La incidencia de sepsis en un es-
tudio fue inferior a un caso por cada 1 000 días con catéter (22). La estenosis de
la vena subclavia aparece días o meses después de la retirada del catéter, con
una incidencia que oscila entre el 15 % y el 50 % (27). El riesgo de estenosis es
el motivo principal para evitar la canalización de la vena subclavia en los pa-
cientes que podrían precisar una vía de acceso para hemodiálisis (p. ej., fístula
arteriovenosa) en el brazo homolateral (27).
Comentario
La ventaja principal de la canalización de la vena subclavia es la comodidad
del paciente una vez colocado el catéter. La afirmación de que las infecciones
son menos frecuentes con los catéteres de vena subclavia (4,5) no está respal-
dada por algunos estudios clínicos (22).
Vena femoral
Anatomía
La vena femoral es la continuación de la vena safena mayor en la ingle y cons-
tituye el principal conducto para el drenaje venoso de las piernas. Se localiza
en el triángulo femoral junto con la arteria y el nervio femoral, como se mues-
tra en la figura 2-5. El borde superior del triángulo femoral está formado por el
ligamento inguinal, que se extiende desde la espina ilíaca anterosuperior hasta
la sínfisis del pubis, inmediatamente por debajo del pliegue inguinal en la
piel. A la altura del ligamento inguinal (pliegue), la vena femoral se encuentra
inmediatamente medial a la arteria femoral, y sólo a muy pocos centímetros
de la piel. La vena es más fácil de localizar y de canalizar cuando se coloca la
pierna en abducción.
Pliegue Arteria
inguinal femoral
Nervio Vena
femoral femoral
Ligamento
inguinal
Músculo
Músculo
sartorio
aductor
mediano
Ecografía
Se puede visualizar ecográficamente la arteria y la vena femoral colocando
la sonda de ultrasonidos sobre el pulso arterial femoral, que se localiza nor-
malmente justo por debajo y medial con respecto al punto medio del pliegue
inguinal. En la figura 2-6 se muestra una imagen transversal (eje corto) de
la arteria femoral y la vena femoral en esta localización. En la imagen de la
izquierda, se identifican la arteria y la vena femoral por sus posiciones lateral
y medial, respectivamente. En la imagen de la derecha, se utiliza el modo
Doppler color para distinguir la arteria (color rojo) de la vena femoral (color
azul). (Los colores rojo y azul no identifican el flujo arterial y el venoso, sino
que indican la dirección del flujo en relación con la sonda de ultrasonidos. El
color rojo indica movimiento hacia la sonda, mientras que el color azul señala
movimiento que se aleja de la sonda, como se muestra por la leyenda en color
a la izquierda de la imagen de Doppler color.)
AF
VF
FIGURA 2-6. Imágenes ecográficas (proyección en el eje corto) de la vena femoral (VF)
y la arteria femoral (AF) en la ingle izquierda. La imagen de la derecha identifica la vena
femoral (color azul) y la arteria femoral (color rojo) usando el modo ecográfico Doppler
color. La leyenda del color indica la asignación de color direccional para la imagen de
Doppler color. Los puntos verdes señalan el lado lateral de cada imagen.
Complicaciones
Entre los principales problemas de la canalización de la vena femoral se en-
cuentran la punción de la arteria femoral, la trombosis de la vena femoral y la
sepsis. La formación de trombos secundaria a la presencia de catéteres perma-
nentes es más frecuente de lo que se sospechaba, aunque en la mayoría de los
casos es silente. En un estudio de catéteres venosos femorales permanentes, se
detectó trombosis mediante ecografía en el 10 % de los pacientes, aunque sólo
se observó trombosis clínicamente evidente en menos del 1 % (23).
La incidencia de sepsis secundaria a catéteres venosos femorales es de 2 a 3
infecciones por cada 1 000 días con catéter, lo que no difiere de la incidencia
de sepsis secundaria a catéteres permanentes en las venas subclavia o yugular
interna (22,23). Esto no concuerda con la afirmación de que los catéteres ve-
nosos femorales conllevan el mayor riesgo de infección de todos los catéteres
venosos centrales (4), y no apoya la recomendación en el «lote de línea cen-
tral» (v. tabla 2-2) para evitar la canalización de la vena femoral como medida
de control de las infecciones.
Comentario
La vena femoral suele contemplarse como el lugar menos deseable para el
acceso venoso central, si bien las observaciones que se acaban de mencionar
indican que la publicidad negativa dirigida hacia los catéteres venosos femo-
rales no parece justificada. La vena femoral es una localización adecuada para
la colocación de catéteres temporales de hemodiálisis (23) y para el acceso ve-
noso central durante la reanimación cardiopulmonar (porque no interrumpe
los esfuerzos de la reanimación en el tórax) (29). Sin embargo, no se aconseja
usar venas de las piernas para el acceso vascular durante la parada cardíaca,
ya que puede demorarse la llegada de la medicación (30). Es obligatorio evitar
la canalización de la vena femoral en pacientes con trombosis venosa profun-
da de las piernas y en pacientes con traumatismos abdominales penetrantes
(por el riesgo de rotura de la vena cava) (1).
Bíceps
braquial
Complicaciones
La complicación más frecuente de la inserción de los CVCP es la trombosis
asociada al catéter, que suele afectar sobre todo a las venas axilar y subclavia
(32). La trombosis oclusiva con tumefacción del brazo se ha documentado como
complicación en el 2 %-11 % de los pacientes con CVCP permanentes (32,33); la
mayor incidencia se observa en pacientes con antecedentes de trombosis venosa
(32) y en pacientes oncológicos (33). La sepsis secundaria a CVCP aparece con
una frecuencia de una infección por cada 1 000 días con catéter (31), frecuencia
similar a la de infección secundaria a los catéteres venosos centrales.
Comentario
Los CVCP representan un acceso venoso central sumamente atractivo por los
motivos siguientes. En primer lugar, eliminan muchos de los riesgos asocia-
dos a la canalización de las venas subclavia y yugular interna (p. ej., punción
de una arteria principal, neumotórax). En segundo lugar, su inserción es
relativamente sencilla (gracias a la ecografía) y genera menos molestias que
la canalización en otros puntos de acceso venoso central. En tercer lugar, los
CVCP pueden dejarse colocados durante períodos prolongados (varias sema-
nas) con sólo un riesgo mínimo de infección. Estas características convierten
a los CVCP en una opción deseable para el acceso venoso central en la UCI.
COMPLICACIONES INMEDIATAS
Fisiopatología
Los gradientes de presión que favorecen el movimiento de aire en el interior
de la circulación venosa se originan por la presión intratorácica negativa ge-
nerada durante la respiración espontánea, y por los gradientes gravitatorios
entre el lugar de entrada del aire y la aurícula derecha (cuando el lugar de
la entrada del aire está verticalmente más alto que la aurícula derecha). Un
gradiente de presión de sólo 5 mm Hg a través de un catéter de calibre 14G
(diámetro interno = 1,8 mm) puede determinar la entrada de aire a un ritmo de
100 ml por segundo, y esto bastaría para producir una embolia gaseosa venosa
mortal (35). Las consecuencias de la embolia gaseosa venosa vienen determi-
nadas por el volumen de aire y por la velocidad de entrada.
Las consecuencias pueden ser mortales cuando el aire que entra alcanza los
200-300 ml (3-5 ml/kg) en unos segundos (35). Entre las consecuencias ad-
versas de la embolia gaseosa venosa se encuentran la insuficiencia cardíaca
derecha (por el aire encerrado en el ventrículo derecho), que puede progresar
hasta shock cardiogénico, síndrome de fuga capilar con edema pulmonar e ic-
tus embólico agudo por las burbujas de aire que pasan a través de un agujero
oval permeable (35).
Prevención
La prevención es la medida más eficaz frente a la embolia gaseosa venosa.
La ventilación mecánica con presión positiva disminuye el riesgo de entrada
de aire a través de los catéteres venosos centrales al generar un gradiente
de presión positivo desde las venas centrales a la atmósfera. Otras medidas
preventivas son la posición de Trendelenburg (inclinación del cuerpo con
la cabeza hacia abajo) durante la inserción y retirada de los catéteres de las
venas yugular interna y subclavia, y la posición en decúbito supino o semi-
tumbado para insertar o retirar los catéteres de la vena femoral. Estas medidas
reducirán, aunque no eliminarán, el riesgo de embolia gaseosa venosa. En un
estudio en el que se emplearon posiciones corporales adecuadas para 11 500
procedimientos de canalización venosa central (34) se observaron 15 casos de
embolia gaseosa venosa (incidencia = 0,13 %).
Presentación clínica
La embolia gaseosa venosa puede ser clínicamente silente (34). En los casos
sintomáticos, la manifestación más precoz es la aparición súbita de disnea, que
puede acompañarse de tos alarmante. En los casos graves, progresa rápidamen-
te hacia hipotensión, oliguria y disminución del nivel de conciencia (debido al
shock cardiogénico). En los casos más avanzados, la mezcla de aire y sangre en
el ventrículo derecho puede generar un soplo en rueda de molino, parecido a un
tambor, inmediatamente antes de la insuficiencia cardiovascular (35).
Tratamiento
El tratamiento de la embolia gaseosa venosa consiste en medidas para evitar
la entrada de aire y medidas de apoyo cardiorrespiratorio generales. El primer
paso será asegurarse de que no se ha roto el catéter y que no hay fugas en los
sistemas venosos que pudieran ser la causa de la entrada de aire en la circu-
lación. Si se sospecha la entrada de aire a través de un catéter permanente, se
puede acoplar una jeringa al extremo del catéter e intentar aspirar el aire del
torrente sanguíneo. Una recomendación tradicional encaminada a aliviar la
presencia de aire encerrado que está bloqueando el infundíbulo de salida del
ventrículo derecho consiste en colocar al paciente en decúbito lateral izquier-
do, pero el valor de esta maniobra es dudoso (35). Las compresiones torácicas
pueden ayudar a forzar la salida del aire del infundíbulo de salida pulmonar
y hacia la circulación pulmonar, pero no se han demostrado los beneficios
clínicos de esta maniobra (35). La respiración de oxígeno puro tiene el objeti-
vo de disminuir el volumen de aire en el torrente sanguíneo al promover el
desplazamiento del nitrógeno fuera de las burbujas de aire en la sangre. Sin
embargo, tampoco se ha demostrado la eficacia de esta maniobra.
Neumotórax
El neumotórax es una complicación inusual durante la canalización venosa
central, y en la mayoría de los casos se asocia a la canalización de la vena
subclavia. Ante un presunto neumotórax, debe realizarse una radiografía de
tórax en bipedestación y después de una espiración forzada (si es posible).
La espiración forzada disminuirá el volumen pulmonar, pero no reducirá el
volumen de aire en un neumotórax; el resultado será un aumento del tamaño
relativo del neumotórax en la radiografía de tórax, lo que puede facilitar su
detección. Lamentablemente, pocos pacientes ingresados en la UCI son capa-
ces de realizar una espiración forzada.
Neumotórax tardío
Los neumotórax secundarios a la canalización venosa central pueden no ser
evidentes en las radiografías durante las primeras 24-48 h (40), y por lo tanto
se pasarán por alto en las radiografías de tórax obtenidas inmediatamente
después de la inserción del catéter. Sin embargo, si el paciente permanece
asintomático, no es preciso realizar radiografías de tórax seriadas durante las
primeras 48 h tras la inserción.
Carina
Catéter en la
vena subclavia
izquierda
Punta contra la
pared de la VCS
COMENTARIO FINAL
Merece la pena hacer hincapié en los puntos siguientes relacionados con la
canalización venosa central.
1. Es más probable que el intento de canalización venosa central tenga éxito
cuando se utiliza la ecografía en tiempo real para localizar y canalizar los
vasos diana. La canalización vascular guiada por ecografía es la innova-
ción más útil en la práctica de los cuidados intensivos de los últimos 10 a
15 años, y los beneficios que conlleva la destreza en la realización de esta
técnica pueden ser considerables.
2. Hay que considerar la utilización de catéteres venosos centrales de inser-
ción periférica (CVCP) para las necesidades de infusión diarias en los
pacientes hemodinámicamente estables y cuya estancia en la UCI se prevé
que va a ser superior a unos días. Estos catéteres pueden dejarse coloca-
dos durante períodos prolongados cuando se mantienen correctamente, y
ocupan el principal lugar en la aceptación por parte del paciente cuando se
colocan catéteres centrales en pacientes despiertos.
3. La afirmación de que los catéteres de la vena femoral tienen la mayor inci-
dencia de infecciones del torrente sanguíneo asociadas a catéteres (2) no está
respaldada por algunos estudios clínicos (22,23), por lo que debe ponerse en
duda la recomendación de evitar la canalización de la vena femoral como
medida de control de las infecciones (v. tabla 2-2). La vena femoral es un
lugar de entrada aceptable para los catéteres de hemodiálisis temporales, así
como para la canalización venosa central cuando la inserción en otras locali-
zaciones resulta problemática.
Finalmente, en la página de Internet You Tube se pueden encontrar varios
vídeos educativos en los que se muestra la inserción de catéteres venosos cen-
trales en la vena yugular interna, la vena subclavia y la vena femoral usando
ecografía o referencias anatómicas. Para acceder a estos vídeos, introduzca en
el recuadro de búsqueda «cateterismo venoso central».
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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CATÉTERES
VASCULARES
PERMANENTES
Mi querido Watson, usted ve pero no observa.
Sir Arthur Conan Doyle,
Scandal in Bohemia,
1891
Los apósitos de gasa estériles y los apósitos oclusivos son casi equivalentes
en cuanto a la capacidad para limitar la colonización y la infección del catéter
(1,4-6). Sin embargo, los segundos pueden promover la colonización y la in-
fección cuando se acumula humedad bajo el apósito sellado (4,6), por lo que
deben cambiarse cuando se acumule líquido bajo la membrana transparente.
Geles antimicrobianos
La aplicación de geles antimicrobianos en el punto de inserción de los caté-
teres venosos centrales no disminuye la incidencia de infecciones asociadas a
los catéteres (1), con la posible excepción de los catéteres de hemodiálisis (7).
Debido a ello, estos geles sólo se recomiendan para los catéteres de hemodiá-
lisis (1), y deben aplicarse después de cada sesión de diálisis.
Alternativas a la heparina
El uso de heparina en las soluciones de lavado de los catéteres tiene dos
inconvenientes: el coste (considerando todos los lavados de catéteres que
se realizan cada día en un hospital) y el riesgo de trombocitopenia inducida
por la heparina (v. cap. 9). Estos inconvenientes pueden eliminarse usando
soluciones de lavado sin heparina. El suero salino solo es tan eficaz como
el heparinizado para lavar los catéteres venosos (14), pero no sucede así en
los catéteres arteriales (15), en los que una solución de citrato sódico al 1,4 %
constituye una buena alternativa al suero salino heparinizado para mantener
la permeabilidad del catéter (16).
COMPLICACIONES NO INFECCIOSAS
Entre las complicaciones no infecciosas de los catéteres venosos centrales
permanentes se encuentran la oclusión del catéter, la obstrucción trombótica
de la vena central canalizada, y la perforación de la vena cava superior o de
la aurícula derecha.
Restablecimiento de la permeabilidad
Deben realizarse todos los esfuerzos necesarios para restablecer la permeabi-
lidad del catéter y evitar la necesidad de sustituirlo. No se aconseja introducir
una guía metálica para tratar de desencajar una masa obstructiva por el ries-
go de embolización. La intervención preferida es la disolución química de la
masa obstructiva (se describe a continuación).
Trombosis venosa
La formación de trombos es habitual alrededor del segmento intravascular de
los catéteres permanentes, pero la trombosis es clínicamente silente en la ma-
yoría de los casos. Cuando se comprueban de forma sistemática los catéteres
venosos centrales permanentes mediante ecografía o venografía con contraste,
hasta en un 40 % de ellos se detecta la presencia de trombosis en la punta del
catéter (22). Sin embargo, la trombosis asociada a los catéteres es clínicamente
silente en el 95 % de los casos (22-24). La trombosis sintomática se registra so-
bre todo en los catéteres de la vena femoral (3,4 %) y en los catéteres venosos
centrales de inserción periférica (3 %) (23,24).
La trombosis asociada a los catéteres es mucho más frecuente en los pacientes
oncológicos, en los que hasta dos tercios presentan signos de trombosis asocia-
da al catéter cuando se realizan comprobaciones sistemáticas (25), y hasta en
un tercio se detecta trombosis sintomática (25). El mayor riesgo de trombosis
en los pacientes oncológicos se explica por tres factores: duración prolongada
del cateterismo, infusión de sustancias quimioterápicas y el estado de hiper-
coagulabilidad que acompaña a muchos tipos de cáncer.
Perforación vascular
La perforación inducida por catéteres de la vena cava superior o de la aurícula
derecha es inusual, pero conlleva las complicaciones potencialmente mortales
de la canalización venosa central, ya descritas al final del capítulo 2. Estas
perforaciones pueden evitarse con vigilancia y una corrección inmediata de
los catéteres mal colocados.
Taponamiento cardíaco
La complicación más potencialmente mortal del cateterismo venoso central es
el taponamiento cardíaco secundario a la perforación de la aurícula derecha
con el catéter. Aunque es una complicación inusual, se desconoce su inciden-
Catéter
de subclavia
Derrame
pleural
cia real (29). El primer signo de taponamiento suele ser la aparición brusca de
disnea, que puede progresar hacia insuficiencia cardiovascular en cuestión
de una hora. Para diagnosticarlo, se precisan signos ecográficos de derrame
pericárdico con colapso diastólico de las cavidades cardíacas derechas, y será
necesario realizar de inmediato una pericardiocentesis para aliviar el tapo-
namiento. Puede requerirse una toracotomía de urgencia si el desgarro en la
pared del corazón es de gran tamaño.
El taponamiento cardíaco asociado a catéteres suele pasarse por alto, y su tasa
de mortalidad oscila entre el 40 % y el 100 % en diferentes publicaciones (29).
El planteamiento terapéutico más eficaz de este cuadro es la prevención, para
lo que es preciso que el catéter venoso central esté colocado correctamente,
de forma que la punta quede en la carina traqueal o ligeramente por encima de
ésta. En la figura 2-8 del capítulo anterior se muestra la colocación correcta
de un catéter venoso central.
Patogenia
Fuentes de infección
En la figura 3-2 se muestran los orígenes de las infecciones del torrente san-
guíneo asociadas a catéteres. A continuación, se describe cada una de ellas
usando los números correspondientes de la ilustración.
1. Los microorganismos pueden acceder al torrente sanguíneo a través de
productos infundidos contaminados (p. ej., hemoderivados), pero es algo
que sucede muy rara vez.
2. La luz de los catéteres vasculares puede contaminarse a través de puntos de
rotura en el sistema de infusión, como en los conectores. Ésta puede ser una
vía de infección importante en los catéteres insertados a través de túneles
subcutáneos.
3. Los microbios de la piel pueden migrar a lo largo del trayecto subcutáneo
de un catéter vascular permanente y alcanzar finalmente (y colonizar) la
porción intravascular de éste. Esta vía se considera la principal ruta de
infección en los catéteres percutáneos (no tunelizados), que abarcan la
mayoría de los catéteres insertados en la UCI.
4. Los microorganismos en la sangre circulante pueden adherirse a la porción
intravascular de un catéter. Se considera una siembra secundaria del catéter
desde una fuente de sepsis en otra localización cualquiera, pero la prolife-
1
2
3
Biopelículas
Los microbios no son organismos que se muevan libremente, y tienden a
congregarse sobre superficies inertes. Cuando un microbio entra en contacto
con una superficie, libera moléculas de adhesión (denominadas adhesinas,
evidentemente) que lo fijan con firmeza a la superficie. El microbio empieza a
continuación a proliferar, y las nuevas células formadas liberan polisacáridos
que se unen para formar una matriz denominada limo (debido a sus propieda-
des físicas), que rodea a los microbios proliferantes. El envoltorio formado por
la matriz polisacárida se denomina biopelícula. Las biopelículas son barreras
protectoras que sirven de escudo a los microbios frente al entorno que les ro-
dea, y este entorno protegido permite que medren y proliferen (32).
Las biopelículas son ubicuas por naturaleza y predominan en las superficies
que están expuestas a la humedad (la película resbaladiza que recubre las ro-
cas en un riachuelo podría ser un ejemplo claro de una biopelícula). También
se forman sobre dispositivos médicos permanentes, como los catéteres vas-
culares (33). De hecho, el microorganismo que interviene con más frecuencia
en las infecciones asociadas a los catéteres, Staphylococcus epidermidis, muestra
una tendencia a adherirse a superficies de polímeros y a la producción de limo
(34). En la figura 3-3 se muestra una biopelícula de S. epidermidis.
Incidencia
Cada día que un catéter permanece colocado conlleva un riesgo de infección,
por lo que la frecuencia de infecciones asociadas a catéteres se expresa en
términos del número total de días con el catéter. En la tabla 3-3, la incidencia
de infecciones asociadas a catéteres se expresa como el número de infeccio-
nes por cada 1 000 días con el catéter. La información de esta tabla, que está
organizada según el tipo de especialidad de la UCI, procede del National
Healthcare Safety Network Report del año 2010, en el que se incluyen datos
de unos 2 500 hospitales en Estados Unidos (37). La característica más sor-
prendente de estos datos es la incidencia notablemente baja de infecciones
asociadas a catéteres en todas las UCI, independientemente de la especialidad.
Además, estos datos sobrevaloran la incidencia real de la infección, como se
describe a continuación.
En el National Healthcare Safety Network Report (37). Sólo se incluyen UCI de hospitales docentes
universitarios.
Las infecciones del torrente sanguíneo asociadas a catéteres (ITSAC) son infec-
ciones de la sangre que no tienen una fuente aparente, aparte de un catéter
vascular, en pacientes portadores de un catéter vascular permanente o que han
tenido colocado uno en las 48 h previas a un hemocultivo positivo. Ésta es la
definición empleada en los estudios epidemiológicos (como el de la tabla 3-3), y
no requiere pruebas de crecimiento microbiano en el catéter sospechoso.
Las infecciones del torrente sanguíneo relacionadas con catéteres (ITSRC) son
infecciones de la sangre en las que el microorganismo identificado en la sangre
periférica también se encuentra en cantidades significativas en la punta del ca-
téter o en una muestra de sangre extraída a través del mismo (los criterios para
una cantidad significativa se comentan más adelante). Ésta es la definición
empleada en la práctica clínica, y exige la demostración de signos de afecta-
ción del catéter por el mismo microorganismo presente en la sangre periférica.
Los criterios para el diagnóstico de las ITSAC (que se usan en los estudios clí-
nicos) son bastante menos rigurosos que los criterios para el diagnóstico de las
ITSRC (que se usan en la práctica clínica), de modo que la incidencia de ITSAC
(como la de la tabla 3-3) puede sobrevalorar la incidencia de ITSRC (incidencia
real en la práctica clínica). En un estudio comparativo, la incidencia de ITSAC
superaba a la de las ITSRC en una infección por cada 1 000 días con el catéter
(38). Si se aplicase esta diferencia a los datos de la tabla 3-3 (restar uno de las
incidencias en la tabla), la incidencia media de las infecciones relacionadas
con catéteres disminuye a menos de una por cada 1 000 días con catéter en la
mayoría de las UCI.
Manifestaciones clínicas
Las infecciones relacionadas con catéteres no aparecen en las primeras 48 h
posteriores a la inserción (presumiblemente, el tiempo necesario para la colo-
nización de la punta del catéter). Cuando aparecen, las manifestaciones clíni-
cas suelen ser signos inespecíficos de inflamación generalizada (p. ej., fiebre,
leucocitosis). La inflamación en el punto de inserción del catéter carece de va-
lor pronóstico para la presencia de sepsis (12), y el exudado purulento desde
el punto de inserción del catéter es infrecuente y puede ser la manifestación de
una infección en el punto de salida sin invasión del torrente sanguíneo (2). Por
lo tanto, no puede establecerse el diagnóstico de ITSRC por los datos clínicos,
y se necesita uno de los métodos de cultivo que se describen a continuación
para confirmar o descartar el diagnóstico.
Diagnóstico
Existen tres posibilidades basadas en cultivos para diagnosticar las ITSRC, y
se comentan en la tabla 3-4. El método de cultivo seleccionado en cada caso se
determinará según la decisión de conservar o sustituir el catéter sospechoso.
Tratamiento del catéter
Para evaluar una presunta ITSRC, es preciso adoptar una de las tres decisio-
nes posibles para el catéter sospechoso:
1. Retirarlo e insertar uno nuevo en una localización diferente.
2. Sustituirlo con la ayuda de una guía metálica usando el mismo lugar de
punción venosa.
3. Dejarlo colocado.
Espectro microbiano
Los microorganismos implicados en las ITSRC son (en orden de preva-
lencia): estafilococos coagulasa negativos, bacilos aerobios gramnegativos
(Pseudomonas aeruginosa, Klebsiella pneumoniae, E. coli, etc.), enterococos,
Staphylococcus aureus y especies de Candida (40). Los estafilococos coagulasa
negativos (principalmente, Staphylococcus epidermidis) son responsables de
alrededor de un tercio de las infecciones, mientras que los bacilos gramnega-
tivos y otros microorganismos que residen en el intestino (enterococos y espe-
cies de Candida) intervienen en la mitad de las infecciones aproximadamente.
Es importante tener en cuenta este espectro microbiano para seleccionar el
tratamiento antimicrobiano empírico.
Tratamiento
Tratamiento antibiótico empírico
La antibioticoterapia empírica se recomienda en todos los pacientes de la UCI
con una presunta ITSRC, y debe instaurarse inmediatamente una vez que se
En normas para la práctica clínica en la referencia 2. Véase la dosificación antibiótica en el capítulo 52.
aLos carbapenémicos incluyen: imipenem, meropenem y doripenem.
bLas equinocandinas incluyen: caspofungina, micafungina y anidulafungina.
En normas para la práctica clínica en la referencia 2. Véase la dosificación antibiótica en el capítulo 52.
aLos carbapenémicos incluyen: imipenem, meropenem y doripenem.
bLas equinocandinas incluyen: caspofungina, micafungina y anidulafungina.
Sepsis persistente
Los signos continuos de sepsis o de sepsis persistente tras 72 h de tratamiento
antimicrobiano deben impulsar una evaluación de los cuadros siguientes.
Tromboflebitis supurativa
Como ya se ha mencionado, es frecuente que se formen trombos en los ca-
téteres permanentes, y estos trombos pueden atrapar microbios procedentes
de un catéter colonizado. La proliferación de estos microbios puede trans-
formar a continuación el trombo en un absceso intravascular. Este cuadro
se conoce como tromboflebitis supurativa, y el microorganismo etiológico más
frecuente es Staphylococcus aureus (2). Suele cursar sin manifestaciones clí-
nicas evidentes, si bien puede existir un exudado purulento desde el punto
de inserción del catéter, tumefacción de la extremidad debido a obstrucción
venosa trombótica, lesiones cavitadas múltiples en los pulmones secunda-
rias a embolias sépticas, y lesiones embólicas de la mano si están afectados
catéteres arteriales.
El diagnóstico de tromboflebitis séptica exige la presencia de signos de trom-
bosis en los vasos sanguíneos canalizados (p. ej., mediante ecografía) y de sep-
sis persistente sin otra fuente aparente. El tratamiento consiste en la retirada
del catéter y la antibioticoterapia sistémica durante 4-6 semanas (2). No suele
ser necesaria la resección quirúrgica del trombo infectado, procedimiento que
se reserva para los casos de sepsis refractaria. No se ha alcanzado un acuerdo
con respecto al uso de anticoagulación con heparina en la tromboflebitis su-
purativa; según las normas más recientes sobre infecciones relacionadas con
catéteres (2), podría considerarse (aunque no es imprescindible) el tratamiento
con heparina en esta afección.
Endocarditis
La endocarditis nosocomial es poco frecuente, con una incidencia documen-
tada en hospitales docentes universitarios de 2-3 casos al año (42,43). Los
catéteres vasculares están implicados en el 30 % al 50 % de los casos, y hasta
en un 75 % intervienen los estafilococos (sobre todo S. aureus) (42,43). Las
cepas de S. aureus resistentes a la meticilina (SARM) predominan en algunas
publicaciones (44).
Las manifestaciones típicas de la endocarditis (p. ej., soplo cardíaco nuevo
o cambiante) pueden faltar hasta en dos tercios de los pacientes con endo-
carditis nosocomial por Staphylococcus aureus (44). Por ello, el diagnóstico de
endocarditis debe considerarse en todos los casos de bacteriemia por S. aureus,
incluidos los pacientes que parecen responder al tratamiento antimicrobiano
(2). El procedimiento diagnóstico de elección es la ecografía transesofágica (no
la transtorácica). Entre los hallazgos diagnósticos hay que destacar la presen-
cia de vegetaciones valvulares, la insuficiencia mitral de nueva aparición y los
abscesos perivalvulares.
La recomendación habitual en cuanto a la duración del tratamiento antimi-
crobiano en la endocarditis es de 4-6 semanas. Lamentablemente, a pesar de
los mejores resultados del tratamiento antibiótico, alrededor del 30 % de los
pacientes no sobrevive a la afección (42-44).
COMENTARIO FINAL
Una visión contraria
Uno de los temas candentes en las infecciones del torrente sanguíneo re-
lacionadas con los catéteres (ITSRC) es la idea de que la mayoría de estas
infecciones se debe a microbios de la piel que viajan a lo largo del catéter y
colonizan la porción intravascular del mismo. Ésta es la base de las prácticas
antisépticas (p. ej., descontaminación cutánea, apósitos estériles) obligatorias
para el cuidado de los pacientes portadores de catéteres. La creencia de que
las ITSRC se originan en la piel se basa en la observación de que los estafilo-
cocos son prevalentes en estas infecciones, junto con la presunción de que los
estafilococos sólo existen en la piel. Esta conjetura es problemática, ya que
los estafilococos residen también en superficies mucosas (45) y representan
una parte importante de la microflora intestinal durante los tratamientos an-
tibióticos prolongados (46) y en los pacientes en estado grave (47). De hecho,
Staphylococcus epidermidis (el microorganismo que se aísla con más frecuencia
en las ITSRC) es uno de los microorganismos más frecuentes en la parte superior del
aparato digestivo en pacientes con fracaso multiorgánico (47). Así pues, la preva-
lencia de estafilococos en las ITSRC no demuestra un foco de origen en la piel.
Las observaciones siguientes sugieren que las ITSRC no se originan en la piel:
1. Los bacilos gramnegativos y los enterococos se detectan en más del 50 % de
los catéteres venosos centrales colonizados (48), y estos microorganismos
forman parte de la microflora intestinal, no de la piel.
2. Existe escasa correlación entre los cultivos de la piel alrededor del punto de
inserción del catéter y los cultivos de la punta en los casos de ITSRC (49).
3. La descontaminación de la piel alrededor del punto de inserción del catéter
no disminuye la incidencia de ITSRC (1).
4. Por último, si los microbios de la piel constituyen una fuente importante de
ITSRC, ¿por qué no hay riesgo de ITSRC por los catéteres periféricos (en los
que la distancia desde la piel hasta la punta del catéter es menor que en el
caso de los catéteres venosos centrales)?
Es muy posible que una sepsis transitoria desde focos diferentes de la piel
pueda causar la colonización de los catéteres permanentes (los catéteres colo-
nizados podrían diseminar entonces microorganismos hacia el torrente san-
guíneo y actuar como una fuente primaria de sepsis). Una vía intravascular
de colonización explicaría por qué se asocian las ITSRC a los catéteres venosos
centrales (en los que un segmento relativamente largo del catéter está en el
torrente sanguíneo) y no a los periféricos.
La prevalencia de microorganismos entéricos (bacilos gramnegativos) en los
catéteres colonizados sugiere que el intestino constituye una fuente importan-
te de microbios que colonizan los catéteres vasculares (50). El tracto gastroin-
testinal es la morada de una población enorme de microbios, y se sabe que
éstos acceden a la circulación general por translocación a través de la mucosa
intestinal. (El papel del intestino como fuente oculta de sepsis se describe con
más detalle en los capítulos 5 y 40.)
¿Por qué es tan importante esto? Porque si la piel no constituye la localización
principal del origen de la colonización del catéter, se está invirtiendo tiempo
y dinero en descontaminar una superficie equivocada.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Normas para la práctica clínica
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PRÁCTICAS
PREVENTIVAS
EN LA UCI
Edmund Burke
1770
EXPOSICIÓN
LABORAL
El riesgo de infecciones nosocomiales (intrahospitalarias) no se limita a la
población de pacientes; es decir, los trabajadores de los hospitales también
están expuestos al riesgo de adquirir infecciones por la exposición laboral a
patógenos de transmisión hemática o aérea. Entre los primeros se encuentran
el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) y los virus de las hepatitis
B y C, mientras que entre los patógenos de transmisión aérea se encuentran
Mycobacterium tuberculosis y los virus respiratorios (p. ej., virus de la gripe). En
este capítulo se describen los modos y los riesgos de transmisión de la enfer-
medad, así como las medidas de protección recomendadas para estas exposi-
ciones laborales potencialmente nocivas. La mayoría de las recomendaciones
de este capítulo proceden de las normas para la práctica clínica enumeradas
al final del capítulo (1-5).
Dispositivos de seguridad
La aparición del VIH en la década de los años 1980 generó una gran preocu-
pación por las punciones con agujas, y en el año 2000 el Congreso de Estados
Unidos aprobó la Needlestick Safety and Prevention Act, en la que se obligaba
a usar agujas con «diseños de seguridad» en todas las instalaciones sanitarias
estadounidenses. En la figura 4-1 se muestra un ejemplo de este tipo de agujas
con dispositivos de seguridad. La aguja viene equipada con una cubierta de
plástico rígido que está acoplada al conector de la aguja por una bisagra. La
cubierta protectora suele colocarse alejada de la aguja para que no interfiera
con su uso normal. Una vez usada, la aguja se encastra en el interior de su
cubierta protectora como se muestra en la ilustración. A continuación, la aguja
y la jeringa acoplada se colocan en un «contenedor de instrumental punzante»
a prueba de punciones, para su desecho final. (En cada una de las salas de la
UCI debe haber contenedores para instrumental punzante.) Con este proce-
dimiento se evita cualquier contacto entre las manos y las agujas, eliminando
por lo tanto el riesgo de lesiones por punción.
FIGURA 4-1. Aguja con dispositivo de seguridad que permite encerrar la aguja dentro
de una cubierta de plástico rígido tras su uso. Las manos nunca tocan la aguja, lo que
elimina el riesgo de punción accidental.
Por lo tanto, cabe esperar que la punción de la piel con una aguja hueca que
contiene sangre infectada por el VIH transfiera, al menos, algunas partículas
infecciosas. Afortunadamente, esta cantidad no es suficiente para transmitir
la enfermedad en la mayoría de los casos. Como se muestra en la tabla 4-1, el
riesgo promedio de transmisión a partir de una sola punción con una aguja con sangre
infectada por el VIH es del 0,3 % (2,3), lo que se traduce en una infección por cada
333 lesiones por punción con agujas con sangre infectada por este virus. La
probabilidad de transmisión del VIH es mayor en las circunstancias siguien-
tes: cuando el paciente que actúa de fuente presenta un estadio avanzado de
la enfermedad por el VIH, cuando la punción de la piel es profunda, cuando
hay sangre visible en la aguja, y en los casos en los que la aguja punciona una
arteria o una vena en el paciente que actúa como fuente (12).
FIGURA 4-2. «Técnica en cuchara» con una sola mano para encapuchar de nuevo las
agujas que pueda ser necesario reutilizar.
En normas para la práctica clínica en la referencia 3. Véanse en el texto las combinaciones farmacológicas
recomendadas.
*VIH (+): clase 1: infección por VIH asintomática o carga vírica < 1 500 copias/ml.
*VIH (+): clase 2: infección por VIH sintomática o carga vírica > 1 500 copias/ml, o seroconversión aguda.
**Los fármacos son opcionales.
1Menos grave: aguja sólida o lesión superficial. Más grave: punción profunda, sangre visible en la aguja, o
una aguja que penetra una arteria o una vena del paciente que actúa de fuente.
2Volumen pequeño: algunas gotas. Volumen grande: una salpicadura de sangre importante.
Virus de la hepatitis B
El virus de la hepatitis B (VHB) es el más transmisible de los patógenos de
transmisión hemática. Durante una infección aguda, un microlitro (10-6 l) de
Como la mayoría de los adultos sanos alcanza la inmunidad una vez comple-
tada la primera serie de vacunación, no es necesario medir de forma sistemá-
tica los valores de anti-HBs tras la vacunación. Las indicaciones principales
para medir las cifras de anti-HBs tras la vacunación son la exposición laboral
a sangre infectada por el VHB y las profesiones de alto riesgo (p. ej., técnicos
de hemodiálisis).
Tras la exposición a sangre infectada por el VHB (la sangre del paciente que
actúa como fuente es positiva para el antígeno de superficie de la hepatitis B),
las personas expuestas que no hayan alcanzado la inmunidad frente al VHB
(porque no recibieron la serie de vacunación o porque los valores de anti-HBs
tras la vacunación son < 20 mUI/ml) deben recibir inmunoglobulina frente a la
hepatitis B (HBIG) mediante inyección intramuscular profunda en una dosis
de 0,06 ml/kg con la primera dosis de la vacuna. La serie de vacunación frente
al VHB se recomienda en todas las personas no inmunizadas que se exponen a
sangre positiva para el virus, salvo en aquellas que no responden después de
haber completado dos tandas de vacunación. Este último grupo de personas
(que no responden) debe recibir dos inyecciones de HBIG (0,06 ml/kg cada
una).
Virus de la hepatitis C
La transmisión del virus de la hepatitis C (VHC) se considera un hecho in-
usual en el ámbito hospitalario, con la posible excepción de los programas
de hemodiálisis. Como se muestra en la tabla 4-1, el riesgo promedio para la
transmisión de la enfermedad a partir de la exposición a una punción única con san-
gre infectada por el VHC es del 1,8 % (2), lo que se traduce en una infección por
cada 56 exposiciones. La transmisión a través de la exposición en las mucosas
es inusual, y no hay casos documentados de transmisión del VHC a través de
piel no intacta.
El anticuerpo producido en respuesta a la infección por el VHC (anti-VHC) no
es protector (2), lo que significa que no hay vacuna para el virus ni tampoco
una profilaxis de anticuerpos eficaz tras la exposición a sangre infectada por
el VHC. Cuando un trabajador del hospital se pincha con una aguja, puede
determinarse el estado del VHC del paciente que actúa como fuente según la
presencia o ausencia de anti-VHC en la sangre. Si el paciente que actúa como
fuente presenta signos de infección por el virus (tiene un análisis positivo para
anti-VHC), se recomienda realizar determinaciones seriadas de anticuerpos
anti-VHC en la persona expuesta durante los 6 meses siguientes a la exposi-
ción (2). Un resultado positivo para el anti-VHC en la persona expuesta es una
prueba de la transmisión del VHC.
PRECAUCIONES PARA
TRANSMISIÓN POR GOTÍCULAS LAS GOTÍCULAS
PRECAUCIONES PARA LA
TRANSMISIÓN AÉREA TRANSMISIÓN AÉREA
FIGURA 4-3. Precauciones respiratorias para patógenos que están dispersos en el aire.
Transmisión aérea
Transmisión aérea es el término que se emplea para describir la transmisión de
partículas infecciosas pequeñas (< 5 µm de diámetro) que están suspendidas
en el aire y que pueden alcanzar distancias que pueden sobrepasar los límites
de la habitación del paciente. Estas partículas también son lo suficientemente
pequeñas como para ser inhaladas hacia los pulmones. El principal patógeno
que se transmite por vía aérea en los adultos es Mycobacterium tuberculosis.
COMENTARIO FINAL
En este capítulo hay dos mensajes claros:
1. La vacunación frente al virus de la hepatitis B (VHB) elimina prácticamente
el riesgo de transmisión de este virus en el trabajador típico de los hospitales
(no en los ancianos ni en los pacientes inmunodeprimidos), de modo que el
rechazo a vacunarse es algo estúpido y peligroso.
2. El VIH casi nunca se transmite en el entorno hospitalario, y cabría esperar
que más del 99 % de los trabajadores sanitarios que están expuestos a sangre
infectada por el VIH no adquieran la enfermedad, incluso si no reciben
profilaxis tras la exposición con antirretrovirales (12). Esto debería ayudar a
mitigar el temor que a menudo acompaña a las punciones accidentales con
agujas manchadas de sangre procedentes de un paciente infectado por este
virus.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
PROFILAXIS
DIGESTIVA
Nos han contado las historias biológicas más fantásticas.
Por ejemplo, que es peligroso tener ácido en el estómago.
JBS Haldane (1939)
El recto es la región más poblada (hasta con un billón de microbios por cada
gramo de heces), mientras que el estómago es la que menos (con menos de
1 000 microorganismos por cada ml de contenido gástrico). A continuación, se
explicará brevemente el motivo de esta distribución desigual.
10 6
<10 3
10 9
1012
Mecanismos de protección
En el tubo digestivo existen tres niveles de control de la infección.
1. El primer nivel se encuentra en el estómago, donde las acciones
antimicrobianas del ácido gástrico erradican los microorganismos ingeridos
con los alimentos y la saliva, y mantienen un entorno relativamente estéril
en las vías digestivas altas.
2. El segundo nivel de protección se encuentra en la pared intestinal, donde
el revestimiento mucoso del intestino actúa como una barrera física que
bloquea el movimiento de los patógenos entéricos y de las sustancias
proinflamatorias (p. ej., endotoxinas) hacia la circulación general.
3. El tercer nivel de protección se localiza en el lado extraluminal de la
pared intestinal, donde el sistema reticuloendotelial atrapa y destruye los
Fracaso multiorgánico
El fracaso multiorgánico es una afección potencialmente mortal (y a menudo
letal) que se caracteriza por inflamación generalizada persistente y disfunción
progresiva en dos o más órganos principales (6). Puede existir sepsis o no. La
inflamación generalizada implacable de este cuadro es el origen de la lesión
multiorgánica, y la fuerza que impulsa la inflamación es la translocación de
patógenos entéricos y de sustancias proinflamatorias (p. ej., endotoxinas) a
través de la barrera mucosa desestabilizada en el tubo digestivo (6,7).
Sobrecrecimiento
1 bacteriano
Rotura de
2 la mucosa
Alteración del
3 aclaramiento
linfático
Plexo
vascular
Conducto
linfático
FIGURA 5-2. Ilustración de una vellosidad intestinal que muestra tres situaciones que
favorecen la diseminación sistémica de patógenos entéricos.
Ácido gástrico
El ácido gástrico suele considerarse erróneamente como una ayuda a la di-
gestión. El entorno ácido del estómago facilita la absorción de hierro y calcio,
y desencadena la producción de pepsina; sin embargo, los pacientes con
aclorhidria (incapacidad para acidificar las secreciones gástricas) no presentan
problemas de malabsorción (8). La función principal del ácido gástrico no es
facilitar la digestión, sino actuar como mecanismo de defensa antimicrobiana,
como se describe a continuación.
Apunte histórico
Joseph Lister, un cirujano británico, fue el primero en reconocer los beneficios
de la antisepsia a mediados del siglo XIX, durante el tratamiento de heridas
cutáneas penetrantes con una sustancia química que se usaba para tratar las
aguas residuales, al observar una disminución notable de las infecciones de
las heridas supurativas. Las observaciones de Lister fueron publicadas en 1867
en un tratado titulado «A propósito de los principios de antisepsia en la prác-
tica de la cirugía» (On the Antiseptic Principle in the Practice of Surgery) (9).
En el extracto siguiente de este tratado, Lister describe la sustancia química
que utilizó:
El material que he empleado es ácido carbólico, un compuesto volátil que
parece ejercer una influencia peculiarmente destructiva sobre formas de vida
inferiores, y por este motivo es el antiséptico más potente con el que estamos
familiarizados en la actualidad.
Como se ha señalado, el primer antiséptico usado en medicina clínica fue un
ácido. Por lo tanto, Joseph Lister no sólo descubrió los beneficios de la anti-
sepsia para la prevención de las infecciones, sino que también descubrió los
beneficios de los ácidos para erradicar los microbios infecciosos. (En recono-
cimiento a los descubrimientos de Lister, su nombre está inmortalizado en un
colutorio, ¡Listerine!)
10
pH 4
(Log
Bacteria (Log ))
1010
8
supervivientes
6
Surviving
de bacterias
4 pH 3
Number
2
Cifra
pH 2
0
0 30 60 90 120
Minutes
Minutos
Patogenia
La mucosa gástrica debe autoprotegerse contra las lesiones derivadas del
entorno ácido del estómago, y parece que el flujo sanguíneo de la mucosa
gástrica desempeña un papel importante en dicha protección (al aportar nu-
trientes que mantienen la integridad funcional de la mucosa). La importancia
del flujo sanguíneo de la mucosa queda demostrada por el hecho de que el
70 % al 90 % del aporte sanguíneo gástrico se destina a la mucosa gástrica (20).
En los pacientes graves, es frecuente la vasoconstricción y la hipoperfusión
esplácnica, y se considera que el consiguiente descenso del flujo sanguíneo
de la mucosa gástrica es la causa principal de las erosiones gástricas (18-20).
Una vez alterada la mucosa, la acidez en la luz del estómago puede agravar
las lesiones de la superficie.
Consecuencias clínicas
Las erosiones son visibles en la superficie luminal del estómago en el 75 % al
100 % de los pacientes en las primeras 24 h de su ingreso en la UCI (19). Estas
lesiones suelen rezumar sangre al erosionar los capilares superficiales, si bien
las hemorragias clínicamente significativas (con un descenso importante de la
presión arterial o una disminución de los valores de la hemoglobina > 2 g/dl)
sólo se observa en menos del 5 % de los pacientes de la UCI (18,19,21).
Factores de riesgo
En la tabla 5-1 se enumeran las situaciones y los cuadros que predisponen
a la hemorragia por úlceras de estrés (18,21). Entre los factores de riesgo
independientes (que no requieren otros factores de riesgo para favorecer la
hemorragia) se encuentran la ventilación mecánica durante más de 48 h y una
coagulopatía importante (un recuento de plaquetas < 50 000, un INR > 1,5 o
un TTPa > que el doble del control) (21). Sin embargo, todos estos cuadros y
situaciones de la tabla 5-1 son indicativos de profilaxis para evitar la hemorra-
gia por úlceras de estrés.
Medidas preventivas
El objetivo de la profilaxis de las úlceras de estrés no es evitar su aparición (ya
que aparecen casi de forma inmediata tras el ingreso en la UCI), sino impedir
una hemorragia clínicamente importante. En los estudios realizados se indica
que alrededor del 90 % de los pacientes de las UCI reciben alguna forma de
profilaxis para la hemorragia por úlceras de estrés (22), pero es una medida
excesiva. La profilaxis está indicada principalmente para los cuadros y situa-
ciones enumerados en la tabla 5-1, y resulta especialmente importante para los
pacientes que dependen de un respirador durante más de 48 h o tienen una
coagulopatía significativa.
1La dosis de antiácidos gástricos debe ajustarse para mantener un pH ≥ 4 en el aspirado gástrico.
2Es preciso disminuir la dosis en presencia de insuficiencia renal.
IBP, inhibidores de la bomba de protones; i.v., intravenosa; NG, instilación nasogástrica.
Métodos de profilaxis
El principal método de profilaxis para las hemorragias por úlceras de estrés
consiste en bloquear la producción de ácido gástrico mediante antagonistas
VENTAJAS FARMACOLÓGICAS. Los IBP tienen varias ventajas sobre los anta-
gonistas H2. En primer lugar, consiguen una reducción mayor de la acidez
gástrica con una duración de acción más prolongada, por lo que a menudo
sólo se necesita una dosis diaria. En segundo lugar, la respuesta a los IBP
no disminuye con su administración continuada (26). Por último, los IBP se
metabolizan en el hígado y no es preciso ajustar la dosis en la insuficiencia re-
nal. Como consecuencia de todas estas ventajas, los IBP han ido sustituyendo
gradualmente a los antagonistas H2 para la profilaxis de las úlceras de estrés
en los pacientes hospitalizados (22).
Sucralfato
El sucralfato es una sal alumínica de sacarosa que se adhiere principalmente
a las áreas dañadas de la mucosa gástrica (a través de enlaces electrostáticos
con las proteínas expuestas) y forma un revestimiento viscoso que protege la
superficie denudada de los ácidos luminales y la proteólisis de la pepsina. Se
considera un protector o una sustancia citoprotectora, y carece de efecto sobre
la secreción ácida gástrica (30). Favorece la cicatrización de las úlceras gástri-
cas y duodenales, y disminuye la incidencia de hemorragias de importancia
clínica secundarias a úlceras de estrés (25).
Está disponible en forma de comprimidos (1 g por comprimido) o suspensión
(1 g/10 ml), y es más eficaz cuando se administra en suspensión (los comprimi-
dos pueden machacarse y disolverse en agua, si fuera necesario). En la tabla 5-2
se muestra la dosificación del sucralfato para la profilaxis de las úlceras de estrés.
Una sola dosis de sucralfato (1 mg) permanecerá adherida a la mucosa dañada
durante unas 6 h, por lo que se aconsejan intervalos de administración cada 6 h.
4 (3,9%) 26,2% 24
23,7%
3 22
% %
2 (19,8%) 20
(1,8%)
1 18
0 0
Sucralfate
Sucralfato Ranitidine
Ranitidina Sucralfate
Sucralfato Ranitidine
Ranitidina
Nutrición enteral
La nutrición enteral ejerce un efecto trófico sobre la mucosa gastrointestinal
que ayuda a mantener la integridad estructural y funcional de la superficie
mucosa (v. cap. 48). Las soluciones de nutrición enteral también elevan el
pH en la luz del estómago. Ambos efectos debieran proteger contra las he-
morragias por úlceras de estrés. El beneficio de la nutrición enteral queda
de manifiesto en los resultados combinados de tres estudios clínicos, en los
que se demostraba una pérdida de la capacidad de los antagonistas H2 para
disminuir el sangrado por úlceras de estrés cuando los pacientes recibían un
régimen completo de nutrición enteral (36). Estos resultados sugieren que los
pacientes que reciben nutrición enteral no necesitan otras medidas profilác-
ticas para este tipo de hemorragias. Lamentablemente, se necesitan estudios
más actualizados antes de que los expertos consignen que la nutrición enteral
es un método idóneo como profilaxis para las úlceras de estrés.
Descontaminación bucal
Se cree que la aspiración de secreciones bucales al interior de las vías respi-
ratorias superiores es el acontecimiento que provoca la mayoría de los casos
de neumonía intrahospitalaria. En cada mililitro de saliva hay un promedio
de mil millones (109) de microorganismos (39), por lo que la aspiración de
un microlitro (10-3 ml) de saliva introducirá alrededor de un millón (106)
de microbios en las vías respiratorias. Afortunadamente, los microbios que
normalmente residen en la boca son saprofitos inocuos (p. ej., lactobacilos y
estreptococos α-hemolíticos) que muestran escasa tendencia a producir una
infección invasiva. Los pacientes graves no son tan afortunados, como se des-
cribe a continuación.
60
in Throat
en cultivo
40
GNAB
BAGN
20
0
Healthy
Adultos Alcoholics
Alcohólicos Employees Pacientes
Empleados Ward ICU
Pacientes
Adults
sanos Patients
de planta Patients
de UCI
FIGURA 5-5. Prevalencia de bacilos aerobios gramnegativos (BAGN) en cultivos de la
cavidad bucal en grupos concretos de personas. (En la referencia 41.)
Clorhexidina
La clorhexidina es un antiséptico sumamente popular para desinfectar la piel
gracias a su actividad residual prolongada (6 h), como se ha descrito en el
capítulo 2. También se ha adoptado para la antisepsia bucal, principalmente
en los pacientes dependientes de respiración asistida, si bien con resultados
limitados. Sólo en 4 de 7 estudios clínicos se ha demostrado que los cuidados
sistemáticos de la cavidad bucal con clorhexidina son eficaces para disminuir
el riesgo de neumonía asociada al respirador (42). Parece que los pacientes
postoperados de cirugía cardíaca son los que más se benefician de la descon-
taminación con clorhexidina (42), y las normas de los CDC sobre prevención
de la neumonía asociada a tratamientos médicos incluye una recomendación
Antibióticos no absorbibles
La aplicación directa de antibióticos no absorbibles en la mucosa bucal es un
método más eficaz para la descontaminación bucal que la administración de
clorhexidina. A continuación, se describe un régimen antibiótico popular para
la descontaminación bucal en pacientes dependientes de un respirador (45):
Preparación: una mezcla de gentamicina al 2 %, colistina al 2 % y vancomicina
al 2 % en forma de pasta. (Preparado por la farmacia.)
Régimen: aplicar la pasta sobre la mucosa bucal con un dedo enguantado
cada 6 h hasta que se extube al paciente.
Este régimen está diseñado para erradicar estafilococos, bacilos aerobios
gramnegativos y especies de Candida de la orofaringe. Posee escasa actividad
frente a la microflora normal de la boca. Dada la naturaleza selectiva de la
actividad antimicrobiana, a este régimen se le conoce como descontaminación
bucal selectiva (DBS).
80 40
Colonización traqueal Neumonía
(31%)
60 30
(52%)
% Patients(%)
% Patients(%)
Pacientes
Pacientes
40 20
(22%)
20 (10%)
10
0 0
Control
Control SOD
DBS Control
Control SOD
DBS
FIGURA 5-6. Efectos de la descontaminación bucal selectiva (DBS) sobre la incidencia
de colonización traqueal y neumonía en pacientes dependientes de un respirador. La
altura de la columna en cada gráfica es significativamente diferente para p = 0,01. (En la
referencia 45).
Eficacia clínica
En varios estudios se ha demostrado una reducción significativa de las in-
fecciones adquiridas en la UCI asociada a la DDS (47-49). En la figura 5-7 se
muestran los resultados de uno de estos estudios (47). Se trataba de un estudio
aleatorizado a gran escala en el que se evaluaba la influencia de la DBS y de la
DDS sobre bacteriemias adquiridas en la UCI causadas por bacilos gramnega-
tivos. Ambas gráficas de barras muestran que los pacientes con DDS presenta-
ban un descenso del 69 % en la incidencia de bacteriemias por gramnegativos
cuando se comparaba con los controles. Aunque no se muestra en la figura,
el efecto de la DDS se acompañaba de una disminución de la mortalidad. En
otros estudios también se ha observado esta mejoría en la supervivencia en los
pacientes tratados con DDS (50).
Bacteremia (%)
N=1 945
daysdías
4 (6,2%)
with bacteriemia
N=2 166
6
Bacteriemias/1 000
N=2 667
(3)
Bacteremias/1,000
3
(4%)
4
Patients con
2
Pacientes
(1,4)
(1,9%) 2
1
%
0 0
Control DBS
Control SOD SDD
DDS Control
Control SOD
DBS SDD
DDS
Resistencia antibiótica
El principal temor con la DDS es la posible aparición de microorganismos
resistentes a antibióticos. Sin embargo, este miedo no está respaldado por
observaciones clínicas (50,51).
Resistencia a la DDS
En numerosos estudios clínicos realizados durante los últimos 25 años se ha
demostrado que la DDS constituye un método eficaz para prevenir infeccio-
nes adquiridas en la UCI, si bien este tipo de descontaminación casi nunca se
COMENTARIO FINAL
Uno de los temas recurrentes en esta obra es la importancia del tubo digestivo
como fuente de infección en los pacientes graves. El resumen de aseveraciones
y recomendaciones que se enumera a continuación está diseñado para ayudar
a limitar el riesgo de infección a partir de esta localización tan importante.
1. En la UCI se hace un uso excesivo de la profilaxis de la hemorragia por
úlceras de estrés (22), y debiera limitarse a los cuadros y situaciones que se
muestran en la tabla 5-1.
2. Se emplea en exceso la supresión ácida gástrica como método profiláctico
contra las úlceras de estrés, y es probable que esto haya contribuido a la
aparición de infecciones por C. difficile en los últimos años (34,35).
3. Se deben evitar los inhibidores de la bomba de protones para la profilaxis
de las úlceras de estrés, ya que no son más eficaces que los antagonistas
H2 (27) y, además, tienen más probabilidades de favorecer la aparición de
infecciones indeseables (14,28).
4. Pruebas recientes sugieren que la nutrición enteral total es un método
eficaz para la profilaxis de las úlceras de estrés (36).
5. Se aconseja la descontaminación bucal en todos los pacientes que dependen
de un respirador, y la utilización de antibióticos no absorbibles proporciona
una cobertura antimicrobiana mejor que la clorhexidina (44), y tiene
más eficacia demostrada para la prevención de la neumonía asociada al
respirador (45,46).
6. La descontaminación digestiva selectiva (DDS) es un método comprobado
para disminuir la incidencia de infecciones adquiridas en la UCI (47-50),
y no hay pruebas de que favorezca la aparición de microorganismos con
resistencia antibiótica (50,51). Debido a ello, hay que tener mucho más en
cuenta la DDS para la prevención de las infecciones adquiridas en la UCI.
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TROMBOEMBOLIA
VENOSA
Las dos palabras que mejor definen la morbimortalidad debida
a tromboembolia venosa en Estados Unidos son: cuantiosa e inaceptable.
Kenneth M. Moser, M.D.
FACTORES DE RIESGO
Existen varias situaciones y afecciones que favorecen la tromboembolia ve-
nosa (TEV) en los pacientes hospitalizados, y se enumeran en la tabla 6-1 (1).
Una o más de estas situaciones se encuentran en casi todos los pacientes de
la UCI, por lo que la TEV se considera un riesgo universal en los pacientes en
estado grave (1,5). La incidencia de TEV en diferentes grupos de pacientes,
97
que se muestra en la figura 6-1 (1), puede usarse para calcular la probabilidad
de TEV en cada paciente de la UCI. La presencia de otros factores de riesgo
(p. ej., una TEV previa) aumentará el riesgo de TEV en cualquiera de los gru-
pos clínicos mostrados en la figura 6-1.
En las referencias 1 y 5.
Cirugía mayor
La cirugía mayor (cirugía con anetesia general o anestesia raquídea de más
de 30 minutos de duración) es la causa más reconocida de TEV en los pa-
cientes hospitalizados, y en los estudios de autopsia se ha demostrado que
es responsable de aproximadamente el 10 % de la mortalidad postoperatoria
(9). La tendencia a desarrollar una TEV después de una cirugía mayor se
debe principalmente a la liberación de tromboplastina durante el procedi-
miento quirúrgico, lo que produce un estado de hipercoagulabilidad gene-
ralizado. El riesgo de TEV es particularmente alto después de una cirugía
oncológica (1,5).
Cirugía ortopédica
La mayor incidencia de TEV postoperatoria se observa después de procedi-
mientos ortopédicos mayores en la cadera y la rodilla (1,5). La lesión vascular
en las extremidades inferiores contribuye a aumentar el riesgo de TEV tras
una cirugía de cadera o de rodilla.
0 20 40 60 80 100
Lesión medular
Traumatismo grave
Ictus
Pacientes médicos
Traumatismos graves
El riesgo de TEV es mayor después de un traumatismo grave o multisistémi-
co. Las víctimas de un traumatismo grave tienen una probabilidad de más del
50 % de sufrir una TEV, y la embolia pulmonar es la tercera causa de morta-
lidad en los que sobreviven al primer día (1). Los cuadros traumáticos con el
riesgo más elevado de TEV son las lesiones cerebrales y medulares, las frac-
turas vertebrales, y las fracturas de la cadera y la pelvis (1,5). Varios factores
contribuyen a la tendencia a la aparición de TEV después de un traumatismo
grave, como la liberación de tromboplastina desde los tejidos dañados, las
lesiones vasculares y la inmovilidad prolongada.
TROMBOPROFILAXIS
Los estudios de autopsia en pacientes en estado grave revelan la presencia
de émbolos pulmonares hasta en el 27 % de los casos (5), y en la mayoría de
ellos no existe sospecha clínica alguna de trombosis venosa o de embolia
pulmonar antes de la muerte (5). Debido a la naturaleza insidiosa de la TEV,
la prevención es el mejor medio para limitar las consecuencias adversas de
esta afección. De hecho, las estrategias preventivas para la TEV deben tener
el mayor impacto sobre la seguridad del paciente en el entorno de la UCI,
dada la presencia ubicua de factores de riesgo para TEV en los pacientes
graves.
En este apartado se describen los métodos que se usan para evitar la forma-
ción de trombos en los pacientes en estado grave. En la tabla 6-2 se enumeran
las medidas preventivas que se recomiendan en una amplia gama de situacio-
nes y cuadros, y en la tabla 6-3 se muestran las pautas de dosificación para la
anticoagulación profiláctica.
En la referencia 1.
HNFDB, heparina no fraccionada en dosis baja; HBPM, heparina de bajo peso molecular; MCG, medias de
compresión gradual; CNI, compresión neumática intermitente.
1Se considera que los pacientes graves se encuentran en una categoría de alto riesgo para cualquiera de
las situaciones enumeradas.
Heparina no fraccionada
La heparina es una molécula mucopolisacárida de tamaño variable, con activi-
dad anticoagulante y propiedades farmacocinéticas. El preparado de heparina
habitual, o heparina no fraccionada, es una mezcla heterogénea de moléculas
cuyo tamaño puede variar según un factor de 10, y sólo un tercio de las molé-
culas tiene actividad anticoagulante.
Propiedades
La heparina es un fármaco de acción indirecta que debe unirse a un cofactor
(antitrombina III o AT) para producir su efecto anticoagulante. El complejo
heparina-AT es capaz de inactivar varios factores de la coagulación, pero las
interacciones más fuertes conllevan la inhibición del factor IIa (trombina) y al
factor Xa (3). La actividad anti-IIa (antitrombina) es 10 veces más sensible que
la anti-Xa (3).
La heparina también se une a proteínas plasmáticas, células endoteliales y
macrófagos. La unión de la heparina a las proteínas plasmáticas determina su
biodisponibilidad, y las variaciones en las concentraciones de estas proteínas
son las responsables de la variabilidad de los efectos anticoagulantes de la
heparina. La unión de la heparina a las células endoteliales y a los macrófagos
favorece su eliminación del torrente sanguíneo.
OBESIDAD. Las dosis fijas de heparina pueden ser menos eficaces en los pa-
cientes obesos, debido al mayor volumen de distribución del fármaco en la
obesidad. Por este motivo, la dosificación recomendada de HNFDB en la
obesidad (definida como un índice de masa corporal o IMC ≥ 30 kg/m2) es de
5 000 unidades cada 8 h, para un IMC de 30 a 49,9 kg/m2, y de 7 500 unidades
cada 8 h, para un IMC ≥ 50 kg/m2 (14), como se muestra en la tabla 6-3. (En el
apéndice 2 se incluyen ecuaciones y tablas para determinar el IMC.)
Heparina no fraccionada
Dosis habitual: 5 000 UI s.c. cada 12 h o
5 000 UI s.c. cada 8 h
Obesidad: 5 000 UI s.c. cada 8 h (IMC < 50)
7 000 UI s.c. cada 8 h (IMC 50)
Enoxaparina (HBPM)
Dosis habitual: 40 mg s.c. una vez al día o
30 mg s.c. dos veces al día
Obesidad: 0,5 mg/kg s.c. una vez al día (IMC > 40)
Insuficiencia renal: 30 mg una vez al día (para CrCl < 30 ml/min)
Dalteparina (HBPM)
Dosis habitual: 2 500 UI s.c. una vez al día o
5 000 UI s.c. una vez al día
Insuficiencia renal: no se recomienda ajustar la dosis
Características comparativas
La HBPM no se une con tanta facilidad a las proteínas plasmáticas, las células
endoteliales, los macrófagos o las plaquetas como la heparina no fraccionada,
lo que le confiere ciertas ventajas (3):
1. Debido a la menor unión a las proteínas plasmáticas, la HBPM es un
anticoagulante más potente que la heparina no fraccionada, y presenta
una relación entre dosis y respuesta más predecible. Esta última
característica obvia la necesidad de realizar analíticas sistemáticas del
efecto anticoagulante durante el tratamienro con HBPM (3).
2. La menor unión a las células endoteliales y a los macrófagos proporciona
a la HBPM una duración de acción mayor que la de la heparina no
fraccionada. Como resultado, la HBPM requiere una dosificación menos
frecuente que la heparina no fraccionada.
3. La menor unión a las plaquetas de la HBPM disminuye el riesgo de
trombocitopenia inducida por heparina (15,16), lo que supone una ventaja
Pautas de dosificación
Existen varios preparados de HBPM disponibles para su uso clínico, y cada
uno de ellos presenta un perfil farmacocinético y de dosificación exclusivo.
Las HBPM utilizadas con más frecuencia en Estados Unidos son la enoxapa-
rina y la dalteparina, y en la tabla 6-3 se muestran las pautas de dosificación
profiláctica para cada una de ellas.
Analgesia neuroaxial
La profilaxis anticoagulante puede favorecer la formación de hematomas du-
rante la colocación y la retirada de catéteres intratecales y epidurales. Se trata
de una complicación temida, ya que los hematomas raquídeos y epidurales
pueden comprimir la médula y provocar parálisis. Para limitar el riesgo de
esta complicación, la colocación y la retirada de los catéteres intratecales y
epidurales debe practicarse en el momento en el que los efectos anticoagulan-
tes sean mínimos; p. ej., si se usa una pauta de dosificación cada 12 h, deben
retrasarse estos procedimientos hasta que hayan transcurrido, al menos, 12 h
desde la dosis anticoagulante previa, y en las pautas de dosificación cada 24 h,
la demora debe ser de, al menos, 24 h desde la última dosis anticoagulante (4).
Además, deben transcurrir al menos 2 h desde estos procedimientos antes de
administrar la siguiente dosis de anticoagulante (4).
Tromboprofilaxis mecánica
La compresión externa de las extremidades inferiores puede usarse para fa-
vorecer el flujo de retorno venoso desde las piernas y disminuir el riesgo de
TEV secundario a la inmovilidad. Este método de tromboprofilaxis mecánica
suele utilzarse como sustituto de los fármacos anticoagulantes en pacientes
que están sangrando o que presentan un riesgo elevado de hemorragia, pero
también puede usarse como complemento a la profilaxis con anticoagulantes
(v. tabla 6-2). Existen dos métodos de compresión externa de las piernas: me-
dias de compresión gradual y compresión neumática intermitente.
ESTUDIO DIAGNÓSTICO
Como ya se ha mencionado anteriormente, la trombosis en las venas profun-
das de las piernas suele ser silente y la TEV sólo se sospecha cuando aparece
una embolia pulmonar sintomática. El enfoque diagnóstico de la embolia pul-
monar se describe acertadamente por la cita siguiente de una revisión reciente
sobre este tema (6):
La única certeza que rodea al diagnóstico de la tromboembolia en los pacien-
tes graves es que sigue existiendo una incertidumbre considerable.
En los pacientes evaluados por una presunta embolia pulmonar, el diagnósti-
co sólo se confirma en un 10 % de los casos (23), y cuando los médicos tienen
el máximo grado de certeza de que un paciente sufre una embolia pulmonar,
están en lo correcto únicamente en el 17 % al 25 % de los casos (23). Esto signi-
fica que cuando se sospecha una embolia pulmonar, no suele existir. También
significa que el estudio diagnóstico de la embolia pulmonar sirve fundamen-
talmente para descartar el diagnóstico, más que para confirmarlo.
Exploración clínica
El cuadro clínico de la embolia pulmonar aguda consta de manifestaciones
inespecíficas como disnea, taquipnea, taquicardia e hipoxemia. El valor pro-
nóstico de los datos clínicos y analíticos en los casos sospechosos de embolia
pulmonar se muestra en la tabla 6-4 (24). Obsérvese que ninguno de los ha-
llazgos proporciona más de un 50 % de probabilidades de identificación de
embolia pulmonar (el valor pronóstico positivo), y que la ausencia de estos
hallazgos no descarta una embolia pulmonar (el valor pronóstico negativo
debe ser ≥ 98 % para descartar la presencia de una afección). Tiene un interés
especial el valor pronóstico negativo del 70 % para la hipoxemia, lo que sig-
nifica que el 30 % de los pacientes con embolia pulmonar presenta una PO2
arterial normal. Aunque no está includio en la tabla 6-4, el gradiente alveo-
loarterial de PO2 (A-a PO2) también puede ser normal en los pacientes con
embolias pulmonares (25).
de la UCI tendrá valores plasmáticos de dímero D elevados sin que exista una
TEV (27). Esto se refleja en el escaso valor pronóstico positivo del análisis del
dímero D en la tabla 6-4. Debido a la gran prevalencia de cifras de dímero D
elevadas en los pacientes graves, este análisis no se considera una prueba útil
para detectar TEV en el entorno de la UCI.
*El valor pronóstico positivo es el porcentaje de pacientes con el signo que tienen una embolia pulmonar.
**El valor pronóstico negativo es el porcentaje de pacientes sin el signo que no tienen una embolia pulmonar.
1En la referencia 26. Otros datos en la referencia 24.
Resumen
La información que se acaba de presentar muestra que no existen datos clínicos
ni analíticos que confirmen o descarten la presencia de embolias pulmonares. Debido a
ello, el enfoque diagnóstico de la embolia pulmonar requiere pruebas especia-
lizadas que se incluyen en el diagrama de flujo que se muestra en la figura 6-2.
Ecografía venosa
Las embolias pulmonares se originan principalmente a partir de trombos en
las venas proximales de las piernas (28), por lo que el estudio de una presunta
embolia pulmonar puede iniciarse con una búsqueda de trombosis en estas
venas usando imágenes ecográficas a la cabecera del paciente. En el capítulo 2
se describen los fundamentos de la ecografía vascular.
Metodología
Existen dos métodos ecográficos para identificar la trombosis venosa. El prin-
cipal es la ecografía de compresión, en la que se aplica una fuerza compresiva
sobre la piel que recubre la vena objeto del estudio. Esta fuerza comprimirá
normalmente la vena subyacente y obliterará su luz (v. fig. 2-3). Sin embargo,
– +
No Sí
2. Angiotomografía
computarizada
(ATC)
– +
3. Gammagrafía
pulmonar
Observación Anticoagulación
Probabilidad Probabilidad
Normal Indeterminada alta
baja
Observación Ir a 2 Anticoagulación
STOP
cuando una vena está llena de coágulos sanguíneos (que no suelen visuali-
zarse mediante ecografía), la compresión externa no comprime la vena. Por
lo tanto, una vena incompresible se utiliza como signo de que está llena de
coágulos (29).
El modo Doppler color de la ecografía puede usarse como complemento a la
ecografía de compresión. Este método convierte las velocidades de flujo en
imágenes en color, y puede identificarse el flujo en las arterias y las venas por
la dirección del flujo con respecto a la sonda de ultrasonidos (v. fig. 2-6 en el
cap. 2). La presencia de trombosis se identificará por un flujo ausente o pere-
zoso en la vena visualizada (y no compresible). La combinación de ecografía
de compresión y de Doppler se conoce como ecografía doble.
Rendimiento de la prueba
La ecografía doble tiene una sensibilidad ≥ 95 % y una especificidad ≥ 97 %
para la detección de la trombosis venosa profunda proximal (TVP proximal)
en las piernas, un valor pronóstico positivo de hasta un 97 % y un valor pro-
nóstico negativo que llega hasta el 98 % (29). Estas cifras indican que la eco-
grafía doble representa un método fiable para confirmar o descartar una TVP
proximal en las piernas.
A diferencia de la gran sensibilidad para la TVP proximal, la ecografía doble
no es diagnóstica en el 32 % al 55 % de los casos de TVP por debajo de la ro-
dilla (30). Sin embargo, la TVP de la pantorrilla no se considera un origen de
embolias pulmonares, salvo que los trombos se propaguen hacia las venas
proximales de la pierna de mayor tamaño. Por lo tanto, la búsqueda de una
TVP proximal es la tarea principal de la ecografía venosa durante el diagnós-
tico de una presunta embolia pulmonar.
Rendimiento
La ecografía venosa demuestra signos de TVP proximal en las piernas del
45 % de los pacientes con una embolia pulmonar documentada (31). Este
rendimiento es suficiente para justificar la evaluación ecográfica de las venas
proximales de las piernas como prueba diagnóstica inicial ante la sospecha de
embolia pulmonar.
Estudio diagnóstico
Si la ecografía venosa muestra signos de TVP en una vena proximal de la pierna,
no se necesitan más pruebas para evaluar una posible embolia pulmonar (ya
que el tratamiento de la TVP y la embolia pulmonar es, en esencia, el mismo).
Sin embargo, un estudio negativo para TVP no descarta el diagnóstico de embolia
pulmonar aguda. Cuando la búsqueda de una trombosis venosa de las piernas dé
resultados irrelevantes, el paso siguiente en la evaluación vendrá determinado
por la presencia o la ausencia de afectación pulmonar (v. fig. 6-2).
Angiotomografía computarizada
El paso siguiente en el estudio de una presunta embolia pulmonar en los
pacientes con afectación pulmonar (la mayoría de los pacientes de la UCI)
consiste en visualizar las arterias pulmonares mediante angiotomografía
computerizada (ATC). Se trata de una TC especializada que emplea un ba-
rrido espiral o helicoidal que rota alrededor del paciente para generar una
proyección bidimensional «volumétrica» de los pulmones (33). Las arterias
AP
Defecto
de llenado
Ao
Rendimiento de la prueba
En estudios con aparatos de TC de multidetección de última generación, la
angiotomografía computarizada (ATC) posee una sensibilidad del 83 %, una es-
pecificidad del 96 %, un valor predictivo positivo del 86 % y un valor predictivo
negativo del 95 % para el diagnóstico de embolia pulmonar (34). La sensibilidad
es máxima (> 90 %) para la detección de coágulos en las arterias pulmonares
principales, si bien puede pasarse por alto la presencia de émbolos en vasos
subsegmentarios más pequeños. No obstante, la importancia de la detección
de émbolos en vasos subsegmentarios más pequeños es cuestionable, ya que
el mantenimiento de un tratamiento anticoagulante basado en un resultado
negativo de la TC no parece influir de forma adversa en la evolución clínica (35).
Uno de los inconvenientes de la ATC es el riesgo de nefrotoxicidad a causa
del radiocontraste. Este hecho es particularmente relevante en los pacientes
de la UCI, que suelen presentar uno o más factores de riesgo para la aparición
de nefrotoxicidad inducida por contrastes (p. ej., insuficiencia renal, diabetes,
hipovolemia, etc.). En un estudio en el que se incluían pacientes no ingresados
en la UCI, el 18 % de los pacientes con una presunta embolia pulmonar no eran
candidatos para una ATC a causa de las cifras elevadas de creatinina sérica
(34). Si es necesario realizar una ATC en un paciente con una afectación renal
leve (aclaramiento de creatinina > 60 ml/min), la expansión del volumen y la
Gammagrafía pulmonar
Las gammagrafías pulmonares de ventilación-perfusión se usan ampliamente
en el estudio de las presuntas embolias pulmonares, pero sólo aseguran el
diagnóstico en el 25 % al 30 % de los casos (36). El problema es la presencia
de neumopatías (sobre todo, una afección infiltrativa), que produce un barri-
do anómalo casi en el 90 % de los casos (36). Las gammagrafías pulmonares
tienen más utilidad en los pacientes sin una neumopatía subyacente (lo que,
lamentablemente, descarta a la mayoría de los pacientes de la UCI). Si se deci-
de proseguir con la gammagrafía pulmonar, los resultados pueden usarse del
modo siguiente (36):
1. Una gammagrafía pulmonar anómala descarta la presencia de una embolia
pulmonar, mientras que una gammagrafía pulmonar de alta probabilidad
supone un 90 % de posibilidades de que exista esta afección.
2. Una gammagrafía pulmonar de escasa probabilidad no descarta de un
modo fiable la presencia de embolia pulmonar. Sin embargo, cuando se
combina con un estudio ecográfico negativo de las piernas, la gammagrafía
de probabilidad baja es un motivo suficiente para detener el estudio
diagnóstico y observar al paciente.
3. Una gammagrafía pulmonar de probabilidad intermedia o indeterminada
carece de valor pronóstico sobre la presencia o ausencia de embolia
pulmonar. En esta situación, las opciones consisten en una ATC espiral (v.
fig. 6-2) o una angiografía pulmonar convencional (v. a continuación).
TRATAMIENTO
El tratamiento inicial de la TEV que no es potencialmente mortal es la anticoa-
gulación con uno de los preparados de heparina. Al principio de este capítulo
se ha descrito la farmacología y las características comparativas de la heparina
no fraccionada y la heparina de bajo peso molecular (HBPM).
Heparina no fraccionada
Para una anticoagulación completa, se administra heparina no fraccionada
en una embolada intravenosa seguida de infusión continua. Una dosificación
En la referencia 37.
Obesidad
La pauta de dosificación de la tabla 6-5 está diseñada para pacientes de menos
de 130 kg de peso. Cuando se supera esta cifra, esta pauta puede conducir a
una anticoagulación excesiva (38). Para evitar este problema, se recomienda
que en los pacientes con obesidad mórbida (un índice de masa corporal o IMC
≥ 40 kg/m2) se utilice el peso corporal ajustado (14).
Peso ajustado (kg) = PCI + 0,4 × (peso real – PCI)
El peso corporal ajustado se sitúa casi siempre a mitad de camino entre el peso
corporal ideal (PCI) y el peso corporal real.
Warfarina
La anticoagulación oral con warfarina debe iniciarse lo antes posible tras la ins-
tauración de la anticoagulación con heparina. La dosis inicial es de 5-10 mg/
día durante los 2 primeros días, ajustando posteriormente la dosis en función
del índice internacional normalizado (INR). El objetivo es alcanzar un INR
de 2-3. Cuando el INR alcanza el intervalo terapéutico, puede interrumpirse
la anticoagulación con heparina no fraccionada o con HBPM. La anticoagula-
ción con warfarina es fundamentalmente un tratamiento ambulatorio y no se
decribirá aquí. En el capítulo 19 se describe el tratamiento de la hemorragia
asociada a warfarina. (En la referencia 40 se ofrece más información sobre la
anticoagulación con warfarina.)
Indicaciones:
1. Embolia pulmonar con shock obstructivo
2. Embolia pulmonar con disfunción ventricular derecha (?)
3. Ausencia de contraindicación para el tratamiento trombolítico
Régimen terapéutico
1. La infusión continua de heparina se combina con la terapia lítica. La
infusión puede mantenerse durante la administración de los fármacos
líticos
2. Pauta trombolítica habitual:
Alteplasa: 100 mg infundidos en 2 h
3. Pautas encaminadas a una lisis acelerada del coágulo:
Alteplasa: 0,6 mg/kg infundidos en 15 min
Reteplasa: 10 U en embolada i.v. y repetir en 30 min
4. Se prefiere la administración farmacológica sistémica a la instilación
en la arteria pulmonar
Complicaciones:
1. Hemorragia grave: 9-12 %
2. Hemorragia intracraneal: 1-2 %
En referencias 7, 8, 42 y 43.
Tratamiento trombolítico
La anticoagulación para la embolia pulmonar aguda pretende evitar la ex-
tensión del coágulo y la embolia recurrente, pero tiene pocos efectos sobre la
rotura in situ del émbolo. La disolución del coágulo con trombolíticos en pa-
cientes con una embolia pulmonar potencialmente mortal es un enfoque más
atractivo que la anticoagulación, pero el éxito que ha tenido ha sido escaso. El
tratamiento trombolítico puede disminuir la tensión de las cavidades cardía-
cas derechas (8), pero la mejoría de la supervivencia es escasa o nula (41). En la
actualidad, el tratamiento trombolítico en pacientes con una embolia pulmo-
nar potencialmente mortal viene determinado más por la desesperación que
por la anticipación de un resultado satisfactorio.
En la tabla 6-6 se resumen las características generales del tratamiento trom-
bolítico en la embolia pulmonar aguda. La indicación consensuada para este
tratamiento es el deterioro hemodinámico (shock obstructivo), pero también
cuenta con adeptos para los pacientes con embolia pulmonar y disfunción
ventricular derecha (7,8). El régimen trombolítico estándar consiste en una
infusión de 2 h de alteplasa (activador del plasminógeno tisular recombinante)
(2,7). Sin embargo, otros regímenes farmacológicos pueden ser más idóneos
para una lisis rápida del coágulo, y se muestran en la tabla 6-6 (42,43). La
infusión continua de heparina se combina con el tratamiento trombolítico, y
la infusión puede mantenerse durante el período de este tratamiento (aunque
con frecuencia se interrumpe y se reinicia una vez que se han administrado
las sustancias líticas). El tratamiento con heparina resulta especialmente bene-
ficioso tras la trombólisis, ya que la disolución del coágulo libera trombina, lo
que puede conducir a una nueva oclusión trombótica del vaso afectado (44).
Alrededor del 10 %-12 % de los pacientes sufre un episodio hemorrágico im-
portante tras el tratamiento trombolítico, y entre el 1 % y el 2 % presenta hemo-
rragia intracraneal (7,8). Sin embargo, el riesgo de hemorragia grave no suele
ser una preocupación, comparado con la amenaza inmediata para la vida que
supone una embolia pulmonar.
Embolectomía
Si se tiene la suerte de trabajar en un centro médico con un equipo con expe-
riencia que esté disponible a cualquier hora del día y la noche, la embolecto-
mía (quirúrgica o con catéter) es una alternativa en los casos de embolia pul-
monar potencialmente mortal, sobre todo cuando existe una contraindicación
para el tratamiento trombolítico (2). Se han publicado tasas de supervivencia
del 83 % en embolectomías de urgencia (45).
A. Paciente con TVP proximal en las piernas más una de las siguientes:
1. Una contraindicación absoluta para la anticoagulación.
2. Embolización pulmonar durante la anticoagulación completa.
3. Trombo flotante de gran tamaño (el borde principal del trombo no está
pegado a la pared del vaso).
4. Reserva cardiopulmonar limitada (es improbable que tolere una embolia
pulmonar).
B. Paciente sin TVP proximal en las piernas, pero con riesgo alto de TEV y
riesgo alto de hemorragia por la profilaxis anticoagulante (p. ej., lesión
traumática cerebral o medular).
La mayor parte del debate sobre la interrupción de la vena cava tiene que ver
con su aplicación como medida preventiva en pacientes de alto riesgo (situa-
ción B). Los aspectos de este debate están fuera del ámbito de este texto, y se
comentan en las referencias 46 y 47.
Luz de la cava
Trombo
FIGURA 6-4. Filtro Greenfield. Los puntales tienen extremos en forma de gancho que
anclan el filtro a la pared de la vena cava, y su forma cónica y alargada le permite atrapar
coágulos sanguíneos sin obstruir el flujo sanguíneo.
Experiencia clínica
Aunque no están exentos de riesgos, los filtros de VCI son sumamente seguros
y eficaces. La incidencia de embolias pulmonares sintomáticas tras la coloca-
ción del filtro es de aproximadamente el 5 % (48), y en menos del 1 % de los
casos se comunican complicaciones problemáticas (p. ej., migración del filtro)
(48). Una de las características más intrigantes (que recibe escasa atención) es
el hecho de que nunca parecen infectarse, incluso aunque se vean expuestos
a bacteriemia.
COMENTARIO FINAL
La experiencia con la tromboembolia venosa, muy lejos de ser satisfactoria,
puede resumirse del modo siguiente:
1. Cuando se cree que existe, no suele estar presente (cuando se sospecha una
embolia pulmonar, el diagnóstico tan sólo se confirma en el 10 % de los
casos).
2. Cuando no se cree que existe, puede estar presente (en la mayoría de los
casos de embolia pulmonar, la trombosis venosa es clínicamente silente
antes del episodio embólico).
3. Cuando finalmente se detecta, puede ser demasiado tarde (en la embolia
pulmonar masiva no hay un tratamiento que mejore uniformemente la
supervivencia).
4. Debido a todos los puntos anteriores, el mejor enfoque ante una
tromboembolia venosa es la prevención.
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CONTROL
HEMODINÁMICO
Albert Einstein
MONITORIZACIÓN
DE LA PRESIÓN
ARTERIAL
Hay que dejar bien claro que la presión arterial
no puede medirse con precisión mediante esfigmomanómetros.
Committee for Arterial Pressure Recording,
American Heart Association, 1951
MÉTODOS INDIRECTOS
Aunque la medición de la presión arterial es una de las determinaciones que
se realiza con más frecuencia en la práctica clínica, los estudios de observación
han demostrado que casi nadie la mide correctamente (según las normas de la
American Heart Association). En estudios en los que se incluían médicos de
atención primaria, enfermeras, especialistas médicos y cirujanos (3), ninguno
de los examinadores midió correctamente la presión arterial (2,3). En uno de
esos estudios (3), sólo el 3 % de los médicos generales y el 2 % de las enferme-
ras obtuvieron determinaciones de la presión arterial que fueran fiables (3).
123
Esfigmomanometría
La presión arterial indirecta se mide con un instrumento llamado esfigmoma-
nómetro (sphygmos es el término griego para pulso, y manómetro es un dispo-
sitivo que mide presión), que consta de una cámara hinchable cubierta de una
funda de tela y un manómetro o columna de mercurio para medir la presión.
La funda de tela se enrolla alrededor del brazo o del muslo en una zona situa-
da encima de una arteria principal (habitualmente la arteria humeral), y la cá-
mara en el interior de la funda se hincha para comprimir la arteria subyacente.
Los efectos de la compresión arterial se muestran en la figura 7-1. A medi-
da que aumenta la presión del manguito y se va comprimiendo la arteria
subyacente, aumentan gradualmente las pulsaciones en la arteria y luego
disminuyen hasta que la arteria se ocluye. Estas «contrapulsaciones» gene-
ran oscilaciones en la presión del manguito (como se muestra en la figura),
y la medición de estas oscilaciones de presión constituye la base del método
oscilométrico del registro de la presión arterial. Las contrapulsaciones también
pueden convertirse en ondas de sonido, lo que constituye el fundamento del
método auscultatorio de medición de la presión arterial.
Dimensiones de la cámara
Las contrapulsaciones son más reproducibles, y las determinaciones de la
presión arterial son más fiables, cuando la arteria se comprime uniformemen-
Ruidos de Korotkoff
160
Presión del manguito (mm Hg)
Des Hin
hinc cha Presión
120 had do
o diastólica
Presión
80 sistólica
Presión
media
40
0
5s
Oscilaciones en la presión del manguito
Longitud (L)
Anchura (A)
Manguito
L = 0,8 × C Cámara
A = 0,4 × C
C = 2,5 × A
Circunferencia
del brazo (C)
FIGURA 7-2. Relaciones óptimas entre la anchura (A) y la longitud (L) de la cámara del
manguito y la circunferencia (C) del brazo.
circunvala más de la mitad del brazo), ya que los errores de medición en este
caso son pequeños o inexistentes (1).
En referencia 1.
Método auscultatorio
El método auscultatorio que se usa en la actualidad es el mismo que el descrito
en 1904 por un cirujano ruso, Nicolai Korotkoff (5). Este método está siendo
reemplazado por el método oscilométrico de determinación incruenta de la
presión arterial en la UCI, por lo que no se describirá aquí con detalle. Los
puntos más sobresalientes sobre el método auscultatorio obtenidos de las
normas de la American Heart Association (1) son:
1. Si el paciente está en sedestación, debe apoyar el brazo y la espalda, ya que,
de otro modo, la lectura de la presión diastólica podría estar falsamente
elevada.
2. Se usará el cabezal con forma de campana del estetoscopio para escuchar
los sonidos generados durante el deshinchado del manguito (denominados
ruidos de Korotkoff). Estos ruidos tienen una frecuencia muy baja (25 Hz
a 50 Hz) (6), y el cabezal con forma de campana del estetoscopio es un
transductor de baja frecuencia.
3. No hay que colocar el cabezal del estetoscopio debajo del manguito de
presión arterial, ya que esto creará sonidos durante el deshinchado que
interferirán en la detección de los ruidos de Korotkoff.
4. El ritmo de deshinchado del manguito no debe superar los 2 mm Hg/s.
Ritmos más rápidos pueden conducir a una infravaloración de la presión
sistólica y a una sobrevaloración de la presión diastólica.
5. La desaparición de los ruidos de Korotkoff (fase V) se utiliza como la
presión diastólica. Sin embargo, en situaciones de gasto elevado (p. ej.,
anemia, embarazo), los ruidos pueden continuar un tiempo después de que
el manguito se haya deshinchado. Cuando esto sucede, la presión diastólica
es indeterminada. En el embarazo, algunos autores recomiendan usar como
presión diastólica el punto en el que se amortiguan los ruidos de Korotkoff
(fase IV).
Método oscilométrico
Descrito por primera vez a mediados de la década de 1970, los aparatos os-
cilométricos automáticos se han convertido en el método de referencia para
Precisión
La precisión limitada de las determinaciones indirectas de la presión arterial
se amplifica en los pacientes graves, y se demuestra en la figura 7-3. Los datos
de esta figura proceden de dos estudios en los que se comparan presiones
intraarteriales directas con presiones obtenidas mediante el método auscul-
tatorio (en pacientes con shock circulatorio) y con el método oscilométrico
(en pacientes de UCI seleccionados) (4,9). Todas las presiones auscultatorias
diferían de las presiones intraarteriales en más de 10 mm Hg (umbral para
una diferencia inaceptable), y la discrepancia era mayor de 20 mm Hg en casi
tres cuartas partes de las determinaciones (las presiones auscultatorias eran
siempre menores que las presiones intraarteriales). La discrepancia para las
presiones oscilométricas era inaceptable en el 61 % de las mediciones.
El rendimiento particularmente escaso del método auscultatorio en los pacien-
tes con shock circulatorio se debe a la disminución del flujo sistémico (secun-
dario a hipotensión y a vasopresores), que acorta las contrapulsaciones arte-
80
72 %
Método
auscultatorio
60 Método
deofdeterminaciones
Measurements
oscilométrico
40 39 %
34 %
28 % 27 %
%%
20
0
≤10 mm Hg 11–20 mm Hg > 20 mm Hg
Discrepancia entre las determinaciones directa e indirecta
Discrepancy Between Indirect and Direct Measurements
FIGURA 7-3. Discrepancia entre las determinaciones directas e indirectas de la presión
arterial en pacientes graves. En referencias 4 y 9.
DETERMINACIONES DIRECTAS
La presión intraarterial se mide normalmente en las arterias radial, humeral,
axilar o femoral. Aquí no se describe la técnica de la canalización arterial, pero
muchas prácticas relacionadas con esta canalización son similares a las descri-
tas en el capítulo 2 para la canalización venosa central.
Amplificación sistólica
El contorno de las ondas de presión arterial cambia a medida que se aleja de
la aorta proximal, lo cual se muestra en la figura 7-4. Obsérvese que a medida
que la onda de presión se desplaza hacia la periferia, la presión sistólica au-
menta gradualmente y se estrecha la porción sistólica de la onda. La presión
sistólica puede aumentar hasta 20 mm Hg desde la aorta proximal hasta las
arterias radial o femoral (10). Este aumento en la presión sistólica máxima se
compensa por el estrechamiento de la onda de presión sistólica, de modo que
la presión arterial media (descrita más adelante) permanece invariable.
Ondas reflejadas
El aumento de la presión sistólica en las arterias periféricas es el resultado
de las ondas de presión que son reflejadas de vuelta desde las bifurcaciones
Raíz aórtica
Arteria humeral
Arteria radial
Arteria femoral
FIGURA 7-4. Formas de las ondas de presión arterial en puntos específicos a lo largo de
la circulación arterial.
Shock circulatorio
Los determinantes de la PAM en la ecuación 7.4 constituyen la base de tres
tipos generales de shock circulatorio:
a. PAMD baja = shock hipovolémico.
b. GC bajo = shock cardiogénico.
c. RVS baja = shock vasogénico (p. ej., shock séptico).
Así pues, los determinantes de la PAM constituyen el eje central del enfoque
diagnóstico de la hipotensión y del shock circulatorio, para cuyo tratamiento
se necesita monitorizar de forma rigurosa la PAM, preferiblemente con regis-
tros de presión intraarteriales. Una PAM ≥ 65 mm Hg es uno de los criterios de
valoración del tratamiento (10,12).
Sistemas resonantes
Las presiones vasculares se transmiten a través de tubos de plástico llenos de
líquido que conectan el catéter arterial al transductor de presión. Este sistema
lleno de líquido puede oscilar espontáneamente y las oscilaciones pueden
distorsionar la forma de la onda de presión arterial (13,14).
A
20 mm Hg Lavado
25 mm/s
25 mm/s
25 mm/s
FIGURA 7-5. Prueba de lavado rápido. Panel A: respuesta normal; Panel B: respuesta
infraamortiguada; Panel C: respuesta sobreamortiguada. Véase la explicación en el texto.
COMENTARIO FINAL
La mayor parte de la ignorancia puede vencerse;
no sabemos porque no queremos saber.
Aldous Huxley
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Determinaciones directas
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update. Circulation 2011; 123:e18–e209.
CATÉTER
DE ARTERIA
PULMONAR
Un foco no puede usarse con eficacia sin conocer detalladamente
el territorio que va a explorarse.
Fergus Macartney, FRCP
EL CATÉTER
El catéter de arteria pulmonar (AP) fue diseñado por Jeremy Swan, un cardió-
logo (1), que acopló un pequeño globo hinchable a un catéter. Al hincharse,
el globo permite que el flujo de sangre venosa lleve el catéter hasta el lado
derecho del corazón y hacia las arterias pulmonares (parecido al descenso de
una lancha de goma hinchable por un río). Este principio de flotación del globo
permite realizar el cateterismo de las cavidades cardíacas derechas a la cabe-
cera del paciente sin necesidad de guía radioscópica.
135
Características
En la figura 8-1 se muestran las características básicas de un catéter de arteria
pulmonar. Tiene 110 cm de longitud y un diámetro externo de 2,3 mm (apro-
ximadamente 7 French). Presenta dos canales internos: uno sale por la punta
del catéter (luz distal o de AP), y el otro sale 30 cm en sentido proximal a la
punta del catéter, que debe quedar colocado en la aurícula derecha (luz proxi-
mal o de AD). La punta del catéter tiene un pequeño globo inflable (1,5 ml de
capacidad) que ayuda a llevar el catéter hasta su destino final (como se ha des-
crito). Cuando el globo se hincha por completo, crea un hueco para la punta
del catéter que evita que la punta dañe la pared del vaso mientras avanza. Un
pequeño reóstato (transductor sensible a la temperatura) se coloca cerca de la
punta del catéter. Este dispositivo se encarga de medir el gasto cardíaco, como
se describe más adelante.
Colocación
El catéter de AP se introduce a través de una vaina introductora de calibre
grueso (8-9 French) que se coloca en la vena subclavia o en la yugular interna
(v. fig. 8-1). La luz distal del catéter se conecta al transductor de presión para
monitorizar las presiones vasculares a medida que avanza el catéter. Cuando
Catéter introductor
Luz de AD
Globo hinchado
Luz de AP
Reóstato
PRESIÓN DE ENCLAVAMIENTO
La presión de enclavamiento se obtiene inflando lentamente el globo en la
punta del catéter de AP hasta que desaparece la presión pulsátil, como se
muestra en la figura 8-3. Obsérvese que la presión de enclavamiento está al
mismo nivel que la presión diastólica en la arteria pulmonar. Esta relación está
alterada en la hipertensión pulmonar, donde la presión de enclavamiento es
menor que la presión diastólica en la arteria pulmonar.
Arteria pulmonar
enclavada
30
20
10
4
0
Aurícula derecha
30 Arteria pulmonar
3 30
20
20
1
10
10
0
0
Ventrículo derecho
30 2
20
10
FIGURA 8-2. Ondas de presión en diferentes puntos a lo largo del trayecto normal
de un catéter de arteria pulmonar. Las formas de estas ondas se usan para identificar la
localización de la punta del catéter en su avance.
figura 8-3 muestra un contorno venoso típico que es similar a la presión ve-
nosa en el lado derecho del corazón. La onda a la produce la contracción de
la aurícula izquierda, la onda c se produce por el cierre de la válvula mitral
(durante la contracción isométrica del ventrículo izquierdo) y la onda v está
generada por la contracción sistólica del ventrículo izquierdo contra una
válvula mitral cerrada. Estos componentes suelen ser difíciles de distinguir,
pero en los pacientes con insuficiencia mitral se visualizan con facilidad
ondas v prominentes.
30
a
c
v
20
mm Hg
Inflado
del globo
10
Presión de enclavamiento
FIGURA 8-3. Trazado de presión que muestra la transición desde una presión de
arteria pulmonar pulsátil hasta la presión de oclusión (enclavamiento) del globo. La zona
ampliada muestra los componentes de la presión de enclavamiento: onda a (contracción
auricular), onda c (cierre de la válvula mitral) y onda v (contracción ventricular).
Alvéolo
Pc < PA
PE Pc Q=0
Si Q = 0
Entonces PE = Pc = PAI PAI
Variaciones espontáneas
Además de las variaciones respiratorias, la PVC y las presiones de encla-
vamiento pueden variar espontáneamente, con independencia de cualquier
cambio en los factores que influyen sobre estas presiones. La variación espon-
tánea en la presión de enclavamiento es ≤ 4 mm Hg en el 60 % de los pacientes,
pero puede llegar a ser de hasta 7 mm Hg (8). En general, un cambio en la presión
de enclavamiento debe superar los 4 mm Hg para considerarse un cambio clínicamente
significativo.
Temp
Tiempo
Salida del
reóstato
3
Inyección por el
1
puerto proximal
El líquido inyectado
se mezcla con la sangre
Curvas de termodilución
En la figura 8-6 se muestran algunos ejemplos de curvas de termodilución. La
curva de gasto cardíaco bajo (panel superior) tiene una elevación y un descen-
so graduales, mientras que la curva de gasto elevado (panel medio) tiene un
ascenso rápido, un máximo abreviado y una pendiente descendente pronun-
ciada. Obsérvese que el área bajo la curva de gasto cardíaco bajo es mayor que
el área bajo la curva de gasto cardíaco elevado (es decir, el área bajo las curvas
es inversamente proporcional al flujo).
Fuentes de error
Se recomienda realizar mediciones seriadas para cada determinación del
gasto cardíaco. Basta con tres mediciones si difieren en un 10 % o menos, y el
gasto cardíaco se calcula como el promedio de todas las mediciones. Las me-
diciones seriadas que difieren en más de un 10 % no se consideran fiables (14).
Variabilidad
El gasto cardíaco mediante termodilución puede variar hasta en un 10 % sin
ningún cambio aparente en el estado clínico del paciente (15). Por lo tanto,
un cambio en el gasto cardíaco por termodilución debe superar el 10 % para
considerarse clínicamente significativo.
Insuficiencia tricuspídea
El flujo regurgitante a través de la válvula tricúspide puede ser algo frecuente
durante la ventilación mecánica con presión positiva. El flujo regurgitante
hace que se recicle el líquido indicador, generando una curva de termodilu-
ción prolongada y de escasa amplitud similar a la que se observa en la ima-
gen inferior de la figura 8-6. Esto da lugar a una medición del gasto cardíaco
falsamente baja (16).
Cortocircuitos intracardíacos
Los cortocircuitos intracardíacos producen mediciones del gasto cardíaco
por termodilución falsamente elevadas. En los cortocircuitos de derecha a
izquierda, una parte del líquido indicador frío pasa a través del cortocircuito,
GC = 2 l/min
5s
GC = 15 l/min
INSUFICIENCIA
TRICUSPÍDEA
FIGURA 8-6. Curvas de termodilución para un gasto cardíaco bajo (panel superior), un
gasto cardíaco elevado (panel medio) e insuficiencia tricuspídea (panel inferior). La inflexión
brusca en cada curva señala el final del período de medición. GC, gasto cardíaco
PARÁMETROS HEMODINÁMICOS
El catéter de AP proporciona un caudal de información sobre la función
cardiovascular y el transporte de oxígeno sistémico. En este apartado se
describen brevemente los parámetros hemodinámicos que pueden medirse o
derivarse con el catéter de AP. Estos parámetros se muestran en la tabla 8-1.
Tamaño corporal
Los parámetros hemodinámicos se expresan a menudo en relación con el
tamaño corporal, y la medición popular del tamaño corporal para las deter-
*mm Hg/l/min/m2
Parámetros cardiovasculares
Los parámetros siguientes se usan para evaluar el rendimiento cardíaco y la
presión arterial media. En la tabla 8-1 se especifican los intervalos normales
para estos parámetros. Los parámetros que están ajustados al área de superfi-
cie corporal se identifican con el término índice.
Índice cardíaco
El gasto cardíaco (GC) por termodilución es el volumen sistólico promedio del
corazón en períodos de un minuto. Normalmente, se ajusta al área de super-
ficie corporal (ASC) y se denomina índice cardíaco (IC).
IC = GC/ASC (8.6)
En un adulto de tamaño medio, el índice cardíaco es aproximadamente el 60 %
del gasto cardíaco, y el intervalo normal es de 2,4-4 (l/min)/m2.
Índice sistólico
El corazón es una bomba de eyección, y el volumen sistólico es el volumen
de sangre que expulsa el corazón en un ciclo de bombeo. El volumen sistólico
equivale al gasto sistólico promedio del corazón por minuto (gasto cardíaco
medido) dividido por la frecuencia cardíaca (FC). Cuando se usa el índice
cardíaco (IC), el volumen sistólico se denomina índice sistólico (IS).
IS = IC/FC (8.7)
El índice sistólico es una medida del rendimiento sistólico del corazón durante
un ciclo cardíaco. El intervalo normal en los adultos es de 20-40 ml/m2.
Aporte de oxígeno
La tasa de transporte de oxígeno en la sangre arterial se denomina aporte de
oxígeno (DO2), y es el producto del gasto cardíaco (o del IC) por la concentra-
ción de oxígeno en la sangre arterial (CaO2).
DO2 = IC × CaO2 (8.10)
La concentración de oxígeno en la sangre arterial (CaO2) depende de la con-
centración de hemoglobina (Hb) y del porcentaje de saturación de la hemog-
lobina por el oxígeno (SaO2): CaO2 = 1,3 × Hb × SaO2. Por lo tanto, la ecuación
del DO2 puede reescribirse como:
DO2 = IC × (1,3 × Hb × SaO2) (8.11)
El DO2 se expresa en (ml/min)/m2 (si se usa el índice cardíaco en lugar del
gasto cardíaco), y el intervalo normal se muestra en la tabla 8-1.
Captación de oxígeno
La captación de oxígeno (VO2), también denominada consumo de oxígeno,
es la tasa de oxígeno que es captado desde los capilares sistémicos hacia los
tejidos. El VO2 se calcula como el producto del gasto cardíaco (o del IC) por la
diferencia en la concentración de oxígeno entre la sangre arterial y la venosa
(CaO2 – CvO2). La sangre venosa es, en este caso, sangre venosa «mixta» en
la arteria pulmonar.
VO2 = IC × (CaO2 – CvO2) (8.12)
Si la CaO2 y la CvO2 se desglosan en sus componentes, puede reescribirse la
ecuación del VO2:
VO2 = IC × 1,3 × Hb × (SaO2 – SvO2) (8.13)
APLICACIONES
Patrones hemodinámicos
La mayoría de los problemas hemodinámicos pueden identificarse apreciando
el patrón de cambios en tres parámetros hemodinámicos: presión de llenado
cardíaco (PVC o PEAP), gasto cardíaco y resistencia vascular sistémica o pul-
monar. Esto se demuestra en la tabla 8-2 usando las tres formas clásicas de
shock: hipovolémico, cardiogénico y vasogénico. Cada una de estas situacio-
nes genera un patrón de cambios diferente en los tres parámetros. Como hay
tres parámetros y tres posibles estados (bajo, normal o elevado), existen 33 o
27 patrones hemodinámicos posibles, cada uno de los cuales representa un
estado hemodinámico diferente.
Oxigenación tisular
Los patrones hemodinámicos que se acaban de describir pueden identificar
un problema hemodinámico, pero no aportan información sobre el impacto
del problema sobre la oxigenación tisular. Este inconveniente se solucionará
añadiendo la captación de oxígeno (VO2) que, además, puede ayudar a iden-
tificar un estado de shock clínico. El shock clínico puede definirse como una
situación en la que la oxigenación tisular es inadecuada para las necesidades
del metabolismo aerobio. Dado que puede usarse un VO2 menor del normal
como signo indirecto de un metabolismo aerobio con limitación de oxígeno,
puede usarse un VO2 por debajo del normal como signo indirecto de shock
clínico. El ejemplo siguiente muestra cómo puede añadirse el VO2 a la evalua-
ción del paciente con insuficiencia de la bomba cardíaca.
Sin la medición del VO2 en la tabla 8.3, es imposible distinguir entre una in-
suficiencia cardíaca compensada y un shock cardiogénico. Esto ilustra cómo
puede usarse la monitorización del transporte de oxígeno para determinar las
consecuencias de las alteraciones hemodinámicas sobre la oxigenación sisté-
mica. La monitorización del transporte de oxígeno se describe con más detalle
en el capítulo 10.
COMENTARIO FINAL
A pesar del caudal de información relevante desde el punto de vista fisioló-
gico que proporciona el catéter de AP, su utilización ha sido vilipendiada y
prácticamente abandonada en los últimos años, ya que se ha demostrado en
estudios clínicos que el uso de este catéter aumenta el riesgo, con beneficios
escasos o nulos en cuanto a la supervivencia (2-4). Los puntos siguientes apo-
yan el uso de este catéter.
1. En primer lugar, y más importante, el catéter de AP es un instrumento de
monitorización, no un tratamiento. Si se coloca un catéter de AP para estudiar
un problema y se descubre un trastorno que no puede tratarse (p. ej., shock
cardiogénico), el problema no es el catéter, sino la falta de un tratamiento
eficaz. Los resultados clínicos deben usarse para evaluar los tratamintos,
no las mediciones.
2. Además, los estudios indican que los médicos a menudo no comprenden las
mediciones aportadas por los catéteres de AP (19,20). Cualquier instrumento
puede convertirse en un arma en las manos equivocadas.
3. Por último, el uso incesante de las tasas de mortalidad para evaluar las
intervenciones de cuidados intensivos es problemática, ya que la presunción
de que cualquier intervención tiene que salvar vidas para ser valiosa es errónea.
Las intervenciones deben tener metas más específicas e inmediatas, aparte
de la vida o la muerte. En el caso de un dispositivo de monitorización, el
objetivo es proporcionar información clínica, y el catéter de AP logra esta
finalidad con diferencia.
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RENDIMIENTO
CARDIOVASCULAR
¿Cuándo se dice que un trozo de materia está vivo?
Cuando sigue «haciendo algo», moviéndose,
intercambiando material con el entorno.
Erwin Schrodinger
What is Life? (1944)
Se calcula que el organismo humano tiene 100 000 000 000 000 de células que
deben intercambiar material con el medio externo para mantenerse vivas.
Este intercambio es posible gracias al sistema circulatorio: un circuito hidráu-
lico cerrado con una bomba de eyección automática que promedia 100 000
eyecciones al día, un flujo volumétrico que promedia 8 000 litros/día y un
entramado de vasos conductores que, si se pegasen uno detrás del otro, me-
diría 96 500 km (¡más de dos veces el perímetro de la Tierra!) (1). El diseño y
el rendimiento de este sistema circulatorio es un recuerdo de la siguiente cita
de Aristóteles: En todas las cosas de la naturaleza hay algo asombroso (2).
En este capítulo se describen las fuerzas que gobiernan el flujo sanguíneo a
través del sistema circulatorio, tanto del flujo pulsátil (gasto cardíaco) como
del flujo constante (flujo sanguíneo periférico), así como los métodos dispo-
nibles para monitorizar estas fuerzas en el entorno clínico. Muchos de los
conceptos de este capítulo son viejos conocidos de la clase de fisiología.
PRECARGA VENTRICULAR
Definición de precarga
Si un extremo de una fibra muscular se suspende de un puntal rígido y se le
acopla un peso al extremo libre del músculo, éste se estirará hasta una nueva
longitud. El peso añadido en esta situación representa una fuerza denomina-
da precarga. (El prefijo pre indica que la carga se impone antes del inicio de
la contracción muscular.) Por lo tanto, la precarga se define como la fuerza
151
impuesta a un músculo en reposo que lo estira hasta una nueva longitud. Según la
relación entre longitud y tensión del músculo, un aumento de la longitud de
un músculo en reposo aumentará la fuerza de contracción muscular (porque
se forman más puentes cruzados entre los elementos contráctiles del músculo)
(3). Por lo tanto, la fuerza de la precarga actúa para aumentar la fuerza de la con-
tracción muscular.
Presión sistólica
máxima
Presión ventricular
Fuerza de
contracción
ventricular
Presión
telediastólica
Volumen telediastólico
Mediciones clínicas
El volumen telediastólico ventricular no se mide fácilmente a la cabecera del
paciente, de forma que se emplea la presión telediastólica como medida de
la precarga ventricular. La presión telediastólica en los ventrículos derecho e
izquierdo se mide del siguiente modo:
1. La presión en la vena cava superior, denominada también presión venosa
central (PVC), equivale a la presión en la aurícula derecha (PAD). Cuando
no existe disfunción de la válvula tricúspide, la PAD equivale a la presión
telediastólica del ventrículo izquierdo (PTDVI), es decir,
PVC = PAD = PTDVI
Por lo tanto, la PVC puede usarse como la presión de llenado del ventrículo
derecho cuando la función de la válvula tricúspide es normal.
2. La presión de enclavamiento de la arteria pulmonar (PEAP), descrita en el
capítulo anterior, equivale a la presión en la aurícula izquierda (PAI). En
ausencia de disfunción de la válvula mitral, la PAI equivale a la presión
telediastólica del ventrículo izquierdo (PTDVI), es decir,
PEAP = PAI = PTDVI
Por lo tanto, la presión de enclavamiento puede usarse como la presión de
llenado del ventrículo izquierdo cuando la función de la válvula mitral es
normal.
Los intervalos de referencia para la PVC y las presiones de enclavamiento se
muestran en la tabla 9-1 (4,5). Obsérvese el intervalo de presión sumamente bajo
para la PVC, que ayuda a promover el retorno venoso al corazón. Obsérvese
también que la presión de enclavamiento es ligeramente mayor que la PVC; la
mayor presión en la aurícula izquierda cierra el colgajo sobre el agujero oval y
evita la aparición de cortocircuitos de derecha a izquierda en los pacientes con
un agujero oval permeable (alrededor del 30 % de los adultos).
En las referencias 4 y 5. Los volúmenes telediastólicos y los volúmenes sistólicos se expresan en relación
con el área de superficie corporal.
15
Normal
Gasto cardíaco (l/min)
10
Insuficiencia
cardíaca
5
Intervalo
de presión
normal
0
-4 0 4 8 12
Presión en la aurícula derecha (mm Hg)
FIGURA 9-2. Curvas de función ventricular que describen la relación entre la presión
en la aurícula derecha y el gasto cardíaco. La curva normal se ha reproducido a partir de
la referencia 6.
120 40
r = 0,03 r = 0,33
30
100
∆VTDVD (ml/m2)
VTDVD (ml/m2)
20
80
10
60
0
40 -10
4 8 12 16 -4 0 4 8
CVP
PVC (mm Hg)
(mm Hg) ∆PVC(mm
ΔCVP (mm Hg)
Hg)
FIGURA 9-3. Gráficas que muestran las relaciones entre la presión telediastólica del
ventrículo derecho (PVC) y el volumen telediastólico del ventrículo derecho (VTDVD)
en adultos sanos que recibieron una infusión de suero salino isotónico (3 litros en 3 h). La
gráfica de la izquierda muestra las determinaciones de referencia de la PVC y el VTDVD,
y la gráfica de la derecha muestra los cambios en la PVC y el VTDVD en respuesta a dicha
infusión. Los coeficientes de correlación (r) se muestran en el ángulo superior izquierdo de
cada gráfica. Las gráficas se han reproducido a partir de la referencia 9.
Distensibilidad ventricular
El llenado ventricular está influido por la tendencia de las paredes ventricu-
lares a estirarse durante la diástole (distensibilidad). El término más popular
para la distensibilidad es el anglicismo «compliance» (complianza). La disten-
sibilidad ventricular se calcula como el cociente de cambios asociados en el
volumen telediastólico (ΔVTD) y la presión telediastólica (ΔPTD):
Distensibilidad = Δ VTD/Δ PTD (9.1)
Un descenso en la distensibilidad ventricular producirá un cambio mayor en
la PTD para un cambio concreto en el VTD, o un cambio menor en el VTD para
un cambio concreto en la PTD.
40
Presión telediastólica (mm Hg)
Miocardiopatía
30 hipertrófica
20
Normal
10
0
20 60 100
Volumen telediastólico (ml/m2)
FIGURA 9-4. Curvas de presión y volumen diastólicas para el ventrículo izquierdo
en una persona control y en un paciente con miocardiopatía hipertrófica. Datos de la
referencia 11.
Circuito catéter-transductor
Los catéteres que se usan para monitorizar la PVC son catéteres venosos cen-
trales de varias luces (de 15 cm a 20 cm de longiutud) que se introducen en la
vena subclavia o en la vena yugular interna, avanzando hacia la vena cava
superior. Los catéteres venosos centrales de inserción periférica (CVCP) no se
utilizan para monitorizar la PVC por la preocupación de que su longitud (de
hasta 70 cm) atenúe la señal de presión. Sin embargo, existe un estudio en el
que se demuestra que los CVCP pueden proporcionar determinaciones pre-
cisas de la PVC cuando se usa una infusión continua de suero salino (a velo-
cidades comparables a las usadas para los catéteres arteriales) para mantener
la permeabilidad del catéter (14). La monitorización mediante CVCP parece
atractiva, ya que elimina los riesgos (punción arterial y neumotórax) asocia-
dos a la canalización de las venas subclavia y yugular interna.
Valor de referencia
La PVC es una presión hidrostática, de ahí la importancia de que el transduc-
tor lleno de líquido esté a la misma altura que la aurícula derecha. El punto
de referencia tradicional para la aurícula derecha es la intersección de la línea
medioaxilar (a mitad de camino entre los pliegues axilares anterior y posterior)
y el cuarto espacio intercostal, con el paciente en decúbito supino. Un punto de
referencia alternativo que puede usarse en posición semitumbada (de hasta 60 º)
se localiza unos 5 cm directamente por debajo del ángulo esternal (ángulo de
Louis), donde el esternón se encuentra con la segunda costilla (15).
PIN
Tórax
SVC
PIN PTÓRAX
PATM
PTM = PIN – PTÓRAX
FIGURA 9-5. Ilustración que muestra la diferencia entre la presión intravascular (PIN)
registrada electrónicamente y la presión transmural (PTM), responsable de la distensión
de los ventrículos durante la diástole. PATM, presión atmosférica; PTÓRAX, presión
intratorácica; VCS, vena cava superior.
Variabilidad
La PVC y la presión de enclavamiento pueden variar espontáneamente hasta
en 4 mm Hg (18), por lo que los cambios en estas presiones deben superar este
valor para que se consideren clínicamente significativas.
POSCARGA VENTRICULAR
Definición de poscarga
Cuando se acopla un peso al extremo de un músculo contráctil, la fuerza de
la contracción muscular debe ser lo suficientemente grande para elevar el
Ley de Laplace
Los factores determinantes de la tensión de la pared ventricular se calcularon
a partir de las observaciones en burbujas de jabón realizadas por Marquis de
Laplace en 1820. Sus observaciones se expresan en la Ley de Laplace, que esta-
blece que la tensión de la pared en una esfera de pared fina está directamente
relacionada con la presión de la cámara y con el radio de la esfera: a continua-
ción, se presenta una versión modificada de la Ley de Laplace:
Tensión de la pared = (presión × radio)/(2 × grosor de la pared) (9.2)
Cuando se aplica la relación de Laplace al corazón, la presión relevante es la
presión transmural máxima a través del ventrículo durante la sístole, y el ra-
dio relevante es el radio telediastólico de la cavidad ventricular. Las relaciones
en la ecuación 9.2 permiten formular las afirmaciones siguientes:
1. Cuanto mayor sea la presión transmural máxima durante la sístole, mayor
será la tensión de la pared.
2. Cuanto mayor sea el tamaño de la cavidad ventricular, mayor será la
tensión de la pared.
3. Cuanto mayor sea la hipertrofia ventricular, menor será la tensión de la
pared.
Componentes de la poscarga
Las fuerzas que contribuyen a la poscarga ventricular pueden identificarse
por su relación con las variables en la ecuación de Laplace. Esto se demuestra
por el diagrama de flujo en la figura 9-7. Los componentes de la fuerza de
la poscarga ventricular son el volumen telediastólico (precarga), la presión
pleural, la impedancia vascular y la resistencia vascular periférica. En este
apartado se comentan brevemente cada una de estas fuerzas.
Presión pleural
Como la poscarga es la tensión de la pared transmural, estará influenciada por
la presión pleural que rodea al corazón.
TENSIÓN SISTÓLICA
MÁXIMA DE LA PARED
Volumen
telediastólico
Presión pleural
Impedancia Resistencia
aórtica vascular sistémica
R = 8μL/πr4
PRESIÓN PLEURAL POSITIVA. Las presiones positivas que rodean el corazón fa-
vorecerán el vaciamiento ventricular al facilitar el movimiento hacia dentro de
la pared ventricular durante la sístole (19,21). Este efecto es responsable del fe-
nómeno que se muestra en la figura 9-8. Los trazados en esta figura muestran
el efecto de una insuflación pulmonar con presión positiva sobre la presión
arterial. Obsérvese que, cuando la presión intratorácica se eleva durante una
respiración con presión positiva, existe un incremento transitorio en la presión
arterial sistólica (lo que refleja un aumento del volumen sistólico del corazón).
La elevación inspiratoria en la presión arterial durante la ventilación mecánica
se conoce como «pulso paradójico inverso».
El efecto «de descarga» de la presión intratorácica positiva es el fundamento
de la aplicación de la respiración con presión positiva como maniobra de
«ayuda ventricular» en los pacientes con insuficiencia cardíaca avanzada
(21,22). Los efectos cardiovasculares de la ventilación mecánica se describen
con más detalle en el capítulo 25.
cm H2O 20
130
110
mm Hg
90
70
FIGURA 9-8. Cambios en la presión arterial en respuesta a una respiración con presión
positiva.
Componentes vasculares
El volumen sistólico del ventrículo izquierdo genera una presión y patrones
de flujo pulsátiles en la aorta y las arterias principales, pero los cambios fásicos
en la presión y el flujo se amortiguan progresivamente a medida que la sangre
va desplazándose hacia la periferia, y en el momento en el que la sangre llega
a las arteriolas periféricas pequeñas, la presión y el flujo son constantes y no
pulsátiles. La fuerza que se opone al flujo pulsátil se conoce como impedancia,
y la que se opone a un flujo constante es la resistencia.
Resistencia vascular
La resistencia (R) al flujo constante en un circuito hidráulico está directamente
relacionada con la presión impulsora a través del circuito (Pdentro – Pfuera), y
guarda una relación inversa con el ritmo del flujo constante (Q) a través del
circuito:
R = (Pdentro – Pfuera)/Q (9.3)
sangre se aleja del corazón, el circuito arterial actúa para amortiguar progre-
sivamente el patrón pulsátil de la presión y el flujo, culminando en un flujo
constante o no pulsátil en el momento en el que la sangre alcanza la microcir-
culación. (El flujo constante permite un intercambio más eficiente en la micro-
circulación.) Las pulsaciones en las arterias proximales representan el trabajo
cardíaco gastado (no implicado en promover el flujo y el intercambio capilar),
mientras que el mantenimiento de un flujo constante en los vasos sanguíneos
periféricos representa la porción eficiente del trabajo cardíaco desde el punto
de vista energético.
Según esta ecuación, un flujo constante (Q) a través de un tubo rígido está
directamente relacionado con el gradiente de presión a lo largo del tubo (ΔP)
y con la cuarta potencia del radio (r) del tubo, e inversamente relacionado con
la longitud del tubo (L) y la viscosidad (μ) del líquido. El término final de la
ecuación es la inversa de la resistencia (1/R), de modo que la resistencia puede
describirse como:
R = 8μL/πr4 (9.7)
Esta ecuación identifica el radio de los vasos sanguíneos como el factor inde-
pendiente de mayor importancia en la determinación de la resistencia a un
flujo constante en la circulación periférica; es decir, la duplicación del vaso
del radio multiplicaría por 16 el ritmo de flujo (r4 × r4 = r16). Esto destaca la
importancia del tratamiento vasodilatador para favorecer el gasto cardíaco en
los pacientes con insuficiencia cardíaca.
Viscosidad de la sangre
Según las ecuaciones 9.6 y 9.7, el flujo constante variará inversamente con los
cambios en la viscosidad (μ) de la sangre. La viscosidad se define como la
resistencia de un líquido a cambios en su ritmo de flujo (28), y se ha denomi-
nado también «pegajosidad» de un líquido (29). La viscosidad de la sangre es
el resultado del entrecruzamiento de eritrocitos con fibrinógeno plasmático,
y el determinante principal de la viscosidad de la sangre es la concentración
de eritrocitos (el hematocrito). La influencia del hematocrito sobre la viscosi-
dad de la sangre se muestra en la tabla 9-2. Obsérvese que la viscosidad de
la sangre puede expresarse en términos absolutos o relativos (con respecto al
agua). La viscosidad del plasma (hematocrito cero) es sólo ligeramente mayor
que la del agua, mientras que la viscosidad de la sangre total con un hemato-
crito normal (45 %) es aproximadamente tres veces mayor que la del plasma y
unas cuatro veces mayor que la del agua. La influencia del hematocrito sobre
la viscosidad de la sangre es el factor independiente más importante en la
En: Documenta Geigy Scientific Tables. 7th Ed. Basel: Documenta Geigy, 1966:557–8.
Relevancia clínica
La viscosidad casi nunca se mide en el entorno clínico por la preocupación
de que las determinaciones in vitro de la viscosidad no tengan en cuenta las
situaciones in vivo, como la dilución por cizallamiento, que influye sobre
la viscosidad de la sangre y sobre el flujo sanguíneo. A pesar de la falta de
determinaciones significativas, la viscosidad es un aspecto importante para
comprender los efectos hemodinámicos de situaciones como la anemia, las
transfusiones sanguíneas y la deshidratación.
15
12
Gasto cardíaco (l/min)
Cambio
9 del 225 %
en el GC
6
Cambio del 38 % en el Hto
3
Hemodilución
0
60 50 40 30
Hematocrito (%)
COMENTARIO FINAL
Una de las características que distinguen a la medicina de cuidados intensivos
es la oportunidad de aplicar principios básicos de fisiología cardiovascular y
respiratoria a la cabecera del paciente. Por supuesto, para ello es preciso tra-
bajar sobre los conceptos que se comentan en este capítulo (y los descritos en
los capítulos 10, 20 y 25). A continuación, se resumen algunos de los puntos
más sobresalientes de este capítulo:
1. El corazón es una bomba de eyección regulada por volumen, y el volumen
telediastólico ventricular (precarga) es el principal determinante de la
fuerza de la contracción ventricular.
2. Las presiones de llenado ventricular (PVC y presión de enclavamiento)
se usan como alternativas para la medición de los volúmenes de llenado
ventricular, pero son poco fiables.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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OXIGENACIÓN
SISTÉMICA
El oxígeno puede ser necesario para la vida, pero no evita la muerte.
P.L.M.
OXÍGENO EN SANGRE
La oxigenación de la sangre arterial y venosa interviene a menudo en el es-
tudio de la oxigenación sistémica. Las determinaciones más relevantes del
oxígeno (O2) en sangre son la presión parcial de O2 (PO2), la saturación de O2
de la hemoglobina (SO2), las concentraciones de hemoglobina unida al O2 y de
O2 disuelto, y la concentración total de O2 (denominado también contenido de
O2). En la tabla 10-1 se enumeran los valores normales de estas determinacio-
nes en sangre arterial y venosa.
Oxigenación de la hemoglobina
La oxigenación de la hemoglobina se estudia mediante la fracción de he-
moglobina en sangre que está completamente saturada con O2. Es lo que se
denomina saturación de O2 (SO2), y es el cociente entre la hemoglobina com-
pletamente oxigenada respecto a la hemoglobina total en sangre.
SO2 = Hb oxigenada/Hb total (10.1)
Este cociente se expresa normalmente en forma de porcentaje (porcentaje de sa-
turación de la hemoglobina). La SO2 puede medirse mediante espectrofotome-
tría (denominada oximetría, y descrita en el cap. 21), o bien puede calcularse
usando los valores de PO2 en sangre, como se describe a continuación.
171
Los valores que se muestran son para una temperatura corporal de 37 °C y una concentración de
hemoglobina de 15 g/dl.
*Cálculos de volumen basados en un volumen sanguíneo total (VST) de 5 litros, volumen de sangre arterial
= 25 % del VST y volumen de sangre venosa = 75 % del VST.
Hb, hemoglobina; dl, decilitro (100 ml).
100
(SaO2)
90
80
Saturación de oxígeno de la hemoglobina (%)
(SvO2) Desplazamiento
70 a la derecha
• Acidemia
• Temperatura alta
60 • Aumento de CO2
• Aumento de 2,3-DPG
50
Sangre Sangre
venosa arterial
Desplazamiento
40
a la izquierda
• Alcalemia
• Temperatura baja
30
• Disminución de CO2
• Disminución de 2,3-DPG
20
(P50)
10
(PvO2) (PaO2)
10 20 30 40 50 60 70 80 90 100
Presión parcial de oxígeno (PO2)
Contenido de oxígeno
La concentración de O2 en sangre (denominada contenido de O2) es la contri-
bución sumada del oxígeno que está unido a la hemoglobina y el oxígeno que
está disuelto en el plasma.
Oxígeno disuelto
El oxígeno no se disuelve fácilmente en el plasma (razón por la que se necesita
a la hemoglobina como molécula transportadora). La solubilidad del oxígeno
en el plasma depende de la temperatura, y varía inversamente con un cambio
de la temperatura corporal. A la temperatura corporal normal (37 ºC), cada
incremento en la PO2 de 1 mm Hg aumentará la concentración de oxígeno di-
suelto en 0,03 ml/l (4). Esta relación se expresa como coeficiente de solubilidad de
0,03 (ml/l)/mm Hg. La concentración de oxígeno disuelto en plasma a 37 ºC se
describe pues como:
O2 disuelto = 0,003 × PO2 (ml/dl) (10.3)
(Obsérvese que el coeficiente de solubilidad está reducido por un factor de
10, de modo que las unidades de oxígeno disuelto son las mismas que para el
O2 unido a la hemoglobina.) Esta ecuación destaca la limitada solubilidad del
oxígeno en el plasma (v. a continuación).
Normal
20
Hipoxia
15
CaO2 Anemia
(ml/dl) 10
Anemia e hipoxemia
Existe una tendencia a usar la PO2 arterial (PaO2) como indicación de la can-
tidad de oxígeno que hay en la sangre. Sin embargo, el contenido de oxígeno
de la sangre se determina fundamentalmente por la [Hb], como se muestra
en la ecuación 10.6. La influencia de los descensos proporcionales de la [Hb]
y la PaO2 en el contenido de oxígeno arterial se muestra en la figura 10-2.
Una disminución del 50 % en la [Hb] (desde 15 g/dl a 7,5 g/dl) produce una
reducción equivalente del 50 % en el CaO2 (desde 20 ml/dl a 10 ml/dl), mien-
tras que una reducción del 50 % en la PaO2 (desde 90 mm Hg a 45 mm Hg, que
se corresponde con un descenso en la SaO2 desde el 98 % al 78 %) causa sólo
una disminución del 20 % en el CaO2 (desde 20 ml/dl hasta 16 ml/dl). Esto
demuestra que la anemia tiene una influencia mucho mayor sobre la oxigenación
arterial que la hipoxemia. La determinación de la PaO2 es útil para evaluar el
intercambio gaseoso en los pulmones (como se describe en el cap. 20), no para
evaluar la oxigenación de la sangre.
Tipos de hipoxia
La situación en la que el rendimiento energético del metabolismo de nutrien-
tes está limitado por la disponibilidad del oxígeno se denomina disoxia (5), y la
expresión clínica de este estado es una disfunción multiorgánica que evolucio-
na a fracaso multiorgánico. La disoxia puede deberse a un aporte de oxígeno
inadecuado, que conlleva la aparición de hipoxia tisular, o bien a un defecto en
la utilización del oxígeno en las mitocondrias, que se denomina hipoxia cito-
pática (6,7). La hipoxia tisular es el mecanismo de lesión orgánica en el shock
hipovolémico y cardiogénico (6), mientras que la hipoxia citopática actúa en
la sepsis grave y en el shock séptico (7).
Como se demuestra en la figura 10-3, el DO2 y el VO2 desempeñan un papel
importante en el rendimiento energético del metabolismo de los nutrientes. En
el resto de este apartado se describirá cómo se derivan el DO2 y el VO2, y cómo
puede usarse la relación entre ambos para evaluar el estado de oxigenación
tisular. Para obtener estos parámetros es preciso medir el gasto cardíaco, que
Glucosa
O2 1
Lactato (2)
36 ATP
VO2
*Los valores ajustados al tamaño son los valores absolutos divididos por el área de superficie corporal de
un paciente en metros cuadrados (m2).
Captación de oxígeno
La tasa de transporte de oxígeno desde los capilares sistémicos hacia los teji-
dos se denomina captación de oxígeno (VO2). Como el oxígeno no se almacena
en los tejidos, el VO2 también es una medida global del consumo de oxígeno de
los tejidos que realizan el metabolismo. La VO2 puede describirse como el pro-
ducto del gasto cardíaco (GC) por la diferencia entre el contenido de oxígeno
arterial y venoso (CaO2-CvO2).
VO2 = GC × (CaO2 – CvO2) × 10 (ml/min) (10.9)
(Se multiplica por 10 por el mismo motivo que el explicado para el DO2.) Esta
ecuación es una versión modificada de la ecuación de Fick para el gasto car-
díaco (GC = VO2/CaO2-CvO2); la utilización de esta ecuación para calcular el
VO2 se denomina método de Fick inverso (10). La CaO2 y la CvO2 en la ecuación
10.9 comparten un término en común (1,34 × [Hb]), de modo que la ecuación
puede reescribirse como:
VO2 = GC × 1,34 × [Hb] × (SaO2 – SvO2) × 10 (10.10)
Para calcular el VO2 se necesitan cuatro determinaciones: las tres usadas para
calcular el DO2, más la saturación de oxígeno en sangre venosa «mixta» (SvO2)
en la arteria pulmonar, para lo que se necesita un catéter de arteria pulmonar. El
VO2 en adultos sanos en reposo es de 200-300 ml/min, o 110-160 (ml/min)/m2
cuando se ajusta para el tamaño corporal (v. tabla 10-2).
Variabilidad
Cada una de las cuatro determinaciones usadas para calcular el VO2 tiene una
variabilidad inherente que se muestra en la tabla 10-3 (10-12). La variabilidad
del VO2 calculado es ± 18 %, que es la variabilidad sumada de las determina-
ciones de cada componente. Por lo tanto, el VO2 calculado a partir de la ecuación
de Fick modificada debe variar, al menos, un 18 % para que el cambio se considerase
significativo.
Normalmente, el VO2 de los pulmones representa menos del 5 % del VO2 cor-
poral total (13), pero puede suponer hasta el 20 % cuando existe inflamación
pulmonar (frecuente en los pacientes de la UCI) (14).
Índice cardíaco
4
L/min×m2
2
VO2
150
Débito de O2
ml/min×m2
O2 Deficit
100
50
Lactato en sangre
8
mM/l
0
2 4 6 8 24
PREOP
Horas del postoperatorio
Extracción de oxígeno
La captación fraccionada de oxígeno en los tejidos viene determinada por el
cociente de extracción de oxígeno (CEO2), que es la proporción entre la capta-
ción de oxígeno (VO2) y el aporte de oxígeno (DO2).
CEO2 = VO2/DO2 (10.12)
Este cociente puede multiplicarse por 100 y expresarse en forma de porcentaje.
Tanto VO2 como DO2 comparten términos comunes (Q × 1,34 × [Hb] × 10), lo
que permite reescribir la ecuación 10.12:
CEO2 = (SaO2 – SvO2)/SaO2 (10.13)
El mantenimiento de la SaO2 por encima de 0,9 (90 %) es una práctica habitual,
por lo que el denominador en la ecuación 10.13 puede eliminarse:
CEO2 = (SaO2 – SvO2) (10.14)
Cuando la sangre arterial está completamente oxigenada (SaO2 = 1), el CEO2
viene determinado por una sola variable, como se muestra a continuación:
CEO2 = 1 – SvO2 (10.15)
El VO2 suele suponer alrededor del 25 % del DO2, por lo que el CEO2 normal
es 0,25 (intervalo 0,2-0,3, como se muestra en la tabla 10-2). Por lo tanto, sólo
el 25 % del oxígeno aportado a los capilares es captado hacia los tejidos cuan-
do las condiciones son normales. Esto cambia cuando disminuye el oxígeno
aportado, como se describe a continuación.
OO 2 ajustable
2 ajustable
100
ar
ul
tis
Extracción
ia
Normal
ox
de O2 máxima
ip
H
0
0 200 400 600
DO2 (ml/min/m2)
FIGURA 10-5. Gráfica que muestra la relación entre el aporte de oxígeno (DO2) y
la captación de oxígeno (VO2). La extracción de O2 se representa por (SaO2 – SvO2).
Véase la explicación en el texto.
más. Más allá de este punto, los descensos de DO2 se acompañan de descensos
similares en VO2, lo que señala el inicio de la hipoxia tisular. Así pues, el punto
en el que la extracción de oxígeno es máxima es el umbral anaeróbico.
Monitorización de la SvO2
La SvO2 se mide en condiciones ideales en la sangre venosa mixta en las ar-
terias pulmonares, para lo que se necesita un catéter de arteria pulmonar. La
SvO2 puede medirse periódicamente en muestras de sangre obtenidas a través
del catéter de AP, o puede monitorizarse continuamente mediante catéteres
de AP de fibra óptica. (La determinación de la SvO2 con catéteres de fibra óp-
tica se describe en el cap. 21.) El intervalo normal para la SvO2 en la sangre de
la arteria pulmonar es del 65 % al 75 % (18). La monitorización continua de la
SvO2 se asocia a fluctuaciones espontáneas que promedian un 5 %, pero que
pueden llegar hasta el 20 % (19). Un cambio en la SvO2 debe superar el 5 % y
persistir durante más de 10 min para considerarse un cambio significativo (20).
Las normas siguientes para la interpretación de la SvO2 se basan en las relacio-
nes de las ecuaciones 10.16 y 10.18, y son similares en principio a las normas
para la interpretación de la (SaO2 – SvO2) ya descritas.
1. La SvO2 normal es del 65 % al 75 %.
2. Una disminución de la SvO2 por debajo del 65 % indica un descenso del
aporte de oxígeno (p. ej., en la anemia o el gasto cardíaco bajo).
3. Una disminución de la SvO2 que se aproxime al 50 % indica una oxigenación
tisular amenazada o inadecuada.
4. Un aumento de la SvO2 superior al 75 % indica un defecto en la utilización
del oxígeno en los tejidos, algo que suele deberse a una lesión celular
inflamatoria en la sepsis grave o el shock séptico.
Marcadores de oxígeno
1. VO2 < 200 ml/min o < 110 (ml/min)/m2
2. (SaO2 – SvO2) ≥ 50 %
3. SvO2 ≤ 50 %
Marcadores químicos
1. Lactato sérico > 2 mM/l (o ≥ 4 mM/l)
2. Déficit de bases arterial > 2 mM/l
MARCADORES QUÍMICOS
El nivel de lactato sérico y el déficit de bases arterial son determinaciones
fácilmente disponibles que poseen valor diagnóstico y pronóstico. La cifra de
lactato es la mejor determinación, como se menciona a continuación.
Lactato
(Nota: Existen varias situaciones que elevan las concentraciones sanguíneas
de lactato sin un trastorno asociado en la oxigenación tisular, y que se descri-
ben en el capítulo 32. La descripción siguiente hace mención exclusivamente a
situaciones en las que la elevación de las cifras de lactato se asocia a anomalías
en la disponibilidad del oxígeno o en su utilización en los tejidos.)
Lactato en sangre
La producción de lactato es el principal resultado del metabolismo de los
eritrocitos (ya que no poseen mitocondrias), y los eritrocitos circulantes son,
por detrás del músculo esquelético, el segundo lugar en cuanto a producción
diaria de lactato (25). Sin embargo, la producción de lactato en los eritroci-
tos no crea una diferencia en la concentración de lactato entre la sangre y el
plasma (26). Los neutrófilos activados constituyen una fuente importante de
producción de lactato en situaciones de inflamación, como el síndrome de di-
ficultad respiratoria aguda (descrito en el cap. 23), pero la liberación de lactato
secundaria a inflamación pulmonar no crea una diferencia en las concentra-
ciones de lactato entre la sangre venosa y la arterial (25). Por lo tanto, pueden
medirse las cifras de lactato en plasma, en sangre total, en sangre venosa o en
sangre arterial, con resultados parecidos. La concentración normal de lactato
en sangre es ≤ 2 mmol/l, pero las cifras de lactato superiores a 4 mM/l tienen
más valor pronóstico, como se describe a continuación.
Valor pronóstico
La concentración sérica de lactato es más que un instrumento diagnóstico,
ya que también tiene implicaciones pronósticas. Los estudios realizados en
pacientes graves han demostrado que la probabilidad de supervivencia está
relacionada con la cifra inicial de lactato (previa al tratamiento), y con el tiem-
po necesario para que una cifra elevada de lactato vuelva su valor normal
(aclaramiento de lactato). Esto se muestra en la figura 10-6.
Mortalidad (%)
Lactato inicial 50 Aclaramiento de lactato
43 %
40
30
25 %
≤72h
20
15 %
13 %
10
≤72h
4%
≤72h
Lactato en la sepsis
La acumulación de lactato en la sepsis no es el resultado de un aporte inadecuado
de oxígeno, sino que parece estar relacionado con la acumulación de piruvato
a consecuencia de la inhibición de la piruvato deshidrogenasa (enzima que
convierte el piruvato en acetil coenzima A y que desplaza la glucólisis desde
el citoplasma al ciclo de Krebs en las mitocondrias) (31). Las endotoxinas y
otros componentes de las paredes de la célula bacteriana se han visto impli-
cadas en la inhibición de esta enzima (31). Este mecanismo de acumulación
del lactato concuerda con el concepto de que la causa de la lesión celular en la
sepsis grave y en el shock séptico es un defecto en la utilización del oxígeno
Citocromo oxidasa
La característica más apasionante de la NIRS es la posibilidad de monitorizar
el consumo de oxígeno mitocondrial (41). Esto es así gracias a las propiedades
ópticas de la citocromo oxidasa, la enzima responsable de convertir el oxígeno
en agua al final de la cadena de transporte de electrones. La citocromo oxidasa
COMENTARIO FINAL
La importancia de la monitorización de la oxigenación sistémica o tisular se
basa en la premisa de que una oxigenación tisular inadecuada es responsable
de lesión celular, fracaso multiorgánico y consecuencias letales en los pacien-
tes en estado grave. Esta premisa es difícil de evaluar, debido a la incapacidad
para medir los valores tisulares de oxígeno.
El aumento de las concentraciones séricas de lactato se ha usado como prue-
ba de una oxigenación tisular inadecuada en pacientes en estado grave, pero
la elevación de estos valores en pacientes con shock séptico no se deben a
una limitación de la disponibilidad de oxígeno en los tejidos (31), como ya
se ha comentado en este capítulo. De hecho, la opinión consensuada es que
la lesión celular inflamatoria es la culpable del fracaso multiorgánico y de la
mortalidad en el shock séptico (v. cap. 14). Dado que el shock séptico es la
principal causa de mortalidad en las UCI, parece que la oxigenación tisular
inadecuada no es tan importante como se creía en los pacientes en estado
crítico. Esto, por supuesto, tiene implicaciones obvias en el énfasis vigente
de la promoción de la oxigenación tisular en el tratamiento de cuidados
intensivos.
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Oxígeno en sangre
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ALTERACIONES
DEL FLUJO
CIRCULATORIO
HEMORRAGIA
E HIPOVOLEMIA
En las enfermedades agudas, el enfriamiento de las extremidades es un mal signo.
Hipócrates
*Masa corporal magra para un hombre adulto y una mujer adulta de tamaño medio.
Volumen de sangre, eritrocitos y plasma (en ml/kg) de la referencia 1.
Hemorragias
Respuestas compensadoras
La hemorragia aguda desencadena dos respuestas compensadoras encamina-
das a restaurar el déficit de volumen (3). La primera supone el desplazamien-
to de líquido intersticial hacia el torrente sanguíneo. Este relleno transcapilar
puede añadir hasta un litro al volumen de plasma, pero deja un déficit en el
líquido intersticial. La segunda respuesta supone la activación del sistema re-
nina-angiotensina-aldosterona (por la disminución de la perfusión renal), que
produce la conservación de sodio por los riñones. El sodio retenido potenciará
principalmente el volumen intersticial, y de este modo ayudará a reponer el
déficit de líquido intersticial generado por el relleno transcapilar. Estas dos
respuestas pueden compensar por completo la pérdida de un 15 % a un 20 %
del volumen sanguíneo (3).
Gravedad de la hemorragia
El American College of Surgeons ha propuesto el sistema de clasificación si-
guiente para las hemorragias agudas (4).
CLASE II. Pérdida del 15 % al 30 % del volumen de sangre (o 10-20 ml/kg). Esto
representa la fase compensada de la hipovolemia, en la que la presión arterial
se mantiene por vasoconstricción sistémica (5). Pueden apreciarse cambios
posturales en la frecuencia del pulso y en la presión arterial, pero no son
signos constantes (v. más adelante) y la hipovolemia puede ser clínicamente
silente. La respuesta vasoconstrictora a la hipovolemia es más intensa en la
circulación esplácnica, y la hipoperfusión esplácnica puede causar alteracio-
nes en la mucosa intestinal e invasión del torrente sanguíneo por patógenos
entéricos (6).
CLASE IV. Pérdida de > 45 % del volumen de sangre (o > 30 ml/kg). Este grado
de hemorragia puede causar un shock hemorrágico intenso que puede ser
irreversible. Las manifestaciones clínicas consisten en fracaso multiorgánico y
acidosis metabólica (láctica) intensa. Esta categoría abarca la hemorragia masi-
va, que se describe más adelante en este capítulo.
Constantes vitales
Los cambios en la frecuencia cardíaca y en la presión arterial que se producen
en la hipovolemia aguda se enumeran en la tabla 11-2, junto con las sensibi-
lidades y especificidades comunicadas para dos grados de hemorragia (8,9).
No se observa taquicardia ni hipotensión en decúbito supino en la gran ma-
yoría de los pacientes con un déficit de volumen sanguíneo de hasta 1,1 litros
(hasta el 25 % de pérdida de volumen sanguíneo en los hombres adultos de un
tamaño promedio). La ausencia de taquicardia va en contra de las creencias
tradicionales, aunque en pacientes con hemorragias agudas puede prevalecer
más la bradicardia (8).
1Frecuencia cardíaca > 100 latidos/minuto; 2Presión sistólica < 95 mm Hg; 3Incremento en la frecuencia de
Cambios posturales
El movimiento desde una posición en decúbito supino a una posición de bipe-
destación causa el desplazamiento de 7 a 8 ml/kg de sangre hasta las extremida-
des inferiores (8). En las personas sanas, este cambio en la posición corporal se
asocia a un ligero aumento de la frecuencia cardíaca (de unos 10 latidos/min) y
a una pequeña disminución de la presión arterial sistólica (unos 3 a 4 mm Hg).
Estos cambios pueden estar exagerados en la hipovolemia. Los cambios postu-
rales esperados en la hipovolemia son un incremento en la frecuencia cardíaca
de, al menos, 30 latidos/min, y un descenso de la presión arterial sistólica que
supera los 20 mm Hg. Como se muestra en la tabla 11-2, estos cambios postu-
rales son inusuales con pérdidas de sangre menores de 630 ml (descenso ≤ 12 %
del volumen de sangre), pero por encima de este valor, el incremento del pulso
postural es un marcador sensible y específico de hemorragia aguda (como lo
indican las cifras dentro de recuadros en la tabla 11-2).
En resumen, las constantes vitales aportan poco en la evaluación de la hipo-
volemia, y en particular para descartar el diagnóstico. La hipotensión en decú-
bito supino puede sugerir la presencia de una hipovolemia intensa, pero esta
alteración debiera acompañarse de otros marcadores de hipovolemia intensa
más fiables (p. ej., disminución de la diuresis, elevación de la concentración
sérica de lactato).
Hematocrito
El uso del hematocrito (y de la concentración de hemoglobina) para evaluar
la presencia y la intensidad de las hemorragias es frecuente e inadecuado. Los
cambios en el hematocrito muestran una correlación escasa con los déficit de
volumen sanguíneo y los déficit de eritrocitos en la hemorragia aguda (10), y
4 Plasma
3 Hto = 45 %
Litros
2
Células
0
Normal 1 h después Salino Sangre total
en el hematocrito. Esto confirma que, en las primeras horas tras una hemorragia
aguda, el hematocrito es un reflejo del esfuerzo de reposición (el tipo y el volumen
de líquidos infundidos) y no de la magnitud de la hemorragia.
18
r = 0,17
16 p = 0,07
14
12
10
PVC (mm Hg)
0
30 50 70 90 110 130
VSC (ml/kg)
Lactato sérico
Como se acaba de comentar, una elevación en la concentración sérica de lac-
tato en el contexto de una hemorragia aguda es un signo de presunción de un
shock hemorrágico. La posibilidad de que la acumulación de lactato en esta-
dos de flujo bajo sea consecuencia de la disminución del aclaramiento de lacta-
to no está respaldada por estudios clínicos que demuestren tasas equivalentes
de eliminación de lactato en adultos sanos y pacientes con shock cardiogénico
(16). Aunque el umbral para una concentración de lactato sérico elevada es
de 2 mM/l, valores de lactato ≥ 4 mM/l tienen un mayor valor predictivo de
aumento de la mortalidad (17), por lo que suele usarse un umbral de 4 mM/l para
identificar elevaciones del lactato sérico potencialmentes mortales.
Sobrecargas de líquido
No existe un protocolo estándar para realizar las sobrecargas de líquido. La
preocupación principal es asegurarse de que la sobrecarga aumentará la pre-
carga ventricular (el volumen telediastólico), y el ritmo de infusión es más
importante que el volumen infundido para alcanzsar este objetivo (21). La
sobrecarga de líquido que cuenta con más aceptación en los estudios clínicos
consiste en la infusión de 500 ml de suero salino isotónico en 10-15 min (22). La
respuesta al líquido se evalúa por la respuesta del gasto cardíaco (que puede
medirse de forma incruenta mediante técnicas de ecografía Doppler). Un
aumento del gasto cardíaco de, al menos, un 12 % a un 15 % tras una sobre-
carga de líquido se considera un signo de respuesta a la fluidoterapia (23).
Alrededor del 50 % de los pacientes en estado grave responde a la administra-
ción de líquido cuando se comprueba de este modo (21,23). Este porcentaje es
mucho menor del esperado, y puede indicar que las sobrecargas de líquido a
menudo no son suficientes para aumentar la precarga ventricular.
Determinación de la volemia
Tradicionalmente, las determinaciones del volumen sanguíneo han supuesto
una gran inversión de tiempo como para ser de utilidad en el contexto de la
UCI, pero esto ha cambiado con la introducción del analizador semiautomá-
tico de volumen de sangre, que proporciona determinaciones del volumen de
sangre en menos de 1 h. La información de la figura 11-3 fue proporcionada
mediante mediciones realizadas con este dispositivo en una UCI quirúrgica
(25). En este caso, se realizaron determinaciones a ciegas de los volúmenes
de sangre, eritrocitos y plasma en pacientes con shock circulatorio que fueron
tratados con catéteres de arteria pulmonar, y los resultados demuestran que
los volúmenes de sangre y de plasma eran considerablemente mayores de lo
normal. Cuado se disponía de determinaciones del volumen de sangre para el
tratamiento, el 53 % de las determinaciones condujeron a un cambio en la flui-
doterapia, y ese cambio se asociaba a una disminución significativa de la tasa
de mortalidad (desde el 24 % al 8 %) (25). Habrá que corroborar estos resulta-
dos, pero destacan las limitaciones que tiene la valoración clínica del volumen
de sangre, y la posibilidad de mejorar los resultados cuando se utilizan las
determinaciones de la volemia para el cálculo de la fluidoterapia.
40 37 %
Desviación de la normalidad (%)
30 29 %
20
10
Eritrocitos
0
Sangre Plasma
-10 -8 %
INFUSIÓN DE LÍQUIDOS
El flujo constante de líquidos a través de tubos rígidos de pequeño calibre se
describe mediante la ecuación de Hagen-Poiseuille (26):
Q = ΔP (πr4/8μL) (11.1)
Esta ecuación establece que el flujo constante (Q) a través de un tubo rígido
está directamente relacionado con la presión de impulso (ΔP) para el fljujo y
con la cuarta potencia del radio interno (r) del tubo, y es inversamente pro-
porcional a la longitud (L) del tubo y a la viscosidad (μ) del líquido infundido.
Estas relaciones también describen el flujo de líquidos a través de catéteres
vasculares, como se presenta a continuación.
14
(13.2)
12 Catéter periférico
(6)
6
4
(3,1)
2 (1,5)
0
16G 18G 16G 18G
3 cm 3 cm 20 cm 20 cm
FIGURA 11-4. Influencia de las dimensiones del catéter sobre el ritmo de infusión de
agua impulsado por la fuerza de la gravedad. El catéter venoso central (CVC) de tres
luces es un tamaño popular (7 French, 20 cm de longitud). Ritmos de flujo de la tabla 1-2
y la tabla 1-3 en el capítulo 1.
Vainas introductoras
La reanimación de víctimas de traumatismos a veces obliga a la infusión de
más de 5 litros en la primera hora (> 83 ml/min) (27), y se han publicado casos
de reposición de más de 50 litros en una hora (28). Dado que el flujo aumenta
con la cuarta potencia del radio de un catéter, la mejor manera de lograr flujos
con gran rapidez es con vainas introductoras de gran calibre que se emplean
como conductores para los catéteres de arteria pulmonar (v. fig. 8-1). Estas
vainas pueden usarse como catéteres de infusión autónomos, y se encuentran
disponibles en tamaños de 8,5 French (2,7 mm de diámetro externo) o de 9
French (3 mm de diámetro externo). El flujo a través de las vainas introduc-
toras puede llegar a ser de 15 ml/s (900 ml/min o 54 l/h), lo que es sólo algo
mayor que el flujo máximo (18 ml/s) que se logra a través de un sistema intra-
venoso habitual (diámetro de 3 mm) (29). Algunas vainas introductoras dispo-
nen en el conector de un puerto de entrada adicional lateral para infusión (v.
fig. 8-1), pero la capacidad de flujo de dicho puerto es sólo del 25 % de la capa-
cidad de flujo de la vaina introductora (29), de manera que no debería usarse
para ritmos de infusión rápidos. Existen vainas introductoras sin puertos de
infusión laterales, que son las preferidas para ritmos de infusión rápidos.
ESTRATEGIAS DE REANIMACIÓN
El objetivo inmediato de la reanimación en las hemorragias agudas es mante-
ner el aporte de oxígeno (DO2) a los órganos vitales. Los factores determinan-
tes de este aporte se identifican en la ecuación siguiente (la derivación de esta
ecuación se describe en el cap. 10):
DO2 = GC × (1,34 × [Hb] × SaO2) × 10 (11.2)
100 (96)
Catéter de 16G
Catéter de 18G
80
Catéter de 20 G
Ritmo de flujo (ml/min)
(60)
(49)
(39) (39)
40
(24)
20
(7)
(5)
(3)
0
Ninguno 100 ml 250 ml
Volumen de diluyente (salino)
FIGURA 11-5. Influencia de la dilución con suero salino isotónico sobre el ritmo
de infusión impulsado por la fuerza de la gravedad de concentrados de eritrocitos
(concentrados de hematíes) a través de catéteres periféricos. Datos de la referencia 26.
Líquidos de reposición
En la tabla 11-3 se presentan los diferentes líquidos de reposición. Los que se
emplean para favorecer el gasto cardíaco son los cristaloides y los coloides.
El plasma se utiliza para aportar factores de la coagulación, pero no como
expansor de la volemia. A continuación, se describe brevemente la diferencia
entre cristaloides y coloides.
1. Los cristaloides son soluciones electrolíticas ricas en sodio que se distribu-
yen por todo el espacio extracelular y expanden el volumen extracelular.
2. Los coloides son soluciones electrolíticas ricas en sodio que contienen molé-
culas de gran tamaño que no salen con facilidad del torrente sanguíneo. Las
1 Dextrano 40 al
10 % (500 ml)
ΔCl (L/min/m2)
Sangre total
(1 unidad)
∆IC (l/min/m2)
0,5
Ringer lactato
(1 l)
0 CH (2 unidades)
0 1h
Tiempo
FIGURA 11-6. Cambio en el índice cardíaco tras la infusión durante una hora de
diferentes líquidos de reposición. Los volúmenes de infusión son prácticamente
equivalentes (500 ml), salvo para Ringer lactato (1 litro). De la referencia 31.
Líquido de elección
A pesar de la superioridad de los coloides para incrementar el volumen plas-
mático y promover el gasto cardíaco, los cristaloides han sido el líquido de
reposición de elección en el shock hemorrágico durante los últimos 50 años. Los
orígenes de esta preferencia se comentarán en el capítulo siguiente; los principa-
les motivos para la preferencia de los cristaloides son el escaso coste económico
y la ausencia de beneficios documentados para la supervivencia mediante la
reposición con coloides (34). El cristaloide de elección es Ringer lactato (solución
de lactato sódico compuesta), que no produce la acidosis metabólica que acompaña
a la reposición con grandes volúmenes de suero salino isotónico (v. fig. 12-3).
Los coloides siguen siendo una alternativa razonable en la hipovolemia que no
se asocia a hemorragia aguda, sobre todo porque los pacientes de la UCI suelen
tener presiones oncóticas plasmáticas bajas, que disminuirán aun más por la
reposición con cristaloides. También existe una gran preocupación sobre los
efectos nocivos de la reposición con grandes volúmenes de cristaloides, como la
Reposición hemostática
Control de la hipotermia
Los traumatismos graves se acompañan de una pérdida de la termorregu-
lación, y la hipotermia asociada a los traumatismos (temperatura corporal
< 32 ºC) se asocia a un aumento de la mortalidad, posiblemente por una dis-
minución de la actividad de factores de la coagulación y de las plaquetas (37).
Como la hipotermia es un riesgo cuando se infunden líquidos a temperatura
ambiente y hemoderivados fríos (almacenados a 4 ºC), se utilizan de forma sis-
temática calentadores de líquidos en línea para la reanimación en los casos de
hemorragia masiva (28). La utilización de mantas térmicas y de calentadores
de líquidos en línea ha disminuido la incidencia de hipotermia hasta < 1 % en
los hospitales de guerra (37).
Fisiopatología
La lesión tras la reanimación es una forma de lesión por reperfusión (44) que
parece originarse en la circulación esplácnica, donde la reperfusión del intes-
Tratamiento
No existe tratamiento específico alguno para la lesión tras la reanimación,
y se aconsejan medidas preventivas como una antagonización rápida de la
isquemia, limitar el volumen de reposición (tanto cristaloides como hemoderi-
vados) y evitar la transfusión de sangre antigua, en la medida de lo posible. En
el fracaso multiorgánico de comienzo tardío (inicio > 72 h tras la reanimación)
es esencial diagnosticar y tratar lo antes posible la sepsis subyacente.
COMENTARIO FINAL
Merece la pena hacer hincapié en los puntos siguientes de este capítulo:
1. La evaluación clínica del volumen intravascular, incluida la utilización de
la determinación de la presión venosa central (PVC), es tan deficiente que
ha recibido el nombre de «comedia de errores» (7).
2. Se pueden realizar determinaciones directas del volumen sanguíneo, pero
están infrautilizadas.
3. Los coloides son mucho más eficaces que los cristaloides para expandir el
volumen plasmático y promover el gasto cardíaco, aunque los cristaloides
representan los líquidos de elección para la reanimación del shock hemo-
rrágico por su escaso coste y por la ausencia de beneficios en la superviven-
cia mediante la reposición con estos líquidos.
4. En los pacientes con lesiones graves, la reanimación con control de daños
incorpora estrategias alternativas, como la reanimación con hipotensión
controlada (manteniendo una presión arterial menor de la habitual hasta
que se controle el sangrado) y la reposición hemostática (administrando plas-
ma fresco congelado y plaquetas con mayor frecuencia de la habitual).
5. El retorno de las concentraciones séricas de lactato a la normalidad en las
primeras 24 h es el criterio de referencia con mayor poder pronóstico de un
resultado satisfactorio.
6. El fracaso multiorgánico puede aparecer 48-72 h después de la reanimación
de un shock hemorrágico como consecuencia de la inflamación sistémica
inducida por la reperfusión.
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REANIMACIÓN
CON COLOIDES
Y CRISTALOIDES
El secreto de la ciencia es formular la pregunta correcta.
Sir Henry Tizard
CRISTALOIDES
Volumen de distribución
Los cristaloides son soluciones electrolíticas con moléculas pequeñas que
pueden difundir libremente desde el compartimento intravascular al in-
terstical. El componente principal de los cristaloides es el cloruro sódico. El
sodio es el determinante principal del volumen extracelular, y se distribuye
uniformemente en el líquido extracelular. El sodio en los cristaloides también
se distribuye uniformemente en el líquido extracelular. Como el volumen
plasmático es tan sólo el 25 % del volumen del líquido intersticial (v. tabla
11-1), únicamente el 25 % de un cristaloide infundido expandirá el volumen
plasmático, mientras que el 75 % expandirá el líquido intersticial. Por lo tanto,
el efecto predominante de los cristaloides es expandir el volumen intersticial, no el
volumen plasmático.
217
Cristaloide Coloide
0 0
10 10
Volumen
plasmático
Compartimento
vascular
Volumen
intersticial
Compartimento
extravascular
FIGURA 12-1. Ilustración que muestra las diferentes tendencias de los coloides y los
cristaloides para expandir el volumen plasmático y el volumen del líquido intersticial.
Véase una explicación más detallada en el texto.
mayor (154 mEq/l frente a 140 mEq/l), una concentración de cloro mucho
mayor (154 mEq/l frente a 103 mEq/l), una osmolaridad mayor (308 mOsm/l
frente a 290 mOsm/l) y un pH menor (5,7 frente a 7,4). Estas diferencias pue-
den tener efectos nocivos sobre el equilibrio hídrico y acidobásico, como se
describe a continuación.
1 000
700 ml
Aumento en 535 ml
el volumen 500
plasmático
250 ml
100 ml
700 ml
825 ml
1 000
Efecto acidobásico
La infusión de grandes volúmenes de ClNa al 0,9 % produce acidosis metabólica
(6,7), como se demuestra en la figura 12-3. En este estudio clínico (6), la infu-
sión de solución salina isotónica (ClNa al 0,9 %) a un ritmo de 30 (ml/kg)/h
se acompañaba de un descenso progresivo del pH de la sangre (desde 7,41
a 7,28) en 2 h, mientras que el pH permanecía invariable cuando se infundía
Ringer lactato (solución de lactato sódico compuesta) a un ritmo similar. La
acidosis metabólica inducida por solución salina es una acidosis hiperclorémica,
y está causada por la elevada concentración de cloruro en la solución salina al 0,9 %
con respecto al plasma (154 mEq/l frente a 103 mEq/l). La estrecha similitud
entre la concentración de cloruro en la solución de lactato sódico compuesta
(de Ringer) y el plasma (v. tabla 12-1) explica la ausencia de un efecto sobre
el pH asociado a la infusión de grandes volúmenes de la solución de Ringer.
7,50
Ritmo de infusión: 30 (ml/kg)/h
7,45
Ringer lactato
Rit
7,40
pH de la sangre
7,35
Salina isotónica
*
7,30
*
*
* p < 0,05
7,25
0 30 60 90 120
Tiempo de infusión (min)
FIGURA 12-3. Efectos de la solución salina isotónica (ClNa al 0,9 %) y de la solución de
lactato sódico compuesta (Ringer lactato) sobre el pH de la sangre en pacientes sometidos
a cirugía programada. El volumen total infundido al cabo de 2 h fue de 5 a 6 litros para
cada líquido. Datos de la referencia 6.
7,5
pCO2 = 40 mm Hg
pH
(Normal)
7,0
6,5
10 20 30 40 50 60
DIF del plasma (mEq/l)
FIGURA 12-4. Relación entre la diferencia de iones fuertes (DIF) y el pH del líquido
extracelular (plasma). La DIF normal del plasma es, aproximadamente, de 40 mEq/l.
La DIF de un cristaloide respecto al plasma determina la tendencia del líquido para
influir en el estado acidobásico. Véase una explicación más detallada en el texto.
Gráfico reproducido a partir de la referencia 9.
Soluciones de Ringer
Sydney Ringer, un médico británico que estudió la contracción de corazones
de ranas aislados, descubrió una solución de cloruro sódico en el año 1880 que
contenía calcio y potasio para favorecer la contracción cardíaca y la viabilidad
tisular (10). Esta solución se muestra como solución de cloruro sódico compuesta
en la tabla 12-1 y es, en esencia, ClNa al 0,9 % a la que se le ha añadido potasio
y calcio ionizado.
Ringer acetato
Debido a la inquietud de que las infusiones de grandes volúmenes de solu-
ción de lactato sódico compuesta pudieran incrementar las concentraciones
plasmáticas de lactato en pacientes con una alteración del aclaramiento del
lactato (p. ej., por una hepatopatía), el amortiguador de lactato se sustituyó
por acetato para crear la solución de Ringer acetato. El acetato se metaboliza en
el músculo en lugar de hacerlo en el hígado (10), lo que convierte a la solución
de Ringer acetato en una alternativa razonable a la solución de lactato sódico
compuesta en pacientes con insuficiencia hepática. (La influencia del Ringer
lactato sobre las concentraciones séricas de lactato se describe a continuación.)
Como se muestra en la tabla 12-1, la composición de las soluciones de Ringer
lactato y de Ringer acetato son prácticamente idénticas, con la excepción del
amortiguador añadido.
Ventajas e inconvenientes
La ventaja principal del Ringer lactato y del Ringer acetato sobre la solución
salina isotónica (ClNa al 0,9 %) es la ausencia de efectos adversos sobre el
equilibrio acidobásico. El principal inconveniente de las soluciones de Ringer
es su contenido de calcio; es decir, el calcio ionizado en estas soluciones puede
unirse al anticoagulante citratado de los concentrados de hematíes y favorecer
la formación de coágulos. Por este motivo, las soluciones de Ringer están contra-
indicadas como diluyentes para la transfusión de concentrados de hematíes (1). Sin
embargo, los coágulos no se forman si el volumen de la solución de Ringer no
supera el 50% del volumen de CH (12).
100
Volumen infundido acumulado (ml/kg)
80
Salina
isotónica
60
Δ = 5×
40
20 Dextrano 70
Salina hipertónica
0 30 60
Tiempo en minutos
Observaciones como las de la figura 12-5 sugerían que la solución salina hiper-
tónica sería idónea para situaciones en las que una reposición con volúmenes
pequeños fuese ventajosa; p. ej., reanimación prehospitalaria de víctimas de
traumatismos, y en particular de aquellos con lesiones cerebrales traumáticas
(16). Lamentablemente, las pruebas acumuladas no demuestran un beneficio
aparente en la supervivencia con la administración de solución salina hipertónica,
comparado con los cristaloides isotónicos, para el tratamiento del shock traumático
(17) o la lesión cerebral traumática (18). Los resultados no han mejorado al aña-
dir dextrano 70 al 6 % a la solución salina hipertónica para convertirla en un
líquido hiperoncótico-hipertónico (16,18,19). Como resultado, la reposición hi-
pertónica está actualmente en el cementerio de las estrategias de reanimación.
SOLUCIONES GLUCOSADAS AL 5 %
La otrora popularidad de la administración de soluciones glucosadas al 5 %
(soluciones G5) ha perdido adeptos, como se explica en este apartado.
Hiperglucemia
Alrededor del 20 % de los pacientes ingresados en la UCI son diabéticos (22),
y hasta un 90 % del total presentará hiperglucemia en algún momento de su
5 *
Solución glucosada
al 5 % (4,2 l)
*
Lactato sérico (mmol/l)
*
3
2
Solución de lactato
1 sódico compuesta
(4,1 l)
0 * p < 0,05
Inicio de la 30 min después 10 min tras soltar 15 min del
cirugía de pinzar la aorta la pinza aórtica postoperatorio
FIGURA 12-6. Efecto de la fluidoterapia intravenosa con y sin glucosa sobre los
niveles séricos de lactato en pacientes sometidos a reparación de un aneurisma aórtico
abdominal. Cada punto representa la media de la concentración de lactato en 10 pacientes
del estudio. El promedio del volumen de infusión para cada líquido se indica entre
paréntesis. Datos de la referencia 21.
Fluidoterapia de reanimación
La distribución volumétrica de coloides y cristaloides puede explicarse según
su influencia sobre la PCO del plasma. Los cristaloides reducen la PCO del
plasma (efecto dilucional), lo que favorece la salida de estos líquidos desde el
Soluciones de albúmina
La albúmina es una proteína plasmática versátil que desempeña varias fun-
ciones. Constituye el principal factor determinante de la PCO del plasma (26),
es la principal proteína de transporte de la sangre (v. tabla 12-3), posee una
actividad antioxidante importante (30) y contribuye a mantener la fluidez de
la sangre al inhibir la agregación plaquetaria (31). Hasta 2/3 de la albúmina
en el cuerpo se localizan fuera de los vasos sanguíneos (32); no está claro cuál
es el papel de la reserva de albúmina extravascular.
Características
Las soluciones de albúmina son preparados de albúmina sérica humana tra-
tados con calor, que están disponibles como una solución al 5 % (50 g/l) y una
solución al 25 % (250 g/l) en ClNa al 0,9 %. La solución de albúmina al 5 % sue-
le administrarse en cantidades alícuotas de 250 ml; la presión coloidoosmótica
es de 20 mm Hg y el incremento del volumen plasmático promedia un 100 %
del volumen infundido. El efecto sobre el volumen empieza a disiparse a las
6 h, y puede perderse al cabo de 12 h (2,27).
Seguridad
La reputación de la albúmina se vio afectada en 1998 al sugerirse en una re-
visión clínica que uno de cada 17 pacientes que había recibido infusiones de
albúmina falleció como consecuencia de su administración (33). Esto ha sido
refutado en estudios posteriores, demostrando que la albúmina no plantea
un riesgo mayor de mortalidad que otros expansores de volumen (34,35).
La opinión consensuada vigente es que la albúmina al 5 % es segura como
líquido de reposición (32), salvo posiblemente en los casos de lesión cerebral
traumática, ya que en un estudio se ha demostrado una mayor mortalidad en
pacientes que recibieron albúmina en lugar de solución salina isotónica (36).
La albúmina hiperoncótica (25 %) se ha asociado a un riesgo más alto de lesión
renal y mortalidad en pacientes con shock circulatorio (37), algo similar a la
lesión renal mencionada con otros coloides hiperoncóticos (v. a continuación).
Hidroxietilalmidón
El hidroxietilalmidón (HEA) es un polisacárido modificado químicamente
compuesto de cadenas largas de polímeros de glucosa ramificados sustitui-
dos periódicamente por radicales hidroxilo (OH), que resisten la degradación
enzimática. La eliminación del HEA se lleva a cabo mediante hidrólisis por
enzimas de la familia amilasa en el torrente sanguíneo, que escinden la molé-
cula progenitora hasta que es lo suficientemente pequeña para ser eliminada
por los riñones. A continuación se resumen las características importantes de
los preparados de HEA (32,38).
Características
Alteración de la hemostasia
El HEA puede alterar la hemostasia mediante la inhibición del factor VII y el
factor de Von Willebrand, y altera la adhesión plaquetaria (32,39). Este efecto
fue atribuido originalmente a los preparados de PM elevado, pero actualmen-
te se otorga más importancia a los cocientes (OH/glucosa) altos como respon-
sables del riesgo de alteración de la hemostasia (32). Es poco frecuente que se
produzcan coagulopatías clínicamente significativas, salvo que se infundan
grandes volúmenes de HEA (p. ej., > 50 ml/kg en el caso del tetrastarch) (28).
Nefrotoxicidad
En varios estudios se ha demostrado una asociación entre infusiones de HEA
y un aumento en el riesgo de lesión renal y mortalidad; esta asociación se ha
documentado con hetastarch (40), pentastarch (41) y tetrastarch (42). La pre-
sión coloidoosmótica de los preparados de HEA (30 mm Hg para hetastarch y
36 mm Hg para tetrastarch) se ha implicado en la lesión renal, si bien no está
claro cuál es el mecanismo exacto. La lesión renal asociada a HEA se ha notifi-
cado fundamentalmente en pacientes con cuadros potenciales mortales, como
la sepsis grave y el shock circulatorio (32,41,42). En pacientes menos graves,
no existe una asociación entre HEA y lesión renal (32), y en algunos estudios
se observan respuestas favorables al HEA en este tipo de enfermos (43).
Hiperamilasemia
Las amilasas que intervienen en la hidrólisis del HEA se unen a las moléculas
del producto, por lo que disminuye el aclaramiento renal de estas enzimas.
Esto puede hacer que se multipliquen por dos o por tres los valores séricos
de amilasa normales (38,44). Estas cifras suelen volver a la normalidad en
cuestión de una semana, una vez interrumpida su administración. Los valores
séricos de lipasa no se ven afectados por las infusiones de HEA (44).
Dextranos
Los dextranos son polímeros de glucosa producidos por una bacteria
(Leuconostoc) incubada en un medio de sacarosa. Se introdujeron por primera
vez en la década de 1940, pero han perdido popularidad (al menos en Estados
Unidos), por el riesgo observado de producir reacciones adversas. Los dos
preparados de dextranos más habituales son el dextrano 40 al 10 % y el dextra-
no 70 al 6 %, y cada preparado tiene como diluyente al ClNa 0,9 %. En la tabla
12-2 se muestran las características del dextrano 40 al 10 %.
Características
Ambos preparados de dextranos tienen una presión coloidoosmótica de
40 mm Hg, y producen un aumento del volumen plasmático mayor que la
albúmina al 5 % o que el hetastarch al 6 % (v. tabla 12-2). El dextrano 70 puede
ser el de elección, debido a que la duración de su acción (12 h) es mayor que
la del dextrano 40 (6 h) (27).
Inconvenientes
1. Los dextranos producen una tendencia hemorrágica relacionada con la
dosis que conlleva la alteración de la agregación plaquetaria, la disminu-
ción de los valores de factor VII y de factor de von Willebrand y la esti-
mulación de la fibrinólisis (39,44). Los defectos hemostáticos se reducen al
mínimo limitando la dosis diaria de dextrano a 20 ml/kg.
2. Los dextranos recubren la superficie de los eritrocitos y pueden interferir en
la realización de pruebas cruzadas de la sangre. Para evitar este problema,
los preparados de eritrocitos deben lavarse. Los dextranos también aumen-
tan la velocidad de sedimentación globular por sus interacciones con los
eritrocitos (44).
3. Los dextranos se han asociado a una lesión renal de mediación osmótica
similar a la observada con los preparados de HEA (44,45). Sin embargo,
esta complicación ocurre en contadas ocasiones con las infusiones de
dextranos. Las reacciones anafilácticas, antiguamente frecuentes con los
dextranos, sólo se notifican actualmente en un 0,3 % de las infusiones (44).
COMENTARIO FINAL
Merece la pena destacar la información siguiente comentada en este capítulo:
1. La solución salina normal (ClNa al 0,9 %) no es normal, ni desde el pumto
de vista químico ni fisiológicamente, y las infusiones de este líquido
suelen causar acidosis metabólica. Esto no sucede con las soluciones de
Ringer lactato (solución de lactato sódico compuesta) ni de Ringer aceta-
to.
2. Los cristaloides isotónicos expanden el volumen del líquido intersticial más
que el volumen plasmático, y la infusión de grandes volúmenes de cristalo-
des puede causar la aparición de edemas problemáticos.
3. Los coloides son superiores a los cristaloides para expandir el volumen
plasmático.
4. Los coloides hiperoncóticos, en particular los hidroxietilalmidones, se aso-
cian a un mayor riesgo de lesión renal en pacientes con afecciones agudas
y potencialmente mortales (p. ej., sepsis grave y shock séptico). Esta com-
plicación no suele observarse en pacientes menos graves (p. ej., pacientes
postoperados).
5. El debate entre coloides y cristaloides está desencaminado, ya que ningún
líquido de reposición es óptimo para todos los casos de hipovolemia.
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Cristaloides
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INSUFICIENCIA
CARDÍACA
AGUDA EN LA UCI
El movimiento es la causa de toda la vida.
Leonardo da Vinci
Notebooks,Vol. I
FISIOPATOLOGÍA
La insuficiencia cardíaca puede originarse a partir de trastornos anatomopato-
lógicos del pericardio, el miocardio, el endocardio o los grandes vasos, como
se indica en la figura 13-1. La mayoría de los casos se originan en el miocardio,
y se deben a lesión isquémica o a hipertrofia (2).
239
1 Fibrilación auricular
2 Hipertensión pulmonar
3 Bloqueo cardíaco
completo
4 Arteriopatía coronaria
Hipertrofia ventricular
Miocardiopatía
2 5 Taponamiento cardíaco
8
6 Valvulopatía mitral
6 7 Valvulopatía aórtica
7 8 Hipertensión grave
Disección aórtica
1
VI
VD 3 5
30
mm Hg
Presión de
1
enclavamiento
10
120
Frecuencia cardíaca
lpm
80
60 2
Volumen
ml
sistólico
20
3,5 Índice
(l/min)/m2
cardíaco
3
1,5
0 2 4
Horas del postoperatorio
Respuestas neurohumorales
La insuficiencia cardíaca desencadena numerosas respuestas endógenas, algu-
nas beneficiosas y otras contraproducentes. A continuación, se comentan las
de mayor relevancia clínica (6).
Péptidos natriuréticos
Los incrementos en la tensión de las paredes auriculares y ventriculares se
acompañan de la liberación de cuatro péptidos natriuréticos estructuralmente
similares desde los miocitos cardíacos. Estos péptidos «descargan» los ventrí-
culos al favorecer la excreción de sodio por la orina (con lo que disminuye la
precarga ventricular) y la dilatación de los vasos sanguíneos sistémicos (lo que
disminuye la precarga y la poscarga ventricular). Los péptidos natriuréticos
estimulan también la lipólisis en el tejido adiposo (7), aunque no está clara la
importancia de esta acción, y desempeñan un papel importante en el estudio
de una presunta insuficiencia cardíaca, como se describe más adelante en este
apartado.
ProPNB-NT (pg/ml)
Edad 18-49 años < 300 300-450 > 450
Edad 50-75 años < 300 300-900 > 900
Edad > 75 años < 300 300-1 800 > 1 800
Papel en la UCI
La determinación de los niveles del péptido natriurético tiene más utilidad en
el servicio de urgencias para evaluar a los pacientes con una presunta insufi-
ciencia cardíaca. En los pacientes con insuficiencia cardíaca que ingresan en la
UCI no se ha estudiado el valor de las determinaciones sistemáticas de estas
cifras para evaluar la respuesta al tratamiento. Sin embargo, en los pacientes
graves es frecuente que se observen elevaciones ficticias de las cifras de pép-
tido natriurético secundarias a insuficiencia renal o sepsis grave, por lo que
no parece probable que sus valores tengan relevancia clínica en el contexto
de la UCI.
Rendimiento cardíaco
Las gráficas de la figura 13-3 muestran la influencia de la disfunción sistólica
y diastólica en las determinaciones del rendimiento cardíaco durante la insufi-
ciencia cardíaca descompensada. La gráfica superior muestra la relación entre
la presión telediastólica y el volumen sistólico (similar a la gráfica de la fig.
9-2). La curva que representa la insuficiencia cardíaca tiene una disminución
de la pendiente, y el punto de la curva indica que la insuficiencia cardíaca
está asociada a un aumento de la presión telediastólica y a un descenso del
volumen sistólico (similar a las etapas 2 y 3 de la fig. 13-2). La gráfica inferior
muestra la relación entre la presión telediastólica y el volumen telediastólico.
La curva que representa la disfunción diastólica tiene una disminución de la
pendiente, lo que refleja una reducción de la distensibilidad ventricular, según
la relación siguiente:
Distensibilidad = Δ VTD /Δ PTD (13.1)
Los puntos en las curvas de distensibilidad ventricular indican que el incre-
mento en la presión telediastólica durante la insuficiencia cardíaca se asocia
Normal
Volumen sistólico
Insuficiencia
cardíaca
Disfunción
Volumen telediastólico
sistólica
Normal
Disfunción
diastólica
Presión telediastólica
Fracción de eyección
La fracción del volumen telediastólico que es expulsada durante la sístole,
conocida como fracción de eyección (FE), equivale al cociente entre el volumen
sistólico y el volumen telediastólico (VTD):
FE = VS/VTD (13.2)
La FE guarda una relación directa con la fuerza de la contracción ventricular,
y se usa como medida de la función sistólica. La FE normal del ventrículo
izquierdo es ≥ 55 % (15,16), pero valores menores del 45 %-50 % se consideran
normales en el estudio de la insuficiencia cardíaca, ya que incrementos en la
poscarga pueden reducir la FE en un 5 -10 % (16). Como se muestra en la tabla
13-2, se utiliza una FE > 50 % como signo de una función sistólica normal, y
una FE < 45 %, como signo de una función sistólica anómala (14,16). La eco-
grafía transtorácica es un método aceptado para la medición de la FE y puede
realizarse a la cabecera del enfermo en la UCI.
Normal
VD VD
25/4 120/8
Insuficiencia
VD
VD
54/18 VD
120/18
ESTRATEGIAS TERAPÉUTICAS
El tratamiento de la insuficiencia cardíaca derecha aguda que aquí se describe
se limita a los estadios avanzados, cuando el gasto cardíaco está alterado y la
perfusión de órganos vitales está amenazada. El tratamiento se describe usando
determinaciones del rendimiento cardíaco en lugar de sintomatología, y la ma-
yoría de los fármacos se administran mediante infusión intravenosa continua.
Tratamiento diurético
El tratamiento diurético es una de las piedras angulares del tratamiento de la
insuficiencia cardíaca crónica. Sin embargo, las observaciones siguientes indi-
can que el tratamiento diurético con furosemida intravenosa debe usarse con
precaución en los pacientes con insuficiencia cardíaca aguda descompensada.
1. La furosemida intravenosa produce un descenso del gasto cardíaco en la
insuficiencia cardíaca aguda (36-38), como se indica en la figura 13-6. Este
efecto se debe a una disminución del retorno venoso y un aumento en la
poscarga del ventrículo izquierdo; este último efecto se debe a la respuesta
vasoconstrictora aguda a la furosemida mencionada anteriormente (31).
2. La presencia de edema pulmonar en la insuficiencia cardíaca aguda NO
es una prueba de exceso de volumen extracelular, y podría deberse a un
aumento agudo de la PEAP por disfunción diastólica (como se observa en
el «edema pulmonar instantáneo» producido por «aturdimiento» miocár-
dico isquémico).
-200
-400
-600
Levosimendán
-800
0 1 2 3 4 5
Días tras el inicio de la infusión
3 Normal Inotrópicos o
vasodilatadores
Índice cardíaco (l/min/m2)
2
Diuresis
Edema
pulmonar
Presión
1
Insuficiencia de llenado
cardíaca óptima
0
0 10 20 30
Presión de enclavamiento de la arteria pulmonar (mm Hg)
Dosificación de furosemida
A continuación se resumen las principales características de la dosificación
convencional de la furosemida.
1. La furosemida es una sulfamida, pero puede usarse con seguridad en
pacientes con alergia a estos antibióticos (39).
2. Después de una dosis en embolada intravenosa de furosemida, la diuresis
empieza en unos 15 min, alcanza su máximo en 1 h y dura 2 h (cuando la
función renal es normal) (40).
3. La dosis inicial de furosemida en los pacientes con una función renal nor-
mal es de 40 mg i.v. Si la diuresis no es la adecuada (al menos 1 litro) al cabo
de 2 h, la dosis se incrementará hasta 80 mg i.v. La dosis que produce una
respuesta satisfactoria se administra entonces dos veces al día. La falta de
respuesta a una dosis i.v. de 80 mg es una prueba de resistencia farmacoló-
gica, y se trata como se comenta en el apartado siguiente.
4. La dosis inicial de furosemida en los pacientes con insuficiencia renal debe
ser de 100 mg i.v., y puede aumentarse hasta 200 mg i.v. si es necesario. La
dosis que produce una respuesta satisfactoria se administra entonces dos
veces al día. La ausencia de respuesta a una dosis i.v. de 200 mg es una
prueba de resistencia farmacológica.
5. El objetivo de la diuresis es una pérdida de peso mínima del 5 % al 10 % del
peso corporal (41).
Metodología
El globo intraaórtico es una pieza de poliuretano extensible que se inserta
por vía percutánea en la arteria femoral y que se hace avanzar hasta la aorta,
Diástole Sístole
FIGURA 13-7. Contrapulsación con globo intraaórtico que muestra la insuflación del
globo durante la diástole (panel izquierdo) y el desinflado del globo durante la sístole
(panel derecho). Las flechas señalan la dirección del flujo sanguíneo. Los efectos sobre la
onda de presión aórtica están indicados por las líneas de puntos de las ondas en la parte
superior de cada panel.
hasta que la punta se sitúa justo por debajo del origen de la arteria subclavia
izquierda (v. fig. 13-7). El globo se acopla a una bomba de helio, un gas de
baja densidad, para insuflarlo y deshincharlo rápidamente (el volumen de
insuflación suele ser de 35-40 ml). La insuflación empieza al inicio de la diás-
tole, inmediatamente después de que se cierre la válvula aórtica (la onda R en
el ECG es un desencadenante habitual). A continuación se desinfla el globo
al comienzo de la sístole ventricular, inmediatamente antes de que se abra la
válvula aórtica (durante la contracción isovolumétrica). Este patrón de insu-
flación y deshinchado del globo produce dos cambios en la onda de presión
aórtica que se muestran en la figura 13-7.
1. La insuflación del globo durante la diástole aumenta la presión diastólica
máxima y por lo tanto incrementa la presión arterial media (que equivale
Complicaciones
La principal perocupación con el soporte de la BGIA es la lesión vascular. En
el 3 % al 20 % de los pacientes se comunican casos de isquemia de las extre-
midades (49,51), que puede aparecer mientras el globo está colocado o poco
después de retirarlo. La mayoría de los casos se deben a trombosis in situ en
el lugar de inserción del catéter, pero la disección aórtica y la lesión aortoilíaca
también pueden ser otras causas.
El riesgo de isquemia de la extremidad obliga a monitorizar rigurosamente los
pulsos distales y la función sensitivomotriz de las piernas. La pérdida aislada
de pulsos distales no justifica la retirada del globo, siempre y cuando la fun-
ción sensitivomotriz en las piernas esté intacta (52). Si se perdiera esta última
función, habría que retirar el dispositivo lo antes posible. En el 30 % al 50 % de
los casos de isquemia de la extremidad es preciso actuar quirúrgicamente (52).
Otras complicaciones del soporte con BGIA son la infección relacionada con el
catéter, la rotura del globo, neuropatías periféricas y seudoaneurismas. En el
50 % de los pacientes con BGIA se documenta la presencia de fiebre, pero sólo
se registra bacteriemia en el 15 % de los pacientes (53).
COMENTARIO FINAL
El tratamiento de la insuficiencia cardíaca aguda tiene los defectos siguientes:
1. A pesar de la creciente prevalencia y del mal pronóstico asociado a la insu-
ficiencia cardíaca aguda descompensada, el tratamiento de este cuadro ha
variado muy poco durante los últimos 10-15 años.
2. El tratamiento de la insuficiencia cardíaca se centra en realidad en las conse-
cuencias de esta afección (p. ej., congestión venosa pulmonar) y tiene escaso
impacto sobre las alteraciones funcionales en los miocitos. (La revasculari-
zación coronaria es una excepción a esta regla.)
3. Muchos de los tratamientos farmacológicos para la insuficiencia cardíaca
aguda producen efectos contraproducentes (p. ej., los diuréticos disminu-
yen el gasto cardíaco, lo que favorece la retención de sodio, los vasodilata-
dores estimulan la liberación de renina, lo que provoca vasoconstricción).
Aunque estas deficiencias no son exclusivas de la insuficiencia cardíaca, son
más evidentes por la notoriedad de la enfermedad cardiovascular como prin-
cipal causa de muerte en Estados Unidos.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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SÍNDROMES
DE SHOCK
INFLAMATORIO
La inflamación no se considera en sí misma una enfermedad,
sino una operación saludable…
pero cuando no logra conseguir este propósito saludable…
hace travesuras.
John Hunter, M.D.
(1728–1793)
LESIÓN INFLAMATORIA
La respuesta inflamatoria es un proceso complejo desencadenado por afeccio-
nes que amenazan la integridad funcional del hospedador (p. ej., lesión física
o invasión microbiana). Una vez activada, la respuesta inflamatoria genera
una diversidad de sustancias nocivas que están diseñadas para controlar o
263
Lesión oxidante
Una de las principales fuentes de lesión inflamatoria es la liberación de meta-
bolitos tóxicos del oxígeno desde los neutrófilos activados (3,4). La finalidad
de la activación de los neutrófilos es generar estos metabolitos, como se des-
cribe a continuación.
Estrés oxidativo
Los metabolitos del oxígeno son potentes sustancias oxidativas, u oxidantes,
que pueden desorganizar las membranas celulares, desnaturalizar proteínas
y fracturar moléculas de ADN. Una vez liberados, estos metabolitos son ca-
paces de producir lesiones letales en los microorganismos invasores, mientras
que las células del hospedador están protegidas en condiciones normales por
antioxidantes endógenos. Sin embargo, cuando la actividad oxidante supera
a la protección antioxidante (una situación conocida como estrés oxidativo), las
células del hospedadoir también son dañadas por los metabolitos del oxíge-
no. Esta lesión celular oxidativa es la principal causa de lesión producida por la
respuesta inflamatoria, y en la tabla 14-1 se muestra la variedad de lesiones
orgánicas que pueden ocurrir.
Reacciones en cadena
Los radicales libres, como el radical superóxido y el radical hidroxilo, son
sumamente reactivos porque tienen un electrón desparejado en sus órbitas
O2 Oxígeno
NADPH
Activación
de neutrófilos
NADP
SOD + 2H+
Radical • + OH–
hidroxilo HO H2O + OCl
+ 2H+ Hipoclorito
2H2O
Síndromes clínicos
Se han adoptado las definiciones siguientes para los síndromes clínicos asocia-
dos a la inflamación sistémica (8,9):
1. El cuadro que se caracteriza por signos de inflamación sistémica (p. ej.,
fiebre, leucocitosis) se denomina síndrome de respuesta inflamatoria sistémica
(SRIS).
2. Cuando el SRIS se debe a una infección, el cuadro se denomina sepsis.
3. Cuando la sepsis se acompaña de disfunción de uno o más órganos vitales,
o de elevación de la concentración sérica de lactato (> 4 mM/l), el cuadro se
denomina sepsis grave.
4. Cuando la sepsis grave se acompaña de hipotensión que no responde a la
infusión de volumen, el cuadro se denomina shock séptico.
5. La lesión inflamatoria que afecta a más de un órgano vital se denomina sín-
drome de disfunción multiorgánica (SDMO), y el fracaso posterior de más de
un sistema orgánico se denomina (¡sorpresa!), fracaso multiorgánico (FMO).
100
80 Estados Unidos
Tasa de mortalidad (%)
Europa
60
40
20
0
1 2 3 ≥4
Número de órganos con fracaso
SHOCK SÉPTICO
La sepsis grave y el shock séptico (que en esencia son el mismo cuadro, con
presiones arteriales distintas) se han visto implicados en una de cada cuatro
muertes en todo el mundo (9), y la incidencia de estas afecciones aumenta de
un modo constante. La tasa de mortalidad es, por término medio, del 30 % al
50 % (12,14), y varía según la edad y el número de fracasos orgánicos asocia-
dos (como se acaba de comentar). La tasa de mortalidad no guarda relación con
el foco infeccioso ni con el microorganismo etiológico, incluidos los microorganismos
resistentes a múltiples fármacos (14). Esta observación demuestra que es la infla-
mación, y no la infección, el principal factor determinante de la evolución final
de la sepsis grave y del shock séptico.
Alteraciones hemodinámicas
Las alteraciones hemodinámicas en el shock séptico pueden resumirse en las
siguientes:
1. El problema hemodinámico principal es la vasodilatación sistémica (tanto de
arterias como de venas), que disminuye la precarga ventricular (presiones
de llenado cardíaco) y la poscarga ventricular (resistencia vascular sistémi-
ca). Los cambios vasculares se atribuyen a una mayor producción de óxido
nítrico (un radical libre) en las células endoteliales vasculares (15).
2. La lesión oxidativa en el endotelio vascular (por la fijación y la desgranula-
ción de los neutrófilos) causa extravasación de líquido e hipovolemia (15), lo
que se añade a la disminución del llenado ventricular por la venodilatación.
3. Las citocinas proinflamatorias favorecen la disfunción cardíaca (tanto
disfunción sistólica como diastólica); sin embargo, el gasto cardíaco suele
estar aumentado como resultado de la taquicardia y de la reposición de la
volemia (16).
4. A pesar del aumento del gasto cardíaco, normalmente el flujo sanguíneo
esplácnico está reducido en el shock séptico (15). Esto puede causar una
alteración de la mucosa intestinal, creando de este modo un riesgo de trans-
locación de patógenos entéricos y de endotoxinas a través de la mucosa
intestinal y hacia el interior de la circulación sistémica (como se describe en
el cap. 5). Esto, por supuesto, sólo agravará el cuadro incitador.
El patrón hemodinámico típico en el shock séptico consiste en presiones de
llenado cardíaco (PVC o presión de enclavamiento) bajas, un gasto cardíaco
(GC) elevado y resistencias vasculares sistémicas (RVS) bajas; es decir:
Patrón típico: PVC baja / GC alto / RVS baja
Debido al gasto cardíaco elevado y a la vasodilatación periférica, el shock sép-
tico se conoce también como shock hiperdinámico o shock caliente. En las etapas
avanzadas del shock séptico, sobresale más la disfunción cardíaca y el gasto
cardíaco disminuye, originando un patrón hemodinámico parecido al del
shock cardiogénico (PVC alta, GC bajo, RVS alta). La disminución del GC en
el shock séptico suele indicar mal pronóstico.
Oxigenación tisular
Como ya se menciona en el capítulo 10, la alteración del metabolismo energé-
tico en el shock séptico no se debe a una oxigenación tisular inadecuada, sino
que está causada por un defecto en la utilización del oxígeno por parte de las
mitocondrias (17,18). Esta situación se conoce como hipoxia citopática (17), y el
culpable es la inhibición de la citocromo oxidasa (inducida por oxidantes) y
otras proteínas en la cadena de transporte de electrones (19). La disminución
de la utilización del oxígeno explicaría la observación que se muestra en la
figura 14-3, donde la PO2 en el músculo esquelético está aumentada en los pa-
cientes con sepsis grave (19).
La disminución propuesta de la utilización del oxígeno en la sepsis no con-
cuerda con el aumento del consumo de oxígeno en todo el organismo que
suele observarse en la sepsis. Esta discrepancia puede resolverse proponiendo
que, el aumento en el consumo de oxígeno durante la sepsis no es un reflejo
del metabolismo aerobio, sino una manifestación del aumento en el consumo
de oxígeno que ocurre durante la activación de los neutrófilos (el estallido
respiratorio) (21).
Implicaciones clínicas
El descubrimiento de que la oxigenación tisular es adecuada (o más que ade-
cuada) en la sepsis grave y el shock séptico tiene implicaciones importantes,
ya que significa que los esfuerzos por mejorar la oxigenación tisular en estas situa-
ciones (p. ej., con transfusiones sanguíneas) no están justificados.
40
n=7
30
PO2 del músculo (mm Hg)
n=6
20
10
p < 0,05
0
Normal Sepsis grave
FIGURA 14-3. Determinaciones directas de la PO2 tisular en los músculos del antebrazo
de voluntarios sanos y pacientes con sepsis grave. La altura de las columnas representa el
valor medio para cada grupo y las barras transversales representan el error estándar de la
media. Datos de la referencia 20.
De las referencias 9 y 24. PVC, presión venosa central; PAM, presión arterial media; SvO2, saturación
venosa mixta de oxígeno; SvcO2, saturación venosa central de oxígeno.
Tratamiento
El tratamiento del shock séptico se esboza en la tabla 14-3 y se organiza en
«bloques», que son series de instrucciones que deben seguirse sin desvia-
ciones para que resulten beneficiosos para la supervivencia. Los bloques de
la tabla 14-3 proceden de la «Surviving Sepsis Campaign» (unas directrices
reconocidas internacionalmente para el tratamiento del shock séptico) (9), y se
ha demostrado que el cumplimiento de estos bloques mejora la supervivencia
en los pacientes con shock séptico (24). El bloque de la sepsis aguda se consi-
dera el más importante, y debe completarse en las primeras 6 h después del
diagnóstico de shock séptico.
Reposición de la volemia
La reposición de la volemia suele ser una medida necesaria en el shock
séptico, ya que las presiones de llenado cardíaco están disminuidas por la
venodilatación y la extravasación de líquido. La recomendación siguiente
para la reposición de la volemia procede de las normas de la Surviving Sepsis
Campaign (9), y exigen la colocación de un catéter venoso central para vigilar
la presión venosa central (PVC).
1. Infundir 500-1 000 ml de cristaloides o 300-500 ml de coloides en 30 minutos.
2. Repetir lo anterior según las necesidades, hasta que la PVC llegue a
8 mm Hg, o 12 mm Hg en pacientes que dependen de un respirador.
Vasopresores
Si persiste la hipotensión tras la reposición inicial de la volemia, debe ins-
taurarse la infusión de un vasoconstrictor (vasopresor) como norepinefrina o
dopamina, (9). Los vasoconstrictores deben infundirse a través de un catéter
venoso central, y su objetivo es lograr una presión arterial media (PAM)
≥ 65 mm Hg (9).
1. En el caso de la norepinefrina, se empezará con un ritmo de infusión de
0,1 (μg/kg)/min, aumentándose en función de las necesidades. Ritmos de
hasta 3,3 (μg/kg)/min consiguen elevar con éxito la presión arterial en la
mayoría de los pacientes con shock séptico (27). Si no se alcanza la PAM
deseada con un ritmo de dosis de 3-3,5 (μg/kg)/min, se añadirá dopamina
como segundo vasopresor.
2. En el caso de la dopamina, se empezará con un ritmo de infusión de 5 (μg/
kg)/min, y se irá aumentando según las necesidades. La vasoconstricción
es el efecto predominante con dosis superiores a 10 (μg/kg)/min (27). Si no
se consigue la PAM deseada con una dosis de 20 (μg/kg)/min, se añadirá
norepinefrina como segundo vasopresor.
Muchos prefieren administrar norepinefrina porque tiene más posibilidades
de elevar la presión arterial que la dopamina, y es menos probable que pro-
mueva la aparición de arritmias (27). Sin embargo, ninguno se ha mostrado
superior al otro para mejorar la evolución del shock séptico (26). (La norepi-
nefrina y la dopamina se describen con más detalle en el cap. 53.)
Corticoesteroides
Los corticoesteroides ejercen dos acciones que son potencialmente benefi-
ciosas en el shock séptico: tienen actividad antiinflamatoria y amplifican la
respuesta vasoconstrictora a las catecolaminas. Desgraciadamente, tras más
de 50 años de investigaciones, no hay pruebas convincentes de que los cor-
ticoesteroides aporten beneficio alguno en el tratamiento del shock séptico
(29,30). Aún así, la corticoterapia sigue siendo popular en este cuadro. Los
comentarios siguientes reflejan las recomendaciones vigentes con respecto al
tratamiento con corticoesteroides en el shock séptico (9).
1. El tratamiento con corticoesteroides debe considerarse en los casos de shock
séptico en los que la presión arterial responde poco a la fluidoterapia intra-
venosa y al tratamiento con vasopresores. No se necesitan pruebas de insufi-
ciencia suprarrenal (mediante la prueba de estimulación rápida de la ACTH).
2. Es preferible la hidrocortisona intravenosa a la dexametasona (debido a los
efectos mineralocorticoides de la primera), y la dosis no debe superar los
300 mg/día (para limitar el riesgo de infección).
3. El tratamiento con corticoesteroides debe mantenerse mientras se necesite
el tratamiento vasopresor.
A pesar de la utilización persistente de corticoesteroides en el shock séptico,
parece que si no se confirma el efecto de un fármaco al cabo de 50 años de
investigaciones, ha llegado el momento de concluir que el fármaco no produce
el efecto.
Tratamiento antimicrobiano
Los retrasos en la instauración del tratamiento antibiótico apropiado se aso-
cian a un aumento de la tasa de mortalidad en la sepsis grave y en el shock
séptico (31), y esto ha promovido la recomendación de que debe instaurarse
el tratamiento antibiótico en la primera hora tras el diagnóstico de sepsis grave o
shock séptico (9). Esto deja un margen escaso para identificar a los posibles
patógenos, por lo que la antibioticoterapia inicial debe constar de fármacos de
amplio espectro. En el capítulo 43 se muestran las recomendaciones relativas
a la cobertura antibiótica empírica en los pacientes con una presunta sepsis.
De la referencia 35.
ANAFILAXIA
La anafilaxia es un síndrome de disfunción multiorgánica agudo producido
por la liberación inmunógena de mediadores inflamatorios desde los basófi-
los y los mastocitos. El rasgo característico es una respuesta exagerada de la
inmunoglobulina E (IgE) ante un antígeno externo, es decir, una reacción de
hipersensibilidad. Las manifestaciones de la anafilaxia afectan típicamente a la
piel, los pulmones, el tracto gastrointestinal y el aparato cardiovascular (35).
Pueden aparecer manifestaciones idénticas sin implicación de la IgE; estas
manifestaciones se denominan reacciones anafilactoides, y no tienen un origen
inmunógeno (36). Algunos desencadenantes frecuentes de reacciones ana-
filácticas son los alimentos, los antimicrobianos y las picaduras de insectos,
mientras que los opiáceos y los contrastes radioopacos son desencadenantes
habituales de las reacciones anafilactoides. La anafilaxia puede aparecer tam-
bién sin un desencadenante externo identificable.
Manifestaciones clínicas
Las reacciones anafilácticas tienen típicamente un comienzo brusco, y apa-
recen unos minutos después de la exposición al desencadenante externo.
Algunas reacciones son tardías y pueden aparecer hasta 72 h después de la
exposición (35). Un rasgo característico de las reacciones anafilácticas es el
edema y la tumefacción del órgano afectado, causado por el aumento de la
permeabilidad vascular con extravasación de líquido. Hasta un 35 % del vo-
lumen intravascular puede perderse en cuestión de 10 minutos en las reacciones
anafilácticas graves (35).
Tratamiento
El tratamiento de la anafilaxia consiste en fármacos que detienen la progresión
de las reacciones anafilácticas (epinefrina) y fármacos que alivian los signos y
los síntomas (p. ej., broncodilatadores).
Epinefrina
La epinefrina es el fármaco más eficaz de los disponibles para el tratamiento
de la anafilaxia, y es capaz de bloquear la liberación de mediadores inflama-
torios desde los basófilos y los mastocitos sensibilizados. El fármaco está dis-
ponible en una diversidad (confusa) de soluciones acuosas, que se muestran
en la tabla 14-5. El tratamiento habitual de las reacciones anafilácticas consiste
en 0,3 -0,5 mg de epinefrina (0,3-0,5 ml de una solución de epinefrina 1:1 000)
administrados mediante inyección intramuscular profunda en la cara externa
del muslo, repetidos cada 5 min si es necesario (35). La absorción del fármaco
es más lenta por vía subcutánea (36), y al inyectar el fármaco en el músculo
deltoides en lugar de hacerlo en el muslo (35). La epinefrina puede nebulizar-
se en pacientes con edema laríngeo, aplicando la pauta de dosificación que se
muestra en la tabla 14-5; sin embargo, no está clara la eficacia de la epinefrina
nebulizada.
Shock anafiláctico
El shock anafiláctico es una amenaza inmediata para la vida, con hipotensión
intensa por vasodilatación sistémica y pérdidas masivas de líquido a través
de capilares permeables (35). Las alteraciones hemodinámicas en el shock
anafiláctico son similares a las del shock séptico, pero suelen ser más intensas.
Debido al posible deterioro rápido, el shock anafiláctico exige la instauración
inmediata de un tratamiento intensivo con las medidas que se describen a
continuación.
Epinefrina
No existe una pauta de dosificación estandarizada para la administración de
epinefrina en el shock anafiláctico, pero el régimen de infusión que se mues-
tra en la tabla 14-5, con dosis de 5-15 μg/min, ha sido citado por su eficacia
(35). La infusión continua puede ir precedida de una embolada de epinefrina
(5-10 μg) intravenosa (37).
Reposición de la volemia
La reposición intensiva de la volemia constituye un elemento esencial en el
shock anafiláctico ya que, al menos, el 35 % del volumen intravascular puede
perderse a través de los capilares permeables (35), lo que es suficiente para
provocar un shock hipovolémico (v. cap. 11). La reposición de la volemia pue-
de empezar con la infusión de 1-2 litros de cristaloide (o 20 ml/kg), o 500 ml
de un coloide isooncótico (p. ej., albúmina al 5 %) en los primeros 5 min (35).
Posteriormente, el ritmo de infusión de líquidos deberá ajustarse al estado
clínico del paciente.
COMENTARIO FINAL
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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Lesión inflamatoria
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Comentario final
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EMERGENCIAS
CARDÍACAS
Francis Jeffrey
(1773-1850)
TAQUIARRITMIAS
Una frecuencia cardíaca rápida, o taquicardia, en reposo suele ser el indicio de
un problema, pero puede que la taquicardia no sea el problema. En este capí-
tulo se describen las taquicardias que constituyen un problema (taquiarritmias),
y que requieren una valoración y un tratamiento rápidos. La mayoría de las
recomendaciones aquí descritas se han tomado prestadas de las normas para
la práctica clínica que se ofrecen al final de este capítulo (1-4).
RECONOCIMIENTO
El estudio de las taquicardias (frecuencia cardíaca > 100 latidos/minuto)
se basa en tres datos ECG: duración del complejo QRS, uniformidad de los
intervalos RR y características de la actividad auricular. Los resultados de
esta evaluación se muestran en la figura 15-1. La duración del complejo QRS
se utiliza para distinguir las taquicardias con complejo QRS estrecho (duración
del QRS ≤ 0,12 s) de las taquicardias con complejo QRS ancho (duración del QRS
> 0,12 s). Esto facilita la identificación del punto de origen de la taquicardia,
como se describe a continuación.
Ritmo regular
Si los intervalos RR tienen una longitud uniforme (lo que indica un ritmo
regular), las posibles arritmias son la taquicardia sinusal, la taquicardia por
reentrada del nódulo AV o el flúter auricular con un bloqueo AV fijo (2:1, 3:1).
La actividad auricular en el ECG puede ayudar a identificar cada uno de estos
ritmos usando los criterios siguientes:
1. La presencia de ondas P e intervalos RR uniformes indica una taquicardia
sinusal.
283
Ritmo
Ritmo regular Ritmo irregular irregular
1. Taquicardia sinusal 1. Taquicardia auricular TSV con
2. TSV paroxística multifocal (TAM) conducción
3. Flúter auricular 2. Fibrilación auricular AV prolongada
Ritmo irregular
Si los intervalos RR no tienen una longitud uniforme (indicativo de un ritmo
regular), las arritmias más probables son la taquicardia auricular multifocal
y la fibrilación auricular. De nuevo, la actividad auricular en el ECG ayuda a
identificar cada uno de estos ritmos:
1. La presencia de ondas P de morfología múltiple con intervalos RR variables
es un indicio de taquicardia auricular multifocal (v. el panel A en la fig. 15-3).
2. La ausencia de ondas P con una actividad auricular muy desorganizada
(ondas de fibrilación) es un indicio de fibrilación auricular (v. el panel B en
la fig. 15-3).
1s
FIGURA 15-2. Taquicardia con complejo QRS estrecho con ritmo regular. Obsérvese
la ausencia de ondas P, que están ocultas en los complejos QRS. Se trata de una
taquicardia por reentrada del nódulo AV.
FIGURA 15-3. Taquicardias con complejo QRS estrecho con un ritmo irregular. El
panel A muestra una taquicardia auricular multifocal (TAM), identificada por ondas P de
múltiples morfologías e intervalos PR variables. El panel B es una fibrilación auricular,
identificada por la ausencia de ondas P y una actividad auricular sumamente desorganizada
(ondas de fibrilación).
FIBRILACIÓN AURICULAR
La fibrilación auricular (FA) es el trastorno del ritmo cardíaco más frecuente
en la práctica clínica, y puede ser paroxística (se resuelve espontáneamente),
recurrente (dos o más episodios), persistente (presente durante al menos 7
días) o permanente (presente durante al menos 1 año) (1,2). La mayoría de
los pacientes con FA son personas de edad avanzada (mediana de edad de 75
años) y sufren una cardiopatía subyacente. Alrededor del 25 % tiene menos
de 60 años y no sufre patología cardíaca subyacente alguna (1): un cuadro
conocido como fibrilación auricular solitaria.
FA postoperatoria
La FA postoperatoria se documenta hasta en el 45 % de las cirugías cardíacas,
hasta en el 30 % de las cirugías torácicas no cardíacas y hasta en el 8 % de otras
cirugías mayores (5). Suele aparecer en los 5 primeros días del postoperato-
rio (6), y se asocia a estancias hospitalarias prolongadas y a un aumento de
la mortalidad (5,6). Se han implicado varios factores predisponentes, como
un aumento de la actividad adrenérgica, el agotamiento de las reservas de
magnesio y el estrés oxidativo. Actualmente es popular la profilaxis con
betabloqueantes y magnesio (5,7), y hay pruebas de que un antioxidante, la
N-acetilcisteína (un sustituto del glucagón) proporciona una profilaxis eficaz
tras la cirugía cardíaca (7). La mayoría de los casos de FA postoperatoria se
resuelven en unos meses.
Consecuencias adversas
Las consecuencias adversas de la FA consisten en una alteración del rendi-
miento cardíaco y la aparición de tromboembolia.
Rendimiento cardíaco
La contracción auricular es responsable del 25 % del volumen telediastólico
ventricular en el corazón sano (8). La pérdida de la contribución auricular al
llenado ventricular en la FA tiene un efecto escasamente perceptible cuando
la función cardíaca es normal, pero puede dar lugar a una disminución sig-
nificativa del volumen de eyección cuando se altera el llenado diastólico por
estenosis mitral o disminución de la distensibilidad ventricular (1). Este efecto
es más notorio con frecuencias cardíacas rápidas (por la reducción en el tiem-
po para el llenado ventricular).
Tromboembolia
La fibrilación auricular predispone a la formación de trombos en la aurícula
izquierda, y estos trombos pueden desprenderse y embolizar en la circulación
cerebral, produciendo así un ictus isquémico agudo. El promedio de la inciden-
cia anual de ictus isquémico es entre 3 y 5 veces superior en los pacientes con
FA, pero sólo cuando la FA se acompaña de ciertos factores de riesgo (p. ej.,
insuficiencia cardíaca, estenosis mitral, edad avanzada) (1,2). Las recomenda-
ciones para el tratamiento antitrombótico se presentan más adelante.
Estrategias terapéuticas
El tratamiento agudo de la FA puede dividirse en tres componentes: control
de la frecuencia cardíaca, cardioversión (eléctrica y farmacológica) y trom-
boprofilaxis.
150
Diltiazem
Amiodarona
130
Frecuencia cardíaca (lpm)
Digoxina
110
*
90 *
*
* *
*p < 0,05
70
0 1 2 3 4 5 6
Duración del tratamiento farmacológico (horas)
FIGURA 15-4. Comparación del control agudo del ritmo con diltiazem, amiodarona
y digoxina por vía intravenosa en pacientes con fibrilación auricular no complicada.
Los puntos de datos marcados con una estrella indican una diferencia significativa con
diltiazem comparado con los otros dos fármacos. Datos de la referencia 10.
Cardioversión eléctrica
Más del 50 % de los episodios de FA de comienzo reciente revertirán espon-
táneamente a ritmo sinusal en las primeras 72 h (18). La cardioversión con
corriente directa es la intervención apropiada para los casos restantes de FA
que se complican con hipotensión, edema pulmonar o isquemia miocárdica.
Las descargas bifásicas han sustituido a las descargas monofásicas como es-
tándar de la cardioversión, ya que se necesita menos energía para lograr un
resultado satisfactorio. Suele bastar con una descarga de 100 J para lograr una
cardioversión satisfactoria con descargas bifásicas, pero en las normas más
recientes para la FA se recomiendan 200 J para el primer intento de cardiover-
sión (1). Si se necesitan descargas adicionales, el nivel de energía se aumenta
en incrementos de 100 J hasta un máximo de 400 J. El éxito puede ser fugaz
cuando la FA ha persistido más de un año (1).
Cardioversión farmacológica
La cardioversión farmacológica se usa en casos de FA no complicada que no
responde al control de la frecuencia, o para los primeros episodios de FA no
complicada de menos de 48 h de duración, para evitar la necesidad de anticoa-
gulación (v. más adelante). Diversos antiarrítmicos pueden ser eficaces para
Tromboprofilaxis
En la tabla 15-2 se muestran las recomendaciones para el tratamiento antitrom-
bótico en la FA. Resumiendo, la anticoagulación se recomienda en cualquier
paciente con FA y uno o más de los siguientes factores de riesgo: estenosis
mitral, arteriopatía coronaria, insuficiencia cardíaca congestiva, hipertensión,
edad ≥ 75 años, diabetes mellitus, e ictus o AIT previo (1,2). Esto, por supuesto,
descarta a los pacientes con contraindicaciones para la anticoagulación.
Síndrome de Wolff-Parkinson-White
El síndrome de Wolff-Parkinson-White (WPW) (intervalo PR corto y ondas
delta antes del complejo QRS) se caracteriza por taquicardias supraventricu-
lares recurrentes que se originan desde una vía accesoria en el nódulo AV. (El
mecanismo para estas taquicardias se explica en el apartado de taquicardias
por reentrada.) Cuando aparece fibrilación auricular en un paciente con una
vía accesoria, es poco probable que los fármacos que bloquean la conducción
en el nódulo AV (p. ej., antagonistas de los canales del calcio, betabloqueantes,
digoxina) ralenticen el ritmo ventricular, ya que la vía accesoria no se bloquea
(1,4). Además, el bloqueo selectivo del nódulo AV puede precipitar una fibri-
lación ventricular (4). Por lo tanto, los fármacos que bloquean el nódulo AV (p. ej.,
antagonistas del calcio, betabloqueantes, digoxina) NO deben usarse cuando el
síndrome de WPW se asocie a FA (1,4). El tratamiento de elección en esta situa-
ción es la cardioversión eléctrica o la administración de antiarrítmicos como
amiodarona o procainamida.
Tratamiento agudo
Se recomiendan las medidas siguientes para el tratamiento agudo de la TAM,
aunque es una arritmia recalcitrante, a menudo sin respuesta al tratamiento
farmacológico.
1. Identificar y corregir la hipomagnesemia y la hipopotasemia si fuera nece-
sario. Si coexisten ambos trastornos, hay que corregir el déficit de magnesio
antes de reponer el déficit de potasio. Esto se explica en el capítulo 37.
2. Como los valores séricos de magnesio pueden ser normales cuando se agotan
las reservas corporales totales de magnesio (también explicado en el cap. 37),
puede administrarse magnesio i.v. como medida empírica cuando las cifras
séricas de magnesio son normales. Puede aplicarse la pauta siguiente:
Empezar con 2 g de MgSO4 (en 50 ml de solución salina) por vía i.v. en
15 min; infundir a continuación 6 g de MgSO4 (en 500 ml de solución sa-
lina) en 6 h.
En un estudio, este régimen lograba una tasa de éxito notable del 88 % en
la conversión de una TAM en ritmo sinusal, y el efecto era independiente
de los valores séricos de magnesio (21). Esta tasa de éxito puede explicarse
por el efecto estabilizador de membrana del magnesio (22) y por las accio-
nes de éste como «antagonista de los canales del calcio de la naturaleza»
(v. cap. 37). Con este régimen empírico, no existen riesgos de causar una
sobrecarga de magnesio.
3. Si fracasan las medidas anteriores y una EPOC no es la causa de la TAM,
se ha confirmado que la administración de metoprolol, en las dosis descritas
en la tabla 15-1, logra una tasa de éxito del 80 % en la reversión de la TAM a
ritmo sinusal (20). Si el metoprolol supone un problema en los pacientes con
EPOC, puede ser eficaz la administración de verapamilo, un antagonista de
los canales del calcio. El verapamilo convierte la TAM en ritmo sinusal en
menos del 50 % de los casos (20), pero también puede ralentizar el ritmo
ventricular. La dosis es de 0,25-0,5 mg i.v. en 2 min, que puede repetirse
cada 15-30 min, si es necesario, hasta una dosis total de 20 mg (4). El vera-
pamilo es un inotrópico negativo potente y la hipotensión es un efecto
secundario frecuente. No se recomienda en pacientes con insuficiencia
cardíaca (4).
Mecanismo
Estas arritmias pueden aparecer cuando la transmisión del impulso en una
vía del sistema de conducción AV está ralentizada. Esto genera una diferencia
en el período refractario para la transmisión del impulso en las vías de con-
ducción anómala y normal, lo que permite que los impulsos viajen a través
de una vía descendente para retornar a través de la otra vía. La transmisión
retrógrada de los impulsos se denomina reentrada, y da lugar a un patrón
circular de transmisión del impulso que se autoperpetúa, es decir, taquicardia
reentrante. La reentrada está desencadenada por un impulso auricular ectópico
en una de las dos vías de conducción, lo que es la causa del comienzo brusco
característico de este tipo de taquicardias.
Existen cinco tipos diferentes de TSVP, basándose en la localización de la vía
reentrante. La más frecuente es la taquicardia por reentrada del nódulo AV, en la
que la vía reentrante se localiza en el nódulo AV.
Adenosina
La adenosina es el fármaco de elección para finalizar las taquicardias por reentrada con
implicación del nódulo AV cuando las maniobras vagales son ineficaces (25,26).
La adenosina es un nucleótido endógeno (la columna vertebral de la molécula
de ATP) que relaja el músculo liso vascular y ralentiza la conducción en el
nódulo AV. Cuando se administra por vía i.v. rápida, el inicio de acción es
rápido (< 30 s) y produce un bloqueo AV transitorio que puede terminar con
las taquicardias por reentrada del nódulo AV. La adenosina se elimina rápida-
mente del torrente sanguíneo (por receptores en los eritrocitos y en las células
endoteliales) y sus efectos duran sólo 1-2 minutos.
Consideraciones sobre la dosificación
En la tabla 15-3 se muestra la pauta de dosificación para la adenosina. La dosis
inicial es de 6 mg, y se inyecta rápidamente en una vena periférica seguida de
un lavado del sistema con solución salina. Los resultados óptimos se obtienen
si el fármaco se inyecta en el conector del catéter. Si no se produce conversión a
ritmo sinusal al cabo de 2 min, se administra una segunda dosis de 12 mg, que
puede repetirse una vez en caso necesario. Este régimen termina las taquicar-
dias por reentrada del nódulo AV en el 90 % de los casos (24-26). La dosis eficaz de
adenosina se determinó inyectando el fármaco en venas periféricas, y se han
documentado casos de asistolia ventricular al inyectar dosis convencionales
de adenosina a través de catéteres venosos centrales (27). Como consecuencia,
algunos (incluido el fabricante) han recomendado disminuir la dosis de adenosina
en un 50 % cuando se inyecte el fármaco a través de un catéter venoso central (27).
Efectos adversos
Los efectos adversos de la adenosina duran poco, ya que se trata de un
fármaco cuya acción es ultracorta. El efecto adverso más frecuente es una
bradicardia tras la conversión, con varios grados de bloqueo AV. El bloqueo
AV no responde a la atropina, pero se resuelve espontáneamente en 60 s (26).
El dipiridamol estimula el bloqueo AV producido por la adenosina (26). Esta
última está contraindicada en los pacientes con asma, ya que se han publicado
casos de broncoespasmo al administrarla (28), pero en estudios más recientes
se señala que la adenosina produce una sensación de disnea, no de broncoes-
pasmo, en los pacientes asmáticos (29).
TAQUICARDIA VENTRICULAR
La taquicardia ventricular (TV) es una taquicardia de complejo QRS ancho
que presenta un comienzo brusco, un ritmo regular y una frecuencia superior
a 100 lpm (habitualmente, entre 140-200 lpm). Su aspecto puede ser monomorfo
(uniformidad de los complejos QRS) o polimorfo (múltiples morfologías de los
complejos QRS). La TV casi nunca aparece en ausencia de una cardiopatía es-
tructural (30), y cuando se mantiene (cuando dura más de 30 s) puede suponer
una amenaza inmediata para la vida.
1s
FIGURA 15-5. El panel superior muestra una taquicardia con complejo QRS ancho que
se parece a una TV monomorfa. Sin embargo, el panel inferior muestra la conversión
espontánea a un ritmo sinusal, lo que revela un bloqueo de rama subyacente, indicando
que el ritmo del panel superior es una TSV con un bloqueo de rama preexistente.
Registros por cortesía de Richard M. Greenberg, M.D.
Pistas
Existen dos alteraciones del ECG que identificarán una TV como la causa de
una taquicardia con complejo QRS ancho:
FIGURA 15-6. Ejemplo de un latido de fusión (rodeado por el círculo rojo), que es un
complejo QRS híbrido producido por la colisión de un impulso ectópico ventricular y un
impulso supraventricular (p. ej., nódulo sinusal). La presencia de latidos de fusión es una
prueba de actividad ectópica ventricular.
Tratamiento
En el tratamiento de los pacientes con una taquicardia con complejo QRS an-
cho se puede proceder del modo siguiente. Este enfoque está organizado en
un diagrama de flujo en la figura 15-7.
1. Si hay signos de compromiso hemodinámico, la intervención apropiada es
la cardioversión eléctrica, independientemente de si el ritmo es una TV o una
TSV con conducción aberrante. Las descargas deben sincronizarse (sincro-
nizadas con el complejo QRS), con una descarga inicial de 100 J (descargas
bifásicas o monofásicas) (30). Esta descarga debe solucionar la mayoría de
los casos de TV monomorfas, pero en ocasiones se necesitan descargas de
200 J (descargas bifásicas) y de hasta 360 J (descargas monofásicas).
2. Si no hay compromiso hemodinámico y el diagnóstico de TV es seguro,
debe usarse amiodarona intravenosa para finalizar la arritmia. La amiodaro-
na es el fármaco de elección para suprimir la TV monomorfa (4).
3. Si no hay compromiso hemodinámico y el diagnóstico de TV es dudoso,
la respuesta a la adenosina puede ser útil, ya que finalizará bruscamente
Torsade de pointes
La torsade de pointes («contorsiones alrededor de puntos») es una TV polimorfa
con complejos QRS que parecen retorcerse alrededor de la línea isoeléctrica
del ECG, como se muestra en la figura 15-8. Esta arritmia se asocia a un in-
tervalo QT prolongado, y puede ser congénita o adquirida. La variante ad-
quirida es mucho más prevalente, y se debe a una amplia gama de fármacos
y alteraciones electrolíticas que prolongan el intervalo QT (32,33). También
existe una TV polimorfa que se asocia a un intervalo QT normal, y el cuadro
predisponente en esta arritmia es la isquemia miocárdica (4).
No Sí
1 CARDIOVERSIÓN INMEDIATA
1. Usar descargas sincronizadas ¿Está seguro de que
2. Comenzar a 100 J el ritmo es una TV?
3. Repetir si es necesario y añadir
100 J a cada descarga sucesiva
Sí No
FIGURA 15-7. Diagrama de flujo para el tratamiento agudo de pacientes con taquicardia
con complejo QRS ancho. Basado en las recomendaciones de la referencia 4.
Factores predisponentes
En la tabla 15-4 se muestran los fármacos implicados con más frecuencia en
la torsades de pointes (33). Los más notorios son los antiarrítmicos (Clase IA y
III), los antibióticos macrólidos, los neurolépticos, la cisaprida (un fármaco
que favorece la motilidad intestinal) y la metadona. Entre los trastornos elec-
trolíticos que prolongan el intervalo QT se encuentran la hipopotasemia, la
hipocalcemia y la hipomagnesemia.
500 ms
FIGURA 15-8. Torsades de pointes, una taquicardia ventricular polimorfa descrita como
«contorsiones alrededor de los puntos (isoeléctricos)». Registro por cortesía de Richard
M. Greenberg, M.D.
Tratamiento
El tratamiento de la TV polimorfa se resume del modo siguiente:
1. La TV polimorfa mantenida requiere una cardioversión eléctrica no sincro-
nizada (desfibrilación) (4).
2. Para el tratamiento farmacológico de la torsades de pointes se utiliza magnesio
intravenoso (y puede combinarse con cardioversión eléctrica). No hay un
régimen de dosificación universal para el magnesio en este contexto. Las
normas de la ACLS recomiendan administrar 1-2 g de sulfato de magnesio
(MgSO4) por vía intravenosa en 15 min (4), mientras que otros recomiendan
una pauta de 2 g en embolada i.v., seguida de una infusión continua de
magnesio a un ritmo de 2-4 mg/min (33). No se ha demostrado que una
dosis de carga intensiva de magnesio provoque consecuencias adversas
(incluso en pacientes con insuficiencia renal), por lo que el régimen más
intensivo de magnesio (33) debe ser el de elección.
3. Otras medidas para la torsades de pointes son la corrección de las anomalías
electrolíticas de alto riesgo y la suspensión de la administración de fárma-
cos de alto riesgo para evitar recurrencias.
4. En la TV polimorfa con un intervalo QT normal, la amiodarona o los
betabloqueantes (para la isquemia miocárdica) pueden ayudar a evitar las
recurrencias (4).
COMENTARIO FINAL
La taquiarritmia que le llevará más tiempo que el resto de arritmias combi-
nadas es la fibrilación auricular (FA), que casi nunca supone un problema
importante (en una UCI no coronaria), pero puede precisar más atención que
el problema primario. Esta arritmia es como una persona cargante que exige
mucha atención, pero que no supone una amenaza (no pone en riesgo la vida,
en el caso de la arritmia).
Las taquiarritmias que son una amenaza inmediata para la vida (taquicar-
dia ventricular) no son prevalentes en las UCI no coronarias, ni siquiera en
pacientes con shock circulatorio y fracaso multiorgánico. De hecho, en los
pacientes que están cerca de la muerte y no se reaniman, la progresión hacia
la asistolia ventricular suele ir precedida de bradiarritmias (p. ej., bloqueos
AV). Esta escasez de taquicardias ventriculares problemáticas fuera de las
unidades coronarias puede explicarse por el desencadenante de la taquicardia
ventricular (isquemia miocárdica focal, más que global), lo que no es inusual
en enfermedades graves cuando la arteriopatía coronaria no es el problema
dominante.
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SÍNDROMES
CORONARIOS
AGUDOS
El estudio de las causas de las cosas debe ir precedido
del estudio de las cosas causadas.
John Hughlings Jackson
(1835-1911)
TROMBOSIS CORONARIA
La lesión miocárdica isquémica es el resultado de un trombo oclusivo en una
o más arterias coronarias. El desencadenante de la formación del trombo es
la rotura de una placa aterosclerótica (9), que libera lípidos trombogénicos y
activa plaquetas y factores de la coagulación (v. fig. 16-1). La rotura de la placa
puede deberse a la licuefacción causada por inflamación local (10). También
puede estar implicado un estrés hidraúlico, ya que las placas rotas se localizan
típicamente en zonas de ramificación en la circulación coronaria (11).
303
Lípidos
trombogénicos
Plaqueta Placa
aterosclerótica rota
Síndromes clínicos
La trombosis de la arteria coronaria es responsable de tres cuadros clínicos:
infarto de miocardio con elevación del segmento ST (IMEST), infarto de mio-
cardio sin elevación del segmento (IMSEST) y angina inestable (AI). El primer
cuadro, el IMEST, es consecuencia de la oclusión trombótica completa de la
arteria afectada, mientras que los otros dos cuadros (IMSEST y AI) se deben
a una oclusión trombótica parcial o una oclusión completa transitoria con re-
vascularización espontánea (2-6). Estos tres procesos reciben, en conjunto, el
nombre de síndromes coronarios agudos (SCA).
Tratamiento trombocéntrico
El descubrimiento de que la trombosis coronaria es la culpable de los sín-
dromes coronarios agudos ha conllevado una serie de medidas terapéuticas
encaminadas a aliviar la obstrucción trombótica y a evitar las recurrencias.
Estas medidas son:
1. Tratamiento con fibrinolíticos para favorecer la disolución del coágulo.
MEDIDAS SISTEMÁTICAS
Las medidas siguientes se usan cuando se sospecha por primera vez un SCA,
y a menudo antes de completarse el estudio diagnóstico. Algunas de estas
intervenciones, que se resumen en la tabla 16-1, se utilizan en el ámbito pre-
hospitalario.
Oxigenoterapia
Una práctica habitual en los pacientes con SCA es la administración de suple-
mentos de oxígeno (3,5), incluso aunque la oxigenación arterial sea normal.
Esta medida se ha cuestionado en los últimos años (12), porque el oxígeno
favorece la vasoconstricción coronaria (el oxígeno es un vasoconstrictor en to-
dos los órganos, salvo en los pulmones, donde actúa como vasodilatador), y
porque el oxígeno es una fuente de metabolitos del oxígeno tóxicos (v. fig. 14-1)
que se han visto implicados en la lesión por reperfusión (13). Los efectos nocivos
del oxígeno se han destacado en un estudio reciente, en el que se confirma el
aumento de riesgo de evoluciones desfavorables asociadas a la oxigenoterapia
en el IM agudo (14).
La preocupación relativa al potencial nocivo que conlleva respirar oxígeno
sin regulación es evidente en las normas más recientes sobre los síndromes
coronarios agudos de la American Heart Association (2), en las que sólo se
recomienda la administración suplementaria de oxígeno cuando su saturación
arterial (SaO2) disminuya por debajo del 94 % (2). Esta cifra es mayor que el
umbral habitual para respirar oxígeno (SaO2 < 90 %), pero sigue siendo un
paso importante en la idea de que el oxígeno puede ser un gas tóxico.
Nitroglicerina
La nitroglicerina (0,4 mg) se administra en forma de comprimido sublingual
o en aerosol para mitigar el dolor torácico, pudiendo administrarse hasta un
total de tres dosis a intervalos de 5 min, según las necesidades. (No está claro
cuál es el mecanismo por el que la nitroglicerina alivia el dolor torácico. Se
Las pautas de dosificación proceden de las normas para la práctica clínica en las referencias 2, 3 y 5.
TERAPIA DE REPERFUSIÓN
El principal determinante de la evolución de los síndromes coronarios agudos
es la capacidad para restablecer la permeabilidad en las arterias coronarias
obstruidas mediante tratamiento trombolítico o una intervención coronaria per-
cutánea (ICP), que comprende la angioplastia coronaria y la colocación de
endoprótesis, cuando esté indicado.
Tratamiento trombolítico
El estudio de los fármacos que estimulan la fibrinólisis comenzó inmediata-
mente después del descubrimiento (en 1980) de que el infarto de miocardio
transmural se debía a una trombosis coronaria oclusiva. En 1986, se publicó el
primer estudio clínico de tratamiento trombolítico, en el que se confirmó un
beneficio de la supervivencia dependiente del tiempo en pacientes con IM con
elevación del segmento ST (IMEST).
Resumen de beneficios
Las afirmaciones siguientes resumen la experiencia clínica con el tratamiento
trombolítico en los síndromes coronarios agudos.
1. El tratamiento trombolítico mejora la supervivencia en las afecciones
siguientes:
a. IM agudo con elevación del segmento ST de, al menos, 0,1 mV o 1 mm en
dos derivaciones contiguas (IMEST).
4
Vidas salvadas por cada 100
0
0 -1 2 -3 4 -6 7 - 12 1 3 - 18
Horas desde el inicio del dolor torácico hasta el
tratamiento trombolítico
FIGURA 16-2. Beneficio para la supervivencia del tratamiento trombolítico en relación
con el tiempo transcurrido desde el inicio del dolor torácico hasta la instauración de
la terapia. IMEST, infarto de miocardio con elevación del ST; BRI, bloqueo de rama
izquierda. Datos de la referencia 19.
De la referencia 2.
Fármacos trombolíticos
Los trombolíticos actúan convirtiendo el plasminógeno en plasmina, que des-
compone a continuación las hebras de fibrina en subunidades más pequeñas.
En la tabla 16-3 se muestran los fibrinolíticos que se usan en el SCA. Estos
fármacos actúan principalmente sobre el plasminógeno que está unido a la
fibrina (fibrinólisis específica del coágulo), lo que limita la magnitud de la
fibrinólisis sistémica y, por lo tanto, el riesgo de una hemorragia no deseada.
Hemorragia grave
Los fibrinolíticos específicos del coágulo producen cierto grado de fibrinólisis
sistémica, que puede consumir fibrinógeno circulante y aumentar el riesgo
Resumen
A pesar de las diferencias en cuanto a las propiedades farmacocinéticas, los fi-
brinolíticos de la tabla 16-3 son equivalentes en cuanto a los beneficios para la
supervivencia y el riesgo de sangrado. La experiencia clínica con el tratamien-
to trombolítico conduce al siguiente resumen: lo importante en el tratamiento
trombolítico no es qué fármaco utilizar, sino la rapidez con la que se administre.
ICP en el IMEST
En varios estudios clínicos se ha demostrado que la ICP es mejor que el trata-
miento trombolítico para restablecer el flujo en las arterias obstruidas y para
disminuir la incidencia de consecuencias adversas (1-3, 27-29), lo que se
muestra en la figura 16-3. Las gráficas de barras de la izquierda (que muestran
episodios vasculares) demuestran mejores resultados con la ICP para restable-
cer un flujo normal en las arterias relacionadas con un infarto y para prevenir
la reoclusión. Las gráficas de barras de la derecha (que muestran resultados
clínicos) confirman una mejoría de los resultados con la ICP para disminuir la
tasa de mortalidad y la de reinfarto.
100 10
> 90 %
Angioplastia
80 8
Tratamiento
fibrinolítico 7% 7%
60 6
55 %
5%
% %
40 4
3%
25 %
20 2
5%
0 0
Tasa de retorno Tasa de Tasa de Tasa de
al flujo normal reoclusión reinfarto mortalidad
FIGURA 16-3. Efectos comparativos de la angioplastia coronaria y el tratamiento
trombolítico sobre incidentes vasculares (gráfica de la izquierda), y evoluciones clínicas
(gráfica de la derecha) en pacientes con infarto de miocardio con elevación del ST. Datos
de las referencias 27-29.
10
*p < 0,05 comparado con los primeros 60 min
Vidas salvadas por cada 100
*
8
pacientes tratados
*
6
2
0 -60 61 -90 91 -120 121 - 150 151 - 180
Minutos desde la llegada al hospital hasta la angioplastia
coronaria (tiempo desde la puerta al globo)
FIGURA 16-4. Tasa de mortalidad en relación con el tiempo transcurrido desde la
llegada al hospital hasta la realización de la angioplastia coronaria (tiempo desde la puerta
al globo). El asterisco indica una diferencia significativa comparada con el tiempo inicial
(0-60 min). Adaptado de los datos de la referencia 30.
Cuando se sospeche por primera vez un síndrome coronario agudo, hay que
plantearse las siguientes preguntas inmediatamente:
1. ¿Muestra el ECG elevación del ST (≥ 0,1 mV) en al menos dos derivaciones
contiguas, o un bloqueo de rama izquierda nuevo?
Si la respuesta es SÍ, ir a la sección siguiente
2. ¿Empezó el dolor torácico hace menos de 12 h?
Si la respuesta es SÍ, ir a la sección siguiente
3. ¿Puede realizarse una ICP en el momento oportuno (aquí o en otro sitio)?
Si la respuesta es SÍ, proceder con la ICP
Si la respuesta es NO, ir a la sección siguiente
4. ¿Tiene el paciente algún motivo para no someterse a terapia lítica?
Si la respuesta es NO, instaurar el tratamiento trombolítico
Heparina
La anticoagulación con heparina es beneficiosa en la mayoría de los pacientes
con SCA. Es particularmente útil tras el tratamiento trombolítico, para contra-
rrestar las acciones protrombóticas de la trombina liberada por la disolución
del coágulo. A continuación, se resumen las recomendaciones para la admi-
nistración de heparina no fraccionada (HNF) y para la heparina de bajo peso
molecular (HBPM) en los síndromes coronarios agudos. (En el cap. 6 se ofrece
una descripción de las diferencias entre la HNF y la HBPM.)
1. El tratamiento a corto plazo con HNF es preferible en los pacientes que
reciben terapia de reperfusión con fibrinolíticos o ICP. Las pautas de dosi-
ficación recomendadas son:
a. HNF con ICP: usar emboladas intravenosas (i.v.) en dosis de 70-100 UI/kg
para mantener un tiempo de coagulación activado de 250-350 s durante
el procedimiento (3). Disminuir la dosis hasta 50-70 UI/kg si la HNF se
combina con antagonistas del receptor de la glucoproteína (v. más ade-
lante) (7).
b. HNF con tratamiento trombolítico: se empezará con una embolada i.v.
en una dosis de 60 UI/kg, seguida de una infusión de 12 (UI/kg)/h,
durante al menos 48 h (3). Se ajustará la dosis para mantener un TTP
activado (TTPa) de, al menos, 1,5-2 veces el control. Para un peso cor-
poral > 70 kg, la dosis máxima es de 4 000 UI (embolada i.v.) y 1 000 UI
cada hora (3).
2. La HBPM es preferible en los pacientes que no reciben terapia de reperfu-
sión. La pauta de dosificación para una HBPM habitual (enoxaparina) es:
a. Enoxaparina en el SCA: embolada i.v. de 30 mg, seguida de inyección sub-
cutánea de 1 mg/kg cada 12 h durante toda la estancia hospitalaria (7).
b. Enoxaparina en la insuficiencia renal: cuando el aclaramiento de creatinina
es < 30 ml/min, se disminuirá la dosis diaria en un 50 % (p. ej., 1 mg/kg
cada 24 h) (7).
3. En los pacientes con antecedentes de trombocitopenia inducida por hepari-
na (v. cap. 19), se dispone de los siguientes regímenes alternativos:
a. Para la ICP: bivalirudina (un inhibidor directo de la trombina), 0,7 mg/kg
en embolada i.v., seguida de infusión de 1,75 (mg/kg)/h (7). Se suspen-
derá tras una ICP satisfactoria.
b. Para tratamiento trombolítico o sin terapia de reperfusión: fondaparinux
(inhibidor del factor Xa), 2,5 mg/día por vía subcutánea (7,8).
Tienopiridinas
Las tienopiridinas (clopidogrel, ticlopidina, tigrecalor, prasugrel) son antia-
gregantes plaquetarios que bloquean de forma irreversible los receptores de
superficie que intervienen en la agregación plaquetaria inducida por el ADP
(32). Este mecanismo de acción difiere del usado por el AAS, por lo que estos
fármacos pueden combinarse con AAS o usarse como alternativa a éste. Las
tienopiridinas son profármacos que necesitan activarse en el hígado, y no son
eficaces en los pacientes con insuficiencia hepática.
Clopidogrel
El clopidogrel es la tienopiridina más popular, y tiene una eficacia demostrada
sobre la supervivencia cuando se combina con AAS en el IMEST y el IMSEST,
con o sin terapia de reperfusión (1-6,32,33). También se recomienda como
sustituto del AAS en los pacientes alérgicos (3,5). Las recomendaciones de
dosificación para el clopidogrel son:
1. Clopidogrel sin ICP: se empezará con una dosis de carga por v.o. de 300 mg, lo
antes posible, seguida de una dosis de mantenimiento por v.o. de 75 mg/día.
La misma dosis se utiliza cuando se añade clopidogrel al AAS o cuando se
usa como su sustituto.
2. Clopidogrel con ICP: se usará una dosis de carga de 600 mg antes de la ICP
(4,6), siguiendo con la dosis de mantenimiento habitual de 75 mg/día.
3. Clopidogrel y cirugía: el clopidogrel debe suspenderse, al menos, 5 días antes
de una cirugía mayor (4,6), de modo que lo más prudente es evitarlo si se
prevé una cirugía de derivación aortocoronaria de urgencia.
La activación del clopidogrel en el hígado se bloquea con inhibidores de la
bomba de protones (5,6,32). La importancia clínica de dicha interacción no
está clara, pero parece prudente evitar los inhibidores de la bomba de protones
para la profilaxis de úlceras de estrés en pacientes tratados con clopidogrel.
ta que se eliminan por los riñones. Tras suspender estos dos últimos fármacos,
los tiempos de hemorragia tardan 15 min y 4 h, respectivamente, en volver a
la normalidad (32). Se recomienda ajustar las dosis de ambos fármacos en la
insuficiencia renal, como se indica en la tabla 16-5.
COMPLICACIONES
La aparición de una insuficiencia cardíaca descompensada y de shock car-
diogénico en los primeros días tras un IM agudo constituye un signo de mal
pronóstico, y suele indicar un defecto estructural catastrófico, como una insu-
ficiencia mitral aguda, o una lesión muscular extensa con fallo de la bomba
cardíaca. En estas situaciones, es frecuente que el resultado sea mortal, a pesar
de realizar intervenciones en el momento oportuno.
Defectos estructurales
Los defectos siguientes suelen deberse a infartos transmurales (elevación del ST).
Reperfusión
Las medidas de soporte hemodinámico son, por descontado, un puente hasta
la realización de intervenciones que restablezcan el flujo en los vasos sanguí-
neos relacionados con el infarto. Las normas del ACC/AHA (3) recomiendan
una ICP inmediata cuando el shock cardiogénico aparece en las primeras 36 h
tras un IMEST y cuando la angioplastia pueda realizarse en las 18 h siguientes
al inicio del shock. La cirugía de derivación aortocoronaria se considerará si
en el cateterismo cardíaco se observa una afectación de varios vasos que no
sea candidata a la angioplastia.
Fisiopatología
La disección aórtica se produce cuando un desgarro en la íntima de la aorta
permite que la sangre diseque entre las capas íntima y media de la aorta,
creando una luz falsa. Este proceso puede ser el resultado de lesiones ate-
roescleróticas en la aorta por hipertensión, o una degradación acelerada de la
pared de la aorta debida a un trastorno genético (p. ej., síndrome de Marfan).
La disección puede originarse en la aorta ascendente o descendente, y puede
propagarse en dirección anterógrada o retrógrada. Cuando la disección afecta
a la aorta ascendente, la propagación retrógrada puede causar insuficiencia
coronaria, insuficiencia aórtica y taponamiento pericárdico, mientras que la
propagación anterógrada puede dar lugar a defectos neurológicos (por afec-
tación de los vasos del cayado aórtico) (37).
Manifestaciones clínicas
El síntoma más frecuente es un dolor torácico de comienzo brusco. El dolor
suele ser agudo, y puede ser subesternal (disección de la aorta ascendente) o
localizarse en la espalda (disección de la aorta descendente). Lo más impor-
tante es que el dolor torácico puede ceder espontáneamente durante horas o días
(39,40), y esto puede ser la causa de que el diagnóstico se pase por alto. La reapa-
rición del dolor tras un intervalo sin molestias suele ser un signo de rotura
Signos clínicos
Los signos clínicos más frecuentes son la hipertensión (50 % de los pacientes)
y la insuficiencia aórtica (50 % de los pacientes) (38,39). En el 15 % se aprecia
desigualdad de pulsos en las extremidades superiores (por obstrucción de la
arteria subclavia izquierda en el arco aórtico) (39). La radiografía de tórax pue-
de mostrar ensanchamiento mediastínico (60 % de los casos) (39), pero hasta
en el 20 % de los casos, la radiografía de tórax es normal (37). El ECG puede
mostrar cambios isquémicos (15 % de los casos) o signos de IM (5 % de los
casos), pero en el 30 % el ECG es normal (37). Debido a la escasa sensibilidad
de los signos clínicos, se necesitan modalidades de imagen adicionales para
establecer el diagnóstico.
Pruebas diagnósticas
Para establecer el diagnóstico de disección aórtica se necesita una de las cuatro
modalidades de imagen siguientes (40): resonancia magnética (RM) (sensibi-
lidad y especificidad del 98 %), ecocardiografía transesofágica (sensibilidad
del 98 % y especificidad del 77 %), tomografía computarizada con contraste
(sensibilidad del 94 % y especificidad del 87 %) y aortografía (sensibilidad del
88 % y especificidad del 94 %). La RM es, por lo tanto, la técnica de diagnóstico por
la imagen con mayor sensibilidad y especificidad para el diagnóstico de la disección
aórtica. Sin embargo, la disponibilidad inmediata de la RM está limitada en
Luz Luz
verdadera falsa
AP
AD
FIGURA 16-5. TC con contraste que muestra una disección aórtica que afecta a la aorta
ascendente. El signo característico es el colgajo de la íntima que separa la luz verdadera
de la falsa (señalado por las flechas pequeñas). AP, arteria pulmonar principal; AD, aorta
descendente.
Tratamiento
El tratamiento de la disección aórtica tiene dos objetivos fundamentales: con-
trolar la hipertensión (para evitar la rotura de la aorta) y realizar la corrección
quirúrgica lo antes posible.
Terapia antihipertensora
Uno de los consejos principales durante el control de la presión arterial en la
disección aórtica es que la disminución de la presión arterial no debe acompañarse
de un aumento en el volumen sistólico, ya que el incremento de flujo en la aorta
puede favorecer una disección posterior. Debido a ello, se prefiere administrar
antagonistas de los receptores β (betabloqueantes) para controlar la presión arterial
COMENTARIO FINAL
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PARADA
CARDÍACA
Cuando todos pensamos de manera parecida, ninguno está pensando.
Walter Lippmann
(1889-1974)
(11 %) (12 %)
10 10
(6 %) (6 %)
(2 %)
0 0
FV/TV Asistolia/AESP FV/TV Asistolia/AESP
El factor tiempo
Uno de los factores limitantes en el éxito de la RCP es el estrecho margen de
tiempo entre el cese del flujo sanguíneo y la muerte celular irreversible. Esta
franja de tiempo puede calcularse usando los determinantes de la oxigena-
ción sistémica descritos en el capítulo 10. El volumen de oxígeno en la sangre
circulante es normalmente de unos 800 ml (v. tabla 10-1), lo que equivale al
contenido de oxígeno total del cuerpo (ya que el oxígeno no se almacena en
los tejidos). El consumo de oxígeno total del cuerpo en los adultos en reposo
es de unos 250 ml/min (v. tabla 10-2), de modo que en 4 minutos se consumirá
el contenido total de O2 de 1 litro del organismo. Por lo tanto, tras el cese del
flujo sanguíneo por una parada cardíaca, puede esperarse que la depleción de oxígeno
y la muerte celular anóxica se produzcan al cabo de 4-5 minutos. Por lo tanto, la
RCP debe iniciarse dentro de esta franja de tiempo limitada para poder tener
alguna probabilidad de éxito.
Compresiones torácicas
En al tabla 17-1 se resumen las recomendaciones más recientes sobre las com-
presiones torácicas (6). La característica principal es el hincapié en las compre-
siones torácicas precoces e ininterrumpidas.
De la referencia 6.
Evitar interrupciones
También se insiste en la importancia que tiene evitar realizar interrupciones
innecesarias en las compresiones torácicas. En estudios de observación se ha
demostrado que las interrupciones en las compresiones torácicas son frecuen-
tes, y que el tiempo acumulado en dichas interrupciones puede llegar a ser la
mitad del tiempo de reanimación total (8). Se considera que la prolongación
del tiempo sin compresiones torácicas tiene consecuencias negativas sobre los
resultados (6), si bien existen pruebas de lo contrario (9).
Ventilación
Antes de proceder a la intubación endotraqueal, se realizan ventilaciones de
rescate con la ayuda de una mascarilla facial que se conecta a una bolsa de
ventilación autoinflable (p. ej., Ambu Respirator) que se llena de oxígeno.
La bolsa se comprime con una mano para proporcionar la ventilación, y se
realizan dos ventilaciones cada 30 compresiones torácicas, como ya se ha men-
cionado. Una vez que se logra colocar un tubo endotraqueal, se realizan insufla-
ciones pulmonares a intervalos de 6-8 segundos (8 a 10 respiraciones/min) usando la
misma bolsa de ventilación autoinflable que se emplea con la mascarilla facial.
El volumen recomendado para cada insuflación pulmonar es de 6-7 mg/kg (6), lo que
supone aproximadamente 500 ml para un adulto de tamaño normal.
Volúmenes de insuflación
El volumen de insuflación pulmonar no se monitoriza durante la «ventila-
ción con la bolsa reservorio», de modo que es bastante frecuente que durante
la RCP se administren grandes volúmenes de insuflación (6), lo que puede
causar una hiperinsuflación problemática de los pulmones (10). Es posible
cumplir con los volúmenes de insuflación recomendados (6-7 ml/kg) si se co-
noce la capacidad volumétrica de la bolsa reservorio. Por ejemplo, si la bolsa
de insuflación tiene una capacidad de 1 litro, su compresión hasta la mitad
proporcionará unos 500 ml por cada insuflación pulmonar. (La capacidad
volumétrica de la mayoría de las bolsas de ventilación de adultos es de 1-2
litros.) Un método alternativo consiste en usar una mano para comprimir la
bolsa reservorio, lo que generará un volumen de unos 600-800 ml (observación
personal), y no es probable que se produzca hiperinsuflación a corto plazo.
De la referencia 6.
Esta tabla supone una lista de comprobación para lograr el mayor rendimien-
to de la RCP.
FV y TV sin pulso
En la parada cardíaca, la evolución es más favorable cuando el ritmo inicial es
una FV o una TV sin pulso, como se demuestra en la figura 17-1. Esto se debe a la
instauración precoz de cardioversión eléctrica, como se describe a continuación.
Desfibrilación
La cardioversión eléctrica mediante descargas asincrónicas (sin estar sincro-
nizadas con el complejo QRS), denominada desfibrilación, es la medida de
reanimación más eficaz para la parada cardíaca asociada a FV y TV sin pulso.
El beneficio sobre la supervivencia con la desfibrilación depende del tiempo;
es decir, el tiempo que transcurre desde la parada cardíaca hasta la primera descarga
eléctrica constituye el factor más importante para establecer la probabilidad de su-
pervivencia (12-14). Esto se demuestra en la figura 17-2 (14). Obsérvese que el
40 % de los pacientes sobrevivió cuando la primera descarga se realizó en los
5 min siguientes a la parada, mientras que si la primera descarga se retrasaba
50
N = 1,667
40
Supervivientes (%)
30
20
10
0
5 10 15 20
Tiempo hasta la desfibrilación (min)
Asistolia/AESP
El tratamiento de la parada cardíaca asociada a actividad eléctrica sin pulso
(AESP) o a asistolia ventricular es notoriamente ineficaz, como se indica en la
Iniciar la RCP
• Administrar oxígeno
• Acoplar monitor/desfibrilador
Sí ¿Ritmo No
candidato a
desfibrilación?
FV/TV Asistolia/AESP
1 Descarga
RCP 2 min
• Acceso i.v./i.o.
¿Ritmo candidato No
a desfibrilación? 4 RCP 2 min
Sí • Acceso i.v./i.o.
• Epinefrina cada 3-5 min
2 Descarga • Considerar acceso avanzado a
vías respiratorias, capnografía
RCP 2 min
• Epinefrina cada 3-5 min
• Considerar acceso avanzado ¿Ritmo candidato Sí
a las vías respiratorias, a desfibrilación?
capnografía
No
5
RCP 2 min
¿Ritmo candidato No
a desfibrilación? • Tratar causas
reversibles
Sí
3 Descarga No Sí
¿Ritmo candidato
a desfibrilación?
RCP 2 min
• Amiodarona • Si no hay signos de
• Tratar causas reversibles retorno de la circulación
espontánea (RCE), ir a 4 o 5 Ir a 2 o 3
• Si RCE, comenzar con el
tratamiento posterior a la
parada cardíaca
© 2010 American Heart Association
FIGURA 17-3. Algoritmo de SVCVA para la parada cardíaca. Adaptado de la referencia 12.
Vasopresores
EPINEFRINA. La epinefrina produce vasoconstricción sistémica acompañada
de un incremento en la presión de perfusión coronaria (la diferencia entre la
presión aórtica y la presión de relajación de la aurícula izquierda durante el
tiempo entre las compresiones torácicas). Esto se demuestra en la figura 17-4
(15). En este caso, hay un incremento del 30 % en la presión de perfusión co-
ronaria tras la administración intravenosa de epinefrina, y el efecto dura, al
menos, 3 min (intervalo de tiempo recomendado entre las dosis de epinefrina).
El inconveniente de la epinefrina es la estimulación cardíaca mediada por los
receptores beta, que puede borrar el beneficio que supone el incremento de la
perfusión coronaria, y que también se ha visto implicado en la insuficiencia
cardíaca posterior a la reanimación (15).
La utilización de epinefrina se asocia a un mayor índice de retorno a la circu-
lación espontánea (RCE), pero la tasa de mortalidad se mantiene invariable
(12,16).
Antiarrítmicos
AMIODARONA. La amiodarona es el antiarrítmico de elección para la parada
cardíaca asociada a FV/TV que no responde a la desfibrilación y el tratamien-
to vasopresor (12). Esta preferencia se basa en estudios clínicos en los que
se demuestran resultados superiores con la amiodarona comparados con el
placebo (18) o la lidocaína (19). Sin embargo, los resultados superiores con la
amiodarona están limitados al aumento de la supervivencia hasta el ingreso
hospitalario, pero no hasta el alta hospitalaria.
Vía endotraqueal
En las raras ocasiones en las que no se dispone de un acceso intravenoso o
intraóseo, algunos fármacos del SVCVA (epinefrina, vasopresina y lidocaína)
pueden administrarse en las vías respiratorias superiores mediante inyección
por el tubo endotraqueal. Las dosis de los fármacos para la administración
endotraqueal deben ser 2-2,5 veces mayores que las dosis intravenosas (p. ej.,
2-2,5 mg para la epinefrina) (12).
MONITORIZACIÓN DE LA REANIMACIÓN
La monitorización para el retorno de la circulación espontánea (RCE) se limita tí-
picamente a la palpación de los pulsos carotídeos, algo que se desaconseja como
práctica aislada (12), ya que la búsqueda de pulsos suele exigir la interrupción
de las compresiones cardíacas durante períodos prolongados, y a menudo hay
dudas sobre la presencia o la ausencia de pulsos (20a). La PCO2 teleespiratoria
y la saturación venosa central de O2 proporcionan una evaluación más fiable de
la circulación, y pueden usarse para predecir la probabilidad de RCE.
PCO2 teleespiratoria
En el capítulo 21 se describe con detalle la determinación de la PCO2 telees-
piratoria. La PCO2 en el gas exhalado al final de la espiración (PCO2 telees-
piratoria) es una medida del equilibrio entre la ventilación y la perfusión en
los pulmones (equilibrio V/Q). Su valor varía en la misma dirección (relación
directa) con los cambios en el gasto cardíaco con respecto a la ventilación, y
cuando la ventilación alveolar es constante, los cambios en la PCO2 teleespiratoria
reflejan cambios proporcionales en el gasto cardíaco (p. ej., un descenso del 30 % en
la PCO2 teleespiratoria indica una disminución del 30 % en el gasto cardíaco).
La PCO2 teleespiratoria normalmente equivale a la PCO2 arterial (40 mm Hg),
pero puede ser menor que la PCO2 arterial en afecciones pulmonares asocia-
das a un aumento del espacio muerto (V/Q > 1).
35
Epinefrina
(20 μg/kg)
30
PPC
(mm Hg) 25
20
15
3 4 5 6 7 8
Tiempo de reanimación en minutos
Valor pronóstico
La monitorización del CO2 teleespiratorio proporciona una medida de la
PCO2 exhalada en cada respiración, y las determinaciones seriadas durante
la RCP pueden usarse para identificar cuándo se produce la RCE, o si es im-
probable que ocurra. La gráfica de la figura 17-5 muestra los cambios seriados
en la PCO2 teleespiratoria durante 20 min de RCP en pacientes que lograron
la RCE y en los que no la alcanzaron (20b). Obsérvese que los pacientes que
lograron la RCE mostraban un incremento progresivo en la PCO2 teleespira-
toria durante el período de reanimación, mientras que los pacientes que no
la alcanzaron mostraron un declive progresivo en la PCO2 teleespiratoria. El
valor de PCO2 teleespiratoria que separaba a los pacientes que respondieron
de los que no lo hicieron se situaba, en este estudio, en 15 mm Hg tras 20 min
de RCP. Otros estudios han demostrado un valor discriminativo de 10 mm Hg
para separar a los que sobrevivieron de los que no lo lograron (21,22).
Los estudios disponibles indican lo poco probable que puede ser un resultado satis-
factorio si la PCO2 teleespiratoria no es mayor de 10-15 mm Hg tras 20 min de RCP.
Cuando la PCO2 teleespiratoria permanece por encima de esta cifra, el mante-
nimiento de los esfuerzos de reanimación hasta durante una hora y media se
ha asociado a resultados favorables (23).
40
PCO2 teleespiratoria (mm Hg)
30 RCE
20
10 Sin RCE
0
0 5 10 15 20 25
Tiempo de reanimación en minutos
FIGURA 17-5. Cambios seriados en la PCO2 teleespiratoria en relación con el retorno
de la circulación espontánea (RCE) durante la reanimación de una parada cardíaca con
TV/TV sin pulso. Los puntos de los datos representan valores medios para los pacientes
en cada grupo. Datos de la referencia 20b.
hay pruebas de que la incapacidad para lograr una SvcO2 ≥ 30 % durante la RCP
se asocia a incapacidad para lograr la RCE (24). El valor de la SvcO2 durante la
RCP está limitado por la necesidad de disponer de un catéter venoso central.
137
(41 %)
40 (39 %) 22
% %
20 20
p = 0,009 p = 0,02
0 0
Hipotermia Normotermia Hipotermia Normotermia
FIGURA 17-6. Resultados clínicos con hipotermia leve (32-34 ºC) y con tratamiento
convencional (normotermia) en supervivientes comatosos de paradas cardíacas
extrahospitalarias con FV/TV sin pulso. Datos de la referencia 31.
Metodología
El enfriamiento superficial ha sido el método más popular de THC, pero el en-
friamiento endovascular ha ido ganando adeptos, ya que crea menos riesgo de
escalofríos y evita los problemas del enfriamiento superficial errático causado
por la vasoconstricción de la piel inducida por el frío. El método de enfriamien-
to endovascular requiere la colocación de un catéter venoso central especial,
algo que se realiza con facilidad durante la fase de inducción del enfriamiento
(v. más adelante). Ambos tipos de enfriamiento son óptimos cuando están auto-
matizados, y existen numerosos sistemas automáticos en el mercado.
Los pacientes que se someten a THC están intubados y ventilados mecánica-
mente, y tienen colocados catéteres vesicales equipados con un reóstato para
monitorizar la temperatura corporal. Aunque los pacientes están comatosos,
suelen usarse infusiones de sedantes (p. ej., midazolam, propofol o fentanilo)
para aliviar los escalofríos previsibles. El proceso de enfriamiento en la THC
se divide en tres fases: inducción, mantenimiento y recalentamiento.
*Documentado para paradas cardíacas extrahospitalarias con FV/TV sin pulso (31).
De las referencias 25, 26, 30-33. RCE, retorno de la circulación espontánea.
Fiebre
Como cabría esperar a partir de los efectos beneficiosos de la hipotermia, la
aparición de fiebre tras una parada cardíaca se asocia a resultados neurológi-
cos desfavorables (35). Por lo tanto, se aconseja instaurar un tratamiento anti-
pirético precoz en los pacientes con fiebre que no reciben THC, o en el caso de
fiebre de rebote que puede aparecer tras una THC. El antipirético de elección
es el paracetamol, en dosis de 650 mg o 1 000 mg i.v. o a través de la sonda de
alimentación cada 6 h, con una dosis máxima de 4 g. No debe administrarse en
pacientes con insuficiencia hepática.
Control de la glucemia
La hiperglucemia tras una parada cardíaca se asocia a resultados neurológicos
desfavorables (36), aunque no hay datos de que el control de la glucemia tras
una parada mejore el resultado neurológico. El control estricto de la glucemia
en los pacientes de la UCI se asocia a episodios frecuentes de hipoglucemia
(37), por lo que se considera un objetivo razonable un margen mayor de lo normal,
entre 144 mg/dl y 180 mg/dl (26). Como complemento a esta práctica, sería pru-
dente evitar las soluciones intravenosas con glucosa siempre que sea posible.
*Una puntuación motora de la Escala de Coma de Glasgow (GCS) ≤ 2 indica ausencia de respuesta motora
o una respuesta motora extensora anómala (postura de descerebración) a un estímulo doloroso.
De las referencias 38-43.
Estado epiléptico
El estado epiléptico mioclónico (movimientos irregulares y repetitivos de la
cara, el tronco y las extremidades) aparece a menudo en las primeras 24 h tras
una parada cardíaca (41), y es un signo de mal pronóstico para la recuperación
en todos los pacientes, incluidos aquellos tratados con hipotermia (39,41,42). El
estado epiléptico generalizado (movimientos tonicoclónicos repetitivos de la
cara, el tronco y las extremidades), incluido el estado epiléptico no convulsivo
(sin movimientos seudoepilépticos), es un signo de mal pronóstico sin hipo-
termia, pero no siempre indica una evolución desfavorable tras la hipotermia.
Sedación y pronóstico
La evaluación pronóstica tras la hipotermia requiere un estudio adicional;
sin embargo, un tema que está surgiendo es la posible interferencia de una
sedación insospechada durante la evaluación neurológica tras la hipotermia.
La administración de opiáceos y de otros sedantes es algo habitual durante la
hipotermia y el recalentamiento (que puede durar 30 h o más), y la ralentiza-
ción del metabolismo de los fármacos por la hipotermia podría prolongar la
sedación tras el procedimiento. Esto podría alargar el tiempo hasta el desper-
tar y crear signos equivocados de una recuperación neurológica desfavorable.
La limitación de los sedantes durante la hipotermia y el recalentamiento, en
caso de que sea posible, limitará el riesgo de errores en la interpretación de
una insensibilidad persistente y puede evitar la situación embarazosa en la
que el paciente se despierta después de haber comunicado a la familia que sus
posibilidades de despertar son escasas o nulas.
COMENTARIO FINAL
Percepción
La reanimación cardiopulmonar ha gozado siempre de una popularidad ma-
yor de la merecida. Esto es evidente en estudios del público en general, donde
el 95 % de los que respondían tenía expectativas irreales acerca de la RCP (44),
incluyendo la percepción de que más de la mitad de las víctimas de una pa-
rada cardíaca no sólo sobrevive, sino que regresa a su vida diaria sin secuelas
(45). La televisión es un espejo de esta percepción, donde la RCP es retratada
como satisfactoria en el 67 % al 75 % de los casos (46).
Realidad
La realidad de la RCP está muy alejada de esta percepción; por término me-
dio, menos del 10 % de los pacientes que recibe RCP sobrevive para abandonar
el hospital (47), y cuando el ritmo responsable es asistolia o AESP, sólo un 2 %
tiene una recuperación satisfactoria (v. tabla 17-1). Por lo tanto, la realidad de
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COMPONENTES
DE LA SANGRE
ANEMIA Y
TRANSFUSIONES
DE HEMATÍES
Un progreso fundamental exige que se reinterpreten los conceptos básicos.
Alfred North Whitehead
(1861-1947)
ANEMIA EN LA UCI
En la tabla 18-1 se muestra la diversidad de determinaciones relacionadas con
los eritrocitos y sus intervalos de referencia. Como se describe a continuación,
la utilización de los valores de hematocrito y de hemoglobina como medidas
de anemia es problemática en los pacientes de la UCI.
Definición de anemia
La anemia se define como un descenso en la capacidad de transporte de oxígeno de
la sangre. La medida más precisa de esta capacidad es la masa de eritrocitos, que
349
43 2,9
∆Hto = 4,1% ∆VP = 420ml
41 2,7
Hto (%) VP (l)
40 2,6
39 2,5
38 37,7 % 2,4
2 350 ml
37 2,3
Supino Bipedestación Supino Bipedestación
FIGURA 18-1. Cambios posturales sobre el valor del hematocrito (Hto) y el volumen
plasmático (VP) en un grupo de adultos sanos. Las cifras situadas encima de las columnas
son valores medios para cada determinación. En la referencia 5.
Anemia de la inflamación
La inflamación es responsable de la anemia de la enfermedad crónica, que ac-
tualmente se denomina anemia de la inflamación (8). La inflamación desencadena
una serie de efectos hematológicos, entre ellos la inhibición de la liberación
de eritropoyetina desde los riñones, la disminución de la sensibilidad de la
médula ósea a la eritropoyetina, el secuestro de hierro en los macrófagos y
el aumento de la destrucción de hematíes (12,13). Los cambios en el plasma
consisten en una disminución del hierro plasmático, de la capacidad total de
fijación del hierro y de los valores de transferrina, junto con un aumento en
las concentraciones plasmáticas de ferritina.
Flebotomía
A diario se extraen de cada paciente de la UCI, un promedio de 40 ml a 70 ml
de sangre para realizar pruebas analíticas (9,10), lo que es, al menos, cuatro
veces más que el volumen de flebotomía diario en los pacientes que no se
encuentran en esas unidades (9). El volumen de flebotomía acumulado puede
alcanzar los 500 ml (una unidad de sangre total) al cabo de una semana, y esta
pérdida de volumen puede conllevar la aparición de anemia ferropénica si no
se adoptan las medidas oportunas.
El volumen de flebotomía diario puede reducirse solicitando menos deter-
minaciones analíticas y disminuyendo el volumen de sangre desechada para
Gasto cardíaco
La gráfica de la figura 9-9 (p. 166) muestra el aumento del gasto cardíaco
que se produce en respuesta a un descenso progresivo del hematocrito. Esta
respuesta se explica por la influencia de la anemia sobre la viscosidad de la
sangre. El hematocrito es el principal determinante de la viscosidad sanguí-
nea, de modo que los descensos de su valor se acompañan de disminuciones
similares en la viscosidad sanguínea. La relación entre el Hto y la viscosidad
de la sangre se muestra en la tabla 9-2 (p. 165). El último apartado del capítulo
9 ofrece una descripción detallada de la viscosidad de la sangre y su influencia
sobre el flujo sanguíneo circulatorio.
Oxigenación sistémica
En la figura 18-2 se muestra la influencia de la anemia progresiva sobre los
valores de la oxigenación sistémica (12). Los hallazgos más importantes se
explican mediante las relaciones siguientes entre la captación de O2 (VO2), el
aporte de oxígeno (DO2) y la extracción de O2:
VO2 = DO2 × extracción de O2 (18.1).
1. El descenso progresivo del hematocrito se asocia a una disminución unifor-
me del aporte de oxígeno (DO2). Sin embargo, también existe un aumento
equivalente de la extracción de oxígeno, y los cambios recíprocos en el DO2
y la extracción de O2 hacen que la captación de O2 (VO2) se mantenga inva-
riable.
2. Cuando el hematocrito desciende por debajo del 10 %, el incremento en la
extracción de O2 ya no es capaz de equipararse a la disminución del DO2,
con lo que la captacion (VO2) empieza a descender. La disminción de VO2
representa una disminución en la disponibilidad de oxígeno en los tejidos
y se acompaña de acumulación de lactato en sangre.
3. La extracción máxima de O2 es de aproximadamente el 50 %, y señala
el umbral de la alteración de la oxigenación tisular. Por lo tanto, podría
usarse una extracción de oxígeno del 50 % como punto de partida para la
transfusión de hematíes. Este punto volverá a comentarse más adelante en
el capítulo.
15 DO2 60
(ml/kg)/min
10 40
(%)
5 20
Extracción de O2
0 0
VO2 = DO2 × extracción de O2
4 10
VO2
3 7,5
(ml/kg)/min
2 5 mEq/l
1 Lactato 2,5
0 0
Hemodilución
Normal 30 20 10 0
Hematocrito (%)
Efecto paradójico
La gráfica de la figura 18-3 pone de relieve un efecto de la anemia que pocos
podrían predecir: ¡se potencia la oxigenación tisular! Los datos de esta gráfi-
ca proceden de un estudio en el que se usaban determinaciones directas de
la PO2 en tejido subcutáneo para evaluar la hemodilución normovolémica
en colgajos de piel aislada (16). Como se aprecia en la gráfica, los descensos
progresivos del hematocrito se acompañaban de incrementos en la PO2 subcu-
tánea, tanto en zonas cutáneas sanas como isquémicas, y esta relación se man-
tenía hasta que el hematocrito disminuía hasta el 15 %. Resultados similares
en otros estudios han conducido a la aplicación de la anemia normovolémica
para favorecer la viabilidad de los colgajos cutáneos.
40
Piel intacta
PO2 subcutánea (mm Hg)
30
20
Colgajo cutáneo
isquémico
10
Hemodilución
0
40 30 20 10
Hematocrito (%)
Hemoglobina
En 1942, se recomendaba una concentración de hemoglobina (Hb) < 10 g/dl
como indicación para la transfusión de hematíes (19), y se mantuvo como
referencia para indicar una transfusión durante los 60 años siguientes, hasta
que se demostró en estudios clínicos que la adopción de un punto de partida
inferior (Hb < 7 g/dl) no tenía consecuencias adversas (20,21). Este punto de
partida menor para indicar la transfusión se incluye actualmente en las nor-
mas para la práctica clínica en las transfusiones de hematíes.
Normas
Las normas más recientes sobre transfusiones de hematíes en los pacientes
graves (3) contienen las afirmaciones siguientes:
1. Debe evitarse el valor aislado de la concentración de Hb como «desencade-
nante» para la transfusión (en cursiva, la opinión del autor).
A pesar de esta recomendación, las normas contienen también las siguientes
afirmaciones contradictorias:
2. Considerar la transfusión si la Hb es < 7 g/dl en pacientes graves que nece-
siten ventilación mecánica.
3. Considerar la transfusión si la Hb es < 7 g/dl en pacientes politraumatiza-
dos graves reanimados.
4. Considerar la transfusión si la Hb es < 7 g/dl en pacientes graves con car-
diopatía estable.
5. La transfusión de hematíes puede ser beneficiosa en pacientes con síndro-
mes coronarios agudos (SCA) anémicos (Hb < 8 g/dl).
Extracción de oxígeno
Como ya se ha comentado (y mostrado en la fig. 18-2), la anemia desencadena
un aumento compensador de la extracción de oxígeno desde la sangre capilar,
que sirve para mantener un ritmo constante de captación de O2 hacia los teji-
dos. No obstante, la extracción de O2 no puede aumentar mucho más del 50 %
y, cuando la extracción alcanza el máximo del 50 %, descensos posteriores en
la Hb se acompañan de disminuciones proporcionales de la captación de O2
hacia los tejidos (lo que indica disoxia tisular). Por lo tanto, puede usarse una
extracción de O2 del 50 % como indicación para la transfusión, ya que identi-
fica el umbral de alteración de la oxigenación tisular. La extracción de O2 es
prácticamente equivalente a la diferencia SaO2 – SvcO2, y puede monitorizarse
continuamente mediante pulsioximetría (en el caso de la SaO2) y con un caté-
ter de oximetría venosa central para monitorizar la saturación venosa central
TRANSFUSIONES DE HEMATÍES
La sangre total únicamente se almacena a demanda, ya que de otro modo se
separa en sus componentes: hematíes, plaquetas, plasma y crioprecipitado.
Esta práctica permite que cada unidad de sangre donada sirva para múltiples
necesidades transfusionales. En la tabla 18-2 se muestran los preparados de
hematíes disponibles para transfusión.
De la referencia 25.
Concentrados de hematíes
La fracción eritrocítica de la sangre donada se coloca en un líquido conservante
y se almacena a 1-6 ºC. Las soluciones conservantes modernas contienen adeni-
na, que ayuda a mantener los valores de ATP en los eritrocitos almacenados,
y permite almacenar los hematíes del donante hasta 42 días (25). Cada unidad
de hematíes donada, conocida como concentrados de hematíes (CH), tiene un
hematocrito de aproximadamente un 60 % y un volumen de unos 350 ml. Los
CH contienen también 30-50 ml de plasma residual y una cifra considerable de
leucocitos (1-3 mil millones de leucocitos por cada unidad de CH) (25).
Reducción leucocitaria
Los leucocitos en los CH pueden desencadenar una respuesta de anticuer-
pos en el receptor después de transfusiones repetidas, y esta respuesta es la
responsable de las reacciones transfusionales febriles no hemolíticas (v. más
adelante). Para disminuir la incidencia de esta reacción, los hematíes del do-
nante se pasan a través de filtros especiales con el fin de eliminar la mayoría
de los leucocitos. Esto se realiza de forma sistemática en numerosos bancos
de sangre, si bien no se ha adoptado aún la reducción leucocitaria universal
en Estados Unidos. Los CH con reducción leucocitaria se recomiendan en
pacientes con reacciones transfusionales febriles no hemolíticas previas (25).
Hematíes lavados
Los hematíes del donante pueden lavarse con solución salina isotónica para
eliminar el plasma residual. De este modo, se reduce el riesgo de reacciones
de hipersensibilidad causadas por una sensibilización previa a proteínas
plasmáticas en la sangre del donante. Los preparados de hematíes lavados se
recomiendan en pacientes con antecedente de reacciones de hipersensibilidad
a transfusiones sanguíneas y en pacientes con déficit de inmunoglobulina A,
que presentan un mayor riesgo de anafilaxia asociada a transfusión (25). El
lavado con solución salina no elimina eficazmente los leucocitos.
Filtros de sangre
Se necesitan filtros de sangre normalizados (tamaño de los poros de 170 μm a
260 μm) para transfundir todos los hemoderivados (26). Estos filtros atrapan
los coágulos de sangre y otros restos, pero no atrapan leucocitos y no son
eficaces para la reducción leucocitaria (26). Pueden convertirse en un impedi-
mento al flujo, ya que acumulan restos atrapados, y cuando el ritmo del flujo
se vuelve más lento se recomienda cambiarlos.
Oxigenación sistémica
En un adulto de tamaño medio, se espera que una unidad de CH eleve la
concentración de Hb y el Hto en 1 g/dl y en un 3 %, respectivamente (25). En
Oxigenación tisular
La ausencia de efectos sobre la VO2 indica que las transfusiones de CH no
potencian la oxigenación tisular. Esto se ha confirmado en varios estudios
clínicos (27-30), y el almacenamiento prolongado de CH puede, en realidad,
deteriorar la oxigenación tisular tras la transfusión (31). Estos estudios han
conducido a la afirmación siguiente en las normas para la práctica clínica más
recientes sobre transfusiones de hematíes (3): «la transfusión de hematíes no debe
considerarse un método absoluto para mejorar la oxigenación tisular en los pacientes
graves». Si las transfusiones de hematíes no aportan beneficio alguno a la oxi-
genación tisular, ¿por qué se administran? Lamentablemente, esta pregunta
carece de una respuesta satisfactoria.
400 10
* p <0,01
DO2 *
* 8
300 (8,0)
ml/min/m2
Hb
6 g/dl
(6,4)
200
4
VO2
100 2
PRE POST
RIESGOS TRANSFUSIONALES
En la tabla 18-3 se muestra el abanico de efectos adversos asociados a las
transfusiones sanguíneas, junto con la incidencia de cada episodio expresada
en relación con el número de unidades transfundidas (33-37). (Sólo se inclu-
yen episodios agudos.) Obsérvese que los errores transfusionales son mucho
más frecuentes que la temida transmisión del VIH o del virus de la hepatitis
B. A continuación, se describen brevemente las reacciones transfusionales más
importantes (37-41).
Manifestaciones clínicas
El rasgo característico de las reacciones hemolíticas agudas es la aparición
brusca de fiebre, disnea, dolor torácico, lumbalgia e hipotensión a los pocos
minutos de haber empezado la transfusión. Las reacciones graves se acompa-
ñan de una coagulopatía de consumo y disfunción multiorgánica progresiva.
Tratamiento
1. Si se sospecha una reacción hemolítica, SE DETENDRÁ inmediatamente la
transfusión y se comprobará que se está administrando la sangre correcta
al paciente correcto. Es imperativo interrumpir la transfusión cuanto antes,
ya que la gravedad de las reacciones hemolíticas depende del volumen de
sangre transfundido (33).
2. Si la sangre del donante es compatible con la del receptor, es poco probable
que se produzca una reacción hemolítica aguda. Sin embargo, el banco de
sangre debe ser notificado del incidente, y pedirá muestras de sangre para
realizar una determinación de hemoglobina libre en plasma (en busca de
indicios de hemólisis intravascular) y una prueba de Coombs directa (en
busca de indicios de anticuerpos anti-ABO).
3. Si se confirma la reacción hemolítica aguda, se adoptarán las medidas de
soporte necesarias sobre la presión arterial y la ventilación. El tratamiento
de las reacciones hemolíticas graves es parecido al del shock séptico (repo-
sición de la volemia y vasopresores, si es necesario), ya que la inflamación
es la culpable en ambos cuadros. La mayoría de los pacientes con reaccio-
nes hemolíticas debe sobrevivir al episodio.
Manifestaciones clínicas
La fiebre no aparece típicamente en la primera hora tras el inico de la transfu-
sión (a diferencia de la fiebre asociada a las reacciones hemolíticas agudas), y
puede acompañarse de escalofríos y tiritonas.
Tratamiento
1. El planteamiento inicial en la fiebre asociada a transfusión es el mismo
que el descrito para las reacciones transfusionales hemolíticas, aunque la
fiebre puede que no aparezca hasta que se haya completado la transfusión.
El diagnóstico se confirma descartando la presencia de hemólisis con las
pruebas descritas previamente.
Reacciones de hipersensibilidad
Las reacciones de hipersensibilidad son el resultado de la sensibilización a
proteínas plasmáticas en la sangre del donante por transfusiones previas. Los
pacientes con déficit de IgA son propensos a sufrir reacciones transfusionales
de hipersensibilidad, y no se necesita una exposición previa a productos plas-
máticos. La reacción de hipersensibilidad más frecuente es la urticaria, que
se registra en una de cada 100 unidades transfundidas (36). Las reacciones
anafilácticas más graves (p. ej., broncoespasmo) son mucho menos frecuentes,
y el shock anafiláctico es inusual.
Manifestaciones clínicas
La manifestación habitual es una urticaria leve que aparece durante la trans-
fusión y que no se acompaña de fiebre. La aparición brusca de disnea durante
una transfusión puede representar edema laríngeo o broncoespasmo, y la
hipotensión por el shock anafiláctico puede confundirse con una reacción
hemolítica aguda.
Tratamiento
1. La urticaria leve sin fiebre no obliga a interrumpir la transfusión. Sin
embargo, la práctica más habitual consiste en detener la transfusión tem-
poralmente y administrar un antihistamínico para aliviar los síntomas (p.
ej., difenhidramina, 25-50 mg v.o., i.m. o i.v.).
2. Las reacciones anafilácticas graves deben tratarse como se ha descrito en el
capítulo 14. La transfusión debe detenerse inmediatamente si se sospecha
una anafilaxia grave.
3. Deben usarse CH lavados en todas las transfusiones futuras en los pacien-
tes con reacciones de hipersensibilidad. Sin embargo, en los pacientes con
reacciones anafilácticas graves, las transfusiones posteriores suponen un
riesgo, incluso con CH lavados, y deben evitarse, salvo que sean absoluta-
mente necesarias.
4. En los pacientes que presentan reacciones de hipersensibilidad debe com-
probarse la posible existencia de un déficit de IgA subyacente.
Etiología
La teoría prevalente es que la LPAAT es el resultado de la unión de anticuer-
pos antileucocitos en la sangre del donante con antígenos en los neutrófilos
circulantes en el receptor. Esto desencadena la activación de los neutrófilos,
que al activarse son secuestrados en los capilares pulmonares y migran hacia
los pulmones para desencadenar la lesión inflamatoria. El riesgo de LPAAT
es mayor cuando la sangre del donante contiene valores altos de anticuerpos
antileucocitos y cuando procede de mujeres (37). No se comprende bien el
nexo entre la sangre femenina y la LPAAT.
Manifestaciones clínicas
Pueden aparecer signos de compromiso respiratorio (disnea, taquipnea,
hipoxia, etc.) hasta 6 h después de iniciada la transfusión, pero suelen ob-
servarse ya en la primera hora (37). La fiebre es frecuente y la radiografía de
tórax presenta finalmente un aspecto como el de la figura 18-5, con infiltrados
FIGURA 18-5. Radiografía de tórax portátil de un paciente con una lesión pulmonar
aguda asociada a transfusión. Obsérvese el patrón homogéneo de infiltración pulmonar y
el aspecto en «vidrio esmerilado» de los infiltrados, que son característicos de una lesión
pulmonar inflamatoria.
Tratamiento
1. Si la transfusión no se ha completado, debe interrumpirse ante los primeros
signos de dificultad respiratoria. Hay que notificar todos los incidentes de
LPAAT al banco de sangre. (Existen análisis de anticuerpos antileucocitos,
pero en la actualidad no se usan para el estudio diagnóstico de la LPAAT.)
2. El tratamiento de la LPAAT consiste en medidas de soporte, y es muy simi-
lar al del SDRA descrito en el capítulo 23.
3. No hay recomendaciones firmes con respecto a las transfusiones futuras en
los pacientes que desarrollan LPAAT. Hay quien recomienda usar hematíes
lavados para eliminar los anticuerpos de la sangre del donante, pero se
desconoce la eficacia de esta medida.
Infecciones nosocomiales
Los efectos inmunodepresores de las transfusiones sanguíneas se manifestaron
con el descubrimiento (a principios de la década de 1970) de que las transfu-
siones sanguíneas previas a un trasplante mejoraban la tasa de supervivencia
de los aloinjertos renales (39). Desde entonces, en numerosos estudios clínicos
se ha demostrado que los pacientes que reciben transfusiones presentan una
mayor incidencia de infecciones nosocomiales (32,39-41). El riesgo de infec-
ción aumenta cuanto mayor es el volumen de sangre transfundido (v. fig. 18-6)
y cuanto mayor es la antigüedad de la sangre del donante almacenada (42).
Han surgido dudas de que la asociación entre las transfusiones sanguíneas
y la infección no sea una relación causal, sino un reflejo de la gravedad de la
enfermedad (los pacientes más graves desarrollan más infecciones y necesitan
también más transfusiones sanguíneas). Sin embargo, al menos en 22 estudios
se ha demostrado que la transfusión sanguínea constituye un factor de riesgo
independiente para la aparición de infecciones nosocomiales (32).
La inmunodepresión asociada a la transfusión no se comprende en detalle,
pero está surgiendo la idea de que las infecciones nosocomiales son una fuente
importante de morbimortalidad asociada a transfusión en los pacientes en situación
grave (32).
Resultados clínicos
En una revisión de 45 estudios clínicos en los que se evaluaban transfusiones
de CH en 272 596 pacientes graves, se observaron los siguientes hallazgos (32):
1. En 42 de los 45 estudios, los efectos adversos de las transfusiones de CH
tenían más peso que cualquier beneficio.
2. Sólo en uno de los 45 estudios se demostró que los beneficios de las trans-
fusiones de CH superaban a los efectos adversos.
N=5 366
60 (58%)
Incidencia de infección (%)
40
(34%)
(27%)
20
(9%)
0
Ninguna 1–2 3–7 8
Unidades de sangre transfundida
COMENTARIO FINAL
gre salva vidas, merece una actualización más exacta, como se muestra en la
figura 18-7. La conciencia de los atributos del volumen sanguíneo ayudará
a refrenar el énfasis inmerecido de la transfusión de hematíes para mejorar
la oxigenación tisular.
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PLAQUETAS
Y PLASMA
La hemorragia por encima de un pulso fuerte en las heridas es mala.
Hipócrates
Aforismos
(400 a.C.)
Respuesta a la lesión
Cuando se altera el endotelio, las plaquetas se adhieren al colágeno que queda
expuesto en la región subendotelial y empiezan a formar un coágulo plaque-
tario. Las plaquetas liberan calcio, el cual activa al receptor del complejo de
la glucoproteína IIb/IIIa sobre la superficie plaquetaria. Este receptor se une
de forma irreversible al factor de Von Willebrand en las células endoteliales
circundantes, lo que facilita el anclaje del tapón plaquetario a la pared del
vaso. El receptor de la glucoproteína IIb/IIIa también se une al fibrinógeno,
y la formación posterior de puentes de fibrina entre las plaquetas adyacentes
369
TROMBOCITOPENIA
La trombocitopenia es el trastorno hemostático más frecuente en los pacientes
graves, con una incidencia documentada de hasta el 60 % (3,4). La definición
tradicional de trombocitopenia es la de un recuento de plaquetas inferior a
150 000/μl, pero la capacidad para formar un tapón hemostático se mantiene
hasta que el recuento desciende por debajo de 100 000/μl (4), de modo que
esta última cifra (< 100 000/μl) es más apropiada para identificar una trombo-
citopenia clínicamente significativa. Sin embargo, el riesgo de hemorragia grave
no está determinado exclusivamente por el recuento de plaquetas, sino que requiere
también una lesión estructural propensa a sangrar. Si no existe esa lesión, pue-
den tolerarse recuentos de plaquetas de tan sólo 5 000/μl sin signos de hemo-
rragia grave (5). El principal riesgo con un recuento de plaquetas < 10 000/μl
es la hemorragia intracerebral espontánea, que es inusual (4).
Seudotrombocitopenia
La seudotrombocitopenia es una afección en la que anticuerpos contra el
EDTA (el anticoagulante en los tubos de recogida de la sangre) producen
agrupamientos de plaquetas in vitro. Las plaquetas agrupadas son malinter-
pretadas como leucocitos por los aparatos automáticos que realizan los re-
cuentos celulares, lo que hace que las cifras de plaquetas sean falsamente bajas
(4,6). Este fenómeno se ha registrado en el 2 % de los recuentos plaquetarios
realizados en pacientes hospitalizados (6), y se observa con más frecuencia
en pacientes con sepsis grave o afecciones autoinmunitarias, neoplásicas o
hepáticas (4).
La sospecha de una seudotrombocitopenia suele aparecer cuando el recuento
de plaquetas es menor del esperado, o por la presencia de plaquetas agrupa-
das en un frotis sanguíneo periférico. Si se sospecha, deben usarse tubos de
recogida de sangre que usen citrato o heparina como anticoagulante en los
recuentos plaquetarios posteriores.
Patogenia
La heparina por sí misma no es inmunógena, pero se une a una proteína (fac-
tor plaquetario 4) sobre las plaquetas para formar un complejo antigénico que
puede desencadenar la formación de anticuerpos IgG. Estos anticuerpos se
unen a las plaquetas e inducen una respuesta de activación plaquetaria intensa
para promover trombosis. Estos anticuerpos pueden unirse también a células
endoteliales y favorecer la liberación de factor tisular desde el endotelio; así se
promueve la formación de fibrina y se acelera aun más el proceso trombótico. El
sistema reticuloendotelial puede eliminar plaquetas revestidas de anticuerpos,
lo que ayuda a limitar la incidencia de trombosis. Los anticuerpos asociados a
heparina suelen desaparecer en 3 meses tras interrumpir la heparina (10).
Factores de riesgo
Una de las características más importantes de la TIH es el hecho de que no es
una reacción dependiente de la dosis, y puede aparecer tras la exposición a heparina
al lavar los catéteres intravasculares con soluciones heparinizadas, o incluso
al exponerse a catéteres de arteria pulmonar revestidos de heparina (12). Sin
embargo, el tipo de preparado de heparina influye en el riesgo de TIH: el riesgo
de TIH es 10 veces mayor con la heparina no fraccionada (HNF) que con la heparina
de bajo peso molecular (HBPM) (11). El riesgo de TIH también varía con la pobla-
ción de pacientes: es máximo en los pacientes que se someten a procedimientos
quirúrgicos ortopédicos y cardíacos, y mínimo en los pacientes con afecciones
médicas (10,11). La incidencia comunicada de TIH con HNF es del 1-5 % tras
cirugía ortopédica o cardíaca, y del 0,1-1 % en pacientes médicos (11).
Manifestaciones clínicas
La TIH aparece típicamente entre 5 y 10 días después de la primera exposición
a la heparina, pero puede hacerlo en las primeras 24 h en pacientes con anticuer-
pos de TIH secundarios a una exposición a la heparina en los 3 meses anteriores
(11). Los recuentos de plaquetas suelen oscilar entre 50 000/μl y 150 000/μl. La
trombocitopenia grave (< 20 000/μl) es inusual en la TIH (10,11). La trombosis
precede a la trombocitopenia hasta en el 25 % de los casos de TIH (11).
Diagnóstico
Actualmente se usan unos ocho análisis diferentes para detectar anticuerpos
de TIH. Los más habituales son el análisis de inmunoadsorción enzimática
(ELISA) para anticuerpos contra el complejo factor plaquetario 4-heparina. Un
resultado negativo ayuda a descartar el diagnóstico de TIH, pero un resultado
positivo no confirma el diagnóstico, ya que los anticuerpos no siempre favo-
recen la aparición de trombocitopenia o de trombosis (11). El diagnóstico de
TIH exige un resultado positivo del análisis junto con un índice de sospecha
clínica elevado.
Tratamiento agudo
La heparina debe suspenderse inmediatamente (no olvidar suspender las
soluciones de lavado heparinizadas y retirar los catéteres revestidos de hepa-
Microangiopatías trombóticas
Una microangiopatía trombótica es un trastorno clínico que se caracteriza por:
1. Trombosis microvascular generalizada con disfunción o fracaso multiorgá-
nico.
2. Trombocitopenia de consumo.
3. Fragmentación de eritrocitos en la microvasculatura llena de coágulos, lo
que produce una anemia hemolítica microangiopática.
De la referencia 4.
Manifestaciones clínicas
La trombosis microvascular en la CID puede provocar fracaso multiorgá-
nico, que afecta sobre todo a pulmones, riñones y sistema nervioso central,
mientras que la depleción de plaquetas y de factores de la coagulación
puede favorecer la aparición de hemorragias, sobre todo a partir de lesiones
previas en el aparato digestivo, como las úlceras de estrés. La CID también
puede acompañarse de necrosis simétrica y equimosis de las extremidades,
un cuadro conocido como púrpura fulminante, que suele observarse en las
sepsis sistémicas devastadoras, y de forma más notoria con la meningoco-
cemia (7).
FIGURA 19-1. Frotis sanguíneo periférico de un paciente con CID. Las flechas señalan
esquistocitos, que son hematíes fragmentados. Su presencia en un frotis de sangre
periférica confirma la presencia de anemia hemolítica microangiopática.
Tratamiento
No existe tratamiento específico alguno para la CID aparte de las medidas
de soporte. La hemorragia no controlada suele fomentar la idea de un trata-
miento de reposición con plaquetas y factores de la coagulación (productos
plasmáticos), pero esta medida casi nunca es útil y puede ser incluso nociva
al «añadir combustible» a la trombosis microvascular. La tasa de mortalidad
en los casos graves de CID asociada a fracaso multiorgánico es del 80 % o
superior (7,15).
Manifestaciones clínicas
La PTT debuta con cinco manifestaciones clínicas características que consisten
en fiebre, alteración del estado mental, insuficiencia renal aguda, trombocito-
penia y anemia hemolítica microangiopática. No se necesita la presencia de las
cinco para diagnosticar la PTT, pero sí es necesaria la presencia de tromboci-
topenia y signos de anemia hemolítica microangiopática (p. ej., esquistocitos
en el frotis de sangre periférica). La PTT puede distinguirse de la CID porque
en la primera no hay depleción de los factores de la coagulación, de modo que
los valores de INR, TTPa y fibrinógeno son normales en la PTT.
Tratamiento
Las transfusiones de plaquetas están contraindicadas en la PTT, ya que pue-
den agravar la trombosis subyacente. El tratamiento de elección para la PTT es la
plasmaféresis (16,17), en la que la sangre del paciente se desvía a un dispositivo
que separa y desecha el plasma del paciente, y se reinfunde plasma de un
donante sano. Este tratamiento se mantiene hasta que se intercambia 1,5 veces
el volumen plasmático normal, y este proceso se repite a diario durante 3-7
días. La PTT fulminante aguda casi siempre es mortal si no se trata, pero si la
plasmaféresis se instaura precozmente (en las primeras 48 h tras el inicio de los
síntomas), la supervivencia puede llegar casi hasta el 90 % (16,17).
Síndrome HELLP
El síndrome HELLP (hemólisis, elevación de enzimas hepáticas, recuen-
to de plaquetas bajo) es una microangiopatía trombótica que aparece en
las últimas fases del embarazo o en el período puerperal inmediato (18).
Alrededor del 20 % de los casos se asocia a preeclampsia grave, y también
hay una asociación con el síndrome antifosfolipídico (19). La etiología del
síndrome HELLP es la activación inexplicada de factores de la coagulación
y plaquetas que provoca la aparición de trombosis microvascular. También
existe una elevación inexplicada de enzimas hepáticas, principalmente de
transaminasas (18).
Manifestaciones clínicas
Como su nombre indica, el síndrome HELLP se identifica por la tríada ca-
racterística de hemólisis, trombocitopenia y elevación de enzimas hepáticas.
Puede confundirse con una CID (que puede aparecer en los mismos contextos
clínicos), pero el INR y el TTPa suelen ser normales en el HELLP porque no
existe depleción de factores de la coagulación, y esta característica la distingue
de la CID (v. tabla 19-3).
El síndrome HELLP es una urgencia obstétrica, y no entra dentro del propó-
sito de esta obra realizar aquí una descripción detallada de este cuadro. Si se
requiere más información, pueden encontrarse algunas revisiones recientes
de este síndrome en las referencias bibliográficas al final del capítulo (18,19).
TRANSFUSIONES DE PLAQUETAS
Productos plaquetarios
Las plaquetas se obtienen reuniendo plaquetas procedentes de varios donan-
tes extrayéndolas de un solo donante mediante técnicas de aféresis.
Mezclas de plaquetas
Las plaquetas se separan de la sangre total fresca mediante centrifugación
diferencial, y los concentrados resultantes procedentes de cinco unidades de
sangre total (de cinco donantes diferentes) se mezclan antes de almacenarlas.
El concentrado de plaquetas mezclado contiene aproximadamente 38 × 1010
plaquetas en 260 ml de plasma, lo que equivale a un recuento de plaquetas
de aproximadamente 130 × 109/μl. Esto supone seis órdenes de magnitud
más que el recuento de plaquetas normal en la sangre (150-400 × 103/μl). Las
plaquetas se almacenan a una temperatura de 20-24 ºC, y pueden conservarse
hasta cinco días.
Aféresis de plaquetas
Las plaquetas obtenidas mediante aféresis se obtienen de un solo donante, y
su recuento y volumen equivalen a las plaquetas mezcladas procedentes de
cinco donantes. El supuesto beneficio de las transfusiones de plaquetas de un
solo donante es un menor riesgo de transmisión infecciosa y una menor in-
cidencia de aloinmunización plaquetaria (de desarrollar anticuerpos contra las
plaquetas del donante). Sin embargo, ninguno de estos supuestos beneficios
se ha documentado en estudios clínicos (20), y cuando se eliminan los leuco-
citos de los productos plaquetarios no existen diferencias en cuanto al riesgo
de aloinmunización entre transfusiones de plaquetas de un solo donante o de
varios (22).
Leucorreducción
Los leucocitos en la sangre del donante se han visto implicados en diversas
reacciones adversas, por lo que su eliminación mediante filtros especiales es
actualmente una práctica sistemática para las transfusiones de hematíes (v.
más adelante). Los concentrados de plaquetas no están libres de leucocitos, y
la reducción de leucocitos para las transfusiones de plaquetas tiene las ven-
tajas siguientes (20,22): menor incidencia de transmisión de citomegalovirus
(ya que este microorganismo se transmite en los leucocitos), menos reacciones
febriles y menor incidencia de aloinmunización plaquetaria. Debido a estas
ventajas, la leucorreducción se está convirtiendo en una práctica sistemática
para las transfusiones de plaquetas.
Transfusiones múltiples
El incremento en el recuento de plaquetas disminuye con las transfusiones
múltiples. Esto se muestra en la figura 19-2, donde el aumento de plaquetas
es aproximadamente un 25 % menor tras cinco transfusiones de plaquetas (23).
Como ya se ha mencionado, este fenómeno de «refractariedad plaquetaria»
es el resultado de anticuerpos antiplaquetarios en el receptor dirigidos contra
antígenos ABO en plaquetas del donante. Este efecto puede atenuarse trans-
fundiendo plaquetas con compatibilidad ABO.
80
1 h después de
Incremento medio de plaquetas (103/μl)
la transfusión
24 h después de
60 la transfusión
40
20
0
1 3 5
Número de transfusiones de plaquetas
FIGURA 19-2. Incremento postransfusional en las cifras de plaquetas en relación con
el tiempo transcurrido después de la transfusión (una hora frente a 24 h) y el número de
transfusiones administradas. Datos de la referencia 23.
Procedimientos
Si no existen alteraciones de la coagulación asociadas:
1. Los recuentos de plaquetas > 40 000/μl son suficientes para realizar deter-
minadas intervenciones quirúrgicas como laparotomía, craneotomía, tra-
queotomía, biopsia hepática percutánea, y biopsia broncoscópica o endos-
cópica (20).
2. Los recuentos de plaquetas > 20 000/μl son suficientes para realizar puncio-
nes lumbares.
3. Los recuentos de plaquetas > 10 000/μl son suficientes para realizar con
seguridad una canalización venosa central (24,25).
Efectos adversos
Transmisión bacteriana
Las bacterias tienen muchas más probabilidades de proliferar en los con-
centrados de plaquetas que en los concentrados de hematíes (CH), ya que
las primeras se almacenan a temperatura ambiente (22 ºC), mientras que los
hematíes se almacenan a unos 4 ºC. Se calcula que uno de cada 2 000-3 000
concentrados de plaquetas alberga bacterias, y que uno de cada 5 000 concen-
trados producirá sepsis en el receptor (16). Actualmente se requieren cultivos
de todos los concentrados de plaquetas (16), pero como éstas sólo pueden
mantenerse almacenadas durante 5 días, pueden transfundirse antes de que
estén disponibles los resultados de los cultivos.
Fiebre
Hasta en el 30 % de las transfusiones de plaquetas se han documentado reac-
ciones febriles no hemolíticas (26), lo que es mucho más del 0,5 % de reaccio-
nes similares comunicadas con las transfusiones de CH (v. tabla 18-3). Parte
de esta diferencia está relacionada con los donantes múltiples que se utilizan
para las transfusiones de plaquetas. La leucorreducción ayudará a atenuar
este problema, ya que los anticuerpos frente a leucocitos del donante están
implicados en este tipo de reacciones.
Reacciones de hipersensibilidad
Las reacciones de hipersensibilidad (urticaria, anafilaxia, shock anafiláctico)
también son más frecuentes con las transfusiones de plaquetas que con las
de hematíes (20). Debido a que es una reacción a las proteínas del plasma del
donante, la eliminación del plasma de los concentrados de plaquetas reducirá
el riesgo de reacciones de hipersensibilidad transfusionales.
PRODUCTOS PLASMÁTICOS
Los productos plasmáticos se usan como fuente de factores de la coagulación,
pero los estudios señalan que cerca del 50 % de las transfusiones de plasma
son inapropiadas (28).
Hemorragia masiva
Como se describió en el capítulo 11 (v. p. 209-210), la aplicación de PFC en la
hemorragia masiva (pérdida de sangre equivalente a un volumen de sangre en
24 h) ha adquirido un papel mucho más radical en los últimos años, sobre todo
a partir de experiencias en lesiones de guerra. Mientras que la práctica tradi-
cional era transfundir una unidad de PFC por cada 6 unidades de CH para
prevenir una coagulopatía dilucional, actualmente existen pruebas de que los
traumatismos graves se acompañan de una coagulopatía (30), y que las tasas
de supervivencia mejoraban con cocientes de PFC:CH de 1:2 a 1:3 durante la
transfusión masiva (31,32). Este enfoque se denomina reanimación hemostática,
y tiene como finalidad mantener el INR por debajo de 1,5. (Nota: el índice
internacional normalizado o INR es el cociente del tiempo de protrombina del
paciente y un estándar internacional para el tiempo de protrombina normal o
de control; es decir, INR = TP del paciente/TP de control estandarizado.)
Crioprecipitados
Cuando se deja que el PFC se descongele a 4 ºC, se forma un residuo lechoso
rico en proteínas criosolubles (crioglobulinas) como fibrinógeno, factor de
Von Willebrand y factor VIII. Este crioprecipitado puede separarse del plasma
y almacenarse a –18 °C hasta durante un año. El volumen almacenado es de
10 ml a 15 ml.
Los crioprecipitados se descubrieron en 1965 como una fuente concentrada
de factor VIII para el tratamiento de la hemofilia, pero han sido reemplaza-
dos por preparados de factor VIII recombinante. La aplicación actual de los
Hemorragia urémica
La adhesión plaquetaria está alterada en la insuficiencia renal (aguda y cróni-
ca) como consecuencia de la alteración de la unión de las plaquetas al fibrinó-
geno y el factor de Von Willebrand (que fija el tapón plaquetario al endotelio,
como ya se ha mencionado). Los tiempos de hemorragia se prolongan cuando
la creatinina sérica asciende por encima de 6 mg/dl, y la diálisis sólo corrige
el tiempo de hemorragia en el 30 % al 50 % de los pacientes (36).
La importancia de la alteración de la adhesividad plaquetaria en la insuficien-
cia renal es dudosa. Sin embargo, la hemorragia digestiva alta es la segunda
causa de mortalidad en la insuficiencia renal aguda (36), de modo que hay
motivos para preocuparse sobre esta anomalía de la función plaquetaria.
Existen dos opciones terapéuticas para la hemorragia urémica: la desmopre-
sina y los crioprecipitados.
Hipofibrinogenemia
Los crioprecipitados también pueden usarse como fuente de fibrinógeno en
los episodios hemorrágicos asociados al déficit de fibrinógeno, como las va-
rices sangrantes secundarias a insuficiencia hepática. Una unidad de criopre-
cipitados contiene unos 200 mg de fibrinógeno, y la infusión de 10 unidades
de crioprecipitados (2 g de fibrinógeno) debe elevar la concentración sérica de
fibrinógeno hasta alrededor de 70 mg/dl en un adulto de tamaño medio (38).
El objetivo es lograr un valor sérico de fibrinógeno por encima de 100 mg/dl.
Efectos adversos
Los riesgos asociados a la transfusión de productos plasmáticos son esen-
cialmente los mismos que los asociados a la transfusión de eritrocitos, de
plaquetas o de ambos. La excepción son las reacciones transfusionales febriles
no hemolíticas, que se deben a leucocitos del donante y, por lo tanto, no se
producen en las transfusiones de plasma.
Infecciones transmitidas
Las transfusiones de plasma conllevan un riesgo mínimo de transmisión de
infecciones. El riesgo de transmisión de la hepatitis B es de 1 por cada 900 000
transfusiones, el de hepatitis C es de 1 por cada 30 millones de transfusiones,
y el de transmisión del VIH es de 1 por cada 8 millones de transfusiones (39).
El riesgo de transmisión bacteriana se define como «raro», y la transmisión del
CMV, que se produce en los leucocitos transfundidos, no se ha documentado
en las transfusiones de plasma (39).
Reacciones de hipersensibilidad
Las reacciones de hipersensibilidad (urticaria, anafilaxia, shock anafiláctico),
que se deben a la sensibilización a las proteínas en el plasma del donante, son
más frecuentes con las transfusiones de plasma que con las de plaquetas o de
hematíes. Sin embargo, este tipo de reacciones son inusuales, con una inciden-
cia aproximada de reacciones alérgicas en el Reino Unido de un caso por cada
17 000 transfusiones de plasma (39).
COMENTARIO FINAL
Merece la pena destacar los puntos siguientes en este capítulo:
1. La transfusión de plaquetas o de plasma casi nunca está indicada si no exis-
te una hemorragia activa. De hecho, en los casos de trombocitopenia con
mayor potencial de mortalidad (p. ej., TIH, CID, PTT, HELLP), el problema
principal es la trombosis, no la hemorragia.
2. La presencia de una coagulopatía no constituye una contraindicación abso-
luta para la colocación de catéteres venosos centrales, incluso aunque los
recuentos de plaquetas sean de tan sólo 10 000/μl.
3. Ante una presunta trombocitopenia inducida por heparina, no hay que
olvidar retirar la heparina de las soluciones heparinizadas y los catéteres
revestidos con heparina.
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INSUFICIENCIA
RESPIRATORIA
AGUDA
Ayn Rand
The Fountainhead
1943
HIPOXEMIA E
HIPERCAPNIA
Así pues, la respiración es un proceso de combustión, en verdad sumamente lento,
pero por lo demás exactamente igual que el del carbón de leña.
Antoine Lavoisier
Antoine Lavoisier, científico francés del siglo XVIII, fue el pionero en identi-
ficar al oxígeno como elemento esencial para el metabolismo, y el primero en
descubrir que el metabolismo aeróbico es esencialmente una reacción de com-
bustión, en la que el oxígeno reacciona con un combustible orgánico y genera
dióxido de carbono como bioproducto. (Una de las numerosas tragedias de
la Revolución Francesa fue la decapitación sin sentido de Antoine Lavoisier
en 1794.) La captación de oxígeno y la eliminación de dióxido de carbono
son responsabilidad de los pulmones, y en este capítulo se describe cómo los
pulmones realizan esta tarea y cómo las alteraciones de la función pulmonar
pueden causar defectos de la oxigenación arterial (hipoxemia) y la acumula-
ción de dióxido de carbono (hipercapnia). En la última parte del capítulo se
presenta un enfoque fisiológico del estudio de la hipoxemia y la hipercapnia
en determinados pacientes.
Ventilación PaO2↓
>1
de espacio PaCO2 ↑
muerto
Fisiopatología
La ventilación del espacio muerto aumenta en las situaciones siguientes:
1. Cuando se destruye la interfase alveolocapilar (p. ej., enfisema).
2. Cuando disminuye el flujo sanguíneo (p. ej., gasto cardíaco bajo).
3. Cuando se hiperdistienden los alvéolos (p. ej., durante la ventilación con
presión positiva).
Cortocircuito intrapulmonar
Un cociente V/Q inferior a 1 (fig. 20-1, panel inferior) aparece cuando el flujo
sanguíneo capilar pulmonar es excesivo con respecto a la ventilación. El exce-
so de flujo sanguíneo, conocido como cortocircuito intrapulmonar, no participa
en el intercambio gaseoso pulmonar. Existen dos tipos de cortocircuito in-
trapulmonar. El cortocircuito verdadero indica la ausencia total de intercambio
gaseoso entre la sangre capilar y el gas alveolar (V/Q = 0), y equivale a un
cortocircuito anatómico entre las cavidades cardíacas derechas e izquierdas.
La mezcla venosa representa el flujo capilar que no se equilibra por completo
con el aire alveolar (0 < V/Q < 1). A medida que aumenta la mezcla venosa,
disminuye el cociente V/Q hasta que se convierte en un cortocircuito verda-
dero (V/Q = 0).
La fracción del gasto cardíaco que representa al cortocircuito intrapulmonar se
conoce como fracción de cortocircuito. En las personas sanas, el flujo del corto-
circuito intrapulmonar (Qs) representa menos del 10% del gasto cardíaco total
(Qt), de modo que la fracción de cortocircuito (Qs/Qt) es inferior al 10 % (1,2,4).
Fisiopatología
La fracción de cortocircuito intrapulmonar aumenta en las situaciones si-
guientes:
1. Cuando se obstruyen las vías respiratorias de pequeño calibre (p. ej., asma).
2. Cuando los alvéolos se llenan de líquido (p. ej., edema pulmonar, neumo-
nía).
3. Cuando los alvéolos se colapsan (p. ej., atelectasias).
4. Cuando el flujo capilar es excesivo (p. ej., regiones no embolizadas del pul-
món en la embolia pulmonar).
Oxígeno inhalado
La fracción de cortocircuito determina también la influencia del oxígeno in-
halado sobre la PO2 arterial, como se muestra en la figura 20-3 (4). A medida
que el cortocircuito intrapulmonar aumenta desde el 10 % al 50 %, un aumen-
to de la concentración fraccional de oxígeno inspirado (FiO2) genera menos
incremento en la PO2 arterial. Cuando la fracción de cortocircuito supera el
50 %, la PO2 arterial es independiente de los cambios de la FiO2, y la afección
se comporta como un cortocircuito verdadero (anatómico). Esto significa que,
en afecciones asociadas a una fracción de cortocircuito elevada (p. ej., síndrome de
dificultad respiratoria), la FiO2 puede reducirse a menudo hasta valores no tóxicos
(FiO2 inferior al 60 %) sin seguir comprometiendo la oxigenación arterial. Ésta pue-
de ser una maniobra valiosa para evitar la toxicidad pulmonar del oxígeno.
100
PaO2
80
60
mm Hg
mm
PaCO2
40
20
20 40 60
% de
%cortocicuito
Shunt
120
Cortocircuito
100
10 %
20 %
80
PaO22
PaO
(mm Hg)
(mm Hg)
60 30 %
40 50 %
0
20 60 100
FFIIO
O22 (%)
(%)
Si se combinan las ecuaciones 20.3 y 20.4 (para la PO2 alveolar), puede calcu-
larse el gradiente de PO2 alveoloarterial del modo siguiente:
A-a PO2 = [FIO2 (PB – PH2O) – (PaCO2/RQ)] – PaO2 (20.5)
En una persona sana que respire aire ambiental a nivel del mar, FIO2 = 0,21,
PB = 760 mm Hg, PH2O = 47 mm Hg, PaO2 = 90 mm Hg, PaCO2 = 40 mm Hg y
RQ = 0,8:
A-a PO2 = [0,21 (760 – 47) – (40/0,8)] – 90 = 10 mm Hg (20.6)
Esto representa un gradiente alveoloarterial ideal en lugar del gradiente nor-
mal, ya que el gradiente de PO2 A-a varía con la edad y con la concentración
de oxígeno inspirada.
Influencia de la edad
Como se muestra en la tabla 20-1, el gradiente de A-a PO2 normal se eleva unifor-
memente al aumentar la edad (6). Suponiendo que la mayoría de los pacientes
adultos de una UCI tenga más de 40 años, el gradiente A-a PO2 normal en
un adulto de la UCI puede llegar a ser de 25 mm Hg cuando respira aire am-
biental. Sin embargo, pocos pacientes de la UCI respiran este aire, por lo que
el gradiente A-a PO2 aumenta más cuando se añade oxígeno al gas inspirado
(v. más adelante).
Todos los valores pertenecen a respiración de aire ambiental a nivel del mar.
Del Intermountain Thoracic Society Manual of Uniform Laboratory Procedures. Salt Lake City, 1984:44-45.
60
50 1,0
A/a PO2
Hg) Hg)
40 0,8
2 (mm
A–a PO2
PO22
A/a PO
(mm
30 0,6
a/A
A-a PO
A-a PO2
20 0,4
10 0,2
20 40 60 100
FFIO
IO (%)
2 2(%)
FIGURA 20-4. Influencia de la FIO2 sobre el gradiente alveoloarterial de PO2 (A-a PO2)
y el cociente arteriolar-alveolar de PO2 (a/A PO2) en personas sanas. De la referencia 7.
Cociente PaO2/FIO2
El cociente PaO2/FIO2 se usa como medida indirecta de la fracción de corto-
circuito. Se han documentado las correlaciones siguientes (9).
PaO2/FIO2 Qs/Qt
< 200 > 20 %
> 200 < 20 %
La principal limitación del cociente PaO2/FIO2 es la incapacidad para calcular
con exactitud la FIO2 cuando se proporciona oxígeno suplementario a través
de gafas nasales o de mascarillas faciales «abiertas» (v. cap. 22). (Esta limita-
ción también se ha descrito para el gradiente A-a PO2.)
Variabilidad de la gasometría
La PO2 y la PCO2 arterial pueden variar espontáneamente sin que varíe la
situación clínica del paciente. Esto se demuestra en la tabla 20-2, en la que
se aprecia la variación espontánea en la PO2 y la PCO2 a lo largo de una
hora en un grupo de pacientes politraumatizados clínicamente estables (10).
Obsérvese que la PO2 arterial variaba hasta en 36 mm Hg, mientras que la PCO2
lo hacía hasta en 12 mm Hg. Esta variabilidad se ha observado también en pa-
cientes de UCI médica (11). Debido a este grado de variación espontánea, la
monitorización sistematica de la gasometría arterial puede ser engañosa.
Representa variaciones durante 1 h en 26 pacientes con traumatismos que dependen del respirador y que
se encuentran clínicamente estables.
De la referencia 10.
HIPOXEMIA
La hipoxemia puede definirse como una PO2 arterial por debajo de la espe-
rada para la edad del paciente, como se define en la tabla 20-1. Sin embargo,
no suele emitir señales de emergencia hasta que disminuye por debajo de
60 mm Hg (o cuando la saturación de oxígeno desciende por debajo del 90 %).
Las causas de la hipoxemia pueden dividirse en tres categorías en función de
los procesos fisiológicos implicados (12,13). Cada grupo de trastornos puede
distinguirse por el gradiente A-a de PO2 y por la PO2 en sangre venosa mixta,
o por ambos parámetros, tal y como se muestra en la tabla 20-3.
Hipoventilación
La hipoventilación alveolar produce tanto hipoxemia como hipercapnia,
de forma parecida a lo que sucede al contener la respiración. No existe un
desequilibrio V/Q en los pulmones, por lo que no se eleva el gradiente A-a
de PO2. En la tabla 20-4 se enumeran las causas más frecuentes de hipoven-
tilación alveolar. La mayoría de las causas de hipoventilación en la UCI se
deben a la depresión respiratoria inducida farmacológicamente o a la debili-
dad neuromuscular. La hipoventilación asociada a la obesidad (síndrome de
Pickwick) también hay que tenerla en cuenta, ya que esta afección se observa
hasta en un tercio de los pacientes con obesidad mórbida (índice de masa
corporal > 35 kg/m2) (14).
Desequilibrio DO2/VO2
Como ya se explica en el capítulo 10, un descenso en el aporte sistémico de
oxígeno (DO2) suele acompañarse de un aumento de la extracción de oxígeno
desde la sangre capilar, lo que sirve para mantener una captación de oxígeno
(VO2) a un ritmo constante. El aumento de la extracción de oxígeno desde la
sangre capilar produce una disminución de la PO2 de la sangre venosa, lo que
puede tener efectos nocivos sobre la oxigenación arterial, como se explica a
continuación.
100
80
Normal Alteración V/Q
60
PO2
(mm Hg)
40
PvO2 baja y
alteración V/Q
20
0
Sangre Sangre
venosa arterial
FIGURA 20-5. Influencia de una alteración del cociente V/Q sobre la transición desde
la PO2 venosa a la arterial, y efecto añadido de una PO2 venosa mixta baja (PvO2).
Evaluación diagnóstica
La evaluación de la hipoxemia puede realizarse siguiendo el diagrama de
flujo de la figura 20-6. Este método usa tres parámetros: gradiente A-a de la
PO2, PO2 venosa mixta y presión inspiratoria máxima. La PO2 en la vena cava
superior (PO2 venosa central) puede usarse como PO2 venosa mixta cuando
no existe un catéter permanente en la arteria pulmonar.
A-a PO2
(Aumentado) (Normal/invariable)
Desequilibrio del
cociente DO2/VO2 (Normal) (Baja)
superpuesto
Hipoventilación Trastorno
central neuromuscular
Falsa hipoxemia
La falsa hipoxemia es un fenómeno inusual que se caracteriza por hipoxemia
en una muestra de sangre arterial sin la correspondiente hipoxemia en la
sangre circulante (determinada mediante pulsioximetría) (19). Parece que este
fenómeno sólo se produce en pacientes con neoplasias hematológicas que pre-
sentan una leucocitosis importante (recuento de leucocitos > 100 000) o trom-
bocitosis (recuento de plaquetas > 1 000 000). La disminución de la PO2 en la
muestra de sangre se ha atribuido al consumo de oxígeno por parte de leuco-
citos activados en la muestra, un fenómeno que se ha denominado hurto o robo
leucocitario (20). Esto no explica por qué una trombocitosis importante puede
producir también una falsa hipoxemia, ya que las plaquetas no son «engulli-
doras» de oxígeno, como los leucocitos activados. Independientemente del
mecanismo, no hay ningún método aceptado para prevenir la falsa hipoxemia
(el enfriamiento rápido de las muestras de sangre ha logrado resultados poco
constantes), por lo que debe conocerse el fenómeno y la cifra de pulsioximetría
para validar in vitro las determinaciones de la PO2 (la pulsioximetría se descri-
be en el siguiente capítulo).
HIPERCAPNIA
La hipercapnia se define como una PCO2 arterial (PaCO2) por encima de
46 mm Hg que no representa la compensación de una alcalosis metabólica (21).
Las causas de la hipercapnia pueden identificarse teniendo en cuenta los fac-
tores determinantes de la PaCO2 en la relación siguiente, en la que VCO2 es la
velocidad de producción de CO2 en el organismo, VA es la tasa de ventilación
alveolar y k es una constante de proporcionalidad (1).
PaCO2 = k × (VCO2/VA) (20.9)
La ventilación alveolar es la parte de la ventilación total (VE) que no es venti-
lación de espacio muerto (VD/VT); es decir, VA = VE (1 – VD/VT). Por lo tanto,
la ecuación (20.9) puede enunciarse de nuevo como:
PaCO2 = k × [VCO2/VE (1 – VD/VT)] (20.10)
Esta ecuación identifica tres fuentes importantes de hipercapnia: (a) aumento
de la producción de CO2 (VCO2), (b) hipoventilación (1/VE) y (c) aumento de
la ventilación de espacio muerto (VD/VT).
Hipoventilación
La hipoventilación ya se comentó brevemente en el último apartado de la
hipoxemia, y en la tabla 20-4 se muestran sus causas más frecuentes. Debido a
la elevada incidencia de hipoxemia en los pacientes de la UCI, la hipercapnia
puede ser el primer signo de hipoventilación por debilidad neuromuscular o
por depresión respiratoria inducida por fármacos. También sucede así en el
síndrome de hipoventilación por obesidad, en el que la hipercapnia suele ser
el primer signo de hipoventilación. Por otro lado, la hipercapnia es un signo rela-
Sobrealimentación
La sobrealimentación, o el aporte de un exceso de calorías para las nece-
sidades diarias, es una causa reconocida de hipercapnia en pacientes con
neumopatía grave e insuficiencia respiratoria aguda (22). La hipercapnia
asociada a la nutrición se observa sobre todo en pacientes que dependen de
un respirador, y puede retrasar la retirada de la ventilación mecánica. La so-
brealimentación con hidratos de carbono es particularmente problemática, ya
que el metabolismo oxidativo de los hidratos de carbono genera más dióxido
de carbono que otros nutrientes (lípidos y proteínas). Esto se describe con más
detalle en el capítulo 47.
Evaluación diagnóstica
En la figura 20-7 se muestra la evaluación de la hipercapnia a la cabecera del
enfermo. El estudio de la hipercapnia, como el de la hipoxemia, empieza con el
gradiente A-a de PO2 (23). Un gradiente normal o invariable indica que el pro-
blema es una hipoventilación alveolar (lo mismo que lo descrito para el estudio
de la hipoxemia). Un gradiente aumentado indica una alteración del cociente
V/Q (aumento de la ventilación del espacio muerto), que puede acompañarse
o no de un aumento de la producción de CO2.
A-a PO2
(Aumentado) (Normal/invariable)
Hipermetabolismo,
sobrealimentación (Normal) (Baja)
o acidosis
metabólica
superpuestos
Hipoventilación Trastorno
central neuromuscular
COMENTARIO FINAL
Es importante recordar que la PO2 arterial no es un parámetro útil para deter-
minar la cantidad de oxígeno en sangre (para ello, se necesita la concentración
de hemoglobina en sangre y el porcentaje de saturación de hemoglobina por
el oxígeno, como se muestra en la ecuación 10.6 en el cap. 10). En cambio,
la PaO2 (junto con la PaCO2) se usa para evaluar el intercambio de gases en
los pulmones, y puede ser útil para identificar la fuente del problema con el
intercambio de gases.
En el capítulo siguiente se describe un planteamiento del equilibrio del O2 y el
CO2 que es superior en muchos aspectos a la determinación de la gasometría
arterial.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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Hipoxemia
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ill patient. Clin Chest Med 2001; 22:123–134.
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hospitalized patients: prevalence, effects, and outcome. Am J Med 2004; 116:1–7.
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Hipercapnia
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23. Gray BA, Blalock JM. Interpretation of the alveolar-arterial oxygen difference in
patients with hypercapnia. Am Rev Respir Dis 1991; 143:4–8.
OXIMETRÍA Y
CAPNOMETRÍA
El vicio que aniquila a un médico joven es la pereza intelectual.
Sir William Osler
On the Educational Value
of the Medical Society, in
Aequanimitas, 1904
OXIMETRÍA
Todos los átomos y moléculas absorben longitudes de onda de luz específicas,
y esta propiedad es el fundamento de la técnica conocida como espectrofotome-
tría, en la que ondas de luz de longitudes de onda específicas son transmitidas
a través de un medio para determinar la composición molecular de éste. La
absorción de longitudes de ondas específicas al pasar a través de un medio
es proporcional a la concentración de la sustancia que absorbe las ondas de
luz y a la distancia que se desplazan estas ondas (según se define en la ley de
Lambert-Beer). La aplicación de este principio a la detección de la hemoglobi-
na en sus diferentes variantes se conoce como oximetría.
409
10
660 940
(Rojo) (Infrarrojo)
Hb HbO2
metHb COHb
Coeficiente de extinción
1
metHb
Hb
HbO2
0,1
COHb
0,01
600 680 760 840 920 1000
Longitud de onda (nm)
Comienzos de la oximetría
La oximetría se introdujo en la década de 1940 para detectar la presencia de
hipoxemia en pilotos de combate. Las primeras oximetrías, que medían la
transmisión de ondas de luz roja e infrarroja a través del lóbulo de la oreja,
tenían dos inconvenientes: (a) la transmisión de la luz estaba influida por otros
factores además de la hemoglobina (p. ej., pigmentos cutáneos y el grosor del
lóbulo de la oreja), y (b) no era posible distinguir entre la hemoglobina en arte-
rias y venas. Debido a todos estos problemas, la oximetría no logró demasiada
aceptación como instrumento de monitorización, pero esta situación cambió
en la década de 1970 con la llegada de la oximetría pulsátil.
Pulsioximetría
Cuando un haz de luz pasa a través de una arteria pulsátil, los cambios fásicos
en el volumen de sangre arterial crean variaciones pulsátiles en la intensidad
del haz luminoso transmitido. Por lo tanto, limitando el análisis de la transmi-
sión luminosa a las ondas de luz pulsátiles, se centrará el análisis en la sangre
arterial, eliminando de este modo los errores debidos a la absorción de luz
por parte de elementos no pulsátiles (p. ej., hemoglobina en las venas). Éste
es el principio básico de la pulsioximetría (4,5), que utiliza un amplificador de
corriente alterna (CA) para procesar la transmisión de luz pulsátil desde las
arterias, eliminando la transmisión de luz no pulsátil a través de las venas, el
tejido conjuntivo y la piel.
En la figura 21-2 se muestran las características básicas de la pulsioxime-
tría. El panel superior muestra una sonda de pulsioximetría convencional
colocada en un dedo. (Estas sondas suelen colocarse en los dedos índice
o medio, si bien también pueden colocarse en cualquier dedo, incluido el
dedo gordo del pie.) Un lado de la sonda contiene dos diodos emisores
de luz que emiten luz monocromática a longitudes de onda de 660 nm y
940 nm. Estas ondas de luz pasan a través del dedo y son captadas por un
fotodetector en el lado opuesto de la sonda. Las ondas de luz transmitidas
pasan, a continuación, a través de un amplificador de CA que amplifica las
ondas de luz pulsátiles y bloquea las ondas no pulsátiles. La intensidad de la
transmisión de luz a 660 nm y 940 nm es un reflejo de las concentraciones de
hemoglobina desoxigenada (Hb) y de hemoglobina oxigenada (HbO2) en la
sangre arterial, respectivamente. El pulsioxímetro convierte la «densidad de
luz» en «densidad química» (concentración) para la Hb y la HbO2 aplicando
algoritmos de los fabricantes. La proporción de HbO2 con respecto a la he-
moglobina total (HbO2 + Hb) se usa para definir la fracción de hemoglobina
que está saturada con oxígeno. La «saturación de pulsioximetría» resultante
(SpO2) se expresa en forma de porcentaje:
HbO2
SpO2 = × 100
HbO2 + Hb (21.1)
El panel inferior de la figura 21-2 muestra la señal pulsátil del pulsioxímetro,
que es sorprendentemente similar a la onda de presión arterial.
Fiabilidad
Con niveles clínicamente aceptables de saturación de la oxihemoglobina arte-
rial (SaO2 > 70 %), la saturación de oxígeno registrada por los pulsioxímetros
(SpO2) difiere en menos del 3 % de la SaO2 real (6,7). Además de la precisión,
la SpO2 mustra una escasa tendencia a las variaciones espontáneas, como se
indica en la tabla 21-1 (8).
660 nm 940 nm
Al amplificador de CA Fotodetectores
SpO2
FIGURA 21-2. Pulsioxímetro para las yemas de los dedos. La sonda de la yema del
dedo tiene diodos emisores de luz (LED) a un lado, que emiten luz en el espectro rojo
(660 nm) e infrarrojo (940 nm), y un fotodetector en el lado contrario, que procesa las
ondas de luz de intensidad alterna (usando un amplificador de CA). El panel inferior
muestra la señal de oximetría pulsátil (SpO2) que se muestra en el monitor de la cabecera
del enfermo.
Dishemoglobinemias
Los pulsioxímetros convencionales no detectan la carboxihemoglobina
(COHb) ni la metahemoglobina (metHb) en sangre. Normalmente, estas va-
riantes de la hemoglobina suponen menos del 5 % de la hemoglobina total en
sangre (7,9). La saturación de oxígeno arterial (SaO2) disminuye cuando los
valores de metHb y de COHb están anormalmente elevados, ya que la HbO2
es una fracción menor de la reserva de hemoglobina total. Sin embargo, la SpO2
de la pulsioximetría no está influida por las cifras de COHb ni de metHb (10,11).
Por lo tanto, en los casos de metahemoglobinemia o intoxicación por monóxido de car-
bono, la SpO2 sobrevalora la SaO2 real, y no es un marcador fiable de la desaturación
de oxígeno arterial.
Los laboratorios de los hospitales disponen de oxímetros grandes que usan 8
longitudes de onda de luz para medir todas las variantes de hemoglobina de
la sangre. Por lo tanto, cuando se sospecha la presencia de elevaciones anó-
malas de la metHb y la COHb, debe enviarse una muestra de sangre arterial
al laboratorio del hospital para realizar un estudio completo de la oximetría.
Los analizadores de gasometría más modernos están equipados también con
8 longitudes de onda de luz, y pueden medir las concentraciones de metHb y
de COHb en sangre. (En el cap. 25 se describen la intoxicación por monóxido
de carbono y la metahemoglobinemia.)
Nota: Actualmente se dispone de un pulsioxímetro que utiliza varias longitu-
des de onda de luz para detectar todas las formas de hemoglobina (12). Estos
dispositivos los usan los bomberos y el personal de primeros auxilios para
detectar rápidamente, y en el lugar de los hechos, una exposición a monóxido
de carbono, pero no están diseñados para monitorizar la SpO2 de forma siste-
mática en un entorno hospitalario.
Hipotensión
Aunque la pulsioximetría se basa en la presencia de flujo sanguíneo pulsátil, la
SpO2 es un reflejo preciso de la SaO2 a presiones arteriales de tan sólo 30 mm Hg
(13). Las pulsaciones amortiguadas tampoco afectan a la exactitud de los regis-
tros de SpO2 en las yemas de los dedos distales a una arteria radial canalizada
(14). Cuando los registros de SpO2 en la yema de los dedos no son fiables debido
a la presencia de hipotensión o vasoconstricción periférica, la frente puede ser
una localización alternativa para monitorizar la SpO2 (v. más adelante).
Anemia
Si no existe hipoxemia, la pusioximetría es precisa con valores de hemoglobi-
na bajos de hasta 2-3 g/dl (15). Con valores de hemoglobina entre 2,5 g/dl y
9 g/dl, la SpO2 está dentro del 1 % de la SaO2 (15).
Pigmentos
La influencia del color de la piel y de las uñas sobre la exactitud de las deter-
minaciones de SpO2 se ha reducido notablemente gracias a la introducción de
la pulsioximetría. Una piel oscura puede crear una discrepancia de hasta el
10 % entre la SpO2 y la SaO2, pero esto sucede con saturaciones entre el 70 %
y el 80 % (16), que están muy por debajo de las permitidas en los pacientes
ingresados en la UCI. Los esmaltes de uñas oscuros producen una discre-
pancia muy pequeña (2 %) entre la SpO2 y la SaO2 (17), aunque se duda de la
relevancia clínica de este efecto.
Pulsioximetría en la frente
La frente es una localización atractiva para la pulsioximetría, ya que la circula-
ción arterial en esta zona (que procede de la arteria carótida interna) es menos
propensa a sufrir vasoconstricción que las arterias digitales en los dedos de
las manos (18). Los estudios clínicos han demostrado que la pulsioximetría en
la frente puede proporcionar determinaciones de SpO2 adecuadas cuando los
registros de SpO2 en las yemas de los dedos se ven afectados por hipotensión
o vasoconstricción periférica (19). En la figura 21-3 se muestran las carac-
terísticas básicas de la pulsioximetría en la frente. Los sensores de SpO2 se
colocan justo por encima de las cejas, donde la densidad vascular es máxima.
Estos sensores tienen diodos emisores de luz y fotodetectores situados muy
próximos entre sí, y registran la intensidad de la luz reflejada de vuelta desde
las arterias subyacentes para calcular la SaO2. Este método de oximetría de
reflectancia difiere de la del método de oximetría por transmisión usado por los
sensores de SpO2 de las yemas de los dedos.
Pulsaciones venosas
La limitación principal de la pulsioximetría en la frente es el riesgo de lecturas
de SpO2 falsamente bajas cuando existe congestión venosa localizada (p. ej.,
por ventilación mecánica con presión positiva). Este efecto se atribuye a que se
favorecen las pulsaciones venosas, que se interpretan de forma errónea como
pulsaciones arteriales, dando lugar a lecturas de la SpO2 que incluyen reflexio-
nes de la HbO2 y la Hb en la sangre venosa. Este efecto puede reducirse al
mínimo usando una cinta elástica para la cabeza, como se muestra en la figura
21-3, que ayuda a dispersar la sangre venosa desde la frente (20). Estas bandas
elásticas suelen proporcionarse junto con los sensores de SpO2 de la frente.
Fotodetector LED
Ondas 660 nm
pulsátiles 940 nm
Oximetría de reflectancia
Aplicación de la pulsioximetría
En teoría, la pulsioximetría está indicada en cualquier situación en la que
preocupe el estado de la oxigenación arterial. En realidad, se considera un
requisito para la seguridad del paciente en determinadas áreas del hospital
(p. ej., UCI y quirófanos), y es obligatoria en todos los pacientes tratados en
estas zonas. Por lo tanto, el punto importante en lo que concierne a la utiliza-
ción de la pulsioximetría en la UCI no es cuándo usarla, sino cómo usarla. A
este respecto, tiene gran importancia la información siguiente.
Oximetría venosa
Se dispone de catéteres de oximetría especiales que pueden monitorizar la sa-
turación de oxígeno de la hemoglobina en la vena cava superior o en la arteria
pulmonar, y la manipulación de estos catéteres se muestra en la figura 21-4.
Los catéteres de oximetría contienen haces de fibra óptica que transmiten dos
longitudes de onda de luz (roja e infrarroja) desde una fuente de luz externa
Eritrocitos
Haz
de luz
Haces de fibra óptica
Fotodetector
(SvO2) Vaso sanguíneo
hasta la punta del catéter. Otro canal de trabajo del catéter se conecta a un
fotodetector que registra la intensidad de la luz reflejada de vuelta desde la
hemoglobina en los eritrocitos circulantes. Esta técnica (oximetría de reflec-
tancia) es parecida a la que se utiliza en la pulsioximetría de la frente. Los
catéteres de oximetría procesan y muestran la saturación de O2 venosa cada
5 segundos.
Saturación venosa de O2
En el capítulo 10 (v. p. 183-184) se describe la saturación de O2 en sangre ve-
nosa mixta (arteria pulmonar) y sangre venosa central (vena cava superior)
(SvO2 y SvcO2, respectivamente). Ambos parámetros están influidos por el
equilibrio entre el aporte de oxígeno sistémico (DO2) y el consumo de oxígeno
(VO2), como se describe a continuación:
SvO2 o SvcO2 = 1 − VO2/DO2 (21.3)
(Para la derivación de esta ecuación, se pueden consultar las ecuaciones 10.17
y 10.18 en la p. 183). Una disminución de la saturación venosa de oxígeno por
debajo del intervalo normal (SvO2 < 65 % o SvcO2 < 70 %) identifica una situa-
ción en la que el aporte de oxígeno es relativamente bajo respecto al consumo
de oxígeno. Esta situación puede deberse a una disminución del DO2 (por gas-
to cardíaco bajo, anemia o desaturación arterial de oxígeno) o a un aumento
del VO2 (por hipermetabolismo).
Oximetría doble
El valor predictivo de la SvO2 o la SvcO2 puede aumentarse añadiendo la
SpO2 medida por pulsioximetría. La diferencia (SpO2 – SvO2) o (SpO2 – SvcO2)
es casi equivalente a la extracción de oxígeno de la sangre capilar (27). Por lo
tanto, usando la ecuación para el índice de extracción del oxígeno (v. la ecua-
ción 10.12 en la p. 181), pueden definirse las relaciones siguientes (usando la
SvO2 en lugar de la SvcO2):
SpO2 – SvO2 = (VO2/DO2) × 100 (21.4)
Un aumento de la (SpO2 – SvO2) por encima del intervalo normal (por encima
del 30 %) puede deberse a un VO2 creciente (hipermetabolismo) o a un descen-
so del DO2 (por anemia progresiva o un gasto cardíaco que disminuye). Una
(SpO2 – SvO2) que alcance el 50 % puede usarse también como marcador de
hipoxia tisular, como se muestra en la figura 10-5 (v. p. 182).
CAPNOMETRÍA
La capnometría es la medición del CO2 en el aire expirado mediante técnicas
colorimétricas o espectrofotometría de infrarrojos.
Capnometría colorimétrica
La detección colorimétrica del CO2 en el aire espirado es un método rápido y
sencillo para determinar si un tubo endotraqueal se ha colocado en los pulmo-
nes (28). Se trata de un estándar asistencial después de la introducción de un
tubo endotraqueal, ya que la auscultación de los ruidos respiratorios es un método
poco fiable para determinar si un tubo endotraqueal se encuentra en la tráquea o en
el esófago (29).
En la figura 21-5 se muestra un dispositivo habitual para la detección colori-
métrica del CO2 en el aire espirado. La zona central del dispositivo contiene
un filtro de papel impregnado con un indicador sensible al pH que cambia de
color en función de éste. Cuando el aire espirado pasa a través del filtro de
papel, el CO2 del aire se hidrata con una lámina líquida en el papel de filtro,
y el pH resultante se detecta por un cambio de color. El perímetro externo del
dispositivo contiene secciones con códigos de colores que indican las conce-
traciones de CO2 espirado asociadas a cada cambio de color.
Valor pronóstico
La precisión de este dispositivo colorimétrico para predecir el éxito de la
intubación endotraqueal se muestra en la tabla 21-2 (28). Un cambio de color
desde el púrpura hasta el marrón o amarillo indica siempre una intubación
satisfactoria de la tráquea. La ausencia de cambio de color desde el púrpura
indica que el tubo endotraqueal no se encuentra en la tráquea, salvo durante
FIGURA 21-5. Dispositivo desechable (Nellcor Easy Cap II CO2 Detector) para la
detección colorimétrica del CO2 en el gas espirado. Véase la explicación en el texto.
De la referencia 28.
de infrarrojos que tiene una conexión con las vías respiratorias (que se coloca
en serie con las tubuladuras del respirador durante la ventilación mecánica)
y un transductor acoplado. Cuando está colocada, la sonda emite un haz de
luz infrarroja continuo que viaja a través del aire espirado. El fotodetector tie-
ne una respuesta rápida, y puede medir cambios en la PO2 durante una sola
espiración. Este cambio se registra en forma de capnograma espiratorio, como
el de la figura 21-6.
Capnografía
La forma del capnograma normal se ha descrito como el «contorno de una
serpiente que se ha tragado un elefante» (31). Al principio de la espiración, la
PCO2 es despreciable, ya que el aire de las vías respiratorias superiores es el
primero en abandonar los pulmones. A medida que progresa la espiración, el
aire procedente de los alvéolos empieza a contribuir al aire espirado y la PCO2
comienza a aumentar uniformemente. El ritmo de esta elevación disminuye
finalmente, y la PCO2 alcanza una meseta. Cuando el intercambio de gases
es normal, la PCO2 al final de la espiración (denominada PCO2 teleespiratoria)
equivale a la PCO2 en la sangre del final de los capilares (arterial).
60 PCO2 teleespiratoria
Adaptador de las vías
PCO2 (mm Hg)
respiratorias
20
Aire
espirado
Espiración
Ventana
Fotodetector
Fototransmisor
Transductor
Pacientes no intubados
La PCO2 teleespiratoria puede monitorizarse en los pacientes no intubados
usando una cánula nasal modificada. Existen cánulas comercializadas o se
pueden obtener modificando una cánula nasal convencional, como se muestra
en la figura 21-7 (33). Las tubuladuras entre las dos aletas de las gafas nasales
deben ocluirse (con una torunda de algodón introducida a través de uno de
los orificios de las gafas o con una pequeña pinza con dientes). Esto permite
que una de las cánulas nasales pueda usarse para inspirar oxígeno, mientras la
otra se usa para transmitir aire espirado. Se introduce un catéter intravascular
de calibre 14G (5 cm de longitud) en el lado de la espiración de la cánula nasal
para transmitir el aire hasta el detector de CO2. Para esta aplicación, lo mejor
es colocar un detector de CO2 de flujo lateral (uno que aplique aspiración
para atraer aire desde la tubuladura). Si no se dispone de estos detectores,
puede usarse un detector de CO2 infrarrojo en el flujo principal (como el que
se muestra en la fig. 20-5), con una bomba de aspiración para atraer muestras
de aire desde la cánula (a 150 ml/min). El departamento de fisioterapia respi-
ratoria puede ayudar para realizar esta modificación.
Aplicaciones clínicas
A continuación, se explican algunas aplicaciones útiles de la monitorización
del CO2 al final de la espiración:
PCO2 arterial
La PCO2 teleespiratoria puede usarse como método de monitorización in-
cruento de la PCO2 arterial. La PCO2 arterial debe medirse al mismo tiempo
que la PCO2 teleespiratoria para establecer el gradiente PaCO2 – PTECO2 basal.
Este gradiente debe mantenerse constante, siempre y cuando no intervengan
Al monitor
Catéter de CO2
de 14G
O2 CO2
Lado de Lado de
inspiración espiración
Algodón
FIGURA 21-7. Cánula nasal modificada para monitorizar la PCO2 teleespiratoria durante
la respiración espontánea.
otros procesos que alteren el intercambio de gases en los pulmones. Los cam-
bios en los parámetros del respirador influirán en el gradiente PaCO2 – PTECO2
(34), por lo que debe medirse la PCO2 arterial después de cada modificación de
los parámetros del respirador para determinar la nueva relación entre la PCO2
arterial y la teleespiratoria.
Gasto cardíaco
La aplicación más prometedora de la monitorización de la PCO2 teleespira-
toria es la detección incruenta de cambios en el gasto cardíaco. Existe una
relación estrecha entre los cambios en la PCO2 teleespiratoria y los cambios
en el gasto cardíaco, como se muestra en la figura 21-8 (35), lo que puede ser
de gran utilidad para detectar cambios agudos del gasto cardíaco (p. ej., en
respuesta a una sobrecarga de volumen), y está demostrando su utilidad para
monitorizar cambios en el gasto cardíaco durante la reanimación cardiopulmonar
(v. p. 334-335).
Complicaciones nosocomiales
Un descenso brusco de la PCO2 teleespiratoria con un aumento del gradiente
PaCO2 – PTECO2 puede ser un signo de advertencia precoz de cualquiera de
las situaciones siguientes:
1. Hiperdistensión alveolar por volúmenes corrientes altos o PEEP.
2. Migración de un tubo endotraqueal a uno de los bronquios principales (36).
3. Embolia pulmonar aguda (37).
4. Edema pulmonar agudo.
5. Neumonía.
+5
r = 0,87
∆PCO2
–0
teleespiratoria
(mm Hg)
–5
–4 –2 0 +2 +4
∆gasto cardíaco (l/min)
FIGURA 21-8. Relación entre los cambios en la PCO2 teleespiratoria y los cambios en
el gasto cardíaco en un grupo de pacientes postoperados. r, coeficiente de correlación.
Datos de la referencia 35.
COMENTARIO FINAL
Llenando el vacío
La caída en desgracia del catéter de arteria pulmonar ha creado un vacío en
la capacidad para monitorizar el gasto cardíaco, pero las técnicas que se des-
criben en este capítulo pueden ayudar a rellenarlo. Tanto la oximetría doble
(combinando la pulsioximetría con la oximetría venosa central) como la moni-
torización de la PCO2 teleespiratoria pueden ser útiles para evaluar la idonei-
dad del gasto cardíaco y para detectar cambios en éste (p. ej., en respuesta
a la sobrecarga de volumen). La monitorización de la PCO2 teleespiratoria
tiene la ventaja de ser totalmente incruenta, mientras que la oximetría do-
ble ofrece la ventaja de monitorizar el equilibrio entre el aporte de oxígeno
sistémico (DO2) y la captación de oxígeno (VO2). Por supuesto, nada puede
reemplazar al catéter de arteria pulmonar (al menos en el momento actual)
para monitorizar el gasto cardíaco y la oxigenación sistémica.
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OXIGENOTERAPIA
El carbono estructura la vida. El oxígeno la prende fuego.
Eric Roston
The Carbon Age
2008
PERSPECTIVAS
Implicaciones
El ambiente de restricción de oxígeno en los tejidos puede contemplarse como
una salvaguarda contra los efectos dañinos de los metabolitos del oxígeno
(que se describen más adelante en este capítulo). Esta salvaguarda se verá
amenazada o se perderá si la oxigenoterapia expone a los tejidos a más O2 del
necesario para mantener el metabolismo aerobio. Las observaciones siguien-
tes de este apartado son importantes a este respecto.
Tolerancia a la hipoxemia
La oxigenoterapia se usa para evitar la hipoxemia (una PO2 arterial < 60 mm Hg
o una saturación arterial de O2 < 90 %) (3). Sin embargo, no existen pruebas
de que la hipoxemia altere la oxigenación tisular, independientemente de su
intensidad (4-6). Los puntos de los datos de la figura 22-1 muestran las concen-
traciones sanguíneas de lactato en pacientes con hipoxemia grave (PO2 arterial
< 40 mm Hg) debida a la reagudización de una enfermedad pulmonar obstructi-
va crónica (4). Obsérvese que las concentraciones de lactato en sangre dejan de
aumentar por encima de 2 mmol/l (umbral para la hiperlactatemia) a pesar de
existir valores PO2 de hasta tan sólo 22 mm Hg. Esto aporta pruebas de que la
hipoxemia grave no alteraba el metabolismo aerobio en esos pacientes. Se han
publicado observaciones parecidas en pacientes con síndrome de dificultad res-
piratoria aguda (5), en las que se señala que la tolerancia a la hipoxemia grave
no es una adaptación que se desarrolla con el tiempo. (Nota: la tolerancia a la hi-
poxemia es el motivo de que el «shock hipoxémico» no sea una entidad clínica.)
3
Media de la PO2 = 32,4 mm Hg
Media del lactato = 1,23 mmol/l
Lactato sérico (mmol/l)
0
0 20 30 40
PO2 arterial (mm Hg)
FIGURA 22-1. Relación entre la PO2 arterial y los valores de lactato en sangre en siete
pacientes con hipoxemia grave (PO2 arterial < 40 mm Hg) por reagudización de una
enfermedad pulmonar obstructiva crónica. Todas las cifras de lactato están dentro de
los límites normales (≤ 2 mmol/l), lo que sugiere que la hipoxemia grave no alteró la
oxigenación tisular en estos pacientes. Datos de la referencia 4.
70 *
60 * (67)
mm Hg
PaO2 (59)
50
40 (45)
180
VO2
170
ml/min/m2
(170)
(168)
(167)
160
Oxígeno y microcirculación
La oxigenoterapia produce vasoconstricción sistémica (no vasoconstricción
pulmonar), que es más intensa en las arteriolas de pequeño calibre que con-
trolan el flujo sanguíneo capilar (12-14). Con concentraciones elevadas de
oxígeno inspirado, la vasoconstricción arteriolar puede acompañarse de una
disminución de la densidad capilar funcional (15), lo que puede causar una
disminución de la disponibilidad de O2 en los capilares. Este hecho se ha
implicado en la disminución del VO2 que se produce durante la hiperoxia
normobárica (descrita anteriormente), y también puede ser un mecanismo
para proteger los tejidos de la lesión inducida por el oxígeno (lesión oxidante)
durante los períodos de hiperoxia.
Resumen e implicaciones
La información que se acaba de presentar indica que el metabolismo aerobio
se lleva a cabo normalmente en ambientes con restricción de oxígeno, y esta
situación persiste ante una hipoxemia intensa. Además, los intentos para
Ventajas e inconvenientes
Las principales ventajas de las gafas nasales son su simplicidad de uso y la
aceptación del paciente, además de que se respeta la capacidad para comer y
conversar. El principal inconveniente es la incapacidad para lograr concentra-
ciones elevadas de oxígeno inspirado, sobre todo en pacientes con demandas
de ventilación elevadas.
Ventajas e inconvenientes
Las mascarillas faciales convencionales pueden proporcionar una FIO2 ligera-
mente mayor que las gafas nasales de flujo bajo, pero al igual que las gafas na-
sales, la FIO2 varía según las demandas ventilatorias del paciente. Aprisionan
más la cara, por lo que no permiten que el paciente se alimente por vía oral.
Reinhalación parcial
El dispositivo que se muestra en la figura 22-3 es de reinhalación parcial.
Permite que el aire espirado en la fase inicial de la espiración regrese a la bolsa
reservorio. A medida que prosigue la espiración, el flujo espiratorio disminu-
ye, y cuando desciende por debajo del flujo de oxígeno, el aire espirado ya no
puede regresar a la bolsa reservorio. La parte inicial de la espiración contiene
aire procedente de las vías respiratorias superiores (espacio muerto anatómi-
co), por lo que el aire que se reinhala es rico en oxígeno y prácticamente carece
de CO2. El paciente puede inspirar aire ambiental a través de los portales de
espiración de la mascarilla, pero el aire de la bolsa reservorio está bajo presión
positiva, y la inspiración arrastrará fundamentalmente aire desde la bolsa.
Los dispositivos de reinhalación parcial pueden alcanzar una FIO2 máxima de
aproximadamente el 70 %.
Sin reinhalación
El dispositivo de la figura 22-4 es un sistema sin reinhalación. Los portales espi-
ratorios de la mascarilla están tapados con lengüetas que permiten que escape
el aire espirado, pero impiden la inhalación de aire ambiental. También existe
una válvula unidireccional entre la bolsa reservorio y la mascarilla que permite
inspirar gas procedente de la bolsa, pero impide que el gas espirado entre en la
Portales de
espiración
Oxígeno
Bolsa reservorio
FIGURA 22-3. Sistema de reinhalación parcial. Los 100-150 ml iniciales del aire
espirado (espacio muerto anatómico) vuelven a la bolsa reservorio para reinhalarse. El
aire espirado deja de entrar en la bolsa reservorio cuando el flujo espiratorio desciende
por debajo del flujo de oxígeno.
Lengüeta
unidireccional
Válvula
unidireccional
Oxígeno
Oxígeno al 100 %
FIGURA 22-4. Sistema sin reinhalación. Las lengüetas en los portales de espiración de
la mascarilla impiden la inhalación de aire ambiental, y una válvula unidireccional entre la
mascarilla y la bolsa reservorio impide que el aire espirado entre en la bolsa para reinhalarse.
bolsa (para evitar la reinhalación del gas espirado). Teóricamente, los dispositi-
vos sin reinhalación pueden lograr una FIO2 del 100 %, pero en realidad el máxi-
mo se sitúa cerca del 80 % (por la existencia de fugas alrededor de la mascarilla).
Ventajas e inconvenientes
La principal ventaja de las bolsas reservorio es su capacidad para aportar con-
centraciones más altas de oxígeno inspirado. Los inconvenientes son los mis-
mos que los descritos para las mascarillas faciales. Asimismo, con estos dis-
positivos no puede realizarse un tratamiento broncodilatador con aerosoles.
fuerza de cizallamiento conocida como arrastre viscoso, que aspira aire ambiental
al interior del dispositivo a través de portales de atrapamiento de aire. Cuanto
mayor sea el flujo de oxígeno hacia la mascarilla, mayor será el volumen de aire
que se atrapa, con lo que la FIO2 se mantiene constante. El flujo final creado por
el dispositivo supera los 60 l/min, lo que excede al flujo inspiratorio en la mayo-
ría de los casos de dificultad respiratoria. La FIO2 puede modificarse variando el
tamaño del portal de atrapamiento de aire en el dispositivo. El intervalo de FIO2
con estos dispositivos oscila entre el 24 % y el 50 %.
Nota: el mecanismo de atrapamiento de aire en estos dispositivos se conoce
como chorro de mezclado (19). Sin embargo, el atrapamiento del aire se atri-
buyó inicialmente al efecto Venturi (disminución de la presión de un líquido
cuando fluye a través de una sección estrechada de un tubo), y debido a ello,
las mascarillas que utilizaban dichos dispositivos se denominaron mascarillas
Venturi o Venti-masks.
Ventajas e inconvenientes
La principal ventaja de los dispositivos de atrapamiento de aire es la capacidad
para proporcionar una FIO2 constante. Esto es deseable en pacientes con reten-
ción crónica de CO2, en los que un incremento inadvertido en la FIO2 puede
aumentar aún más la PCO2. El principal inconveniente de estos dispositivos
es la incapacidad para aportar concentraciones elevadas de oxígeno inspirado.
Aire ambiental
Arrastre viscoso
Cociente
O2
de volumen
constante
(AA/O2)
Experiencia clínica
La experiencia inicial con la oxigenoterapia nasal de flujo elevado ha sido su-
mamente alentadora. En los estudios preliminares se ha mostrado que, en los
pacientes que necesitan una FIO2 elevada con mascarillas, el cambio a flujos
nasales altos de O2 humidificado se asociaba a una mejoría significativa de
los parámetros de dificultad respiratoria (p. ej., disminución de la frecuencia
respiratoria, menos disnea), junto con una disminución de PaO2/FIO2 (lo que
indica una mejoría del intercambio gaseoso) (20,21). El efecto beneficioso so-
bre el intercambio de gases puede explicarse por la observación de que el O2
de flujo elevado crea una presión positiva en la nasofaringe (22), que podría
actuar como una presión teleespiratoria positiva (PEEP) para impedir el cie-
rre de los alvéolos al final de la espiración (la PEEP se describe en el capítulo
26). La observación más apasionante sobre la oxigenoterapia nasal con flujos
elevados procede de un estudio en el que las mejoras logradas con esta mo-
dalidad de aporte de oxígeno permitieron evitar la intubación y la ventilación
mecánica en el 75 % de los pacientes estudiados (21).
Ventajas e inconvenientes
La balanza de equilibrio para la oxigenoterapia nasal de flujo elevado muestra
que todo son ventajas (sin inconvenientes hasta el momento). Entre las ventajas
se encuentran la mejoría de la oxigenación y del intercambio gaseoso, así como
un posible papel para evitar la intubación y la ventilación mecánica en pacientes
con hipoxemia que no responde al trataminto. Es muy probable que en un futu-
ro muy próximo se oiga hablar de este método prometedor de oxigenoterapia.
Electrones en
orbitales externos
Oxígeno en estado O2
básico
e–
2 H+ e–
Peróxido de
hidrógeno H2O2
Fe(II)
e–
Fe(III)
Radical hidroxilo
y hierro •OH + OH– +
2 H+ e–
2 H 2O +
FIGURA 22-6. El metabolismo del oxígeno molecular a agua supone una serie de cuatro
reacciones de reducción de un solo electrón. Los diagramas de los orbitales de la derecha
de la figura muestran el giro direccional de los electrones en los orbitales externos de
cada reactante. Los metabolitos de radicales libres están señalados por un punto en
superíndice. En el texto se ofrece una explicación más detallada.
1. Todos los intermediarios del metabolismo del oxígeno son sustancias oxi-
dativas u oxidantes, capaces de alterar y dañar componentes celulares vita-
les como lípidos de membrana, proteínas citoplasmáticas y ADN nuclear.
2. Los radicales superóxido e hidroxilo son radicales libres (tienen un electrón
desparejado en sus orbitales externos), y los radicales libres tienden a ser
muy reactivos. (El oxígeno también es un radical libre, pero es sólo poco
reactivo debido a la restricción de giro anteriormente mencionada.)
3. El radical hidroxilo es la molécula más reactiva conocida en bioquímica,
y entra en reacción en el espacio de tres diámetros moleculares desde su
punto de origen (23). Es el metabolito del oxígeno más destructivo y la
principal fuente de lesión celular inducida por oxígeno.
4. El hierro libre en su forma reducida (Fe++) cataliza la formación del radical
hidroxilo, de manera que actúa como prooxidante (v. más adelante).
5. El peróxido de hidrógeno no es un radical libre, y es el menos reactivo de
los metabolitos del oxígeno. Esta escasa reactividad permite que el peróxi-
do de hidrógeno se mueva libremente por todo el organismo, creando la
posibilidad de una lesión oxidativa generalizada.
Normalmente, al menos el 95 % del oxígeno está completamente reducido
a agua, y sólo el 3-5 % del metabolismo del oxígeno genera los metabolitos
nocivos (27). El consumo de determinados antioxidantes, como glutatión,
modificará esta proporción (v. más adelante).
Reacciones en cadena
El daño ocasionado por los metabolitos del oxígeno se amplifica por la
tendencia de los radicales libres a generar reacciones en cadena (28). Cuando un
radical libre reacciona con un no radical, este último pierde un electrón y se
transforma en un radical libre, que puede entonces quitar un electrón de otro
no radical para generar otro radical libre, y así sucesivamente. Esto crea una
reacción que se automantiene y que continúa una vez que ha desaparecido el
incidente iniciador. Un incendio podría ser un claro ejemplo de una reacción
en cadena con radicales libres. Las reacciones en cadena explicarían también
la progresión del fracaso multiorgánico inflamatorio en la sepsis grave y en el
shock séptico una vez erradicada la infección.
Protección antioxidante
La lesión oxidativa (relacionada con el oxígeno) se mantiene bajo control me-
diante una amplia gama de antioxidantes endógenos (átomos o moléculas que
impiden o bloquean las acciones de las sustancias oxidantes). A continuación,
se describen brevemente los principales antioxidantes y su posible papel en
la enfermedad crítica.
Superóxido dismutasa
La superóxido dismutasa (SOD en la fig. 22-7) es una enzima que facilita la
conversión de los radicales superóxido en peróxido de hidrógeno. Aunque la
SOD se considera esencial para la vida aerobia (27), no está claro su papel en
la enfermedad grave, y puede actuar como prooxidante así como antioxidante
(27,29). El efecto prooxidante puede deberse a la producción de peróxido de
hidrógeno.
Glutatión
El glutatión es un tripéptido que contiene azufre y que está considerado como
el principal antioxidante intracelular en el cuerpo humano (29,30). En su forma
O2
e–
N-Acetilcisteína
O2•
2 H+ SOD
2 GSH GSSG
2 H2O Se-GPx
H2O2
Fe(II)
Fe(III)
X Ceruloplasmina
Transferrina N
C
•OH + OH–
A
e– + H+
Antioxidantes
H2O
Vitamina E
La vitamina E (α-tocoferol) es una vitamina liposoluble que se encuentra en el
interior de la mayoría de las membranas celulares, donde actúa como antioxi-
dante «interruptor de cadena» para detener la progresión de la peroxidación
lipídica, que prosigue como una reacción en cadena. Para lograrlo, la vitamina
E dona un electrón a un radical libre intermediario en la peroxidación lipídica
y, al hacerlo, la vitamina E se convierte en un radical libre, pero inocuo. (Nota:
la peroxidación lipídica es la oxidación de ácidos grasos poliinsaturados, y se
conoce como ranciedad cuando se produce en productos alimenticios.)
El consumo y agotamiento de vitamina E se ha documentado en pacientes con
síndrome de dificultad respiratoria aguda (39), y hay pruebas de que la admi-
Vitamina C
La vitamina C (ácido ascórbico) es un antioxidante hidrosoluble que actúa
principalmente en el espacio extracelular. La importancia de la vitamina C
como antioxidante no está clara, pero es un reductor potente que puede ac-
tuar como antioxidante (donante de electrones) para los radicales superóxido
e hidroxilo (30). En dosis elevadas, la vitamina C ha demostrado un efecto
prometedor para disminuir las complicaciones pulmonares en pacientes poli-
traumatizados (v. más adelante).
Ceruloplasmina y transferrina
La ceruloplasmina y la transferrina son responsables de la mayor parte de la
actividad antioxidante en el plasma (41). La actividad antioxidante de ambas
proteínas está relacionada con sus acciones limitadoras del hierro libre en la
forma reducida, Fe (II), que limitará la producción de radical hidroxilo. La
ceruloplasmina oxida el hierro desde su estado Fe (II) a Fe (III), y la transferri-
na capta hierro en la forma oxidada o Fe (III). El papel del hierro libre como
prooxidante (42) puede explicar por qué la mayor parte del hierro del organis-
mo está unido a proteínas o secuestrado (p. ej., en la médula ósea).
Estrés oxidativo
El riesgo de lesión oxidativa viene determinado por el equilibrio entre las
actividades oxidante y antioxidante. Cuando la actividad oxidante supera a
la capacidad neutralizadora de los antioxidantes, la oxidación excesiva o sin
oposición puede favorecer la lesión tisular. Esta situación de oxidación biológica
sin oposición se conoce como estrés oxidativo. Lamentablemente, no existen pa-
rámetros clínicos del estrés oxidativo, por lo que su presencia debe inferirse.
COMENTARIO FINAL
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Libros
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SÍNDROME DE
DIFICULTAD
RESPIRATORIA
AGUDA
Los médicos creen que hacen mucho por un paciente
cuando le dan un nombre a su enfermedad.
Immanuel Kant
PATOGENIA
La primera publicación del SDRA apareció en 1967 (2), y constaba de 12 pa-
cientes con infiltrados difusos en la radiografía de tórax e hipoxemia que no
respondía a la administración de oxígeno. Siete de ellos fallecieron, y los datos
de la autopsia mostraron un infiltrado denso de los pulmones con exudado
inflamatorio. No había indicios de infección, lo que indicaba que el SDRA era
una lesión pulmonar inflamatoria aguda.
Lesión inflamatoria
Se cree que la consolidación pulmonar en el SDRA se origina con la activación
de los neutrófilos circulantes (3). Esto conduce al secuestro de neutrófilos en
447
Sano
SDRA
Afecciones predisponentes
El SDRA no es un trastorno primario, sino la consecuencia de una diversi-
dad de cuadros infecciosos y no infecciosos. En la tabla 23-1 se enumeran las
afecciones más frecuentes que predisponen al SDRA. Las etiologías más habi-
tuales son la neumonía y los «síndromes sépticos» (septicemia, sepsis grave y
shock séptico) (1,5). Un rasgo compartido por muchas de estas fecciones es la
capacidad para desencadenar una respuesta inflamatoria sistémica, que supone
la activación de neutrófilos y que representa el hecho primordial en el SDRA.
Otras causas de SDRA son: quemaduras, circulación extracorpórea, contusión pulmonar, síndrome de
embolia grasa, lesión por inhalación y toxicidad pulmonar por oxígeno.
MANIFESTACIONES CLÍNICAS
En la tabla 23-2 se enumeran las manifestaciones clínicas del SDRA. Las ma-
nifestaciones principales son: comienzo brusco, hipoxemia grave, e infiltrados
pulmonares bilaterales sin signos de insuficiencia cardíaca izquierda o sobre-
carga de volumen. Los primeros signos del SDRA son la aparición brusca de
hipoxemia y de dificultad respiratoria (p. ej., disnea, taquipnea). La radiogra-
fía de tórax puede ser irrelevante en las primeras horas tras el inicio de los
síntomas, pero los infiltrados pulmonares bilaterales empiezan a aparecer en
las primeras 24 h. En las primeras 48 horas de la afección, suele producirse una
hipoxemia progresiva que obliga a instaurar ventilación mecánica.
1. Comienzo agudo
2. Infiltrados bilaterales en la radiografía de tórax frontal
3. PaO2/FIO2 ≤ 300 mm Hg
4. Ausencia de signos de insuficiencia cardíaca izquierda o de sobrecarga de líquido
5. Presencia de un cuadro predisponente
De la referencia 7. Difiere de las primeras definiciones del SDRA, que requerían un cociente PaO2/FIO2 ≤
200 mm Hg para el diagnóstico de SDRA (6). En el texto se ofrece una explicación más detallada.
Problemas diagnósticos
A pesar de más de 40 años de experiencia con el SDRA, todavía existen
dudas sobre las características que definen esta afección. En 1994, una con-
Falta de especificidad
Muchos de los criterios para el diagnóstico del SDRA son inespecíficos, y
son compartidos por otras causas frecuentes de insuficiencia respiratoria
aguda. Esto crea una tendencia a establecer diagnósticos erróneos, como
se muestra en la tabla 23-3 (8). La información de esta tabla procede de un
estudio realizado en autopsias de pacientes que fallecieron con un diagnós-
tico de SDRA previo a la muerte, y en la tabla se enumeran los diagnósticos
posteriores a la muerte junto con la prevalencia de cada uno. Solo la mitad
de los pacientes con diagnóstico de SDRA antes de la muerte tenían indicios
de SDRA en el examen posterior al fallecimiento, y los cuadros con los que
con más frecuencia se confundía eran neumonías y edema pulmonar hidros-
tático. En este estudio, la probabilidad de identificar el SDRA era del 50 %,
que no es mejor que ¡la probabilidad de que salga cara o cruz al lanzar al
aire una moneda!
De la referencia 8.
Aspecto radiográfico
Una fuente de error en el diagnóstico del SDRA es el aspecto de la radiografía
de tórax. En la figura 23-2 se muestra el aspecto radiográfico clásico del SDRA.
El infiltrado tiene un aspecto granular fino o en vidrio deslustrado, y está distri-
buido uniformemente en ambos campos pulmonares, sin signos de derrame
pleural. Lamentablemente, estos rasgos característicos no siempre se encuen-
tran, como se demuestra por la radiografía de tórax de la figura 23-3. En este
caso, el infiltrado muestra una predominancia hiliar y está confinado a los
campos pulmonares inferiores, con obliteración del hemidiafragma izquierdo,
lo que sugiere un posible derrame pleural. Estas características pueden con-
fundirse con un edema pulmonar cardiogénico. Debido a esta variabilidad en
el aspecto radiográfico del SDRA, es imposible identificar con fiabilidad un SDRA
usando sólo la radiografía de tórax (9).
SDRA
FIGURA 23-2. Radiografía de tórax portátil que muestra el aspecto radiográfico clásico
del SDRA. El infiltrado tiene un aspecto granular fino en «vidrio esmerilado», distribuido
uniformemente en ambos pulmones, respetando relativamente las bases pulmonares. No
hay signos de derrame pleural.
SDRA
Lavado broncoalveolar
Aunque casi nunca se usa, el lavado broncoalveolar representa un método
fiable para distinguir un SDRA de un edema pulmonar cardiogénico (10). Este
procedimiento se realiza a la cabecera del enfermo gracias a un fibrobroncos-
copio flexible que se introduce en uno de los segmentos pulmonares afectados.
Una vez colocado, el segmento pulmonar se lava con solución salina isotónica,
y en el líquido de lavado se analiza la presencia de neutrófilos y proteínas.
1. En las personas sanas, los neutrófilos constituyen menos del 5 % de las
células recuperadas en el líquido de lavado pulmonar, mientras que en el
SDRA, hasta un 80 % de las células recuperadas son neutrófilos (10). Un
recuento de neutrófilos bajo en el líquido de lavado pulmonar puede usarse
para descartar el diagnóstico de SDRA, mientras que un recuento elevado
es un signo de este síndrome.
2. Como los exudados inflamatorios son ricos en material proteináceo, un
líquido de lavado pulmonar rico en proteínas se usa como signo de SDRA.
Cuando la concentración de proteínas en el líquido de lavado pulmonar
se expresa como una fracción de la concentración de proteínas en plasma,
pueden aplicarse los criterios siguientes (11):
Edema hidrostático: [proteínas] líquido de lavado [proteínas] / [proteínas]
plasma < 0,5
SDRA: [proteínas] líquido de lavado / [proteínas] plasma > 0,7
Capacidad
pulmonar
reducida
Consolidación
pulmonar
Posterior
calibre, y este proceso puede ser una causa de lesión pulmonar (19). Este tipo
de afectación pulmonar se denomina atelectraumatismo (16), y puede deberse a
fuerzas de cizallamiento de alta velocidad creadas por la apertura de las vías
respiratorias colapsadas, lo que puede dañar su epitelio.
I. Primera fase
1. Calcular el peso corporal previsto del paciente (PCP)*
Hombres: PCP = 50 + [2,3 × (altura en pulgadas) – 60)]
Mujeres: PCP = 45,5 + [2,3 × (altura en pulgadas) – 60)]
2. Fijar el volumen corriente (VT) inicial a 8 ml/kg del PCP
3. Añadir una presión teleespiratoria positiva (PEEP) de 5 cm H2O
4. Seleccionar la menor FIO2 que consiga una SpO2 de 88-95 %
5. Reducir la VT en 1 ml/kg cada 2 horas hasta que VT = 6 ml/kg
II. Segunda fase
1. Cuando VT = 6 ml/kg, mediar la presión de meseta (Ppl)
2. Si la Ppl > 30 cm de H2O, disminuir el VT en incrementos de 1 ml/kg
hasta que Ppl < 30 cm H2O o VT = 4 ml/kg
III. Tercera fase
1. Monitorizar la aparición de acidosis respiratoria en la gasometría arterial
2. Si el pH = 7,15-7,30, aumentar la frecuencia respiratoria (FR) hasta un pH
> 7,30 o FR = 35 rpm
3. Si el pH < 7,15, aumentar la FR hasta 35 rpm. Si el pH sigue siendo
< 7,15, aumentar el VT en incrementos de 1 ml/kg hasta un pH > 7,15
IV. Objetivos óptimos
VT = 6 ml/kg, Ppl ≤ 30 cm H2O, SpO2 = 88-95 %, pH = 7,30-7,45
Adaptado del protocolo elaborado por el ARDS Network, disponible en la página de Internet www.ardsnet.org.
*El peso corporal previsto es el peso asociado a volúmenes pulmonares normales.
Hipercapnia permisiva
Una de las consecuencias de la ventilación con un volumen corriente bajo es la
disminución de la eliminación de CO2 en los pulmones, lo que puede causar
hipercapnia y acidosis respiratoria. Gracias a los beneficios de la ventilación
con volúmenes bajos, se permite que persista la hipercapnia siempre y cuando
no existan signos de lesión. Esta práctica se conoce como hipercapnia permisiva
(22). Los límites de tolerancia para la hipercapnia y la acidosis respiratoria no
están claros, pero los datos de los ensayos clínicos sobre hipercapnia permi-
siva muestran que valores de PCO2 arterial de 60-70 mm Hg y cifras de pH
arterial de 7,2-7,25 son seguros en la mayoría de los pacientes (23). El objetivo
es un pH de 7,30-7,45 en el protocolo para la ventilación pulmonar protectora
que se muestra en la tabla 23-4.
Resumen
Hay pruebas convincentes de que la ventilación mecánica puede dañar los
pulmones en el SDRA a causa de la hiperdistensión de los alvéolos funcio-
nales (volutraumatismo) y del colapso de las vías respiratorias de pequeño
calibre (atelectraumatismo). La ventilación pulmonar protectora está diseñada
para mitigar las fuerzas mecánicas que generan la lesión pulmonar inducida
por el respirador, y se ha adoptado como método de ventilación mecánica
habitual en el SDRA.
TRATAMIENTO NO VENTILATORIO
El tratamiento del SDRA comienza por la resolución del cuadro desencade-
nante (p. ej., septicemia), si es posible. Los tratamientos dirigidos al SDRA
han estado marcadas por fracasos, más que por éxitos. Entre los tratamien-
tos fallidos en el SDRA se encuentran la administración de surfactante (en
adultos), óxido nítrico inhalado, pentoxifilina, ibuprofeno, prostaglandina
E1 y antimicóticos (para inhibir el tromboxano) (26). Se han documentado
beneficios clínicos con la fluidoterapia que evita la acumulación de líquidos
en los pulmones, y con dosis altas de corticoesteroides en el SDRA grave o
no resuelto. El planteamiento terapéutico que se describe en este apartado se
limita a medidas con beneficios documentados.
Control de líquidos
La consolidación pulmonar en el SDRA es un exudado inflamatorio, y no debe
estar influida por el equilibrio hídrico (por el mismo motivo que la diuresis no
eliminará un infiltrado debido a una neumonía). Sin embargo, al evitar un ba-
lance de líquidos positivo se impedirá una acumulación adversa de líquido en
los pulmones, lo que podría agravar la insuficiencia respiratoria en el SDRA.
Los estudios clínicos han demostrado que al evitar un equilibrio hídrico po-
sitivo en los pacientes con SDRA puede reducirse el tiempo con ventilación
mecánica (27) e incluso la mortalidad (28).
Sin embargo, también es importante evitar carencias hídricas y mantener el
volumen intravascular, ya que las presiones intratorácicas positivas durante
la ventilación mecánica magnificarán la tendencia a que disminuya el gasto
cardíaco en respuesta a los déficits en el volumen intravascular.
Corticoterapia
Hay una larga tradición de estudios clínicos sobre corticoterapia en el SDRA,
y los resultados acumulados de estos trabajos no demuestran un beneficio
constante sobre la supervivencia asociado al tratamiento con corticoesteroides (29).
Sin embargo, sí existen pruebas de otros beneficios con estos fármacos en el
SDRA, como una reducción en los marcadores de la inflamación (tanto en la
inflamación pulmonar como sistémica), mejorías del intercambio gaseoso, du-
raciones más breves de la dependencia de la ventilación mecánica y estancias
más cortas en la UCI (29). En la actualidad, sólo se recomienda el tratamiento con
corticoesteroides en casos de SDRA grave precoz y en el SDRA no resuelto (28).
SDRA no resuelto
El SDRA tiene una fase proliferativa que empieza 7-14 días después del
comienzo de la enfermedad (30), y que finalmente causa fibrosis pulmonar
irreversible. La corticoterapia en dosis elevadas iniciada en la fase de desarro-
llo de la proliferación de fibrina puede ayudar a detener la progresión de la
fibrosis pulmonar. En los casos en los que el SDRA no empieza a resolverse al
cabo de 7 días, se recomienda instaurar corticoterapia en dosis elevadas, pero
debe iniciarse no después del día 14 tras el comienzo de la enfermedad. Se
recomienda iniciar la siguiente pauta con corticoesteroides (29):
Metilprednisolona: se empezará con una dosis de carga i.v. de 2 mg/kg (peso
corporal ideal) en 30 minutos, seguida de una infusión a 2 (mg/kg)/día durante
14 días, y de 1 (mg/kg)/día en los 7 días siguientes. Tras esto, se disminuirá la
dosis gradualmente y se suspenderá el tratamiento 2 semanas después de la
extubación. La dosis puede administrarse por vía oral cinco días después de
que el paciente tolere por vía oral (en forma de prednisona o prednisolona) en
una sola dosis diaria.
Los riesgos de la corticoterapia en dosis elevadas son el deterioro del control
glucémico y la debilidad neuromuscular prolongada cuando se combina con
bloqueantes neuromusculares. No existen pruebas de que aumente el riesgo
de infecciones nosocomiales con las pautas aquí descritas (28).
HIPOXEMIA REFRACTARIA
Una minoría (10-15 %) de pacientes con SDRA desarrolla hipoxemia grave
que no responde a la oxigenoterapia y la ventilación mecánica (32). Esta si-
tuación supone una amenaza inmediata para la vida, y las «terapias de último
recurso» siguientes pueden lograr una mejoría inmediata de la oxigenación
arterial. Desgraciadamente, el beneficio que aportan estas medidas de rescate
a menudo es escaso o nulo.
100 96 %
80
Mortalidad (%)
60 58 %
42 %
40
20 %
20
7%
0
0 1% 2 3 4
Número de fracasos de órganos extrapulmonares
FIGURA 23-5. Relación entre el fracaso orgánico extrapulmonar y la mortalidad en el
SDRA. Los datos proceden del material complementario electrónico de la referencia 5.
COMENTARIO FINAL
Las maldades de la inflamación
Uno de los mensajes más importantes de este libro es el papel sobresaliente
de la inflamación como causa de lesión orgánica y de fracaso multiorgánico
en los pacientes graves, así como la falta de un tratamiento eficaz para esta
fuerza destructiva. Este mensaje aparece en el capítulo 14, en el que se descri-
be el shock inflamatorio y el fracaso multiorgánico, y lo hace de nuevo en este
capítulo. Aunque se han documentado beneficios para la supervivencia con
la ventilación pulmonar protectora en el SDRA, no existe tratamiento alguno
para este síndrome aparte de mitigar los daños producidos por la ventilación
mecánica. Hasta que se disponga de un remedio para los efectos destructivos
de la inflamación, cuadros como el SDRA seguirán siendo una fuente impor-
tante de morbimortalidad en la UCI.
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Revisión
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ASMA Y EPOC
EN LA UCI
La dificultad respiratoria asmática demanda procedimientos
que estimulen el tono simpático y dilaten los bronquios.
Lawrason Brown, M.D.
The Practical Medicine Series
1931
FUNDAMENTOS BÁSICOS
PEEP intrínseca
La gravedad de la obstrucción de las vías respiratorias en los pacientes con
asma y EPOC que necesitan ventilación mecánica puede evaluarse monito-
rizando una presión conocida como PEEP intrínseca, que se describe en el
apartado final de este capítulo.
Nebulizador de chorro
El nebulizador de chorro o nebulizador de presión utiliza el mismo principio
que el dispositivo de atrapamiento de aire de la figura 22-5 (v. p. 435). Una
fuente de aire de alta presión (p. ej., 50 psi desde una toma de pared) se hace
Cartucho presurizado
Rociada de
aerosol Solución
Flujo
de aire farmacológica
inspirado con propulsores
5
Cámara de
Chorro 4
dosificación
de aire 3
2
1
Rociada
vaporizada
Solución farmacológica
Inhalador dosimétrico
Un inhalador dosimétrico (IDM) funciona igual que un espray de laca para el
pelo. El IDM tiene un cartucho presurizado que contiene una solución farma-
cológica con un punto de ebullición por debajo de la temperatura ambiental.
Cuando se aprieta el cartucho entre el pulgar y los dedos, se abre una válvula
que libera un volumen fijo de la solución farmacológica. El líquido se evapora
inmediatamente al salir del cartucho, y un líquido propulsor en la solución
crea una rociada de gran velocidad.
De la referencia 7. IDM, inhalador dosimétrico; CS, cámara de sujeción. La dosis de IDM de 180 μg supone
dos descargas.
Ventilación mecánica
También se han observado respuestas equivalentes a las de la figura 24-2 en
pacientes con dependencia de un respirador (10,11). El depósito del fármaco
en los pulmones se reduce más durante la ventilación mecánica (11), debido a
la condensación en el tubo endotraqueal y en las tubuladuras del respirador.
Sin embargo, el efecto de esta pérdida de respuesta broncodilatadora no está
claro (12). La respuesta a los IDM es óptima cuando se utiliza un separador
(11): la cámara se conecta a la rama inspiratoria de las tubuladuras del respi-
rador y se suministran 5 a 8 descargas desde el IDM en la cámara para que se
80
Fármaco: salbutamol
Nebulizador Dosis: 2,5 mg (Neb)
0,36 mg (IDM)
IDM
60
VEF1 (% previsto)
40
20
0
Antes 1 2 3
Número de tratamientos
Resumen
Una cosa está clara en cuanto al tratamiento con aerosoles: es un método
ineficaz de administración farmacológica, independientemente del tipo de
generador de aerosoles que se utilice en la UCI. Aun así, y a pesar de esta in-
eficacia, se está a favor de usar aerosoles para administrar broncodilatadores
en las reagudizaciones del asma y la EPOC, como se describe a continuación.
REAGUDIZACIÓN ASMÁTICA
El diagrama de flujo de la figura 24-3 resume el tratamiento precoz de los
adultos con una reagudización asmática (1). Este protocolo se basa en paráme-
tros objetivos de obstrucción de las vías respiratorias (VEF1 y flujo espiratorio
máximo), pero también pueden usarse determinaciones de la gravedad de
la enfermedad (p. ej., frecuencia respiratoria, uso de musculatura accesoria)
(14,15). En la tabla 24-2 se resumen los fármacos y las pautas de dosificación
para el tratamiento agudo del asma.
VALORACIÓN INICIAL
Ingreso
REPETIR LA VALORACIÓN
en la UCI
De la referencia 1.
Agonistas de receptores β2
Los broncodilatadores preferidos son fármacos que estimulan los receptores
β-adrenérgicos en el músculo liso bronquial (subtipo β2). La liberación de es-
tos agonistas β2 en aerosol es la forma preferida de tratamiento, ya que es más
eficaz que el tratamiento oral (16) o intravenoso (17) y tiene menos efectos
secundarios. Los agonistas β2 de acción corta son los preferidos para el trata-
miento agudo del asma, ya que pueden administrarse en una sucesión rápida
con menos riesgo de acumulación (1).
(El salbutamol es el agonista β2 más utilizado para el tratamiento agudo del
asma (1,14,15). En aerosol tiene un inicio de acción rápido (menos de 5 min),
y su efecto broncodilatador dura 2 a 5 h (18). El levalbuterol es el enantiómero
R del salbutamol (una forma más activa del fármaco), y muestra la misma
eficacia con la mitad de dosis. Sin embargo, los estudios clínicos no han de-
mostrado ventaja alguna del levalbuterol sobre el salbutamol (1,14).
Pautas en aerosol
En las reagudizaciones asmáticas, se recomiendan las siguientes pautas de
salbutamol aerosolizado (1,14,15):
1. El tratamiento inicial consiste en hasta tres ciclos de tratamiento de 20 min
con 2,5-5 mg de salbutamol mediante nebulizador o 4-8 descargas (90 μg de
salbutamol por descarga) mediante un IDM con cámara de sujeción. La admi-
nistración con el nebulizador se prefiere en pacientes con obstrucción grave
al flujo de aire (1), aunque no hay pruebas de que los nebulizadores consigan
mejores respuestas broncodilatadoras que los IDM en el asma aguda (19).
2. Si se requiere tratamiento adicional, puede administrarse salbutamol cada
hora hasta durante 3 h, o bien puede administrarse mediante nebulización
continua en dosis de 5-15 mg/h. El tratamiento continuo en aerosol es muy
popular, y puede ser más eficaz que el tratamiento intermitente con aerosol
en los pacientes con obstrucción grave del flujo aéreo (20).
3. En los pacientes ingresados en el hospital, se administra salbutamol (2,5-
5 mg mediante nebulizador o 4-8 descargas con IDM) cada 4-6 h durante
toda la estancia hospitalaria.
Tratamiento parenteral
En el caso inusual del paciente asmático que no tolera los aerosoles de bron-
codilatadores (habitualmente porque le causan una tos excesiva), puede ad-
ministrarse tratamiento parenteral con epinefrina subcutánea (0,3 mg a 0,5 mg
cada 20 min, tres dosis) o terbutalina subcutánea (0,25 mg cada 20 min, tres do-
sis) (1). Sin embargo, es importante destacar que el tratamiento parenteral con
agonistas β2 no es más eficaz que el tratamiento en arosol, y es más probable
que provoque efectos secundarios adversos (21).
Efectos secundarios
El tratamiento en aerosol con dosis elevadas de agonistas β2 puede producir di-
versos efectos secundarios, como taquicardia, temblores, hiperglucemia, y dis-
minución de las concentraciones séricas de potasio, magnesio y fósforo (22,23).
Se han documentado casos de isquemia cardíaca, pero son poco frecuentes (22).
La disminución de la concentración sérica de potasio se debe al desplazamiento
del potasio hacia el interior celular mediado por receptores β. Este efecto es
importante porque para el tratamiento agudo de la hiperpotasemia se han usa-
do dosis elevadas de agonistas β2 inhalados (p. ej., 20 mg de salbutamol). (24).
(Nota: no es el tratamiento preferido para la hiperpotasemia, debido a los efectos
secundarios de las dosis elevadas de agonistas β2.)
Anticolinérgicos
Los anticolinérgicos sólo proporcionan beneficios marginales en el asma agu-
da, y su uso se limita al tratamiento combinado con agonistas β2 de acción cor-
ta para reagudizaciones, y sólo durante las 3-4 primeras horas del tratamiento
(1,25). El único anticolinérgico cuyo uso está autorizado en Estados Unidos es
el bromuro de ipratropio, un derivado de la atropina que bloquea los receptores
muscarínicos en las vías respiratorias. En el asma aguda, la dosis es de 0,5 mg
(que puede mezclarse con salbutamol en el nebulizador) cada 20 min, en tres
dosis, y posteriormente a demanda, o bien 8 descargas (18 μg por descarga)
mediante IDM cada 20 minutos a demanda, durante un máximo de 3 h (1). La
absorción sistémica es mínima, y existe escaso riesgo de aparición de efectos
secundarios adversos anticolinérgicos (p. ej., taquicardia, sequedad de boca,
visión borrosa, retención urinaria). No ha demostrado que el ipratropio sea
beneficioso más allá de las primeras horas del tratamiento, y debe suspenderse
en los pacientes ingresados para tratamiento continuado del asma (1).
Corticoesteroides
Los corticoesteroides se consideran un elemento básico en el tratamiento del
asma aguda y crónica. En el asma aguda, la inmesa mayoría de las pruebas
muestran que los corticoesteroides aceleran la velocidad de resolución y dis-
minuyen el riesgo de recaídas (26), aunque no todos los estudios demuestran
este tipo de beneficios (27,28). Merece la pena mencionar las características
siguientes de los corticoesteroides:
1. No existen diferencias en cuanto a la eficacia entre los corticoesteroides
administrados por vía oral o intravenosa (26,29).
2. Los efectos beneficiosos de los corticoesteroides no suelen manifestarse hasta
que han transcurrido 12 h desde su instauración (29), por lo que este trata-
miento no influirá en la evolución clínica del asma en el servicio de urgencias.
3. No existe una curva aparente de dosis y respuesta para los corticoesteroi-
des (29), y tampoco hay pruebas de que dosis superiores a 100 mg de pred-
nisona al día (o dosis equivalentes de otros corticoesteroides) proporcionen
un beneficio añadido en el asma agudo (26).
4. Un ciclo de corticoesteroides de 10 días puede suspenderse bruscamente
sin necesidad de ir reduciendo la dosis paulatinamente (26,30).
¿Mecanismo de acción?
El asma aguda se considera más un cuadro inflamatorio que un cuadro bron-
coespástico, y los efectos beneficiosos de los corticoesteroides se atribuyen a
sus propiedades antiinflamatorias. Sin embargo, como se muestra en la tabla
24-3, la dexametasona es el corticoesteroide más potente, aunque no se reco-
mienda para el tratamiento del asma. Esta es solamente una visión general,
y suscita dudas sobre el mecanismo de acción de los corticoesteroides en el
asma.
Miopatía esteroidea
En los pacientes asmáticos con dependencia del respirador y tratados con
dosis elevadas de corticoesteroides y relajantes neuromusculares se ha docu-
mentado la aparición de una miopatía aguda (31). A diferencia de la miopatía
esteroidea tradicional, caracterizada por debilidad muscular proximal, este
cuadro afecta tanto a la musculatura proximal como a la distal, y suele aso-
ciarse a rabdomiólisis. La debilidad muscular puede ser prolongada (aunque
suele resolverse) y puede entorpecer la retirada (destete) de la ventilación me-
cánica. Debido al riesgo de esta miopatía, parece prudente evitar la parálisis
neuromuscular siempre que sea posible en los pacientes asmáticos dependien-
tes de un respirador y tratados con corticoesteroides.
Consideraciones adicionales
A continuación se presenta una serie de consideraciones adicionales para el
tratamiento del asma aguda:
1. Las reagudizaciones asmáticas suelen desencadenarse por infecciones víri-
cas, y no se aconseja un tratamiento antibiótico empírico si no existe una
infección tratable (1).
2. El magnesio intravenoso (2 g en 20 min) tiene efectos broncodilatadores leves
(posiblemente como resultado del bloqueo de los canales del calcio), y
puede usarse como medida complementaria para las exacerbaciones graves
del asma (1). Sin embargo, la administración de magnesio carece de efecto
sobre la evolución del asma aguda (32).
3. Se aconseja realizar una gasometría arterial en los pacientes que no
demuestran una respuesta satisfactoria a los broncodilatadores en el servi-
cio de urgencias. Una PCO2 normal en el asma aguda indica una obstruc-
ción grave al flujo aéreo y justifica el ingreso en la UCI.
4. La intubación y la ventilación mecánica pueden resultar problemáticas en
las reagudizaciones asmáticas; este aspecto del tratamiento se describe en
el apartado final de este capítulo.
Tratamiento broncodilatador
Aunque una de las características que distinguen a la EPOC es la ausencia de respues-
ta a los broncodilatadores (a diferencia del asma), el tratamiento con broncodilatadores
se usa de forma sistemática en este tipo de pacientes (2). En las reagudizaciones de
la EPOC se recomiendan los mismos fármacos broncodilatadores que los que
se usan en las reagudizaciones asmáticas, pero como se muestra en la tabla
24-4, las pautas de dosificación son diferentes. El ipratropio se utiliza como
tratamiento combinado cuando la respuesta a los agonistas β2 de acción corta
es menos que satisfactoria, aunque al menos tres estudios clínicos no apoyan
esta práctica (37).
Corticoesteroides
Un ciclo corto (7-10 días) de corticoesteroides se asocia a menos fracasos
terapéuticos y a una menor duración de la dependencia de la ventilación me-
cánica en las reagudizaciones de la EPOC (38,39). Sin embargo, deben tratarse
al menos 10 pacientes con corticoesteroides para generar una respuesta favorable (38),
por lo que el efecto de este tratamiento es limitado. En la tabla 24-4 se muestra
la pauta esteroidea recomendada para las reagudizaciones de la EPOC (2).
Obsérvese que el intervalo de dosis es ligeramente inferior que el que se usa
para el tratamiento del asma aguda. Los corticoesteroides intravenosos no aportan
ventaja alguna sobre los administrados por vía oral en las exacerbaciones agudas de la
EPOC (40), de forma parecida a lo que sucede en el asma aguda (26,29).
Antibióticos
Las infecciones de las vías respiratorias (víricas y bacterianas) son responsa-
bles de, al menos, el 50 % de las reagudizaciones de la EPOC (2), pero muchas
de ellas son infecciones víricas no tratables, lo que limita el beneficio del tra-
tamiento antimicrobiano.
De la referencia 2.
Indicaciones
En las reagudizaciones de la EPOC, la antibioticoterapia no viene determi-
nada por los cultivos de esputo, ya que los mismos microorganismos suelen
aislarse durante los períodos de estabilidad clínica y durante las exacerbacio-
nes agudas (41). En su lugar, se aplicará la gravedad clínica para establecer
la necesidad de antibioticoterapia. Los estudios clínicos han demostrado que
el tratamiento antibiótico tiene más probabilidades de mejorar la evolución
clínica cuando las reagudizaciones de la EPOC son lo suficientemente graves
como para requerir ingreso hospitalario (34,42), y sobre todo cuando se nece-
sita ventilación mecánica (2,43). Esto significa que todos los pacientes de la UCI
con exacerbaciones agudas de la EPOC son candidatos a tratamiento antibiótico.
Pautas de antibióticos
Los patógenos que se aíslan con más frecuencia de las vías respiratorias
inferiores en las reagudizaciones de la EPOC son Hemophilus influenzae y
Streptococcus pneumoniae (2,41). Pseudomonas aeruginosa también se aísla a me-
nudo en los casos avanzados de EPOC y en los pacientes con dependencia del
respirador (44). En los pacientes de la UCI con reagudizaciones de la EPOC
se aconsejan antibióticos con actividad frente a todos estos patógenos. Entre
ellos se encuentran el levofloxacino, la pipericilina-tazobactam, y el imipenem o
meropenem. La duración del tratamiento antibiótico suele ser de 5-7 días.
Oxigenoterapia
La administración de O2 inhalado en concentraciones elevadas en los casos
de EPOC grave con hipercapnia crónica puede aumentar aun más la PCO2
arterial. Esto se atribuyó en un principio a la pérdida del impulso ventilatorio
hipóxico (45), pero en estudios más recientes se ha confirmado que la eleva-
ción en la PCO2 inducida por oxígeno no se acompaña de un descenso del
impulso ventilatorio (46). En este fenómeno puede desempeñar algún papel
la descarga de CO2 desde la hemoglobina por el oxígeno. Independientemente
del mecanismo implicado, es importante evitar concentraciones elevadas de
oxígeno inhalado en los pacientes con retención de CO2 crónica.
La mejor práctica para la oxigenoterapia en los pacientes con retención crónica
de CO2 consiste en mantener la FIO2 (concentración fraccional de O2 inspira-
do) lo más baja posible y utilizar dispositivos de atrapamiento de aire para
mantener la FIO2 constante. (Estos dispositivos se describen en las p. 434-435).
Si se necesita una FIO2 alta para mantener una oxigenación arterial adecuada,
debe monitorizarse rigurosamente el estado psíquico del paciente (por si
aparecen signos de narcosis por CO2) y comprobar periódicamente la PCO2
y el pH. Los incrementos no deseados en la PCO2 arterial en esta situación
constituyen una indicación para el apoyo ventilatoria (ventilación incruenta o
ventilación mecánica convencional).
VENTILACIÓN MECÁNICA
Más del 50 % de los pacientes ingresados en la UCI por asma o EPOC reciben
ventilación mecánica (47,48), y en ellos hay que tener en cuenta algunas de
las consideraciones siguientes relacionadas con la ventilación con presión
positiva.
Hiperinsuflación dinámica
Durante la respiración espontánea en las personas sanas, el aire inspirado se
exhala por completo al final de la espiración. En esta situación, no hay flujo de
aire espiratorio al final de la espiración, por lo que la presión en los espacios
aéreos distales equivale a la presión atmosférica (referencia cero). Esto se ilus-
tra en el bucle de presión y volumen inferior en la figura 24-4. En los pacientes
con obstrucción de las vías respiratorias por asma o EPOC, la espiración está
prolongada, pero cuando la obstrucción es grave, la espiración no se completa
antes de la siguiente inspiración. Esto produce hiperinsuflación, denominada
hiperinsuflación dinámica, en la que el aire atrapado en los espacios aéreos dis-
tales crea una presión teleespiratoria positiva (PEEP), que se denomina PEEP
intrínseca o autoPEEP (49). Esto se ilustra en el bucle de histéresis superior en la
figura 24-4. Obsérvese que, cuando existe hiperinsuflación y PEEP intrínseca,
la respiración se produce en una porción más plana de la curva de presión y
volumen, lo que significa que los músculos respiratorios deben generar una
presión transpulmonar mayor para arrastrar el volumen normal de aire al
interior de los pulmones. Eso conlleva un aumento del trabajo respiratorio en
los pacientes con obstrucciones graves al flujo de aire.
5
Obtrucción
grave de las vías E
Volumen pulmonar (litros)
respiratorias
I
4
PEEP
intrínseca
3
E Normal
2
0 5 10 15
Presión transpulmonar (cm H2O)
FIGURA 24-4. Curvas de presión y volumen que muestran los efectos de una
obstrucción grave de las vías respiratorias sobre los volúmenes pulmonares y las presiones
transpulmonares. Los bucles de histéresis muestran los cambios de presión y volumen
durante la inspiración (I) y la espiración (E) para una sola respiración. En el texto se
ofrece una explicación más detallada.
Monitorización
La hiperinsuflación dinámica puede detectarse monitorizando las ondas de
flujo que se muestran en los monitores de los ventiladores mecánicos, como
se ilustra en la figura 24-5. Las ondas de flujo normales en el panel supe-
rior muestran que el flujo espiratorio cesa antes de la siguiente insuflación
pulmonar, mientras que las ondas de flujo del panel inferior muestran que
el flujo espiratorio continúa cuando se proporciona la siguiente insuflación
pulmonar. La presencia de flujo espiratorio al final de la espiración es un signo de
hiperinsuflación dinámica.
Estrategias de ventilación
Las medidas siguientes están diseñadas para limitar la hiperinsuflación dinámica:
1. Ventilar con volúmenes corrientes bajos (6 ml(kg) aplicando el protocolo de
ventilación pulmonar protectora de la tabla 23-4 (v. p. 455).
2. Aumentar al máximo el tiempo de espiración: (a) evitando frecuencias
respiratorias rápidas (con sedación, si es posible, o con parálisis neuromus-
cular, si es necesario), y (b) manteniendo un cociente inspiración:espiración
de 1:2 o superior.
Normal
I
Flujo
0
E
Hiperinsuflación dinámica
I
Flujo
FIGURA 24-5. Ondas de flujo durante la ventilación mecánica con presión positiva.
Las formas de las ondas en el panel inferior muestran un flujo espiratorio continuado al
final de la espiración (señalado por flechas), lo que indica la presencia de hiperinsuflación
dinámica. I, inspiración; E, espiración.
Instauración precoz
La ventilación no invasiva debe plantearse en los pacientes con reagudi-
zaciones asmáticas o de la EPOC que no responden de forma adecuada al
tratamiento farmacológico inicial, y tiene más probabilidades de lograr resultados
satisfactorios cuando se instaura precozmente, antes de la progresión a una retención
de CO2 potencialmente mortal y a una parada respiratoria inminente. Este punto es
particularmente importante en los pacientes con asma grave, que no presen-
tan hipercapnia hasta fases avanzadas en la progresión hacia una insuficiencia
ventilatoria potencialmente mortal (52).
(Nota: la ventilación incruenta o no invasiva se describe con detalle en el ca-
pítulo 27.)
COMENTARIO FINAL
Mantener la simplicidad
El tratamiento de los pacientes ingresados en la UCI por exacerbaciones gra-
ves del asma o la EPOC puede resumirse en las dos afirmaciones siguientes:
1. Hay que administrar broncodilatadores y corticoesteroides a todos, además
de antibióticos a los pacientes con EPOC grave.
2. Si el cuadro progresa a pesar de las medidas anteriores, se utilizará venti-
lación incruenta, si es posible, o ventilación mecánica convencional, si es
necesario.
Eso es todo.
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VENTILACIÓN
MECÁNICA
Galeno
VENTILACIÓN CON
PRESIÓN POSITIVA
“… debe intentarse practicar un orificio en el tronco de la tráquea,
en el que se insertará un tubo de junco o caña; soplará después a través de él
para que el pulmón pueda elevarse de nuevo… y el corazón se fortalezca…”
Andreas Vesalius
1555
FUNDAMENTOS BÁSICOS
El funcionamiento básico de la ventilación con presión positiva es crear una
presión que desplace un volumen de aire hacia los pulmones. Existen dos
métodos generales de ventilación con presión positiva, que se resumen a con-
tinuación y que se ilustran en la figura 25-1.
1. Ventilación controlada por volumen, en la que se selecciona de antemano el
volumen de insuflación (volumen corriente), y el respirador ajusta de forma
automática la presión de insuflación para proporcionar el volumen desea-
do. El ritmo de insuflación pulmonar puede ser constante (como en la fig.
25-1) o decreciente.
487
Presiones teleinspiratorias
La presión en las vías respiratorias proximales al final de una insuflación
pulmonar tiene diferentes interpretaciones para la ventilación controlada por
volumen o por presión.
Volumen
corriente
I E I E
Presión
de las vías
respiratorias
Flujo
FIGURA 25-1. Ondas del volumen de insuflación (corriente), de la presión en las vías
respiratorias y del flujo para la ventilación controlada por volumen y controlada por
presión. Véase la explicación en el texto.
Pmáx
Presión en las vías respiratorias
Insuflación
Ppl = Palv (máxima) } Pres
Insuflación Pel
contenida Desinflado
FIGURA 25-2. Perfil de la presión en las vías respiratorias para un flujo constante,
una insuflación pulmonar controlada por volumen y una oclusión teleinspiratoria breve
(insuflación contenida). La Pmáx es la presión máxima en las vías respiratorias, la
Ppl es la presión de oclusión teleinspiratoria, la Palv (máxima) es la presión alveolar
máxima al final de la inspiración, la Pres es la presión atribuida a la resistencia de las vías
respiratorias y la Pel es la presión atribuida a la fuerza de recuperación elástica de los
pulmones y de la pared torácica. Véase la explicación en el texto.
0
PEEP aplicada
Obstrucción
teleespiratoria
ZEEP
Durante una ventilación adecuada en el pulmón sano no existe flujo de aire
al final de espiración, y la presión en los alvéolos equivale a la presión atmos-
férica. Dado que la presión atmosférica es el punto de referencia cero para la
respiración, este estado se denomina presión teleespiratoria cero, o ZEEP.
PEEP aplicada
La presión teleespiratoria positiva (PEEP) puede añadirse a través del circuito
ventilatorio (a través de una válvula sensible a la presión en la rama espira-
toria del circuito), de modo que la espiración cesará cuando la presión en las
vías respiratorias disminuya por debajo del valor de PEEP seleccionado de
antemano. La PEEP aplicada se usa de forma sistemática durante la ventila-
ción mecánica para evitar el colapso de los espacios aéreos distales al final de
la espiración, y para abrir los alvéolos colapsados (reclutamiento), y todo ello
se describe en el capítulo siguiente.
PEEP oculta
Cuando existe flujo de aire continuo al final de la espiración, los pulmones no
se vacían por completo y la presión alveolar se mantiene positiva aunque la
presión en las vías respiratorias proximales descienda hasta la presión atmosfé-
rica (cero). Esta presión se denomina a veces PEEP intrínseca o autoPEEP, pero
parece más apropiado llamarla PEEP oculta, ya que la PEEP no es evidente en los
registros de presión en las vías respiratorias proximales (2). La PEEP oculta puede de-
berse a una hiperinsuflación dinámica en pacientes con asma y EPOC, como se
describe en el capítulo 24 (v. p. 477-480), o puede ser el resultado de ajustes del
respirador que predisponen a un flujo de aire teleespiratorio (p. ej., volúmenes
de insuflación altos, disminución del tiempo de espiración).
La PEEP oculta puede detectarse en el registro de flujo al observar la presencia
de flujo aéreo al final de la espiración, como se ilustra en la figura 24-5 (v. p.
480). Si existe PEEP oculta, puede cuantificarse obstruyendo el circuito espira-
torio al final de la espiración. Durante una oclusión teleespiratoria, la presión
alveolar se equilibrará con la presión en las vías respiratorias proximales, y la
PEEP oculta se manifiesta como un incremento brusco en la presión de las vías
respiratorias, como se muestra en la figura 25-3. La PEEP oculta se describe
con más detalle en el capítulo 28.
Los valores típicos para la presión media en las vías respiratorias durante la
ventilación con presión positiva son de 5-10 cm H2O en los pulmones sanos,
10-20 cm H2O cuando existe obstrucción del flujo aéreo y 20-30 cm H2O en los
pulmones no distensibles (rígidos) (3).
Distensibilidad torácica
La distensibilidad (Δvolumen/Δpresión) es la inversa de la elastancia, y repre-
senta el término tradicional utilizado para expresar las propiedades elásticas
de estructuras con cavidades (como el corazón y los pulmones). La distensibi-
lidad es la tendencia de una cavidad a aumentar de volumen al exponerse a
una presión de distensión concreta. La distensibilidad que se mide durante la
ventilación mecánica es la distensibilidad torácica, y comprende tanto los pul-
mones como la pared torácica.
Fuentes de error
1. Durante la ventilación pasiva, la pared torácica puede suponer el 35 %
de la distensibilidad torácica total (5,6), y esta contribución aumenta
cuando se contraen los músculos de la pared torácica. Por lo tanto, para
evitar la interferencia de la contracción de la musculatura respiratoria, las
determinaciones de la distensibilidad estática deben realizarse sólo en pacientes que
no estén respirando activamente.
2. La distensibilidad torácica depende del volumen, es decir, disminuye cuando
aumenta el volumen pulmonar. Los volúmenes pulmonares absolutos no
Resistencia inspiratoria
La resistencia al flujo aéreo durante la inspiración sólo puede determinarse
si el flujo inspiratorio es constante (p. ej., durante la ventilación controlada
por volumen). En este caso, la resistencia inspiratoria (Rinsp) es el gradiente
de presión necesario para vencer las fuerzas de resistencia en los pulmones y
en la pared torácica (Pmax – Ppl) dividido por el flujo inspiratorio [V (insp)]:
Rinsp = (Pmáx – Ppl)/V (insp) (25. 9)
Un ejemplo del cálculo de la Rinsp en un paciente con pulmones sanos sería:
Pmáx = 15 cm H2O, Ppl = 10 cm H2O, V (insp) = 60 l/min (1 l/s), de modo que
Rinsp = (15 – 10)/1 = 5 (cm H2O)/l/s. La resistencia mínima al flujo en los tu-
bos endotraqueales de gran calibre es de 3 a 7 (cm H2O/l)/s (6), de modo que
la mayor parte de la resistencia inspiratoria en pacientes con pulmones sanos
representa la resistencia al flujo en el tubo endotraqueal. La contribución de
los elementos de resistencia no pulmonares, como los tubos endotraqueales,
es uno de los inconvenientes de las determinaciones de la resistencia en las
vías respiratorias.
Resistencia espiratoria
La resistencia al flujo de aire espiratorio es más probable que detecte la ten-
dencia de las vías respiratorias de pequeño calibre a colapsarse durante la
ventilación mecánica. La resistencia espiratoria (Resp) puede medirse usando
la presión de impulso para el flujo de aire espiratorio (presión alveolar máxi-
ma al final de la inspiración menos el nivel de PEEP total) y el flujo espiratorio
máximo (FEM), es decir,
Resp = [Palv (max) – PEEP (tot)] /FEM (25.10)
La Resp suele ser mayor que la Rinsp, lo que refleja la tendencia de las vías
respiratorias a estrecharse a medida que disminuye el volumen pulmonar
durante la espiración. Sin embargo, al igual que la Rinsp, la Resp está consi-
derablemente influida por elementos de resistencia no pulmonares (p. ej., tubo
endotraqueal y válvulas de espiración).
LESIÓN PULMONAR
La respiración normal se consigue arrastrando aire hacia los pulmones, y
durante una sola respiración pueden atraerse hasta 5 litros de aire (desde el
volumen residual hasta la capacidad pulmonar total) sin que se produzca una
lesión apreciable en ellos. Por otro lado, la ventilación con presión positiva
empuja el aire hacia los pulmones, y este empuje crea estrés y tensión anóma-
los que pueden dañar la arquitectura pulmonar, sobre todo en los pulmones
enfermos, con volúmenes en una sola respiración de menos de medio litro
(7,8). En la figura 25-4 se muestra un ejemplo de lesión estructural producida
por la ventilación mecánica.
Existen varios tipos de lesión pulmonar inducida por el respirador (LPIR), como se
describen en este apartado. Dado que la LPIR se ha estudiado sobre todo en
pacientes con síndrome de dificultad respiratoria aguda (SDRA), en el capítulo
del SDRA se incluye una breve descripción de este tipo de lesión (v. p. 454-455)
Volutraumatismo
En los albores de la ventilación con presión positiva se adoptó el aporte de
grandes volúmenes corrientes para evitar la formación de atelectasias (10),
de forma que se administraban de forma habitual volúmenes corrientes de
10-15 ml/kg (peso corporal ideal) durante la ventilación mecánica, compa-
rados con los volúmenes corrientes normales de 5-7 ml/kg durante la respi-
ración espontánea. Desde el principio, quedó patente que la ventilación me-
cánica podía romper alvéolos y producir fugas de aire (barotraumatismos),
pero en la década de 1970 se publicó un estudio en el que se demostraba
que las presiones de insuflación elevadas podían producir un infiltrado
pulmonar difuso que simulaba un edema pulmonar (11). Esto se siguió de
un estudio de referencia en la década de 1980 en el que se confirmaba que
los grandes volúmenes de insuflación, más que las presiones de insuflación
altas, eran los responsables de las lesiones pulmonares producidas por la
ventilación mecánica (12). Los resultados de este estudio se muestran en la
figura 25-5. Obsérvese que los incrementos importantes en la cantidad de
agua pulmonar extravascular sólo se producían cuando los volúmenes de
insuflación eran elevados, independientemente de la presión de insuflación.
Como consecuencia de este estudio, se adoptó el término volutraumatismo
para describir el mecanismo subyacente de la infiltración pulmonar produ-
cida por la ventilación mecánica.
La lesión pulmonar en la LPIR no es un edema pulmonar acuoso, sino el resul-
tado de la hiperdistensión alveolar y de la alteración de la interfase alveoloca-
pilar, que conduce a la aparición de un infiltrado inflamatorio de los pulmones y
una afección clínica que se parece a un SDRA (13).
10
(ml/Kg)
EVLW(ml/kg) 8
6
APEV
0
Volumen alto Volumen bajo Volumen alto
Presión elevada Presión elevada Presión baja
FIGURA 25-5. Efectos de presiones elevadas y grandes volúmenes sobre el agua
pulmonar extravascular (APEV) durante la ventilación con presión positiva. La altura de
las barras representa valores medios, y las barras incrustadas representan las desviaciones
estándar de la media. La línea de puntos representa el límite superior del 95 % de las
determinaciones de APEV obtenidas durante la ventilación con presiones y volúmenes
normales. Datos de la referencia 12.
Atelectraumatismo
Durante la ventilación mecánica, las vías respiratorias de pequeño calibre tien-
den a colapsarse al final de la espiración, sobre todo en afecciones pulmonares
asociadas a una disminución de la distensibilidad pulmonar (p. ej., edema
pulmonar, SDRA). La apertura y el cierre repetitivos de las pequeñas vías
Biotraumatismo
La forma más intrigante de LPIR es la capacidad de la ventilación con presión
positiva de promover la liberación de citocinas proinflamatorias desde los
pulmones con volúmenes de insuflación que no causan lesiones estructurales
en los pulmones (16). Es lo que se denomina biotraumatismo, puede desenca-
denar un síndrome de respuesta inflamatoria sistémica, y puede causar lesión
inflamatoria en los pulmones, así como en otros órganos. Esto significa que la
ventilación mecánica puede ser una causa de fracaso multiorgánico de mediación in-
flamatoria (17), como el que se observa en la sepsis grave y en el shock séptico,
y esto no es bueno.
Barotraumatismo
La ventilación con presión positiva también puede producir fugas de aire por
roturas de las vías respiratorias y los espacios aéreos distales. El aire que se
escapa puede acceder al espacio pleural (neumotórax) o puede desplazarse a lo
largo de los paquetes broncovasculares hacia el mediastino (neumomediastino)
y hacia los tejidos subcutáneos (enfisema subcutáneo), o puede discurrir en sen-
tido descendente al mediastino y entrar en la cavidad peritoneal (neumoperito-
neo). Esta forma de LPIR se denomina barotraumatismo, aunque la fuente de la
lesión puede ser un volumen alveolar elevado (volutraumatismo).
Adaptado del protocolo elaborado por el ARDS Clinical Network, disponible en la página de Internet
www.ardsnet.org.
RENDIMIENTO CARDÍACO
La influencia de la ventilación con presión positiva sobre el rendimiento
cardíaco es compleja, e implica a las fuerzas de precarga y poscarga para las
cavidades cardíacas derechas e izquierdas (22). Estas fuerzas se describen en
el capítulo 9.
Precarga
La ventilación con presión positiva puede disminuir el llenado ventricular
(precarga) de varias modos, que se indican en la figura 25-6. En primer lu-
gar, y antes que nada, la presión intratorácica positiva disminuye el gradiente de
presión para el flujo venoso que entra al tórax (aunque la ventilación con presión
positiva también aumenta la presión intraabdominal, que tiende a mantener
el gradiente de presión para el retorno venoso hacia el tórax). En segundo
lugar, la presión positiva en la superficie externa del corazón disminuye la
presión transmural durante la diástole, lo que reducirá el llenado ventricular.
Finalmente, la ventilación con presión positiva aumenta la resistencia vascular
pulmonar, y esto puede obstaculizar la salida del volumen sistólico del ven-
trículo derecho y, por lo tanto, impedir el llenado del ventrículo izquierdo.
En esta situación, el ventrículo derecho puede dilatarse y empujar al tabique
interventricular hacia el ventrículo izquierdo, con lo que disminuye el tamaño
Aumento de la
resistencia vascular
Alvéolos
Disminución del
retorno venoso
Disminución
Desplazamiento de la
Disminución septal distensibilidad
del retorno
venoso
FIGURA 25-6. Mecanismos para el descenso del llenado ventricular (precarga) durante
la ventilación con presión positiva.
Poscarga
La postcarga del ventrículo izquierdo depende de la presión máxima trans-
mural durante la sístole (v. fig. 9-7 en la p. 161), que es la presión que debe
vencer la contracción ventricular para expulsar el volumen sistólico. La
presión intrapleural positiva disminuye esta presión transmural y, por lo
tanto, reduce la poscarga del ventrículo izquierdo. (Desde el punto de vista
conceptual, la presión intrapleural positiva actúa como una mano que estruja
los ventrículos durante la sístole.) Por lo tanto, la ventilación con presión positiva
reduce la poscarga ventricular, y este efecto puede aumentar el gasto cardíaco en
determinadas situaciones (v. a continuación).
Gasto cardíaco
El efecto global de la ventilación con presión positiva sobre el gasto cardía-
co viene determinado por el equilibrio entre la disminución de la precarga
ventricular (que reduce el gasto cardíaco) y la disminución de la poscarga
ventricular (que aumenta el gasto cardíaco) durante la ventilación con presión
positiva. Este equilibrio está determinado por la función cardíaca, el volumen
intravascular y la presión intratorácica.
Función cardíaca
Las curvas de la figura 25-7 muestran la influencia superpuesta de la precarga
y la poscarga sobre el gasto cardíaco en un corazón sano y otro con insuficien-
cia. El corazón sano opera en la porción empinada de la curva de precarga y
la porción plana de la curva de poscarga. En esta situación, una disminución
de la precarga tiene mayor influencia sobre el gasto cardíaco que una dismi-
nución de la poscarga (como lo indican las flechas), por lo que hay que esperar
que el gasto cardíaco disminuya durante la ventilación con presión positiva.
Sin embargo, como ya se ha mencionado anteriormente, la ventilación con
presión positiva también aumenta la presión intraabdominal (al empujar el
diafragma hacia el abdomen), lo que sirve para mantener el flujo de sangre
venosa hacia el tórax. Como resultado, la disminución del retorno venoso
(precarga) puede ser mínima durante la ventilación con presión positiva, y el
gasto cardíaco puede disminuir ligeramente, no presentar cambios o incluso
aumentar ligeramente (por el efecto reductor de la poscarga).
Por el contrario, el corazón insuficiente opera en la porción plana de la curva
de precarga y en la porción empinada de la curva de poscarga. En esta situa-
ción, la disminución de la poscarga durante la ventilación con presión positiva
tiene una mayor influencia sobre el gasto cardíaco que la disminución de la
precarga, y el gasto cardíaco aumentará durante la ventilación con presión
positiva. Éste es el fundamento para la utilización de la respiración con pre-
sión positiva como maniobra de «asistencia ventricular» en los pacientes con
insuficiencia cardíaca avanzada (23,24).
Precarga
Normal Poscarga
Gasto cardíaco
Insuficiencia
cardíaca
Precarga
FIGURA 25-7. Curvas superpuestas de la relación entre la precarga, la poscarga y el
gasto cardíaco en el corazón sano y con insuficiencia. Las flechas indican los efectos de la
ventilación con presión positiva.
COMENTARIO FINAL
Menos es mejor
Durante los primeros 30 años tras su introducción, la ventilación con presión
positiva estaba dominada por grandes volúmenes de insuflación y presiones
elevadas, pero esto ha cambiado desde que se descubrió que el empuje del
aire hacia los pulmones crea estrés y tensiones que pueden dañarlos, así como
a otros órganos. Actualmente, se hace hincapié en limitar los volúmenes de
insuflación y en evitar la hiperdistensión alveolar. Esta estrategia de «menos
es mejor» únicamente se aconseja actualmente sólo en los pacientes con SDRA,
pero parece probable que se llegue a adoptar (y debiera hacerse) para todos
los pacientes que necesiten ventilación con presión positiva.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Libros
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MODOS DE
VENTILACIÓN
CONVENCIONALES
Los avances en la mayoría de los campos de la medicina parecen producirse
conforme a principios científicos bien fundados. Sin embargo, pueden hallarse
excepciones, y el desarrollo del soporte ventilatorio mecánico es una de ellas.
J. Räsänen, M.D.
Pvr (máxima)
Palv (máxima)
Presión
Palv Palv
I E I E
Flujo
0
I E I E
FIGURA 26-1. Cambios de presión y de flujo durante una sola respiración del
ventilador usando métodos de control de volumen y de control de presión para insuflar
los pulmones con volúmenes corrientes (de insuflación) equivalentes. Los cambios en la
presión de las vías respiratorias (Pvr) se señalan con líneas continuas y los cambios en la
presión alveolar (Palv) se señalan con líneas discontinuas. I, inspiración; E, espiración.
Ventajas
Inconvenientes
PRESIÓN EN LAS VÍAS RESPIRATORIAS. Para cualquier volumen corriente, la pre-
sión en las vías respiratorias al final de la inspiración es mayor durante la VCV
que durante la ventilación controlada por presión (VCP), como se muestra en
la figura 26-1, y esto se percibe erróneamente como un aumento del riesgo de
lesión pulmonar inducida por el respirador. Sin embargo, el riesgo de este
tipo de lesión está relacionado con la presión alveolar máxima (2,4), y esta
presión es la misma durante la VCV que en la VCP (con volúmenes corrientes
equivalentes). Por lo tanto, las mayores presiones máximas en las vías respiratorias
durante la ventilación controlada por volumen no aumentan el riesgo de hiperdisten-
sión alveolar ni de lesión pulmonar inducida por el respirador.
Ventajas
PRESIÓN ALVEOLAR. El principal beneficio de la VCP es la capacidad de con-
trolar la presión alveolar máxima, que es la presión que guarda mayor rela-
ción con el riesgo de provocar hiperdistensión alveolar y lesión pulmonar
inducida por el respirador. Los estudios clínicos señalan que el riesgo de lesión
pulmonar inducida por el respirador es despreciable si la presión alveolar máxima es
≤ 30 cm H2O (2,4). (Nota: También es posible mantener una presión alveolar
máxima ≤ 30 cm H2O durante la VCV monitorizando la presión de oclusión
teleinspiratoria o «presión en meseta», que se describe en las p. 489-490.)
Inconvenientes
VOLUMEN ALVEOLAR. El principal inconveniente de la VCP es la disminución
del volumen alveolar que se produce cuando aumenta la resistencia en las vías
respiratorias o cuando disminuye la distensibilidad pulmonar. Esto constitu-
Activadores
La VAC comprende dos tipos de respiraciones del respirador, que se ilustran
en el panel superior de la figura 26-2. La onda de presión de la izquierda va
precedida por una desviación de presión negativa que representa un esfuerzo
inspiratorio espontáneo efectuado por el paciente. Ésta es una respiración del
respirador activada por el paciente. La onda de presión de la derecha no va prece-
dida de una desviación de presión negativa, lo que indica ausencia de esfuerzo
inspiratorio espontáneo. En este caso, no existe interacción entre el paciente y el
respirador, y este último descarga la respiración a la frecuencia seleccionada de
antemano. Ésta es la respiración del respirador activada por tiempo.
Respiraciones del
respirador en la VAC
VMI sincronizada
Respiraciones
espontáneas
Respiración
del respirador
vación por presión (9). Por este motivo, el flujo ha reemplazado a la presión
como mecanismo de activación estándar. El fljujo que se necesita para activar
una respiración del respirador difiere según la marca del aparato, pero sue-
len necesitarse flujos de 1-10 l/min. El principal problema que se asocia a la
activación por flujo es la autoactivación por fugas en el sistema (que crean
cambios de flujo).
El ciclo respiratorio
Una norma general durante la ventilación mecánica consiste en permitir, al
menos, el doble de tiempo para la espiración que el permitido para la ins-
piración. Esto equivale a un cociente de tiempo de inspiración:tiempo de
espiración (cociente I:E) de al menos 1:2. El objetivo es proporcionar el tiempo
suficiente para que se complete la espiración con el fin de impedir una hiper-
insuflación dinámica y una PEEP intrínseca u oculta (v. p. 491). Si la duración
de la espiración es demasiado breve, el cociente I:E puede aumentarse: (a)
aumentando el flujo inspiratorio, (b) disminuyendo el volumen corriente o (c)
disminuyendo el tiempo inspiratorio (para el control por presión).
Respiración rápida
Cuando cada respiración es una respiración del respirador activada por el
paciente, una respiración rápida como la que se muestra en la figura 26-2
puede reducir mucho el tiempo para la espiración, e incrementar el riesgo de
vaciamiento alveolar incompleto y de PEEP intrínseca. Cuando la respiración
rápida se debe a una afección distinta del malestar o la ansiedad, no suelen ser
eficaces los intentos para reducir la frecuencia respiratoria con sedación o con
ajustes del flujo inspiratorio. En esta situación, la modalidad de ventilación
más apropiada es la que se describe a continuación.
Método
Las dificultades con la respiración rápida durante la VAC en los recién nacidos
con síndrome de dificultad respiratoria, que presentan normalmente frecuen-
cias respiratorias superiores a 40 respiraciones/minuto, llevó a la introducción
de la ventilación obligatoria, o mecánica, intermitente (VMI). La VMI está diseñada
para permitir respiraciones espontáneas entre las respiraciones proporcionadas
por el respirador. (La respiración espontánea es la situación en la que el paciente
inicia y finaliza cada insuflación pulmonar.) Esto se consigue colocando en pa-
ralelo con el circuito del respirador un circuito de respiración espontánea, con
una válvula unidireccional que abre el circuito de respiración espontánea cuan-
do el respirador no proporciona la respiración. En el panel inferior de la figura
26-2 se ilustra el patrón ventilatorio para la VMI. Obsérvese que la respiración
del respirador se proporciona en sincronía con la respiración espontánea; esto
es lo que se denomina VMI sincronizada (VMIS).
Las respiraciones del respirador durante la VMIS pueden estar controladas
por volumen o por presión. La frecuencia de estas respiraciones se ajusta en
función de las necesidades, para equilibrar la ventilación por minuto total
(respiraciones espontáneas más asistidas) al nivel basal del paciente.
Efectos adversos
Los principales efectos adversos de la VMI son: (a) aumento del trabajo res-
piratorio y (b) disminución del gasto cardíaco, sobre todo en pacientes con
disfunción ventricular izquierda. Ambos efectos son el resultado del período
de respiración espontánea.
Trabajo respiratorio
El trabajo respiratorio intensificado durante el período de respiración espon-
tánea en la VMI se atribuye a la resistencia en el circuito del ventilador, que
puede ejercer un efecto exagerado sobre el trabajo de la respiración cuando se
respira con rapidez (situación que suele conducir al uso de VMI). La ventila-
ción controlada por presión (que se describe en el siguiente apartado) vence
la resistencia añadida del circuito del respirador y de este modo reduce el
trabajo respiratorio (10). Como resultado, la ventilación apoyada por presión
(a 10 cm H2O) se usa actualmente de forma sistemática durante los períodos
de respiración espontánea en la VMI.
Gasto cardíaco
Como se describe al final del capítulo anterior, la ventilación con presión positi-
va disminuye la poscarga del ventrículo izquierdo y aumenta el gasto cardíaco,
sobre todo en pacientes con disfunción ventricular izquierda (v. fig. 25-7 en la
p. 501) (11). La VMI ejerce el efecto contrario, y aumenta la poscarga del ven-
Resumen
La principal indicación para la VMI es una respiración rápida con espiración in-
completa durante la ventilación asistida controlada. Los períodos de respiración
espontánea durante la VMI favorecen el vaciamiento alveolar y disminuyen el
riesgo de atrapamiento aéreo y de PEEP intrínseca. La VMI puede aumentar el
trabajo respiratorio y alterar el gasto cardíaco en pacientes con disfunción del
ventrículo izquierdo; por ello, no se aconseja la VMI en los pacientes con debilidad
de la musculatura respiratoria o insuficiencia del ventrículo izquierdo.
25 %
Flujo
del flujo
máximo
Presión
Inspiración
Aplicaciones clínicas
Durante el destete de la ventilación mecánica pueden usarse valores bajos de
VAP (5-10 cm H2O) para vencer la resistencia al flujo en las vías respiratorias
artificiales y en las tubuladuras del respirador. El objetivo de la VAP en este
contexto es reducir el trabajo respirartorio sin aumentar el volumen corriente
(14). Pueden usarse niveles más elevados de VAP (15-30 cm H2O) para au-
mentar el volumen corriente; en este caso, la VAP se usa como una forma de
ventilación no invasiva (que se describe en el siguiente capítulo) (15).
Presiones de insuflación
En la figura 26-4 se ilustra la influencia de la PEEP sobre las presiones de
insuflación. Obsérvese que al añadir PEEP se desplaza la onda de presión de
insuflación hacia arriba, con lo que aumenta la presión alveolar máxima y la
presión media en las vías respiratorias. A este respecto, son importantes las
siguientes afirmaciones:
0 0
FIGURA 26-4. Ondas de presión en las vías respiratorias durante la ventilación con
control de presión que muestran los efectos de la presión teleespiratoria positiva (PEEP)
sobre la presión alveolar máxima (Palv) y la presión media en las vías respiratorias (Pvr)
Reclutamiento alveolar
Mientras que los niveles de PEEP bajos (5-10 cm H2O) contribuyen a evitar el
colapso de los espacios aéreos distales, los valores elevados (20-30 cm H2O)
ayudan a reabrir los espacios aéreos distales que están persistentemente
colapsados. Este efecto se demuestra en la figura 26-5 (19). La imagen de TC
torácica de la izquierda muestra consolidación en regiones posteriores (decli-
ves) de ambos pulmones, que desaparece al añadir PEEP (a 19 cm H2O). Este
efecto se conoce como reclutamiento alveolar, y aumenta el área de superficie
disponible en los pulmones para el intercambio gaseoso (19,20).
Transporte de O2 sistémico
Puede que los efectos beneficiosos de la PEEP sobre la oxigenación arterial no
se acompañen de un beneficio similar en el transporte de oxígeno sistémico,
como se describe a continuación.
Gasto cardíaco
La influencia de la ventilación con presión positiva sobre el rendimiento car-
díaco se describe al final del capítulo 25 (v. p. 499-501). La PEEP amplifica estos
efectos, y en particular la tendencia para que la ventilación con presión positiva
disminuya el gasto cardíaco. Existen varios mecanismos por los que la PEEP
puede disminuir el gasto cardíaco, entre ellos: (a) la alteración del retormo ve-
Aporte de oxígeno
Los descensos en el gasto cardíaco inducidos por la PEEP pueden borrar los
efectos beneficiosos de ésta sobre el reclutamiento alveolar, tal como lo ilustra
la ecuación siguiente para el aporte de oxígeno sistémico (DO2). (En la p. 178
se muestra la derivación de esta ecuación.)
DO2 = GC × (1,34 × [Hb] × SaO2) × 10 (ml/min) (26.1)
De este modo, la PEEP puede promover el reclutamiento alveolar y aumentar
la oxigenación arterial (SaO2), pero es posible que el aporte sistémico de oxí-
geno no mejore si la PEEP también disminuye el gasto cardíaco (GC). En la
figura 26-6 se demuestran los efectos opuestos de la PEEP sobre la oxigenación
arterial y sobre el gasto cardíaco (23).
175 5,0
Índice
cardíaco
150
Índice cardíaco (ml/min•m2)
125
4,5
PaO2 ⁄ FIO2
100
PaO2 ⁄ FIO2
75
4,0
50
25
0 3,5
0 5 10 15
PEEP (cm H2O)
Volumen corriente
Las recomendaciones siguientes proceden del protocolo de ventilación pulmo-
nar protectora que se reume en la tabla 25-1 (v. p. 498).
1. Seleccionar un volumen corriente inicial de 8 ml/kg usando el peso corporal
previsto (las fórmulas para calcular el peso corporal previsto se muestran en
la tabla 25-1).
2. Disminuir el volumen corriente hasta 6 ml/kg en las 2 h siguientes, si es
posible.
3. Monitorizar la presión alveolar máxima y mantenerla ≤ 30 cm H2O (para
limitar el riesgo de volutraumatismo).
a. En el modo de control por volumen, la presión alveolar máxima es la
presión de oclusión teleinspiratoria, denominada también presión en
meseta (v. p. 489-491).
b. En el modo de control por presión, la presión alveolar máxima es la pre-
sión teleinspiratoria en las vías respiratorias (siempre y cuando no exista
flujo al final de la inspiración).
Flujo inspiratorio
1. Seleccionar un flujo inspiratorio de 60 l/min si el paciente está respirando
tranquilamente o si no hay respiraciones espontáneas.
2. Usar mayores flujos inspiratorios (p. ej., ≥ 80 l/min) en pacientes con difi-
cultad respiratoria o una ventilación por minuto elevada (≥ 10 l/min).
Proporción I:E
1. La proporción I:E debe ser ≥ 1:2.
2. Si la proporción I:E es < 1:2, las opciones para aumentar este cociente son:
(a) aumentar el flujo inspiratorio, (b) disminuir el volumen corriente o (c)
disminuir la frecuencia respiratoria, si es posible.
Frecuencia respiratoria
1. Si el paciente no presenta respiraciones espontáneas, se fijará la frecuen-
cia respiratoria para alcanzar la ventilación por minuto estimada para el
paciente antes de la intubación, pero no se superarán las 35 respiraciones/
minuto.
2. Si el paciente está desencadenando cada respiración del respirador, se fija-
rá la frecuencia del aparato justo por debajo de la frecuencia respiratoria
espontánea del paciente.
3. A los 30 min, se comprobará la PCO2 arterial y se ajustará la frecuencia
respiratoria, si es necesario, para alcanzar la PCO2 desada.
4. En los pacientes que están respirando de forma rápida y presentan una
alcalosis respiratoria aguda o signos de PEEP oculta, se planteará el cambio
a VMI sincronizada (VMIS) como modo de ventilación.
PEEP
1. Se fijará la PEEP inicial en 5 cm H2O para impedir que se colapsen los espa-
cios aéreos distales al final de la espiración.
2. Puede que haya que aumentar posteriormente la PEEP ante cualquiera
de las situaciones siguientes: (a) cuando se necesite una concentración de
oxígeno inahalado tóxica (> 60 %) para mantener una oxigenación adecuada
(SaO2 ≥ 90 %) o (b) cuando la hipoxemia no responda a la oxigenoterapia.
PEEP oculta
1. Se comprobará el flujo al final de la espiración para detectar la presencia de
PEEP intrínseca u oculta (v. fig. 24-5 en la p. 480).
2. Si el flujo inspiratorio no ha regresado a cero al final de la espiración (lo
que indica la presencia de PEEP oculta), se intentará prolongar el tiempo
de espiración aumentando el cociente I:E usando las maniobras descritas
anteriormente.
3. Si no es posible aumentar el cociente I:E o si la maniobra no resulta satis-
factoria, se medirá el grado de PEEP oculta con el método de oclusión tele-
inspiratoria, y se añadirá PEEP extrínseca a un valor inmediatamente por
debajo de la PEEP oculta. (Los fundamentos para esta maniobra se explican
en el capítuño 28.)
COMENTARIO FINAL
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Introducción
1. Cairo JM, Pilbean SP. Mosby’s Respiratory Care Equipment. 8th ed. St. Louis:
Mosby Elsevier; 2010.
2. The Acute Respiratory Distress Syndrome Network. Ventilation with lower tidal
volumes as compared with traditional tidal volumes for acute lung injury and the
acute respiratory distress syndrome. N Engl J Med 2000; 342(18):1301–1308.
3. Mireles-Cabodevila E, Hatipoglu U, Chatburn RL. A rational framework for selecting
modes of ventilation. Respir Care 2013; 58:348–366.
Comentario final
25. Cowan N. The magical number 4 in short-term memory: a reconsideration of men-
tal storage capacity. Behav Brain Sci 2001; 24:87–114.
MODOS DE
VENTILACIÓN
ALTERNATIVOS
El hombre razonable se adapta al mundo; el irracional persiste en intentar
adaptar el mundo a él. Por lo tanto, todo progreso depende del hombre irracional.
George Bernard Shaw
1903
Existen dos mecanismos por los que las atelectasias producen lesión pulmonar.
En primer lugar, si el colapso alveolar es extenso, como el que se muestra en
la figura 23-4 (en la p. 454), los volúmenes corrientes proporcionados por el
respirador se distribuirán en áreas pulmonares no afectadas (sanas), con lo
que se producirá una hiperdistensión de los alvéolos normales y se inducirá la
aparición de volutraumatismo. En segundo lugar, si el colapso alveolar sólo se
produce al final de la espiración, la apertura y el cierre repetitivos de los alvéo-
los favorece la aparición de atelectraumatismo, al crearse fuerzas de cizallamiento
excesivas que dañan el epitelio de las vías respiratorias. (En las p. 494-497 se
presenta más información sobre la lesión pulmonar inducida por el respirador.)
Las consecuencias adversas del colapso alveolar pueden mitigarse con un
modo de ventilación que impida el colapso alveolar y abra los alvéolos colap-
sados. Éste es el concepto de pulmón abierto de la ventilación mecánica, donde el
objetivo es: «abrir el pulmón y mantenerlo abierto» (2). Los modos de ventila-
ción que se describen a continuación están diseñados para alcanzar esta meta.
40
VMC
respiratorias (cm H2O)
VOAF 30
para la VMC
para VOAF
70
20
30
–10 10
De la referencia 3. VOAF, ventilación oscilatoria de alta frecuencia; VLPVR, vías respiratorias con liberación
de presión de las vías respiratorias; VMC, ventilación mecánica convencional; Ppl, presión en meseta.
Ventajas
Los estudios clínicos se comparación de la VOAF con la VMC, realizados
principalmente en pacientes con SDRA, han demostrado un incremento del
cociente PaO2/FIO2 del 16-24 % asociado a la VOAF (4). Los primeros estu-
dios de la VOAF no demostraron efecto alguno sobre la tasa de mortalidad
(3), pero en un metaanálisis muy reciente de todos los estudios disponibles se
confirmó un beneficio significativo en la supervivencia con la VOAF (4). Sin
embargo, la VOAF no se ha comparado con la ventilación pulmonar protec-
Inconvenientes
Los inconvenientes de la VOAF se enumeran a continuación (3,4):
1. Se necesita un respirador especial, junto con personal preparado para
manejar el aparato.
2. El gasto cardíaco suele disminuir durante la VOAF, debido a las presiones
medias altas en las vías respiratorias. Este efecto obliga a aumentar el volu-
men intravascular durante la VOAF.
3. Los broncodilatadores aerosolizados son ineficaces durante la VOAF.
PRESIÓN BAJA EN LAS VÍAS RESPIRATORIAS. El valor de presión baja en las vías
respiratorias se fija en cero (presión atmosférica), para aumentar al máximo la
presión de impulso para liberar rápidamente la presión. Sin embargo, la pre-
sión nunca alcanza el valor cero, ya que la fase de liberación de presión es bre-
ve, y la presión positiva residual ayuda a impedir que se colapsen los alvéolos.
10
CPAP
E
5 Pmedia
I
Respiración espontánea
Presión en las vías respiratorias (cm H2O)
45
APRV
E
30 Palta
I Pmedia
15 Liberación
de presión
Pbaja
0
15
BiPAP
IPAP
10
Pmedia
E
EPAP
5
I
Tiempo espiratorio
0
Ventajas
La VLPVR puede lograr un reclutamiento casi completo de los alvéolos colapsa-
dos manteniendo presiones elevadas en las vías respiratorias durante períodos
prolongados; esto no sólo mejora la oxigenación arterial, sino que también dis-
minuye la distensibilidad pulmonar. A causa de este último efecto, las presiones
máximas en las vías respiratorias son menores durante la VLPVR que durante
la VMC (para volúmenes corrientes equivalentes) (3). La mejoría en la oxigena-
ción arterial con la VLPVR se produce gradualmente a lo largo de 24 h (6).
Inconvenientes
Los beneficios de la VLPVR se pierden si el paciente no tiene esfuerzos de res-
piración espontánea. A continuación, se menciona otra serie de inconvenientes.
1. El asma y la EPOC graves son contraindicaciones relativas para la VLPVR,
debido a la incapacidad para vaciar los pulmones rápidamente durante la
fase de liberación de presión de la VLPVR (3).
2. El gasto cardíaco suele disminuir durante la VLPVR, debido a presiones
medias elevadas en las vías respiratorias, pero este efecto es menos intenso
que la depresión cardíaca durante la VOAF (3).
Modos de ventilación
Se dispone de tres modos de ventilación para la VNI: (a) presión positiva
continua en las vías respiratorias (CPAP), (b) presión positiva de dos niveles en
las vías respiratorias (BiPAP) y (c) ventilación con apoyo de presión (VAP). Los dos
últimos modos de ventilación (BiPAP y VAP) también se denominan ventila-
ción no invasiva con presión positiva (VNIPP).
PARÁMETROS DEL RESPIRADOR. La VAP suele iniciarse con una presión de in-
suflación de 10 cm H2O y un valor de CPAP de 5 cm H2O. (La presión de insu-
flación se añade al valor de la CPAP, de modo que una presión de insuflación
A. Presenta el paciente: SÍ NO
1. ¿Signos de dificultad respiratoria?
2. ¿PaO2/FIO2 < 200 y/o PaCO2 > 45 mm Hg?
B. Si la respuesta es SÍ en ambas, contestar las cuestiones siguientes
C. Presenta el paciente: SÍ NO
1. ¿Insuficiencia respiratoria que supone una amenaza inmediata
para la vida?
2. ¿Un trastorno circulatorio potencialmente mortal (p. ej., shock)?
3. ¿Coma, agitación grave o convulsiones no controladas?
4. ¿Incapacidad para proteger las vías respiratorias?
5. ¿Hematemesis o vómitos recurrentes?
6. ¿Edema laríngeo, traumatismo facial, o cirugía reciente de
cabeza o cuello?
Eficacia
El éxito de la VNI para evitar la necesidad de intubación endotraqueal varía
según cada trastorno clínico, que puede organizarse según la presencia de al-
teraciones importantes de la gasometría asociadas a insuficiencia respiratoria;
es decir, hipercapnia o hipoxemia.
100 40
Tasa de intubación Tasa de mortalidad
N = 42
80 74 % 29 % 30
N = 43
60 %
% 20
40
26 %
9% 10
20
lación por obesidad (11) y, a pesar de que existen pocos estudios en pacientes
de UCI, la VNI se recomienda como medida sistemática en los pacientes con
este síndrome y que son ingresados con insuficiencia respiratoria aguda (12).
En estos casos, puede usarse tanto CPAP como BiPAP.
60
50 % 51 %
fracaso
(%)
40 %
40
Tasa de
Failure Rate
20 18 %
10 %
0
EPC Cont Pulm NN NEH SDRA
Monitorización
El éxito o el fracaso de la VNI en un paciente concreto no debe estar predeter-
minado por la etiología de la insuficiencia respiratoria, sino por la respuesta
del paciente en la primera hora tras la instauración de la VNI. Esto se ilustra
en la figura 27-5 en pacientes con insuficiencia respiratoria hipercápnica e
hipoxémica (14,19). La incapacidad para mejorar considerablemente el inter-
cambio de gases al cabo de una hora de VNI es una prueba de que esta venti-
lación está fracasando como modalidad de soporte; en este punto, la actuación
más apropiada debe ser la intubación endotraqueal inmediata. El retraso de la
intubación sólo invita a la aparición de problemas (v. COMENTARIO FINAL).
100 300
Insuficiencia respiratoria Insuficiencia respiratoria
hipercápnica hipoxémica
90
Hg)
(mmHg)
PaO2/FIO2
PaCO22(mm
80
PaCO
Fracaso 100
70 Éxito
60 0
T=0 T = 1h T=0 T = 1h
Efectos adversos
Los efectos adversos durante la VNI consisten en distensión gástrica, úlceras
de presión en el puente de la nariz por mascarillas faciales demasiado apreta-
das y neumonía nosocomial.
Insuflación gástrica
La preocupación principal durante la VNI es la distensión gástrica por el aire
insuflado. Sin embargo, no parece ser un problema frecuente, y en estudios
en los que se miden las presiones de apertura del esfínter esofágico superior
se señala que presiones menores de 30 cm H2O no deben causar insuflación gástrica
(20). Aunque es habitual colocar una sonda nasogástrica para descomprimir el
estómago durante la VNI, el mantenimiento de dichas sondas es una práctica
segura en pacientes que no desarrollan distensión gástrica durante la VNI
(21).
Neumonía nosocomial
La aplicación de presión positiva a las vías respiratorias puede retardar el
aclaramiento mucociliar y predisponer a la aparición de neumonías nosoco-
miales durante la VNI. La incidencia de neumonía nosocomial durante la VNI
en estudios en los que se comparaba con la intubación endotraqueal era del
8-10 %, que es menor que la mitad de la incidencia de estas neumonías durante
la intubación endotraqueal (19-22 %) (22,23).
COMENTARIO FINAL
No olvidar intubar
La creciente popularidad de la ventilación incruenta tiende a eclipsar el valor
de la intubación endotraqueal. Merece la pena mencionar una serie de reglas
sencillas sobre la intubación endotraqueal:
Regla 1: la duda es una invitación a los problemas. Existe una cierta ten-
dencia a fiarse de la ventilación incruenta y retrasar la intubación lo máximo
posible con la esperanza de que no sea necesaria. Sin embargo, los retrasos en
la intubación generan peligros innecesarios para el paciente, ya que una intu-
bación urgente en pacientes que están en los últimos momentos puede ser pro-
blemática y peligrosa. Habrá que intubar al paciente y conseguir sin demora el
control de las vías respiratorias en cuanto empiece a considerarse seriamente
la posibilidad de intubación.
Regla 2: la intubación endotraqueal no es el «el beso de la muerte». La per-
cepción de que «una vez con el respirador, siempre con el respirador» es una
falacia que no debe influir nunca en la decisión de intubar a un paciente para
aportarle un soporte ventilatorio completo. Estar con el respirador no crea una
dependencia de éste, pero sí el hecho de tener una afección cardiorrespiratoria
o neuromuscular grave.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
21. Meduri GU, Fox RC, Abou-shala N, et al. Noninvasive mechanical ventilation via
face mask in patients with acute respiratory failure who refused endotracheal intu-
bation. Crit Care Med 1994; 22:1584–1590.
22. Girou E, Schotgen F, Delclaux C, et al. Association of noninvasive ventilation with
nosocomial infections and survival in critically ill patients. JAMA 200; 284:2361–
2367.
23. Carlucci A, Richard J-C, Wysocki M, et al. Noninvasive versus conventional
mechanical ventilation: an epidemiological study. Am J Respir Crit Care Med 2001;
163:874–880.
PACIENTE
DEPENDIENTE
DEL RESPIRADOR
Los ojos y los oídos no son buenos testigos para los hombres
si tienen almas que no comprenden su lenguaje.
Heráclito
Siglo VI a.C.
En este capítulo se describen las prácticas y los problemas habituales que con-
lleva el cuidado de los pacientes que dependen de un respirador. El eje central
del capítulo son las vías respiratorias artificiales (tubos endotraqueales y de
traqueostomía) y las complicaciones mecánicas de la ventilación con presión
positiva (p. ej., neumotórax). En el siguiente capítulo se describen las complica-
ciones infecciosas de la ventilación mecánica (traqueobronquitis y neumonía).
Tubos endotraqueales
Los tubos endotraqueales tienen una longitud que varía de 25 cm a 35 cm, y se
clasifican por tamaños según el diámetro interno, que varía entre 5 mm y
10 mm (p. ej., un tubo endotraqueal «de tamaño 7» tendrá un diámetro interno
de 7 mm). En los adultos, los diámetros del tubo endotraqueal deben ser al menos de
7 mm, y preferiblemente de 8 mm. Los tubos más pequeños impedirán eliminar
535
las secreciones y crearán una mayor resistencia al flujo aéreo cuando se intente
realizar el destete del respirador.
Punta del
tubo ET
Carina
FIGURA 28-1. Radiografía de tórax portátil que muestra la posición correcta de un tubo
endotraqueal, con la punta situada a mitad de camino entre la entrada torácica y la carina.
Migración de los tubos
Los tubos endotraqueales pueden migrar distalmente y entrar en el bronquio
principal derecho (que sigue un trayecto descendente a continuación de la
tráquea). En la figura 28-2 se muestra lo que puede suceder a continuación,
es decir, que la ventilación selectiva de un pulmón produce una atelectasia
progresiva en el pulmón no ventilado.
Existen dos medidas que pueden reducir la incidencia de la migración del
tubo endotraqueal. En primer lugar, en las intubaciones endotraqueales no
Tubo
endotraqueal
Atelectasia del
pulmón izquierdo
debe permitirse que la punta del tubo avance más de 21 cm desde los dientes,
en las mujeres, y 23 cm, también desde los dientes, en los hombres (3). En
segundo lugar, hay que controlar la posición del tubo endotraqueal mediante
radiografías de tórax periódicas, y mantener la punta del tubo al menos 3 cm
por encima de la carina.
Lesiones laríngeas
El riesgo de producir una lesión laríngea con los tubos endotraqueales es un
problema importante y uno de los motivos por los que se practican traqueosto-
mías cuando se prevé una intubación prolongada. El abanico de lesiones larín-
geas comprende úlceras, granulomas, paresia de las cuerdas vocales y edema
laríngeo. Algunos tipos de lesiones laríngeas suelen observarse a las 72 h de la
intubación translaríngea (4), y en un 5 % de los casos se documenta edema larín-
geo. Afortunadamente, la mayoría de los casos de lesión laríngea no producen
una obstrucción importante de las vías respiratorias ni lesiones permanentes,
y el problema se resuelve en las semanas siguientes a la extubación (5). En el
capítulo 30 se describe el problema del edema laríngeo tras la extubación.
Traqueostomía
La traqueostomía se prefiere en los pacientes que necesitan ventilación me-
cánica prolongada (> 2 semanas). Esta técnica presenta varias ventajas, entre
ellas la mayor comodidad del paciente, un acceso más fácil a las vías respira-
torias y un menor riesgo de que se produzca lesión laríngea.
Cronología de la traqueostomía
Durante años se ha debatido sobre el momento óptimo para realizar una tra-
queostomía. En estudios recientes que compararon la traqueostomía precoz
(una semana después de la intubación) con la traqueostomía tardía (dos sema-
nas después de la intubación) se ha observado lo siguiente:
1. La traqueostomía precoz no disminuye la incidencia de neumonía asociada
al respirador ni la tasa de mortalidad (7,8).
2. La traqueostomía precoz disminuye las necesidades de sedación y favorece
la movilización precoz (8).
Basándose en los datos sobre neumonía y mortalidad, se recomienda practicar
la traqueostomía tras 2 semanas de intubación endotraqueal (9). Si se tiene
en cunta la comodidad del paciente, no sería disparatado plantearse realizar la
traqueostomía al cabo de 7-10 días de intubación, si existen pocas probabilidades de
que pueda extubarse al paciente en la semana siguiente.
Técnicas
El método tradicional para realizar una traqueostomía mediante un acceso
quirúrgico abierto ha perdido popularidad en favor de la traqueostomía de
dilatación percutánea, en la que se introduce una guía metálica a través de una
punción con aguja fina en la pared anterior de la tráquea, para deslizar a tra-
vés de ella un tubo de traqueostomía al interior de la luz traqueal (10). (Se pa-
rece a la técnica de Seldinger para la colocación de un catéter venoso central,
que se muestra en la fig. 1-5 de la p. 11). Esta técnica se realiza a la cabecera
del paciente, y se asocia a menos pérdidas sanguíneas y a menos infecciones
locales que las secundarias a las traqueostomías quirúrgicas (9,11).
La técnica conocida como cricotiroidotomía sólo se usa para obtener un acceso
de urgencia a las vías respiratorias. Se accede a la tráquea a través de la mem-
brana cricotiroidea, inmediatamente por debajo de la laringe, y conlleva una
incidencia elevada de lesiones laríngeas y estenosis subglótica. A los pacientes
que sobreviven a una cricotiroidotomía deberá realizárseles una traqueosto-
mía reglada (quirúrgica o percutánea) en cuanto se estabilicen (12).
Complicaciones
En los últimos años, la morbimortalidad asociada a la traqueostomía ha
disminuido. La tasa de mortalidad es inferior al 1 % cuando se combina la
traqueostomía quirúrgica y la percutánea, y las complicaciones inmediatas
(hemorragia e infección) se producen en menos del 5 % de los casos (11,12).
Tubo de traqueostomía
Cánula externa
Manguito
Globo piloto
Aspiración
La aspiración sistemática para limpiar las secreciones ha sido una práctica
habitual en el cuidado de los pacientes que dependen de un respirador. Sin
embargo, la superficie interna de las vías respiratorias puede colonizarse con
biopelículas que contienen microorganismos patógenos (v. fig. 28-4), y el paso
de una sonda de aspiración a través de los tubos puede desprender estas bio-
películas e inocular los pulmones con esos patógenos (15,16). Debido a ello, la
aspiración endotraqueal ha dejado de recomendarse como procedimiento sistemático,
aunque debe realizarse sólo cuando existen secreciones (17).
Terapia aerosolizada:
• Usar solución de NAC al 10 %
• Mezclar 2,5 ml de NAC con 2,5 ml de suero salino y colocar la mezcla
(5 ml) en un sistema de nebulización de volumen pequeño para administrar
en aerosol
• Advertencia: puede causar broncoespasmo, y no se recomienda en
pacientes asmáticos
Inyección traqueal:
• Usar solución de NAC al 20 %
• Mezclar 2 ml de NAC con 2 ml de suero salino e inyectar 2 volúmenes
alícuotas de 2 ml en la tráquea
• Advertencia: volúmenes excesivos pueden producir broncorrea
ROTURA ALVEOLAR
Una de las manifestaciones de la lesión pulmonar inducida por el respirador
es la distensión alveolar y el volutraumatismo, y una de las consecuencias clí-
nicas de este último es la rotura alveolar, con escape de aire desde los espacios
aéreos distales. Esta forma de lesión, denominada erróneamente barotrauma-
tismo pulmonar, se produce hasta en el 25 % de los pacientes con ventilación
mecánica (20).
Tubo
endotraqueal
Obstrucción
Atelectasia
del pulmón
izquierdo
FIGURA 28-5. Radiografía de tórax portátil de un paciente intubado que muestra una
atelectasia del pulmón izquierdo, que suele estar causada por un tapón de moco en el
bronquio principal izquierdo.
Presentación clínica
La salida de aire de los alvéolos puede causar diversas manifestaciones clíni-
cas. El aire alveolar puede disecar a lo largo de los planos tisulares, y produir
enfisema intersticial pulmonar, y puede desplazarse hacia el mediastino y causar
un neumomediastino. El aire mediastínico puede desplazarse hacia el cuello y
producir enfisema subcutáneo, o puede pasar por debajo del diafragma y causar
un neumoperitoneo. Finalmente, si la rotura afecta a la pleura visceral, el aire se
acumulará en el espacio pleural y causará un neumotórax. Cada una de estas
entidades puede aparecer por separado o combinada con otras (20,21).
Neumotórax
La evidencia radiográfica de neumotórax aparece en el 5 % al 15 % de los pa-
cientes que dependen de un respirador (20,21).
Presentación clínica
Las manifestaciones clínicas pueden ser mínimas, inespecíficas o incluso
faltar. El signo clínico de más valor es el enfisema subcutáneo en el cuello y en la
parte superior del tórax, que es patognomónico de rotura alveolar. Los rui-
dos respiratorios no son fiables en los pacientes conectados a un respirador,
ya que pueden confundirse con los ruidos transmitidos por los tubos del
respirador.
Detección radiográfica
La detección radiográfica de la presencia de aire pleural puede ser difícil
en decúbito supino, ya que el aire pleural no se acumula en el vértice pulmonar
cuando los pacientes se encuentran en esta posición (22). En la figura 28-6 se
ilustra esta dificultad. En este caso de neumotórax traumático, la radiografía
de tórax no es reveladora, pero la TC muestra un neumotórax anterior en el
lado izquierdo. El aire pleural se acumulará en la región más superior del he-
mitórax y, en decúbito supino, esta región queda justo por delante de ambas
bases pulmonares. Por lo tanto, las acumulaciones de aire basales y subpulmonares
son características del neumotórax cuando el paciente está en decúbito supino (22).
FIGURA 28-7. Radiografía de tórax portátil que muestra una línea ondulante en el
hemitórax izquierdo. Esta línea es el borde de un pliegue cutáneo redundante, y no el
borde del pulmón.
Evacuación pleural
Se consigue evacuar el aire pleural introduciendo un tubo de tórax (sonda
pleural) a través del cuarto o quinto espacio intercostal a lo largo de la línea
medio axilar. El tubo debe avanzar en dirección anterosuperior (ya que esta es
la zona donde se acumula el aire en el paciente en decúbito supino). El líqui-
do y el aire del espacio pleural se drenan usando un sistema de tres cámaras
como el que se muestra en la figura 28-8 (23).
Frasco colector
El primer recipiente del sistema recoge líquido del espacio pleural y permite
que el aire pase a través del siguiente recipiente de la serie. Como la entrada
de esta cámara no está en contacto directo con el líquido, el líquido pleural que
se recoge no impone presión retrógrada sobre el espacio pleural.
Entrada de aire
Toma Paciente
de
succión
central
20 cm H2O
2 cm
3 2 1
Recipiente de Recipiente de Recipiente
control de succión sellado con agua colector
FIGURA 28-8. Sistema de drenaje pleural estándar para evacuar aire y líquido del
espacio pleural.
Efectos adversos
La PEEP intrínseca tiene diversos efectos adversos que se resumen a continua-
ción (24). Al igual que sucede con la PEEP aplicada, muchos de estos efectos
adversos no se deben al nivel de la PEEP, sino a la influencia de ésta sobre la
presión alveolar teleinspiratoria y la presión intratorácica media.
1. La PEEP intrínseca aumenta la presión intratorácica media, lo que altera el
retorno venoso y puede disminuir el gasto cardíaco.
2. La hiperinsuflación que produce la PEEP intrínseca en los pacientes con
obstrucción grave al flujo aéreo puede aumentar el trabajo respiratorio
cuando la región de la respiración corriente se mueve hasta la porción
plana superior de la curva de presión y volumen (v. fig. 24-4 en la p. 478).
(Para apreciar este efecto, se puede inspirar profundamente y tratar de ins-
pirar más a continuación.)
3. La PEEP intrínseca aumenta la presión alveolar teleinspiratoria, lo que
aumenta el riesgo de volutraumatismo y rotura alveolar.
PEEP
oculta
PPROX PALV
I E I E
•
P=V×R
•
PPROX V PALV
R
Si V ≠ 0
Entonces P ≠ 0
y Palv > Pprox
Oclusión teleespiratoria
La oclusión del circuito espiratorio al final de la espiración «desenmascarará»
la PEEP intrínseca, como se muestra en la figura 28-9. Para mejorar su preci-
Tratamiento
Las maniobras usadas para evitar o disminuir la hiperinsuflación y la PEEP
intrínseca van dirigidas a fomentar el vaciado alveolar durante la espiración.
Entre estas maniobras se encuentran la reducción del volumen corriente, el
aumento del flujo inspiratorio, la disminución del tiempo inspiratorio (en la
ventilación controlada por presión) y la disminución de la frecuencia respira-
toria, si es posible. Algunas de estas maniobras disminuirán la ventilación por
minuto, lo que puede que no sea deseable.
PEEP aplicada
La adición de PEEP externa puede reducir la hiperinsuflación (y la PEEP
intrínseca) al mantener abiertas las pequeñas vías respiratorias al final de la
espiración. El valor de PEEP aplicada debe ser el suficiente para contrarrestar
la presión que determina el cierre de las vías respiratorias de pequeño calibre
(presión de cierre), pero no debe superar el nivel de PEEP intrínseca (de modo
que así no altera el flujo espiratorio) (28). Para conseguirlo, el nivel de PEEP
aplicada debe corresponderse con el nivel de PEEP intrínseca. Como será
difícil cuantificar la PEEP intrínseca en los pacientes que están respirando
espontáneamente, un método alternativo consiste en monitorizar la respuesta
del flujo aéreo teleespiratorio para la PEEP aplicada; es decir, si la PEEP apli-
cada disminuye o elimina el flujo teleespiratorio, entonces está reduciendo el
valor de PEEP intrínseca. Aunque el resultado final sigue siendo PEEP (PEEP
aplicada en lugar de PEEP intrínseca), la PEEP aplicada ayudará a disminuir
el riesgo de aparición de atelectraumatismo por la apertura y el cierre repeti-
tivos de las pequeñas vías respiratorias al final de la espiración.
COMENTARIO FINAL
La evolución clínica del paciente en los primeros días de ventilación mecánica
proporcionará una indicación bastante exacta de lo que está sucediendo. Si
el paciente no mejora, habrá que proceder a practicar una traqueostomía en
cuanto pueda realizarse con garantías. La mayor parte de los cuidados diarios
del paciente conectado a un respirador consisten en la vigilancia de aparición
de efectos adversos (p. ej., neumotórax). Se aprenderá que, en muchos casos,
uno no es el único que controla la evolución de la enfemedad del paciente.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Tubos endotraqueales
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Traqueostomía
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Rotura alveolar
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161.
NEUMONÍA
ASOCIADA
AL RESPIRADOR
Todo gira alrededor de la evidencia.
Carl Sagan
INFORMACIÓN GENERAL
Las afirmaciones siguientes incluyen parte de la información básica sobre la
neumonía asociada al respirado (NAR).
1. Las infecciones que afectan a los pulmones son las infecciones nosocomia-
les (intrahospitalarias) más frecuentes en los pacientes de la UCI, y suponen
el 65 % del total de infecciones nosocomiales en este grupo de enfermos
(5). Sin embargo, esta prevalencia está exagerada, ya que muchos casos de
presuntas neumonías adquiridas en la UCI no se confirman en las autopsias
(v. más adelante).
2. Más del 90 % de las neumonías adquiridas en la UCI se producen durante
la ventilación mecánica y el 50 % de estas neumonías asociadas a un respi-
rador (NAR) aparece en los 4 primeros días tras la intubación (2).
553
MEDIDAS PREVENTIVAS
Se cree que la aspiración de microorganismos patógenos desde la orofaringe
constituye el factor desencadenante en la mayoría de casos de NAR (10). Los
patógenos que con mayor frecuencia colonizan la orofaringe en los pacientes
de la UCI son bacilos aerobios gramnegativos (v. fig. 5-5 en la p. 89), lo que
explica la predominancia de estos microorganismos en estas neumonías. Los
casos de NAR que aparecen en los 4 primeros días tras la intubación se deben
con más probabilidad a patógenos que han sido arrastrados hacia las vías
respiratorias durante el procedimiento de la intubación.
Descontaminación bucal
El hecho de que la NAR comience con la colonización patógena de la orofarin-
ge promovió la introducción de medidas para descontaminar esta zona como
medida preventiva frente a estas neumonías. En el capítulo 5 (v. p. 88-90) se
describen los métodos de descontaminación bucal (con antisépticos y antibió-
ticos no absorbibles), y en la figura 5-6 (p. 91) se muestran los beneficios de la
descontaminación bucal en la reducción de la colonización traqueal y la NAR.
La descontaminación bucal (en general con el antiséptico clorhexidina) es actual-
mente una medida habitual en todos los pacientes conectados a un respirador.
CARACTERÍSTICAS CLÍNICAS
Precisión diagnóstica
Los critertios clínicos tradicionales para el diagnóstico de la NAR son: (a) fie-
bre o hipotermia, (b) leucocitosis o leucocitopenia, (c) aumento del volumen
de las secreciones respiratorias o un cambio de sus características, y (d) un
Manguito de
insuflación
Aspiración
continua
Portal subglótico
Secreciones acumuladas
FIGURA 29-1. Tubo endotraqueal con portal de succión colocado inmediatamente por
encima del manguito para eliminar las secreciones que se acumulan en la región subglótica.
*Documentado en la referencia 14. El cociente de probabilidad es la probabilidad de que los pacientes con
neumonía tendrán los signos clínicos, comparado con la probabilidad de que los pacientes sin neumonía
tengan los mismos datos clínicos. Un cociente de probabildad de 1 indica que una neumonía tiene las
mismas probabilidades de estar presente o ausente, basándose en los datos clínicos.
Apiñamiento
de marcas
EVALUACIÓN MICROBIOLÓGICA
El diagnóstico de NAR se basa sobre todo en la identificación del patógeno
responsable, si bien no existe acuerdo sobre el método óptimo para obtener o
cultivar las secreciones respiratorias. Los hemocultivos tienen un valor limita-
do en el diagnóstico, ya que los microorganismos aislados a partir de la sangre
en casos de presunta NAR suelen proceder de lugares extrapulmonares (14).
El diagnóstico de NAR en el algoritmo del NHSN de la figura 29-4 se basa en
cultivos cuantitativos de secreciones respiratorias o de biopsias pulmonares,
pero los cultivos cuantitativos no son una práctica habitual en la evaluación
diagnóstica de una presunta NAR. A continuación, se revisan brevemente los
métodos empleados para obtener y cultivar las secreciones respiratorias en el
estudio diagnóstico de la NAR.
Aspirado traqueal
El enfoque tradicional de una presunta NAR consiste en la aspiración de se-
creciones respiratorias a través de un tubo endotraqueal o de traqueostomía,
pero estas muestras pueden estar contaminadas con secreciones bucales que
se han aspirado al interior de las vías respiratorias superiores. A continuación
se describe un método de cribado para identificar muestras contaminadas y
no contaminadas. (Este método debe realizarse de forma sistemática en el
laboratorio de microbiología.)
Análisis microscópico
Las células identificadas en la figura 29-5 pueden ayudar a determinar si las
secreciones aspiradas a través de tubos endotraqueales están contaminadas
FIGURA 29-4. Algoritmo del National Health Safety Network para el diagnóstico de la
neumonía asociada al ventilador. De la referencia 1.
(escasa resolución) (× 100) indica que la muestra está contaminada con secreciones
bucales, y no es una muestra adecuada para cultivo (1).
2. Los macrófagos pulmonares son células grandes, de forma ovalada, con
un citoplasma granular y un núcleo excéntrico y pequeño. El núcleo de
un macrófago es aproximadamente del mismo tamaño que un neutrófilo.
Aunque los macrófagos pueden residir en las vías respiratorias (20), su
hábitat predominante son los espacios aéreos distales. Por lo tanto, la pre-
sencia de macrófagos, independientemente de su número, es una prueba de que la
muestra procede de las vías respiratorias inferiores.
3. La presencia de neutrófilos en las secreciones respiratorias no es una prue-
ba de infección, ya que los neutrófilos pueden suponer hasta el 20 % de las
células recuperadas en un enjuague bucal habitual (20). Para indicar infec-
ción, los neutrófilos deben estar en cantidades abundantes. La presencia de
más de 25 neutrófilos por campo de escasa resolución (× 100) puede usarse como
prueba de infección.
Célula epitelial
escamosa
Neutrófilo
Macrófagos
alveolares
Cultivos cualitativos
La práctica habitual consiste en realizar cultivos cualitativos de los aspirados
endotraqueales (donde se ha documentado el crecimiento de microorganis-
mos, pero sin haber valorado la densidad de crecimiento). Estos cultivos tie-
nen una gran sensibilidad (habitualmente > 90 %), pero una especificidad muy
baja (15-40 %) para el diagnóstico de NAR (22). Esto significa que, en el caso de
los cultivos cualitativos de los aspirados traqueales, puede usarse un cultivo negativo
para descartar el diagnóstico de NAR, pero un cultivo positivo no puede usarse para
confirmar la presencia de NAR. El escaso valor predictivo de los cultivos posi-
tivos se debe a la contaminación de los aspirados traqueales con secreciones
procedentes de la boca y de las vías respiratorias superiores.
Cultivos cuantitativos
En los cultivos cuantitativos de los aspirados traqueales (en los que se docu-
menta la densidad de crecimiento en la placa de cultivo), el umbral de creci-
miento para el diagnóstico de NAR es de 105 unidades formadoras de colonias
por ml (UFC/ml). Este umbral tiene una sensibilidad y una especificidad del
76 % y del 75 %, respectivamente, para el diagnóstico de NAV (v. tabla 29-3)
(2,22). La comparación de estos resultados con la sensibilidad y la especificidad
de los cultivos cualitativos (sensibilidad > 90 % y especificidad ≤ 40%), demues-
tra que, en los cultivos de los aspirados traqueales, los cultivos cuantitativos son menos
sensibles, pero más específicos, que los cultivos cualitativos para el diagnóstico de NAR.
Abreviaturas: AT, aspirado traqueal; CMP, cepillo de muestreo protegido; BAL, lavado broncoalveolar.
De las referencias 2, 22, 24.
Lavado broncoalveolar
El lavado broncoalveolar (BAL, bronchoalveolar lavage) se realiza encajando
el broncoscopio en una vía respiratoria distal y lavando con solución salina
isotónica. Para obtener muestras adecuadas del segmento pulmonar lavado
(23) se recomienda usar un volumen de lavado mínimo de 120 ml, y esto se
consigue realizando una serie de 6 lavados usando 20 ml para cada uno. Para
introducir el líquido y aspirar la muestra del lavado se usa la misma jeringa
(sólo un 25 % o menos del volumen instilado regresará por aspiración). El
primer lavado suele desecharse, y el resto del líquido de lavado se guarda y
se envía al laboratorio de microbiología para el análisis microscópico y para
realizar cultivos cuantitativos.
Cultivos cuantitativos
El umbral para un cultivo positivo de BAL es de 104 UFC/ml (1). En la tabla
29-3 se muestran la sensibilidad y especificidad documentadas para los culti-
vos del BAL (2,24). El BAL no supera en cuanto a sensibilidad y especificidad
a los demás métodos diagnósticos de la tabla 29.3, pero cuando se consideran
juntos ambos parámetros, los cultivos del lavado broncoalveolar son los que tienen
la mayor exactitud global para el diagnóstico de neumonía.
Microorganismos intracelulares
La inspección de las muestras del lavado broncoalveolar para detectar mi-
croorganismos intracelulares puede contribuir a decidir el tratamiento anti-
biótico inicial hasta que se disponga de los resultados de los cultivos. Cuando
la presencia de microorganismos intracelulares es mayor que el 3 % de las células del
líquido de lavado, la probabilidad de neumonía supera el 90 % (25). Esto no se realiza
de forma sistemática en una tinción de Gram habitual, ya que requiere un pro-
cesamiento y una tinción especiales, que habrá que solicitar específicamente al
laboratorio de microbiología.
Vaina externa
Vaina interna
FIGURA 29-6. Catéter protegido para realizar el lavado broncoalveolar sin la ayuda de
broncoscopia. La explicación se presenta en el texto.
DERRAMES PARANEUMÓNICOS
Hasta un 50 % de las neumonías bacterianas se acompaña de derrames pleu-
rales (29), y estos derrames paraneumónicos no suelen requerir intervención al-
guna, salvo que se identifiquen las afecciones que se describen a continuación.
TRATAMIENTO ANTIMICROBIANO
El tratamiento antimicrobiano para la neumonía supone la mitad de la anti-
bioticoterapia que se utiliza en la UCI, y el 60 % de esta antibioticoterapia es
para presuntas neumonías que no están confirmadas por estudios bacterioló-
gicos (30). La enérgica utilización de antibióticos en casos de presuntas NAR
está inducida por estudios que confirman que la tasa de mortalidad de la esta
neumonía aumenta si se retrasa la instauración de una antibioticoterapia ade-
cuada (31). Sin embargo, son pocas las pruebas que relacionan directamente
la NAR con la mortalidad (4,6) y en varios estudios no se observa que exista
una relación directa entre la NAR y la tasa de mortalidad (7-9). (En el último
apartado de este capítulo se comenta esta situación.)
Duración de la antibioticoterapia
La duración tradicional del tratamiento antibiótico para la NAR ha sido de
unos 14-21 días (2). No obstante, hay pruebas de que un ciclo de 8 días de
tratamiento antibiótico es tan eficaz como el de 15 días (33), y la opinión más
habitual hoy en día es que un ciclo de tratamiento antibiótico de una semana es
adecuado para la mayoría de los pacientes con NAR.
COMENTARIO FINAL
La escasez de pruebas que relacionen directamente las neumonías asociadas
al respirador con la tasa de mortalidad (4,6-9) sugiere uno o más de los esce-
nearios siguientes:
1. Somos realmente buenos tratando las neumonías asociadas al respirador.
2. Las neumonías asociadas al respirador no son infecciones potencialmente
mortales.
3. Las neumonías asociadas al respirador se diagnostican en exceso, y muchos
casos representan colonización o traqueobronquitis.
El primer escenario parece improbable, y el segundo es la elección aceptada,
pero es bastante posible que el tercer escenario sea la mejor respuesta, basán-
dose en los resultados de los estudios de autopsia de la tabla 29-2.
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RETIRADA DE
LA VENTILACIÓN
MECÁNICA
Observar, y después razonar y comparar con el control.
Pero en primer lugar, observar.
Sir William Osler
CONSIDERACIONES PRELIMINARES
100
* (p <0,02)
80
Potencia máxima (Watios/kg)
60
*
40
20
0
Control
Control VMA
AMV VMC
CMV
Rehabilitación física
El reposo en cama y la inactividad física prolongados durante la ventilación
mecánica suelen producir una disminución de la forma física y debilidad
muscular generalizada, lo que se considera un factor contribuyente en los pa-
cientes conectados a un respirador que presentan dificultades en la transición
Prácticas de sedación
En varios estudios se ha demostrado que tanto la sedación profunda (durante
la cual no puede despertarse al paciente) como la administración mantenida
de benzodiazepinas (midazolam o lorazepam) como sedación se asocian a re-
trasos en la retirada de la ventilación mecánica (8). Como resultado de dichos
estudios, las normas más recientes sobre sedación en pacientes conectados a
un respirador (8) incluyen las recomendaciones siguientes:
1. Mantener un plano de sedación superficial en el que los pacientes puedan
despertarse con facilidad.
2. Evitar o reducir al mínimo el uso de benzodiazepinas para sedación. Entre
los sedantes no benzodiazepínicos se encuentran el propofol y la dexmeto-
midina, que se describen en el capítulo 51.
Criterios respiratorios:
PaO2/FIO2 > 150-200 mm Hg con FIO2 ≤ 50 % y PEEP ≤ 8 cm H2O
PaCO2 normal o con valores basales
El paciente es capaz de iniciar un esfuerzo espiratorio
Criterios cardiovasculares:
Sin signos de isquemia miocárdica
Frecuencia cardíaca ≤ 140 latidos/minuto
Presión arterial adecuada, con dosis bajas o nulas de vasopresores
Estado mental adecuado:
El paciente puede despertarse, o puntuación de la Escala de Coma
de Glasgow ≥ 13
Ausencia de cuadros mórbidos asociados corregibles:
Ausencia de fiebre
Ausencia de alteraciones electrolíticas importantes
De las referencias 1 y 2.
Criterios de predisposición
El tratamiento de los pacientes conectados a un respirador exige una vigilan-
cia constante de la aparición de signos que indiquen que ya no se necesita
más el apoyo ventilatorio. Estos signos se enumeran en la tabla 30-1. Los
*Todas las determinaciones deben obtenerse en los 1-2 primeros minutos de respiración espontánea.
**El cociente de probabilidades es la probabilidad de que el parámetro prediga éxito, dividido por la
probabilidad de que el parámetro indique fracaso. De la referencia 2.
Apoyo de presión
Para contrarrestar la resistencia a la respiración a través del circuito del ven-
tilador, se emplean de forma sistemática valores de apoyo de presión bajos
(5 cm H2O) cuando los IRE se realizan a través del circuito del ventilador. (En
las p. 511-512 se presenta una descripción de la presión de apoyo.) Sin embar-
go, como se demuestra en la figura 30-2, la utilización de apoyo de presión sólo
produce un descenso pequeño e insignificante en el trabajo respiratorio (10). Estos
resultados sugieren que el beneficio de un nival bajo de apoyo de presión es
mínimo, y clínicamente irrelevante.
100
* (p <0,05) *
80
Respiración espontánea
Trabajo respiratorio (J/l)
40
20
0
Sin VAP VAP 1 h después de
la extubación
FIGURA 30-2. Trabajo respiratorio (en julios por litro) durante los intentos de
respiración espontánea con o sin la ayuda de ventilación con apoyo de presión (VAP)
de 5 cm H2O y una hora después de la extubación. El asterisco indica una diferencia
significativa en el valor de p = 0,05. Datos de la referencia 10.
Flujo alto
O2
CO2 O2
Paciente
Éxito y fracaso
El éxito o el fracaso de un intento de respiración espontána se juzga por uno
o más de los parámetros siguientes:
1. Signos de dificultad respiratoria, p. ej., agitación, diaforesis, respiración
rápida y utilización de musculatura accesoria de la respiración.
2. Signos de debilidad muscular, p. ej., movimiento paradójico hacia dentro
de la pared abdominal durante la inspiración.
3. Idoneidad del intercambio gaseoso en los pulmones, p. ej., saturación
arterial de O2, cociente PaO2/FIO2, PCO2 arterial y gradiente entre la PCO2
teleespiratoria y la arterial.
4. Idoneidad de la oxigenación sistémica; p. ej., saturación venosa central de O2.
Respiración rápida
La respiración rápida durante los IRE puede deberse a la disnea provocada
por la ansiedad, más que a un fracaso ventilatorio (12). La monitorización
del volumen corriente puede ser útil para distinguir la ansiedad del fracaso
ventilatorio; es decir, la ansiedad genera hiperventilación, con aumento tanto
de la frecuencia respiratoria como del volumen corriente, mientras que en el
fracaso ventilatorio suele observarse respiración rápida y superficial, con una
frecuencia respiratoria elevada y un volumen corriente disminuido. Por lo
tanto, en el paciente que presenta respiraciones rápidas durante un intento de respira-
ción espontánea, un aumento en el volumen corriente sugiere ansiedad como problema
subyacente, mientras que una disminución del volumen corriente sugiere fracaso
ventilatorio. Puede que el epeoramiento del intercambio de gases no distinga
entre la ansiedad y el fracaso ventilatorio por las razones que se mencionan a
continuación.
Efectos adversos
Independientemente de la causa, la respiración rápida durante un IRE puede
ser nociva en varios sentidos, que se resumen a continuación.
1. En los pacientes con asma y EPOC, la respiración rápida favorece la
hiperinsuflación y la PEEP intrínseca, lo cual: (a) puede disminuir el gasto
cardíaco, (b) aumentar la ventilación de espacio muerto, (c) disminuir la
distensibilidad pulmonar y (d) producir disfunción diafragmática por apla-
namiento del diafragma.
2. En los pacientes con neumopatía infiltrativa (p. ej., SDRA), la respiración
rápida reduce la ventilación en las regiones pulmonares afectadas (donde
están prolongadas las constantes de tiempo para la ventilación alveolar), lo
que favorece la aparición de colapso alveolar e hipoxemia.
3. En todos los pacientes con insuficiencia respiratoria aguda, la respiración
rápida puede incrementar el consumo de oxígeno en todo el organismo, lo
que supone una carga añadida al transporte de oxígeno sistémico.
Tratamiento
Ante un presunto fracaso ventilatorio como causa de la respiración rápida,
hay que conectar de nuevo el paciente al respirador. Si se sospecha que la
causa del cuadro es la ansiedad, deberá considerarse la administración de un
sedante. En este caso, puede que sea preferible administrar opiáceos, ya que
son particularmente eficaces para disminuir la sensación de disnea (13). A pe-
sar del temor al uso de opiáceos en los pacientes con EPOC, estos fármacos se
han usado con seguridad para aliviar la disnea en pacientes con EPOC grave
o terminal (13).
Disfunción cardíaca
Durante un intento de respiración espontánea puede aparecer disfunción
cardíaca, afección que se ha identificado en el 40 % de los fracasos de destete
(14). Las posibles causas de disfunción cardíaca en esta situación son: (a)
presiones intratorácicas negativas, que aumentan la poscarga del ventrículo
izquierdo (v. p. 159-161), (b) hiperinsuflación y PEEP intrínseca, que alteran el
retorno venoso y limitan la distensibilidad ventricular, y (c) isquemia miocár-
dica silente (15). Los efectos adversos de la disfunción cardíaca consisten en
congestión pulmonar y un descenso de la fuerza contráctil del diafragma (16).
Este último efecto se explica por el hecho de que el diafragma (al igual que
el corazón) extrae el máximo de oxígeno en condiciones normales, por lo que
depende mucho del gasto cardíaco para lograr su aporte de oxígeno.
Monitorización
Pueden usarse los métodos siguientes para detectar la presencia de disfunción
cardíaca en los pacientes en los que fracasan los intentos repetidos de retirada
de la ventilación mecánica.
70
Intento con éxito (66)
SvO2 (%) (65)
60 (61)
Intento
fallido
50 (51)
0 50 100
Duración de la respiración espontánea
espontánea. (En las p. 242-243 se ofrece más información sobre el uso de los
péptidos natriuréticos de tipo B como biomarcadores de insuficiencia cardíaca.)
Tratamiento
Sorprendentemente, existe muy poca información sobre los métodos para co-
rregir la disfunción cardíaca que aparece durante los intentos de respiración
espontánea. Los pacientes que presentan disfunción sistólica deben beneficiar-
se de la aplicación de presión positiva continua en las vías respiratorias (CPAP),
que favorece el gasto cardíaco al cancelar el efecto de aumento de la poscarga
de la presión intratorácica negativa (20,21). Como la CPAP se proporciona de
forma incruenta, no impedirá la retirada de la ventilación mecánica, e incluso
de la extubación.
Posibles causas
diafragmática asociada al respirador puede ser una de las causas de los IRE
fallidos no está respaldada por un estudio clínico en el que se confirme que
la fuerza del diafragma puede aumentar realmente durante los intentos fa-
llidos de respiración espontánea (22). Asimismo, la idea de que la debilidad
diafragmática puede ser una fuente de ventilación inadecuada no está apo-
yada por observaciones en pacientes que carecen de diafragmas funcionantes
(por parálisis o lesión), que no muestran signos de ventilación inadecuada, y que
presentan cifras de O2 y de CO2 en sangre normales (23). Estos hallazgos
indican que la debilidad del diafragma no merece la reputación que se le
ha asignado como un factor importante para prolongar la dependencia del
respirador.
Monitorización
La duda sobre el papel de la debilidad muscular respiratoria en el fracaso de
la retirada del soporte ventilatorio es en parte un reflejo de la falta de medidas
fiables y fáciles de obtener de la fuerza muscular respiratoria.
Tratamiento
Ante la firme sospecha de debilidad de la musculatura respiratoria deben con-
tinuar los intentos de respiración espontánea, pero finalizándolos antes de que
los pacientes muestren signos de dificultad respiratoria (para no agravar la
debilidad). Las estrategias diseñadas para promover la fuerza muscular, como
la ventilación activada por el paciente y la rehabilitación física (ya comentada
anteriorment), se consideran particularmente importantes en los pacientes con
debilidad muscular documentada.
EXTUBACIÓN
Una vez que hay pruebas de que ya no es necesario seguir con la ventilación
mecánica, el paso siguiente consiste en retirar la vía respiratoria artificial.
Este apartado se centra en la retirada de los tubos endotraqueales, aunque
algunos de estos principios también se aplican a los tubos de traqueostomía.
(La retirada de los tubos de traqueostomía es un proceso más gradual y suele
producirse una vez que los pacientes abandonan la UCI.)
La extubación nunca debe realizarse para disminuir el trabajo respiratorio,
ya que en realidad, el trabajo respiratorio puede aumentar tras la extubación,
como se demuestra en la figura 30-2. (El incremento en el trabajo respiratorio
puede deberse a un aumento de la frecuencia respiratoria o a la respiración a
través de una glotis estrechada, pero se produce en los pacientes que toleran la
extubación, por lo que no siempre es una causa de preocupación.) Los aspec-
tos que deben valorarse antes de la extubación son: la capacidad del paciente
para eliminar secreciones desde las vías respiratorias y el riesgo de edema
laríngeo sintomático tras la extubación.
Edema laríngeo
Las obstrucción de las vías respiratorias superiores por edema laríngeo es la
principal causa de extubaciones fallidas, y se ha documentado en el 5-22 % de
los pacientes que han permanecido intubados más de 36 h (3,31,32). Los facto-
res que contribuyen a su aparición son una intubación difícil y prolongada, el
diámetro del tubo endotraqueal y la autoextubación.
100 12
Edema laríngeo Tasa de
N = 343
reintubación
22 %
N = 355 8%
60 8
% %
4%
40 4
3%
p < 0,001 p =0,02
0 0
Placebo Corticoesteroide Placebo Corticoesteroide
FIGURA 30-5. Resultados de un estudio multicéntrico a gran escala que muestra los
efectos del tratamiento previo con corticoesteroides (metilprednisolona, 20 mg i.v.cada
4 h durante las 12 h previas a la extubación) sobre la incidencia de edema laríngeo tras la
extubación y sobre la tasa de reintubación. Datos de la referencia 30.
Epinefrina en aerosol
La inhalación de epinefrina en aerosol (2,5 m de epinefrina al 1 %) es una prác-
tica habitual para el estridor tras la extubación. Sin embargo, aunque es eficaz
en los niños (36), su práctica no está comprobada en los adultos. El tratamien-
to en aerosol con una mezcla racémica de epinefrina (que tiene cantidades
equivalentes de isómeros levo y dextro), también es habitual, pero los estudios
clínicos en niños no han demostrado ventaja alguna con la epinefrina racémica
sobre la epinefrina convencional (isómero l) (37).
COMENTARIO FINAL
Permanecer vigilantes
El objetivo final de la ventilación mecánica es dejar de necesitarla, y la inten-
ción de la cita introductora de Sir William Osler es hacer hincapié en la nece-
sidad de estar vigilantes para identificar cuándo se alcanza este objetivo en el
momento oportuno. La vigilancia consiste en detectar precozmente a los candi-
datos para los intentos de respiración sin asistencia (con valoraciones diarias
aplicando los criterios de predisposición de la tabla 30-1), y la detección pre-
coz de los candidatos que pueden mantener una ventilación espontánea (con
intentos de respiración espontánea). Este enfoque liberará a los pacientes de
la ventilación mecánica sin retrasos y dará por finalizada la desdicha de estar
atados a una máquina.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Revisiones
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TRASTORNOS
ACIDOBÁSICOS
H.L. Mencken
ANÁLISIS
ACIDOBÁSICO
Busque la sencillez y desconfíe de ella.
Alfred North Whitehead
CONCEPTOS BÁSICOS
Concentración de hidrogeniones y pH
La concentración de hidrogeniones [H+] en soluciones acuosas se expresa tra-
dicionalmente por el pH, que significa aparentemente la potencia del hidrógeno,
y es una función logarítmica de la [H+], es decir,
pH = log (1/[H+]) = – log [H+] (31.1)
En la tabla 31-1 se muestra el intervalo fisiológico del pH y la [H+] correspon-
diente. El pH normal del plasma se sitúa en 7,40, que corresponde a una [H+]
de 40 nEq/l.
Características del pH
Las relaciones de la tabla 31-1 ilustran tres características desafortunadas del
pH: (a) su valor es adimensional, lo que carece de relevancia en los acon-
587
*Las respuestas secundarias van siempre en la misma dirección que el cambio primario.
Respuestas secundarias
Las respuestas secundarias están diseñadas para limitar el cambio en la [H+]
producido por el trastorno acidobásico primario, lo que se consigue variando
el otro componente del cociente PCO2/HCO3 en la misma dirección. Por ejem-
plo, si el problema primario es un aumento de la PCO2 (acidosis respiratoria),
la respuesta secundaria supondrá un aumento del HCO3, y esto limitará el
cambio en la [H+] producido por el aumento de la PaCO2. Las respuestas secun-
darias no deberían llamarse «respuestas compensadoras», ya que no corrigen
por completo el cambio en la [H+] producido por el trastorno acidobásico primario (2).
A continuación, se describen las características específicas de las respuestas
secundarias. Las ecuaciones que se describen en el apartado siguiente están
incluidas en la figura 31-1.
Acidosis metabólica
La respuesta secundaria a la acidosis metabólica consiste en un aumento de
la ventilación por minuto (volumen corriente y frecuencia respiratoria) y un
descenso posterior en la PaCO2. Esta respuesta aparece en 30-120 min, y puede
tardar 12 h a 24 h en completarse (2). La magnitud de la respuesta viene defi-
nida por la ecuación siguiente (2).
ΔPaCO2 = 1,2 × ΔHCO3 (31.3)
Usando una PaCO2 normal de 40 mm Hg y un valor de HCO3 normal de
24 mEq/l, puede reescribirse la ecuación anterior como:
Alcalosis metabólica
La respuesta secundaria a la alcalosis metabólica es un descenso en la venti-
lación por minuto y un aumento posterior en la PaCO2. Esta respuesta no es
tan enérgica como la respuesta a la acidosis metabólica, ya que los quimiorre-
ceptores periféricos no son muy activos en condiciones normales, por lo que
son más fáciles de estimular que de inhibir. La magnitud de la respuesta a la
alcalosis metabólica se define por la ecuación siguiente (2):
ΔPaCO2 = 0,7 × ΔHCO3 (31.5)
Usando una PaCO2 normal de 40 mm Hg y un HCO3 normal de 24 mEq/l, la
ecuación anterior puede reescribirse así:
PaCO2 esperada = 40 + [0,7 × (HCO3 actual – 24)] (31.6)
FIGURA 31-1. Ecuaciones predictivas para evaluar las respuestas secundarias a los
trastornos acidobásicos primarios. Todas las ecuaciones proceden de la referencia 2.
Tercera etapa: utilizar los «hiatos» para evaluar una acidosis metabólica
La etapa final de este método es para los pacientes con acidosis metabólica,
donde la utilización de parámetros denominados hiatos puede ayudar a descu-
brir la causa subyacente de la acidosis. Se comentan en el apartado siguiente.
INTERVALOS O HIATOS
En los pacientes graves son numerosas las posibles causas de acidosis metabó-
lica, y los parámetros que se describen en este apartado están diseñados para
facilitar la búsqueda del culpable.
Hiato aniónico
El intervalo o hiato aniónico es una estimación global de la abundancia relati-
va de aniones no medidos, y se usa para determinar si una acidosis metabólica
se debe a una acumulación de ácidos no volátiles (p. ej., ácido láctico) o a una
pérdida primaria de bicarbonato (p. ej., diarrea) (6,7).
Factores determinantes
Para conseguir un equilibrio electroquímico, la concentración de aniones car-
gados negativamente debe ser igual a la concentración de cationes cargados
positivamente. Este equilibrio electroquímico se expresa en la ecuación que se
muestra a continuación, utilizando los electrólitos que se miden de forma sis-
temática, como el sodio (Na), el cloruro (Cl) y el bicarbonato (HCO3), así como
los cationes no medidos (CNM) y los aniones no medidos (ANM).
Na + CNM = (Cl + HCO3) + ANN (31.12)
Reordenando los términos de esta ecuación se obtienen las relaciones siguientes:
Na – (Cl + HCO3) = ANM – CNM (31.13)
La diferencia (ANM – CNM) es una medida de la abundancia relativa de anio-
nes no medidos, y se denomina hiato aniónico (AG, anion gap).
AG = Na – (Cl + HCO3) (31.14)
Influencia de la albúmina
En la tabla 31-3 se muestran los aniones y los cationes no medidos que con-
tribuyen normalmente al hiato aniónico (AG). Obsérvese que la albúmina es
el principal anión no medido, y el factor determinante más importante del
desequilibrio aniónico. La albúmina es un ácido débil (poco disociado) que
contribuye con aproximadamente 3 mEq/l al AG por cada 1 g/dl de albúmina
en plasma (a un pH normal) (3). Una albúmina baja en el plasma disminuirá
el AG, lo que podría enmascarar la presencia de un anión no medido (p. ej.,
lactato) que esté contribuyendo a la acidosis metabólica. Ya que cerca del 90 %
de los pacientes de la UCI tiene hipoalbuminemia (9), se ha propuesto la fór-
mula siguiente para el hiato aniónico corregido («AG corregido») para incluir
la contribución de la albúmina:
AGc = AG + 2,5 × (4,5 – [albúmina en g/dl]) (31.15)
(4,5 representa la concentración normal de albúmina en plasma). Para un pa-
ciente con un AG de 10 mEq/l y una albúmina en plasma de 2 g/dl, el AGc es
de 10 + (2,5 × 2,5) = 16 mEq/l, lo que representa un incremento del 60 % en el AG.
Cociente «hiato-hiato»
Si existe una acidosis metabólica con AG elevado, es posible detectar otro
trastorno acidobásico metabólico (una acidosis metabólica o una alcalosis me-
tabólica con AG normal) comparando el exceso de AG (diferencia entre el AG
medido y el normal) con el déficit de HCO3 (diferencia entre el HCO3 medido
y el normal en plasma). Esto se consigue con la ecuación que se muestra a
continuación, en la que se incluyen 12mEq/l para el AG normal y 24 mEq/l
para el HCO3 normal en el plasma.
Exceso de AG /déficit de HCO3 = (AG – 12)/24 – HCO3) (31.16)
Este cociente se denomina en ocasiones cociente hiato-hiato, ya que expresa dos
hiatos (el exceso de AG y el déficit de HCO3). A continuación, se describen
algunas aplicaciones del cociente hiato-hiato.
dad o 1. Sin embargo, si existe una segunda acidosis que tiene un AG normal,
la disminución de la concentración de HCO3 es mayor que el aumento del
AG, y el cociente hiato-hiato desciende por debajo de la unidad (< 1). Por lo
tanto, si existe acidosis metabólica con AG elevado, un cociente hiato-hiato < 1 indica
la coexistencia de una acidosis metabólica con AG normal (hiperclorémica).
COMENTARIO FINAL
Durante más de 100 años, el estudio del equilibrio acidobásico se ha basado
en una secuencia de reacción simple (que se muestra a continuación) y en un
único determinante del pH plasmático (el cociente PCO2/HCO3).
CO2 + H2O ↔ H2CO3 ↔ H+ + HCO3
Esta estrategia es atractiva por su simplicidad, pero como aconseja Whitehead
en su cita introductora, la simplicidad de este planteamiento también es un
motivo para «la desconfianza». A continuación, se muestra una serie de moti-
vos para desconfiar de la visión tradicional del equilibrio acidobásico:
1. El uso de la relación entre PCO2-HCO3 para identificar los trastornos acido-
básicos tiene dos fallos:
a. Tanto la PCO2 como la concentración de HCO3 son variables dependien-
tes, de forma que es imposible detectar cuadros acidobásicos que operen
independientemente de estas variables.
b. Como el CO2 del plasma está fundamentalmente en forma de HCO3, es
difícil establecer una identidad independiente para el HCO3.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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ACIDOSIS
ORGÁNICAS
Me temo que es innato en los médicos, por encima del resto de hombres,
confundir la posterioridad con la consecuencia.
Samuel Johnson
ACIDOSIS LÁCTICA
Glucosa
Inflamación
Epinefrina
Alcalosis } NADH NAD
(Gluconeogénesis)
Oxidación Oxidación
Lactato y acidosis
El producto final de la glucólisis es el ácido láctico, que actúa como un ácido
fuerte (pierde sus hidrogeniones) en el intervalo de pH fisiológico, y existe
en forma de ión lactato cargado negativamente (1). La molécula de lactato libe-
rada por las células es el ión lactato, no ácido láctico. Por lo tanto, ¿cómo produce
la hiperlactatemia una acidosis? Esta pregunta no puede contestarse por el
concepto tradicional de Brønsted-Lowry del equilibrio acidobásico (un ácido
que dona hidrogeniones), sino aplicando el concepto de Peter Stewart de la
diferencia de iones fuertes y su papel en el equilibiro acidobásico (13-15).
Por lo tanto, para resumir las ecuaciones 32.2 a 32.4, un aumento de la con-
centración plasmática de lactato disminuirá la DIF, y esto disminuirá el pH
plasmático. La DIF del plasma suele ser de unos 40 mEq/l (14).
Causas de hiperlactatemia
Síndromes de shock clínico
Las fuentes más importantes, y más temidas, de hiperlactatemia son los sín-
dromes de shock clínico, es decir, shock hipovolémico, cardiogénico y séptico.
Aunque los mecanismos de la hiperlactatemia pueden ser distintos, la cifra de
lactato en plasma, como ya se ha mencionado, tiene valor pronóstico en estos
síndromes.
Déficit de tiamina
Las manifestaciones del déficit de tiamina son: insuficiencia cardíaca de gasto
elevado (beriberi húmedo), encefalopatía de Wernicke, neuropatía periférica
(beriberi seco) y acidosis láctica. La acidosis láctica puede ser grave (17), y
se debe a un déficit de pirofosfato de tiamina, que actúa como cofactor para
la piruvato deshidrogenasa (v. fig. 32-1). El déficit de tiamina puede ser más
frecuente de lo sospechado en los pacientes graves, y debe tenerse en cuenta
en todos los casos de acidosis láctica inexplicada. (En el capítulo 47 se presenta
una descripción más detallada del déficit de tiamina.)
Fármacos
Numerosos fármacos pueden producir hiperlactatemia, entre ellos la met-
formina, los antirretrovirales, le epinefrina, el nitroprusiato y el linezolid.
La mayoría de los casos (salvo por epinefrina) se deben a una alteración del
metabolismo oxidativo, y pueden ser mortales si no se detectan. La hiperlac-
tatemia producida por la epinefrina se debe a un incremento en la producción
de piruvato, y no se asocia a alteración del metabolismo oxidativo.
Alcalosis láctica
Una alcalosis grave (respiratoria o metabólica) puede elevar las concen-
traciones sanguíneas de lactato por el aumento de la actividad de enzimas
dependientes del pH en la vía glucolítica (26). Cuando la función hepática es
normal, el hígado elimina el lactato extra generado durante la alcalosis, y la
acidosis láctica sólo se manifiesta cuando el pH sanguíneo es igual o mayor de
7,6. Sin embargo, en los pacientes con alteración de la función hepática, puede
observarse hiperlactatemia con grados de alcalemia menos intensos.
Oras causas
Otras posibles causas de hiperlactatemia en los pacientes ingresados en la UCI
son las convulsiones generalizadas (por hipermetabolismo) (27), la insuficiencia
hepática (por disminución del aclaramiento de lactato) (28), el asma aguda (por
un aumento de la producción de lactato por parte de los músculos respirato-
rios) (29) y neoplasias hematológicas (poco frecuente) (30). La hiperlactatemia
asociada a la insuficiencia hepática suele ser leve (28); la que acompaña a
las convulsiones generalizadas puede ser grave (con cifras de lactato de
15 mmol/l), pero es transitoria (27).
Consideraciones diagnósticas
La concentración normal de lactato en sangre es ≤ 2 mmol/l, pero los incre-
mentos en la concentración carecen de valor pronóstico hasta que llegan a
4 mmol/l (1), por lo que se utiliza un umbral por encima de esta última cifra
para definir una hiperlactatemia «clínicamente significativa». Las mediciones
pueden realizarse en muestras de sangre arterial o venosa. Si no se dispone de
determinaciones inmediatas, la sangre debe guardarse en hielo para retrasar
la producción de lactato por los hematíes.
El hiato aniónico (que se describe en las p. 594-596) debe estar elevado en la
acidosis láctica, pero existen numerosos artículos que documentan un hiato
aniónico normal en pacientes con acidosis láctica (31). Por esta razón, no debe
usarse el hiato aniónico como prueba de cribado para la acidosis láctica.
Acidosis D-láctica
El lactato producido por los tejidos de mamíferos es un isómeto levo (l-lacta-
to), mientras que el isómero dextro del lactato (d-lactato) lo producen ciertas
cepas de bacterias que pueden poblar el intestino (32). El d-lactato generado
por la fermentación bacteriana en el intestino puede acceder a la circulación
sistémica y producir una acidosis metabólica, que suele combinarse con una
encefalopatía metabólica (33). La mayoría de los casos de acidosis d-láctica se
han registrado tras resecciones emplias del intestino delgado o después de
una derivación yeyunoileal para obesidad mórbida (32-34).
La acidosis no es nociva
El principal temor que genera la acidosis es el riesgo de alteración de la con-
tractilidad miocárdica (36). Sin embargo, en el organismo intacto, la acidemia
suele acompañarse de un aumento del gasto cardíaco (37). Esto se explica por la
capacidad de la acidosis para estimular la liberación de catecolaminas desde
las glándulas suprarrenales y para producir vasodilatación. Por lo tanto, la
alteración de la contractilidad por la acidosis preocupa menos en el orga-
nismo intacto. Además, la acidosis puede desempeñar un papel protector
en el contexto de un shock clínico. Por ejemplo, se ha demostrado que la
acidosis extracelular protege de la muerte a las células que han agotado su
energía (38).
4
Intervalo de amortiguación eficaz
Ácido añadido (mmol/l)
3
Intervalo de
pH normal
1 pK = 6,1
Carbicarb
Carbicarb es una solución amortiguadora comercializada que consiste en una
mezcla 1:1 de bicarbonato sódico y carbonato disódico. Como se muestra en la
tabla 32-1, tiene menos bicarbonato y una PCO2 mucho menor que la solución
habitual de bicarbonato sódico al 7,5 %. Por ello, carbicarb no produce el au-
mento de la PCO2 que se observa con las infusiones de bicarbonato sódico (41).
Recomendación
El tratamiento con álcalis no desempña papel alguno en el tratamiento de la
acidosis metabólica. Sin embargo, cuando los pacientes sufren un deterioro
rápido en el contexto de una acidosis grave (pH < 7), puede intentarse una
infusión de bicarbonato como medida de último recurso, administrando la
mitad del déficit calculado de HCO3 (42).
Déficit de HCO3 (mEq) = 0,6 × peso (kg) × (15 – HCO3 medido) (32.5)
(donde 15 mEq/l es la [HCO3] en plasma deseada). Si se produce una mejoría
cardiovascular, puede continuarse con el tratamiento con bicarbonato para
mantener la HCO3 plasmática en 15 mEq/l. Si no se logra esta mejoría, o si em-
peora aun más, no estará justificado seguir administrando más bicarbonato.
CETOÁCIDOS
Cetogénesis
Cuando no hay hidratos de carbono disponibles para la producción de ener-
gía metabólica, se degradan triglicéridos en el tejido adiposo (lipólisis) para
generar ácidos grasos, que son transportados hasta el hígado y se metabolizan
para formar tres cuerpos cetónicos, es decir, acetoacetato, β-hidroxibutirato y
acetona, como se ilustra en la figura 32-3. Estas cetonas se liberan desde el hí-
gado, y órganos vitales como el corazón y el sistema nervioso central pueden
usarlas como combustibles oxidativos. El metabolismo oxidativo de las ceto-
nas proporciona 4 kcal/g, lo que supone algo más del rendimiento energético
generado por el metabolismo oxidativo de la glucosa (3,7 kcal/g).
β-Oxidación
Acetoacetato
NADH
CO2
NAD
Acetona β-hidroxibutirato
Cetoácidos en sangre
La concentración normal de cetonas en sangre es despreciable (0,1 mmol/l),
pero estos valores se multiplican por diez (hasta 1 mmol/l) después de 3 días
de ayuno. La acetona no es un cetoácido, pero es responsable del olor «afru-
tado» en el aliento de los pacientes con cetoacidosis. El acetoacetato (AcAc) y
el β-hidroxibutirato (β-OHB) son ácidos fuertes (se disocian con facilidad), y
fomentan un descenso del pH plasmático cuando sus concentraciones llegan
a 3 mmol/l (43). El equilibrio del AcAc y β-OHB en sangre está determinado
por la siguiente reacción de oxidorreducción (v. fig. 32-3):
AcAc + NADH ↔ β-OHB + NAD (32.6)
El equilibrio de esta reacción favorece la formación de β-OHB. En situaciones
en las que esté aumentada la producción de cetonas, el cociente β-OHB:AcAc
oscila desde 3:1, en la cetoacidosis diabética, hasta 8:1, en la cetoacidois alco-
hólica. En la figura 32-4 se muestra la concentración de cetoácidos en sangre
en la cetoacidosis diabética y la alcohólica. Obsérvese la preponderancia de
β-OHB en ambas afecciones. Debido a ella, la cetoacidosis se denomina con
más exactitud acidosis β-hidroxibutírica.
Reacción de nitroprusiato
La reacción de nitroprusiato es un método colorimétrico para detectar AcAc y
acetona en sangre y orina. La prueba puede realizarse con comprimidos o con
tiras reactivas. Una reacción detectable requiere una concentración mínima
de AcAc de 3 mmol/l. Como esta reacción no detecta el cetoácido predominante, el
Prueba de ß-hidroxibutirato
Existen «cetonómetros» portátiles que pueden proporcionar determinaciones
fiables de las concentraciones de β-OHB en sangre capilar de la yema de los
dedos, y puede disponerse de los resultados en unos 10 s (44). La American
Diabetes Association considera que las determinaciones de β-OHB plasmático
con estos cetonómetros es el método de elección para controlar a los pacientes
con cetoacidosis diabética (45).
CETOACIDOSIS DIABÉTICA
La cetoacidosis diabética (CAD) suele observarse en pacientes diabéticos
insulinodependientes, pero en el 27 % al 37 % de los casos no existen an-
tecedentes de diabetes mellitus (46). Los factores desencadenantes más
frecuentes son una dosificación inadecuada de insulina y la presencia de
enfermedades simultáneas (p. ej., infección). La tasa de mortalidad de la
CAD es del 1-5 % (46).
12 CAA
10 CAD
Valores en sangre (mEq/l)
8
Umbral para
la detección
6
de cetonas
4 CAD
CAA
2
0
Acetoacetato β-Hidroxibutirato
Manifestaciones clínicas
La definición de CAD propuesta por la American Diabetes Association in-
cluye una glucemia > 250 mg/dl, una [HCO3] en plasma < 18 mEq/l, un pH
plasmático ≤ 7,30, un hiato aniónico elevado, y presencia de cetonas en sangre
u orina (45). Sin embargo, hay varias excepciones:
1. En aproximadamente el 20 % de los casos, la glucemia está sólo ligeramente
elevada (< 250 mg/dl).
2. El hiato aniónico puede ser normal en la CAD (48). La excreción renal de
cetonas se acompaña de un aumento de la reabsorción de cloruro en los
túbulos renales, y la hipercloremia resultante limita el aumento del hiato
aniónico.
Otras características de interés en la CAD son:
1. La leucocitosis no es un marcador fiable de infección en la CAD porque la
cetonemia produce leucocitosis, que es proporcional a la concentración de
cetonas en plasma (45). Sin embargo, un aumento del número de neutrófi-
los inmaduros (cayados) puede ser un marcador fiable de infección en los
pacientes con CAD (49).
2. La elevación de las cifras de troponina I sin signos de un episodio coronario
agudo se ha documentado en el 27 % de los pacientes con CAD (50).
3. La deshidratación es prácticamente universal en la CAD, pero puede que
no se refleje en la concentración plasmática de sodio, ya que la hipergluce-
mia ejerce un efecto dilucional sobre el sodio plasmático; es decir, la con-
centración plasmática de sodio disminuye en 1,6-2 mEq/l por cada 100 mg/
dl de aumento de la concentración plasmática de glucosa (51,52).
Tratamiento
En la tabla 32-2 se resume el tratamiento de la CAD, y a continuación se co-
mentan algunos detalles.
Fluidoterapia intravenosa
El déficit de volumen en la CAD es, en promedio, de 50 – 100 ml/kg (4-8 l
para un adulto de 80 kg) (45). La reposición de la volemia se inicia con solu-
ción salina isotónica (0,9 %) a un ritmo de 1 litro a la hora (o 15-20 (ml/kg)/h)
(45). Una vez estabilizado el paciente (p. ej., cuando la presión arterial vuel-
ve a la normalidad), el ritmo de infusión puede reducirse hasta 250-500 ml/h
(4-14 (ml/kg)/h). Cuando la glucemia desciende hasta 250 mg/dl, se cambia
el líquido de infusión a solución glucosada al 5 % en solución salina al 0,45 %
(solución glucosalina) y se reduce el ritmo de infusión a 150-250 ml/h.
Insulina
El tratamiento insulínico se inicia con insulina regular por vía intravenosa,
empezando con una dosis en embolada de 0,15 unidades por kilogramo de
peso corporal, seguida de infusión continua a 0,1 (unidades/kg)/h. Como la
insulina se absorbe a través de los tubos del sistema de goteo intravenoso, los
50 ml de infusión iniciales deben fluir a través del sistema antes de iniciar el
I. Fluidoterapia intravenosa
1. Empezar con solución salina isotónica a 1 l/h (15-20 ml/kg/h). Cuando se
normalice la PA, disminuir el ritmo hasta 250-500 ml/h
2. Cuando la glucemia descienda hasta 250 mg/dl, cambiar a glucosa al 5 %
en solución salina al 0,45 % (glucosalina) e infundir a 150-250 ml/h
3. El déficit de volumen en la CAD suele ser de 50-100 ml/kg (4-8 litros en un
adulto de 80 kg)
II. Insulina
1. Insulina regular: 0,15 unidades/kg en embolada i.v., y luego a un ritmo de
0,1 (unidades/kg)/h
2. Ajustar la infusión para que la glucemia descienda 50-75 mg/dl por hora
3. Cuando la glucemia llegue a 250 mg/dl, disminuir el ritmo de infusión
hasta 0,1-0,5 (unidades/kg)/h y mantener la glucemia en 150-200 mg/dl
4. Empezar con insulina s.c. cuando se resuelva la CAD (pH de 7,3) y el
paciente tolere líquidos por v.o., pero continuar con la infusión i.v. de
insulina durante unas horas después de empezar con la insulina s.c.
III. Potasio
1. Si la [K+] sérica inicial es < 3,3 mEq/l, suspender la infusión de insulina y
administrar 40 mEq de K+ por hora hasta que la [K+] sea ≥ 3,3 mEq/l
2. Si la [K+] sérica inicial es de 3,3-4,9 mEq/l, administrar 20-30 mEq de K+
en cada litro de líquido i.v. para mantener la [K+] en 4-5 mEq/l
3. Si la [K+] sérica inicial es ≥ 5 mEq/l, no administrar K+, pero comprobar su
concentración cada 2 h
4. El promedio de déficit de K+ en la CAD es de 3-5 mEq/kg
UNA VEZ RESUELTA LA CAD. Una vez resuelta la CAD (glucosa < 200 mg/dl,
[HCO3] plasmática > 18 mEq/l, pH plasmático > 7,3) y si el paciente puede
tolerar líquido por vía oral, puede instaurarse la insulinoterapia subcutánea.
Los pacientes insulinodependientes antes del ingreso pueden reanudar su
pauta ambulatoria habitual. Los pacientes que reciben insulina por primera
vez deben recibir 0,5-0,8 unidades/kg al día en dosis fraccionadas (46).
Potasio
La hipopotasemia es universal en la CAD, y el déficit es de 3-5 mEq/kg como
promedio (47). Sin embargo, la [K+] sérica inicial suele ser normal (74 % de los
pacientes) o incluso elevada (22 %) (47). Las cifras séricas de potasio pueden dis-
minuir espectacularmente durante el tratamiento con insulina (desplazamiento
transcelular), de forma que si la concentración sérica inicial de potasio es baja
(< 3,3 mEq/l), debe suspenderse la administración de insulina hasta que pueda
normalizarse la [K+] sérica (administrando 40 mEq de ClK por hora). Si la [K+]
sérica es alta (≥ 5 mEq/l), no se administra potasio inicialmente, y cuando recu-
pere la normalidad deberán añadirse 20-30 mEq de ClK a cada litro de líquido
intravenoso (45). Independientemente de la pauta inicial de potasio, la [K+]
sérica debe comprobarse cada 1-2 h durante las 4-6 primeras horas.
Fosfato
La hipofosfatemia también es habitual en la CAD, y las cifras séricas de fosfato
suelen oscilar entre 1 mmol/kg y 1,5 mmol/kg (47). Sin embargo, la reposición
de fosfato no ha demostrado ser beneficiosa en la CAD, y no se recomienda
salvo que la hipofosfatemia sea intensa (45-47). Si la [PO4] sérica es < 1 mg/dl,
deben administrarse 20-30 mEq de fosfato potásico por cada litro de líquido
intravenoso (45).
Bicarbonato
El tratamiento con bicarbonato no mejora los resultados de la CAD y no se re-
comienda como medida sistemática (45-47). Sin embargo, en los pacientes que
están en estado crítico, con un pH < 7, puede usarse el régimen de bicarbonato
mencionado anteriormente como medida de último recurso.
CETOACIDOSIS ALCOHÓLICA
La cetoacidosis alcohólica (CAA) es un trastorno acidobásico complejo que se
produce en pacientes con alcoholismo crónico y suele aparecer al cabo de 1 a 3
días de una ingesta de alcohol intensa (53,54). Son varios los mecanismos im-
plicados, entre ellos la disminución de la ingesta de nutrientes (que favorece
la producción de cetonas), la oxidación hepática del etanol (que genera NADH
e induce la formación de β-hidroxibutirato) y la deshidratación (que altera la
excreción de cetonas por la orina).
Manifestaciones clínicas
Los pacientes con CAA suelen ser enfermos crónicos con varias afecciones
asociadas. El cuadro inicial suele presentar náuseas, vómitos y dolor abdomi-
nal (53). Son frecuentes las alteraciones electrolíticas, y sobre todo las «hipo»
(hiponatremia, hipopotasemia, hipofosfatemia, hipomagnesemia, hipogluce-
mia). También son frecuentes los trastornos acidobásicos mixtos. Más de la
mitad de los pacientes pueden tener acidosis láctica (causada por otras afec-
ciones), y en los pacientes con vómitos prolongados puede aparecer alcalosis
metabólica.
Diagnóstico
El diagnóstico de la CAA lo sugiere el contexto clínico (tras un período de in-
gesta alcohólica copiosa), un hiato aniónico elevado, y la presencia de cetonas
en sangre u orina. Sin embargo, la reacción de nitroprusiato para detectar cetonas
puede ser negativa en la CAA. Esto se muestra en la figura 32-4. La oxidación del
etanol en el hígado genera NADH, lo que favorece la conversión del acetoace-
tato en β-hidroxibutirato, con lo que disminuye la concentración de acetoacetato
en sangre y orina. Aun así, la mayoría de los casos de CAA tienen una reacción
de nitroprusiato positiva para las cetonas (53), y la gravedad de la cetoacidosis
suele infravalorarse.
Tratamiento
El tratamiento de la CAA se caracteriza por su simplicidad, ya que la infusión
de soluciones salinas con glucosa (soluciones glucosalinas) suele ser todo lo
necesario. La infusión de glucosa ralentiza la producción de cetonas hepáticas,
mientras que el volumen infundido favorece la eliminación renal de cetonas. La
cetoacidosis suele resolverse en 24 h. Habrá que corregir además otros desequi-
librios electrolíticos según la necesidad, y se recomienda administrar tiamina
puesto que las infusiones de glucosa pueden agotar las reservas de tiamina
marginales.
COMENTARIO FINAL
No es la acidosis
Uno de los mensajes importantes de este capítulo es el hecho de que el proble-
ma clínico generado por la acidosis láctica o por la cetoacidosis diabética no es
por la acidosis, sino por la alteración metabólica subyacente. El mismo grado
de acidosis puede asociarse a la cetoacidosis diabética y a la acidosis láctica,
pero la supervivencia es mucho mejor en la cetoacidosis porque el problema
subyacente es una exageración de una respuesta adaptativa a la privación de
glucosa intracelular, mientras que en la acidosis láctica es una alteración ge-
neralizada del metabolismo energético celular. Otro punto que merece la pena
destacar es el hecho de que el bicarbonato no actúa como amortiguador en
el intervalo de pH fisiológico. De hecho, el bicarbonato puede contemplarse
como una consecuencia de la acumulación de CO2, el principal ácido volátil
en el cuerpo humano.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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ALCALOSIS
METABÓLICA
Para hacer las cosas corrientes perfectamente, vale mucho más
nuestro empeño que hacer las cosas inusuales dignamente.
Harriet Beecher Stowe
1864
PATOGENIA
La alcalosis metabólica se define como un aumento de la concentración de
bicarbonato (HCO3) en el líquido extracelular (> 26 mEq/l) que no supone
una respuesta adaptativa a la hipercapnia. Puede deberse a cualquiera de
los factores siguientes: (a) pérdida de hidrogeniones (H+) desde el líquido
extracelular, (b) ganancia de iones bicarbonato en el líquido extracelular o (c)
disminución del volumen extracelular. Una vez desarrollada, la alcalosis me-
tabólica se mantiene por una disminución de la excreción de HCO3 en la orina,
debido a un aumento de su reabsorción y una disminución de su secreción en
la nefrona distal. Estos ajustes renales están inducidos por la hipocloremia, la
hipopotasemia y la aldosterona, como se explica a continuación.
Mecanismos renales
Los riñones desempeñan un papel esencial en el mantenimiento de la alcalosis
metabólica al disminuir la excreción de HCO3, como ya se ha mencionado. A
continuación, se describen los mecanismos que intervinen.
619
Reabsorción de bicarbonato
El bicarbonato se filtra con facilidad en el glomérulo y se reabsorbe práctica-
mente en su totalidad en los túbulos renales. La mayor parte (90 %) del HCO3
filtrado se reabsorbe en los túbulos proximales y el resto lo reabsorben célu-
las especializadas en los túbulos colectores. La zona distal es la localización
principal para el aumento de reabsorción de HCO3 en la alcalosis metabólica
(4). En la figura 33-1 se muestra el mecanismo de reabsorción del HCO3 en
los túbulos colectores. Una bomba de ATPasa de membrana desplaza hidro-
geniones a la luz tubular, donde reaccionan con el HCO3 para formar ácido
carbónico, que se disocia para formar CO2 y H2O. El CO2 se desplaza hacia
el interior de las células tubulares y se hidrata para regenerar el HCO3 y los
H+. El HCO3 se mueve hacia el torrente sanguíneo y los hidrogeniones son
transportados de vuelta hacia la luz tubular para seguir el mismo proceso. El
cloruro (Cl–) sale de los capilares peritubulares intercambiándose con HCO3.
Luz Capilar
tubular –
peritubular
CL
HCO3–+ H+ H+
ATPasa
H2CO3
CL–
CL–
H+ H++ HCO3–
H2CO3
CL–
Pn
Secreción de bicarbonato
El bicarbonato también puede secretarse desde células especiales en los tú-
bulos colectores. Esto no sucede normalmente, sino que se produce cuando
existe un exceso de HCO3 en el plasma (alcalosis metabólica). El mecanismo
para la secreción de HCO3 es el inverso al de la reabsorción, de modo que la
bomba de hidrogeniones se sitúa en el lado capilar de las células tubulares (v.
fig. 33-1). La diferencia principal es la presencia de una proteína intercambia-
dora de cloruro y bicarbonato, denominada pendrina, en la superficie luminal
de las células. Esta proteína de intercambio aniónico desempeña un papel
importante en la secreción de HCO3 (5-8). El gen de la pendrina está regulado
al alza en la alcalosis metabólica (6), y la actividad de esta proteína guarda
relación directa con la concentración luminal de cloruro (7).
Hipocloremia
La hipocloremia desempeña un papel importante para favorecer la alcalosis
metabólica al aumentar la reabsorción de HCO3 e inhibir su secreción. Ambos
efectos están mediados por un descenso de la concentración luminal de cloru-
ro en la nefrona distal, que (a) aumenta la reabsorción de HCO3 al fomentar
el desplazamiento de cloruro e hidrogeniones hacia la luz tubular, y (b) altera
la secreción de HCO3 al reducir la actividad de la pendrina, la proteína de
intercambio aniónico. Los efectos del cloruro luminal sobre la secreción de
HCO3 parecen ser el principal mecanismo para que la hipocloremia induzca la
alcalosis metabólica y para que la reposición de cloruro la corrija (5).
Hipopotasemia
Al igual que la hipocloremia, la hipopotasemia favorece el desarrollo de
alcalosis metabólica al aumentar la reabsorción de HCO3 y disminuir su se-
creción en la nefrona distal. El aumento de la reabsorción de HCO3 se debe al
desplazamiento simultáneo de K+ hacia el exterior celular y de hidrogeniones
hacia el interior, y la disminución resultante del pH intracelular favorece la
reabsorción de HCO3 en la nefrona distal (4). La disminución de la secreción
de HCO3 en la hipopotasemia se atribuye a una disminución de la actividad
de la pendrina (8).
Aldosterona
La aldosterona (un mineralocorticoide producido en la corteza suprarrenal)
promueve la reabsorción de HCO3 en la nefrona distal al estimular la bomba
de hidrogeniones de la membrana sobre la superficie luminal de las células
tubulares renales secretoras de ácido (9).
Situaciones predisponentes
Las tres causas principales de alcalosis metabólica mantenida son la hipoclo-
remia, la hipopotasemia y el exceso de mineralocorticoides. A continuación
se describen las afecciones clínicas que producen estas alteraciones en los
pacientes de la UCI.
Pérdida de volumen
El descenso del volumen extracelular fomenta la alcalosis metabólica. Las
primeras referencias sobre este efecto hicieron que se acuñase el término «al-
Diuréticos
Los diuréticos tiazídicos y «del asa», como la furosemida, fomentan la apari-
ción de alcalosis metabólica a través de las pérdidas de cloruro y potasio. La
acción principal de estos diuréticos es incrementar las pérdidas de sodio en la
orina (natriuresis), y también se pierde una cantidad equivalente de cloruro
en la orina (cloruresis), ya que la excreción urinaria de cloruro suele ir empa-
rejada con la excreción urinaria de sodio.
El aumento del sodio luminal también induce la pérdida de potasio por la
orina a través de la bomba de intercambio Na+-K+ en la superficie luminal de
células especializadas en los túbulos renales distales.
MANIFESTACIONES CLÍNICAS
La alcalosis metabólica no se acompaña de efectos nocivos aparentes en la
mayoría de los pacientes. En un caso, un paciente anciano con vómitos per-
sistentes y una [HCO3] de 151 mEq/l no mostraba signos de amenaza vital
inmediata, y se recuperó completamente una vez corregida la alcalosis (11).
La ausencia de consecuencias clínicas suscita dudas sobre el valor que tienen
la detección y el tratamiento de este desequilibrio acidobásico.
Manifestaciones neurológicas
Las manifestaciones neurológicas atribuidas a la alcalosis son: depresión
del nivel de conciencia, convulsiones generalizadas, parestesias y espasmos
carpopedales. Sin embargo, estas manifestaciones suelen asociarse a alcalosis
respiratoria, no a alcalosis metabólica. Esto se explica tradicionalmente por una
mayor tendencia de la alcalosis respiratoria para influir sobre el pH intracelu-
lar y del sistema nervioso central.
Las manifestaciones neurológicas parecen ser más llamativas en los casos de
alcalosis metabólica secundaria a la ingestión de bicarbonato sódico (12), pero
este cuadro se acompaña de otras alteraciones electrolíticas (sobre todo, hiper-
calcemia) que podrían ser el factor responsable.
Hipoventilación
La respuesta ventilatoria a la alcalosis metabólica es la hipoventilación, con
una elevación posterior de la PCO2 arterial. Sin embargo, no es una respues-
ta intensa, y puede que se necesite una elevación considerable del HCO3 en
55
50
PaCO2 (mm Hg)
45
40
25 30 35 40 45
[HCO3] plasmática (mEq/l)
FIGURA 33-2. Relación entre el bicarbonato (HCO3) plasmático y la PCO2 arterial
(PaCO2) en la alcalosis metabólica, según la predicción de la ecuación que se muestra en
la parte superior de la gráfica (usando una PaCO2 normal de 40 mm Hg y una [HCO3]
plasmática normal de 24 mEq/l.
EVALUACIÓN
Las fuentes probables de alcalosis metabólica en los pacientes de la UCI son
la pérdida de secreciones gástricas, la administración de diuréticos, la hipo-
volemia y la hipopotasemia, y todas ellas se aprecian con facilidad. En los
raros casos de duda, la concentración de cloruro en la orina pueden aportar
información, como se describe a continuación.
Clasificación
La concentración de cloruro en la orina se usa para clasificar la alcalosis meta-
bólica en alcalosis sensible (que responde) al cloruro o resistente al cloruro, y en la
tabla 33-1 se enumeran las afecciones asociadas a cada categoría.
TRATAMIENTO
El mantenimiento de una alcalosis metabólica se debe fundamentalmente a las
pérdidas de cloruro y potasio, por lo que para corregirla es necesario reponer
las reservas de estos iones, y esto se consigue con solución salina isotónica
(ClNa al 0,9 %) y cloruro potásico.
bastará un ritmo de unos 100-125 ml/h por encima de las pérdidas líquidas
horarias totales (incluyendo las pérdidas insensibles).
Estados edematosos
La infusión de solución salina isotónica está contraindicada en los estados
edematosos, ya que los cristaloides se distribuyen principalmente en el com-
partimento del líquido intersticial. Por cada litro de solución salina isotónica
infundido, se añadirán 825 ml al líquido del edema intersticial (v. la fig. 12-2
en la p. 220) (19). En los estados edematosos, la alcalosis metabólica suele
acompañarse de hipopotasemia, de forma que puede usarse cloruro potásico
para tratarla.
Cloruro potásico
La reposición de potasio se usa para corregir la hipopotasemia, y siempre se
administra en forma de ClK para aprovecharse de la reposición del cloruro
para corregir la alcalosis metabólica. Es importante insistir en el hecho de que
la hipopotasemia inducida por diuréticos puede no responder a la reposición de potasio
si existe una depleción de magnesio coincidente (8). Como la hipomagnesemia tam-
bién es algo habitual durante el tratamiento con diuréticos, deben comprobar-
se las concentraciones plasmáticas de magnesio al instaurar el tratamiento con
potasio. (La evaluación de la hipomagnesemia se describe en el capítulo 37.)
Acetazolamida
La acetazolamida inhibe la anhidrasa carbónica, la enzima que intervine en la
reabsorción y la secreción de HCO3 (v. fig. 33-1). El principal efecto de la aceta-
zolamida es la inhibición de la reabsorción de HCO3 (localización proximal y
distal) y el aumento de la excreción urinaria de HCO3 (el pH de la orina debe
subir hasta 7 o más durante el tratamiento con acetazolamida). El incremento
en la excreción de HCO3 se acompaña de un aumento de la excreción de sodio,
de modo que la acetazolamida proporciona un beneficio doble en forma de
diuresis y corrección de la alcalosis metabólica. La dosis recomendada es de 5
a 10 mg/kg i.v. (o v.o.), y el efecto máximo se produce al cabo de un promedio
de 15 h (21).
COMENTARIO FINAL
Es el cloruro
La última palabra en la alcalosis metabólica la tiene el cloruro, el elemento
principal tanto en el mantenimiento como en la corrección de la alcalosis
metabólica en los pacientes ingresados en la UCI. El cloruro también desem-
peña un papel importante en la acidosis metabólica. Aparte de su función en
el equilibrio acidobásico, el cloruro es el segundo electrólito más abundante
en el líquido extracelular, y constituye un factor importante para determinar
la osmolalidad y el volumen del líquido extracelular. En vista de la partici-
pación del cloruro en numerosos procesos fisiológicos, una revisión reciente
sugería que el cloruro es la «reina de los electrólitos» (24). Aunque podría
justificarse un término más apropiado, resalta la creciente concienciación de
que el cloruro es mucho más que un compañero pasivo del sodio en el líquido
extracelular.
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Comentario final
24. Berend K, van Hulsteijn LH, Gans RO. Chloride: the queen of electrolytes? Eur J
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TRASTORNOS
RENALES Y
ELECTROLÍTICOS
LESIÓN RENAL
AGUDA
Nunca pueden solventarse todas las dificultades de una vez.
Paul A.M. Dirac
(1903-1984)
Criterios RIFLE
En el año 2002, un grupo de expertos conocido como Acute Dialysis Quality
Initiative (ADQI), propuso un sistema de clasificación para definir los estados
progresivos de la lesión renal aguda (LRA). Este sistema constaba de cinco ca-
633
*Los criterios AKIN exigen que el incremento en la creatinina sérica se produzca en las primeras 48 h.
**Para realizar las determinaciones de la diuresis se recomienda usar el peso corporal ideal.
De las referencias 1 y 2. CrS, creatinina sérica; D, diuresis.
Criterios AKIN
Debido a las limitaciones de los criterios RIFLE que se acaban de mencionar,
el Acute Kidney Injury Network (AKIN) presentó una serie de criterios revi-
sados, que se muestran en la parte inferior de la tabla 34-1. Los criterios AKIN
requieren un cambio menor en la creatinina (≥ 0,3 mg/dl) para el diagnóstico
de LRA, y se impone un tiempo límite de 48 h en el cambio de la creatinina sé-
rica. Lamentablemente, los criterios RIFLE no se abandonaron tras la presen-
tación de los criterios AKIN, por lo que en la actualidad existen dos sistemas
que compiten para el diagnóstico y la clasificación de la LRA.
¿Y ahora qué?
Así pues, ¿qué criterios deben usarse para diagnosticar y estadificar una LRA?
En las revisiones publicadas parece que los criterios AKIN cuentan con más
adeptos, pero en los estudios comparativos entre ambos sistemas no se han
demostrado diferencias entre estos y los criterios RIFLE en cuanto a la predic-
ción de los resultados. Esto se demuestra en la figura 34-1, en la que se mues-
tra que las dos series de criterios son equivalentes en cuanto a la predicción
de la tasa de mortalidad (5).
Causas de confusión
A pesar del intento por simplificar el enfoque de la insuficiencia renal en los
pacientes en estado grave, la afección de nuevo cuño conocida como lesión
renal aguda ha generado las siguientes fuentes de confusión:
1. El diagnóstico de LRA incluye afecciones prerrenales (p. ej., hipovolemia)
en los que «no existe lesión» en los riñones.
2. Para el diagnóstico de LRA se requiere la presencia de oliguria (diuresis
< 0,5 (ml/kg)/h), con lo que se desprecian los casos de insuficiencia renal
aguda no oligúrica (p. ej., nefritis intersticial, insuficiencia renal mioglobi-
núrica).
50
(44 %)
Categorías RIFLE (42 %)
40
Categorías AKIN
Tasa de mortalidad (%)
30
(20 %)
(19 %)
20 (17 %)
(14 %)
10
0
Riesgo Estadio 1 Riesgo Estadio 2 Riesgo Estadio 3
FIGURA 34-1. Comparación de las tasas de mortalidad intrahospitalaria para los
criterios RIFLE y AKIN correspondientes en 291 pacientes con LRA. No existen
diferencias entre ambos sistemas de clasificación para la predicción de la mortalidad.
Datos de la referencia 5.
CONSIDERACIONES DIAGNÓSTICAS
Categorías
Los trastornos clínicos que fomentan la aparición de LRA pueden clasificarse
según la localización de la afectación, es decir, prerrenal, intrarrenal o posrenal.
Trastornos prerrenales
La etiología en los trastornos prerrenales es una disminución del flujo sanguí-
neo renal. Los trastornos prerrenales son responsables del 30 % al 40 % de los
casos de LRA (6), y la mayoría se debe a hipovolemia e insuficiencia cardíaca
de bajo gasto. La LRA prerrenal responde típicamente a intervenciones que
aumenten el flujo sanguíneo sistémico (p. ej., reposición de la volemia), pero
la respuesta puede perderse cuando el estado de bajo flujo es importante
(p. ej., shock hipovolémico).
Trastornos renales
Las afecciones intrarrenales que producen LRA son la necrosis tubular aguda
(NTA) y la nefritis intersticial aguda (NIA).
NTA. La NTA es responsable de más del 50 % de los casos de LRA (6). Esta
afección se consideraba en un principio una consecuencia de la hipoperfusión
renal, pero no existen pruebas convincentes de que el proceso anatomopato-
lógico sea una lesión inflamatoria (oxidativa) en el revestimiento celular epite-
lial de los túbulos renales (7). Las células dañadas se desprenden a la luz de los
túbulos renales, donde producen una obstrucción (v. fig. 34-2). La obstrucción
luminal crea una presión retrógrada en el lado luminal del glomérulo, con
lo que disminuye la presión de filtración neta a través del glomérulo, y esto
reduce la filtración glomerular (FG). Este proceso se denomina autorregulación
tubuloglomerular (8).
La NTA no es una nefropatía primaria, sino una manifestación de uno de
los trastornos siguientes: sepsis grave y shock séptico, medios de contraste
radiológico, fármacos nefrotóxicos (p. ej., aminoglucósidos) o rabdomiólisis
con lesión renal mioglobinúrica.
NIA. La NIA también se debe a una lesión inflamatoria, pero la lesión se locali-
za en el intersticio renal, en lugar de en los túbulos renales. La NIA se describe
al final del capítulo.
Obstrucción posrenal
La obstrucción distal al parénquima renal es responsable de únicamente el
10 % de los casos de LRA (6). La obstrucción puede implicar a la porción más
distal de los tubos colectores renales (necrosis papilar), a los uréteres (obstruc-
ción extraluminal por una masa retroperitoneal) o a la uretra (estenosis). La
obstrucción ureteral litiásica no produce LRA, salvo que haya un solo riñón
funcional.
FIGURA 34-2. Microfotografía de necrosis tubular aguda (NTA) que muestra un túbulo
proximal (resaltado por la línea discontinua) lleno de células tubulares renales exfoliadas.
*De la referencia 9.
**Causa principal de lesión renal aguda.
Evaluación diagnóstica
El estudio de la LRA comienza a la cabecera del paciente con una valoración
ecográfica de los riñones en busca de alguna obstrucción posrenal. Si no hay
obstrucción, el resto del estudio está encaminado a determinar si se trata de
un problema prerrenal (p. ej., hipovolemia o disminución del gasto cardíaco)
o un trastorno renal intrínseco (p. ej., NTA o NIA). Los parámetros de la tabla
34-3 pueden ayudar a distinguir entre los trastornos prerrenales y los renales,
pero sólo en los pacientes con oliguria.
EFNa es del 1 % (sólo el 1 % del sodio filtrado se excreta por la orina). En los
trastornos prerrenales como la hipovolemia, la EFNa es < 1 % (lo que refleja
conservación de sodio), y en los trastornos renales intrínsecos como la NTA, la
EFNa es típicamente > 2 % (lo que refleja un aumento de la excreción urinaria
de sodio) (11).
Duda
La distinción entre las causas prerrenales e intrarrenales de la LRA puede ser
difícil, y suele requerirse una sobrecarga de líquido para distinguirlas (v. el
apartado siguiente).
TRATAMIENTO INICIAL
El tratamiento inicial de la LRA debe consistir en: (a) infusión de volumen
para favorecer el flujo sanguíneo renal, (b) interrupción de la administración
de cualquier fármaco nefrotóxico y (c) tratar cualquier afección que predis-
ponga a una LRA (p. ej., sepsis).
Sobrecargas de líquidos
Si no se ha descartado una causa prerrenal de la LRA, está justificada la infu-
sión rápida de volumen. Los retrasos en la corrección de una hipoperfusión
renal pueden condicionar la aparición de daños intrarrenales, de forma que es
obligatorio realizar una reposición rápida de la volemia. Las sobrecargas de
volumen pueden administrarse en cantidades alícuotas de 500 ml a 1 000 ml,
en el caso de los cristaloides, y de 300 ml a 500 ml, en el caso de los coloides, a
pasar en 30 min (16). Las sobrecargas de líquidos se continúan hasta que haya
una respuesta (un aumento de la diuresis) o hasta que la sobrecarga pueda
resultar peligrosa. (Hay que recordar que sólo el 20-25 % de los cristaloides
infundidos permanece en el espacio intravascular, por lo que de los 500 ml
Hidroxietilalmidón
En varios estudios se ha demostrado una asociación entre las soluciones de
hidroxetilalmidón y la LRA (v. p. 231). Por lo tanto, es prudente evitar las so-
luciones de almidón para las sobrecargas de líquido en la LRA.
Trastornos intrarrenales
Las consideraciones siguientes son importantes en los pacientes con LRA se-
cundaria a trastornos intrarrenales (NTA y NIA). Lamentablemente, la única
opción precoz disponible para detener o revertir la evolución de la LRA es
suspender el posible fármaco lesivo.
Furosemida
A pesar de su popularidad en la LRA, la furosemida intravenosa no mejora la
función renal en la LRA y no convierte una insuficiencia oligúrica en una no oligúrica
(3,17). La furosemida puede aumentar la diuresis durante la fase de recupera-
ción de la LRA (18), y un intento con este diurético puede ser una actuación
razonable durante este período para aliviar la acumulación de líquido.
Sustancias nefrotóxicas
Como ya se ha mencionado, la interrupción de los posibles fármacos lesivos
es la medida precoz más eficaz para detener o revertir la evolución de la LRA.
Como se indica en la tabla 34-4, diversos fármacos pueden ser responsables
de una LRA.
AFECCIONES ESPECÍFICAS
Prevención
HIDRATACIÓN INTRAVENOSA. La medida preventiva más eficaz contra la ne-
fropatía inducida por medios de contraste en los pacientes de alto riesgo es
la hidratación intravenosa (si se permite). La pauta recomendada consiste en
la administración de 100-150 ml/h de solución salina isotónica, empezando 3 h a 12 h
antes del procedimiento y manteniéndolo durante las 6-24 h posteriores al mismo (23).
Para procedimientos urgentes, deben infundirse al menos 300-500 ml de solu-
ción salina isotónica inmediatamente antes del procedimiento.
Mioglobina en la orina
La mioglobina puede detectarse en la orina mediante una tira reactiva de
ortotoluidina, que se usa para detectar sangre oculta en orina. Si la prueba es
positiva, debe centrifugarse la orina (para separar los eritrocitos) y el sobre-
nadante debe pasarse por un filtro microporo (para eliminar la hemoglobina).
Una prueba persistentemente positiva después de estas medidas confirma la
presencia de mioglobina en la orina. Un método alternativo consiste en tratar
de detectar hematíes en el sedimento urinario; es decir, puede usarse una
prueba positiva con la tira reactiva para sangre sin hematíes en el sedimento
de orina como prueba de mioglobinuria. La presencia de mioglobina en la
orina no garantiza el diagnóstico de LRA, pero la ausencia de mioglobina en la
orina puede usarse para descartar el diagnóstico de lesión renal mioglobinúrica (28).
Tratamiento
La reposición intensiva de la volemia para fomentar el flujo sanguíneo renal es la
medida más eficaz para prevenir o limitar la lesión renal en la rabdomiólisis.
La alcalinización de la orina también puede ayudar a limitar la lesión renal,
pero esta medida es difícil de lograr y no suele ser necesaria. Las cifras de
fosfato y de potasio en plasma deben controlarse rigurosamente en la rab-
domiólisis porque estos electrólitos son liberados por el músculo esquelético
lesionado, y sus concentraciones en plasma pueden aumentar espectacular-
mente, especialmente cuando está alterada la función renal. Alrededor del
30 % de los pacientes que presentan lesión renal mioglobinúrica necesitará
diálisis (28).
Definiciones
En la tabla 34-5 se muestran las definiciones pertinentes relacionadas con el
SCA (30). La presión intraabdominal (PIA) es normalmente de 5-7 mm Hg en
decúbito supino (la determinación de la PIA se describe más adelante), y la
hipertensión intraabdominal (HIA) se define como un aumento mantenido de
la PIA ≥ 12 mm Hg. El SCA se produce cuando la PIA se eleva por encima de
20 mm Hg y hay signos de una disfunción orgánica de nueva aparición.
En la referencia 30.
Factores predisponentes
El SCA se ha asociado tradicionalmente a traumatismos abdominales, pero
existen diversas afecciones que pueden aumentar la PIA y predisponer a la
aparición del SCA, como la distensión gástrica, la obstrucción intestinal, el
íleo, la hemorragia peritoneal, la ascitis, el edema de la pared intestinal, la
hepatomegalia, la respiración con presión positiva, la posición del cuerpo en
bipedestación y la obesidad (31). Varios de estos factores pueden coexistir en
los pacientes en estado grave, lo que explica por qué la HIA se descubre hasta en
el 60 % de los pacientes ingresados en las UCI médicas o quirúrgicas (32).
Disfunción renal
La elevación en la PIA puede afectar prácticamente a cualquier órgano (al
disminuir el retorno venoso, con el consiguiente descenso del gasto cardíaco),
pero los órganos que más se afectan son los riñones. La influencia de la PIA
sobre la función renal puede explicarse por las dos variables que se describen
a continuación.
Tratamiento
Las medidas generales para reducir la PIA consisten en sedación (para dis-
minuir las contracciones musculares abdominales), evitar la elevación del
cabecero de la cama más de 20 º por encima del plano horizontal (35) y evitar
un balance hídrico positivo. Otras medidas específicas vienen determinadas
por la causa de la elevación de la PIA, y pueden consistir en descompresión
del estómago, el intestino delgado o el colon, drenaje percutáneo de líquido
peritoneal o cirugía (p. ej., para lesiones abdominales u obstrucción intestinal).
Como ya se ha mencionado anteriormente, los esfuerzos para mantener una
PPA > 60 mm Hg (con vasopresores para incrementar la PAM, si es necesario)
se asocian a mejores resultados en el SCA.
Se recomienda realizar una descompresión quirúrgica en los pacientes con
SCA cuando no puede reducirse la PIA con las medidas convencionales (35).
Sin embargo, este procedimiento conlleva riesgos considerables (p. ej., suele
dejarse abierto el abdomen para realizar un drenaje continuo), y estos riesgos
deben sopesarse frente a los riesgos de no llevar a cabo el procedimiento.
Hemodiálisis
La hemodiálisis elimina solutos por difusión, que está dirigida por el gradien-
te de concentración de los solutos a través de una membrana semipermeable.
Para mantener este gradiente de concentración, se usa una técnica denomina-
da intercambio contracorriente, en el que la sangre y el líquido de diálisis son
impulsados en direcciones opuestas a través de la membrana de diálisis. Se
utiliza una bomba para mover la sangre en una dirección a través de la mem-
brana de diálisis a una velocidad de 200-300 ml/min. El líquido de diálisis en
el otro lado de la membrana se mueve al doble de velocidad, a un ritmo de
500-800 ml/min (37). Se necesitan catéteres de doble luz y de calibre amplio
para la hemodiálisis aguda, y este tipo de catéteres se describen en el capítulo
1 (v. tabla 1-5 en la p. 13, y la fig. 1-6 en la p. 14).
Ventajas e inconvenientes
El principal beneficio de la hemodiálisis es el aclaramiento rápido de solutos
pequeños. Sólo se necesitan unas horas de diálisis para eliminar acumulacio-
nes potencialmente mortales de potasio o ácidos orgánicos, o para eliminar la
carga diaria de desechos nitrogenados acumulados. Entre los inconvenientes
de la hemodiálisis se encuentran: (a) la limitada eliminación de moléculas de
gran tamaño (p. ej., citocinas inflamatorias) y (b) la necesidad de mantener
un flujo sanguíneo de 200-300 ml/min a través de la cámara de diálisis. Este
último requisito crea un riesgo de hipotensión, que aparece en un tercio de los
tratamientos de hemodiálisis (37).
Hemofiltración
La hemofiltración elimina solutos por convección, método en el que se usa
un gradiente de presión hidrostática para desplazar un líquido que contiene
solutos a través de una membrana semipermeable. Dado que el movimiento
en masa de líquido «arrastra» al soluto a través de la membrana, a este método
de eliminación de soluto se le conoce también como arrastre de disolvente (37).
La hemofiltración puede eliminar grandes volúmenes de líquido (hasta 3 litros
por hora), pero el ritmo de eliminación de solutos es mucho más lento que
durante la hemodiálisis. Por lo tanto, la hemofiltración debe realizarse de for-
ma continua para proporcionar una eliminación eficaz de los solutos. Como
los solutos se eliminan con agua, la concentración plasmática de estos solutos
(p. ej., urea) no disminuye durante la hemofiltración, salvo que se infunda un
líquido intravenoso sin solutos para sustituir parte del ultrafiltrado que se
pierde (esto suele ser necesario, ya que durante la hemofiltración se eliminan
grandes volúmenes de líquido).
Métodos
La hemofiltración se realizaba al principio canalizando una arteria (radial, hu-
meral o femoral) y una vena de gran tamaño (yugular interna o femoral). Este
método de hemofiltración arteriovenosa continua (HAVC) usa la presión arterial
media como presión de filtración, y no necesita una bomba en el circuito. Sin
embargo, no es adecuado en pacientes con presiones arteriales lábiles.
Hemodiálisis
Sangre Dializado
Hemodiálisis
Presión
hidrostática
Sangre Ultrafiltrado
Ventajas e inconvenientes
La hemofiltración tiene dos ventajas importantes. En primer lugar, permite
una eliminación más gradual del líquido que la hemodiálisis, con lo que exis-
ten menos probabilidades de causar un compromiso hemodinámico. En se-
gundo lugar, la hemofiltración elimina moléculas de mayor tamaño que la he-
modiálisis, lo que le convierte en el método de elección para eliminar toxinas
como el etilenglicol. Esta característica también permite eliminar mediadores
inflamatorios, lo que puede suponer una ventaja terapéutica en pacientes con
inflamación sistémica y fracaso multiorgánico (38).
El principal inconveniente de la hemofiltración es la lenta eliminación de los
solutos, por lo que no es idónea cuando es preciso eliminarlos con rapidez
(p. ej., en casos de hiperpotasemia o acidosis potencialmente mortales). Un
nuevo método de TRS, conocido como hemodiafiltración (que combina las
características de la diálisis con las de la hemofiltración) es más idóneo que
la hemofiltración en los pacientes que necesitan una eliminación rápida de
solutos así como eliminar volumen.
COMENTARIO FINAL
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Evaluación diagnóstica
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Comentario final
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TRASTORNOS
OSMÓTICOS
Al enfrentarse a cualquier tema, hay que determinar
qué entidades están innegablemente implicadas
y establecer todo en términos relativos a estas entidades.
Bertrand Russell
1914
ACTIVIDAD OSMÓTICA
El desplazamiento de agua entre los compartimentos intra y extracelular viene
determinado por una propiedad de los líquidos conocida como actividad osmó-
tica, que es un reflejo del número de partículas de soluto por unidad de volumen
de disolvente. La actividad osmótica es una propiedad coligativa, y depende
sólo del número de partículas de soluto en un líquido, y no de la carga eléc-
trica, el tamaño o el comportamiento químico de los solutos. La actividad
osmótica total de una solución es la actividad osmótica sumada de todas las
partículas de soluto en la solución.
H2 O H 2O
Resumen
Las afirmaciones siguientes resumen la relación entre la actividad osmótica y
el desplazamiento transcelular del agua.
1. Un cambio en la actividad osmótica relativa del líquido extracelular produ-
ce un desplazamiento transcelular de agua.
2. Cuando el líquido extracelular es hipertónico, el agua saldrá de las células.
3. Cuando el líquido extracelular es hipotónico, el agua entrará en las células.
Factores de conversión
Pueden usarse las fórmulas siguientes (donde n es el número de partículas
no disociables) para convertir las concentraciones de solutos del plasma en
unidades de osmolalidad:
1. Para concentraciones de soluto expresadas en mEq/l:
(mEq/l)
× n = mosm/kg H2O (35.1)
valencia
Así pues, para iones monovalentes como el Na+, la concentración plasmática
en mEq/l es equivalente a la actividad osmótica en mosm/kg H2O.
2. Para concentraciones de soluto expresadas en mg/dl:
(mg/dl) × 10
× n = mosmo/kg H2O (35.2)
PM
donde PM es el peso molecular, y el factor 10 se usa para convertir los decili-
tros (dl) en litros. Por ejemplo, la glucosa tiene un peso molecular de 180, de
modo que una concentración de glucosa en plasma de 90 mg/dl equivale a (90
× 10/180) × 1 = 5 mosm/kg H2O.
Osmolalidad plasmática
La actividad osmótica del plasma puede medirse o calcularse.
glucosa
Posm efectiva = (2 × [Na+]) + (35.4)
18
Hiato osmolal
Como en el líquido extracelular hay más solutos además de sodio, glucosa y
urea, la osmolalidad plasmática medida será mayor que la osmolalidad calcu-
lada. Este hiato osmolal (la diferencia entre la osmolalidad plasmática medida
y la calculada) es normalmente ≤ 10 mosm/kg H2O (3,5). La acumulación de
un soluto no difusible (como una toxina exógena) aumentará el hiato osmolal,
lo que ha llevado al uso de este hiato osmolal para detectar la presencia de
toxinas ingeridas que no se miden fácilmente (6).
HIPERNATREMIA
La [Na+] plasmática normal es de 135-145 mEq/l, por lo que la hipernatremia
se define como una [Na+] > 145 mEq/l. Este trastorno se observa hasta en el
25 % de los pacientes ingresados en la UCI (1), y se adquiere en la UCI en la
mayoría de los casos (1,7).
Estudio de la hipernatremia
La hipernatremia puede deberse a tres situaciones: (a) pérdida de sodio y
agua, siendo la pérdida de agua mayor que la de sodio (pérdidas hídricas
hipotónicas), (b) pérdida de agua libre, y (c) ganancia de sodio y agua libre,
siendo la ganancia de sodio mayor que la de agua libre (ganancia de líquido
hipertónico) (8).
Volumen extracelular
Cada una de las situaciones responsables de hipernatremia se asocia a un
volumen extracelular (VEC) diferente; es decir, las pérdidas hídricas hipertó-
nicas se asocian a un VEC bajo, la pérdida de agua libre se asocia a un VEC
normal y la ganancia de líquido hipertónico se asocia a un VEC elevado. Por
HIPERNATREMIA
Hipertonicidad
La consecuencia principal de la hipernatremia es un aumento en la osmolali-
dad efectiva (tonicidad) del líquido extracelular, lo que arrastra agua hacia el
exterior de las células, algo que es más evidente en el sistema nervioso central.
Encefalopatía hipernatrémica
Las manifestaciones clínicas de la encefalopatía hipernatrémica oscilan desde
la agitación y el letargo hasta el coma y la aparición de convulsiones focales
o generalizadas (1). La encefalopatía tiene más posibilidades de aparecer
cuando el aumento del sodio plasmático es rápido, y entre los posibles meca-
nismos se encuentran la contracción de los cuerpos celulares neuronales (9) y
la desmielinización osmótica (10). La presencia de encefalopatía es un signo
de mal pronóstico de la hipernatremia, y se asocia a una tasa de mortalidad
de hasta el 50 % (9).
HIPERNATREMIA HIPOVOLÉMICA
La hipernatremia asociada a un volumen extracelular (VEC) bajo se debe a la
pérdida de líquidos hipotónicos (líquidos con una [Na+] < 135 mEq/l). Esta
es la causa más frecuente de hipernatremia extrahospitalaria (pero no de la
adquirida en la UCI) (1).
Alteración de la sed
La respuesta normal a la pérdida de líquidos hipotónicos es un aumento en la
sensación de sed, lo que favorece la ingesta de agua para limitar el incremento
de la osmolalidad plasmática. Los pacientes que presentan hipernatremia sinto-
mática suelen mostrar una alteración de la sensación de sed por la presencia de
una enfermedad crónica o debilitante, o porque su edad es avanzada. Por este
Volumen plasmático
Las pérdidas de líquidos hipotónicos tienen menos efecto sobre el volumen
plasmático que sobre el VEC, ya que las pérdidas acentuadas de agua libre
aumentan la presión coloidoosmótica en el plasma (la presión osmótica generada
por las proteínas plasmáticas, principalmente la albúmina, que no se mueven
con facilidad hacia el líquido intersticial), y esto arrastra líquido desde el
líquido intersticial y ayuda a mantener el volumen plasmático. La influencia
de las pérdidas de líquidos hipotónicos sobre el volumen plasmático viene
determinada por la intensidad de las pérdidas de sodio; es decir, cuanto ma-
yor sea la pérdida de sodio, mayor será la probabilidad de que se produzca
un descenso significativo en el volumen plasmático (y un descenso posterior
en el gasto cardíaco).
Tratamiento
El tratamiento va dirigido hacia las dos consecuencias de las pérdidas de
líquidos hipotónicos: (a) pérdida de sodio, que reduce el VEC y amenaza al
volumen plasmático (y al gasto cardíaco), y (b) pérdida de agua mayor que de
sodio (déficit de agua libre), lo que aumenta la osmolalidad del plasma.
Reposición de volumen
La preocupación más inmediata con la pérdida de sodio es una disminución
del volumen plasmático, lo que puede reducir el gasto cardíaco y alterar la
perfusión tisular. Por lo tanto, cualquier signo de un estado de bajo flujo
(p. ej., frialdad de las extremidades, disminución de la presión arterial o de
la diuresis) debe impulsar la reposición inmediata de volumen con solución
salina isotónica. Afortunadamente, las pérdidas de líquidos hipotónicos con-
llevan un escaso riesgo de aparición de shock hipovolémico.
Diabetes insípida
La diabetes insípida (DI) es un trastorno de la conservación de agua renal
que se caracteriza por pérdida de orina en gran medida desprovista de soluto
(como agua pura) (16,17). El problema subyacente en la DI es un defecto rela-
cionado con la hormona antidiurética (ADH), un polipéptido liberado por el
lóbulo posterior de la hipófisis (neurohipófisis) que estimula la reabsorción de
agua en los túbulos renales distales. En la DI pueden producirse dos defectos
distintos relacionados con la ADH:
1. La DI central se caracteriza por un fallo en la liberación de ADH por la
neurohipófisis (18). Entre sus causas frecuentes se encuentran una lesión
cerebral traumática, la encefalopatía anóxica, la meningitis y la muerte
cerebral. El inicio viene anunciado por la aparición de poliuria, que suele
ser evidente en las 24 primeras horas del suceso causante.
2. La DI nefrogénica se caracteriza por una respuesta defectuosa de los órga-
nos a la acción de la ADH. Entre las posibles causas de DI nefrogénica se
encuentran: anfotericina, aminoglucósidos, medios de contraste radiológi-
co, dopamina, litio, hipopotasemia y la fase de recuperación (poliúrica) de
la NTA (17,19). El defecto en la capacidad de concentración renal es menos
grave en la DI nefrogénica que en la DI central.
Diagnóstico
La característica de la DI es una orina diluida frente a un plasma hipertónico.
En la DI central, la osmolaridad de la orina suele ser inferior a 200 mosm/l,
mientras que en la DI nefrogénica, la osmolaridad de la orina suele estar
entre 100 y 500 mosm/l (20). El diagnóstico de DI se confirma observando la
respuesta urinaria a la restricción de líquido. Si la osmolaridad de la orina
no aumenta más de 30 mosm/l en las primeras horas de restricción hídrica
completa, puede diagnosticarse una DI. Las pérdidas de líquidos pueden ser
excesivas durante la restricción hídrica en la DI (sobre todo en la DI central),
por lo que esta restricción debe controlarse rigurosamente.
Una vez confirmado el diagnóstico de DI, la respuesta a la vasopresina (5 U
por vía i.v.) distinguirá la diabetes insípida central de la nefrogénica. En la DI
central, la osmolalidad de la orina aumenta al menos un 50 % casi inmedia-
tamente después de la administración de vasopresina, mientras que en la DI
Tratamiento
Las pérdidas de líquidos en la diabetes insípida son casi de agua pura, por lo
que la estrategia de reposición pretende reemplazar el déficit de agua libre
usando las ecuaciones 35.6-35.9, y limitar el ritmo de corrección del sodio a
≤ 0,5 mEq/l por hora (1,8,9).
Hipernatremia hipervolémica
La hipernatremia con un VEC elevado es poco frecuente, y suele deberse a
la administración de infusiones de bicarbonato sódico para la acidosis me-
tabólica, o a la administración intensiva de solución salina hipertónica para
tratar un cuadro de hipertensión intracraneal. En los pacientes ingresados
con hipernatremia hipervolémica debe considerarse la ingestión excesiva de
comprimidos de sal (a menudo en mujeres con un trastorno psiquiátrico) (21).
Tratamiento
En los pacientes con una función renal normal, el exceso de sodio y de agua
suele excretarse rápidamente. Cuando se altera la excreción renal de sodio,
puede ser necesario aumentar la excreción renal de sodio con un diurético
(p. ej., furosemida). Como la concentración urinaria de sodio durante la diu-
resis con furosemida (~ 80 mEq/l) es menor que la concentración plasmática
de sodio, la diuresis puede agravar la hipernatremia. Si esto sucede, hay que
reponer parcialmente las pérdidas en orina con un líquido que sea hipotónico
con respecto a la orina (p. ej., solución salina un cuarto normal).
HIPERGLUCEMIA HIPERTÓNICA
Aunque la normoglucemia tiene escaso efecto osmótico, la hiperglucemia grave
ejerce una influencia considerable sobre la osmolalidad plasmática (p. ej., una
cifra de glucosa en plasma de 600 mg/dl equivale a 600/18 = 40 mosm/kg H2O).
Hiperglucemia no cetósica
El síndrome de hiperglucemia no cetósica (HNC) se caracteriza por hiperglu-
cemia intensa sin cetoacidosis. Este cuadro aparece típicamente en pacientes
ancianos con diabetes de tipo 2 (con suficiente insulina endógena para evitar
la cetogénesis), y se precipita por un estrés fisiológico (p. ej., infección o trau-
matismos). Las cifras de glucemia suelen ser > 600 mg/dl, pudiendo llegar a
superar los 1 000 mg/dl. La glucosuria es importante, y la diuresis osmótica
resultante produce hipovolemia. La combinación de hiperglucemia y pérdi-
das hídricas hipotónicas produce un incremento considerable de la osmolali-
Manifestaciones clínicas
Las manifestaciones de la HNC son una hiperglucemia intensa (cifras de
glucosa en plasma > 600 mg/dl), ausencia de cetosis (o cetosis leve), signos de
encefalopatía (p. ej., disminución del nivel de conciencia) y signos de hipovo-
lemia (22).
Fluidoterapia
HIPONATREMIA
La hiponatremia ([Na] plasmática < 135 mEq/l) (26) se registra en el 40-50 %
de los pacientes ingresados en la UCI (26,27), y es particularmente preva-
lente en los pacientes neuroquirúrgicos (27). Aunque la hiponatremia es
típicamente un cuadro hipotónico, existen casos de hiponatremia isotónica (p.
ej., seudohiponatremia) y de hiponatremia hipertónica (la hiperglucemia no
cetósica que se acaba de describir en el último apartado).
Seudohiponatremia
El método tradicional para medir la [Na] en plasma (fotometría de emisión de
llama) comprende tanto la fase acuosa como la no acuosa del plasma, mientras
que el sodio queda restringido a la fase acuosa del plasma. Por lo tanto, la [Na]
en plasma medida puede ser inferior a la [Na] en plasma real (fase acuosa).
Alrededor del 93 % del plasma es agua, por lo que la diferencia entre la [Na]
plasmática medida y la actual es escasa (en torno al 7 %).
Los incrementos importantes en las concentraciones plasmáticas de lípidos
y proteínas se añadirán a la fase no acuosa del plasma, lo que puede reducir
notablemente la [Na] plasmática medida sin afectar a la concentración plas-
mática real (fase acuosa). Esta situación se conoce como seudohiponatremia
(28), y no suele producirse hasta que las concentraciones de lípidos en plasma
aumentan por encima de 1 500 mg/dl, o hasta que las concentraciones plas-
máticas de proteínas aumentan por encima de 12-15 g/dl (28). La influencia de
la hipertrigliceridemia sobre la [Na] plasmática medida se describe mediante
la ecuación siguiente:
% disminución de la [Na] = 2,1 × triglicéridos (g/dL) – 0,6 (35.9)
Diagnóstico
El diagnóstico de seudohiponatremia puede confirmarse o descartarse mi-
diendo la osmolalidad del plasma, que será normal en la seudohiponatremia y
estará disminuida en la hiponatremia «verdadera» o hipotónica. Otro método
consiste en medir la [Na] en plasma con un electrodo iónico específico. Estos
electrodos miden la [Na] en la fase acuosa del plasma, y la [Na] del plasma
será normal en los casos de seudohiponatremia.
Hiponatremia hipotónica
La hiponatremia hipotónica se debe al exceso de agua libre con respecto al
sodio en el líquido extracelular. La mayoría de los casos supone una pérdida
de los mecanismos de control normales para la liberación de hormona anti-
diurética (ADH).
Manifestaciones clínicas
Hiponatremia hipovolémica
La hiponatremia con un VEC bajo se debe a la pérdida de sodio con un ex-
ceso de retención de agua libre. La pérdida de sodio disminuye el VEC, y el
exceso de retención de agua libre disminuye la concentración extracelular de
sodio. Este exceso de retención de agua libre se debe a la liberación de ADH
mediada por barorreceptores (no osmótica) (29) combinada con la ingesta de
agua libre (ingesta oral o infusión de un líquido que es hipotónico con respec-
to al líquido perdido).
Etiologías
En la tabla 35-2 se muestran las principales afecciones que se asocian a la hipo-
natremia hipovolémica. Los diuréticos tiazídicos son factores etiológicos fre-
cuentes, probablemente porque alteran la capacidad de dilución renal. Otras
afecciones en los pacientes graves son la insuficiencia suprarrenal primaria y
el síndrome cerebral por pérdida de sal.
Consideraciones diagnósticas
La fuente de la pérdida de sodio suele ser evidente. Si no está clara, la [Na]
en una muestra de orina puede ayudar a distinguir las pérdidas renales de las
extrarrenales; es decir, una [Na] en orina alta (> 20 mEq/l) sugiere un origen
renal de la pérdida de sodio, mientras que una [Na] en orina baja (< 20 mEq/l)
sugiere un origen extrarrenal (v. fig. 35-3).
Hiponatremia hipervolémica
La hiponatremia hipervolémica se debe a una retención de sodio y agua, y la
retención de agua supera a la retención de sodio. Esta situación se observa en
HIPONATREMIA
Fluidoterapia
El tratamiento de la hiponatremia viene determinado por el VEC y por la pre-
sencia o ausencia de síntomas neurológicos. La hiponatremia sintomática (que
suele aparecer cuando la [Na] plasmática desciende por debajo de 120 mEq/l)
requiere un incremento más rápido en la concentración plasmática de sodio
que los casos asintomáticos, lo que se consigue con solución salina hipertónica
(NaCl al 3 %). Sin embargo, una corrección demasiado rápida puede ser noci-
va, como se describe a continuación.
Velocidad de la corrección
Una corrección demasiado rápida de la concentración plasmática de sodio
(> 10-12 mEq/l en 24 h) puede producir un síndrome desmielinizante osmóti-
co (a veces denominado mielinólisis pontina central), caracterizado por disartria,
tetraparesia y pérdida de conciencia (27,29). La hiponatremia crónica conlleva
un mayor riesgo de que aparezca esta complicación que la hiponatremia agu-
da (en 48 h). Para evitar la desmielinización osmótica, se recomienda adoptar
las medidas siguientes:
1. En la hiponatremia crónica, la [Na] plasmática no debe aumentar a una
velocidad superior a 0,5 (mEq/l)/h (o 10-12 mEq/l en 24 h), y la fase de
corrección rápida debe detenerse cuando la concentración de sodio alcance
120 mEq/l (29).
2. En la hiponatremia aguda, la [Na] plasmática puede elevarse 4-6 mEq/l en
1-2 h (27). Sin embargo, la concentración plasmática de sodio final no debe
ser superior a 120 mEq/l.
VELOCIDAD DE INFUSIÓN DE LA SOLUCIÓN SALINA HIPERTÓNICA. La velocidad
de infusión inicial para la solución salina hipertónica (NaCl al 3 %) puede
calcularse multiplicando el peso corporal del paciente (en kg) por el ritmo de-
seado de aumento de la concentración plasmática de sodio (29). Por ejemplo,
si el paciente pesa 70 kg y la velocidad de elevación deseada de la concentra-
ción plasmática de sodio es de 0,5 (mEq/l)/h, el ritmo de infusión de solución
salina inicial será de 70 × 0,5 = 35 ml/h. La concentración plasmática de sodio
se monitoriza periódicamente para determinar cuándo se alcanza el objetivo
deseado de [Na] plasmática (120 mEq/l).
Estrategias
A continuación, se describen algunas estrategias generales para la fluidotera-
pia basadas en el VEC (estas estrategias se resumen también en la figura 35-3).
VEC BAJO. En los pacientes sintomáticos, se infundirá solución salina hipertóni-
ca (NaCl al 3 %) aplicando las normas para la corrección rápida del apartado
anterior. En los pacientes asintomáticos, se infundirá solución salina isotónica
hasta que no existan signos de hipovolemia.
VEC NORMAL. En los pacientes sintomáticos, se infundirá solución salina hi-
pertónica (NaCl al 3 %) aplicando las normas para la corrección rápida del
apartado anterior. Se aconseja administrar furosemida intravenosa (20-40 mg)
ante la posibilidad de una sobrecarga de volumen (en pacientes con insufi-
ciencia cardíaca) (29). En los pacientes asintomáticos, se restringirá la ingesta
de líquido de forma que sea 500 ml inferior a la diuresis diaria (29). Si la res-
tricción de líquido es ineficaz o no se tolera, se considerarán los tratamientos
farmacológicos que se describen más adelante.
graves, pero debe combinarse con diuresis forzada con furosemida (29). Las
medidas tradicionales en los pacientes asintomáticos consisten en restricción
de líquidos y en la administración de furosemida.
Farmacoterapia
Demeclociclina
La demeclociclina es un derivado tetraciclínico que bloquea los efectos de la
ADH en los túbulos renales. Se usa principalmente en pacientes con SIADH e
hiponatremia crónica que no toleran restricción de líquidos. El fármaco se ad-
ministra por vía oral, y la dosis es de 600-1 200 mg/día en dosis fraccionadas
(29). Tarda varios días en lograr su efecto máximo, y la eficacia es variable.
Puede ser nefrotóxica, por lo que se aconseja monitorizar la función renal
durante la administración.
Antagonistas de la vasopresina
Desde el año 2005 se han introducido dos fármacos que bloquean los recep-
tores para la arginina vasopresina (la otra denominación de la hormona anti-
diurética). Estos fármacos, el conivaptán y el tolvaptán (los «vaptanos»), pueden
usarse como alternativa a la restricción hídrica en la hiponatremia normo-
volémica o hipervolémica (salvo en la insuficiencia renal). En la actualidad,
su aplicación principal es en pacientes con hiponatremia asociada a SIADH.
Estos fármacos están contraindicados en la hiponatremia hipovolémica por
sus efectos acuaréticos.
134
N = 20
[Na] en plasma (mEq/l)
Conivaptán
130
126 Placebo
122
0 6 24 48 96
Tiempo (horas)
FIGURA 35-4. Efecto del conivaptán intravenoso (usando la misma pauta de dosificación
que la que se describe en el texto) sobre la concentración plasmática de sodio en
pacientes con hiponatremia normovolémica e hipervolémica. N es el número de pacientes
del estudio. Datos de la referencia 32.
COMENTARIO FINAL
Merece la pena insistir en los siguientes puntos de este capítulo:
1. El sodio es el factor determinante principal de la distribución del agua cor-
poral total en los líquidos intracelular y extracelular.
2. Una concentración plasmática anómala de sodio no tiene que ver con el
sodio, sino con el volumen celular.
3. Puede usarse una sola variable (el volumen extracelular) para comprender,
identificar y corregir el efecto osmótico de la hipernatremia y la hiponatre-
mia. (Bertrand Russell estaría orgulloso.)
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POTASIO
Ninguna corriente puede subir más alto que su fuente.
Frank Lloyd Wright
1875
CONCEPTOS BÁSICOS
673
3 500 mEq
FIGURA 36-1. Ilustración de la pequeña fracción del K+ corporal total que se encuentra
fuera de las células. Este ejemplo pertenece a un adulto de 70 kg con un potasio corporal
total estimado de 50 mEq/kg de peso. Cada lingote de oro representa 100 mEq de K+.
senta sólo el 0,4 % del potasio corporal total. Esto destaca el tamaño limitado de la
reserva de potasio disponible para evaluar la cantidad total en el organismo.
Potasio sérico
En la figura 36-2 se muestra la relación entre el K+ corporal total y el K+ sérico
(plasma) (4,5). Obsérvese la forma curvilínea de la curva, con la porción plana
en la región del déficit de potasio. En un adulto de tamaño promedio con un
K+ sérico normal de 4 mEq/l, se necesita un déficit de K+ corporal total de
200-400 mEq para producir un descenso de la concentración plasmática de este
ión de 1 mEq/l, mientras que para producir un incremento similar (1 mEq/l) en
el plasma se necesita un exceso de K+ corporal total de 100-200 mEq (5). Por
lo tanto, para un cambio concreto en el K+ sérico, la variación del potasio corporal
total es dos veces mayor con la pérdida de potasio (hipopotasemia) que con el exceso
de K+ (hiperpotasemia). El mayor déficit asociado a la hipopotasemia se debe a
las grandes reservas de potasio intracelular que puede reabastacer al K+ ex-
tracelular (y ayudar a mantener el valor de potasio sérico) cuando se pierde
este ión.
Excreción de potasio
Se pierden pequeñas cantidades de potasio en las heces (5-10 mEq/día) y en el
sudor (0-10 mEq/día), pero la mayor parte de las pérdidas se producen por la
orina (40-120 mEq/día, dependiendo de la ingesta de K+) (1).
Excreción renal
La mayor parte del potasio que se filtra en el glomérulo se reabsorbe de forma
pasiva en los túbulos proximales (junto con sodio y agua), y el K+ se excreta a
continuación en los túbulos distales y los túbulos colectores (1). La excreción
5
K+ sérico (mEq/l)
Acidosis
Alcalosis
Déficit de K+ Exceso de K+
0
–900 –600 –300 0 +300
∆K+ corporal total (mEq)
FIGURA 36-2. Relación entre la concentración sérica de potasio y el potasio corporal
total. Redibujado a partir de la referencia 4.
HIPOPOTASEMIA
La hipopotasemia (K+ sérico < 3,5 mEq/l) puede deberse al desplazamiento de
potasio al interior celular (desplazamiento transcelular) o a una disminución
de la cantidad de K+ corporal total (pérdida de K+) (3-6).
Desplazamiento transcelular
El movimiento de potasio hacia el interior de las células está facilitado por la
estimulación de los receptores adrenérgicos β2 sobre las membranas celulares
en el músculo, lo que explicaría el descenso de la concentración sérica asocia-
do a la inhalación de broncodilatadores agonistas β2 (p. ej., salbutamol) (7). Este
efecto es leve (≤ 0,5 mEq/l) con las dosis terapéuticas habituales (7), pero es
más importante cuando se inhalan agonistas β2 y se combinan con diuréticos
(8). Otros factores que favorecen el movimiento de K+ hacia el interior de las
células son la alcalosis (respiratoria o metabólica), la hipotermia (accidental o
inducida) y la insulina. La alcalosis tiene un efecto variable e impredecible so-
bre la concentración sérica de potasio (9). La hipotermia produce un descenso
transitorio del K+ sérico que se resuelve con recalentamiento (10).
Pérdida de potasio
La disminución del potasio puede deberse a pérdidas por los riñones o por el
tubo digestivo. La localización de la pérdida de K+ (renal o extrarrenal) suele
ser evidente, pero puede identificarse midiendo las concentraciones urinarias
de K+ y cloruro, como se muestra en la figura 36-3.
HIPOPOTASEMIA
POTASIO
EN ORINA
Diarrea CLORURO
EN ORINA
Manifestaciones clínicas
La hipopotasemia intensa (K+ sérico < 2,5 mEq/l) puede asociarse a debilidad
muscular difusa (3), pero en la mayoría de los casos la hipopotasemia es
asintomática. Las alteraciones del ECG son la principal manifestación de la hi-
popotasemia, pueden existir en el 50 % de los casos (13), y consisten en la pre-
sencia de ondas U prominentes (> 1 mm de altura), aplanamiento e inversión
de las ondas T, y prolongación del intervalo QT. Sin embargo, estos cambios
no son específicos de la hipopotasemia, ya que también pueden verse ondas
U y cambios en la onda T con los digitálicos o en la hipertrofia del ventrículo
izquierdo, y la prolongación del QT puede deberse a algunos fármacos, o bien
a hipocalcemia o hipomagnesemia.
Arritmias
Contrariamente a la creencia popular, la hipopotasemia por sí sola no es un factor
de riesgo para la aparición de arritmias graves (3,13). Sin embargo, la hipopota-
semia puede añadirse al riesgo de arritmias graves en otros cuadros (p. ej.,
isquemia miocárdica) (3).
Tratamiento de la hipopotasemia
El primer problema en la hipopotasemia es eliminar o tratar cualquier afec-
ción que fomente los desplazamientos transcelulares de potasio (p. ej., alcalo-
sis) (3). Si la hipopotasemia se debe a pérdidas de potasio, habrá que actuar
como se describe a continuación.
siva se muestra en la tabla 36-1. Obsérvese que, incluso una hipopotasemia leve
(K+ sérico = 3 mEq/l) se asocia a un déficit de potasio considerable (175 mEq).
HIPERPOTASEMIA
Aunque la hipopotasemia suele tolerarse bien, la hiperpotasemia (K+ sérico
> 5,5 mEq/l) puede ser una afección potencialmente mortal (2,3,19,20).
Etiología
La hiperpotasemia puede deberse a la liberación de potasio desde las células
(desplazamiento transcelular) o a una alteración en la excreción renal. Si el
origen de la hiperpotasemia no está claro, puede ser útil realizar una determi-
nación de K+ en una muestra de orina. Una concentración de K+ en orina alta
(> 30 mEq/l) sugiere un desplazamiento transcelular, mientras que una con-
centración baja (< 30 mEq/l) indica una alteración de la excreción renal. Si la
hiperpotasemia es inesperada, hay que considerar la afección que se describe
a continuación.
Seudohiperpotasemia
La hiperpotasemia que existe ex vivo (en la muestra de sangre), pero no in vivo,
se conoce como seudohiperpotasemia. La causa principal de este trastorno es la
liberación de potasio por hemólisis traumática durante la venopunción, algo
más frecuente de lo sospechado y que se ha documentado en el 20 % de las
muestras de sangre con hiperpotasemia (21). Otras causas de seudohiperpota-
semia son: (a) liberación de K+ desde los músculos al apretar los puños (22), y
(b) liberación de potasio por la formación de coágulos en el tubo de la muestra
de sangre en pacientes con leucocitosis intensa (> 50 000/mm3) o trombocitosis
intensa (recuento de plaquetas > 1 millón/mm3). Ante una presunta seudohi-
perpotasemia, debe obtenerse otra muestra de sangre adoptando las precau-
ciones necesarias para evitar o reducir el problema sospechado (p. ej., reducir
al mínimo la aspiración al extraer la sangre).
Desplazamiento transcelular
Las afecciones que se asocian a la salida de potasio desde el interior de las
células son la acidosis, la rabdomiólisis, el síndrome de lisis tumoral y las
transfusiones sanguíneas.
Transfusión sanguínea
La hiperpotasemia es una complicación reconocida (pero inconstante) de la
transfusión sanguínea masiva (reposición de sangre equivalente al volumen
sanguíneo). La temperatura usada para almacenar los hematíes (4 ºC) desco-
necta la bomba de intercambio de Na+-K+ en la membrana del eritrocito, lo
que produce una fuga constante de potasio desde las células (30). La concen-
tración de K+ en el sobrenadante aumenta continuamente a medida que se
prolonga el tiempo de almacenamiento. Tras 18 días de almacenamiento (pro-
medio de tiempo que la sangre permanece almacenada), la carga de potasio
en una unidad de concentrado de hematíes es de 2-3 mEq (30), de forma que
la transfusión masiva (habitualmente al menos 6 unidades de concentrados
de hematíes) supone una carga de K+ de al menos 12-18 mEq. Esto representa
una carga considerable, teniendo en cuenta que el plasma contiene alrededor
de 9-10 mEq de K+ en un adulto de tamaño promedio.
La carga de potasio en la sangre transfundida es eliminada por los riñones
en condiciones normales, pero cuando el flujo sanguíneo sistémico se ve
afectado (lo que puede aplicarse a la mayoría de los pacientes que necesitan
transfusiones masivas de sangre), se altera la excreción renal de potasio, y el
potasio infundido en las transfusiones sanguíneas se acumulará. El volumen
transfusional necesario para producir hiperpotasemia variará, pero en un es-
tudio se ha demostrado que la hiperpotasemia empieza a aparecer después de
la transfusión de 7 unidades de concentrados de hematíes (31).
Cautopireiofagia
En 1985, se publicó un caso clínico en el que se describía a un paciente con
hiperpotasemia intensa que fue diagnosticada después de haber ingerido
1 500 cabezas de fósforos quemados en un día (una pica) (32). Las cabezas de
los fósforos quemados tienen abundante clorato potásico, y el hábito de inge-
rirlas se conoce como cautopireiofagia. Se menciona este caso para demostrar
que cualquier cosa es posible en medicina, y que existe un nombre para todo.
Consecuencias clínicas
El principal peligro de la hiperpotasemia es la ralentización de la transmisión
del impulso en el corazón (por la despolarización del músculo cardíaco), que
puede evolucionar hasta un bloqueo cardíaco y parada cardíaca bradicárdica.
Alteraciones electrocardiográficas
En la figura 36-4 se muestran las alteraciones electrocardiográficas en la hiper-
potasemia progresiva. El primer cambio es la aparición de una onda T alta,
afilada (en tienda de campaña), más prominente en las derivaciones precor-
diales V2 y V3. A medida que la hiperpotasemia progresa, va disminuyendo
la amplitud de la onda P y se alarga el intervalo PR. Finalmente, la onda P
desaparece y el complejo QRS se ensancha. El episodio final es una fibrilación
ventricular o asistolia.
Los cambios del ECG suelen empezar a aparecer cuando la concentración de
potasio sérico llega a 7 mEq/l (33), pero el umbral para que aparezcan cambios
electrocardiográficos es muy variable. Esto se demuestra en un caso clínico en
el que se mostraba la ausencia de anomalías ECG con una concentración sérica
de K+ de ¡14 mEq/l! (34). Debido a la relación variable entre la concentración
16
Fibrilación ventricular
12
Bloqueo cardíaco
completo
Onda T picuda
4 Normal
Antagonismo de membrana
El calcio aumenta la diferencia de carga eléctrica a través de las membranas
celulares miocárdicas y se opone a la despolarización producida por la hi-
Desplazamiento transcelular
na es temporal (efecto máximo a los 30-60 min), por lo que deben instaurarse
medidas para favorecer la eliminación de K+.
Eliminación de potasio
El exceso de K+ puede eliminarse a través del intestino (con una resina inter-
cambiadora de cationes) o directamente desde el torrente sanguíneo (con
hemodiálisis).
COMENTARIO FINAL
Merece la pena insistir en los siguientes puntos de este capítulo:
1. El K+ del plasma es sólo «la punta de un iceberg» en cuanto a la evaluación
del potasio corporal total.
2. El déficit de potasio suele ser mayor que el sospechado en la hipopotase-
mia, incluso en los casos leves (v. tabla 36-1).
3. La hipopotasemia se tolera sorprendentemente bien, y no supone un riesgo
de aparición de arritmias graves, salvo que se combine con otro cuadro
arritmógeno (p. ej., síndrome coronario agudo).
4. Cuando la hipopotasemia no responde a la reposición de K+, es probable
que el culpable sea un déficit de magnesio.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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MAGNESIO
Puedes saber el nombre de un pájaro en todos los idiomas del mundo,
pero no sabrás absolutamente nada de él. Por eso, echemos un vistazo
al pájaro y veamos qué hace: eso es lo que realmente cuenta.
Richard Feynman
The Physics Teacher
1969
Distribución
En la tabla 37-1 se muestra la distribución del magnesio (Mg) en el cuerpo hu-
mano (5). Un adulto de tamaño medio contiene aproximadamente 24 g (1 mol,
o 2 000 mEq) de magnesio; algo más de la mitad se localiza en el tejido óseo,
mientras que menos del 1 % se localiza en el plasma. Esta falta de representación
687
De la referencia 5.
Magnesio sérico
Se prefiere el suero al plasma para realizar los análisis de magnesio, ya que el
anticoagulante empleado en las muestras de plasma puede estar contaminado
con citrato o con otros aniones que se unen al magnesio (5). El intervalo de
referencia para el magnesio sérico depende de la ingesta diaria, que varía en
función de cada región geográfica. El intervalo normal del Mg sérico en adul-
tos sanos en Estados Unidos se muestra en la tabla 37-2 (7).
Nota: Los laboratorios clínicos normalmente registran la concentración de Mg
sérico en mg/dl (porque el Mg está parcialmente unido a proteínas plasmáti-
cas), mientras que en la bibliografía médica se utiliza normalmente mEq/l. La
conversión es la siguiente:
mg/dl × 10
mEq/l = × valencia (37.1)
PM
donde PM es el peso molecular (peso atómico en el caso del magnesio) y la
valencia es el número de cargas en el átomo o la molécula. El magnesio tiene
un peso atómico de 24 y una valencia de 2, de modo que una concentración
sérica de Mg de 1,7 mg/dl equivale a (1,7 × 10)/24 × 2 = 1,4 mEq/l
Magnesio ionizado
Alrededor del 67 % del magnesio en el plasma se encuentra en forma ionizada
(activa), mientras que el 33 % restante está unido a proteínas plasmáticas (19 %
del total) o quelado con aniones divalentes como fosfato y sulfato (14 % del
total) (8). El análisis habitual para el magnesio (espectrofotometría) mide las
tres fracciones. Por lo tanto, cuando la concentración sérica de Mg es anormal-
mente baja, no es posible determinar si el problema es una disminución de la
fracción ionizada (activa) o de las fracciones unidas (p. ej., hipoproteinemia)
(9). El valor de Mg ionizado puede medirse con un electrodo específico de
Magnesio en orina
En la tabla 37-2 se muestra el intervalo normal para la excreción urinaria de
magnesio. En circunstancias normales, sólo se excretan en orina cantidades
pequeñas de magnesio (3). Cuando la ingesta de magnesio es deficiente, los
riñones conservan este elemento, y su excreción urinaria desciende hasta va-
lores despreciables, como se muestra en la figura 37-1. Obsérvese que el Mg
sérico permanece en el intervalo normal una semana después de empezar con
una dieta de Mg-3, mientras que la excreción urinaria ha descendido hasta
valores despreciables. Esto ilustra el valor relativo de la excreción urinaria de
magnesio en el diagnóstico del déficit de este elemento.
12 2
Mg en orina (mEq/24 h)
Mg en plasma
Mg en plasma (mEq/l)
1
Mg en orina
4
0 0
0 1 2 3 4 5 6 7
Días de dieta sin magnesio
DÉFICIT DE MAGNESIO
La hipomagnesemia se registra hasta en el 65 % de los pacientes de la UCI
(1-3). Como la pérdida de magnesio puede que no se acompañe de hipo-
magnesemia corporal total, es probable que la incidencia de esta pérdida sea
mayor. De hecho, la pérdida de magnesio se ha descrito como «la alteración
electrolítica más frecuentemente infradiagnosticada en la práctica médica actual» (11).
Afecciones predisponentes
Dado que los valores séricos de Mg tienen una capacidad limitada para detec-
tar la pérdida de magnesio, el reconocimiento de las afecciones que predispo-
nen a esta pérdida pueden ser el único indicio de un desequilibrio electrolítico
subyacente. En la tabla 37-3 se enumeran las afecciones predisponentes más
frecuentes de las pérdidas de magnesio.
Tratamiento diurético
Los diuréticos son la causa principal del déficit de magnesio. La inhibición
de la reabsorción de sodio inducida por los diuréticos interfiere también en la
reabsorción del magnesio, y las pérdidas urinarias de Mg resultantes pueden
discurrir en paralelo con las pérdidas urinarias de sodio. La excreción urinaria
de magnesio es más intensa con los diuréticos del asa (furosemida y ácido
etacrínico). Se ha documentado un déficit de magnesio en el 50 % de los pacientes
que reciben tratamiento crónico con furosemida (12). Los diuréticos tiazídicos
muestran una tendencia similar a la pérdida de magnesio, pero sólo en los pa-
cientes de edad avanzada (13). Esta pérdida no se produce con los diuréticos
«ahorradores de potasio» (14).
Tratamiento antibiótico
Los antibióticos que favorecen la pérdida de magnesio son los aminoglucósi-
dos, la anfotericina y la pentamidina (15,16). Los aminoglucósidos bloquean la
reabsorción de magnesio en el asa ascendente de Henle, y se ha documentado
Otros fármacos
Existen diversos casos publicados que señalan que el uso prolongado de
inhibidores de la bomba de protones (desde 14 días hasta 13 años) puede
asociarse a hipomagnesemia grave (17), debido posiblemente a la disminu-
ción de la absorción de magnesio en el tracto gastrointestinal. Otros fármacos
que se asocian a pérdidas de magnesio son los digitálicos, la epinefrina, y
antineoplásicos como el cisplatino y la ciclosporina (15,18). Los dos primeros
desplazan el magnesio al interior celular, mientras que los otros dos favorecen
la excreción renal.
Diarrea secretora
Las secreciones procedentes de la parte inferior del tracto gastrointestinal con-
tienen abundante magnesio (10-14 mEq/l) (22), y la diarrea secretora puede
acompañarse de pérdidas intensas de este elemento (20). Las secreciones de
las porciones superiores del tracto gastrointestinal no son ricas en magnesio
(1-2 mEq/l), por lo que los vómitos no suponen un riesgo de hipomagnesemia.
Diabetes mellitus
Las pérdidas de magnesio son frecuentes en los pacientes diabéticos insulino-
dependientes, probablemente a causa de las pérdidas urinarias que acompa-
ñan a la glucosuria (23). La hipomagnesemia se ha registrado sólo en el 7 %
de los ingresos por cetoacidosis diabética, pero la incidencia aumenta hasta
el 50 % en las 12 primeras horas tras el ingreso (24), probablemente como
consecuencia del desplazamiento del magnesio hacia el interior de las células
inducido por la insulina.
Manifestaciones clínicas
No existen manifestaciones clínicas específicas del déficit de magnesio, pero los
signos clínicos siguientes pueden sugerir un déficit de magnesio subyacente.
Arritmias
Como ya se ha mencionado anteriomente, el magnesio es imprescindible para
que funcione correctamente la bomba de membrana en las células cardíacas.
La pérdida de magnesio despolarizará las células cardíacas y favorecerá la
aparición de taquiarritmias. Como tanto los digitálicos como el déficit de mag-
nesio inhiben a la bomba de membrana, el déficit de magnesio amplificará el
efecto de los digitálicos y favorecerá la cardiotoxicidad de estos fármacos. El
magnesio intravenoso puede suprimir las arritmias por toxicidad digitálica,
incluso cuando las concentraciones séricas de Mg son normales (31). El mag-
nesio intravenoso también puede eliminar las arritmias rebeldes (las que no
responden a los antiarrítmicos tradicionales) en ausencia de hipomagnesemia
(32). Este efecto puede deberse a un efecto estabilizador de membrana del
magnesio que no guarda relación con la reposición de este elemento.
Una de las arritmias más graves asociadas a la pérdida de magnesio es la tor-
sades de pointes (v. fig. 15-8). El papel del magnesio en esta arritmia se comenta
en el capítulo 15.
Signos neurológicos
Las manifestaciones neurológicas del déficit de magnesio son: alteración del
estado mental, convulsiones generalizadas, temblores e hiperreflexia. Todas
son infrecuentes, inespecíficas y de escaso valor diagnóstico.
Merece la pena mencionar un síndrome neurológico descrito recientemente
que puede resolverse mediante la administración de magnesio. El cuadro
clínico se caracteriza por ataxia, habla balbuceante, acidosis metabólica, sali-
vación excesiva, espasmos musculares difusos, convulsiones generalizadas y
obnubilación progresiva (33). Estas manifestaciones clínicas se desencadenan
a veces por ruidos altos o por contacto corporal, y de ahí el término trastorno
hiperactivo del sistema nervioso central por déficit de magnesio para descri-
bir este trastorno. Este síndrome se asocia a una disminución de las cifras de
magnesio en el líquido cefalorraquídeo y se resuelve mediante una infusión
de magnesio. Actualmente se desconoce la prevalencia de este trastorno.
Diagnóstico
Como ya se ha mencionado en varias ocasiones, la concentración sérica de
Mg es un marcador insensible de las pérdidas de este elemento. Cuando estas
pérdidas se deben a factores extrarrenales (p. ej., diarrea), la excreción urinaria
de magnesio es una prueba más sensible para las pérdidas de este elemento
(34). Sin embargo, la mayoría de los casos de hipomagnesemia se deben a un
incremento en la excreción renal, por lo que el valor diagnóstico de la excre-
ción urinaria de magnesio es limitado.
Indicaciones:
1. Ante un presunto déficit de Mg cuando la concentración sérica de Mg es
normal
2. Para identificar el criterio de valoración del tratamiento de reposición de Mg
Contraindicaciones:
1. En insuficiencia renal o la pérdida renal excesiva de magnesio
Protocolo:
1. Añadir 24 mmol de magnesio (6 g de MgSO4) a 250 ml de solución salina
isotónica e infundir en 1 h
2. Recoger la orina de 24 h, empezando al iniciar la infusión de magnesio
Resultados:
1. La excreción urinaria de Mg < 12 mmol (24 mEq) en 24 h (menos del 50 %
del Mg infundido) es una prueba de pérdida de Mg
2. La excreción urinaria de Mg > 19 mmol (38 mEq) en 24 h (más del 80 %
del Mg infundido) es una prueba en contra de la pérdida de Mg
En la referencia 35.
Hipomagnesemia moderada
Se recomienda el protocolo siguiente cuando la concentración sérica de Mg
es < 1 mEq/l o cuando la hipomagnesemia se acompaña de alteraciones elec-
trolíticas:
EXCESO DE MAGNESIO
La acumulación de magnesio se produce con mucha menos frecuencia que las
pérdidas de magnesio. En un estudio, la hipermagnesemia (concentración séri-
ca de Mg > 2 mEq/l) se observaba en el 5 % de los pacientes hospitalizados (40).
Afecciones predisponentes
Insuficiencia renal
La mayoría de los casos de hipermagnesemia se deben a una alteración de
la excreción renal, que se produce cuando el aclaramiento de creatinina des-
Hemólisis
La concentración de magnesio en los eritrocitos es aproximadamente tres
veces mayor que la del suero (42), por lo que la hemólisis puede aumentar la
concentración sérica de este elemento. Se espera que la concentración sérica
de magnesio aumente 0,1 mEq/l por cada 250 ml de eritrocitos que se lisen por
completo (46), de modo que sólo se espera que aparezca una hipermagnese-
mia en caso de hemólisis masiva.
Otras afecciones
Otros factores que pueden predisponer a una hipermagnesemia leve son la
cetoacidosis diabética (transitoria), la insuficiencia suprarrenal, el hiperparati-
roidismo y la intoxicación por litio (41).
Manifestaciones clínicas
A continuación se enumeran las consecuencias clínicas de la hipermagnese-
mia progresiva (42).
Umbral de magnesio sérico Manifestación
> 4 mEq/l Hiporreflexia
> 5 mEq/l Bloqueo AV de primer grado
> 10 mEq/l Bloqueo cardíaco completo
> 13 mEq/l Parada cardíaca
El magnesio se ha descrito como un antagonista fisiológico del calcio en la naturaleza
(43), y la mayoría de las consecuencias graves de la hipermagnesemia se deben
al antagonismo del calcio en el sistema cardiovascular. La mayor parte de la
depresión cardiovascular se debe a retrasos en la conducción cardíaca. También
son importantes la disminución de la contractilidad y la vasodilatación.
Tratamiento
La hemodiálisis es el tratamiento de elección para la hipermagnesemia grave.
Puede usarse gluconato cálcico intravenoso (1 g i.v. en 2-3 min) para anta-
gonizar los efectos cardiovasculares de la hipermagnesemia temporalmente,
hasta que se inicie la diálisis (44). Si se permite la administración de líquidos,
y parte de la función renal está conservada, una infusión intensiva de líquido
combinada con furosemida puede ser eficaz para reducir las cifras séricas de
magnesio en los casos menos avanzados de hipermagnesemia.
COMENTARIO FINAL
El magnesio suele situarse en un lugar posterior con respecto al sodio y al
potasio, pero como se ha mencionado en la introducción de este capítulo, es
imprescindible para liberar la energía almacenada en el ATP y también para
que funcione correctamente la bomba de intercambio de Na+-K+ que permite
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CALCIO
Y FÓSFORO
La naturaleza nunca nos defrauda, siempre somos nosotros
los que nos defraudamos a nosotros mismos.
Jean Jacques Rousseau
1754
CALCIO PLASMÁTICO
El calcio es el electrólito más abundante del cuerpo humano (el adulto prome-
dio tiene más de 0,5 kg de calcio), aunque el 99 % se encuentra en los huesos
(1,2). En los tejidos blandos, el calcio está 10 000 veces más concentrado que en
los líquidos extracelulares (2,3).
Calcio plasmático
El calcio del plasma se encuentra en tres formas, como se muestra en la fi-
gura 38-1. Alrededor de la mitad del calcio está ionizado (biológicamente
activo) y el resto está formando complejos (biológicamente inactivo) (1).
Aproximadamente el 80 % del calcio unido lo está a la albúmina, mientras
que el 20 % forma complejos con aniones plasmáticos como proteínas y sulfa-
tos. En la tabla 38-1 se muestra la concentración de calcio total e ionizado en
plasma. Estos valores pueden variar ligeramente en los diferentes laboratorios
clínicos.
701
10
Ca
8 Ca A Ca
Fracción unida a
Calcio total (mg/dl)
Ca Ca
proteínas Ca
Ca A Ca
6 Ca A Ca
Ca
Ca
HCO3 -Ca-HCO3
Quelatos HCO3 -Ca-HCO3
4
Ca ++ Ca ++
Fracción Ca++ Ca++
Ca++ ionizada Ca++
2 Ca++ Ca++ Ca++ Ca++
Ca++ Ca++
0
Normal Hipoalbuminemia
FIGURA 38-1. Las tres fracciones del calcio en el plasma y la contribución de cada una a
la concentración de calcio total. La columna de la derecha muestra cómo un descenso en
la concentración plasmática de albúmina puede disminuir la concentración plasmática de
calcio total sin afectar al calcio ionizado.
*Multiplicar las unidades tradicionales por el factor de conversión para obtener las unidades del SI o dividir
las unidades del SI por el factor de conversión para obtener las unidades tradicionales.
HIPOCALCEMIA IONIZADA
En un estudio multicéntrico a gran escala realizado con más de 7 000 pacientes
de la UCI, se observó que el 88 % presentó al menos un episodio de hipocal-
cemia ionizada leve (0,9-1,14 mmol/l), y el 3,3 % tuvo al menos un episodio de
hipocalcemia ionizada grave (< 0,8 mmol/l) (7). En la tabla 38-2 se enumeran
los trastornos frecuentes que se asocian a la hipocalcemia ionizada en pacien-
tes ingresados en la UCI. El hipoparatiroidismo es la principal causa de hipo-
calcemia en los pacientes extrahospitalarios, pero no se tiene en cuenta en la
UCI salvo que el paciente se haya sometido recientemente a una intervención
quirúrgica en el cuello.
Las cifras entre paréntesis muestran la frecuencia de hipocalcemia ionizada documentada en cada afección.
Afecciones predisponentes
Depleción de magnesio
La depleción de magnesio favorece la hipocalcemia al inhibir la secreción de
la hormona paratiroidea (paratirina) y reducir la respuesta de los órganos a
esta hormona (v. referencias del capítulo 37). La hipocalcemia por depleción
de magnesio no responde al tratamiento de reposición de calcio, y la repleción
de magnesio a menudo la corrige.
Sepsis
La sepsis es una causa habitual de hipocalcemia en la UCI (8,9), aunque no
está claro el mecanismo. La hipocalcemia es independiente de la vasodilata-
ción sistémica que acompaña a la sepsis (9), por lo que no está claro el signifi-
cado clínico de la hipocalcemia.
Alcalosis
La alcalosis fomenta la unión del calcio a la albúmina, con lo que disminuye
la concentración de calcio ionizado en la sangre. La hipocalcemia sintomática
es más frecuente con la alcalosis respiratoria que con la acidosis metabólica.
Las infusiones de bicarbonato sódico también pueden producir hipocalcemia
ionizada, ya que el calcio se une directamente al bicarbonato infundido.
Transfusiones sanguíneas
Se ha comunicado la presencia de hipocalcemia ionizada en el 20 % de los
pacientes que reciben transfusiones sanguíneas (8). El mecanismo es la unión
del calcio al citrato en la sangre procedente del banco. La hipocalcemia secun-
daria a las transfusiones sanguíneas suele ser transitoria, y se resuelve cuando
el citrato infundido se metaboliza en el hígado y los riñones (8). En pacientes
con insuficiencia hepática o renal puede aparecer una hipocalcemia más pro-
longada. La hipocalcemia asociada a las transfusiones sanguíneas no impide
la coagulación de la sangre, por lo que en las transfusiones masivas de sangre
no es necesario infundir calcio.
Fármacos
Existen diversos fármacos que pueden unirse al calcio y fomentar la hipocal-
cemia ionizada (8). Los que más se usan en la UCI son los amionoglucósidos
y la heparina.
Insuficiencia renal
La hipocalcemia ionizada puede acompañar a la insuficiencia renal como
resultado de la retención de fosfato y la alteración de la conversión de la vita-
mina D en su forma activa en los riñones. El tratamiento pretende disminuir
las cifras de fosfato en sangre con antiácidos que bloquean la absorción de
fósforo en el intestino delgado. Sin embargo, no se ha demostrado la utilidad
de esta medida. La acidosis propia de la insuficiencia renal puede disminuir
la unión del calcio a la albúmina, por lo que, en esta situación, la hipocalcemia
no implica una hipocalcemia ionizada.
Pancreatitis
La pancreatitis grave puede producir hipocalcemia ionizada por varios me-
canismos. El pronóstico se ve afectado de modo adverso por la aparición de
hipocalcemia (10), aunque no se ha demostrado una relación etiológica entre
hipocalcemia y una evolución mortal.
Manifestaciones clínicas
Las principales consecuencias de la hipocalcemia son la estimulación de la
excitabilidad cardíaca y neuromuscular, así como la disminución de la fuerza
contráctil en el músculo cardíaco y en el músculo liso vascular. Sin embargo,
la mayoría de los casos de hipocalcemia ionizada en la UCI no se acompañan
de consecuencias adversas aparentes (7).
Neuromusculares
La hipocalcemia puede ir acompañada de tetania (de músculos periféricos
y laríngeos), hiperreflexia, parestesias y convulsiones (11). Los signos de
Cardiovasculares
Las complicaciones cardiovasculares de la hipocalcemia son la hipotensión,
la disminución del gasto cardíaco y la actividad ventricular ectópica. Sin
embargo, estas complicaciones sólo se documentan en casos de hipocalcemia
ionizada extrema (< 0,65 mmol/l) (8).
Recomendaciones posológicas
Una dosis en embolada de 200 mg de calcio elemental (diluida en 100 ml de
solución salina isotónica en 5-10 min) debe elevar la concentración de calcio
sérico total en 0,5 mg/dl, pero los niveles empezarán a disminuir a los 30 min
(8). Por lo tanto, la dosis de calcio en embolada debe ir seguida de una infu-
sión continua a una velocidad de 1-2 (mg/kg)/h (calcio elemental) durante al
menos 6 h. Las respuestas individuales variarán, por lo que la administración
calcio debe ir guiada por el valor de calcio ionizado en sangre (8).
Tratamiento de mantenimiento
La dosis diaria de mantenimiento de calcio en los adultos es de 2-4 g. Esta do-
sis puede administrarse por vía oral usando carbonato cálcico o comprimidos
de gluconato cálcico (500 mg de calcio por comprimido).
HIPERCALCEMIA IONIZADA
En el estudio a gran escala sobre calcio ionizado mencionado anteriormente
(7), el 23 % de los pacientes de la UCI presentó al menos un episodio de hiper-
calcemia ionizada leve (1,26-1,35 mmol/l), y el 17 % tuvo, al menos, un episo-
dio de hipercalcemia ionizada y de hipocalcemia ionizada. No se ha estudiado
de forma adecuada el origen de la hipercalcemia ionizada en los pacientes de
la UCI, pero algunas causas frecuentes de hipercalcemia fuera de esta unidad
son el hiperparatiroidismo y las neoplasias (15-17).
Manifestaciones clínicas
Las manifestaciones de la hipercalcemia son inespecíficas y pueden clasificar-
se así (16):
1. Gastrointestinales: náuseas, vómitos, estreñimiento, íleo y pancreatitis
2. Cardiovasculares: hipovolemia, hipotensión y acortamiento del intervalo QT.
3. Renales: poliuria y nefrocalcinosis.
4. Neurológicas: confusión y disminución del nivel de conciencia, incluido el
coma.
Estas manifestaciones pueden aparecer cuando la concentración sérica de
calcio total sea > 12 mg/dl (o cuando el calcio ionizado sea > 3 mol/l), y casi
siempre están presentes cuando el calcio sérico es > 14 mg/dl (o el calcio ioni-
zado es > 3,5 mmol/l) (17). Las manifestaciones son más probables cuando las
concentraciones séricas de calcio aumentan rápidamente.
Tratamiento
El tratamiento está indicado cuando la hipercalcemia se asocia a efectos
adversos o cuando el calcio sérico es mayor de 14 mg/dl (calcio ionizado
> 3,5 mmol/l). La mayoría de los casos de hipercalcemia sintomática grave
(crisis hipercalcémica) están relacionados con cáncer, y el tratamiento se resume
en la tabla 38-4 (1,15-17).
Furosemida
La infusión de solución salina no corrige la hipercalcemia en más del 70 % de
los casos (15), y suele recomendarse la administración de furosemida (40 mg a
80 mg i.v. cada 2 h) para favorecer aun más la excreción urinaria de calcio. Sin
embargo, esto puede ser contraproducente porque promueve la hipovolemia,
por lo que la administración de furosemida sólo se recomienda en casos de sobrecarga
de volumen (15,17).
Calcitonina
La calcitonina es una hormona natural que inhibe la resorción ósea. Se en-
cuentra como calcitonina de salmón, que se administra por vía subcutánea o
intramuscular en una dosis de 4 U/kg cada 12 h. La respuesta es rápida (inicio
en pocas horas), pero el efecto es leve (el descenso máximo del calcio sérico es
de 0,5 mmol/l) y es frecuente la taquifilaxia (15). Debido a ello, en la mayoría
de los casos se ha abandonado la administración de calcitonina para el trata-
miento de la hipercalcemia grave (15).
Glucocorticoides
Los glucocorticoides poseen varios efectos que pueden disminuir el calcio sé-
rico, entre ellos el aumento de la excreción renal de calcio, la disminución de la
actividad de los osteoclastos en los huesos, y la disminución de la producción
extrarrenal de calcitriol en el linfoma y el mieloma (15). Las pautas de glu-
cocorticoides consisten en prednisona oral (40-100 mg/día) o hidrocortisona
intravenosa (200-400 mg/día) durante 3-5 días. En el lado negativo, los efectos
de los glucocorticoides pueden tardar en manifestarse unos 4 días, y pueden
precipitar la aparición de un síndrome de lisis tumoral (15).
Bisfosfonatos
Los bisfosfonatos son inhibidores potentes de la actividad osteoclástica. Dos
de los fármacos de esta clase, el zoledronato (4 mg a 8 mg i.v. en 15 min) y el
pamidronato (90 mg i.v. en 2 h), se consideran fármacos de primera línea para
el tratamiento de la hipercalcemia grave (15). El zoledronato es el fármaco
más eficaz, pero la dosis mayor conlleva un riesgo de producir lesión renal.
Ambos fármacos tienen un inicio de acción tardío (2-4 días). El efecto máximo
se observa a los 4-7 días y dura entre 1 y 4 semanas (15).
Diálisis
La diálisis (hemodiálisis o diálisis peritoneal) elimina de forma eficaz el calcio
en los pacientes con insuficiencia renal.
HIPOFOSFATEMIA
A diferencia del calcio, el fósforo inorgánico (PO4) tiene una localización
predominantemente intracelular, donde participa en la glucólisis y en la pro-
ducción de fosfato de alta energía (ATP). La concentración normal de PO4 en
plasma se muestra en la tabla 38-1 (18).
Se documenta hipofosfatemia (PO4 sérico < 2,5 mg/dl o < 0,8 mmol/l) en el
17-28 % de los pacientes graves (19,20), y puede deberse a un desplazamiento
intracelular de fósforo, a un aumento de la excreción renal de fósforo o a una
disminución de la absorción de fósforo a partir del tracto gastrointestinal. La
mayoría de los casos de hipofosfatemia se deben al desplazamiento de PO4 al
interior de las células.
Afecciones predisponentes
Carga de glucosa
El desplazaminto de glucosa hacia el interior de las células se acompaña de
un desplazamiento similar de PO4 en la misma dirección, que puede causar
3
PO4 sérico (mg/dl)
0
0 2 4 6 8 10
Duración de la NPT (días)
Hiperglucemia prolongada
Un fenómeno similar a la carga de glucosa se observa en los pacientes con
hiperglucemia prolongada tratados con insulina. La hiperglucemia produce
una diuresis osmótica (por glucosuria), que fomenta las pérdidas urinarias
de PO4, pero la hipofosfatemia sólo aparece cuando se administra insulina
(que impulsa el desplazamiento de PO4 al interior celular). Un ejemplo de
este fenómeno es la hipofosfatemia que aparece durante el tratamiento de la
cetoacidosis diabética (v. p. 613).
Alcalosis respiratoria
La alcalosis respiratoria puede aumentar el pH intracelular, lo que acelera la
glucólisis. El aumento de la utilización de glucosa se acompaña de un aumen-
to del desplazamiento de glucosa y fósforo hacia el interior celular (23). Esto
puede ser una causa importante de hipofosfatemia en los pacientes depen-
dientes de un respirador, ya que la hiperventilación y la alcalosis respiratoria
son frecuentes en ellos.
Inflamación sistémica
Existe una relación inversa entre la concentración sérica de PO4 y los valores
circulantes de citocinas inflamatorias (25). Entre las posibles explicaciones se
encuentran el aumento de la utilización de PO4 por los neutrófilos activados
y un desplazamiento transcelular de PO4 causado por las cifras elevadas de
catecolaminas endógenas.
Manifestaciones clínicas
Desde el punto de vista clínico, la hipofosfatemia suele ser silente, incluso
cuando los valores de PO4 disminuyen hasta cifras extremadamente bajas.
En un estudio de pacientes con hipofosfatemia grave (PO4 sérico < 1 mg/dl),
ninguno mostró signos de lesión (27). A pesar de aparente ausencia de
lesión, la pérdida de fosfato crea un riesgo de alteración del metabolismo
energético.
Metabolismo energético
La depleción de fosfato tiene varios efectos que pueden alterar el metabolismo
energético. Se resumen a continuación y se muestran en la figura 38-3.
1. Gasto cardíaco: la depleción de fosfato puede alterar la contractilidad mio-
cárdica y disminuir el gasto cardíaco. En los pacientes hipofosfatémicos
con insuficiencia cardíaca se ha observado una mejoría del rendimiento
cardíaco tras la administración de suplementos de fosfato (28).
2. Eritrocitos: la disminución de la producción de fosfato de alta energía a par-
tir de la glucólisis en los eritrocitos puede reducir la capacidad de deforma-
ción de estas células. Esto explicaría por qué la hipofosfatemia grave puede
acompañarse de anemia hemolítica (26).
3. Disociación de la oxihemoglobina: la depleción de fosfato se acompaña de una
depleción de 2,3-difosfoglicerato, lo que desplaza la curva de disociación
de la oxihemoglobina hacia la izquierda. Cuando esto sucede, es menos
probable que la hemoglobina libere oxígeno a los tejidos.
4. Disponibilidad energética: la depleción de fosfato puede reducir la disponibi-
lidad de energía celular al impedir la producción de compuestos de fosfato
de alta energía (ATP).
Debilidad muscular
Existe un artículo en el que se comunica la debilidad de la musculatura res-
piratoria y de fracaso de la retirada de la ventilación mecánica en pacientes
con hipofosfatemia grave (29). Sin embargo, en otros estudios no se ha demos-
trado que la hipofosfatemia vaya asociada a una debilidad significativa de la
musculatura respiratoria (30). Actualmente, hay pocos datos que relacionen la
depleción de fosfato y una debilidad muscular clínicamente evidente.
Tratamiento de mantenimiento
La dosis diaria normal de mantenimiento de fosfato es de 1 200 mg, si se ad-
ministra por vía oral (32). La dosis de mantenimiento de PO4 intravenosa es
menor, de 800 mg/día, ya que sólo el 70 % del fosfato administrado por vía
oral se absorbe en el tracto gastrointestinal.
Glucosa
ATP
O2
3
1 Q HbO2 Capilar
2
*Si el K+ plasmático es ≥ 4 mEq/l, se usará fosfato sódico, y si el K+ plasmático es < 4 mEq/l, se usará
fosfato potásico. Tiempo de infusión de 6 h. En la referencia 31.
HIPERFOSFATEMIA
La mayoría de los casos de hiperfosfatemia en la UCI se deben a una altera-
ción de la excreción de PO4 por insuficiencia renal o a la liberación de PO4 por
trastornos celulares (p. ej., rabdomiólisis o lisis tumoral).
Manifestaciones clínicas
Las manifestaciones clínicas de la hiperfosfatemia son la formación de com-
plejos insolubles de calcio y fosfato (con depósito en tejidos blandos) y la hi-
pocalcemia aguda (con tetania) (11). Se dispone de escasos datos sobre la fre-
cuencia y la importancia de estas manifestaciones en los pacientes de la UCI.
Tratamiento
Existen dos modos de enfocar la hiperfosfatemia. El primero consiste en favo-
recer la unión del PO4 en la parte superior del tracto gastrointestinal, con lo
que pueden reducirse los niveles séricos de PO4, incluso si no hay ingestión
oral de fosfato (diálisis gastrointestinal). Para ello, pueden usarse el sucralfato
o los antiácidos que contienen aluminio. En los pacientes con hipocalcemia
significativa, los comprimidos de acetato cálcico contribuyen a elevar la con-
centración sérica de calcio y a disminuir el PO4 sérico. Cada comprimido de
acetato cálcico (667 mg) contiene 8,45 mEq de calcio elemental. La dosis reco-
mendada es de dos comprimidos tres veces al día (33,34).
El segundo planteamiento terapéutico consiste en aumentar el aclaramiento
de PO4 mediante hemodiálisis. Este método se reserva para pacientes con
insuficiencia renal y casi nunca es necesario.
COMENTARIO FINAL
A pesar del potencial lesivo, los trastornos del calcio y el fósforo son impor-
tantes por la ausencia de efectos adversos aparentes. Pudiera ser que las cifras
plasmáticas anómalas de calcio y fósforo fueran marcadores de enfermedad,
más que alteraciones que justifiquen una corrección. Por lo demás, merece la
pena insistir en los aspectos siguientes acerca del calcio y el fósforo:
1. En los pacientes con hipoalbuminemia, no debe usarse ninguno de los
factores de corrección propuestos para ajustar la concentración plasmática
de calcio (porque no son fiables). En estos pacientes debe medirse el calcio
ionizado.
2. La depleción de magnesio, que es frecuente en los pacientes de la UCI, debe
tenerse siempre en cuenta como posible causa de hipocalcemia.
3. Las infusiones de calcio pueden ser lesivas, por lo que la administración
intravenosa de calcio debe reservarse para los casos de hipocalcemia sinto-
mática (que, como ya se ha mencionado, son infrecuentes).
En el caso del fósforo:
1. Hay que vigilar rigurosamente los valores plasmáticos de PO4 al instaurar
una nutrición parenteral por el riesgo de hipofosfatemia. Esto también se
aplica al uso de infusiones continuas de insulina para un control estricto de
la glucemia.
2. Se vigilará la posibilidad de aparición de hipofosfatemia en los pacientes
tratados con sucralfato como profilaxis de la hemorragia por úlceras gastro-
duodenales agudas.
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ABDOMEN
Y PELVIS
David Hume
PANCREATITIS
E INSUFICIENCIA
HEPÁTICA
La medicina es una ciencia que se ha trabajado más que avanzado.
Veo que se repiten muchas cosas, pero pocas se añaden.
Sir Francis Bacon
1605
PANCREATITIS AGUDA
La pancreatitis aguda es una afección pancreática inflamatoria que se
caracteriza por dolor abdominal y elevación de las enzimas pancreáticas
(amilasa, lipasa) en sangre. Se identifican dos tipos de pancreatitis (1):
1. La pancreatitis edematosa es la variedad más frecuente, y se caracteriza por
infiltración inflamatoria del páncreas sin afectación de otros órganos. Las
manifestaciones clínicas suelen consistir en un período autolimitado de
dolor abdominal, náuseas y vómitos. La tasa de mortalidad es baja (< 2 %)
(2), y el tratamiento casi nunca requiere la adopción de cuidados en la UCI.
2. La pancreatitis necrosante aparece en el 10-15 % de los casos (1), y se carac-
teriza por áreas de destrucción necrótica en el páncreas, acompañadas
habitualmente de inflamación sistémica progresiva y lesión inflamatoria en
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Etiologías
La pancreatitis puede tener diferentes etiologías, como se muestra en la tabla
39-1. Alrededor del 90 % de los casos están relacionados con litiasis biliar
(40 %), consumo excesivo de alcohol (30 %) o bien son idiopáticos (20 %)
(2,4,5). Otras causas menos frecuentes son los traumatismos abdominales, la
hipertrigliceridemia intensa (valores séricos > 1 000 mg/dl), algunos fármacos
(p. ej., paracetamol, pentamidina, trimetoprima-sulfametoxazol, omeprazol,
furosemida), las infecciones (p. ej., VIH, citomegalovirus, micoplasma,
Legionella) y las vasculitis (lupus y poliarteritis nudosa).
Diagnóstico
Para diagnosticar una pancreatitis aguda se necesita: (a) un aumento de los
valores séricos de las enzimas pancreáticas (amilasa y lipasa) de al menos tres
veces el límite superior de la normalidad, y (b) signos de pancreatitis en una
tomografía computarizada con contraste (1).
Enzimas pancreáticas
AMILASA. La amilasa es una enzima que escinde el almidón en polisacáridos
más pequeños. Las fuentes principales de amilasa son el páncreas, las glándu-
las salivales y las trompas de Falopio. Las concentraciones séricas de amilasa
empiezan a aumentar 6-12 h después del inicio de una pancreatitis aguda y
regresan a la normalidad en 3 a 5 días. El aumento de los niveles séricos de
amilasa tres veces por encima del límite superior de la normalidad (umbral
para el diagnóstico de pancreatitis aguda) tiene una gran sensibilidad (> 90 %),
pero una escasa especificidad (de tan sólo el 70 %) para el diagnóstico de pan-
creatitis aguda (6).
La escasa especificidad de la amilasa sérica es un reflejo de las numerosas
afecciones que pueden elevar sus valores, y que se muestran en la tabla 39-2
(7). En torno al 25% de las afecciones no pancreáticas de esta tabla pueden dar
lugar a cifras de amilasa sérica que se superponen a las observadas en la pan-
creatitis aguda (8). Las que merecen mención son la parotiditis, la rotura de un
embarazo ectópico y la intoxicación alcohólica aguda. Hay que señalar que la
hiperamilasemia de origen salival se documenta en el 40 % de los casos de intoxicación
alcohólica aguda (6). (Nota: El intervalo de referencia para la amilasa sérica no
se menciona, ya que suele variar según los diferentes laboratorios clínicos.)
LIPASA. La lipasa es una enzima que hidroliza los triglicéridos para formar
glicerol y ácidos grasos libres. Los orígenes principales de lipasa son la len-
gua, el páncreas, el hígado, el intestino y las lipopropteínas circulantes. En la
pancreatitis aguda, las cifras de lipasa sérica empiezan a aumentar antes que
las de amilasa (a las 4-8 h), y los niveles séricos se mantienen elevados durante
más tiempo que los de la amilasa (durante 8-14 días).
Al igual que sucede con la amilasa, existen diversas afecciones extrapancreáti-
cas que pueden elevar las cifras de lipasa sérica, y que se muestran en la tabla
39-2. Sin embargo, a diferencia de la amilasa, estas afecciones no pancreáticas
casi nunca aumentan lo suficiente las cifras de lipasa sérica para superponerse
a los valores observados en la pancreatitis aguda (8). Por lo tanto, la lipasa séri-
ca se considera más específica que la amilasa sérica para el diagnóstico de la pancreati-
tis aguda. Un aumento de la lipasa sérica hasta tres veces el límite superior de
la normalidad tiene una sensibilidad y una especificidad del 80-100 % para la
pancreatitis aguda (6).
Tomografía computarizada
La tomografía computarizada (TC) con contraste es la prueba más fiable para
el diagnóstico de la pancreatitis aguda, y puede diferenciar el tipo de pan-
FIGURA 39-1. Imagen de TC con contraste que muestra una pancreatitis edematosa. El
páncreas está aumentado de tamaño (delimitado por la línea discontinua) y se resalta por
completo. También hay cierta difuminación del borde pancreático, característico de la
formación de edema. Imagen mejorada digitalmente.
Evaluación biliar
Debido a que la litiasis biliar es la principal causa de pancreatitis aguda en
Estados Unidos (4), se aconseja realizar una evaluación de la vesícula y el ár-
bol biliar en todos los casos de pancreatitis aguda confirmada. La TC con con-
traste puede bastar para dicha evaluación, pero en los casos en los que la TC
no es concluyente, o no se ha realizado, se recomienda efectuar una ecografía.
FIGURA 39-2. Imagen de TC con contraste que muestra una pancreatitis necrosante. La
zona que no está resaltada con contraste (señalada por las flechas) representa una necrosis
del cuello y el cuerpo del páncreas. Imagen de la referencia 1.
PANCREATITIS GRAVE
La pancreatitis grave se define como una pancreatitis aguda (habitualmente
necrosante) que se asocia a una lesión persistente (> 48 h) en al menos otro
sistema orgánico (1). La causa de la lesión orgánica extrapancreática es una
inflamación sistémica progresiva (similar a la sepsis grave y al shock séptico),
y los órganos que suelen afectarse son los pulmones (síndrome de dificultad
respiratoria aguda, o SDRA), los riñones (lesión renal aguda) y el sistema cir-
culatorio (hipotensión y shock circulatorio). Las enzimas pancreáticas y la TC
muestran escasa relación con la gravedad clínica de este cuadro.
El tratamiento de la pancreatitis grave se realiza mejor en la UCI, y consiste
en la adopción de las medidas siguientes: (a) eliminar el cuadro precipitan-
te (p. ej., litiasis biliar obstructiva), (b) proporcionar medidas sintomáticas
para las lesiones orgánicas extrapancreáticas (p. ej., ventilación mecánica en
el caso del SDRA), (c) apoyo nutricional precoz con sondas de alimentación
entérica y (d) tratamiento de las complicaciones intraabdominales (p. ej.,
infección).
Apoyo circulatorio
El apoyo circulatorio consiste en la reposición de volumen y la administración
de fármacos vasopresores, si es necesario.
Fluidoterapia
La pancreatitis grave se asocia a una pérdida de líquido intravascular por fu-
gas de capilares sistémicos, y la hipovolemia resultante puede provocar una
necrosis pancreática adicional. Por este motivo, se ha recomendado la instau-
ración precoz de una fluidoterapia agresiva en los primeros momentos de la
pancreatitis grave (9). No existe un acuerdo sobre qué tipo de líquido (coloide
o cristaloide) es mejor, pero los cristaloides constituyen actualmente la opción
más aceptada. La pauta inicial para la reposición de volumen se resume así:
1. Si se administran cristaloides, se infundirán 20 ml/kg (unos 1,5 litros) en
60-90 min.
2. Se continuará con una velocidad de infusión de hasta 250 ml/hora durante
las 24-48 h siguientes para mantener una presión arterial media ≥ 65 mm Hg,
y una diuresis ≥ 0,5 (ml/kg)/h.
PRECAUCIÓN. No se ha demostrado que la infusión intensiva de volumen me-
jore la evolución de la pancreatitis grave (10), y esta práctica puede resultar
perjudicial al favorecer la aparición de edema, que podría agravar cuadros
como el SDRA, y aumentar el riesgo de un síndrome compartimental abdomi-
nal. Por lo tanto, tras la infusión inicial de 20 ml/kg, debe ajustarse la veloci-
dad de infusión hasta alcanzar la presión arterial y la diuresis deseadas, pero
sin superar los 250 ml/h. Si la infusión de volumen no consigue los objetivos
hemodinámicos deseados, debe iniciarse el tratamiento con vasopresores.
Tratamiento con vasopresores
No existen recomendaciones oficiales con respecto al tratamiento con vasopre-
sores en la pancreatitis grave, pero la norepinefrina es una elección apropiada.
La velocidad de infusión inicial es de 0,1 (μg/kg)/h, que se ajusta más adelan-
te para mantener una presión arterial media ≥ 65 mm Hg. Todos los fármacos
vasoconstrictores pueden reducir el flujo sanguíneo esplácnico (sobre todo, la
fenilefrina) y pueden agravar la necrosis pancreática, por lo que se aconseja un
ajuste riguroso de las velocidades de infusión (y evitar la fenilefrina).
Antibioticoterapia profiláctica
Alrededor de un tercio de los pacientes con pancreatitis necrosante presenta
infecciones en zonas necróticas del páncreas (11). Los patógenos casi siempre
son microorganismos entéricos gramnegativos, y las infecciones aparecen
típicamente 7-10 días tras el comienzo de la enfermedad. Estas infecciones
son difíciles de erradicar y se asocian a tasas de mortalidad elevadas (11).
Lamentablemente, la profilaxis antibiótica no reduce la incidencia de infec-
ciones pancreáticas y no influye sobre la tasa de mortalidad en la pancreatitis
grave (12). Debido a ello, no se recomienda la antibioticoterapia profiláctica en la
pancreatitis necrosante (11).
Apoyo nutricional
El apoyo nutricional debe iniciarse precozmente (en las 48 h siguientes al inicio
de la enfermedad) empleando sondas de alimentación entérica, si es posible (13).
Nutrición entérica
La preferencia hacia la nutrición entérica se basa en la capacidad de las sondas
de alimentación para ejercer un efecto trófico sobre la mucosa intestinal. Esto
ayuda a mantener la integridad estructural y funcional de la mucosa intesti-
nal, y por lo tanto reduce el riesgo de translocación bacteriana a través de la
pared del intestino (que se considera la vía principal para la aparición de in-
fecciones pancreáticas). Los estudios clínicos han demostrado que la nutrición
entérica se asocia a menos infecciones, menos fracaso multiorgánico y una menor tasa
de mortalidad que la nutrición parenteral total en pacientes con pancreatitis grave
(14). (El efecto de las alimentaciones entéricas sobre la mucosa intestinal se
comenta con más detalle en el cap. 48.)
Complicaciones abdominales
Infección pancreática
La aparición de infección en la pancreatitis necrosante suele ir anunciada por
la reaparición, persistencia o progresión de inflamación sistémica y fracaso
multiorgánico entre 7 y 10 días después del inicio de la enfermedad. La TC con
contraste puede mostrar burbujas de gas en las zonas necróticas del páncreas,
como se muestra en la figura 39-3. Si se sospecha infección pero en la TC no se
aprecian burbujas de gas, deben obtenerse cultivos de las zonas necróticas del
páncreas (mediante aspiración con aguja guiada por TC). El tratamiento de
elección para la necrosis pancreática infectada es el desbridamiento quirúrgico
(necrosectomía) (11).
FIGURA 39-3. Imagen de TC con contraste que muestra una necrosis extensa del
páncreas con numerosas burbujas de gas, lo que indica una infección.
(SCA) hasta en el 55 % de los pacientes con pancreatitis grave (16), pero puede
ser una exageración, ya que se basa en estudios en los que se usaban presio-
nes abdominales relativamentre bajas (15-20 mm Hg) para el diagnóstico del
SCA. No obstante, el SCA es más frecuente de lo sospechado en la pancrea-
titis grave, y las determinaciones de la presión abdominal están justificadas
en cualquier paciente con pancreatitis aguda que presente insuficiencia renal
oligúrica aguda. (En el cap. 34 se presenta una información más detallada
sobre el SCA.)
Pancreatitis litiásica
Cuando la pancreatitis aguda se asocia a litiasis biliar, está indicada la
realización precoz de una colangiopancreatografía retrógrada endoscópica
(CPRE) por obstrucción biliar o ante signos de colangitis (fiebre y elevación
de enzimas hepáticas) (17).
INSUFICIENCIA HEPÁTICA
Manifestaciones clínicas
En al menos el 50 % de los casos de PBE se observa fiebre, dolor abdominal y
dolor de rebote con la palpación, pero el cuadro puede ser asintomático en un
tercio de los casos (21).
Enfoque diagnóstico
En todos los pacientes con cirrosis y ascitis ingresados con insuficiencia he-
pática aguda sobre crónica debe practicarse una paracentesis diagnóstica. Un
signo presumible de infección es la presencia de un recuento de neutrófilos
absoluto ≥ 250 células/mm3 en el líquido ascítico, y constituye una indicación
para instaurar un tratamiento antibiótico empírico. Las muestras de líquido
ascítico para cultivo deben inyectarse directamente en frascos de hemocultivos a la
cabecera del paciente, ya que los métodos de cultivo convencionales tienen un
rendimiento diagnóstico de tan sólo el 50 % en los casos de PBE probable (22).
Tratamiento
El antibiótico de elección ante una presunta PBE es la cefotaxima (2 g i.v. cada
8 h), u otra cefalosporina de tercera generación (21-23). Lamentablemente, la
tasa de mortalidad en la PBE es del 30 % al 40 %, a pesar de una cobertura
antibiótica correcta (22); esto podría explicarse por el hecho de que el 30 %
de los pacientes con PBE presenta un síndrome hepatorrenal (23), que tiene una
tasa de mortalidad mayor del 50 % (v. más adelante una descripción de este
síndrome).
Tratamiento de la ascitis
La formación de ascitis en los pacientes con cirrosis se debe en parte
a la retención de sodio por los riñones en respuesta a la activación del
sistema renina-angiotensina-aldosterona. El tratamiento de la ascitis pretende
contrarrestar esta retención de sodio usando diuréticos (furosemida y
espirinolactona) y limitando la ingesta de sodio.
Restricción de sodio
Si es posible, la ingesta diaria de sodio debe limitarse a 2 g (88 mEq) (22). Este
objetivo suele ser irreal en los pacientes hospitalizados (que necesitan solución
salina o infusiones de solución de lactato sódico compuesta por diferentes
motivos), pero pueden tolerarse mayores ingestas de sodio cuando las
pérdidas urinarias de sodio superan los 88 mEq al día (durante el tratamiento
diurético). La restricción de líquido es innecesaria, salvo que se requiera por
la existencia de una hiponatremia sintomática.
Espironolactona
Las acciones de la aldosterona para fomentar la retención de sodio en los
pacientes cirróticos pueden antagonizarse con espironolactona. El fármaco
se administra por vía oral (o a través de una sonda de alimentación) en una
dosis inicial de 100 mg, una vez al día. La dosis diaria puede aumentarse
en incrementos de 100 mg, si es necesario, hasta una dosis máxima diaria
de 400 mg. El uso de espironolactona sola no se aconseja, por el riesgo de
hiperpotasemia (22).
Furosemida
El tratamiento diurético con furosemida promueve la retención urinaria de
sodio y también disminuye el riesgo de hiperpotasemia por la espironolacto-
na. La dosis inicial es de 40 mg (por vía oral o intravenosa) al día, que puede
aumentarse gradualmente, en incrementos de 40 mg, hasta una dosis diaria
máxima de 160 mg, si es necesario. La furosemida no debe usarse en solitario
porque es menos eficaz que la espironolactona para tratar la ascitis asociada
a la cirrosis (22).
Criterios de valoración
No existe un límite para la pérdida de peso diaria en los pacientes cirróticos
con edema y ascitis (22). Se permite la pérdida de líquido hasta alcanzar el
peso corporal basal o premórbido, o hasta que se observen signos de uremia
prerrenal. Un aumento de la creatinina sérica hasta 2 mg/dl es una indicación
para suspender el tratamiento diurético. Evitar una diuresis excesiva es una
consideración importante para limitar el riesgo de síndrome hepatorrenal (v.
más adelante).
Alrededor del 10 % de los pacientes con cirrosis y ascitis no responden al tra-
tamiento diurético (22). En estos casos, el pronóstico es desfavorable, y debe
plantearse la posibilidad de un trasplante hepático.
Síndrome hepatorrenal
El síndrome hepatorrenal (SHR) es una insuficiencia renal funcional (se
produce sin una nefropatía intrínseca) que aparece en pacientes con cirrosis
avanzada, sobre todo en los que presentan peritonitis bacteriana espontánea
o sepsis originada en otros focos (26).
Patogenia
El SHR se debe a alteraciones hemodinámicas en las circulaciones renal y
esplácnica. La cirrosis se asocia a vasodilatación esplácnica, y la respuesta
neurohumoral (sistema de la renina) a esta vasodilatación produce vaso-
constricción en otros órganos, entre ellos los riñones (26). La vasoconstric-
ción renal crea una situación en la que la filtración glomerular es vulnerable
a pequeñas disminuciones del gasto cardíaco. La sepsis también se asocia a
vasodilatación esplácnica, lo que puede explicar la asociación entre sepsis y
SHR.
Diagnóstico
En la tabla 39-3 se muestran los criterios para el diagnóstico del SHR, y consisten
en una alteración de la función renal (creatinina sérica > 1,5 mg/dl) que no res-
Tratamiento
El tratamiento del SHR pretende corregir los cambios hemodinámicos res-
ponsables de esta afección, y consiste, como tratamiento de primera línea, en
la adminitración de un vasoconstrictor esplácnico (terlipresina, un análogo
de la vasopresina) y un expansor del volumen (albúmina). En la tabla 39-3
se muestra una pauta posológica eficaz. En más del 50 % de los pacientes con
SHR mejorará la función renal con esta pauta (26,27). Sin embargo, el SHR
suele recidivar tras la interrupción del tratamiento farmacológico, y para la super-
vivencia a largo plazo se necesita un trasplante hepático (26). La derivación
portosistémica transyugular intrahepática (TIPS) puede mejorar la función
renal en el SHR (26), pero este procedimiento favorece la encefalopatía hepá-
tica, por lo que se reserva para los candidatos a trasplante que no responden
al tratamiento farmacológico.
ENCEFALOPATÍA HEPÁTICA
La insuficiencia hepática produce una encefalopatía que se caracteriza por
edema cerebral, pensamiento desordenado y alteración de la consciencia. La
encefalopatía hepática es la manifestación dominante en la insuficiencia hepá-
tica aguda, mientras que en la insuficiencia hepática aguda sobre crónica la
encefalopatía suele ir precedida de una agresión aguda (p. ej., hemorragia por
varices). El amoníaco se ha identificado como el factor clave en la patogenia
de la encefalopatía hepática (28).
Patogenia
El amoníaco (NH3) es un bioproducto de la degradación de las proteínas y se
produce fundamentalmente en el intestino (y en menor medida en el músculo
esquelético y en los riñones). El hígado desempeña un papel esencial en la
Manifestaciones clínicas
En la tabla 39-4 se muestran las principales manifestaciones de la encefalopa-
tía hepática progresiva (29). La agitación y la desorientación son importantes
en las primeras etapas, mientras que la depresión del nivel de conciencia es
el rasgo dominante en las etapas finales. Los pares craneales no se afectan,
pero puede existir disartria (30). Pueden aparecer movimientos involuntarios,
como temblor o asterixis (movimientos clónicos al extender las muñecas),
mientras que la sensibilidad está intacta. Los déficit neurológicos focales se
consideran una prueba de un diagnóstico alternativo (30).
Evaluación diagnóstica
El diagnóstico de encefalopatía hepática suele establecerse descartando otras
causas de alteraciones mentales. Otras afecciones que deben tenerse en cuen-
Amoníaco sérico
Teniendo en cuenta el papel que desempeña el amoníaco en la patogenia de
la encefalopatía hepática, no resulta sorprendente que los niveles séricos de
amoníaco estén elevados en los pacientes con encefalopatía hepática. Esto se
demuestra en la figura 39-4, en la que se muestra la relación entre las cifras
de amoníaco en sangre (arterial y venosa) y la presencia y gravedad de la en-
cefalopatía hepática (31). Aunque los niveles de amoníaco estén ligeramente
elevados en ausencia de encefalopatía hepática (estadio 0), los niveles son
mayores cuando ésta existe, y el grado de elevación se corresponde con la
gravedad de la afección. Obsérvese que las cifras de amoníaco son mayores
250
N = 121
200
NH3 sérico (μmol/l)
100
NH3 venoso
50
0
0 1 2 3 4
Estadio de la encefalopatía hepática
Tratamiento
El tratamiento de la encefalopatía hepática pretende reducir la carga de
amoníaco en el sistema nervioso central. La estrategia más eficaz consiste en
alterar la producción de amoníaco en el intestino con lactulosa (tratamiento
de primera línea) y con antibióticos no absorbibles (tratamiento de segunda
línea).
Lactulosa
La lactulosa es un disacárido no absorbible que se metaboliza por «bacterias
de ácido láctico» (p. ej., Lactobacillus acidophilus) en el intestino (32). Esto
promueve la formación de ácidos grasos de cadena corta, y la acidificación
resultante de la luz intestinal reduce la carga de amoníaco del intestino de dos
formas: (a) erradicando los microorganismos que generan amoníaco (princi-
palmente, bacilos aerobios gramnegativos), y (b) reduciendo la absorción de
amoníaco desde el intestino. (En la figura 5-3 se ilustran las acciones bacterici-
das de un pH ácido.) Las recomendaciones posológicas para la lactulosa en la
encefalopatía hepática aguda son (29):
1. Vía oral o nasogástrica: se empieza con 45 ml de lactulosa cada hora hasta
lograr la evacuación, y a continuación se reduce la dosis a 30 ml cada 8-12 h.
Ésta es la vía de elección.
2. Enema de retención: se mezclan 300 ml de lactulosa en un litro de agua
corriente. Se administra en forma de enema rectal alto y se retiene durante
1 h con el paciente en posición de Trendelenburg.
La lactulosa puede producir una diarrea osmótica, y la dosis debe reducirse
(o suspenderse temporalmente) si ésta aparece. En los pacientes con diarrea
desde el principio, pueden combinarse dosis menores de lactulosa con un
antibiótico no absorbible.
Antibióticos no absorbibles
Los antibióticos no absorbibles se usan para erradicar a los microorganismos
que producen amoníaco (bacilos aerobios gramnegativos). A continuación se
exponen dos pautas que pueden usarse en la encefalopatía hepática aguda:
1. Neomicina: la dosis oral (nasogástrica) es de 3 g a 6 g al día en tres dosis
fraccionadas, que se mantiene durante 1-2 semanas (23).
2. Rifamaxina: una pauta de eficacia probada consiste en la administración de
1 200 mg al día (400 mg por vía oral o sonda nasogástrica cada 8 h) durante
10-21 días (33).
La neomicina es la elección tradicional (y no produce efectos ototóxicos y
nefrotóxicos cuando se usa en ciclos cortos), mientras que la rifamaxina (un
análogo de la rifampicina con actividad de amplio espectro y escasa toxicidad)
está ganando adeptos rápidamente. Actualmente no hay pruebas de que uno
de los regímenes sea superior al otro.
Apoyo nutricional
La restricción proteica (que reduciría la carga de amoníaco del intestino) no se
recomienda en los pacientes con encefalopatía hepática, ya que en ellos está
aumentado el catabolismo proteico, y la restricción de las proteínas favorece-
ría un balance nitrogenado negativo (34). La ingesta proteica recomendada en
los pacientes graves es de 1,2-1,5 (g/kg)/día (v. capítulo 47), por lo que la me-
jor opción en los pacientes con insuficiencia hepática podría ser mantenerse
en el límite inferior de este intervalo (1,2 g/kg/día).
COMENTARIO FINAL
Regreso al intestino
Uno de los temas recurrentes en esta obra es la importancia del intestino como
origen de infección en los pacientes graves (v. caps. 5 y 40). Dos observaciones
en este capítulo demuestran los mecanismos de defensa normales que impi-
den la aparición de infecciones de origen intestinal.
La primera observación es la capacidad de las sondas de alimentación entérica
para reducir la incidencia de sepsis y de fracaso multiorgánico en los pacientes
con pancreatitis grave. Esto destaca el efecto trófico de los nutrientes de masa
sobre la integridad estructural y funcional de la barrera mucosa en el intesti-
no, es decir, la función «no nutritiva» de la alimentación enteral. (En el cap. 48
se presenta una información más detallada sobre este tema.)
La segunda observación es la aparición de peritonitis bacteriana espontánea
en pacientes con cirrosis y ascitis. Se trata de un ejemplo clásico de una infec-
ción que está causada por la translocación de patógenos entéricos a través de
la mucosa intestinal, y destaca la importancia del sistema reticuloendotelial en
el intestino (representado fundamentalmente por el hígado) para la defensa
contra la diseminación de patógenos entéricos.
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INFECCIONES
ABDOMINALES
EN LA UCI
Si conoces a tus enemigos y te conoces a ti mismo,
no te arriesgarás en cientos de batallas.
Sun Tzu
El Arte de la Guerra
El concepto del intestino como reservorio nocivo apareció por primera vez en
los primeros años del siglo XX, cuando el cirujano escocés William Arbuthnot-
Lane empezó a realizar colectomías totales en pacientes con estreñimiento
crónico para evitar la «autointoxicación» por el contenido intestinal (1). Esta
práctica se abandonó (junto el cirujano), pero el concepto de autointoxicación
ha revivido, y en la actualidad se considera el intestino como la fuente princi-
pal de morbimortalidad en los pacientes graves.
En este capítulo se describen las infecciones abdominales que aparecen en la
UCI, entre ellas las infecciones del árbol biliar (colecistitis alitiásica), el intes-
tino (enterocolitis por Clostridium difficile) y la cavidad peritoneal (infecciones
postoperatorias) (2,3).
COLECISTITIS ALITIÁSICA
Las colecistitis alitiásica representa sólo el 5-15 % de los casos de colecistitis
aguda (4), pero es más frecuente en los pacientes graves y tiene una tasa de
mortalidad (en torno al 45 %) que rivaliza con la del shock séptico (4,5).
Patogenia
Entre los cuadros que se asocian con frecuencia a colecistitis alitiásica se
encuentran el período postoperatorio (especialmente tras una cirugía con
circulación extracorpórea), los traumatismos, el shock circulatorio y el fracaso
multiorgánico (4,5). El reposo intestinal prolongado (durante la nutrición pa-
737
Manifestaciones clínicas
La mayoría de los casos de colecistitis alitiásica no se descubren hasta que
surgen complicaciones (p. ej., colecistitis gangrenosa o perforación de la ve-
sícula biliar), por lo que las manifestaciones clínicas documentadas para la
colecistitis alitiásica suelen ser las de la colecistitis complicada y avanzada. El
diagnóstico de colecistitis alitiásica suele demorarse porque es posible que no
exista dolor ni molestias con la palpación en el hipocondrio derecho en un tercio de
los pacientes con colecistitis alitiásica (2). La fiebre (100 %), la elevación de la bi-
lirrubina (90 %), la hipotensión (90 %) y el fracaso multiorgánico (65-80 %) son
signos frecuentes, pero inespecíficos (4,5). Los hemocultivos son positivos en
el 90 % de los casos (2), y en casi todos ellos los microorganismos que suelen
aislarse son bacilos aerobios gramnegativos.
Diagnóstico
La ecografía es la prueba diagnóstica de elección para la colecistitis alitiásica,
ya que puede realizarse a la cabecera del enfermo. La distensión de la vesí-
cula biliar y la presencia de barro son signos sugestivos, pero inespecíficos.
La imagen ecográfica de la figura 40-1 muestra signos más específicos, como
un grosor importante de la pared de la vesícula biliar y mucosa descamada
en la luz de la vesícula. El rendimiento diagnóstico de la ecografía varía am-
pliamente en los diferentes artículos (4,8), y puede depender de la habilidad
del especialista que la realice. Si la ecografía no es útil, el paso siguiente es la
tomografía hepatobiliar, que es la «prueba de referencia» para el diagnóstico
de colecistitis aguda (pero exige la presencia de un hígado funcional para
desplazar el marcador hacia el interior de los conductos biliares).
Tratamiento
Es obligatoria la intervención precoz. La colecistectomía es el procedimiento
de elección, pero en los pacientes inestables para someterse a una cirugía, el
drenaje percutáneo de la vesícula biliar es una alternativa adecuada. En cuan-
to se confirme el diagnóstico, deberá instaurarse el tratamiento antibiótico
empírico. Los antibióticos recomendados son la piperacilina-tazobactam o un
carbapenémico (imipenem o meropenem) (2).
Colonización gástrica
Como las bacterias no medran en un entorno ácido (v. fig. 5-3 en la p. 81), la
acidez gástrica mantiene un entorno estéril en el estómago. La pérdida de aci-
dez gástrica (por antiácidos empleados para evitar el sangrado por úlceras de
estrés) favorece la colonización del estómago, y las observaciones siguientes
indican que la colonización gástrica aumenta el riesgo de infecciones nosoco-
miales.
1. La utilización de antiácidos para la profilaxis de la úlcera de estrés se asocia a
un aumento en la incidencia de neumonía intrahospitalaria o nosocomial (9).
2. Se ha documentado translocación de microorganismos en el 15 % de los
casos de colonización gástrica, y alrededor de la mitad de los casos de
translocación produjeron una infección nosocomial (10).
3. Los microorganismos aislados con más frecuencia del estómago son los
mismos que los aislados con más frecuencia en las infecciones nosocomiales
(11), como se muestra en la figura 40-2.
Medidas correctoras
Dos son las medidas que pueden reducir la colonización del estómago: (a) evi-
tar la utilización de antiácidos gástricos para la profilaxis de la hemorragia por
Clostridium difficile
Clostridium difficile es un bacilo anaerobio grampositivo formador de esporas
que no reside en el intestino en las personas sanas, pero que es capaz de co-
lonizar y proliferar en el intestino cuando se ha alterado la microflora normal
por el tratamiento antibiótico (12). El hospedador típico para la colonización
por C. difficile es un paciente de edad avanzada o debilitado, o un residente de
centros para la tercera edad que ha recibido antibióticos en algún momento
en las 2 semanas previas. La colonización es inusual en las personas sanas que
viven en la comunidad (aunque esto puede cambiar).
Patogenia
C. difficile se transmite de un paciente a otro por vía fecal-oral. Existe una
forma durmiente (espora) que puede sobrevivir en las superficies ambientales
durante meses, pero la transmisión de un paciente a otro suele producirse a
través de las manos del personal del hospital (13). Debido a ello, el cumpli-
miento estricto del uso de guantes desechables puede reducir considerable-
mente la transmisión (14).
100
Infecciones nosocomiales
60
Frecuencia (%)
40
20
0
Candida Streptococcus Staphylococcus Pseudomonas
faecalis epidermidis
FIGURA 40-2. Correlación entre las cepas más frecuentes en el estómago y las más
frecuentes en las infecciones nosocomiales en pacientes graves. Datos de la referencia 4.
Manifestaciones clínicas
La manifestación principal de la infección por Clostridium difficile (ICD) es una
diarrea acuosa, que puede aparecer aislada (en los casos leves) o que puede
progresar hacia shock circulatorio y fracaso multiorgánico. La complicación
más temida (pero infrecuente) de la ICD es el megacolon tóxico, que se mani-
fiesta con distensión abdominal, shock circulatorio y una radiografía parecida
a la de la figura 40-3.
Evaluación diagnóstica
El diagnóstico de ICD exige la demostración de citotoxinas de C. difficile en las
heces. Los coprocultivos para C. difficile no son fiables porque no distinguen
entre las cepas toxigénicas y no toxigénicas del microorganismo. La mayoría
de los laboratorios usan el método ELISA (enzimoinmunoanálisis de adsor-
ción) para detectar citotoxinas. La sensibilidad de esta prueba se sitúa en torno
al 85 % para una muestra de heces, y llega a ser del 95 % para dos muestras
(12,21,22). Por lo tanto, el análisis de citotoxinas pasará por alto el 15 % de los diag-
nósticos si se comprueba una muestra de heces, y sólo el 5 % si se comprueban dos
muestras de heces. La especificidad de esta prueba puede llegar al 98 % (21), por
lo que los resultados positivos falsos son infrecuentes.
COLONOSCOPIA. La visualización directa de la mucosa intestinal se reserva
para los casos esporádicos en los que existe una sospecha clínica elevada de
infección por C. difficile que no se confirma mediante el análisis de citotoxinas.
La presencia de seudomembranas confirma el diagnóstico de infección por
este microorganismo. Para lograr resultados óptimos, se prefiere la colonos-
copia a la proctosigmoidoscopia.
Tratamiento antibiótico
El primer paso para tratar la ICD consiste en suspender, si es posible, cual-
quier fármaco predisponente (antibióticos e inhibidores de la bomba de pro-
tones). También deben interrumpirse los fármacos antiperistálticos, ya que
la disminución del peristaltismo puede prolongar la exposición a las toxinas de C.
difficile (12). En la tabla 40-1 se muestran las pautas antibióticas recomenda-
das para la ICD. El tratamiento se organiza según el estado clínico (ICD leve,
grave o recidivada) y la posibilidad de administrar medicación por vía oral
(o nasogástrica).
ICD LEVE. La ICD leve se define como una diarrea con citotoxinas positivas con
una temperatura corporal no superior a 38,3 ºC y un recuento de leucocitos
no superior a 15 000/mm3 (19,23,24). El tratamiento de elección es el metronidazol
por vía oral (500 mg cada 8 h) durante 10-14 días (23,24). La vancomicina oral
(125 mg cada 6 h) tiene la misma eficacia, pero se usa como fármaco de segun-
da línea para limitar la proliferación de enterococos resistentes a la vancomi-
cina. La fidaxomicina es un antibiótico de reciente aparición equivalente a la
vancomicina para el tratamiento de episodios agudos de ICD, y tiene un 50 %
menos de recaídas (25).
ICD GRAVE. La ICD grave se define como una diarrea con citotoxinas positivas
con cualquiera de lo siguiente: (a) temperatura corporal > 38,3 ºC y recuen-
to leucocitario > 15 000/mm3, (b) presencia de seudomembranas o (c) una
complicación de la ICD (p. ej., megacolon tóxico, insuficiencia renal, shock
séptico). El tratamiento de elección para la ICD grave es la vancomicina por vía
oral (125 mg cada 6 h), que es más eficaz que el metronidazol oral (24). En los
pacientes graves por una ICD, el tratamiento recomendado es la vancomicina
en una dosis de 500 mg (a través de la sonda nasogástrica o por enema) más
metronidazol intravenoso (500 mg cada 8 h) (23).
Tratamiento microbiano
El tratamiento microbiano se usa para la ICD recurrente, en un intento por
restablecer la microflora intestinal normal para antagonizar o evitar la coloni-
zación por C. difficile.
INFECCIONES POSTOPERATORIAS
Las infecciones abdominales postoperatorias se localizan en la cavidad pe-
ritoneal, y se deben a la siembra peritoneal durante el procedimiento, o a la
fuga de contenido intestinal desde un foco anastomótico o desde una lesión
no detectada en la pared intestinal. Estas infecciones pueden manifestarse en
forma de peritonitis difusa o de un absceso abdominal.
Peritonitis
La peritonitis generalizada no es una manifestación habitual de las infecciones
postoperatorias, y suele deberse a un desgarro no detectado en la pared intes-
tinal durante el procedimiento.
Manifestaciones clínicas
Los desgarros pequeños suelen manifestarse con dolor abdominal inicialmen-
te inespecífico, y el primer signo de desgarro puede ser la presencia de aire
debajo del diafragma, como se muestra en la figura 40-4. En bipedestación,
pueden detectarse bajo el hemidiafragma derecho cantidades de tan sólo 1 ml
de aire (29). Sin embargo, la presencia de aire bajo el diafragma puede no ser
un signo útil poco después de un procedimiento laparoscópico, ya que la ins-
tilación de CO2 durante esta técnica quirúrgica puede dejar aire residual bajo
el diafragma durante días.
Tratamiento
Los signos de peritonitis difusa obligan a una exploración quirúrgica inmedia-
ta. El tratamiento inicial debe incluir las medidas siguientes.
De la referencia 2.
Absceso abdominal
Los abscesos abdominales sirven típicamente como orígenes ocultos de sepsis,
y son difíciles de detectar con las evaluaciones clínicas habituales.
Manifestaciones clínicas
Casi siempre existe fiebre (30), pero el dolor localizado con la palpación
abominal puede faltar en el 60 % de los casos, y en menos del 10 % se aprecia
una masa abdominal palpable (30,31). La radiografía de abdomen muestra la
presencia de aire extraluminal, aunque esto se observa en menos del 15 % de
los casos (31).
Tomografía computarizada
La tomografía computarizada (TC) abdominal es el método diagnóstico más
fiable para detectar abscesos abdominales, con una sensibilidad y una espe-
Absceso
Tratamiento
Se aconseja drenar de inmediato los abscesos abdominales postoperatorios.
La localización precisa con la TC permite drenar muchos abscesos por vía
percutánea con catéteres de drenaje guiados por TC (30). Hay que instaurar
el tratamiento antibiótico empírico mientras se esperan los resultados de los
cultivos del líquido de los abscesos. La pauta antibiótica empírica es la misma
que la descrita para la peritonitis.
COMENTARIO FINAL
puede ser un reflejo del uso cada vez mayor (e innecesario) de inhibidores de la
bomba de protones para la profilaxis de la hemorragia por úlceras de estrés (20).
La observación siguiente debe ayudar a evitar la administración de inhibido-
res de la bomba de protones para la profilaxis de las úlceras de estrés.
1. Los inhibidores de la bomba de protones no son más eficaces que los anta-
gonistas H2 (p. ej., ranitidina) para evitar las hemorragias por úlceras de
estrés (33).
Y la observación siguiente debe ayudar a evitar cualquier tipo de antiácido
para la profilaxis de las úlceras de estrés.
2. Cuando los pacientes están recibiendo nutrición enteral como apoyo nutri-
cional total, no existe beneficio añadido alguno con la administración de
antiácidos para la prevención de hemorragias por úlceras de estrés (34).
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Introducción
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Comentario final
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INFECCIONES
URINARIAS
EN LA UCI
En toda la naturaleza, la infección sin enfermedad
es la regla y no la excepción.
René Dubois
Man Adapting
1966
Las sondas uretrales son algo habitual en los pacientes graves, y en los estu-
dios se señala que las infecciones urinarias asociadas a las sondas suponen
el 40 % de todas las infecciones intrahospitalarias en Estados Unidos (1). Sin
embargo, estos estudios son engañosos porque la mayoría de las infecciones
asociadas a sondas urinarias representan una bacteriuria asintomática (in-
fección sin enfermedad, según Dubois), y no necesitan tratamiento antimi-
crobiano. En este capítulo se describen las recomendaciones actuales para el
diagnóstico y el tratamiento de las infecciones urinarias sintomáticas asociadas
a sondas urinarias.
PATOGENIA
La presencia de una sonda uretral se asocia a una incidencia de bacteriuria
(≥ 105 unidades formadoras de colonias/ml) del 3-8 % al día (1). Se supone
que esto se debe a la migración bacteriana a lo largo de la superficie externa
de la sonda hacia la vejiga. Las bacterias también forman biopelículas en la
superficie interna y externa de las sondas uretrales (2), y estas biopelículas
pueden actuar como focos de colonización microbiana continua en la vejiga.
Sin embargo, ahí no se acaba la historia, ya que la inyección directa de patógenos
en la vejiga de pacientes sanos no desencadena una infección de las vías urinarias (3).
Además, el flujo continuo de orina que permiten las sondas de drenaje vesical
debe lavar los microbios que migran en sentido ascendente por la uretra.
751
Adhesión bacteriana
La pieza perdida de este puzzle es la capacidad de los microorganismos pa-
tógenos para adherirse al epitelio vesical. Las células epiteliales de la vejiga
están normalmente revestidas por microorganismos no patógenos, como se
muestra en la figura 41-1 (4); esto impide la fijación de microorganismos pa-
tógenos, lo que constituye el hecho precipitante que conduce a la aparición de
infecciones en las vías urinarias inferiores (5). Este es el mismo fenómeno que
se produce en la colonización de la mucosa bucal con bacilos aerobios gram-
negativos patógenos (v. fig. 5-5), que sirve como preludio de una neumonía
nosocomial. La relación entre las sondas vesicales y el cambio en la adhesión
bacteriana no está claro, aunque es posible que un aumento de la gravedad de
la enfermedad sea el responsable tanto del cambio en la adhesión bacteriana,
como de la necesidad de una sonda vesical. (En el «Comentario final» al final
del capítulo, se ofrece más información sobre el papel de la adhesión bacteria-
na en las infecciones nosocomiales.)
Microbiología
En la tabla 41-1 se muestran los patógenos aislados en la bacteriuria asociada
a las sondas urinarias (6). Los microorganismos predominantes son bacilos
aerobios gramnegativos (especialmente Escherichia coli), enterococos y espe-
cies de Candida, mientras que los estafilococos son cepas inusuales. En la bac-
teriuria asociada a sondajes de corta duración (< 30 días) predomina un solo
Prevención
El riesgo de infección asociada a sondas urinarias viene determinado princi-
palmente por la duración del sondaje (1), por lo que la única medida profiláctica
eficaz para las infecciones asociadas a las sondas urinarias es retirarlas cuando ya
no sean necesarias. A continuación se resumen otras observaciones sobre la
prevención.
1. NO se recomienda limpiar las zonas de inserción de las sondas (con solu-
ciones antisépticas, cremas antibióticas, o agua y jabón), ya que esta prácti-
ca puede aumentar el riesgo de bacteriuria (1).
2. No se recomienda la profilaxis con antibióticos sistémicos para prevenir las
infecciones urinarias (1).
3. Las sondas urinarias impregnadas de antimicrobianos (con aleación de plata
o nitrofurazona) pueden reducir la incidencia de bacteriuria asintomática en
los sondajes de corta duración (< 1 semana) (7), pero no está claro el beneficio
sobre la prevención de las infecciones urinarias sintomáticas (1).
DIAGNÓSTICO Y TRATAMIENTO
Las recomendaciones de este apartado proceden de las normas más recientes
elaboradas por la Infectious Disease Society of America (1).
Diagnóstico
1. En los pacientes con sondas de corta duración (< 30 días), pueden obtenerse
muestras de orina para cultivo directamente del portal de la sonda o aspi-
rando por ella. En los pacientes con sondajes de larga duración (≥ 30 días),
la sonda debe ser reemplazada antes de obtener la muestra de orina.
2. Una bacteriuria significativa en pacientes sondados se define como un cul-
tivo de orina en el que crecen ≥ 105 unidades formadoras de colonias (ufc)
por ml. Sin embargo, más del 90 % de los pacientes con bacteriuria signifi-
cativa no muestra otros signos de infección (bacteriuria asintomática) (8).
3. Las infecciones de las vías urinarias asociadas a sondas (IVU-AS) se definen
como un cultivo de orina en el que crece > 103 ufc/ml en un paciente con
signos clínicos de IVU sintomática. Éstos pueden ser:
a. Bacteriemia con el mismo microorganismo aislado en sangre y orina.
b. Un nuevo dolor con la palpación costovertebral.
c. Escalofríos
d. Confusión o disminución del nivel de consciencia de nueva aparición.
e. Aumento de espasticidad en pacientes con lesiones medulares.
Los síntomas frecuentes de IVU, como la disuria y la poliuria, no son im-
portantes en los pacientes sondados, y los signos de infección habituales
en estos pacientes (fiebre, leucocitosis) pueden carecer de especificidad
(v. más adelante).
4. Los signos siguientes NO son fiables para el diagnóstico de IVU-AS:
a. Presencia de fiebre o leucocitosis.
b. Orina turbia.
c. Presencia de leucocitos en orina (piuria).
El problema con la fiebre y la leucocitosis es que los pacientes sondados
suelen tener otra infección que podría explicar estos hallazgos. Además,
en un estudio en el que se comparaba pacientes con una presunta IVU-AS
y pacientes sin esta afección y sin otra infección aparente, la incidencia de
fiebre y leucocitosis era la misma en ambos grupos (8). La presencia de
leucocitos en orina (piuria) no distingue entre una bacteriuria asintomática
y una IVU-AS, pero la ausencia de piuria puede usarse como prueba contra el
diagnóstico de IVU-AS (1).
Tratamiento
1. NO se aconseja el cribado, ni el tratamiento antibiótico, para la bacteriuria
asintomática salvo que el paciente esté programado para un procedimiento
urológico que se asocie a sangrado de la mucosa (p. ej., resección prostá-
tica transuretral) (9). Estas recomendaciones se basan en las observaciones
siguientes: (a) pocos casos de bacteriuria asintomática evolucionan hacia
una IVU-AS, (b) el tratamiento antibiótico no reduce la incidencia de IVU-
AS, y (3) el tratamiento antibiótico favorece la aparición de microorganis-
mos resistentes.
2. En los pacientes con una presunta IVU-AS se recomienda la administración
de antibióticos empíricos, y se recomienda la monoterapia con piperacili-
CANDIDURIA
La presencia de especies de Candida en la orina suele representar colonización
en pacientes con sondas uretrales permanentes, pero la candiduria también
puede ser un signo de candidiasis diseminada (la candiduria es el resultado,
no la causa, de la candidiasis diseminada). La candidiasis diseminada puede
ser un diagnóstico difícil porque los hemocultivos pueden ser poco revelado-
res en más del 50 % de los casos (11), y la candiduria puede ser el único signo de
enfermedad diseminada. El estado clínico del paciente se convierte en un factor
importante para el enfoque terapéutico de la candiduria en la UCI.
Microbiología
En los casos de candiduria, el recuento de colonias carece de valor predictivo
para la identificación de candidiasis renal o diseminada (11). Las cepas que
se aíslan con más frecuencia son Candida albicans (alrededor del 50 % de los
casos), seguida de Candida glabrata (en torno al 15 % de los casos) (11). Este
último microorganismo es importante por la resistencia al antimicótico flu-
conazol.
Candiduria asintomática
La candiduria asintomática no requiere tratamiento salvo que el paciente pre-
sente neutropenia (12,13). Siempre se aconseja retirar la sonda, si es posible,
ya que con esta maniobra se erradica la candiduria en el 40 % de los casos (13).
Se recomienda repetir los cultivos de orina, y la candiduria persistente en pa-
cientes de alto riesgo (inmunodeprimidos) debe estudiarse con hemocultivos
y técnicas de imagen renales.
En los pacientes neutropénicos con candiduria asintomática, la profilaxis re-
comendada consiste en caspofungina, 70 mg i.v. como dosis de carga, seguida
de 50 mg i.v. al día (12).
Candiduria sintomática
La candiduria que se asocia a fiebre, dolor con la palpación suprapúbica o
dolor con la palpación costovertebral requiere tratamiento antimicótico, así
como hemocultivos y pruebas de diagnóstico por imagen de los riñones (con
ecografía o tomografía computarizada) en busca de posibles abscesos renales
o signos de obstrucción urinaria. La candidiasis renal suele deberse a una
candidiasis diseminada (11).
COMENTARIO FINAL
Adhesión bacteriana
El nexo de unión en las infecciones nosocomiales que afectan a los aparatos
digestivo, respiratorio y urinario es un cambio en las características de los mi-
crobios que se adhieren a las superficies epiteliales. En las personas sanas, las
superficies epiteliales de la boca, el tracto gastrointestinal y el aparato urinario
están cubiertas por microorganismos comensales e inocuos, pero en los pa-
cientes con enfermedades crónicas o graves, estas superficies están recubiertas
de microorganismos patógenos, lo que sirve como preludio para el desarrollo
de infecciones nosocomiales. A este respcto, resulta interesante un estudio
realizado en pacientes con lesiones medulares y sondaje urinario prolongado,
en los que la inyección de E. coli no patogénico en el interior de la vejiga se asociaba
a un 50 % menos de infecciones urinarias (15).
Sin embargo, la población de las superficies epiteliales no es meramente un
tema de «imperativo territorial» (donde una población toma las riendas de
un territorio, o lo defiende), sino el resultado de receptores sobre las células
epiteliales que se unen a grupos específicos de microorganismos. Un cambio
en la configuración de estos receptores permite que los patógenos se unan
a las superficies epiteliales, y este es el hecho precipitante que conduce a la
aparición de infecciones nosocomiales. Por lo tanto, si se desea eliminar la
amenaza de las infecciones nosocomiales, es necesario estudiar cómo se unen
los microbios a las superficies epiteliales.
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TRASTORNOS
DE LA
TEMPERATURA
CORPORAL
Aharon Katchalsky
1965
HIPERTERMIA
E HIPOTERMIA
No calientes tanto a tu enemigo en un horno como
para que el propio calor pueda chamuscarte a ti.
William Shakespeare
Enrique VIII
El cuerpo humano es un horno metabólico que genera calor suficiente para elevar
la temperatura corporal 1 ºC cada hora, incluso en reposo (1). Afortunadamente,
la superficie externa del cuerpo actúa a modo de radiador y descarga el exceso
de calor hacia el entorno circundante. El comportamiento de este radiador está
regido por un termostato (el sistema termorregulador), que limita la variación
diaria de la temperatura corporal a ± 0,6 °C (2). En este capítulo se describe lo
que sucede cuando este termostato falla, y permite que la temperatura corporal
aumente o disminuya a niveles potencialmente mortales.
mento del flujo sanguíneo a la piel (pérdida de calor por convección) y por la
pérdida de sudor (pérdida de calor por evaporación).
Síndromes
Las enfermedades relacionadas con el calor son afecciones en las que el sistema
termorregulador ya no puede mantener una temperatura corporal constante en
respuesta a un estrés térmico. Existen diversas enfermedades leves relacionadas
con el calor, como los calambres por calor y el exantema térmico (fiebre miliar o
miliaria), pero las descripciones siguientes se limitan a las enfermedades graves
relacionadas con el calor: agotamiento térmico o insolación y golpe de calor. En la
tabla 42-1 se muestran las características comparativas de estas afecciones.
Golpe de calor
El golpe de calor es una afección potencialmente mortal que se caracteriza por
elevaciones extremas de la temperatura corporal (≥ 41 °C), alteración grave de
la función neurológica (p. ej., confusión, coma y convulsiones), deplevión im-
portante de volumen con hipotensión, y afectación multiorgánica que consiste
en rabdomiólisis, lesión renal aguda, coagulación intravascular diseminada
(CID) y elevación importante de las transaminasas séricas, probablemente
de origen hepático. La incapacidad para producir sudor (anhidrosis) es una
característica habitual, pero no universal, del golpe de calor (4).
Hay dos tipos de golpe de calor: (a) golpe de calor clásico, relacionado con tem-
peraturas ambientales, y (b) golpe de calor por esfuerzo, relacionado con una ac-
tividad física intensa. El segundo suele ser más grave, y se asocia a una mayor
incidencia de disfunción multiorgánica.
Tratamiento
El tratamiento del golpe de calor consiste en la reposición de volumen y en
medidas para reducir la temperatura corporal hasta 38 ºC.
pero son mucho más laboriosos. El enfriamiento interno suele reservarse para
casos en los que el enfriamiento externo no es eficaz o produce escalofríos no
deseados.
Rabdomiólisis
La lesión de los músculos esqueléticos (rabdomiólisis) es una complicación
frecuente de los síndromes de hipertermia, como el golpe de calor (sobre todo,
el de esfuerzo) y la hipertermia inducida por fármacos (que se describe más
adelante). La rotura de los miocitos del músculo esquelético hace que se libere
creatina cinasa (CK) al torrente sanguíneo, por lo que la determinación de los
niveles plasmáticos de CK se usa para establecer la presencia y la gravedad de
la rabdomiólisis. No hay un nivel de CK de referencia para diagnosticar esta
afección, pero se han usado cifras cinco veces por encima del valor normal (o
de unas 1 000 unidades/litro) para identificar la rabdomiólisis en estudios clí-
nicos (7). Los niveles plasmáticos de CK superiores a 15 000 unidades/l indi-
can una rabdomiólisis grave y un mayor riesgo de que se produzca insuficien-
cia renal aguda por la mioglobina liberada por la rotura de los miocitos (7).
Hipertermia maligna
La hipertermia maligna (HM) es un trastorno poco frecuente que se observa en
una de cada 15 000 exposiciones a anestesia general y afecta aproximadamente
a 1 de cada 50 000 adultos (9). Se trata de un trastorno hereditario que sigue
un patrón autosómico dominante y se caracteriza por una liberación excesiva
de calcio desde el retículo sarcoplásmico en el músculo esquelético en res-
puesta a los anestésicos halogenados inhalados (p. ej., halotano, isofluorano,
sevofluorano y desfluorano) y a los bloqueantes musculares despolarizantes
(p. ej., succinilcolina) (9). El calcio liberado hace que se desacople la fosforila-
ción oxidativa y se produzca un importante aumento del índice metabólico.
Manifestaciones clínicas
Las manifestaciones clínicas de la hipertermia maligna son: rigidez muscular,
hipertermia, disminución del nivel de conciencia e inestabilidad vegetativa.
El primer signo de hipertermia maligna puede ser una elevación brusca e
imprevista de la PCO2 teleespiratoria en el quirófano (que refleja el hiperme-
tabolismo subyacente) (9,10). A continuación (en minutos a algunas horas),
aparece rigidez muscular generalizada, que puede progresar rápidamente a
una mionecrosis generalizada (rabdomiólisis), con la consiguiente insuficien-
Tratamiento
Ante la más mínima sospecha de hipertermia maligna, debe suspenderse de
inmediato la administración del anestésico causante.
Prevención
Todos los pacientes que sobreviven a un episodio de hipertermia maligna de-
ben llevar una pulsera de alerta médica en la que se identifique su propensión
a esta afección. Además, como se trata de un trastorno genético con un patrón
hereditario conocido (autosómico dominante), los familiares allegados deben
ser informados de su posible propensión a esta afección. Existe una prueba para
identificar el gen responsable de la hipertermia maligna en los familiares (10).
Patogenia
El SNM se asocia a fármacos que influyen en la transmisión sináptica mediada
por dopamina en el sistema nervioso central. Una disminución de la trans-
misión dopaminérgica en los ganglios basales y el eje hipotálamo-hipofisario
puede causar muchas de las manifestaciones clínicas del SNM (12). Como se
señala en la tabla 42-2, este síndrome puede deberse al tratamiento con fár-
*La interrupción de estos fármacos puede desencadenar la aparición de un síndrome neuroléptico maligno.
Manifestaciones clínicas
La mayor parte de los casos de SNM empiezan entre 24 h y 72 h después de
iniciarse el tratamiento farmacológico, y casi todos los casos son evidentes en
las 2 primeras semanas de tratamiento. El inicio suele ser gradual, y puede
tardar unos días en desarrollarse por completo. En el 80 % de los casos, la
manifestación inicial es la rigidez muscular o una alteración del estado mental
(12). La rigidez muscular se ha descrito como una rigidez en tubo de plomo, para
distinguirla de la rigidez asociada a temblores (rigidez en rueda dentada). El
cambio en el estado mental puede oscilar desde la agitación al coma. Para
diagnosticar un SNM debe existir hipertermia (la temperatura corporal puede
superar los 41 ºC) (12), aunque el aumento de la temperatura corporal puede
retrasarse entre 8 h y 10 horas tras la aparición de la rigidez muscular (15).
La inestabilidad vegetativa puede causar arritmias cardíacas, labilidad de la
presión arterial o hipotensión persistente.
Estudios analíticos
Las reacciones distónicas a los neurolépticos pueden ser difíciles de distinguir
de la rigidez muscular en el SNM. Esto es algo particularmente importante en
los primeros estadios del SNM, cuando la rigidez muscular puede ser la única
manifestación. La concentración sérica de CK puede ayudar a este respecto,
ya que los niveles sólo están ligeramente elevados en las reacciones distónicas,
pero superan las 1 000 unidades/l en el SNM(3).
El recuento de leucocitos en sangre en el SNM puede aumentar hasta 40 000/μl
con desviación a la izquierda (12), por lo que el cuadro clínica (fiebre, leuco-
citosis y alteración del estado mental) puede confundirse con una sepsis. El
nivel de CK sérica puede distinguir el SNM de la sepsis.
Tratamiento
La medida aislada más importante en el tratamiento del SNM es la retirada
inmediata del fármaco causante. Si el SNM está causado por la interrupción de
fármacos dopaminérgicos, éstos deberán reinstaurarse inmediatamente, redu-
ciendo la dosis gradualmente más adelante. Entre las medidas generales para el
SNM se encuentra la reposición de volumen (por rabdomiólisis o hipotensión).
Síndrome serotonínico
La estimulación excesiva de los receptores de la serotonina en el sistema
nervioso central produce una combinación de cambios en el estado mental,
hiperactividad vegetativa y alteraciones neuromusculares que se conoce como
síndrome serotonínico (17). El auge reciente de la popularidad de fármacos sero-
toninérgicos como los inhibidores de la recaptación selectiva de la serotonina
(IRSS) ha producido un incremento notable en la prevalencia del síndrome
serotonínico en los últimos años. La gravedad de la enfermedad puede variar
ampliamente, y los casos más graves pueden confundirse con los demás sín-
dromes de hipertermia inducida por fármacos.
Patogenia
La serotonina es un neurotransmisor que participa en los ciclos de sueño-vi-
gilia, el estado de ánimo y la termorregulación. Diversos fármacos pueden
potenciar la neurotransmisión de la serotonina y producir un síndrome se-
rotonínico, y en la tabla 42-3 se enumera una lista de ellos. Muchos de estos
fármacos actúan en combinación para producir este síndrome, aunque la mo-
noterapia también puede causarlo. Muchos de los fármacos que intervienen
son fármacos que estabilizan el estado de ánimo, incluidas algunas sustancias
ilegales como el «éxtasis», un derivado anfetamínico implicado en casos de
síndrome serotonínico potencialmente mortales (18).
*En la referencia 17 se ofrece una lista de fármacos más detallada. IMAO, inhibidores de la
monoaminooxidasa; MDMA, metilenodioxi-metanfetamina; ISRS, inhibidores selectivos de la recaptación de
serotonina; ADT, antidepresivos tricíclicos.
Manifestaciones clínicas
El inicio del síndrome serotonínico suele ser brusco (a diferencia del SNM, en
el que el síndrome completo puede tardar varios días en desarrollarse), y más
de la mitad de los casos son evidentes en las 6 h siguientes al consumo del
fármaco responsable (17). Las manifestaciones clínicas son: cambios del estado
mental (p. ej., confusión, delirio, coma), hipertermia, hiperactividad vegetati-
va (p. ej., midriasis, taquicardia, hipertensión) y alteraciones neuromusculares
(p. ej., hipercinesia, hiperreflexia, clono y rigidez muscular). El cuadro clínico
puede variar ampliamente (17). Los casos leves pueden presentar sólo hiper-
cinesia, hiperreflexia, taquicardia, diaforesis y midriasis. Los casos modera-
dos suelen acompañarse de signos adicionales de hipertermia (temperatura
> 38 ºC) y clono. El clono es más obvio en el reflejo rotuliano, aunque también
puede observarse un clono ocular horizontal. Los casos graves de síndrome
serotonínico se manifiestan a menudo con confusión, hiperpirexia (tempera-
tura > 40 °C), rigidez muscular generalizada y clono espontáneo. Los casos
potencialmente mortales se caracterizan por rabdomiólisis, insuficiencia renal,
acidosis metabólica e hipotensión.
En la tabla 42-4 se muestra una hoja de trabajo útil para el diagnóstico del
síndrome serotonínico. El primer paso de la evaluación diagnóstica consiste
en establecer la ingesta reciente de fármacos serotoninérgicos. Aunque el
Tratamiento
Como sucede en otros síndromes hipertérmicos inducidos por fármacos, lo
más importante en el tratamiento del síndrome serotonínico es retirar el fár-
maco desencadenante. El resto del tratamiento consiste en aplicar medidas
para controlar la agitación y la hipertermia, así como la administración de
antagonistas de la serotonina. Muchos casos se resolverán en las 24 h siguien-
tes a la instauración del tratamiento, pero los fármacos serotoninérgicos con
semividas prolongadas pueden producir una sintomatología más duradera.
La sedación con benzodiazepinas es importante para controlar la agitación en
el síndrome serotonínico. Las medidas de sujeción físicas deben evitarse, ya que
favorecen la contracción muscular isométrica, que puede agravar las lesiones
del músculo esquelético y favorecer la acidosis láctica (19).
HIPOTERMIA
La hipotermia se define como una disminución de la temperatura corporal
por debajo de 35 ºC, y puede deberse a condiciones ambientales (hipotermia
accidental), a un trastorno metabólico (hipotermia secundaria) o a una inter-
vención terapéutica (hipotermia inducida). Este apartado se centra principal-
mente en la hipotermia ambiental (accidental).
Adaptación al frío
Desde el punto de vista fisiológico, el cuerpo humano está mejor equipado
para sobrevivir a climas cálidos que a fríos. La respuesta fisiológica al frío
consiste en una vasoconstricción cutánea (para reducir la pérdida de calor
por convección) y la aparición de escalofríos (que pueden duplicar la pro-
ducción metabólica de calor). Estas adaptaciones fisiológicas sólo protegen
en la hipotermia leve (v. más adelante); por lo demás, la protección frente al
frío depende de respuestas de comportamiento (p. ej., llevar ropa abrigada y
buscar cobijo frente al frío). Dada la importancia de este tipo de respuestas, la
hipotermia es particularmente intensa cuando se alteran (p. ej., en el paciente
intoxicado o confuso).
Hipotermia accidental
La hipotermia accidental es más probable que ocurra en las situaciones si-
guientes: (a) inmersión prolongada en agua fría (la transferencia de calor al
agua fría se produce con mucha más facilidad que la transferencia de calor al
aire frío), (b) exposición al aire frío (lo que favorece la pérdida de calor por
convección, como ya se ha comentado al principio del capítulo), (c) cuando
se altera la respuesta fisiológica al frío (p. ej., la respuesta vasoconstrictora al
frío se altera por el consumo de alcohol), y (d) cuando están alteradas las res-
puestas de comportamiento al frío (como ya se ha mencionado en el párrafo
anterior).
Registros de la temperatura
La mayoría de los termómetros convencionales miden temperaturas hasta por
debajo de 34 ºC. Para lograr registros más exactos en los casos de hipotermia,
existen sondas térmicas electrónicas que pueden registrar temperaturas por
debajo de 25 ºC, y que pueden colocarse en la vejiga, el recto o el esófago.
Manifestaciones clínicas
En la tabla 42-5 se resumen las consecuencias de la hipotermia progresiva.
HIPOTERMIA LEVE. En la hipotermia leve (32 ºC-35 °C), los pacientes suelen
estar confusos y muestran signos de adaptación al frío, es decir, piel pálida
y fría por vasoconstricción cutánea. Muestran escalofríos y una frecuencia
cardíaca rápida.
HIPOTERMIA GRAVE. En la hipotermia grave (< 28 °C) los pacientes suelen estar
obnubilados o comatosos, con pupilas fijas y dilatadas (que en esta situación
no constituyen un signo de muerte cerebral). Otros signos son: hipotensión,
bradicardia intensa, oliguria y edema generalizado. Con temperaturas inferio-
res a 25 ºC, se espera que aparezca apnea y asistolia.
Estudios analíticos
Las pruebas analíticas de interés en la hipotermia son la gasometría arterial,
los electrolitos séricos (sobre todo el potasio), las pruebas de coagulación y
las pruebas de función renal. En la hipotermia es frecuente observar una coa-
gulopatía generalizada (con elevación del INR y prolongación del tiempo de
tromboplastina parcial) (21), si bien puede que no sea evidente si el perfil de
coagulación se obtuvo con temperaturas corporales normales. La gasometría
arterial (que debe realizarse con temperaturas corporales normales) puede
revelar la presencia de una acidosis respiratoria o acidosis metabólica (21).
Los electrólitos séricos pueden mostrar la presencia de hiperpotasemia, que
se debe probablemente a la liberación de potasio por el músculo esquelético
a causa de los escalofríos o la rabdomiólisis. Los niveles de creatinina sérica
pueden elevarse a causa de la rabdomiólisis, por insuficiencia renal aguda o
por diuresis fría (causada por disminución de la sensibilidad tubular renal a la
hormona antidiurética).
Electrocardiograma
Alrededor del 80 % de los pacientes con hipotermia presentará ondas J pro-
minentes en la unión QRS-ST en el electrocardiograma (v. fig. 42-1). Estas
Onda Osborn
Recalentamiento
RECALENTAMIENTO EXTERNO. El recalentamiento externo (retirando las ropas
húmedas, tapando al paciente con mantas, etc.) puede aumentar la tempe-
ratura corporal a una velocidad de 1-2 ºC/h (21), y es adecuado en la mayoría
de los casos de hipotermia (23). Existe el riesgo de que se produzca un nuevo
descenso de la temperatura corporal durante el recalentamiento externo, que
puede desencadenar una fibrilación ventricular (24). Este fenómeno se atribu-
ye al desplazamiento central de sangre fría en los vasos sanguíneos cutáneos.
Afortunadamente, las arritmias cardíacas serias son poco frecuentes y no con-
tribuyen a la mortalidad durante el recalentamiento externo en la hipotermia
grave (23,24).
Hipotermia inducida
El enfriamiento intencionado hasta una temperatura corporal de 32-34 ºC es
hoy en día una modalidad terapéutica habitual en los pacientes que perma-
necen en coma después de la reanimación de una parada cardíaca. Esto ya se
comentó en el capítulo 17 (v. p. 336-339).
COMENTARIO FINAL
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Comentario final
27. Morbidity and Mortality Weekly Report, 2002; 51:567–570.
FIEBRE EN LA UCI
Darme el poder de producir fiebre
y curaré todas las enfermedades
Parménides
ca 500 a.C.
TEMPERATURA CORPORAL
Para registrar la temperatura se usan dos escalas (Celsius y Fahrenheit), y
en la tabla 43-1 se muestra la conversión de una escala en otra. Aunque las
lecturas en la escala Celsius suelen denominarse «grados centígrados», esta
unidad está diseñada para los grados en un compás, no para temperaturas (3).
El término apropiado para la temperatura en la escala Celsius es grados Celsius.
777
Termometría
Las normas más recientes sobre la fiebre en la UCI (1) contienen las recomen-
daciones siguientes para la medición de la temperatura corporal.
1. Las determinaciones más exactas se obtienen con catéteres equipados con
reóstatos colocados en la arteria pulmonar, el esófago o la vejiga urinaria.
2. Se obtienen lecturas menos precisas midiendo las temperaturas rectal,
bucal y de la membrana timpánica, por este orden. No se recomienda medir
las temperaturas rectales en los pacientes neutropénicos (1), y las tempera-
turas bucales deben medirse con sondas electrónicas (no con termómetros
de mercurio) colocadas en los fondos sublinguales derecho o izquierdo.
3. No se recomiendan las lecturas axilares ni en la arteria temporal en los
pacientes ingresados en la UCI.
Las sondas urinarias equipadas con reóstatos parecen ser las ideales en los
enfermos que requieren estas sondas (entre los que se incluye a la mayoría de
los ingresados en las UCI). Estos dispositivos no sólo proporcionan determi-
Definición de fiebre
La mejor definición de fiebre es la de una temperatura que supera la variación
diaria normal de temperatura para cada paciente. Sin embargo, no es una defi-
nición práctica, ya que el intervalo normal de temperatura para cada paciente
no puede determinarse con mediciones periódicas. Las recomendaciones ac-
tuales para definir la fiebre en los pacientes de la UCI son (1):
1. Una temperatura corporal de 38,3 ºC o más representa fiebre, y merece un
estudio adicional.
2. En los pacientes inmunodeprimidos, y en particular en los que presentan
neutropenia, puede usarse un umbral inferior de 38 ºC.
La respuesta febril
La fiebre se debe a la acción de citocinas inflamatorias (denominadas piróge-
nos endógenos) que actúan sobre el hipotálamo para elevar la temperatura
corporal. Por lo tanto, cualquier afección que desencadene una respuesta
inflamatoria sistémica producirá fiebre. A continuación se realizan algunas
puntualizaciones acerca de la respuesta febril.
1. La fiebre es un signo de inflamación, no de infección, y alrededor del 50 %
de los pacientes de la UCI que presentan fiebre no tienen una infección
aparente (9,10).
2. La intensidad de la fiebre no se relaciona con la presencia ni con la gra-
vedad de la infección. Las fiebres altas pueden deberse a un proceso no
infeccioso, como la fiebre farmacológica (v. más adelante), mientras que la
fiebre puede faltar en infecciones potencialmente mortales (1).
La distinción entre inflamación e infección es importante, no solo para el es-
tudio de la fiebre, sino también para restringir la utilización indiscriminada
de antibióticos.
Causas de fiebre
Cualquier afección capaz de desencadenar una respuesta inflamatoria puede
causar fiebre. En la figura 43-1 se muestran los orígenes habituales de fiebre
hospitalaria (nosocomial) en la UCI.
1 Sinusitis
1 2 Transfusiones sanguíneas
Sepsis del catéter
Fiebre farmacológica
2 3 Infección del foco
quirúrgico
4 4 Neumonía
3
Embolia pulmonar
5
5 Infarto de miocardio
Endocarditis
6 6 Colecistitis alitiásica
7 Translocación intestinal
7
Infarto intestinal
Infección por C. difficile
8 Infección urinaria
8
9 Trombosis venosa profunda
9
CAUSAS NO INFECCIOSAS
Como se ha mencionado anteriormente, la infección es responsable de sólo la
mitad de los cuadros de fiebre adquirida en la UCI (9,10). Las afecciones que
se describen en este apartado son responsables de la mayoría del 50 % restan-
te de fiebres adquiridas en la UCI. En la tabla 43-2 se muestran aquellas que
merecen una atención especial.
100 100
Atelectasia
Ausencia
de fiebre
75 75
% %
50 50
Fiebre
25 Ausencia de 25
atelectasia
0 0
Pacientes con fiebre el primer Pacientes con atelectasias
día del postoperatorio el primer día del postoperatorio
FIGURA 43-2. Relaciones entre la fiebre y las atelectasias en el primer día del
postoperatorio en 100 pacientes consecutivos sometidos a cirugía cardíaca abierta.
El gráfico de la izquierda muestra que la mayoría de los pacientes con fiebre tenían
atelectasia, pero el gráfico de la derecha muestra que la mayoría de los pacientes con
atelectasia no tenía fiebre. Datos de la referencia 15.
Hipertermia maligna
Una causa inusual, pero tratable, de elevación de la temperatura corporal en el
período postoperatorio inmediato es la hipertermia maligna, un trastorno here-
ditario caracterizado por rigidez muscular, hiperpirexia (temperatura > 40 ºC)
y rabdomiólisis en respuesta a la administración de anestésicos halogenados
inhalados. Este trastorno se describe en el capítulo 42.
Tromboembolia venosa
Varios grupos de pacientes tienen riesgo de sufrir tromboembolia venosa (v.
tabla 6-1 y fig. 6-1), pero el riesgo es máximo en las víctimas de traumatismos y
en los pacientes postoperados. La mayor parte de los casos de trombosis venosa
profunda intrahospitalaria son asintomáticos, pero la embolia pulmonar aguda
puede producir un cuadro febril que puede durar hasta una semana (18). En
la figura 6-2 se esboza el enfoque diagnóstico de la embolia pulmonar aguda.
Transfusiones sanguíneas
Transfusiones de hematíes
Las reacciones transfusionales febriles no hemolíticas se observan en el 0,5 %
de las transfusiones de hematíes. Estas reacciones se deben a anticuerpos
antileucocitarios en el receptor que reaccionan con leucocitos del donante, y
es más probable que se produzcan en pacientes que han recibido múltiples
transfusiones. La fiebre suele aparecer durante o hasta 6 h después de la trans-
fusión. En las p. 360-361 se presenta una información más detallada de estas
reacciones.
Transfusiones de plaquetas
La aparición de fiebre es mucho más frecuente en las transfusiones de plaque-
tas, y la incidencia documentada puede llegar a ser de hasta el 30 % (v. p. 380).
Estas reacciones también están producidas por anticuerpos contra leucocitos
del donante, y es probable que su elevada incidencia se deba al gran número
de donantes que se usan para las transfusiones de plaquetas sistemáticas.
Fiebre farmacológica
La fiebre inducida por fármacos puede deberse a una reacción de hipersensi-
bilidad o una reacción idiosincrásica. Cualquier fármaco puede desencadenar
una reacción de hipersensibilidad, pero los que están implicados con mayor
frecuencia en la fiebre farmacológica se enumeran en la tabla 43-3.
Los mecanismos de la fiebre inducida por fármacos se conocen poco. El inicio
de la fibre varía desde unas horas hasta más de 3 semanas desde la instau-
ración del tratamiento farmacológico (1). La fiebre puede aparecer como
un signo aislado, o puede acompañarse del resto de manifestaciones que se
muestran en la tabla 43-3 (19). Obsérvese que alrededor de la mitad de los
pacientes tiene temblores, y aproximadamente el 20 % presenta hipotensión,
lo que indica que los pacientes con fiebre farmacológica pueden parecer gravemente
enfermos. En más del 75 % de los casos de fiebre farmacológica no hay signos
de reacción de hipersensibilidad (eosinofilia y exantema) (19).
En la referencia 19.
Otras causas
Existen otras posibles causas de fiebre no infecciosa, y las más importantes se
exponen a continuación.
Colecistitis alitiásica
La colecistitis alitiásica es un trastorno inusual, pero grave, que se registra en
el 1,5 % de los pacientes graves (21). Se cree que se debe a isquemia y estasis
en el interior de la vesícula biliar, lo que produce edema del conducto cístico
que bloquea el drenaje de la vesícula. El diagnóstico y el tratamiento de esta
afección se describen en el capítulo 40.
Trastornos endocrinos
Se sabe que la tirotoxicosis y las crisis suprarrenales son trastornos endocrinos
que producen fiebre. No es probable que la tirotoxicosis aparezca de novo en la
UCI, pero las crisis suprarrenales debidas a hemorragias suprarrenales espon-
táneas son una complicación reconocida del tratamiento anticoagulante y de
la coagulación intravascular diseminada (CID). Estos trastornos endocrinos se
describen en el capítulo 50.
Fiebre yatrogénica
Los fallos de los reguladores térmicos en los colchones de agua y en los humi-
dificadores en aerosol pueden provocar fiebre por transferencia (22). Se tarda
sólo 1 min en comprobar los parámetros de temperatura en los respiradores
y los colchones calentados, pero puede tardarse bastante más en explicar por
qué se pasó por alto una causa de fiebre tan simple.
En la referencia 23.
Tratamiento
Las infecciones superficiales suelen poder tratarse sólo con desbridamiento.
El tratamiento de las infecciones asentadas a mayor profundidad depende del
carácter de la infección. Las colecciones (abscesos) localizadas suelen poder
tratarse sólo con drenaje, mientras que una afectación más difusa de tejidos
profundos obliga a instaurar un tratamiento antimicrobiano.
Sinusitis paranasal
Las sondas nasotraqueales y nasogástricas permanentes pueden bloquear los
orificios que drenan los senos paranasales y hacer que se acumulen secrecio-
nes infectadas en los senos. Los senos maxilares casi siempre se afectan, y la
sinusitis aguda resultante puede ser una causa de fiebre oculta. Se documenta
sinusitis paranasal en el 15-20 % de los pacientes con sondas nasales perma-
nentes (26,27), y puede representar un origen de fiebre y bacteriemia. Sin
embargo, en muchos casos no está clara la importancia clínica de esta afección
(v. más adelante).
Microbiología
Los patógenos que intervienen en las sinusitis adquiridas en la UCI son
los mismos que colonizan la orofaringe en los pacientes graves. Las cepas
que se aíslan con más frecuencia son bacilos aerobios gramnegativos (en el
60 % de los casos), seguidos de cocos aerobios grampositivos (sobre todo,
Staphylococcus aureus y estafilococos coagulasa negativos) en el 30 %, y hongos
(fundamentalmente Candida albicans) en el 5-10 % (1).
Diagnóstico
En el 75 % de los casos no existe exudado purulento desde las narinas (1), y
el diagnóstico lo sugieren las características radiográficas de sinusitis (opaci-
ficación o niveles hidroaéreos en los senos afectados). Aunque se recomienda
realizar una TC para diagnosticar la sinusitis intrahospitalaria (26,27), las
radiografías portátiles de los senos realizadas a la cabecera del paciente tam-
bién pueden ponerlas de manifiesto, como se muestra en la figura 43-3. Los
senos maxilares pueden verse con una proyección occipitomentoniana única,
denominada también «proyección de Waters», que puede obtenerse en la
misma cama del enfermo (28). (Si no se realiza una TC, se evitan los riesgos
y el personal humano necesarios para trasladar al paciente fuera de la UCI.)
La demostración radiográfica o tomográfica de sinusitis no es suficiente para
diagnosticar esta afección, ya que el 30-40 % de los pacientes con signos de
sinusitis en los estudios de imagen no sufre una infección documentada me-
diante aspiración del seno afectado (26,27). Para establecer el diagnóstico se
necesita aspirar material del seno afectado, y realizar un cultivo cuantitativo
en el que crezcan ≥ 103 unidades formadoras de colonias por ml (26,27).
Tratamiento
Está justificado un intento de tratamiento antibiótico cuando existan signos
radiográficos de sinusitis en un paciente febril sin otra causa aparente de fie-
bre. La pauta antibiótica debe proporcionar cobertura frente a bacilos aerobios
gramnegativos y estafilococos. La monoterapia con imipenem o meropenem
debe bastar si no se aíslan SARM en los frotis nasales sistemáticos. Si se aíslan
SARM en una torunda nasal, o si estos microorganismos son frecuentes en la
UCI, debe añadirse vancomicina para proporcionar cobertura frente a gram-
negativos. Además, deben retirarse las sondas nasales y sustituirse por son-
das bucals. Si el tratamiento antibiótico empírico no logra mejorar el cuadro,
estará justificado realizar una punción del seno para una tinción de Gram y
cultivo cuantitativo (1).
Relevancia clínica
A pesar de que las sinusitis nosocomiales se documentan en el 15-20 % de los
pacientes con sondas nasales permanentes (26,27), las sinusitis suelen pasarse
por alto durante el estudio de la fiebre adquirida en la UCI, sin consecuencias
nocivas aparentes, y esto genera dudas sobre la relevancia clínica de la sinu-
sitis adquirida en la UCI.
Sonda NG
Seno maxilar
opacificado
Tubo ET
PLANTEAMIENTO INICIAL
La aparición de fiebre adquirida en la UCI no supone tener licencia para realizar
un estudio extenso ni para instaurar un tratamiento antimicrobiano empírico,
sino que más bien debe realizarse una evaluación para determinar la probabi-
lidad de que exista una causa infecciosa o no infecciosa de la fiebre. Si no es
probable que la causa sea no infecciosa, son importantes las medidas siguientes.
Hemocultivos
Los hemocultivos se recomiendan en todos los casos de fiebre relacionada
con la UCI cuando sea improbable una causa no infecciosa (1). El rendimiento
de los hemocultivos depende del volumen de sangre extraído durante la ve-
nopunción y del número de puntos de venopunción.
Número de hemocultivos
En la terminología de los hemocultivos, uno hace referencia a un solo punto
de venopunción. (Por ejemplo, el cultivo de muestras de sangre procedentes
de cada una de las luces de un catéter de varias luces sigue representando un
único hemocultivo.) En la figura 43-4 se muestra esta relación entre el número
de hemocultivos y la detección de bacteriemia (30). Esta figura procede de un
estudio realizado en pacientes con bacteriemia documentada mediante cuatro
o más hemocultivos extraídos en un período de 24 h. Las dos curvas del grá-
fico representan pacientes con endocarditis y pacientes con otras infecciones.
La mayoría de las bacteriemias (94 %) se detectaron con dos hemocultivos en
los pacientes con endocarditis, mientras que para detectar más del 90 % de
las bacteriemias en pacientes con otras infecciones se necesitaron tres hemo-
cultivos. El incremento en la tasa de detección de la endocarditis se debe a la
bacteriemia continua asociada a esta afección.
Basándose en los datos de la figura 43-4, tres hemocultivos extraídos durante un
período de 24 h detectarán la mayoría (> 90 %) de las bacteriemias. Sin embargo,
dos hemocultivos detectarán la mayoría de bacteriemias en los pacientes con
endocarditis.
(100 %)
100
(96 %)
Pacientes con
endocarditis
(94 %) (94 %)
% Cultivos positivos
90
(89 %)
Pacientes con
otras infecciones
80
(80 %)
70
(65 %)
60
1 2 3 4
Número de hemocultivos
TRATAMIENTO ANTIPIRÉTICO
La percepción popular de la fiebre como una dolencia que debe corregirse
está enraizada en habladurías. De hecho, la fiebre es una respuesta adaptativa
normal que potencia la capacidad para erradicar una infección (12). En este apartado
se comentan algunas observaciones acerca de la fiebre que pretenden lograr
que se piense dos veces antes de instaurar un tratamiento antipirético en los
pacientes graves.
Estudios clínicos
Los beneficios de la fiebre en la defensa del hospedador contra la infección
están apoyados por estudios clínicos en los que se demuestra que en los
0,6 41°C
(absorbancia)
0,4
42°C
0,2
43°C
0
2 4 6 8 10
Horas
100 100
Hipotermia Fiebre
80 80
Tasa de mortalidad (%)
Tasa de mortalidad (%)
60 60
40 40
20 20
0 0
455 pacientes con 382 pacientes con
sepsis grave* sepsis grave**
Lesión neurológica
Existen datos convincentes de que el incremento en las temperaturas corporales
agrava la lesión cerebral isquémica después de una parada cardíaca (v. cap. 17)
y del ictus isquémico (v. cap. 46). Sin embargo, no se han estudiado adecua-
damente los efectos del aumento de la temperatura corporal en el cerebro no
isquémico. El argumento popular de que la hiperpirexia (temperatura ≥ 40 °C)
favorece la lesión en el cerebro no isquémico no puede apoyarse ni refutarse
porque la hiperpirexia casi nunca se deja sin tratar en la práctica clínica.
Resumen de afirmaciones
Las pruebas disponibles en el momento actual indican que:
1. La fiebre no es una afección patológica, sino una respuesta adaptativa nor-
mal que sirve como mecanismo de defensa antimicrobiano.
2. Salvo en el período inmediatamente posterior a una parada cardíaca o a
un ictus isquémico, la fiebre proporciona beneficios documentados en los
pacientes con infección.
3. Los supuestos perjuicios de la hiperpirexia (≥ 40 °C) en un cerebro no isqué-
mico son más una suposición que un hecho documentado.
Antipiréticos
La prostaglandina E interviene en la respuesta febril a los pirógenos endóge-
nos, y los fármacos que interfieren en su síntesis son eficaces para reducir la
fiebre (39). Entre éstos se encuentran el ácido acetilsalicílico, el paracetamol y
los antiinflamatorios no esteroideos (AINE). Sólo los dos últimos se utilizan
en la UCI para suprimir la fiebre.
Paracetamol
El paracetamol es el fármaco más aceptado para suprimir la fiebre, a pesar
de ser la causa más importante de insuficiencia hepática aguda en Estados
Unidos (v. cap. 54). Está contraindicado en los pacientes con insuficiencia
hepática.
AINE
El ibuprofeno es un AINE popular que puede obtenerse sin receta y que pro-
porciona una antipirexia segura y eficaz en una dosis intravenosa de 400-
800 mg cada 6 h (42). El ketorolaco es otro AINE intravenoso que ha demostrado
eficacia para suprimir la fiebre (en una dosis única de 0,5 mg/kg) (43). En el
capítulo 51 se amplía la información sobre estos fármacos.
Mantas refrigerantes
Las mantas refrigerantes no son adecuadas para tratar la fiebre. La respuesta
febril eleva la temperatura corporal al favorecer la vasoconstricción cutánea
y aumentar la respuesta del músculo esquelético (mediante temblores y es-
calofríos). Ésta es la forma en la que el cuerpo reacciona normalmente a un
entorno frío, por lo que la respuesta febril imita la respuesta fisiológica al frío.
Dicho en otras palabras, la respuesta febril hace que el cuerpo se comporte como si
estuviese enrollado en una manta refrigerante. Al colocar una manta refrigerante
sólo se agrava la vasoconstricción cutánea y se incrementa la actividad mus-
cular que interviene en la respuesta febril. Esto explica por qué las mantas
refrigerantes son tan ineficaces para reducir la fiebre.
Estas mantas son más adecuadas en los síndromes hipertérmicos, cuando
fracasa la termorregulación normal (v. cap. 42).
COMENTARIO FINAL
Correcto o erróneo
Existe un camino erróneo y un camino correcto para enfocar la aparición
de la fiebre en la UCI. El camino erróneo es cultivar todo lo disponible,
solicitar un bombardeo de pruebas y estudios de imagen, e instaurar un
tratamiento antibiótico sin dudar. El camino correcto es asegurarse de que
la fiebre es real (y no el resultado de un problema yatrogénico) y evaluar
después al paciente para confirmar la probabilidad de una causa infecciosa o
no infecciosa de la fiebre. Hay que recordar que existe una probabilidad del
50 % de encontrar una infección subyacente, por lo que no debe comenzarse
un tratamiento antibiótico salvo que la infección sea evidente o que la sos-
pecha sea alta, o cuando el paciente está inmunodeprimido. Y por último,
piénsese por favor dos veces la supresión de la fiebre, y aléjese de las mantas
refrigerantes.
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TRASTORNOS
DEL SISTEMA
NERVIOSO
Lewis Thomas
1983
TRASTORNOS DE
LA CONCIENCIA
Pienso, luego existo.
René Descartes
1644
ALTERACIÓN DE LA CONCIENCIA
La conciencia tiene dos componentes: despertar (estado de vigilia) y percepción.
1. El despertar es la capacidad para experimentar con el entorno, y también se
conoce como vigilia.
2. La percepción es la capacidad para comprender nuestras relaciones con el
entorno y también se conoce como sensibilidad o receptividad.
Estos dos componentes se usan para identificar los estados de alteración de la
consciencia que se muestran en la tabla 44-1.
799
Encefalopatía séptica
La encefalopatía séptica es un trastorno cerebral global asociado a infecciones
que se originan fuera del sistema nervioso central. Este cuadro se documenta
en el 50-70 % de los pacientes de la UCI con sepsis, y puede ser un signo pre-
coz de infección, especialmente en los pacientes de edad avanzada (3,4). La
encefalopatía séptica se parece a la encefalopatía hepática (descrita en el cap.
39) en que ambos cuadros se caracterizan por edema cerebral, y consisten en
1
1 Lesión traumática o isquémica
Encefalopatía/encefalitis
2 Epilepsia no convulsiva
4
2 Consumo de fármacos
3 o de tóxicos
Abstinencia de etanol
Deshidratación
5 3 Trastornos tiroideos
6 4 Fármacos, sepsis a través
de la vía
7
5 Hipoxia, hipercapnia
8 6 Gasto cardíaco bajo
9
Shock circulatorio
10
7 Insuficiencia hepática
8 Hipoglucemia
9 Insuficiencia suprarrenal
10 Uremia, sepsis urinaria
DELIRIO
El delirio se registra en el 16-89 % de los pacientes de la UCI (6), y es particu-
larmente prevalente en los que están conectados a un respirador (7) y en los
pacientes postoperados de edad avanzada. El delirio que acompaña a la abs-
tinencia alcohólica es una entidad diferente al delirio adquirido en el hospital,
y se describe en un apartado independiente.
Manifestaciones clínicas
Las manifestaciones clínicas del delirio se resumen en la figura 44-2 (9). El
delirio es un estado confusional con déficit de atención, pensamiento desorde-
nado y una evolución fluctuante (las fluctuaciones en la conducta se producen
a lo largo de un período de 24 h). Más del 40 % de los pacientes hospitalizados
con delirio presenta síntomas psicóticos (p. ej., alucinaciones visuales) (10);
debido a ello al delirio se le denomina a veces de forma inadecuada «psicosis
de la UCI» (11).
DELIRIO
Déficit de atención
Dificultad para concentrarse
o para mantener la atención
(y)
Pensamiento desordenado
Respuestas desorganizadas,
ilógicas o incoherentes
(con)
Subtipos
Se reconocen los siguientes subtipos de delirio:
1. El delirio hiperactivo se caracteriza por agitación intranquila. Esta variedad
de delirio es frecuente en la abstinencia alcohólica, pero es inusual en el deli-
rio adquirido en el hospital, y supone ≤ 2 % de los casos (6).
2. El delirio hipoactivo se caracteriza por letargo y somnolencia. Es la variedad
más frecuente de delirio adquirido en el hospital, y es responsable del 45-64 % de
los casos (6).
3. El delirio mixto se caracteriza por episodios de delirio que alternan formas
de hiperactividad e hipoactividad de la enfermedad. Este tipo de delirio
se documenta en el 6 % al 55 % de los pacientes con delirio adquirido en el
hospital (6).
Como ya se ha mencionado, la concepción habitual del delirio como estado
de confusión agitada no se aplica al delirio adquirido en el hospital, donde
Delirio y demencia
El delirio y la demencia son trastornos psíquicos diferentes que a veces se
confunden, ya que poseen manifestaciones clínicas que se superponen (p. ej.,
déficit de atención y pensamiento desordenado). Además, hasta dos tercios
de los pacientes hospitalizados con demencia pueden tener un delirio super-
puesto (8,13), lo que puede entorpecer aun más la distinción entre estos dos
cuadros. Las características principales del delirio que lo distinguen de la demencia
son el inicio agudo y la evolución fluctuante.
Afecciones predisponentes
Diversas situaciones promueven la aparición de delirio en los pacientes hos-
pitalizados, entre ellas (a) la edad avanzada, (b) la privación de sueño, (c) el
dolor no aliviado, (d) el reposo en cama prolongado, (e) la cirugía mayor, (f)
la encefalopatía, (g) la inflamación sistémica y (h) los fármacos que causan delirio
(6,8,11).
Diagnóstico
Se recomienda utilizar instrumentos de cribado validados para detectar el
delirio (como ya se ha mencionado anteriormente), ya que es frecuente que
su diagnóstico se pase por alto (12). El Confusion Assessment Method for the
UCI (método de valoración de la confusión para la UCI) (MVC-UCI) es el ins-
trumento más fiable para detectar el delirio (6,9), y está disponible (junto con
un vídeo formativo) en la página de Internet www.icudelirium.org.
Tratamiento
Medidas preventivas
Las medidas que se recomiendan para reducir el riesgo de delirio en la UCI
son (a) tratamiento adecuado del dolor, (b) mantenimiento de ciclos de sueño
y vigilia regulares, (c) promoción de momentos fuera de la cama, (d) fomentar
las visitas de familiares y (e) limitar el uso de fármacos que causan, como el
midazolam y el lorazepam, si es posible (6,8).
Tratamiento farmacológico
En los pacientes con delirio agitado y alteración de la conducta puede ser ne-
cesario instaurar un tratamiento farmacológico. Es importante evitar los fárma-
cos GABAérgicos (p. ej., benzodiazepinas) para sedar a los pacientes con delirio adqui-
rido en el hospital, ya que estos fármacos promueven la aparición de delirio (6).
Patogenia
Los efectos depresores del etanol sobre el sistema nervioso central se deben a
la estimulación de los receptores de GABA (la principal vía inhibidora en el
cerebro) y a la inhibición de los receptores de N-metil-D-aspartato (NMDA) (la
principal vía excitadora en el cerebro). Cuando se suspende la ingesta de etanol,
los efectos resultantes sobre ambos receptores producen un estado de excitación
del sistema nervioso central que conduce a la aparición de agitación, delirio y
convulsiones que caracterizan el cuadro de la abstinencia alcohólica.
Manifestaciones clínicas
En la tabla 44-2 se muestran las manifestaciones clínicas de la abstinencia al-
cohólica. Alrededor del 5 % de los pacientes que presentan síntomas de absti-
nencia alcohólica presentarán delirium tremens (17). Entre los factores de riesgo
se encuentran los antecedentes de alcoholismo prolongado, episodios previos
de delirium tremens, procesos mórbidos asociados y tiempo transcurrido desde
la última ingesta alcohólica. Los signos suelen aparecer 2-3 días después de la
última bebida y consisten en delirio agitado, febrícula, taquicardia, hiperten-
sión, diaforesis, náuseas y vómitos. Otros signos asociados son la deshidrata-
ción, la hipopotasemia, la hipomagnesemia y las convulsiones generalizadas.
El cuadro dura típicamente 3-5 días (17), aunque los casos graves pueden
llegar a durar hasta 2 semanas (observación personal). La tasa de mortalidad
documentada es del 5 % al 15 % (17).
Tratamiento
Los fármacos de elección para tratar el delirio de la abstinencia alcohólica son
las benzodiazepinas (19), que imitan los efectos depresores del alcohol sobre
el SNC al estimular los receptores de GABA en el cerebro. Un efecto adicional
de las benzodiazepinas es la protección contra las convulsiones generalizadas.
PAUTA EN LA UCI. El lorazepam por vía intravenosa es el fármaco de elección en
los pacientes que requieren asistencia en la UCI para el tratamiento del deli-
rium tremens (19). Para el control inicial se administrarán 2-4 mg i.v. cada 5-10
minutos hasta que el paciente se quede tranquilo. Posteriormente, se adminis-
trará lorazepam i.v. cada 1-2 h en una dosis que mantenga al paciente calmado
(en la mayoría de los casos suele bastar con 2-4 mg). Transcurridas al menos
24 h en calma, la dosis puede reducirse para determinar si persiste el delirio.
Es importante reducir lo antes posible la dosis de benzodiazepinas, ya que se
acumulan y pueden producir sedación prolongada y alargar la estancia en la
UCI. Un problema adicional de la administración prolongada de lorazepam
i.v. es la toxicidad del propilenglicol (v. p. 605). En el capítulo 51 se presenta una
información más detallada sobre las benzodiazepinas.
TIAMINA. Las manifestaciones clínicas del delirium tremens pueden enmascarar
una encefalopatía de Wernicke aguda precipitada por infusiones de glucosa
COMA
El paciente en coma (que no puede despertarse y que muestra ausencia de
receptividad) es uno de los problemas más frecuentes en la práctica de los
cuidados intensivos, y en su tratamiento no sólo está incluido el paciente, sino
también los familiares y allegados.
Etiologías
El coma puede deberse a cualquiera de las afecciones siguientes:
1. Lesión cerebral bilateral y difusa.
2. Lesión cerebral unilateral que produce un desplazamiento de la línea
media con compresión del hemisferio cerebral contralateral.
3. Masa supratentorial que provoca herniación transtentorial y compresión
del tronco encefálico.
4. Masa de la fosa posterior que provoca compresión directa del tronco ence-
fálico.
5. Encefalopatías tóxicas o metabólicas (incluida la sobredosis farmacológica).
6. Estado epiléptico no convulsivo.
7. Coma aparente (estado de desaferenciación, reacción histérica).
Las causas más frecuentes del coma en un estudio fueron la parada cardíaca
(31 %), y el ictus o la hemorragia intracerebral (36 %) (20).
Respuestas motoras
La mioclonía espontánea (movimientos espasmódicos, irregulares) puede ser
un signo inespecífico de disfunción cerebral difusa, o puede representar activi-
dad epiléptica (convulsiones mioclónicas), mientras que la flacidez de las extre-
midades puede indicar una lesión cerebral difusa o una lesión del tronco ence-
fálico. Los movimientos clónicos desencadenados por la flexión de las manos o
los pies (asterixis) representan un signo de encefalopatía metabólica difusa (20).
Un defecto motor focal en las extremidades (p. ej., hemiparesia o asimetría de
reflejos) es un signo de una lesión expansiva o de una lesión medular.
cionadas o faltan. En las lesiones del tálamo, los estímulos dolorosos provocan
flexión de la extremidad superior, lo que se denomina postura de decorticación.
En la lesión del mesencéfalo y la parte superior de la protuberancia, los brazos
y las piernas se extienden y se colocan en pronación en respuesta al dolor;
es lo que se denomina postura de descerebración. Finalmente, cuando la lesión
afecta a la porción inferior del tronco encefálico, las extremidades permanecen
flácidas durante la estimulación dolorosa.
Apertura ocular
La apertura ocular espontánea es una señal de vigilia y no concuerda con el
diagnóstico de coma. Esta apertura espontánea puede asociarse a conciencia
(estado de desaferenciación) o a falta de conciencia (estado vegetativo).
(+) (+)
Sobredosis de opiáceos, encefalopatía tóxica/
metabólica, hipercapnia o lesión pontina
(+/–) (+/–)
(+) y (-) indican una pupila reactiva y arreactiva, respectivamente. De las referencias 21, 22 y 24.
Motilidad ocular
Los movimientos oculares espontáneos (conjugados o no conjugados) consti-
tuyen un signo inespecífico de encefalopatías tóxicas o metabólicas (22). Sin
embargo, una mirada fija que afecta preferentemente a uno o a ambos ojos es
muy sugestiva de la presencia de una masa o de actividad convulsiva.
Reflejos oculares
Los reflejos oculares se usan para evaluar la integridad funcional de la parte
inferior del tronco encefálico (22), y se ilustran en la figura 44-3.
REFLEJO OCULOCEFÁLICO. El reflejo oculocefálico se evalúa rotando enérgica-
mente la cabeza de un lado a otro. Cuando están afectados los hemisferios ce-
rebrales pero el tronco encefálico está intacto, los ojos se desviarán alejándose
de la dirección de la rotación y mantienen un campo de visión hacia delante.
Cuando está dañada la porción inferior del tronco encefálico (o cuando el pa-
ciente está despierto), los ojos seguirán la dirección de la rotación de la cabeza.
El reflejo oculocefálico no debe comprobarse en pacientes con inestabilidad de
la columna cervical.
REFLEJO OCULOVESTIBULAR. El reflejo oculovestibular se comprueba inyec-
tando 50 ml de solución salina fría en el conducto auditivo externo de cada
oído (con una jeringa de 50 ml y un angiocatéter de plástico blando de 5 cm
de longitud). Antes de realizar la prueba debe comprobarse que la membrana
timpánica está intacta y que no hay nada que obstruya el conducto auditivo.
Cuando la función del tronco encefálico está intacta, ambos ojos se desviarán
hacia el oído irrigado. Este movimiento ocular conjugado se pierde cuando se
lesiona la parte inferior del tronco encefálico. Después de realizar la prueba en
un oído, se esperarán 5 min para realizarla en el lado contrario.
Reflejo oculocefálico
Presente Ausente
Reflejo oculovestibular
Presente Ausente
Interpretaciones
La GCS carece de fiabilidad en los pacientes que están paralizados, con seda-
ción profunda o hipotensos. En el resto de situaciones, la GCS (mejor puntua-
ción) puede usarse:
1. Para definir el coma (GCS ≤ 8).
2. Para estratificar la gravedad de la lesión cerebral (leve: GCS = 13-15, mode-
rada: GCS = 9-12, grave: GCS ≤ 8) (25,26).
3. Para identificar los candidatos a intubación; es decir, los reflejos protectores
de las vías respiratorias suelen estar alterados con una GCS ≤ 8, y esta pun-
tuación se usa como indicación para la intubación endotraqueal.
*La peor puntuación es de 3 puntos, y la mejor, de 15. La puntuación más alta en los pacientes intubados
es de 11 puntos.
MUERTE CEREBRAL
En la Uniform Determination of Death Act se establece que: «una persona está
muerta cuando presenta 1) un cese irreversible de las funciones circulatoria
y respiratoria, o 2) un cese irreversible de todas las funciones encefálicas, in-
cluido el tronco encefálico» (28). El segundo requisito en esta declaración es el
objetivo de la determinación de muerte cerebral descrita aquí.
*Las pruebas de confirmación pueden consistir en: electroencefalografía, estudio de flujo Doppler
transcraneal, potenciales provocados somatosensitivos, gammagrafía cerebral con tecnecio-99m o
angiografía cerebral
En las referencias 30-32.
Diagnóstico
En la tabla 44-5 se muestra una lista de comprobación para el diagnóstico de
muerte cerebral en los adultos (30-32). No se ha alcanzado un acuerdo sobre
aspectos menores de la determinación de muerte cerebral, pero la finalidad de
este acuerdo es establecer: (a) la presencia de coma irreversible, (b) la ausencia
de reflejos del tronco encefálico y (c) la ausencia de respiraciones espontáneas.
Antes de realizar una exploración de muerte cerebral deben corregirse otros
cuadros que pueden inducir a confusión (p. ej., hipotermia). Si no está clara la
etiología del coma, debe realizarse un electroencefalograma para descartar la
posibilidad de un estado epiléptico no convulsivo. Es posible que se necesiten
pruebas de confirmación cuando la evaluación clínica de la muerte cerebral
sea dudosa. (En la parte inferior de la tabla 44-5 se muestra un listado de las
pruebas de confirmación aceptadas.)
Prueba de apnea
La prueba de muerte cerebral más convincente es la ausencia de esfuerzos
respiratorios espontáneos ante un aumento agudo de la PCO2 (que en condi-
ciones normales es un estímulo respiratorio potente). Esto se evalúa mediante
la prueba de apnea, que consiste en desconectar al paciente del apoyo respira-
torio y observar la aparición de esfuerzos respiratorios espontáneos a medida
que va elevándose la PCO2 arterial. Como la prueba de apnea puede causar
hipotensión, hipoxemia y arritmias, suele ser la última que se realiza para
confirmar la muerte cerebral, y consta de los pasos siguientes:
1. Antes de realizar la prueba se preoxigena al paciente con O2 al 100 % y se
obtiene una gasometría arterial para establecer la PCO2 arterial (PaCO2)
basal.
2. A continuación, se desconecta al paciente del respirador y se insufla oxíge-
no en el tubo endotraqueal (oxigenación apneica) para ayudar a evitar la
desaturación de O2 durante el período apneico. (Para monitorizar la satu-
ración arterial de O2 debe usarse un pulsioxímetro.)
3. La finalidad de la prueba de apnea es permitir que la PaCO2 aumente
20 mm Hg por encima del valor basal. La PaCO2 aumenta unos 3 mm Hg
por minuto durante la apnea a una temperatura corporal normal (33), por
lo que un período de apnea de 6-7 minutos debe bastar para alcanzar la
PaCO2 deseada. Al final del período de apnea, se obtiene otra gasometría
arterial y vuelve a conectarse al paciente al respirador.
4. Si la apnea persiste a pesar del aumento de la PaCO2 ≥ 20 mm Hg, la prueba
confirma el diagnóstico de muerte cerebral.
5. La prueba de apnea conlleva riesgos, y a menudo no puede completarse
por la aparición de desaturación de O2 intensa, hipotensión o arritmias
cardíacas graves (34). Cuando no puede completarse la prueba de apnea,
pueden necesitarse pruebas de confirmación para establecer el diagnóstico
de muerte cerebral.
Signo de Lázaro
Los pacientes en situación de muerte cerebral pueden mostrar movimientos
espontáneos breves de la cabeza, el torso y las extremidades superiores (signo
de Lázaro), especialmente después de haber sido desconectados del respira-
dor (35). Estos movimientos se deben a descargas neuronales en la médula
cervical, posiblemente en respuesta a la hipoxemia, y pueden ser motivo de
angustia cuando aparecen tras haberse declarado la muerte cerebral y haberse
desconectado al paciente del respirador.
Hemodinámica
En los posibles donantes debe mantenerse una presión arterial media
≥ 65 mm Hg y una diuresis ≥ (1 ml/kg)/h, administrando líquidos y vasopre-
sores, si es necesario, para alcanzar estos objetivos. Las medidas de soporte
circulatorio en los posibles donantes deben seguir los mismos principios de
apoyo circulatorio que se aplican en otros pacientes graves (v. p. 270-272).
Insuficiencia hipofisaria
Más de la mitad de los pacientes en situación de muerte cerebral presen-
tarán insuficiencia hipofisaria con diabetes insípida e insuficiencia suprarrenal
secundaria (37). Ambas afecciones pueden causar una hipovolemia intensa
(con disminución de la perfusión orgánica) e hipernatremia hipertónica (con
deshidratación celular). Si existen signos de diabetes insípida central (diure-
sis espontánea con una osmolalidad de la orina < 200 mosm/l), se aconseja
instaurar tratamiento con desmopresina, un análogo de la vasopresina que
no produce vasoconstricción (38). La dosis habitual de desmopresina es de
0,5-2 μg i.v. cada 2-3 h, ajustando la dosis para mantener una diuresis de
100–200 ml/h.
COMENTARIO FINAL
Atención a la familia
Durante el cuidado de un paciente con una situación de coma persistente o un
estado vegetativo persistente, es importante invertir tiempo con la familia del
enfermo (u otros allegados). Estas personas necesitarán orientación y guía en
nosotros, y uno de los servicios más importantes que se puede realizar como
médicos es evitar la situación conocida como conspiración de silencio (39).
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Alteración de la conciencia
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Comentario final
39. Fallowfield LJ, Jenkins VA, Beveridge HA. Truth may hurt but deceit hurts more:
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TRASTORNOS
DEL MOVIMIENTO
Cuando contemplamos esta vida, comprobamos que su característica principal
es el movimiento, y cuando nos alejamos para lograr una mayor perspectiva,
observamos que este movimiento debe consumir necesariamente
la máquina en la que reside.
John Young
Senior Dissertation
Univ. PA School of Medicine
1803
CONVULSIONES
Las convulsiones son, después de la encefalopatía metabólica, la complica-
ción neurológica más frecuente en los pacientes graves (1). La incidencia de
la aparición de convulsiones en los pacientes de la UCI oscila entre el 0,8 % y
el 3,5 % (1,2).
Tipos de convulsiones
Las convulsiones se clasifican en función de la magnitud de la afectación cere-
bral (crisis focales o generalizadas), de la presencia o ausencia de movimientos
anómalos (crisis convulsivas o no convulsivas) y el tipo de anomalía del mo-
vimiento (p. ej., movimientos tonicoclónicos, mioclónicos).
Movimientos anómalos
Los movimientos asociados a las convulsiones pueden ser tónicos (causados
por una contracción mantenida), clónicos (movimientos rítmicos con una
amplitud y una frecuencia regular) o mioclónicos (movimientos irregulares
817
Convulsiones generalizadas
Las convulsiones generalizadas surgen a partir de descargas eléctricas rítmicas
y sincrónicas que afectan a la mayor parte de la corteza cerebral, y siempre se
asocian a pérdida de conciencia (3). Estas convulsiones producen típicamente
movimientos tonicoclónicos de las extremidades, pero también pueden apare-
cer sin movimientos anómalos (convulsiones no epilépticas generalizadas) (4).
Convulsiones parciales
Las convulsiones parciales pueden originarse a partir de descargas rítmicas
localizadas o difusas en el cerebro, y sus manifestaciones clínicas son muy
variables, como queda demostrado por los dos ejemplos siguientes de crisis
convulsivas parciales.
1. Las crisis complejas parciales son crisis no convulsivas que producen cambios
de comportamiento. La manifestación típica se observa en un paciente que
está despierto pero que no percibe el entorno (parecido a las crisis de ausen-
cia). Suelen ir precedidas de un aura (p. ej., un olor concreto), y pueden
acompañarse de movimientos de masticación repetitivos o de chasquidos
de los labios (automatismos).
2. La epilepsia parcial continua es una crisis convulsiva que se caracteriza por
movimientos tonicoclónicos persistentes de los músculos de la cara y las
extremidades en un lado del cuerpo.
Mioclonía
La mioclonía se caracteriza por movimientos espasmódicos irregulares de
las extremidades, que pueden aparecer espontáneamente o en respuesta a
estímulos dolorosos o ruidos intensos (mioclonía de sobresalto). Estos movi-
mientos pueden observarse en cualquier tipo de encefalopatía (metabólica,
isquémica). En los pacientes que no se despiertan en las horas siguientes a
una parada cardíaca, la presencia de mioclonía que dura más de 24 h conlleva
un pronóstico desfavorable para la recuperación neurológica (5). La mioclonía
no se contempla universalmente como una convulsión, ya que no se asocia a
descargas rítmicas en el EEG (6).
Estado epiléptico
El estado epiléptico se define tradicionalmente como más de 30 min de una
actividad epiléptica continua o una actividad epiléptica recurrente sin período
de recuperación (6). Dado que es improbable que las convulsiones epilépticas
generalizadas se detengan al cabo de 5 min, una definición propuesta reciente-
mente del estado epiléptico es una actividad epiléptica continua de 5 min de duración,
o dos convulsiones sin un período de conciencia entre ellas (7). El estado epiléptico
puede abarcar cualquier tipo de crisis, y puede ser «con convulsiones» (aso-
ciado a movimientos corporales anómalos, o «sin convulsiones» (no asociado
a movimientos corporales anómalos).
Afecciones predisponentes
Numerosos factores y afecciones pueden producir convulsiones en los pacien-
tes graves, como se muestra en la tabla 45-1. En una revisión sobre la aparición
de convulsiones en la UCI, los factores predisponentes más frecuentes eran la
intoxicación farmacológica, la abstinencia de fármacos y drogas, y alteraciones
metabólicas (p. ej., hipoglucemia) (2).
*En la referencia 2. CID, coagulación intravascular diseminada; PTT, púrpura trombocitopénica trombótica.
Tratamiento agudo
El tratamiento agudo que se describe aquí corresponde al estado epiléptico
generalizado, tanto con convulsiones como sin ellas. El planteamiento tera-
péutico se divide en tres etapas, y en las tablas 45-2 y 45-3 se muestran las
pautas terapéuticas recomendadas para cada una (6,7).
Fármacos en la primera etapa
Los fármacos más eficaces para finalizar de foma rápida las crisis generaliza-
das son las benzodiazepinas, que detienen el 65-80 % de las crisis epilépticas
en 2-3 min (10,11).
Consecuencias
Las tasas de mortalidad intrahospitalarias pueden llegar a ser hasta del 21 %
para el estado epiléptico generalizado con convulsiones, del 52 % para el es-
tado epiléptico generalizado sin convulsiones y hasta del 61 % para el que no
responde al tratamiento (7).
Miastenia grave
La miastenia grave es una enfermedad autoinmunitaria producida por la
destrucción (mediada por anticuerpos) de receptores de acetilcolina en el lado
postsináptico de las uniones neuromusculares (17).
Afecciones predisponentes
La miastenia grave puede desencadenarse por cirugía mayor o por una enfer-
medad coincidente. Los tumores tímicos son responsables de hasta un 20 %
de los casos, y el hipertiroidismo es el culpable en el 5 %. Algunos fármacos
pueden precipitar o agravar la miastenia grave (17), y los más importantes son
los antibióticos (p. ej., aminoglucósidos, ciprofloxacino) y los fármacos cardía-
cos (p. ej., betabloqueantes adrenérgicos, lidocaína, procainamida, quinidina).
Manifestaciones clínicas
La debilidad muscular de la miastenia grave se caracteriza por:
1. La debilidad empeora con la actividad y mejora con el reposo.
2. La debilidad se manifiesta primero en los párpados y los músculos extra-
oculares, y en el 85 % de los casos va seguida de debilidad en las extremi-
dades (19).
3. La debilidad progresiva suele afectar a la pared torácica y el diafragma, y
en el 15-20 % de los pacientes se produce una progresión rápida hacia la
insuficiencia respiratoria que se denomina crisis miasténica (18).
Diagnóstico
El diagnóstico de la miastenia grave lo sugiere la presencia de debilidad en
los párpados o los músculos extraoculares que empeora con el uso repetido.
El diagnóstico se confirma por: (a) aumento de la fuerza muscular después
de la administración de edrofonio, un inhibidor de la acetilcolinesterasa, y (b)
una prueba positiva para anticuerpos contra el receptor de la acetilcolina en
sangre, que se encuentran en el 85 % de los pacientes con miastenia grave (17).
Tratamiento
La primera línea de tratamiento la constituye la piridostigmina, un inhibidor
de la acetilcolinesterasa, que empieza a administrarse en una dosis oral de
60 mg cada 6 h, que puede incrementarse hasta 120 mg cada 6 h si es necesario
(20,21). La piridostigmina puede administrarse por vía intravenosa para tratar
las crisis miasténicas: la dosis i.v. es de 1/30 parte de la dosis oral (19,20).
Si es necesario, se añade inmunoterapia, con prednisona (1-1,5 mg/kg/día),
azatioprina (1-3 (mg/kg)/día) o ciclosporina (2,5 mg/kg, dos veces al día) (21).
En los pacientes menores de 60 años suele aconsejarse la realización de una
timectomía quirúrgica para reducir la necesidad de un tratamiento inmuno-
supresor a largo plazo (21).
Síndrome de Guillain-Barré
El síndrome de Guillain-Barré es una polineuropatía desmielinizante inflamatoria
subaguda que suele aparecer después de una enfermedad infecciosa aguda (al
cabo de 1-3 semanas) (22,23). Se sospecha que la etiología es inmunitaria.
Manifestaciones clínicas
Las manifestaciones iniciales del síndrome de Guillain-Barré consisten en pa-
restesias y debilidad simétrica de las extremidades que evoluciona en unos
días o unas semanas. En el 25 % de los casos evoluciona hacia una insuficiencia
respiratoria (22), y la inestabilidad autónoma puede ser uno de sus rasgos en los
casos avanzados (24). El cuadro se resuelve espontáneamente en alrededor del
80 % de los casos, pero es frecuente observar déficit neurológicos residuales (22).
Diagnóstico
El diagnóstico del síndrome de Guillain-Barré se basa en el cuadro clínico
(parestesias y debilidad asimétrica de las extremidades), estudios de conduc-
ción nerviosa (conducción más lenta) y análisis del líquido cefalorraquídeo
(elevación de las proteínas en el 80 % de los casos) (22). En la tabla 45-4 se
muestran las características que distinguen el síndrome de Guillain-Barré de
la miastenia grave.
Tratamiento
El tratamiento es fundamentalmente sintomático, pero en los casos avanzados
con insuficiencia respiratoria, la plasmaféresis o la inmunoglobulina G intrave-
nosa (0,4 (g/kg)/día durante 5 días) tienen la misma eficacia para conseguir
mejorías a corto plazo (23). Suele preferirse la inmunoglobulina G, ya que es
más fácil que realizar la plasmaféresis.
Patogenia
La PEG es una neuropatía axonal sensitiva y motora difusa que se descubre
en, al menos, el 50 % de los pacientes con sepsis grave y shock séptico (25-27).
El inicio es variable, y se produce entre 2 días y unas semanas después del
inicio del episodio séptico. Se considera que la PEG es la neuropatía periférica
más frecuente en los pacientes graves (28).
La MEG es una miopatía inflamatoria difusa que afecta a ambas extremida-
des y a los músculos del tronco (29). Entre las afecciones predisponentes se
encuentran la sepsis grave y el shock séptico, y períodos prolongados de pa-
rálisis neuromuscular inducida por fármacos, sobre todo cuando se combina
con corticoterapia en dosis elevadas (25,26,29). La MEG también se ha docu-
mentado en un tercio de los pacientes con estado asmático tratados con dosis
elevadas de corticoesteroides (29).
Manifestaciones clínicas
Como se acaba de mencionar, la PEG y la MEG a menudo no se detectan
hasta que se produce un fracaso, sin causa aparente, del intento de retirar al
paciente de la ventilación mecánica. La exploración física revelará la presencia
En la referencia 2.
Succinilcolina
La succinilcolina es un fármaco despolarizante con un inicio de acción rápido
(60-90 s) y un tiempo de recuperación rápido (10-12 min). Por estas caracterís-
ticas, este fármaco se utiliza para facilitar la intubación endotraqueal.
Rocuronio
El rocuronio es un bloqueante neuromuscular no despolarizante con un co-
mienzo de acción rápido (1,5-3 min) y un tiempo de recuperación «intermedio»
(30-40 min). Gracias al inicio de acción rápido, puede usarse para la intubación
endotraqueal cuando no se aconseja la administración de succinilcolina. Sin
embargo, para lograr la intubación se necesitan dosis mayores (1 mg/kg), lo
que prolonga el tiempo de recuperación (31). El rocuronio puede infundirse a
una velocidad de 5-10 (μg/kg)/min para lograr una parálisis neuromuscular
prolongada. El fármaco se tolera bien y carece de efectos adversos cardiovas-
culares, y ha ido desplazando gradualmente al vecuronio, otro bloqueante
neuromuscular relacionado, gracias a su inicio de acción rápido.
Cisatracurio
El cisatracurio es un bloqueante neuromuscular no despolarizante con un
comienzo de acción prolongado (5-7 min) y un tiempo de recuperación «in-
termedio». Es un isómero del atracurio (otro bloqueante neuromuscular) y
se diseñó para eliminar la liberación de histamina asociada al atracurio. El
cisatracurio puede infundirse a una velocidad de 2-5 (μg/kg)/min para lograr
una parálisis neuromuscular prolongada, y es un fármaco idóneo en pacientes
de la UCI porque sus concentraciones en sangre no se ven influidas por la
disfunción renal o hepática (31).
Monitorización
El método de monitorización habitual de la parálisis inducida por fármacos
consiste en aplicar una serie de cuatro pulsos eléctricos de baja frecuencia
(2 Hz) sobre el nervio cubital en el antebrazo y observar la aducción del pul-
gar. La ausencia total de aducción del pulgar es una prueba de un bloqueo
excesivo. El objetivo deseado es 1 o 2 fasciculaciones perceptibles, de modo
que la infusión se ajustará para conseguir este criterio de valoración (30).
COMENTARIO FINAL
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ICTUS
La enfermedad vuelve a los hombres más terrenales,
dejándoles solamente el cuerpo.
Thomas Mann
DEFINICIONES
Ictus
El ictus se define como «un trastorno cerebral agudo de origen vascular que
se acompaña de disfunción neurológica que persiste más de 24 horas» (3). La
disfunción neurológica suele ser localizada o focal (lo que es típico de la oclu-
sión vascular); sin embargo, puede producirse una disfunción global cuando
la rotura vascular produce hemorragia y efecto compresivo.
Clasificación
El ictus se clasifica en función del mecanismo responsable.
1. El ictus isquémico supone el 87 % de todos los ictus (1): el 80 % de los ictus
isquémicos son ictus trombóticos y el 20 % son ictus embólicos. La mayoría de
los émbolos se originan a partir de trombos en la aurícula izquierda (por
fibrilación auricular) o en el ventrículo izquierdo (por un infarto de mio-
cardio agudo), pero algunos lo hacen a partir de trombos venosos en las
piernas que alcanzan el cerebro a través de un agujero oval permeable (4).
831
EVALUACIÓN INICIAL
La evaluación de un paciente con un presunto ictus agudo debe realizarse
con rapidez. Cada minuto de infarto cerebral causa la destrucción de 1,9 millones
de neuronas y 7 500 nervios mielinizados (7), y la destrucción tisular continuada
lleva finalmente a un punto en el que la reperfusión de arterias obstruidas con
terapia trombolítica no promoverá la recuperación neurológica. Este punto se
produce entre 4-5 h después del inicio del ictus, momento en el que se pierden
los beneficios del tratamiento trombolítico.
Estado psíquico
La mayoría de los infartos cerebrales son unilaterales y no provocan pérdida
de conciencia (8). Cuando los déficit neurológicos focales se acompañan de
coma, los cuadros más probables son la hemorragia intracerebral, el infarto
del tronco encefálico o las crisis epilépticas sin convulsiones.
Pérdida sensitivomotriz
La característica de la lesión que afecta a un hemisferio cerebral es la debili-
dad del lado opuesto o contralateral de la cara y el cuerpo (hemiparesia). La
presencia de hemiparesia o debilidad de una extremidad aislada suscita un
elevado índice de sospecha de ictus (o de AIT), si bien la debilidad focal de
una extremidad puede deberse a un estado epiléptico sin convulsiones, y se
ha documentado la existencia de hemiparesia en pacientes con encefalopatía
hepática y séptica (9,10).
Hemisferio cerebral
Afasia (hemisferio izquierdo, 90 %)
Contralateral:
Hemiparesia
Pérdida sensitiva
Omisión espacial
Hemianopsia homónima
Alteración de la mirada
conjugada
Subcortical
Hemiparesia
Disartria
Hemiparesia atáxica
Proceso de conocimiento,
lenguaje y visión
normales
Cerebelo
Ataxia de miembros
homolateral
Ataxia de la marcha
Imitadores de ictus
Hasta el 30 % de los pacientes que ingresan en un hospital con un presunto ictus
basándose en hallazgos clínicos sufrirá otra afección que simula un ictus (11).
Los cuadros que con más frecuencia imitan al ictus son las convulsiones, la sep-
sis, las encefalopatías metabólicas y las lesiones expansivas (en este orden) (11).
Dado que el ictus es fundamentalmente un diagnóstico clínico, al menos en las
primeras 24-48 h, las afecciones que imitan este cuadro son una causa de ingresos
hospitalarios (y de tratamiento trombolítico) excesivos por un presunto ictus.
Tomografía computarizada
La tomografía computarizada sin contraste (TCSC) es un método fiable para
visualizar una hemorragia intracraneal, como se muestra en la figura 46-2.
Esta fiabilidad es particularmente importante en la toma de decisiones sobre
la administración de tratamiento trombolítico, que está contraindicado si la
TCSC demuestra la presencia de sangrado intracraneal. La sensibilidad de la
TCSC para una hemorragia intracraneal es casi del 100 % (5).
La TCSC no es un método fiable para visualizar cambios isquémicos. La mitad
de los ictus isquémicos no se demuestran en la TCSC (12), y el rendimiento
FIGURA 46-2. TC sin contraste que muestra una masa de gran densidad con áreas
adyacentes de escasa densidad en el hemisferio izquierdo, que representa un hematoma
con áreas adyacentes de edema. La TC es un método fiable para visualizar la hemorragia
intracraneal.
Día 1 Día 2
FIGURA 46-3. TC sin contraste del primer y el tercer día después de un ictus
isquémico. La TC del día 1 es irrelevante, mientras que la TC del día 3 muestra una gran
zona hipodensa (resaltada por la línea discontinua) con efecto expansivo, que representa
una destrucción extensa con edema intracerebral. Imágenes de la referencia 13.
Resonancia magnética
La resonancia magnética (RM) con imágenes ponderadas en difusión (IPD)
es la técnica más sensible y específica para la detección de un ictus isquémi-
co (2). Esta técnica, que se basa en el movimiento del agua a través de los
tejidos, puede detectar cambios isquémicos a los 5-10 min tras el inicio (14),
y tiene una sensibilidad del 90 % para la detección de ictus isquémico en el
período inmediatamente posterior al inicio del episodio (5). En la figura 46-4
se muestra el aspecto de un ictus isquémico en una RM ponderada en difu-
sión (15). La imagen de la izquierda muestra una gran zona hiperdensa que
representa cambios isquémicos. (Difiere de la imagen de la TC, que muestra
las áreas isquémicas como zonas hipodensas.) La imagen de la derecha es
una técnica con retraso de tiempo que detecta regiones de hipoperfusión
usando la paleta de color adjunta. Si las áreas isquémicas en la IPD se sus-
traen digitalmente de las áreas de hipoperfusión de la imagen con retraso
de tiempo, las zonas coloreadas restantes en el mapa de retraso de tiempo
representarían áreas de amenaza de infarto. Esta técnica de sustracción digi-
FIGURA 46-4. Imagen de RM ponderada en difusión que muestra una zona amplia de
cambio isquémico (imagen de la izquierda). La imagen coloreada es un mapa con retraso
de tiempo, que muestra áreas de hipoperfusión en rojo y amarillo. La sustracción digital
de la zona isquémica (imagen de la izquierda) desde el área de hipoperfusión (imagen de
la derecha) revelaría las zonas de amenaza de infarto. Imágenes de la referencia 15.
tal permite realizar una valoración continua del riesgo en pacientes con un
ictus isquémico agudo.
Ecocardiografía
El principal papel que desempeña la ecocardiografía en el ictus consiste en:
1. Identificar el origen de embolias cerebrales cuando el ictus isquémico se
asocia a fibrilación auricular, infarto de miocardio agudo o endocarditis de
cavidades cardíacas izquierdas.
2. Identificar la presencia de un agujero oval permeable en pacientes con ictus
isquémico y tromboembolia reciente o previa.
TRATAMIENTO TROMBOLÍTICO
Cuando en la evaluación inicial se identifica a un paciente con un presunto
ictus agudo, el paso siguiente consiste en determinar si es un candidato para
recibir tratamiento trombolítico.
Criterios de selección
Los criterios de selección para el tratamiento trombolítico en el ictus isquémi-
co se presentan en forma de lista de comprobación en la tabla 46-1. A conti-
nuación se exponen algunos comentarios sobre estos criterios.
Restricción de tiempo
La utilización de tratamiento trombolítico en el ictus isquémico se vio impul-
sada por un único estudio (16), en el que se demostró que una infusión de
60 min de activador del plasminógeno tisular recombinante (tPA) se asociaba a
una mejoría de la recuperación neurológica (no de la supervivencia), pero sólo
cuando el fármaco se empezaba a infundir en las 3 h siguientes al inicio de los
En la referencia 2.
Pauta trombolítica
El tratamiento trombolítico debe instaurarse lo antes posible, ya que los me-
jores resultados se logran administrando precozmente este tratamiento (2). El
activador del plasminógeno tisular recombinante (tPA) es el único fármaco
trombolítico autorizado para su uso en el ictus agudo.
Pauta posológica: la dosis de tPA es de 0,9 mg/kg, hasta una dosis máxima
de 90 mg. El 10 % de la dosis se administra por vía i.v. en
1-2 min, y el resto se infunde durante 60 min (2).
La infusión debe suspenderse ante cualquier signo de hemorragia intracere-
bral, como alteración del estado neurológico, aumento brusco de la presión
arterial o la aparición de cefalea. Una vez detenida la infusión, debe realizarse
una TC urgente (sin contraste). Tras finalizar de forma satisfactoria la pauta
trombolítica, los pacientes suelen quedar ingresados en la UCI durante 24 h. La
administración de cualquier anticoagulante o antiagregante plaquetario está contrain-
dicada en las primeras 24 h siguientes al tratamiento trombolítico.
Tratamiento antitrombótico
Heparina
Varios estudios han fracasado en el intento por demostrar algún efecto bene-
ficioso de la anticoagulación con heparina en el ictus isquémico (2). Esta au-
sencia de beneficios, junto con los riesgos asociados a la heparina (hemorragia
y trombocitopenia), es el motivo de que no se recomiende la anticoagulación
con heparina en el ictus isquémico (2). La única aplicación recomendada para
la heparina en el ictus agudo es como prevención de la tromboembolia (2).
Ácido acetilsalicílico
A pesar de la ausencia aparente de beneficios, se recomienda la administra-
ción de ácido acetilsalicílico como medida sistemática en el ictus isquémico
(2). La dosis inicial es de 325 mg (oral), que se administra 24-48 h después del
inicio de los síntomas (o tras el tratamiento trombolítico), y la dosis de mante-
nimiento diaria es de 75-150 mg (2). No se recomiendan otros antiagregantes
plaquetarios.
MEDIDAS PROTECTORAS
Las medidas que se describen en este apartado están diseñadas para proteger
al cerebro de lesiones adicionales después de un ictus agudo.
Oxigenoterapia
La inhalación de oxígeno ha sido una práctica sistemática en los pacientes
con ictus isquémico, incluso aunque la oxigenación arterial fuese adecuada.
No se han demostrado beneficios derivados de esta práctica (19), aparte de
despreciar los efectos tóxicos de los metabolitos del oxígeno (en especial la
participación de los radicales superóxido en la lesión por reperfusión) y el
hecho de que el oxígeno favorece la vasoconstricción cerebral (20).
Las normas más recientes relativas al tratamiento del ictus reconocen la falta
de pruebas de que la inhalación de oxígeno resulte beneficioso en los pacientes
Hipertensión
Se documenta la presencia de hipertensión en el 60-65 % de los pacientes
con ictus agudo (21), y se atribuye a diversos factores, entre ellos la activa-
ción del sistema nervioso simpático, la aparición de edema cerebral y los
antecedentes de hipertensión. Las presiones arteriales suelen volver a los
valores basales en 2-3 días. Los pacientes con hipertensión asociada a ictus
tienen déficit neurológicos más extensos, pero no se recomienda disminuir
la presión arterial de forma sistemática (2). Entre las indicaciones para dis-
minuir la presión arterial se encuentran una presión sistólica > 220 mm Hg,
una presión diastólica > 120 mm Hg o una complicación de la hipertensión
(p. ej., IM agudo).
Pautas terapéuticas
En la tabla 46-2 se muestran los fármacos recomendados y las pautas para la
reducción de la presión arterial en pacientes con ictus agudo. El labetalol (un
antagonista adrenérgico α y β combinado) y el nicardipino (un antagonista de
los canales del calcio) comparten la capacidad de disminuir la presión arterial
preservando el gasto cardíaco (y el flujo sanguíneo cerebral). Es probable que
el labetalol sea el fármaco de elección, ya que no produce taquicardia, pero
no existen estudios en los que se comparen ambos fármacos para controlar la
presión arterial en el ictus agudo. El nitroprusiato sódico se recomienda en la
hipertensión grave (PA diastólica > 140 mm Hg) (2), pero las infusiones de ni-
troprusiato se acompañan de un aumento de la presión intracraneal (22), algo
que no es deseable en el paciente con lesión cerebral isquémica.
Fiebre
La fiebre aparece en las primeras 48 h en el 30 % de los pacientes con ictus agu-
do (2), y su presencia se asocia a una evolución clínica más desfavorable (23).
Origen de la fiebre
La fiebre aparece típicamente en las primeras 48 h tras el inicio del ictus (24),
lo que sugiere un origen no infeccioso (p. ej., por necrosis tisular o la presencia
de sangre intracerebral). Sin embargo, en algunos estudios se han observado
infecciones en una mayoría de pacientes con fiebre asociada al ictus (25). Por
lo tanto, la fiebre asociada al ictus debe evaluarse como potencialmente infec-
ciosa en su origen.
Antipirexia
Cada vez hay pruebas más convincentes a partir de estudios en animales de
que la fiebre es perjudicial para el tejido cerebral isquémico (27), por lo que
estaría justificado el tratamiento antipirético para la fiebre asociada al ictus. El
tratamiento antipirético se describe en el capítulo 43.
COMENTARIO FINAL
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NUTRICIÓN Y
METABOLISMO
Hipócrates
Aforismos
NECESIDADES
NUTRITIVAS
Lo que alimenta a un hombre puede ser un feroz veneno para otros.
Lucrecio
(99-55 a.C.)
Calorimetría indirecta
No es posible medir la producción metabólica de calor en los pacientes hospi-
talizados, pero si se conoce el consumo de oxígeno (VO2) y la producción de
CO2 (VCO2) de todo el cuerpo, pueden usarse las relaciones de la tabla 47-1
para determinar la producción metabólica de calor. Éste es el principio de la
calorimetría indirecta, que mide el gasto energético en reposo (GER) usando las
relaciones siguientes (2):
GER (kcal/min) = (3,6 × VO2) + (1,1 × VCO2) – 61 (47.1)
Método
La calorimetría indirecta se realiza con «carros metabólicos» que miden el VO2
y el VCO2 del cuerpo a la cabecera del enfermo midiendo las concentraciones
de O2 y de CO2 en el gas inspirado y espirado (habitualmente en pacientes
intubados). Las determinaciones en estado de equilibrio se obtienen cada
15-30 min para determinar el GER (kcal/min), que se multiplica por 1 440 (nú-
mero de minutos en 24 h) para obtener el gasto energético diario (kcal/24 h)
(3). En los estudios clínicos se ha demostrado que las determinaciones del
GER obtenidas durante 30 min y extrapoladas a 24 h equivalen a las determi-
naciones del GER en 24 h (4). El sensor de oxígeno de los carros metabólicos
no es fiable para concentraciones de oxígeno superiores al 60 % (3), por lo que
la calorimetría indirecta puede ser poco fiable cuando las concentraciones de
oxígeno inspiradas son ≥ 60%.
Aunque la calorimetría indirecta es el método más preciso para determinar las
necesidades energéticas diarias, se necesitan aparatos caros y personal cualifica-
do, además de no contar con una disposición universal. Por ello, las necesidades
energéticas diarias suelen calcularse del modo que se describe a continuación.
125 % del peso ideal, puede usarse el peso ajustado, que se determina por la
ecuación siguiente (6):
Peso ajustado (kg) = peso [(real – ideal) × 0,25] + peso ideal (47.3)
NECESIDADES DE SUSTRATOS
Calorías no proteicas
Las necesidades energéticas diarias proceden de calorías no proteicas deri-
vadas de hidratos de carbono y lípidos, mientras que el aporte de proteínas
se utiliza para mantener las reservas de proteínas enzimáticas y estructurales
esenciales.
Hidratos de carbono
Las pautas habituales de nutrición utilizan hidratos de carbono para pro-
porcionar aproximadamente el 70 % de las calorías no proteicas. El cuerpo
humano tiene unas reservas de hidratos de carbono limitadas (tabla 47-2), y
se requiere una ingesta diaria de estos nutrientes para garantizar el funciona-
miento adecuado del sistema nervioso central, que depende en gran medida
de la glucosa como combustible nutritivo. Sin embargo, una ingesta de hi-
dratos de carbono excesiva favorece la aparición de hiperglucemia, que tiene
algunos efectos perjudiciales, como la alteración de la respuesta inmunitaria
de los leucocitos (7).
Lípidos
Las dietas habituales utilizan los lípidos para proporcionar aproximadamente
el 30 % de las necesidades energéticas diarias. Los lípidos de la dieta son los
que poseen el mayor rendimiento energético de los tres combustibles nutri-
tivos (tabla 47-1), y sus reservas en los tejidos adiposos suponen la principal
fuente de combustible endógeno en los adultos sanos (tabla 47-2).
Ácido linoleico
Los lípidos de la dieta son triglicéridos, que están compuestos de una molé-
cula de glicerol unida a tres ácidos grasos. El único ácido graso de la dieta
que se considera esencial (debe ser aportado en la dieta) es el ácido linoleico,
un ácido graso poliinsaturado de cadena larga con 18 átomos de carbono (8).
Una ingesta deficiente de este ácido graso esencial produce un trastorno clí-
Propofol
El propofol, un anestésico intravenoso habitual para la sedación a corto pla-
zo en la UCI, está mezclado en una emulsión lipídica al 10 % muy similar al
Intralipid al 10 %, que proporciona 1,1 kcal/ml. Por lo tanto, las calorías pro-
porcionadas mediante las infusiones de propofol deben tenerse en cuenta a la
hora de calcular las calorías no proteicas en un régimen de apoyo nutritivo (1).
Necesidades proteicas
Las necesidades diarias de proteínas dependen del ritmo de su catabolismo.
La ingesta proteica diaria normal es de 0,8-1 g/kg, pero en los pacientes de
la UCI la ingesta proteica diaria es mayor y se cifra en 1,2-1,6 g/kg debido al
hipercatabolismo (9).
Balance nitrogenado
La idoneidad de la ingesta proteica puede evaluarse mediante el balance ni-
trogenado, es decir, la diferencia entre la ingesta y la excreción de nitrógeno
derivado de las proteínas.
1. Excreción de nitrógeno: dos tercios del nitrógeno procedente de la degrada-
ción de las proteínas se excreta por la orina (8), y alrededor del 85 % de este
nitrógeno está contenido en la urea (el resto en amoníaco y creatinina). Por
lo tanto, el nitrógeno ureico urinario (NUU), medido en gramos excretados en
24 h, representa la masa de nitrógeno procedente de la degradación de las
proteínas. El resto del nitrógeno procedente de las proteínas (habitualmente
alrededor de 4-6 g/día) se excreta por las heces. Así, la excreción de nitróge-
no procedente de las proteínas puede expresarse del modo siguiente:
Excreción de nitrógeno (g/24 h) = NUU + (4-6) (47.4)
Si el NUU es mayor de 30 g/24 h, 6 g es un valor más apropiado para las
pérdidas estimadas de nitrógeno no urinario (10). Cuando existe diarrea, no
se pueden calcular con precisión las pérdidas de nitrógeno no urinario, y las
determinaciones del balance nitrogenado son poco fiables.
2. Ingesta de nitrógeno: las proteínas tienen un 16 % de nitrógeno, por lo que
cada gramo de proteína contiene 1/6,25 g de nitrógeno. Por lo tanto, la
ingesta de nitrógeno procedente de las proteínas puede calcularse así:
Ingesta de nitrógeno (g/24 h) = ingesta de proteínas (g/24 h)/6,25 (47.5)
3. Balance nitrogenado: las ecuaciones para la ingesta y la excreción de nitróge-
no se combinan para determinar el balance nitrogenado diario:
Balance nitrogenado (g/24 h) =
ingesta de proteínas/6,25 – [NUU + (4-6)] (47.6)
El objetivo del apoyo nutritivo es lograr un balance nitrogenado positivo de
4-6 g.
0,2
0,1
0,8 REE 1,2 1,4
Ingesta de calorías no proteicas
(respecto al GER)
FIGURA 47-1. Relación entre el balance nitrogenado y la ingesta diaria de calorías
no proteicas con respecto a las necesidades calóricas diarias. La ingesta de proteínas es
constante. GER, gasto energético en reposo.
NECESIDADES DE VITAMINAS
Hay trece vitaminas que se consideran un componente esencial de la dieta
diaria, y en la tabla 47-3 se muestra la dosis diaria recomendada y la dosis
diaria máxima tolerable de todas ellas. No se han determinado las necesidades
diarias de vitaminas en los pacientes graves (y probablemente varíen en cada
paciente), pero posiblemente sean mayores que las dosis diarias recomenda-
das en la tabla 47-3. Este concepto viene apoyado por artículos sobre carencias
vitamínicas en pacientes hospitalizados que recibieron suplementos diarios de
vitaminas (11,12). A continuación, se describen dos de las carencias vitamíni-
cas que merece la pena mencionar.
Déficit de tiamina
La tiamina (vitamina B1) desempeña un papel esencial en el metabolismo de
los hidratos de carbono, donde actúa como coenzima (pirofosfato de tiamina)
para la piruvato deshidrogenasa, la enzima que le permite al piruvato entrar
en las mitocondrias y sufrir metabolismo oxidativo para generar moléculas de
ATP de alta energía (13). Así pues, el déficit de tiamina puede tener efectos
adversos en la producción de energía celular, sobre todo en el cerebro, que
depende en gran medida del metabolismo de la glucosa.
Ingestas para hombres adultos, de 51-70 años de edad. En Food & Nutrition Board, Institute of Medicine.
Disponible en Food & Nutrition Information Center (http://fnic.nal.usda.gov). Acceso en julio de 2013. Dosis
redondeadas hasta la cifra total más cercana. ND, no determinado.
Factores predisponentes
Se desconoce la prevalencia del déficit de tiamina en los pacientes de la UCI,
pero algunas afecciones de estos pacientes promueven el déficit de esta vita-
mina, entre ellas el alcoholismo, los estados hipermetabólicos como los trau-
matismos (14), el aumento de la excreción urinaria de tiamina por la acción
de la furosemida (15) y la hipomagnesemia (16). Además, la tiamina es degra-
dada por sulfitos (usados como conservantes) en las soluciones de nutrición
parenteral (17), por lo que no deben mezclarse los preparados polivitamínicos
que contengan tiamina con las soluciones de nutrición parenteral.
Manifestaciones clínicas
Las consecuencias del déficit de tiamina son la miocardiopatía (beriberi húme-
do), la encefalopatía de Wernicke (18), la acidosis láctica (19) y una neuropatía
periférica (beriberi seco). Las miocardiopatías, las encefalopatías y la acidosis
láctica son frecuentes en los pacientes de la UCI, y no debe pasarse por alto la
posible contribución del déficit de tiamina a estas afecciones.
Diagnóstico
En la tabla 47-4 se muestra el estudio analítico del estado de tiamina. Los ni-
veles plasmáticos de tiamina pueden ser útiles para detectar depleción de esta
vitamina, pero el parámetro más fiable de las reservas funcionales de tiamina
es el análisis de transcetolasa eritrocitaria (21). Este análisis mide la actividad de
una enzima (transcetolasa) dependiente del pirofosfato de tiamina en los eri-
trocitos del paciente en respuesta a la adición de pirofosfato de tiamina (PFT).
Un aumento de la actividad enzimática superior al 25 % tras la adición de PFT
indica que existe un déficit funcional de tiamina.
Tiamina en plasma
Fracción de tiamina Intervalo normal
Total 3,4-4,8 μg/dl
Libre 0,8-1,1 μg/dl
Fosforilada 2,6-3,7 μg/dl
Actividad de transcetolasa eritrocitaria*
Actividad enzimática medida en respuesta a pirofosfato de tiamina (PFT)
1. Un incremento < 20 % en la actividad después de añadir PFT indica
valores de tiamina normales
2. Un incremento > 25 % en la actividad después de añadir PFT indica
déficit de tiamina
Déficit de vitamina E
La vitamina E es el principal antioxidante liposoluble del organismo, y des-
empeña un papel importante en la prevención de la lesión de las membranas
celulares por la peroxidación de los lípidos (22). Se desconoce la incidencia
del déficit de vitamina E en los pacientes de la UCI, pero es frecuente durante
la nutrición parenteral (23). La lesión por reperfusión que se produce tras el
pinzamiento aórtico transversal se asocia a una reducción de los niveles san-
guíneos de vitamina E, y el tratamiento previo con esta vitamina reduce esta
lesión por reperfusión (24). Teniendo en cuenta que el estrés oxidativo des-
empeña un papel crucial en la patogenia de la lesión orgánica mediada por la
inflamación (25), parece justificada la atención al estado de vitamina E en los
pacientes en situación grave. La concentración plasmática normal de vitamina
E es de 11,6-30,8 µmol/l (0,5-1,6 mg/dl) (26).
OLIGOELEMENTOS ESENCIALES
Necesidades diarias
Un oligoelemento es una sustancia que se encuentra en el organismo en can-
tidades < 50 µg/g de tejido corporal (27). Siete son los oligoelementos que se
Ingestas para hombres adultos, de 51-70 años de edad. En Food & Nutrition Board, Institute of Medicine.
Disponible en Food & Nutrition Information Center (http://fnic.nal.usda.gov). Acceso en julio de 2013.
ND, no determinado.
Hierro
Una de las características curiosas del hierro en el cuerpo humano es la escasa
cantidad que se permite que permanezca en forma de hierro libre, no unido. Un
adulto normal tiene aproximadamente 4,5 g de hierro, aunque prácticamente no
exista nada de hierro libre en el plasma (28). La mayor parte de este elemento
está unida a la ferritina en los tejidos y a la transferrina en el plasma. Además, la
transferrina en el plasma sólo está saturada aproximadamente un 30 % con hie-
rro, por lo que cualquier aumento del hierro plasmático se unirá rápidamente a
la transferrina, evitando de este modo una elevación del hierro plasmático libre.
Selenio
El selenio es un antioxidante endógeno por su papel como cofactor para la
glutatión peroxidasa (v. fig. 22-7). Las necesidades diarias recomendadas de
selenio son de 55 µg en los adultos sanos (32), pero la utilización de selenio
aumenta en las enfermedades agudas (33), por lo que es probable que las nece-
sidades diarias estén aumentadas en los pacientes en situación grave. En una
revisión reciente de estudios en los que se evaluaba el selenio en pacientes con
sepsis grave se demostró que las concentraciones plasmáticas de selenio bajas
son algo habitual en la sepsis grave, y que la administración de suplementos
de este oligoelemento se asocia a una reducción de la tasa de mortalidad (34).
A la vista de este estudio, parece justificado prestar atención a la monitoriza-
ción de los niveles séricos de selenio en la sepsis grave, así como en otras afec-
ciones asociadas a inflamación sistémica. La concentración plasmática normal
de selenio es de 89-113 µg/l (35).
COMENTARIO FINAL
El problema del apoyo nutritivo en los pacientes graves
Antes de finalizar este capítulo es importante señalar un problema fundamen-
tal de la promoción de la ingesta de nutrientes en los pacientes en situación
Líquidos intraoperatorios
4
Lactato arterial (mmol/l)
Solución
3 glucosada
al 5 %
Solución
1 de Ringer
0
Inicio del Finalización del
procedimiento procedimiento
FIGURA 47-2. Influencia de la infusión de glucosa sobre los niveles arteriales de lactato
durante una cirugía aórtica abdominal. Cada punto representa el nivel medio de lactato
en 10 pacientes que recibieron solución de lactato sódico compuesta (Ringer) y 10
pacientes que recibieron una solución de glucosa al 5 %. El volumen total infundido es
equivalente para ambas soluciones. Datos de la referencia 38.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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ALIMENTACIÓN
POR SONDA
La alimentación forzada…continúa porque el mundo
sigue creyendo que puede autoalimentarse bien.
Herbert Shelton
1978
CONSIDERACIONES GENERALES
Riesgo infeccioso
La preferencia de la nutrición entérica sobre la parenteral se basa en numero-
sos estudios en los que se demuestra que la nutrición entérica se asocia a un
menor número de infecciones (1-4), sobre todo neumonías. Esto se atribuye
a los efectos tróficos de la masa alimenticia, que mantienen las funciones de
barrera e inmunológicas del intestino, como se describe a continuación.
Mecanismos
El papel de la alimentación por sonda se resume en las afirmaciones siguientes:
1. La presencia de alimento o de fórmulas nutritivas por sonda en la luz del
intestino ejerce una influencia trófica sobre la mucosa intestinal que preser-
va su integridad estructural (5,6). Esto mantiene la función de barrera de la
859
Quién y cuándo
Los pacientes que son incapaces de comer y que no presentan las contraindi-
caciones absolutas que se describen a continuación son candidatos para recibir
alimentación por sonda. No se exige la presencia de ruidos intestinales para iniciar
la alimentación entérica (1). Este tipo de alimentación debe instaurarse en las 24-
48 h siguientes al ingreso en la UCI (1) para aprovechar los efectos protectores
que proporciona. Existen pruebas que indican que la instauración rápida de
la nutrición entérica se asocia a menos complicaciones sépticas y a estancias
hospitalarias más breves (12).
Contraindicaciones
Entre las contraindicaciones absolutas para la alimentación por sonda se en-
cuentran la obstrucción intestinal completa, la isquemia intestinal, el íleo y el
shock circulatorio con necesidad de dosis elevadas de vasopresores (1,2). En
pacientes estables con dosis bajas de vasopresores puede intentarse la alimen-
tación gástrica (1), pero ante la aparición de cualquier indicio de intolerancia
debe suspenderse de inmediato.
FÓRMULAS ALIMENTICIAS
Existen al menos 200 fórmulas alimenticias comercializadas para la alimenta-
ción por sonda, y muchas de las usadas en cada hospital proceden del mismo
fabricante (por obligaciones contractuales). A continuación, se presenta una
breve descripción de algunas de las características de las fórmulas de alimen-
tación por sonda, y en las tablas 48-1 y 48-2 se muestran algunos ejemplos.
Densidad calórica
Se dispone de fórmulas alimenticias con densidades calóricas de 1 kcal/ml,
1,5 kcal/ml y 2 kcal/ml. La mayor parte de las pautas de alimentación por
sonda usan fórmulas con 1 kcal/ml. Las fórmulas con densidades calóricas
altas (2 kcal/ml) están destinadas a pacientes con estrés fisiológico intenso
(p. ej., traumatismos multisistémicos y quemaduras), pero con frecuencia se
usan cuando la restricción de volumen es una prioridad.
Calorías no proteicas
La densidad calórica de las fórmulas incluye tanto calorías proteicas como no
proteicas, pero las necesidades calóricas diarias deben aportarse en forma de
calorías no proteicas (como se menciona en el cap. 47). En las fórmulas nutri-
tivas habituales, las calorías no proteicas suponen aproximadamente el 85 %
del total de calorías (v. tabla 48-1).
Osmolalidad
La osmolalidad de las fórmulas alimenticias está determinada principalmente
por la densidad calórica. Las fórmulas con 1 kcal/ml tienen una osmolalidad
similar a la del plasma (280-300 mosm/kg H2O), y las fórmulas con 2 kcal/ml
tienen una osmolalidad que duplica la del plasma. Las fórmulas hipertónicas
generan menos riesgo de diarrea cuando se administran en el estómago, don-
de el gran volumen de secreciones gástricas atenúa la osmolalidad.
Contenido proteico
Las fórmulas alimenticias habituales proporcionan entre 35 g y 40 g de proteí-
nas por litro. Las fórmulas hiperproteicas, designadas a menudo con el sufijo
HN (por «high nitrogen, nitrógeno elevado»), proporcionan alrededor de un
20 % más de proteínas que las fórmulas convencionales (compárese Isocal e
Isocal HN en la tabla 48-1).
La mayoría de las fórmulas entéricas contienen proteínas intactas que se des-
componen en aminoácidos en la parte superior del tracto gastrointestinal; estas
fórmulas se denominan poliméricas. También existen fórmulas que contienen
péptidos pequeños (denominadas fórmulas semielementales) y aminoácidos con-
Fibra
Con el término «fibra» se hace referencia a los polisacáridos vegetales que
los humanos no digieren. La fibra es fermentada por bacterias en el colon, y
se descompone en ácidos grasos de cadena corta, que constituyen una fuente
importante de energía para las células de la mucosa del intestino grueso (13).
La captación de estos ácidos grasos en la mucosa intestinal también promueve
la absorción de agua y sodio. Esta fibra «fermentable» fomenta el crecimiento
y la viabilidad de la mucosa en el intestino grueso y también puede reducir el
contenido de agua de las heces. También existe fibra «no fermentable» que las
bacterias intestinales no descomponen; este tipo de fibra arrastra agua hacia
el intestino y aumenta el contenido de agua de las heces.
La fibra se añade a algunas fórmulas alimenticias para promover la viabilidad
de la mucosa en el intestino grueso, y en la tabla 48-2 se muestran algunos
ejemplos de fórmulas con fibra. En la mayoría de las fórmulas alimenticias, la
fibra es una mezcla de variedades fermentables y no fermentables.
Contenido de lípidos
Las fórmulas alimenticias habituales contienen ácidos grasos poliinsaturados
procedentes de aceites vegetales. El contenido de lípidos se ajusta para pro-
porcionar alrededor del 30 % de la densidad calórica de la fórmula.
Los estudios clínicos han demostrado que los pacientes con síndrome de
dificultad respiratoria aguda (SDRA) obtienen ciertos beneficios (menos
días conectados al respirador) al consumir fórmulas enriquecidas con ácidos
omega-3 y antioxidantes (15). Sin embargo, estos beneficios son escasos y,
por lo general, existe un cierto rechazo a adoptar este tipo de fórmulas en los
pacientes con SDRA.
Arginina
La arginina es un sustrato metabólico de elección para el músculo lesionado,
y puede consumirse en cuadros como los traumatismos multisistémicos. La
arginina también favorece la cicatrización de las heridas y es un precursor
del óxido nítrico (16). Existen al menos ocho fórmulas entéricas que contienen
arginina en concentraciones de 8-19 g/dl, pero se desconoce la ingesta óptima,
ya que no existen necesidades diarias para este aminoácido.
estas fórmulas enriquecidas con arginina en pacientes con sepsis grave (1,17).
El presunto mecanismo es la formación de óxido nítrico inducida por la argi-
nina, con la consiguiente vasodilatación e hipotensión. En la actualidad no se
aconseja administrar fórmulas que contengan arginina a pacientes con sepsis
grave (1).
Carnitina
La carnitina es necesaria para el transporte de los ácidos grados hacia el inte-
rior de las mitocondrias para la oxidación de los ácidos grasos. Los cuadros
hipercatabólicos pueden promover el déficit de carnitina (18), que se caracte-
riza por una miopatía que afecta al músculo cardíaco y esquelético. Un esta-
do carencial viene sugerido por una concentración plasmática de carnitina
< 20 mmol/l.
La ingesta diaria recomendada de carnitina es de 20-30 mg/kg en los adultos
(19). Entre las fórmulas que proporcionan suplementos de carnitina se en-
cuentran Glucerna, Isocal HN, Jevity y Peptamen.
Pautas iniciales
La práctica tradicional es empezar con la alimentación a velocidades de infu-
sión lentas (10-20 ml/h) y progresar gradualmente hasta alcanzar el ritmo de
infusión deseado en las 6-8 h siguientes. Sin embargo, la alimentación gástrica
puede iniciarse al ritmo deseado (objetivo) en la mayoría de los pacientes sin
que exista riesgo de vómitos o de aspiración (26,27). Las pautas iniciales son
más adecuadas para alimentaciones en el intestino delgado (sobre todo en el
yeyuno), debido a su capacidad de reservorio limitada.
Punta de la sonda
de alimentación
COMPLICACIONES
Las complicaciones que se asocian a la alimentación por sonda son: obstruc-
ciones de la sonda de alimentación, regurgitación de la fórmula hacia la boca
y las vías respiratorias, y diarrea.
Obstrucción de la sonda
Las sondas de calibre estrecho pueden obstruirse por precipitados proteicos
que se forman cuando las secreciones gástricas ácidas refluyen hacia las son-
das de alimentación (28). Entre las medidas preventivas habituales se encuan-
tran el lavado de las sondas con 30 ml de agua cada 4 h y la purga de la sonda
con 10 ml de agua cada vez que se instilen medicamentos.
Restablecimiento de la permeabilidad
Si el flujo a través de la sonda se vuelve lento, un lavado con agua tibia puede
restablecer el flujo normal en el 30 % de los casos (29). Si esta maniobra no es
eficaz, puede usarse enzima pancreática del modo siguiente (17):
Regurgitación/aspiración
La regurgitación retrógrada de fórmula se documenta hasta en el 80 % de los
pacientes que reciben alimentación gástrica o duodenal (18). Para disminuir
el riesgo de regurgitación y de neumonía por aspiración, pueden ponerse en
práctica las medidas siguientes.
Tratamiento procinético
En la tabla 48-5 se muestran los procinéticos y sus pautas terapéuticas reco-
mendadas. El tratamiento procinético puede lograr mejorías a corto plazo en
Diarrea
La diarrea aparece aproximadamente en el 30 % de los pacientes que reciben
alimentación por sonda (26). Su aparición se atribuyó inicialmente a las fór-
mulas, pero la opinión consensuada actual es que intervienen otros factores
(39). El factor más importante de la diarrea asociada a la alimentación por
sonda pueden ser los preparados farmacológicos líquidos.
En la referencia 40.
COMENTARIO FINAL
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Normas para la práctica clínica
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NUTRICIÓN
PARENTERAL
Para alargar tu vida, disminuye tus comidas.
Benjamin Franklin
SOLUCIONES DE SUSTRATOS
Soluciones glucosadas
Las pautas de sostén nutritivo habituales usan hidratos de carbono para pro-
porcionar alrededor del 70 % de las necesidades calóricas (no proteicas) dia-
rias. La fuente de hidratos de carbono para la nutrición parenteral total (NPT)
es la glucosa, que se encuentra en las soluciones que se muestran en la tabla
49-1. Como el rendimiento energético derivado de la glucosa es relativamente
bajo (v. tabla 47-1), las soluciones deben concentrarse para aportar las calorías
suficientes para satisfacer las necesidades diarias. (La solución habitual es la
solución glucosada al 50 %, G50.) Estas soluciones son hiperosmolares y deben
infundirse a través de grandes venas centrales.
Soluciones de aminoácidos
Las proteínas se proporcionan en forma de soluciones de aminoácidos que
contienen mezclas diferentes de aminoácidos esenciales (N = 9), semiesen-
ciales (N = 4) y no esenciales (N = 10). Estas soluciones se mezclan con las
soluciones glucosadas en una proporción de volumen 1:1. En la tabla 49-2
se muestran algunos ejemplos de soluciones de aminoácidos habituales y
«especiales».
875
Soluciones estándar
Las soluciones de aminoácidos habituales (p. ej., Aminosyn en la tabla 49-2)
son mezclas equilibradas con un 50 % de aminoácidos esenciales y un 50 % de
aminoácidos no esenciales y semiesenciales. Las concentraciones disponibles
van desde el 3,5 % hasta el 10 %, pero las usadas con más frecuencia son las
soluciones al 7 % (70 g/dl).
Soluciones especiales
Hay soluciones de aminoácidos diseñadas especialmente para pacientes con
estrés metabólico intenso (p. ej., por traumatismos multisistémicos o quema-
duras) y para pacientes con insuficiencia renal o hepática.
1. Las soluciones diseñadas para el estrés metabólico (p. ej., Aminosyn-HBC
en la tabla 49-2) están enriquecidas con aminoácidos de cadena ramificada
(isoleucina, leucina y valina), que son los combustibles preferidos en el
músculo esquelético cuando las demandas metabólicas son altas.
2. Las soluciones diseñadas para la insuficiencia renal (p. ej., Aminosyn RF en
la tabla 49-2) contienen abundantes aminoácidos esenciales, porque que el
nitrógeno en los aminoácidos esenciales se recicla parcialmente para pro-
ducir aminoácidos no esenciales, con lo que aumenta menos el nitrógeno
ureico en sangre (BUN), si se compara con la degradación de los aminoáci-
dos no esenciales.
Glutamina
La glutamina es el principal combustible metabólico para las células de divi-
sión rápida, como las células intestinales y las células endoteliales vasculares
(4). La glutamina se ha recomendado como suplemento nutritivo diario en
los pacientes de la UCI (0,2-0,4 [g/kg]/día) (1) por los estudios en los que se
muestra su importancia para el mantenimiento de la integridad de la mucosa
intestinal (5) y por los que muestran una disminución de las complicaciones
infecciosas en los pacientes de la UCI asociada a la administración de glutami-
na (6,7). Sin embargo, en un estudio multicéntrico reciente se ha demostrado
un incremento en la mortalidad asociada a la glutamina en pacientes de la
UCI con fracaso multiorgánico (8), y hasta que se resuelva este aspecto, debe
evaluarse de nuevo la recomendación de la administración diaria de glutami-
na en los pacientes de estas unidades. (Nota: la glutamina no está incluida en
ninguna de las soluciones de aminoácidos comercializadas, por lo que es el
servicio de farmacia el que debe añadirla. Esto limitará la popularidad de los
suplementos diarios de glutamina.)
Emulsiones lipídicas
Los lípidos se proporcionan en forma de emulsiones compuestas de gotículas
submicrométricas de colesterol, fosfolípidos y triglicéridos (9). Los triglicé-
ridos proceden de los aceites vegetales (aceite de azafrán y de soja), y son
ricos en ácido linoleico, un ácido graso esencial (19). Los lípidos se usan para
aportar el 30 % de las necesidades calóricas diarias, y el 4 % de estas calorías
ADITIVOS
Las mezclas comercializadas de electrólitos, vitaminas y oligoelementos se
añaden directamente a las mezclas de glucosa y aminoácidos.
Electrólitos
Existen más de 15 mezclas de electrólitos disponibles. La mayor parte tienen
un volumen de 20 ml, y contienen sodio, cloruro, potasio y magnesio. Hay que
comprobar la mezcla que se usa en cada hospital para determinar si deben
añadirse otros electrólitos. Las necesidades adicionales de potasio o de otros
electrólitos pueden especificarse en las solicitudes de NPT.
Vitaminas
Los preparados multivitamínicos acuosos se añaden a las mezclas de glucosa
y aminoácidos. Un vial de un preparado multivitamínico habitual proporcio-
nará las necesidades diarias normales de la mayoría de las vitaminas (v. tabla
47-3) (16). Se desconocen las necesidades diarias de vitaminas de los pacientes
de la UCI (y probablemente varíen de un paciente a otro). Sin embargo, las
carencias vitamínicas son frecuentes en los pacientes ingresados en estas uni-
dades, a pesar de aportarse las necesidades diarias normales, lo que sugiere
que los pacientes graves tienen mayores necesidades diarias de vitaminas.
Oligoelementos
Existen diversos aditivos de oligoelementos, y en la tabla 49-4 se muestra uno
de los preparados comerciales, junto con las necesidades diarias recomenda-
das de oligoelementos. Obsérvese la escasa correlación entre las necesidades
diarias y el contenido de oligoelementos de la mezcla comercial. Las mezclas
de oligoelementos no contienen hierro ni yodo, y algunas tampoco contienen
selenio. No se aconseja administrar hierro a los pacientes graves por sus efec-
tos prooxidantes (v. más información sobre el hierro y la lesión oxidativa en el
capítulo 47). Sin embargo, debe administrarse selenio a diario a los pacientes
de la UCI, y sobre todo a aquellos con sepsis grave.
Selenio
La consideración más importante sobre los oligoelementos la constituye
el selenio, que actúa como cofactor para la glutatión peroxidasa, una enzi-
*En el Food and Nutrition Information Center (http://fnic.nal.usda.gov). Acceso en julio de 2013.
**Descripción del producto, America Reagent, Inc.
Paso 1
El primer paso consiste en determinar las necesidades diarias de calorías y
proteínas. Pueden usarse dos métodos sencillos: considerar que las necesida-
des calóricas diarias se cifran en 25 kcal/kg y que las necesidades proteicas
diarias son de 1,2-1,6 g/kg. (En el capítulo 47 se muestra una información más
detallada de estos cálculos.) Puede usarse el peso corporal real para estos cál-
culos siempre y cuando no supere el 125 % del peso ideal. Si el peso corporal
real supera este porcentaje, puede usarse el peso ajustado (v. ecuación 47.3).
Si se dispone de calorimetría indirecta, debe usarse para medir el gasto ener-
gético en reposo (v. cap. 47).
Para el paciente de 70 kg, se usará el peso corporal real y unas necesidades
proteicas diarias de 1,4 g/kg. Por lo tanto, las necesidades diarias de calorías
y de proteínas serán:
Calorías: 25 × 70 = 1 750 kcal/día
Proteínas: 1,4 × 70 = 98 g/día (49.1)
Paso 2
El siguiente paso consiste en tomar una mezcla habitual de aminoácidos al
10 % (500 ml) y de glucosa al 50 % (500 ml), y determinar el volumen que se
necesita de esta mezcla para proporcionar las necesidades proteicas diarias
calculadas. Aunque la mezcla de glucosa y aminoácidos se denomina A10-D50,
la mezcla final representa realmente un 5 % de aminoácidos (50 g de proteínas
por litro) y un 25 % de glucosa (250 g de glucosa por litro). El volumen de la
mezcla A10-G50 que proporcionará las necesidades proteicas diarias es equiva-
lente a las necesidades proteicas diarias (98 g/día) dividido por la concentra-
ción de proteínas en la mezcla de aminoácidos (50 g/l), es decir,
Volumen de A10-G50 = 98/50 = 1,9 l (49.2)
Si esta mezcla se infunde durante 24 h, la velocidad de infusión será:
Velocidad de infusión = 1 900 ml/24 h = 81 ml/h (49.3)
Paso 3
Ahora hay que determinar cuántas calorías no proteicas se proporcionarán
con los 1,9 l de A10-G50. (Sólo se usan calorías no proteicas para aportar las
necesidades energéticas diarias.) En primer lugar hay que determinar la can-
tidad de glucosa que hay en los 1,9 l de la mezcla A10-G50:
250 g/l × 1,9 l = 475 g de glucosa (49.4)
Y ahora, usando el rendimiento energético de 3,4 kcal/g para la glucosa, se
calculan las calorías aportadas por los 475 g de glucosa:
Calorías de la glucosa = 475 × 3,4 = 1 615 kcal/día (49.5)
Paso 4
El paso siguiente consiste en utilizar las calorías lipídicas para establecer la
diferencia entre las calorías aportadas por la glucosa y las necesidades diarias
de calorías, como se muestra a continuación:
Necesidades diarias: 1 750 kcal (49.6)
Paso 5
Las solicitudes de NPT para este ejemplo pueden concretarse así:
1. A10-G50 a una velocidad de 80 ml/h.
2. Intralipid al 10 %, 150 ml, a infundir durante 3 h.
3. Añadir electrólitos, multivitaminas y oligoelementos habituales.
Las solicitudes de NPT se escriben de nuevo cada día. Las peticiones de elec-
trólitos, vitaminas y oligoelementos específicos se añaden a las solicitudes
diarias cuando se necesiten.
COMPLICACIONES
Complicaciones relacionadas con los catéteres
Como ya se ha mencionado, la hiperosmolaridad de las soluciones de glucosa
y aminoácidos obliga a infundirlas por venas grandes, por lo que se requiere
una canalización venosa central o la colocación de un catéter central de inser-
ción periférica (CVCP). En los capítulos 2 y 3 se describen las complicaciones
relacionadas con estos catéteres.
Catéter mal
dirigido
FIGURA 49-1. Radiografía de tórax que muestra un catéter venoso central mal dirigido
hacia el cuello.
Hiperglucemia
Durante la NPT es frecuente la aparición de hiperglucemia. Por ejemplo, en un
estudio se registraron niveles de glucemia superiores a 300 mg/dl en el 20 %
de los pacientes postoperados que recibían NPT (frente al 1,5 % de los pacien-
tes del grupo de referencia) (14). Esto se atribuyó a la carga de glucosa en la
NPT. (Un régimen de NPT habitual con 1 800 calorías no proteicas tiene unos
350 g de glucosa, en comparación con los 230 g de una nutrición habitual por
sonda.) No se recomienda un control estricto de la glucemia en los pacientes
graves por el riesgo de hipoglucemia, que tiene consecuencias más impor-
tantes que la hiperglucemia (15). La recomendación actual en los pacientes
hospitalizados es alcanzar una cifra objetivo de glucemia de 140-180 mg/dl (1,16).
En la referencia 17.
Hipofosfatemia
El desplazamiento de la glucosa al interior de las células se asocia a un movi-
miento similar del fosfato al interior celular, con lo que se proporciona fosfato
para los cofactores (p. ej., pirofosfato de tiamina) que intervienen en el me-
tabolismo de la glucosa. Este desplazamiento intracelular del fosfato puede
causar hipofosfatemia si los niveles extracelulares de fosfato son bajos. Ésta es
la causa más frecuente de hipofosfatemia en los pacientes hospitalizados (18),
y los niveles plasmáticos de fosfato muestran un descenso mantenido tras
iniciar la NPT (v. tabla 38-2).
Hipopotasemia
El desplazamiento de la glucosa al interior de las células se acompaña también
de un desplazamiento intracelular de potasio (que es el fundamento para el
uso de glucosa e insulina en el tratamiento de la hiperpotasemia grave). Este
efecto suele ser transitorio, pero la carga mantenida de glucosa con la NPT
puede producir una hipopotasemia persistente.
Hipercapnia
Un exceso de aporte de hidratos de carbono promueve la retención de CO2 en
los pacientes con insuficiencia respiratoria, algo que se atribuyó inicialmente
a un cociente respiratorio alto (VCO2/VO2) asociado al metabolismo de los
hidratos de carbono. Sin embargo, la retención de CO2 se debe a la sobreali-
mentación, y no sobrealimentación con hidratos de carbono (19).
Complicaciones hepatobiliares
Esteatosis hepática
La acumulación de grasa en el hígado (esteatosis hepática) es frecuente en
los pacientes que reciben NPT durante mucho tiempo, y parece que se debe a
la sobrealimentación crónica con hidratos de carbono y lípidos. Aunque esta
afección se asocia a una elevación en sangre de las enzimas hepáticas (24),
puede que no sea una entidad patológica.
Colestasis
La ausencia de lípidos en el intestino proximal impide la contracción de la
vesícula biliar mediada por la colecistocinina. Esto produce estasis biliar y
acumulación de barro biliar en la vesícula, lo que puede causar una colecistitis
alitiásica (25), que se describe en el capítulo 40.
Sepsis intestinal
La ausencia de masa alimenticia en el tracto gastrointestinal conduce a la
aparición de cambios atróficos en la mucosa intestinal y altera la inmunidad
asociada al intestino, y estos cambios pueden causar una diseminación sis-
témica de microorganismos patógenos entéricos. Este tema se describe en el
capítulo 48.
Método
Una solución habitual en la NPP es una mezcla de aminoácidos al 3 % y de
glucosa al 20 % (concentración final de 1,5 % de aminoácidos y 10 % de gluco-
sa), que tiene una osmolaridad de 500 mosm/l. La glucosa aportará 340 kcal/l,
de forma que 2,5 l de la mezcla proporcionarán 850 kcal. Si se añaden 250 ml
de Intralipid al 20 % a este régimen (lo que añade 500 kcal), las calorías no
proteicas totales aumentarán hasta 1 350 kcal/día. Esto debe estar cerca de
las necesidades calóricas no proteicas para un adulto de tamaño promedio en
reposo (20 [kcal/kg]/día).
COMENTARIO FINAL
El comentario final sobre la nutrición parenteral es…evitar…siempre que sea
posible. En el primer apartado del capítulo 48 se explica por qué.
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DISFUNCIÓN
SUPRARRENAL
Y TIROIDEA
Juzgue a un árbol por sus frutos, no por sus hojas.
Eurípides
484-406 a.C.
Manifestaciones clínicas
La manifestación principal de la supresión suprarrenal en los pacientes
graves es una hipotensión que no responde a la reposición de volumen (1-3). Las
alteraciones electrolíticas típicas que acompañan a la insuficiencia suprarrenal
(hiponatremia e hiperpotasemia) son inusuales en la supresión suprarrenal
asociada a enfermedades graves.
Hipotálamo
X
Esteroides CRF
exógenos
Citocinas
inflamatorias
Adenohipófisis
ACTH
Toxinas Citocinas
bacterianas inflamatorias
X
Glándula
Etomidato,
suprarrenal
ketoconazol
Infección
por VIH,
hemorragia
X
X
Cortisol
X Citocinas
inflamatorias
Respuesta orgánica
Diagnóstico
Debe sospecharse la existencia de supresión suprarrenal en cualquier pacien-
te de la UCI con hipotensión que no responde a la reposición volumétrica.
Lamentablemente, el diagnóstico de supresión suprarrenal en los pacientes
graves está lleno de dudas. (Nota: la utilización de los niveles de cortisol total
para evaluar la función suprarrenal es un problema importante en los pa-
cientes graves por la influencia confusa de las proteínas plasmáticas sobre las
determinaciones de cortisol total, como ya se ha mencionado.)
Shock séptico
En los pacientes con shock séptico, no son necesarios los niveles plasmáticos
de cortisol para identificar a aquellos que podrían beneficiarse del tratamiento
corticoide. En estos casos, se recomienda administrar un ciclo de prueba de
hidrocortisona intravenosa cuando la hipotensión no responda a la reposición
volumétrica (y necesite la administración de un vasopresor).
Tratamiento
El tratamiento de la supresión suprarrenal relacionada con enfermedades
graves consiste en la administración de hidrocortisona intravenosa en una dosis
de 200-300 mg/día (50 mg/6 h o 100 mg/8 h) (1). La adición de un mineralocor-
ticoide (p. ej., fludrocortisona, 50 μg por vía oral una vez al día) se considera
opcional (1), ya que la hidrocortisona posee una actividad mineralocorticoide
excelente (v. tabla 50-1).
La hidrocortisona puede suspenderse tras la resolución satisfactoria de la
afección subyacente. En el caso del shock séptico, la hidrocortisona puede in-
terrumpirse cuando deje de necesitarse el tratamiento vasopresor y se hayan
normalizado los niveles séricos de lactato. Se recomienda disminuir gradual-
mente la dosis de hidrocortisona (durante, al menos, unos días) para evitar un
aumento de rebote de los mediadores proinflamatorios (1).
Tirotropina (TSH)
La concentración plasmática de tirotropina (hormona estimulante de la
glándula tiroidea [TSH]) se considera la prueba más fiable de la función tiroi-
dea, y es útil para identificar enfermedades no tiroideas y para distinguir
entre trastornos tiroideos primarios y secundarios. Las concentraciones
plasmáticas de TSH tienen una variación diurna, con los valores más bajos
al final de la mañana y los más elevados alrededor de la hora de acostarse.
Los niveles de TSH pueden variar hasta un 40 % durante un período de 24 h
(9), y esta variación diurna debe tenerse en cuenta al interpretar los cambios
en sus valores plasmáticos. El intervalo de referencia de la TSH sérica es de
0,3-4,5 mU/dl (10).
Enfermedades no tiroideas
Las concentraciones plasmáticas de TSH son normales en la mayoría de los
casos en los que las alteraciones de las pruebas funcionales tiroideas se deben
a enfermedades no tiroideas (6). No obstante, las cifras plasmáticas de TSH
pueden disminuir en un 30 % de estos pacientes, y elevarse en un 10 % (6). La
secreción de TSH puede disminuir por sepsis, corticoesteroides e infusiones
de dopamina (11), y estos factores deben tenerse en cuenta al interpretar las
concentraciones plasmáticas de TSH.
Enfermedades no tiroideas
Las enfermedades no tiroideas y agudas se asocian a concentraciones plas-
máticas bajas de T3 libre, debido a la alteración de la conversión de T4 en T3
en los tejidos no tiroideos (6). Al aumentar la gravedad de la enfermedad,
disminuyen tanto las cifras de T3 libre como las de T4 libre, y este patrón
se documenta en el 30-50 % de los pacientes de la UCI (6,7). Como ya se ha
mencionado, los valores plasmáticos de TSH son normales en la mayoría de
los pacientes con enfermedades no tiroideas, pero las cifras de TSH pueden
estar disminuidas en algunas afecciones (p. ej., sepsis, tratamiento corticoide
o infusiones de dopamina).
Trastornos tiroideos
Los trastornos tiroideos primarios se caracterizan por cambios recíprocos en
las cifras de T4 libre y de TSH, mientras que en los trastornos tiroideos secun-
darios (por disfunción del eje hipotálamo-hipofisario), las cifras de T4 libre y
de TSH cambian en la misma dirección.
TIROTOXICOSIS
La tirotoxicosis casi siempre se debe a un hipertiroidismo primario. Entre las
causas importantes de tirotoxicosis se encuentran la tiroiditis autoinmunitaria
y el tratamiento crónico con amiodarona (12).
Manifestaciones clínicas
Las manifestaciones principales de la tirotoxicosis son: agitación, taquicardias
(incluida la fibrilación auricular) y temblores finos. Los pacientes de edad avan-
zada con hipertiroidismo pueden estar más letárgicos que agitados, cuadro que se
denomina tirotoxicosis apatética. La combinación de letargo y fibrilación auricu-
lar es una presentación que con frecuencia se cita en la tirotoxicosis apatética
en los ancianos (13).
Tormenta tiroidea
Una forma grave, pero poco frecuente, de hipertiroidismo conocida como tor-
menta tiroidea puede precipitarse por una enfermedad aguda o una cirugía. Este
cuadro se caracteriza por hiperpirexia (las temperaturas corporales pueden su-
perar los 40 °C), agitación grave o delirio, y taquicardia intensa con insuficiencia
cardíaca de alto gasto. Los casos avanzados se asocian a obnubilación o coma,
convulsiones generalizadas e inestabilidad hemodinámica. Las consecuencias
son uniformemente mortales si se pasa por alto y no se trata (12).
Diagnóstico
El análisis de la TSH plasmática es la prueba más sensible y específica para el
diagnóstico de hipertiroidismo, y se recomienda como prueba de cribado ini-
cial ante la sospecha de este cuadro (12). Los niveles de TSH son < 0,01 mU/dl
en los casos de hipertiroidismo leve, pero son indetectables en la mayoría de
los casos de tirotoxicosis manifiesta (12). Una concentración de TSH normal
(0,3-0,45 mmU/dl) descarta el diagnóstico de hipertiroidismo (12).
Tratamiento
En la tabla 50-3 se enumeran los fármacos y las pautas terapéuticas que se
usan para el tratamiento de la tirotoxicosis y la tormenta tiroidea.
Fármacos antitiroideos
Hay dos fármacos que se utilizan para suprimir la producción de tiroxina: el
metimazol y el propiltiouracilo (PTU), y ambos se administran por vía oral.
El metimazol se prefiere para el tratamiento de la tirotoxicosis, mientras que se pre-
fiere el PTU para la tormenta tiroidea (12). Algunos efectos secundarios graves,
pero poco frecuentes, son la ictericia colestásica, en el caso del metimazol, y
la necrosis hepática fulminante más agranulocitosis, en el caso del PTU (12).
(Véanse las pautas terapéuticas para cada fármaco en la tabla 50-3.)
Yodo inorgánico
En los casos graves de hipertiroidismo, puede añadirse yodo (que bloquea
la síntesis y la liberación de T4) al tratamiento farmacológico antitiroideo. El
yodo se administra por vía oral en forma de solución de yoduro potásico sa-
turada (solución de Lugol). En los pacientes con alergia al yodo puede usarse
litio (300 mg v.o. cada 8 h) como sustituto (14).
HIPOTIROIDISMO
El hipotiroidismo sintomático es inusual, con una prevalencia del 0,3 % en
la población general (15). La mayoría de los casos se deben a una tiroiditis
autoinmunitaria crónica (tiroditis de Hashimoto). Otras causas son la ad-
ministración de yodo radioactivo, la tiroidectomía o la disfunción hipotála-
mo-hipofisaria por tumores o necrosis hemorrágica (síndrome de Sheehan) y
fármacos (litio, amiodarona).
Manifestaciones clínicas
Las manifestaciones clínicas del hipotiroidismo suelen ser sutiles, y consisten
en sequedad de piel, astenia, calambres musculares y estreñimiento. A dife-
rencia de la percepción popular, la obesidad no es consecuencia del hipotiroi-
dismo (15). Los casos más avanzados de esta afección pueden acompañarse
de hiponatremia y de una miopatía del músculo esquelético, con elevaciones
de enzimas musculares (creatina fosfocinasa y aldolasa), y un aumento de la
creatinina sérica (por la creatina liberada por el músculo esquelético) que no
se debe a disfunción renal (16).
Derrames
La manifestación cardiovascular más frecuente del hipotiroidismo es el de-
rrame pericárdico, que es la causa más habitual de aumento de la silueta car-
díaca en los pacientes con este cuadro (17). Estos derrames suelen acumularse
lentamente y no producen alteración cardíaca. También son frecuentes los
derrames pleurales; estos y los derrames pericárdicos se deben al aumento de
la permeabilidad capilar, y tienen un carácter exudativo.
Mixedema
Los casos avanzados de hipotiroidismo se acompañan de un aspecto edema-
toso conocido como mixedema. Este cuadro se confunde con edema, pero se
debe a la acumulación intradérmica de proteínas (18). El mixedema también
se asocia a hipotermia y a una disminución del nivel de conciencia. Este últi-
mo cuadro se denomina coma mixedematoso, incluso aunque es infrecuente la
falta de reactividad.
Diagnóstico
Las concentraciones séricas de T3 pueden ser normales en el hipotiroidismo,
pero las cifras de T4 libre están siempre disminuidas (15). Los niveles séricos
de TSH están elevados (a menudo por encima de 10 mU/dl) en el hipotiroi-
dismo primario, y están disminuidos en el hipotiroidismo debido a disfunción
del eje hipotálamo-hipofisario.
COMENTARIO FINAL
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TRATAMIENTO
FARMACOLÓGICO
EN CUIDADOS
INTENSIVOS
ANALGESIA
Y SEDACIÓN
EN LA UCI
“El dolor es una miseria perfecta, la peor de las maldiciones…
John Milton
Paraíso perdido
LA EXPERIENCIA EN LA UCI
Los estudios realizados en pacientes entre 6 meses y 4 años después de haber
sido dados de alta de unidades de cuidados intensivos demuestran que entre
el 20 % y el 40 % no guarda recuerdos de lo que su sucedió durante su estancia
en dichas unidades (2,6,7). Esto puede ser un reflejo de los efectos amnésicos
de las benzodiazepinas, ya que es más probable que los pacientes que no han
estado profundamente sedados en la UCI recuerden experiencias de su estan-
cia en dichas unidades (7). Independientemente del mecanismo, la amnesia de
la estancia en la UCI parece ser algo beneficioso, ya que elimina los recuerdos
de una experiencia estresante.
901
Question: Does
Pregunta: ¿El Diazepam
diazepam aliviaRelieve
el dolor?Pain?
100
80
l
% Who Answered
contestó sí
sí 60
% queYes
40
20
0
Médicos
Doctors Enfermeras
Nurses
FIGURA 51-1. Porcentaje de médicos adjuntos y de personal de enfermería que no
respondió correctamente cuando se les preguntó si el diazepam aliviaba el dolor.
Hipernocicepción
Los pacientes en estado grave sufren dolor con más facilidad que las personas
sanas (hipernocicepción). Por ejemplo, las experiencias más dolorosas en los pacientes
ingresados en la UCI son la aspiración endotraqueal y los cambios posturales en la
cama (8). Asimismo, entre el 30 % y el 50 % de los enfermos en situación grave
presenta dolor en reposo, sin estímulos dolorosos (8,10). Este tipo de dolor suele
afectar a la espalda y las extremidades inferiores.
Esta experiencia dolorosa exagerada en los pacientes graves se atribuye a la
inmovilidad y a la inflamación sistémica. (El dolor en reposo experimentado
por los pacientes de la UCI es similar a las mialgias experimentadas durante
una infección sistémica.) La falta de reconocimiento de este estado nociceptivo
exagerado es una de las principales causas de alivio inadecuado del dolor en
En la referencia 10.
Constantes vitales
Las constantes vitales (p. ej., frecuencia cardíaca) guardan escasa relación con
las manifestaciones de intensidad del dolor de los pacientes (criterio de refe-
rencia), y pueden permanecer invariables cuando éste existe (13), por lo que
no se recomiendan para realizar las valoraciones del dolor (3).
Fentanilo
El fentanilo ha reemplazado a la morfina como el analgésico opiáceo más ha-
bitual en la UCI (8). Entre las ventajas sobre la morfina se encuentran el inicio
de acción más rápido (ya que el fentanilo es 600 veces más liposoluble que la
morfina), el menor riesgo de hipotensión (ya que el fentanilo no promueve la
liberación de histamina) (16) y la ausencia de metabolitos activos. La ausencia
relativa de efectos hemodinámicos adversos es uno de los principales atracti-
vos para la administración de fentanilo en los pacientes graves.
Morfina
Los opiáceos se metabolizan principalmente en el hígado y los metabolitos
se excretan por la orina. La morfina tiene varios metabolitos activos que pue-
den acumularse en la insuficiencia renal. Uno de ellos (morfina-3-glucuróni-
do) puede producir excitación del sistema nervioso central con mioclonías y
convulsiones (17), mientras que otro (morfina-6-glucurónido) posee efectos
analgésicos más potentes que el fármaco sin metabolizar (14). Para evitar
que se acumulen estos metabolitos, debe reducirse la dosis de mantenimiento de
morfina en un 50 % en los pacientes con insuficiencia renal (18). El fentanilo ca-
rece de metabolitos activos y no es preciso ajustar la dosis en la insuficiencia
renal.
La morfina también promueve la liberación de histamina, lo que puede cau-
sar vasodilatación sistémica y disminución de la presión arterial (14). Puede
aparecer hipotensión, que se observa típicamente en pacientes con un estado
hiperadrenérgico y aumento del tono vascular periférico (4). La liberación de
histamina inducida por la morfina no promueve la aparición de broncocons-
tricción, y se han administrado dosis de morfina de 1,5 mg/kg a pacientes
asmáticos sin consecuencias adversas (19).
Hidromorfona
La hidromorfona es un derivado de la morfina que puede producir una anal-
gesia más eficaz (según un metaanálisis reciente) (20). Sin embargo, aparte
de la ausencia de necesidad de ajustar sus dosis en la insuficiencia renal, no
parece que poporcione ventajas clínicas sobre la morfina en los pacientes en
situación grave.
Remifentanilo
El remifentanilo es un opiáceo de acción ultracorta que se administra median-
te infusión intravenosa continua, usando la pauta terapútica que se muestra
a continuación.
Pauta terapéutica: 1,5 μg/kg como dosis de carga, seguido de infusión continua
a 0,5-15 μg/kg/h (3).
Los efectos analgésicos desaparecen a los 10 min de detener la infusión. La cor-
ta duración de acción es un reflejo del metabolismo de este fármaco, es decir,
el remifentanilo es degradado por esterasas inespecíficas en el plasma. Como
no se metaboliza en el hígado ni en los riñones, no es preciso realizar ajustes
de dosis en la insuficiencia renal ni en la hepática.
La mayor ventaja de la corta duración de acción de remifentanilo se obtine en
cuadros en los que se necesitan valoraciones frecuentes de la función cerebral
(p. ej., traumatismos craneoencefálicos). La interrupción brusca de la activi-
dad opioide puede precipitar un síndrome de abstinencia agudo (5), que pue-
de evitarse combinando el remifentanilo con un opiáceo de acción más larga.
Petidina
La petidina es un analgésico opiáceo que cuenta con escasos apoyos para el
control del dolor en la UCI por su potencial neurotóxico. Se metaboliza en el
hígado a norpetidina, un metabolito que se excreta lentamente por los riñones
(su semivida de eliminación es de 15-40 horas) (21). La acumulación de norpe-
tidina puede producir excitación del sistema nervioso central, con agitación,
mioclonías, delirio y convulsiones generalizadas (21). Como la disfunción
renal es una característica prevalente en los pacientes de la UCI, existe un
riesgo elevado de acumulación del metabolito neurotóxico de la petidina en
los pacientes ingresados en estas unidades.
Efectos cardiovasculares
La analgesia con opiáceos se acompaña a menudo de descensos de la presión
arterial y de la frecuencia cardíaca, a causa de la disminución de la actividad
simpática y del aumento de la actividad parasimpática. Estos efectos suelen
ser leves y se toleran bien, al menos en decúbito supino (26). Los descensos
en la presión arterial pueden ser más pronunciados en los pacientes con hi-
povolemia o insuficiencia cardíaca (cuando existe un aumento del tono sim-
pático basal) o cuando se administran opiáceos junto a benzodiazepinas (27).
La hipotensión inducida por opiáceos casi nunca supone una amenaza para
la perfusión, y la presión arterial responde a la fluidoterapia intravenosa o a
emboladas pequeñas de vasopresores.
Motilidad intestinal
Se conoce bien la capacidad de los opiáceos para disminuir la motilidad
intestinal mediante la activación de los receptores opioides en el tracto gas-
trointestinal. Esto es una causa de estreñimiento problemático en los pacientes
oncológicos. En los enfermos en estado grave, la alteración de la motilidad
digestiva puede promover el reflujo de la alimentación por sonda hacia la oro-
faringe, generando un riesgo de neumonía por aspiración. La hipomotilidad
intestinal inducida por los opiáceos puede revertirse parcialmente mediante
la administración de naloxona enteral (8 mg cada 6 h) sin afectar a la analgesia
lograda. En un estudio a pequeña escala (28), este planteamiento logró reducir
el número de casos de neumonía por aspiración.
Náuseas y vómitos
Los opiáceos pueden favorecer la aparición de vómitos a través de la estimula-
ción de la zona de quimiorreceptores en la parte inferior del tronco encefálico
(23). La capacidad para promover los vómitos es equivalente para todos los
opiáceos, aunque a veces se resuelve el problema sustituyendo un opiáceo
por otro.
Ketorolaco
El ketorolaco es un antiinflamatorios no esteroideo (AINE) que se comerciali-
zó en 1990 como el primer analgésico parenteral para el dolor postoperatorio
que no producía depresión respiratoria (29). Tiene un efecto demostrado
como ahorrador de opiáceos, y a menudo pueden reducirse las dosis de éstos
entre un 25 % y un 50 % (30).
Pauta trapéutica
El ketorolaco puede administrarse por vía intravenosa (i.v.) o intramuscular
(i.m.). La pauta terapéutica recomendada para el dolor moderado o intenso
en los adultos es de 30 mg i.v. o i.m. cada 6 h, durante un máximo de 5 días (31).
Se recomienda disminuir la dosis un 50 % en los pacientes de edad avanzada
(edad ≥ 65 años), y en pacientes con un peso corporal < 50 kg. La inyección
i.m. de ketorolaco puede producir hematomas (32), por lo que se prefiere la
administración en embolada i.v.
Ibuprofeno
El ibuprofeno es muy similar al ketorolaco porque: (a) es un antiinflamatorio
que puede administrarse por vía intravenosa, (b) tiene un efecto ahorrador de
opiáceos, y (c) es seguro cuando se utiliza para controlar el dolor a corto plazo
(35). La dosis intravenosa de ibuprofeno es de 400-800 mg i.v. cada 6 h, con una
dosis diaria máxima de 3,2 gramos (35). A diferencia del ketorolaco, no existe
un límite de tiempo de tratamiento recomendado. En los estudios clínicos con
ibuprofeno i.v. suele limitarse el período de tratamiento a 24-48 h, aunque pe-
ríodos más prolongados no se han asociado a complicaciones graves.
Paracetamol
El paracetamol fue autorizado para su uso intravenoso en el año 2010, y está
diseñado para el tratamiento a corto plazo del dolor y la fiebre en pacientes
postoperados que no pueden recibir paracetamol por vía oral o rectal (36). La
dosis recomendada de paracetamol i.v. es de 1 g cada 6 h, con una dosis máxi-
ma permitida de 4 g al día (para evitar el efecto secundario hepatotóxico) (36).
Se ha documentado que esta pauta terapéutica tiene efectos ahorradores de
opiáceos en los pacientes postoperados (37).
Inconvenintes
El paracetamol carece de actividad antiinflamatoria, lo que supone un impor-
tante inconveniente en los pacientes graves. Además, aunque la limitación
de la dosis diaria a 4 g está diseñada para limitar la hepatotoxicidad, no se ha
evaluado cuál es la dosis tóxica de paracetamol en los pacientes graves. Por
estas razones, el paracetamol i.v. no es la alternativa óptima como analgesia
ahorradora de opiáceos en los enfermos en situación grave. (En el capítulo 54 se
presenta una descripción más detallada de la hepatotoxicidad del paracetamol.)
Dolor neuropático
Los analgésicos no opiáceos suelen necesitarse para tratar el dolor neuropáti-
co (p. ej., secundario a neuropatía diabética), y entre ellos, los recomendados
para este tipo de dolor son la gabapentina y la carbamazepina (3). Ambos fár-
macos pueden administrarse por vía enteral. Las dosis eficaces varían de un
paciente a otro, pero típicamente son de 600 mg cada 8 h, para la gabapentina,
y de 100 mg cada 6 h, para la carbamazepina (suspensión oral).
ANSIEDAD EN LA UCI
La ansiedad y los trastornos relacionados (agitación y delirio) se observan
hasta en el 85 % de los pacientes ingresados en la UCI (38). Estos trastornos
pueden definirse del modo siguinte.
1. La ansiedad se caracteriza por sentimientos exagerados de temor o apren-
sión que se sostienen por mecanismos internos, más que por acontecimien-
tos externos.
2. La agitación es un estado de ansiedad que se acompaña de un aumento de
la actividad motora.
3. El delirio es un estado confusional agudo que puede asociarse o no a un
componente de agitación. Aunque suele igualarse el delirio con la agita-
ción, existe una variedad hipoactiva de delirio que se caracteriza por letar-
go. (El delirio se describe con más detalle en el cap. 44.)
El denominador común en estos trastornos es la ausencia de sensación de bienestar.
Sedación
Es el proceso por el que se alivia la ansiedad y se establece una situación de
calma. Consta de medidas de apoyo (comunicación frecuente con los pacien-
tes y sus familiares) y de tratamiento farmacológico. Los fármacos de uso más
frecuente para sedación en la UCI son el midazolam y el propofol (3).
En la referencia 39.
Monitorización de la sedación
El uso sistemático de escalas de sedación es un instrumento eficaz para alcan-
zar una sedación efectiva (3). Las escalas de sedación que se consideran más
fiables en los pacientes de la UCI son la escala de sedación y agitación (SAS,
Sedation-Agitation Scale) y la escala de sedación y agitación de Richmond
(RASS, Richmond Agitation-Sedation Scale) (3); en la tabla 51-4 se muestra
esta última (39). La RASS consta de cuatro puntuaciones posibles para la
agitación progresiva (+1 a +4) y cinco puntuaciones posibles para la sedación
progresiva (–1 a –5). La puntuación óptima de la RASS es de cero (alerta y
en calma). La ventaja añadida de la RASS es la capacidad para monitorizar
la aparición de cambios seriados en el estado psíquico del paciente (40). Esta
última característica permite usar la puntuación de la RASS como criterio de
valoración para el tratamiento farmacológico sedante. (Las infusiones de fár-
macos sedantes pueden ajustarse para lograr una puntuación de RASS de –1
a –2, que representa una sedación superficial.)
BENZODIAZEPINAS
Las benzodiazepinas son, en la actualidad, los fármacos más habituales para
la sedación en la UCI (3,8), pero están perdiendo terreno gradualmente frente
a otros sedantes debido a los problemas de acumulación farmacológica y de
sedación excesiva.
Perfiles farmacológicos
Para la sedación en la UCI se usan dos benzodiazepinas: midazolam y loraze-
pam. (El diazepam ha dejado de usarse debido a la sedación excesiva que con-
lleva su administración prolongada.) Ambos fármacos se administran por vía
intravenosa, y en la tabla 51-5 se muestra un breve perfil de cada uno de ellos.
Midazolam
El midazolam es un fármaco de acción rápida debido a su gran liposolubilidad.
Los efectos sedantes se aprecian en cuestión de 1-2 min después de su admi-
nistración intravenosa, lo que le convierte en la benzodiazepina de elección
para lograr una sedación rápida (p. ej., en pacientes con agitación intensa o
agresivos). La ávida captación de midazolam en los tejidos produce también un
aclaramiento rápido desde el torrente circulatorio, lo que conlleva una corta du-
ración de acción (41). Debido a esta corta duración (1-2 h), el midazolam se ad-
ministra en infusión intravenosa continua, precedida de una dosis de carga en
embolada. No obstante, como la duración breve de este efecto farmacológico se
debe a la captación ávida en los tejidos, más que a la eliminación del midazolam
del organismo, la infusión continua de este fármaco causará su acumulación
progresiva en los tejidos. Para evitar que la sedación sea excesiva por la acu-
mulación del fármaco, las infusiones de midazolam deben limitarse a ≤ 48 h (4).
Lorazepam
El lorazepam es un fármaco con una duración de acción más prolongada que
la del midazolam, y sus efectos duran hasta 6 h después de una sola dosis
intravenosa (3). Puede administrarse mediante inyecciones intravenosas in-
termitentes o en infusión continua. El preparado intravenoso de lorazepam
Metabolismo
Las benzodiazepinas se metabolizan en el hígado. El midazolam se metaboliza
mediante el sistema enzimático del citocromo P450, por lo que los fármacos
que interfieren con este sistema enzimático (p. ej., diltiazem, eritromicina)
pueden inhibir el metabolismo del midazolam y potenciar sus efectos. El mi-
dazolam tiene un metabolito activo, 1-hidroximidazolam, que se elimina por
los riñones, de modo que las alteraciones de la función renal también pueden
influir en la sedación con este ansiolítico. El lorazepam se metaboliza por glu-
curonidación, y carece de metabolitos activos.
Ventajas
Entre las ventajas de la sedación con benzodiazepinas se encuentran las si-
guientes:
1. Las benzodiazepinas tienen un efecto amnésico que depende de la dosis
y que es diferente del efecto sedante. El período de amnesia se extiende
más que el período de sedación (amnesia anterógrada), lo que puede ser
la causa del sorprendente porcentaje (de hasta el 40 %) de pacientes que,
tras recibir el alta de la UCI, no recuerdan nada de su estancia en la unidad
(2,6,7). Como ya se ha mencionado anteriormente, esta amnesia debe ser
beneficiosa, ya que elimina los recuerdos de experiencias estresantes.
2. Las benzodiazepinas tienen efectos antiepilépticos (v. cap. 45), algo que es
siempre beneficioso en los pacientes en estado grave.
Inconvenientes
Los principales inconvenientes de la sedación con benzodiazepinas son la
acumulación del fármaco con la sedación prolongada y la tendencia aparente
de las benzodiazepinas a favorecer la aparición de delirio.
Sedación prolongada
Mantener la sedación en los pacientes de la UCI suele ser una actuación a largo
plazo, sobre todo en los que dependen de un respirador, y tanto el midazolam
como el lorazepam se acumulan en los tejidos con la administración prolon-
gada. Esto puede producir niveles de sedación más profundos, y prolonga el
tiempo hasta el despertar cuando se suspende la administración, lo que puede
conllevar retrasos en la retirada de la ventilación mecánica y estancias más pro-
longadas en la UCI (3,4). La sedación prolongada resulta más problemática con
el midazolam, debido a la mayor liposolubilidad, y también por la acumulación
de su metabolito activo. En un estudio de sedación realizado con pacientes de la
UCI, el tiempo hasta el despertar de la sedación fue de 1 815 minutos (30,2 h) con
el midazolam, frente a 261 minutos (4,4 h) con el lorazepam (42).
Delirio
La opinión prevalente es que la aparición frecuente de delirio en los pacientes
de la UCI (que se describe en el cap. 44) se debe, al menos en parte, al uso
frecuente de benzodiazepinas en estos enfermos (3,4). Las benzodiazepinas
producen sus efectos al unirse a los receptores para el ácido gammaaminobu-
tírico (GABA), que intervinen en la aparición del delirio (44), y la sedación con
fármacos que nada tienen que ver con estos receptores se asocia a menos casos
de delirio en los pacientes de la UCI (v. más adelante). El papel de las benzo-
diazepinas en la promoción del delirio será un duro golpe a la popularidad
de las benzodiazepinas en caso de que existan otras alternativas disponibles.
Síndrome de abstinencia
La interrupción brusca de las infusiones prolongadas de benzodiazepinas
puede provocar la aparición de un síndrome de abstinencia, que se caracteriza
por agitación, desorientación, alucinaciones y convulsiones (48). Sin embargo,
no parece que sea un cuadro frecuente.
OTROS SEDANTES
Las preocupaciones relativas al retraso en el despertar de la sedación con ben-
zodiazepinas han contribuido a la creciente popularidad de dos sedantes que
permiten un despertar rápido: el propofol y la dexmedetomidina.
Propofol
El propofol es un sedante potente que ejerce su efecto al unirse a los receptores
del GABA (de forma similar a las benzodiacepinas, pero en receptores distin-
tos). Se utiliza como inductor de la anestesia general, y en la UCI ha ganado
popularidad porque los pacientes despiertan rápido cuando se interrumpe
la infusión del fármaco. En la tabla 51-6 se muestra el perfil de este fármaco.
Acciones y aplicaciones
El propofol tiene efectos sedantes y amnésicos, pero no analgésicos (49). Una
embolada intravenosa de propofol produce sedación en 1- 2 min, con una du-
ración del efecto de 5-8 min (49). Dada la brevedad de la duración de la acción,
el propofol se administra en infusión continua. Cuando se interrumpe la in-
fusión, el paciente despierta en 10-15 min, incluso con infusiones prolongadas
(49). En pacientes hemodinámicamente estables pueden usarse dosis de carga.
Preparación y dosis
Efectos adversos
Se sabe que el propofol produce depresión respiratoria e hipotensión (50).
Debido al riesgo de depresión respiratoria, sólo se recomiendan las infusiones
de propofol en pacientes conectados a un respirador. La hipotensión se atribu-
ye a vasodilatación sistémica (4), y puede ser importante en cuadros como la
hipovolemia y la insuficiencia cardíaca, donde la presión arterial se mantiene
por vasoconstricción sistémica. Las reacciones anafilactoides a propofol son
inusuales, pero graves (49), y en ocasiones se observa una coloración verde de
la orina por metabolitos fenólicos inocuos (49).
Los preparados de emulsión lipídica de propofol pueden promover la apari-
ción de hipertrigliceridemia. Se desconoce la incidencia, pero las infusiones
de propofol constituyen el factor de riesgo independiente más importante
Dexmedetomidina
La dexmedetomidina es un agonista del receptor α2 que tiene propiedades
amnésicas, sedantes y efectos analgésicos leves, y no deprime la ventilación.
En la tabla 51-6 se muestra un breve perfil del fármaco. La característica más
distintiva de la dexmedetomidina es el tipo de sedación que produce, que se
describe a continuación.
Sedación cooperativa
La sedación lograda con dexmedetomidina es singular por el hecho de que se
mantiene el estado de vigilia, a pesar de que la sedación es profunda. Los pacientes
pueden despertar de la sedación sin necesidad de interrumpir la infusión del
fármaco, y cuando están despiertos, son capaces de comunicarse y de obede-
cer órdenes. Cuando ya no se necesita el estado de vigilia, el paciente puede
volver a su estado de sedación previa. Esto es lo que se ha denominado seda-
ción cooperativa (5), y es similar al despertar transitorio desde la fase de sueño.
De hecho, los cambios EEG en este tipo de sedación son similares a los que se
producen durante el sueño natural (5).
La sedación cooperativa con dexmedetomidina es muy diferente de la seda-
ción producida por fármacos GABAérgicos (benzodiazepinas y propofol),
donde el despertar se produce sólo cuando se suspende la administración del
fármaco y ceden los efectos sedantes. De hecho, la interrupción diaria de la
sedación con benzodiazepinas va dirigida a lograr el tipo de sedación que se
alcanza con la dexmedetomidina, es decir, pacientes conscientes y colabora-
dores. La dexmedetomidina es un fármaco idóneo en los pacientes que depen-
den del respirador, ya que la sedación puede mantenerse durante el período
de transición desde la ventilación mecánica hasta la respiración espontánea.
Delirio
Los estudios clínicos han demostrado una menor prevalencia de delirio en
los pacientes que estaban sedados con dexmedetomidina en lugar de estarlo
con midazolam (55) y, basándose en ellos, se recomienda la administración de
dexmedetomidina, por delante de las benzodiacepinas, para la sedación de pacientes
con delirio adquirido en la UCI (3).
Efectos adversos
La dexmedetomidina produce una disminución (que depende de la dosis) de la
frecuencia cardíaca, la presión arterial y los niveles de noradrenalina circulante
(efecto simpaticolítico) (5). Los pacientes con insuficiencia cardíaca y defectos de
la conducción cardíaca son particularmente propensos a los efectos simpaticolí-
ticos de la dexmedetomidina. Se han notificado casos de bradicardias potencial-
mente mortales, sobre todo en pacientes tratados con velocidades de infusión
elevadas de dexmedetomidina (> 0,7 [μg/kg]/min) junto con una dosis de carga
(56). Los pacientes con defectos de la conducción cardíaca no deben tratarse con
dexmedetomidina, y los que presentan insuficiencia cardíaca o inestabilidad
hemodinámica no deben recibir una dosis de carga.
Haloperidol
El haloperidol es un antipsicótico de primera generación con un largo historial
de agitación y delirio (57-58).
Características
Haloperidol produce sus efectos sedantes y antipsicóticos mediante el blo-
queo de los receptores dopaminérgicos en el sistema nervioso central. Tras
la administración de una embolada intravenosa, la sedación es evidente a los
10-20 min, y tiene una duración de 3-4 h. No se produce depresión respiratoria,
y la hipotensión es inusual si no existe hipovolemia.
DOSIFICACIÓN. La dosis recomendada de haloperidol por vía intravenosa se
muestra en la tabla 51-7 (59,60). Debido a que tiene un inicio de acción tardío,
con la primera dosis de haloperidol puede administrarse midazolam para
lograr una sedación más rápida. Cada paciente presenta una variabilidad
amplia en cuanto a los niveles séricos del fármaco después de una dosis con-
creta (61). Si no hay signos de respuesta sedante al cabo de 10 min, hay que
duplicar la dosis. Si existe una respuesta parcial al cabo de 10-20 min, puede
administrarse una segunda dosis, junto con 1 mg de lorazepam (mejor que el
midazolam por la mayor duración de la acción) (61). La ausencia de respuesta
a una segunda dosis de haloperidol debe conllevar el cambio a otro fármaco.
Efectos adversos
Entre los efectos adversos del haloperidol se encuentran: (a) reacciones extra-
piramidales, (b) síndrome neuroléptico maligno y (c) taquicardia ventricular.
1. Las reacciones extrapiramidales (p. ej., rigidez, movimientos espasmódi-
cos) son efectos secundarios que están relacionados con la dosis de halope-
ridol por vía oral, pero estas reacciones son inusuales cuando el fármaco se
administra por vía intravenosa (por motivos poco claros) (61).
2. El síndrome neuroléptico maligno (que se describe en las p. 763-765) es
una reacción idiosincrásica a los fármacos neurolépticos que consiste en
hiperpirexia, rigidez muscular intensa y rabdomiólisis. Esta afección se ha
documentado con la administración intravenosa de haloperidol (62), pero
es poco frecuente.
3. El riesgo más difundido del tratamiento con haloperidol es la prolongación
del intervalo QT en el electrocardiograma, que puede desencadenar una
taquicardia ventricular polimorfa (torsades de pointes, que se muestra en
la fig. 15-8). Esta arritmia se registra hasta en el 3,5 % de los pacientes que
reciben haloperidol intravenoso (63), lo que proporciona un motivo para
evitarlo en los pacientes con un intervalo QT prolongado.
COMENTARIO FINAL
5. Finalmente, es de gran ayuda comunicarse con los pacientes (p. ej., decirles
lo que se les va a hacer antes de ponerse manos a la obra) y proporcionar
«tiempos muertos» para que el paciente duerma.
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TRATAMIENTO
ANTIMICROBIANO
El peligro de los fármacos que destruyen gérmenes
es que pueden matar tanto al germen como al paciente.
J.B.S. Haldane
AMINOGLUCÓSIDOS
Los aminoglucósidos constituyen un grupo de antibióticos derivados de cul-
tivos de Streptomyces (de ahí el nombre de estreptomicina para el primer ami-
noglucósido). Existen tres aminoglucósidos de uso disponible para adminis-
tración intravenosa en Estados Unidos: gentamicina, tobramicina y amikacina
(presentados en los años 1966, 1975 y 1981, respectivamente).
Pautas terapéuticas
Los aminoglucósidos se administran en una dosis única diaria, que se calcula en
función del peso corporal y de la función renal, como se muestra en la tabla 52-1.
Monitorización
Hay que controlar los niveles séricos de aminoglucósidos para comprobar
que la dosis es adecuada en cada paciente. Las cifras máximas deseadas para
la gentamicina y la tobramicina son de 4-8 mg/l, y para la amikacina, de 15-
20 mg/l (4). Los valores mínimos (obtenidos inmediatamente antes de una do-
Amikacina 97 %
Imipenem 97 %
Cefepima 90 %
83%
Piperacilina/tazobactam 88 %
Ceftazidima 86 %
Levofloxacino 77 %
70 80 90 100
% de cultivos sensibles
sis) deben ser de 1-2 mg/l para gentamicina y la tobramicina, y de 5-10 mg/l
para amikacina (4).
Efectos adversos
La nefroxicidad es el principal efecto adverso de los aminoglucósidos.
Nefrotoxicidad
Los aminoglucósidos se consideran nefrotoxinas obligadas porque, finalmente,
aparecerá una alteración renal en todos los pacientes si se mantiene el trata-
miento (5). La lesión renal se localiza en los túbulos renales proximales, y el
riesgo de lesión renal es el mismo con cada uno de los aminoglucósidos. Los
primeros signos de lesión consisten en la aparición de cilindros en la orina,
proteinuria e incapacidad para concentrar la orina (3). Los cambios urinarios
aparecen en la primera semana de tratamiento farmacológico, y las cifras de
creatinina sérica empiezan a aumentar 5-7 días después del inicio del tra-
tamiento. La alteración renal puede progresar hasta una insuficiencia renal
aguda, que suele ser reversible. Los efectos nefrotóxicos se potencian por la
hipovolemia y por la existencia de nefropatías previas (5,6).
Amikacina 98 %
Imipenem 81 %
Cefepima 76 %
Ceftazidima 76 %
Piperacilina/tazobactam 75 %
Levoflox. 67 %
60 70 80 90 100
% de cultivos sensibles
Comentario
Los aminoglucósidos fueron en un momento los antibióticos preferidos por
los especialistas en enfermedades infecciosas porque fueron los primeros anti-
bióticos capaces de tratar infecciones graves por gramnegativos. Sin embargo,
debido a la nefrotoxicidad y a la disponibilidad de fármacos menos nocivos
capaces de tratar estas infecciones, los aminoglucósidos deben reservarse para
las bacteriemias por Pseudomonas en pacientes con neutropenia o shock séptico.
ANTIMICÓTICOS
El tratamiento antimicótico en el ámbito de los cuidados intensivos va dirigi-
do principalmente contra especies de Candida, y constituye el eje central de la
presentación siguiente.
Anfotericina B
La anfotericina B (AnB) es un antibiótico natural con efectos fungicidas frente
a la mayoría de los hongos patógenos para los humanos (9). Es uno de los
antimicóticos disponibles más eficaces, pero está repleto de reacciones tócicas,
como respuestas inflamatorias asociadas a las infusiones y nefrotoxicidad.
Debido a ello, la AnB se usa principalmente como respaldo para pacientes
con intolerancia o sin respuesta a otros antimicóticos menos tóxicos (v. tabla
52-2) (10).
Pautas terapéuticas
Sólo se dispone de AnB para administración intravenosa, y contiene un
vehículo (desoxicolato sódico) que potencia su solubilidad en el plasma. Se
administra en una sola dosis diaria de 0,5-1 mg/kg, que se administra ini-
cialmente durante 4 h, si bien puede administrarse en una hora si el paciente
lo tolera. Las infusiones diarias se mantienen hasta que se alcanza una dosis
acumulada especificada. La dosis total de AnB viene determinada por el tipo
y la gravedad de la infección micótica: puede ser de tan sólo 500 mg (para la
candidemia relacionada con los catéteres) o de hasta 4 g (para la aspergilosis
invasiva potencialmente mortal).
Nefrotoxicidad
La AnB se une al colesterol sobre la superficie de las células epiteliales renales
y produce una lesión que se parece clínicamente a la acidosis tubular renal
(tipo distal), con aumento de la excreción urinaria de potasio y magnesio
(12). En el 30-40 % de los pacientes con infusiones diarias de AnB se produce
uremia (13), que en ocasiones puede progresar hacia una insuficiencia renal
aguda que requiere hemodiálisis (14). La alteración renal secundaria a la AnB
suele estabilizarse con las infusiones continuas, y debe mejorar si se suspende
el fármaco. La hipovolemia agrava la lesión renal y, con el fin de mitigar la
lesión, es importante mantener el volumen intravascular. Un aumento de la
creatinina sérica por encima de 3 mg/dl obliga a la interrupción de las infu-
siones de AnB durante unos días (11).
Preparados lipídicos
Se han elaborado preparados lipídicos especializados de AnB para potenciar
la unión del fármaco a las membranas celulares de los hongos y disminuir la
unión a células de mamíferos (reduciendo así el riesgo de lesión renal). Existen
dos preparados lipídicos, anfotericina liposómica y complejo lipídico de anfoterici-
na B, cuya dosis recomendada es de 3-5 mg/kg/día (10). Ambos reducen la
incidencia de reacciones nefrotóxicas, disminución que es mayor con el pre-
parado liposómico (15). Los dos son bastante caros.
Triazoles
Los triazoles son antimicóticos sintéticos que constituyen alternativas menos
tóxicas a la AnB en infecciones micóticas concretas. Hay tres fármacos en esta
clase, fluconazol, itraconazol y voriconazol, pero el primero es el que se utiliza
para las infecciones por Candida.
Aplicaciones clínicas
El fluconazol es el fármaco de elección para Candida albicans, C. tropicalis y
C. parapsilosis, pero no para las infecciones por C. glabrata o C. krusei (v. tabla
52.2) (10).
Pautas terapéuticas
El fluconazol puede administrarse por vía oral o intravenosa. La dosis ha-
bitual es de 400 mg al día, administrado en una sola dosis. En los pacientes
clínicamente inestables se recomienda una dosis diaria de 800 mg. El tiempo
para alcanzar unos niveles estables tras el inicio del tratamiento oscila entre
4 y 5 días, aunque puede acortarse duplicando la dosis inicial. Si existe una
alteración renal, es preciso ajustar la dosis: si el aclaramiento de creatinina
es < 50 ml/min, la dosis debe reducirse al 50 % (9).
Interacciones farmacológicas
Los triazoles inhiben al sistema enzimático del citocromo P450 en el hígado,
y pueden potenciar la actividad de varios fármacos. El fluconazol tiene inte-
racciones importantes con la fenitoína, la cisaprida y las estatinas (lovastatina,
atorvastatina) (9).
Toxicidad
El fluconazol carece prácticamente de efectos tóxicos graves. Se han documen-
tado elevaciones asintomáticas de enzimas hepáticas (9), y hay algunas publi-
caciones de necrosis hepática grave, e incluso mortal, durante el tratamiento
con fluconazol en pacientes con infección por el VIH (16).
Equinocandinas
Las equinocandinas son fármacos antimicóticos que se muestran activos fren-
te a un abanico de especies de Candida más amplio que el fluconazol (salvo
C. parapsilosis) (10). Los fármacos de esta clase son la caspofungina, la micafun-
gina y la anidulafungina. Estos fármacos pueden usarse como alternativas al
fluconazol para el tratamiento de la candidiadis invasiva por C. albicans y C.
tropicalis, son los de elección para las infecciones por C. glabrata y C. krusei (10).
Algunos también las prefieren para la profilaxis de la candidiasis invasiva en
pacientes inestables o inmunodeprimidos (10).
Caspofungina
La caspofungina es el buque insignia de este tipo de fármacos, y es equiva-
lente a la anfotericina para el tratamiento de la candidiasis invasiva (17). Se
administra por vía intravenosa, y la dosis i.v. habitual es de 70 mg inicialmente,
y de 50 mg/día de ahí en adelante. Al igual que las equinocandinas, no es preciso
ajustar la dosis en la insuficiencia renal (18).
Otros
La anidulafungina (200 mg i.v. el primer día y 100 mg i.v. al día a partir de
ahí) y la micafungina (100 mg i.v. al día) son equivalentes a caspofungina (10),
pero la experiencia clínica con estos fármacos es mucho menor.
Toxicidad
Las equinocandinas son relativamente inocuas. Pueden producirse elevacio-
nes transitorias de las enzimas hepáticas y también se han documentado casos
de disfunción hepática asociada a su administración (18).
CARBAPENÉMICOS
Los carbapenémicos constituyen en la actualidad el tipo de antibióticos con
un espectro de actividad antibacteriana más amplio. Se dispone de cuatro
carbapenémicos para uso clínico: imipenem, meropenem, doripenem y ertapenem.
En la tabla 52-3 se mencionan algunas características importantes de estos
fármacos. La descripción siguiente se limita al imipenem y el meropenem,
que son en la actualidad los carbapenémicos más habituales. El doripenem
*El meropenem no provoca convulsiones, pero puede disminuir los niveles séricos de ácido valproico,
y aumentará el riesgo de convulsiones en los pacientes tratados con este antiepiléptico.
Espectro de actividad
El imipenem y el meropenem son activos frente a todos los patógenos bac-
terianos habituales, salvo contra los estafilococos resistentes a la meticilina
(SARM) y los enterococos resistentes a la vancomicina (19). Como se muestra
en las figuras 52-1 y 52-2, el imipenem es uno de los fármacos más activos
frente a los bacilos aerobios gramnegativos y también es activo frente a
Pseudomonas aeruginosa (aunque en menor medida). Estos fármacos también
proporcionan una cobertura adecuada frente a neumococos, estafilococos
sensibles a la meticilina, estafilococos coagulasa negativos y anaerobios, entre
ellos Bacteroides fragilis y Enterococcus faecalis. Además, la resistencia adquirida
a los carbapenémicos ha aumentado mucho menos que con otros antimicro-
bianos usados en cuidados intensivos (19).
Aplicaciones clínicas
Dado su amplio espectro de actividad, el imipenem y el meropenem son
idóneos para la cobertura antibiótica empírica en presuntas infecciones por
gramnegativos (p. ej., infecciones abdominales) o en infecciones mixtas por ae-
robios y anaerobios (p. ej., infecciones pélvicas). El imipenem también ha sido
eficaz como cobertura empírica en monoterapia en pacientes neutropénicos
con fiebre (20). El meropenem atraviesa con facilidad la barrera hematoence-
fálica (21), y puede usarse para la cobertura antibiótica empírica en presuntas
meningitis por gramnegativos
Pautas terapéuticas
Los carbapenémicos sólo pueden administrarse por vía intravenosa. El imipe-
nem es inactivado por enzimas en la superficie luminal de los túbulos renales
proximales, por lo que resulta imposible alcanzar niveles urinarios elevados
del fármaco. Para solventar este problema, el preparado comercial de imipe-
nem contiene un inhibidor enzimático, cilastatina (22). La dosis habitual de la
Efectos adversos
El principal riesgo asociado al imipenem son las convulsiones generalizadas,
que se han notificado en el 1-3 % de los pacientes tratados con este fármaco
(22). La mayoría de los casos de convulsiones se producen en pacientes con
antecedentes de un trastorno convulsivo o con una masa intracraneal, y que
no recibieron una dosis de imipenem ajustada para la insuficiencia renal
(22).
El riesgo de convulsiones con el meropenem es escaso (19,21). Sin embargo,
este carbapenémico puede disminuir los niveles séricos de ácido valproico,
con lo que puede aumentar el riesgo de convulsiones en los pacientes tratados
con este antiepiléptico (19).
Reactividad cruzada
Los pacientes con reacciones de hipersensibilidad a la penicilina pueden pre-
sentar en ocasiones una reacción de hipersensibilidad a los carbapenémicos.
Se desconoce la incidencia de esta reactividad cruzada, pero las reacciones
alérgicas suelen consistir en exantema o urticaria, y casi nunca ponen en peli-
gro la vida del paciente (24).
Comentario
El antibiótico ideal debiera ser eficaz frente a todos los patógenos y no
producir reacciones adversas. El meropenem es el que más se acerca a este
ideal, situándose el imipenem en segundo lugar. Estos fármacos han sido los
favoritos del autor durante años, ya que cubren prácticamente todo, lo que
simplifica la selección de la cobertura antibiótica empírica. El meropenem
más vancomicina (para el SARM) proporciona una cobertura adecuada para
la mayoría de pacientes de la UCI (salvo que en la UCI exista un problema
con enterococos resistentes a la vancomicina). Si se considera la posibilidad de
una candidiadis invasiva, o si se confirma, habrá que añadir fluconazol como
cobertura empírica. El riesgo de convulsiones con el imipenem también está
exagerado, y no debe suponer un problema si se ajusta la dosis en los casos
con insuficiencia renal.
CEFALOSPORINAS
La primera cefalosporina (cefalotina) se presentó en 1964, y posteriormente
surgió un pequeño ejército de otras cefalosporinas. En la actualidad exiten
más de 20 cefalosporinas para uso clínico (24,25). Se dividen en generaciones,
y en la tabla 52-4 se muestran algunos de los primeros integrantes de cada
generación.
Cefoxatina 2 ++ ++++ — ++ ++
Generaciones de cefalosporinas
Las cefalosporinas de primera generación son activas fundamentalmente contra
cocos aerobios grampositivos, pero no contra Staphylococcus epidermidis ni
cepas de S. aureus resistentes a la meticilina. El fármaco de administración
intravenosa más popular de este grupo es la cefazolina.
Las cefalosporinas de segunda generación muestran una actividad antibacte-
riana más potente frente a bacilos aerobios y anaerobios gramnegativos de
origen intestinal. Los fármacos más populares para administración parenteral
de este grupo son la cefoxatina y el cefamandol.
Las cefalosporinas de tercera generación tienen una mayor actividad antibacte-
riana contra bacilos aerobios gramnegativos, como P. aeruginosa y Hemophilus
influenza, pero son menos activas frente a cocos aerobios grampositivos que
las cefalosporinas de primera generación. Los fármacos parenterales más
populares de este grupo son la ceftriaxona y la ceftazidima. La ceftriaxona es
popular para el tratamiento de la neumonía extrahospitalaria grave, funda-
mentalmente porque es activa contra neumococos resistentes a la penicilina y
frente a H. influenza. La ceftazidima ha sido un antibiótico popular antipseu-
domonas, pero está siendo eclipsado por un fármaco (cefepima) de la siguien-
te generación de cefalosporinas.
Las cefalosporinas de cuarta generación conservan actividad frente a microor-
ganismos gramnegativos, pero añaden cierta cobertura frente a gramposi-
tivos. El único fármaco de este grupo es la cefepima, que posee el espectro
antibacteriano de la ceftazidima (cubre frente a P. aeruginosa), pero también
es activa frente a cocos grampositivos (estreptococos y estafilococos sensibles
a la meticilina).
Existe una cefalosporina de quinta generación, la ceftarolina, cuya actividad es
similar a los fármacos de la cuarta generación, pero también es activa contra
S. aureus resistentes a la meticilina (SARM) (25). Este fármaco no está incluido
en la tabla 52-4, ya que no se dispone de experiencia clínica con él en la UCI,
al menos hasta el momento actual.
Pautas terapéuticas
En la tabla 52-5 se muestran las dosis de las cefalosporinas parenterales más
populares, junto con los ajustes necesarios en los casos de insuficiencia renal.
Obsérvese que la dosis en la insuficiencia renal se ajusta ampliando el inter-
valo entre las dosis, en lugar de disminuyendo la cantidad de fármaco que se
administra en cada dosis (22). Esto se realiza así para preservar la actividad
bactericida que depende de la concentración. Obsérvese también que con la
ceftriaxona no es preciso ajustar las dosis en la insuficiencia renal.
En la referencia 22.
Toxicidad
Las reacciones adversas a las cefalosporinas son poco frecuentes e inespecí-
ficas (p. ej., náuseas, exantema y diarrea). Existe un 5-10 % de antigenicidad
cruzada con las penicilinas (24), y las cefalosporinas deben evitarse cuando
existan antecedentes de reacciones anafilácticas graves a la penicilina.
Comentario
Las únicas cefalosporinas que siguen teniendo algún valor en la UCI son la
ceftriaxona (para el tratamiento empírico de las neumonías extrahospitalarias
graves) y la cefepima (para la cobertura empírica frente a patógenos entéricos
gramnegativos).
FLUOROQUINOLONAS
La era de las fluoroquinolonas empezó a mediados de la década de 1980 con
la presentación del norfloxacino. Desde entonces se han comercializado varias
fluoroquinolonas, de las que únicamente sobreviven tres: ciprofloxacino, levo-
floxacino y moxifloxacino.
Pautas terapéuticas
En la tabla 52-6 se muestran las pautas terapéuticas intravenosas para las qui-
nolonas. Las quinolonas modernas tienen semividas más prolongadas que el
ciprofloxacino, y sólo se requiere una dosis diaria. En la insuficiencia renal es
preciso ajustar la dosis de todas las quinolonas, salvo para el moxifloxacino,
que se metaboliza en el hígado (26).
En la referencia 22.
Interacciones farmacológicas
El ciprofloxacino interfiere en el metabolismo hepático de la teofilina y
la warfarina, y puede potenciar los efectos de ambos fármacos (27,28).
Aumenta en un 25 % los niveles séricos de teofilina, y el tratamiento combi-
nado ha causado toxicidad por teofilina sintomática (29). Aunque no es pre-
ciso ajustar las dosis, hay que monitorizar rigurosamente los niveles séricos
de teofilina y los tiempos de protrombina al administrar ciprofloxacino con
teofilina o warfarina.
Toxicidad
Las fluoroquinolonas son relativamente seguras. En el 1-2 % de los pacientes
pueden aparecer reacciones neurotóxicas (confusión, alucinaciones, convul-
siones) días después de iniciar el tratamiento con estos antibióticos (30). Con
todas las quinolonas, salvo con el moxifloxacino, se ha documentado la apari-
ción de una prolongación del intervalo QT y taquicardia ventricular polimorfa
(torsades de pointes), pero la incidencia es sumamente baja (31).
Comentario
La aparición de resistencias por parte de patógenos gramnegativos a las fluo-
roquinolonas ha eliminado casi por completo a estos antibióticos del arsenal
terapéutico de la UCI. El levofloxacino es un antibiótico popular para las
neumonías extrahospitalarias, y también se usa para las reagudizaciones de la
EPOC, aunque estas afecciones suelen tratarse fuera de la UCI.
PENICILINAS
La penicilina descubierta por Alexander Fleming en el año 1929 es la bencilpe-
nicilina, o penicilina G, la cual es (y era) activa frente a estreptococos aerobios
(S. pneumoniae, S. pyogenes) y la microflora oral anaerobia. La aparición de
neumococos resistentes a la penicilina en los últimos años, junto con el lanza-
miento de fármacos de espectro más amplio para el tratamiento de infecciones
por anaerobios, ha eliminado la penicilina G del arsenal terapéutico de la UCI.
Piperacilina-Tazobactam
Cuando se usa para infecciones graves por gramnegativos, la piperacilina se
administra junto con tazobactam, un inhibidor de la betalactamasa con acti-
vidad sinérgica cuando se combina con piperacilina. El producto comercial
contiene piperacilina en una proporción 8:1 con el tazobactam. La dosis reco-
mendada del producto combinado es de 3,375 g (3 g de piperacilina y 0,375 mg
de tazobactam) por vía intravenosa cada 4-6 h. Si existe insuficiencia renal, la
dosis debe modificarse hasta 2,25 g cada 8 h (33).
Comentario
La combinación de piperacilina y tazobactam es el fármaco de elección para la
cobertura empírica ante presuntas infecciones por gramnegativos en la UCI.
Sin embargo, en las figuras 52-1 y 52-2 se muestra que existen fármacos más
eficaces que piperacilina-tazobactam para la cobertura empírica y el trata-
miento de infecciones por gramnegativos en la UCI.
VANCOMICINA Y ALTERNATIVAS
La vancomicina constituye los cimientos del tratamiento antibiótico en la UCI
y así ha sido durante muchos años.
Espectro antibacteriano
La vancomicina es eficaz contra todos los cocos grampositivos, incluidas todas
las cepas de Staphylococcus aureus (coagulasa-positivo, coagulasa-negativo,
sensibles a la meticilina y resistentes a la meticilina), así como frente a estrep-
tococos aerobios y anaerobios (incluidos neumococos y enterococos) (34). Es el
fármaco de elección para los neumococos resistentes a la penicilina y uno de
los fármacos más activos contra Clostridium difficile. Los enterococos pueden
ser resistentes a la vancomicina. La prevalencia de los enterococos resistentes
Aplicación clínica
La vancomicina es el fármaco de elección para infecciones causadas por
Staphylococcus aureus resistente a la meticilina (SARM) y Staphylococcus epi-
dermidis. Sin embargo, hasta dos tercios de las aplicaciones de la vancomicina
en la UCI no van dirigidas hacia un patógeno concreto, sino que el fármaco
se usa para aportar cobertura antibiótica empírica en pacientes con presuntas
infecciones (35). La popularidad de la vancomicina en las pautas antibióticas
empíricas es un reflejo del papel sobresaliente que los SARM y S. epidermidis
desempeñan en infecciones asociadas a la UCI.
Pautas terapéuticas
Las dosis de la vancomicina se basan en el peso corporal y en la función renal.
Toxicidad
La administración rápida de vancomicina puede acompañarse de vasodilata-
ción, rubefacción e hipotensión (síndrome de hombre rojo) a causa de la libera-
ción de histamina desde los mastocitos (34). Se desconoce cuál es el desenca-
denante de esta liberación, pero el problema suele corregirse disminuyendo el
ritmo de infusión (hasta menos de 10 mg/min).
Comentario
La vancomicina sigue siendo un sólido exponente en la UCI, pero en las in-
fecciones por enterococos resistentes a la vancomicina y en pacientes que no
pueden tratarse con este fármaco (p. ej., por reacciones tóxicas) se necesitan
otras alternativas. También se necesita sustituir la vancomicina para limitar su
uso actual y para disminuir el ritmo de aparición de resistencia microbiana.
Alternativas
En la tabla 52-8 se muestran los antibióticos alternativos a la vancomicina.
Linezolid
El linezolid es un antibiótico sintético con el mismo espectro de actividad que
la vancomicina (incluido SARM), pero también es eficaz contra enterococos
resistentes a ésta (ERV) (34). La dosis intravenosa es de 600 mg dos veces al día.
Tiene una penetración mucho mejor en las secreciones pulmonares que la
vancomicina, pero algunos estudios originales en los que se sugerían mejores
resultados con la administración de linezolid en la neumonía por SARM no se
han confirmado al revisar todos los estudios disponibles (40).
El linezolid podría usarse como sustituto de la vancomicina, aunque están
empezando a aparecer resistencias (34). La toxicidad asociada a este fármaco
consiste en trombocitopenia (con el uso prolongado) (34), una neuropatía par-
cialmente reversible (41) y un síndrome serotoninérgico (v. tabla 42-3).
Daptomicina
La daptomicina es un antibiótico natural activo contra microorganismos
grampositivos, como SARM y ERV (34). La dosis i.v. recomendada es de
4-6 mg/kg en una dosis diaria. Se recomienda reducir la dosis cuando el acla-
ramiento de creatinina es < 30 ml/min (34).
La daptomicina puede usarse para tratar infecciones de tejidos blandos o
bacteriemias por SARM o ERV (34). Sin embargo, no puede usarse para tratar
neumonías (42) porque se inactiva por sustancias tensoactivas (surfactantes)
en el pulmón. La toxicidad principal de la daptomicina es la miopatía del
músculo esquelético, por lo que se recomienda controlar los niveles de CPK
durante su administración (34).
Quinupristina-dalfopristina
La quinupristina-dalfopristina es una combinación de compuestos naturales
que constituyó el primer antibiótico comercializado para el tratamiento de
infecciones por ERV. La dosis recomendada es de 7,5 mg/kg i.v. cada 8 h
(34). La principal aplicación de este fármaco es para las infecciones en las que
intervengan ERV, y su uso se ha visto limitado por sus efectos adversos pro-
blemáticos, como mialgias y artralgias dolorosas (34).
COMENTARIO FINAL
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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FÁRMACOS
HEMODINÁMICOS
El médico logra su mayor victoria con la reanimación
del paciente en estado de shock.
Evan Geller
1993
CATECOLAMINAS
Las catecolaminas son fármacos que promueven el flujo sanguíneo y la
presión arterial mediante la estimulación de receptores adrenérgicos. En la
tabla 53-1 se resumen los diferentes tipos de receptores adrenérgicos, y en
la tabla 53-2, los efectos de las catecolaminas sobre estos receptores. A pesar
de las diferencias en cuanto a la activación del receptor adrenérgico y en
las respuestas fisiológicas, ningún fármaco catecolaminérgico ha demostrado su
superioridad sobre los demás para mejorar los resultados clínicos (1,2).
943
Dobutamina
La dobutamina es una catecolamina sintética que se clasifica como un fármaco
inodilatador, ya que posee efectos inotrópicos y vasodilatadores positivos.
Acciones
La dobutamina es fundamentalmente un agonista del receptor β1, pero tam-
bién tiene actividad débil como agonista del receptor β2. La estimulación del
receptor β1 aumenta la frecuencia cardíaca y el volumen sistólico, mientras
que la estimulación del receptor β2 produce vasodilatación periférica (3,4).
En la figura 53-1 se muestra el aumento del volumen sistólico producido por
la dobutamina (4). Como el aumento del volumen sistólico se acompaña de
una disminución de la resistencia vascular sistémica, la presión arterial suele
mantenerse invariable o aumenta levemente (3). Sin embargo, la respuesta a la
dobutamina puede ser muy variable en los pacientes graves (5).
La estimulación cardíaca producida por la dobutamina suele acompañarse de
un aumento del trabajo cardíaco y del consumo miocárdico de O2 (3). Estos
efectos pueden ser nocivos en la insuficiencia cardíaca porque el trabajo car-
díaco y las necesidades energéticas miocárdicas ya están aumentadas en el
miocardio insuficiente.
Aplicaciónes clínicas
La dobutamina se ha usado para aumentar el gasto cardíaco en los pacien-
tes con insuficiencia cardíaca descompensada debida a disfunción sistólica.
Sin embargo, los efectos desfavorables de dobutamina sobre el rendimiento
energético miocárdico han determinado que las preferencias se hayan ido
decantando hacia otro tipo de inodilatadores en la insuficiencia cardíaca des-
compensada (v. p. 250-251). La dobutamina sigue siendo el inotrópico de elec-
ción para el tratamiento de la depresión miocárdica asociada a shock séptico
(1), pero suele combinarse con un vasoconstrictor (p. ej., norepinefrina) para
elevar la presión arterial.
Pautas terapéuticas
La infusión de dobutamina se inicia a una velocidad de 3-5 (μg/kg)/min (sin
dosis de carga), que puede aumentarse en incrementos de 3-5 (μg/kg)/min,
si es necesario, para alcanzar los efectos deseados. (Normalmente se necesita
un catéter de arteria pulmonar que sirva de guía para la dosificación de este
fármaco.) El intervalo habitual de la dosis es de 5-20 (μg/kg)/min (3), pero se
han usado con seguridad dosis de hasta 200 (μg/kg)/min (5). El tratamiento
debe estar guiado por criterios de valoración hemodinámicos, y no por ritmos
de dosificación seleccionados de antemano.
Efectos adversos
La dobutamina sólo produce ligeros aumentos de la frecuencia cardíaca (5-15
latidos/min) en la mayoría de los pacientes, pero a veces causa una taquicardia
importante (aumentos de la frecuencia > 30 latidos/min) (3), lo que podría resul-
tar nocivo en pacientes con coronariopatías. Al igual que el resto de inotrópicos
positivos, la dobutamina está contraindicada en la miocardiopatía hipertrófica.
60
Aumento del volumen sistólico (%)
Dopamina
40
Dobutamina
20
0
0
0 5 10 15
Velocidad de infusión (μg/kg/min)
FIGURA 53-1. Aumento del volumen sistólico producido por dosis equivalentes de
dobutamina y dopamina en pacientes sometidos a cirugía con circulación extracorpórea.
Datos de la referencia 4.
Dopamina
La dopamina es una catecolamina endógena que actúa como precursora de la
norepinefrina. Cuando se administra como fármaco exógeno, produce diver-
sos efectos que dependen de la dosis, como se describe a continuación.
Acciones
Con velocidades de infusión bajas (≤ 3 [μg/kg]/min), la dopamina activa de
forma selectiva los receptores dopaminérgicos en la circulación renal y es-
plácnica, con lo que aumenta el flujo sanguíneo en ambas regiones (6). Estas
dosis bajas también afectan directamente a las células epiteliales de los túbulos
renales, causando un aumento tanto de la excreción urinaria de sodio (natriu-
resis) como de la diuresis, y estos efectos son independientes de los cambios
en el flujo sanguíneo renal (6). Los efectos renales de la dopamina en dosis bajas son
mínimos o nulos en los pacientes con insuficiencia renal aguda (7).
Con velocidades de infusión moderadas (3-10 [μg/kg]/min), la dopamina estimu-
la los receptores β en el corazón y la circulación periférica, aumentando la con-
tractilidad miocárdica y la frecuencia cardíaca, y produciendo vasodilatación
periférica. En la figura 53-1 se muestra el incremento del volumen sistólico
producido por la dopamina. Obsérvese el efecto más intenso con la dopamina
en comparación con el conseguido con la dobutamina para velocidades de
infusión equivalentes.
Con velocidades de infusión elevadas (> 10 [μg/kg]/min), la dopamina produce
una activación (dependiente de la dosis) de los receptores α en las circulacio-
nes pulmonar y sistémica, lo que conlleva la aparición de vasoconstricción
pulmonar y sistémica progresiva. Este efecto vasopresor aumenta la poscarga
ventricular y puede reducir el aumento del volumen sistólico producido con
dosis menores de dopamina (4).
Aplicaciones clínicas
La dopamina puede usarse para tratar pacientes con shock cardiogénico y
shock séptico, si bien hay otras medidas que cuentan con más apoyo para
estos cuadros (p. ej., en el shock cardiogénico se prefieren los dispositivos de
asistencia mecánica, y en el shock séptico se prefiere la norepinefrina). La do-
pamina en dosis bajas NO se recomienda como tratamiento en la insuficiencia
renal aguda (v. p. 640).
Pauta terapéutica
La dopamina suele iniciarse a una velocidad de infusión de 3-5 (μg/kg)/min
(sin dosis de carga), aumentándose en incrementos de 3-5 (μg/kg)/min
para conseguir el efecto deseado. El intervalo de dosificación habitual es de
3-10 (μg/kg)/min para aumentar el gasto cardíaco, y de 10-20 (μg/kg)/min
para aumentar la presión arterial. Las infusiones de dopamina deben admi-
nistrarse a través de grandes venas centrales, porque la extravasación del
fármaco a través de venas periféricas puede producir necrosis tisular extensa.
Efectos adversos
En el 25 % de los pacientes que reciben infusiones de dopamina aparece
taquicardia sinusal y fibrilación auricular (8). Otros efectos adversos son el
aumento de la presión intraocular (9), la hipoperfusión esplácnica y el retra-
so del vaciamiento gástrico, lo que puede predisponer a la aparición de una
neumonía por aspiración (10).
Epinefrina
La epinefrina es una catecolamina endógena que se libera desde la médula
suprarrenal en respuesta a un estrés fisiológico. Es el agonista β natural más
potente.
Acciones
La epinefrina estimula tanto los receptores adrenérgicos α como los β (sub-
tipos β1 y β2), y produce incrementos en la frecuencia cardíaca, la presión
arterial y el volumen sistólico que dependen de la dosis (11). La epinefrina es
un agonista del receptor β1 más potente que la dopamina, y produce un mayor
aumento del volumen sistólico y de la frecuencia cardíaca que las dosis com-
parables de dopamina (12), como se muestra en la figura 53-2. La estimulación
del receptor α produce una vasoconstricción periférica desigual, con efectos
más importantes en las circulaciones subcutánea, renal y esplácnica. Además,
la epinefrina ejerce varios efectos metabólicos, entre ellos lipólisis, aumento
de la glucólisis y aumento de la producción de lactato (por la activación del
receptor β) e hiperglucemia por la inhibición de la secreción de insulina me-
diada por el receptor α (11,13).
Aplicaciones clínicas
La epinefrina desempeña un papel importante en la reanimación de la parada
cardíaca (v. p. 330-332), y constituye el fármaco de elección de soporte hemo-
dinámico en el shock anafiláctico (v. p. 274-276). También se usa para el so-
porte hemodinámico en el período postoperatorio inmediato tras cirugía con
Latidos/min
(32)
30 (29) 100
(97) (97)
25 90
0 0
Epi Norepi Dopa Epi Norepi Dopa
Pauta terapéutica
Las pautas terapéuticas de la epinefrina en la parada cardíaca y en el shock
anafiláctico se muestran en la tabla 14-5 (v. p. 275). Las infusiones no van
precedidas de una dosis de carga. La velocidad de infusión inicial suele fijar-
se en 1-2 μg/min (o 0,02 [μg/kg]/min), pudiendo aumentar la velocidad en
incrementos de 1-2 μg/min hasta alcanzar el efecto deseado (11). El intervalo
habitual de la dosis para aumentar el gasto cardíaco o corregir la hipotensión
es de 5-15 μg/min.
Efectos adversos
La epinefrina aumenta más el riesgo de estimulación cardíaca no deseada (que
puede ser nocivo en pacientes con arteriopatía coronaria) que otras catecola-
minas (11,12). Otros efectos adversos son la hiperglucemia, el aumento del
índice metabólico y la hipoperfusión esplácnica (que puede dañar la barrera
mucosa en el intestino) (11-13). Las infusiones de epinefrina se acompañan de
un incremento en los niveles séricos de lactato (11), pero éste no es un efecto
adverso, sino que refleja un aumento de la velocidad de la glucólisis (no de
hipoxia tisular), y puede usarse el lactato como fuente de combustible alter-
nativa (v. p. 187).
Norepinefrina
La norepinefrina es una catecolamina endógena que actúa normalmente como
neurotransmisor excitador. Cuando se administra como fármaco exógeno,
actúa como vasopresor.
Acciones
El principal efecto de norepinefrina es una vasoconstricción periférica mediada
por el receptor α. Sin embargo, la respuesta adrenérgica a la norepinefrina está
alterada en los pacientes con shock séptico (15). Por ejemplo, las infusiones de
norepinefrina suelen acompañarse de una disminución del flujo sanguíneo
renal (15), pero en los pacientes con shock séptico el flujo sanguíneo renal está
aumentado por las infusiones de norepinefrina (15,16). Pueden aparecer altera-
ciones similares en el flujo sanguíneo esplácnico (normalmente reducido, pero
no en el shock séptico) (15). La norepinefrina es también un agonista débil del
receptor β1, pero los efectos de este fármaco sobre el volumen sistólico y la fre-
cuencia cardíaca pueden ser comparables a los de la dopamina (un agonista del
receptor β1 más potente) en los pacientes con shock séptico (v. fig. 53-2).
Aplicaciones clínicas
La norepinefrina es la catecolamina de elección para el soporte circulatorio en
los pacientes con shock séptico. Esta preferencia no se basa en una mejoría de
los resultados, ya que la tasa de mortalidad en el shock séptico es la misma
independientemente de la catecolamina que se use para el soporte circulatorio
(1,2,12). Más bien, la preferencia de la norepinefrina en el shock séptico se debe
a que tiene menos efectos adversos que la dopamina o la epinefrina (8,12).
Pautas terapéuticas
Las infusiones de norepinefrina se inician generalmente a una velocidad de
8-10 μg/min, pero pueden ajustarse al alza o a la baja para mantener una pre-
sión arterial media de, al menos, 65 mm Hg. El ritmo de dosificación eficaz en
el shock séptico varía ampliamente en cada paciente, pero suele ser inferior a
40 μg/min. La hipotensión que no responde a la norepinefrina suele ser una
indicación para añadir dopamina o vasopresina, pero no existen pruebas de
que esta práctica mejore los resultados.
Efectos adversos
Los efectos adversos de la norepinefrina son la necrosis tisular local por extra-
vasación farmacológica y la vasoconstricción sistémica intensa con disfunción
orgánica cuando se necesitan ritmos de dosificación altos. Sin embargo, cuan-
do se necesitan dosis elevadas de un vasoconstrictor para corregir la hipoten-
sión, es difícil distinguir entre los efectos farmacológicos adversos y los efectos
adversos del shock circulatorio.
Fenilefrina
La fenilefrina es un vasoconstrictor potente con escasas aplicaciones en la UCI.
Acciones
La fenilefrina es un agonista puro de los receptores α que produce vasocons-
tricción generalizada. Las consecuencias de esta vasoconstricción pueden ser:
bradicardia, disminución del gasto cardíaco (habitualmente en los pacientes
con disfunción cardíaca), e hipoperfusión renal e intestinal.
Aplicaciones clínicas
El principal uso de la fenilefrina es la antagonización de una hipotensión gra-
ve debida a una anestesia raquídea. Sin embargo, en estos casos no existe una-
nimidad sobre la idoneidad de administrar agonistas puros de los receptores
α, ya que pueden agravar la disminución del gasto cardíaco que se produce
en condiciones normales en el shock raquídeo (17). La fenilefrina no se reco-
mienda como fármaco de soporte hemodinámico en el shock séptico, aunque
en un estudio clínico en el que se comparaba la fenilefrina y la norepinefrina
para las primeras fases del tratamiento del shock séptico no se demostraron
diferencias en cuanto a los efectos hemodinámicos o los resultados clínicos
con cualquiera de estos fármacos (18).
Pauta terepéutica
La fenilefrina puede administrarse en dosis intravenosas intermitentes. La
dosis intravenosa inicial es de 0,2 mg, que puede repetirse en incrementos
de 0,1 mg hasta un máximo de 0,5 mg (17). Puede infundirse a una velocidad
inicial de 0,1-0,2 mg/min, que se disminuye progresivamente una vez que va
estabilizándose la presión arterial (17).
Efectos adversos
Los principales efectos adversos de la fenilefrina son la bradicardia, el gasto
cardíaco bajo y la hipoperfusión renal. Estos efectos se magnifican en los pa-
cientes hipovolémicos.
FÁRMACOS COMPLEMENTARIOS
DE LOS VASOPRESORES
Los fármacos siguientes pueden añadirse al tratamiento vasopresor con cate-
colaminas en situaciones concretas.
Vasopresina
La hormona antidiurética (ADH) es una hormona osmorreguladora que tam-
bién se denomina vasopresina porque produce vasoconstricción.
Acciones
Los efectos vasoconstrictores de la vasopresina están mediados por receptores
de vasopresina especializados (V1) localizados en el músculo liso vascular.
La vasoconstricción es más prominente en la piel, el músculo esquelético y la
circulación esplácnica (19). La vasopresina exógena no aumenta la presión ar-
terial en voluntarios sanos, pero puede causar incrementos significativos en la
presión arterial en pacientes con hipotensión secundaria a vasodilatación pe-
riférica (19). Este tipo de hipotensión se produce en el shock séptico, el shock
anafiláctico, la insuficiencia vegetativa, y la hipotensión asociada a anestesia
raquídea o general.
Otras acciones de la vasopresina son una mayor reabsorción de agua en los
túbulos renales distales (mediada por receptores V2) y la estimulación de la
liberación de ACTH desde el lóbulo anterior de la hipófisis (mediada por
receptores V3). Estas acciones son clínicamente silentes cuando se administra
vasopresina en las dosis recomendadas (19).
Aplicaciones clínicas
La vasopresina puede usarse en las situaciones clínicas siguientes.
1. En la reanimación de la parada cardíaca, puede administrarse vasopresina
en una dosis única i.v. (40 unidades) para reemplazar a la primera o la
segunda dosis de epinefrina (v. p. 332).
2. En los casos de shock séptico que no responde al soporte hemodinámico
con norepinefrina o dopamina, puede usarse una infusión de vasopresina
para elevar la presión arterial y disminuir las necesidades de catecolaminas
(efecto ahorrador de catecolaminas) (19-20). Lamentablemente, esta prácti-
ca no se ha asociado a beneficios sobre la supervivencia (20).
3. Las infusiones de vasopresina pueden usarse en los casos de hemorragia
por varices gástricas o esofágicas para promover la vasoconstricción esplác-
nica y disminuir el ritmo de sangrado.
Pauta terapéutica
La semivida plasmática de la vasopresina exógena es de 5-20 min (17), por
lo que debe administrarse mediante infusión continua para lograr efectos
prolongados. La velocidad de infusión recomendada en los casos de shock
séptico es de 0,01-0,04 unidades/h, y la velocidad de 0,03 unidades/h es la
más habitual.
Efectos adversos
Los efectos adversos son infrecuentes con ritmos de infusión de < 0,04 unida-
des/h (19). Con ritmos más elevados, los efectos adversos pueden deberse a
una vasoconstricción excesiva (p. ej., alteración de las funciones renal y hepá-
tica), junto con una retención excesiva de agua e hiponatremia.
Terlipresina
La terlipresina es un análogo de la vasopresina que presenta dos ventajas
sobre ésta. En primer lugar, es un agonista selectivo del receptor V1, por lo
que no produce los efectos secundarios asociados a la estimulación del res-
to de receptores de la vasopresina. En segundo lugar, la terlipresina posee
una duración de acción mucho más larga, y una dosis única intravenosa de
1-2 mg puede elevar la presión arterial durante 5 h (19). Esta larga duración
de acción permite administrar terlipresina en emboladas i.v. intermitentes. La
terlipresina es un vasoconstrictor esplácnico potente que puede ser útil en el
tratamiento de las varices sangrantes. Sin embargo, existe un mayor riesgo de
isquemia esplácnica y los efectos isquémicos no pueden antagonizarse en las
5 h siguientes a la administración del fármaco. Al igual que la vasopresina, la
administración de terlipresina a pacientes con shock séptico no ha proporcio-
nado ventajas sobre la supervivencia (20).
NITROVASODILATADORES
Los fármacos que producen vasodilatación a través de la relajación del mús-
culo liso vascular por mediación del óxido nítrico se conocen como nitrovaso-
dilatadores (21), y hay dos fármacos que actúan de este modo: la nitroglicerina
y el nitroprusiato
Nitroglicerina
La nitroglicerina es un nitrato orgánico que produce dilatación de arterias y
venas que depende de la dosis (22,23).
Efectos vasodilatadores
Las bases bioquímicas de los efectos vasodilatadores de la nitroglicerina se
ilustran en la figura 53-3. La nitroglicerina (trinitrato de glicerol) se une a la
superficie de las células endoteliales y libera nitrito inorgánico (NO2), que se
convierte en óxido nítrico (NO) en las células endoteliales. El óxido nítrico se
desplaza al exterior de las células endoteliales y al interior de las células del
músculo liso adyacentes, donde produce relajación muscular al promover la
formación de monofosfato de guanosina cíclico (GMPc).
Con velocidades de infusión bajas de nitroglicerina (< 50 μg/min) predomi-
na la dilatación venosa, mientras que con ritmos más altos aparece también
vasodilatación arterial. Ambos efectos son beneficiosos en los pacientes con
insuficiencia cardíaca, ya que la dilatación venosa disminuye las presiones
de llenado cardíaco (con lo que disminuye la formación de edema) y la vaso-
dilatación arterial disminuye la poscarga ventricular (con lo que aumenta el
gasto cardíaco).
Células del
Células músculo liso
endoteliales
Torrente
circulatorio
Relajación
muscular
C3H5O3–(NO2)3 NO2
(NTG) 2H+
cGMP
H2O
FeCN5–NO NO
(NTP) GTP
Efectos antiplaquetarios
Los nitratos inhiben la agregación plaquetaria y parece que el óxido nítrico
actúa también como mediador de este efecto (24). Los efectos antiagregantes
plaquetarios de la nitroglicerina se han propuesto como el mecanismo de los
efectos antianginosos del fármaco, ya que los trombos de plaquetas desempe-
ñan un papel importante en la patogenia de los síndromes coronarios agudos
(24). Esto explicaría por qué la capacidad de la nitroglicerina para mitigar el
dolor torácico isquémico no es compartida por otros vasodilatadores.
Aplicaciones clínicas
Las infusiones de nitroglicerina se usan para aliviar el dolor torácico en los
pacientes con angina inestable (v. p. 306) y para aumentar el gasto cardíaco en
los pacientes con insuficiencia cardíaca descompensada (v. p. 248-249).
Dosificación y administración
La nitroglicerina se une a los plásticos blandos, como el cloruro de polivinilo
(PVC), del que están fabricados normalmente las bolsas y equipos empleados
en las infusiones intravenosas. Hasta un 80 % del fármaco puede perderse por
Efectos adversos
Los efectos dilatadores venosos de la nitroglicerina pueden promover la
aparición de hipotensión en pacientes hipovolémicos y en pacientes con insu-
ficiencia cardíaca derecha aguda debida a un infarto del ventrículo derecho.
En cualquiera de estas situaciones se necesita una sobrecarga de volemia in-
tensiva antes de iniciar la infusión de nitroglicerina.
Los incrementos del flujo sanguíneo cerebral inducidos por la nitroglicerina
pueden causar un aumento de la presión intracraneal (25), mientras que los
incrementos en el flujo sanguíneo pulmonar pueden producir un aumento
del cortocircuito intrapulmonar, con agravamiento de la oxigenación arterial
en los pacientes con neumopatías infiltrantes (p. ej., neumonía o SDRA) (26).
Nitroprusiato
El nitroprusiato es un vasodilatador de acción rápida bastante popular para
el tratamiento de las urgencias hipertensivas. La popularidad de este fármaco
está limitada por el riesgo de intoxicación por cianuro.
Acciones
Los efectos vasodilatadores del nitroprusiato, parecidos a los de la nitroglice-
rina, están mediados por el óxido nítrico (21). La molécula de nitroprusiato
contiene un grupo nitrosilo (NO), que es liberado en forma de óxido nítrico
cuando el nitroprusiato accede al torrente circulatorio. El óxido nítrico finaliza
en cierto modo en las células endoteliales, donde actúa como se muestra en
la figura 53-3.
Al igual que la nitroglicerina, el nitroprusiato dilata tanto las arterias como
las venas, pero es menos potente que la nitroglicerina como vasodilatador
venoso, y es más potente como vasodilatador arterial. El nitroprusiato ejerce
efectos variables sobre el gasto cardíaco en las personas con una función car-
díaca normal (30), pero mejora de un modo unifome el gasto cardíaco en los
pacientes con insuficiencia cardíaca descompensada (30,31).
Aplicaciones clínicas
Las principales indicaciones del nitroprusiato son el tratamiento de las urgen-
cias hipertensivas, en las que se necesita una reducción rápida de la presión
arterial, y en el tratamiento de la insuficiencia cardíaca aguda descompensada,
como se describe en la p. 248.
Pauta terapéutica
Las infusiones de nitroprusiato se inician a una velocidad de 0,2 (μg/kg)/min,
que se va aumentando posteriormente cada 5 min hasta lograr el efecto desea-
do. Para controlar la hipertensión suelen necesitarse velocidades de infusión
de 2-5 (μg/kg)/min, pero los ritmos de infusión deben mantenerse por debajo de 3
(μg/kg)/min, si es posible, para limitar el riesgo de intoxicación por cianuro
(30). En la insuficiencia renal, la velocidad de infusión debe mantenerse por
debajo de 1 (μg/kg)/min para limitar la acumulación de cianuro (que se des-
cribe a continuación) (30).
Nitroprusiato sódico
CN CN
2 Na+ CN Fe(III) CN 2 H2O
NO
CN
5 CN–
Metahemoglobina
18 mg Eritrocito
Cianometahemoglobina
Tiosulfato
50 mg Hígado
Tiocianato
Excreción
renal
O2 H2O
FIGURA 53-4. Destino del cianuro (CN) que se libera desde las moléculas de
nitroprusiato. Véase la explicación en el texto.
COMENTARIO FINAL
El disparate vasopresor
Uno de los aspectos más frustrantes de los cuidados intensivos es el manteni-
miento de índices de mortalidad elevados en el shock circulatorio, sobre todo
en el shock séptico, a pesar de la corrección de la presión arterial con fármacos
vasopresores. La posible explicación para ello es la probabilidad de que la
hipotensión desempeñe un papel mínimo o nulo en la patogenia del shock
circulatorio o en la evolución clínica. Esto concuerda con las observaciones
en el shock séptico que indican que la lesión patológica es un defecto de la
utilización del oxígeno en las mitocondrias, y el culpable es una inflamación
descontrolada, no una presión arterial baja. Ante esta explicación, la disminu-
ción de la presión arterial que se produce en el shock es más probable que sea
el resultado de la lesión celular patológica (shock en los vasos sanguíneos) que
una causa de la lesión. La hipotensión se convierte así en una de las diversas
consecuencias del shock celular, y no hay que esperar que la corrección de
la hipotensión corrija el proceso patológico primario. Tras al menos 50 años
centrándose en el tratamiento vasopresor, es momento para rehacer los plan-
teamientos.
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URGENCIAS
TOXICOLÓGICAS
Francois De La Rochefoucauld
1630-1680
SOBREDOSIS
DE PRODUCTOS
FARMACÉUTICOS
Los venenos y las medicinas son, a veces, la misma sustancia,
pero administrada con fines distintos.
Peter Latham
1865
PARACETAMOL
El paracetamol es un analgésico y antipirético ubicuo que forma parte de más
de 600 preparados farmacológicos comerciales. También es una hepatotoxi-
na, y constituye la causa más frecuente de insuficiencia hepática aguda en Estados
Unidos (3). Las sobredosis de paracetamol son responsables de la mitad de
963
% de población
75 75
(66 %) (67 %)
50 50
(39 %) (35 %)
25 25
(10 %)
0 0
18-44 45-64 ≥ 65 18- 44 45- 64 ≥ 65
Edad Edad
FIGURA 54-1. Consumo de fármacos con receta médica en Estados Unidos entre 2007 y
2010 por grupos etarios. Datos de la Health United States, 2012. DHHS Publication No.
2013-1232, Mayo de 2013.
Mecanismo tóxico
La toxicidad del paracetamol está relacionada con su metabolismo hepático, y
en la figura 54-2 se muestran sus vías metabólicas. El metabolismo del parace-
tamol consiste fundamentalmente en la formación de conjugados sulfatados no
tóxicos que se excretan por la orina. Alrededor del 10 % del metabolismo con-
lleva la oxidación del paracetamol para formar un metabolito tóxico capaz de
producir lesiones celulares oxidativas. Cuando la dosis diaria de paracetamol
no es excesiva, el metabolito tóxico se elimina por conjugación con glutatión, un
antioxidante intracelular. Cuando la dosis diaria de paracetamol supera los 4 g,
se saturan las vías de conjugación sulfatada, con lo que el metabolismo se desvía
hacia la vía del metabolito tóxico. El aumento del tráfico en esta vía conduce
finalmente a la depleción de las reservas de glutatión, y cuando estas reservas
disminuyen al 30 % de lo normal, el metabolito tóxico del paracetamol puede
acumularse y promover la aparición de lesión hepatocelular (3).
Dosis tóxica
La dosis tóxica de paracetamol puede variar de un paciente a otro, pero se
sitúa normalmente entre 7,5 g y 15 g en la mayoría de los adultos (6,7). Sin em-
bargo, varias afecciones pueden aumentar la susceptibilidad a la hepatotoxi-
cidad por paracetamol, como malnutrición, enfermedades crónicas e ingestión
Manifestaciones clínicas
En las 24 h siguientes a una ingestión tóxica, los síntomas pueden faltar o
ser inespecíficos (p. ej., náuseas, vómitos, malestar general), y las enzimas
hepáticas no empiezan a aumentar hasta que han transcurrido 24-36 h desde
la ingestión (6). La elevación de la aspartato aminotransferasa (AST) es el
marcador más sensible de la toxicidad por paracetamol; la elevación de la
AST precede a la disfunción hepática, y los niveles máximos se alcanzan en
72-96 h. Las pruebas de lesión hepática empiezan a ser videntes transcurri-
das 24-48 h desde la ingestión, con elevación constante de las enzimas hepáticas
y la aparición de ictericia y coagulopatía. La lesión hepática máxima se pro-
duce a los 3-5 días de la ingestión tóxica, momento en que puede manifestarse
una encefalopatía hepática, junto con insuficiencia renal oligúrica (mecanismo
Oxidasa del
citocromo P-450
Conjugados
sulfatados
(no tóxicos)
Metabolito tóxico
Glutatión N-Acetilcisteína
Conjugados
Lesión de cisteína
celular (no tóxicos)
oxidante
Concentraciones plasmáticas
Las concentraciones plasmáticas de paracetamol obtenidas entre 4 h y 24 h
después de la ingestión del fármaco pueden usarse para predecir el riesgo de
hepatoxicidad aplicando el nomograma de la figura 54-3 (7). Si la concentra-
ción plasmática se sitúa en la región de alto riesgo del nomograma, el riesgo
de sufrir hepatoxicidad es del 60 % o superior, y está justificada la administra-
ción de un antídoto. El riesgo de hepatotoxicidad es sólo del 1-3 % en la región
Concentración plasmática de paracetamol (μg/ml)
150
100
Alto
Lí
ne riesgo
a
50 de
tra
37.5 ta
m
ie
nt
o
20
Bajo
riesgo
10
0 4 6 12 16 20 24
Horas tras la ingestión
FIGURA 54-3. Nomograma para predecir el riesgo de hepatotoxicidad según
la concentración plasmática de paracetamol entre 4 h y 24 h después de la ingestión.
Una concentración plasmática situada en, o por encima de, la línea de tratamiento es
una indicación para iniciar el tratamiento con el antídoto N-acetilcisteína. Nomograma
reproducido de la referencia 7.
N-Acetilcisteína
El glutatión no atraviesa con facilidad las membranas celulares, por lo que la
administración de glutatión no es una opción terapéutica viable para la he-
patotoxicidad por paracetamol. La N-acetilcisteína (NAC) es un análogo del
glutatión que atraviesa con facilidad las membranas celulares y puede actuar
como un sustituto del glutatión intracelular (v. fig. 54-2) (8). El residuo de cis-
teína en la NAC contiene un grupo sulfhidrilo (SH) que es capaz de reducir
(e inactivar) el metabolito tóxico del paracetamol.
Cronología
La NAC es más eficaz cuando el tratamiento se inicia en las 8 h siguientes
a la ingestión; en esta situación, la NAC disminuye el riesgo de hepatotoxi-
cidad hasta < 5 % (3). La protección que proporciona es menor cuando han
transcurrido más de 10 h, si bien se mantiene un cierto grado de protección
si se administra en las primeras 24 h tras la ingestión (6,9). La NAC también
puede aportar beneficios una vez que se ha iniciado la hepatotoxicidad por
paracetamol (3,10). Por lo tanto, los signos de hepatotoxicidad en las primeras
24 h tras el consumo del fármaco constituyen una indicación para instaurar el
tratamiento con NAC (3).
Pautas terapéuticas
La NAC puede administrarse por vía intravenosa o por vía oral aplicando
las pautas que se muestran en la tabla 54-1. A pesar de que existen diferen-
cias significativas en la dosis total de NAC y en la duración del tratamiento,
ambas pautas posológicas tienen prácticamente la misma eficacia (13,14). Es
preferible la vía intravenosa porque es el método más fiable para administrar
el fármaco y no resulta tan desagradable como la ingestión por vía oral (v.
«Reacciones adversas»).
Reacciones adversas
La NAC intravenosa puede causar reacciones anafilactoides, y se han docu-
mentado reacciones mortales en pacientes asmáticos (15). Administrada por
vía oral, la NAC tiene un sabor sumamente desagradable (por el contenido
en azufre), y a menudo provoca náuseas y vómitos. El régimen por vía oral
produce diarrea en alrededor del 50 % de los pacientes, pero esta complicación
suele resolverse con el tratamiento continuado (16).
Carbón activado
El paracetamol se absorbe rápidamente desde el tracto gastrointestinal, y se
recomienda la administración de carbón activado (1 g/kg de peso) únicamen-
te si se administra en las 4 h siguientes a la ingestión del fármaco (17). Sin
embargo, tras una ingestión masiva, el carbón activado puede proporcionar
ciertos beneficios si se administra antes de que hayan transcurrido 16 h (3). El
carbón activado no limita la eficacia de la NAC oral (3).
Tratamiento de la sobredosis de paracetamol
Tabla 54.1
con N-acetilcisteína (NAC)
Pauta intravenosa:
Usar NAC al 20 % (200 mg/ml) para cada una de las dosis siguientes e
infudirlas por orden
1. 150 mg/kg en 200 ml de solución glucosada al 5 % en 60 min
2. 50 mg/kg en 500 ml de solución glucosada al 5 % en 4 h
3. 100 mg/kg en 1 000 ml de solución glucosada al 5 % en 16 h
Dosis total: 300 mg/kg en 21 h
Pauta oral:
Usar NAC al 10 % (100 mg/ml) y preparar una dilución 2:1 en agua o zumo
para confeccionar una solución al 5 % (50 mg/ml)
Dosis inicial: 140 mg/kg
Dosis de mantenimiento: 70 mg/kg cada 4 h durante 17 dosis
Dosis total: 1 330 mg/kg en 72 h
BENZODIAZEPINAS
Las benzodiazepinas constituyen el segundo fármaco, tras los opiáceos, que
con más frecuencia están implicados en casos mortales relacionados con la
medicación (2). No obstante, la mortalidad es inusual cuando se ingieren solas
(18), y en los casos mortales relacionados con benzodiazepinas casi siempre
intervinen otros fármacos depresores de la respiración (p. ej., opiáceos) (2).
Manifestaciones clínicas
Las manifestaciones clínicas de las sobredosis de benzodiazepinas pueden
variar, en función de los fármacos ingeridos conjuntamente. Las sobredosis
puras de benzodiazepinas producen una sedación profunda, pero casi nunca
se observan cuadros comatosos (18). También son infrecuentes la depresión
respiratoria (2-12 % de los casos), la bradicardia (1-2 % de los casos) y la hipo-
tensión (5-7 % de los casos) (18). La intoxicación por benzodiazepinas puede
producir también un estado confusional agitado (con alucinaciones), que pue-
de confundirse con un cuadro de abstinencia alcohólica (18).
La intervención de las benzodiazepinas en una sobredosis aparente puede ser
difícil de establecer, ya que no existen análisis séricos para ellas y las determi-
Tratamiento
El tratamiento de la sobredosis por benzodiazepinas consiste en general en
medidas de apoyo, aunque se dispone de un antídoto.
Flumazenil
El flumazenil es un antagonista de las benzodiazepinas que se une a los recepto-
res de estos fármacos, pero no ejerce acción agonista alguna (20). Es eficaz para
revertir la sedación inducida por benzodiazepinas, pero no es tan concluyente
la antagonización de la depresión respiratoria inducida por estos fármacos (21).
Manifestaciones tóxicas
Las manifestaciones típicas de las sobredosis por bloqueantes β son la bradi-
cardia y la hipotensión (26). La bradicardia suele tener un origen sinusal y se
tolera bien. La hipotensión puede deberse a vasodilatación periférica (bloqueo
de renina) o a una disminución del gasto cardíaco (bloqueo del receptor β1).
La hipotensión, súbita al inicio, suele ser reflejo de una disminución del gasto
cardíaco y constituye un signo inquietante.
Neurotoxicidad
La mayoría de los betabloqueantes son lipófilos y tienden a acumularse en
tejidos cricos en lípidos, como el sistema nervioso central. Por ello, la sobre-
dosis de betabloqueantes suele acompañarse de letargo, disminución del nivel
de conciencia y convulsiones generalizadas. Esta última manifestación tiene una
prevalencia mayor de la sospechada, y se ha documentado en el 60 % de las so-
bredosis por propranolol (28). Al igual que la prolongación de la conducción
AV, las manifestaciones neurológicas no se deben al bloqueo de los receptores
β, y pueden estar relacionadas con el efecto estabilizador de membrana.
Glucagón
El glucagón es una hormona reguladora que actúa en oposición a la insulina
mediante la estimulación de la degradación del glucógeno para elevar las ci-
fras de glucemia. En un papel aparentemente sin relación, el glucagón antago-
niza la depresión cardíaca producida por los antagonistas de los receptores β.
Mecanismo de acción
La ilustración de la figura 54-4 muestra cómo la administración de glucagón
puede corregir la depresión cardíaca causada por betabloqueantes y antago-
nistas de los canales del calcio. El receptor del glucagón y el receptor β están
unidos a la adenilato ciclasa en la superficie interna de la membrana celular.
La activación de cada complejo receptor-enzima produce la hidrólisis del tri-
fosfato de adenosina (ATP) y la formación de monofosfato de adenosina cícli-
co (AMPc). A continuación, el AMPc activa una proteína cinasa que promueve
el desplazamiento del calcio a través de la membrana celular hacia el interior
de la célula. La entrada de calcio promueve las interacciones entre proteínas
contráctiles para potenciar la fuerza de la contracción cardíaca.
Esta secuencia de reacciones que se acaba de describir es responsable de los
efectos inotrópicos y cronotrópicos positivos de la estimulación de los recepto-
res β. Como se producen las mismas reacciones con la activación del receptor
de glucagón, éste ejerce efectos inotrópicos y cronotrópicos positivos equiva-
lentes a los antagonistas de los receptores β y, lo que es más importante, la
orientación paralela del receptor para el glucagón y el receptor beta permite
que el glucagón conserve sus efectos de estimulación cardíaca cuando los re-
ceptores β están quiescentes. Éste es el fundamento del papel que desempeña
el glucagón como antídoto en la intoxicación por bloqueantes β.
Aplicación clínica
El glucagón está indicado para el tratamiento de la hipotensión y la bradi-
cardia sintomática asociadas a la exposición tóxica a bloqueantes β. Cuando
se utiliza en las dosis apropiadas, el glucagón desencadenará una respuesta
favorable en el 90 % de los pacientes (29). No está indicado para antagonizar
la prolongación de la conducción AV ni las alteraciones neurológicas que se
Antagonistas
del calcio Membrana
celular
Receptor Receptor
del beta
glucagón
G G
Adenilato
ciclasa
ATP AMPc
Inamrinona PDE
Proteínas
contráctiles
AMP
Pauta terapéutica
Las recomendaciones para las dosis de glucagón se muestran en la tabla 54-2. La
dosis eficaz puede variar de un paciente a otro, pero una dosis en embolada i.v. de
3-5 mg debe ser eficaz en la mayoría de los adultos (28,29). La dosis inicial es de 3 mg
(o 0,05 mg/kg) en embolada i.v. La respuesta al glucagón suele observarse en
los 3 min siguientes (30). Si la respuesta no es satisfactoria, puede administrarse
una segunda dosis i.v. de 5 mg (o 0,07 mg/kg). Los efectos del glucagón son
de corta duración (5 min), por lo que una respuesta favorable debe ir seguida
de una infusión continua (5 mg/h). La respuesta cronotrópica al glucagón es
óptima cuando la concentración plasmática de calcio ionizado es normal (31).
Efectos adversos
Las náuseas y los vómitos son frecuentes con dosis de glucagón superiores a
5 mg/h. La hiperglucemia leve es un hecho frecuente, y se debe a la estimu-
lación de la glucogenólisis. La respuesta insulínica a la hiperglucemia puede
impulsar el movimiento de potasio al interior de las células y promover la
aparición de hipopotasemia. Finalmente, el glucagón estimula la liberación de
catecolaminas desde la médula suprarrenal, lo que puede causar aumentos no
deseados de la presión arterial en los pacientes con hipertensión.
Inhibidores de la fosfodiesterasa
Los inhibidores de la fosfodiesterasa (p. ej., inamrinona, milrinona) aumentan
la fuerza contráctil cardíaca al inhibir la degradación del AMP cíclico, como
se ilustra en la figura 54-4. Estos fármacos pueden aumentar el gasto cardíaco
en el contexto de un bloqueo β (32), y deben añadirse al aumento en el AMP
cíclico producido por el glucagón. Sin embargo, no está claro si los inhibidores
de la fosfodiesterasa se añaden a la eficacia del glucagón en la toxicidad por
bloqueantes β. Como estos fármacos son vasodilatadores y pueden producir
descensos no deseados de la presión arterial, suelen reservarse para casos de
toxicidad por bloqueantes β que no responden a la administración de glucagón.
OPIÁCEOS
Los opiáceos intervinen en el 75 % de las sobredosis farmacológicas mortales en
Estados Unidos (2a), y este problema probablemente aumentará, en lugar de
disminuir. Los efectos adversos de los opiáceos se describen en el capítulo 51; la
descripción siguiente se centra en el uso de naloxona, un antagonista opiáceo.
Características clínicas
La descripción clásica de una sobredosis de opiáceos es de un paciente que
acude con estupor, pupilas puntiformes y respiración lenta (bradipnea). Sin
embargo, estas manifestaciones clínicas pueden estar ausentes o ser inespecí-
ficas, y es imposible identificar una sobredosis de opiáceos basándose sólo en
los síntomas clínicos o en la exploración física (33). La respuesta a la adminis-
tración de naloxona, un antagonista opiáceo, es probablemente el método más
fiable para identificar una sobredosis de opiáceos.
Naloxona
La naloxona es un antagonista opiáceo puro, es decir, se une a los receptores
opiáceos endógenos, pero no desencadena respuestas agonistas. Su eficacia
es mayor para bloquear los receptores mu (responsables sobre todo de la
Pauta terapéutica
La naloxona suele administrarse en embolada intravenosa, y su efecto se
manifiesta en los 3 min siguientes. Otras vías de administración alternativas
son la inyección intramuscular (inicio en 15 min), la inyección intraósea, la in-
yección intralingual y la instilación endotraqueal (36). Para revertir los efectos
sedantes de los opiáceos suele necesitarse una dosis de naloxona menor que
para antagonizar la depresión respiratoria.
Naloxona empírica
El tratamiento empírico con naloxona (0,2-8 mg en embolada i.v.) se ha usado
en pacientes con alteración del estado mental para identificar casos ocultos
de sobredosis de opiáceos. Sin embargo, esta práctica sólo es eficaz en menos
del 5 % de los pacientes con alteraciones del estado mental de etiología des-
conocida (38). Se ha propuesto un planteamiento terapéutico alternativo en el
que únicamente se indica la administración de naloxona empírica en pacientes con
pupilas puntiformes y pruebas circunstanciales de adicción a opiáceos (p. ej., marcas
de pinchazo) (24,38). Cuando la naloxona se usa de este modo, se espera que
se produzca una respuesta favorable (lo que indicaría una sobredosis de opiá-
ceos) en alrededor del 90 % de los pacientes (38).
Reacciones adversas
La naloxona tiene pocos efectos secundarios. La reacción adversa más frecuente
es el síndrome de abstinencia a los opiáceos (ansiedad, calambres abdominales,
vómitos y piloerección). Hay casos clínicos de edema pulmonar agudo (sobre
todo en el período postoperatorio inmediato) y de convulsiones generalizadas
tras la administración de naloxona (24), pero son casos bastante inusuales.
SALICILATOS
A pesar del continuo declive de su prevalencia, la intoxicación por salicilatos
es la 14.ª causa más frecuente de mortalidad inducida por fármacos en Estados
Unidos (39).
Manifestaciones clínicas
La ingestión de 10-30 g de ácido acetilsalicílico (AAS) (150 mg/kg) puede tener
consecuencias mortales. Una vez ingerido, el AAS se convierte rápidamente
en ácido salicílico, que es la forma activa del fármaco. El ácido salicílico se
absorbe rápidamente en la parte superior del tracto gastrointestinal y se me-
taboliza en el hígado. El sello característico de la intoxicación por salicilatos es
la combinación de alcalosis respiratoria y acidosis metabólica.
Alcalosis respiratoria
Unas horas después de la ingestión de AAS, se produce un aumento de la
frecuencia respiratoria y del volumen corriente. Esto se debe a la estimulación
directa de neuronas respiratorias del tronco encefálico por parte del ácido sa-
licílico, y el aumento subsiguiente de la ventilación por minuto produce una
disminución de la PCO2 arterial (alcalosis respiratoria aguda).
Acidosis metabólica
El ácido salicílico es un ácido débil que no se disocia con facilidad y, por lo
tanto, no produce acidosis metabólica. Sin embargo, el ácido salicílico activa
proteínas en las mitocondrias que desacoplan la fosforilación oxidativa, lo
que produce un aumento importante de la producción anaeróbica de ácido
láctico, y ésta es la fuente principal de la acidosis metabólica en la intoxicación
por salicilatos. La acidosis metabólica con alcalosis respiratoria produce una
gasometría arterial en la que se observa una PCO2 baja, un bicarbonato bajo
y un pH normal (v. Regla 3 en la p. 593). El pH sérico descenderá finalmente
Otras manifestaciones
Las manifestaciones clínicas en las primeras fases de la toxicidad por salicila-
tos consisten en náuseas, vómitos, acúfenos y agitación. La progresión del to-
xídrome se asocia a cambios neurológicos (delirio, convulsiones y progresión
hacia el coma), fiebre (por el desacoplamiento de la fosforilación oxidativa) y
síndrome de dificultad respiratoria aguda (SDRA).
Diagnóstico
La concentración plasmática de salicilato se usa para confirmar o descartar el
diagnóstico de toxicidad por salicilato. El intervalo terapéutico en plasma es
de 10-30 mg/l (0,7-2,2 mmol/l), y niveles superiores a 40 mg/l (2,9 mmol/l) se
consideran tóxicos (40). Los niveles plasmáticos de salicilatos suelen elevarse
en las 4-6 h siguientes a la ingestión tóxica.
Tratamiento
El tratamiento de la toxicidad por salicilatos consiste en medidas generales
de apoyo (líquidos, vasopresores y ventilación mecánica), si es necesario. Se
recomienda administrar varias dosis de carbón activado, que pueden iniciarse
en las 2-3 h siguientes a la ingestión tóxica. La dosis recomendada es de 25 g
por vía oral cada 2 h en 3 dosis.
Alcalinización
La alcalinización de la orina para potenciar la excreción de salicilatos consti-
tuye el elemento esencial del tratamiento de la intoxicación por salicilatos. El
ácido salicílico tiene un pK de 3 (el pK es el pH en el que el 50 % del ácido está
disociado), lo que significa que el ácido se disociará más fácilmente a medida
que aumente el pH. Un pH alcalino en la orina favorecerá la disociación del
ácido salicílico en los túbulos renales, y esto «atrapa» el ácido salicílico en la
luz tubular renal, donde puede excretarse por la orina. Las infusiones de bi-
carbonato se usan para elevar el pH de la orina empleando la pauta siguiente,
que se resume en la tabla 54-4.
Hemodiálisis
La hemodiálisis es el método más eficaz para eliminar salicilatos del cuerpo (42).
Entre las indicaciones para la hemodiálisis se encuentran una concentración
sérica de salicilatos > 100 mg/dl, la presencia de insuficiencia renal o de SDRA,
o la progresión de un toxídrome, a pesar del tratamiento de alcalinización (39).
COMENTARIO FINAL
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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TOXÍDROMES NO
FARMACEÚTICOS
En materia clínica, la ignorancia puede ser peligrosa,
pero la ignorancia de la ignorancia puede tener consecuencias mortales.
P.L.M.
MONÓXIDO DE CARBONO
El monóxido de carbono (CO) es un producto gaseoso de la combustión in-
completa de materia orgánica (basada en el carbono), y parte de la reacción
de oxidación del dióxido de carbono: es decir, 2CO + O2 → 2 CO2. La principal
fuente de intoxicación por CO es la inhalación de humo durante incendios de
estructuras. Los tubos de escape de los motores de automóviles fueron en su
día una de las fuentes más importantes de CO, pero la obligación de colocar
catalizadores en todos los automóviles (para convertir el CO en CO2) ha redu-
cido las emisiones en más de un 95 %.
Fisiopatología
El monóxido de carbono se une a las moléculas del grupo hemo en la hemo-
globina (en el mismo lugar donde se une el oxígeno), para producir carboxihe-
moglobina (COHb). La afinidad del CO para unirse a la hemoglobina es 200-
330 veces mayor que la afinidad del O2, y con presiones de CO de únicamente
0,4 mm Hg puede saturarse por completo la hemoglobina (2). Los efectos de la
COHb sobre la oxigenación sistémica se muestran en la figura 55-1. Las curvas
de esta gráfica muestran la relación entre la tensión de oxígeno (PO2) y el con-
tenido de oxígeno cuando la cifra de hemoglobina es normal (curva superior),
y cuando la COHb constituye el 50 % de las moléculas de hemoglobina (curva
inferior) (3). El contenido de O2 arterial (punto A) disminuye en proporción
981
20
A
Normal
(CaO2 – CvO2) = 5 ml/dl
15
V
Contenido de O2 (ml/dl)
10 A
50 % de carboxihemoglobina
5 ml/dl
5 V
PvO2
0
10 20 30 40 50 60 70 80 90 100
PO2 (mm Hg)
Otros efectos
El monóxido de carbono tiene efectos tóxicos que no guardan relación con la
COHb (4). Entre ellos se encuentran: (a) inhibición de la citocromo oxidasa,
que altera la capacidad para generar ATP a partir del metabolismo oxidativo,
(b) liberación de óxido nítrico desde las plaquetas, lo que promueve la forma-
ción de peroxinitrito, un oxidante potente capaz de producir lesiones celulares
generalizadas, y (c) activación de los neutrófilos, lo que constituye una causa
adicional de lesión oxidativa (v. fig. 14-1). Estos efectos pueden desempeñar
un papel importante en la intoxicación por CO, ya que existe una correlación
escasa entre las cifras de COHb y la gravedad de la intoxicación por monóxido
de carbono (1,4).
Manifestaciones clínicas
Las afirmaciones siguientes resumen las manifestaciones clínicas de la intoxi-
cación por CO, que son variables e inespecíficas.
1. No existe correlación entre las manifestaciones clínicas de la intoxicación
por CO y los niveles de COHb en sangre (1,4).
2. La cefalea (habitualmente frontal) y los mareos son los signos más precoces
y frecuentes en la intoxicación por CO (se documentan en el 85 % y en el
90 % de los pacientes, respectivamente).
3. La exposición progresiva a CO puede producir ataxia, confusión, delirio,
convulsiones generalizadas y coma (4).
4. Los efectos cardíacos de la intoxicación por CO consisten en una elevación
de los biomarcadores, con angiografía coronaria normal, y disfunción sis-
tólica transitoria del ventrículo izquierdo (5).
5. Los casos avanzados de intoxicación por CO pueden acompañarse de
rabdomiólisis, acidosis láctica y síndrome de dificultad respiratoria aguda
(SDRA) (4).
6. El color «rojo cereza» de la piel en las descripciones clásicas de la intoxica-
ción por CO (ya que la COHb es una tonalidad de un rojo más brillante que
la hemoglobina) es un signo inusual (1).
Diagnóstico
No puede establecerse el diagnóstico de intoxicación por CO basándose única-
mente en los signos y síntomas. Se sospecha cuando los signos y síntomas de
presentación son compatibles con una intoxicación por CO y en anamnesis se
identifica una fuente probable de exposición (p. ej., el incendio de una casa). El
diagnóstico se confirma por la elevación del nivel de COHb en sangre.
Carboxihemoglobina
La determinación de la hemoglobina en sus diferentes formas (hemoglobina
oxigenada y desoxigenada, metahemoglobina y carboxihemoglobina) se basa
en la absorción de la luz; este método se conoce como oximetría, y se describe
en el capítulo 21. Las afirmaciones siguientes resumen la aplicación de la oxi-
metría para medir las cifras de COHb en sangre.
1. La pulsioximetría NO es fiable para la detección de COHb. Los pulsioxí-
metros utilizan dos longitudes de ondas de luz para medir la hemoglobina
oxigenada y desoxigenada en sangre. La absorbancia de la luz a una de las
longitudes de onda (660 nm) es muy similar para la hemoglobina oxigena-
da y la COHb (v. la fig. 21-1 en la p. 410), por lo que la COHb se mide en
Tratamiento
El tratamiento de la intoxicación por CO consiste en la inhalación de oxígeno
al 100 %. La semivida de eliminación de la COHb es de 320 min respirando
aire ambiental, y de 74 min con oxígeno al 100 % (1), por lo que sólo se necesi-
tan unas horas de respiración con oxígeno puro para que los valores de COHb
vuelvan a la normalidad.
Oxígeno hiperbárico
El oxígeno hiperbárico se ha aconsejado como medio para reducir las secuelas
neurológicas tardías en la intoxicación por CO, pero las pruebas relativas a sus
beneficios no han sido convincentes (7).
Cianuro
Los incendios en las viviendas generan cianuro, aparte de CO, y en todos los
pacientes con intoxicación por CO debida a este tipo de incendios debe consi-
derarse la posibilidad de una intoxicación por cianuro. Cuando la inhalación
de humos de un incendio domiciliario se acompaña de acidosis metabólica
intensa (pH < 7,2) o de una elevación importante de la concentración de lactato
sérico (≥ 10 mmol/l), se recomienda instaurar un tratamiento empírico para la
intoxicación por cianuro (1). En el apartado siguiente se comenta el tratamien-
to de la intoxicación por cianuro.
CIANURO
El cianuro es una sustancia tóxica letal con un historial infame. Los nazis
usaron gas de ácido cianhídrico (Zyklon-B) para el genocidio de la década
de 1940, y en el año 1978 se usaron zumos de frutas ligados con cianuro para
el suicidio/asesinato en masa de Jim Jones y sus seguidores. La causa más
importante de intoxicación por cianuro es la inhalación de gas de ácido cian-
hídrico durante los incendios domésticos (8,9). La infusión de nitroprusiato
sódico, un vasodilatador, es otra causa de intoxicación por cianuro en los pa-
cientes de la UCI (v. fig. 53-4).
Fisiopatología
Los iones de cianuro tienen una gran afinidad por las metaloproteínas, inclu-
yendo el hierro oxidado (Fe3+) de la citocromo oxidasa y la metahemoglobina,
y el cobalto en la hidroxicobalamina (un precursor de la vitamina B12). La
Manifestaciones clínicas
Los primeros signos de intoxicación por cianuro consisten en agitación, taqui-
cardia y taquipnea, y representan la etapa compensadora de acidosis meta-
bólica. La acumulación progresiva de cianuro produce finalmente pérdida de
conciencia, bradicardia, hipotensión y parada cardíaca. Los niveles plasmá-
ticos de lactato suelen estar muy elevados (> 10 mmol/l), y la sangre venosa
puede adoptar un aspecto «arterializado», debido a un importante descenso
de la utilización de oxígeno por parte de los tejidos. La progresión es rápida
tras la inhalación de humos, y el tiempo transcurrido desde el inicio de los
síntomas hasta la parada cardíaca puede ser inferior a 5 min (8).
Diagnóstico
La intoxicación por cianuro es un diagnóstico clínico. Para documentarla,
pueden usarse los niveles de cianuro en sangre, si bien los resultados no
son inmediatos, y la necesidad de administrar rápidamente los antídotos del
cianuro para que los resultados sean óptimos descarta su utilidad. El diagnós-
tico clínico de intoxicación por cianuro es particularmente problemático en
las víctimas de inhalación de humos, ya que muchas de las manifestaciones
clínicas de esta intoxicación son indistinguibles de las de la intoxicación por
monóxido de carbono (CO). Como norma general, las manifestaciones clínicas
que distinguen una intoxicación por cianuro de una intoxicación por CO, en víctimas
de inhalación de humos, es la presencia de acidosis metabólica (láctica) grave e inesta-
bilidad hemodinámica (8,9).
Tratamiento
La administración del antídoto debe iniciarse inmediatamente después de la
sospecha de encontrarse ante una intoxicación por cianuro. En la tabla 55-1 se
muestran los antídotos para esta intoxicación.
Hidroxicobalamina
El antídoto de elección para la intoxicación por cianuro es la hidroxicobalamina,
un precursor de la vitamina B12 que contiene cobalto y que se combina con
el cianuro para formar cianocobalamina, que se excreta por la orina. La dosis
recomendada es de 5 g en embolada i.v. En los pacientes con parada cardíaca
se recomienda una segunda dosis de 5 g (8). El uso de hidroxicobalamina es
relativamente seguro, pero la orina y otros líquidos corporales pueden teñirse
de rojo durante algunos días (tabla 55-1).
En las referencias 8, 9.
Tiosulfato sódico
El tiosulfato sódico convierte el cianuro en tiocianato (v. ecuación 55.1), y
se usa en combinación con la hidroxicobalamina. La dosis recomendada es
de 12,5 g en embolada intravenosa. Como el tiocianato puede acumularse en la
insuficiencia renal y causar una psicosis aguda (10), no debe usarse tiosulfato en
pacientes con insuficiencia renal. Si se administra tiosulfato antes de disponer de
la confirmación de una insuficiencia renal, habrá que vigilar la aparición de
signos de toxicidad por tiocianato (que se trata con hemodiálisis).
Nitratos
Los nitratos pueden fomentar la eliminación de cianuro al promover la
formación de metahemoglobina. Sin embargo, los nitratos tienen efectos se-
cundarios adversos, y están contraindicados en la inhalación de humos (porque
pueden causar una desviación a la izquierda de la curva de disociación de la
oxihemoglobina y agravar el efecto de forma similar al monóxido de carbono).
ALCOHOLES TÓXICOS
El etilenglicol y el metanol son componentes habituales de productos de lim-
pieza del hogar, de automoción e industriales, y producen toxídromes caracte-
rizados por acidosis metabólica. Se conocen como alcoholes tóxicos (10), que es
una denominación inadecuada porque implica que el etanol no es tóxico. Los
alcoholes tóxicos constituyen la 12.ª causa de exposiciones tóxicas en Estados
Unidos (11).
Etilenglicol
El etilenglicol es el ingrediente principal en numerosos productos anticonge-
lantes de automoción. Tiene un sabor dulce y agradable, lo que le convierte en
un método popular para las tentativas de suicidio.
Fisiopatología
El etilenglicol se absorbe rápidamente desde el tracto gastrointestinal, y el
80 % de la dosis ingerida se metaboliza en el hígado. Como se muestra en la
figura 55-2, el metabolismo del etilenglicol supone la formación de una serie
de ácidos con la participación de dos enzimas, la alcohol deshidrogenasa y la
lactato deshidrogenasa, y finaliza con la formación de ácido oxálico (12). Cada
una de las reacciones intermedias supone la conversión de NAD en NADH, lo
que promueve la conversión de piruvato en lactato. Como resultado, los nive-
les séricos de lactato también están elevados en la intoxicación por este alcohol
(12). Cada uno de los ácidos intermedios en el metabolismo del etilenglicol es
un ácido fuerte que se disocia con facilidad, y que puede contribuir a la aci-
dosis metabólica. El ácido oxálico también se combina con calcio para formar
cristales de oxalato cálcico insolubles que precipitan en varios tejidos, algo
particularmente prominente en los túbulos renales. Estos cristales pueden ser
una causa de lesión tubular renal.
Manifestaciones clínicas
Los primeros signos de la intoxicación por etilenglicol consisten en náuseas,
vómitos y embriaguez aparente (alteración del estado mental, dificultad para
articular palabras y ataxia). Como el etilenglicol es inodoro, el aliento no des-
pide olor a alcohol. Los casos graves se acompañan de disminución del nivel
de conciencia, coma, convulsiones generalizadas, insuficiencia renal, edema
pulmonar e insuficiencia cardiovascular (12). La insuficiencia renal puede ser
un signo tardío (24 h después de la ingestión).
Etilenglicol Metanol
Piruvato Piruvato
NADH NADPH
AD FMP AD
NAD NADP
Tratamiento
El tratamiento de la intoxicación por etilenglicol consiste en medidas para
alterar el metabolismo de este alcohol, junto con hemodiálisis si es necesario.
Metanol
El metanol (conocido también como alcohol de madera, ya que la primera vez
que se destiló fue a partir de la madera), es un ingrediente habitual de las la-
cas, los barnices, los líquidos de limpiaparabrisas y en combustibles de cocina
sólidos (12).
Fisiopatología
Al igual que el etilenglicol, el metanol se absorbe rápidamente desde la parte su-
perior del tracto gastrointestinal y es metabolizado en el hígado por la acción de
la enzima alcohol deshidrogenasa. El metabolito principal es el ácido fórmico,
un ácido fuerte que se disocia con facilidad y produce una acidosis metabólica
con un hiato aniónico elevado. El ácido fórmico también es una toxina mito-
condrial que inhibe la citocromo oxidasa y bloquea la producción de energía
oxidativa. Los tejidos particularmente sensibles a sufrir daños son la retina, el
nervio óptico y los ganglios basales (12). El metabolismo del metanol promueve
la conversión del piruvato en lactato, del mismo modo que se ha descrito en el
metabolismo del etilenglicol, y la producción de lactato aumenta aun más por
los efectos del ácido fórmico sobre la actividad de la citocromo oxidasa.
Manifestaciones clínicas
Las primeras manifestaciones (en las 6 h siguientes a la ingestión) consisten en
signos de embriaguez aparente sin olor a alcohol en el aliento (como en la in-
toxicación por etilenglicol). Los signos más tardíos (entre 6 h y 24 h después de
la ingestión) consisten en alteraciones visuales (p. ej., escotoma, visión borro-
sa, ceguera completa), disminución del nivel de conciencia, coma y convulsio-
nes generalizadas (12). La exploración de la retina puede revelar la presencia
de papiledema y edema retiniano generalizado. Las alteraciones visuales son
características de la intoxicación por metanol, y no son una característica de la
intoxicación por etilenglicol.
Los estudios analíticos muestran una acidosis metabólica con un hiato anióni-
co y un hiato osmolal elevado, igual que en la intoxicación por etilenglicol. Sin
embargo, no existe cristaluria en la intoxicación por metanol. Se dispone de un
análisis plasmático para el metanol, considerándose tóxico un nivel superior
a 20 mg/dl. Sin embargo, los resultados tardan, por lo que no se usan para
adoptar la decisión de instaurar el tratamiento.
Tratamiento
El tratamiento de la intoxicación por metanol es el mismo que el que se ha
descrito para la intoxicación por etilenglicol, salvo por lo siguiente: (a) la alte-
ración visual constituye una indicación para la diálisis en la intoxicación por
metanol, y (b) se utiliza ácido folínico como tratamiento complementario en la
intoxicación por metanol, en lugar de tiamina y piridoxina.
COMENTARIO FINAL
Merece la pena insistir en los puntos siguientes de este capítulo:
1. La intoxicación por monóxido de carbono puede pasar desapercibida si
nos basamos exclusivamente en las lecturas de pulsioximetría para detectar
una desaturación de oxígeno. Para detectar valores de carboxihemoglobina
elevados se necesita un CO-oxímetro de 8 longitudes de onda, disponible
en la mayoría de los laboratorios clínicos.
2. Una víctima de inhalación de humos con una acidosis metabólica grave
debe tratarse de forma empírica como si fuera una intoxicación por cianuro.
3. La intoxicación por metanol y etilenglicol deben considerarse en todo
paciente con una acidosis metabólica con hiato aniónico elevado de etiolo-
gía dudosa.
4. Cuando se considere la posibilidad de una intoxicación por etilenglicol, la
inspección de la orina buscando la presencia de cristales monohidratados
de oxalato cálcico puede aportar información útil.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Monóxido de carbono
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Cianuro
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12. Kruse PA. Methanol and ethylene glycol intoxication. Crit Care Clin 2012; 28:661–
711.
APÉNDICES
Vernon Law
UNIDADES Y
CONVERSIONES
Las unidades de medida en las ciencias médicas se toman del sistema métrico
(centímetro, gramo, segundo) y del sistema anglosajón (pie, libra, segundo).
Durante la Revolución Francesa se introdujeron las unidades métricas, y se revi-
saron en 1960. Las unidades revisadas son las denominadas unidades del Sistema
Internacional (SI), que son las unidades actuales de referencia en todo el mundo.
Calibres French
Diámetro externo*
Calibre French Pulgadas mm
1 0,01 0,3
4 0,05 1,3
8 0,10 2,6
10 0,13 3,3
12 0,16 4
14 0,18 4,6
16 0,21 5,3
18 0,23 6
20 0,26 6,6
22 0,28 7,3
24 0,31 8
26 0,34 8,6
28 0,36 9,3
30 0,39 10
32 0,41 10,6
34 0,44 11,3
36 0,47 12
38 0,50 12,6
*Los diámetros pueden variar según los fabricantes. Sin embargo, un cálculo aproximado es
DE (mm) × 3 = calibre French.
Calibres Gauge
Diámetro externo*
Calibre Gauge Pulgadas mm
26 0,018 0,45
25 0,020 0,50
24 0,022 0,56
23 0,024 0,61
22 0,028 0,71
21 0,032 0,81
20 0,036 0,91
19 0,040 1,02
18 0,048 1,22
16 0,040 1,62
14 0,080 2,03
12 0,104 2,64
*Los diámetros pueden variar según los fabricantes.
VALORES DE
REFERENCIA
SELECCIONADOS
Parte 1 Valores de referencia para algunos análisis clínicos
Unidades
Sustancia Líquido tradicionales ×k= Unidades SI
Acetoacetato P, S 0,3-3 mg/dl 97,95 3-30 μmol/l
Alanina aminotransferasa S 0-35 U/l 0,016 0-0,58 μkat/l
(SGPT)
Albúmina S 4-6 g/dl 10 40-60 g/l
LCR 11-48 mg/dl 0,01 0,11-0,48 g/l
Aldolasa S 0-6 U/l 16,6 0-100 nkat/l
Amilasa S 0-130 U/l 0,016 0-2,17 μkat/l
Amoníaco P 10-80 μg/dl 0,587 5-50 μmol/l
Aspartato S 0-35 U/l 0,016 0-0,58 μkat/l
aminotransferasa (SGOT)
Bicarbonato S 22-26 mEq/l 1 22-26 mmol/l
Bilirrubina: Total S 0,1-1 mg/dl 17,1 2-18 μmol/l
Conjugada S ≤ 0,2 mg/dl ≤ 4 μmol/l
Calcio: Total S 8,5-10,5 mg/dl 0,26 2,2-2,6 mmol/l
Ionizado P 2,2-2,3 mEq/l 0,49 1,1-1,15 mmol/l
Cianuro: No tóxico ST < 5 μg/dl 3,8 < 19 μmol/l
Letal > 30 μg/dl > 114 μmol/l
Cloruro P, S 95-105 mEq/l 1 95-105 mol/l
LCR 120-130 mEq/l 120-130 mmol/l
O 10-200 mEq/l 10-200 mmol/l
1001
PESO Libras 100 105 110 115 120 125 130 135 140 146 150 155 160 165 170 175 180 185 190 195 200 205 210 215
kg 45.5 47.7 50.0 52.3 54.5 56.8 59.1 61.4 63.6 65.9 68.2 70.5 72.7 75.0 77.3 79.5 81.8 84.1 86.4 88.6 90.9 93.2 95.5 97.7
ALTURA Peso bajo Sano Sobrepeso Obeso Obesidad mórbida
Pulgadas cm
5.'0" – 152,4 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32 33 34 35 36 37 38 39 40 41 42
5.'1" – 154,9 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32 33 34 35 36 36 37 38 39 40
5.'2" – 157,4 18 19 20 21 22 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32 33 33 34 35 36 37 38 39
5.'3" – 160,0 17 18 19 20 21 22 23 24 24 25 26 27 28 29 30 31 32 32 33 34 35 36 37 38
5.'4" – 162,5 17 18 18 19 20 21 22 23 24 24 25 26 27 28 29 30 31 31 32 33 34 35 36 37
5.'5" – 165,1 16 17 18 19 20 20 21 22 23 24 25 25 26 27 28 29 30 30 31 32 33 34 35 35
5.'6" – 167,6 16 17 17 18 19 20 21 21 22 23 24 25 25 26 27 28 29 29 30 31 32 33 34 34
5.'7" – 170,1 15 16 17 18 18 19 20 21 22 22 23 24 25 25 26 27 28 29 29 30 31 32 33 33
5.'8 – 172,7 15 16 16 17 18 19 19 20 21 22 22 23 24 25 25 26 27 28 28 29 30 31 32 32
5.'9" – 175,2 14 15 16 17 17 18 19 20 20 21 22 22 23 24 25 25 26 27 28 28 29 30 31 31
5.'10" – 177,8 14 15 15 16 17 18 18 19 20 20 21 22 23 23 24 25 25 26 27 28 28 29 30 30
5.'11" – 180,3 14 14 15 16 16 17 18 18 19 20 21 21 22 23 23 24 25 25 26 27 28 28 29 30
6.'0" – 182,8 13 14 14 15 16 17 17 18 19 19 20 21 21 22 23 23 24 25 25 26 27 27 28 29
6.'1" – 185,4 13 13 14 15 15 16 17 17 18 19 19 20 21 21 22 23 23 24 25 25 26 27 27 28
6.'2" – 187,9 12 13 14 14 15 16 16 17 18 18 19 19 20 21 21 22 23 23 24 25 25 26 27 27
6.'3" – 190,5 12 13 13 14 15 15 16 16 17 18 18 19 20 20 21 21 22 23 23 24 25 25 26 26
6.'4" – 193,0 12 12 13 14 14 15 15 16 17 17 18 18 19 20 20 21 22 22 23 23 24 25 25 26
FÓRMULAS
ADICIONALES
Esta sección presenta fórmulas que merecen mención, pero que no se incluyen
en ninguno de los capítulos.
1007
Aclaramiento de creatinina
Ecuación de Cockroft Gault (1):
(140 – edad) × Peso (kg)
CrCl = (ml/min)
SCr (mg/dl) × 72
× 0,85 (en mujeres)
Los números de página que van seguidos por una f indican figuras, y los que van
seguidos por una t indican tablas.
1009
Alcalosis Alimentación
por «contracción», 622 fórmulas inmunomoduladoras, 863t
láctica, 605 nasogástrica, pancreatitis grave, 725
metabólica, 619–630 por sonda, 859–873
clasificación, 624–625, 624t colocación de sondas, 866
definida, 619 complicaciones asociadas,
depleción de cloruro, 621 866–870
evaluación, 624–625 diarrea, 870
favorecida por hipopotasemia, oclusión de la sonda, 867–868
621 regurgitación, 868–870
generalidades, 619 contraindicaciones, 860
manifestación clínica, 622–624 criterios, 860
curva de disociación de la elaboración de una pauta,
oxihemoglobina, 623–624 864–865, 865t
hipoventilación, 622–623 ingesta proteica, 865
manifestaciones neurológicas, necesidades energéticas y
622 proteicas diarias, 864
mecanismo renal, 619–621 ritmo de infusión deseado,
pérdida de cloruro, 621 864–865
reabsorción de bicarbonato, selección de la fórmula, 864
620–621, 620f fórmulas alimenticias, 860–864,
secreción de bicarbonato, 620f, 861t
621 contenido de hidratos de
papel del cloruro, 628 carbono, 862
patogenia, 619–622 contenido lipídico, 862–863
factores predisponentes, densidad calórica, 860–862
621–622 enriquecidas con fibra, 862,
mecanismos renales, 619–621 862t
resistente a cloruro, 625 fórmula nutritiva única, 864
respuesta secundaria, 590 inmunomoduladoras, 863t
sensible a cloruro, 624–625 nutrientes esenciales
tratamiento, 625–628 condicionales, 863–864
alcalosis resistente a solución hemorragia por úlcera de estrés,
salina, 626–628 87
cloruro potásico, 626 instauración, 866
infusión de solución salina, pautas iniciales, 866
625–626, 626t riesgo de infección, 859–860
resistente a solución salina, Alteplasa, 309, 310t
626–628 para restablecer la permeabilidad
acetazolamida, 627 del catéter, 44,44t
infusión de ácido clorhídrico, Alteraciones
627–628, 627t electrolíticas, anfotericina B, 928
efectos adversos, 628 cetoacidosis alcohólica, 613
método, 627 neurológicas, áreas, 833f
respiratoria, 589, 709 American Heart Association, 124
Aldosterona Amilasa sérica, pancreatitis aguda,
potasio plasmático (K+), 675 720–721
reabsorción de bicarbonato, 621 fuentes de elevación, 721t
Q externo, 772
Quinupristina-dalfopristina, 938 interno, 772
Receptores adrenérgicos β,
R hipofosfatemia, 709–710
Rabdomiólisis, 764 Reclutamiento alveolar, 513–514
Radiografía Reducción leucocitaria, transfusiones
portátil de senos, 787f de plaquetas, 378
tórax, NAR, 556–559 Reflejo(s)
disminución del volumen oculares, evaluación del coma a la
pulmonar, 557f cabecera del enfermo, 808
especificidad, 556–557 oculocefálico, 808
portátil, limitación de la oculovestibular, 808
sensibilidad, 558f protectores de las vías respiratorias,
sensibilidad, 557–559 registros de temperatura, 770
Ranciedad, 440 Regurgitación, alimentación por
Ranitidina, hemorragia por úlcera de sonda, 868–870
estrés, 83t, 84 pacientes intolerantes, 869–870
RASS. V. Escala de sedación y agitación tratamiento procinético, 868–869
de Richmond (RASS) volumen gástrico residual, 868
RCP. V. Reanimación cardiopulmonar Relación de Frank-Starling, 152
(RCP) Remifentanilo, en la UCI, 905–906
Reacción(es) Rendimiento cardíaco
en cadena, 264–266, 438 efecto de la fibrilación auricular, 286
distónicas, en SNM, 766–767 influencia de la ventilación con
extrapiramidales, haloperidol, 917 presión positiva, 499–501
febriles no hemolíticas, 360 Reposición
definición, 360 hemostática, 209–210, 381
manifestaciones clínicas, 360 crioprecipitados, 210
transfusiones de plaquetas, 380 plaquetas, 210
tratamiento, 360–361 plasma fresco congelado, 209–210
hemolíticas agudas, 359 volumen, hipernatremia
manifestaciones clínicas, 360 hipovolémica, 659
tratamiento, 360 insuficiencia renal
hipersensibilidad, 273, 361 mioglobinúrica, 642–643
manifestaciones clínicas, 361 shock anafiláctico, 276
transfusiones de plaquetas, 380 shock séptico, 271
transfusiones de plasma, 384 Resina de intercambio catiónico, para
tratamiento, 361 eliminación de K+, 684
transulfuración, 985 Resistencia vascular, 163
Reanimación pulmonar (RVP), 163
cardiopulmonar (RCP), 325. V. sistémica (RVS), 163
también Parada cardíaca vías respiratorias, 493
con control de daños, 209–210 espiratoria, 493
Recalentamiento inspiratoria, 493
durante hipotermia, 772–773 Respiración
interno, 772 apoyada por presión, 511
shock por recalentamiento, estridulosa, 580
772–773 presión positiva, 257