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Romero, O. B. (2008).

Los retos de la equidad de género en la educación superior en

México y la inserción de mujeres en el mercado laboral. Arbor, 184(733), 795-815.

El principio de la equidad entre los géneros debe relacionarse estrechamente con los

derechos legales de las mujeres. Algunos de los instrumentos normativos más importantes

al respecto son:

• La Declaración Universal de Derechos Humanos (1948).

• La Convención y Recomendación relativas a la Lucha contra las Discriminaciones en la

esfera de la Enseñanza (1960).

• La Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la

Mujer, CEDAW (1979).

Los obstáculos principales que impiden la participación de las mujeres en la esfera de la

toma de decisiones (UNESCO, 1993):

• Acceso limitado a la educación en general, y a la educación superior en particular.

• Prácticas discriminatorias en materia de nombramientos y ascensos profesionales.

• Tensiones derivadas de la doble función familiar y profesional.

• Actitudes de la familia.

• Interrupciones de la carrera profesional.

• Estereotipos culturales.
• Alienación cultural masculina y resistencia continua a que las mujeres ocupen puestos de

dirección.

• Propagación del “síndrome de la barrera” (techo de cristal), que da prioridad a los

criterios encubiertos en materia de ascensos profesionales.

• Ausencia de políticas y legislaciones adecuadas que garanticen la participación de las

mujeres.

UNESCO (1993): Las mujeres en la Administración de la Enseñanza Superior, París:

UNESCO y Secretaría del Commonwealth.

Abramo, L. W. (2006). Trabajo decente y equidad de género en América Latina (pp. 29-

62). Santiago: Oficina Internacional del Trabajo.

La noción de equidad es un elemento central en la Agenda de Trabajo Decente y hace

referencia a las diversas formas de desigualdad y exclusión que afectan a los grupos

humanos en la sociedad, basadas tanto en el sexo como en el origen y condiciones

socioeconómicas, raza, etnia, nacionalidad, opciones políticas y religiosas, entre otras.

El trabajo decente es un trabajo libre de discriminación y donde los derechos de los

trabajadores sean respetados. La discriminación merma la libertad de los hombres y las

mujeres de escoger sus trayectorias profesionales y de vida, satisfacer sus aspiraciones,

adquirir y perfeccionar los conocimientos y competencias requeridos y ser remunerados en

función de sus capacidades y esfuerzos.


Más mujeres que hombres sufren el problema de ser reconocidos como sujetos de sus

derechos, porque están sobrerrepresentadas en las esferas desprotegidas e invisibles del

mundo laboral.

Garantizar el mismo status legal para hombres y mujeres es el primer paso necesario, pero

no es suficiente para alcanzar la efectiva igualdad de oportunidades y de trato en el mundo

del trabajo.

Esto implica (Abramo, 2006):

 Otorgar a la mujer protección a la maternidad.

 Aumentar sus posibilidades de acceso al trabajo remunerado y oportunidades de

generación de ingreso.

 Disminuir la invisibilidad del trabajo realizado en diversas esferas no reconocidas

en tanto tal.

 Mejorar la calidad de sus empleos.

 Garantizar la protección social (vejez, invalidez, salud, desempleo, enfermedades,

accidentes laborales y sus funciones reproductivas).

Abramo, L., & Valenzuela, M. E. (2006). Inserción laboral y brechas de equidad de género

en América Latina. Trabajo decente y equidad de género en América Latina, 29.

Ocaña Lara, G. A. (2022). Desigualdad de género en el ámbito laboral de los países de

América Latina en los estudios de revistas académicas de género de los últimos diez años

(Master's thesis, Quito, EC: Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador).
Las mujeres siguen teniendo un 30% menos de probabilidades que los hombres de tener un

empleo, y una mayor probabilidad de ser pobres y llegar a la vejez sin una pensión decente.

Todo esto perjudica el ejercicio de los derechos humanos y la eficiencia económica, y exige

un cambio urgente (Bando, Berlinski y Carrasco 2019).

Bando, Rosangela, Samuel Berlinski, and José Carrasco Martinez. 2019. “Desigualdad de

Género En América Latina.” Desigualdad de Género En América Latina: Un Largo

Camino Por Recorrer. https://blogs.iadb.org/ideas-quecuentan/es/desigualdad-de-genero-

en-america-latina-un-largo-camino-porrecorrer/.

“existe segregación sectorial y ocupacional misma que contribuye a la desigualdad de

género tanto en número de empleos como en su calidad, puesto que en gran medida las

mujeres que trabajan tienes limitantes en los sectores y en los cargos a desempeñar […] En

los países de bajos o altos ingresos las mujeres siguen trabajando menos horas en un

empleo remunerado; sin embargo, asumen la mayoría de las labores de cuidado y tareas

domésticas no remuneradas” (Organización Internacional del Trabajo, 2016; pp.16, 58).

“Los estereotipos de género de las mujeres y las expectativas de la sociedad de que éstas

asuman mayores responsabilidades de cuidado, la falta de modelos de referencia, una

cultura del trabajo que espera largas jornadas laborales, la infravaloración de las

calificaciones tradicionalmente “femeninas”, y unas medidas inadecuadas para conciliar la

vida laboral y familiar limitan las posibilidades de que las mujeres superen la segregación y

participen en igualdad de condiciones en la vida política, social y económica y en las

decisiones conexas, y ostenten cargos de alto nivel” (Organización Internacional del

Trabajo 2016, 21).


Organización Internacional del Trabajo. 2016. Las Mujeres En El Trabajo. Las Mujeres En

El Trabajo. Primera ed. Ginebra.

http://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/dgreports/dcomm/publ/documents/publication/

wcms_483214.pdf.

Para la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura

(2014), es tarea relevante el empoderamiento social y económico por medio del desempeño

laboral de la mujer, con el fin de que sea protagonista de su autonomía y decisiones de vida.

Gran parte de las actividades humanas (que pueden ser sociales, culturales, religiosas,

políticas, personales) en donde interactúen hombres y mujeres pueden generar inequidades

relacionadas con el género y llevan a situaciones de desigualdad tanto en las posibilidades y

oportunidades de vida, como en el acceso y control de los recursos disponible dentro dicha

actividad (Zamudio, Ayala y Arana 2014, 257).

Zamudio Sánchez, Francisco José, María del Rosario Ayala Carrillo, and Roxana Ivette

Arana Ovalle. 2014. “Mujeres y Hombres. Desigualdades de Género En El Contexto

Mexicano.” Estudios Sociales XXII (44): 251–79. http://www.scielo.org.mx/scielo.php?

script=sci_arttext&pid=S0188-45572014000200010.

En el caso de América Latina, la desigualdad históricamente fue parte esencial de la

sociedad pre hispana, y luego la misma cultura colonial fue la encargada de establecer y

solidificar las tendencias discriminadoras patriarcales (Cumes, 2012).

“Las mujeres necesitan trabajos de calidad que les garanticen un salario suficiente para

superar la pobreza, que les proporcionen autosuficiencia y seguridad económica, y que les
aseguren beneficios de protección social como seguro de desempleo y pensiones dignas en

la vejez” (Bustelo y Marchionni 2019, párr. 2).

Bustello y Marchioni (2019) reportan que para 117 millones de mujeres forman parte de la

fuerza de trabajo en América Latina y el Caribe, y en los últimos 50 años, la participación

laboral femenina pasó de 20% a 65%. Sin embargo, que haya mayor participación laboral

no significa que sea en igualdad de condiciones al laborar en la informalidad, por cuenta

propia o incluso sin remuneración monetaria.

Bustelo, Monserrat, and Mariana Marchionni. 2019. “Participación Laboral Femenina En

América Latina: Más y Mejor Es Posible.” El País.

https://elpais.com/elpais/2019/03/05/planeta_futuro/1551784280_188003.html.

La discriminación por género ocasiona limitaciones en el desarrollo de una sociedad,

debido que tiene relación directa con la economía de una nación ya que puede generar

menor productividad, frenar el desarrollo de capacidades actuales y futuras y disminuir la

institucionalidad” (Rivera y Araque 2019, 119).

Rivera Vásquez, Jairo, and Wilson Araque Jaramillo. 2019. “La Discriminación de Género

En El Mercado Laboral Ecuatoriano: Oportunidades y Desafíos.” Cuestiones Económicas

29 (1): 117–32. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=5818811.

Le perspectiva de género analiza el impacto diferenciado que tiene los presupuestos de los

gobiernos sobre mujeres y hombres y como se introducen las medidas necesarias para

responder a las necesidades de ambos (Ocaña Lara, 2022).


El rol de género es el término atribuido a todo y cualquier comportamiento que identifica a

las personas en su relación con la otredad - como femenina o masculina, es decir, son el

conjunto de acciones, maneras de pensar y actividades que la sociedad dice que son los

correctos para cada sexo (Ocaña Lara, 2022).

Equidad de género es la igualdad de derechos, responsabilidades y oportunidades de las

mujeres y los hombres, y las niñas y los niños (Ocaña Lara, 2022)

La desigualdad entre hombres y mujeres no se produce desde la legalidad, sino desde las

estructuras de las instituciones y desde el poder que se ejerce en las relaciones sociales.

(Ocaña Lara, 2022)

La discriminación de género hace referencia a la disparidad de condiciones entre hombres y

mujeres por el sólo hecho de pertenecer a uno u otro sexo. (Ocaña Lara, 2022)

Es indispensable atacar a las creencias simbólicas y socioculturales, como son las

identidades y estereotipos culturales, paradigmas femeninos, y la cultura machista y

patriarcal, los roles y reparto de actividades en el trabajo y hogar.

Las barreras culturales o ideológicas son un obstáculo real, ya que muchos hábitos de vida

de las personas no pueden cambiarse fácilmente, es un proceso por medio de la educación y

paulatino de transformación del imaginario social. El camino hacia la igualdad de género y

una democracia efectiva está lejos de convertirse en realidad a corto plazo, por las

estructuras democráticas y políticas que se mantienen arraigadas.


Por último, el paradigma femenino, se ha construido para dar un rol e imagen a la mujer

como ser dependiente, sometida, limitada y pasivo, tanto en la religión como en las

estructuras familiares, económicas, culturales, políticas y de poder.

Entre las barreras que impiden a las mujeres crecer profesional y laboralmente se

encuentran las trabas para proveer ascensos, la existencia de “suelos pegajosos” y “techos

de cristal” en el desarrollo laboral de las mujeres, desigualdades en términos de ingresos y

competitividad salarial, la poca o falta de oportunidades en trabajos más especializados, la

precariedad laboral, y falta de mejores sueldos o ingresos que proporcionen una estabilidad

a la mujer.

En relación a la conciliación trabajo-familia, predominantemente recae en la mujer la

responsabilidad de las tareas del hogar, generando una limitada participación laboral, su

doble presencia en lo laboral y familiar genera una pérdida de su tiempo privado,

evidenciando claramente las dificultades para conciliar ambos contextos.

La emancipación femenina es un proceso histórico por el cual las mujeres han reivindicado

y conseguido en numerosos casos: la igualdad legal, política, profesional, social, familiar y

personal que tradicionalmente se les había negado. Es decir, la emancipación femenina es la

historia de cómo las mujeres se liberaron de una gran parte de la opresión que del

patriarcado ejercía sobre ellas solo por ser mujeres.

El Estado debe crear programas orientados en las diferencias de género y factores que

acerquen a condiciones de equidad entre hombres y mujeres.

Alcanzar la equidad de género implica actuar partiendo de los hogares hasta los mercados

de trabajo y desde las comunidades hasta las instituciones políticas locales, nacionales y
mundiales, a través de la transformación de instituciones económicas y sociales que

incluyen creencias, normas y actitudes que las moldean en todos los niveles de la sociedad.

Es posible reducir las desigualdades de género a través de actuaciones políticas, si se

asumen compromisos relacionados a derechos humanos de las mujeres, acceso de las

mujeres a empleos decentes, mejores niveles de salud y educación para reducir la brecha de

género.

Por otro lado, el equilibrio de género en las organizaciones según estudios incrementa la

rentabilidad y productividad de la empresa, potencializa la capacidad de atraer y retener el

talento.

Vigoya, M. V. (2016). La interseccionalidad: una aproximación situada a la

dominación. Debate feminista, 52, 1-17.

la interseccionalidad es una perspectiva teórica y metodológica que busca dar cuenta de la

percepción cruzada de las relaciones de poder, en relación a estructuras de dominación.

A partir de la interseccionalidad pueden observarse relaciones de opresiones como la triada

“raza-clase-género”, este paradigma aborda cuestiones macro y microsociológicas que ya

no se centran solamente en el sexo, porque implican a su vez relaciones y posiciones

sociales en consubstancialidad y co-extensividad donde cada una de ellas permea sobre las

otras, construyéndose de manera recíproca.

Esas implicaciones se observan en circunstancias como cuando el género crea la clase,lo

que ocurre cuando las diferencias de género producen estratificaciones sociales en el

ámbito laboral. En otras, las relaciones de género son utilizadas para reforzar las relaciones
sociales de raza, como cuando se feminiza a los hombres indígenas o se hipermasculiniza a

los hombres negros; inversamente, las relaciones raciales sirven para dinamizar las

relaciones de género, como cuando se crean jerarquías entre feminidades y masculinidades

a partir de criterios raciales (Kergoat, 2009).

Es a través de la interseccionalidad que se pueden analizar las configuraciones histórico-

sociales como construcciones simultáneas en distintos órdenes de clase, género y raza, para

de esta forma relativizar las percepciones del sentido común sobre el funcionamiento de la

dominación.

Según Elsa Dorlin (2005) la feminidad de las amas de casa (house wife), definida en

términos de piedad, pureza, sumisión y domesticidad, no se oponía a la masculinidad del

jefe de hogar, sino a la feminidad de la sirvienta doméstica negra (house hold), reputada por

ser lúbrica, amoral, rústica y sucia, volviendo evidente que la feminidad se construía en

relación a categorías étnico-raciales y de clase más que a la masculinidad.

Dorlin, E. (2005). Dark Care: de la servitude a la sollicitude. En P. Paperman y S. Laugier

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PUF.

Jiménez Rodrigo, M. L. (2022). Políticas de igualdad de género e interseccionalidad:

estrategias y claves de articulación. Convergencia, 29.


Jímenez Rodrigo (2022) enfatiza la necesidad de adquirir visiones mas abiertas que

reconozcan múltiples ejes de desigualdad en intersección con el género como lo son la raza,

la etnia, la clase social, la edad, la posición económica, la condición migrante, la

discapacidad o la diversidad de género y sexual.

El Parlamento Europeo, reconoce las discriminaciones múltiples con base en la interacción

entre género, etnia/raza y nacionalidad (Parlamento Europeo, 2008) y la mayor exposición

de las mujeres con discapacidad a situaciones de violencia y explotación doméstica y

laboral, y de discriminación múltiple en el acceso al empleo y a la educación (Parlamento

Europeo, 2013).

La interseccionalidad como paradigma analítico y de transformación de las desigualdades

sociales surge de las aportaciones de los denominados feminismos multirraciales,

periféricos o coloniales (Meloni, 2012)

Hancock (2007, p. 67) distingue tres modelos en el abordaje político de las desigualdades:

Modelo unitario: da énfasis a una sola categoría de identidad o diferenciación que se define

como más relevante o explicativa.

Modelo múltiple: establece a priori el papel de diversas categorías —por ejemplo, la raza,

clase o género— como igual de importantes, aunque conceptualmente independientes

cuando se examina el fenómeno político.

Modelo interseccional incorpora la relación interactiva y mutuamente constituyente de

diversas categorías, examinando la manera en la que la raza/etnia y el género (u otras

categorías relevantes) interactúan en la configuración de los problemas políticos.


El uso excesivo y precipitado de la interseccionalidad puede derivar en la práctica muy

criticada de “añadir y mezclar desigualdades” (Hankivsky y Grace, 2015), sin tener en

cuenta las condiciones contextuales que definen los procesos de desigualdad social ni las

especificidades de los diferentes grupos. Esto conlleva una “sobre-simplificación” de las

respuestas políticas convirtiéndolas en lo que se ha denominado como “políticas inclusivas

para todos” (Lombardo y Agustin, 2012) o “políticas de talla única” (Verloo, 2006).

En el ámbito latinoamericano, la incorporación de las desigualdades múltiples está muy

presente en los planes de igualdad, especialmente en relación con la intersección de las

desigualdades de género, raza y etnia, centrando su foco en las necesidades y problemáticas

de mujeres indígenas y afrodescendientes (CEPAL, 2017).

El enfoque de estrategia múltiple se basa en el desarrollo de marcos generales de políticas

de igualdad que puedan abarcar distintos ejes de diferenciación y desigualdad (Parken,

2010). Este enfoque múltiple también se observa en el Programa Nacional para la Igualdad

y no Discriminación (2019-2024), de México, en donde se integran distintos objetivos y

líneas de acción para atender las problemáticas y necesidades de diferentes colectivos que

enfrentan discriminación con base en el género, la edad, la etnicidad, el territorio, la

discapacidad o la diversidad de género-sexual (Gobierno de México, 2021).

La transversalización de la perspectiva interseccional requiere de una serie de principios

que han de atravesar todas las fases de elaboración de las políticas de igualdad de género, y

que podemos resumir en las siguientes:

Problematización: para considerar otros ejes de diferenciación y desigualdad como lo son la

etnicidad, indigeneidad, territorio, edad, religión, discapacidad, o migración.


Diagnóstico: para poder comprender la estructura de las relaciones de poder, enfocándose

en problemáticas y necesidades de grupos situados en los cruces de múltiples ejes de

jerarquización social, buscando visibilizar, explicar y comprender sus situaciones y

experiencias específicas.

Diseño: Las políticas con enfoque interseccional buscan identificar y definir sus objetos de

intervención como resultado no de un único factor, sino de la intersección de diversos

factores, explicitando y visibilizando un amplio rango de desigualdades sociales (Lombardo

y Agustin, 2012) se caracterizan por la adopción de nuevas metas y objetivos orientados a la

protección, empoderamiento y fortalecimiento de los derechos de las mujeres que enfrentan

discriminaciones múltiples (Walsh y Xydias, 2014).

Procedimientos de elaboración e implementación: La incorporación de las voces y

perspectivas de los grupos multimarginalizados en el proceso de elaboración de las políticas

es un aspecto fundamental en el avance y profundización de los valores democráticos

(Martínez Palacios, 2017; Verloo, 2006). De igual manera, la colaboración y cooperación

entre diferentes actores —instituciones de igualdad, entidades de la sociedad civil,

sindicatos, organizaciones empresariales, comunidades educativas, medios de

comunicación, agentes investigadores...— son elementos clave para una implementación

exitosa de políticas y prácticas de intervención contra la desigualdad múltiple (D’Agostino,

2015; Strid et al., 2013).

Evaluación: es indispensable analizar los efectos en las experiencias de los grupos situados

en las intersecciones de las desigualdades sociales, revelando información sobre si éstas

han contribuido a la protección, empoderamiento y fortalecimiento de los derechos de los


grupos multimarginalizados o por el contrario han llevado a la reproducción de la

desigualdad y estigmatización (Lombardo y Agustin, 2012; Walsh y Xydias, 2014).

También se debe informar de sus consecuencias en la transformación efectiva de las

estructuras y procesos de desigualdad subyacentes a los problemas y necesidades de los

grupos situados en posiciones interseccionales (Jiménez Rodrigo, 2020). Para ello, se debe

hacer uso de indicadores de evaluación sensibles a las desigualdades interseccionales, así

como metodologías innovadoras y multimodales de evaluación (Hankivsky y Grace, 2015)

que incluyan instrumentos cualitativos y participativos.

CEPAL (2017), “Planes de Igualdad de Género en América Latina y el Caribe: Mapas de

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El abuso del término género puede encauzar a la “más que posibilitar nuevas miradas y, por

otro lado, reducir su potencial a lo descriptivo, positivista y complementario del sexo,


restringiendo su potencial para aumentar la inteligibilidad sobre las relaciones de poder a su

utilización en las relaciones sociales contemporáneas” (p.118).

El genero puede ser usado para expresar el conjunto de aspectos culturales que se

establecen en un sexo dado, o un término que da cuenta de los constructos sociales

implicados en la relación masculino-femenino, incluyendo aquellos que hacen referencia a

la construcción del propio sexo.

“el género es un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias

que distinguen a los sexos y [...] es una forma primaria de relaciones significativas de

poder” (Joan Scott, 1991).

A partir de Focault estamos sujetos a entramados sociohistóricos y redes de poder.

Aunque el poder está en todas partes el dispositivo de género opera subordinando a las

mujeres, y se mantiene en interacción con otros dispositivos de la desigualdad.

Para Focault las normas operan como reglas naturales que indican si el funcionamiento de

los individuos es adecuado o patológico, objetivando al sujeto a funciones determinadas.

En este sentido, la función reproductiva se vuelve por ejemplo una función fundamental en

la femineidad normal.

a) los dispositivos de poder han determinado las condiciones de los discursos “verdaderos”

y han producido saber en su propio ejercicio

b) el desarrollo de los saberes ha permitido el aumento de los elementos reguladores y

disciplinarios.
A través del análisis genealógico es posible admitir el carácter multiforme del poder y

considerar distintos dispositivos de poder, lo cual lo vuelve una herramienta útil para el

análisis de la interseccionalidad.

La división sexual del trabajo se relaciona con la responsabilidad exigida a la mujer de

velar por la salud de los niños, la solidez de la institución familiar, y la salud de la sociedad.

Cuando una relación de poder limita el margen de acción para ofrecer resistencia se le

denomina estado de dominación.

Las prácticas de sí son las operaciones que los individuos pueden efectuar sobre sí mismos

–y son incitados a efectuar en función de los contextos sociales a los que pertenecen– para

transformarse o lograr algún tipo de estado de perfección (Foucault, 1981). Estas técnicas

son constructivistas, al tener un antecedente histórico que ocupa el sujeto para constituirse y

reconocerse dentro de un grupo.

El hecho de que las prácticas de sí estén condicionadas por el contexto sociohistórico

permite contemplar la agencia de las mujeres dentro de constricciones sociales específicas y

múltiples. Si se combina la atención a los variados dispositivos del poder con la atención a

la potencialidad creativa de las mujeres se podrían analizar, de una forma no esquemática,

tanto las diversas y heterogéneas situaciones de opresión como las diversas maneras de

subvertirlas y modificarlas.

Los procesos de constitución de la subjetividad y su producción de efectos corporeizados

que sedimentan dispositivos hegemónicos pasan, por la intersubjetividad, lo que lo

convierte en un espacio de posibilidad para la transformación de las relaciones de poder al


problematizar las configuraciones de poder guiando hacia la resignificación y

transformación, es decir, el empoderamiento.

Como seres sociales e interdependientes, somos vulnerables a la subordinación y

explotación ante el deseo de ser y ser con el otro.

Esto conduce a mediar en esta relación de existencia a través de diversas categorías como el

género, clase, etnia, edad, etc., sometiéndonos a condiciones de existencia (el mandato

social) para seguir perteneciendo.

En el caso de la mujer, la identidad normativa se ve autorregulada en relación a mitos y

prejuicios sociales y culturales sobre lo femenino, que se ven expresados en sentimientos

negativos de culpabilidad, miedo, vergüenza e inadecuación constantes.

Para hacer viable la transformación de las relaciones de poder es necesario la

transformación de sí mediante el cambio de las condiciones sociales como son las

instituciones, leyes, normas y discursos; y mediante la manifestación continua de diversas

formas de ser.

Desde Foucault no hay relaciones fuera de la operatividad del poder, pero siempre es

posible la intensificación de los puntos de resistencia y su articulación en procesos de

emancipación.

Como lo escribió Foucault, siempre emerge la libertad cuando se problematizan los

discursos identitarios, las relaciones, los efectos naturalizados y diversos de los

dispositivos de poder: “En lo que se nos da como universal, necesario, obligatorio, ¿qué

parte hay de lo que es singular, contingente y debido a constricciones arbitrarias? Se


trata, en suma, de transformar la crítica ejercida en la forma de la limitación necesaria

en una crítica práctica en la forma del franqueamiento posible” (Foucault, 1984: 574).

Focault, M. (1984) “Qu’est-ce que les lumières?”, en Dits et écrits, vol. iv [1994], pp. 562-

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Olivares, C. (1997). Glosario de términos de crítica literaria femenina. El Colegio de

México.

El sistema sexo/género es el conjunto de disposiciones por el que una sociedad transforma

la sexualidad biológica en productos de la actividad humana, es interpretado como un

aparato social sistemático que produce opresión y subordinación. Estaría conformado por

ideas, normas y convenciones que han llegado a alcanzar el estatuto de leyes naturales

sobre la sexualidad y el desarrollo y comportamiento de hombres y mujeres.

La única forma de cambiar este sistema es mediante la acción política, en aras de una

sociedad sin papeles de género o de práctica de sexualidad obligatorios.

da Silva Cabral, K. K. (2022): “Juventud, interseccionalidad, educación y la inserción

profesional como derecho”. En: Working Paper Series Puentes Interdisciplinarios, 07.
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El racismo, el sexismo y el colonialismo son estructuras ampliamente reflejadas en las

relaciones sociales, en las formas de existencia y constitución de las subjetividades y, de

manera más específica, las relaciones con el mundo del trabajo.

Canavate, D. L. (2012). Raza y etnia, sexo y género: El significado de la diferencia y el

poder. Reflexión política, 14(27), 68-84.

A juicio de Scott (2010) no hay mujeres diversas sino que el significado cultural de ser

mujer va más allá, en los contextos y la historia. Como construcción deviene de raíces

socio-histórico-culturales, e intersubjetivas al mediarse en las valoraciones sociales

constituidas a partir de la idea de rol que se haya construido.

Los sistemas jerárquicos de dominación llegan a confluir varias discriminaciones como lo

son la económica (Explotación, exclusión, pobreza), raza/etnia, edad, generación, entre

otras.

Las sociedades humanas se han estructurado a lo largo de la historia mediante la

construcción del significado de la diferencia y del poder, usando ciertos rasgos biológicos y

pseudobiológicos como criterios de clasificación y jerarquización social.

Raza, etnicidad, clase y genero son categorías que forman parte de sistemas de dominación

a los cuales dan significado simbólico.


El ser mujer (condición de género) se encuentra sujeto a otras posiciones subalternas como

lo son su situación socioeconómica (de clase), su origen étnico/racial (pertenencia cultural),

orientación sexual, religión, entre otras.

Scott, J. W. (2011). Género: ¿Todavía una categoría útil para el análisis?. Teoría y

pensamiento feminista 6 (1). Pp. 95-10

La desigualdad social no recae en solamente la diferencia biológica, sino en la división de

la vida en esferas masculinas y femeninas, que como constructos culturales llevan al género

y lo que se considera correcto en roles masculinos y femeninos.

El rol de género se forma con el conjunto de normas y prescripciones que dictan la sociedad

y cultura sobre el comportamiento femenino o masculino. A partir de la división es que se

han conformado dicotomías y estereotipos que condicionan los papeles y limitan las

potencialidades humanas al estimular o reprimir los comportamientos en función de su

adecuación al género.

El sistema sexo/género es el conjunto de arreglos a partir de los cuales una sociedad

transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana, generando normas

de acción dentro de una comunidad.

Los trabajos culturalistas establecen que ningún símbolo de género particular puede ser

comprendido a cabalidad si no se determina su ubicación precisa en un sistema más amplio

de símbolos y significados en interrelación.

En la mayoría de las culturas las diferencias entre hombres y mujeres son pensadas en la

división de trabajo en el ámbito público y el ámbito doméstico.


Scott, J. W. (2015). El género: una categoría útil para el análisis histórico. El género: una

categoría útil para el análisis histórico, 251-290.

El género puede verse como una categoría social impuesta, una construcción cultural sobre

los roles apropiados para hombres y mujeres.

Los sistemas simbólicos son formas en las que las sociedades representan el género para

construir el significado de la experiencia, para asociar la masculinidad con el poder, el valor

superior asignado a los hombres sobre las mujeres, sistemas que son transmitidos a los más

jóvenes desde su ingreso al mundo social.

La imposición de las normas de interacción social es inherente y específica del género, pero

no lo es así la identidad de género.

El genero es un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias

que distinguen los sexos y sus relaciones significantes de poder, donde se implican

símbolos culturales que evocan representaciones múltiples y conceptos normativos que

imponen las interpretaciones de los significados de los símbolos en un intento de limitar y

contener sus posibilidades, este se construye desde múltiples ángulos como lo son el

parentesco, la economía y la política, y es subjetiva y sujeta a actividades, organizaciones

sociales, y representaciones culturales.

El género es el campo primario en el cual y por medio del cual se articula el poder

Los conceptos de género estructuran la percepción y organización de la vida social en

escalas concretas y simbólicas, a tal punto que establecen distribuciones de poder y sirven

para su legitimación.
Para cambiar las significaciones de género y poder es necesario generar cambies en ordenes

viejos trayendo a nuevos, examinando y revisando los términos del género para generar

nuevas formas de legitimación,

Lo que define al género es la acción simbólica colectiva, donde se fabrican las ideas de lo

que deben ser los hombres y las mujeres. Cuando ambos sexos comparten la misma

creencia esa forma de ver la realidad social se legitima y gana eficacia.

El hilo conductor de la categoría género es desnaturalizar lo humano.

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