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L - -_ _- - ' Jorge Gaytán Durán I por Vicente Aleixandre
La primera vez que yo vi a Jorge Gaitán Durán fue variación no era la del tránsfuga, sino la del que no
en Madrid, a donde llegaba en una de esas singla- cambia nunca, girando sólo su cabeza en torno. Su
duras suyas en las que el desembarco parecía siem- apetito de. conocimiento tomaba y ofrecía todás las
pre para sus amigos una sorpresa feliz. Entraba aquel vías: desde el desorden de los sentidos a la lúcida
día con Eduardo Cote, otro reGien.'te desaparecido, inteligencia.
residente entonces en esta capital Joven, muy jo- La última vez que le vi está aún reciente. Faltaba
ven, ardido ya, los ojos dos chispas l'CpCl1tinas, largo poco para su repentina desaparición. Pasaba por
el ademán, central la voz. Y una. extensa sonrisa en Madrid sólo para unos días. Avanzado un atardecer
la que el brillo era una afirmación, y la risa, una me telefoneó: «¿ Puedo ir?» Entró en la salita, acom-
estupenda seguridad. Me acuerdo de la desenvol- pañado de Pepe Caballero Bonald. Estaba ligera-
tura natural, fresca y sencilla al mismo tiempo. Lo mente más lleno, en su cuerpo; en su rostro corría
que estaba sorprendentemente má.. lejes de aquel la sombra de una barba, casi sotabarba. Pensé: ¿Re-
joven crecido era la petulancia. belión, madurez? Porque las dos cosas podían ser,
Han pasado algunos años ya" 19M3, t949. Jorge y seguramente lo eran. l Se sentó frente a la ventana.
hacía versos. Era un jovencísimo pnetaeolombiano, La luz crepuscular, en la cara, daba todavía los mis-
agitado y preciso. Exigidor y al mismo tiempo enor- mos brillos a la pupila; como si no fueran precisa-
memente retribuyente. La largueza temprana de su mente de la tarde, sino lumbres primeras. Pero la
vivir tenía algo de ademán dilapidadkJ;L ¡Cuántas voz era más pausada, su sonrisa con más temple. Su
veces se ve en fin -y aquí tambiép-'. que es el mis- extraordinaria simpatía humana tenía un punto
mo gesto del sembrador! de cargazón y parecía como si la acumulación de las
Miraba ardientemente a lo que fuere. ¿ Proyec- experiencias nos lo acercase más: más entendedor
tos? Infinitos. ¿ Preocupaciones? 'V'dacmentísimas. que nunca, sonriente, cual si, callando, nos dijese con
Eduardo, tranquilo, con su bondad ljt(ltgadora, Jor- la mirada: «¡Cómo te comprendo!» Habló de «Mi-
ge, voraz, desalojador, discutían allí ame unos vasos to». Ilusión, esperanza. Se refirió a los sobretiros de
de vino de Jerez. Eduardo no quería entonces dejar mi última colaboración. «¿ No ha llegadc el paquete?
este país, abandonar la entraña en que se buscaba. Pues ¿cómo? i Si lo dejé dispuesto!» El desorden
Jorge necesitaba sobrevolar el mundo, LQS dos re- fecundo, el hervor de la querida revista. Saltó des-
correrían al cabo, en tiempos diversos, tierras dispa- pués, a instancias mías, a la representación de su
res y los dos regresarían, por caminos distintos -ay, obra escénica, luego a su reciente libro de versos
para qué poco tiempo- a su Bogotá natural. -su primera gran victoria sobre la poesía-o Oyó
Aquella tarde, unas horas después, Jorge marcha- mis palabras. Los ojos le brillaban alegres. ¡Cuánto
ba a París. Pocos años más y desde un aeropuerto que hacer! i Cuánto que vivir! «¿ Cuándo vienes,
lejano, una mañana, una voz por teléfono: "No Jorge?» «Vaya Cambridge, luego a mi tierra; pero
puedo detenerme; cruzo rumbo a Moscú y en esta dentro de poco estaré aquí otra vez.»
escala he querido saludarle. Volveré." Y volvía: "Me Nunca más volví a verle. Se despedía ligero; tras
vaya América del Sur." Volando, sobrevolando, ca- la verjita de hierro, con su mano alzada decía adiós.
lando el aire, posándose, haciéndose cargo. Porque Tenía la misma apostura de siempre; como siempre
no era un pájaro, sino un hombre inteligente que se le veía: como un joven héroe, como un héroe go-
al erguirse en tierra ponía el pie y la persona toda zoso. Iba como siempre a sobrevolar el mundo, pero
miraba en redondo: asimilaba. Veía, pensaba. Y esta vez dejando la vida en lo alto, esparcida diríase
hablaba luego, juzgaba, sin satisfacer del todo nun- sobre la generalidad del planeta. Para no descender
ca su curiosidad alerta. Cuando habíais conversado sino como un puntito pequeño, muerto, a su entraña-
con él una o dos veces os dabais cuenta de que era ble geografía primera, que le recogía.
sobre todo un estimulador. Inquietante Jorge, cuya La Trinchera, 1

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