Está en la página 1de 9

wenceslao

roces: niversidad,
humanismo y ciencias humanas

Los nuevos planes ~l ,mundo, a la par que aprender de ellos. Pero, si quiere ser
Hemos iniciado el curso universitario actual, en algunas Fa- Idon~~ y fuerte para ,alcanzar lo que se propone, tiene que ser
cultades, bajo el signo de nuevos Planes de Estudios. Son, en tamblen un poco egOlsta: pensar en sí misma, enriquecer cons-
ciertas Escuelas, fruto de los afanes de un cuerpo estudiantil tantemente .el tesoro humano de sus propias capacidades. Rete.
y un sector profesoral deseosos de que la Universidad responda ner y potenciar con gran aliento y despierta sensibilidad los
ala alta misión que tiene trazada. Y han encontrado p~ra su valores jóvenes que vayan revelándose en los últimos peldaños
implantación -debe decirse- un claro espíritu de comprensión de la carrera, entre los estudiantes más distinguidos y los Pa-
por parte de las autoridades académicas. santes, para ponerlos a colaborar ya desde ahora en la enseñanza
Lo alentador de los nuevos Planes, por lo menos en lo que y en la investigación. Como Profesores Auxiliares y Ayudantes
más ?e cerca c~>nozco yo, es que recargan las tareas, elevan de C.átedra, :\dju~tos .?e Seminarios, e.ncargados de trabajos
las nuras y acrecIentan las responsabilidades de docentes y alum- e~?eClales de mv.estlga.clOn y en otras actividades, bajo la direc-
nos. I?an ~í~ predicando con el ejemplo, el mejor mentís al Clan y con la aSistencia fraternal de los Profesores titulares.
socomdo tOplCO de que los movimielltos estudiantiles con es- Me hago cargo de que la aplicación sin cortapisas de este
trecha visión gremial, sólo buscan la reducción del' esfuerzo criterio p.lante~rá graves exigencias presupuestarias y que los
re~ursos fmancleros no abundan. Pero, si se estima, como lo
la facilidad en la aprobación. El ritmo y el caudal de trabajo:
en la Facultad en que yo profeso, han aumentado visiblemente cstlmo yo, que estamos ante un problema vital y decisivo, será
con.el ~uevo .c,urso; Quien se asome a nuestras aulas y nuestros necesario encontrar las fórmulas y los medios para darle solu-
semmanos vera alb, en las horas lectivas, a enjambres de profe- ción. Estoy seguro, por otra parte, de que ninguna inversión
sores y alumnos afanosamente entregados a sus tareas. será tan rentable como ésta para el futuro inmediato de nues-
. ¿Correspond~rá la calidad a la cantidad? ¿ Traerá el nuevo tra Casa de Estudios.
~tmo de trabajo --esto es lo importante- un aumento sen-
A mí me parece que el problema afecta a la esencia misma
nble en el rendimiento de los estudios en la elevación del nivel de la Universidad. Su acertada solución potenciará considera-
de formación de los estudiantes y en ~l de la enseñanza de los blemente el rendimiento de la investigación y la enseñanza y
profesores? Esto, como es natural, no dependerá tan sólo de les dad un sentido nuevo, más acorde con las exigencias de la
los Planes, aunque por ellos se empieza. Dependerá también
nueva realidad. Impedirá que las mejores energías y capacida-
ón de otros factores. Por excelentes que unos plane:; sean, lo im- des se disipen. Hará posible la realización de los nuevos planes
portante, en definitiva, es su realización. La nueva experiencia y de otros todavía más ambiciosos. Y ayudará a que sea ver-
?ba de comenzar. Sería prematuro sacar conclusiones. Pero dadera y operante la libertad de cátedra, postulado inseparable
ij se puede y se debe, ya desde ahora, poner de. relieve algunos
de la Universidad. Pues, para que la libertad de cátedra sea una
problemas: Es tino, sobre todo, el que quiero plantear. realidad, y no un mero enunciado verbal, hace falta que el
Los mejores Planes de Estudios se quedarán sobre el papel estudiante pueda optar entre diversas orientaciones, tendencias,
como letra muerta si la Universidad, combinando la sabiduría capacidades y hasta estilos docentes, para elegir la que crea
con la audacia, no acierta a encontrar los hombres los cuadros mejor.
docentes, capaces de aplicarlos. Problema este siem~re medular La libre docencia, la concurrencia y el espíritu agonal, emu-
y hoy acuciante, ante el crecimiento tumultuoso de las nuevas
latorio, en la enseñanza alentarán en el profesorado una línea
~~trí~ulas. Pero. lo que yo quiero apuntar aquí no es una cues-
ascendente de superación, vigilada sanamente por la despierta
bon circunstancIal, sino un problema esencial y permanente. opinión estudiantil. Evitará que la mercancía intelectual, al
amparo de los monopolios de hecho, se envilezca y adultere.
Un gran problema universitario Socavará la infantil aberración de que se dan clases simple-
mente para cubrir de firmas los registros o se cursan materias
Creo que la Universidad -esto es lo que me importa des- solamente para aprobarlas. Ayudará a imponer la elemen.tal, casi
tacar- debe esforzarse por descubrir en su propio seno las perogrullesca y, sin embargo, harto rara convicción de que se
promesas firmes de lo nuevo. Descubrirlas y alentarlas con una enseña para formar capacidades y de que se estudia para ca-
fe inquebrantable en lo que nace. Comprender que ~na de las pacitarse frente a la vida, para salir de las aulas al ancho
g;andes funciones de la Universidad, como de todo organismo mundo de la realidad en condiciones de llevar hacia su solu-
VIVo, es fomentar sus reservas. Alumbrar de su entraña las fuer- ción los grandes problemas que los pueblos de hoy afrontan.
zas para el crecimiento futuro, los profesores e investigadores del
mañana. Un mañana que, si no ha de ser vana promesa, debe Alentar el espíritu nuevo
COmenzar ya hoy.
La Universidad, para cumplir su misión social, debe ser ge- Siempre he pensado que es muy nociva para el espíritu de
nerosa y abierta: enseñar para fuera, para la sociedad, para la verdadera Universidad la separación tajante, metafísica,

UI
entre estudiante y profesor. Según ese esquema escolústico, de los agravios a la verdadera personalidad, el culto a la des·
hasta que salga de las aulas, el estudiante será sólo eso, un personificación. La personalidad auténtica sólo se forma y se'
escolar. Desde que sube a la tarima de la cátedra, el profesor, afirma entre iguales, entre otras personalidades, respetándolas
reclinado sobre la almohada de su diploma, ya nada tendrá y ayudando a crearlas; no se da nunca entre enanos o adora·
que aprender. Arriba, el numen divino del maestro, que todo dores. Éstos, a la postre, acaban rebelándose contra la enaje.
lo sabe y puede enseñarlo todo, en alarde de ominisciencia; nación, y ya sabemos -la historia de ayer como la de hoy nos
abajo, la grey de los catecúmenos, que todo lo tienen que lo enseña- que no hay peores rebeliones que las de los resen·
aprender, como una masa amorfa, moldeable bajo el soplo tidos, carentes de propia conciencia y personalidad.
genial del demiurgo. Ese deslinde categórico, polar, nada tiene Respeto a la personalidad del maestro, cuando de veras lo es
que ver con las realidades de hoy. No ha tenido nada que ver y sabe ganarse ese respeto, sí. Culto a ella, sumisión servil,
nunca -entiendo yo- con lo que debe ser una Universidad. sacrificando la personalidad propia, eso, jamás.
Los que se sientan en las bancas universitarias, por mal pre- En una Universidad auténtica, ningún maestro -palabra
parados que vengan a ellas -y no todos son, ni mucho menos, excelsa, harto manoseada- lo será, en rigor si no sigue siendo
como algunos creen, indigentes intelectuales-, ya no deben ser diariamente, en su magisterio y en su actitud, un poco estu·
vistos como los párvulos de la escuela primaria. De ellos mismos, diante; si no mantiene abiertos los poros del espíritu a los
de su conciencia de estudiantes universitarios, de su capacidad nuevos problemas, los nuevos conocimientos y las nuevas inquie-
para defender los derechos de la personalidad en formación, tudes. Y no será verdadero estudiante quien, sacudiendo la
dependerá en buena medida. que no se les haga víctimas de esa modorra mimética del seguidor, no sienta, con espíritu crítico,
capitis deminutio, pasadme la expresión de oficio; es decir, que con propia personalidad, el acicate de ver las cosas por sí mis·
no se ks arrebate su p::rsonalidad. Pero dependerú, sobre todo, mo, y no de prestado; es decir, de comenzar a ser, de sentirse
visto el problema objetivamente, de la idea básica de la U ni- ya un poco profesor: de profesar y sostener lo que el estudio va
versidad y de la concepción y organización de los estudios. arraigando en su convicción; quien no sienta la responsabilidad
La catalogación jerárquica de profesores y alumnos conduce de estudiar y mantener con dignidad científica las ideas naci·
al estancamiento y la degeneración. Fomenta en el profesor, das de su estudio. Sapere aude, "¡ Atrévete a sabed", pedían los
haciéndole víctima propiciatoria de esa corruptela, aunque él estudiosos del Siglo de las Luces. Hermoso postulado, que no
no lo quiera, el morbo del magister dixit, el dogmatismo ponti- "ale solamente para los que enseñan; que vale también para
fical ex cathedra. Mata ° amputa en el estudiante, si éste no los que aprenden.
Eso, la decisión de luchar por la propia personalidad, de lu·
se rebela contra ello, el espíritu del libre examen, el sentido
crítico, la fe en la propia capacidad, el interés apasionado por char aprendiendo y superándose, debe ser el nexo de unión de
el estudio, sin el que no puede haber enseñanza fecunda y ver- unos y otros, profesores y alumnos, la llama. que mantenga
dadera y que sólo nace de la conciencia de un trabajo creador. vivos a los primeros y ayude a los segundos a desarrollarse.
Ahoga, embota los valores y capacidades en desarrollo. Prestarún así éstos, los estudiantes, la mejor colaboración y reno
dinin al mismo tiempo el mejor de los homenajes a quienes
Si no se ve que los que tenemos delante son personas, y no apa- qu
ejercen el ministerio de enseñar, que es guiar, y no suplantar;
ratos repetidores, personas con propio discernimiento, con sus cii
crear personalidades, y no estrangularlas. La Universidad debe
problemas e inquietudes, con propia potencia discursiva, que no
ser una comunidad de hombres que enseñan aprendiendo y
importa por encimJ de todo propiciar, aunque el que empieza
~en los mejores casos- aprenden emeñando. Esta es, a juicio
a andar sin andaderas tropiece y caiga, incurra en errores; es dl~
mío, la dialéctica sana Y l'ropulsora de la Universidad, porque
. decir, si de antemano se extermina al estudiante, el término más fe!
es la dialéctica sana y renovadora de la vida y de la cultura.
vivo de la relación de la enseñanza, ¿ a quién se va a enseñar rn
y qué va a enseñarse? . Retener a los mejores ne
ve
Mucho se habla hoy, y debe hablarse, del problema del culto
a la personalidad. "Historia vieja y eternamente nueva", como A estas consideraciones esencialmente universitarias se añaden
ha
dice Heine. El culto a la· personalidad del profesor, como a la y;
otras de carácter social. La Universidad no vive, como a veces
del gobernante o del grande hombre, se alimenta parasitaria- ca
tendemos a creer, en un mundo aparte. Vive, para lo bueno
mente del desprecio a la personalidad de los demás, alumnos, ni!
y para lo malo, para lo que impulsa y lo que ata, dentro?e
SIC
gobernados o fieles. Revela propiamente, en quien se encastilla una sociedad que le da el ser. Situada en el medio de una SOCIe·
en ese culto, la ausencia de verdadera personalidad, que es dad cargada de solicitaciones pragmáticas y crematísticas para as'
siempre capaz de enfrentarse airosamente a los embates de la captar por la vía del lucro o del carrerismo a las capacidades
opinión fundada y se forja y acredita en ellos. Ese culto es, en más brillantes, la Universidad debe esforzarse por mantener en pI
rigor, en quien lo acepta y en quien lo tributa, el mayor sus ~uadros docentes e investigadores a sus mejores hijos. A su
UI

-.
les·
se
)Ias
Ira·
lje.
nos
en·

es
vil,

)ra
do
tu-
los
.le·
la
co,
ns-
rse
va
.ad
CI·
los
no
Ira

lu-
de
ga
·se.
~n­

les
Ir; quienes en las aulas vayan revelando las dotes más altas de voca- distinguidos que despuntan ya como futuros maestros no en-
,be ción, idoneidad, espíritu crítico y desinterés para entregarse al cuentran en el Alma Mater el regazo amoroso que haga honor
y noble ejercicio de la labor universitaria. a este nombre y tienen que acabar buscando fuera de sus ámbi·
:io Es verdaderamente suicida -perdonadme que emplee tan lOS el campo de trabajo y de vida que ella les niega o regatea.
ue dramática expresión para la política universitaria -y, al mani- j Cuántos posibles valores se malogran así, frustrados por la
festarme así, no desconozco lo que viene haciéndose por co- dccepción! No siempre, es cierto, por esta causa. Sería falso
rregir este absurdo-- que, en vez de atraerse a los valores jóve- reducirlo todo a ella. Hay también otras motivaciones, en los
res nes, que se destacan y llaman a las puertas del magisterio, a mecanismos de la sociedad en que vivimos. Las posibilidades,
veces con recios aldabonazos, se les empuje inevitablemente por otra partc, son restringidas. Pero, justo es reconocer que,
en hacia los medios extrauniversitarios, con el cartel escalafonario hasta ahora, la Universidad -así, al menos, me lo parece a
:es y ahuyentador del "carro completo". Se anulan así, en no pocos mí- no hace lo necesario, o en la escala debida, para dar un
no casos, grandes fuerzas potenciales, mediante una práctica admi· futuro dentro de ella, a muchos de sus mejores hijos.
de nistrativa que les cierra los caminos dentro de la propia Univer- Tengo razones para pensar -ya lo he dicho-- que el pro-
le· sidad, por falta de puestos y estímulos a tono con sus legítimas blema que apunto no es ajeno hoy, ni lo fue ayer, a las preocu-
ra aspiraciones. paciones de quienes rigen los destinos de la Universidad. Y si lo
les Creo que una de las experiencias más dolorosas de muchos saco a luz y me detengo tanto en él es porque entiendo que
en profesores es ver cómo, a lo largo de los años, miran en torno preocupa legítimamente a un sector estudiantil muy estimable
A suyo y se ven solos, separados irremediablemente de los que de mi Escuela. Y porque guarda, ademis, muy íntima relación
un día fueran sus mejores alumnos. Cómo tantos estudiantes con el tema de esta conferencia. Pues, afectando por modo

U3
esencial, como vengo razonando, a la Universidad en su con- una cultura humanista? ¿Tienen una razón social de ser estas
junto, a todos los universitarios y a los problemas del hombre disciplinas, en nuestras Universidades? ¿Son estos estudios puros
dentro de la Universidad, presenta caracteres más agudos para ocios académicos, o contribuyen de verdad al progreso real
ciertas ramas de la carrera de Humanidades, como las de la del hombre? /
Facultad de Filosofía y Letras, Historia, Literatura, Letras Clá- Para poder dar cumplida respuesta a estas preguntas, habría
sicas y otras en las que los caminos para el ejercicio profesional que saber qué se entiende por cultura humanista, de qué clase
son, por razones obvias, muy limitados. de humanidades se trata. La palabra humanismo, como la pa·
labra hombre, es proteica y multívoca. Es, a veces, pura retórica.
La Universidad y el unive"rsitariu Un comodín para explicarlo todo, a veces hasta las cosas inex-
plicables. El humanismo, como todo, tiene su historia. Cada
Mucho se ha debatido y habrá que seguir debatiendo en tor- época pone en los grandes conceptos, como en los palimsestos
no a la Bamada misión de la Universidad. Es un problema recubiertos de nuevas capas de escritura, la impronta de sus
de siempre, pero candente hoy, en que todas las instituciones, propios problemas. La concepción y la proyección del huma-
todas las actividades, tienen que justificar sus títulos de legi- nismo, hoy, no pueden ser las mismas que las de ayer. La
timidad ante un pueblo y una sociedad cada día más despiertos palabra, el molde, queda, pero el contenido ha variado.
para defender sus derechos. El pasado y la tradición, por sí No trato de dar aquí -aun suponiendo que pudiera hacerlo-
solos y por muy gloriosos que se consideren, no son, a la hora una lección de cátedra sobre la historia del humanismo. Apun-
actual, ejecutoria suficiente. Deben revalidar sus timbres ante- taré tan sólo unas cuantas ideas muy generales.
riores ante las exigencias de la realidad presente, en un examen El humanismo renacentista de los siglos XIV a XVI representó
que no es simplemente de conciencia; que es, sobre todo, un pro- lIna formidable etapa en la lucha por una nueva cultura, con-
blema social. tra la enajenación teológica del hombre. Rescató de las "letras
Diré ante todo que, para mí, la Universidad no es, primor- divinas" el reino terrenal de las "letras humanas". Fue, como
dialmente, una cantera de titulados profesionalmente. Que, dice Syme, el gran conocedor del Renacimiento en Italia, su
para poder ser eso, en la función cabal del profesionalismo, patria, "un esfuerzo gigantesco de la humanidad, de cuyos
tiene que ser, en su raíz misma, una escuela de formación del progresos y avances participamos todavía nosotros"; "la con-
hombre, del hombre social de nuestro tiempo. Una forja de los quista por el espíritu del hombre de la libertad consciente de
grandes valores de la cultura que el pueblo necesita y reclama sí misma". Con el humanismo -afirma Burckhardt, al autor
y que no pueden plasmarse al margen de él, sin contacto con de La cultura del Renacimiento, uno de los que más acucio-
sus necesidades, sus intereses y sus luchas. Lo cual -dicho sea samente la han estudiado-, el pensamiento se humanizaba y se
de pas()---- vincula necesariamente al universitario con la socie- mundanizaba, emancipándose de la evasión mítica y mística,
dad y la política, entendida ésta como la lucha elevada y cons- de la obsesión escatológica de la Edad Media, para luchar
ciente por un Estado a tono con los principios de la gran por un contenido real y racional. Ningún juicio tan entusiasta
cultura humana y de la justicia social. como el de Federico Engels: "La más grandiosa transfonnación
progresiva de la humanidad, hasta entonces. Una época de ti·
El universitario no es el maestro u oficial de los gremios ar- tanes intelectuales, por su vigorosa personalidad, sus pasiones
tesanales, formado empíricamente en la práctica de su profe- y la universalidad de sus intereses y conocimientos."
sión. Pero tampoco debe ser el intelectual olímp'co de la famosa Aquel gran humanismo fue, visto históricamente, el exponente e
"torre de marfil", incontaminado con la realidad. El agua quí- de la lucha ideológica contra el feudalismo y su hija espiritual, d
micamente pura, gustaba de decir Unamuno, nu es potable. la escolástica. Abrió los horizontes intelectuales del hombre, 1
Las fronteras entre la cultura espiritual y la material son elás- 1,
como avanzada de un movimiento que abriría sus horizontes
ticas y permeables. Como dijera Marx, "el mismo espíritu que ti
sociales. Afirmó los derechos del individuo y de la personalidad,
construye los ferrocarriles por la mano de los obreros es el 1,
que eran en realidad los de una clase nueva. Sentó las bases
que construye les sistemas filosóficos en el cerebro de los pen- para el patriotismo de los nuevos Estados. Minó los cimientos ti
sadores". dogmáticos de la religión y provocó el movimiento religioso
de la Reforma. En condiciones nuevas, algo de su espíritu está
El humanismo de ayer y el de hoy presente, hoy, en las grandes corrientes renovadoras de la Igle.
sia conciliar de Juan XXIII y Paulo VI, atentas a las exigen·
A la vista de esta unidad de la cultura, que no es una elu- cias del humanismo nuevo. Aguzó el sentido crítico, elemento
cubración, sino una realidad de la historia, habría que pregun- vital de la ciencia y la indagación, frente al dogma. Preparo
tarse, en esta hora de aquilatamiento social de los valores: ¿ ne- el terreno para el enciclopedismo y el racionalismo del "Si~lo
cesita realmente el pueblo de México, necesita el mundo de hoy, de las Luces", la filosofía de la gran conmoción revolucionarIa.
¡las Las grandes figuras del humanismo renacentista han quedado museografía, las vestiduras para arropar los nuevos ideales. Los
ros ~i.adas para siempre a la historia de la larga lucha por la Robespierre y los Danton se envolvían en los pliegos de la túnica
eal dignIdad del hombre y por el progreso de las ciencias. En ellas de Peric1es o de la toga de Cicerón o de los Gracos. Y el em-
e~tá la cuna de las ciencias modernas, las del espíritu y la so- brujo romántico del esplendor de Grecia y Roma no intoxicaba
ría Ciedad y las de la naturaleza, ensambladas todas ellas en unidad. solamente a las fuerzas del progreso. Contaminaba también a
iSe Los nombres de Leonardo, Erasmo, Telesio, Galileo, Giordano otros intereses menos generosos. Se exaltaba el Senado romano
la· Bruno, Tomás Moro y Campanella, Veselio, Copérnico, Miguel como depositario de la sabiduría perenne de los estadistas. Ahí
ca. Servet, Harvey y tantos más, son los de héroes inmortales del está todavía un moderno Capitolio, queriendo emular con su
~x­
pensamiento humano. . nombre a la colina ilustre de la Roma imperial; pretendiendo
da Pero, al declinar el día luminoso, fueron acentuándose en el dar un lustre de legitimidad histórica a los sueños fallidos de
tos hu~~nismo los ras~os negativos de la erudición muerta y la un nuevo imperio ecuménico.
;us retonca. El humamsmo decadente se encastilló en el desdén
Ia- ~~cia la veta creadora del pueblo y hacia lo nuevo. Se convir- Una concepción nueva de la historia
La no en una cultura que miraba hacia arriba y hacia atrás.
Se estancó. Este humanismo trasnochado ya no nos sirve, hoy. La nueva:
La esencia misma que entraña la idea del Renacimiento pos- conciencia del hombre nuevo, del hombre de la nueva clase:
ln- tula ~a ex.altación de los nexos del presente con el pasado como y de la nueva sociedad, reclama y engendra también un nuevo',
lo pnmano. Los renacentistas, fieles a su nombre, cifraban su humanismo, el humanismo de nuestro tiempo. Y ello se revela
Itó or~llo en ser los herederos de una cultura desenterrada. Con- sobre todo en la ciencia que guarda y entrega el secreto del
verti~n en culto el cul!ivo de las letras clásicas. Se dejaban ser del hombre: en la ciencia de la historia.
'as hechizar por el embrujO de una cultura pretérita. Adoraban Para mí, en efecto, lo medular de los estudios de humani-
no los huesos de un Homero, un Tito Livio o un Virgilio como los dades, está en la historia. Es ésta, tal como yo veo el problem:1.
su creyent~s ,~doraban las reliquias de los santos. "Santo Platón, ora la ciencia humanística por excelencia, y lo histórico lo que da
'os ~ro nobIS , rezaba uno de ellos. Se resistían a ver, embrujados por su sentido profundo y esencial a todos los demás sectores de este
'n- pasado, q~e ~a cultura a que rendían culto, la cultura grego- campo de trabajo. Creo, por ello, que han estado en lo cierto
de romana, habla SIdo el fruto de las luchas y las condiciones históri- los autores de las reformas al Plan de Estudios de nuestro Co-
or cas de su tiempo, como la nueva lo era del suyo. Aquella cultura legio de Letras Clásicas al intensificar la enseñanza de la his-
.0- que elevaban a los altares era, para ellos, la hazaña titánica mí- toria y centrar sobre ella, en la nueva orientación, todos los es-
se nca, del Hombre por excelencia, con mayúscula divinizant~ del tudios de humanidades. Si el estudio de la obra cultural de los
:a, Homb:e esenci~l, universal y permanente. Allí había quedado, clásicos, de la obra de Esquilo o de Lucrecio, digamos, no ha de
ar esculpIdo en marmol, el paradigma eterno. El secreto de la gran- caer en el formalismo inerte de la mera preceptiva literaria,
,ta d~ debía buscarse en. la i~itación de los grandes que fueron. sino iluminar las fuente~ de su creación, tiene que situarse, ne-
>n I Volvamos a ser grIegos! , clamará más tarde con soñadora cesariamente en las circunstancias históricas que le dieron vida;
~- nostalgia, Winckelmann, el creador de la moder~a historia del es decir, enfocarse historiográficamente.
es arte. Resucite~os -venía a decir- el griego que yace sote- El hombre, como ser social, es eminentemente un ser histó-
rra~o e~ lo mejor de nosotros. Y Hegel, el genio de la dialécti- rico, eslabonado en la cadena de los tiempos. Somos lo que
te ca Ideahsta moderna, negando la esencia de su propia filosofía somos por lo que hemos sido y por lo que, partiendo de nuestro
11, decretaba a Grecia como la "obra de arte" perfecta e inmor~ ser social, en el que palpita también la herencia de los siglos,
'e, tal. ~ "clásico" era lo de primera clase --de ahí el nombre-: pugnamos por llegar a ser y estamos siendo. Es obligado, por
:es lo mejor y para los mejores. La sangre del espíritu de una aris~ supuesto, preocuparse por los genes históricos, por la ascenden-
d, t
~racIa "
mte1ectua!. Era el dogma, el canon de la nueva religión cia. Lo es más aún, sin duda, saber la herencia que vamos nos-
ts I~l~a de la cul~ura. El clasicismo, el neoclasicismo, el roman- otros a dejar a nuestros descendientes. Está bien enorgullecerse
:os tICismo.' entromza?~o el "Espíritu del Pueblo" en el pasado de ser los nietos o biznietos de los clásicos, los griegos, los roma-
'so -en rIgor, el espmtu que los próceres del intelecto le achaca- nos, los hispanos, lo aztecas o los mayas. Es más legítimo aún,
ti ban-, eran el sueño, la quimera de la inmortalidad. sin embargo, el orgullo de pensar en qué van a contribuir los
le· . ~uando una mentalidad o una idea no responde a las con- hombres de hoy, con sus luchas y su obra, a la grandeza de sus
n· diCIones de la nueva época o al espíritu del hombre el vestido nietos y biznietos. Somos los hijos de ayer, pero somos también
to ahora vací.o de su antiguo morador, se convierte en' disfraz. ' los padres del mañana. La patria no son solamente los padres,
ró El hechIzo del pasado paralizaba al hombre, después de ha- como creían los antiguos y reza el nombre ("patria", de
,lo berlo estremecido. Los adalides de la Revolución francesa iban "pater") ; son también, y sobre todo, los hijos. Pensar en los hom-
a, a buscar el empolvado guardarropa de la historia, trocada en bres del mañana, partiendo de las realidades de hoy y con una

us
conciencia clara y operante de lo que fue: ese diría yo que es el La inanidad de la historia caduca y el anhelo de una histe.
humanismo que necesitamos, el humanismo de nuestro tiempo. ria nueva hacían exclamar al poeta:
No el espectro del humanismo de ayer, sino la realidad viva
del humanismo de hoy. i Dichoso el hombre que aún puede esperar
La historia, como dijera el gran retórico, es la maestra de la ver una luz en la noche cerrada!
vida. Pero la vida es, a su vez, la maestra de la historia. Las lu- Lo que se ignora haría falta saber.
chas del presente nos ayudan a ver y comprender, sin defor- Lo que se sabe no sirve de nada.
marlas, las realidades del pasado. Y unas y otras nos encaminan
hacia las realizaciones del futuro. Así marchan las cosas, con Sobre las ramas marchitas del "árbol de la ciencia" -para
paso incontenible. En avance seguro, a veces paulatino, a veces retener la bella imagen del propio Goethe- tenía que triunfar
incluso retrogrediente, a veces en descargas explosivas, en las el árbol dorado, verde y jugoso, el "árbol de la vida". La "luz"
grandes conmociones, que un insigne pensador Ilamó "las lo- en medio de la "noche cerrada" de la historia, por la que el
comotoras de la Historia", cuyo combustible propulsor es el poten- poeta clamaba -"¡ Luz, más luz!"- se encendería, poco des-
cial de las fuerzas objetivas, materiales y sociales. Y la con- pués de su muerte, en dos horizontes muy distintos, a los dos
ciencia certera de cómo y hacia dónde marcha o debe marchar lados del océano. En 1845, dos jóvenes pensadores, Marx y
el mundo y de la acción que en esa marcha han de desarrollar Engels, anotaban, en definitivo ajuste de cuentas con un pasado
los hombres, las clases y los pueblos se la suministran a éstos, si humanístico idealista, sus reflexiones sobre la historia del hom-
están debidamente orientadas, las ciencias humanas, que tanto bre, que, catorce años después, tras profundos estudios, el pri-
vale decir las ciencias sociales, y en el centro de ellas la de la mero de ellos ahondaría en páginas que son el acta de na-
historia. cimiento de la nueva concepción historiográfica. En 1877,
A los sueños de restauración del pasado, arrullados por el corroborando sin proponérselo, la gran visión nueva con los da-
viejo clas:cismo, respondía también, como un eco, una quimera tos revelados por un mundo nuevo, vería la luz en los Estados
de la historia que era, en realidad, la negación de ella, porque U nidos, como resultado de sus investigaciones sobre las tribus
pretendía apresar, pasmado, al fluir incesante de la vida. Tam- indígenas de su país, la obra del etnólogo y arqueólogo norte·
bién el historiador sueña Con fantasmas. Todavía el grandilo- americano Lewis H. Margan titulada La sociedad primitiva.
cuente Michelet definirá la historia como "la resurrección del Brotaba así un nuevo modo de ver la historia que daba a ésta
pasado". Es decir, como el milagro de la resurrección de los una meta y un sentido, desentrañándolos de la historia misma y
muertos. Pero, ni la historia es Lázaro ni el historiador es Cristo. asentando ésta sobre sus fundamentos reales. Los problemas de la
El primer gran vislumbre de una nueva historiografía -aun- historiografía y la humanística se centraban ahora en el hombre
que envuelto todavía en la placenta mítica, cíclica, de las Edades real, de carne y hueso, y en la sociedad viva de los hombres. La
de Hesíodo-- fue, a fines del XVIII, la obra del humanista italiano historia dejaba de ser una procesión fantasmal de figuras de
Giambattista Vico, el autor de la que él llamó la "Ciencia cera. La ktología y la mitografía historiográficas, que habían
nueva", la ciencia de la historia. Al advenir el ciclo de los hom- devorado a la historia durante milenios, se subordinaban ahora
bres --dice Vico--, tras el de los dioses y los héroes, el hombre,
libre del terror religioso a los poderes sobrenaturales, cobra la
conciencia de su propio destino y de su capacidad para conquis-
tarlo. Nace así la lucha por la libertad y la igualdad, derribando
las banderas santificadas por los dogmas.
Cuando la fiebre del "clasicismo" hizo crisis, la historia vie-
ja, y con ella el viejo humanismo cayeron en la postración. So-
brevino la fatiga, el cansancio, ante una historia caleidoscópica,
sucesión deslumbrante de brillantes imágenes que no enseñaban
al hombre nada, que no iluminaban sus caminos. Era el senti-
miento de angustia intelectual que, allá por los comienzos del
XIX, exteriorizaba Goethe, el gran clarividente de la poesía fi-
losófica, en los versos del Fausto:

¿ Para qué tanto libro polvoriento


que nos habla del mundo del pasado?
Polvo y carcoma; ajetreos de polillas
en trajín incoherente y agitado.
a ella. La tradicional Musa narrativa y mitómana dejaba el historia, hay que empezar por ver las cosas como realmente son
puesto a la investigación crítica, rigurosa y objetiva. La larga o han sido. Los hechos mandan sobre la historia, porque mandan
línea multisecular de la historia racional y razonada, iniciada sobre la realidad. La historia, como dice Ranke, es lo acaecido.
por Tucldides en Grecia, renovada en el posRenacimiento por Pero no es solamente eso.
Vico, llevada adelante, ya en los tiempos modernos, por Nie- Esta actitud realista, responsable, propiciada por el desarro-
buhr, por Grote y los historiadores franceses, llegaba a 'su apogeo. llo de los medios auxiliares de conocimiento, imprimió pode-
Caían por tierra los viejos paradigmas sobrevividos del cla- roso impulso al cultivo de una serie de ciencias que son, al pro-
sicismo. Mejor dicho, se desplazaban a su verdadero centro. Ca- pio tiempo, instrumentos del saber histórico y social. Estimuló
da país, cada pueblo -vista la historia bajo la nueva luz- tiene e hizo posible el pasmoso desarrollo de la arqueología, la etno-
sus propios clásicos, aunque sus monumentos no cobren la reso- logía, la antropología, la epigrafía, la lingüística, la papirología
nancia prestigiosa de los que nos hablan en ~riego ni brillen con y otras disciplinas. Por los canales cibernéticos de los nuevos
el resplandor fascinante del Partenón. Cada pueblo, cada país, medios de indagación afluía a la conciencia del investigador
se enorgullece de su prop:o pasado luminoso, sin que ello tenga un caudal creciente de hechos, de datos, de elementos, sobre
por qué entibiar en lo más mínimo, antes bien, dándoles su ver- los que era posible trabajar racionalmente. A veces, corrobo-
dadero significado, las enseñanzas que deben inspirarnos los rando de modo asombroso las tradiciones de la mitología y la
grandes valores de la cultura universal. Pues ésta no es patrimo- literatura; obligando otras a rectificarlos y permitiendo casi
nio de los elegidos, sino la obra de muchos, grandes y pequeños, siempre puntualizados.
oscuros y brillantes. El fetichismo racial de los "pueblos próceres", Pero, para llegar a conclusiones y a juicios a través de los
los protagonistas insignes de la historia, ha terminado. Todos los cuales pudiera el hombre extraer enseñanzas, irrenunciables en
pueblos, cada cual en su medida y con su lección propia, tienen toda ciencia humana, los hechos comprobados necesitaban ser
algo que enseñar y algo que aprender. La historia, como la vida, agrupados, construidos, interpretados. Los hechos sólo hablan,
r.\ empresa de todos. históricamente, cuando se les coteja con otros hechos, cuando
el hecho histórico, original siempre, singular e irrepetible co-
También en este terreno asistimos a un despertar de la con- mo el hecho humano, se engarza en el proceso histórico y éste
ciencia nacional de multitud de pueblos, que dejan de ser aque- nos d:ce cómo discurre el acaecer. Cuando, además de saber
llas oscuras arenas del desierto de que algún historiador nos como ocurrieron las cosas, sabemos por qué sucedieron así y por
habla. Las arenas oscuras cobran personalidad y el desierto flo- qué, en ciertos casos, tenían que suceder de ese modo, y no de
rece. Muchos pueblos antes ignorados sacuden su mediatización otro. Cuando la necesidad afirma su imperio sobre la casuali-
c.olonial o semicolonial, así en el plano cultural como en el polí- dad, muchas veces aparente y puramei1te superficial. -Es decir,
tICO y en el económico. Nuevas y nuevas naciones inscriben sus cuando se ponen de manifiesto las leyes del devenir histórico.
nombres y los colores de sus banderas en el mapa del mundo, y Hay que decir que este problema de las leyes históricas es muy
tras ellos salen de la penumbra nuevas y nuevas culturas, nue- controvertido entre los historiadores. Se trata, evidentemente, de
v~s acervos en el campo del arte, de la literatura, del pensa- un problema medular. Se ventila en él el ser o el no ser cien-
miento. Tampoco en este orden de cosas se resignan los pueblos tífico de la historia y de las ramas del saber humano, ya que
de hoya seguir pagando su tributo de vasallaje al imperialis- la negación de toda ley las empujaría al vulgar empirismo y
mo de los "clásicos", al imperialismo cultural. a la pendiente de lo arbitrario y lo contingente. Sería algo así
Estudiar en los clásicos, sí, pero no prosternarse ante ellos en como el suicidio de la historia como ciencia, su recaída en la mi-
prosquinesis idolátrica. Aprender de ellos, sí, y cada vez más y tografía.
mejor, pero no con la nostalgia enfermiza del pasado, sino en La plétora de hechos, de materia prima de conocimiento, que
función de las realidades del presente y con los horizonte~ afluye en tumultoso tropel, requiere, como digo, ser ordenada
abiertos al mañana. para ser comprendida. Pero desentrañando de ella misma su
ordenación, y no imponiéndosela desde fuera, en caprichosas
La ciencia de la historia construcciones. Sólo así pueden los hechos recobrar el sentido
que en ellos mismos se alberga. La historia tiene su lóg;ca y, por
¿Es la historia una ciencia? Según como se la enfoque y se tanto, su filosofía, la filosofía de la historia. La mirada, guiada
la conciba. La nueva concepción, la visión social de la histor;a por ella, se remonta de lo particular a lo general, desde cuyo
y de las humanidades, hacía aflorar la roca viva sobre la que las plano podemos luego movernos conscientemente dentro de la
disciplinas históricas y humanas podían alcanzar un rango de riqueza fenoménica inagotable y procelosa de lo singular, que
cientificidad. El dato científico real de que hay que partir, sobre de otro modo nos limitaríamos a reseñar como en un inventario.
el que hay que construir, desplazaba a las vagas elucubracio- No otra cosa es lo que hacemos, primariamente, cuando damos
nes, a las especulaciones sin base. Para indagar y escribir la nombres a las cosas, captando en ello su esencia, si los nombres

U7
son certeros y adecuados. Y, en un plano superior, cuando las y en la que actúa, como naturaleza, aunque específica y pecu·
ordenamos lógicamente en series y categorías, para podernos liar, que él mismo es. Esta unidad de las cosas informa la uni·
entender y entender debidamente la realidad. Cuando decimos, dad de las ciencias. E
por jemplo, reflejando la realidad en conceptos, que la socie- En la era de la especialización, es más necesario que nunca, \ler,
dad antigua era una sociedad esclavista, la de la Edad Media si no se quiere caer en la dispersión esterilizadora, levantar la no I
una sociedad feudal y ésta en que nosotros vivimos una sociedad vista a los grandes problemas comunes y aglutinantes. El mé. mas
capitalista. No se trata de una simple cuestión de semánfca, dico, el físico, el matemático, el ingeniero que aspire a penetrar !OCl;
sino de una clara visión teórica. Ésa es la fundón irrenunciable en el sentido humano de sus estudios no puede encerrarse entre cien
de la teoría en todo abordamiento cientüico de los problemas: las cuatro paredes de su laboratorio, de espaldas a los horizontes ¡ifio
iluminar los caminos de la experiencia, de la práctica, partiendo espirituales y sociales que le abre el contacto con la historia, ción
del papel creador de ésta en el desarrollo humano. la filosofía, y las ciencias antropológicas. Del mismo modo que el la o
Por eso, la nueva concepción realista, materialista, de las historiador, el filósofo, el filólogo o el jurista que quiera eneon· lada
ciencias humanas, apegada a la experiencia concreta, a los he- trar el sustrato material para sus estudios necesita estar infor· dad
chos, postula al mismo tiempo una gran elevación en los crite- mado de las grandes adquisiciones del otro hemisferio del saber, inch
rios y puntos de mira generales. Y, cuando hablo de concepción el de la Ciencias físicas y naturales. la e
materialista, debo decir, para puntualizar la idea, que la ma- Los ejemplos ilustres -para destacar éstos, entre tantos más- llam
teria, para estos efectos, filosóficamente, no es otra cosa que la de un Pávlov o de un Einstein, en uno de los campos, y el de leo!
realidad objetiva, de la que hay que partir en una teoría cien- un Hegel o un Marx en el otro, son harto aleccionadores. Lo L¡
tífica del conocim:ento. El desarrollo técnico y la riqueza de son por los horizontes tan vastos de sus personalidades y por el luch:
detalle de las disciplinas humanas del. conocer, sino quiere caer sentido integrador de sus concepciones. Pávlov pudo revolu· amp;
en lo caótico, tiene que remontarse, como pedía ya Demócrito, cionar la fisiología y dar una base científica a la nueva psieo- bre
el gran pensador griego del conocimiento "o~curo", que es el logía y a la teoría del conocimiento, porque en sus estudios de conl!
conocim;ento primario de los sentidos, al conocimiento luminoso, la corteza cerebral tenía muy presente al hombre real de su so- esfue
"profundo", al que sólo se llega por la vía discursiva del pen- ciedad y no perdía de vista la evolución social del hombre, 14rla
samiento. El primero es el de la infancia; el segundo, el de la al igual que otro gran histólogo, el español Ramón y Cajal, ¡ fór
edad adulta. espíritu alerta a las realidades y a la trayectoria del hombre ~and
y de su cultura. Einstein, a quien se tiene por el prototipo del mam
físico y el matemático huraño, encerrado en sus fórmulas, era, bulos
U nidad de las clenczas entre otras cosas, un profundo conocedor de la historia, la fi· [nso
losofía y la literatura; una de las ediciones alemanas del poema ~ell
Otro de los grandes postulados del nuevo modo de concebir filosófico de Lucrecio Caro, el gran poeta latino, lleva al frente Para
la historia y las ciencias humanas es la unidad, la integración un importante estudio del creador de la Teoría de la Relativi· nos e
de las diversas disciplinas en un todo superior. En la vida, todo dad. Hegel fUe un portento de la sabiduría universal de su levan
se halla entrelazado en unidad orgánica. El parcelamiento de las tiempo, como lo revela toda su obra y, muy especialmente, su buce;
ciencias, aunque obligado, es convencional. Las tradicionalmen- Enciclopedia de las ciencias filosóficas. Y, sin un conocimien· sus e
te llamadas Ciencias del Espíritu o de la Cultura, las Ciencias to profundo y cab::l! de las Ciencias físicas y naturales en su
humanas o sociales, la historia, la filosofía, la filología, la cien- día jamás habría llegado Marx a ser el forjador del mate·
cia económica, las letras, la teoría política, el derecho, la teoría rialismo dialéctico, que es la ciencia de las leyes comunes de la
del arte -todas ellas auténticas disciplinas científicas, y no n:lturaleza, la sociedad y el pensamiento. Pe!
amenas divagaciones intrascendentes, como algunos, en la famo- Lo que se ha llamado la deshumanización de las ciencias: heme
sa y ya superada disputa de las Facultades, parecen pensar- es decir, el amurallamiento de las ciencias especializadas frente carga
forman todas una unidad profunda, ·en la que unas dan sentido a los grandes problemas de la filosofía y la cultura humana: junto
a las otras. Y todas ellas, a su vez, se hallan engarzadas por un es ya, tristemente, en buena parte, una realidad en muchos de los Una (
nexo esencial a las Ciencias de la Naturaleza, a las Ciencias representantes de las Ciencias naturales. Ciertas corrientes, muy dond,
físico-matemáticas, a la biología, la fisiología, la medicina, la en boga, están tratando hoy de llevar también esta tendencia ~r ¿
matemática, la física. Unas y otras tienen como vértice, prota- al campo de las Cien¡:;as sociales, convirtiendo la economía, legra!
gonista y destinatario al hombre, en su doble vertiente de ser por ejemplo, y hasta la filosofía misma y la propia historiografía más (
natural y de ser social, y recaen sobre el mundo en que el hom- en puras técnicas instrumentales. No podemos hacer aquí otra debe
bre mora y de que es parte. El hombre, que, al transformarse cosa que llamar la atención hacia este problema, de peligro y todo
históricamente a sí mismo y a la sociedad en y de la que vive, consecuencias incalculables. De él habría que hablar detenida· estud
transforma al propio tiempo a la naturaleza, de la que se.nutre mente en otra ocasión. ción

Conf,
de la
al ci
Diree
ecuo Los problemas de nuestro tiempo Vivimos juntos en esta hermosa Ciudad del Estudio en el
uni· valle de México, bajo los volcanes del Anáhuac, pero la 'verdad
El viejo y estrecho encastillamiento gremial en el propio ta- es que, s:endo vecinos, nos conocemos muy poco; conocemos
nca, ller, el parcelamiento artesanal del "¡ Zapatero, a tus zapatos!", muy poco, unos y otros, de los problemas que nos preocupan
r la no encaja en la ciencia y la sociedad del mundo en que vivi- y d~ las tareas en que se afanan, aquí al lado nuestro, quienes
mé. mos. La ciencia ha sido siempre una empresa y un resultado cultIvan los campos deslindados de los que nosotros elaboramos.
trar social. Lo es más que nunca hoy, en el siglo atómico, en que la Torre de Ciencias; Torre de Humanidades: parece como si
ltre ciencia se socializa y estatifica, en que la personalidad del cien- cada cual se encerrase en su propio castillo, sin querer saber
ltes lífico se potencía en proporciones cada vez mayores por la ac- nada de los otros. La pradera que separa los edificios de nues-
,ria, ción colectiva, por el trabajo en equipo. En un mundo en que tra Casa de Estudios tiene más de frontera que de camino. Más
~ el la concentración de un potencial fabuloso de energías acumu- bien que el prado de vecindad, el ejido de la casa común, diría-
on· ladas puede entregar la clave para la liberación de la humani- se una tierra de nadie entre dos mundos que se ignoran.
foro dad o poner en peligro su vida. De nada serviría, representaría Habría que instituir, como entre los griegos por encima de su
Jer, incluso el posible retorno a la barbarie o más exactamente aislamiento territorial, no dioses y cultos comunes, porque el
b caída en una barbarie nueva, que los s~bios encendieran I~ tiempo de los d'oses ya ha pasado, pero sí ideales comunes, inter-
s- llama para iluminar al hombre, si la chispa del nuevo Prome- cambios de conocimientos, a tono con las exigencias de hoy.
de leo se convirtiera en tea incendiaria. Enseñanzas comunes, en las que unas Escuelas pudieran recibir,
Lo La ciencia, la investigación, la enseñanza, reclaman hoy para no como huéspedes, sino como hermanos en la fraternidad del
. el luchar contra la ignorancia, la enfermedad, el hambre y el des- saber y del trabajo por conquistarlo, a los de otras para co-
,lu· amparo, recursos materiales y humanos inmensos. Ningún hom- municarles lo más esencial de sus preocupaciones y recibir de
eo- ~re de ciencia sensible puede resignarse ante el monstruoso ellos sugestiones provechosas.
de contrasentido de que descubrimientos que son el fruto de sus Creo que este ciclo de conferencias que por una feliz inicia-
so- ~fuerzos y que podrían salvar muchas vidas humanas o endere- tiva se está desarrollando, responde a la sana preocupación
re, zarlas
al, ' hacia metas altas permanezcan encerrados, con patentes de las autoridades universitarias por este problema. Los unos
f
formulas, en las cajas fuertes de empresas de lucro, aguar- necesitamos de los otros para adquirir una visión cabal, armó-
)re dando la .coyu~tura ~e la re,ntabilidad privada. Ni puede per- nica y actual, de los grandes problemas del hombre y del mundo,
lel manecer ImpaSIble, VIendo como los Estados dedican sumas fa- en esta hora en que, en todos los órdenes de la vida, pero sobre
ra, ~ulosas a las técnicas de la muerte, mientras se destinan recursos todo en el del pensamiento y la ciencia, hay que buscar lo que
fi· irrisorios del gran fondo de acumulación reunido por el trabajo une, por encima de particularismos y fronteras; por encima
na del hombre a la lucha por los bienes elementales de la vida. do todo lo que separa.
Ite Para encontrar las causas reales de estas anomalías y los cami- Ya que la despierta inquietud de estudiantes y profesores y
11' nos que lleven a salir de ellas, el hombre de ciencia tiene que la firme decisión de los regentes universitarios han puesto a la
su levantar los ojos de los mecanismos específicos de su trabajo, orden del día la refoma de los Planes de Estudios, en movi-
su ~ucear en los entresijos de la vida política y social y comprender miento renovador que hay que esperar sea solamente el comien-
n· sus complejidades. zo, valdría la pena, pienso yo y seguramente piensan también
su otros, desarrollar esta valiosa idea; dar nuevos pasos en esta
e· La comunidad de los esudiosos dirección.
la El fuego de la ciencia no es sólo la antorcha que, como en las
Pero volvamos, ya para terminar, a la Universidad, por donde Panateneas y en los Juegos Olímpicos, va pasando de mano en
IS: mano, de generación en generación, cada vez más brillante
hemos comenzado. Es ésta, Universidad, una hermosa palabra,
tr cargada de sentido y significación. Universidad es suma, con- y esplendorosa. Es, además, en cada una de ellas, la obra de
a: Junto, universalidad. Quienes la vieron nacer la definían como los esfuerzos colectivos de la comunidad de los estudiosos y
os una corporación de profesores y alumnos, la Ciudad del Saber, de la comunidad de los pueblos de que éstos son parte.
~y donde todos, maestros y escólares, deben sentirse ciudadanos U no de los altos exponentes de esa comunidad de los es-
la
~r derecho prop:o. Las modernas Ciudades Universitarias in- tudios, de ese patrimonio común de la cultura y de la ciencia
a, ~ran arquitectónicamente esta concepción colectiva. Pero, ade- en perpetuo enriquecimiento tiene que ser, en México, la Uni-
la versidad a la que nos enorgullecemos en pertenecer. Es compro-
mas de una colectividad de personas y edificios, la Universidad
'a debe ser, respondiendo también en esto a su nombre, y sobre miso de honor de todos que lo sea. De todos, estudiantes, pro-
todo a su esencia, una universalidad de cosas, de inquietudes, fesores y gobernantes académicos. Atentos todos a cuanto de
es~ud!os y enseñanzas. Debe responder a aquel ideal de integra- nosotros tiene derecho a esperar y a exigir el pueblo que nos
CIon también por su contenido. alienta y nos sostiene.

Conferencia leída en el Auditorio de la Facultad de Medicina


de la UNAM el 5 de abril del presente año, correspondiente
al ciclo "Uni~ersidad, presente y futuro", organizado por la
Dirección de Servicios Sociales de la UNAM.
U9

También podría gustarte