Está en la página 1de 10

ANTES 


DE 

ESTO,

TEMBLABA

Una obra breve de auto cción de Federico Abrill

© Federico Alberto Abrill Alfar


Prohibido la representación y reproducción del presente material de manera total o parcial
sin previa autorización del autor.
E-mail: federico.abrill@gmail.com
fi
o

PREMISA

Hay algo de verdad y algo de mentira. 



Es una auto cción.
Debes representarme a mí pero hablar como tú. Busca un elemento que creas que me
identi ca, te lo pones y con eso basta. Luego hablas como tú. Pero estaremos juntos.
Las acotaciones (que están en cursiva) no las leas, no seas paloma.
Si te confundes, sigue.


ANTES DE ESTO, TEMBLABA

Vas a empezar a leer algo privado.


Pero agradezco que lo leas.
Así que tranquilo.
El dolor es mío. No tuyo.

Mi nombre es…

Di tu nombre.

Me invitaron a leer esto. No sé lo que dice. Solo sé que trata del dolor y es una comedia.
Por eso acepté. No he leído esto antes. He leído una versión abreviada para no
sorprenderme. Pero seguro me sorprenderé porque como dije antes, no he leído todo.

Ahora seré Federico.

Federico es el autor de este texto.

Él está aquí pero no está aquí.

fi
fi
Es un juego.

Yo soy Federico.

Para representar a Federico he decidido ponerme esto.

Te pones algo que creas me represente.

La razón por lo que me lo puse fue…

Aquí das tu razón por la cual te pusiste lo que te pusiste. 



Tranquilo, soy fuerte. Di con honestidad porque decidiste usar eso.

Y esto que leeré es de Federico. 



Así que de alguna manera hoy soy él y también soy yo.

Esto empieza con explicar el dolor.

El dolor es una sensación que tengo cuando empiezo a temblar.

Si tiemblo es porque algo me duele.

Así que si me notas temblar es porque me duele algo.

El día que escribí esto me enteré que me quedaba poco tiempo de vida.

Y pensé no le he dicho a las personas que quiero que las quiero.

En ese momento, sentí un profundo dolor.

Por ende, temblé.

Así que comencé a escribir una carta para que algunas personas sepan que las quiero.

Porque me acostumbré por mucho tiempo a no decir esas palabras.

Decir te quiero para mí es cuando miro de frente sin mover mi cara, con los ojos abiertos
y digo te quiero.

Hazlo. Di te quiero.

Te quiero.

Aprendí a tener miedo de decirlo cuando alguien me dijo por primera vez yo no.

Entonces dejé de decirlo.

Y buscaba otras formas de decirlo.

A veces con las manos.

Hazlo con las manos.

A veces hacía un baile.

Haz un baile.

A veces era simplemente decir una frase cualquiera pensando en que decía te quiero sin
decirlo.

“¿Tienes agua?”

Di esta frase de nuevo pero dila como si dijeras te quiero.

¿Tienes agua?

Para mí era muy fácil decir te quiero.

Porque vivía enamorado.

Vivía enamorado de todo.

De las plantas. 

De los animales. 

De mis amigos y amigas.

Vivía enamorado de todo lo que se movía.

Los autos. 

Las bicicletas.

Las y los bailarines de ballet.

No me malentiendan.

Era un querer distinto al sexual.

Pero sentía, honestamente que algo me movía.

Y salían las palabras.

Ahora que estoy cerca de morir pienso…

¿Por qué lo dejé de decir?

Con el tiempo solo apreciaba las cosas que se movían y decía en silencio te quiero.

La primera vez que lo conocí tenía veinticinco años.

Y no se podía mover.

Estaba postrado en su cama.

Y por primera vez conocí el amor.

Lo conocí en un hospital en una visita.

Estaba en coma.

Era hermano de un amiga.

Había tenido una vida corta y breve antes del accidente.

Y ese día sentí mucho dolor.

El dolor de no poder verlo moverse y no sentir amor por él.

Así que me senté a su lado y le conté una historia.

En eso, movió su dedo.

Me enamoré de él.

Al día siguiente, fui y le conté otra historia.

Y así movió otro dedo.

Mis visitas fueron más frecuentes.

Mi amiga me llamaba su ángel guardián.

Yo, su ángel guardián inventaba historias y él movía alguna parte de su cuerpo. 



Como reviviendo de a pocos.

Lo llamaré…

Lázaro.

Lázaro poco a poco comenzó a reaccionar más.

Mientras yo inventaba historias.

Y lo quería cada vez más.

Pero a la vez temblaba.

No sé por qué.

Un día mi amiga me llama.

Lázaro ha despertado.

Quiere conocer a su ángel guardián.

Llegué y fue extraño. 



Estaba sentado en la cama.

Me miró y sonrío.

Me acerqué.

Me senté a su lado.

Y me pidió una historia.

Yo comencé a temblar y a la vez a contar una historia.

En eso, de pronto, me animé y le dije: Te quiero, Lázaro.

Y él sonrío.

Me preguntó: ¿Por qué tiemblas?

Porque me duele.

Lázaro me miró a los ojos y me trato de querer pero lo supe antes que diga algo.

Así que silencié su voz.

Como silencié al doctor que me dijo que me quedaba poco tiempo de vida.

Entonces empecé a escribir mi historia.

¿Por dónde empiezo?

¿Por mi temblor?

¿Por mi dolor?

¿Por mi imposibilidad de decir te quiero?

¿Por Lázaro?

Lázaro se enteró de mi diagnóstico hace unos días.

Me escribió diciendo que sabía lo que pasaba y si necesitaba un ángel guardián, él


estaría a mi lado.

No le respondí.

No tiembles, dijo.

No tiembles.

Comencé a escribir cartas.

Para mi mamá.

Mamá, a veces pienso que soy adoptado.

Pero eso no quita que piense que si algo quedó en mí de ti fueron tus ganas de
salir adelante y tu forma de bailar salsa como una señora.

Te quiero.

Para mi papá,

Papá, a veces pienso que soy muy parecido a ti. Y tengo miedo.

Pero eso no quita que te agradezca esa habilidad de cocinar y reírme de todo
aunque no de risa.

Te quiero.

Para mi sobrina,

Sobrina, a veces pienso que si hubiese podido tener una hija, quiero que sea
como tú. 

Te quiero.

Para mi amante,

Amante, a veces pienso que nacimos para estar juntos.

A veces pienso que no.

A veces te quiero.

A veces no.

Pero te quiero la mayoría de veces.

Para el teatro,

Teatro, a veces pienso que quiero dejarte.

Pero solo sé contar historias.

Así que te necesito

Y eso es un querer. Supongo.

Te quiero

Para mí,

Federico, no tiembles.

Yo te quiero.

Las cartas se repartían por correos. Hasta me mandé el mío.

Nadie sabe que me iba a morir.

Ahora todos los que están aquí lo saben.

Inclusive yo.

A ti, que lees esto.

Yo te quiero.

Aunque tú no lo hagas.

Mientras escribo esto tiemblo.

Pero es normal.

Porque me duele escribir esto.

Pero a la vez estoy en movimiento.

Todo mi cuerpo.

Toda mi mente.

Todo está en movimiento.

Todo se mezcla.

Lázaro me escribe de nuevo.

A Federico,

No estás solo.

Aquí estoy para lo que necesites.

Tomo tu mano como tomaste la mía.

Preparo historias aunque no las puedo contar como tú.

Me gustaría ser actor para poder contarlas como tú.

Me gustaría ser dramaturgo para hilarlas en un diálogo poético.

Me gustaría ser director para hacer una puesta hermosa.

Pero solo tengo mis manos, mi mente y mis ganas de contarte historias.

No leí más.

Temblaba y me eché en la cama mientras escribía esto.

Y seguía temblando.

Estábamos en pandemia.

Estaba solo en mi cama.

Estaba sin mi familia. 



Sin mis amigos.

Sin nadie.

Entonces pensé debo compartir todo este sentimiento atrapado.

Pensé en todas las personas que ven teatro.

Todas las personas que se conectan a ver teatro inclusive sin teatro.

No hay nada más incómodo que ver teatro sin teatro.

Es como ver un matrimonio sin algo que lo o cialice.

Es feliz y a la vez triste. Porque sabes que aunque somos todos felices, en la realidad esa
ceremonia solo tiene valor en nuestros corazones. Pero el corazón no es una ley.

Es feliz y triste a la vez.

¿Quién está detrás de esta pantalla?

Yo, Federico, te digo… Te quiero. 



Aunque no me conozcas.

Aunque no sepas como es mi cara.

Tú te mueves.

Y todo lo que tiene movimiento me provoca querer.

Y yo te quiero.

Porque no dejas morir a lo que yo mas amo.

Así como yo hice con Lázaro y no lo dejé solo allí a pesar de que no tenía vida aparente.

No pasó mucho tiempo para que empeorara.

Nadie sabía qué me pasaba.

Y yo trabajaba con todo mi esfuerzo para que nadie se diera cuenta.

Un día dije: Voy a mostrar esto que escribo y voy a llamar a un actor o actriz que me
conozca aunque sea un poco.

Y voy a revelar el secreto. 




Me estoy muriendo. 

Me estoy quedado quieto.

Y tiemblo.

Y tengo miedo que una vez que me vaya nadie me quiera.

Porque estaré tieso.

fi
Cuando entrego esta carta a este actor o actriz, ya estoy en una clínica.

Mi asistente que en realidad es un amigo que le digo asistente para sentirme importante
me ayuda a poner el Zoom para ver esto.

Estoy poco a poco cada vez más quieto.

Y tiemblo.

Pero siento que mi historia se está moviendo.

Y yo quiero a mi historia.

Y mi historia ahora está con ustedes.

Y esa historia se moverá con ustedes.

Paso por paso.

No moriré mientras esta historia se mueva.

Eso pienso.

Lázaro entra a la habitación.

No lo quería ver.

Mi asistente le dice que no entre.

Pero él entra.

Lázaro se sienta a mi lado. Tiemblo.

Me dice: No tiembles.

Igual tiemblo.

Y me cuenta una historia.

Es una mala historia.

No esperaba que sea buena.

Pero igual la escucho.

Y el temblor pasa poco a poco.

Su historia entra en mí.

Me da ternura.

Lo miro.

No puedo evitar mirarlo.

Se le ve tembloroso.

Le está doliendo.

Termina.

Me mira.

Y me dice que me escribió una carta.

A mi Ángel Guardián,

Me dijiste te quiero hace mucho tiempo.

Y yo no sabía qué sentir.

Pero hoy te quiero.

Yo ya había gastado todos mis te quiero en muchas personas.

Ya no me quedaba ninguno.

Pero no estaba temblando.

Se echó conmigo.

Y me abrazó para dormir.

Al día siguiente, no desperté.

Lo miré abrazándome.

Y empezó a temblar.

Le dije no tiembles.

Te quiero, Lázaro.

Te quiero.

Como quiero a mi mamá. 



Como quiero a mi papá.

Como quiero a mi sobrina.

Como quiero a mi amante, a veces.

Como quiero al que lee esta carta.

Como quiero al que ve esto.

Como quiero al teatro aunque no sea teatro.

Como quiero a todo lo que se mueva.

Así sea una historia que se cuenta a través de una pantalla.

Porque es el único lugar que tengo en este momento para contarla.

Lázaro despierta con un cuerpo inerte.

Y entonces empieza contarme una historia.

Esperando que me levante poco a poco.

No me muevo.

A veces las historias no se cuentan a tiempo.

A veces los te quieros no se dicen a tiempo.

A veces las historias son te quieros.

Y yo por eso te quiero.

Por contar esta historia.

Por leerme.

Aunque esté muerto.

O vivo. 

Porque esto es una historia.

Y en una historia todo se mueve.

Y lo que se mueve tiene vida.

Y todo lo que se mueve me provoca amor.

Y amo contar historias.

Y aunque esté muerto, mis historias seguirán vivas.

Yo,

Di tu nombre.

Hoy,

Di la fecha de hoy.

Soy Federico.

Pero también soy yo.

Y estoy vivo y estoy muerto.

Y esto es una cción y es una verdad.

Te quiero.

fi

También podría gustarte