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SUSANA llega a la cocina. Carga un par de maletas. HUGO entra tras ella.
SUSANA.- La señora del quinto piso, la de la cadera cambiada bajó y subió la basura a
su departamento. No fueron unos segundos.
Entra BERTA.
BERTA.- Quizás quería un poco de aire, como necesitamos todos en esta época. Mi
niña. Como los viejos tiempos. Los tres en casa.
BERTA.- Tienes razón. Hay que tener cuidado, ¿cierto? ¿Qué te parece si te bañas y te
cambias de ropa y almorzamos todos juntos?
HUGO.- Mamá.
SUSANA.- Seguro Hugo tenía que hacer el almuerzo y no lo hizo. Eso fue lo que pasó.
HUGO.- Mamá.
Suena algo.
BERTA.- Su asunto. Digo. Es que estoy diciendo tantas cosas, de felicidad, de tenerte,
vamos a la sala a hablar—
Suena algo.
SUSANA.- ¿Esa voz vienen del fregadero?
HUGO.- Es privado.
BERTA.- Hugo…
BERTA.- ¡Basta! ¡Los dos! ¡Silencio! Mira, Susana. Muchas cosas han pasado desde
que te fuiste a estudiar al extranjero. Muchas cosas. Y sé que a ti te han pasado muchas
más con…
Vuelve el sonido.
Vuelve el sonido.
BERTA.- Un día de la nada comenzó a sonar el fregadero y pensé que era otra cosa de
la casa que fallaba. Todo en esta casa estaba fallando y pensé… ya comienza otra cosa
más. Entonces cuando nos acercamos al fregadero y cuando escuchamos bien el ruido
no era un ruido. Eran ellos.
SUSANA.- ¿De dónde sacas esas ideas? ¿De ti? ¿Qué estás fumando ahora?
HUGO.- Mamá tiene razón. Era un ruido y luego nos dimos cuenta que no era un ruido,
eran voces. Personas. Y estamos conectados a ellos. Por la tubería.
BERTA.- Es una familia muy linda, Su. Tiene una madre como yo, un hijo de la edad
de Hugo y tienen una hija como de tu edad. Y bueno, hay un padre pero no habla
mucho. Y un perro, ¿cierto, Hugo? ¿Cómo se llamaba?
HUGO.- Depredador.
HUGO.- Nos hicimos con mamá un horario para estar en la cocina y conversar con
ellos. Están en mi horario.
BERTA.- En esta cuarentena, nos ha ido muy bien hablar con ellos. Los celulares y las
computadoras andan fallando y la verdad con Hugo… No hay mucho qué podamos
conversar. Pero con Myriam, así se llama la mujer del fregadero, ella es encantadora.
BERTA.- No, Su. La hemos ganado. Estábamos perdiendo la razón pero… La ganamos
de vuelta con esto. Acércate y escucha bien.
SUSANA.- No. ¿No se dan cuenta que el mundo anda loco y ustedes están dejando que
eso se filtre en la casa? Afuera la gente se está… Todo está cambiando. Es un caos. Yo
he estado en el centro de todo. En Madrid está en todas partes. Es un caos. Y eso hace
estragos en las personas y esto es… Carl Jung dice que—
HUGO.- Te dije que no era una buena idea que estudie psicología.
El ruido.
SUSANA.- Siéntate.
HUGO.- Es mi tiempo.
SUSANA.- ¡Siéntate!
SUSANA.- No. Tu hermana está haciendo las cosas correctamente en esta casa.
SUSANA saca algunas galletas y golosinas de su maleta, las saca junto a ropa que la
deja en el suelo.
SUSANA.- Piquen.
HUGO.- ¿Acaso no dices que estamos inventándonos a las voces para hablar porque—
BERTA.- Si tu hermana no quiere hablar de eso, hablará de otro tema. Como el clima.
Lindo, ¿no? El clima.
BERTA.- No es eso.
HUGO.- ¿Qué querías, Su? Que te esperemos brazos abiertos diciendo: nos da pena que
tu novio se haya enfermado y se haya puesto mal y que se haya muerto. Claro que nos
da pena pero tenemos que seguir con la vida, Su. Tenemos que seguir con la vida.
BERTA.- Silencio los dos. Que esto no es— No voy a tolerar esto. Esto dice Myriam.
Que yo los he dejado ser libres y no. Necesitan una madre. Y es el espacio de Hugo. Y
tú, no importa cuánto quieras que las cosas vuelvan a ser normales, las cosas se mueven,
Su. Y aquí andamos movidos y viviendo y estamos aquí para recibirte en casa pero
moviéndote y viviendo. Muerte hay en todas partes, Su. Tu papá murió cuando eran
niños y se sigue.
HUGO.- Es mi tiempo.
BERTA.- Ya sé. Si no nos quieres creer lo del fregadero, está bien. Pero no metas a
Carl Jung aquí. Estamos avanzando aquí. Y Su, tú vienes aquí a avanzar o a quedarte
donde estás pero no nos detengas. Hugo, es tu turno.
BERTA sale.
HUGO.- Se me ha quitado las ganas de hablar. (Al fregadero) Hablamos más tarde.
HUGO sale pero deja su celular en la mesa. SUSANA empieza a arreglar lo que sacó
de su maleta. En eso, un ruido.
SUSANA.- No soy Hugo. (…) Se fue, dijo que… (…) ¿Qué hago hablando con esto?
(…) ¿Qué? (…) Hola, Maialen. Sí, soy la hija. (…) Es en serio esto. No pensaba que
esto sea… Bueno… (…) Qué bueno saber que nadie está loco en esta casa. (…) Ni me
digas. Aquí no hay mucha paz tampoco En ninguna parte. (…) No, ahora estoy acá. Es
cierto que estaba en Madrid pero… No podía quedarme más tiempo allá. Perdí a mi
novio y… (…) ¿Tú también? ¿Qué pasó? (…) Entiendo. Al mío le dió… bueno, es
difícil. Y… ya tenía problemas antes y… (…) No sabía que eso podía ser posible,
cuánto lo siento. Siento que quizás si te comparto mi historia, la tuya no la habrás
contado en vano y…
HUGO entra.
El celular entró. Se escucha la voz del fregadero, ahora un poco más clara.
HUGO sale.
SUSANA.- Disculpa, no te escuché. ¿Qué decías? (…) Sí, a veces todo parece
mezclarse pero lo bueno es que a veces uno encuentra formas de darse un tiempo para
uno. Tienes razón. (…) Entonces… ¿cuándo se fue tu novio, qué pasó? Cuéntame.
SUSANA oye. Entra BERTA. SUSANA no lo ve. Sonríe. Entra sigilosamente y coge una
galleta.
SUSANA.- Gracias.
BERTA.- Mi turno no se mueve. Myrian me iba a dar unas recetas para la cena.
SUSANA.- Entendido.
SUNANA.- (Al fregadero) ¿En qué iba? (…) Ah, sí. Bueno… Siempre es difícil
empezar de nuevo. Pero a veces hay que avanzar, de golpe, aunque uno no quiera.
Fin de la obra.