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LA MEJOR PARTE DE LA VIDA ES LO QUE OCURRE

CUANDO SE APAGAN LAS LUCES


Una obra de Federico Abrill

PERSONAJE

HIJX, 30 años.

LUGAR

En una funeraria. El norte de Perú. Imaginemos Piura.

TIEMPO

El presente.

© Federico Alberto Abrill Alfaro

Prohibido la representación y reproducción del presente material de manera total o


parcial sin previa autorización del autor.

E-mail: federico.abrill@gmail.com
Este personaje debe ser interpretado por tres o más performers.
Puede ser un actor, una actriz y un actor trans o una actriz trans. Puede ser de
diferentes edades.

Lo importante es que sean diversas personas en escena. Con actitudes


distintas. Con mundos que aporten a la historia. Aunque sea la misma. Y
hagan el mismo personaje.

Durante la obra, se van turnando las palabras, las frases y los momentos.
Aunque hacen el mismo viaje emocional en mi cabeza.

Algunos pueden escenificar lo que dice el otrx.


Algunos pueden escuchar al que habla.
El límite es que hagan lo que hagan, deben contar la historia.

Como dramaturgo, me estoy metiendo en un rollón. Lo sé.

Cada signo de puntuación significa que el texto debe pasar de un actor a otro.
Hay pequeños monólogos que están al centro. Eso lo dice un mismo performer.

Koltes, un dramaturgo LGQTBI francés comenzaba sus obras con una sola
didascalia que englobaba el conflicto de la obra.

Aquí va mi versión:

LA MUERTE ES LO ÚNICO QUE DA SENTIDO A LA VIDA.

Despedir al padre no es fácil.


Para nadie.
Decirle adiós es un momento importante.

Es un hito.

Hay un yo de antes.

Hay un yo de después.

Y un yo, hijo ahora.

Despedir al padre no es fácil.


Y menos si es mi padre.
Mi padre no era un hombre sencillo.
Era complicado.
Pero de una manera particular
O mejor dicho…

Disculpen. Odio hacer discursos porque siempre digo una cosa que luego
desdigo. Eso me pasa a mí.

Odio los discursos con mucha retórica.


Sobre todo si se trata de muerte.
En una muerte no hay retórica, ¿o sí?

Me salí del discurso.


Son solos palabras, yo sé.
Se van. Como él. Hoy.

Voy a comenzar de nuevo, ¿les parece?

Voy a comenzar de nuevo, ¿sí?

Mi padre era mi padre.


Y bueno, está en este cajón.
Esa es la realidad.

El momento en que me enteré que mi padre estaba muriendo creo que ya


había encontrado mi forma de vivir.
Le pensaba poco. Y nunca como una figura que me prohibía algo.
Más como un recuerdo vago.
Una sombra.

Cuando supe que estaba muriendo, dejé todo.


No sé por qué. Fue impulso.

Cogí la maleta. Conté la ropa que ponía.


Uno, dos, tres, ropa interior.

Polos.

Pantalones.

Piyama.

Algo para abrigarse.

No había vuelto aquí hace tanto tiempo.


Pero llegué y pude estar a su lado.
Día y noche.
Los días y noches que le quedaron.
Tratando de hacerlo más cercano.
Más presente.
Convertirlo en cuerpo en vez de sombra.

No es retórica, nunca fuimos el típico padre e hijo que jugando al fútbol en el


comercial.

Pero cuando llegué estaba yo allí junto a él, queriendo ser el hijo del comercial
y verlo feliz junto a mí.
¿No digo que suele haber mucha contradicción en un discurso como estos?
Al menos en el mío. En mi discurso. Siempre lo hubo.

En los últimos días comenzó a tener sueños extraños.

Su último sueño era que venía alguien a su costado y le decía: Javier, la luz.
Tienes que caminar hacia la luz.
La luz que está allí, frente a ti.

Su último sueño era que venía un ángel y le decía que camine hacia la luz.

Mi padre creía en esas cosas.


Mi padre me enseñó el ángel de la guardia.
El Padre Nuestro.
Mandamientos, sacramentos, todo.
Mi padre.

Mi madre era más de dar cariño.


De dar abrazos.
Besos y consejos.

Papá vivía en su teoría.


En sus periódicos.
En sus noticias.
Y aunque estaba lleno de teoría, ideas e historias…
Nunca podía leerlo a él.

En las reuniones con sus amigos se quedaba callado.


Por mucho tiempo pensé que eso era tener amigos.
Estar en silencio y permitir que los demás hablen en ese silencio.
Ahora sé que compartir en silencio no es compartir.
Ahora que soy grande.

Ahora que soy grande…


Me doy cuenta que ese silencio
Las pocas frases que decía
Esos momentos sociales
Esas risas fáciles
No eran nada.

No se estresen.
Este discurso tiene partes divertidas.
Ahora voy con una.

Cuando yo tenía ocho años y papá me llevó a comer a una tienda de colores,
tenía los colores más bonitos en las paredes, parecía sacada de una serie de
cable y yo me sentía Josh, Ryan o Michael, el protagonista que podía pedir una
malteada y un sándwich con mucho kétchup y mayonesa. Pero en este lugar
te podías sentar en el estacionamiento, ¿saben? Y te traían la comida. Era el
cielo. Mamá odiaba la mayonesa, odiaba las cosas grasosas y odiaba ese
lugar. Así que fuimos él y yo. Siendo rebeldes y yendo a ese estacionamiento,
sentados en el carro, esperando el festín. Y pedí el sándwich con más
mayonesa, “póngale más” y mi papá me miro y me dijo:

¿Por qué no te pides un jugo?

¿Quieres un jugo?

Necesitarás un jugo para poder comer todo eso.

Lúcuma con leche. Eso es lo que quiero.

Lúcuma con leche.

Y él apagó las luces del carro, salió y fue a pedir la lúcuma con leche y el
sándwich prohibido.

A veces me pongo a pensar por qué mamá no me dejaba comer mayonesa.

¿Por qué no podía comer kétchup?

¿Por qué no podíamos salir como una familia a comer como en las películas
americanas?

¿Y por qué los nombres en inglés suenan tan bien en las fantasías?

Porque yo en ese momento hubiera matado por vivir en una casa como la de
Josh, Ryan o Michael.

O sentirme libres como ellos.

Sentirme feliz.
Mamá era una mujer muy excéntrica.
O lo que me acuerdo de ella.
Es muy difícil recordar a alguien a quien no ves en tantos años.
Pero en ese momento…
La primera vez que fuimos a ese lugar…
Era como si papá fuera otra persona.

Como si estuviese viendo al papá de esa serie.

Al papá de Josh.

Al papá de Ryan.

Al papá de Michael.

Al papá que si le pides un consejo te dirá:

“Lo que te haga feliz”.

Papá vino y me dijo:


No hay lúcuma.
Pero hay helado de lúcuma.
Y te han hecho un milkshake de lúcuma.
Allí me enamoré de los milkshake.
Y del helado de lúcuma.
Y de ese lugar.
Y de la posibilidad que mi papá haya encontrado cómo no defraudarme.
De saber que ante un mundo donde la lúcuma no exista, existe la posibilidad
de usar un helado artificial.
Que no es lo mismo.
Pero es una opción.
Nuestra opción.

Despedir a mi papá es complicado.

Un ángel entró en sus sueños y…


¿En qué iba?
Sí.

El sueño fue tan vívido para él que se aferró a mí.


Me dijo…
Mi criatura…
Eso me decía de bebito. Criatura.
Mi criatura…
La luz está al frente.
No en otro lado.

Luego me agarró la cara.


Así.

Con poca fuerza.

Pero yo hice como si la tuviera.

Me miró y me dijo…

¿Me perdonas?

Desde entonces la lúcuma se ha vuelto mi helado favorito.

Pero no cualquier helado.

El que hacían allí.

Y mi papá era mi acompañante en cada viaje a ese lugar.

Siempre era lo mismo.

Pan. Pollo. Mayonesa. Huevo. Kétchup.

Milkshake de Lúcuma

¿Por qué te voy a perdonar, papá?

El Ángel Francisco me dijo algo.

¿Algo?

¿Quién es el ángel Francisco?

¿Por qué me suena Francisco?

Los viajes hacia el Milkshake de Lúcuma se hicieron más frecuente.

¿De dónde conozco Francisco?

El ángel Francisco me dijo…

Una vez a la semana íbamos a mi nuevo lugar favorito.

El ángel Francisco me dijo: “la luz está al frente”.

Pronto dos veces a la semana.


El ángel Francisco viene por mí, criatura.

Tres veces a la semana. Aquí ya pedía otras cosas.

Él bajaba del auto…

Pero siempre pedía el Milkshake.

El ángel Francisco dice que si no lo perdonas, si no me perdonas, no voy a ir a


la luz, criatura. Eso es lo que dice. Dime que me perdonas. Dímelo ahora
porque si no el ángel y la luz se esfumarán.

Mientras comía ese pan con ese milkshake, papá era el hombre más feliz de la
tierra a mi lado. Me contaba cosas de su familia. De su infancia. Cómo cuando
tenía que caminar horas para conseguir lo que le pedía su mamá. Cómo era
cuando jugaba entre vacas y ovejas fútbol. Mi papá era de la sierra. Eso lo
aprendí allí, nunca le gustaba hablar de su familia salvo en esos momentos.

Papá era un témpano de hielo salvo cuando estábamos en ese lugar.

Y yo pensaba: Seguro se siente como yo.

Su lugar favorito.

Ese lugar ideal.

El ángel Francisco.

Me tomaré un momento para tratar de desenredar lo que tengo preparado.

Como verán es un enredo.

Todo es un enredo.

Cuando hablas de verdad y tienes algo preparado y luego todo se mueve es…

Eso es lo que está pasando.

Sé que estoy tirando muchas ideas.

Muchas pistas.

Muchas flechas.

Pero todo tiene un sentido.

Para mí no lo tenía pero ahora mientras lo hablo.


Mientras les comparto la idea recuerdo cosas.

Por ejemplo como era yo de niño.

No me gustaba jugar al fútbol.

No me gustaba jugar a vaqueros ni sheriffs.

No me gustaba el karate.

No me gustaba correr.

Mis castigos eran que salga de la casa y vuelva antes de las 5 pm.

Y salía, había un grupo de chicos y me quedaba callado.

En silencio.

Como mi papá.

Mi mamá…

Ella está lejos.

Viajó a Italia en un momento de necesidad.

Quizás esto sea muy difícil de recordar pero…


Siempre hay momentos en donde las familias toman decisiones importantes y
nosotros necesitábamos una decisión importante.
No estábamos bien.
La plata no alcanzaba.

O quizás sí.

No lo sé.

Mamá no era tan compleja. Era práctica.

Cuando me dijo que se iba a Italia a cuidar otras personas pensé: ¿y por qué
no me cuidas a mí?

Es el único lugar.

La única esperanza.

No te dejaría por nada del mundo.

No te dejaría por nada que no sea bueno.


No te dejaría por nada que no nos ayude a salir de donde estemos.

Y me abrazó.

Ese abrazo fue extraño.

No fue como los de siempre.

Ahora no quiero que piensen que mi mamá fue una mala mujer. Ella tomó una
decisión y la gente toma decisiones todo el tiempo y comete errores y aciertos
y sí, se alejó pero está bien ella. Pero entiendo que muchos de aquí la ven
como algo malo y no fue algo malo, no es algo malo.

No es una mala madre.

No es una mala persona.

Javier no se merecía a esa mujer.

Javier no se merecía algo así.

Mi papá una vez, solo una vez me dijo algo sobre ella: “Tú mamá y yo nos
casamos tan jóvenes que no sabíamos qué era lo que estábamos haciendo.
Ella quería algo que no pudo conseguir aquí. Y yo también quería algo que no
pude conseguir de ella. Y a veces las cosas no funcionan pero eso no significa
que no hayan quedado tesoros de esa relación.”

“Como tú”.

“Mi tesoro”.

“Mi criatura”.

“Yo estoy contigo”.

“Yo te…”

Espera.

Disculpen.

¿Qué pasa?

¿Qué me pasa?
Javier y su niño están de nuevo en ese lugar. Comiendo pan.
Pollo.
Mayonesa.
Kétchup.
Huevo.
Milkshake de Lúcuma.
En Francisco.

Cuando dijo ángel Francisco fue como…

Como hilar fino en una maraña.

El ángel Francisco me dijo: “Pídele perdón”.

Ese es el nombre del lugar.

Francisco.

Allí íbamos cinco veces a la semana después que se fue mamá.

Fiebre.

Vómitos.

Dolor del estómago.

Emergencia.

El doctor dice

No es apendicitis

Por suerte

Es solo intolerante a la lactosa.

Hay que quitarle todo.

Todos los lácteas.

Adiós leche de tarro.

Adiós mantequilla con el pan francés.

Adiós yogurt con el cereal del elefante.

Adiós torta de tres leches de la tía Florencia.


Adiós milkshakes de lúcuma.

Y fue como un flechazo al corazón.

Papá.
Javier.
Simplemente dijo hay que cuidarse.

Adiós, pan.

Adiós, pollo.

Adiós, huevo, mayonesa y kétchup.

Adiós, Francisco.

Esa fue la primera gran traición que sentí.

Lo de mamá fue como algo que no procesé pero…


Era mi lugar feliz.
Donde podía ser Josh, Ryan o Michael.
Donde mi papá era ese señor feliz, que habla, que da consejos, que dice:

“Lo que sientes”

“Lo que sientas”

“Lo que quieras estará todo bien”.

Y ahora mi cuerpo me traiciona.

Y me quitó muchas cosas más.

Me quitó la chance de ver a mi papá apagar las luces del auto, bajar, volver
con la sonrisa más grande del mundo.

También era su lugar favorito del mundo.

A veces le decía que vaya solo. Y él sonreía pero no era la misma sonrisa,
decía que no. Y no tenía con quien dejarme. Su trabajo era la ferretería que
estaba en la misma casa. Y él dividía su tiempo en atender y atenderme y si
salía solo, tendría que llevarme y…

Así que él prefirió no ir a comer.

Y quedarse conmigo en casa.


El ángel Francisco dijo: “La luz está al frente”.

Y con el tiempo, ese niñx se da cuenta de cosas.

Cosas suyas.

Cosas de ellx mismx.

Y comienza a tomar decisiones.

La casa se vuelve gris.

Los silencios se vuelven a instalar.

En el padre.

En el hijx.

Y con el tiempo, ese niñx pasa a adolescente y se aleja de su familia.

Y si el adulto no tiene esa empatía…

Esa entrega…

La relación se rompe.

Se vuelve…
Intolerante.

Como lo que evitaba que me acerque a ese lugar favorito.

Ese estacionamiento donde llegaba con el auto y poníamos la música que a mi


me gustaba y era seguro para mí y para mi papá y donde todos conocían a mi
papá de alguna u otra manera. Era seguro dejarme en el auto en ese
momento.

Sé que dicen que lo que se rompe con el tiempo se une.

Pero creo que papá ni yo tuvimos tanto tiempo juntos en este planeta.
Para unir esas piezas.

Así que simplemente fuimos cada uno a otro lugar.


Otro lugar feliz.

El mío no sabía donde estaba.


Viaje lejos de casa.
A Lima.
Estaba en la universidad.
Tenía dieciocho años y…

No estaba preparado para esta vida.


Todo el mundo hablaba tanto.
Yo había crecido entre clavos y ladrillos.
Sabía matemáticas. Por eso entré a la UNI.
Y aunque aprendí a soltar un poco la lengua, siempre he sido callado.
Y muy respetuoso.

Muy estructurado.

Muy cuadriculado.

Podría decirse.

Sí, cuadriculado.

En el grupo de la universidad.
Había alguien.
Un chico / Una chica
Fuimos compañeros.
Y me dio esa apertura, ¿saben?
Esa sensación de volver a mí.
Volver a escucharme hablar fuerte.

Como cuando yo hablaba con papá en Francisco.


Yo hablaba con él como si fuera…
Libre de nuevo.

Era muy extraño.


Poder hablar de la música que te gusta.
Poder hablar de las películas que ves, que la mayoría era de dibujos animados.
Y poder hablar de los libros que lees que son todos muy estúpidos para tu
edad.
Poder hablar sin miedo.
Sin ese chip instalado de que lo que digas puede estar mal.

Un día pensé en esa metáfora y pensé en papá.

¿Por eso se habrá quedado callado tanto tiempo?

¿Era miedo o realmente no tenía nada que decir?

Una noche, nos emborrachamos con esa persona.


Y ya eran las cinco de la mañana.
Pero no me quería ir.
Pero no aguantaba más.
Estábamos en la misma discoteca.
Y me tuve que despedir.
Y me acompañó a la puerta.
Era un lugar oscuro.
Y era un lugar donde nadie nos veía.
Y nos dimos un beso en la mejilla.
Pero más que en la mejilla, fue cerca de los labios.
Y mi cara y su cara se quedó allí.
Como el silencio.

Suena romántico pero no lo fue.


Fue incómodo.
Y a la vez excitante.
Pero pesado.

De allí, nos comenzamos a besar en ese lugar difuso.


Entre la mejilla y el labio.
Entre lo cordial y lo erótico.
Entre esa zona difusa entre la amistad y algo que nunca había experimentado.

No se preocupen, esto va a algún lugar.


Solo que está bien hablar de esto así.
Es importante para todos y todas.
¿Por qué no hablarlo?
¿Es normal?

Por años he visto cómo en televisión hablan del cuerpo de las mujeres.
De sus labios.
De sus tetas.
De sus potos.
Como si fueran cosas.

Pero cuando alguien tira una imagen de dos hombres o dos mujeres
besándose de pronto hay que poner silencio porque eso va fuera de la moral.

Lo dice el país de las siliconas.


Están bien las siliconas.
Pero no la hipocresía.

El beso quedó allí por suerte.


Se pueden persignar.

Ya no estoy leyendo lo que escribí.

He mezclado los papeles.


Las ideas .
Las personas.
Mi historia.

Pero es imposible hablar de mi padre.


Sin hablar de mí.

Si yo estuviese en esa caja, probablemente mi padre hubiera dicho algo de sí


mismo.

Poco. Pocas palabras.


Pero algo.

Un día, tomamos mucho. Y nos quedamos dormidos en la misma cama.


Nos echamos espalda con espalda.
Pero a veces pasa que sientes cosas que no son cosas sexuales.
Son como lazos.
Los sientes con amigos.
Sientes que ese lazo es tan fuerte que se convierte en una hermandad.
Este lazo no era eso.

Era como un baile.


Uno se movía y había como una respuesta.
Y yo pensaba… ¿es una locura?
Hasta que el baile iba tan rápido que era obvio que no estábamos dormidos y
en un momento los dos nos volteamos.
Nos miramos.
Frente a frente.
¿Qué estoy haciendo?
¿Qué estamos haciendo?
No se lo pregunté.
No lo pensé.
Pero fue instantáneo.
Los dos.
Fue un sí.
Y pasó.

El Ángel Francisco te pide perdón.

Eso dijo después.

Que me pedía perdón a mí.

Tenía a mi padre pidiéndome perdón y a ese ángel pidiéndome perdón y yo…


Haciendo migas de lo que quedaba de mí.

Lo miré en sus ojos y…


Fue como destapar un caño.
Y liberar en lágrimas todo.
Como un niño.
Las lágrimas caían sin que yo me ponga feo.
Odio llorar.
Solo caían…

Ese beso cambió todo.


Cambió mi silencio.
Me hizo entenderlo.
Me hizo comprender las cosas.
Me hizo perdonarme a mí mismo.
Me tomó casi veinte años hacerlo.
Me costó perdonarme no ser lo que los demás son.
El silencio.
La amabilidad.
Esto. Me duele decirles esto, contarles esto pero por qué me duele.
Es mi historia.
Y sí, es la de mi padre también.
Es la de ustedes.
Es la de Francisco.
Es la del ángel.
Es la del lugar.

Yo había bajado del auto para encontrar a papá.


Quería ir al baño.
Y pedirle no un milkshake.
Sino dos.
Bajé y como las luces estaban apagadas y el local no era muy luminoso…
Me acerqué y allí estaba papá.
Con un hombre que era el dueño del lugar.
Su nombre era Francisco.
Y vi un beso.

Vomité.
Por inercia.
Dolor de estómago.
Fiebre.
Intolerancia a la lactosa.

Papá estaba solo.


Conmigo.
Avergonzado.
El miedo de él.
Mi miedo.
De haber visto algo que no entendía.
De algo que quizás entendía.
De algo que quizás era yo.
Y ahora que lo conocía.
Lo entendí.
Lo recuperé.
Lo volví a entender.

Pero en vez de ir donde papá.


A decirle que entendí ese beso.
Que quizás el miedo que yo sentía…
Lo que él sintió en ese momento…
Preferí quedarme en silencio.
Ocultar eso.
Ocultarle eso a él.

¿Por eso me pide perdón Francisco?

Cuando me habló del ángel busqué el lugar de Francisco pero ya no había


nadie. Estaba vacío. Pregunté a uno de los vecinos. Quemaron su local.
Atacaron su casa. Él se fue a vivir más al norte. Se perdió y la casa la dejó a
un familiar que murió y ya de pronto es una casa abandonada.

Ese accidente.

Ese incendio.

Nunca lo había registrado.

Y aquí todo se une.

¿Recuerdan que les dije que hubo un momento en donde el silencio volvió a la
casa?

Vino a mí el último momento previo al silencio.

Yo quería ir a Francisco.
Y él me dijo: “No. No vamos a ir. No volveremos a ir. No vuelvas a decir ese
nombre. Por favor”

¿Cómo hubiese sido la vida si mi papá hubiese sido libre?

La luz está al frente.

¿Cómo hubiese sido la vida que le queda si no hubiese tenido miedo?

La luz está allí al frente.


¿Cómo hubiese sido su último sueño?

La luz está allí al frente.

¿Qué le hubiera dicho ese ángel Francisco?

¿Perdonarte, papá?

¿Francisco debe pedirme perdón?

¿Por qué?

Yo solo vi dos hombres besándose.

Yo solo vi dos personas que se querían.

Yo solo estaba lleno de lactosa.

Yo no estaba enfermo ni asqueado.

Yo quiero conversar de esto contigo.

Yo quiero conversar de que yo me siento diferente, papá.

No, no debo perdonarte, papá.


No tengas miedo.
No tengo miedo.
La luz está al frente.
Francisco está allí.
Anda hacia él.
Corre hacia él.
Vuela hacia él.

¿Por qué digo esto ahora?

¿Por qué estoy haciendo esto ahora?

¿Por qué despedir a mi papá así?

Si era don Javier.

Si era para ustedes el silencio en persona.

El respeto.

Porque ese es mi verdadero papá.


El que no llegué a conocer.
El que no llegué a ver por completo.
El que solo vi por momentos.
En ese estacionamiento.

Y yo no pude ser su verdadero hijo tampoco.


Por miedo a que me conozca.
Por miedo que me vea por completo.
Por miedo que vea esos momentos felices.
Que no pueden pasarse en televisión.
Que no pueden mostrarse en un parque.
Que solo pueden ocurrir en la oscuridad.

Pan, pollo, huevo, mayonesa, kétchup, helado de lúcuma.

Eso comí luego.


Me cayó muy mal.
Pero…
No eras tú, papá.
Yo no tuve vergüenza de ti.
Yo tenía vergüenza de mí.
Por eso me fui.
Por eso no quise hablar.
Porque no nos enseñan a hablar.
Porque mamá se fue y dijo… esto es lo mejor.
Porque tú en el silencio dijiste que era lo mejor.
Y yo pensé que era lo mejor.
Pero no es lo mejor.

Hoy esa persona.


La de los besos difusos.
Está aquí.
Vino porque supo que papá murió.
Y vino.
No voy a decir tu nombre.
Porque… No sé.
No quiero decirlo.
Porque eres míx.

Eres míx.

Eres mi beso difuso.

No mi propiedad.

Pero eres ese beso.


Y no lo hemos hablado porque…
Porque tenía tanta vergüenza de hablarlo y ahora…

Es lo más bonito que pasó en mi vida.


Será lo más bonito que pasó en mi vida.

No quiero esperar soñarte antes de morir.


Y pensar que nunca pude.
Nunca pudimos.
Ni siquiera explorar algo.
Ya lo dije.
Ya acepté.
No sé que sea.
Porque no sé lo que es, ¿sabes?
Pero sin ti, no lo sabré.
Nunca he sentido esto por alguien.
No quiero que seas mi último sueño.
No quiero que la intolerancia me de miedo de nuevo.
No quiero perder más cosas por estar en silencio.
Por pensar que es lo mejor.

Cuando se acabe esto…


Cuando se termine esto…
Cuando las luces se apaguen…
Hay una luz que está al frente.
Espero caminemos juntos.
Como papá caminará con Francisco.
Caminemos juntos.
La luz está al frente.
No esperes hasta mi último sueño.
Te lo ruego.

Y a ustedes, ese es mi verdadero papá.


Y me enorgullece haberlo conocido.
Y haberle dicho que corra hacia él.
Que lo bese tantas veces quiera.
Que haga el amor con él.
Que se mezclen y se vuelvan lluvia.
Y caigan sobre nosotros.

La luz.
Está.
Al frente.

Cuando las luces se apagan…

Como cuando se apagaban esas luces del auto y papá era feliz.

Yo quiero ser feliz.


Contigo.
Sin miedo.
Y que no haya necesidad de prender o apagar nada…
O sí. Apaguemos todo.
Para que dejen de mirar a todos lados.
Y aprendamos a mirarnos de otra forma.

Pero no para escondernos.


Apaguemos sus miradas.
Que ellos se vuelvan oscuridad.
Nosotros no.
Nosotros somos luz, papá.

Y cuando esté contigo, allá, tomaremos muchos milkshakes de lúcuma.


Porque en el otro lado no debe haber intolerancia a la lactosa.
Pero sí debe haber un lugar en donde nos podamos abrazar.

Buen viaje, papá.

No tengo nada que perdonarte. Eso te dije en ese momento.


Eso te digo ahora.

La mejor parte de la vida empieza ahora.

La luz está al frente.

Ya no estás en la oscuridad.

Ya no estoy en la oscuridad.

Estoy aquí.
Contigo.
Y eso era lo que realmente quería decir.

Y siempre estarás conmigo, papá.


Javier.
Don Javier.

Tu criatura.
Tu hijo.

El final.
El comienzo.

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