Está en la página 1de 66

El mundo tras tu sonrisa

Dedicado a todas aquellas personas que en algún momento de su vida, me


animaron a seguir escribiendo y no rendirme.
Antes de empezar este libro.

Nunca pensé tener a mi primer hijo a los 24 años. Nunca pensé que sería
fruto de tantos amores diferentes. Nunca pensé que tanta gente me hablara de él y
mucho menos, que estuvieseis dispuestos a quererlo tanto como yo. Cuando eres
madre, el apoyo de las personas que están a tu alrededor es importante, pero si te
apoyan incluso desde el otro lado del charco, es increíble. A ti, gracias por tu
apoyo. Gracias porque ahora mismo tienes a mi hijo en brazos y sé que lo vas a
cuidar, que lo vas a disfrutar.

Antes de que empieces con la lectura de este libro, de mi libro, me gustaría


presentarme. Me llamo Rocío, es probable que me conozcas y que por eso te hayas
decidido a comprar y leer este libro, pero por si no es el caso, te contaré alguna
cosa sobre mí.

Llevo inventando historias desde siempre, mis primeros recuerdos son


sentada en la alfombra con mis muñecas y peluches y contándoles historias.
Muchas veces cuando mi padre llegaba de trabajar le preguntaba a mi madre con
quién estaba yo y mi madre le decía que estaba sola, jugando con mis muñecas.
Menos mal que no les dio nunca por pensar que estaba loca por hacerlo y decirme
que no podía, porque ese fue el principio de todo.

Tengo pequeñas fábulas en las que los protagonistas siempre eran perros y
gatos escritas cuando tenía sobre seis años y la profesora nos mandaba escribir
cualquier cosa para que cogiéramos soltura. Creo que cuando empecé a leer y me
pasaba la vida devorando libros en la biblioteca o escuchando al Moucho Leroucho
fue el momento en el que supe que yo quería escribir, y no os miento si os digo que
debía tener como seis, siete años a lo mucho. Y de esa época guardo con mucho
amor un pequeño libro que nos regalaron un verano para que escribiéramos y
dibujáramos nuestras propias historias, creo que ese fue mi primer libro de autor.

Siempre me han preguntado si mis relatos son autobiográficos y sí, pero no.
Puede que la idea principal esté en algo que me haya pasado, que haya soñado o
simplemente haya pensado que me podría pasar, pero la mayoría son obra de mi
imaginación y nada más. Mi imaginación a las dos o tres de la madrugada,
normalmente. Aunque en realidad, la inspiración me llega en cualquier momento.

Puedo contaros también que este libro empezó como un blog, también
llamado “El mundo tras tu sonrisa”, allá por el 2012 y que muchos de los relatos
los podéis encontrar allí, pero muchos otros son exclusivos de este libro.
Sobre mí, deciros que me encanta viajar, aunque sea al pueblo de al lado.
Conocer rinconcitos nuevos del mundo y sobre todo de mi tierra, Galicia. Que
estoy enamorada del mar y que creo que las mejores vistas que hay del mar son
desde la Torre de Hércules. Inigualables.

Creo que esto es suficiente para que me conozcas y que si quieres


conocerme más siempre tienes la opción de seguirme en mis redes sociales, tanto
en Instagram, Facebook como en YouTube.

Instagram: @rociombouzon

Página de Facebook: Rocío Mañana Bouzón YouTube: Los pensamientos


de Ro
El mundo tras tu sonrisa.

Todo aquello que siempre he tenido dentro y que he querido sacar fuera
de mí.
No, no te quiero.

– ¿Me quieres?

౼ ¿Que si te quiero? No, no te quiero. Lo que siento por ti es algo mayor.


Quiero a mis padres, a mi familia, a mis amigos, ¿pero a ti? Para nada.

– ¿Y si no me quieres qué sientes? ¿Odio? ¿Amor?

¿Qué?

౼ Pues… No lo sé, sólo sé que cuando estoy contigo, el tiempo pasa más
rápido de lo normal y que cuando no estás te echo de menos aunque hayan pasado
sólo dos minutos.

– Eso es amor, ¿no? Suelen decir que el tiempo con la persona amada
siempre se hace corto aunque sea toda una vida.

౼ Pues… No lo sé, si es amor, lo has dicho tú, no yo.

– ¿Qué más da quien lo diga? Lo importante es sentirlo.

౼ Por eso. Yo te he dicho lo que siento y tú lo has etiquetado con la palabra


amor.

– ¿No quieres etiquetas?

౼ No, no las quiero. Estoy harta de esas personas que etiquetan a cada
pareja que tienen como “el amor de su vida”, ¿ellos qué saben de amor? Nada,
absolutamente nada. Se prometen “para siempres” que apenas duran meses. Se
engañan y permiten que una absurda pelea acabe con eso que consideran amor.

– Entonces, ¿nosotros qué somos?

౼ Ya te he dicho que no me gustan las etiquetas, pero si tú quieres llamarlo


de alguna manera, puedes. Yo sé lo que siento por ti y aunque no me lo digas sé
que tú sientes lo mismo, lo noto cuando me besas. Sé que sientes que se acaba el
mundo en cada despedida, pero, aunque no me guste hacer promesas, te haré una:
«El día que una pluma sea capaz de rayar un diamante dejaré de sentir lo que
siento».

– Pero eso es como decir un “para siempre”, ¿no?

౼ No, no lo es, ni se parece. Los “para siempres” se rompen, esto no.


Porque aunque tú no estés conmigo hasta mi último aliento, yo seguiré sintiendo lo
mismo,

¿entiendes?

– Entiendo.

౼ Pues ahora no vuelvas a hacerme preguntas tontas y bésame, imbécil.

– Te… – ella le tapa la boca y le indica con un gesto que ya lo sabe.

౼ Yo también lo siento.
Siempre mía.

«Quería decirte, amor, que tus besos ya no saben a amor y no sé si es que tú


ya no me quieres o que no te quiero yo». Así comenzaba aquella carta que tantas
veces había leído, porque por mucho que le doliese le gustaba leer sus palabras.
Desde aquella noche de marzo que él no logró olvidar, ¿cómo olvidarla? Si esa
noche descubrió que si los besos ya no le sabían al amor de su compañera de viaje,
no era culpa de él, ni de ella, sino del tiempo y la distancia. Qué excusa más
cansina y repetitiva, ¿no? Siempre la misma historia con distintos protagonistas,

¿el tiempo? ¿la distancia? Siempre lo mismo. Si un fin de semana no puedes


ir a verla, significa que ya no la quieres, y si una noche no le respondes a su
“buenas noches” significa que estás con otra, ¿otra? No había otra, no podía haber
otra, porque aquella sonrisa se le había grabado en la pupila desde que la vio bajar
del taxi aquella noche con su vestido rojo. Dolía tenerla grabada. Era como un
tatuaje en el alma. Un tatuaje que no supo cuidar, del que no supo cuidarse y del
que ahora pagaba las consecuencias. Seguía con la carta y veía que en realidad el
hombre de hojalata si tenía un corazón. Un corazón capaz de amar y de sufrir por
hacerlo. Sufrir aunque no estuviera preparado, porque nunca nadie está preparado
para algo así. «Me voy, ¿para siempre? No lo sé. Necesito pensar y quizás algún
día vuelva arrepentida por lo que estoy a punto de hacer. Pero no soporto más
esto, el vivir pensando que estarás haciendo tú a cientos de kilómetros de mí, ¿si
me estarás pensando? ¿si otra te estará haciendo sonreír? No sé, igual no fue una
buena decisión intentarlo pese a la distancia. Igual esto tampoco es una buena
decisión, pero lo hago. Adiós, siempre mía, Elizabeth.)». Él se aferraba a aquella
duda de si volvería para pasar los días, ¿para vivir? Él ya no vivía desde aquella
noche. Qué idiota le parecía aquella chica, ¿cómo podía preguntarse tantas
estupideces? ¿si la estaba pensando? Siempre pensaba en ella y lo de que hubiese
otra sonaba tan ridículo. Aquella chica que le había conquistado en apenas una
semana, igual con unas horas le bastaba porque nada más verla, él ya había
decidido toda su vida, ¿y ella? Bueno, ella se había ido, igual volvía, pero por el
momento se había ido, no sin antes recordarle lo que tantas veces antes le había
dicho, que por mucho que vivieran juntos, ella siempre iba a ser su propia dueña.
La dueña de su destino y vaya destino que ni ella sabía qué camino debía escoger
¿o quizás sí? Por el momento había decidido irse sin poner punto final. Por ahora
era, solamente, un punto y seguido.
Tu piel

«Sabes que no me gusta leer, pero sobre tu piel me encanta». Una nota que
lo decía todo, unas once palabras que definían lo que aquel chico sentía. ¿Sentir
algo por ella? Le parecía tan extraño, alguien queriendo más allá de la apariencia
exterior. Aquella apariencia que los años le habían dado, que ella se había forjado a
base de tatuajes. Tatuajes que contaban su historia. Esa historia que a aquel chico
parecía gustarle tanto como para volver a verla. Verla desnuda, enseñando su
historia. Esa historia que él leía cada noche que ella le permitía. No solo la leía con
los ojos, sino que leía sobre ella como un ciego un libro en braille. Ella sentía sus
dedos por cada milímetro de su piel y era como descubrir un nuevo mundo, es
como si aquel chico viese más allá de ella y de sus tatuajes y no sabía muy bien por
qué, pero lo que aquel chico veía le gustaba, más bien le fascinaba. Y a ella le hacía
sentir bien, realmente bien.
Eres

Eres el beso de despedida en el portal número 5. Eres el vestido que te


pondrás para nuestra próxima cita. Eres esos zapatos rojos que llaman la atención
de todo el que pasa por tu lado. Eres esa sonrisa pícara que permanece horas en mi
mente después de que te hayas ido y que hace que te eche de menos un poco más.
Eres esas cicatrices en los brazos que recuerdan que no siempre te fue fácil sonreír.
Eres la dueña de la constelación más bonita que han visto mis ojos, sí, esa que
forman los lunares de tu espalda. Eres un cuerpo pequeño con un corazón grande.
Eres esos ojos Coca-Cola que consiguen congelar el tiempo. Eres mi sudadera
favorita, favorita porque se vuelve perfecta cuando te la pones. Eres un cuerpo
desnudo bajo mis sabanas. Eres las tardes de risas, las noches de orgasmos y las
mañanas de mimos. Eres un «te quiero» mudo, que se dice con los ojos. Eres esa
chica que de verdad vale la pena.
Realmente bien

Son las siete de la mañana. Claudia se despierta y decide que ese día quiere
sentirse bien, realmente bien, así que sin despertar a su acompañante se coloca una
sudadera por encima del camisón. Un camisón con transparencias que no deja
mucho a la imaginación. Sale por la puerta trasera de la casa, la que da al mar, a la
playa. A su playa. Le encanta aquel lugar, la hace sentir tan bien y ella esa mañana
necesita sentirse bien. Se quita la sudadera y después el camisón. Su cuerpo
semidesnudo pasea por la playa, pero no siente vergüenza. Aquella playa es su
pequeño mundo, poca gente más que ella la conoce y a esa hora nadie va a estar
paseando por aquel bello lugar. Se adentra en el mar y no siente frío, para nada, se
siente en completa armonía con aquel lugar. No tiene miedo, el mar no le da
miedo, al contrario, la hace sentirse bien, pero le falta algo para sentirse realmente
bien, pero ese algo no tardaría en llegar. Siente que el agua se mueve a sus
espaldas y como si hubiesen leído sus pensamientos, alguien la abraza por la
espalda. Y por fin, se siente bien, realmente bien. Y así los dos, en perfecta armonía
con el mar. Se abrazan, se besan, se aman. Despacio, como si el tiempo se hubiese
detenido para ellos. Se dejan llevar por las olas, por el mar, por el amor y así entre
besos de agua, sus cuerpos se unen formando uno solo.
Mañanas

¿Y lo bonito que es levantarse por la mañana y tenerte a ti al lado? Mirarte


mientras duermes como si fuera la primera mañana que me despierto a tu lado.
Comenzar a darte besos suaves en la boca hasta que despiertes y decirte que soy
un príncipe que ha venido a despertarte de tu profundo sueño y que me digas que
te encanta que haga eso todas las mañanas y decirte que es una manera de celebrar
la suerte que tengo de levantarme contigo cada mañana. Me gustan las mañanas de
fin de semana, porque nos quedamos en la cama más tiempo y puedo hacerte
cosquillas, morderte, besarte, mimarte y pasar de los besos y los mimos a
demostrarnos el amor que nos tenemos, perdiéndonos entre las sábanas, jugando,
pero no como niños, sino como adultos. Cariño, lo mejor de las mañanas es
despertar contigo.
Corazas

Fingir que estás bien. Reír por fuera, llorar por dentro. Pasar noches enteras
pensando en lo que pudo ser y no fue. Hundirse por fingir estar bien por un
tiempo. Ponerle un caparazón al corazón, una máscara a la cara para que no se
note qué le pasa a tu alma. Un día no poder más y llorar ante alguien. Y en ese
momento todas las corazas que has puesto ya no sirven para nada.
Si te vas

Y ya lo dijo Extremoduro, que si te ibas me quedaba en esta calle sin salida y


fue verdad. Pues desde que te fuiste yo ya no presto atención a los días ni a lo que
sucede a mi alrededor, simplemente respiro y porque no sé cómo parar de hacerlo.
Me da igual todo, solo espero a que vuelvas y me digas que me echas de menos,
que los domingos no son lo mismo sin mí, que no has encontrado quien llene el
hueco que he dejado en tu colchón.
Vuelve

¿Con quién compartes tus noches? Dime, ¿con quién compartes tu colchón
ahora? ¿De verdad has logrado olvidarme? Supongo que el hecho de que yo no te
haya olvidado, ni con amores de una noche, ni con borracheras, no quiere decir
que tú no seas capaz de hacerlo, dime, ¿lo has hecho? Por favor, dime que como
yo, lo has intentado, pero que no hay nadie capaz de sacarme de tu mente, de tu
corazón, que soy para ti lo mismo que tú para mí. Que te has dado cuenta que soy
el amor de tu vida, al igual que yo creo que eres el amor de la mía, ¿por qué no
intentarlo de nuevo? Ya sé que dicen que segundas partes nunca fueron buenas,
pero no estoy de acuerdo, porque creo que si nos diéramos otra oportunidad nunca
más nos volveríamos a separar. Dime, ¿crees en las segundas oportunidades? Si es
así, vuelve, yo te espero, te espero toda una vida si es necesario.
Érase una vez

Érase una vez, una historia de amor que fue y nunca fue. Todos los días se
soñaban, se amaban, pero en realidad nunca se quisieron de verdad. Todo era un
sueño, dos personas enamoradas en la distancia que lo más que podían hacer era
mirar unas fotografías. Nunca se miraron a los ojos. Nunca se besaron en los labios,
ni en las mejillas, ni siquiera en la frente. Nunca se vieron más allá de una
fotografía. Solo pudieron soñarse. Soñarse sin parar.
Su belleza

Habláis de belleza como si la hubierais visto sonreír. Como si hubierais


contemplado su cuerpo desnudo al anochecer. Como si hubierais corrido detrás de
ella tras una pelea de cosquillas. Como si la hubierais oído cantar con su voz
angelical. Como si hubierais tenido la oportunidad de morder sus labios. Como si
hubierais descansado alguna vez entre sus pechos. Como si la amarais, pero no, no
sabéis nada de la belleza, porque sencillamente no sabéis nada de ella.
Palabras encadenadas

Un día quisiste jugar. Jugar a las palabras encadenadas. Encadenadas como


nuestras almas. Almas que no saben de amor. “Amor que extraña palabra”, se
decían. Decían también las malas lenguas que el amor no existía. Existía en los ojos
de los enamorados. Enamorados que no saben de juegos. Juegos que no saben de
azar. Azar es lo que hizo que nosotros dos nos conociéramos. Nos conociéramos y
empezáramos a jugar a este juego. Juego que he decidido llamar amor.
Lo fuimos todo

Ahora no somos nada de la misma manera que un día lo fuimos todo. Nos
amamos tantas veces que un día se volvió rutina y eso es lo peor que le puede
suceder a una pareja. Pasar del amor a la rutina. Y así fue, un día nos miramos
como dos desconocidos y supimos que aquello que un día nos había unido, ahora
nos estaba separando.
Silencio

Cuando ya no tengas nada que decir, recuerda mi silencio. Mi silencio


acompañado por tus gritos. Como me gritabas que te ponía nervioso que me
quedara callada. Y ahora que eres tú el que calla, ¿es tan molesto el silencio? Ahora
comprendes que no hablar a veces es la mejor manera de expresarse. No grites y
calla, así el mundo te entenderá en vez de temerte.
El que no se enamoraba

Es extraño, pero siempre que me acuerdo de ti, recuerdo nuestros primeros


besos. No puedo evitar pensar en la primera sensación que tuve al besarte, fue
como sentirme en una nube, como si acabase de descubrir un mundo nuevo.
Cuando recuerdo nuestros besos siempre me viene a la mente una pregunta, la
pregunta que tú me hiciste la primera vez que me miraste tras un beso y viste que
sonreía, «¿Por qué sonríes?» me preguntaste. Yo te miré y no supe qué contestar.
Solo pude decirte que me salía sonreír y que no lo podía evitar. La verdad, es que
el corazón me latía muy rápido y sin darme cuenta me empecé a enamorar de ti,
aún hoy cuando recuerdo esos besos se me acelera el corazón y te maldigo. Nos
maldigo, a ti y a mí por haber empezado aquel estúpido juego en el que la única
que perdió fui yo, por enamorarme de quien no se enamoraba.
Me mordió los labios

Me mordió los labios. Me mordió los labios hasta hacerme sangrar. Hasta el
momento en que pudo saborear mi sangre. Yo quería gritar. Escapar. Y a la vez no
quería. Era como si esa bipolaridad que me había caracterizado en mi adolescencia
hubiera vuelto. Y me tuviera allí. Sin saber qué hacer. Las lágrimas de dolor
cayeron por mis mejillas. Él las vio, y como si fuera la primera vez que descubría lo
que estaba pasando, soltó mi labio. Pasó su dedo por la herida y chupó la sangre
que en él quedó. Comenzó a darme besos lentos. Como si quisiera curar mis labios.
Y nos dejamos llevar. Supongo.
La de besos que me perdí

La de besos que me perdí por no saber decir que te quería. Decirlo parece
tan sencillo a veces, y en realidad es tan difícil, siempre. Puedes encontrar mil
instantes en que estaría bien decirlo y tantos en los que lo mejor es callarlo. Miras
unos ojos que no te miran, que no se paran a observarte, pero que tú observas día
tras día. Un día esos ojos te miran y sientes que se para el mundo. Sientes valor
para gritar «te quiero» y un miedo infinito a susurrarlo, siquiera. Y así vives, en el
silencio de una mirada. Preguntándote qué pasaría si un día dices «te quiero». Te
preguntas si te besará, si te mirará, si se reirá o si simplemente se irá. Y así pasas el
tiempo, mirando callada. Sin un te quiero, sin un beso, sin nada.
El paraíso

El paraíso era su cama o quizás su habitación. Sí, puede que en realidad el


paraíso se escondiese tras esas cuatro paredes. Por aquel entonces no
necesitábamos mucho para ser felices, solamente estar juntos. Estar juntos entre
aquellas cuatro paredes, ya fuera sobre su colchón o tirados por el suelo. Estar
juntos en nuestras excursiones esporádicas a la calle, al mundo terrenal, algo que
no hacíamos muy a menudo, porque entre aquellas cuatro paredes teníamos todo
lo que necesitábamos. Puede que haya gente que no lo entienda, pero así es la
juventud, incomprensible. La juventud y el amor son una combinación explosiva
que hace que no haga falta nada más que el amor entre dos cuerpos, entre dos
almas. Y así fue como permanecí en el paraíso durante meses. Con aquella chica de
pelo negro y ojos verdes que sabía cómo utilizar sus armas de mujer. No sé si
volveré a encontrar el paraíso entre otras cuatro paredes o si tendré que esperar a
la muerte, pero esos instantes en el paraíso ya nadie me los puede quitar.
Quizás

Quizás la felicidad se encuentre en esos ojos que no miras por caminar con
la cabeza baja. En una mirada distraída tras la ventana de un autobús. Esa chica
con gafas que lee un libro tan grueso, quizás sea ella. Fíjate en los ojos de la gente,
en su mirada y descubrirás mundos nuevos, cada persona es un mundo, ¿por qué
no los conoces? Mundos que valen la pena. Así que la mirada al frente y no al
suelo, ¿qué te avergüenza? Sostén la mirada a la gente sin miedo, pero tampoco te
pases. Déjate llevar y vive la vida, es la única manera de enamorarse.
Ojos mojados

Estaba preciosa cuando se reía, pero aún estaba más preciosa cuando
lloraba. Sé que suena extraño, pero verla vulnerable, sin un caparazón, la hacía la
chica más bonita. Cuando la acompañabas en una de esas noches tristes, en las que
lo único que quería era un cuerpo que la abrazara mientras veía “El Diario de Noa”
o “P.D: Te quiero”, sí, una de esas pelis con las que te es casi imposible contener las
lágrimas. Ella necesitaba a alguien que la abrazase en esas noches tristes y me
escogió a mí, no sé si con la esperanza de que hiciese sus noches tristes más felices
o porque aparecí en el momento adecuado. Pero me pidió que me quedase una
noche tras otra, aunque no fuese una noche triste y yo, me quedé, me quedé
porque era preciosa, pero también porque me lo pidió con los ojos mojados.
Nadie se queda

Esperando besos de buenas noches que nunca llegan. Porque nunca nadie se
queda en su vida, ni en su cama. Son las cuatro de la mañana se despierta y ya no
está. Se ha vuelto rutina el despertarse sola. Por mucho que se acueste con alguien
siempre se despierta sola. Los hombres no quieren quedarse con ella, solo la
utilizan porque es bonita, les gusta y se divierten con ella. Después se van dejando
dinero en su mesilla, porque aunque ella no quiera, necesita el dinero. Todo
comenzó en la universidad, para pagarse sus estudios. Estudios que dejó porque
pensó que el dinero fácil era lo que ella necesitaba. Y con el paso de los años, se ha
dado cuenta de que nunca nadie va a querer estar con ella, porque ni ella se quiere
y así nadie la va a querer, pero le da igual. Porque ya todo da igual.
Dependiente

«Y me volví adicta. Como un yonki a la heroína. Como un borracho a la


botella. Sentía que cuando él estaba lejos me faltaba el aire y cuando lo tenía cerca
no podía dejar de besarle. Era dependiente, totalmente dependiente, de tal manera
que mi felicidad colgaba de que él me contestara a un mensaje o que se acordase de
darme las buenas noches. Si esto no ocurría me pasaba las noches en vela mirando
la pantalla, mirando su última conexión, tentada a llamarlo por si había ocurrido
algo,

¿y si lo que sucedía es que estaba con otra? Y con ese pensamiento


comenzaba a llorar, sola en mi cama, silenciosa, hasta quedarme dormida. Estaba
obsesionada con él, aunque no lo quería ver. Mis amigos me decían que estaba
enferma y que él me estaba utilizando, que jugaba con mis sentimientos pero yo
los ignoraba, ¿qué sabían ellos del amor? Nada. Lo iba a esperar a la salida del
trabajo, buscaba cualquier excusa para cogerle el móvil, hasta que un día él se
cansó y me dijo que lo nuestro no funcionaba, que lo que yo sentía por él no era
amor, que estaba obsesionada, ¿obsesionada? ¿Yo? Solamente lo amaba demasiado
y me preocupaba por él, porque sencillamente, él era mi mundo, mi droga. ¿Y él
quería que me desenganchase así, por las buenas? Ni que fuera tan fácil. Me quedé
hundida, lo espiaba a todas horas para ver si estaba con otra. Si veía que le sonreía
a otra, me la cargaba. Él era mi hombre. Y ahora dígame usted señoría que me
entiende, que entiende que matara a todas esas mujeres que tuvieron el valor de
acercarse a él. No tuve más remedio. No, no me diga que estoy loca, porque no lo
estoy, sé muy bien lo que he hecho y por qué lo he hecho, ¿me pregunta por qué?
Por amor, ¿por qué si no? Es la más maravillosa de las locuras, señor juez, ¿o es
que no lo sabe? Si usted no lo sabe no es mi culpa, por lo que me declaro no
culpable de los cargos. »
Si quieres quédate

Quédate, si quieres quédate. Pero antes dime, ¿cuánto tiempo tienes


pensado quedarte? ¿Un día, una noche, una semana, un mes, un año o toda la
vida? Necesito saber en qué momento tienes pensado partirme el corazón, porque
lo harás. Sé que lo harás. Solo necesito saber, hasta qué día podré ser feliz y
después prepararme para ponerle un caparazón a mi pobre corazón para que no
sufra, o al menos para que tú no lo veas sufrir.
No te la quites

Coge esa sonrisa que tienes guardada en el armario y póntela. Te aseguro


que va a juego con todo y te sienta de lujo. Ese vestido blanco de florecillas rosas
que te pones tanto, si le añades una sonrisa la gente no podrá evitar mirarte y sobre
todo sonreír al hacerlo. ¿Unos jeans rotos con una camisa desenfadada? También
quedan mejor con esa sonrisa. A ver, sí, así estás mucho más guapa y mira, no
necesitas ni maquillaje. Estás preciosa, y mira qué sencillo ha sido, solo tenías que
recoger esa hermosa sonrisa que llevaba meses escondida en el armario. ¿Ahora te
das cuenta de lo hermosa que eres? Ya lo eras, pero no te lucías bien, porque daba
igual que te pusieras ropa a la moda, si no la acompañabas del complemento más
importante. ¿Un bonito bolso, dices? No, que va, un bolso, aunque sea de Prada, no
es comparable con esa bonita sonrisa que ahora que te las has puesto. Espero que
no te la quites nunca, porque estás preciosa.
Liberada

No. No admitiré tener la culpa de esto. Porque no la tengo. Yo siempre te he


querido y quizás de eso sí sea culpable. ¿Pero de qué lo nuestro acabara? No, de
eso no. Te di todo lo que tuve a mi alcance para hacerte feliz y ni así lo conseguí.
¿Y pretendes qué me sienta culpable? No puedo. Porque no lo soy. Tú fuiste él que
se rindió, el que no luchó. Igual lo nuestro no merecía que lucharas. No sé. Yo
luché. Luché por hacerte feliz cuando nadie más lo hacía, pero para ti nunca fue
suficiente y siempre querías más. Querías encerrarme en una burbuja, que fuera
solo tuya. Pero no, no lo lograste. Mi familia y mis amigos siguieron a mi lado. Y
eso te dolió, ¿verdad? Ver que había gente que quería verme feliz, que me hacía
feliz y que no eras tú. ¿Y tú qué tenías? ¿A mí? Y entonces buscaste. Buscaste una
sustituta, de algo que no se podía sustituir. Intentaste encontrar entre otras piernas
lo que yo te daba. Y no lo encontraste. Y volvías a mí y yo tonta de mí, te creía. Te
hacía feliz unas horas, arriesgando mi propia felicidad. Y entonces me decías que
me quedara contigo. Y me mirabas con esos ojos y yo cedía a quedarme, a hacerte
feliz durante horas sin que importara nada. Pero tu conciencia fue sabia. Y un día
me dijiste que no querías hacerme daño, que lo mejor era dejarlo y mientras sentía
que me rompía por dentro, sonreía y notaba una liberación que nunca antes había
sentido. Y me sentí bien. Rota, pero bien. Era extraño, pero me habías liberado.
Miedos

Los miedos son esos monstruos que habitan dentro de nosotros y nos
impiden hacer lo que realmente nos gustaría. Tenemos miedo a pedirle el número
a ese chico que nos sonríe en el bar. A salir con la ropa que nos apetece porque
podemos provocar a alguien. Miedo a pasar por esa calle, porque a altas horas de
la noche dicen que es peligrosa. Miedo a cruzar la calle sin mirar, porque la semana
pasada atropellaron a alguien en un paso de peatones. Miedo a luchar por nuestros
sueños,

¿pero quién va a luchar por ellos si no somos nosotros mismos los que
luchamos? El miedo, ese monstruo que te crea mil complejos cuando te miras al
espejo.
Grita

Grita. Grita fuerte que te mueres si me pierdes. Grita. Tienes miedo,


confiésalo. Di que soy tu mundo. Dilo. Grítalo. ¿No te atreves? ¿Y luego dices estar
enamorado? Venga, hombre. El amor hace que seamos capaces de cualquier cosa.
Por amor, sería capaz de gritar que me opongo cuando el cura diga en tu boda si
alguien se opone a ese casamiento. ¿Y sabes por qué? Porque nadie va a saber
hacerte feliz como yo. ¿No me crees? Dame una oportunidad. O dos. O tres.
¿Tienes miedo? El miedo siempre es el que nos impide ser felices. Venga, vamos,
grita. Grita que no tienes miedo. Grita que me equivoco. Grita que no me quieres y
me iré. Venga, grita.

¿No te atreves? Pues deja, que ya grito yo por los dos. TE QUIERO, joder,
TE QUIERO. Te quiero porque contigo no tengo miedos.
Le mordió los miedos

Le mordió los miedos, le quitó las penas y la acostó en la cama. Se colocó


junto a ella y la miró. Allí, desnuda, valiente. La mujer perfecta que él siempre
había querido poseer. La tenía tan cerca, pero le faltaba el valor para besarla una
vez más, para decirle todo lo que le hacía sentir. La tenía desnuda a su lado y no
era capaz de hacer nada, porque lo quería hacer todo. Quería amarla, cuidarla,
hacerle sentir que nunca más iba a sufrir, que él nunca la abandonaría. Era tan
bonita. Vulnerable. La deseaba tanto, que le faltaba piel para sentirla. Le faltaban
palabras para gritarle en un susurro lo mucho que la amaba. Le acarició el brazo
con un solo dedo y pudo sentir cómo se le erizaba la piel… La miró y la besó como
si fuese la primera vez, como si fuese la última… Como si nunca antes hubiera
amado a otra… Y es que en realidad, nunca había amado a otra como la amaba a
ella y deseaba poseerla cada noche de su vida, compartir cada día con ella. Y así, la
hizo suya aquella noche y cuando terminó, la abrazó y le dijo todo lo que había
callado y la vio llorar y entonces sintió que nunca la haría sufrir.
Encuentro

Sentada en el banco número cinco de la estación. Sé que es el número cinco,


porque desde que me he sentado no he parado de contar los bancos para
asegurarme de estar en el sitio correcto. Estoy impaciente, miro el móvil esperando
un mensaje que no llega y a cada segundo me pongo más nerviosa. La verdad es
que todavía no es la hora, son las 14:56 y el bus no llega hasta las 15:00, o eso me ha
dicho, pero yo llevo aquí desde las 14:30. No quería que él llegase y tuviera que
esperar por mí, y a mí, no me importa esperar. Llevo deseando este día desde el
primer mensaje, desde la primera palabra que leí de él. Habíamos estado sobre
cinco años sin hablar, pero siempre sabiendo el uno del otro, pero por miedo,
nunca nos atrevíamos a mandarnos un mensaje. Había sido una historia de amor
con un final extraño, ni feliz (ya sé que es difícil tener un final feliz), ni triste, nos
habíamos puesto de acuerdo para dejarlo después de uno de los mejores veranos
de nuestras vidas. Y allí estaba yo, cinco años y millones de mensajes después,
esperando un nuevo mensaje. Me daba vergüenza decirle que ya estaba en la
estación, pensaría que estaba loca, si le contaba que llevaba desde las 14:30 en la
estación habiendo quedado a las 15:00.

Las 14:59. Bien. Está a punto de llegar. Ya noto como mi corazón se va


acelerando más y más, ¿cómo nos saludaremos? ¿Un beso en la mejilla después de
tantos años? ¿En la boca? No sé. Un momento, se acerca un autobús, quizás sea el
de él. Sí, creo que sí. Están bajando un montón de personas, pero no le veo. ¿No
habrá perdido el autobús? No, no puede ser, me lo hubiera dicho. Espera, ahí está.
Sí, es él. Ha cambiado, pero esos ojos no cambian. Me ha visto, ¿y ahora qué hago?
¿Voy hacia él? ¿Me quedo quieta? Ahí viene. ¿Qué hago? Joder, ¿qué hago? Ya no
hay nada más que hacer, ahí viene.

Me agarra la mano y me noto temblar. Se acerca. Cada segundo está más


cerca de mi boca. Y lo sé. Sé lo que va a hacer. Me va a besar. Va a ser nuestro
primer beso, después de tanto tiempo y no podía ser más bonito o igual sí. Pero en
estos momentos siento que no hay nada más bonito. Que una vez más nuestros
labios se unen. Y eso hace que el sitio, me dé igual. Que el ruido, me dé igual.
Porque todo lo que importa está frente a mí.
Secretos

Ven, acércate. Tengo que contarte un secreto, pero me da miedo. Te quiero.


Te quiero desde esa noche que me besaste a traición. Y desde ese momento no he
querido que nadie más lo haga. Te confieso que lo han intentado, pero yo no
quiero ver aproximarse a otros labios. Y ahora que te lo he dicho, ¿qué hacemos?
¿Lo ignoramos o lo intentamos? Decide tú, yo solo quiero que seas feliz.
Por una vez intentó ser feliz.

Se despierta una vez más en cama ajena. Nunca nadie se acostumbra a este
tipo de vida. Pero ella ha decidido que no quiere saber nada del amor. Después de
veinte años con este estilo de vida, es un poco tarde para intentarlo,

¿no? Pero entonces alguien hizo que su vida cambiara. Un accidente de


coche, que ni siquiera tuvo heridos, solo un pequeño golpe en el coche, hizo que
conociera al amor de su vida. La invitó a cenar y luego fueron a su casa, como
tantas otras veces le había sucedido. Pero lo que ocurrió aquella noche fue
diferente. Se enamoró, como nunca antes lo había hecho. Descubrió qué era el
amor y que no había nada mejor que el amor de un hombre. ¿Y si vivieron felices
para siempre? No se sabe, pero por una vez intentó ser feliz al lado de alguien.
Enamorada.

El amor no es sólo besos, ni sexo. No, el amor es mucho más que eso. Son las
sonrisas, las palabras, el apoyarte en la otra persona para no hundirte, los “buenos
días”, los “te echo de menos”, los “te quiero”. El saber que tienes a alguien a quien
le importas y que lo único que busca es tu felicidad, como tú la de él. Alguien que
no importa que esté en la puerta de al lado, la ciudad de al lado o en otro país,
porque aún así está. Alguien que te saca sonrisas diarias y no te cobra por ellas y
eso que valen mucho. Alguien que llegó por casualidad, se quedó y desde ese día
todo es mejor.
Infiel.

He sido infiel. Por un hombre he caído. He fallado. He dañado. He hecho


todo aquello que decía que nunca haría. Le he dado todo a una persona,
olvidándome de mí. Olvidándome y haciéndome sentir como aquellas piedras que
el mar doma con sus olas. Siendo suya, olvidándome de mí. Fui infiel. Por
entregarme por completo a un hombre. A un hombre que me utilizó, que me hirió,
que me destrozó por dentro. Que hizo que yo fuera infiel. Infiel a la única persona
a la que nunca le podemos ser infiel. Me fui infiel a mí, rompiendo mis reglas,
dejándome a merced de otra persona. Y ahora tú, que estás leyendo esto, hazme
caso y nunca te seas infiel, quiérete a ti más que a nadie. No lo olvides.
Por si te enamoras de mí.

Tengo que decirte que no soy una chica común, que puedo parecerlo, pero
por dentro soy muy diferente a las demás. Mi cabeza va a un ritmo acelerado y
muchas veces no soy capaz de comunicar todo lo que pienso, me aturullo y me
salto palabras, y eso hace que no me entiendas, que no entiendas lo que te quiero
decir y eso puede enfadarte. Voy a hacer que te enfades muchas veces en el día, a
la semana, porque siempre ando en las nubes y se me olvidan las cosas. Ten
paciencia, mucha paciencia, porque tengo unos cambios de humor muy
repentinos, puedo amarte con locura y al segundo odiarte por el mero hecho de
que te has olvidado de algo que te he dicho. ¿Yo? Que unas líneas más arriba he
dicho que perdones si me olvido de lo que me dices por andar en las nubes y voy y
me enfado por eso, pero no tengo remedio. Quiéreme así, con mis días buenos, que
son muchos, pero también con los malos. Quiéreme sensible, dulce y amorosa,
pero también cuando sea una borde que piensa en liquidar a la raza humana.
Porque en todos esos momentos yo te voy a querer y una simple palabra, bueno,
en realidad dos, pueden hacer que me relaje. Recuerdo una discusión, como la
primera vez que me dijiste “te amo” y pasé de estar llorando a tener la sonrisa más
grande en mi cara. Porque tú tienes ese efecto en mí, haces que tenga ganas de
odiarte pero sin embargo, solo puedo amarte.
Me gustaría...

Me gustaría un para siempre entre tus brazos. Un “no tengas miedo”


mientras me sujetas fuerte la mano. Pasear por la calle y que no te importe que me
pare en cada escaparate, que me emocionen las luces de Navidad o que me porte
como una niña en estas fechas. Me gustaría que me sorprendieras con churros con
chocolate por la mañana, que me trajeras el desayuno a la cama y que me dijeras
que estoy preciosa hasta recién levantada. Quiero que vayamos al cine y ni veamos
la película, que nos pasemos la peli jugando con las palomitas y dándonos besos.
Tengo tantas ganas de hacer viajes contigo, de conocer juntos lugares del mundo
que todavía no conocemos. Tengo ganas de jugar a que somos dos completos
desconocidos que se enamoran en cada ciudad, porque al fin y al cabo están
destinados. Hay tantas cosas que me gustarían… pero lo que más, lo que más me
gustaría es que hubiese alguna posibilidad de que tú y yo fuésemos algo alguna
vez. Te quiero, aunque quizás nunca llegues a leer esto.
(Im)posible

No les creas. De verdad, no les creas. No les creas cuando te digan que eso
que quieres hacer es imposible. Porque si lo quieres, puedes conseguirlo. Tú piensa
en toda esa gente, que a lo largo de la historia consiguió cosas que decían que eran
imposibles. Imagínate la de veces que debieron decir que era imposible llegar a la
Luna y allí tienes la bandera de Estados Unidos que demuestra que tan imposible
no era. Te puedo asegurar que nadie creía que Hitler pudiera llegar al poder y
mucho menos que fuera de manera democrática, que era imposible que los
alemanes le votaran de presidente y mira todo lo que ocurrió. A tanta gente a lo
largo de los siglos le han dicho que lo que querían conseguir era imposible y tantos
se han rendido sin ni siquiera intentarlo. Pero piensa en todos, los que pese a las
negativas, lo han intentado y lo han conseguido, callando la boca de todos los que
les decían que no iban a conseguir nada. Así que, tú decides, si quieres intentar
esos imposibles que te dice la gente y conseguir algo maravilloso o quieres rendirte
como muchos otros.
La primera vez

La primera vez que lo vi no sentí mariposas. La verdad es que ni siquiera


sabría decir cuál fue el momento exacto en el que nuestras miradas se cruzaron por
primera vez. Solo recuerdo el momento en el que estaba bailando y alguien cogió
mi mano, supongo que con la esperanza de que aceptara el baile. Le miré y le vi
sonreír, y aquella sonrisa me dio confianza. La suficiente para bailar con él. Y
cuando acabó la canción y nos soltamos, sentí como si una energía no quisiera que
nos separáramos. Empezó la siguiente canción y bailamos. Una tras otra hasta que
cerró la discoteca. En ese momento nuestros caminos se separaron. Sin un número
de teléfono. Sin un adiós. Sin un beso, ni siquiera en la mejilla.
Que si te vas a enamorar

Que si te vas a enamorar, que sea de todos los defectos, que de las virtudes
se enamora cualquiera. Cualquiera puede enamorarse de las cosas buenas, pero
pocos son capaces de aceptar los fallos, las cicatrices, los defectos. Pocos son
capaces de ver la belleza de las estrías que recuerdan el cambio que sufrió su
cuerpo en la adolescencia o cuando fue madre. De las manchas en la piel que
parecen constelaciones. Esas canas que recuerdan el paso de los años. Pero habrá
una persona que se enamore de cada uno de los defectos y que ni siquiera los
considere defectos. Que ame besar las cicatrices, las manchas y que diga que las
canas son sexys. Alguien que vea belleza, donde otros ven vejez.
Error

Y ahora tú vienes a contarme que todo fue un error. Que el amor no se trata
solo de lo que siente la piel. De las caricias, los besos, que el amor va más adentro.
Que se trata de lo que sientes en el corazón. Y yo, harta de sufrir, no te creo. Ya no
creo nada que salga de tu boca.
Cine

Esta noche fui al cine sin recordarte. Me senté en una butaca distinta a la de
siempre. Compré palomitas para una. Disfruté de la película, incluso me reí. Salí
del cine siendo feliz. Entonces sonreí y te vi. Ibas con otra y me di cuenta que no
recordarte no era la solución. Tenía que olvidarte para ser feliz.
Nos hemos olvidado de vivir

Vivimos tan deprisa que se nos ha olvidado vivir. Hemos olvidado lo que es
reír por una guerra de cosquillas. Los domingos por la mañana en la cama. Los
abrazos por la espalda. Las guerras de almohada. Los besos en la frente. Nos
hemos acostumbrado a los atascos. A las prisas. A las horas de oficina.
Y me encontré, me encontraste

Abriste los brazos y yo cerré los ojos para perderme en tu abrazo. Pero no
me perdí sino que me encontré. Había estado tanto tiempo perdida que ya ni
recordaba que lo estaba, hasta que me abrazaste y me di cuenta que mi hogar
estaba entre tus brazos. Me perdí y tú me encontraste.
Le pedí que se quedara

Le pedí que se quedara esa noche. Advirtiéndole que mi corazón estaba


herido y que no podría amar, que solo buscaba unos brazos que me rodearan para
poder descansar. Y se quedó. Sostuvo mi cuerpo durante toda la noche, sin miedo.
Me protegió de todos mis temores y no dudó en quedarse cada noche que yo le
necesité.
Quédate

Quédate con quien te soporte los lunes. Con quién prefiera un sábado
contigo en el sofá que una noche de esas que te dejan todo nublado. Quédate con
quien busque excusas para verte y no para apartarse. Quédate con quien bese tus
lágrimas y saque tus sonrisas. Quédate con él, porque como él no hay dos.
Perderme en tu colchón

Quiero hacerte el amor hasta el amanecer. Perderme en tu colchón y saber


que todo irá bien. No me importa lo que piense el resto. Los vecinos, que escuchen
los muelles del colchón; los temblores, que piensen que es un terremoto, pero no,
somos nosotros. Quiero mirarte mientras duermes, despertarte con caricias.
Resaca

Como si me hubiera tomado veinte chupitos de tequila, hubiera vaciado la


Estrella y me hubiera recorrido la calle de los vinos parando en cada bareto. Así
me encontraba aquella mañana. Resacosa y sin saber muy bien el porqué, yo que
no bebo, que nunca he tenido una resaca. Y sentía que aquella mañana todo me
daba vueltas. Por mucho que intentara recordar la noche anterior, solo recordaba
una cosa. Una sonrisa. ¿Puede alguien emborracharse de amor y no recordarlo a la
mañana siguiente?
Sirena

Estaban tan cerca que sus respiraciones iban al mismo compás. Estaban tan
cerca, que apenas unos milímetros separaban sus bocas. Hasta que por fin sucedió.
Un beso. Dulce. Hechizante ¿Y qué ocurrió con ellos? Ambos desaparecieron.
Nunca volvió a saberse de ellos. Para bien o para mal, desaparecieron.
Nuestra canción

Una vez más suena nuestra canción en la radio y me pregunto de cuántas


parejas será su canción. ¿Cuántos se acordaran de su amado con la misma canción?
¿En la misma estrofa? ¿En el estribillo? Seguro que son cientos. Millones quizás.
También me pregunto en quién estaría pensando el autor al componerla o si estaría
pensando en que iba a ser la canción de muchas parejas.

Hoy suena una vez más nuestra canción en la radio y me pregunto si ahora
la estarás escuchando con otra, si la habrás vuelto a escuchar o si la habrás vetado
de tu vida.
Para siempre

Se conocieron en una época en la que nada se tiraba a la basura. Una época


en la que si algo se rompía se arreglaba. Una época llena de remaches. Se querían,
pero él tuvo que marcharse. A la mili. Mil lágrimas en la despedida. No saber si se
volverán a ver y una promesa.

«Cuando vuelva, te casarás conmigo». Ella asintió y dedicó aquel año a


preparar su boda. Y él volvió. Sí, volvió. Se casaron y fueron felices por muchos
años. Haciéndose compañía siempre el uno al otro, queriéndose. Él siempre la hizo
reír, aún cuando cayó enfermo buscaba que siempre hubiera una sonrisa en su
cara. Ella le protegía, le cuidaba. Y estuvo ahí cada día, en el hospital, con él. Hasta
el último aliento.

(Esta historia no solo está basada en hechos reales. Esta historia es real. Los
últimos años de esta historia de amor he tenido la posibilidad de observarlos. Ver
como siempre se cuidaron y se hicieron sonreír hasta en los peores momentos. Ver
esto me enseñó que los para siempre si existen. Gracias.)
Ni se te ocurra

Ni se te ocurra pedirme una segunda oportunidad y mucho menos ahora.


Ahora que soy feliz vuelves, a revivir los fantasmas del pasado con la esperanza de
otra oportunidad. No. Ahora no. Tuviste tu tiempo. Tu oportunidad. Y no supiste
aprovecharla. Jugaste conmigo, con mis sentimientos. Me hiciste daño. ¿Y de
verdad esperas que vuelva contigo? Lo siento, pero no. Y digo que lo siento, por
ser maja. Pero no, no lo siento para nada. Todo ese daño que me hiciste vivir a mí,
ahora a ti te toca.
Bonita

Y una mañana me desperté. Me miré al espejo y fue la primera vez que me


sentí bonita. No sé qué fue lo que ocurrió. No sé qué cambió en mí. No creo que
fuera un cambio físico, porque nadie más que yo lo notó. Fue un cambio en mí.
Dentro de mí. En mi forma de verme, de quererme. No sé qué ocurrió aquella
noche. Sólo sé que desde esa noche me veo bonita, desaparecieron mis complejos y
la chica que veo en el espejo no es la misma que veía con 15 años. Llena de
complejos creados por una sociedad que se empeña en marcar cada uno de mis
defectos. Dispuesta a burlarse de ellos.
Prohibido

Se dicen que está prohibido. Que no pueden. Que lo que sienten no está
bien. Pero aún así, cada vez que se ven saltan chispas. Se desean. Se quieren. Pero
no puede ser más que una amistad. Dos chicas que se han conocido en el momento
equivocado, o quizás en el indicado. Un amor en secreto. Solo pueden quererse
cuando están solas. Cuando nadie las ve. Y no se dan cuenta de que es ridículo.
Que el amor no está prohibido. Que el amor es lo más bonito que hay. Y no tiene
que ver con el género, la raza, la religión o la edad. El amor no entiende de
prejuicios. Solo entiende de cariño, de ternura, de pasión y de momentos
inolvidables.
Flor de toxo

Tú, la mujer más bonita que han visto mis ojos. Tú, la única que siempre va
a estar ahí. Si me caigo sé que al igual que hacías cuando era pequeña, llegarás con
el botiquín y una tonta canción a curar todos mis daños. Sé que mis cicatrices te
duelen incluso más que las tuyas y que hay una cicatriz que por muy fea que sea,
llevas con orgullo. Sé que he tenido suerte, mucha suerte, teniéndote a ti. Porque
has estado ahí en cada caída para levantarme, porque has estado en cada uno de
mis triunfos. Eres fuerte. Eres la persona más fuerte que conozco. Y no es solo que
yo, tu hija, sepa que eres fuerte, es que cada persona que te conoce lo sabe. Tú, mi
flor de toxo desde hace años. Tú, quiero que sepas que este libro es un poquito
tuyo, y no solo porque seas mi madre, sino porque eres tú eres la mayor fuente de
amor de la que he podido beber. Porque eres tú quien más cree en mí. Porque tú
crees en mí cuando ni siquiera yo lo hago. Bueno, en verdad, no creo que este libro
sea un poco tuyo. Creo que es más que un poco. Porque aunque las ideas sean
mías, aunque sean mías estas palabras. La paciencia, el ánimo y las fuerzas, son
tuyas.
Microcuentos.
Guionista.

Si quieres un amor de película déjame ser la guionista. Prometo escribir


tantas páginas como días nos queden por vivir.

El baile.

No era la chica más guapa del baile, pero si era la única a la que él miraba.

Gato.

Un gato y sus siete vidas. Seis las pasó buscando el amor. Sí el amor. Y la
última decidió que ya era demasiado tarde para enamorarse. Y fue entonces
cuando se enamoró. Él no lo quiso, pero sucedió.

No es amor.

Si tienes dudas, no es amor. Si te lo preguntas, no es amor. Porque el amor


no se piensa, se siente.

Manía.

Esa estúpida manía de querer mucho y no de hacerlo bien.


Miedo.

Y me dices que tienes miedo y yo ya no sé cómo seguir haciéndome la


valiente.

Te quiero.

No te lo digo para que siempre pienses que tuya del todo no soy.

Te echo de menos.

Te echo de menos, no tengo miedo a decírtelo, porque es lo que siento, no


creo que esté enamorada de ti, porque no creo estarlo de nadie.

Pimientos de Padrón.

Como los pimientos de Padrón, a veces picante, a veces no.

Adiós.

Corrí hacia la puerta y la cerré con ganas mientras notaba que las lágrimas
corrían por mis mejillas.

Miau.

No necesitas más que eso para llenarme de ternura, para alegrar cualquier
día malo.

Disfruta.

Hace que le salga una sonrisa en la cara y que piense

«disfruta», solo eso. Disfruta de este momento tan maravilloso que estás
viviendo.

Guerrera.

Ser guerrera y gritar en cada concierto. Ser guerrera y soñar con algún día
conocerlo. Ser guerrera y saber que nunca nadie te comprenderá como los demás
guerreros.

Huracán.
Como un huracán pasaste por mi vida para desordenarla. Como un huracán
pasaste rápido, pero destrozando todo a tu paso.

Besos de menta y café.

La verdad, me da igual cómo sepan tus besos, siempre que sean tuyos.
Porque el mejor sabor, cariño, es el de tus labios.

Fotografía.

Un recuerdo. Un momento guardado para siempre.

Mamá.

Sinónimo de fortaleza. Hogar. Donde siempre me siento segura.


GRACIAS.

No quería acabar este libro sin darles las gracias a todas las personas que
siempre me han apoyado para que luche por mis sueños y que me han animado
tanto en persona como por las redes sociales a escribir este libro.

Primero tengo que darle las gracias a mis padres, por animarme y apoyarme
y porque nunca me han cortado las alas y me han dejado ser creativa, porque si a
alguien le debo esto es a vosotros, que siempre me habéis dado mi espacio para
que escriba, que me habéis apoyado en cada concurso y os habéis alegrado de cada
victoria.

A mis abuelos, por ser ejemplo de amor.

También quiero darle las gracias al resto de mi familia, que cuando les dije
que estaba escribiendo un libro me dijeron que se morían de ganas por leerlo y sin
duda lo comprarían.

A mis amigos, a todos ellos, que saben muy bien quiénes son, al igual que
mi familia me han apoyado diciendo que tenían ganas de leerlo cada vez que ponía
algo sobre él en las redes sociales, espero que ahora que ya lo habéis leído os haya
gustado tanto como a mí.

A MarkosArtify, en especial, por siempre apoyarme y hacer la portada más


bonita que podía tener nuestro primer libro, porque sí, es mío, pero siempre un
cachito de él será tuyo.

A Xabier P. Docampo, por siempre fomentar la lectura y la escritura en sus


alumnos. Por meterme las ganas de escribir desde muy pequeña, cuando le veía
escribir las ideas de sus libros en clase. Siempre has sido mi ejemplo a seguir en
esto de la escritura.

A Carlos González, por tomarse la molestia de decirme que yo valía para


escribir y que le gustaba mi forma de expresarme, ojalá algún día leas esto.

A Jose A. Gómez Iglesias, por demostrarme que los sueños se pueden


cumplir y enseñarme que se puede hacer un libro de relato corto o prosa poética y
que a la gente le guste. Gracias, Defreds, por ser como eres y por tus palabras.

A mi primer amor, que es probable que nunca llegue a leer esto. Darte las
gracias por enseñarme lo que era el amor. Lo feliz que puede llegar a hacerte y
todas las lágrimas. Puede que haya un trocito de ti en muchos de estos relatos.
Pero no te culpes y mucho menos se te ocurra culparme a mí. Decirte que ahora
soy feliz, que he aprendido que la felicidad no proviene del exterior, si no del
interior. Y también he aprendido que mi felicidad es mía, y que la comparto
únicamente con esas personas que sonríen cuando yo lo hago.

Y por último, pero no por eso menos importante. A ti, personita anónima
que te has animado a leer este libro sin ni siquiera conocerme. GRACIAS.

También podría gustarte