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Hacia una sanción que no sea castigo*

Autores: Lic. Luis. A. Disanto - Lic. Alejandro Conrad

* Actualización del articulo publicado en el libro: "Secuestros Institucionales y Derechos


Humanos: La cárcel y el manicomio como laberintos de obediencia fingidas". Coordinadores:
Iñaki Rivera Beiras, Juan Dobon. Editorial María Jesús Bosch, S.L. - Barcelona, España. 1996.

Determinación social de la locura.


Toda conceptualización referida a la locura ha sido definida socialmente, toda concepción del
delito también. En el origen de la psiquiatría se verifica la necesidad de precisar, determinar y,
luego también, administrar el lado oscuro del hombre concebido por la Ilustración, controlando al
sujeto socialmente peligroso pero sin capacidad de respuesta moral por sus actos.
A partir de la Declaración de los Derechos del Hombre y del ciudadano, el considerado loco no
deberá ser encerrado sin garantías; el encierro va constituyéndose en un internamiento, en un
cuidado para la curación. Hacia fines del siglo XVIII Pinel inauguraba una práctica y una teoría
que se proponía desvincular locura de criminalidad, en un escenario viscoso donde ambas tenían
límites imprecisos. Tal distinción fue resultando en la creación de dos espacios institucionales de
incumbencias definidas: la cárcel y el manicomio. Esquirol, el discípulo de Pinel, introdujo
posteriormente el término de asilo -espacio aislado de la sociedad, de la comunidad de
pertenencia- para posibilitar el tratamiento moral: el aislamiento concebido como una terapéutica.
Así fue surgiendo el intento de recuperar, mediante el aislamiento y el tratamiento moral, al
ciudadano que no se encontraba en condiciones de cumplir su parte en el contrato social.
Se desarrolló así una instancia médica que procuró cubrir o subsanar esa dificultad no prevista
por el nuevo orden social. Se constituye, en ese contexto, la Psiquiatría que -desde este origen
hasta el presente- ha tratado al enajenado como irresponsable, es decir como alguien que no es
sujeto de derecho.
Se estableció, de esta manera, una relación de características complejas y contradictorias, que aún
persiste, entre el Derecho y la Psiquiatría, con límites imprecisos, uno de cuyos resultados es la
Psiquiatría forense.
En su texto "Psiquiatría forense", Riú y Tavella ilustran lo antedicho: "Puede afirmarse que el
nexo que interrelaciona al Derecho Penal con la Psiquiatría Forense es el concepto de
imputabilidad, concepto éste que siendo eminente y esencialmente jurídico, necesita
ineludiblemente de la apoyatura psiquiátrica para poder constituirse". ( l )
En 1933, en su tesis doctoral, Jacques Lacan dice con referencia a este vínculo y su origen: "... no
hay que ocultar que el interés por los enfermos mentales nació históricamente de necesidades de
orden jurídico. Estas aparecieron en el momento de la instauración formulada a base del derecho,
de la concepción filosófica burguesa del hombre como ser dotado de una libertad moral absoluta
y de la responsabilidad como atributo propio del individuo (vínculo de los derechos del hombre y
de las investigaciones pioneras de Pinel y Esquirol)". ( 2 )
En síntesis, de esa relación entre Derecho y Psiquiatría resultarán la irresponsabilidad criminal de
los enfermos mentales -el primer inimputable, fue el parricida Pierre Rivere en 1836-; y además
se consolidarán conceptos tales como incurabilidad, con su correlato de cronicidad, y la
peligrosidad con su secuelas de aislamiento prolongadísimo, frecuentemente de por vida.

La existencia humana en su dimensión legal e inconsciente.


La existencia de los humanos se puede situar en la encrucijada de dos dimensiones, una de orden
legal y otra inconsciente, donde el Sujeto que el Psicoanálisis (considera es justamente aquel que
queda por fuera (precluido, forcluido) tanto para la ciencia como para el derecho.
El juez debe determinar la infracción a la ley, el ilícito y en concordancia establecer una pena;
para lo cual le es necesario evaluar el hecho, la acción y sus consecuencias. Para que este
procedimiento se lleve a cabo, deberán excluirse todos los elementos considerados subjetivos,
pues se debe objetivar el crimen y establecer la pena correspondiente. No solo deberá quedar por
fuera la subjetividad del acusado sino también la del juez, quien tipifica el delito y decide sobre la
inocencia o la culpa, teniendo en consideración atenuantes o agravantes.
Es así que se presenta la objetividad de la ley y del legislador -la ley como independiente de los
seres humanos concretos a los que se impone- retomando una tradición histórica griega y del
derecho natural medieval: la del concepto de ley como límite, como algo que está allí. En cuanto
al legislador, sus fallos adquieren el valor de ley si cumple las condiciones que determinan leyes
superiores a él, y así sucesivamente. El Derecho como discurso positivo debe decirse con
precisión, indubitablemente mediante códigos, jurisprudencias y sentencias; la lógica de lo
jurídico provee reglas cuyo cumplimiento garantiza coherencia estructural al sistema, aunque
dicha pretensión de universalidad choca ante cada caso concreto.
"Todas las herramientas teóricas descriptas pueden pensarse en la unificación que genera el
moderno concepto de discurso: concebido como lenguaje en acción, permite pensar al Derecho y
a las teorías producidas acerca de él, como un lenguaje en operación dentro de una formación
social, produciendo y reproduciendo una lectura de sus instituciones, que a su vez, coadyuva y a
veces determina el comportamiento de las distintas instancias que la componen. Desde este
ángulo, el discurso jurídico será parte preponderante del discurso del Poder". ( 3 )
Es así que las ficciones se presentan como necesarias para armar el cuerpo jurídico y hacerlo
verosímil -similar a la verdad-, fictio figura veritatis, la ficción como recurso para abordar la
realidad y aprehenderla.
La Justicia, al igual que la verdad, sólo puede decirse a medias. El juez debe sujetarse a la ley del
código, a la ley escrita, pero dispone de la interpretación en la decisión de cada caso. La palabra
enunciada para ser aceptada y obedecida, debe acompañarse de cierto efecto simbólico que
suplirá las insuficiencias de la lógica y el lenguaje, como si fuera verdad. Pues todas las
imprecisiones del sistema lingüístico se trasladan a lo jurídico. Diferentes ambigüedades, tanto
semánticas como sintácticas, y otras características del lenguaje, señalan que frecuentemente la
aplicación de las normas excede las posibilidades de un procedimiento racional, transformándolo
en un acto de voluntad, en una decisión. Así el juez tiene el imperativo jurídico de decir la verdad
de la justicia y el reo toda la verdad; cabe recordar que la cosa juzgada se tiene por verdad. El
pronunciamiento del juez, el fallo, debe ser como si fuera la verdad, aunque no lo sea en estricto
sentido. Hay imposibilidad por estructura, de decir toda la verdad.
Por consiguiente, la interpretación viene a suplir aquello que la ley no contempla, no todo está en
el enunciado de la ley: "La ley es imperfecta por sus oscuridades e incongruencias, así surge la
necesidad de interpretar la ley, la diversidad entre el temperamento de la ley y su interpretación
jurisprudencial se resuelve en una discreta transacción, entonces el Derecho vivo es algo más que
la ley". (4)
La ley del código es equivalente a la razón, como así también uno de los nombres de la
responsabilidad es la razón; la decisión de si ésta se extravió en forma parcial o total, temporaria
o definitivamente, definirá las modalidades del desvanecimiento del sujeto de derecho. Sus
bienes, ideas, convicciones, sus actos ya no le serán propios, sino administrados por otros.
Alguien va a decidir por él, por su bien y el de la sociedad en forma más radical que para los
otros. Incluso por su cuerpo y por su nombre, aún bajo la fórmula "en su nombre", deslizándose
en la legislación argentina una nominación mas anónima: incapaz, inhábil, demente, etcétera.
Precisamente podemos articular la concepción del libre albedrío con la función sintética de la
conciencia; la pregunta del juez se dirige a saber si el responsable del ilícito comprendía la
ajuricidad del hecho y si le era posible adecuar su conducta a esa comprensión, ante la posibilidad
de que se dé una sin solidaridad de la otra.
Es así que podemos decir que para el Derecho el sujeto es dueño de su acto, un sujeto con
existencia anterior y contemporánea a ese acto, sujeto de la conciencia; si la perdió, entonces no
fue dueño de su acto y no podrá responder, se lo exime de la pena, se lo declara inimputable.
¿A qué aludimos con la palabra acto?. En principio debemos acompañar a esta noción con la de
sujeto, el cual, para el Derecho, será responsable en tanto pueda responder por sus actos, respecto
a los cuales es anterior y contemporáneo.
Para el psicoanálisis en cambio, el sujeto es resultado de su acto, es producto de su acto. Se hace
necesario que se de la articulación en su decir con ese acto, porque que un acto desprovisto de
palabras acerca del mismo devenga un discurso, posibilitará la asunción subjetiva de su
responsabilidad y por ese proceso saber algo de la verdad en juego para si. La referencia a la ética
del psicoanálisis nos lleva a pensar al sujeto en términos de sujeto deseante. Así, Lacan plantea
en los últimos capítulos de su Seminario "La ética del psicoanálisis", que entre la ética de los
bienes y la ética del bien hacer, se introduce otra ética, la ética del deseo. Y, la referencia a lo
jurídico en el psicoanálisis, a pensar al sujeto en términos de responsabilidad del sujeto.
Responsabilidad y deseo como modos de situar a un sujeto de derecho, responsable de su
inconsciente. Un sujeto dividido estructuralmente. Siendo la ley cuestión del lenguaje se
encuentra sometida al malentendido, a la ley del malentendido, que no sólo se sitúa del lado del
emisor sino también del lado de aquel que escucha. Cuanto más se quiere aclarar que uno no
tiene nada que ver con cierta cuestión puede aportar elementos de implicación; así los intentos de
aclaración pueden tener valor confesional.
"Querer declarar acompañado de un abogado es no sólo conocer la ley sino también saberse
sujeto del lenguaje. El malentendido no implica errores de expresión, es la estructura misma de la
lengua a la que nos referimos, el malentendido, el no, es la condición de posibilidad que abre a la
diversidad, diversidad que permite a su vez algún entendimiento posible". ( 5 )
Sanción, Pena y Castigo.
Para intentar presentar alguna distinción entre sanción, pena y castigo, consideremos en primera
instancia a la ley y al código, como un aparato jurídico provisto de una triple operatoria que
podemos esquematizar del siguiente modo:
1) Primera operación: de lectura
2) Segunda operación: de escritura
3) Tercera operación: de ejecución
Ante determinado hecho, la lectura o interrogación del mismo, permitiría corroborar si ese
"hecho" desencadena según el código, una pena o sea, si se trata de una conducta punible.
Primera operación de lectura.
Si de esta operación surge que efectivamente se trata de un hecho o conducta que es punible,
ocurre que entonces ese hecho pasaría a ser un hecho delictivo, se afirma sobre el mismo una
cualidad que lo predica. Se sanciona entonces, se afirma como "delictivo". Sanción que posee la
cualidad de ser un acto confirmativo y en tanto afirmación del orden de la escritura, de una
inscripción sujeta a una ley. Segunda operación.
La consecuencia de la misma abrirá la posibilidad del castigo como instancia de orden ejecutorio
inherente a la característica del hecho. Ejecución de un castigo que no recaerá sobre el hecho sino
sobre el autor o autores: será necesario que alguien responda, que dé cuenta de lo sucedido y su
implicancia en ello.
Es en el plano de la responsabilidad, en el nivel en el que alguien es o no hábil, está o no está
habilitado, donde la cuestión se dirimirá. Alguien será o no imputable si dispone de la habilidad,
de la facultad, de la posibilidad de responder o de no responder. Aquí se producirá la tercera
operación, la de la ejecución del castigo o la del cuidado.
Las instituciones carcelarias y manicomiales son, por consiguiente, instrumentos de ejecución del
castigo -la cárcel- o del cuidado -el manicomio-. El supuesto cuidado que los hospicios debían
dispensar a los enfermos mentales internados es criticado a partir de los años cincuenta. Esta
critica surge, por una parte, desde los profesionales de los manicomios, quienes concluyen que
los mismos terapéuticamente no son de mucha utilidad, que además se añade una nueva patología
con la internación que potencia la cronicidad, cronicidad que implica condena perpetua al
manicomio, más allá de las circunstancias que originaron la internación.
Pero los cuestionamientos más poderosos proceden de extramuros, se originan en movimientos
civiles que proponen una nueva conciencia que considere la diversidad, el respeto a las minorías,
la exigencia de un mejor trato. El resultado es el proceso llamado de desinstitucionaliza-ción,
consistente en sacar del encierro y aislamiento a los internos del manicomio, hacia la comunidad.
El encierro por si solo no cura. Luego se comprobó que la libertad por sí sola tampoco cura.
"Lejos, pues, de ser la locura el hecho contingente de las fragilidades de su organismo, es la
permanente virtualidad de una grieta abierta en su esencia. Lejos de ser "un insulto" para la
libertad, es su más fiel compañera; sigue como una sombra su movimiento. Y al ser del hombre
no sólo no se lo puede comprender sin la locura, sino que ni aun sería el ser del hombre si no
llevara en sí la locura como límite de su libertad" escribía Lacan en respuesta a la opinión de
Henri Ey sobre las enfermedades como insultos y trabas a la libertad. (6)
Volvamos a la trilogía sanción, pena y castigo; podría funcionar como una bisagra conceptual del
campo psi-jurídico, el elemento resultante sería el concepto de responsabilidad. En el campo
jurídico tendríamos el par imputabilidad-inimputabilidad y en el campo psi, la responsabili-dad.
El eje de esta articulación se soportaría en el concepto de ética que introduce Freud, un sujeto
responsable de sus síntomas, responsable por el contenido de sus sueños, o sea que "de nuestra
posición de sujetos somos siempre responsables". (7)
En cuanto a las posibles distinciones entre sanción, pena y castigo, decimos que sanción es una
operación de escritura que predica algo sobre un hecho a partir de un aparato de lectura
constituido por lo jurídico (código, leyes). Se destaca en este punto, el sentido de acto
confirmatorio de la sanción, estableciendo una diferencia con la penalidad. La pena es la
condición emergente de la operación de lectura para sancionar un hecho como delictivo.
A principios del Siglo XX con "el triunfo del sistema penitenciario 'progresivo' se promulgan las
primeras legislaciones penitenciarias, la evaluación del comportamiento adquiere rango legal.
Esta normativa refuerza el modelo "behaviorista", comportamental. Se establece una relación
entre evaluación conductual y la disminución de las garantías jurídicas de los condenados. Así los
derechos fundamentales de los internados se devalúan en la categoría de simples beneficios
penitenciarios. El tratamiento penitenciario implica la ficción de un universo de obediencias
fingidas, mediante la obsesión disciplinar y el 'eficaz' gobierno de la institución de secuestro". (8)
Es decir, la operación de lectura prosigue y se amplia a nivel de la condena. El castigo por otra
parte, nos parece que alude a la mortificación, al padecimiento, que deriva de la instancia de
ejecución y que necesariamente se sitúa en un plano institucional: cárcel y manicomio.
Ahora bien, estas tres operaciones de lectura, escritura y ejecución no nos dicen mucho acerca de
la posición de un sujeto en relación a la posibilidad de subjetivar ese crimen, el acto criminal del
que es protagonista. Para el Psicoanálisis, es del lado del sujeto que surgirán las distintas
respuestas posibles frente a esto que en principio podemos situar como de orden general, para
todos.
A nuestro parecer, lo que nos interesa del acto son sus consecuencias como la producción de un
sujeto que es actor y resultado del mismo. Se situará al sujeto cuando pueda responder. Se puede
decir que el sujeto mismo es una respuesta, sujeto de la enunciación que pueda responder por sus
enunciados sin confundirse con ellos. Para el psicoanálisis el sujeto es efecto de su acto, se
produce por el acto a través del movimiento de apropiación subjetiva, de asentimiento subjetivo.
Paradójicamente ya que es efecto de ese acto a través del movimiento de apropiación subjetiva,
de asentimiento subjetivo, de carácter indispensable para poder dar lugar a la significación
subjetiva de la penalidad, asentimiento que implica poder dar respuesta. Responsabilizarse sí,
responder sí, pero ¿responder de qué? de su posición de sujeto más allá de su condena o
absolución. Ubicada la respuesta subjetiva, también deberá responder por la respuesta. Si
pensamos el hecho criminal realizado por un sujeto psicótico o demente en sentido jurídico,
podría establecerse la siguiente secuencia: inocente en el momento del crimen (no fue dueño de
su razón), culpable de haber cometido el crimen (aquí se abre la alternativa
imputabilidad-inimputabilidad), pero siempre -desde el psicoanálisis- responsable de su acto.
"Esto habla de lo que subyace a un acto -delictivo o no, podría ser una fantasía- es un deseo, no
importa cuál, y hay una culpabilidad inconsciente, culpabilidad muy difícil de demostrar para
alguien que no acepte la existencia del inconsciente. ¿Cómo hacer para no caer en un discurso
que no se constituya como dogma?. No se trata de: ¿quién sabe? ni ¿cómo sabe?, sino ¿qué sabe?
¿qué verdad está en juego para Ud. que ha cometido este acto?, ¿qué es lo verdadero para Ud.?
¿qué sabe de las consecuencias de su acto? El que pregunta esto se halla en una posición
analítica. El que contesta es sujeto, sujeto a lo que vaya a decir". (9)
Decíamos que situábamos al castigo en relación al cuerpo, con sus correlatos de sufrimiento,
mortificación, dolor. "Castigo se homologaría a sanción en el cuerpo. Para los psicoanalistas
lacanianos esto se llama goce. El peor castigo es comprender. Cuando alguien comprende,
condena, por lo menos a una no asunción subjetiva; condena a un sentido que quizás no es el
sentido del sujeto. El que comprende, condena. Lo que sucede es que hay una peor condena: la
del sin no lugar". (10)
Un ejemplo de como se puede castigar mediante la aplicación de una norma institucional, es el
siguiente: cuando un interno se fuga del hospital se le da el alta por fuga. La cuestión es que si se
da el alta como sanción simbólica, lateralmente hay un castigo corporal, que puede consistir en
un deambular por varios hospitales en los que probablemente no se lo internará, por tener
antecedentes de fuga. No hay resolución para todas las fugas, es decir, no hay resolución
establecida para todas las situaciones, algunas serán sanciones y otras serán castigo.
Otra paciente se niega sistemáticamente a tomar la medicación, se puede leer como un acting;
una escena dirigida al Otro. El médico entonces le dice: - "Si no toma la medicación no sale".
Podría pensarse como una sanción del acting, pero también como castigo, dado que recae sobre
ese cuerpo que no circulara fuera del ámbito de la institución, y asimismo como una pena por no
haber cumplido la indicación.
Así, la posición de "lecto-escritura" analítica intentaría producir una apertura hacia la producción
de la pregunta del porqué de la negativa, sin prescindir de la sanción.
Conductas adaptadas, conductas inadaptadas. Conductas esperadas y conductas inaceptables. Es
importante subrayar que arrogarse el lugar del saber suele producir ciertos estragos. Los analistas
ó mejor dicho, aquellos atravesados por el significante Psicoanálisis deberíamos recordar algunas
cuestiones: que la transferencia en su concepción más amplia implica darle nombre a las
relaciones que un sujeto establece con el saber, el olvido de esto puede llevar a lo peor. Otra
cuestión importante en la de establecer -con los matices y diferencias pertinentes-, una posición
política; es decir: la lectura de un hecho y la toma de decisión para actuar, o sea la intención de
escribir ese acto.
Alguien con problemas de adicción a drogas es asistido en un centro especializado, donde el
encuadre institucional incluye normas y pautas, una serie de restricciones y prohibiciones de
fundamento diverso y con mayor ó menor grado de posibilidad de cumplirse. La normativa a su
vez prevee su incumplimiento; este a su vez es: sancionado, castigado, penado?.
Si solo entra en consideración lo normativo y su transgresión, hay poco lugar para pensar las
respuestas del sujeto, aún bajo las pobres enunciaciones de: "es más fuerte que yo", "no sé lo que
me pasa" ó "yo soy así".
Entonces, vemos que si hay una norma establecida y alguien actúa infringiendo la norma,
produce como efecto su existencia, existe al tocar la norma.
El sujeto jurídico es discontinuo toda vez que se define en cada acto, el sujeto del inconsciente
también es discontinuo en lo imposible de decir, discontinuidad que se rescata en el postulado de
un sujeto tomado por un significante que lo representa para otro significante.

De su posición de sujeto el psicótico también es responsable


"Razón en la acepción griega corresponde al concepto de idea, idea que hace red, las redes se
piensan como un sistema consistente donde la red abarca nominalísticamente toda la realidad o
justamente pretenden hacer red dejando agujeros. El entramado de una serie de ideas configura
una red, que puede servir para acoger todos los entes del mundo o para empezar a darnos una idea
de que hay agujeros entre las ideas. La subjetividad tiene que ver con los efectos de una razón".
(11)
Lacan por otra parte, introdujo entre otras la noción de culpabilidad para la psicosis, y sin abordar
la cuestión de la responsabilidad penal, sostenía que la represión penitenciaria posee un valor
terapéutico igual a la profilaxis del asilo. Con la prudencia que merece establecer el tratamiento
del caso por caso; se trata de la verdad del criminal, no la del crimen.
La declaración de inimputable por demente en sentido jurídico, debería dejar lugar a que la Ley,
en la representación del juez, pueda dar una dimensión clínica al juicio. Pensar al psicótico como
irresponsable total, por ende fuera de la ley, fuera del campo social, implica deshumanizarlo,
darlo por muerto.
El secuestro institucional de un sujeto al quedar fuera de circulación civil, sin otorgarle el
derecho y beneficio del juicio, puede acarrear consecuencias negativas de mayor profundidad que
las que se pretende evitar con una declaración de inimputable, dado que el juicio constituye un
reconocimiento social que legitima al sujeto como sujeto de derecho.
El grado y carácter de la responsabilidad y su consecuencia penal pueden discutirse a posteriori;
todo hecho o acción puede ser imputado a un hombre o mujer, el sujeto puede o no defenderse.
¿No se tratará de posibilitar al psicótico, al demente -en el sentido jurídico- un estatuto de
responsable? Cabe aquí desvincular culpabilidad y responsabilidad. Se es responsable como
sujeto y simultáneamente se puede ser imputable o inimputable ante la ley del código.
En el seminario "La ética del Psicoanálisis", Lacan dice: "La ética consiste esencialmente
-siempre hay que volver a partir de las definiciones- en un juicio sobre nuestra acción, haciendo
la salvedad que sólo tiene alcance en la medida en que la acción implicada en ella también
entrañe un juicio, incluso implícito. La presencia del juicio de los dos lados es esencial a la
estructura. Si hay una ética del psicoanálisis -la pregunta se formula-, es en la medida en que de
alguna manera, por mínima que sea, el análisis aporta algo que se plantea como medida de
nuestra acción o simplemente lo pretende- ... el psicoanálisis procede por un retorno a la acción.
Esto por sí solo justifica que estemos en la dimensión moral. La hipótesis freudiana del
inconsciente supone que la acción del hombre, ya sea ésta sana o enferma, moral o mórbida, tiene
un sentido oculto al que se puede llegar. En esta dimensión, se concibe de entrada la noción de
catarsis que es purificación, decantación, aislamiento de planos". (12)
El psicoanálisis toma precisamente, considera, al sujeto forcluido por la intersección entre el
discurso de la ciencia y el discurso del derecho. A esas coordenadas aparentemente consistentes,
las vamos a situar como vacías. No consideramos a la institución manicomial o carcelaria ni a las
instituciones jurídicas como completas ni como incompletas, sino como inconsistentes
lógicamente. "Inconsistencia que nos permite como psicoanalistas plantear la reintroducción del
sujeto forcluído dentro del sistema asistencial... El valor que sostiene el psicoanálisis es un lugar
donde el sujeto encuentra una representación para existir". (13)
Ahora bien ¿si la ley del código es equivalente a la razón, si para la ley es o existe todo aquello
que pueda ser nombrado de alguna manera, cabe concluir entonces que lo inombrable allí se
reduplica al hacerlo inimputable?. No, a condición de que en algún lugar se le restituya la
palabra, mediante un dispositivo que admitiera el despliegue de alguna responsabilidad.
Desde el psicoanálisis, nos parece, que el mecanismo jurídico de la inimputabiliadad condena, no
incluye al sujeto, lo enmudece (que puede ser una forma posible de existencia en el terreno de los
cálculos de conveniencia personales, primun vivere), dejando las cuestiones atinentes al ser para
mañana y así sucesivamente.
En síntesis, por el lado de la pena podemos aproximar la culpabilidad y, por el de la sanción, la
responsabilidad. Sanción en su doble vertiente, por una parte como acto de escritura, como
cuando se sanciona una ley y por la otra, sanción como el decir o la escritura sobre un acto, una
acción que alguien realiza y por la cual es sancionado. Las consecuencias son por un lado, el peso
mayor que toma la concepción de responsabilidad subjetiva y, desde otro punto de vista, la
posibilidad de existencia de sanciones que no impliquen reclusión del cuerpo.
Para el psicoanálisis el castigo puede padecerse como un exceso de pena, exceso que la pena no
puede sancionar, que no está ni en la letra ni en el espíritu de la letra. El castigo aparece así como
una sanción sin proporción respecto a la falta. La sanción escribe sobre el código y las acciones,
en cambio, el castigo se inscribe en el cuerpo. "Que los castigos en general y la prisión
corresponden a una tecnología política del cuerpo, quizá sea menos la historia la que me lo ha
enseñado que la época presente. En el transcurso de estos últimos años, se han producido acá y
allá en el mundo rebeliones de presos. En sus objetivos, en sus consignas, en su desarrollo había
indudablemente algo paradójico. Eran rebeliones contra toda una miseria física que data de más
de un siglo: contra el frío, contra el hacinamiento y la falta de aire, contra unos muros vetustos,
contra el hambre, contra los golpes. Pero eran también rebeliones contra las prisiones modelo,
contra los tranquilizantes, contra el aislamiento, contra el servicio médico o educativo.
¿Rebeliones cuyos objetivos no eran sino materiales? ¿Rebeliones contradictorias, contra la
degradación, pero contra la comodidad, contra los guardianes, pero también contra los
psiquiatras?. De hecho, era realmente de los cuerpos y de las cosas materiales de lo que se trataba
en todos esos movimientos, del mismo modo que se trata de ello en los innumerables discursos
que la prisión ha producido desde los comienzos del Siglo XIX". (14)
La pena está escrita en el código pero recae sobre el cuerpo, aunque no toda pena es de reclusión.
No hay garantías respecto del acto, cualquier acto puede ser una pena, un castigo o una sanción.
Es vía la ética, como juicio sobre la propia acción, que caso por caso, se decidirá si actué
penando, sancionando o castigando, o sea sobre los actos que indistintamente producen el
legislador, el médico o el psicólogo. Esta concepción "apostará además a que surja un sujeto
responsable para que no lo tramite como castigo y sí, como sanción." (15)
¿Cómo escribir una sanción que no sea castigo, que sea punible pero que no sea un castigo
corporal?: en cada situación habrá un punto donde la acción moral operará a los fines del bien del
paciente o interno. El psicoanalista deberá producir desde su posición como tal, un efecto de
apertura de algo que se plegó, que se pegoteó entre saber y verdad. Así, el saber de la ciencia
subsume una verdad, generando la ilusión de completud, de consistencia. A pie juntillas se cree
en una verdad científica que mediante tests, protocolos, cuestionarios pautados, rastrillan al
individuo a través de su conducta sin poder situar al sujeto que se ha caído de los límites de su
saber. La generalización es un pliegue, no hay un para todos. El psicoanalista debe promover un
efecto de apertura de aquello que se pegó, de aquello que se plegó.
Dependerá del discurso que atraviese para poder situar que modalidad de sanción. No es lo
mismo la sanción que pide un neurótico, a la que pide un Amo, a la que pide un analista, ó a la
que pide un universitario.
Así, el llamado "campo psi-jurídico" convoca al psicoanalista a producir una lectura-escritura
analítica de estos términos, a esta lectura-escritura analítica de la posición de un sujeto frente a
cada una de las coordenadas, se la denomina atribución subjetiva, o sea: la posición del sujeto
frente a determinada ley.
Define su posición frente a determinada acción en el conflicto entre lo que marca la norma y su
deseo.
Notas
1. RIU, Jorge Alberto y TAVELLA DE RIU, Guillermina: "PSIQUIATRIA FORENSE", Cap. II,
pág. 19, Ed. Héctor A. Macchi, 1994.
2. LACAN, Jacques: "DE LA PSICOSIS PARANOICA EN SUS RELACIONES CON LA
PERSONALIDAD", pág. 334, Ed. Siglo XXI.
3. Varios autores: "EL DISCURSO JURIDICO, PERSPECTIVA PSICOANALITICA Y OTROS
ABORDAJES EPISTEMOLOGICOS", pág. 15, Ed. Hachette.
4. LLAMBIAS, Ricardo: "TRATADO DE DERECHO CIVIL", Ed. Perrot, 1964.
5. DVOSKIN, Hugo: "DE LOS DIEZ MANDAMIENTOS A LA REGLA FUNDAMENTAL",
Ediciones Xavier Bóveda, pág. 111.
6. LACAN, Jacques: "Acerca de la causalidad psíquica", ESCRITOS I, pág. 166, Ed. Siglo XXI.
7. LACAN, Jacques: "La Ciencia y la verdad", ESCRITOS II, Siglo XXI.
8. RIVERA BEIRAS, Iñaki: "Los discursos sobre la pena, la historia de una legitimación
imposible". Clase dictada en Buenos Aires en la Facultad de Psicología. Universidad de Buenos
Aires, 1995.
9. DOBON, Juan: Seminario "Etica y dispositivos clínicos", inédito, dictado en la Facultad de
Psicología, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, 1995.
10. Idem.
11. Idem.
12. LACAN, Jacques: Seminario "LA ETICA DEL PSICOANALISIS", Paidos, cap. XXIV, págs.
370-373.
13. DOBON, Juan, et al: "HISTERIA Y CUERPO". "El valor del sujeto", pág. 86, Editorial
EDAMA.
14. FOUCAULT, Michel: "VIGILAR Y CASTIGAR, NACIMIENTO DE LA PRISION", Ed.
Siglo XXI, pág. 36-37.
15. DOBON, Juan: Seminario "Etica y dispositivos clínicos", op. cit.
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DOBON, Juan, et al. "Histeria y cuerpo". "El valor del sujeto". Editorial Edama.
DVOSKIN, Hugo. "De los diez mandamientos a la regla fundamental". De. Xavier Bóveda.
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Última modificación: 10 de Diciembre de 1999. Buenos Aires, Argentina.

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