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1. Autonomía universitaria
Pero lo más grave es que privan a la Institución académica, a pesar de que en la denominación
de las propias leyes se afirme lo contrario, de una de sus características esenciales: la
autonomía. Sin autonomía, al Universidad, cada Universidad, tiene las alas recortadas, con lo
que no puede remontar el vuelo, se mueve a ras de tierra desde donde falta la visión de
conjunto para autoanalizar sus propios problemas y adoptar los remedios congruentes con su
naturaleza que escapan a los poderes públicos porque la Universidad, cada Universidad, tiene
su fin es sí misma; y sólo así, desde esa inmanencia teleológica, puede trascender eficazmente
a favor de la sociedad. (p. 20).
3. Libertad académica
La Universidad está formada por los universitarios: no se concibe sin ellos. Pero es también la
persona la causa final de la Universidad: toda la vida académica está atraída por la atención a
educar a un elemento personal, a formar personalidades. En primer lugar, para que sigan la
tradición investigadora y docente que perpetúa a la Universidad; y, a mayor abundamiento,
aunque la Universidad no es una escuela profesional, para que sus graduados sean los mejores
profesionales que actúan en la sociedad. Y, al recapacitar, encontramos que lo propio y
característico de la persona, después de la vida, es la libertad. La libertad académica es
atributo esencial de los dos estamentos que constituyen estrictamente la población
universitaria. (p. 22).
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6. Organización estética
Sin una comunidad suficientemente estable y serena para pode decir, y escuchar lo que se dice
con altura y sin prejuicios, no puede haber una comunicación o puesta en común, que conecta
las inteligencias en una doble dirección, a pesar de que es el profesor el que enseña: el buen
docente aprende tanto, al menos, de sus alumnos cuanto de sus maestros. Gabriela Mistral
daba muestras magistrales de su sutil espíritu docente cuando pedía perdón a Dios por
atreverse a enseñar. (p. 30).
7. Crítica
La crítica auténtica sólo es posible en un ambiente de paz. Y la paz, según la feliz expresión
del gran universitario pacífico, a pesar de la hostigación que sufrió, que fue Fray Luis de
León, es “una orden sosegada”. (p. 30).
8. Libertad y creatividad
El genio de cada cual que, como ha dicho Bergson, e suna larga paciencia, se debe encauzar,
pero no mutilar. Sin libertad no hay creatividad y, por tanto, no hay “creación científica” que
se debe traducir como “hallazgo científico de lo creado”. El Ordo disciplinae sería un cauce
seco sin la libertas disciplinae que produce el murmullo alegre y refrescante del agua de la
comunicación de saberes, discurriendo siempre felizmente renovada. Para repetir una y otra
vez lo mismo no hace falta un profesor, basta con una cinta magnética o con un disco duro.
En la investigación científica, el que se para muere para la Universidad: se corrompe como el
agua encharcada. El programa puede ser el mismo, pero nunca lo será su contenido. (p. 32).
9. Libertad y organización
En la ciencia y en la comunicación de la ciencia entra en juego el mundo de la libertad o,
mejor dicho, de las libertades de los hombres que escapan a la organización porque, en todo
momento, pueden cariarla, vulnerarla, contestarla o romperla. (p. 38).
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12. El teatro como comunicación de ideas
El teatro, a través de una anécdota ficticia, de un mal llamado argumento, muchas veces
entretenido y divertido, cumple la función propia e inmediata de la comunicación ideológica:
intenta persuadir con ideas, simulando unos hechos. No es concebible el teatro documental,
como ocurrirá después con el cine. El teatro tiene esa fuerza tremenda de la idea que, a plazo
más o menos largo, mueve la voluntad de los espectadores hasta el punto de que los puede
convertir en propagadores de la idea original. Si actualmente se ha podido decir que la
información de hechos se está convirtiendo lamentablemente en una fabulación, en el teatro,
por el contrario, la fábula se convierte en un mensaje de fondo cuyos efectos pueden ser, a la
larga, más sensacionales que los de la noticia. Lo que nos indica la delicadeza con que hay
que tratarlo. (p. 51).
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artimañas técnicamente improcedentes o éticamente incorrectas, actuaciones incoherentes con
el sentido moral común o profesional, hiere indefectiblemente a la operación informativa. (p.
59).
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contribuir a que se hagan efectivos, a la vez, todos los demás derechos innatos: la
concordancia jurídica, reflejada en la coherencia del ordenamiento, asegura la realización
completa del hombre y la convivencia –no la simple conllevancia- en la comunidad. El
hombre es el ser comunicable por excelencia y no tiene sentido el que se le reconozcan unos
derechos cuyo efecto sea incomunicable y aislarle. (p.75).
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Chenier y Lavoisier fueron guillotinados en aras de esta libertad falseada; Condorcet prefirió
suicidarse en la mazmorra.
En definitiva, el artículo 11 que influyó en todas las Constituciones decimonónicas españolas,
concedía una libertad a nivel constitucional que, también a nivel constitucional, se reservaba
el limitarla. (p. 97).
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29. Verdad e información
El informador, por ejemplo, no debe mentir. Esta proposición que se encuentra en todos los
Códigos de deontología informativa no implica, como a veces se ha sostenido, una limitación
de la libertad de informar, sino la consecuencia de que el modo libre no puede utilizarse en
contra del derecho a la información a cuyo ejercicio sirve de base. La misma Constitución
hemos visto que exige, en el derecho a la noticia, que el hecho o realidad sean verdaderos tal
como se transmiten. La violencia, la pornografía o el terrorismo, como otro ejemplo, no
constituyen verdaderos mensajes porque van contra el constitutivo esencial de la
comunicación ideológica, que es la verdad operativa o bien y, por tanto, contra el derecho a la
información. (p. 104).
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La facultad de disponer no caracteriza al derecho de propiedad, puesto que es común a todos
los derechos, excepto a los conocidos como personalísimos, irrenunciables e intransmisibles.
Y esto es así porque la facultad de disponer no forma parte de la naturaleza intrínseca de
ningún derecho, dado que es externa a él, del mismo modo que el motor está axiomáticamente
fuera de la máquina que mueve. Otra cosa es que, si el derecho de propiedad es el más radical
y absoluto de los catalogados por la ley y la doctrina, la facultad de disposición opere en él
más a radice que en otros derechos menos considerados legalmente. La facultad de
disposición no sólo comprende la facultad de enajenar a título oneroso o gratuito, sino
también, según puede verse en la legislación comparada y en retazos de la nuestra, la de
gravar, transformar, autolimitar el derecho, utilizarlo como garantía patrimonial e, incluso,
destruir la cosa objeto del dominio. La facultad de disposición tiene como contrapunto la de
no disponer. Por eso, en relación con la propiedad, se declara paladinamente en el
ordenamiento la facultad de reivindicar, la de ser indemnizado por daños y, en último
extremo, la indemnización congrua por la expropiación forzosa cuando existe una causa de
utilidad pública. (p. 123).
36. La institución
La institución es toda figura estable que incluye al individuo sin caer en el colectivismo; es
decir, que no supedita el individuo a la colectividad. Se establece como una estructura dentro
de la sociedad para unificar, por participación, acciones individuales sin privar a la persona de
su protagonismo. Lo uno no se opone a lo múltiple, sino a la división; y lo múltiple se
compone de unidades. Las Instituciones son formaciones básicas en que se desenvuelve la
vida común y que determinan la composición jurídica de la realidad social: ayudan a la
conservación del tejido comunitario humano garantizando el fundamento de una convivencia
de las personas no sólo potencial, sino actual. (p. 174).
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37. Derecho a la información de la institución
Concebida así la Institución y analizados someramente sus elementos se facilita el
comprender que tenga derecho a la información, tanto interna cuanto externa. La legitimación
de las Instituciones, a imagen y semejanza de la de las personas individuales, para hacer
efectivo el derecho a la información, resuelve de plano uno de los problemas planteados en el
desarrollo del proceso informativo: el del elemento subjetivo. La universalidad del sujeto
llena, con la Institución, todas sus posibilidades de extensión personal y social. Otra cosa será
que el sujeto, individual o institucional, actúe solamente en virtud del derecho; o que lo
ejercite en aras del deber de informar, que puede concretarse en obligaciones dentro de la
Institución. Lo que ha de quedar sentado es que el principio de universalidad del sujeto del
derecho a la información, que afecta a toda persona física, se completa porque atañe también a
la idea y el hecho de Institución. (p. 182).
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ser derechos innatos o naturales, porque son necesarios para la realización existencial del
hombre conforme a su naturaleza y a su fin. Por esta razón, según consta en los textos
positivos más acertados, no son derechos que se “conceden”, sino derechos que se
“reconocen”, lo que ratifica que son derechos anteriores y superiores al texto legal de que se
trate. Esta confirmación, que puede parecer superficial, es de gran trascendencia teórica y
práctica. Los derechos naturales están por encima de la ley y la ley debe interpretarse y
aplicarse conforme a su naturaleza jurídica, coincidente con la real por lo que tienen un
contenido esencial no desvirtuable y que legitima su función en el Ordenamiento al servicio
del hombre y de la comunidad. (p. 209).
44. Elasticidad
La segunda realidad se refiere a una característica típica de los derechos subjetivos, que se
conoce como su elasticidad. En determinados momentos de la vida jurídica los derechos
pueden contraerse, sin desaparecer, y recobran su dimensión efectiva cuando cesa la causa
determinante de la contracción. Esta pausa excepcional en la eficacia del derecho se produce
cuando, por ella, el derecho constreñido cobra una mayor fuerza en el momento del cese de su
constricción. Nunca puede desaparecer un derecho subjetivo natural porque haya otro
derecho, por natural que sea, que impida que se realice el eventualmente contraído. El derecho
se retrae eventualmente en provecho de su más plena eficacia en el futuro, más o menos
próximo. (p. 212).
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46. Dignidad y honor son diferentes
Otro de los derechos inalienables e inviolables de la persona es la dignidad, fundada en que el
hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios. La dignidad es también un derecho de la
persona, que se ha confundido con el honor, que es el que menciona las leyes. El derecho a la
dignidad es absoluto. El derecho al honor depende de la conducta del hombre que lo reclama.
Es titular del derecho a la dignidad toda persona, por el hecho de serlo, desde el héroe al
malvado. Aquí se hincan derechos a veces mal comprendidos por los legos en Derecho, como
la presunción de inocencia, el derecho a la defensa incluso del confeso, el respeto a la persona
del condenado, etcétera. Dignidad y personalidad van indisolublemente unidos. La injuria es,
por eso, condenable en todo caso, pero mucho más cuando se difunde a través de un medio de
comunicación social. (p. 215).
46.b. El honor
El honor, como secuela de la dignidad, se presume también para toda persona. Cuando no ha
comenzado a actuar, se le concede un crédito de honorabilidad que puede conservar y
acrecentar o dilapidar. En el primer caso tiene derecho al respeto. En el segundo ha
consumido él mismo el crédito que se le concedió y, por tanto, se desacredita, no ha satisfecho
el crédito y ha perdido el honor al que tenía derecho originariamente. Nunca puede perder la
dignidad sustancial. La proporción entre el el honor conservado y la fama u honor que le
confiere la sociedad o la información es la honra. La desproporción, la deshonra (pp. 215-
216).
46.c.La imagen
El derecho a la propia imagen tiene tres manifestaciones principales. Una de ellas es el
derecho a su protección. Otra, el derecho a su disposición. La tercera, el deber de prestarla
(p.216)
48. Verdad
Los que creen que la guerra es contraria a la naturaleza del hombre, sin ignorar que existe
siempre el riesgo de guerra, aunque sea simplemente dialéctica , ven la información como una
forma de sembrar el bien, que es la verdad operativa. Toda la información es verdad o es
desinformación. La verdad lógica para la noticia, la verdad operativa para la comunicación de
ideas, la verdad criteriológica para la comunicación de juicios. La información, propiamente
dicha, debe ser siembra de paz porque es difusión de la verdad y, bien entendido, ella misma
es un bien pacífico. (p. 219).
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que el instrumento jurídico para cumplir plenamente el deber de informar. Deber complejo,
difícil, arriesgado. Pero, por eso mismo, deber apasionante en la proporción en que exista
conciencia de que, cumplido, expresándose como regla general y autoexcluyéndose como
excepción, se contribuye a construir la comunidad entendida como conjunto de personas que
se perfeccionan con una información que unifica todos los derechos necesarios para la vida
más plena posible del hombre. (p. 220).
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guardar para sí algo que es del sujeto, que no es conocido por nadie ajeno al sujeto y que se
tiene el derecho de que no se conozca porque no sólo es lo que no interesa a los demás, sino lo
que no interesa que interese a los demás. Aquí no hay vinculación profesional y, en
consecuencia, no tiene por qué entrar necesariamente la idea del deber. La reserva es
predominantemente un derecho. (p. 227).
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Pero siempre la intimidad tendrá unos rasgos comunes: su sentido de interioridad; la
advertencia de que existe en su interior; y su contenido, opuesto a lo externo y a lo puramente
representativo. (p. 237).
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ceder el espacio al otro. La elasticidad de los derechos permite esta comprensión y opera la
recuperación de sus dimensiones y de su fuerza, aumentadas en la medida en que no sea
necesaria al derecho concurrente. Comoquiera que el derecho ala intimidad está junto al
núcleo de la personalidad y el derecho a la información es un derecho relacional, periférico en
la esfera de la persona, es el derecho a la información en que ha de comprimirse en beneficio
del derecho a la intimidad, porque redundará, a la corta o a la larga, en beneficio del derecho
mismo a la información. Cuando legítimamente el derecho a la intimidad deja de serlo en la
parte que ha renunciado a él su titular –no porque se le haya invadido por otro, sea o no el
emisor-, el derecho a la información recupera su normal dimensión comunitaria, densificando
el contenido de los mensajes que pone en forma. (p. 245).
Piura, 16. I. 06
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