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La fascinante historia de las palabras –683–

GRANATE
Que este color tenga que ver con la fruta que llamamos ‘granada’ es evidente.
En latín, a la fruta le decían: ‘malum granatum’ (algo así como ‘manzana con
pepas’) y como su gran mercado venía del norte de África también la llamaban:
‘malum púnicum’. Granatum, en latín, era el adjetivo para los frutos con
granos.
Del latín llegó al provenzal como ‘granat’, y entró al castellano como granate.
Pronto, tanto la palabra francesa ‘grenat’ como la castellana ‘granate’ pasaron a
significar la coloración de la fruta y una piedra semipreciosa de esa tonalidad.
Aparece por primera vez en el ‘Tesoro de la Lengua’ de Covarrubias (1611).
En sentido mineral, conviene entender que el granate no es propiamente una
piedra concreta sino una serie de sólidos de sílice de buena dureza y color rojo
intenso. Es decir, la mayoría del granate extraído va a parar al papel de lija.
En España, al color granate le dicen también ‘bordó’, derivado de la ciudad
francesa Bordeaux (suena: bordó) donde se produce un excelente vino tinto de
color oscuro.

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