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Ana Álvarez García 1º1

Capítulo 8
Los hijos propios y los ajenos

Este capítulo comienza planteándonos de nuevo un dilema por Charlote Perkins llamado
“The unnatural mother”. Lo que cuenta básicamente es que una madre se da cuenta de que
la presa de un lago está cediendo y tiene que decidir si salvar a su hijo que se encuentra
durmiendo o a las demás personas que viven en la aldea. Si salva a su hijo no podrá advertir
a los demás y si advierte a los demás no podrá salvar a su hijo. En esta historia hay tres
personajes: Esther Greenwood (la protagonista), la señora Briggs (anciana con trece hijos
que representa el pensamiento conservador de 1895) y su hija Mary Amelia (a través de la
que la autora expresa su opinión progresista). Entonces, la anciana llama a nuestra
protagonista “madre antinatural” por haber salvado la aldea en vez de a su hijo, ya que
desde su punto de vista, como madre su trabajo es cuidar de su hijo ante todo. Y por otra
parte tenemos a Mary que defiende a Esther, alegando que ha salvado a 1500 personas y
había pensado en lo demás, incluidos niños.

A continuación, se plantean preguntas sobre cuáles son las obligaciones de un padre y si van
por delante nuestras obligaciones con la familia o con el resto de personas. Sabemos que los
padres se deben a sus hijos y que les deben una cama, comida, ropa y todas las cosas que
necesiten para su desarrollo, sin embargo, cómo saber si debes poner por delante la vida de
tu hijo o la de los hijos de muchas otras personas es algo mucho más complejo, a lo que
afortunadamente la inmensa mayoría de las personas no se tendrán que enfrentar. Lo único
parecido que se nos puede ocurrir en el primer mundo es decidir una enseñanza pública o
privada, por ejemplo, de forma que decides la calidad de la educación de tu hijo
(generalizando en el hecho de que supuestamente la enseñanza privada es mejor que la
pública). Aquí aprovecha el autor para introducir las donaciones, de forma que plantea si las
obligaciones con nuestros hijos anulan las que tenemos con el resto del mundo.
Este dilema se ve reflejado en Zell Kravinsky, un hombre que se dio cuenta de las
obligaciones de las que hablábamos y que tenía con su familia, depositó dinero en un fondo
de inversiones para su mujer, hijos y sobrinos y donó el resto que no era estrictamente
necesario para vivir. Además de esto, también dedicó su tiempo y energías a ayudar y llegó
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a donar un riñón para un desconocido. Ante esto, volvemos a ver el dilema anterior, ya que
su mujer le decía que estaba anteponiendo a otras personas, cuando sus hijos podrían
necesitarlo en algún momento de su vida. Para Kravinsky esto es tan solo una excusa para
ser avaro y egoísta.
A partir de esto, los alumnos del autor Peter Singer reaccionan de dos maneras: unos se
plantean si creemos que nuestra vida vale mucho más que la de un extraño; y otros
prácticamente se ponen a la defensiva calificando a los datos de Kravinsky como falsos,
evaluando las consecuencias para el donante más allá de la pequeña probabilidad de
muerte en la intervención (1 entre 4000) o viendo el 5% de las personas con trasplantes que
mueren después de la intervención.
A través del ejemplo de Paul Farmer, cofundador de Partner in Health, que de acuerdo con
GiveWell es una organización muy recomendada para mejorar la atención sanitaria en zonas
pobres rurales, vemos el problema que resulta al ver que la gente se desentiende de estas
personas e ignoran este problema, continuando con sus vidas. Cuando era voluntario en un
hospital de Haití, se dio cuenta a través de un estadounidense que abandonaba su labor en
este país para regresar a su país natal para olvidar el horror que era aquello, de que un
médico de vocación volvía a los EEUU ignorando todo lo que había visto. Después de esto
estudia medicina, conoce a Tom White (miembro de la liga del 50%) y fundan Partners in
Health. Farmer dona todo el dinero que recibe, hasta el punto de vivir en el sótano de la
organización en Boston, y cuando estaba en Cange en una casa sin agua caliente. Cuando
está en Haití se da cuenta de todo lo que se devalúa el valor de la vida de personas en
extrema pobreza (cuesta demasiado atenderlos) y lo despreocupados que estamos en el
primer mundo de este tipo de asuntos.
Cuando Farmer tiene una hija, se da cuenta de que cuando pierde a un niño al dar a luz,
llora porque se imagina a su hija, de esta forma ve que quiere más a su hija que al resto de
los niños y lo ve como un fracaso de la empatía. De esta forma, intenta querer a todos por
igual, independientemente de que sean de su familia o no, y por ello cuando está de paso
visitando a su familia, no se queda con ellos por más tiempo porque si no se esforzara tanto
moriría una persona que podría ser salvada.
Lo mismo sucede con Kravinsky, él puso un fondo a nombre de sus hijas, pero que las quiera
como padre no justifica que valore más a sus hijas que a los hijos de los demás. Esto lo
vemos en una entrevista para The new Yorker, donde afirmó que no debían morir dos niños
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para salvar a una de las suyas, y que no sabía si deberían de hacerlo dos niños para evitar la
muerte de una de las suyas. Para contraponerse a esta visión, tenemos a la filósofa Judith
jarvis, que al igual que la señora Briggs al principio del capítulo, lo acusa de un padre
antinatural. Sin embargo, se plantean varios ejemplos donde si son aceptados este tipo de
pensamientos, y es que se plantea el caso de Abraham y su hijo Isaac en la religión
musulmana, cristiana y judía, (también en la historia de la guerra de Troya donde Agamenón
sacrifica a su hija para poder ir a la guerra) donde sí que generalmente aceptamos estas
decisiones.

Comienza a entrar en un terreno de dudas, cuando plantea la situación de la obra El buen


alemán de Josep Kanon, donde Renate Nauman es la encargada de identificar a judíos para
nos nazis. Ella es “condenada” por los lectores ya que perder su vida o la de su madre no es
motivo suficiente para delatar y provocar la ejecución de estas personas. Sin embargo, si
añadimos el factor de que tiene un hijo oculto que depende de ella, la situación cambia, de
nuevo nos volvemos a plantear si es una madre defectuosa si hubiera decidido no informar
de las identidades judías. de aquí obtenemos que pensamos que las personas somos más
culpables de lo que hacemos que de lo que no decimos, y podríamos entender que vemos
más culpable a Nauman por dar información a los nazis para salvar a su hijo que a la mujer
de la historia de Greenwood si hubiera salvado a su hijo. Por esto si condenamos a Nauman
por “salvar a su hijo matando a otras personas” estamos poniendo límites a lo que se puede
hacer para salvar a un hijo, en verdad se están rompiendo estos mismos límites al ver más
aceptable salvar a un hijo y dejando morir a otros, cuando el resultado final es el mismo.

Singer no ve a todos estos ejemplos como padres defectuosas, si no que son más
conscientes y empáticas con lo que necesitan otras personas ajenas a ellos, de forma mucho
más fuerte de lo que sucede con el resto del mundo y se ven impulsados a tomar una
angustiosa decisión teniendo en cuenta las necesidades de los demás a parte de sus propios
sentimientos. A través del ejemplo de Farmer, llega a una conclusión: para conseguir que
haya más personas que se dediquen y tengan esta enorme empatía, debemos rebajar estos
criterios y no intentar imponerlos, porque entonces la población pobre sí que estaría
perdida. A esta conclusión llega porque Kravinsky, dedicado al 100% a la causa y habiendo
declarado que no pondría la vida de dos niños por delante de la de un hijo suyo, sucumbió a
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ser un “padre natural” volviendo con su familia, cogiendo un trabajo inmobiliario y


comprarse una casa cómoda para vivir con su familia, dejando de lado el ideal de valorar por
igual las vidas de todo el mundo. Y es que respecto a este caso, Paul Farmer lleva una vida
dedicada a ayudar a los demás, pero cuando se dirige a las personas no impone su criterio ni
lo exige a su audiencia.

Esta presión de las obligaciones de la que hablábamos, se ve reflejada en Chuck Collins, al


que reprochaban que quisiera ayudar con su riqueza a los pobres, antes de dejar dinero
para sus futuros hijos se dedicó a lo mismo que todos los ejemplos anteriormente citados,
utilizar su riqueza para ayudar a los que más lo necesitan. Ante esto, él alega que no es
bueno para un niño heredar riqueza y en esto se basa la opinión de Responsible Wealth
(organización de la cual Collins es cofundador) de que el impuesto en la herencia debe
existir. Para Collins debemos de tener un sentido de la familia más amplio, para de esta
forma cuidar a todos los nuestros.

Singer a continuación nos sitúa en su clase en la universidad de Princeton, donde con sus
alumnos se plantea la duda de si merece la pena pagar el enorme precio que cuestan ese
tipo de universidades, la respuesta aportada es simple: solo merece la pena si ese
estudiante va a aportar algo a la sociedad y si va a utilizar bien su sueldo, donando parte de
ello y fomentándolo.
El capítulo termina evaluando cómo criar bien a un niño y cómo compaginarlo con poder
querer y empatizar con todos por igual. Se plantean los kibutz israelíes donde se pretendía
que el vínculo que tienen los padres con los hijos se diera entre los hijos y la comunidad,
cosa que no sale bien, porque al final la relación familiar era demasiado fuerte para pararla
y los niños tenían dificultad para tener un apego emocional profundo. Por esto, el conflicto
de cómo hacer para que todas las vidas se valoren igual de bien, no tiene una solución.
Nunca se va a aceptar un modelo que no contemple que los padres deban de poner por
encima a sus hijos, aunque esto sigue sin justificar que los padres utilicen su dinero para
colmar de lujos innecesarios para el buen desarrollo de sus hijos en vez de utilizar ese dinero
para ayudar a los que de verdad lo necesitan.

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