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Ana Álvarez García

Capítulo 4
¿Por qué no donamos más?

Este capítulo comienza con la exposición de un problema: incluso las personas que piensan
que deberían de donar más no lo hacen siempre. A partir de este enunciado nos introduce a
contestar a la pregunta que da nombre al capítulo: ¿Por qué no donamos más?

Lo primero a tener en cuenta es el hecho de que las personas tendemos a velar por nuestros
propios intereses y bienestar antes de los de los demás, y esto se ve reflejado en los
experimentos de Daniel Batson y Elizabeth Thompson, que nos sirven para contraponer el
egoísmo y el altruismo que albergan las personas.
El experimento consistía en exponer a un sujeto dos opciones de tareas a realizar, una más
interesante y provechosa y la otra todo lo contrario, para repartirlas entre él y otro sujeto no
presente. A parte de esto, se le da un dato: normalmente la gente suele creer que lo más
justo es dar igualdad de oportunidades a ambos y decidir lanzando una moneda al aire sin
que nadie a parte de él mismo sepa el resultado que brinda la moneda. De estos
experimentos se extraen los siguientes resultados: a pesar de creer que lo más justo era
utilizar la moneda, solo lo hizo la mitad; más del 80% de los que no la lanzaron se asignaron
la tarea gratificante; y por último, lo más sorprendente es que el 85% de las veces que el
resultado dependía de la moneda, se obtenía un resultado positivo para el lanzador.
Por otro lado, nuestra sociedad no es siempre egoísta, de hecho, aunque no lo parezca hay
muchos casos donde se ve una generosidad masiva, como es en el de los bancos de sangre.
Los ciudadanos acuden voluntariamente a vivir una experiencia no agradable (que para
muchos supone una experiencia realmente traumática) sabiendo que no van a recibir
absolutamente nada a cambio.
Evaluando estos dos puntos nos preguntamos por qué para algunas cosas las personas no
nos importa lo que le suceda al otro, y en otras nos comprometemos masivamente. Y
extrapolándolo a lo visto en otros capítulos anteriores, ¿por qué coincidimos en que sin
dudarlo salvaríamos a un niño ahogándose y no donamos para salvar vidas de niños en
países en vías de desarrollo?

Existencia de víctimas identificadas


Esto se explica en un experimento psicológico donde tras realizarse, se ofrecía a los
participantes la posibilidad de donar a una organización llamada Save de Children
(organización que ayuda a niños tanto de países desarrollados como lo que viven en otros en
vías de desarrollo). Este experimento consistía en informar a tres grupos aislados sobre la
necesidad de donaciones para niños en Malawi pero recibiendo la información de distintas
maneras. El grupo que más donó fue el que solo recibió información específica sobre Rokia
(una niña mañawi de la que se les habló), luego el que había tenido información general y la
de la niña y por último el que solo tenía información general. De aquí sacamos que las
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personas cuando se centran en un solo objetivo, claro e identificable están más dispuestas a
donar. Para recalcar esto también se añadió el caso de otro niño al segundo grupo (el que
más donó), hacía que bajaran la cantidad de donaciones. Se supo que los sujetos perdían
intensidad en las emociones al añadir información de otro niño.
Lo mismo sucedió en otro experimento similar con un niño que necesitaba un costoso
tratamiento para evitar su muerte.
De todo esto se reflexiona como día a día podemos ver hasta en las noticias como un caso
concreto moviliza a todo el mundo más que una causa general como sería acabar con la
pobreza. Tenemos como ejemplo el caso de Jessica McClure, que cuando era casi un bebé
cayó a un pozo del que no la pudieron rescatar hasta dos días después. Esa mujer en la
actualidad se dice que tiene un millón de dólares en el banco donados gracias a la contínua
retransmisión de los acontecimientos en los telediarios al rededor del mundo. Con este
dinero se podrían haber salvado de una forma mucho más sencilla que el rescate de Jessica
las 67.500 vidas que se perdieron según UNICEF en el tiempo que duró el rescate y de forma
mucho más barata, ya que hablamos de muertes por extrema pobreza.
De nuevo con otro experimento para Habitat for Humanity y ni siquiera hizo falta mencionar
nombres ni fotos de las familias en cuestión, tan solo que del grupo al que dijeron que la
familia que iba a recibir un hogar se recibieron muchas más donaciones que del que se les
dijo que “se iba a seleccionar una familia”.

El investigador Paul Slovic nos da una posible explicación a esta conclusión sobre la que
hablábamos: la forma de percibir la realidad y actuar, que dependen del sistema afectivo y el
sistema deliberativo. El sistema afectivo apela a nuestras emociones, las desencadena a
través de imágenes que podemos estar viendo o no y causa una reacción inmediata. El
sistema deliberativo funciona más a largo plazo con reflexiones y datos. Se cita a la madre
Teresa que comparte la idea que estamos intentando explicar y nos lleva a darnos cuenta de
que a pasar de que el sistema deliberativo también debemos ayudar a las personas por
lógica, pero está demostrado que el ver la imágen de una persona necesitada nos mueve
más que unos datos que también nos indican lo mismo.
Luego se preguntaron si las emociones influirían en la cantidad donada, así que hicieron otro
experimento combinando la información general con la información sobre Rokia. Resultó
que las emociones no afectaron a lo sujetos con información general pero sí que hizo que a
los que se les suscitaron las emociones donaran casi el doble que los que no.

Resumiendo: Cuando se suscitan emociones el tipo de información que recibimos cambia la


reacción que tenemos, pero cuando estamos en un punto de vista neutral prácticamente no
influye la información recibida.

El provincialismo
Este apartado se centra en cómo nos afectan las catástrofes alrededor del mundo. Comienza
con el autor Adam Smith planteando un supuesto catastrófico en un lugar lejano con el que
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no se tiene ninguna conexión. Tanto él como Singer afirman que a pesar de la cantidad de
devastación no nos influye de forma sustancial y no nos afecta como para alterar
notablemente nuestras emociones, ya que esto es procesado por el anteriormente citado
sistema deliberativo.
En consecuencia de esto, se llega a la conclusión de que también donamos bastante menos a
ayuda exterior que a interior, a través de varios ejemplos comparativos donde se mencionan
cifras de muertos por catástrofes. Por ejemplo, la cantidad de dinero donada de EEUU a un
tsunami en Asia que dejó 220.000 muertos comparado con el huracán Katrina que dejó
1.600, una cifra notablemente más baja (menos de una cuarta parte), ya que se donaron
1.540 millones a Asia y 6.500 millones al Katrina, siendo la primera de estas cifras la mayor
donada a exterior de los EEUU en la historia.
La explicación que se da a esto es biológica y en relación con la evolución: llevó millones de
años convertirnos en mamíferos sociales y durante ese periodo los progenitores se
encargaban de sus hijos de forma dependiente y los que no lo hacían reducían las
posibilidades de tener descendencia. De ahí nos viene preocuparnos por nuestros parientes
y todo con el que tenemos algún lazo en las primeras comunidades, y cuando las pequeñas
tribus pasaron a estados-nación el sentimiento de ayudar tan solo pasó de la tribu a la
patria.
El título del apartado viene de lo que defiende Dikens en su novela Casa desolada y critica a
la filantropía telescópica por Jellyby que solo veía lugares donde ayudar más allá de África.
En su momento tenía sentido que se criticara esa forma de filantropía porque no había
forma de saber si realmente esas personas necesitaban ayuda ni si la iban a recibir gracias a
tu donativo y era muy difícil dar la ayuda y que llegase y Adam Smith razonaba que como
viven lejos o los podemos ayudar ni dañar y que preocupándonos solo estábamos
bañándonos a nosotros mismos. Esa idea en la actualidad está descartada ya que a debido a
que la riqueza de los países desarrollados y la pobreza de los países en desarrollo ha
aumentado exponencialmente, nuestra capacidad de ayudar es mucho mayor.

Sentimiento de futilidad
El nombre de este apartado ilustra a la perfección su resumen: las personas no donan tanto
porque creen que su aportación no va a hacer un cambio importante, y esto todo viene de
las proporciones, que afectan a cómo actúan las personas que piensan en donar. En una
investigación experimental se mostró que la gente prefiere donar para salvar a una
proporción mayor del total a pesar de que el número de personas que se iban a ayudar era
el mismo, y esto es lo que concluye el investigador Paul Slovic de su experimento.

La disolución de la responsabilidad
Tras un brutal asesinato de una jóven llamada Kitty Genovese en Nueva York, donde hubo
espectadores que no reaccionaron para ayudar ni pedir ayuda, hizo que los psicólogos Jphn
Darley y Bib Latané investigaran sobre ello. Se hicieron cuatro pruebas con varios
estudiantes que acudían a una oficina a hacer un cuestionario y escuchaban a la joven que
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se los había entregado caerse y hacerse daño en la habitación de al lado. Del grupo de
estudiantes respondió un 70%, cuando había un cómplice que se mostraba indiferente
respondía oo el 7% y cuando había tan solo dos estudiantes el número de veces que acudían
era menor que cuando solo había uno. Aquí vemos la influencia que tiene las personas que
hay a tu alrededor a la hora de ayudar, que pueden hacerte pensar que no eres responsable,
y este efecto inhibidor se llama efecto espectador.

La justicia
El sentido de la justicia humano tiene un gran poder, y es una causa por la que las personas
pueden decidir no donar. Porque a todo el mundo le parecería injusto gastarse parte de su
sueldo, el cual se ha ganado con su propio esfuerzo, en una ONG y que luego otras personas
se gasten su dinero en costosos viajes, cuando puede que tu te prives de cosas como esas
por ser altruista.
Nuestro sentido de la justicia es tan fuerte que para evitar una situación injusta podemos
llegar a perjudicarnos a nosotros mismos, y esto se llama juego del ultimátum. Un ejemplo
es dar una cantidad de dinero a un sujeto, el dador, que debe repartirlo como quiera con
otro sujeto, el respondedor, que tiene la capacidad de aceptar la oferta o rechazarla y que
ninguno de los dos reciba nada. Ante este estímulo, tanto los humanos como los primates
solemos rechazar una oferta que no es justa a pesar de que somos conscientes de que una
pequeña parte del dinero es mejor que nada. Una respuesta es que una cualidad como la
justicia apareció porque era algo beneficioso a la hora de reproducirse, ser justo mostraba
que el individuo es un buen candidato que puede socializar y cooperar en comunidad, pero
también no tolerar una injusticia es algo positivo en una comunidad. Y en general una
comunidad justa podrá obtener mejores beneficios.

El dinero
En este apartado surge la duda de que si la única forma que tenemos de ayudar a gente
pobre que vive a muchos kilómetros de nosotros es donando dinero, eso nos hace reticentes
a donar.
Karl Marx decía que el dinero nos aleja de nuestra naturaleza humana, del resto de personas
y de nuestra relación con ellos (Obra: Manuscritos económico-filosóficos). Para reforzar esto
tenemos un informe en una revista científica por Kathleen Vohs, Nicole Mead y Miranda
Goode.
A dos grupos de sujetos se les encargó hacer diversas tareas, o se les sugestionó de formas
distintas, un grupo con cosas relacionadas con el dinero, y a el otro con otras materias no
relacionadas con él. Se observaron diferentes conductas, lo principal es que “el grupo del
dinero” era más distante e independiente en las interacciones entre integrantes del grupo.
Características del grupo del dinero:
- Tardan en pedir ayuda sabiendo que pueden pedirla..
- Distancia a la hora de hablar con otros sujetos.
- Optan por actividades de ocio individuales.
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- Menos serviciales.
- Donan menos.
- Dedican menos tiempo a la hora de ayudar a otros.

Las investigadoras proponen que el factor dinero influye porque cuando en las antiguas
sociedades se comenzó a ser menos dependiente de las personas que antes sí que lo eran
haciéndose así cada uno más independiente al poseer dinero. Una afirmación parecida hizo
Richard Titmuss, que en su libro The gift relationship habla sobre lo favorable para la unión
de la comunidad que la sangre sea donada y no comprada y vendida, ya que si no se
convertiría en un producto.

Psicología, evolución y ética


Este apartado es una especie de conclusión donde se resumen los anteriores apartados, se
añaden algunos ejemplos y hace un pequeño añadido al final.
Propone otro supuesto donde interviene la identificación de las víctimas y la proporción de
las personas a las que salvas, sobre dos barcos volcados donde tenemos que escoger a la
persona identificable o a cinco personas que no conocemos ni podemos ver.
Retoma el tema de que solemos ayudar primero a las personas “cercanas” como pueden ser
las de nuestro país antes que enviarlas a otro continente y cita a Bill Gates en la revista
Forbes donde le preguntan por un consejo sobre innovación y competitividad para los EEUU
para el siguiente presidente, donde él contesta que se centra más en “mejorar el mundo”
que en mejorar solo cosas concretas.
Reafirma que con cualquier donación podemos ayudar a una persona pero no podemos
solucionar el problema de la extrema pobreza, por lo que no podemos excusarnos en eso
para dejar de hacer donativos.
Retoma el dilema del niño y el lago, haciéndonos reflexionar sobre cómo nos sentimos
obligados a salvar a un niño que se ahoga y no a miles de niños por el mundo cuanto
también hay miles de personas que tienen la capacidad de hacerlo.
Finalmente termina el capítulo exponiendo un argumento que se suele aportar en su contra
y lo rebate. Dice que hay gente que opina que la filantropía depende de cada uno, que es
una cosa subjetiva y no puede regirse por la razón y que no se puede convencer a la gente a
que lo haga mediante argumentos. A esto replica con el impacto que tuvo un artículo suyo
en The New York Times sobre la pobreza, donde dejó un número de teléfono para
donaciones, el cual recaudó tras la publicación de este texto 600.000 dólares más de lo
habitual.

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