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Ana Álvarez García 1º1

Capítulo 7
Mejorar la ayuda

El capítulo comienza con una crítica a las organizaciones que se encargan de la ayuda
a países pobres, ya que no han conseguido reducir la pobreza. Esta crítica viene dada por el
economista William Easterly, que aporta un dato: en 50 años se han donado 2.3 billones de
dólares y aún no se ha conseguido que estos países tengan a su alcance cosas básicas o
baratas como una mosquitera o medicamentos para enfermedades como la malaria. A pesar
de que esta cifra de más de dos millones de dólares parece una cantidad muy grande,
Easterly nos hace ver que no lo es para nada. Haciendo unos cálculos, vemos que esta cifra
supone tan solo a el 3.% del PIB de un país rico, eso son 30 centavos por cada 100 dólares.

Sin embargo, la cantidad de dinero donada no es el único problema, el problema es


que la forma en que este dinero se distribuye a un país u otro está condicionada por
razones políticas o de defensa, en vez de que se done a los países que más lo necesiten. Por
ejemplo, durante la Guerra Fría, el dinero donado por los países occidentales estaba
motivado porque querían evitar que los países del Tercer Mundo cayeran en la influencia de
la Unión Soviética . También se nos plantea otro ejemplo más actual de a dónde van las
donaciones estadounidenses: los países que pueden ser estratégicos en la guerra contra el
terrorismo, por ejemplo solo Irak (29.5% en 2007), recibe más dinero que la suma que
reciben todos los países juntos en pobreza mayor, que fue el 5%. Esto supone 60 dólares
anuales por ciudadano.
Por otro lado Branko Milanovic, un economista del Banco Mundial nos muestra que
no solo las donaciones de EEUU está influenciadas por otras motivaciones diferentes a las
de ayudar a los más pobres, si no que esto también pasa en la Unión Europea. En 2001,las
donaciones de Austria y Canadá, favorecían más a países que no estaban en extrema
pobreza, Alemania, Francia e Italia estaban equilibrados entre países muy pobres y países
más ricos, y Bélgica, Irlanda, Gran Bretaña, Suiza, Luxemburgo, Países Bajos y los Países
Escandinavos donaban más a los países más pobres. De esta forma, solo el 40% del dinero
donado por la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos formada
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por 38 países de todo el mundo) fue donado a los países que verdaderamente más lo
necesitaban.
Volviendo a EEUU, otro problema es que aprovechan las donaciones para el
beneficio económico propio. Por ejemplo, los preservativos distribuidos para luchar contra
el SIDA, deben ser fabricados en este país, cuando comprarlos en un país asiático saldría
mucho más barato. De esta forma se está ganando dinero para el país y reduciendo la
cantidad de preservativos que se pueden donar. Esto mismo sucede con los alimentos
donados, que en cierta proporción deben de ser cultivados por agricultores
estadounidenses, que pueden vender los productos a un buen precio, transportados por
barcos estadounidenses beneficiándose este país de nuevo y perdiendo tiempo en llegar los
alimentos y dinero, ya que si no se comparan a EEUU, saldrían más baratos y se podría
alimentar a más personas. Esta forma de donación desmotiva a los agricultores locales de
ser más productivos, mientras el país donante se beneficia. Esto, apoyado por declaraciones
de personas como Peter Matlon (Fundación Rockefeller), la Oficina de Evaluación del
Gobierno de los Estados Unidos y Daniel Maxwell y Christopher Barret (Food aid after fifty
years), ha hecho que la organización CARE se haya negado a distribuir productos
estadounidenses.

De esta forma, vemos que, a pesar de que esta forma de donación pudo
beneficiar al país donante, parte del objetivo se cumple, ya que obtener beneficio de las
donaciones es parte del objetivo de donar, en el caso que estamos viendo. Por ello, esos 60
dólares por persona anuales se ven seriamente reducidos, hasta un número cuatro veces
menor. De todas formas, esa cantidad de dinero, es lo que se gasta una personas más o
menos en salir una noche al año, por lo que el autor sugiere que no sólo debemos de poner
la crítica sobre un país o sobre las organizaciones, si no que debemos de mirarnos también a
nosotros mismos.
También se hace una crítica al libro de Easterly, The white man’s burden, que se
centra en la crítica an Banco mundial, el Fondo Monetario Internacional, la ONU y la Agencia
de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, donde argumenta que no funcionan
porque aspiran a demasiado, y se olvida de las importantes ONGs, como Save de Children or
ejemplo, y alega que recaudar dinero para la pobreza debe ser sustituido por asegurarse de
que ese dinero llega verdaderamente.
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Según el autor, a pesar de que 20 euros por persona no hayan sido suficiente para
reducir la pobreza, no se puede no pensar que si se dedican los recursos suficientes de la
forma correcta no se pueda crear un cambio.

¿”Comercio, y no ayuda”?
Martin Wolf, en su libro Why globalization works, expone un problema: la ayuda que
reciben los países pobres no ayuda al crecimiento económico y por lo tanto no hace que la
economía del país progrese. La visión aquí de la evolución de los países pobres, es que los
que han mejorado, ha sido sin ayuda, o con relativamente poca, y los que sí que la reciben
no han mejorado a lo largo del tiempo. Una posible explicación es que se esté ayudando a
los que más lo necesitan debido a que hay condiciones en su país (corrupción, malas
políticas públicas) que impiden la mejora, pero de todas formas es inevitable ver el fracaso
en la mejora de estos países, a pesar de que no podemos decir que las donaciones que se
reciben no ayudan a pesar de que no suponga el desarrollo del país.
El argumento que defiende que la ayuda de otros países es perjudicial para la
economía del país en desarrollo, se llama ‘mal holandés’. Esta expresión proviene de una
situación donde de repente Holanda se vió con un enorme recurso, el gas natural, que al
ser exportado y recibir divisas internacionales, subió el precio de las exportaciones y restó la
capacidad de competitividad internacional. Entonces, la moneda extranjera perjudicó al
país, y extrapolándolo a la situación del capítulo, puede servir para defender que la
afluencia de dinero no beneficia al país necesitado.
En base a esto, los economistas Raghuran Rajan y Arvind Subramanian, detectaron el
‘mal holandés’ en los países en vías de desarrollo, de forma que, a pesar de que la ayuda
humanitaria en algunos países como Afganistán representa más del 40% de la renta
nacional, reduce el crecimiento de las industrias de trabajo intensivo y de los sectores
exportadores. Cabe destacar, que en el último estudios de los economistas (1990), las
ayudas fueron algo menos perjudiciales que en años anteriores, puede ser porque los
gobiernos aprendieron a utilizar bien estas ayudas.
Sin embargo, tenemos ejemplos donde el mal holandes pudo ser evitado,
gestionando de forma correcta la ayuda que entraba en el país. Después de la guerra civil de
Mozambique, este país recibió una ayuda cuantiosa, y se utilizó tan solo una parte para el
pago de la deuda (no se utilizaba en el país) y la otra en la construcción de infraestructuras,
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de esta forma hubo un crecimiento económico rápido. Esto mismo pasó en Taiwán y
Uganda, demostrando así que el uso de la ayuda si se utiliza para la construcción de
infraestructuras, aumentar la cualificación de la población, introducción de técnicas
agrícolas… aumenta la productividad y el país puede prosperar

El mal holandés no es el único problema, también existe el de las subvenciones agrícolas,


que impiden el desarrollo de los sectores exportadores de los países en vías de desarrollo.
Cuando en EEUU el gobierno da subvenciones a sus agrícolas, permite que bajen sus precios
a la hora de competir en el mercado internacional. Esto perjudica a los países en vías de
desarrollo que llevan una agricultura más sostenible y más barata de por sí, que además
tienen un clima naturalmente propicio para tipos de cultivos como puede ser el algodón. Por
lo tanto, si EEUU abandonara los subsidios agrícolas, los beneficios de un agricultor
independiente de áfrica aumentaría exponencialmente (Daniel Summer, Agricultural Issues
Center). Según un estudio de los economistas Kym Anderson y Alan Winters, la eliminación
de los subsidios y la reducción del 50% de los aranceles no agrícolas supondría 96000
dólares anuales mundialmente, que 30000 serían para países en vías de desarrollo.
Después de esto nos invita a reflexionar sobre si sería mejor emplear el tiempo en
una buena campaña para recaudar donaciones que verdaderamente funcione, o en luchar
contra esta política de subsidios, que a pesar de haber sido aprobada una ley a su favor en
2008, tuvo opositores y vetos como George W. Bush y otros economistas.

después de esto, termina la sección con la explicación de que hay muchas razones
por las que un país, por mucha ayuda que se le preste, por muy adecuada que sea, no es
capaz de ser autosuficiente, de provocar un crecimiento económico. En esos casos habría
que mejorar la educación, la sanidad… y citando a Bill Gates en la mesa redonda del Foro
Económico Mundial, no debemos de centrarnos solo en la economía, si no que también en
el bienestar de las personas, en reducir la pobreza, en salvar vidas.

Instituciones inadecuadas desbaratan buenos proyectos


Un factor determinante para el desarrollo de un país son sus instituciones y su
gobierno, en un país donde no hay estado de derecho, hay corrupción, bajo nivel de
educación, no hay propiedad privada… es difícil que prospere. Esto se debe a que cuando
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hay un estado que es al contrario de la anterior enumeración, las cosas funcionan, puedes
planificar tu vida, poner un negocio, adquirir propiedades, de forma que tienes la seguridad
de que las cosas van a ir bien, nadie te va a incumplir ningún contrato, hay un sistema de
justicia que funciona bien, es decir, que hay un Estado de derecho. Esto es muy importante
para el desarrollo económico de un país, y no es que se quite importancia a las ayudas que
se le pueden dar, pero depende de cómo el funcionamiento del país limite su potencial de
desarrollo.
Por otro lado, también es cierto que una ayuda de dinero a países que acaban de
salir, por ejemplo de una guerra civil, hace que el funcionamiento del país sea mejor, ofrece
estabilidad a un gobierno de un país con un riesgo inminente de acabar en otro conflicto
debido a la reciente inestabilidad. de esta forma, una buena ayuda utilizada correctamente
puede ser beneficiosa en estos casos, se ha visto por ejemplo en Mozambique, o con
Zambia, que en vez de salir de una guerra, en 2002 salió de un gobierno corrupto a uno
reformista. Todo esto fue demostrado y contado por Paul Collier.
Las ideas de Collier deberían motivarnos a ayudar a países en condiciones así, a
pesar de que a veces las situaciones son tan malas que no hay nada que hacer. Sin embargo,
cuando podemos ayudar de verdad, debemos hacerlo y ayudar a los más pobres aunque no
produzca un cambio en las instituciones.

El Proyecto de las Aldeas del Milenio


En 2005, se comenzó a llevar a cabo este proyecto, con la unión del programa de las
Naciones Unidas para el Desarrollo, la ONG Millennium Promise y el Instituto de la Tierra de
la universidad de Columbia. Se trataba de distribuir semillas que aumentaran el rendimiento
de los cultivos, crear escuelas, construir centros de salud a la vez, al contrario de ONGs que
hacen una cosa concreta. De esta forma, el creador Jeffry Sachs, pretendía sacar del bucle
en el que se encontraban muchos agricultores que tenían semillas de bajo rendimiento en
suelos poco fértiles, que no les daban lo suficiente para poder comprar fertilizantes, de
forma que estaban encerrados en un círculo del que no podían salir, de forma que tras unos
años de proporcionar a agricultores rurales semillas y fertilizantes podrían prosperar ellos
mismos.
El proyecto comenzó en doce aldeas de diez países diferentes por África, con climas
y tradiciones agrícolas diferentes, pero todas con un gobierno lo suficientemente libre de
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corrupción como para que sus ingresos fueran lo suficientemente suyos como para
prosperar y en zonas muy pobres con condiciones de salud pésimas, como con hambre
crónica.
Una vez que comienza el proyecto, se permite a la aldea junto con el asesoramiento
debido, escoger el tipo de ayuda que se presta: agua potable, vacunas, vitaminas,
desparasitación o mosquiteros. Para ello las mujeres deben de participar en la decisión. Se
proporciona como mencionamos antes fertilizantes y semillas para mejorar la agricultura,
con el fin de que (es un requisito) se destine parte del incremento a alimentar a niños en las
escuelas, de forma que se aumenta la escolarización de los niños y su atención en las clases.
también se introduce tecnología como teléfonos, cocinas… El proyecto se compromete
durante cinco años, y si la aldea prospera la ayuda externa puede retirarse.
El caso es que el proyecto funciona, hay testimonios de muchos aldeanos en el
proyecto que afirman que pueden hacer más comidas, tienen excedentes para vender, las
mujeres participan más en la comunidad, las niñas pueden ir al colegio, pueden llegar a
ahorrar…

El planeta no puede darles sustento


En este último apartado surge el problema de la sobrepoblación, es decir que la
capacidad de la Tierra está por encima de su límite, y esto deriva en muchos otros
problemas. Por ejemplo los relacionados con los alimentos, y es que consumimos menos
alimentos de los que producimos, y a pesar de que por ejemplo los residuos del maíz
sobrante se utilizan para biocombustible, hacen que suba el precio mundial de los cereales.
Estos cereales también se producen masivamente para la alimentación de ganado, pero se
pierde gran cantidad de alimento, ya que lo que aprovechamos de la carne animal es mucho
menos de lo que estos consumen hasta que llega a nuestros platos.
Lo bueno es que esta sobre producción nos garantiza el alimento para todo el
planeta, producimos alimento incluso para la población prevista para el año 2050. De lo que
no nos damos cuenta es de que reduciendo la pobreza, también se ve reducido el problema
del aumento demográfico (Garret Hardin). Esto se vió en Europa, Norteamérica y otras
zonas, ya que en lugares pobres, las familias tienen muchos hijos porque la supervivencia de
los bebés no está asegurada, en el campo es necesario tener muchos hijos para trabajar la
tierra, con la tasa de muerte infantil alta los padres se ven en la situación de necesitar tener
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muchos hijos para que alguien sobreviva y los cuide cuando sean ancianos. Al no tener estas
necesidades, las familias se reducen y por lo tanto se reduce el crecimiento de la población.
Otro medio para reducir el crecimiento de la población es la alfabetización femenina,
tenemos el ejemplo de Etiopía, donde vemos cómo las mujeres que estudian hasta la
secundaria tienen un promedio de dos hijos, cuando lo normal allí está en seis. de esta
forma, se fomenta la igualdad entre sexos y se reduce la población sin necesidad de limitar
el número de hijos que se pueden tener.
De todas formas, hay países donde sí que es necesaria esa intervención para reducir
la natalidad y por consiguiente mejorar algo la calidad de vida de sus ciudadanos. De todas
formas la ayuda es necesaria en estos casos también, por ejemplo la sanidad es importante,
y si se quiere hacer una donación en este campo, es necesario donar a organizaciones como
Population Services International o International Planned Parenthood Federation,
invirtiendo en planificación familiar.

Termina el capítulo, con una reflexión sobre lo visto hasta el momento: las consecuencias de
las donaciones es algo mucho más complejo de lo que veníamos viendo al principio del libro,
y es que a partir de ahora, se volverán a tratar los asuntos éticos que se habían tratado al
principio del libro.

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