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Niñas madres con mayúsculas

1 de febrero de 2019

Los pañuelos verdes de quienes no han aceptado la derrota legislativa siguen


agitándose. En un escenario con claros indicios de nuevos esfuerzos por consagrar el
aborto en nuestra legislación en este nuevo año, sorprende el reciente testimonio de
algunas niñas madres a edades en las que mejor habría correspondido que estuvieran
estudiando y atendiendo su formación.

La crónica periodística da cuenta de que una de estas mamás precoces quedó


embarazada por primera vez a los 12 años. Perdió a ese bebé naturalmente y quedó
nuevamente embarazada al año siguiente cuando su tía se la "olvidó" en casa de un
muchacho. Con 14 años, prosiguió su vínculo con el joven padre. Su mamá solo la
acompañó a la primera ecografía y luego quiso "hacérselo perder". Otra niña,
identificada como "L", que sufrió abuso sexual y fue mamá a los 13, expresó: "Cuando
se enteró, mi mamá me lo quiso sacar, pero le dije que no [...] Yo dije: 'Nadie me lo
saca'". Los testimonios de las dos son contundentes, tanto como la intención de las dos
madres, que coincidentemente apuntaron a "sacarles" los hijos pretendiendo obligarlas a
abortar.

El relato de estas realidades mueve a reflexionar sobre lo que es natural en la mujer, lo


que le viene de su instinto de madre, lo que le nace de sus ovarios casi infantiles. "Nadie
me lo saca", afirmarán aferradas a la vida engendrada en sus vientres.

Mucho más allá de la forma en que se gestaron los embarazos, claramente nada deseada
ni deseable, y recordándonos todo aquello que se ha predicado con justeza sobre la
necesidad de una educación sexual preventiva que contemple información sobre el
propio cuerpo, resulta admirable y emocionante ver desplegarse el instinto materno.
Encarnado, corporizado, ese instinto vital de preservación arrasa con todo lo que se ha
dicho y escrito desde una teoría reñida con el derecho a la vida. Despedaza el pañuelo
verde, al error inducido del "yo decido sobre mi cuerpo", al feto como desprovisto de
vida, entre otras denominaciones eufemísticas creadas para bajar la carga emocional que
encierra decir que hablamos de un hijo desde el minuto de la concepción, de un bebé
por nacer que se desea eliminar asesinándolo.
Admiración hacia las niñas madres, madrazas por cierto. Tristeza para las "abuelas
abortistas" que felizmente no lograron su criminal propósito. Bienvenida a los felices
niños de ambas mamás y un mensaje claro y esperanzador a la sociedad para que haga
lo que tiene que hacer sobre educación sexual, primero, y sobre apoyo a las mamás,
después, tanto si sus embarazos fueron deseados como si fueron causados por una
violación, por ignorancia o estado de necesidad. Nada importó a estas mamás niñas,
salvo conservar a sus hijos.

Cuando la realidad golpea con la suba de cifras de embarazo adolescente, como


sociedad debemos ayudar a prevenir tan conflictivas situaciones no deseadas con una
adecuada educación sexual. Ante los hechos consumados, la ley ha de apoyarlas y
ampararlas para que puedan transitar sus embarazos con el soporte que merecen. Una
sociedad madura y solidaria no será aquella que condene y rechace a las jóvenes madres
y a sus hijos por nacer. Tampoco aquella que les imponga un aborto en la falsa creencia
de que se trata de un estorbo, un problema que han de quitarse de encima. Será aquella
que respete y cobije en su seno a quienes tan valiente como amorosamente proclaman
un claro y responsable compromiso, un canto a la vida, cuando defienden, con uñas y
dientes, a sus niños.

Disponible en: https://www.lanacion.com.ar/opinion/ninas-madres-con-mayusculas-


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