Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Módulo 4
La comunicación política y la dimensión
simbólica de lo político en el tejido social
REV 102022
Contenido
INTRODUCCIÓN ..................................................................................................................................... 4
CONCLUSIÓN ....................................................................................................................................... 41
Introducción
Así como los signos que produce cada hablante compiten por otros por su
reconocimiento y aceptación, lo mismo ocurre con los signos que exporta el
Estado. Sabemos que hay una comunicación oficial del Estado y Gobierno, pero
sabemos también que diferentes sectores sociales (la prensa, los partidos
políticos, las religiones, en fin) también se comunican con sus públicos. ¿Cuándo
la instrucción social (textualidad) proveída por el Estado es considerada “sana” y
cuándo es considerada “patológica” ¿Qué relación hay entre una textualidad
“patológica” y la subversión? Como gestores políticos entendamos
particularmente fortalezas y debilidades de la comunicación oficial. A sus
oportunidades y amenazas.
«La semiótica es
una disciplina
que puede y
debe ocuparse de
toda la cultura».
Es decir, asumimos que en toda sociedad los sistemas de signos pueden ser
entendidos desde una perspectiva instruccional: todos los signos que nos rodean
—intencionales o no— influyen en nuestras conductas; con lo cual
deliberadamente queremos poner énfasis en la concepción de estos sistemas de
signos que, como vehículos de información, garantizan las relaciones entre los
miembros de una sociedad.
Ciertamente, no todos los signos que configuran una sociedad están hechos para
significar, ni todos los signos que moldean una conducta son producidos
intencionalmente para decir algo.
De lograrse tal sentido, esta suerte de «consigno» entre los intereses personales
y los comunitarios, surge el entendimiento; como lo dice WEINRICH:
«Sobre la
legitimidad de los
valores y normas
vigentes de una
comunicación
perfectamente
razonable, también
el actuar tiene que
ser razonable».
1
Teleología: doctrina de las causas finales.
Por contraste, las teorías de los efectos limitados subrayaban —aun en tiempos
de la propia masificación— que pese al poder de los medios, diferentes razones
(como credo, ideas políticas, costumbres, tradiciones, etc.) mediatizan la
posibilidad del mismo efecto en el público-objetivo.
que más allá del poder de los medios masivos, el comunicador debe pensar en
cómo combinar estos con el uso de medios que permitan la activación
permanente del ciudadano-prosumidor.
«Las diferentes
estructuras funcionan
como fusibles; si el
fusible de una
estructura ha saltado,
la estructura o
estructuras siguientes
reparan el daño y
garantizan el
funcionamiento».
Ello presupone necesariamente una distinción conceptual entre uno mismo, quién
es el otro y la diferencia entre ambos.
2. Texto y contratexto
A propósito de una investigación sobre el asunto ortográfico en el Perú, su
concepción como factor de discriminación social y la ubicación del problema en
el contexto general de la educación peruana, tuvimos la oportunidad de señalar:
«Los signos de un
individuo y una
comunidad son sanos en
cuanto ofrezcan una
sistemática y
permanente posibilidad
de mejoramiento; se
tornarán patológicos si
presentan una resistencia
a tal corrección y
mejora».
Señalábamos, entonces, que los sistemas sígnicos de una sociedad, y a partir del
concepto de patología de MORRIS, podrían orientar su comportamiento. Así,
cuando estemos frente a un sistema de signos sanos, estaremos frente a
Es en este sentido, pues, una textualidad puede ser, según sea el caso, sana o
patológica.
2
BIONDI y ZAPATA (1988). Ortografía: ¿error o problema? Lima.
«La
contrainformación
tiene peso cuando
trabaja sobre la
definición de los
puntos débiles del
poder».
De allí que cuando esa textualidad es patológica, todos los sistemas parasitarios
pueden convertirse en contratextuales, con la diferencia de que unos
(básicamente los de origen cooperativo) asumen el papel instructivo oficial, con
las características de inarticulación señaladas, mientras que cualquier sistema de
origen competitivo puede convertirse en contratexto alternativo cuya conversión
en textualidad dependerá de la relación entre la afirmación de su propia salud y
la patología del sistema matriz.
Es claro que en el marco de una sociedad signada por una textualidad patológica,
cualquier sistema competitivo semióticamente sano tiene posibilidades de
convertirse en texto.
«Para estudiar
adecuadamente una
ruptura en las
comunicaciones, es
preciso haber entendido
previamente la naturaleza
y la estructura del modo
particular de comunicación
que ha dejado de
funcionar».
Aquí conviene, entonces, tener muy claro que una textualidad signada por la
patología o por la resistencia al cambio deviene en autosubversión
gubernamental; esta es la verdadera matriz de todas las subversiones. Fácil es
comprobar cómo la terca resistencia al cambio genera en muchas sociedades
graves contradicciones internas en la propia textualidad. Esto, a su vez, genera
la pérdida de teleología y los propios sistemas parasitarios supuestamente
competitivos van saltando gradualmente como fusibles hasta consumir su
capacidad de instrucción social.
Para que esto ocurra, es decir para que un sistema de signos sea percibido por
los usuarios como poseedor de estas características, la textualidad debe
responder a tres exigencias: ser autocoherente, exhaustiva y simple:
MEDIO / MENSAJE
Discurso y representación
DISCURSO POLÍTICO
Configura Configura
- Constitución
- Códigos
Pretextualidad Textualidad
- Leyes fundacionales Discurso de
Representación factual Representación
- Ritualidad oficial
simbólica convertida en simbólica/ gobierno
- Sistema educativo
discurso. discurso oficial
- Medios de
- comunicación oficial
COMPETITIVOS
SIMBIÓTICOS
Pero es claro también que los partidos u organizaciones que se conforman con
aspiraciones de alcanzar el poder público también comunican políticamente. Y
esta comunicación puede ser:
Todo esto, entonces, no solo es un factor básico para posicionar coherencia ante
los diferentes públicos-objetivo, no solo es una sana práctica democrática; se
trata de un ineludible deber de una organización política que busca que una
campaña electoral sea exitosa, que busca alcanzar el poder para —desde su
visión ideológica y técnica—
propugnar que el vehículo de acción
colectiva llamado Estado propicie el
crecimiento y el bienestar individual y
colectivo de los ciudadanos.
Es claro que ese todo estratégico que debe regular la comunicación política debe
atender sistemáticamente a todos los factores concurrentes en el discurso político
y la comunicación política, y debe atender a todos los factores de optimización
de la comunicación que hemos trabajado a lo largo del curso.
«Por mi mejoría mi casa dejaría», decía ayer una vieja expresión popular. Y
ahora, de pronto, nos vamos quedando sin «productos de bandera» en la
televisión, la radio, la prensa escrita y hasta en la propia opinología oficial. Hoy
las voces identificatorias de ayer migran con
extrema facilidad.
¿No será, acaso, que la cultura de la instantaneidad y del «discurso sin fin» de la
electronalidad viene ya signando nuestras interacciones? ¿No será que la
velocidad y ubicuidad electronales nos dificultan ser fieles a la pareja, a la familia,
al trabajo, a la causa noble (o innoble), a la ideología, al propio Estado?
De allí que hoy más que nunca debamos no solo diferenciar los procesos
informativos transmisivos de los procesos informativos comunicativos. Debamos
analizar y conceptualizar la comunicación política en el contexto del discurso
político en su conjunto. Lo que supone —lo vimos ya también— un análisis frío y
científico de las relaciones entre textualidad y sistemas parasitarios.
Posicionamiento en la comunicación
política significa —para decirlo con una
palabra usual— inclusión, exportación del
punto de vista ideológico que subyace a la
comunicación (lo que no quiere decir
proselitismo), diálogo permanente con
propios y extraños, e invitación sistémica a la participación ciudadana.
CONTEXTUALIZA
INCLUSIÓN
CIUDADANO CIUDADANO
CONSUMIDOR PROSUMIDOR
Conviene señalar aquí, sin embargo, que las funciones en las sociedades
devienen de pertinencias y se expresan en símbolos de instrucción para sus
habitantes. Pertinencia, función y símbolo constituyen una secuencia que asegura
la coherencia del sistema interno. Y, finalmente, definen el valor de la palabra
pública y la credibilidad.
La discriminación.
La xenofobia.
El antiecologismo.
Los índices generalizadamente mediocres de escolaridad real.
La violencia generalizada.
La participación ciudadana mediatizada.
A este punto conviene señalar que, si bien una gestión estratégica del Estado
supone establecer —como se señaló— corredores de información/intervención
oportuna en base a una información transparente derivada a su vez de la
transparencia de funciones, esto de por sí no garantiza el concepto de la
ciudadanía. A no ser, lo reiteramos, que se entienda bajo ese concepto el simple
consumo —sea de información, bienes o servicios— en el marco de un sistema
cerrado, y no se conciba al ciudadano como un individuo que, aparte de la
apropiación material (no reductible al consumo tampoco) es capaz de una
apropiación simbólica para lo cual debe ser capaz de contribuir a la construcción
permanente del sistema como productor de este.
Aquí volvemos a la misión del Estado: propiciar condiciones para el bien común
y la convivencia civilizada. En función de lo argumentado y desde una visión
exclusivamente funcionalista de la gestión del Estado, no se suele poner énfasis
en la ciudadanía como construcción —como producción de signos, bienes y
servicios—, sino solo como un simple consumo de estos.
Muchos teóricos han anotado ya la diferencia que hay entre la gestión de una
empresa y la gestión del Estado. Particularmente, poniendo énfasis en que
mientras una se orienta hacia la productividad en sí; la otra, sin excluir la
productividad, apunta al bien común. A esto habría que añadir otras diferencias;
mientras la empresa actúa sobre un universo de actores homogéneos, el Estado
3
Un funtivo es toda entidad (simple o compleja) que esté capacitada para contraer o desempeñar una
función lingüística.
La retórica clásica nos había enseñado la diferencia entre dos conceptos que, a
este punto, nos parecen muy importantes: la quaestio finita y la quaestio infinita:
«La democracia es
favorable a la retórica,
mientras que la
aristocracia le es
profundamente hostil. La
aristocracia es dogmática,
de ninguna manera
retórica; autoritaria y no
abierta; apologética, no
heurística; sentenciosa no
argumentativa;
uniformizante, no
diferenciadora».
respecto al mercado de los usuarios del Estado y una evidencia del fracaso de la
supuesta superioridad de la demostración sobre la argumentación.
Aún hoy, después de las crisis sufridas, es fácil advertir cómo los
constitucionalistas (algunos bien intencionados hombres escribales) acuden a
plantear y replantear fórmulas escribales de supuesta validez universal para hacer
frente al cambio.
En realidad, aun con los indicadores de pobreza y pobreza extrema de las zonas
rurales, los actores rurales son más ciudadanos que otros connacionales en el
sentido de que tienen un empoderamiento basado en la propiedad privada y en
la solidaridad comunitaria vía la organización que perpetúan cuando migran.
La quaestio finita sobre la quaestio infinita, este espacio y tiempo, estos factores
políticos y económicos concretos frente a la abstracción llamada Estado.
¿En una cultura oral como la peruana, por qué no hay oficialmente jurado, que
sería una subfunción para lograr credibilidad ante individuos orales y también de
los otros?
Otro caso que vincula cultura, salud y economía es aquel referente a la salud
preventiva integral vinculada con el número de hijos que la mujer «idealmente»
debe tener.
En suma:
Los actos y la
comunicación política
eficaces requieren,
entonces, no solo una
codificación profesional de
signos, sino —con
anterioridad— una
decodificación profesional
de los signos que nos
rodean.
Conclusión
Referencias bibliográficas
Baldelli, P. (1973). Informazione e controinformazione. Milano: Gabriele
Mazzotta Editore.