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Historia del Rosario

La historia del Santo Rosario, el ejercicio de la excelencia en honor a la Virgen


María
Por: Primeros Cristianos | Fuente: http://www.primeroscristianos.com/

Historia del Rosario


El pueblo cristiano siempre ha sentido la necesidad de la mediación de María,
Omnipotencia suplicante, canal de la gracia: se multiplican así a lo largo de los
siglos las devociones marianas, tanto litúrgicas coma populares.
Sin embargo, entre las devociones a María, con el paso de los años, una se
destaca claramente: el Santo Rosario, el ejercicio piadoso por excelencia en
honor de la Santísima Virgen María, Madre de Dios.

Entre las devociones a María, con el paso de los años, una se destaca claramente:
el Santo Rosario

ANTECEDENTES HISTÓRICOS
En la antigüedad, los romanos y los griegos solían coronar con rosas a las estatuas
que representaban a sus dioses como símbolo del ofrecimiento de sus corazones.
La palabra rosario significa "corona de rosas".

Siguiendo esta tradición, las mujeres cristianas que eran llevadas al martirio por
los romanos, marchaban por el Coliseo vestidas con sus ropas más vistosas y con
sus cabezas adornadas de coronas de rosas, como símbolo de alegría y de la
entrega de sus corazones al ir al encuentro de Dios. Por la noche, los cristianos
recogían sus coronas y por cada rosa, recitaban una oración o un salmo por el
eterno descanso del alma de las mártires.

ORIGEN Y DESARROLLO
En la Edad Media, se saluda a la Virgen María con el título de rosa, símbolo de la
alegría. El bienaventurado Hermann le dirá: «Alégrate, Tú, la misma belleza. / Yo
te digo: Rosa, Rosa», y en un manuscrito francés medieval se lee: «cuando la bella
rosa María comienza a florecer, el invierno de nuestras tribulaciones se desvanece
y el verano de la eterna alegría comienza a brillar». Se adornan las imágenes de la
Virgen con una «corona de rosas» y se canta a María como «jardín de rosas» (en
latín medieval rosarium); así se explica la etimología del nombre que ha llegado a
nuestros días.

En esa época, los que no sabían recitar los 150 salmos del Oficio divino los
sustituían por 150 Avemarías, acompañadas de genuflexiones, sirviéndose para
contarlas de granos enhebrados por decenas o de nudos hechos en una cuerda. A
la vez se meditaba y se predicaba la vida de la Virgen. En el s. XIII, en Inglaterra,
el abad cisterciense Étienne de Sallai escribe unas meditaciones en donde
aparecen 15 gozos de Nuestra Señora, terminando cada una de ellas con un
Avemaría.

Sin entrar en una discusión crítico-histórica pormenorizada sobre los detalles del
origen último del Rosario en su estructura actual, podemos afirmar que es, sin
duda, Santo Domingo de Guzmán el hombre que en su época más contribuyó a la
formación del Rosario y a su propagación, no sin inspiración de Santa María
Virgen. Motivo fue el extenderse la herejía albigense, a la que combatió, «no con
la fuerza de las armas, sino con la más acendrada fe en la devoción del Santo
Rosario, que fue el primero en propagar, y que personalmente y por sus hijos llevó
a los cuatro ángulos del mundo...» (León XIII, Enc. Supremi apostolatus, 1 sept.
1883).

A finales del s. XV los dominicos Alain de la Rochelle en Flandes, Santiago de


Sprenger y Félix Fabre en Colonia, dan al Rosario una estructura similar a la de
hoy: se rezan cinco o quince misterios, cada uno compuesto por diez Avemarías.
Se estructura la contemplación de los misterios, que se dividen en gozosos,
dolorosos y gloriosos, repasando así en el ciclo semanal los hechos centrales de la
vida de Jesús y de María, como en un compendio del año litúrgico y de todo el
Evangelio. Por último se fija el rezo de las letanías, cuyo origen en la Iglesia es muy
antiguo.

La devoción al Rosario adquirió un notable impulso en tiempos de León XIII


añadiéndose a las letanías lauretanas la invocación «Reina del Santísimo Rosario».

En los últimos tiempos ha contribuido de manera especial a la fundamentación y


propagación de esta devoción mariana los hechos milagrosos de Lourdes y
Fátima: «la misma Santísima Virgen, en nuestros tiempos, quiso recomendar con
insistencia esta práctica cuando se apareció en la gruta de Lourdes y enseñó a
aquella joven la manera de rezar el Rosario.

ESTRUCTURA
La forma típica y plenaria del rezo del Rosario, con 150 Avemarías, se ha
distribuido en tres ciclos de misterios, gozosos, dolorosos y gloriosos a lo largo de
la semana, dando lugar a la forma habitual del rezo de cinco decenas de
Avemarías, contemplando cinco misterios -diarios (la costumbre suele asignar al
domingo, miércoles y sábado los gloriosos; los gozosos al lunes y jueves y los
dolorosos al martes y viernes), rezándose al final de los cinco misterios las
letanías lauretanas. Juan Pablo II añadió el ciclo de misterios luminosos los jueves.

Los tres grupos de misterios nos recuerdan los tres grandes misterios de la
salvación. El misterio de la Encarnación nos lo evocan los gozos de la Anunciación,
de la Visitación, de la Natividad del Señor, su Presentación en el templo y la
Purificación de su Madre y, por último, su encuentro entre los doctores en el
Templo. El misterio de la Redención está representado por los diversos
momentos de la Pasión: la oración y agonía en el huerto de Getsemaní, la
flagelación, la coronación de espinas, el camino del Calvario con la Cruz a cuestas
y la crucifixión. El misterio de la vida eterna nos lo evoca la Resurrección del
Señor, su Ascensión, Pentecostés, la Asunción de María y su Coronación como
Reina. «Todo el Credo pasa, pues, ante nuestros ojos, no de una manera abstracta,
con fórmulas dogmáticas, sino de una manera concreta en la vida de Cristo, que
desciende a nosotros y sube a su Padre para conducirnos a Él. Es todo el dogma
cristiano, en toda su profundidad y esplendor, para que podamos de esta manera
y todos los días, comprenderlo, saborearlo y alimentar nuestra alma con él» (R.
Garrigou-Lagrange, La Madre del Salvador y nuestra vida interior, 3 ed. Buenos
Aires 1954, 261).

Juan Pablo II incluyó en el rezo del Rosario los Misterios de Luz, que incluye varias
escenas de la vida de Jesús que faltaban por considerar: el Bautismo, las Bodas de
Caná, el Anuncio del Reino, la Transfiguración y la institución de la Eucaristía.

INSTITUCIÓN DE LA FIESTA DEL SANTO ROSARIO


El 7 de octubre de 1571 se llevó a cabo la batalla naval de Lepanto, en la cual los
cristianos vencieron a los turcos. Los cristianos sabían que si perdían esta batalla,
su religión podía peligrar y por esta razón confiaron en la ayuda de Dios a través
de la intercesión de la Santísima Virgen. El Papa San Pío V pidió a los cristianos
rezar el rosario por la flota.
Días más tarde llegaron los mensajeros con la noticia oficial del triunfo cristiano.
Posteriormente, instituyó la fiesta de Nuestra Señora de las Victorias el 7 de
octubre.

Un año más tarde, Gregorio XIII cambió el nombre de la fiesta por el de Nuestra
Señora del Rosario y determinó que se celebrase el primer domingo de Octubre
(día en que se había ganado la batalla). Actualmente se celebra la fiesta del
Rosario el 7 de Octubre y algunos dominicos siguen celebrándola el primer
domingo del mes.

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Orígenes
El rezo del santo Rosario ha tardado mucho en formarse tal y como ahora lo
conocemos. No fue ideado en un momento concreto, sino que es fruto de una
larga evolución. Una evolución que aún no ha concluido.

Todo comenzó, probablemente, en el siglo X. En el año 910 se fundó


la Orden Cluniacense. Ésta le dio una gran importancia a la oración coral
comunitaria. Quería que sus abadías fuesen un anticipo de la Jerusalén
celestial, en la que los santos y los ángeles están continuamente cantando
alabanzas a Dios e intercediendo por todos los seres humanos (cf. Ap 5,9;
14,3; 15,3). Por ello distinguieron entre dos tipos de monjas y monjes: los
dedicados a la oración coral (que rezaban al día unos 150 salmos,
dependiendo de las circunstancias litúrgicas) y los dedicados al trabajo
manual. Éstos últimos solían ser personas sencillas e iletradas que se
ocupaban de la cocina, la portería, la huerta u otros oficios. Pero era preciso
que también orasen. Por ello algunos de estos monjes ‒y monjas‒ comenzaron
a rezar individualmente 150 Padrenuestros al día, en lugar de los 150 salmos
que rezaban los que asistían a la oración coral. Esta piadosa costumbre se fue
difundiendo no sólo entre los cluniacenses, sino también entre otras
comunidades religiosas, y entre sacerdotes y laicos.

San Bernardo de Claraval

En el siglo XII, la Orden Cisterciense(fundada en 1098) le va a dar una


gran importancia al culto a la Virgen María. Tanto es así, que casi todas
sus abadías fundadas por ellos llevan el nombre de una advocación mariana.
Su principal teólogo, san Bernardo de Claraval (1090-1153), difundió mucho
la devoción a María como Madre, más que como Reina (que era lo normal
desde el siglo V). Es él quien inventó el título de «Nuestra Señora»: de tal
forma que María va dejando de tener la imagen de «la Señora feudal» y pasa a
ser «Nuestra Señora», es decir, «Nuestra Madre». Pues bien, en este contexto,
las monjas y los monjes cistercienses van a reemplazar en el Rosario algunos
Padrenuestros por Salutaciones de la Virgen María. Todavía no se había creado
la oración del Avemaría, sino que se rezaba sólo su primera parte,
la Salutación del ángel, tomada de Lc 1,28-33: «Dios te salve María, llena
eres de gracia, el Señor es contigo» y algunos le añadían la segunda parte del
saludo: «Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito el fruto de tu
vientre».

A lo largo del siglo XIII se va extendiendo la costumbre de rezar tres


cincuentenas de Salutaciones, es decir, 150 Salutaciones, en lugar de 150
Padrenuestros. Se crea así el «Salterio de María». Y se va a añadir el nombre
de «Jesús» al final de la Salutación del Ángel. Además, es en esta época
cuando comienza a generalizarse el uso de «contadores», es decir, de
rosarios, para poder llevar la cuenta de las Salutaciones que se van rezando.

El Rosario y las órdenes mendicantes


En el siglo XIV las Órdenes mendicantes (Franciscanos, Dominicos, Carmelitas
y Agustinos, fundados, junto a sus ramas femeninas, en la primera mitad del
siglo XIII), van a difundir el rezo del Salterio de María en sus predicaciones y
entre los laicos que ellos acompañaban espiritualmente. Sobre todo lo
difundieron en la zona ribereña del Rin, la zona renana, donde en el siglo XIII
se había desarrollado el movimiento espiritual de las beguinas, que eran
mujeres piadosas que vivían en comunidad, con una espiritualidad mística muy
profunda, la cual fue el núcleo de donde surge en la primera década del siglo
XIV la mística renana del Maestro Eckhart (ca. 1260-ca. 1327) y otros dos
dominicos discípulos suyos: Juan Tauler (ca. 1300-1361) y el beato Enrique
Susón (ca. 1295-1365). Pero la espiritualidad de las beguinas cayó bajo la
sospecha de herejía, por lo que un medio de reconducir a aquellas mujeres fue
inculcándolas el rezo del Salterio de María.

Beguinas renanas

Dado que la mística renana fue también sospechosa de herejía, surgió hacia
1380 otra corriente espiritual: la Devotio Moderna, que proponía, básicamente,
una oración sencilla y metódica y la meditación de los pasajes del Evangelio.
En este contexto encajaba muy bien el sencillo y metódico rezo del Salterio de
María. Pues bien, es entonces cuando en ciertas abadías cartujas de la zona
renana, se van a añadir al final de cada Salutación del Ángel una coletilla que
ayude al orante a meditar un pasaje de la vida de Jesús. Por ejemplo: «… y
bendito es el fruto de tu vientre, Jesús, que nació en Belén». O «… que murió
en la Cruz». Y, así, se va extendiendo la costumbre de añadir a cada una de
las 150 Salutaciones una terminación diferente sobre Jesús. Hubo diversos
modos de hacerlo.
Parece que es a comienzos del siglo XV cuando se crea el Avemaríacompleto,
añadiendo la segunda parte: «Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros
pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén». Y es así como poco a
poco se va conformando el rezo del Rosario que todos conocemos, en el que
se combina el recitado de Avemarías y la meditación de pas ajes de la vida de
Jesús y su Madre.

Las Cofradías del Rosario

Fray Alano de Rupe

En 1470 el dominico fr. Alain de la Roche ‒o Alano de Rupe‒ (1428-1475),


funda en Douai (ciudad del norte de Francia, cercana a la zona renana)
la Cofradía del Salterio de la Gloriosa Virgen María. Sus principales objetivos
eran: difundir la devoción al Rosario, crear un ambiente de espiritualidad
mariana entre sus cofrades y pedir la intercesión de la Virgen. Pues bien,
inspirado en Alain de la Roche, el prior de los dominicos de Colonia (ciudad
situada en la zona renana) creó en 1475 la primera Cofradía del Rosario.
Ésta tuvo tanto éxito entre el pueblo fiel y las autoridades civiles y
eclesiásticas, que rápidamente comenzaron a fundarse Cofradías del Rosario
en otros conventos dominicos, pasando a ser responsabilidad de la Curia
Generalicia de la Orden de Predicadores (Roma) en 1485. Desde entonces
serán los dominicos los grandes difusores del Rosario, aunque también lo
hicieron muchos otros religiosos, laicos y sacerdotes.

Cuatro factores: es muy sencilla, se puede rezar individual o comunitariamente,


anima a meditar los Evangelios y ayuda a pedir correctamente lo que necesitamos

Hay cuatro factores que contribuyeron al éxito de esta oración: es muy


sencilla, se puede rezar individual o comunitariamente, anima a meditar los
Evangelios y ayuda a pedir correctamente lo que necesitamos. Gracias a esto
último, la Iglesia cree que el rezo del Rosario contribuyó a que sucedieran
muchas acciones milagrosas, como curaciones, conversiones, la liberación de
ciudades sitiadas o el apaciguamiento de fenómenos naturales como
terremotos, tempestades, erupciones volcánicas o tsunamis.

Tratando de integrar el rezo del Rosario en la espiritualidad dominicana, en


esta época comienza a identificarse a santo Domingo con el Rosario. Y,
pasado el tiempo, surgió la conocida tradición de que la Virgen María entregó a
este santo un rosario, pidiéndole que propagara esta oración por el mundo
entero; considerando así a santo Domingo el fundador del Rosario.

San Pío V y el rosario


En el siglo XVI hubo un acontecimiento muy importante: la victoria en
la batalla de Lepanto (1571), en la que la armada cristiana venció a la turca,
que era muy superior. La clave la encontramos en que el Papa san Pío V
(1504-1572) pidió a los fieles cristianos que rezaran el Rosario para que María
intercediera. Como consecuencia de esta victoria, en 1573 el Papa Gregorio
XIII (1502-1585) instituyó la fiesta de la Virgen del Rosario el primer domingo
de octubre. Posteriormente esta fiesta pasó al 7 de octubre, día de la batalla
de Lepanto.

El Papa Pío V y la batalla de Lepanto

Además, san Pío V fijó el modo de rezar el Rosario. Éste va a constar de tres
grupos de 5 misterios. Los primeros son los gozosos que invitan a meditar los
pasajes más importantes de la infancia de Jesús. Después están los
misterios dolorosos, sobre la pasión de nuestro Señor. Y por último están los
misterios gloriosos, en los se medita la resurrección del Señor y otros
acontecimientos posteriores. En cada misterio se rezan un Padrenuestro, diez
Avemarías y un Gloria mientras se medita un pasaje de la vida de Jesús o de
María. Básicamente, es una oración en la que se repite rítmicamente el
Avemaría. Esto nos ayuda a «sintonizar» nuestro corazón con el corazón de la
Virgen, para que ella nos conduzca hacia su Hijo.

El Rosario Perpetuo
Durante los siglos XVII y XVIII se difundió mucho el rezo del Rosario entre
el pueblo fiel. En 1629 el dominico fray Timoteo Ricci (1579-1643) creó
el Rosario Perpetuo. Para ello repartió 8.760 tarjetas (correspondientes a las
8.760 horas que tiene un año solar), para que en cada hora del año hubiese
alguien rezando los quince misterios del Rosario. Fue tan bien acogido que en
algunas ciudades tuvieron que repartirse varios grupos de tarjetas, porque los
solicitantes sobrepasaban con mucho el número de 8.760. Con el apoyo de los
Papas, el Rosario Perpetuo fue difundido por Europa y las tierras de misión.

El Rosario Perpetuo fue difundido por Europa y las tierras de misión

Tras la Revolución Francesa (1789) y las siguientes revoluciones liberales


del siglo XIX, la Iglesia sufrió un cataclismo: perdió su influencia pública, le
arrebataron sus posesiones y, sobre todo, intentaron desplazarla como
referente moral ante la sociedad. Valores tan evangélicos como la libertad, la
fraternidad y la igualdad fueron asumidos por los revolucionarios, y el
marxismo acusó a la Iglesia de ser el «opio del pueblo». Como consecuencia
de este ambiente anticlerical, las Órdenes religiosas fueron expulsadas y se
pusieron muchas trabas a los sacerdotes.

Rosario Viviente

Paulina Jaricot

Ante esta situación, el pueblo fiel encontró su refugio espiritual en las


devociones. Una de las principales fue el rezo del Rosario. La joven seglar
Paulina Jaricot (1799-1862), tomando como referencia el Rosario Perpetuo ‒
que apenas se rezaba ya por estar desfasado‒ ideó el Rosario Viviente,
pensando sobre todo en las clase obrera. Consistía en crear grupos de 15
personas en los que cada una se comprometiese a rezar, al día, un misterio del
Rosario. Así, cada grupo rezaba un Rosario completo al día. Otro objetivo del
Rosario Viviente era apoyar espiritual y económicamente a las misiones, siendo
el precursor de las Obras Misionales Pontificias. Este rezo se extendió muy
rápidamente por Europa, y los dominicos se implicaron mucho en su difusión.

No es extraño que en dos apariciones de la Virgen el Rosario sea un elemento


central: en Lourdes (1858) la Virgen pide expresamente que se rece el Rosario
y en Fátima (1917) la propia Virgen se llama a sí misma «Nuestra Señora del
Rosario». El Papa León XIII (1810-1903), viendo la importancia que tiene esta
oración, le va a dedicar once Encíclicas. En la primera (1883) declara octubre
como mes del Rosario.

Peregrinación en Lourdes

Llegado el siglo XX, en 1908, los dominicos de la Provincia de Toulouse crean


la peregrinación anual del Rosario a Lourdes en octubre. Es, actualmente,
la peregrinación anual más multitudinaria a este santuario.

Como consecuencia del estallido de la Segunda Guerra Mundial, nace en


Bélgica la Cruzada del Rosario. Promovida generalmente por dominicos, ha
empleado diferentes plataformas de evangelización: misiones populares,
fraternidades, revistas, programas de radio y televisión…

En 1948 el P. Patrick Peyton (1909-1992) fundó en Estados Unidos


el Apostolado del Rosario en Familia, y se difundió por el mundo. Su lema
era: «La familia que reza unida, permanece unida». Se apoyaba en programas
de radio de gran difusión y en una serie de películas: Los Misterios del Rosario,
que los promotores proyectaban para dar a conocer el Rosario en Familia.

Equipos del Rosario

Equipos del Rosario

En el Concilio Vaticano II (1962-1965) la Iglesia supera la mentalidad


tridentina y se abre a la sociedad contemporánea, propiciando profundos
cambios espirituales. A resultas de ello, en 1967 se crean los Equipos del
Rosario por iniciativa del dominico francés fray Marie-Bertrand Eyquem. Este
movimiento tiene un fuerte carácter apostólico y ecuménico. Los equipos están
formados por 15 personas, en los que también se admiten a no católicos.
Además de comprometerse cada miembro a rezar un misterio del Rosario al
día (como ya se hacía en el Rosario Viviente), se reúnen una vez al mes en la
casa de uno de los miembros para orar en común, invitando a otras personas a
participar.

Pero la sociedad fue cambiando mucho y rápidamente. La Revolución del


68 trajo una mentalidad nueva que rompió con los valores tradiciones. Y tras el
derrumbe del comunismo soviético en los años 1990-1991, y el gran desarrollo
de las comunicaciones (TV, Internet, telefonía…), llegó la Posmodernidad,
donde la globalización y los valores consumistas se han acabado imponiendo.

Misterios luminosos
Y así llegamos al siglo XXI. Es tanto lo que la sociedad está cambiando, que la
Iglesia ha de modernizar el culto mariano para hacerlo asequible a l a persona
actual. En este sentido, el Papa san Juan Pablo II (1920-2005) además de
promover mucho el rezo del Rosario, introdujo cinco nuevos misterios:
los luminosos, que versan sobre la vida pública de Jesús.

Pero queda aún mucho por hacer para difundir en la sociedad esta importante
oración, sobre todo entre los jóvenes. ¿Hay que explicarla mejor?: sin duda.
¿Hay que introducir en ella algunos cambios?: probablemente, pero con mucho
cuidado, no vaya a ser peor el remedio…

Roguemos a María para que nos ilumine.

Fray Julián de Cos, O.P.

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