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La conducta ética del

emprendedor
6.1 La ética y el joven emprendedor
6.2 El ecosistema empresarial
6.3 La gestión socialmente responsable
6.4 El emprendedor y su función en la economía
El nacimiento e incubación de una empresa es tan sólo la primera etapa de su vida
productiva, pero una etapa importante tomando en cuenta que la cultura empresarial
que se imponga en su inicio conformará en buena parte a la empresa futura, grande o
pequeña.

Si la nueva aventura emprendedora llega a convertirse con el tiempo en una


empresa mediana o pequeña, su evolución será particularmente dolorosa, en
términos morales, debido a que las diferentes etapas de crecimiento y
desarrollo traen consigo nuevos y retadores dilemas éticos, mismos que debe
superar hasta convertirse en una empresa responsable respecto a sus grupos
de interés (stakeholders) y su sociedad.
No pocas empresas y empresarios se ven sujetos a oportunidades empresariales que
les permiten u obligan a expandirse en forma acelerada. Durante este proceso, la
confrontación entre la búsqueda de resultados económicos y la conducta moral es muy
compleja, toda vez que, día con día, se presentan dilemas éticos más difíciles de
interpretar y superar.
La nueva economía del siglo que se inicia genera situaciones particularmente
complejas para el joven emprendedor; así, las nuevas formas de hacer negocio,
exigidas por la globalización y favorecidas por los adelantos técnicos de información y
comunicación, colocan al nuevo empresario en un papel de líder transformador de su
sociedad sin precedentes.
6.1. LA ÉTICA Y EL JOVEN EMPRENDEDOR
La conducta ética y la responsabilidad empresarial son imperativos de gestión para
las empresas de cualquier tamaño e independientes de la etapa de desarrollo en la
que se encuentre. Por lo mismo, este imperativo ético trasciende a las personas que
participan en la gestión.
El emprendedor, quien se enfrenta por primera vez al complejo contexto
empresarial, echa mano necesariamente de lo que Eduardo Schmidt
(1997) denomina actitud moral fundamental, misma que se ha
desarrollado consciente o inconscientemente durante su vida: todo lo que
le sucede al individuo durante su vida va conformando esta actitud, en la
medida que pueda influir de forma más o menos permanente en su
proceso de elección.
Con base en lo anterior, el individuo asimila una serie de valores éticos desde sus
primeros años de vida, por lo menos durante su infancia y juventud; más adelante
“escoge deliberadamente los valores que acepta y rechaza… y establece una jerarquía
o escala de valores que es la base de su personalidad moral” (Schmidt, 1997).

Los valores se expresan mediante actos concretos cimentados, en la


medida que estos actos se repiten una y otra vez, se convierten en hábitos,
los cuales facilitan la actuación del individuo en el futuro. Es importante
agregar que estos actos son producto de la libertad y determinación de la
persona, por lo que siempre, de alguna manera, cuenta con la posibilidad
de elegir.

Beugelsdijk y Noorderhaven (2005) argumentan que los individuos de


naturaleza emprendedora son más individualistas que los empleados y la
población en general, por lo que exhiben características especiales en
cuanto a responsabilidad y esfuerzo individual.
6.2 EL ECOSISTEMA EMPRESARIAL:
LA COMUNIDAD EMPRESARIAL Y LA EMPRESA EMERGENTE
La empresa emergente se encuentra inmersa en un complejo y
dinámico ecosistema cuyo impacto se manifiesta en todas las
dimensiones de la gestión empresarial. Un punto a favor es que la
pequeña empresa aparentemente cuenta con algunas ventajas en
cuanto a la supremacía de su conducta ética.
Jill Hogan (2005) propone que la pequeña empresa sea beneficiada por
la creciente tendencia de los estándares morales de sus grupos de
interés.
En la medida que una sociedad más educada, informada y exigente
irrumpa en todas las economías del orbe, la empresa pequeña tendrá por
definición mayor flexibilidad para ajustarse a las nuevas instancias de
conducta moral.
El proceso ético de toma de decisiones de la pequeña empresa va más allá de la
actitud y los valores del empresario. La conducta empresarial está normada al menos
por cinco esquemas de valores de diferente nivel y alcance: estándares culturales,
patrones de la industria, cultura de la empresa, estándares personales de conducta y
valores que surgen de la situación específica de la toma de decisiones (Fimbel y
Burstein, 1990).
6.3 LA PRÁCTICA DE LOS NEGOCIOS: INCOMPATIBILIDAD
DE HACER NEGOCIO Y LA GESTIÓN SOCIALMENTE
RESPONSABLE

Como ya se argumentó (Cárdenas, 2006), la organización contemporánea


debe considerar una serie de objetivos pragmáticos que atender y, de
modo simultáneo, responder a imperativos éticos que le demanda la
sociedad en que se desenvuelve.

Asimismo, exigir a la empresa que sacrifique su rentabilidad con el


propósito de atender a su responsabilidad social en todos los aspectos es
una posición que se puede calificar de idealista o romántica.

El reto de conciliar la rentabilidad y la responsabilidad definitivamente


tiene sentido como la visión máxima de la empresa.
Por otra parte, el pragmatismo de los negocios, la apremiante legislación en la
materia, las expectativas de la sociedad respecto a la forma de administrar las
empresas públicas y privadas, así como un creciente imperativo moral en el seno de
las organizaciones, están provocando que se cuestione la forma tradicional de
administrar una empresa, y forzando a la comunidad empresarial a entender que sí
existe compatibilidad entre hacer negocio y respetar un código responsable de
valores.

Un problema evidente en la pequeña empresa es la imposibilidad aparente


de no poder separar los intereses de la firma de los intereses del dueño, que
muchas veces son percibidos incluso como una entidad única.

Por otra parte, los grupos de interés (stakeholders) tienen mayor fuerza en la
empresa pequeña, toda vez que pueden controlar con más facilidad el uso
de los recursos y las prácticas de gestión, en comparación con una empresa
de mayor tamaño.
En cuanto a los valores asociados con la personalidad del emprendedor,
Hemingway (2005) sostiene que estos individuos son muy diferentes en cuanto a
valores a los administradores en general, e inclusive manifiestan diferencias
significativas que dependen del género.
Prevalece una tendencia a tener libertad e independencia, y buscan escapar de
las restricciones organizacionales que limitan su potencial.

Poner en práctica los preceptos morales en el proceso de gestión es el punto


toral de la ética de negocios.

En la tradición del confucianismo, el dilema mencionado se presenta con la


relación y coexistencia entre el yi (lo correcto) y el li (la ganancia). La
enseñanza de Confucio indica que cualquier persona razona con las
ganancias económicas, pero sólo el caballero razona también con la moral,
toda vez que la opulencia y la relevancia social son deseos de todo hombre,
pero a no ser que se consiga de la manera correcta, no pueden ser
sustentadas (Cheung y King, 2004).
Los seguidores ortodoxos de esta filosofía oriental indican que la riqueza obtenida
sacrificando los principios morales es de alguna manera fuente de desventaja
competitiva en el largo plazo, por lo que realmente no existe una tensión real
intrínseca entre sus intereses materiales y el compromiso moral.

En su investigación, los autores demuestran que los emprendedores


contemporáneos seguidores del confucianismo son individuos que no
necesariamente buscan maximizar sus beneficios materiales en el mundo de
los negocios, sino que adoptan los principios morales no como un medio de
generar más beneficios, sino como un fin en sí: han desarrollado un estilo de
vida organizando sus actividades para lograr beneficios materiales sin
sacrificar sus principios morales.
6.4 EL EMPRENDEDOR Y SU FUNCIÓN EN LA ECONOMÍA
DEL SIGLO XXI MÁS ALLÁ DE LA ÉTICA PROFESIONAL
La ética en los negocios no es un tema contemporáneo. Carlos V de España se
cuestionaba en 1550 si los nativos del Nuevo Mundo deberían ser esclavos o se les
debería asignar un estatus más alto.

Las economías contemporáneas que toleran la corrupción en el ámbito de los


negocios desalientan a los inversionistas extranjeros, quienes buscan otras opciones
para sus operaciones internacionales.

En el caso del soborno, que representa una de las formas más comunes de
corrupción, los países latinoamericanos sobresalen por su tolerancia cultural
a esta práctica de gestión.
En un estudio comparativo entre directivos estadounidenses y ecuatorianos, Wated y
Sánchez (2005) demostraron que los directivos con una actitud negativa hacia el
soborno son propensos a disciplinar con mayor energía a los empleados que aceptan
sobornos, por lo que a la larga generan un ambiente moralmente más aceptable en
cuanto a este tipo de corrupción.

Tomando como ilustración el fenómeno del soborno, es válido proponer que, sin que
importe su contexto cultural, el directivo o emprendedor puede echar mano de dos
elementos para moralizar su entorno inmediato: modelar a través de su propia
actitud y conducta ética, así como la posibilidad de reglamentar de antemano la
conducta esperada de los individuos bajo su influencia.
Bibliografía
Pineda, E. S., & Marroquín, J. A. (2007). ÉTICA EN LAS ORGANIZACIONES. México: The McGraw-Hill.
Muchas gracias por su atención

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