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Uno de los temas principales a analizar es la transmisión como acto fundante del sujeto.

Philippe
Meirieu, en su texto, “Frankenstein educador”, propone algunas reflexiones para tratar de analizar
los aspectos más importantes acerca de la transmisión, tomándola como eje principal del
pensamiento pedagógico.
El mito de Frankenstein nos plantea una reflexión acerca de la tarea de educar, es así que para
Meirieu, “educar no es fabricar”, y “educar no es abandonar”, sino que para él, la educación es un
proceso de humanización, lo cual va a introducir al sujeto al mundo.
Cuando hablamos de revolución copernicana en pedagogía, Meirieu entiende por esto darle a la
educación el lugar de dejar que el sujeto se construya a sí mismo como un sujeto en el mundo, un
sujeto que sea “introducido y no moldeado, que sea ayudado y no fabricado”. Para esto se propone
algunas “exigencias”, las cuales, ayudarían a la “verdadera revolución copernicana en pedagogía”.
Bajo el contexto de la película propuesta, Alicia, profesora de historia argentina y perteneciente a la
clase alta, se posiciona frente a sus alumnos como una persona seria y disciplinada. La forma en la
que ella enseña y transmite su conocimiento a los alumnos tiene cierta bajada de línea, la cual se
relaciona con el contexto donde transcurre la película (dictadura argentina, año 1983).
Alicia, transmite y comunica (a través de sus conocimientos), cómo ella quiere que sus alumnos
aprendan, a través de los libros y “moldearlos” de acuerdo a lo que ella cree más conveniente. Una
de las exigencias de Meirieu plantea, que como educadores, debemos “reconocer que al que viene
como una persona, no se moldea a su propia voluntad”. Así mismo es “necesario y saludable” que
el que es educado, presente resistencia a aquel que lo quiere “fabricar”. Eso sucede con los
alumnos, particularmente con un tal Horacio Costa, quien en un momento determinado en la clase
se rebela y “se resiste” a creer lo que dicen los libros, porque aquellos “los escribieron los
asesinos”.
En contraposición con Alicia, vemos al profesor de literatura, Benítez, el cual se representa como la
antítesis de ella. Él, enseña su asignatura con total libertad y expresión, dejando a los alumnos
representar de alguna manera aquello que se les está enseñando.
Como sugiere Meirieu en una de sus exigencias, es que la pedagogía “debe crear espacios de
seguridad”, en los cuales los sujetos (los alumnos), puedan animarse a “hacer algo que no se sabe
hacer para aprender a hacerlo” y la construcción de este espacio proporciona “un marco posible
para los aprendizajes”. Es de esta manera cómo se genera una total confianza entre Benítez y los
alumnos.
A través de la película, se puede ver cómo el personaje de Alicia va transformándose y
deconstruyendose a medida que transcurren las clases, dándose cuenta de la autonomía que
posee cada alumno, dado que ellos en el aula se apropian de sus conocimientos y sus saberes
(haciéndolo propio), para luego ponerlo en práctica y reutilizarlo en las clases (sexta exigencia de
Meirieu).
Llegando a la séptima y última exigencia que propone Meirieu, ésta nos lleva a una reflexión
acerca del acto educativo, ya que implica que la pedagogía se asuma como un marco teórico, en el
cual quien educa, no tiene un poder sobre el otro y en ese sentido, todo encuentro educativo va a
ser particular y singular. La actividad que se lleve a cabo en el aula, no es un espacio de puras
certezas pero sí hay un intercambio de conocimientos entre el educador y el educando, lo cual
permite que los sujetos de ese espacio, puedan tener un análisis crítico de la realidad.
Es Alicia quien “aprende” de sus alumnos, es ella quien empieza a cuestionarse su propia realidad,
si lo que pasa a su alrededor es lo que ella cree que es o si hay algo más que eso.
Cada encuentro singular y particular en el aula de esta profesora con sus alumnos, le permite a ella
a reflexionar sobre su propia historia, si se trata de la historia oficial o la real.

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