Está en la página 1de 14

Eutanasia

Camilo González

¿Qué es la eutanasia?
¿Quién puede solicitar la eutanasia?
¿En qué situaciones puede solicitarse la eutanasia?
La eutanasia del latín euthanasia «buena muerte», «muerte apacible», es la intervención deliberada para poner fin a una vida
sin perspectiva de cura. Esta se practica tanto en humanos como en animales de otras especies.
En medicina la eutanasia es la provocación intencionada de la muerte de una persona que padece una enfermedad avanzada o
terminal, a petición expresa de ésta, y en un contexto médico. Actualmente no procede utilizar los términos “Eutanasia
involuntaria”, “Eutanasia pasiva” ni “Eutanasia indirecta”, porque son situaciones ajenas a esta definición de eutanasia.

En los países donde está legalizada su práctica, la eutanasia se realiza a petición reiterada del paciente y con la supervisión de
un equipo médico. El procedimiento es libre, autónomo, voluntario, intencionado, reflexionado y consciente, en el caso de que
esta circunstancia no sea posible, cuando el testamento vital del paciente lo indique explícita y claramente.
La eutanasia debe diferenciarse del suicidio asistido, cuando es el propio paciente el que lleva a cabo la administración de los
fármacos para acabar con su vida. El suicidio asistido es legal en jurisdicciones diferentes a la eutanasia.

Etimológicamente hablando, eutanasia significa: muerte apacible o muerte sin sufrimiento físico, favorecida por otros. Es
antónimo de Cacotanasia que es el empleo de todos los medios posibles, sean proporcionados o no, para prolongar
artificialmente la vida y por tanto retrasar el advenimiento de la muerte en pacientes con pronta extinción de la vida natural, a
pesar de que no haya esperanza alguna de curación.

Definición

Al igual que otros términos tomados de la historia, la eutanasia tiene diferentes significados según su uso. El primer uso del
término se encuentra en los textos del historiador Suetonio del siglo I quien describió cómo el emperador Augusto del siglo I a.
de C «muriendo rápidamente y sin sufrir en los brazos de su esposa, Livia, experimentó la “eutanasia” que había deseado».13
14 Su primer uso se registra en el contexto médico por Francis Bacon en el siglo XVII, haciendo referencia a una muerte feliz,
fácil e indolora, durante la cual era «responsabilidad del médico aliviar los “padecimientos físicos” del cuerpo». Bacon se
refería a una eutanasia «exterior», el término «exterior» lo utilizaba para distinguirlo de la eutanasia espiritual o interior que
se referiría «a la preparación del alma»
Es habitual incorporar la noción de sufrimiento a la definición. El Diccionario de inglés de Oxford incorpora el sufrimiento
como condición necesaria, con "la muerte indolora de un paciente que padece una enfermedad incurable y dolorosa o está en
coma irreversible". Otro elemento es el de la intencionalidad: la muerte debe ser intencionada, en lugar de ser accidental, y la
intención de la acción debe ser una "muerte piadosa". Del mismo modo, Heather Draper habla de la importancia del motivo,
argumentando que "el motivo forma una parte crucial de los argumentos a favor de la eutanasia, porque debe ser en el mejor
interés de la persona en el extremo receptor. Para Draper la eutanasia "debe definirse como la muerte que resulta de la
intención de una persona de matar a otra, utilizando los medios más suaves e indoloros posibles, que está motivada
únicamente por el interés superior de la persona que muere. Wreen señaló la dificultad de justificar la eutanasia frente a la
noción del derecho a la vida del sujeto y que por lo tanto la eutanasia tiene que ser voluntaria, y solicitada o requerida por el
paciente. Y que "la eutanasia involuntaria es, como tal, un gran mal". Otros autores también señalan el consentimiento del
paciente como necesario e imprescindible.
El Comité de Ética médica de la Cámara de los Lores británica: define la eutanasia como:

La eutanasia es «una intervención deliberada emprendida con la intención expresa de poner fin a una vida, para aliviar el sufrimiento

intratable».
Para el Grupo de Trabajo de Atención Médica al Final de la Vida de la Organización Médica Colegial de España (OMC) y
la Sociedad Española de Cuidados Paliativos (SECPAL):

La eutanasia es «la provocación intencionada de la muerte de una persona que padece una enfermedad avanzada o terminal,

a petición expresa de ésta, y en un contexto médico (actualmente no procede utilizar los términos “Eutanasia involuntaria”, “Eutanasia

pasiva” ni “Eutanasia indirecta”, porque son situaciones ajenas a esta definición de eutanasia)».

En los Países Bajos y en Bélgica, es entendida como «la terminación de la vida por un médico a petición de un paciente». Sin
embargo, la ley neerlandesa no usa el término eutanasia, sino que lo incluye bajo la definición más amplia de «suicidio asistido
y finalización de la vida a petición».
En Colombia la Corte Constitucional en su sentencia C 239 de 1997 manifiesta que el homicidio por piedad «es la acción de
quien obra por la motivación específica de poner fin a los intensos sufrimientos de otro», y que «doctrinariamente se le ha
denominado homicidio pietístico o eutanásico». Por medio de la resolución 1216 de 2015 se reglamentó la eutanasia en
Colombia y se creó el protocolo médico para la aplicación de la eutanasia.

Estatus legal de la eutanasia

El estatus legal de la práctica de la eutanasia en el mundo es heterogéneo; varios países han despenalizado este
procedimiento y establecido leyes oportunas para su consecución en la que una vez solicitada, participa un equipo médico
activamente. La eutanasia sin consentimiento expreso del paciente, denominada en ocasiones inadecuadamente
como eutanasia involuntaria es ilegal en todos los países y se considera homicidio por lo que está siempre gravemente
penada.
Los países en los que la eutanasia activa esta despenalizada son:

1  Países Bajos Aprobado por los Estados Generales. 1 de abril de 2002

2  Bélgica Aprobado por el Parlamento. 28 de mayo de 2002

3  Luxemburgo Aprobado por la Cámara de Diputados. 19 de marzo de 2009

4  Colombia Aprobado por la Corte Constitucional. 15 de diciembre de 2014

5  Canadá Aprobado por el Parlamento. 17 de junio de 2016

6  España Aprobado por el Congreso de los Diputados y el Senado. 25 de junio de 2021

7  Nueva Zelanda Aprobado por el Parlamento y aprobado por los ciudadanos


6 de
ennoviembre de 2021
referéndum.
Historia
La eutanasia en Grecia y Roma
La eutanasia se practicó en las antiguas Grecia y Roma. Por ejemplo, la cicuta se empleó en la isla de Ceos como un medio para
acelerar la muerte; técnica que también se empleaba en Marsella. La eutanasia, en el sentido de la deliberada aceleración de
la muerte de una persona, fue apoyada por Sócrates, Platón y Séneca el Viejo en el mundo antiguo, aunque parece que
Hipócrates había hablado en contra de la práctica, cuando escribió: «no prescribiré una droga mortal para complacer a
alguien, ni dar consejos que puedan causar su muerte», lo que indica que pudo haber un cierto debate en la literatura sobre si
se pretendía o no incluir la eutanasia.

La eutanasia en los siglos XV-XVII


El término eutanasia en el sentido anterior de apoyar a alguien mientras moría, fue utilizado por primera vez por el
inglés Francis Bacon (1561-1626). En su trabajo Eutanasia médica eligió esta antigua palabra griega y, al hacer esto, distinguió
entre eutanasia interior o la preparación del alma para la muerte, y eutanasia exterior que pretendía hacer el fin de la vida
más llevadero e indoloro, y en excepcionales circunstancias acortando la vida. Su cambio de significado a una muerte fácil
pasó a primer plano en el periodo moderno temprano como puede ser visto en la definición que recoge el Gran léxico
universal completo de todas las ciencias y artes del siglo XVIII

Eutanasia: una muerte muy suave y tranquila, que ocurre sin convulsiones dolorosas.
—Universal Lexicón

El concepto de eutanasia en el sentido de aliviar el proceso de la muerte se remonta al historiador médico, Karl Marx (1796-
1877) quien se basó en las ideas filosóficas de Bacon. Según Marx, un médico tenía el deber moral de aliviar el sufrimiento de
la muerte mediante el aliento, el apoyo y la mitigación mediante el uso de medicamentos. Tal «alivio de la muerte» reflejó el
espíritu de la época de la cual fue contemporáneo, pero Marx lo colocó en el canon de la responsabilidad médica por primera
vez. También hizo hincapié en la distinción entre el cuidado teológico del alma de las personas enfermas desde el cuidado
físico y el tratamiento médico por parte de los médicos.
La eutanasia, en su sentido moderno, ha sido fuertemente opuesta a la tradición judeocristiana. Tomás de Aquino (1225-1274)
se opuso, y argumentó que la práctica de la eutanasia contradecía nuestros instintos humanos naturales de supervivencia, así
como también lo hicieron François Ranchin (1565-1641), médico francés y profesor de medicina y Michael Boudewijns (1601-
1681), médico y profesor. Otras voces abogaron por la eutanasia, como el poeta inglés John Donne (1572-1631) en 1624, y la
eutanasia continuó en práctica. En 1678, la publicación del libro: La almohada de los moribundos no debe ser sustraída de
Caspar Questel, debate sobre el tema. Questel describió varias costumbres que eran usadas en ese momento para traer la
muerte a los moribundos, incluida el retiro de la almohada que, se creía, aceleraba la muerte; argumentó en contra de tal
práctica, pues hacerlo está «contra las leyes de Dios y de natura». Este punto de vista fue compartido por otros que les
siguieron, incluidos Philipp Jakob Spener, Veit Riedlin y Johann Georg Krünitz. A pesar de la oposición, la práctica de la
eutanasia continuó, involucrando técnicas como la sangría, la asfixia y sacar a las personas de sus camas para colocarlas en el
suelo frío.
Durante la Ilustración, el suicidio y la eutanasia comenzaron a ser más aceptados.  Tomás Moro (1478-1535) escribió sobre la
eutanasia en Utopía:

<<A los enfermos asisten con gran caridad, no dejando atrás ningún medicamento y gobierno de vivir, que le importe restituir
la salud al que le falta. Si alguno padece enfermedad prolija, le entretienen hablando con él, y sirviéndole aligeran su
calamidad; más si la enfermedad es incurable y de continuo dolor, los Sacerdotes y el Magistrado le confortan, persuadiéndole
que hallándose ya inepto á los oficios de la vida, molesto a los otros, y pesado a sí mismo, que no quiera sobrepujar a la propia
muerte, alimentando la maligna enfermedad, y que siendo la vida un tormento, no dude el morir, antes tenga esperanza de
salir de tan acervo estado, o quitándose el propio la vida, o dejándose matar; pues dejará, muriendo, aquella miseria, y no
comodidades. Además de esto, siguiendo el consejo de los Sacerdotes, intérpretes de la voluntad de Dios, ejecutarán una obra
santa y pía los que se dejan persuadir, y con abstenía fenecen la vida, o durmiendo se dejan matar; mas no hacen morir a
alguno contra su voluntad, ni faltan a administrarlos en la enfermedad, pareciéndoles que esta sea una honesta ocupación.
Mas si alguno se mata sin el consentimiento de los Sacerdotes y del Magistrado, no le dan sepultura, y arrojan su cuerpo en
una laguna.>>
—Utopía

Aunque para Stolberg no queda claro si Moro tenía la intención de respaldar la práctica. Otras culturas han adoptado
diferentes enfoques: por ejemplo, en Japón el harakiri, o suicidio ritual, no ha sido considerado tradicionalmente como
pecado, ya que se usa en casos de honor y, en consecuencia, las percepciones de la eutanasia son diferentes a de las de otras
partes del mundo.

Debate sobre la eutanasia en el s. XIX y s. XX

A mediados del siglo XIX d. C., surgió el uso de la morfina para tratar «los dolores de la muerte». En 1848 el cirujano
estadounidense John Collins Warren (1778-1856) recomendó su empleo. En 1866, el médico británico Joseph Bullar (1815-¿?)
reveló una utilización similar para el cloroformo. Sin embargo, ninguno de los dos recomendaba que la ocupación de este
fármaco debería ser para acelerar la muerte. En 1870, el inglés y maestro de escuela Samuel Williams, inició el debate sobre la
eutanasia contemporánea a través de un discurso en el Club especulativo de Birmingham, una sociedad cuyos miembros eran
filósofos aficionados que recopilaba sus trabajos. La propuesta de Williams fue usar cloroformo para acelerar
deliberadamente la muerte de pacientes con enfermedades terminales:

<<Que, en todos los casos de enfermedad desesperada y dolorosa, debe ser el deber reconocido del asistente médico,
siempre que así lo desee el paciente, administrar cloroformo, o cualquier otro anestésico que pueda reemplazar a este, de
forma gradual para destruir la conciencia al primer intento, y disponga al paciente a una muerte rápida e indolora. Se deben
tomar todas las precauciones necesarias para prevenir cualquier posible abuso de tal deber; lo que implica que debe ser
establecido, más allá de la posibilidad de duda o cuestionamiento, que el remedio fue aplicado por el deseo expreso del
paciente.
—Samuel Williams (1872), Euthanasia Williams y Northgate: Londres.>>

El ensayo fue revisado favorablemente en el diario La revisión del sábado de Londres; pero apareció una editorial contra el
ensayo en la revista semanal británica El espectador. A partir de ese momento, resultó ser influyente, y otros escritores se
manifestaron a favor de tales puntos de vista: Lionel Tollemache, octavo conde de Dysart (1794-1878) escribió a favor de la
eutanasia, al igual que la británica Annie Besant (1847-1933), la ensayista y reformadora que más tarde se involucró con la
Sociedad Nacional Laica, considerando que era un deber con la sociedad que uno debe «morir voluntariamente y sin dolor»
cuando uno llega al punto de convertirse en una «carga». La revista Popular Science analizó el tema en mayo de 1873,
evaluando ambos lados del argumento.47 Kemp señala que, en ese momento, los médicos no participaron en la discusión; era
«esencialmente una empresa filosófica [...] vinculada inextricablemente a una serie de objeciones a la doctrina cristiana de la
santidad de la vida humana».

Movimiento inicial de eutanasia en los Estados Unidos de América

Felix Adler, alrededor de 1913, fue el primer estadounidense en abogar por permitir el suicidio en casos de enfermedades
crónicas.
El auge del movimiento de la eutanasia en los Estados Unidos de América coincidió con la llamada Edad chapada en oro de ese
país, un momento de cambio social y tecnológico que abarcaba un «conservadurismo individualista que elogiaba la doctrina
económica del laissez faire (en francés: dejen hacer), el método científico y el racionalismo», que sucedió junto a grandes
depresiones económicas, industrialización y conflicto entre corporaciones y sindicatos.44 También fue el período en el que se
desarrolló el sistema hospitalario moderno, que ha sido visto como un factor en el surgimiento del debate sobre la
eutanasia.48
El abogado Robert G. Ingersoll (1833-1899) intercedió a favor de la eutanasia, afirmando, en 1894, que cuando alguien padece
una enfermedad terminal, como un cáncer en fase terminal, debería tener derecho a finalizar con su dolor mediante el
suicidio. El judío, racionalista intelectual Felix Adler (1851-1933) ofreció un enfoque similar, aunque, a diferencia de Ingersoll,
Adler no rechazó a la religión. De hecho, argumentó un marco de cultura ética. Este último argumentó en 1891 que aquellos
que sufrían de un dolor abrumador deberían tener el derecho a suicidarse y, además, que un médico debería estar autorizado
para ayudarle. Así Adler, se convierte en el primer estadounidense «prominente» en abogar por el suicidio en casos donde la
gente sufría una enfermedad crónica.49 Tanto Ingersoll como Adler argumentaron a favor de la eutanasia voluntaria en
adultos que padecen dolencias terminales.49 Dowbiggin sostiene que al romper las objeciones morales previas a la eutanasia
y el suicidio, Ingersoll y Adler permitieron a otros extender la definición de eutanasia.50
El primer intento en este país para legalizar la eutanasia tuvo lugar cuando Henry Thomas Hunt lo introdujo en la Asamblea
General de Ohio de 1906.51 Esto lo hizo Hunt a costa de Anna S. Hall una rica heredera que fue una figura importante en el
movimiento de la eutanasia durante los primeros años del siglo xx d. C. en los Estados Unidos de América. Hall había visto
morir a su madre después de una larga batalla contra un cáncer hepático y se había dedicado a garantizar que los demás no
tuvieran que soportar el mismo sufrimiento. Con este fin, participó en una extensa campaña de redacción de cartas, reclutó
a Lurana W. Sheldon y a Maud Ballington Booth, y organizó un debate sobre la eutanasia en la reunión anual de la Asociación
Humana Estadounidense en 1905, descrita por Jacop Appel como el primer debate público significativo sobre el tema en el
siglo xx d. C..52
El proyecto de ley de Hunt requería la administración de un anestésico para provocar la muerte de un paciente, siempre y
cuando la persona sea mayor de edad y tenga la mente sana, y se encuentre sufriendo de una lesión fatal o una enfermedad
irrevocable o un gran dolor físico. También requería que el caso fuese atendido por un médico, el consentimiento informado
ante tres testigos y la asistencia de tres médicos que tenían que aceptar que la recuperación del paciente era imposible. Una
moción para impugnar el proyecto fue rechazada, pero, de todas formas, el proyecto de ley no pasó pues obtuvo una votación
de 79 en contra y 23 a favor.5354
Junto con la proposición de eutanasia del estado de Ohio, en 1906 el asambleísta Ross Gregory presentó una propuesta para
permitir la eutanasia a la legislatura de Iowa. Sin embargo, la legislación de Iowa tenía un alcance más amplio que el ofrecido
en Ohio. Permitió la muerte de cualquier persona de al menos diez años de edad que sufriere una dolencia que resultaría fatal
y causaría un dolor extremo, en caso de que tuvieran una mente sana y expresasen el deseo de apresurar artificialmente su
muerte. Además, permitía que los bebés fuesen sacrificados si estaban lo suficientemente deformados, y les permitía a los
tutores solicitar la eutanasia en nombre de sus pupilos. La legislación también impuso sanciones a los médicos que se negaren
a realizar la eutanasia cuando les fuere solicitada: una pena en prisión de entre seis a doce meses y el pago de una multa entre
200 a 1000 dólares estadounidenses. La propuesta resultó ser controversial;55 engendrando un debate considerable y no fue
aprobada al haberse retirado la consideración después de pasarla a la Comisión de Salud Pública.56
Después de 1906, el debate sobre la eutanasia se redujo en intensidad, resurgiendo periódicamente, pero no volviendo al
mismo nivel de discusión hasta la década de 1930 en el Reino Unido.53
El oponente a la eutanasia, Ian Dowbiggin (1952) argumenta que la creación temprana de la Sociedad Estadounidense pro
Eutanasia (ESA; por sus siglas en inglés) reflejó la cantidad de procedimientos eutanásicos percibidos en ese momento, 1920, a
menudo viéndolo como un asunto de eugenesia más que como un tema relacionado con los derechos individuales.49
Dowbiggin sostiene que no todos los eugenistas se unieron a la ESA «solo por razones eugenésicas», sino que, según postula,
había claras conexiones ideológicas entre los movimientos eugenésicos y la eutanasia.49

Década de 1930 en la Gran Bretaña


La Sociedad Voluntaria de Legalización de la Eutanasia fue fundada en 1935 por Charles Killick Millard. El movimiento hizo
campaña para la legalización de la eutanasia en Gran Bretaña.
En enero de 1936, el rey Jorge V recibió una dosis fatal de morfina y cocaína para acelerar su muerte. En ese momento padecía
de insuficiencia cardiorrespiratoria y la decisión de dar fin a su vida la tomó su médico lord Bertrand Dawson.57 Aunque este
evento fue mantenido en secreto durante más de cincuenta años, la muerte de Jorge V coincidió con la legislación propuesta
en la Cámara de los Lores para legalizar la eutanasia.58
Aktion T4 - Eugenesia durante la Alemania nazi

En octubre de 1939 Adolf Hitler firmó una «nota de eutanasia» con fecha anterior al 1 de septiembre de 1939, en la que
autorizaba a su médico Karl Brandt y al Reichsleiter Philipp Bouhler a implementar el programa.
El Aktion T4 es el nombre que se le dio, en la posguerra, al asesinato en masa mediante la eutanasia involuntaria durante
la nazi. A La partícula T4 es una abreviación de Tiergartenstraße 4, que era la dirección del departamento de la Cancillería,
creado en la primavera de 1940, en el barrio berlinés de Tiergarten, institución que reclutó y pagó al personal asociado con
el T4. Ciertos médicos alemanes fueron autorizados a seleccionar pacientes «considerados incurablemente enfermos,
después del examen médico más crítico» y luego administrarles una «muerte por piedad» .63 Después del final nominal del
programa, los médicos en instalaciones alemanas y austríacas continuaron con muchas de las prácticas del Aktion T4, hasta la
derrota de la Alemania en 1945.
Los asesinatos tuvieron lugar desde septiembre de 1939 hasta el final de la guerra Mundial en 1945, tiempo durante el cual
fueron liquidadas entre 275 000 a 300 000 personas en varios centros de exterminio ubicados en hospitales psiquiátricos en
Alemania y Austria, junto con los de la Polonia dominada, y los del Protectorado de Bohemia y Moravia (ahora República
Checa). El número de víctimas registradas inicialmente fue un desalentador total de 70 273 personas; el cual ha sido revisado,
mostrándose notoriamente al alza, debido al descubrimiento de víctimas adicionales que figuran en los archivos de la
antigua Alemania Oriental.68d Aproximadamente la mitad de los asesinados fueron tomados de los asilos de las iglesias, a
menudo con la aprobación de las autoridades protestantes o católicas de esas instituciones.6970
A pesar de que la Santa Sede anunció el 2 de diciembre de 1940 que la política era contraria a la ley divina natural y positiva y
que «el asesinato directo de una persona inocente no está permitido, ya sea por defectos mentales o físicos», la declaración
no fue confirmada por algunas autoridades católicas en Alemania. Por otro lado, durante el verano de 1941, las protestas
fueron dirigidas en ese país por el obispo von Galen, cuya intervención, según Richard J. Evans, condujo al «movimiento de
protesta más fuerte, explícito y extendido contra cualquier política desde el comienzo del Tercer Reich».71
Han sido ofrecidas varias razones para el programa, incluida la eugenesia, la compasión, la reducción del sufrimiento,
la higiene racial, la rentabilidad y la presión sobre el presupuesto de beneficencia social.72 7374 La continuación no oficial de
la política dio lugar a muertes adicionales por medicamentos y medios similares, lo que resultó en 93 521 camas «vaciadas» a
finales de 1941.ef La tecnología que fue desarrollada bajo el programa Aktion T4, particularmente el uso del gas letal para
matar a un gran número de personas, fue responsabilidad de la división médica del Ministerio del Interior del Reich, junto con
el personal que había participado en el desarrollo de la misma y luego participó en la Operación Reinhard.78
La tecnología, el personal y las técnicas desarrollas fueron fundamentales para la implementación de los genocidios nazis.60
Aunque el programa fue autorizado por Hitler, los homicidios han sido vistos como asesinatos en Alemania. El número de
muertos fue aproximadamente unos 200 000d en Alemania y Austria; en otros países europeos, aproximadamente 100
000 personas también fueron víctimas letales.79 80
En el entendimiento actual, el uso del término «eutanasia» en el contexto del Aktion T4 se le considera un eufemismo para
ocultar un programa de genocidio, en el cual las personas fueron asesinadas por «discapacidades, creencias religiosas y valores
individuales discordantes» con el régimen nazi.81 Comparado con las discusiones sobre eutanasia que siguieron al finalizar la
guerra, el programa Nazi pudo haber sido redactado en palabras que parecen similares al uso moderno del término, la
diferencia radica en que durante el T4 no hubo «misericordia» y los pacientes no fueron necesariamente pacientes
terminales.81 A pesar de estas diferencias, el historiador y opositor a la eutanasia Ian Dowbiggin escribe que «los orígenes de
la eutanasia Nazi, como los del movimiento estadounidense pro eutanasia, preceden al Tercer Reich y se entrelazaron con la
historia de la eugenesia y el darwinismo social, como también con los esfuerzos para desacreditar la moralidad tradicional y la
ética».82

La petición de 1949 del estado de Nueva York a favor de la eutanasia y la oposición católica

El 6 de enero de 1949, la Sociedad Estadounidense pro Eutanasia presentó a la Legislatura del Estado de Nueva York una
petición para legalizar la eutanasia, firmada por 379 ministros protestantes y judíos, el grupo más grande de líderes religiosos
que haya adoptado esta postura. Una petición similar había sido enviada a la Legislatura de Nueva York en 1947, firmada por
aproximadamente mil médicos de Nueva York.
Los líderes religiosos católicos criticaron la petición, diciendo que tal proyecto de ley «legalizaría un pacto “asesinato suicida”»
dicha crítica incluía una «racionalización del quinto mandamiento de la ley de Dios: “No matarás”».83 El reverendo Robert E.
McCormick dijo que:

<< El objetivo final de la Sociedad pro Eutanasia se basa en el principio totalitario de que el estado es supremo y que el
individuo no tiene derecho a vivir si su permanencia en la vida es una carga u obstáculo para el estado. Los nazis siguieron este
principio y la eutanasia obligatoria se practicó como parte de su programa durante la guerra reciente. Los ciudadanos
estadounidenses del estado de Nueva York debemos hacernos esta pregunta: ¿vamos a terminar con el trabajo de Hitler?
—Reverendo Robert E. McCormick.83 >>

La petición provocó tensiones entre la Sociedad Estadounidense pro Eutanasia y la Iglesia Católica, lo que contribuyó a un
clima de sentimiento anticatólico en general, en relación con cuestiones como el control de la natalidad, la eugenesia y
el control de la población. Sin embargo, la petición no dio lugar a ningún cambio legal.49

Clasificaciones de eutanasia
La eutanasia se clasifica de diferentes formas: directa e indirecta según el accionar médico, y voluntaria e involuntaria si se
cuenta o no con el consentimiento del paciente informado y consciente.84

Según el accionar médico


 Eutanasia directa: cuando existe una provocación intencional del médico que busca la terminación de la vida del
paciente. Esta a su vez posee dos formas:
o Activa o positiva: se le considera activa o positiva (acción) cuando existe un despliegue médico para producir la
muerte de una persona como suministrar directamente algún tipo de fármaco o realizando intervenciones
cuyo objetivo es causar la muerte.
o Pasiva o negativa: es pasiva o negativa (omisión) cuando la muerte es producida por la omisión de
tratamientos, medicamentos, terapias o alimentos. En este tipo de eutanasia la actuación del médico es
negativa pues su conducta es de «no hacer». En otras palabras, se abandona todo tipo de actividad
terapéutica para prolongar la vida de una persona que se encuentre en fase terminal, pues se ha concluido
que el tratamiento es inútil para el mejoramiento del paciente. Suele identificarse con los conceptos de dejar
morir y ortotanasia, así como con el derecho a rechazar un tratamiento médico o retirarse del soporte vital.
 Eutanasia indirecta: es la que se verifica cuando se origina sin la intención de causar la muerte del paciente. Según la
definición de eutanasia la indirecta no lo sería pues uno de los elementos de esta práctica es la provocación
intencional de la muerte. En todo caso, la indirecta se da como resultado de efectuar procedimientos médicos
intensos, con intención terapéutica, que pueden producir la muerte.

Según la voluntad del paciente


 Voluntaria: es aquella en la cual es el paciente quien toma la decisión o por terceras personas obedeciendo los deseos
que el paciente ha expresado con anterioridad.85
 Involuntaria: sucede cuando un tercero toma la decisión sin obtener el consentimiento del paciente (pudiendo
obtenerse) o de un pariente de este.86
 No voluntaria: ocurre cuando un tercero toma la decisión sin el consentimiento del paciente debido a la imposibilidad
de expresarlo.87
Argumentos a favor y en contra
Históricamente, el debate sobre la eutanasia ha tendido a centrarse en una serie de preocupaciones clave. Según el
estadounidense oncólogo y bioético Ezekiel Emanuel (1957), opositor a la eutanasia, los partidarios de esta han presentado
cuatro argumentos principales:
a) que las personas tienen derecho a la autodeterminación y, por lo tanto, de permitírseles elegir su destino;
b) ayudar a un sujeto a morir podría ser una mejor opción que requerir que continúen sufriendo;
c) la distinción entre la eutanasia pasiva, que a menudo está permitida, y la eutanasia activa, que no es sustantiva, es
irrazonable o poco sólida
d) permitir la eutanasia no conducirá, necesariamente, a consecuencias inaceptables.

Los activistas a favor de la eutanasia suelen indicar que, en países como Bélgica, Países Bajos, y que en estados de Estados
Unidos como el de Oregón, donde esta ha sido legalizada no ha sido problemático.
De manera similar, Emanuel argumenta que hay cuatro argumentos principales presentados por los oponentes de la
eutanasia:
a) no todas las muertes son dolorosas;
b) están disponibles alternativas como la interrupción del tratamiento activo combinadas con el uso del alivio efectivo del
dolor;
c) la distinción entre eutanasia activa y pasiva es moralmente significativa; y
d) la legalización de la eutanasia colocará a la sociedad en la falacia del efecto dominó, lo que conducirá a consecuencias
inaceptables.909192
De hecho, en el 2013 en Oregón, el dolor no era una de las cinco razones principales por las cuales las personas buscaban la
eutanasia. Los principales motivos fueron la pérdida de la dignidad y el temor a ser una carga para los demás.93
Muchas veces las personas que toman la decisión de que se le practique la eutanasia, debe ser respetada porque la persona o
el que adolece algún mal que no tiene cura ni explicación, sufre. Es el preciso momento en que uno se da cuenta de que día a
día la persona padece más y tiene que aguantarlo y tratar de convivir con ello porque hay estados que no permiten que se
practique la eutanasia.

Invocación de los derechos individuales contra la transgresión a una interdicción

Los contornos de la noción del derecho a la vida son objeto de debate filosófico, legal y moral. Varias tradiciones filosóficas o
religiosas rechazan el suicidio en sus diversas formas. Otras rechazan específicamente la eutanasia: la intervención de un actor
que termina la vida del paciente es considerada una forma de asesinato.
Según la Corte Constitucional de Colombia, la Constitución de Colombia protege la vida como un derecho además de
incorporarla como un valor dentro del ordenamiento, y para asegurar el derecho a la vida el Estado y los ciudadanos tienen
competencias y deberes con esta. Sin embargo, el «Estado no puede pretender cumplir esa obligación desconociendo la
autonomía y la dignidad de las propias personas. Por ello ha sido doctrina constante de esta Corporación que toda terapia
debe contar con el consentimiento informado del paciente, quien puede entonces rehusar determinados tratamientos que
objetivamente podrían prolongar la duración de su existencia biológica pero que él considera incompatibles con sus más
hondas convicciones personales. Sólo el titular del derecho a la vida puede decidir hasta cuándo es ella deseable y compatible
con la dignidad humana. Y si los derechos no son absolutos, tampoco lo es el deber de garantizarlos, que puede encontrar
límites en la decisión de los individuos, respecto a aquellos asuntos que sólo a ellos les atañen».94 La postura de la Corte
frente a los enfermos terminales que experimentan intensos sufrimientos, también considera que el deber estatal de proteger
la vida, «cede frente al consentimiento informado del paciente que desea morir en forma digna. En efecto, en este caso, el
deber estatal se debilita considerablemente por cuanto, en virtud de los informes médicos, puede sostenerse que, más allá de
toda duda razonable, la muerte es inevitable en un tiempo relativamente corto». Es en estos casos cuando el paciente
terminal toma una decisión sobre cómo enfrentar la muerte, pues está informado y es consciente de que «no está optando
entre la muerte y muchos años de vida plena, sino entre morir en condiciones que él escoge, o morir poco tiempo después en
circunstancias dolorosas y que juzga indignas». El derecho a vivir dignamente implica, entonces, el derecho a morir en forma
digna; condenar a una persona a prolongar por escaso tiempo su existencia, cuando es contrario a sus deseos y está
padeciendo profundas aflicciones logra que la persona quede «reducida a un instrumento para la preservación de la vida como
valor abstracto».95
Un grupo de médicos belgas pudo señalar en un manifiesto contra la eutanasia que «la autorización legal de la eutanasia [...]
transgrede una prohibición fundacional y, por lo tanto, afecta los cimientos de nuestra democracia, delineando una clase de
ciudadanos que pueden ser asesinados con el apoyo de la sociedad».96
El tema de la eutanasia, necesariamente, va más allá del nivel de los derechos individuales. El genetista francés Axel
Kahn (1944), miembro del Comité Nacional de Ética Consultiva, dice que «el deseo de querer morir [...] no requiere un
reproche moral de la sociedad secular. No se sugiere, por supuesto, que la eutanasia se convierta en un negocio “para ofrecer
este servicio” a quienes lo demanden».97
Para el abogado francés Robert Badinter (1928), exministro de justicia y principal artífice de la abolición de la pena de muerte;
la introducción de una excepción a la eutanasia en la ley no podría ser efectuada sin dañar el derecho a la vida, «el primero de
los derechos del hombre». Él cree que el Código Penal francés «tiene una función expresa y que, como tal, debe reflejar los
valores de una sociedad»; «está al nivel más alto cuando se trata de la vida o la muerte. En una democracia nadie puede
quitarles la vida a otros».98

El ejercicio de la libertad y de la autonomía

Para la Corte Constitucional de la República de Colombia, la persona es considerada como «sujeto moral, capaz de asumir en
forma responsable y autónoma las decisiones sobre los asuntos que en primer término a él incumben, debiendo el Estado
limitarse a imponerle deberes, en principio, en función de los otros sujetos morales con quienes está abocado a convivir»; «si
la manera en que los individuos ven la muerte refleja sus propias convicciones, ellos no pueden ser forzados a continuar
viviendo cuando, por las circunstancias extremas en que se encuentran, no lo estiman deseable ni compatible con su propia
dignidad, con el argumento inadmisible de que una mayoría lo juzga un imperativo religioso o moral». Puesto que el Estado no
puede esperar de sus ciudadanos conductas heroicas ni forzarlos a realizarlas, y «menos aún si el fundamento de ellas está
adscrito a una creencia religiosa o a una actitud moral que, bajo un sistema pluralista, sólo puede revestir el carácter de una
opción. Nada tan cruel como obligar a una persona a subsistir en medio de padecimientos oprobiosos, en nombre de creencias
ajenas, así una inmensa mayoría de la población las estime intangibles»; pues es parte de la filosofía de la Constitución de
Colombia eliminar la crueldad, garantizar la pluralidad y la autonomía. También apunta que, desde una perspectiva pluralista,
vivir no es un deber absoluto y que «quien vive como obligatoria una conducta, en función de sus creencias religiosas o
morales, no puede pretender que ella se haga coercitivamente exigible a todos».99
Axel Kahn evoca el argumento forzado de los opositores de que la naturaleza de la demanda de eutanasia se debe en
particular por el dolor, la sensación de abandono o la desesperación. Esta dimensión restringida le parece en esencia
incompatible con el ejercicio de la libertad auténtica. Por lo tanto, la primera respuesta de la sociedad a este tipo de
solicitudes nunca debería ser, según él, la organización de un suicidio asistido o un acto directo de eutanasia, sino que debería
tratarse de restablecer las condiciones de una libertad auténtica mediante la restauración de una vida deseable.97
Con el fin de ajustarse a los deseos del paciente, incluso cuando este no puede expresarlos, muchos estados han establecido la
posibilidad de emitir un documento de voluntades anticipadas.
De manera similar, la Asociación Médica Mundial ha emitido una serie de directrices durante su Asamblea General de 2003.

La visión de la dignidad humana


Un punto que, muy comúnmente, marca la línea divisoria entre los partidarios y los opositores de la eutanasia es la visión de
la dignidad humana, ya que es un argumento invocado tanto para justificar el mantenimiento de la prohibición de la eutanasia
como para despenalizarla.101 Por lo tanto, una recomendación de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa,
adoptada el 21 de mayo de 1999, establece que la dignidad es una noción absoluta:

<< La dignidad es inherente a la existencia de cada ser humano. Si su posesión se debiera a peculiaridades, habilidades o
cualquier condición, la dignidad no sería ni igual ni universalmente peculiar para todos los seres humanos. Por lo tanto, el ser
humano está investido de dignidad a lo largo de su vida. El dolor, el sufrimiento o la debilidad no pueden privarlo de ella.
—Consejo de Europa >>

La recomendación, por lo tanto, exige «consagrar y proteger el derecho de las personas terminalmente enfermas y
moribundas a una gama completa de cuidados paliativos» y «mantener [la] prohibición absoluta intencional de la vida de los
pacientes incurables y moribundos».102
Por el contrario, el filósofo británico Simon Blackburn (1944) considera que es imposible «fundamentar la prohibición [a la
eutanasia] en el respeto a la vida, y aún menos en el respeto a la dignidad; ya que lo que [la prohibición] en realidad no quiere
respeto por la vida sino por el acto de morir, es decir, tratar como sacrosanto el procedimiento a menudo intolerable, cruel,
sin dignidad alguna y doloroso de nuestra disolución natural».103
El impacto de la eutanasia en el tema de la dignidad humana va más allá de la cuestión de una situación individual al final de la
vida. Por lo tanto, el Informe Sicardg critica a la eutanasia porque «internaliza las representaciones sociales negativas de un
cierto número de situaciones de vejez, enfermedad y discapacidad»,104 lo que corre el riesgo de distanciar a la medicina del
«deber universal de la humanidad de la atención y acompañamiento».104
Para la Corte Constitucional de Colombia en la Constitución se establece «que el Estado colombiano está fundado en el
respeto a la dignidad de la persona humana; esto significa que, como valor supremo, la dignidad irradia el conjunto de
derechos fundamentales reconocidos, los cuales encuentran en el libre desarrollo de la personalidad su máxima expresión. El
principio de la dignidad humana atiende necesariamente a la superación de la persona, respetando en todo momento su
autonomía e identidad».105 Señaló también que tal principio de dignidad «no sería comprensible si el necesario proceso de
socialización del individuo se entendiera como una forma de masificación y homogenización integral de su conducta,
reductora de toda traza de originalidad y peculiaridad. Si la persona es en sí misma un fin, la búsqueda y el logro incesantes de
su destino conforman su razón de ser y a ellas por fuerza acompaña, en cada instante, una inextirpable singularidad de la que
se nutre el yo social, la cual expresa un interés y una necesidad radicales del sujeto que no pueden quedar desprotegidas por
el derecho a riesgo de convertirlo en cosa».106 Con esto es claro para la Corte que la vida no puede ser vista simplemente
como algo sagrado, hasta el punto de desconocer la situación en la que se encuentra el paciente terminal y su posición
personal frente al valor de la vida. Resume la Corte así: «el derecho a la vida no puede reducirse a la mera subsistencia, sino
que implica el vivir adecuadamente en condiciones de dignidad».107
En el Informe del Comité de Bioética de España de 2020 sobre el final de la vida se indica, a este respecto, lo siguiente:
La inalienabilidad del derecho a la vida que condiciona al mismo en el sentido de no admitir su contenido negativo deriva de su
necesaria conexión con la dignidad humana y la libertad. El derecho a la vida es irrenunciable en la medida que no se puede
exigir el derecho a morir. El individuo puede desplegar aquellas conductas que impliquen, en virtud de su agere licere (las
acciones que aún no han sido objeto de regulación jurídica.), dejar discurrir a la naturaleza y, por ejemplo, no adoptar las
medidas necesarias en orden a poner remedido a una enfermedad o situación física que le encamine hacia la muerte. Por ello,
el tratamiento médico es voluntario con excepciones vinculadas generalmente a la salud pública. Sin embargo, la persona no
puede exigir del Estado o de un tercero una acción positiva que ponga fin a su vida108

Gestión de los recursos sociales


Algunos de los defensores de la eutanasia buscan superar tanto la visión de la dignidad individual absoluta como la libertad a
favor de una concepción utilitarista de la moralidad. El utilitarismo permite, y eventualmente promueve, el sacrificio de la
felicidad individual a favor del mayor número. Con esto en mente, se considera legítimo optimizar el uso de los recursos
médicos dando prioridad a los pacientes cuyas vidas pueden ser salvadas, y considerar como una carga los recursos destinados
a mantener con vida a las personas que ya no pueden traer nada a la sociedad. Esta concepción, teorizada por el filósofo
australiano utilitarista Peter Singer (1946), es defendida en particular en Suiza por el presidente del Partido Demócrata
Cristiano Christopher Darbellay.109
En el fondo, un planteamiento utilitarista constituye una forma rápida de resolver un problema, pero solo aparentemente. Se
resta la debida importancia a los valores humanos en beneficio de la eficiencia pragmática. Es frecuente que, en estos casos,
los más desfavorecidos salgan perdiendo. El utilitarismo tiende a considerar que el valor moral de las personas puede ser
intercambiable. Los discapacitados y los ancianos requieren un tratamiento bien distinto, como han resaltado diversos
expertos.110

Tomando en cuenta el sufrimiento


De acuerdo con los opositores a la eutanasia, actualmente los dolores son bien tenidos en cuenta y a menudo son calmados de
manera efectiva, especialmente en los servicios de cuidados paliativos. Lo cual indica un sufrimiento significativo que no es el
dolor, por ejemplo:
 la pérdida progresiva de control sobre el propio cuerpo, como en el caso de las enfermedades neurodegenerativas;
 la sensación de sofocación;
 la deformación del cuerpo y, especialmente, del rostro; y
 la pérdida permanente de la autonomía.
La disminución de casos de eutanasia en los Países Bajos entre 2001 y 2005 parece ser atribuible, según los autores de un
informe basado en estadísticas sobre la eutanasia; a la mejora de los cuidados paliativos.111
Algunos médicos y comentaristas objetan la necesidad de introducir la eutanasia en la ley, debido al progreso, presente y
futuro, de la medicina paliativa en la lucha contra el sufrimiento en su totalidad. Por lo tanto, el genetista Axel Kahn dice:
«solucionaría una ley de eutanasia si esa fuera la única forma de calmar el sufrimiento».97En realidad, actualmente los
cuidados paliativos y las técnicas de sedación alivian el sufrimiento del paciente, sin necesidad de buscar deliberadamente la
muerte.112
Argumentos sobre la necesidad y viabilidad de una introducción controlada
Al enmendar la legislación belga, uno de los argumentos en la exposición de motivos es que la eutanasia, en un entorno
médico, evita prácticas que habrían sucedido de forma clandestina y permite que los actores sean colocados en condiciones
de buena supervisión de las prácticas y seguridad jurídica.113
Por el contrario, el informe de Sicard publicado en el 2012 en Francia, considera que la introducción de una forma enmarcada
de eutanasia es una ilusión: «la práctica de la eutanasia desarrolla su propia dinámica resistente al control efectivo y tiende a
expandirse».104

Opinión médica
La Asociación Médica Mundial, que aglutina a los colegios médicos de 115 países, reiteró en una declaración adoptada por su
Asamblea General en 2019: La AMM reitera su fuerte compromiso con los principios de la ética médica y con que se debe
mantener el máximo respeto por la vida humana. Por lo tanto, la AMM se opone firmemente a la eutanasia y al suicidio con
ayuda médica.114
Las opiniones de los médicos sobre la legalización de la eutanasia están divididas. Así lo muestra una encuesta realizada por el
Instituto Nacional de Salud e Investigación Médica; efectuada en el 2003 que muestra que 45 % de los médicos de familia
franceses, están a favor de una despenalización de la eutanasia equiparable al porcentaje obtenido en los Países Bajos. Los
autores del estudio informan que «los médicos más involucrados y cómodos con los cuidados paliativos y con el seguimiento
al final de la vida son, a menudo, más hostiles a la legalización de la eutanasia», en comparación con «aquellos que se sienten
incómodos con los pacientes al final de su vida». El mismo estudio apunta a una tendencia, particularmente entre los médicos
que no han recibido capacitación específica, en técnicas como la reanimación o la sedación, equiparándolas con la eutanasia.
Finalmente, indica una correlación estadística entre la tendencia a hacer esta asimilación y el hecho de declararse a favor de la
eutanasia.115
En todos los casos, independientemente de si la eutanasia está despenalizada o no, lo que está en juego para los médicos y los
equipos de atención sigue siendo lo ético: la ley no prevalece sobre la reflexión ética y personal en la elección de los actos al
final de la vida, inyecciones letales, decisión de detener el tratamiento o sedación terminal. En el caso de la eutanasia en
particular, la cuestión de su legitimidad ética no se confunde con la cuestión de su legalización o despenalización. En este
sentido, la filósofa francesa Marta Spranzi señala que «permitir explícitamente a que los miembros de la profesión médica den
muerte, aunque solo sea con el laudable propósito de aliviar los sufrimientos de los pacientes, incluso por parte de los propios
médicos, como más problemáticos que la realidad del gesto en sí, deber cumplido en el silencio de la relación médica» a causa
de posibles consecuencias.116
En el Reino Unido, el grupo en pro del suicidio asistido Dignity in Dying (dignidad en la muerte) cita investigaciones
contradictorias sobre las actitudes de los médicos hacia la muerte asistida; en la encuesta publicada en el 2009 sobre medicina
paliativa la cual arroja que el 64 % de los encuestados apoya la muerte asistida en los casos en los cuales el paciente tiene una
enfermedad incurable y dolorosa, mientras que el 36 % se opone.117 En un estudio revelado en BMC Medical Ethics el 49 %
de los médicos encuestados se opone a cambiar la ley para permitir la muerte asistida y el 39 % está a favor de tal cambio
legal.118
Una encuesta de 2010 realizada en los Estados Unidos de América entre más de 10 000 médicos, encontró que el 16.3 % de los
médicos consideraría suspender la terapia para mantener la vida si la familia lo exige, incluso en la creencia de ser prematuro.
Aproximadamente 54.5 % no lo haría, y el 29.2 % restante respondió «depende».119 El estudio también encontró que el
45.8 % de los médicos estuvieron de acuerdo en que el suicidio asistido por un médico debería ser permitido en algunos casos,
mientras que el 40.7 % no lo estuvo; y el 13.5 % restante sintió que dependía.119
Cabe destacar que un prestigioso autor en Deontología médica como Leon Kass ha puesto de relieve que la posibilidad de que
un médico llegara a cometer actos eutanásicos podría transformar totalmente la relación médico- paciente.
Puntos de vista religiosos
Los puntos de vista religiosos sobre la eutanasia son variados. Si bien el punto de vista sobre el tema no necesariamente se
entrelaza directamente con la religión, a menudo afecta la opinión de una persona. Si bien la influencia de la religión en los
puntos de vista de alguien hacia los cuidados paliativos hace una diferencia, a menudo desempeñan una función más pequeña
de lo que podría esperarse. Se realizó un análisis de la conexión entre la religión de los adultos estadounidenses y su punto de
vista sobre la eutanasia para ver cómo se combinan. Los hallazgos concluyeron que la afiliación religiosa con la que cada
persona se asocia no necesariamente se relaciona con su postura al respecto de la eutanasia.121 Las investigaciones muestran
que, si bien muchos pertenecen a una religión específica, es posible que no siempre vean todos los aspectos de la eutanasia
como relevantes para ellos.
Algunos análisis de metadatos han apoyado la hipótesis de que las actitudes de las enfermeras hacia la eutanasia y el suicidio
asistido por médicos están influenciadas por su religión y su cosmovisión. Atribuir más importancia a la religión también
parece hacer que sea menos probable un acuerdo con la eutanasia y el suicidio asistido por un médico.122 Un estudio de
opinión pública realizado en 1995 encontró que la tendencia a ver una distinción entre la eutanasia activa y el suicidio se ve
claramente afectada por la afiliación religiosa y el nivel de educación.123 En Australia, más médicos sin afiliación religiosa
formal simpatizaron con la eutanasia voluntaria activa, y reconocieron que la habían practicado a diferencia de los médicos
que dijeron tener alguna filiación religiosa. De aquellos que se identifican con una religión e informan de una afiliación
protestante fueron intermedios en sus actitudes y prácticas entre los grupos agnóstico, ateo y católico. Los católicos
registraron actitudes más opuestas, pero aun así el 18 % de los médicos católicos encuestados registraron que habían tomado
medidas activas para provocar la muerte de aquellos pacientes que lo solicitaron.124
En 2019, representantes del cristianismo, el islam y el judaísmo firmaron una declaración conjunta en la que rechazaban la
eutanasia y el suicidio asistido, recomendando en cambio unos cuidados paliativos de calidad y accesibles a todos.125126

En general este es el punto de vista de las religiones, pero la iglesia se ha manifestado claramente acerca de la eutanasia en la
DECLARACIÓN «IURA ET BONA» SOBRE LA EUTANASIA de la SAGRADA CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE diciendo
textualmente: Por eutanasia se entiende una acción o una omisión que, por su naturaleza, o en la intención, causa la muerte,
con el fin de eliminar cualquier dolor. La eutanasia se sitúa pues en el nivel de las intenciones o de los métodos usados.

Ahora bien, es necesario reafirmar con toda firmeza que nada ni nadie puede autorizar la muerte de un ser humano inocente,
sea feto o embrión, niño o adulto, anciano, enfermo incurable o agonizante. Nadie además puede pedir este gesto homicida
para sí mismo o para otros confiados a su responsabilidad ni puede consentirlo explícita o implícitamente. Ninguna autoridad
puede legítimamente imponerlo ni permitirlo. Se trata en efecto de una violación de la ley divina, de una ofensa a la dignidad
de la persona humana, de un crimen contra la vida, de un atentado contra la humanidad.

Podría también verificarse que el dolor prolongado e insoportable, razones de tipo afectivo u otros motivos diversos, induzcan
a alguien a pensar que puede legítimamente pedir la muerte o procurarla a otros. Aunque en casos de ese género la
responsabilidad personal pueda estar disminuida o incluso no existir, sin embargo, el error de juicio de la conciencia —aunque
fuera incluso de buena fe— no modifica la naturaleza del acto homicida, que en sí sigue siendo siempre inadmisible. Las
súplicas de los enfermos muy graves que alguna vez invocan la muerte no deben ser entendidas como expresión de una
verdadera voluntad de eutanasia; éstas en efecto son casi siempre peticiones angustiadas de asistencia y de afecto. Además
de los cuidados médicos, lo que necesita el enfermo es el amor, el calor humano y sobrenatural, con el que pueden y deben
rodearlo todos aquellos que están cercanos, padres e hijos, médicos y enfermeros.
Y que: La muerte no sobreviene siempre en condiciones dramáticas, al final de sufrimientos insoportables. No debe pensarse
únicamente en los casos extremos. Numerosos testimonios concordes hacen pensar que la misma naturaleza facilita en el
momento de la muerte una separación que sería terriblemente dolorosa para un hombre en plena salud. Por lo cual una
enfermedad prolongada, una ancianidad avanzada, una situación de soledad y de abandono, pueden determinar tales
condiciones psicológicas que faciliten la aceptación de la muerte.
Y sobre el argumento del dolor:
El dolor físico es ciertamente un elemento inevitable de la condición humana, a nivel biológico, constituye un signo cuya
utilidad es innegable; pero puesto que atañe a la vida psicológica del hombre, a menudo supera su utilidad biológica y por ello
puede asumir una dimensión tal que suscite el deseo de eliminarlo a cualquier precio.
Sin embargo, según la doctrina cristiana, el dolor, sobre todo el de los últimos momentos de la vida, asume un significado
particular en el plan salvífico de Dios; en efecto, es una participación en la pasión de Cristo y una unión con el sacrificio
redentor que Él ha ofrecido en obediencia a la voluntad del Padre. No debe pues maravillar si algunos cristianos desean
moderar el uso de los analgésicos, para aceptar voluntariamente al menos una parte de sus sufrimientos y asociarse así de
modo consciente a los sufrimientos de Cristo crucificado (cf. Mt 27, 34). No sería sin embargo prudente imponer como norma
general un comportamiento heroico determinado. Al contrario, la prudencia humana y cristiana sugiere para la mayor parte
de los enfermos el uso de las medicinas que sean adecuadas para aliviar o suprimir el dolor, aunque de ello se deriven, como
efectos secundarios, entorpecimiento o menor lucidez. En cuanto a las personas que no están en condiciones de expresarse,
se podrá razonablemente presumir que desean tomar tales calmantes y suministrárseles según los consejos del médico.

También habla sobre el uso de analgésicos en el final de la vida citando la respuesta de Pio XII a unos médicos que le
preguntaban: "¿La supresión del dolor y de la conciencia por medio de narcóticos ... está permitida al médico y al paciente por
la religión y la moral (incluso cuando la muerte se aproxima o cuando se prevé que el uso de narcóticos abreviará la vida)?". El
Papa respondió: "Si no hay otros medios y si, en tales circunstancias, ello no impide el cumplimiento de otros deberes
religiosos y morales: Sí" [5]. En este caso, en efecto, está claro que la muerte no es querida o buscada de ningún modo, por
más que se corra el riesgo por una causa razonable: simplemente se intenta mitigar el dolor de manera eficaz, usando a tal fin
los analgésicos a disposición de la medicina.

Los analgésicos que producen la pérdida de la conciencia en los enfermos, merecen en cambio una consideración particular. Es
sumamente importante, en efecto, que los hombres no sólo puedan satisfacer sus deberes morales y sus obligaciones
familiares, sino también y sobre todo que puedan prepararse con plena conciencia al encuentro con Cristo. Por esto, Pío XII
advierte que "no es lícito privar al moribundo de la conciencia propia sin grave motivo".

Y al respecto de el uso o no de tratamientos extraordinarios para la prolongación de la vida dice:


Hasta ahora los moralistas respondían que no se está obligado nunca al uso de los medios "extraordinarios". Hoy en cambio,
tal respuesta siempre válida en principio, puede parecer tal vez menos clara tanto por la imprecisión del término como por los
rápidos progresos de la terapia. Debido a esto, algunos prefieren hablar de medios "proporcionados" y "desproporcionados".
En cada caso, se podrán valorar bien los medios poniendo en comparación el tipo de terapia, el grado de dificultad y de riesgo
que comporta, los gastos necesarios y las posibilidades de aplicación con el resultado que se puede esperar de todo ello,
teniendo en cuenta las condiciones del enfermo y sus fuerzas físicas y morales.

Para facilitar la aplicación de estos principios generales se pueden añadir las siguientes puntualizaciones:

— A falta de otros remedios, es lícito recurrir, con el consentimiento del enfermo, a los medios puestos a disposición por la
medicina más avanzada, aunque estén todavía en fase experimental y no estén libres de todo riesgo. Aceptándolos, el
enfermo podrá dar así ejemplo de generosidad para el bien de la humanidad.

— Es también lícito interrumpir la aplicación de tales medios, cuando los resultados defraudan las esperanzas puestas en ellos.
Pero, al tomar una tal decisión, deberá tenerse en cuenta el justo deseo del enfermo y de sus familiares, así como el parecer
de médicos verdaderamente competentes; éstos podrán sin duda juzgar mejor que otra persona si el empleo de instrumentos
y personal es desproporcionado a los resultados previsibles, y si las técnicas empleadas imponen al paciente sufrimientos y
molestias mayores que los beneficios que se pueden obtener de los mismos.

Es siempre lícito contentarse con los medios normales que la medicina puede ofrecer. No se puede, por lo tanto, imponer a
nadie la obligación de recurrir a un tipo de cura que, aunque ya esté en uso, todavía no está libre de peligro o es demasiado
costosa. Su rechazo no equivale al suicidio: significa más bien o simple aceptación de la condición humana, o deseo de evitar la
puesta en práctica de un dispositivo médico desproporcionado a los resultados que se podrían esperar, o bien una voluntad de
no imponer gastos excesivamente pesados a la familia o la colectividad.

— Ante la inminencia de una muerte inevitable, a pesar de los medios empleados, es lícito en conciencia tomar la decisión de
renunciar a unos tratamientos que procurarían únicamente una prolongación precaria y penosa de la existencia, sin
interrumpir sin embargo las curas normales debidas al enfermo en casos similares. Por esto, el médico no tiene motivo de
angustia, como si no hubiera prestado asistencia a una persona en peligro.

También podría gustarte