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REAL, SIMBÓLICO, IMAGINARIO

Lo real, lo imaginario y lo simbólico son unos campos o dimensiones, que Lacan llama registros
o categorías de lo psíquico.

Las tres categorías mencionadas están desde el comienzo de su enseñanza del psicoanálisis y
las mantiene siempre, aunque no siempre de la misma manera. Durante un cierto tiempo
piensa lo Simbólico como dominando, incluso domesticando, lo Imaginario y lo Real. En la
última etapa de su enseñanza, los reordena como R- S- I, donde lo Real cobra toda su
importancia teórica y clínica.

- El orden imaginario se originó en el artículo “El estadio del espejo”, que se encuentra en
“Escritos” (hay ediciones de Paidós y de Siglo XXI). Allí, Lacan nos presenta la matriz de la
constitución de una primera pareja, la que todo ser forma con su primer objeto. Ese primer
objeto es la imagen del cuerpo propio en el espejo. La pareja de la que hablamos está en
relación entonces con lo que Freud denominó “narcisismo”. Después, Lacan amplió la categoría
de lo imaginario e incluyó la cadena de la significación.

Cuando decimos que lo imaginario es el cuerpo tenemos que hacer una aclaración: no se trata
del cuerpo como sustancia orgánica viviente, sino el cuerpo de la imagen, una forma. Es un
imaginario vuelto hacia su matriz, hacia el fenómeno primario de la fascinación del ser humano
por su propia imagen. El estadio del espejo es la primera estructura del mundo primario del
sujeto, por tanto ese mundo es muy inestable. El mundo estructurado mediante el estadio del
espejo es un mundo de transitivismo, un mundo de “o tú o yo”, en donde no se sabe si es uno o
el otro, tú o yo, quien ha hecho algo. Un ejemplo del transitivismo del estadio del espejo: un
niñito/a pega a otro/a más o menos de su edad, y en un instante llora el pegado, pero
rápidamente llora también el que pegó…

En su artículo “El estadio del espejo”, Lacan presenta una aplicación concreta de la distinción
entre lo simbólico y lo imaginario. Se trata de un fenómeno que fue observado por el psicólogo
Wallon: la apropiación por el niño de su imagen en el espejo, a una edad variable situada entre
los 6 y los 9 meses. El niño muestra su satisfacción, su gran alegría, cuando logra reconocerse.
Esta posibilidad de reconocerse coincide con una mayor capacidad para dominar su cuerpo,
controlar sus movimientos y su posición. Lacan destaca algo que podría pasar inadvertido, y es
que el niño, a pesar del carácter fascinante de su imagen, se vuelve hacia el adulto que tiene a
su lado o que lo sostiene, le sonríe y mira de nuevo su imagen en le espejo. Es entonces
precisamente cuando el niño da muestras de su alegría. Sin esta mirada que primero pasa del
cuerpo propio al adulto y que luego vuelve al cuerpo propio, no hay júbilo en el niño. Lacan
explica esto como una subordinación de la referencia imaginaria que el niño encuentra en el
espejo a la referencia simbólica que habitualmente tiene en el adulto, alguien que encarna para
la él el poder regulador del lenguaje.

Dicho de otra manera: los seres humanos, en relación a otras especies, nacemos indefensos,
incompletos biológicamente. Al nacer, el niño tiene un dominio apenas parcial de sus funciones
motoras. ¿Cómo llega el niño a manejar su cuerpo? A partir del estadio del espejo, cuando el
bebé reacciona con alborozo al contemplar su imagen. Hasta ese punto, el cuerpo no es
percibido más que como una serie de sensaciones fragmentadas. Al ver su imagen en el
espejo el niño adquiere la noción de completud de su cuerpo. La imagen que da curso a la
adquisición de la noción de completud puede ser una imagen captada en un espejo o bien, la
imagen de otro niño. La completud aparente abre la posibilidad de un nuevo dominio del
cuerpo. Sin embargo, por este nuevo dominio de las funciones motoras se paga un precio. Al
identificarse con un "otro" no es entonces de extrañar que cuando el otro llore el niño llore
también, y cuando el otro posea algún objeto, el niño también lo quiera. Lacan utiliza el término
"lo imaginario" para referirse al registro en que tiene lugar esta identificación.
Resulta importante aclarar que esta completud aparente del cuerpo da lugar a la formación del
Yo. El Yo se construye, entonces, a partir de una imagen externa, lo cual implica que la
identidad nos es dada desde afuera. El yo se precipita a partir de una identificación imaginaria.

- Ahora bien, los sujetos hablantes no dependen tan sólo de la categoría de lo imaginario, del
orden de las imágenes. En un segundo tiempo aparece el orden Simbólico. Lo simbólico es el
registro psíquico que se origina en el lenguaje y en el Otro de ese lenguaje, podemos decir, la
madre. La tesis que Lacan desarrolla progresivamente sostiene que sin el Otro del lenguaje, sin
los significantes del Otro, el sujeto ni siquiera puede sostenerse en la posición de Narciso.
Entonces lo simbólico, el orden del lenguaje, es el que predomina: el significante del Otro, el
Otro como lugar de la palabra, domina la imagen del otro (otro con minúscula, el semejante).
Las tensiones del estadio del espejo, entonces, pueden apaciguarse o contenerse, ordenarse,
en el vínculo entre los sujetos hablantes. El niño, capturado por una identificación imaginaria,
asumirá también como factores identificatorios los significantes pronunciados por sus padres.
Imaginemos la situación en que la madre alza al niño frente al espejo y, al mismo tiempo que lo
confronta con la imagen, le dice "Te pareces a tu papá" o "Tienes la frente de tu hermano".
Serían pronunciamientos simbólicos que van ligando la imagen con un universo de
representaciones lingüísticas. La madre podrá decirle al niño/a: "eres un diablillo" o "mi niño,
eres un santo". La identidad del niño/a terminará dependiendo de cómo asuma las palabras de
sus padres. La relación del sujeto humano consigo mismo continúa construyéndose desde
afuera. El sujeto humano aprende quién es a partir de lo que otros le dicen. Lo imaginario será
entonces estructurado por el lenguaje. Es decir, no se trata de que el niño decida
concientemente parecerse a un familiar, sino que incorporará las palabras que oye, generará
su identidad en base a ellas, operando lo simbólico desde lo inconciente. La identificación
simbólica impide que el sujeto quede atrapado en el mundo imaginario.
Lo simbólico debe desplegarse en la cadena significante, la cadena de la palabra. La cadena
significante liga los significantes entre sí, y de rebote liga el sujeto y el Otro.
Pero incluso en el proceso de simbolización, hay un resto, un real que no ha logrado ser
simbolizado. Por eso Lacan puede definir a lo real como lo que resiste a la simbolización, lo
que ha resistido a dejarse integrar en la historia, en la verdad del sujeto: “lo real es lo que está
fuera de lo simbólico”.
Tenemos pues dos lugares para lo real: lo real para significar, que debe ser simbolizado, y lo
real como resto, que no ha logrado ser simbolizado.
En un análisis, se produce un proceso de simbolización: lo que ha quedado fuera puede ser
integrado en la cadena verbal de construcción de la historia propia.
Todo lazo social supone un lazo de significantes. Un lazo cualquiera, la madre y el niño, el
padre y la madre, el hombre y la mujer; el profesor/a y los alumnos... todas estas parejas de
significantes presiden el acercamiento y las relaciones entre los seres.

- Lo real es un concepto difícil de definir. Es todo aquello que tiene una presencia y existencia
propias y es no-representable.
No debe confundirse con el concepto de "realidad", puesto que esta más bien pertenece al
orden del lenguaje simbólicamente estructurado. Lo real sería justamente aquello que está
excluido de la realidad, lo que carece de sentido, la dimensión de lo que no encaja, de lo que
no podemos situar. Mientras que lo que normalmente llamamos realidad sería el resultado de
una especie de entrecruzamiento entre lo simbólico y lo imaginario, lo real es lo que está fuera
de lo simbólico y fuera de lo imaginario. En especial, Lacan plantea la idea de que lo real se
aborda por el lado de lo “imposible”: lo real es lo imposible de simbolizar, lo imposible que
queda por simbolizar, lo imposible de significantizar (entrar en el significante), lo imposible de
imaginar, es decir, lo real como imposible de pensar, imposible de cambiar. Lo real aparece en
la esfera de la sexualidad, de la muerte, del horror, del delirio.
Resumiendo, lo real es lo que no podemos pensar, imaginar o representar, es decir, lo no
conceptualizable, lo que no se puede poner en la palabra o en el lenguaje, constituyendo un
indeterminado incontrolable.

En la última etapa de su enseñanza, Lacan formula su teoría de los nudos y sin abandonar los
tres registros los reordena como R- S- I, donde lo real cobra toda su importancia teórica y
clínica.

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