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Universidad de la Cuenca del Plata

Facultad de Psicología, Educación y Relaciones Humanas.

Trabajo Práctico N°2

Alumna: Ethel Rosso

Carrera: Licenciatura en Psicología

Materia: Psicopatología

Ciudad de Corrientes

Fecha de entrega: 13 de mayo de 2020


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Introducción

En el presente trabajo traeré a colación los ejes 3 y 4, con la intención de dar cuenta de la

superposición constante de los tres registros distinguidos por Jacques Lacan, utilizando como

ejemplos los conceptos más importantes en cuanto a la identificación y la constitución del Yo

de sus distintos textos, en los cuales hace referencia a lo Real, lo Simbólico y lo Imaginario.

Por otro lado, indagaré sobre la paradoja de relacionar a lo Real con la realidad, y para ello

utilizaré a modo de ejemplificación la relación de las estructuras psicótica y neurótica con la

fantasía, para desarrollar así la relación de esta última con el estatuto de Real, ya sea

entendido desde Lacan o desde la concepción errónea de Real como realidad.

Trabajo Práctico N° 2: “Mis tres no son el Ello, Yo y Superyó, sino lo Simbólico, lo

Imaginario y lo Real.”

Estamos sumidos en tres registros. En tres facetas, donde a veces una guarda más

preminencia y, sin embargo, las tres poseen correlato: podríamos pensar al objeto “a” como lo

Real, al síntoma como lo Real, no obstante, los mismos siempre están en la intersección entre

los tres registros. ¿Pero cómo entender esta intersección? Uno de los puntos que más me

llamó la atención en cuanto a estas dimensiones, y que considero deja sentada la clara

existencia de los correlatos entre ellas, es una distinción que al día de hoy continúa generando

discusiones y dando lugar a interrogantes por parte de diferentes disciplinas: ¿Qué es la

realidad? ¿Es lo Real? ¿Es un espacio objetivo y verdadero, puro e inmediato?

Los psicoanalistas posfreudianos redujeron la experiencia a la bipolaridad de lo imaginario

y lo real. Pero para ellos lo real no era otra cosa que lo que generalmente se entiende por

"realidad". Del mismo modo asimilaban lo imaginario a cierta metafísica de la subjetividad.

En el extremo de esta posición el análisis consistiría en una progresiva adaptación a la

realidad pretendidamente objetiva. (Carabajal, 1984, p.83).


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Y, sin embargo, si el objetivo fuese esta posición del análisis a la que aspiraban los

posfreudianos, y si entendiésemos a la realidad como lo Real, ¿Cómo la distinguiríamos?

¿Hay una diferencia entre la verdad y la mentira? ¿Entre la realidad y la fantasía? En

principio, hay un malentendido en dicha posición. La realidad, para Lacan, no es lo Real. Pero

para entender esta diferencia, primero tendríamos que comprender qué es la realidad, y que

registros se ponen en juego dentro de ella.

“Lo que habitualmente llamamos realidad no es lo real, sino que es efecto del orden

significante y de las cristalizaciones que impone lo imaginario” (Carabajal, 1984, p. 87). En

este sentido, se me ocurre pensar que la realidad tendría que ver con una articulación entre

palabras e imágenes, una articulación en la cual estamos inmersos desde el minuto cero: de

hecho, nuestra propia identificación se vincula directamente con imágenes y con un orden

simbólico.

¿Somos parte de la realidad desde un principio? Es de común conocimiento que el Yo se

forma, según Sigmund Freud, por identificación, y que a su vez su constitución implica un

nuevo acto psíquico, el cual Lacan intenta explicar con el Estadio del Espejo, interesándose en

la transformación que se produce en el sujeto cuando asume a una imagen como propia. Si el

registro de lo Imaginario tiene que ver con imágenes, podemos entonces decir que nos

encontramos inmersos en él desde la identificación misma. ¿Pero qué ocurre con la

identificación y la imagen para poder asegurar esto?

El infans reconoce su imagen en el espejo como propia y la asume jubilosamente. Esto es

un hecho observable, pero Lacan se interesa justamente por la discordancia entre, por un lado,

el cuerpo fragmentado de ese niño, con impotencia motriz ya que se encuentra en los primeros

meses de su vida, y por el otro esa imagen, esa Gestalt, que se demuestra completa. De esta

manera, se pregunta a qué se debe la anticipación de ese niño, con esas características, por
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reconocer esa imagen del espejo como suya a pesar de percibirse fragmentado. Y es así como

asumimos el registro de lo Imaginario o, mejor dicho, el registro de lo Imaginario nos asume

y nos sujeta desde el principio: ante la indefensión que sentimos frente a esa imagen cuya

pregnancia nos hace sentir fragmentados como una amenaza, ante esa tensión eroto-agresiva

con la imagen ya que estamos fascinados por ella pero a su vez rivalizamos y vemos la

fragmentación como una persecución, nos volcamos en la anticipación y nos precipitamos a

transformarnos en esa imagen, imagen de un otro, a asumirla como propia. Relacionando a

esta imagen con su función imaginaria, podemos decir también que esta imagen asumida

encubre nuestro cuerpo fragmentado.

Esta identificación formadora del Yo, entonces, es nada más y nada menos que la

identificación narcisista, ya que estamos negando la propia imagen como otro, como de un

semejante, para pasar a ser nosotros esa imagen. Siguiendo estos lineamientos podemos

entender también porqué la imagen hace de pantalla donde creemos encontrar el deseo y

porqué nuestro objeto de deseo es siempre el objeto de deseo del otro: justamente, porque

asumimos la imagen de otro como propia, y esto incluye a sus objetos de deseo. Incluso

también así podemos comprender al Yo Ideal como esa imago salvadora del espejo, forma en

la que el Yo se aliena y precipita ya que muestra una unidad, exigente de perfección, pero

para saber qué y cómo ser para alcanzarla, se necesita un Ideal del Yo que nos observe.

Ahora bien, aquí en la identificación con la imagen también tiene lugar otra cuestión de

otro orden. Lacan, justamente, explica que la precipitación se da por la matriz simbólica en la

que el yo se precipita, que es el deseo de la madre, su castración que le da al niño el lugar de

falo imaginario, la imagen con la que el sujeto se identifica. Carabajal (1984) afirma:
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Ser el falo es la consecuencia de tener una primera posición, un lugar en el lenguaje,

aunque todavía no se hable; aludimos con esto a que lo imaginario siempre aparece localizado

en algún lugar, y a que es el significante el que otorga lugares. (p. 97)

Es decir, estaríamos ingresando en otro registro que se interrelaciona con el Imaginario, y

todo desde un principio, se nos abren así las puertas de la realidad. Se nos otorga un lugar en

el lenguaje, y de esta manera nos sujeta el universo simbólico, ubicando en él a la imagen con

la cual nos identificamos. En la cotidianidad misma podemos encontrar ejemplos de esto: hay

familiares que nos nombran sin que nosotros elijamos nuestro nombre, que significan nuestros

deseos antes de que nosotros podamos hacerlo, y que de esta manera nos alienan al Otro.

Y, sin embargo, este universo simbólico en el que los significantes nos otorgan lugares, en

el que hay leyes que nos permiten anticipar las cosas y excluirlas, no siempre estuvo ahí. Es

decir, sí aparece desde el minuto cero prácticamente, pero introduciendo un orden que antes

no estaba y que excluye algo, una imposibilidad, algo que no puede entrar en el orden

simbólico, que no puede significarse ni representarse con imágenes: y justamente ahí está lo

Real, opuesto a esa realidad de imágenes y símbolos, pero a su vez interrelacionado con ellos,

impidiendo así entender a los tres registros como elementos separados.

Lo Real, en tanto imposibilidad, porque lo Simbólico lo hace imposible con su orden, está

siempre en su lugar justamente porque nunca falta (si hubiese falta, sería un orden). Lo Real

atraviesa ese semblante, ese montaje de imágenes y palabras: atraviesa un orden, es algo que

desordena, que desacomoda, que se cae de la cadena de legalidad. ¿Y entonces como

protegernos de él y su desorden? Justamente, encubriéndolo con imágenes, como hicimos

desde un principio para protegernos, por ejemplo, de ese cuerpo que percibíamos como

fragmentado para asumir, anticipadamente, una imagen de otro cuya pregnancia nos fascinó:

una imagen que recubre y esconde un hueco, denunciado en lo Simbólico.


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¿Pero qué ocurre con la fantasía, por ejemplo? ¿No estaríamos, mediante ella, encontrando

lo Real? La respuesta, considero, es negativa, porque tanto desde la patología como desde la

normalidad, es imposible no simbolizar la fantasía porque nunca dejamos de ser sujetos

hablantes. Es así que entre fantasía y realidad no habría muchas diferencias: ya nos

encontramos insertos en lo Simbólico, ya nos enseñaron nuestras primeras palabras y desde

esta posición se vuelve difícil acceder a lo noúmeno, a la cosa en sí, que en sí es una

imposibilidad. Ya estamos atravesados por ese orden simbólico que nos espera con nombres,

con un lenguaje, con significados que tienen significantes y con imágenes que encubren lo

que queda por fuera, lo Real.

De esta manera podemos entender también lo que ocurre en la neurosis y en la psicosis con

respecto a la realidad. En ambos casos hay una sustitución de esta última, sustitución que

termina fracasando, pero que tiene que ver con la creación de una nueva realidad acorde al

deseo. En la psicosis, se quiere reemplazar por completo al mundo exterior y en la neurosis,

en cambio, solo un fragmento de la realidad: ¿pero de donde toman el material para

sustituirla? Justamente, del mundo de la fantasía por el cual me preguntaba hace un momento.

Un mundo donde el Principio de Realidad no hace reclamos, pero que sin embargo no guarda

diferencias con la realidad: lo Simbólico y lo Imaginario están presentes también allí, en esas

fantasías que terminan simbolizándose también, es decir, aunque sea patológica la

simbolización está: en una nueva forma, pero presente en fin, porque tanto el psicótico como

el neurótico son sujetos hablantes y en tanto no se pueda trascender del semblante de lo

Simbólico y lo Imaginario, no se podrá acceder a lo Real. Aparentemente, estamos sujetos al

Otro incluso hasta en nuestras propias fantasías, lo que me hace pensar que la alteridad parece

invadir hasta las realidades alternativas que podamos llegar a construir.

Podemos decir, entonces, que la diferencia sólo existe entre los tres registros que propone

Lacan. Fantasía, realidad, mito, verdad, son todas dimensiones articuladas con palabras e
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imágenes, y por eso es que es difícil, considero, hallar entre ellas un criterio de diferenciación.

En todas operan el registro Simbólico y el Imaginario, encubriendo y denunciando al Real, a

lo imposible, al hueco. En este sentido y a modo de ejemplo, se me ocurre pensar en las

discusiones teóricas por el estatuto de cientificidad y verdad del psicoanálisis. Es así que

pienso que, después de todo, ¿qué es lo científico? ¿qué es lo comprobable? Tanto la ciencia

como el psicoanálisis mismo están inscriptos en la realidad, entonces, ¿cómo distinguir cual

es más verdadero que el otro si ambos, con sus explicaciones, están envueltos en los registros

Imaginario y Simbólico en tanto quienes explican y a quienes estudian son sujetos hablantes,

es decir, personas sujetas a un lenguaje, y de esta manera denuncian y esconden lo Real?

Conclusión

A modo de reflexión sobre el análisis y articulación realizados, considero que hay

suficientes ejemplos en las escrituras de Jacques Lacan para dar cuenta de la interrelación de

los tres registros que propone y de cómo, entre los tres, hacen a fin de cuentas uno solo,

demostrando estar siempre enlazados entre sí desde un primer momento, a pesar de que en

ciertos ejemplos uno puede tener más preminencia que los otros. En palabras de Diana

Rabinovich (1995): “Los énfasis de Lacan han de ser tomados por lo que son, un acento, un

subrayado, no una causa primera” (p.1).

En conclusión, considero que tener en cuenta las relaciones entre los registros, es una

herramienta de gran ayuda a la hora de, por ejemplo, enfrentar aquellos debates en los que,

erróneamente, se intenta diferenciar la verdad de la fantasía, o quitar o colocar el estatuto de

científica o falsa a una disciplina. Estos objetivos se vuelven una tarea imposible, porque

justamente no existe un criterio de diferenciación en tanto todas comparten los mismos

registros. Es decir, ninguna puede ser digna del estatuto de Real en tanto no podamos

apartarnos del orden de lo Simbólico, de la articulación del mismo con lo Imaginario, que
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conforman a la realidad misma de esas etiquetas que no dejan de ser parte de un orden con

leyes que dejan lugar a la imposibilidad que es, claramente, donde recae lo Real. Ya estamos

inmersos en estos órdenes desde un principio e incluso podríamos pensarnos a nosotros

mismos como efectos de éstos, en palabras de Beatriz Maya (2009): “Es el cuerpo del

lenguaje el que hace existir al otro cuerpo, el que se produce por efecto del significante sobre

el organismo” (p.14).

Referencias bibliográficas

Carbajal, E., D'Angelo, R. y Marchilli, A. (1984). Estadio del espejo: el Yo. En Una

Introducción a Lacan. Buenos Aires: Lugar Editorial.

Carbajal, E., D'Angelo, R. y Marchilli, A. (1984). Real.Simbólico.Imaginario. En Una

Introducción a Lacan. Buenos Aires: Lugar Editorial.

Freud, S. (1924). La pérdida de la realidad en la psicosis y neurosis. En Sigmund Freud Obras

completas. Volumen XIX. Buenos Aires: Amorrortu Editores.

Lacan, J. (1971). El estadio del espejo como formador de la función del yo (je) tal como se

nos revela en la experiencia psicoanalítica. En Escritos I. Buenos Aires: Siglo XXI

Editores.

Maya, B. (2009). Los incorporales del lenguaje. Trabajo presentado en la segunda jornada de

la A.A.L.N en Medellín.

Rabinovich, D. (1995). Lo imaginario, lo simbólico y lo real. Clase dictada el 22 de junio de

1995.

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