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johanaborja@hotmail.com
Resumen
Uno de los principales debates que han acaparado la atención de la investigación social
desde la segunda mitad del siglo XX hace referencia a la relación dicotómica entre acción y
estructura. Han sido muchas las cuestiones que se han venido desarrollando desde varias
perspectivas que reorientan el programa teórico de la ciencia social. Con vista en estas
perspectivas, se pretende desarrollar uno de los interrogantes inmersos en esta discusión,
que obedece a la relación entre actores y estructuras, teniendo en cuenta la capacidad de los
aquellos de influir sobre estas.
Así pues, Giddens cree que un ser humano es un agente intencional cuyas acciones y
actividades obedecen a razones y que, por lo tanto, los actores controlan reflexivamente su
conducta, que igualmente se acompaña de una racionalización inmanente. Así pues, los
actores registran no solo su acción sino también la de otros inmersos en un contexto, es
decir, a los aspectos sociales y físicos en los que se mueven.
De esta manera, Giddens le atribuye poder transformador a la acción, ya que según él, obrar
se refiere a sucesos en donde el individuo es el autor y que, por tanto, actúe con o sin
intención, dichos sucesos no hubieran ocurrido si el actor hubiera actuado diferente,
Afirma: “Ser capaz de obrar de otro modo significa ser capaz de intervenir en el mundo, o
de abstenerse de esa intervención, con la consecuencia de influir sobre un proceso o un
estado de cosas específicos” (Giddens, 2003: 51).
Sin embargo, Giddens también es consciente de que en la mayoría de las esferas de la vida
dicho control está limitado al contexto inmediato de la acción, pero que esto no implica que
el “carecer de opción” reemplace la acción por una reacción.
Pero, en este sentido, ¿Qué concibe el autor como estructura? Giddens entiende dichas
estructuras como reglas y recursos para actuar o conjuntos de relaciones de transformación,
producto de las prácticas recurrentes, constituyendo una dualidad, es decir, constriñe la
acción pero también la posibilita; de hecho reconoce que a pesar de que el curso de una
acción sea puesta de acuerdo a una regla no implica que la acción se guie por esta regla,
inclusive puede entrar en conflicto con ella.
Ahora bien, Pierre Bourdieu cuestiona la realidad social de forma genealógica, es decir,
piensa los fenómenos en términos históricos con la finalidad de saber desde qué momento
se dan, ya que en estos recorridos históricos es donde se construyen jerarquías en la
sociedad.
Muy similar a Giddens, Bourdieu plantea que los agentes se forman concepciones del
mundo dependiendo de la posición que ocupan en éste, expresando generalmente su
voluntad de transformarlo o de conservarlo. De esta forma, Bourdieu concibe que los
agentes sociales construyen el mundo social a través de estructuras cognitivas, de sistemas
de enclasamiento y de juicios clasificatorios que aplican a las prácticas de los otros o a sus
propias prácticas.
En este sentido, introduce el concepto de habitus que define como: “principio generador de
prácticas objetivamente enclasables y el sistema de enclasamiento (principium divisiones)
de esas prácticas” (Bourdieu, 2006: 169).
Así pues, la capacidad de producir unas prácticas y unas obras “enclasables” y la capacidad
de diferenciar estas prácticas y estos productos constituye el espacio de los estilos de vida,
en donde el habitus, como fórmula generadora, permite justificar dichas prácticas y
productos que a su vez se constituyen en un sistema de signos distintivos.
Así pues, las prácticas de un agente o de todos los agentes de una misma clase, tienen
afinidad de estilo, “que hace de cada una de ellas una metáfora de las demás” (Bourdieu,
2006:172). Esto, debido a que son producto de una transferencia del mismo esquema de
acción de un lado a otro, es decir, en los estilos de vida hay un conjunto de preferencias
distintivas, unos principios creadores y unificadores con la misma intención expresiva en el
vestido, la vivienda, el lenguaje, etc.
De esta forma, podemos concluir que los dos autores trabajados en esta ocasión, están en un
mismo campo de debate con el estructural–funcionalismo que exagera lo normativo frente a
los sujetos. Giddens, por su parte, complejiza de una forma muy interesante el concepto de
estructura sin negar sus elementos precedentes, afirmando que las estructuras se forman a
partir de prácticas recurrentes y que sobrepasan la acción y la voluntad de los sujetos
regularizando así los procesos metódicos de la práctica. Sin embargo, de acuerdo a la teoría
de la estructuración, el agente nunca está totalmente constreñido, sino por el contrario, está
en la capacidad de actuar libremente.
Bourdieu entonces, nos ofrece una teoría que no tiene en cuenta la subjetividad del sujeto al
desenvolverse en el mundo social, sino que le otorga a la estructura el papel central en la
orientación de la acción. Así pues, los esquemas del habitus propuestos por él funcionan
más allá de la conciencia, del discurso y por fuera de las influencias y del control
voluntario, orientando así los gustos, los valores, lo gestos corporales, etc., ofreciendo los
principios esenciales de la construcción del mundo social.
Bibliografía
Bourdieu, Pierre. (2006). La distinción criterio y bases sociales del gusto. Madrid: Taurus.
Giddens, Anthony. (2003). La constitución de la sociedad: bases para la teoría de la
estructuración. Buenos Aires: Amorrortu editores