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1.- ESTRUCTURA
La noción de “estructura” tiene actualmente un uso bastante generalizado. Para valerse de ella como
referencia conceptual y metodológica conviene retener, a grandes rasgos, algunas constantes y
mínimos que la precisan:
-tendencia a descubrir las formas, funciones o leyes de configuración invariantes o constantes dentro
de cada sistema u organización.
-búsqueda, más allá de la fenomenología, de los mecanismos estructurantes que puedan servir de
modelo a fin de poder ser extrapolados a otras manifestaciones aparentemente similares o distintas.
-relevancia otorgada a los modos de relación de los elementos que componen una estructura antes
que considerarlos como poseedores de un valor intrínseco.
A partir de estos puntos incluso se podría considerar los desarrollos de Freud como de una raigambre
que hoy llamaríamos estructuralista -aunque el término “estructura” casi no aparece en Freud-, ya que
su concepción nosológica apunta a concebir las perturbaciones de la vida psíquica justamente como
organizaciones bastante estables que se plasman de manera precoz en relación al empleo por parte
del sujeto de mecanismos defensivos genéricos. Esas organizaciones se definen como definitivas e
irreductibles en tanto la configuración metapsicológica y clínica que adquiere cada una de ellas resulta
incompatible con el resto. Como se trata de modalidades defensivas definitivamente plasmadas, este
modelo se opone a la posibilidad de un “continuum” de la patología mental (es decir, un sujeto histérico,
por “disociado” que esté, siempre será un sujeto estructuralmente neurótico y no un psicótico; a la
inversa, por “estabilizado” que se encuentre un sujeto psicótico -a veces a través de síntomas
aparentemente obsesivos o fóbicos- nunca dejará de ser estructuralmente psicótico), así como se
opone a anteponer la enfermedad al sujeto, es decir, a considerar las enfermedades mentales como si
fueran hechos de la naturaleza.
Y se pueden agregar dos características más: el valor central que Freud confirió al lenguaje -todos
sus análisis del inconsciente son de tipo lingüístico- y la reducción estructural que realiza en sus
análisis, al delimitar constantes e invariantes hasta encontrar un modelo generalizable al resto de
casos de esa misma estructura: a diferencia de la psiquiatría, Freud procede a elevar un caso,
estudiado minuciosamente, a la categoría de paradigma de una estructura clínica (Dora: histeria; el
Hombre de las ratas: obsesión; el pequeño Hans: fobia; y fuera del campo de la estructura neurótica, Schreber:
psicosis).
“Pero una vez descubiertos los factores que rigen la elección entre las diversas formas posibles de
las neuropsicosis de defensa, se nos planteará un nuevo problema, puramente psicológico: el relativo
al mecanismo que estructura la forma elegida”.
“Cuando arrojamos al suelo un cristal, se rompe pero no de una forma caprichosa; se rompe con
arreglo a sus líneas de fractura, en pedazos cuya delimitación, aunque invisible, estaba
predeterminada por la estructura del cristal. También los enfermos psíquicos son como estructuras,
agrietadas y rotas”.
Se ve la misma orientación aunque transcurre mucho tiempo entre las dos citas...
Respecto de Lacan:
A diferencia de Freud, el término “estructura” aparece a lo largo de toda la obra de Jacques Lacan. Ya
alrededor de 1930, la usó para referirse a la trama de relaciones afectivas entre los miembros de la
familia; también aparece la idea de estructura al retomar la segunda tópica de Freud y en su trabajo
sobre el estadio del espejo.
-los elementos que componen la estructura o sistema de la lengua no poseen propiedades intrínsecas:
esos elementos no están dotados de una esencia o sustancia inmanente que los caracterice, sino que
sus propiedades son extrínsecas y dependen del lugar que ocupen en el tejido de relaciones con el
resto de elementos.
La concepción de estructura a partir de la tesis “el inconsciente está estructurado como un lenguaje”,
permite muchos desarrollos pero uno de los más interesantes es considerar que lo más íntimo del
sujeto –sujeto del inconsciente- es exterior a él mismo, es decir, “ex-céntrico” a él. Según Lacan, el
vector que orienta toda la estructura es el deseo, y éste remite al sujeto a lo real de la experiencia
primera de satisfacción. El sujeto neurótico tratará permanentemente de reproducirla en los
encuentros con aquellos objetos a los que les atribuya la capacidad de representar ese objeto
primordial (objeto a la vez mítico y perdido para siempre).
La noción de estructura en Lacan se refiere habitualmente al Otro – el Otro del lenguaje, en tanto el
lenguaje pre-existe a la llegada al mundo de todo ser humano. La definición del Uno está fuera de sí
mismo y depende del Otro.
Miller se centra en la estructura del lenguaje y señala que el estructuralismo es ante todo un anti-
sustancialismo, apoyándose en la siguiente idea de Saussure: en la lengua no hay más que
diferencias. A partir de este enunciado se pueden deducir muchas de las elaboraciones de Lacan: la
estructura en cadena de los significantes, por lo cual un significante remite siempre a otro significante;
la definición de los elementos de la estructura en función de sus relaciones con los otros, lo que
implica la existencia de un conjunto, lo que Lacan llama “tesoro de los significantes”; la función del
Otro para la constitución del sujeto; la concepción del inconsciente, ya que no se lo supone como un
reservorio de imágenes ni como sustancial, sino que se pone de relieve su vacuidad, y por tanto que
su realidad depende de leyes estructurales, es decir, de leyes del lenguaje, de la estructura del
lenguaje. De allí resulta que el lenguaje es la condición del inconsciente, hay inconsciente porque hay
lenguaje (y no a la inversa). De la hipótesis inicial también se derivan las tres categorías o registros para los
datos de la experiencia: Imaginario, Simbólico y Real.
Finalmente y muy relevante: Miller señala que, a diferencia de los estructuralistas, Lacan incluye al
sujeto en la hipótesis. Este sujeto puede reconocerse en la cadena significante precisamente en los
intervalos y discontinuidades de esa cadena, en esos momentos en que el discurso conciente
tropieza y surge una verdad inesperada como lo ejemplifican los lapsus.
Sin embargo, hay un elemento que se sitúa al margen de la estructura del lenguaje: un objeto
inalcanzable que constituye la causa de que haya deseo, el objeto causa del deseo al que Lacan
llama objeto “a”.
Iniciamos el recorrido del segundo submódulo, les invito a una segunda lectura detenida del
mismo. Sugiero un esfuerzo suplementario de estudio en estos temas complejos, que no se
abarcan completamente de entrada y a los que conviene volver y leer varias veces.
Para el estudio del Submódulo "Sujeto del inconsciente II ", además de la guía 2 enviada al inicio de
la Mesa, encontrarán en adjunto los siguientes Complementos de Formación:
1. Concepto de estructura
2. Real, Simbólico, Imaginario
- Goce clandestino.
Es un término que en este contexto se refiere a aquello que de lo reprimido pasa, a través del
chiste, como de contrabando, camuflado en la metáfora/metonimia. Lacan se refiere también a
goce clandestino para hablar de la especificidad de la modalidad de goce en la Neurosis Obsesiva
(que se tratará en un módulo específico).
- Verdad reprimida.
Podríamos decir que esa verdad reprimida tiene ya la sustancia de un significante, de lo que
Lacan nombra como S1, el rasgo unario y primordial de Freud, que no remite (no se asocia) a otro
significante, sino que queda como un significante solo. El chiste permite que ese significante, que
designa inconscientemente al sujeto, pueda emerger a través de los procesos de producción
del chiste. Se trata de una emergencia parcial y por tanto siempre renovada.
- Discurso.
Es un concepto no freudiano, desarrollado por Lacan y especialmente en su seminario XVII, “El
reverso del psicoanálisis”. Como otros conceptos, presenta un work in progress que hace que
tomado en un momento u otro de su enseñanza varíe el alcance conceptual. Aquí se refiere a la
intención de significación en contraste con la cadena significante que reúne a sus elementos
(sincronía) pero que requiere de un movimiento (enunciación) para que se produzca la
significación. Esto que se produce es el mensaje que nos viene del Otro, en tanto lugar de los
significantes. Por eso mensaje y significación del Otro son términos equivalentes.
- Distinción entre Otro y otro y el estatuto que tienen ambos en la construcción del sujeto.
Podemos decir que el término primera identificación de Freud equivale al mecanismo de alienación
descrito por Lacan en el que el sujeto toma un significante –primordial- del Otro (simbólico) para
hacerse representar. Este consentimiento es lo que permite la inscripción del sujeto en el campo
del Otro y a partir de allí –y no antes ni sin ese requisito- se abre la posibilidad de una segunda
alienación, esta vez a la imagen del otro (con minúscula por ser el semejante) por la que se
adquiere (se toma del otro) la construcción imaginaria, la imagen corporal.
- Distinción entre el Otro, como tesoro de los significantes, y la tercera persona necesaria para el
proceso del chiste.
Aquí tenemos también una analogía con la cuestión anterior. Partimos de una falta primordial y del
lenguaje como la herramienta humana que, en ese vacío, viene a producir significaciones. El Otro,
entendido como lenguaje, cultura, civilización, reúne el conjunto de significaciones posibles que
deberán tomar cuerpo en el discurso concreto de cada sujeto y es allí, en ese intercambio de
palabras, presidido por ese Otro preexistente (precede al nacimiento de cada uno) donde la
tercera persona, como partenaire interlocutor, participa en la producción del chiste.
- Sujeto.
El sujeto para Lacan es un efecto de significación, no existe de antemano. Es lo que resulta de la
remisión de un significante a otro, de allí que su significación –y el deseo que se correlaciona-
vaya desplazándose. Hay un yo constante (carácter, inercia sintomática) pero no hay un sujeto
idéntico a sí mismo. El sujeto no es el yo que se cree dueño de sus dichos sino el que resulta de
ellos.
- El vacío y el lenguaje.
El lenguaje, decía Hegel, es el asesinato de la cosa, es decir, nuestra relación con la realidad es
una relación mediada por el lenguaje. No nos guiamos por la necesidad (estímulo-respuesta
animal) sino que hay un tercero, por la vía de la identificación, que conecta lo pulsional y los
objetos que vienen allí.
- El rasgo unario.
Es un concepto que introduce Lacan, a partir de Freud, para la forma más elemental de
significante y para explicar la identificación simbólica del sujeto. Es la marca primaria del lenguaje
sobre el humano, por la cual éste pierde su condición de organismo, de mero ser viviente. Es
constituyente del sujeto y de su división. El sujeto dividido, o tachado, o barrado, que así adviene
y que se escribe con una S mayúscula tachada - $ - ya no tiene acceso al goce pleno o natural,
biológico, propio de otras especies vivas. En tanto es una marca en el sujeto, el rasgo unario
equivale a una letra, a lo escrito en él, que lo distingue y diferencia. Como Lacan lo hace
equivalente también al nombre propio, al que da el padre, esta marca se sitúa como un significante
unario, uno, un S1 que, en la cadena, representa al sujeto para otro significante.
- Chiste
En este contexto, se trata de un lapsus, algo que decimos sin intervención de nuestra voluntad o
nuestra conciencia, cuando queremos decir X pero lo que hemos dicho es Z. O bien una
ocurrencia que nos surge en un instante, sin haberla pensarlo. En ocasiones, quien escucha el
lapsus-ocurrencia capta en este la revelación de algo reprimido, inconsciente, una verdad
subjetiva que, al quedar imprevistamente revelada, hace gracia, provoca risa.
ACTIVIDAD 2:
4.
a) En el ejemplo de “famillionario”:
Cuál es el mecanismo que produce el efecto de chiste.
Cuál es resultado del mecanismo.
b) Sintetizo a continuación un lapsus-chiste-ocurrencia ubicable en el mismo "contexto"
que el
anterior y tomado también de "Psicopatología de la vida cotidiana" de S. Freud:
A pregunta a B: -¿Has tomado un baño?
Y B responde: -¿Es que falta alguno?
En el ejemplo de chiste anterior, señalar:
Cuál es el mecanismo que produce el efecto de chiste.
Cuál es resultado del mecanismo.
c) Cuál es la diferencia entre condensación-metáfora y deslizamiento-metonimia para
simbolizar
lo pulsional.
En lo posible, conviene que los comentarios puedan leerse en el cuerpo del mensaje,
tanto para
facilitar y dar comodidad a los intercambios como para evitar posibles problemas en la
apertura
de las adjunciones.
Sobre un tema que puede dar tanto de sí como es el de los sueños, subrayo:
El segundo par lo han explicitado en sus participaciones; en todo caso hay que recordar:
de un
lado del par, pensamientos o ideas latentes, que es básicamente el que hace a los sueños
la vía
regia al inconsciente; del lado de lo manifiesto, su ininteligilibilidad para la mente
despierta, como
resultado del trabajo del sueño, es este lado del par el que hace comparable a los sueños
con los
acertijos y los jeroglíficos. En la creación del sueño, pues, el trabajo de cifrado; en su
interpretación, el descifrado, también un trabajo, que se desarrolla en la sesión
psicoanalítica.
El trabajo del sueño es la parte más importante de “La interpretación de los sueños”,
parte VI
(partes IV, V, VI, VII y VIII del artículo “Sobre el sueño” que resume la obra mayor).
Para Freud el
trabajo del sueño constituye la esencia de los sueños, ya que los procedimientos de los
que se
vale son los del trabajo incesante del propio inconsciente.
El trabajo del sueño consiste principalmente en condensar y desplazar. La condensación
apunta
no sólo a concentrar distintos pensamientos latentes en unidades nuevas del contenido
manifiesto
sino también a crear términos intermedios entre diversas series de representaciones y
pensamientos. Por su trabajo creativo, la condensación parece más apropiada que otros
mecanismos del sueño para hacer surgir el deseo inconsciente -aunque, por supuesto, su
"creatividad" complica la comprensión del contenido manifiesto de los sueños. La
condensación
permite catectizar libidinizar (libido=energía pulsional), investir- una representación
con la energía,
de todas las que condensa en ella.
Por otra parte, la condensación es el procedimiento; los elementos que entran en una
condensación pueden ser imágenes, pensamientos, personas ... A su vez, una persona, o
la
condensación de varias en una persona que aparezca en las imágenes o pensamientos
del
sueño, bien puede representar, sustituir, en la trama del sueño, al propio soñante. Si esta
función
de representación, si esta sustitución es posible en los sueños, es porque en algún
aspecto, en
algún detalle se sitúa lo que llamamos identificación.
¿En qué consiste, cómo opera el desplazamiento? Una cantidad de afecto –un “quantum
de
afecto”- se desprende de una representación inconsciente a la que está ligada y pasa a
investir o
catectizar, es decir, a libidinizar (libido=energía de las pulsiones sexuales) a otra, que no
tiene con
la anterior más que lazos de asociación poco intensos o incluso contingentes.
Cabría aclarar: ¿qué es el afecto? Es la expresión emotiva de los conflictos del sujeto,
pero en
tanto expresión, manera, en que aparece la pulsión: “si la pulsión no apareciera bajo la
forma de
afecto, no podríamos saber nada de ella”... Freud y Lacan señalan algo más: el afecto
siempre se
encuentra convertido, desplazado, invertido... está siempre a la deriva. Como la pulsión,
los
afectos no se reprimen, se reprimen las representaciones, los significantes a los que se
adhieren.
- Las pesadillas y el brusco despertar angustiado nos permiten entender el valor de los
mecanismos de la elaboración onírica. A fuerza de deformación -condensación,
desplazamiento-,
a fuerza de disfraz, algo de lo reprimido logra pasar, algo del deseo inconsciente se
realiza, no
fuerza el despertar. Cuando el sueño es angustiante es que no ha logrado disfrazarse,
cifrarse,
ser “transacción, servir a los dos amos (Inconsciente por un lado / Preconsciente–
consciente por
el otro), y al surgir al desnudo, sin deformación suficiente, el soñante despierta...
demasiado
“real”.
Básicamente, la represión se ejerce sobre lo que es susceptible de ocasionar displacer,
en tanto
el funcionamiento psíquico se rige primariamente por el principio de placer, que se
puede pensar,
simplemente como un principio de apaciguamiento de las tensiones, una homeostasis.
Sin
embargo, hay tensiones que por una parte pueden ser vivenciadas como agradables pero
por
otra, el funcionamiento psíquico incluye -como Freud descubrirá en 1920- un "más allá"
del
principio de placer que puede llevar a repetiry perseguir -en los sueños o en la vida- lo
no
placentero. Inclusive, lo placentero para una instancia psíquica puede no serlo para otra.
Lacan, sitúa al ombligo del sueño como borde del inconsciente, en tanto es la marca que
señala
que más allá el camino se pierde en ese abismo real de lo “imposible de conocer”.
El ombligo del sueño es lo que se conecta con lo no conocido pero es también lo que
funciona
como su límite, esto es, como su punto de detención, y también como su sostén y
posibilidad de
soñar. El ombligo, margen del inconsciente, se convierte así en soporte de la producción
de
sueños. Como en un escrito, el margen funciona a la vez como su límite y como su
sostén. Así
como no hay escrito sin margen, así también no hay sueño sin ombligo, es decir, sin
conexión con
lo no conocido.
Pueden consultar “La interpretación de los sueños” (1900) -parte II, p.132 en la ed. de
Amorrortu-
o “Sobre el sueño” (1901) –p.518-519-, que es un resumen del propio Freud sobre el
primero y
cuya lectura recomendé en la Presentación (primer mensaje “De Consultoría”), así como
“Algunas
notas adicionales a la interpretación de los sueños en su conjunto” (1925) –p.129-132.
Respecto de la contradicción, recordemos que cada sueño muestra algún vínculo entre
todos los
fragmentos de los pensamientos oníricos ya que unifica este material en una situación, y
refleja
algún “nexo lógico”. Ahora bien, el contenido manifiesto de los sueños consiste
generalmente en
situaciones visuales, por lo que los pensamientos o ideas latentes tienen que
“acomodarse”,
hacerse aptos para ese modo de figuración (“miramiento -o cuidado- por la figurabilidad
en el
contenido del sueño”, del que hablaba antes). El trabajo del sueño recoge para su
elaboración el
contenido “concreto” de las ideas latentes y presenta algún reflejo de nexo. Queda para
el trabajo
del análisis, del descifrado, establecer los nexos lógicos que el trabajo del sueño sólo
refleja o ha
aniquilado.
Y más allá aún, así como en los sueños, así procede el inconsciente: condensa, desplaza,
trabaja..., no descansa.
La interpretación, pues, debe valorar o quedar abierta a los efectos de sentido del
significante. El
analista puede retomar, en un punto de lo que el analizante dice, lo que este mencionó
un poco
antes, un fragmento de su discurso, una palabra que hace eco a lo que acaba de recordar.
El
acento se pone no en la significación de un término aislado sino sobre correlaciones
obligadas,
que hacen que en una vida se repitan los mismos términos, las mismas elecciones.
Cuando
interviene, el analista evita que sus intervenciones sean unívocas, ya que introducir en el
lenguaje
del inconsciente es hacer valer el carácter polisémico de lo que se dice en la sesión,
especialmente los significantes “amos” que orientan la historia del sujeto. La
interpretación tiene
efectos de sentido, pero este queda para el analizante abierto a sus preguntas e introduce
al
sujeto a significaciones nuevas.
Para Freud restituir los blancos, los nexos, lo que falta en el relato del sueño es
importante. Le
importa mucho el inconsciente que está ahí, que produce efectos, que restablece la
continuidad
y la inteligilibilidad del discurso consciente o explica la conducta que parecía
inexplicable. Los
sueños y demás formaciones del inconsciente, lo no “patológico", lo que le pasa a todo
el mundo,
prueba su hipótesis del inconsciente. Y en sus textos, como el descubridor que es, se
dirige a
todos, no sólo a los entendidos.
Cuando hablamos del Otro o del Otro del lenguaje hablamos del lenguaje, que existe
desde
antes de nuestro nacimiento, es decir, que es preexistente al sujeto, anterior a él y, en
consecuencia, al que el sujeto se va incorporando y va incorporando. La criatura
humana recibe
esa estructura del lenguaje en su conjunto como Otro, como lo que se le dice, es decir, el
discurso del Otro. De ahí: Otro del lenguaje.
Ese Otro queda "encarnado", toma cuerpo en el otro, el semejante, del que además
depende su
subsistencia, ya que el ser humano se caracteriza por su desvalimiento inicial. Depende
del
deseo que otro tenga por su subsistencia, que quiera que viva, que lo sustente y lo ame...
ese
otro del amor y de la subsistencia no es inicialmente distinto del Otro primordial -por
ejemplo, la
madre.
A partir de allí, toda palabra comporta una dimensión en la que, más allá de lo que ella
significa,
apunta a algo más... ¿me ama?, ¿qué quiere que yo sea?, ¿qué soy para él?
El Otro constituye pues un lugar simbólico: de todas las palabras, de todas las
significaciones
inaccesibles al sujeto... Así, pues, el alcance simbólico de la palabra y de la autoridad
del Otro.
Entonces, la respuesta del Otro, o lo que es lo mismo, la respuesta en el lugar del Otro,
lugar de
los significantes, lugar del Lenguaje, es un nuevo significante, un S2 en respuesta a un
grito,
convertido por la existencia de este S2, en un S1. Hay que entender que, de entrada no
hay S1,
hay sólo grito. Es porque hay respuesta, S2, que hay efecto de significación y que el
grito
adviene significante, un significante que representa al sujeto supuesto. Para que haya
efecto de
significación, por tanto, es necesario que en el lugar del Otro se tome nota, haya acuse
de
recibo, y que éste admita funcionar como el otro significante, es decir, que admita en sí
mismo la
división.
Si la respuesta del Otro transmuta el grito en pedido, es una respuesta que aporta
significación:
por ejemplo, disipa la insatisfacción “manifestada” en el grito, aporta satisfacción... A
partir de
ahí existirá la posibilidad de objetos placenteros que vengan del Otro.
El bebé que grita no es de entrada sujeto. El que recibe su grito como demanda lo
supone
sujeto, es decir, allí donde hay un ser vivo, un organismo, el que recibe el grito como
demanda
supone un sujeto, le "responde", le habla, y así le humaniza, haciéndole entrar en los
desfiladeros del significante y en el orden del lenguaje.
El lenguaje implica una pérdida: es pérdida de "naturaleza", es pérdida del goce del
viviente al
devenir sujeto. La alienación es alienación en el significante, a los significantes del
Otro. El
sujeto surge como dividido a partir de una elipsis, una omisión, una falta en el lugar del
Otro, un
lugar donde ese sujeto surge como ausente: no hay significante en el Otro acerca de qué
es él.
- El cuerpo
En cuanto nace, la criatura humana está inmersa en un mundo en el que abundan los
mensajes:
rápidamente se ve llevado a descifrar, es decir, a buscar sentido: asociar y seleccionar,
guardar
o rechazar informaciones que le llegan. El niño se construye una red asociativa a partir
de todos
los elementos que le llegan: el placer de la succión y del alimento se asocia a la visión
del rostro
de la madre o de la persona que lo alimenta, al intercambio de miradas con ésta; percibe
su olor
al tiempo que ve su sonrisa, observa las mímicas y movimientos de su madre al dirigirse
a él.
Podemos hablar de un reconocimiento del Otro, que luego se extiende al entorno, es
decir,
lugares, objetos y personas. Identifica la voz del padre, por ejemplo. Entonces, enlace y
registro
de información y al mismo tiempo un trabajo de distinción y localización.
El cuerpo biológico, resultante de los datos genéticos, no permanece como cuerpo
material
encerrado en sí mismo sino que se abre al mundo a través de sus orificios. Desde el
inicio, esos
orificios son los lugares de intercambio con el Otro. Esos lugares del cuerpo y los
objetos que
entran o salen a través de esos orificios pierden su carácter puramente biológico para
insertarse
en una red de relaciones. La boca, sede de satisfacción de la necesidad oral y también de
la
emisión de voz, de la demanda oral, demanda del sujeto AL Otro; el ano, lugar de
cuidados y
limpieza y de una demanda posterior de regulación de esfínteres, demanda que se le
hará,
demanda DEL Otro; la vista y la mirada, la voz, la piel, son lugares de intercambio y de
placer
compartido con el Otro.
El cuerpo de ese bebé depende durante mucho tiempo de quien o quienes lo alimentan y
cuidan, decimos que depende del Otro, por eso a la madre la podemos llamar Otro
primordial.
Las experiencias de placer y displacer procedentes de ese Otro marcan y dejan huellas.
Esas
huellas en el adulto están borradas de la conciencia, están reprimidas, pero subsisten en
el
inconsciente y son constitutivas de su división. Se puede resumir así: el sujeto está
dividido por
el objeto perdido.
- Alienación y Separación
El inconsciente no forma parte de nuestra dotación genética y si bien su aparición es
bastante
temprana, no coincide con el nacimiento. Cuando un bebé nace no podemos hablar
todavía de
un sujeto sino de un organismo con sus propias leyes fisiológicas. Para que ese
organismo
devenga sujeto es necesario que se efectúen las dos operaciones mencionadas en el
submódulo, la alienación y la separación.
A partir de los trabajos de Freud sobre la angustia de separación del niño pequeño,
Lacan
formalizó la separación de una manera radicalmente original, como formando parte de
dos
operaciones lógicas entre el sujeto y el Otro: la alienación y la separación.
La primera operación, la alienación, supone consentir, aceptar ser representado,
inscribirse en el
discurso del Otro (familiar, el lenguaje, la cultura...) al precio siempre de una cierta
pérdida del
ser original o primero. La segunda operación, la separación, implica reconocer un deseo
en el
discurso del Otro, es decir, reconocer al Otro como sujeto deseante o, lo que es lo
mismo, con
una falta. Ante el enigma que representa ese deseo, el sujeto puede ofrecerse a colmarlo,
a ser
aquel objeto que falta al Otro. Pero al no lograrlo, porque esa falta es estructural, el
sujeto puede
separarse de él, creandose así el margen de la subjetividad, es decir, la distancia propia
necesaria respecto del Otro para constituirse él mismo con un deseo propio.
La constitución subjetiva es simultánea de la producción, del desprendimiento del
objeto que uno
fue para el Otro, y guarda sus marcas. Y sin saberlo, esas marcas condicionan la
relación con
los otros. Esta doble operación es estructural y, que se haya llevado a cabo o no,
condiciona la
diferencia entre neurosis y psicosis.
Con Lacan, decimos que la operación del lenguaje -en tanto Otro- sobre el organismo,
sobre el
que devendrá humano, da como resultado un sujeto, un sujeto dividido. El sujeto
advenido y
dividido por esa incorporación de y a lo simbólico, mantiene, conserva, una parte no
simbolizada, no verbalizada, que no pasa por la palabra: es el resto de la operación, el
“hueso”,
algo que equivaldría al núcleo de la represión primaria en Freud. Ese “hueso”, ese resto,
en
tanto no simbolizado, es algo del orden de lo que Lacan llama “real”. El sujeto, en tanto
dividido,
reserva ese resto como consuelo, con el estatus de objeto, objeto”a”
Lingüistería lacaniana
S1—S2—S3—S4—Sn
-----------------------------
significado
Al ser, pues, sumamente variable, Lacan intenta sustituir la “rigidez” que transmite el
concepto
de significado, en tanto en la fórmula saussureana se lo relaciona con la “inmutabilidad”
del "concepto", mientras que en psicoanálisis se trata de la singularidad del deseo, y de
cómo
este se constituye y expresa a través del significante, que es siempre forma parte de una
cadena.
Lacan busca, pues, reemplazar el término “significado” por otro que exprese mejor lo
que es el
resultado de la cadena significante.
Para ello emplea el concepto de “significancia” al principio y también al final de su
enseñanza.
En el transcurso de esta, utiliza también los términos de “significación”, “efecto de
significación”
y “efecto de sentido” o “efecto de significado”.
La “significación” se establece entre lo imaginario y lo simbólico, quedando así lo real
elidido; en
tanto que el sentido o significado es el efecto de una intersección entre lo simbólico y lo
real, en
el que se diluyen los efectos imaginarios.
Otro caso es el de los procesos primarios, que son inconscientes, y en los cuales la
energía
fluye libremente de una representación a otra mediante desplazamientos y
condensaciones, y en
los que Freud encuentra una “identidad de percepción”. Las consecuencias de este “libre
fluir”
de la energía a través de las representaciones son situar al significado como contingente,
y
como efecto de la cadena significante: “ el vino muy suave” nos revela un significado
que se
transforma por completo sólo con un ligero desliz, un pequeño desplazamiento: “él vino
muy
suave” ya tiene otro sentido, dado que condensa otra serie diferente de ideas.
Lacan y de Saussure se sitúan, en síntesis, en dos órdenes diferentes: uno se ocupa del
inconsciente y otro del lenguaje consciente.
- Metáfora y metonimia
Otro de los fundamentos es adoptado por Lacan en base a los estudios de Roman
Jakobson,
lingüista ruso de la Escuela de Praga y contemporáneo suyo.
Jakobson centra su interés en aspectos que van más allá del signo lingüístico y sostiene
que el
lenguaje se organiza de acuerdo con dos grandes ejes: el paradigmático y el
sintagmático.
Así, pues, la interpretación de toda unidad de la lengua pone en marcha en cada instante
dos
mecanismos independientes:
- comparación con las unidades semejantes (= que podrían por consiguiente
reemplazarla,
que pertenecen al mismo paradigma) y
- relación con las unidades coexistentes (= que pertenecen al mismo sintagma).
De este modo, el sentido de una palabra está determinado a la vez por la influencia de
las que le
rodean en el discurso, y por el recuerdo de las que podrían haber ocurrido en su lugar.
Esta
dualidad constituiría la base de las figuras retóricas más empleadas:
- la metáfora
- la metonimia
Ambas provendrían respectivamente de la interpretación paradigmática y de la
sintagmática, a
tal punto que a veces se considera:
- sintagmática = metonímica,
- paradigmática = metafórica
Como vimos, para Freud la condensación y el desplazamiento son las leyes que rigen el
funcionamiento del inconsciente, siendo la primera una convergencia de dos o más
representaciones sobre otra, a la que de este modo sobredeterminan. Así, el contenido
manifiesto de un sueño es sumamente corto, conciso, incomprensible; pero en el
análisis, de allí
parten varias cadenas asociativas que conducen a las ideas latentes (preconscientes) del
sueño,
primer paso para acceder a las representaciones inconscientes, que son las que
verdaderamente forman el sueño, pero que no se encuentran representadas directamente
en el
contenido manifiesto del mismo. Dicho de otra manera: se encuentran sustituidas por el
contenido manifiesto.
Recordemos que es ésta, precisamente, la fórmula de la metáfora: la sustitución de un
significante por otro.
La fórmula de la metonimia:
f (S…S´) S´´ = S (-) s
Indica que la conexión significante -(S…S´)- en un contexto significante, la función (f)
de esa
conexión de significantes en contigüidad, en el eje sintagmático, es la emergencia de
otro tipo de
efecto de significado, un efecto retenido, de allí el signo menos -(-)-, efecto de sentido
metonímico.
De este modo, si las leyes del inconsciente son equiparables a las leyes del lenguaje,
concluimos entonces que “El inconsciente está estructurado como un lenguaje”, dado
que
obedece a sus leyes (metáfora y metonimia).