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LA EDAD MEDIA EN LA PENÍNSULA IBÉRICA


A-2.1. AL-ANDALUS: EVOLUCIÓN POLÍTICA.
EMIRATO Y CALIFATO
Los musulmanes llegaron a la Península Ibérica en el año 711. La razón fue la disputa entre diferentes
bandos de nobles visigodos y la expansión del Islam. Muza, gobernador del N. de Africa, mandó una
expedición dirigid por Tariq, que llegó hasta Gibraltar con sus hombres. Se enfrentó con el ejército
de Roderico (don Rodrigo) en la batalla de Guadalete y los derrotó.
En pocos años (711-714) los musulmanes conquistaron toda la península, salvo algunos territorios en
el norte. Hubo poca resistencia entre la población hispano-visigoda entre otras razones por la toleran-
cia hacia cristianos y judíos.
Los musulmanes estuvieron en la Península. Ibérica desde 711 hasta 1492. En este largo periodo de
tiempo hubo varias etapas:
a) Emirato dependiente (714-756) la Península Ibérica fue una provincia del califato de Damasco.
Estaba gobernada por un emir. En esta etapa los musulmanes fueron derrotados en la batalla de
Covadonga (722) lo que permitió la independencia del pequeño núcleo de Asturias. Y en la ba-
talla de Poitiers (732) que impidió su extensión al otro lado de los Pirineos
b) Emirato independiente (756-929) como consecuencia de una crisis política en Damasco los
Omeyas fueron eliminados y empezó a reinar una nueva dinastía, los Abbasies, la nueva capital
del imperio musulmán sería Bagdad. Un príncipe superviviente de la matanza de Omeyas llegó a
la península, era Abd al-Rahman I. Se hizo con el poder y se autoproclamó emir independiente,
en lo religioso seguía dependiendo del califa de Bagdad.
c) Califato de Córdoba (929-1031). años después Abd al-Rahman III se autoproclamó califa,
ahora era independiente en asuntos políticos y religiosos.. Este periodo es el de mayor poder po-
lítico y el del máximo esplendor cultural y artístico, destaca la etapa de Al-Hakam II.Fue muy
importante Almanzor, que gobernaba en nombre del califa Hisham II, dirigió numerosas razias
contra territorios cristianos. Al morir Almanzor el califato entró en crisis y se dividió en numero-
sos reinos taifas. El califa fue depuesto.

REINOS TAIFAS. REINO NAZARÍ.


La política militarista de Almanzor generó problemas económicos, debido al elevado coste
del mantenimiento de un ejército profesional, y problemas de autoridad, pues sólo la figura de Al-
manzor y las continuas victorias hacían posible el equilibrio entre los clanes de árabes, eslavos y
bereberes.
Así se demostró cuando a Almanzor lo sucedió su hijo mayor , que fue incapaz de mantener
la autoridad. Tras la muerte prematura de este accedió al poder el segundo hijo de Almanzor (Abd al-
Rahman “, quien se autoproclamó califa. La aristocracia árabe se levantó contra el poder del nuevo
califa, y los otros clanes (eslavos y bereberes) buscaron el apoyo de los reinos cristianos en sus en-
frentamientos con los árabes que monopolizaban el poder. Así empezó la influencia de los reinos
cristianos en la política interna de Al-Andalus.
A partir de ese momento los califas se sucedieron, mientras su autoridad iba disminuyendo a
manos de la aristocracia. En el año 1031 el Califato de Córdoba quedó fragmentado en pequeños
reinos independientes (27) conocidos como reinos taifas o taifas (1031-1090) con menor poder eco-
nómico y militar, y frecuentemente enfrentados entre sí. Eso favoreció el avance de los reinos cristia-
nos (Reconquista).
La amenaza militar y la obligación de pagar parias a los reinos cristianos aumentaron su
debilidad política. Tras la conquista de Toledo (1085) por parte de Alfonso VI de Castilla y León, los
reinos taifas pidieron ayuda a un poder norteafricano formado por una unión de tribus bereberes, los
almorávides.
Éstos (almorávides) llegaron en 1086, derrotaron a Alfonso VI, recuperaron Valencia y frena-
ron el avance reconquistador. A partir de 1094 unificaron Al-Andalus e impusieron guarniciones mi-
litares en casi todas las ciudades. Hacia 1140 el poder almorávide se desintegró ante el empuje de un
nuevo imperio norteafricano, los almohades.
El vacío de poder dejado por los almorávides en la Península Ibérica dio paso a unas segundas
taifas (1144-1170). En ese periodo los almohades ya estaban en la Península tratando de controlar
Al-Andalus. Su capital era Sevilla.
En 1195, con la batalla de Alarcos los almohades se hicieron con el control de Al-Andalus.
Dominaron todas las ciudades hasta que una coalición de los reinos cristianos del norte, los derrotó
definitivamente en la batalla de las Navas de Tolosa (1212).
Sin embargo, en muy pocos años, de 1212 a 1262, los cristianos acabaron con todos los reinos
de taifas menos Granada .
El reino nazarí de Granada (1237-1492). Fue el último reino musulmán de la península.
Para sobrevivir pagó parias y aceptó ser vasallo del reino de Castilla. Los Reyes Católicos empezaron
una guerra para conquistarlo, que duró 10 años. Entraron en la ciudad en 1492, desaparecía el último
Estado musulmán de la península. después de ocho siglos.

2.2 . AL-ANDALUS. ECONOMÍA SOCIEDAD Y CULTURA. EL LEGADO JUDÍO EN LA


PENÍNSULA IBÉRICA.
La economía de Al Ándalus se basaba en la agricultura. Trajeron importantes mejoras, como nuevas
técnicas de regadío, acequias, norias. También nuevos cultivos, arroz, naranjas, azúcar, azafrán algo-
dón. La propiedad de la tierra siguió siendo el latifundio. Tenían también una importante artesanía de
artículos de lujo, textil, como la introducción de la seda, trabajo de la piel, cuero (cordobanes), cerá-
mica, papel (invento chino introducido por los árabes en Europa).
Las moneda utilizadas era el dinar y el dirham.
Un cambio con respecto a la etapa de los visigodos fue la importancia de las ciudades, que eran
grandes centros de comercio. Destacaron Córdoba, Sevilla Granada. Dentro de las ciudades se podía
distinguir la medina, el zoco, la alcaicería, las alhóndigas y los arrabales.

La sociedad se dividía por criterios religiosos, entre musulmanes y no musulmanes. Los musulmanes
comprendían la aristocracia de origen árabe, que formaban el grupo dirigente y los bereberes, proce-
dentes del norte de África, eran campesinos y pastores. Los muladíes eran cristianos convertidos al
Islam (menos tributos). Los no musulmanes eran judíos, que eran tolerados sin grandes problemas y
los mozárabes o cristiano que vivían en territorios musulmanes, fueron disminuyen su número por
las conversiones y la emigración a reinos cristianos. Además había esclavos, algunos eran prisioneros
de origen europeo y otros eran de Sudán.

La religión en Al-Ándalus era el islam, que significa “sumisión”, es monoteísta, Alá es el único dios,
en torno a él gira el comportamiento de las personas y la organización de la sociedad. Mahoma es su
profeta y el Corán el libro sagrado. Los preceptos del Islam señalan que : tiene que rezar cinco veces
al día, en dirección a La Meca, dar limosna, ayunar en el Ramadán y peregrinar a La Meca. La socie-
dad debe organizarse también según los preceptos islámicos o Sharia. Esta unión entre lo religiosos
y las normas sociales explican que el califa fuera la máxima autoridad política y religiosa.

Desde el punto la vista cultural Al-Andalus fue el lugar en el que se transmitió a Europa las aporta-
ciones de Oriente. Una de las principales fue la difusión del actual sistema de numeración, de origen
indio y basado en la posición de la cifra y la utilización del cero. Como pensadores destacan Averroes
y el judío Maimónides.
El arte hipano-musulmán estaba marcado por la religión y sus preceptos. Por eso no había represen-
tación de imágenes y la escultura y la pintura tuvieron un escaso desarrollo.
Las principales manifestaciones las encontramos en la arquitectura, principalmente en palacios y
mezquitas. Sus características son:
a) Materiales de construcción pobres, ladrillo, yeso
b) Abundante decoración, sin imágenes, con elementos vegetales o textos coránicos.
c) Arco de herradura o lobulado.
Han quedado obras muy importantes de cada uno de los periodos de Al-Andalus:
Arte de califal:Mezquita de Córdoba, iniciada su construcción en 785 y posteriormente am-
pliada.
Arte de los reinos taifas: palacio de la Aljafería de Zaragoza
Arte del periodo almohade, encontramos en su capital Sevilla la Torre del Oro y la Giralda
(minarete de la mezquita)
Arte nazarí nos ha dejado la magnífica Alhambra de Granada.

EL LEGADO JUDÍO EN LA PENÍNSULA IBÉRICA.

EL LEGADO JUDÍO EN LA PENÍNSULA IBÉRICA.

INTRODUCCIÓN.
Los primeros asentamientos judíos en España debieron establecerse después del siglo VI a.C. en
la costa mediterránea y desde allí extenderse al interior de la Península. Cuando las legiones
romanas destruyeron por segunda vez el Templo de Jerusalén (año 70), otros judíos se estableci-
eron en África del norte, primero, y, luego, en España.
Los judíos no constituían una etnia aparte; se distinguían por su condición religiosa, no por la
raza, y excepto por esto, en nada se diferenciaban de los demás habitantes del Imperio romano.
El judaísmo fue siempre una religión, no una etnia. Allí donde se instalaban, los judíos formaban
comunidades autónomas con el visto bueno de las autoridades. Aquellas comunidades estaban go-
bernadas por un consejo propio, con uno o varios rabinos que cuidaban de la sinagoga. Tenían sus
escuelas, bibliotecas, hospitales, cementerios, a veces sus baños. No se les obligaba a recluirse en
guetos. .
Pese a que Roma se mostró tolerante con el judaísmo, desde fecha muy temprana los judíos
fueron hombres poco simpáticos a ojos de los romanos y de los que vivían en torno a ellos, sobre
todo por el monoteísmo que profesaban y ciertas costumbres (la circuncisión, el rechazo de deter-
minados alimentos, la importancia del sábado) En todas partes tuvieron conflictos internos porque
estaban divididos entre sí en sectas rivales: fariseos, saduceos, esenios, zelotes,…
En la Península Ibérica, discusiones y polémicas sobre cristianos que judaizaban al contacto con
elementos judíos aparecen en el Concilio de Elvira a principios del siglo IV. Existían comunidades
judías en Aragón, Cataluña, en las Baleares, en el Levante , en el valle del Guadalquivir, en Gra-
nada, así como en algunas zonas del interior (Toledo) Lo que provocó el recelo de los obispos ante
el proselitismo de los israelitas.
EDAD MEDIA.
En el año 589, Recaredo, una vez convertido al catolicismo, motivó el cambio de los judíos en
territorio hispano, única minoría disidente en un reino que ya era oficialmente “católico”.
Recaredo inició la política discriminatoria, como la prohibición a los judíos de tener esclavos cris-
tianos, de los matrimonios mixtos y la exclusión de los cargos públicos.
La llegada de los árabes a la Península Ibérica fue casi una liberación para los judíos del yugo godo.
Es probable que fueran muchos los judíos que se convirtieron al Islam entre los siglos VIII y X. Se
formaron muchas comunidades judías como en Córdoba, capital de l Al-Ándalus, Granada,
Tarragona, Jaén, Zaragoza, Sevilla, Almería, Barcelona... En todas las ciudades en las que
vivían, los judíos estaban organizados en aljamas. Regidos por sus propias leyes el Talmud y la
Torá.
Hasta la caída del Califato de Córdoba, eran pocas las comunidades judías en los estados
cristianos de la Península.
Los monarcas cristianos estaban encantados de la llegada de unos hombres competentes y cultos. A
partir de 1146 fueron las persecuciones de los almohades las que obligaron a miles de judíos a
salir de Al-Ándalus para refugiarse en las tierras del norte. Fueron bien acogidos por su espe-
cialización en el comercio y la artesanía, poseían bienes mobiliarios y dinero para financiar la
guerra y también despuntaban a nivel cultural, sobre todo en ciencias y, en particular, en medicina.
En el siglo XIII cinco ciudades destacan en los reinos de Castilla: Burgos y Segovia (con cinco
sinagogas) en el norte, Toledo en el centro (entre 1.000 y 4.000 personas con diez sinagogas y
cinco centros de oración), Sevilla y Córdoba en el sur.
Toledo era para los judíos como una nueva Jerusalén, foco religioso, filosófico y económico a
la vez. La bellas sinagogas de Santa María la Blanca y del Tránsito que se conservan todavía dan
idea de lo que pudo ser en los siglos XII y XIII.
Destaca la Escuela de Traductores de Toledo, creada en el s. XIII, y alentada por Alfonso X “el
Sabio”; cuya labor era traducir textos clásicos del árabe al latín.
Lo que hubo en la Edad Media, en España como en toda la cris tiandad, no fue antisemitismo,
sino antijudaísmo; un antijudaísmo constantemente reivindicado por la Iglesia católica desde los
orígenes del cristianismo. El odio a los judíos se extendió a toda Europa.
La guerra civil en Castilla, con la posterior victoria de la dinastía Trastámara significó un golpe muy
duro para el judaísmo castellano. A finales del siglo XIV subsistían cuatro grandes aljamas: To-
ledo, Burgos, Sevilla y Murcia. La comunidad judía de España servía de chivo expiatorio para los
males que aquejaban la sociedad: los judíos son los culpables de la muerte de Cristo.
Se les obliga a los judíos ahora a vivir en barrios exclusivos y cerrados de los cuales no podrían
salir sino bajo ciertas condiciones; desde entonces empiezan a formarse juderías o barrios judíos
en distintas ciudades. Se les hace la vida imposible para que acaben prefiriendo convertirse al cris-
tianismo. En las crónicas judías, el año 1391 es recordado como el de las persecuciones (pogromos)
y de la presión. A partir de esta época merma considerablemente el número de judíos en la Pen-
ínsula.
Con la llegada al poder de los Reyes Católicos, ¿qué representaban los judíos en España en el siglo
XV? Las conversiones habían mermado considerablemente; en vísperas de su expulsión no pasa-
rían de 200.000 personas, 150.000 en los territorios castellanos y 50.000 en la Corona de
Aragón. Las grandes aljamas del siglo XIV (Sevilla, Toledo, Burgos) o habían desaparecido o
habían perdido su esplendor de antaño.
Pero no se había acabado con el orden público en las calles; había que acabar con la conflic-
tividad latente entre judíos, conversos y cristianos viejos. El primer paso fue la decisión de seg-
regar a los judíos. En las Cortes de Toledo de 1480 se decide el apartamiento riguroso de los judíos
en barrios separados de donde no podrían salir sino de día para sus ocupaciones profesionales.
Llegó 1492 y la expulsión de los judíos de la Península Ibérica, que llevaban siglos viviendo en
territorio hispano; era su tierra, la de sus padres y antepasados. ¿Cuántos fueron los judíos que sali-
eron entonces de España? Las evaluaciones que se han dado varían entre 40.000 y 350.000. Dejaron
atrás a su añorada Sefarad.
Fuente: Los judíos en España; Joseph Pérez; Marcial Pons; 2005.

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