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El Arte del Imperio Persa

El Mediterráneo Oriental
Tema 14

Introducción histórica

A mediados del siglo XV a.C. Ciro el Grande fundó el Imperio Persa, el primero de la Antigüedad y la mayor
potencia jamás conocida en Próximo Oriente. Sus dominios se extendían desde el Mediterráneo hasta el Valle
del Indo, comprendiendo tierras de Grecia, Mesopotamia, el país de Canaam, Asia Menor y Egipto.

Los reinados de Ciro y Darío, marcaron la definición de los rasgos esenciales de su arte, cuyos hitos esenciales
son la construcción de palacios y de tumbas, que en el contexto de un arte imperial al servicio del rey, otorgan su
plena especificidad y relevancia al arte persa. Los persas asimilaron las influencias asirias, egipcias y griegas,
llegando a alcanzar un estilo propio y característico. Las obras más importantes en arquitectura son el Palacio
de Ciro en Pasagarda y el Palacio de Darío en Persépolis.

A partir de un concepto de espacio vinculado a las exigencias representativas del poder político, así como a un
nuevo modo de concebir el estado y una nueva estética derivada de los influjos griegos y orientales, los persas
consiguieron establecer a través de estas obras una soluciones sin precedentes, exponentes de su propio esplendor.

Con la conquista de Alejandro Magno en el 313 a.C., el protagonismo artístico del Próximo Oriente se desplaza al
mundo griego.

1. La fundación de un gran Imperio: Medos y Persas en la meseta de Irán.

El Imperio Persa surgió a finales del II Milenio a.C (1300-900 a.C.), cuando llegaron a la Meseta de Irán dos grupo
nómadas indoeuropeas: medos y persas. Estuvieron bajo el poder asirio hasta el siglo VII a.C., momento en el
que inició una fase de expansión y se constituyeron dos unidades políticas independientes: los medos al norte y los
persas al sur. Poco después Ciaxares II, monarca medio aliado con el babilónico Nabopolasar, arrasó las ciudades
de Assur (614 a.C.) y Nínive (612.a.C.), acabando con el poder asirio y empezando un periodo de expansión por
Mesopotamia. Posteriormente Ciro el Grande, monarca de la región de Parsa (Persia) conquistó el Reino Medo
(550 a.C.), y fundó un Imperio configurado a partir de un proceso de conquistas llegando a hacerse con el Imperio
Babilónico al derrotar a Nabódino en el 593 a.C.

Cambises (530-533 a.C.) extendió aun más el Imperio al dominar Egipto y la costa jonia de Asia Menor. Pos-
teriormente Darío I (521-486 a.C.), conquistó la zona occidental del Mar Negro y llegó a cruzar el Danubio,
proyectando su poder por la actual Europa y dotando al Imperio de una nueva organización política, basada en la
distribución de sus territorios en 21 satrapías, una especie de circunscripciones territoriales que se correspondían,
de manera general, con los territorios del Próximo Oriente, constituyendo unidades culturales y económicas de
carácter independiente.

El Imperio Persa mantuvo una permanente relación de encuentros y desencuentros con el mundo griego. Los
conflictos que les enfrentaron en el siglo V durante el transcurso de las Guerras Médicas, sirvieron para que se
produjera un intercambio de influencias entre oriente y occidente. Entre el 540 y el 340 a.C., cuando se estaban
realizando las obras más importantes del arte persa, los griegos desarrollaban su arte arcaico y clásico.

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Se sabe de la presencia de numerosas influencias técnicas y formales en los edificios de Pasagarda y Persépolis,
como el empleo del cincel dentado, las pinzas o las grapas que los arquitectos griegos empleaban en los edificios
jónicos, y asimismo se han hallado en estos lugares basas de columnas con acanaladuras horizontales de estilo
griego, cuyo trabajo de cantería es heleno. La columna persa, con sus fustes estriados de inspiración griega,
constituye también una importante evidencia de esta influencia artística.

Durante la Segunda Guerra Médica, los persas conquistaron y saquearon Atenas y destruyeron los edificios de la
Acrópolis. Las luchas entre ambas potencias dejaron una estela de destrucción en las costas jonias de Asia Menor
que acabaría por debilitar el poder del Imperio Persa, el cual sucumbió ante Alejandro Magno en el 334 a.C.,
incorporando el territorio al Imperio Macedónico.

La conquista de Alejando Magno no solo liberaría a las ciudades del Imperio Persa, sino que difundiría el Helenis-
mo por el Mediterráneo oriental, Egipto y Asia Menor hasta el Valle del Indo.

2. Los grandes palacios de la Persia Aqueménida

Junto al influjo griego, los persas recibieron influencias artísticas de los pueblos por ellos conquistados: medos,
elamitas, hurritas, asirios, babilonios, egipcios y fenicios. Los palacios y tumbas se configuraron en grandes
complejos arquitectónicos puestos al servicio de un arte de corte imperial concebido como instrumento de exalta-
ción del poder real. La arquitectura religiosa no tuvo ningún desarrollo dentro del arte persa, puesto que en el
zoroastrismo no era necesaria la construcción de templos, el culto se realizaba al aire libre, en altares de fuego que
eran símbolo de la pureza moral.

Para sus edificios, incorporaron elementos de los pueblos conquistados: toros androcéfalos, bajorrelieves de
ladrillo vidriado, cornisas egipcias o columnas de inspiración jónica. Elementos que a su vez se combinaron
con toda una serie de innovaciones a partir de las cuales
los persas generaron una arquitectura nueva. El elemen-
to caracterizador fue el empleo de las columnas, realizadas
en piedra o madera, con las que se crearon grandes salas
hipóstilas, creando una nueva concepción y distribución
del espacio interior, al tiempo que se aportaba a los edifi-
cios una imagen hasta ese entonces desconocida.

Los grandes conjuntos palaciales fueron el de Ciro en Pasa-


garda, y los de Darío en Susa y Persépolis.

2.1. Ciro II y Pasagarda

Ciro II construyó en Pasagarda la capital del Imperio Persa


(557-559 a.C.), el primer complejo palatino de la Dinastía
Aqueménida. Se trataba de un conjunto que continuaba
con la práctica nómada del pueblo medo-persa, reprodu-
ciendo una especie de poblado que contenía las tiendas de
las jefes nómadas, edificadas ahora en piedra. El conjunto
se elevaba sobre una explanada a la que se accedía por diver-
sos puntos, construida mediante grandes bloques de piedra, Conjunto Palatino de Pasagarda. (Siglo VI a.C.)

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regulares en cu cara externa e irregulares en la interna, cuyo siste-
ma de construcción pudo haber sido adoptado por los medos de la
arquitectura anatólica, concretamente del Reino de Ugarti. En su
espacio se distribuían diferente pabellones independientes en me-
dio de un gran parque, circundado por un muro de cuatro metros
de espesor, cuyo denominador común fue la presencia de grandes
salas hipóstilas, llamadas a convertirse en el rasgo definitorio
de la arquitectura persa.

Palacio S. Era uno de los pabellones del complejo, ubicado en


uno de los extremos de la terraza, se configuraba como una es-
tructura rectangular en cuyo interior existía una sala compues- Palacio S Pasagarda. (Siglo VI
ta por dos hileras de cuatro columnas cada una, a la que se a.C.)
accedía por cuatro puertas.

Palacio P. Ubicado en el otro extremo del complejo y también


independiente, que reproducía de nuevo este tipo de espacio, en
este caso de mayor complejidad y que era de uso residencial. La
sala hipóstila era un espacio rectangular con cinco hileras de
columnas, flanqueada por un pórtico in antis en cada uno de
sus lados mayores.

Comprendía una sala de audiencias configurada como un gran


pabellón de planta rectangular con pórticos abiertos en sus
cuatro lados (yo sólo veo dos pórticos). Éstos, se componían de
dos hileras de columnas que comunicaban con la sala interior, y
sus entradas estaban decoradas con relieves. La sala interior con-
taba también con una doble hilera de 30 columnas realizadas Palacio P Pasagarda. (Siglo VI a.C.)
en piedra, y estaba sobre elevada en relación a los pórticos, lo
que ha llevado a pensar que pudieran haber existido entre ambos
un cuerpo de ventanas. Ambos pórticos flanqueaban la sala en su
lado más largo, sobresaliendo a ambos lados de la misma, confor-
mando una estructura en forma de “H”, que recordaba las stoai
o pórticos griegos hallados en la costa jonia.

Con este palacio los persas crearon una nueva fórmula arquitec-
tónica que tendría gran éxito en la arquitectura aqueménida: la de
la apadana (sala hipóstila de audiencias en los palacios persas).

La columnas de las apadanas soportaban grandes vigas de cedro


del Líbano y eran un reflejo de la fusión de influencias egipcias
y mesopotámicas propias de la arquitectura persa. Las más anti-
guas estaban construidas por basas de piedra formadas por un
plinto cuadrado con dos peldaños sobre el que se ubicaba una
moldura convexa. Posteriormente se desarrolló otra modalidad
de basa “campaniforme”, frecuente en Persépolis y Susa.

Los capiteles tenía la parte inferior formada por un círculo de


hojas colgantes sobre el que se desarrollaba una estructura a modo
de palma, seguido de un fuste con volutas y, finalmente, un mó-
dulo superior compuesto de formas humanas o animales que re-

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presentaban prótomos (bustos) de toros, leones, grifos y toros con
cabeza humanas. Estos capiteles estaban policromados.

Este tipo de salas hipóstilas, configuradas por una pieza central con
columnas, cuatro torres en las esquinas y pórticos con columnas en
su perímetro, había sido ya empleado en otros ámbitos del Próximo
Oriente. La hititas lo habían empleado en el siglo XIV a.C. en el Pa-
lacio D de Bogazköy; y habían formado parte de la estructura del Pa-
lacio de Erebuni, en Urartu (Anatolia), siglo VIII a.C.; y el Palacio
medo de Godin Tepe. Así mismo, este tipo de estructuras ya habían
sido ensayadas por los arquitectos jonios.

Fragmento superior de capitel persa, pro-


cedente del palacio de Persépolis.
(Siglo V a.C.)

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2.2. Darío I en Susa y Persépolis

Las nuevas soluciones arquitectónicas del Palacio de Pasagarda al-


canzaron su desarrollo a través de los proyectos constructivos de Da-
río I y sus sucesores en Susa y Persépolis.

Palacio real de Susa. Se erigió también sobre una plataforma. El


conjunto en forma de “H” que había sido diseñado para Pasagarda,
fue sustituido por un cuadrilátero de 250m de lado, el cual daba
forma a una sala hipóstila de 36 elevadas columnas realizadas en
piedra. Las columnas de estilo jónico soportaban una cubierta de
madera de cedro, con su elevación proporcionaban a la construc-
ción una impresión de ligereza muy similar a la de los templos grie-
gos de las costas jonias, como Samos o Éfeso. La apadana de Susa
estaba rodeada de jardines.

El conjunto comprendía, además, un palacio real de grandes dimen-


siones estructurado a partir del modelo mesopotámico, organizada
en tres patios que incluían una decoración a base de ladrillos vi-
driados y policromados.

Palacio de Persépolis. Su conjunto desarrolló puntos de contacto


con el Palacio de Pasagarda referentes a la proliferación de espacios
cuadrangulares, el empleo de columnas en dichos espacios y la
distribución a partir de edificios aislados. El conjunto fue edifica-
do sobre una plataforma de 15 metros de altura, realizada a base
de piedras, al que se accedía mediante una escalinata doble, com-
puesta por dos tramos de escaleras enfrentadas, anchas y de suave
pendiente, que se ubicaban en el flanco occidental del conjunto.

Esta escalera desembocada en la Puerta de Todos los Países o Puer-


ta de las Naciones, construida por Jerjes (486-465 a.C.), y su acceso
estaba presidido por toros alados androcéfalos, adaptación per-
sa de los lamassus asirios, que aquí también cumplían una función
protectora. A través de esta puerta desfilaban las delegaciones de los
pueblos que se hallaban bajo el dominio persa.

Tras ascender por la escalinata de acceso se llegaba a la parte pú-


blica del conjunto palacial. La sala de audiencias, elevada en una
terraza independiente, y el salón del trono o la Sala de las Cien
Columnas, constituían lo más destacado de este espacio.

Puerta de Todas las Naciones del Palacio


de Persépolis. (Siglo V a.C.).
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Apadana de Persépolis. (Siglo V a.C.).
Ambas construcciones separaban la parte norte del conjunto, accesi-
ble solo para un público restringido, de la parte privada, situada a
espaldas de ambos edificios. La unión entre ambas partes se resolvió
mediante una escalinata situada entre los dos salones de audiencias,
que conducían a un edificio denominado tripylon, una especie de
pórtico con tres puertas de acceso.

Desde este espacio se accedía al harén y a los palacios residenciales


de Darío y de Jerjes, así como al tesoro. Todas estas construcciones
estaban configurados por módulos cuadrangulares y columnados.

La sala de audiencias constituía una apadana muy parecida a la del Escaleras tripylon de Persépolis. (Siglo V a.C.).
palacio de Ciro II en Pasagarna. Tenía tres pórticos monumentales
a los que se accedía mediante unas escaleras de doble rampa de-
corada con relieves. Su techo de madera estaba sostenido, como en
Pasagarna, por 36 columnas distribuidas en seis filas, cuyos capi-
teles adoptaban formas de grifos, leones y toros.

Un espacio similar, también hipóstilo, se distribuía en la Sala de las


Cien Columnas, o gran salón del trono, iniciado por Jerjes y termi-
nado por Artejerjes, que se componía de diez filas de columnas que
sostenían un gran techo precedido de un atrio columnado.

Apadana Palacio Persépolis. (Siglo V a.C.).

Los capiteles se configuraron mediante una pieza superior compues-


ta por dos medios cuerpos de animales unidos, generalmente to-
ros, hombres-toro o grifos de raíz mesopotámica, que podían apo-
yar directamente sobre el fuste o tener unas piezas con volutas, cuyo
antecedente se encuentra en la arquitectura helena de procedencia
jónica, aunque también hay ejemplos fenicios. Bajo estas piezas exis-
tían unas formas vegetales, como de loto o papiro, que recordaban a
los capiteles egipcios de época Ptolemaica.

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3. Las construcciones de uso funerario

Las estructuras funerarias, puestas al servicio de los monarcas siguie-


ron dos tipologías: el mausoleo y el hipogeo.

Mausoleo de Ciro. Pasagarda. Se trata de una estructura construida


en piedra, bastante simple, compuesta por un alto basamento es-
calonado con seis gradas, sobre la que se levantó una estructura
rectangular, en forma de casa con cubiertas a dos aguas, en cuyo
interior se encontraba el cuerpo del difunto. El empleo del la cubierta
a dos aguas y de la decoración arquitectónica que aparecía en la cor-
nisa del mausoleo, una especie de moldura de doble curva, convexa
la superior y cóncava la inferior, con dentículos (adorno en forma de
Tumba de Ciro II en Pasagarda. (Siglo VI a.C.).
paralelepípedo rectángulo que se coloca alineado en la parte superior
del friso del orden jónico y en otras partes de la construcción clásica)
y geison o corona, parce poner de manifiesto que el mausoleo estuvo
inspirado en la arquitectura Frigia y Lidia.

En el entorno de Pasagarda se construyeron otras tumbas menores


según el modelo de la de Ciro II, pero en general esta tipología no
fue muy utilizada.

Hipogeos. A partir de Darío II los monarcas se enterraron en los


Acantilados de Naqsh-i-Rustan, situados frente a la llanura de Per-
sépolis, en conexión con el palacio, construyendo hipogeos que te-
nían su fuente de inspiración en Egipto y que diferían de los estudia-
dos ahora en el Próximo Oriente.

Tenían la fachada horadada en la roca y adoptaban forma de cruz


griega (con los 4 lados iguales), la cuan daba acceso a un vestíbulo
y después a la cámara sepulcral.

La entrada simulaba la fachada de un palacio, con cuatro co-


lumnas a modo de pórtico, dos a cada lado de la puerta, y sobre
ella relieves esculpidos sobre la roca con escenas simbólicas de
presentación del rey ante dios en escenas de introito o de exaltación
del poder ante las naciones del Imperio.

Hipogeos de Nasq-i-Rustan frente a Persépolis.

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4. El relieve arquitectónico: la decoración de los grandes
palacios y de las estructuras funerarias

Si bien está constatado que los arquitectos griegos colaboraron en la


construcción de los grandes edificios persas, no ocurre lo mismo con la
escultura. La principal fuente de inspiración de la escultura persa proce-
de de otras fuentes de inspiración distintas de la griega (pero al final del
texto se contradice con ésto).

La subordinación de la escultura a la arquitectura fue el principal


rasgo de la plástica persa. Se concibió como un elemento decorativo
de los grandes palacios y de las tumbas, a los que se confería un carácter
simbólico. Los umbrales de las entradas a los palacios, así como los la-
terales de las escaleras y sus parapetos, fueron decorados con imágenes
inspiradas con frecuencia en el arte mesopotámico.

Los relieves de las escaleras de la apadana de Persépolis, se realizaron


a gran escala y retomaban el concepto escultórico asirio, adaptado a la
representación de un mundo cortesano y pacífico que difería mucho de
su predecesor.

Las similitudes con el arte asirio, algunos investigadores las encuentran


en las escenas en las que el rey aparece ceremoniosamente sentado, en
las que se representaba la figura del héroe en combate con un monstruo
y diversos tipos de criaturas fantásticas. Pero el influjo más evidente es
el de los toros alados con cabeza humana de la Puerta de Todas las
Naciones del Palacio de Persépolis.
Vistas de las escaleras, Persépolis. (Siglo V a.C.).

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La técnica y el estilo empleado para las obras de la monarquía aqueménida, así
como su propia finalidad, fueron bien distintas a las asirias ¿?.

El relieve persa más antiguo que se conoce procede de la época de Darío


I. Se ubicaba en una de la jambas del Palacio de Pasagarda y representa un
genio alado que actuaba de protector y guardián de una de las puertas del
palacio, al estilo mesopotámico.

El personaje viste un túnica larga de cuyo cuerpo salen unas alas con de-
talles realizados mediante incisión, cosa que era de tradición asiria. Los
persas añadieron rasgos propios, como la barba corta y redonda, propia
de la moda persa.

La corona está inspirada en modelos egipcios, que los persas pudieron co-
nocer a través de bronces importados de Egipto o de obras fenicias de ins-
piración nilótica.

Relieves rupestres de Behistún. Tallados en tiempos de Darío I en las ro-


cas existentes sobre unas fuentes, constituyen un paso importante hacia
la adquisición de un estilo propio. Recrea el alzamiento contra el poder
aqueménida de pueblos mesopotámicos tras la muerte de Cambises, y la
victoria final de Darío I sobre los rebeldes. Se recurrió a una iconografía de
larga tradición mesopotámica. El rey, representado a mayor tamaño, pisa el
cuello de su adversario, del mismo modo que había hecho Naram-Sin de
Accad en la estela que lleva su nombre. Junto a ellos aparece una procesión
de personajes encadenados: los gobernantes rebeldes y derrotados, que van
acompañados con inscripciones que los identifican y señalan como “reyes
mentirosos”. Sobre ellos vuela la divinidad en forma de disco alado. La
novedad consiste en que sobre una iconografía netamente oriental, los
escultores persas introdujeron un nuevo modo de trabajar las figuras,
dotándolas de un volumen que las hace sobresalir del muro, modelando
Relieve de la Puerta R del palacio de
en bulto sus cuerpos y otorgándoles así una gran plasticidad. Pastagarda. (Siglo VI a.C.).

Relieves de Behistún.
(Realizados en tiempos de Darío I, 522-486 a.C.).

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Este nuevo modo de trabajar el cuerpo humano se relaciona con la
influencia que ejerció la escultura griega sobre la persa, la cual se
puso también de manifiesto en los relieves de los palacios de Susa y
Persépolis. Los persas adoptaron de los griegos los experimentos
que habían realizado los para dotar al cuerpo humano de mayor
plasticidad.

Los ropajes de las figuras fueron realizados mediante una serie de


pliegues simétricos que seguían el convencionalismo del arte griego
arcaico en el siglo VI a.C., y que probablemente llegó a Irán de manos
de los escultores jónicos al servicio de Darío I. Sobre dicho recurso
los persas incorporaron un sentido más estilizado de las figuras.
Escaleras de acceso a la sala de las cien columnas
de Persépolis. (Siglo V a.C.).
Frente al sincretismo la escultura persa desarrolló sus propios ras-
gos desde el punto de vista técnico, estilístico y temático. Sus obras
gozaron de un gran sentido plástico, logrando volumen propio me-
diante el altorrelieve y se caracterizaron por el desarrollo de un espí-
ritu decorativo alejado de la tradicional tendencia narrativa de los re-
lieves mesopotámicos, desarrollando un clara función ornamental,
no exenta de carácter emblemático, concebida como complemento
de la arquitectura palacial y funeraria.

Esta concepción ornamental del relieve persa estuvo ligada a su ubi-


cación. Hasta el momento los frisos en relieve solamente se habían
utilizado para decorar interiores (sala de audiencias o salón del
trono), y pasaron a ocupar los espacios exteriores por los que se
transitaba, ubicándose en las escalinatas de acceso a la parte pública
del palacio.

Las escalinatas de Persépolis se decoraron con relieves que recrea- Relieves de acceso a la apadana de Persépolis.
ban las 23 delegaciones procedentes de todo el Imperio, portando re- (Siglo V a.C.).
galos y ofrendas, y por otro lado filas de nobles, guardas y miembros
del séquito imperial. Con escenas similares también se decoraron las
escalinatas de acceso a la sala de audiencias de Darío, el Palacio de
Jerjes, los Palacios G y H, etc.

Los relieves más elaborados son los de la Sala de la Cien Columnas,


donde aparecían hiladas de súbditos sustentando al rey entronizado
mientras el dios Ahura Mazda se sostenía en el aire por encima de ellos.

En los umbrales laterales aparecía en rey en combate con monstruos


y toros. Los relieves estaban pintados y decorados con toda una
serie de ornamentos, como pulseras y láminas de oro. Su deno-
minador común fue la repetición. Los personajes se multiplicaban
en formas y disposiciones idénticas, otorgando al conjunto una gran
homogeneidad que se justificaba en función de su finalidad esen-
cialmente decorativa.

Los relieves se integraban así a la perfección con la arquitectura, apa-


reciendo en jambas de puertas, ventanas, dinteles, escalinatas, etc,
con escenas que exaltaban el poder del monarca.

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El la jambas de las puertas se representó con frecuencia al rey o héroe
luchando contra un león que apoyaba su pata en la pierna de su vencedor,
mientras éste le clava la espada.

En una de la jambas del trilyon de Persépolis aparecía el rey acompaña-


do de un servidor que portaba una sombrilla, en una escena de carácter
cortesano.

Ladrillos vidriados. Similares características se repetían en las escali-


natas de acceso a los edificios de los palacios de Susa y Persépolis, con
imágenes de procesiones de guardias medos y persas, lanceros de la
guardia real, así como procesiones de leones, toros alados y dragones
ejecutados sobre ladrillos moldeados, vidriados y policromados en azul,
blanco, amarillo y verde, de inspiración mesopotámica, cuya influencia
más directa es la Babilonia caldea.

La técnica del ladrillo vidriado persa agregó algunas novedades: ya


no se trataba de ladrillos de barro mezclado con paja y vidriados, sino de
tosca cerámica de cuarzo vidriada y coloreada.

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