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Tema 4 · Revolución Científica. Barroco Cultura y Religión.

(Caps.19 y 20)

TEMA 19: LA REVOLUCIÓN CIENTÍFICA

El término «revolución» empezó a usarse por los ilustrados para subrayar la importancia de los
cambios en la forma de analizar la realidad material, que dieron la vuelta radicalmente a las
formas de interpretar el mundo y pusieron las bases de unos conocimientos que, por primera
vez, pudieron llamarse de forma apropiada ciencia. La Física, la astronomía, las matemáticas o
la medicina fueron los cuatro terrenos en los que habría de iniciarse la nueva ciencia del siglo
XVII.

LOS CONOCIMIENTOS HEREDADOS

Aristóteles era la base de los conocimientos físicos, mientras que la dinámica de los astros
tenía como fundamento a Ptolomeo. La tierra constituía el centro del universo y en torno a
ella giraban los planetas y el Sol, dentro de sus respectivas órbitas. Existían dos mundos, el
lunar, de los planetas y el sublunar, la Tierra, cada uno de ellos dotado de su propia física.

La química nunca había formado parte del cuadro de las disciplinas clásicas. Lo que hoy
conocemos por química entraba en el campo de la alquimia, desarrollada especialmente en el
mundo árabe y la Edad Media, y fuertemente mezclada con la astrología.

En medicina, los médicos basaban su diagnóstico en la inspección de orina, sangre o


excrementos y sus remedios principales eran la sangría, la dieta, la purga o el uso de diversas
drogas. Las drogas se basaban en plantas con determinadas propiedades, a veces correctas.
Con frecuencia se hacían complejos preparados y antídotos, que incluían componentes
extraños como el cuerno de unicornio. La cirugía, bastante elemental, estaba separada de la
medicina y la practicaban personas que habían aprendido su oficio por medio de la práctica,
como los barberos.

En la interpretación del mundo y la naturaleza existían tres tradiciones: el organicismo, el


magicismo y el mecanicismo. En la primera, el universo se explicaba por analogía con el
mundo de los seres vivos. El magicismo entendía la naturaleza como una obra de arte cuyas
claves misteriosas eran necesaria desentrañar a través de las matemáticas. El mecanicismo
consideraba que el universo funciona como un reloj, cuya exactitud estaba regida por leyes
matemáticas. Esta última sería la tradición intelectual predominante en los principales
protagonistas de la Revolución científica y la que habría de consolidarse en la Ilustración y el
mundo contemporáneo. No obstante, las otras dos influyeron también en algunos de los
impulsores de la Revolución científica.

PROTAGONISTAS Y CENTROS DE LA RENOVACIÓN CIENTÍFICA

Buena parte de los avances científicos se dieron en sociedades del noroeste europeo. La física
y el conocimiento de la naturaleza carecían de autonomía científica, quedando englobadas
dentro de la llamada filosofía natural. La principal autoridad de dicho terreno era el filósofo
Aristóteles. El nombre de filósofo se aplicará a los que hoy llamamos científicos.

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La figura del mecenas siguió siendo importante, destacando Federico II de Dinamarca, que
proporcionó a Ticho Brahe (1546-1601) un centro de investigación científica. Se incrementaron
los viajes y contactos entre los científicos. El francés o inglés fueron sustituyendo poco a poco
al latín en las publicaciones y en la correspondencia entre las gentes dedicadas a la ciencia. La
función más importante fue la protagonizada por academias y sociedades científicas, surgidas
en algunos casos como efecto del mecenazgo público o privado.

A comienzos del siglo se creó la Accademia romana dei Lincei, de la que formaría parte el
propio Galileo y que sería víctima de los frenos a la investigación científica. Se estableció en
Florencia la del Cimento, plenamente adherida al nuevo método científico que tuvo entre sus
miembros a discípulos de Galileo como Vincenzo Viviani. La más importante y novedosa fue la
Royal Society Londinense. En ella participaron la mayoría de los científicos ingleses como
Robert Boyle, Rober Hooke o Isaac Newton.

En Francia, la dependencia directa garantizaba la financiación, a diferencia de una Royal


Society siempre con escasos fondos, aunque también afectaba negativamente a su
independencia y libertad de actuación. Tanto una como otra crearon observatorios
astronómicos.

La primera revista científica, el Journal des Savants, fue fundada en 1665. En la segunda mitad
del siglo se incrementaron las traducciones de obras científicas.

La Revolución científica se basaba en toda una serie de instrumentos como los diversos
telescopios, el barómetro, el microscopio o el termómetro, inventados y perfeccionados en el
siglo XVII. Gran importancia tuvo las mejoras del reloj en las Provincias Unidas, o los avances
en el trabajo del vidrio.

LOS INICIOS DEL EMPIRISMO. GALILEO Y BACON

Uno de los primeros renovadores en el campo de la astronomía fue el danés Ticho Brahe. El
resultado de su observación bajo la protección respectiva de Federico II y el emperador
Rodolfo II, sería la publicación póstuma de las Tabulae Rudolphinae, completadas por su
discípulo Kepler y que permitirían a éste perfeccionar la descripción del mundo de los astros
en la línea de Copérnico, desde una concepción exclusivamente geográfica.

Johannes Kepler (1571-1630) era un luterano alemán que desarrolló lo esencial de su actividad
en Graz y en Praga. En la búsqueda de la razón del universo basada en los números
pitagóricos, Kepler público su Astronomía Nova, que constituye, tras el de Copérnico, el
segundo gran libro de la astronomía moderna. Sus cálculos le permitieron predecir
correctamente diversos fenómenos astronómicos, pero lo más importante es que culminó la
descripción del sistema heliocéntrico mucho más allá de las intuiciones de Copérnico, y puso
las bases de lo que habría de ser el gran objetivo de astrónomos y físicos: la dinámica o
estudio del movimiento.

Galileo Galilei (1564-1642) perfeccionó el telescopio astronómico, lo que le permitió descubrir


los satélites de Júpiter, así como observar las fases de la Luna, Venus y Marte. Formuló las
leyes del péndulo, lo que le convierte en el primer físico moderno. Lo esencial de Galileo la
propuesta pionera de un nuevo método científico. Galileo defendía la autonomía de la razón
y de la ciencia. Los dos pasos imprescindibles para llegar al conocimiento son la experiencia y

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la demostración. Con su método, Galileo, puso las bases del empirismo. Los problemas más
conocidos de Galileo fueron los procedentes de la Iglesia.

Francis Bacon tuvo también una contribución importante a la creación del método empírico
iniciado por Galileo. Planteó la cuestión esencial de cómo saber que un conocimiento es
verdadero. Para ello es necesario eliminar todos los prejuicios y actitudes preconcebidas, que
denomina ídolos. El paso posterior para avanzar en el conocimiento del mundo son las
observaciones críticas. Se trata de un método inductivo, con la particularidad de que
introduce como prueba la experimentación.

DESCARTES Y EL RACIONALISMO

Se configuran las dos grandes corrientes de la renovación científica: empiristas y racionalistas,


encabezadas respectivamente por Galileo y Descartes. Para los primeros, la función de las
matemáticas es hallar las leyes de la naturaleza, mientras que para los segundos, su cometido
es asegurar la exactitud de los procesos lógicos de su filosofía. Los empiristas iniciarán el
conocimiento a partir de las percepciones de los sentidos. Para los racionalistas, en cambio, el
comienzo del proceso es interno, partiendo de la razón.

René Descartes (1596-1650) adopta la vía del racionalismo. Su objetivo es contar con un
método universal para buscar la verdad. El modelo son las matemáticas basadas en la razón.
Su gran obra será el Discurso del Método, con amplia base religiosa. Duda de la realidad del
mundo externo, pensando que bien podría ser una ilusión de los sentidos. El punto de partida
es una intuición: «pienso, luego existo». Descartes se apoya en el descubrimiento personal de
que el alma posee los principios de la ciencia, lo que le lleva a partir de las ideas innatas, una
de las cuales es la de Dios, en quien basa la realidad de la existencia del mundo que
percibimos.

Una de las grandes aportaciones de Descartes es el método analítico, consistente en dividir un


todo e incluye: el análisis y la síntesis. Propone cuatro pasos metodológicos o preceptos. El
primero, no dar como cierta ninguna cosa que no sea evidente. El segundo dividir cada una
de las dificultades a examinar en tantas partes como sea posible. El tercero, realizar las
reflexiones por orden, comenzado por los objetos más simples. Por último, realizar recuentos
tan completos y revisiones tan amplias como para estar seguros de no omitir nada.

Descartes concibe el universo como una gran máquina creada por Dios quién dictó las leyes
que lo rigen, las leyes físicas responden a un principio de necesidad, no pueden ser de otra
forma, pues Dios es lógico y perfecto. No desecha la experimentación, aunque no la da el valor
decisivo.

El racionalismo cartesiano logró construir un sistema explicativo sobre el hombre y el mundo


capaz de superar el de la escolástica medieval. El franciscano, Marin Mersenne, consideraba
que la mecánica de Descartes era un instrumento mejor que la escolástica para devolver la fe a
los incrédulos. Pero la Iglesia y muchos creyentes no se sintieron satisfechos con los
desarrollos de la mecánica cartesiana, pues pensaban que se acercaba peligrosamente al
ateísmo y en 1663 su obra fue incluida en el índice de libros prohibidos.

Como señalaría el propio Newton, el mecanismo de su universo material esencialmente


distinto de Dios permitía pensar en que el universo seguirá funcionando si Dios
desapareciera.

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El principal pesador materialista era el sacerdote Pierre Gassendi (1592-1655), importante
matemático y filósofo, destacado astrónomo y uno de los fundadores de la meteorología. Sus
átomos eran partículas con masa, dotadas de inercia, que se movían en el vacío aportando una
explicación más convincente que el universo de Descartes.

El racionalismo tuvo en la segunda mitad del siglo XVII una fase de expansión. Las tres
principales figuras del racionalismo fueron Nicolás Malebranche, Baruch Spinoza y Gottfried
Leibniz, tres personajes que pertenecen más al campo de la filosofía del conocimiento, que al
de la nueva ciencia, pese a algunos avances científicos como el desarrollo del cálculo
infinitesimal por Leibniz, quien llevó el racionalismo a la máxima expresión.

NEWTON Y LA CONSOLIDACIÓN DE LA NUEVA CIENCIA

El empirismo resurgiría en las décadas finales del siglo, especialmente en Inglaterra con la
figura del gran genio del siglo, Newton (1646-1727), creador de la física moderna.

Isaac Newton fue un entusiasta del método empírico y un personaje apasionado por la
alquimia, la interpretación de textos bíblicos o el hermetismo. A pesar del rigor de sus
planteamientos científicos, no siempre fue capaz de separarlos de la metafísica y la religión.
Intentaba conciliar su visión del mundo físico con sus creencias religiosas y la historia de la
salvación.

Estableció las leyes fundamentales del movimiento, formulando la ley de gravitación


universal. Desarrolló el cálculo infinitesimal, instrumento matemático esencial de la nueva
ciencia, la óptica y las teorías de la luz y del color. Formuló el concepto de masa, que
resultaría esencial para la física y la teoría gravitacional de las mareas. Enunció con claridad el
principio de la inercia. Desarrolló nuevos instrumentos técnicos, como el primer telescopio
reflector y consagró el método empírico como el único que permitía llegar a la verdad
científica.

La física newtoniana acabó por imponerse. Estableció la visión dinámica del universo con sus
aportaciones, el universo se hacía comprensible y en buena medida previsible en sus
movimientos. Así, Edmund Halley, pudo predecir el regreso del cometa que lleva su nombre.
El método experimental se impuso a los sistemas deductivos.

El avance de la ciencia sobre bases seguras iniciaba una progresiva especialización en el


conocimiento.

AVANCES DE DISTINTOS CAMPOS DEL SABER

Las investigaciones científicas, especialmente en el terreno de la física, avanzaron a lo largo del


siglo. Destaca la de Evannglista Torricelli. Gracias a su invento del barómetro, demostró la
existencia del vacío y la presión atmosférica. Otras aportaciones en el terreno de la física
fueron la medición de la velocidad de la luz realizada en París por el danés Ole Romer, las
mediciones de Jean Picard sobre el meridiano terrestre y el tamaño de la Tierra, los
planteamientos de Gilles de Rovervao sobre los tipos de fuerzas existentes en el universo o las
investigaciones de jesuita Francesco María Grimaldi sobre la luz y los colores.

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Destaca el holandés Christian Huygens, autor del primer tratado completo del cálculo de
probabilidades, investigó sobre la luz, la fuerza centrífuga o el péndulo y estableció las bases
que en el siglo XVIII permitirían construir el cronómetro. También hizo estudios en astronomía.
Hábil tallador de lentes, perfeccionó sus propios telescopios y diseñó un micrómetro para
medir pequeñas distancias angulares en la observación planetaria.

Robert Hooke, destacan los trabajos que hizo sobre la presión de los gases, el vacío, la
elasticidad de los cuerpos o el mundo microscópico y las células. Perfeccionó el barómetro o el
anemómetro e inventó el higrómetro.

En matemáticas, John Napier, fue el primer en definir los logaritmos.

En medicina, William Harvey completó el análisis de la circulación sanguínea.

La química permanecerá en una etapa precientífica. Tampoco progresó la biología. Los


mayores avances se produjeron en el terreno de la observación, se examinaron con el
microscopio tejidos, organismos, insectos... etc. Poco a poco las nuevas teorías fueron
imponiéndose. Se crean gabinetes de física y de curiosidades y se habla de ciencias en los
salones, sobre todo en la segunda mitad de la centuria. Todos los avances descritos no pueden
hacernos olvidar el enorme freno que suponía el peso de la tradición. La capacidad crítica se
aplicó también a campos del conocimiento distintos al mundo natural, como los estudios
históricos, como consecuencia de la preocupación por la autenticidad de las fuetes.

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TEMA 20: EL BARROCO. CULTURA Y RELIGIÓN

BARROCO Y CLASICISMO

El término «Barroco» fue acuñado en el siglo XVIII para definir las tendencias artísticas
dominantes durante el periodo anterior.

Surgido esencialmente en Italia, va desde los años ochenta del siglo XVI hasta entrado el XVIII,
si bien la fase culminante seria entre el 1600 y el 1680. Lo más importante de esta época fue la
Contrarreforma católica, el auge del mundo cortesano y las diversas crisis del siglo. La
enseñanza visual no se limitaba a los contenidos de la fe. Deseaba transmitir también la
potencia y el triunfo de la Iglesia sobre la herejía y el predominio absoluto de su verdad. El
abandono de la belleza serena por la necesidad de representar una religión basada en el
esfuerzo del hombre por lograr la salvación, se plasma artísticamente en la obsesión por el
movimiento, la ruptura de las formas o la búsqueda de los contrastes .

La cultura cortesana tenía una necesidad de transmitir una serie de valores a través del
espectáculo: potencia política y social, identificación con la Iglesia, esplendor, necesidad de
sumisión de los vasallos y grupos sociales inferiores… En el Barroco hubo diversas crisis: la
recesión y las dificultades económicas, las grandes guerras o las revueltas, sublevaciones y
guerras civiles. Sería la expresión de la sensibilidad de una época atormentada.

La arquitectura religiosa o civil, es un arte enormemente teatral, en el que prima la


decoración detallista sobre los elementos constructivos, así como el impacto y la atracción de
lo sorprendente. La obsesión por el movimiento lleva a una sucesión de curvas, contracurvas,
columnas salomónicas, fachadas ondulantes o salientes, juegos de luces y sombras y toda otra
serie de elementos. Las realizaciones se extendieron a las formidables historias visuales de los
retablos, a la escultura o la pintura en la que la obra de Caravaggio supondría el punto
esencial de partida. Se buscan las alegorías como transfiguración de lo aparente, los
contrastes de luz y sombra, los trampantojos o engaños, la representación de la naturaleza
del paisaje concreto y también fugaz, el bodegón, que refleja la belleza a punto de
desaparecer de la naturaleza muerta, el retrato realista.

El arte civil plasma la suntuosidad de las sociedad cortesana encabezada por los monarcas:
palacios y villas campestres, con sus parques y jardines, que combinan la naturaleza con
fuentes y grutas artificiales. También el brillo de las ceremonias, reflejo del poder y la grandeza
de sus protagonistas. Roma, sede del papado, inicia con la Contrarreforma un urbanismo
esplendoroso, que se complementa con la formidable arquitectura de la plaza de San Pedro y
la instalación de obeliscos.

Pero el Barroco no se limita a una estética en el mundo del arte y las ceremonias, sino que
afecta al resto de las expresiones culturales. Una visión más pesimista que la del
Renacimiento, fija su atención en el cambio, la inseguridad, insatisfacción, angustia o
desengaño. En la literatura, temas como la fidelidad o la vida y la muerte. El Barroco rechaza el
equilibrio, la medida o la razón. Es el triunfo de lo excesivo, patético, lo irracional.

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Una de las grandes aportaciones de la cultura Barroca será la ópera, mezcla de música y teatro
que se inicia en Italia con Monteverdi. España fue uno de los países más influidos por dicha
cultura que coincidió con el momento más culminante de su siglo de Oro. Destacan pintores
como Zurbarán, Murillo, Velázquez o escritores como Cervantes, Lope de Vega o Góngora. En
los Países Bajos españoles, Rubens o Van Dyck. En Francia, la huella del Barroco fue escasa, lo
mismo que en Inglaterra en la que destaca Shakespeare. Las provincias Unidas vivieron un
formidable siglo pictórico barroco con autores como Rembrandt. El Barroco se extendería
tardíamente por los estados de los Habsburgo o por Polonia.

Desde mediados de siglo se desarrolló en Francia una estética que ha sido definida como
Clasicismo, caracterizada por el culto a la Antigüedad, el imperio de las normas, las líneas
rectas y los volúmenes definidos, aunque incorpora también elementos del Barroco. Es un arte
que surge coincidiendo con la Francia de Luis XIV. El palacio y los jardines de Versalles o la
iglesia de los Inválidos, son las principales realizaciones, pero donde el clasicismo francés
alcanza su máximo esplendor es en la literatura. Y especial importancia tiene el teatro. La
literatura del clasicismo defiende el ideal del hombre honesto que opone a la moral
caballeresca valores como la mesura, la razón y el dominio de sí mismo. En la Francia del siglo
XVII destacan algunos autores que han sido considerados como precedentes de la Ilustración:
Pierre Bayle y Bernard le Bouyer de Fontenelle.

Otros protestantes franceses refugiados en las Provincias Unidas crearon también obras
críticas precursoras del pensamiento ilustrado como Jean Leclerc o el historiador hugonote
Henri Basnade de Beauval. Pero los precursores de la Ilustración no fueron exclusivamente
franceses. En las Provincias Unidas, Inglaterra o Alemania aparecen personajes que resultarán
claves en el desarrollo del pensamiento. En Holanda Baruch Spinoza. En Inglaterra, John
Locke, Newton o Leibniz en Alemania.

LA APLICACIÓN DE LAS REFORMAS RELIGIOSAS

Lo más característico fue la rigidez combativa de las actitudes contrarreformistas, que explica
conflictos de la envergadura de la Guerra de los Treinta Años en las décadas de finales del
siglo. La crisis de la conciencia europea, marcada por el desarrollo del espíritu crítico y el inicio,
todavía lento y localizado de la descristianización.

El paralelismo que existe entre los campos católico y protestante es evidente en muchos
aspectos. La reforma en la Iglesia católica había sido más tardía y se enfrentaba además con la
inercia de la religión tradicional, por lo que su implantación se hizo de forma más lenta. Se
trató de un proceso de recristianización, de formación religiosa de las élites y las masas, en
definitiva, de reorganización eclesiástica y revitalización de las creencias y las prácticas
religiosas. En ambos sectores del cristianismo, católico y protestante, las disputas teológicas se
centraron sobre todo en el problema de la Gracia. En los dos se desarrollaron tendencias
místicas deseosas de lograr una experiencia directa con Dios, y surgieron las reacciones de los
libertinos y racionalistas.

El mapa religioso no presenta gran originalidad con respecto al siglo anterior. Las zonas de
influencia respectiva de católicos y protestantes se mantuvieron estables, a excepción de
hechos como la expulsión de los hugonotes de Francia. En el área central del continente los
cambios fueron mayores a consecuencia del desarrollo de la Guerra de los Treinta Años, que
ratificó la existencia de un norte de Alemania de predomino protestante y un sur católico.

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El siglo XVII fue una época dorada para las ediciones religiosas, lo que prueba la existencia de
una fuerte demanda de catecismos devocionarios, vidas de santos, textos litúrgicos etc. Los
libros de tema religioso predominaban ampliamente sobre los dedicados a otras cuestiones.

Hubo una reorganización jerarquizada de la Iglesia y una intensa labor de reforma de los
eclesiásticos que no dejó de encontrar resistencias de todo tipo. Poco a poco se fue
produciendo una renovación cuyo resultado fue la configuración de un clero mejor formado
gracias a los seminarios establecidos en cada diócesis, con una vida más austera y ejemplar, y
más controlado por una jerarquía. Para completar la formación del clero parroquial, al que
comenzó a exigirse la residencia y el uso de la sotana, se implantaron conferencias
eclesiásticas periódicas. Con una actuación muy destacada de los jesuitas.

La actividad de los jesuitas se desarrolló en múltiples terrenos, destacando especialmente en


la enseñanza. A lo largo del siglo les fueron encomendadas una serie de universidades. Otra
orden importante fueron los capuchinos, que desarrollaban tareas poco agradables, como el
cuidado de apestados e incurables. Entre las órdenes femeninas, se extendieron por Europa las
carmelitas descalzas, fundadas por Teresa de Jesús el siglo anterior y las ursulinas dedicadas a
la enseñanza de niñas.

La enseñanza y la asistencia fueron los dos capítulos esenciales de la acción de las nuevas
órdenes. Al servicio de los enfermos estaban los camilianos, que se caracterizaban por una
notable preocupación por la higiene. La orden de los escolapios estaba orientada a la
educación de niños pobres. Los fundadores de órdenes, habitualmente canonizados, se
convertirían en el modelo contrarreformista de santidad. Pero el espíritu renovador afectó
también a órdenes antiguas. Dentro de los benedictinos surgieron distintas federaciones de
conventos.

Tanto la Iglesia católica como las protestantes realizaron un considerable esfuerzo por
extender entre las masas la instrucción y la práctica religiosa. Se revalorizaron los sacramentos,
se impuso la obligación de bautizar a los recién nacidos en los tres primeros días y se controló
la asistencia a la misa dominical, vigilando la prohibición de trabajar en domingos y festivos, o
exigiendo el cierre de las tabernas en las horas del culto. Pero donde se impuso un mayor
control fue en la práctica, obligatoria desde Trento, de confesar y comulgar por Pascua
Florida, que cada fiel había de realizar en su parroquia para un mejor control.

Especial importancia tuvieron las misiones periódicas. Tenían mucho de espectáculo destinado
a impresionar al público sencillo, con quemas de libros, sermones conmovedores,
escenificaciones de la Biblia o de la vida de santos. El objetivo era popularizar el conocimiento
de las principales oraciones, generalizar su práctica habitual, realizar una confesión general y
por último, una comunión masiva de los fieles. También el teatro se puso al servicio del
mensaje religioso contrarreformista, tanto en los colegios de jesuitas, cuyos alumnos solían
representar obras en latín, como en ambientes más populares.

Entre los protestantes, la parroquia o la iglesia local fueron también el centro de la vida
comunitaria. La obligatoriedad de asistir a los servicios religiosos dominicales se veía
respaldada por las sanciones a quienes faltasen.

En la intensificación de la vida religiosa católica desempeñaron un papel importante las


cofradías o asociaciones que agrupaban a los laicos bajo advocaciones religiosas. Los jesuitas
fundaron y dirigieron muchas.

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Pese a la amplia labor adoctrinadora y de control desarrollada por las diferentes Iglesias,
subsistían restos de paganismo. Las supersticiones eran en ellos frecuentes e invadían la
práctica del cristianismo con innumerables reminiscencias paganas. De entre todas las
manifestaciones destaca por su importancia la brujería, una práctica vinculada a zonas
marginales y en general montañosas, propia de mujeres y que más que la actividad de las
acusadas reflejaba el temor y la superstición de los acusadores. El auge de las persecuciones
tuvo lugar entre 1580 y 1650. En la segunda mitad la persecución comenzó a decaer. La
persecución de brujas fue sobre todo una obsesión protestante, que afectó en mucha menor
medida a los católicos. Las víctimas fueron numerosas en los países del centro y norte de
Europa. En España la brujería resultó anecdótica a excepción de algunos territorios del norte y
las provincias vascas.

DIVISIONES EN EL PROTESTANTISMO

El gran problema del luteranismo era hacer frente a las divisiones internas surgidas a la muerte
de Lutero. Para evitarlas, los príncipes impulsaron el establecimiento de una línea ortodoxa
mediante la Concordia de Wittenberg. Las universidades alemanas desempeñaron un papel
fundamental en la teología. Pero la gran novedad dentro del campo luterano en la segunda
mitad de la centuria fue el pietismo, movimiento que tuvo gran difusión en Alemania pese a
los ataques de la ortodoxia. Se trataba de sustituir la rigidez del luteranismo ortodoxo por una
fe más viva y una práctica revitalizada más cercana a la emoción de la experiencia religiosa.

Pese a la obsesión por la ortodoxia, el principio del libre examen propició la división del
protestantismo, llegando incluso a la aparición de numerosos heterodoxos o creyentes
independientes, lo que se llamó cristianos sin Iglesia. Más organizadas, se desarrollaron
también corrientes que fueron generalmente perseguidas como los anabaptistas o los husitas.
Estos tuvieron alguna importancia en las Provincias Unidas y en Inglaterra, dando origen a los
baptistas, partidarios del bautismo adulto y por inmersión. Los husitas sobrevivieron en el
exilio.

Otras desviaciones como los menonitas defendían la separación entre Iglesia y Estado, postura
que adoptaron también los baptistas ingleses, defensores asimismo de la tolerancia. Más
radical desde el punto de vista teológico fue el socinianismo que negaba la Trinidad y
consiguientemente, la divinidad de Cristo, propugnando una religión tolerante, razonable y
sencilla.

Inglaterra fue el lugar en el que se multiplicaron las sectas. Además de los baptistas,
destacaron los cuáqueros o Sociedad de Amigos que insistían en la luz interior presente en
cada hombre, predicando asimismo el amor fraterno y las buenas obras. Durante la guerra civil
y la época de Cromwell se desarrollaron los independientes o congregacioncitas, que
rechazaban cualquier control eclesiástico más allá de la congregación local y abogaban por una
completa tolerancia dentro del protestantismo.

Los principales problemas religiosos en Inglaterra se derivaron de la lucha entre la Iglesia


oficial anglicana y los puritanos, de orientación calvinista y contrarios a la existencia de
obispos. La Iglesia anglicana se convirtió prácticamente en una extensión de la burocracia real.
La parroquia era la base del sistema impositivo y de la administración. Muchos puritanos
emigraron hacia las colonias de Norteamérica.

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El conflicto se recrudeció en el reinado de Carlos I. Varios puritanos fueron castigados, se
censuraron libros y se prohibió predicar a diversos pastores. En 1638, los escoceses firmaron
un Covenant y expulsaron a los obispos, dando origen a una guerra que contribuiría a
desencadenar la Revolución inglesa. El régimen puritano de Cromwell suprimió los obispos y el
Prayer Book. La Iglesia anglicana volvió al poder con la Restauración y en Escocia el intento de
reintroducir el episcopalismo acarreó una sangrienta represión.

REGALISMO Y GALICANISMO

Otro rasgo importante del siglo XVII fue la intensificación de los conflictos regalistas entre los
poderes soberanos y el papa de Roma. A ello contribuyeron el reforzamiento del poder real en
la línea del absolutismo y el paralelo incremento del que tenía el papa en el seno de la Iglesia
católica, claramente reforzado en el Concilio de Trento. Junto al regalismo político, existe
también un regalismo eclesiástico. Conflictos regalistas hubo en numerosos países católicos. La
manifestación más importante fue el galicanismo francés. Instituciones civiles como el
Parlamento de París se caracterizaban por su galicanismo.

Un primer conflicto se planteó en la reunión de los Estados Generales de 1614 cuando el rey
se negó a legalizar los decretos del Concilio de Trento. Pero sin duda el elemento que potenció
al máximo el galicanismo fue el avance del absolutismo monárquico con Luis XIV.

EL PROBLEMA DE LA GRACIA

La gran preocupación teológica fue la cuestión de la Gracia necesaria para la salvación, que
adquiere en este siglo un destacado protagonismo. Tanto el catolicismo como las diversas
confesiones protestantes se vieron afectados por las disputas en torno a ella.

El gran problema era la dificultad de conciliar la potencia infinita de Dios y su omnisciencia con
la libertad humana. Dilucidar si la Gracia divina, necesaria para la salvación dependía del libre
albedrío o la predestinación, buenas obras o justificación por los méritos de Cristo. La Iglesia
católica defendía que la Gracia era un don gratuito, concedido a todos los bautizados en virtud
de los méritos de Cristo. El hombre, con su libre albedrío, podía rechazarla o aceptarla,
colaborando a su salvación con las buenas obras y la práctica de los sacramentos. Los
protestantes creían en la justificación únicamente por los méritos de Cristo.

Las distintas interpretaciones sobre la conciliación de Gracia divina y la libertad humana


dieron lugar, dentro de la Iglesia católica, a la polémica que se desarrolló en los años finales del
siglo XVI y primeros del XVII, enfrentando sobre todo a los jesuitas con los dominicos, con una
destacada participación de teólogos españoles. Los jesuitas se inclinaban más a la libertad
humana y los dominicos a la Gracia divina.

Surge el jansenismo, movimiento religiosos de matriz agustiniana, caracterizado por una


postura extrema respecto a la cuestión de la Gracia, se extendió por los Países Bajos del sur y
sobre todo por Francia, derivándose de ella una religiosidad rigorista, pesimista y austera,
plagada de exigencias morales. La abadía femenina y la residencia de caballero de Port-Royal
fueron el núcleo del jansenismo francés. El movimiento jansenista se extendió sobre todo
entre la nobleza de robe y la burguesía de los oficios, incluidos muchos magistrados del
Parlamento de París. También incluyó a numerosos eclesiásticos, sacerdotes de la

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Congregación del Oratorio, abogados, escritores y otras gentes de cierto nivel cultural.
Richelieu, Mazarino y Luis XIV se opusieron a los jansenistas. Todo ello ha llevado a muchos
historiadores a considerarlo como un movimiento contrario al absolutismo. Lo único cierto es
que el jansenismo dividió profundamente la Iglesia y la sociedad francesa del siglo XVII.
Había, a grandes rasgos, un jansenismo teológico, un jansenismo moral-espiritual y uno
político que sería el mayoritario en el siglo XVIII, caracterizado por el galicanismo y la oposición
a los jesuitas. Los jansenistas con apoyos en el alto clero, apelaron a un concilio general.
Muerto Luis XIV, fueron excomulgados en 1718, pese a lo cual continuaron existiendo en el
siglo XVIII, si bien con un perfil cada vez más político y vinculado al galicanismo, que religioso.

Los protestantes también se vieron afectados por el problema de la Gracia. Ginebra había
dejado de ser el epicentro calvinista, desplazado ahora a las Provincias Unidas, donde una serie
de teólogos dieron nombre a dos tendencias: Jacobus Arminius que creía en la capacidad del
hombre de contribuir a su salvación y Franz Gomar que defendió el calvinismo estricto. En el
trasfondo de la oposición doctrinal se mezclaban intereses políticos y sociales, además de
rivalidades internas, alineándose con el gomarismo los orangistas, muchos nobles, la mayoría
de los pastores y numerosos trabajadores urbanos, mientras que las teorías de Arminio
encontraban respaldo entre la burguesía mercantil y los gobiernos municipales de las
principales ciudades, mayoritariamente republicanos.

El enfrentamiento teológico surgido en el seno del calvinismo, agudizó en la Inglaterra de la


primera mitad del siglo las tensiones entre anglicanos y puritanos, pues mientras la Iglesia
anglicana adoptaba posturas cercanas al arminianismo, los puritanos defendían la doctrina
calvinista estricta.

LA MÍSTICA

Otra de las reacciones frente a la omnipotencia divina fue la mística, a partir sobre todo de las
traducciones de libros españoles sobre la misma. En el siglo XVII tuvo un amplio desarrollo en
Francia. La experiencia mística, cuya esencia era la percepción de la presencia del otro, llevaba
a visiones y otros transportes.

La mayor novedad en este terreno fue el quietismo, cuyos antecedentes se encuentran en la


vasta corriente de los alumbrados. Se extendió sobre todo por Italia y Francia, particularmente
entre una elite de clérigos y laicos deseosos de formas más elevadas de religiosidad. El
quietismo era una mística de negación que establecía una contraposición entre la naturaleza
y el Dios creador, al que solo se podía llegar mediante un camino de aniquilación, incluido el
yo personal. El término quietismo alude a la actitud de dejamiento o abandono que preconiza,
sin desarrollar ninguna actividad que pudiera estorbar la unión íntima con Dios. Hay que
abandonarse pasivamente a la voluntad divina, en forma de oración contemplativa, interior,
puramente espiritual, como medio de llegar a la unión íntima con Dios, el puro amor, sin
necesidad de dogmas ni prácticas piadosas.

En el campo luterano hubo sectores que acudieron a la mística, con personajes como Johan
Arndt, precursor del pietismo, o el más complejo Johann Valentin Andreae, vinculado al
esoterismo. El pietismo llevó a visiones y éxtasis en la línea de la mística católica. Dentro del
propio anglicanismo hubo sectores que sin llegar a la mística, postulaban una religión más
espiritual e insistían en la vida interior. Entre los disidentes ingleses, los cuáqueros, con su
búsqueda de la iluminación interior, se acercaban también a las tendencias místicas.

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LAS MISIONES

Otra consecuencia de la renovación religiosa fue la intensificación de la actividad misional


fuera de Europa, destacando especialmente en ello la actividad realizada, dentro de la Iglesia
católica, por los dos grandes imperios ultramarinos: España y Portugal.

El método tradicional de evangelización era la tabula rasa, que prescindía de la cultura previa
de los pueblos a evangelizar. En la India lo puso en práctica a partir de 1606, el jesuita italiano
Roberto de Nobili quien intentó atraerse a los brahmanes comportándose como ellos,
aprendió el sánscrito y vivió como un penitente hindú. Imitando su ejemplo, otros misioneros
se acercaron al estilo de vida de las demás castas como medo para atraerles al Evangelio. El
procedimiento de la aculturación se desarrolló en otros lugares de Asia, generalmente con
éxito, pese a las dificultades de extender el mensaje católico en culturas tan alejadas de la
europea. En algunos casos, el procedimiento de la aculturación practicado por los misioneros
se llevó hasta la adaptación de los ritos a las culturas de los adoctrinados. Surgió la llamada
querella de los ritos, centrada originariamente en China y que se extendería durante un siglo.
En 1645 se condenaron los ritos chinos practicados por los jesuitas. El conflicto tuvo diversas
alternativas.

Dentro de la actividad misional de los jesuitas, tuvo una gran importancia la labor desarrollada
con los indios guaraníes a partir de la concesión de un territorio autónomo en la región de
Panamá, con la finalidad de cristianizarles, protegiéndoles al tiempo de los cazadores de
esclavos. Los jesuitas instalaron un sistema comunitario, sin dinero ni diferencias sociales,
basado en una economía de autoabastecimiento, que se extendió también a poblados
indígenas del territorio brasileño.

Los protestantes realizaron una escasa actividad misionera. No obstante, en los territorios de
Asia que consiguieron controlar los neerlandeses, expulsaron a los misioneros católicos y
realizaron cierta labor proselitista, con misioneros protestantes nombrados por la Compañía
de la Indias Orientales. Los ingleses en Norteamérica no se interesaron por la evangelización
de los indígenas y la Society for promotion of Christian Knowledge no se creó en Inglaterra
hasta 1699.

LOS COMIENZOS DE LA DESCRISTIANIZACIÓN

Tanto en el seno del catolicismo como de las Iglesias protestantes, surgieron en el siglo XVII los
movimientos libertinos, caracterizados por el escepticismo ante la revelación, que les hacía
rechazar elementos esenciales del cristianismo, como la divinidad y la resurrección de Cristo o
la inmortalidad del alma. Adoptaron actitudes paganas que en algunos casos les llevaron por la
senda del estoicismo. Son herederos de los críticos racionalistas del sistema anterior y
defienden la libertad de pensamiento en el ámbito religioso, cultural y científico. Eran grupos
minoritarios y de cierto nivel sociocultural, localizados sobre todo en Francia e Inglaterra.

Comenzaban a surgir planteamientos que, aun aceptando el hecho religioso, trataban de


sujetarlo a la razón, tendencia que llevaría al deísmo, desarrollado sobre todo en el siglo XVIII.
La impronta racionalista sobre la religión, tanto en el campo católico como en el protestante,
se percibe especialmente en el último tercio del siglo, anunciando el auge de la razón
característico de la Ilustración dieciochesca.

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La figura más crítica fue la del francés Pierre Bayle, filósofo escéptico y precursor de la
Ilustración. Bayle es un cartesiano, aunque recibe también la influencia de libertinos eruditos
como Gabriel Naudé o François de la Mothe le Vayer. Calvinista y durante un tiempo católico,
finalmente abandonó toda la religión. Ello le llevó a reivindicar la libertad de conciencia y la
tolerancia, defendiendo que los problemas éticos no tienen que relacionarse con la religión,
sino ser examinados a la luz de la razón natural.

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