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SIGLO XV-XVI

Tema 1 · La Europa del Renacimiento: sociedad, poder y cultura

1. La sociedad estamental
(Capítulo 3 del manual)

La característica esencial de la sociedad era su división horizontal en estamentos o estratos


superpuestos, procedentes de la división medieval en oratores, belladores y laboratores Los
dos primeros grupos eran sustentados por el tercero, más numeroso y que ocupaba el estrato
inferior. Clero y nobleza poseían leyes privadas (privata lex), eran los Privilegiados. El común
era conocido en Francia como el «tercer estado» y en Castilla el «estado llano» o «común».

La sociedad se organizaba a partir de grupos o colectivos, de manera que la pertenencia a una


u otra colectividad confería situaciones legales distintas. La palabra hidalgo (de alguien),
indicaba el reconocimiento de un individuo: aquel que se había destacado por algún mérito
que había llevado al rey a distinguirle del común. Los titulados, cuyo primer antepasado en
poseer dicho título, lo había recibido del rey como reconocimiento a un servicio individual
distinguido.

Las noblezas

El nivel de la nobleza lo marcaba la jerarquía de los títulos, pero sobre todo la riqueza y el
poder. Había varias noblezas, desde la alta nobleza a sectores inferiores como los hidalgos.
Aunque los privilegios las unificaban a todas, la riqueza no lo hacía, ni la capacidad política ni
el estilo de vida. Había privilegios comunes para todos: como exención del pago de impuestos,
el portar armas o poder situarse en determinados lugares en la iglesia. Los que ocupaban un
lugar más elevado, como el de los grandes de España, podían permanecer cubiertos en
presencia del rey. También existían los privilegios jurídicos o los penales, no pudiendo sufrir
penas infames, ni ser azotados o apresados por deudas. Si se enfrentaban a la pena capital,
eran decapitados en vez de ahorcados.

ALTA NOBLEZA. Poseía títulos: duque, marqués, conde, vizconde, barón. Eran titulares de
extensos feudos o señoríos, que eran la base de su prosperidad económica y poder territorial.
Cobraban las rentas derivadas de dicha propiedad, en dinero o especie. En algunos lugares
como Francia existían las corveas (prestaciones diversas por parte de los campesino).

El incremento de poder de los reyes llevó a la principal nobleza a residir en las cortes. Su base
económica esencial eran las tierras que poseían. El modo de vida de los nobles implicaba
grandes ingresos y grandes gastos: extensa servidumbre, numerosas posesiones, la
ostentación exigida por la importancia de su casa, o los numerosos pleitos en los que se veían
envueltos por la disputa entre parientes por herencias o títulos.

En el norte se fue extendiendo el mayorazgo castellano, por el cual el título y el patrimonio


pasaba exclusivamente al primogénito varón, para garantizar la riqueza del linaje. Para los
hijos menores, las salidas eran la Iglesia, el ejército o la universidad (que permitía el acceso a
la burocracia). Naturalmente, la mayoría de los puestos importantes les estaban reservados.

En la cúspide de la alta nobleza se situaban los grandes de España, creados por Carlos V, los
príncipes de la sangre francesa —miembros del linaje de los descendientes de San Luis, aptos

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para heredar el trono—, y los pares de Francia o Inglaterra, categoría de la que formaban
parte las principales casa nobiliarias. Muchos de los miembros de la alta nobleza ocupaban las
jerarquías superiores militares de origen medieval, o de las distintas órdenes cortesanas: la
Jarreta en Inglaterra, el Toisón de Oro en Borgoña, el Espíritu Santo en Francia, etc., y el
puesto más alto en ellas le correspondía al soberano.

Dentro de las grandes familias hay que distinguir entre el linaje, la casa y la familia, que
establecían tres formas distintas de comunidad de vida, que iban de lo genérico a lo más
concreto y reducido. Por ejemplo en Castilla: el linaje sería Mendoza; la casa, los duques del
Infantado; y la familia, la de cada uno de los titulares sucesivos de dicho ducado.

Aprendían cultura clásica, latín e historia, además de lo ejercicios propios de la nobleza:


equitación, caza o el manejo de la espada. Muchos sabían idiomas y poseían importantes
bibliotecas, eran mecenas y coleccionistas de arte.

Se escribieron tratados dedicados a la educación de la nobleza. También hubo manuales


orientados a la formación para la vida en la corte, como El Cortesano (1528), de Baltasar
Castiglione y de amplia difusión.

En las sociedades del Antiguo Régimen el único modelo social existente era el de la nobleza, lo
cual explica el deseo de ennoblecimiento de cuantos ascendían en la escala social, gracias a la
riqueza, la formación, etc.

NOBLEZA MEDIA NO CORTESANA, vivía en sus tierras y solía tener presencia e influencia en las
ciudades más cercanas a sus dominios.

PEQUEÑA NOBLEZA. Eran los caballeros o hidalgos de Castilla, los ritter alemanes, los
hobereaux franceses y los gentlemen ingleses, siendo los últimos una mezcla de pequeña
nobleza y clase media rural y urbana, que se diferenciaba por el reconocimiento social que
tenían en su comunidad. Todos carecían de títulos, pero poseían escudo de armas, y en
muchos casos, pequeños señoríos, y su poder económico era variable.

El mayor contrapunto a la estructura estamental de la sociedad, era la existencia de poderosas


redes clientelares, que recorrían verticalmente los distintos estamentos, tras lo cuales persiste
la huella del feudalismo.

Aunque era difícil ascender o descender del estado llano a la nobleza o viceversa, todo era
cuestión de tiempo. El rey podía ennoblecer a quien quisiera, pero esta prerrogativa se fue
corrompiendo con la entrega de dinero.

A medida que se desarrollaron las actividades administrativas, magistrados, letrados,


arrendadores de impuestos, etc., que habían prosperado gracias a los oficios públicos o a los
negocios, fueron integrándose a la nobleza, frecuentemente mediante la compra de títulos. En
España el ejemplo sería la nobleza de oficio frente a la de sangre.

El clero

Jerárquicamente, el clero era el primero de los estamentos, que repetía de forma mimética el
modelo de la nobleza. Era un estamento abierto (no se puede nacer). Para formar parte de él,
el único requisito era integrarse en alguna institución religiosa. Sus privilegios eran similares a

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los de la nobleza, pero sus diferencias jerárquicas eran muy grades. Integrarse en el estamento
eclesiástico tenía beneficios (independientemente de la jerarquía u origen): gozaban de
privilegios fiscales; tener un pariente en el clero, podía ayudar a la movilidad social del resto de
la familia.

El origen de la riqueza del clero eran el diezmo, las rentas de las propiedades rurales y
urbanas, estipendios cobrados por las misas o la administración de los sacramentos, limosnas
y donaciones de los fieles o las inversiones en préstamos (censos).

ALTO CLERO. Cardenales, obispos y abades, compartían el estilo de vida de la alta nobleza, en
muchas ocasiones eran segundones de familias nobles.

BAJO CLERO. El clero masculino estaba dividido en el Secular, bajo la dependencia del obispo.
Regular: los que aceptaban vivir bajo una regla específica, que regía las órdenes monásticas
(monjes) o conventuales (frailes). Los monjes vivían en monasterios, generalmente alejados de
las ciudades, estaban bajo las órdenes de un abad y se dedicaban a la oración, el cultivo de la
tierra o el trabajo intelectual. Los frailes (de frater, hermano) vivían en las ciudades y no
estaban sometidos a clausura.

Las órdenes religiosas (dominicos, jerónimos, benitos, bernardos), disponían de elevadas


rentas; y de una disciplina cada vez más relajada. En el polo opuesto estaban las órdenes
mendicantes (franciscanos, agustinos, carmelitas, trinitarios, mercedarios); menos prósperas,
vivían en una mayor pobreza. Debían procurarse el sustento, por medio de la limosna u otras
actividades.

ÓRDENES FÉMINAS, después del Concilio de Trento, fueron sometidas a clausura,


convirtiéndolas en monjas. Las diferencias entre ellas dependían de su origen social. Los
puestos principales los obtenían quienes donaban grandes dotes, y las comunes se dedicaban
al servicio y a tareas subsidiarias.

CLERO PROTESTANTE, tenía tres diferencias fundamentales con respecto a la iglesia católica:
inexistencia de regulares, la ausencia de mujeres y menor riqueza territorial, ya que la
Reforma suprimió los bienes territoriales de monasterios, abadías y conventos. Sus clérigos
podían contraer matrimonio y estaban también dotados de privilegios. En Inglaterra, los
obispos anglicanos formaban parte de la Cámara de los Lores, y en otros lugares existía un
brazo de la Iglesia en los parlamentos, como en Dinamarca (Estados Generales) Suecia (Dieta).

Estado llano

Estamento muy amplio; tanto en número de integrantes como en riqueza de los mismos.
Diferencias enormes; marcadas por las posibilidades económicas. Hay un enorme contraste
(de riqueza) entre el Mundo Urbano y el Rural. Un abigarrado grupo social: campesinos,
mercaderes, artesanos, burócratas, criados, aprendices, trabajadores por cuenta ajena y
propia, profesiones liberales, etc.

BURGUESES. Formaban parte del pueblo llano o común, las diferencias entre ellos las
marcaban sus posibilidades económicas.

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La burguesía de negocio  se había enriquecido con el comercio, las finanzas o la agricultura.
La burguesía de oficios  era la que desempeñaba oficios importantes después de una carrera
universitaria, o de comprarlo o heredarlo, teniendo la posibilidad de convertirse en nobles.

Se trataba de un grupo predominantemente urbano y procedía de la Baja Edad Media, aunque


no era un grupo nuevo, contribuyó al fin del Antiguo Régimen. Muchos de los burgueses
participaban en el gobierno de la ciudades (patriciado urbano) junto con los nobles.

Tenían un alto estilo de vida, lo que los distanciaba de la plebe. Existían los bandos y clientelas.
Su ideal social era integrarse en la nobleza.

CAMPESINADO. Suponía el 80-90% de la población. También entre ellos había una


multiplicidad de categorías relacionada con la propiedad de la tierra.

La mayoría eran libres, ligados a la tierra y con libertad restringida en mayor o menor medida
por la dependencia de un señor. En la Europa Occidental la tendencia fue hacia la desaparición
de la servidumbre. En la Europa Oriental se introdujo la segunda servidumbre (para
diferenciarla de la del medioevo), fijando al campesinado a la tierra y exigiéndoles grandes
prestaciones.

Los más beneficiados eran los campesinos dueños de tierras, la cual trabajaban. Pocos de ellos
eran campesinos ricos, contrataban trabajadores o las daban en arriendo. En las zonas más
prósperas, podrían ser considerados burgueses del mundo rural.

La mayoría de los campesinos vivía en situaciones peores. Había propietarios medios y


pequeños propietarios. La diferencia radicaba en las formas de pago de las rentas (especie o
dinero).

Jornaleros, los más desfavorecidos, eran trabajadores sin tierra, que se ganaban la vida en
propiedades de otros a cambios de un salario. Formaban parte de la mayoría de la población
rural.

Pueblo urbano y grupos marginados

Quitando a los burgueses y personas con medios suficientes para subsistir, estaban los
habitantes no privilegiados de la ciudades. Eran los trabajadores, los pobres y los mendigos.

TRABAJADORES: la mayoría estaban agrupados en gremios, cada uno reglamentado por una
actividad productiva, que tenía también funciones religiosas y de solidaridad. Eran eficaces
instituciones de control social y de pertenencia a algún grupo. Por lo general, no admitían a
hijos ilegítimos y había discriminaciones religiosas y raciales.

CRIADOS Y CRIADAS. Eran numerosos, formaban parte de las familias en cuyas casas
trabajaban y vivían.

TRABAJADORES EVENTUALES, atentos a contratarse en diversas tareas para garantizarse su


mantenimiento, muchos de ellos eran emigrantes procedentes del campo, y los que tenían
peor suerte eran los pobres y los vagabundos.

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POBRES. Superaban el 10% de la población. La Edad Moderna empezó a ver al pobre como un
elemento potencialmente peligroso, que convenía recoger y controlar en albergues o
instituciones creadas al efecto. En el XVIII el pobre fue considerado improductivo, al que había
que obligar a trabajar. El verdadero problema estaba en los MENDIGOS y VAGABUNDOS
incontrolados, más propensos a delinquir. En el siglo XVI ya existía una diferencia entre los
pobre verdaderos y los fingidos.

También estaban los grupos marginados por cuestiones religiosas, como los JUDÍOS. Los
ESCLAVOS no eran propiamente marginados, sino propiedad de alguien, y se mantenían
principalmente en el servicio doméstico. En su mayoría eran negros o musulmanes.

LAS MUJERES. Independientemente de su condición social, estaban postergadas con respecto


a los varones de su misma familia o grupo social. Las hijas y familiares de los soberanos, eran
objeto en el mercado de la política entre las diversas casas reinantes en Europa. Su misión era
proporcionar un heredero al trono. La viudez era una gran oportunidad para la intervención
pública de las mujeres, no solo en las casa reales.

Cuando se perdía al marido, la mujer quedaba como cabeza de familia. La dependencia de las
mujeres al cabeza de familia era mayor que la de los hombres, ya fuera para elegir esposo o
para optar por la vida religiosa. La soltería no solía contemplarse, ya que la honra sólo podía
garantizarse a través del matrimonio o del convento. Pero su aportación a la economía familiar
era vital. Con los inicios de la Revolución Industrial, el trabajo de las mujeres, y de los niños, se
hizo imprescindible, además que se les pagaba menos que a los hombres.

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2. Las transformaciones en la demografía, sociedad y economía siglos XV y XVI.
(Cap. 7)

La sociedad estamental y los grupos emergentes

Los cambios estamentales más significativos fueron los derivados por las transformaciones
políticas. Las monarquías del Renacimiento sólo pudieron progresar allí donde lograron un
grado de dominio suficiente sobre la alta nobleza, la cual se convirtió en una nobleza
cortesana, vinculada a las empresas políticas de la monarquía, fuente de honores, poder y
rentas. En España o Inglaterra, la nobleza estaba constituía en buena parte por familias
nuevas, surgidas tras las guerras sucesorias de finales del XV: la de Sucesión en Castilla (1495-
1479) o la de las Dos Rosas (1455-1485). Ello facilitó el control monárquico, favorecido por la
personalidad de los reyes. En Francia la nobleza no pudo ser controlada por el poder real hasta
la segunda mitad del XVII; y en el Imperio gran parte de los príncipes, grandes nobles y señores
laicos o eclesiásticos, tenían un poder territorial efectivo que se resistían a perder.

Nobleza cortesana. Implicó algunas transformaciones decisivas. Una de ellas fue la


transferencia de la residencia familiar a la corte. Los nobles cortesanos eran los más cercanos
al poder, se hicieron construir palacios y residencias urbanas, abandonado durante largas
temporadas los castillos o palacios de sus territorios patrimoniales, que dejaban en manos de
administradores. Ocupaban cargos de gobierno, virreinato o embajadas, al tiempo que
abandonaban como grupo la función militar. Muchos siguieron al mando de los ejércitos, pero
el grueso de la acción militar pasó a concentrarse en la plebe.

Las parte negativa de la cortenización de la alta nobleza, fue que la vida cortesana, la
emulación, el gasto desmedido y despreocupado, mermó considerablemente sus cuentas,
llevándolos a una crisis económica que llegaría a su culminación en el siglo XVII.

El desarrollo del mundo urbano y la importancia política de ciertas ciudades, propiciaron la


distinción entre una nobleza tradicional, feudal y vinculada a la explotación de sus tierras, y
otra nobleza o patriciado urbano, de corte más moderno, que en ciudades como Génova o
Venecia tenía participación decisiva en los negocios.

En la cúspide de la alta nobleza estaban los grandes de España, categoría creada por Carlos V
en 1525, entre los que figuraban los duques y otros importantes títulos, y por debajo de ellos
estaban los títulos de Castilla. En Inglaterra y Francia la nobleza más elevada eran los pares
del reino, aunque en Francia existía una categoría superior formada por los príncipes de
sangre.

Pequeña nobleza. Más importantes fueron los cambios que sucedieron a los no titulados y
simples caballeros, hidalgos o infanzones, que vieron amenazada su preeminencia social. Sus
denominaciones respondían a situaciones distintas: chevalier, écuyer o gentilhomme en
Francia; knight, Squire o gentleman en Inglaterra, etc. Todos tenían un origen militar, pero con
los cambios que se estaban produciendo en la forma de hacer la guerra y el predominio de la
infantería, muchos estaban perdiendo su razón de ser. Como ejemplo la literatura nos ha
dejado a Don Quijote. Tenemos la presencia de estos pequeños nobles en la revuelta de las
Comunidades de Castilla (1520-1521), la revuelta de los caballeros en algunas zonas de
Alemania, estimuladas por la predicación de Lutero, o la intervención de nobles menores en el
bandolerismo.

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Burguesía. Por otra parte, el avance del capitalismo mercantil, abrió paso a la escalada de esta
clase procedente del común. Su nivel de vida comenzaba a equipararse o a superar a la de los
privilegiados. Entre los burgueses había prestamistas, banqueros, recaudadores de rentas, o
asentistas relacionados con la administración de las monarquías. Algunos de ellos comenzaron
a ennoblecerse.

Había otro tipo de burgueses, más numerosos, y que actuaban a menor escala, que
empezaban a ascender gracias a sus puestos en la burocracia, cada vez más necesitada por los
monarcas para administrar los reinos. Eran expertos en Derecho: letrados, togados o juristas
surgidos de las universidades, que constituyeron el principal grupo socialmente emergente
del siglo XVI. Estos grupos buscaban integrase en las filas de los privilegiados y fundirse con
ellos, pese a la resistencia que frecuentemente mostraba la vieja nobleza.

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Las nuevas monarquías del Renacimiento
(Cap 9).

En el periodo entre la Edad Media y la Moderna se reforzaron las monarquías y los poderes
soberanos en buena parte de los países Europeos. Será la primera fase que llevará, en los
siglos posteriores, al pleno desarrollo del absolutismo. Nos referimos a ellas como
«Monarquías nacionales» siendo alusivo al nacimiento, al origen geográfico de un individuo.
Así se habla de nación española pero también de la castellana, burgalesa, etc.

Con el feudalismo medieval, los poderes de los reyes se habían debilitado. Ello se había
reflejado en la emergencia de nobles con amplios dominios territoriales, teóricamente
feudatarios de los reyes, pero en realidad, prácticamente independientes. La crisis del poder
real era un fenómeno generalizado, que afectaba de formas distintas a las monarquías
europeas.

La crisis de los poderes universales

La emergencia de los poderes monárquicos en los territorios europeos, coincide y viene


propiciada por la larga crisis de los poderes universales: papa y emperador, cabezas espiritual
y temporal de la cristiandad.

Destacan 3 hechos:

- La base romana que llevará a los emperadores germánicos a utilizar para sí mismos el
nombre de César (Kaiser)
- La idea de unidad: un solo emperador
- El carácter hegemónico del Imperio. En el siglo XV, su supremacía se había desvanecido y el
emperador era uno más entre los monarcas cristianos.

Los reyes más poderosos ansiaban distinguirse de los demás, por lo que solicitaron y
obtuvieron del papa diversos títulos honoríficos. Los reyes se atribuyeron una serie de
prerrogativas reservadas hasta entonces al emperador, como el tratamiento de majestad, la
utilización del Derecho romano, el uso de vestimentas y atributos imperiales o la insistencia en
el origen divino y la sacralización de su poder.

El prestigio y preeminencia del sumo pontífice sobre los príncipes cristianos había quedado
seriamente dañado por el largo traslado de la sede pontificia a Avignon y el cisma posterior.
Sin embargo, en el siglo XVI, coincidiendo con el afianzamiento de las monarquías y la crisis
de la Reforma, se contempla una depuración del papado. El primero tuvo lugar con Carlos V,
quién aspiró a reconstruir la universitas christiana. Sin embargo, tales pretensiones fracasaron
en buena parte, debido al surgimiento de la Reforma protestante.

Objetivos de las nuevas monarquías

El objetivo esencial de los monarcas del Renacimiento era incrementar su poder, tanto dentro
de sus propios estados como frente a los territorios vecinos. Un segundo objetivo era el de
reforzar su prestigio y el de su dinastía. El fortalecimiento de su poder exigía la recuperación y
expansión del poder territorial mediante el matrimonio o la conquista por las armas.

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Para el incremento de su propio prestigio, los reyes se apoyaron en elementos míticos,
tomados de la cultura clásica, y en elementos religiosos. Las artes y las letras se pusieron al
servicio de los monarcas. Surgieron los primeros retratos pictóricos individuales, siendo los
reyes los primeros en perpetuar su imagen en un nuevo género: el retrato de corte, cuya
finalidad esencial era la plasmación y difusión de una imagen de majestad. Junto al monarca,
la dinastía, la familia, símbolo de la continuidad del linaje, aparece en los retratos. Por un afán
de autoexaltación, los monarcas crearon galerías de retratos y encargaron frescos y pinturas
en los que aparecían sus acciones gloriosas o las de sus antepasados. La escultura y la
arquitectura contribuyeron también al prestigio, con la construcción de grandes palacios y
residencias reales, adornados con símbolos de la familia: escudo real, emblemas, etc.

En cuanto a las letras, la historia tendrá un papel esencial en la creación de amplias


genealogías. Los reyes se rodearon de cronistas, cuya función era exaltar sus acciones. Todo
contribuyó a crear una especie de superhombre. Los dos elementos fundamentales fueron la
antigüedad y el carácter sagrado del poder.

Un último elemento fue la corte, creada para la exhibición del poder real. La representación
de los reyes como dioses paganos o emperadores de la antigüedad fue un tema recurrente. En
cierta forma, la corte se convirtió en una especie de nueva iglesia, cuyo objetivo esencial era el
culto al rey, a su familia y a la dinastía.

Los instrumentos del poder real

Para el logro de sus objetivos los reyes se sirvieron de cuatro instrumentos o medios:

1. El poder militar: radicaba en el ejército y la marina. La guerra se convirtió en un monopolio


del monarca y ningún noble podía tener ejércitos propios, ni armar o mantener tropas a no ser
al servicio del rey. Algunos autores aluden a una revolución militar, cuyo elemento motor fue
la competición entre príncipes, estimulada por una serie de avances como: el uso más eficaz
de la pólvora, el desarrollo de la artillería y las armas de fuego individuales o los cambios en
las fortificaciones.

La capacidad para herir desde lejos cambió las formas de hacer la guerra y hubo un incremento
numérico de ejércitos. Se reclutaron soldados a sueldo, a los que había que mantener bajo
disciplina, lo cual requirió una notable capacidad organizativa y financiera. Se convirtieron en
ejércitos permanentes.

2. El incremento de sus recursos financieros: los reyes necesitaban cada vez más recursos para
hacer frente a sus nuevas competencias. En principio, la Hacienda real estaba compuesta por
las rentas procedentes del patrimonio de la Corona y por una serie de tributos y derechos que
el monarca percibía por su propia condición. Si quería aumentar sus fuentes de ingreso, tenía
que recurrir a las asambleas y negociar con ellas donativos o concesiones. Otra posibilidad era
obtener del papa la participación en tributos percibidos por la Iglesia u otro tipo de ingresos
por vía eclesiástica. Los Reyes Católicos y sus sucesores fueron especialmente hábiles en este
terreno. En los países que adoptaron la Reforma, los bienes confiscados a la Iglesia supusieron
un importantísimo refuerzo para la Hacienda real.

En la mayoría de los casos, el incremento de la presión tributaria se hizo por medio de


impuestos indirectos. Era necesario aumentar la eficacia de la recaudación, pero carecían de
personal suficiente a su servicio, cuya solución fue buscar la colaboración de hombres de

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negocio que mediante contratos con la Corona, se ocuparan de recaudar determinadas rentas
a cambio de compensaciones. Surgía así un doble sistema de recaudación: por administración
y por asiento.
Otros recursos para incrementar ingresos fue la venta de cargos, títulos, rentas, oficios
territorios así como las manipulaciones monetarias.

3. El desarrollo de la administración real: Hacían falta agentes que ayudaran al rey en el


gobierno, tanto en la corte como en el territorio, que hicieran efectivas sus disposiciones,
administraran , recaudaran, organizaran, etc.

Destacaban los juristas: licenciados en Derecho. Esto propició el auge de las universidades y
dio lugar a la creación de un nuevo grupo social, que encontró en la administración una vía de
poder y ennoblecimiento. Formaban parte de los consejos y altos organismos del gobierno
de corte, desplazando en muchos casos a la vieja nobleza y miembros del alto clero. Nacía la
diplomacia permanente. Los papas desarrollaron la figura de los nuncios, encargados de velar
por los intereses de la Iglesia en los distintos reinos. Se empezaron a desarrollar también las
actividades de informadores, confidentes y espías, cada vez más necesarias.

Con el aumento de la burocracia se aumentaron los organismos de la administración real. El


Consejo Real tiende a desdoblarse, en un proceso de diferenciación de funciones creándose
consejos especializados en distintas materias, cuya característica común es que se trata de
órganos asesores del monarca.

4. La identificación del monarca con la justicia: es la capacidad del rey para dictar el Derecho.
La administración de la justicia por parte del monarca, consiste en la aplicación de la
legislación positiva (la que él crea y sanciona), basada en los dos órdenes legales superiores e
innatos: la ley natural y la divina. Para convertirse de manera eficaz en la cúspide de la justicia,
los reyes hubieron de avanzar en dos sentidos: trataron de superponerse a las numerosas
jurisdicciones particulares y exentas que habían venido desarrollándose, e intentaron clarificar
la legislación para poner en orden la maraña de disposiciones, leyes, usos y costumbres que
habían ido acumulándose a través del tiempo.

El rey y los otros poderes del reino

El reforzamiento del poder real se hizo a costa de otros poderes existentes: la nobleza, las
ciudades, las asambleas representativas y la Iglesia. La nobleza fue el grupo más perjudicado
por la desaparición del feudalismo político.

En cuanto a las ciudades, el mundo urbano se había desarrollado en contraposición al poder


nobiliario y, aunque los nobles consiguieron dominar numerosos municipios, la ciudad ofrecía
espacios de poder a sectores distintos de la nobleza tradicional. A los habitantes de una
ciudad les unían los privilegios y fueros propios de la misma, pero también la conciencia y el
orgullo de pertenencia, ligados con los santos patronos o la historia urbana, frecuentemente
ligada a la leyenda y al mito. La gente se sentía orgullosa de su ciudad, sus armas, su historia,
sus iglesias y elementos identificadores. Las principales ciudades ejercían su autoridad y
percibían derechos de un extenso espacio rural circundante. Por eso no resultaba sencilla la
sumisión al poder real, que en muchos casos se hizo a cambio de contraprestaciones.

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El tercer grupo afectado: las asambleas representativas. No eran permanentes, sino que se
reunían de forma periódica. En general, se estructuraban en 3 brazos con miembros de cada
uno de los estamentos, aunque algunas, como las Cortes del reino de Aragón, contaban con 4,
mientras que otras, como las dietas de Polonia tenían 2 (alta nobleza y nobleza menor). La
convocatoria real era otra de las características de estas asambleas. Una de las principales
atribuciones de los parlamentos, era la aprobación de ciertos impuestos, por lo que la mayor
parte de los monarcas se veían forzados a convocarlas en un periodo en el que necesitaban
imperiosamente aumentar sus ingresos. Esta era la fuerza de los parlamentos, que
aprovechaban la convocatoria para elevar al rey quejas o peticiones. Los reyes, deseosos de
eliminar los obstáculos que se oponían a su poder, tendieron no solo a convocarlos lo menos
posible, sino también a imponer el procedimiento que más les favorecía.

El incremento del poder real afectaba también a la Iglesia. La legitimación del rey se basaba
ampliamente en la religión, por lo que no podía prescindir de su respaldo. Su colaboración era
imprescindible tanto a escala local como en las diócesis, la Iglesia del reino o país y el papado
de Roma. El reforzamiento de este poder real requería limitar y controlar los poderes
eclesiásticos, el regalismo, en Francia llamado galicanismo. Desde comienzos del siglo XV, por
medio de concesiones, diversos príncipes consiguieron un elevado poder sobre sus Iglesias,
plasmado en derechos como la sumisión fiscal, el control sobre los nombramientos de cargos
eclesiásticos, la capacidad para impedir en sus reinos la publicación de las bulas y otros
documentos pontificios o los recursos de fuerza. Tal vez la concesión principal fuera la
creación del Tribunal de la Inquisición, encargado de velar por la pureza de la fe que dependía
muy directamente del poder real. Para los reyes, el control de la Iglesia era un medio
poderoso de asegurarse la lealtad de los grupos sociales que aspiraban a los nombramientos
eclesiásticos. Pese a las concesiones, las tensiones regalistas y los roces con el poder del papa
fueron frecuentes.

Éxitos y fracasos

Con diversos ritmos e intensidades, las nuevas monarquías del Renacimiento se impusieron en
España, Inglaterra, Francia y Rusia. También en reinos menos importantes como Portugal,
Dinamarca o Suecia, e incluso en varios de los pequeños estados italianos. Tradicionalmente, la
historiografía ha distinguido la evolución política de 3 monarquías europeas en el siglo XVI:
España, Francia e Inglaterra, de la del resto de los territorios. Se justifica en el mayor avance
del poder real y el protagonismo de estas.

Las entidades políticas traducidas erróneamente como monarquías compuestas, deberían


llamarse monarquías de agregación, al confluir sobre una misma persona los derechos
dinásticos o de conquista sobre varios reinos o territorios, surgiendo un príncipe que lo era al
tiempo de diversos reinos o estados. Otra realidad fueron las repúblicas, algunas de gran
tradición e importancia económica, como las italianas de Venecia y Génova, dirigidas por
élites mercantiles. A ellas se unieron en la segunda mitad del siglo, las Provincias Unidas, un
nuevo estado que no alcanzaría hasta el siglo XVII su independencia del rey de España. Otra
experiencia republicana era la de Suiza, que mantendrá una dependencia teórica del Imperio
hasta la Paz de Westfalia. También hay que mencionar a La Hansa, que pese a su carácter
mercantil más que político, debe citarse por su singularidad organizativa al estilo de una
república: era una federación comercial y defensiva de ciudades, en su mayor parte del norte
de Alemania.

El pensamiento político en la primera Edad Moderna

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El pensamiento político se expresaba en términos éticos, religiosos y jurídicos, pero a lo largo
de la Edad Moderna se iría consolidando como un campo específico del conocimiento. La
política planteaba problemas que no eran sencillos, relacionados con el origen y la justificación
del poder, sus límites, la tiranía, los derechos de los súbditos y la guerra y su justificación, a los
que se añadió la conquista española del Nuevo Mundo y su legitimidad.

Los ejes que marcan el desarrollo del pensamiento político serán el absolutismo y el pactismo.
El primero reforzaba el poder, al insistir en su fundamento divino, y el segundo admitía un
pacto entre el príncipe y el reino que podía, por tanto, deshacerse.

Las principales teorías del siglo XVI en la línea del absolutismo, no habrían de venir del mundo
ajeno al eclesiástico. El autor más importante fue el florentino Niccoló Maquiavelo, que en El
príncipe y Discursos sobre la Primera década de Tito Livio, elimina la moral. Defiende una
política cuyo objetivo es la conservación y el aumento del poder, y que debe ser juzgada
según el éxito o fracaso en la consecución del mismo, no desde la moral cristiana. Las teorías
de Maquiavelo eran de una enorme modernidad y reflejaban de forma bastante realista la
actuación de muchos gobernantes.

El problema era que dicha realidad era difícilmente justificable. Paulo IV incluyó El príncipe en
el primer índice de libros prohibidos creado por la Iglesia. El momento culminante de las
repercusiones de la teoría política de Maquiavelo, fue la matanza de la noche de San
Bartolomé en Francia en 1572, que desarrolló el concepto negativo de maquiavelismo,
sinónimo de política violenta y sin normas. Aunque el escritor florentino no habló nunca de la
razón de estado, fue en torno a esta idea donde radicaron las principales polémicas. El periodo
entre finales del siglo XV y comienzos del XVI, significó el paso desde la política a la ciencia de
la razón de estado, cuyo objetivo consistía en conocer los medios para conservar el poder.

En el mundo protestante, la teoría política había evolucionado en un doble y contradictorio


sentido. Por un lado hubo que respaldar el poder de los príncipes, por otro, se opuso al poder.
Especial importancia tuvieron las teorías antimonárquicas que se desarrollaron entre los
hugonotes franceses a raíz de la matanza de San Bartolomé. Estas teorías se desarrollaron
también fuera de Francia, sobre todo entre los calvinistas. La reacción contra Maquiavelo
aglutinó a cuantos se oponían al crecimiento del poder real, tanto en el campo protestante
como en el católico. El jesuita Francisco Suárez distingue el poder temporal del espiritual, cada
uno con su autonomía y su ámbito de actuación.

Las doctrinas de Maquiavelo, tras la matanza de San Bartolomé, propiciaron dos reacciones
entre los partidarios de reforzar el poder: 1. subordinación de la política a la religión, cuyo
principal representante fue el jesuita español José Maria Iñurritegui. 2. autores dentro del
pensamiento católico, que no renunciaban a las enseñanzas de Maquiavelo y que afirmaban
un poder real absoluto, acorde con los valores de la Contrarreforma, la cual exigía subordinar
la política a la moral. Un teórico destacado de esta corriente fue Giovanni Botero, cuyo
interés fue la conservación del estado, donde la razón de estado se funda en la convicción de
que solo la religión cristiana puede ser el verdadero fundamento del poder.

La búsqueda de una fórmula que permitiera superar las guerras civiles y evitar la destrucción
de Francia, llevó al jurista Jean Bodin a basar el poder del rey en la soberanía, un concepto
independiente de las confesiones religiosas enfrentadas. El poder soberano solo está limitado
por las leyes divina y natural, por lo que el soberano no es responsable ante sus súbditos,
pero sí ante Dios.

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3. La ruptura de la cristiandad
(Cap. 11)

La religión invadía casi todos los hábitos de la realidad, pero desde la Baja Edad Media existía
un descontento generalizado con relación a la Iglesia, el papa, el clero y las prácticas religiosas,
acompañadas del deseo de volver a las genuinas enseñanzas del Evangelio. La decadencia del
papado era evidente tras la estancia en Avignon (1309-1377) y el cisma posterior (1378-1417).

En los siglos XV y XVI adquirieron un importante desarrollo las teorías conciliaristas, que
defendían la superioridad de los concilios frente al papa, además que se afianzaron tendencias
nacionalista en las Iglesias de buena parte de Europa, que aspiraban a independizarse de
Roma.

El poder religioso de los príncipes se basaba en el regalismo, el cual desempeñó una papel
decisivo en la Reforma, en numerosos reinos y estados. Consistía en la pretensión de los reyes
de gobernar sus iglesias, quedarse con sus rentas e impedir la injerencia papal: Reyes
Católicos, regalismo francés (galicanismo), inglés (anglicanismo), esta última llegó a construir
una Iglesia separada de Roma, sin papa.

En Alemania también había fuertes pretensiones regalistas. Esta oposición a Roma sirvió como
aglutinante de un sentimiento de germanidad, donde el papa era visto como un opresor de las
libertades germánicas.

En otros países la imagen del papa tampoco estaba bien vista, se hicieron imágenes
ridiculizándole y panfletos y escritos denigratorios, como el atribuido a Erasmo, ridiculizando a
Julio II. El desprestigio también afectaba al clero, preocupado ante todo por el poder y las
rentas, y ocupados en la vida mundana y el absentismo, además que gran parte del clero tenía
escasa formación y cultura.

La religiosidad del común estaba llena de supersticiones, ritos y creencias teñidas de


paganismo. El calendario se había llenado de santos protectores y sanadores, la creencia en
una permanente intervención sobrenatural llenaba el mundo de milagros, lugares y objetos
sagrados. La importancia dada a las reliquias, la preocupación por atesorar indulgencias, las
peregrinaciones… eran prácticas que habían desplazado lo esencial de la fe y la experiencia
religiosa. El tráfico de indulgencias era la orden del día, la cuales tuvieron especial importancia
en la denuncia inicial de Lutero.

Las indulgencias (restar días de estancia en el Purgatorio) se ganaban mediante actos de


piedad y el desembolso de dinero. Además de las ordinarias, había indulgencias especiales que
el papa concedía mediante bulas, en beneficio de estancias muy diversas, lo que hacía que
reyes, obispos, ciudadanos de órdenes religiosas, etc., trataran de conseguirlas, con la finalidad
de incrementar sus ingresos con la venta posterior. Con indulgencias se construyó la basílica de
San Pedro en Roma, el papa era el gran beneficiario de ellas, que además de su tesoro,
aumentaba su desprestigio. Lutero acabaría protestando contra ellas y los abusos que
implicaban.

Esta religiosidad se vio acompañada por la difusión a comienzos del siglo XVI de un fin
apocalíptico, muy intenso en Alemania. La idea de que el fin del Mundo y el Juicio Final
estaban cerca, incrementaba la conciencia del pecado, y el temor ante un dios que se veía
como un juez temible. Vinculado al fin del mundo estaba el Anticristo, que gobernaría el
mundo antes de la venida de Cristo, y que se identificaba con alguna persona, nacida de un
coito diabólico, como aparece representado en algunos grabados; otras con grupos como los

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judíos o los turcos, o con los enemigo religiosos. Lutero lo identificó con el papa y con los
campesinos rebeldes, de la misma forma que los católicos lo harían con Lutero. Para Lutero el
Anticristo estaba en Roma, y eso era una prueba del fin del mundo.

En cuanto a los fieles, había surgido una religión más íntima y depurada, del estilo que
proponían los humanistas, o la devotio moderna, surgida en los Países Bajos, a la cual estaban
vinculados los Hermanos de la Vida Común, cuyas escuelas (a las que acudió Lutero),
promovían una religión más íntima y privada. La Biblia y las Sagradas Escrituras, no el
magisterio del papa, eran las que marcaban las pautas para quienes deseaban una
religiosidad más auténtica. Uno de los productos estrella tras el surgimiento de la imprenta
fue la edición de Biblias, así como las llamadas biblias de los pobres, que ofrecían selecciones
de textos y grabados. Estas biblias estaban en latín o en lenguas vernáculas.

Martín Lutero (1483-1546)

Nació en Eisleben, Sajonia, gobernada por el duque-elector Federico. Se formó con los
Hermanos de la Vida en Común en Magdeburgo, en el nominalismo de la Universidad de
Erfurt e ingresó en la orden de San Agustín. Nominalismo y agustinismo son esenciales para
entender su pensamiento, al igual que la corriente mística medieval basada sobre la idea de la
experiencia de la divinidad directa y sin mediaciones.

Originalmente su lucha fue contra la escolástica, pero sus críticas tuvieron enorme
trascendencia. La repercusión inesperada de sus 95 tesis acerca de las indulgencias le hicieron
seguir adelante hasta crear una nueva forma de entender la fe y la religión. Su concepto partía
de la idea de la salvación por la fe, en virtud de los méritos de Cristo en la Cruz, y criticaba el
engaño que se hacía a los fieles con las indulgencias. La iglesia lo consideró hereje y se
quemaron sus libros, lo que provocó diversos incidentes en Alemania, y una reacción contraria
hacia Roma en ciertos ámbitos. En 1521 Lutero fue excomulgado.

Numerosos príncipes, señores territoriales y ciudades soberanas del Imperio, vieron en la


Reforma la oportunidad para frenar el incremento de poder del emperador y aumentar el
propio, así como incrementar sus fuentes de financiación al apoderarse de los bienes de
conventos, monasterios y cofradías. Para muchos alemanes era la oportunidad de crear una
iglesia propia.

Para Carlos V, la resolución del conflicto era vital para la paz en sus territorios de Alemania.
Por ello fue de vital importancia la Dieta de Worms (1521), a la asistió Lutero, ya hereje.
Lutero proclamó sus doctrinas y apeló a su propia conciencia, sin retractarse, por lo que fue
condenado por el propio emperador y quedó proscrito en el ámbito del Imperio. El duque de
Sajonia lo protegería hasta el final de sus días.

Gran parte del éxito de la Reforma se debe a la fuerza e importancia de los escritos de Lutero,
que escribió en latín y alemán. Además de sus obras, escribió numerosas cartas y sermones.
Entre sus textos hay comentarios de libros bíblicos, poesía, himnos, música, etc.

En su Tratado sobre el papado de Roma (1520), expone su creencia en una iglesia sin
jerarquías, una comunidad de creyentes en Cristo, única cabeza, y basada en el primado
exclusivo de la Sagrada Escritura, lo que implica la supresión del pontificado. Su idea del
sacerdocio universal la desarrolló en Manifiesto a la nobleza cristiana de Alemania, en él
critica al papa y los abusos de Roma, al tiempo que llama a las autoridades civiles a impulsar la
Reforma en sus territorios. Pero el ataque más virulento a la iglesia lo realizó en La cautividad

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babilónica de la Iglesia, en el que manifiesta su doctrina ante los sacramentos, reduciéndolos
al bautismo y la eucaristía. Otras de sus obras importantes, escritas después de la Dieta de
Worms y refugiado en el castillo de Wartburg, son la traducción del Nuevo Testamento al
alemán, y el tratado Sobre los votos monásticos, donde atacaba los fundamentos de la vida
religiosa al considerarlos una invención humana.

Sus planteamientos implicaban la inexistencia de una iglesia visible, pues sólo existiría la
invisible o espiritual, formada por la comunidad de creyentes y sin jerarquías. Apeló al poder
civil como protector y cabeza de su organización eclesiástica, lo que dio pie en diversos
territorios a la creación de las Iglesias nacionales. El poder civil asumió la jurisdicción
eclesiástica y reprodujo métodos de control no muy distintos a los de las inquisiciones
católicas. Los dos aspectos más decisivos de la dependencia estatal fue la extensión de la
enseñanza, necesaria para poder leer la Biblia, y la asistencia a pobres y enfermos, en línea de
lo que preconizaban lo humanistas.

Ulrich Zwinglio (1484-1531)

Los fenómenos subversivos de su teología influyeron en las reformas radicales más que las
planteadas por Lutero. De formación humanista, estudió en la universidades de Viena y
Basilea, tras lo que se ordenó sacerdote. Durante diez años acompañó como capellán a los
mercenarios de la ciudad de Glaris que servían al ejército del papa. La mala experiencia en
batalla le llevó a predicar el pacifismo y al abandono de la profesión militar de los suizos.
Posteriormente, bajo la influencia de Erasmo y Lutero se fue incorporando a la Reforma. En
1521, siendo predicador y deán de la colegiata de Zurich, renunció a la pensión que recibía de
Roma. Después atacó la abstinencia pascual, se casó, defendió el matrimonio de los clérigos y
dejó claro en sus escritos la autoridad exclusiva de la Sagrada Escritura.

Junto a él, la misma de ciudad de Zurich se adhería a la Reforma, basada en escritos


preparados por Zwinglio. Se destruyeron imágenes y objetos sagrados, y la ciudad adoptó un
modelo bastante riguroso inspirado por él. Se destruyeron los órganos, se eliminaron los
cánticos y la música, y la predicación lo dominaba todo. Para el auxilio a los necesitados se
utilizaron los bienes secularizados de los monasterios y cofradías, y la enseñanza se financió
con las rentas de la colegiata.

Al igual que Lutero, escribió obras formativas orientadoras de la liturgia, así como ataques a los
anabaptistas. Solo admitía dos sacramentos: el bautismo y la cena (eucaristía), con el carácter
de meros símbolos. Creó una iglesia con marcado carácter inquisitorial, gobernada por un
Consejo Secreto del que formaban parte miembros del gobierno de la ciudad y predicadores,
todos bajo la guía teocrática de Zwinglio.

El Consejo controló de forma rigurosa la vida de los habitantes de la ciudad mediante el


Tribunal Matrimonial, auténtica inquisición, llegando a interferir en el mundo de las ideas de
las personas, lo que dio lugar a la primera experiencia puritana en el seno de la Reforma. Con
todo esto, los cantones rurales católicos de fuera de Zurich, apoyados por Austria, se
organizaron contra Zwiglio. En la Dieta Federal de Baden (1526), el reformador fue
excomulgado.

Los cantones católico y protestante se dividieron y enfrentaron. Como cantones protestantes


estaban Berna, Basilea y Constanza. Zwinglio murió en la Batalla de Kappel (1531), y su
cadáver descuartizado y quemado como hereje. Después de esto, se trazó en Suiza una
frontera bastante rígida e intolerante entre cantones católicos y protestantes. Desde una

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fecha tan temprana, se evidenciaba que la adhesión a la Reforma iba a ser una cuestión de
confesión oficial (más que de conciencia individual) adoptada por las autoridades civiles.
Quienes no estuvieran de acuerdo, tenían que emigrar, y los mismo sucedía en los territorios
católicos.

Desde los años sesenta, el zwinglianismo, más moderado que el original, alcanzaría alguna
expansión por Centroeuropa, Francia, Escocia y el Palatinado renano.

Rebeliones y reformas radicales

Lutero reaccionó con dureza contra quienes amenazaban el orden social y desacreditaban su
obra reformadora, para la que consideraba imprescindible el apoyo del poder civil. En
Wittenber y otras ciudades, se invadieron iglesias, se destruyeron libros litúrgicos, imágenes,
altares y objetos de culto, se expulsó a los sacerdotes católicos, se cambió la misa o se reformó
la caridad. Lutero reaccionó primero con escritos y, más tarde, se presentó en Wittenber,
donde consiguió hacerse con el control de la situación.

Inmediatamente se manifestó el malestar de los caballeros del suroeste de Alemania. Les


siguieron poco después los campesinos. Se trató de un movimiento confuso, desorganizado y
con diversos focos y expresiones, en el que se mezclaba el Evangelio con reacciones
antiseñoriales. Su objetivo esencial fueron los monasterios y castillos, aunque atacaron
también alguna ciudad. Fueron frecuentes las acciones violentas, destrucción de imágenes y
reacciones anticlericales. Hubo otras rebeliones radicales, como la surgida en el Tirol, que
proyectaba una sociedad utópica e igualitaria en la que prácticamente desaparecía la
propiedad privada.

Coincidiendo con las sublevaciones campesinas, tuvo lugar la utopía de Thomas Müntzer,
quien mezcló sus afanes reformadores con la preocupación por los pobres y los sueños
apocalípticos de crear la Iglesia de los elegidos. Estaba enfrentado a los poderes civiles y al
propio Lutero. Se instaló en Turingia donde intentó realizar su Iglesia. Se aprestó a defenderla
por las armas poniéndose al frente de los desorganizados campesinos, convencido de que Dios
dirigía a sus partidarios. Fueron severamente derrotados, y él torturado.

La ira de Lutero iba a manifestarse también contra otros dos grandes enemigos: Zwinglio y los
anabaptistas. La Dieta de Spira convirtió la prohibición del anabaptismo en ley del Imperio. Las
manifestaciones del anabaptismo fueron múltiples y fuertemente reprimidas.

Pero la experiencia más significativa fue la que se produjo en los Países Bajos, con dirigentes
como Haarlem Jan Mathijs, bajo la idea de que el reino de Dios había de establecerse por la
espada y la violencia, para lo que instauró con sus seguidores un régimen de propiedad
común, sin monedas ni víveres privados y con las puertas de las casas abiertas. Jan Van Leiden
cesó al Consejo con la disculpa de que había sido elegido por los hombres, atribuyéndose todo
el poder. El asedio al que fueron sometidos por parte del desposeído obispo y una alianza de
príncipes católicos y protestantes extendió el fanatismo. Leiden decretó la poligamia, con pena
de muerte para quienes se opusieran y obligó a todos los hombres en edad de casarse a tomar
mujeres sin límite. Se hizo ungir rey del pueblo de Dios. Su control de la vida y los
comportamientos de la gente se hizo más agobiante. Ante la escasez de alimentos, expulsó a
niños, ancianos y mujeres, muchos de los cuales fueron asesinados tras pasar las murallas.
Todo fue concluido cuando unos traidores abrieron las puertas. La represión fue brutal y los
principales responsables fueron condenados a morir. Sus cadáveres quedaron expuestos en
jaulas de hierro colgadas de la torre de la iglesia de San Lamberto.

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La segunda generación de reformadores. CALVINO

A partir de los años 40 del siglo XVI, surgió una nueva generación de reformadores, cuya figura
más destacada fue el francés Calvino, quién protagonizó un nuevo tipo de reforma con un
carácter más público, proselitista y expansivo, por tanto, más combativo. En su obra más
característica: La institución de la religión cristiana, exponía de forma clara y sistemática su fe.
En Ginebra, enfrentado con la autoridad civil, tuvo que escapar, lo que le llevó a Estrasburgo.

Escribió entre otras obras el Tratado sobre la Santa Cena, donde entendía ésta en un sentido
espiritual, como alimento de la fe, lo que suponía una postura intermedia entre el realismo de
Lutero y el simbolismo de Zwinglio, aceptada posteriormente por muchos protestantes. Su
teología partía de las ideas básicas de Lutero sobre las relaciones ente el hombre y Dios, pero
las llevaba a sus últimas consecuencias.

Más tarde vuelve a Ginebra, donde implanta su modelo de ciudad religiosa basada en la
Biblia, la cual plasmó en las Ordenanzas eclesiásticas de la Iglesia de Ginebra, que establecían
cuatro ministerios: los pastores o ministros, los diáconos, los doctores y los ancianos laicos.
Los pastores eran la base de la organización, se ocupaban de predicar la palabra y administrar
los dos sacramentos: el bautismo y la cena. Los diáconos se encargan de asistir a los pobres y
enfermos en el hospital. Los doctores tenían a su cargo la formación de todos los habitantes
de la ciudad, en la que desapareció el analfabetismo. En la cúspide eclesiástica se situaba el
Consistorio, institución de la que formaban parte los pastores con los ancianos laicos,
delegados del gobierno civil, que garantizaban la ortodoxia, la disciplina y la moralidad. Se
prohibieron los juegos de azar, los espectáculos, las lecturas profanas, el lujo, las tabernas y
otras expansiones. Nuevamente aparecía la sombra de la inquisición.

El calvinismo prendió en muchos lugares de Europa. Los dos grandes conflictos religiosos de la
segunda mitad del siglo, en Francia y los Países Bajos, fueron una consecuencia de las
resistencias con que tropezó su expansión.

El Concilio de Trento y la Contrarreforma

Uno de los problemas que estaba en la base de la Reforma, era la indefinición doctrinal de la
Iglesia. Todos pensaban que la única solución pasaba por un concilio, que sirvió para fijar la
doctrina de la Iglesia y para adoptar toda una serie de medidas disciplinares que mejorasen la
formación, la práctica religiosa y la calidad moral del clero y fieles. El concilio fue convocado en
la ciudad de Trento por el papa Paulo III. Hubo tres fases con tres papas distintos:

1. De 1545 a 1548: la más larga con Paulo III.


2. De 1551 a 1552 con Julio III
3. De 1562 a 1563 con Pío IV

Los acuerdos del Concilio han tenido una importancia decisiva, configurando la Iglesia católica
hasta el siglo XX. Supuso una reafirmación de la doctrina católica. Las fuentes de la fe no se
reducen a la Biblia, sino que incluyen también la tradición cristiana y el magisterio de la
Iglesia. La salvación no se obtiene únicamente por la fe, sino también por las obras y en virtud
de la Gracia divina, que se transmite a través de los 7 sacramentos tradicionales. En cuanto a la
eucaristía, se confirmó la presencia real de Cristo mediante la transubstanciación. Se insistió
en el valor modélico de la Virgen y los santos y la función de mediadores que justifica su culto.

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Para evitar nuevas desviaciones, el papa Paulo III creó la Congregación del Santo Oficio,
comisión de cardenales con funciones inquisitoriales. Se prohibió la acumulación de beneficios
y se reafirmó y exigió con mayor fuerza el celibato. Se crearon seminarios diocesanos para la
formación de los sacerdotes.

Otras disposiciones afectaron a la vida de los fieles, con las que consiguieron controlarlos cada
vez más. Se impusieron los catecismos, también un breviario para el rezo, un misal romano,
un texto oficial de la Biblia. Esta obsesión por el control llevó a Paulo IV a crear el índice de
libros prohibidos. Se ratificó la liturgia en latín y se insistió en las reformas tradicionales de
piedad (cofradías, rosarios…) siempre bajo supervisión eclesiástica.

Antes de Trento se habían reformado órdenes religiosas y creando otras:

- Los teatinos: orientados hacia la reforma moral del clero y la predicación.


- Los capuchinos: que se escinden de los franciscanos.
- Los jesuitas: fundados por el vasco Íñigo de Loyola y basada en la selección rigurosa y la
formación profunda de sus miembros. Su actividad destacó en 3 campos esenciales: la
educación, el confesonario y dirección espiritual y las misiones en el Nuevo Mundo.

España tuvo un papel protagonista en la creación de una nueva espiritualidad, en la que


destacaron los místicos. Destacan Juan de Ávila o Ignacio de Loyola, pero más significativos
fueron Fray Luis de León, Teresa de Jesús y Juan de la Cruz. Otra expresión religiosa hispana,
fueron los alumbrados, que afectaban sobre todo a gentes de baja cultura.

Una nueva geografía religiosa: la Europa confesional

La Reforma de Lutero se extendió con gran facilidad por el Imperio, donde las primeras en
acogerla fueron la mayoría de las ciudades importantes. Al final de la vida de Lutero,
Alemania quedaba prácticamente dividida, con algunas excepciones, en un norte y un centro
luteranos y un sur católico. El luteranismo se extendió también fuera de Alemania incluida la
propia España, pero donde alcanzaron un gran éxito fue en los países bálticos.

La expansión posterior del calvinismo por los Países Bajos, Francia y Escocia, junto con la
separación de Inglaterra de la Iglesia de Roma, contribuían a diseñar un nuevo mapa religioso
europeo, producto de la ruptura de la cristiandad medieval.

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