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El Estado seductor

Abrimos un paréntesis en esa producción de imágenes


propiamente artística para analizar algunas relaciones
entre imágenes y Estado.
En el siglo XVI donde vemos una consolidación del
Estado como absolutista: es decir, el rey ahora
concentra el poder de decisión (ya no funciona consejos,
parlamentos, etc.).
Y va ser hasta el siglo XIX que vamos ver nacer los
Estados naciones.
Todo Estado necesitará producir sus símbolos.
Del estado escrito al estado pantalla
Las tecnologías del hacer creer

Nadie ha visto nunca un Estado. Ni a simple vista ni


en el microscopio, ni en foto ni desde un avión. No
es una cosa, como un territorio o una porción del
océano. Es una cierta relación entre los hombres por
la cual el derecho de mandar es independiente de la
persona del que manda. Una colectividad se rige por
un Estado cuando el vínculo de sumisión de hombre
a hombre es reemplazado por una subordinación de
principio.
Esta despersonalización de la
obediencia crea la institución, con su
doble imperativo de legitimidad (el
jefe es más que un soldado
afortunado) y continuidad (los jefes
pasan, la autoridad queda). La
violencia puede dar a luz un poder de
hecho, pero no puede ni suscitar ni
perpetuar por sí sola el
consentimiento.
(Y acá hago un paréntesis para
mencionar a Etiénne de La Boétie,
quien en este momento (1500)
cuestionaba: ¿Por qué muchos sirven
a uno? Entendía que un hombre
podría servir a otro por una cuestión
de fuerza, pero no entendía como un
pueblo entero se sometía a una
persona (un rey). Estaba entonces ahí
cuestionando justamente el
consentimiento a la servidumbre. El
hombre se deja sujetar.)
Cómo se logrará la sujeción, si no es por la violencia?
Este último supone una "dominación
simbólica" (Weber), mediante la cual los
sometidos incorporan los principios de
su propia sujeción. Esta adhesión hace
que la autoridad sea "natural", lo cual,
en reciprocidad, hace "obligatoria" la
adhesión. Si bien la institución estatal
acompaña relaciones de fuerza
materiales, las más de las veces de
interés económico, funciona en sí
misma corno un fenómeno de creencia.
Thomas Hobbes: El Leviatán
Aunque fue en el libro de Job (cap. 41, vers.
25) en donde se describe al Leviatán como un
animal marino que domina los mares y que se
representa como una enorme ballena, un pez
gigante y dentado, un cocodrilo, un dragón o
un animal de cuello largo que emerge de los
mares a la manera del monstruo del Lago
Ness, Thomas Hobbes decidió representar al
Leviatán en un hombre. En la primera edición
de su obra en 1651 decide incluir una pintura
de un rey compuesto de hombres que lleva
una corona, un cetro en su mano izquierda y
una espada en su mano derecha.
Este enorme hombre que esta compuesto por otros, subordina
por un lado al ejército y a los poderes civiles, y por otro lado a la
Iglesia. Siguiendo a Klenner en la parte superior del borde de la
imagen está el versículo 24 del capitulo 41 de la edición hebrea
del libro de Job: ¨Non est potestas Super Terram quae
Comparetur¨ que se puede traducir como ¨en la tierra no es
nadie comparable¨ o "no existe ningún poder sobre la tierra que
pueda compararsele¨.
Dice Klenner: ¨Debajo de este texto se
reproduce el Leviatán en figura humana.
El cuerpo de éste con las insignias de la
soberanía del poder político y espiritual,
gigantesca figura armada con corona,
espada y báculo, es precisamente
modelada como hombre. Es el Estado
omnipotente. Formado mediante el
contrato social de cada uno con cada uno
y por la voluntad de sus ciudadanos
fundando y garantizando la paz, cubre
bajo sus brazos desplegados los paisajes
con sus ciudades y aldeas y el mar
transitado por naves comerciales en el
fondo.
La corona la figura del Leviatán simboliza la soberanía del
Estado; la espada sostenida en la mano derecha simboliza
su poder político que triunfa sobre las guerras de las armas
descritas en una columna de la izquierda con cinco
pictogramas con fortaleza, cañones, mosquetes, banderas y
tambores e incluso una batalla con infantería y caballería; el
báculo sostenido en la otra mano simboliza el poder
espiritual del Estado, que triunfa sobre la guerra civil de las
palabras, descrita en una columna derecha cinco
pictogramas con la Iglesia, mitra obispal, anatemas, las
armas lógicas para las disputas de teológos y filósofos e
incluso un concilio religioso. Entre ambas columnas,
directamente bajo el Leviatán, cuyo poder sobre la tierra no
tiene comparación, se encuentra el título del libro
¨Leviathan or the Matter, Forme, and Power of a Common -
Wealth Ecclesisticall and Civil. By Thomas Hobbes of
Malmesbury", London, Printed for Andrew Crooke, 1651.
El Estado debe sujetar atráves de los signos

"Es precisamente porque el Estado es en sí mismo invisible


e inaudible que debe hacerse ver y escuchar a cualquier
precio, por medio de metáforas.Es por eso que precisa
producir y difundir muchos signos." Conquistar por ahí.
"Enseñas, sellos, medallas, emblemas, escudos de armas,
estampillas: estas marcas dan testimonio de la aparición, a
los ojos del historiador, en cualquier parte del mundo en
que se encuentren, de algo como un Estado." “Esta extraña
persona moral debe atraer tanto más las miradas por el
hecho de no ser nada (de positivo o manifiesto).”
Encontrándose la población de un Estado diseminada por un
territorio más o menos vasto, los símbolos deben difundirse,
intercambiarse y regularse a través del espacio. Lo que en
Occidente hace del Estado, justamente después de la Iglesia,
un precursor y un innovador en materia de transporte y
transmisión. El elemento espiritual sólo se convierte en fuerza
material al entramos por los ojos y los oídos.
El Estado espectacular
Es el espectáculo del Estado el que hace el
Estado, así como el monumento hace la memoria.
Estado y espectáculo (fiesta y ceremonia, según
los grados de implicación decrecientes del
público) son términos redundantes. Un Estado
que no diera nada a ver y a escuchar, sin rituales,
monumentos y documentos, sería peor que un rey
sin diversiones: una nada. Lo que explica la
frivolidad de las denuncias en boga del "Estado
espectáculo".
“Una lógica de dominación depende siempre de una logística
de los símbolos”.

En los hechos, la historia audiovisual del Estado será sobre todo visual
(a causa de la evanescencia de los cantos y las palabras antenores a
las técnicas de registro del sonido). Pero, como los discursos, textos e
imágenes deben circular para convertirse en operacionales, la historia
descriptiva y estática de los signos del poder, la historia de los
historiadores, es incompleta sin el estudio de los medios de
transmisión de esos signos, la historia de los mediólogos.
Puede sostenerse que la tele "no cambió nada y lo
transformó todo", como ya lo decía Rudolph Hirsch del
impreso para los años 1450-1550. En verdad, no cambió
nada de la obligación de persuadir, propia de todo poder
establecido (...) La redefinió, como el libro impreso "lo hizo
con "el arte de la memoria".
Las funciones perennes se adaptan a las maquinarias
cambiantes.
Para Debray no hay separación entre técnicas y símbolos, entre
tecnología y comunicación. El homo sapiens es homo faber, es
creador, es artificial. Y es Estado es siempre una tecnocracia, es
decir: “debe apropiarse o controlar los sistemas técnicos de
fabricación y transporte de los signos.”
"El jefe debe dar señales, para ganar los espiritus y los
corazones.Pero los signos mismos tienen una historia material,
que declina una gama de soportes, radios de acción y velocidades
casi inconmensurables, de modo que el universo simbólico es
modelado por el avatar técnico."
Información y creencia están ligadas. Para recaudar impuestos
y reclutar un ejercito debe recibir y emitir información.
Recibir: es lo que vimos el curso pasado con el nacimiento de
una biopolítica de las poblaciones…”recolectar los datos sobre
el número de hombres y la cantidad de riquezas disponibles
mediante la investigación y el censo”.
Y emite información: hace conocer sus decisiones.
Un destacado estudio sobre "Las ceremonias de
la información en Francia del siglo XVI al XVIll"
analizó los entrelazamientos de la celebración y
la información a través de los diferentes rituales
de la publicación monárquica.' Los actos del rey
deben ser conocidos por sus súbditos, y un
ceremonial preciso, adaptado a los
destinatarios, envuelve sus dichos y sus
escritos. El registro mediante lectura solemne
de un texto ante el Parlamento no es lo mismo
que el pregón en las encrucijadas.
El pregonero juramentado anuncia al son de la trompa (la trompeta,
instrumento bíblico de la potencia), y los propaladores retransmitirán de
lugar en lugar. El cartel impreso es pegado a las paredes. Los
mandamientos episcopales, leídos en el púlpito, relevan tanto a las órdenes
reales como a las proezas militares, constituyéndose cada obispo o
arzobispo de retransmisión provincial. De este modo, tanto Príncipes de la
Iglesia como sacerdotes, monjes y regentes son anexados como agentes de
influencia e intercambio de informaciones. El Rey aparece, por lo tanto,
como la cabeza de una red, organización piramidal de boca a boca de
ramificaciones cada vez más finas, cuyos nudos se reparten en los espacios
urbanos de mayor densidad (encrucijadas, puentes, plazas públicas,
mercados, etc.)
En Francia el nacimiento del Estado
coincide con una grafosfera. Los
valores universales aparecen con la
escritura y se generaliza con la
imprenta. “Es en la bisagra entre los
siglos XV y XVI cuando, con la fijación
de las nociones de ‘bien común’,
‘provecho común’ y ‘utilidad pública’,
se afirma verdaderamente una
consciencia de Estado o el Estado
como idea.
Cambiamos de morir por el cristianismo por morir por la
patria o el rey. Es Luis XIV (no XI) quien dice que “Yo soy
el Estado”. “La eclosión de la idea de Estado puede
fecharse por un punto de inflexión preciso en la
emblemática: cuando a fines del siglo XV, bajo los Valois,
las flores de lis dejan de representar a una persona o a
una familia para pasar a representar una entidad
abstracta, Francia. A continuación es la imprenta, por el
rodeo de grabado, la hoja, el cartel, el almanaque, la que
va desmultiplicar las huellas, las marcas y los medios de
memoria visual monárquico (más eficaz y estable que la
memoria oral: se olvida más rápido lo que se escuchó que
lo que se vio).”
La propaganda supone la
reproductividad técnica del soporte,
base de la difusión ampliada e indirecta
de los signos, y las palabras "Estado" y
"propaganda" se afirman conjuntamente
(1597). Al fundar en 1663 la Academia
de las Inscripciones, Colbert
institucionaliza la propaganda real, o
propagación controlada de los
emblemas.
Los emblemas son las primeras imágenes de los
Estados: son propiamente símbolos. Luego, cuando
el absolutismo se consolida, ya no sirven esas
imágenes enigmáticas o esotéricas, es necesario
ahora un retrato del rey que va ocupar el lugar
central en la simbólica del estado. “Del pre-Estado
feudal al pos-Estado democrático, la imagen del
poder parece pasar así por cuatro estadios: la
simbolización impersonal, o el retrato moral del
Rey; la encarnación personal, o el retrato físico del
Rey; la racionalización impersonal, o la estatua de
Marianne, y por último un retorno sui géneris a la
encarnación personal, o la entrevista televisada del
Presidente.”
El fantasma mayor

“A cada mediasfera, su ámbito y su mito. En


cada periodo se delira el dispositivo que
asegure al hacer saber y al hacer creer en
rendimiento máximo.”
“El psicoanálisis llama “ideal del yo” lo que el
hombre proyecta inconscientemente ante él
como sustituto del narcisismo perdido de su
infancia. Este ideal individual reúne las
funciones de identificación e interdicción. El
ideal del ‘nosotros’ actúa en el mismo registro.
Tú deber predicar, tú debes enseñar, tú debes
seducir y, si no lo haces, serás castigado.”
En Francia: Estado simbólico asumió la
forma del Estado escolar, y el Estado indicial
la del Estado publicitario. Uno educaba, el
otro seduce. “La III república, via la escuela
primaria gratuita y obligatoria, proclamó el
derecho a la instrucción para todos; la V, via
el instituto de encuestas y el programa de
respuesta instantánea, asegura el derecho
de opinar para todos.”
El Estado educador

Continuo con unas ideas sobre el segundo capítulo del


libro “El estado seductor” de Régis Debray. Lo que
vemos entre las páginas 74-97, es el paso de las
monarquías a la República. Cambiamos del rey a la
burguesía, y eso está marcado principalmente entre los
anos de la Revolución Francesa hasta 1848, cuando
vemos nacer la 2ª República. Cambiamos por lo tanto
de mediología otra vez. Va ser ahora el Estado quien se
encargará de instruir la población, función que antes
era ocupada por la Iglesia. Nace aquello que Debray
llamará “Estado educador”.
(…) el Estado educador fue traído al mundo por la
Revolución Francesa. Origen conceptual y fáctico (…).
Esa articulación tiene por emblema un nombre proprio:
Condorcet. Este matemático filósofo planteó el
concepto de República y propuso poco después las
instituciones que necesariamente se derivan de él (…)
Desde el momento en que la soberanía pasaba por el
Rey, lugarteniente de Dios, al pueblo, lugarteniente de
nadie, la instrucción del pueblo se convertiría en la
cuestión crucial, aquella de la que todo dependía. (…)
Un soberano ignorante o un legislador idiota se parecen
a un capitán desarmado o a un papa ateo: el círculo
cuadrado.”
Es decir, el pueblo necesita saber
para gobernar. No hay gobierno de
los libres sin saber. Por eso, la
propuesta de un Contrato Social
(Rousseau) no puede dejar de
acompañar un Emilio, libro de
Rousseau que hoy es considerado
uno de los primeros tratados sobre
la filosofía de la educación.
Va ser la Razón, y no Dios, quien va ser la
guía de este proyecto. Podemos decir que
quitamos a Dios como fundamento social
para poner la Razón en su lugar. Y en vez de
eclesiásticos que controlen y produzcan
saberes, vamos a ver nacer todas las
instituciones públicas (academias, institutos,
conservatorios, colegios, museos) que se
encargarán de esa función.
El saber libera de la tiranía, el
saber es aquél que media
entre una “Razón universal y
el libre albedrío individual”.
El gobierno del pueblo libre,
la Republica, va ser guiado por
la educación, “el gobierno del
libro”.

"La República Universal". Litografía de Frédéric Sorrieu. Publicada en 1848, exalta de forma alegórica los
valores republicanos, liberales y democráticos, que movilizan a todos los pueblos de Europa
“La Revolución ve a los estudiosos
tomar el poder. Para el Rey, imponerse
significaba: mostrarse. Para la
República, demostrar. Para ella no hay
eucaristía visual posible: el cuerpo del
republicano nunca será sacramental. El
Rey del derecho divino maravilla por su
sola presencia física, el elegido del
pueblo no tiene esta facultad. Debe
convencer mediante razones. Durante
siglo, el poder había sido un teatro;
después de 1789, se convirtió en una
escuela.”
Vemos también una
diferenciación entre
instrucción y educación, una
pretendiendo más “neutra” o
técnica y la otra más moral y
política. “Se instruye a las
mentes, se educa a las almas.
La instrucción forma
individuos, la educación forma
una colectividad. La primera,
desinteresada, da a conocer;
la segunda, utilitaria, da a
amar.
“Contra la enseñanza confesional,
que había hecho amar a la monarquía,
sólo podía rivalizar una enseñanza
cívica que hiciera amar a la República
y a la Revolución. Así, pues, los
maestros de escuelas debían ser no
sólo dispensadores de saber sino
‘instrumentos de educación política’ o
‘suboficiales de la democracia’. Su
misión: allí donde estaba Dios, poner
la Patria.
Así, el Estado educador sabrá que esa Razón va
acompañada de un sentimiento, de un valor.
Que hay que hacer creer también. “la
persuasión tiene dos modalidades ideales:
convencer y seducir. Lógica y sofística. Razón y
sentimiento. Esquematizando al extremo:
Discurso e imagen. Desde el momento en que
hay filósofos que nacieron de un no a los
sofistas, Occidente siempre supo distinguir.
Pero desde que hay sociedades, y por lo tanto
una retórica, siempre supo mezclar. El hacer
creer, volvamos a decirlo, nunca es
independiente de un hacer saber.”

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