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En los hechos, la historia audiovisual del Estado será sobre todo visual
(a causa de la evanescencia de los cantos y las palabras antenores a
las técnicas de registro del sonido). Pero, como los discursos, textos e
imágenes deben circular para convertirse en operacionales, la historia
descriptiva y estática de los signos del poder, la historia de los
historiadores, es incompleta sin el estudio de los medios de
transmisión de esos signos, la historia de los mediólogos.
Puede sostenerse que la tele "no cambió nada y lo
transformó todo", como ya lo decía Rudolph Hirsch del
impreso para los años 1450-1550. En verdad, no cambió
nada de la obligación de persuadir, propia de todo poder
establecido (...) La redefinió, como el libro impreso "lo hizo
con "el arte de la memoria".
Las funciones perennes se adaptan a las maquinarias
cambiantes.
Para Debray no hay separación entre técnicas y símbolos, entre
tecnología y comunicación. El homo sapiens es homo faber, es
creador, es artificial. Y es Estado es siempre una tecnocracia, es
decir: “debe apropiarse o controlar los sistemas técnicos de
fabricación y transporte de los signos.”
"El jefe debe dar señales, para ganar los espiritus y los
corazones.Pero los signos mismos tienen una historia material,
que declina una gama de soportes, radios de acción y velocidades
casi inconmensurables, de modo que el universo simbólico es
modelado por el avatar técnico."
Información y creencia están ligadas. Para recaudar impuestos
y reclutar un ejercito debe recibir y emitir información.
Recibir: es lo que vimos el curso pasado con el nacimiento de
una biopolítica de las poblaciones…”recolectar los datos sobre
el número de hombres y la cantidad de riquezas disponibles
mediante la investigación y el censo”.
Y emite información: hace conocer sus decisiones.
Un destacado estudio sobre "Las ceremonias de
la información en Francia del siglo XVI al XVIll"
analizó los entrelazamientos de la celebración y
la información a través de los diferentes rituales
de la publicación monárquica.' Los actos del rey
deben ser conocidos por sus súbditos, y un
ceremonial preciso, adaptado a los
destinatarios, envuelve sus dichos y sus
escritos. El registro mediante lectura solemne
de un texto ante el Parlamento no es lo mismo
que el pregón en las encrucijadas.
El pregonero juramentado anuncia al son de la trompa (la trompeta,
instrumento bíblico de la potencia), y los propaladores retransmitirán de
lugar en lugar. El cartel impreso es pegado a las paredes. Los
mandamientos episcopales, leídos en el púlpito, relevan tanto a las órdenes
reales como a las proezas militares, constituyéndose cada obispo o
arzobispo de retransmisión provincial. De este modo, tanto Príncipes de la
Iglesia como sacerdotes, monjes y regentes son anexados como agentes de
influencia e intercambio de informaciones. El Rey aparece, por lo tanto,
como la cabeza de una red, organización piramidal de boca a boca de
ramificaciones cada vez más finas, cuyos nudos se reparten en los espacios
urbanos de mayor densidad (encrucijadas, puentes, plazas públicas,
mercados, etc.)
En Francia el nacimiento del Estado
coincide con una grafosfera. Los
valores universales aparecen con la
escritura y se generaliza con la
imprenta. “Es en la bisagra entre los
siglos XV y XVI cuando, con la fijación
de las nociones de ‘bien común’,
‘provecho común’ y ‘utilidad pública’,
se afirma verdaderamente una
consciencia de Estado o el Estado
como idea.
Cambiamos de morir por el cristianismo por morir por la
patria o el rey. Es Luis XIV (no XI) quien dice que “Yo soy
el Estado”. “La eclosión de la idea de Estado puede
fecharse por un punto de inflexión preciso en la
emblemática: cuando a fines del siglo XV, bajo los Valois,
las flores de lis dejan de representar a una persona o a
una familia para pasar a representar una entidad
abstracta, Francia. A continuación es la imprenta, por el
rodeo de grabado, la hoja, el cartel, el almanaque, la que
va desmultiplicar las huellas, las marcas y los medios de
memoria visual monárquico (más eficaz y estable que la
memoria oral: se olvida más rápido lo que se escuchó que
lo que se vio).”
La propaganda supone la
reproductividad técnica del soporte,
base de la difusión ampliada e indirecta
de los signos, y las palabras "Estado" y
"propaganda" se afirman conjuntamente
(1597). Al fundar en 1663 la Academia
de las Inscripciones, Colbert
institucionaliza la propaganda real, o
propagación controlada de los
emblemas.
Los emblemas son las primeras imágenes de los
Estados: son propiamente símbolos. Luego, cuando
el absolutismo se consolida, ya no sirven esas
imágenes enigmáticas o esotéricas, es necesario
ahora un retrato del rey que va ocupar el lugar
central en la simbólica del estado. “Del pre-Estado
feudal al pos-Estado democrático, la imagen del
poder parece pasar así por cuatro estadios: la
simbolización impersonal, o el retrato moral del
Rey; la encarnación personal, o el retrato físico del
Rey; la racionalización impersonal, o la estatua de
Marianne, y por último un retorno sui géneris a la
encarnación personal, o la entrevista televisada del
Presidente.”
El fantasma mayor
"La República Universal". Litografía de Frédéric Sorrieu. Publicada en 1848, exalta de forma alegórica los
valores republicanos, liberales y democráticos, que movilizan a todos los pueblos de Europa
“La Revolución ve a los estudiosos
tomar el poder. Para el Rey, imponerse
significaba: mostrarse. Para la
República, demostrar. Para ella no hay
eucaristía visual posible: el cuerpo del
republicano nunca será sacramental. El
Rey del derecho divino maravilla por su
sola presencia física, el elegido del
pueblo no tiene esta facultad. Debe
convencer mediante razones. Durante
siglo, el poder había sido un teatro;
después de 1789, se convirtió en una
escuela.”
Vemos también una
diferenciación entre
instrucción y educación, una
pretendiendo más “neutra” o
técnica y la otra más moral y
política. “Se instruye a las
mentes, se educa a las almas.
La instrucción forma
individuos, la educación forma
una colectividad. La primera,
desinteresada, da a conocer;
la segunda, utilitaria, da a
amar.
“Contra la enseñanza confesional,
que había hecho amar a la monarquía,
sólo podía rivalizar una enseñanza
cívica que hiciera amar a la República
y a la Revolución. Así, pues, los
maestros de escuelas debían ser no
sólo dispensadores de saber sino
‘instrumentos de educación política’ o
‘suboficiales de la democracia’. Su
misión: allí donde estaba Dios, poner
la Patria.
Así, el Estado educador sabrá que esa Razón va
acompañada de un sentimiento, de un valor.
Que hay que hacer creer también. “la
persuasión tiene dos modalidades ideales:
convencer y seducir. Lógica y sofística. Razón y
sentimiento. Esquematizando al extremo:
Discurso e imagen. Desde el momento en que
hay filósofos que nacieron de un no a los
sofistas, Occidente siempre supo distinguir.
Pero desde que hay sociedades, y por lo tanto
una retórica, siempre supo mezclar. El hacer
creer, volvamos a decirlo, nunca es
independiente de un hacer saber.”