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DE UN CÍNICO
(1957-1972)
Emil Cioran
Traducción:
cinelacion@yahoo.es
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JUSTIFICACIÓN
Hay dos formas de hacer las cosas, bien o mal, nunca a medias. Publicar unos
cuadernos inéditos de Cioran de más de 1.000 páginas, y reducirlos
arbitrariamente a menos de 300, carece de sentido. Y más cuando la selección la
hace su traductora al alemán, Verena von der Heyden-Rynsch, de la que Cioran
opinaba que era una mediocre traductora, y sabía de lo que hablaba, dominaba el
alemán. ¿Entonces por qué tradujo sus libros? Pues porque la amiga Verena era
millonaria y tenía una gran capacidad de influencia sobre la prestigiosa editorial
francesa Gallimard, donde publicaba Cioran. Resumiendo, que Cioran necesitaba
el dinero que le daba Gallimard y no podía prescindir de él, Cioran era pobre de
solemnidad. Con estos precedentes se puede intuir que la selección es mediocre,
y ciertamente lo es, no hay un criterio definido, coherente, solo puro capricho
personal. Esa labor de selección solo hubiera tenido sentido realizada por el
propio Cioran, que tenía ese proyecto en mente pero nunca lo llevó a cabo, y eso
que ya tenía hasta el título, «El error de nacer» (título que utilizó modificado para
«Del inconveniente de haber nacido», del que este diario es el evidente germen) o
«Interjecciones». Escojo el segundo, para la primera parte que incluye los
aforismos y reflexiones (dividida en tres partes para que no sea un PDF tan
voluminoso, «Interjecciones», «Los escrúpulos de un cínico» y «Fluctuaciones»,
título ideado por Cioran que no empleó en ninguno de sus libros). Y «Reniego
del porvenir», título creado por Cioran que no llegó a utilizar, para la segunda
parte, las entradas canónicas de diario. Sumando las dos partes (cuatro PDFs en
total) recojo en esta traducción todo lo que aleatoriamente fue descartado en la
muy limitada selección de Verena, la publicada en España por Tusquets,
«Cuadernos (1957-1972)» (2000). De nada, todo sea por Cioran.
«He decidido recoger las reflexiones esparcidas en estos treinta y dos cuadernos.
Dentro de dos o tres meses veré si pueden constituir la sustancia de un libro
(cuyo título podría ser «Interjecciones» o quizá «El error de nacer»).»
Emil Cioran
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4
La escena en que el rey Lear, viendo a Edgar en harapos y casi desnudo,
desgarra su ropa, es la escena que más me conmueve de toda la pieza.
Tendría que explicar algún día por qué voy de fracaso en fracaso.
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Las noches en que hemos dormido son como si jamás hubieran existido; solo
quedan en nuestra memoria aquellas en las que hemos sufrido, en las que no
hemos podido cerrar el ojo, de manera que la suma de nuestras noches es la suma
de nuestros insomnios.
No hay nada más estéril para un poeta que leer a otros poetas. Del mismo
modo, leer filósofos y nada más que ellos (lo que hacen los profesores), es
condenarse a no tener jamás un solo pensamiento filosófico.
Tengo que superar esta crisis, una de las más terribles que he sufrido en mi
vida. Mis males me abruman y arruinan mi coraje. Si no estuviera enfermo, lo
superaría, estoy seguro. Pero la enfermedad, ¿cómo combatirla? Sería tanto como
declarar la guerra a la materia. Mi cuerpo no me pertenece, le pertenece a ella, a
la materia, precisamente.
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Si salgo de esta prueba, hago el voto de no considerar ya nada como mío.
¡La de veces que habré dicho y escrito que no era de aquí! Ahora casi es un
hecho.
Soloviev, algunos instantes antes de expirar, hizo una plegaria por los Judíos,
vistas «las grandes pruebas que les esperan», fue en 1900. A su muerte, se rezó
por él en todas las sinagogas de Rusia.
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Me es imposible tratar un problema objetivo a menos que sean males de los
demás, es decir, de lo que, en los otros, me hace pensar en mí.
No puedo dejar de pensar que los muertos escapan a todos nuestros problemas,
y que hay cierta ventaja en volverse para siempre indiferente.
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Cuando leo que tal o cual producto «alivia» el dolor, sé bien que hay uno que no
aplacará jamás.
Todas las veces o casi en que quería no cometer alguna infamia (la venganza es
una de ellas, la peor quizás), hacía un esfuerzo por verme muerto, y eso me
calmaba y me ablandaba. Nuestro cadáver no deja de presentar algún interés.
9
No tengo el sentido del pecado, ni tan siquiera el del mal, solo tengo el de la
desgracia.
Siempre hay en mí una falta de convicciones, lo que explica todos mis fracasos
y que jamás he podido remediar.
Jamás he tenido una religión (en el sentido etimológico) ya que jamás he estado
ligado a nada. Solo he tenido la nostalgia de la religión, el suspiro religioso.
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La literatura, la filosofía, la religión, todas conceden demasiada importancia al
hombre.
Cada vez que quiero trabajar, hay alguien que me lo impide, y ese alguien no
soy siempre yo.
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La enorme diferencia entre una conversión espontánea y una palinodia forzada.
Sin duda alguna, la institución más opresiva de todos los tiempos fue la
Inquisición. Jamás podré convertirme al catolicismo, a una religión que ha
podido dar a luz algo tan monstruoso.
Los hombres me hacen sufrir tanto que, a mi pesar, solo puedo reflexionar
sobre su destino, odiarlos y apenarme de ellos y de mí.
12
La cosa más difícil es escribir una pequeña tarjeta en la que se trata de
agradecer a alguien que te envió unas palabras elogiosas, de manera breve y
delicada.
Los animales de la misma especie no se matan entre ellos. Solo el hombre mata
al hombre. Es el gran reproche que se le hace. Pero, que quede entre nosotros,
esta anomalía no es tal. ¿A quién matar, si no al hombre, quien como él merece
este tratamiento?
Solo me siento real cuando todo se desvanece, salvo lo que espero encontrar
cuando escucho mi soledad.
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He adelgazado, parezco un espectro. Todo el mundo me pregunta: ¿Qué tienes?
¿Estás sufriendo? Etc. Salir al mundo se ha convertido en una pesadilla para mí.
Regla a seguir: no decir a nadie: Tienes mala cara. No podemos imaginar el
daño que hacemos con esta conmiseración fuera de lugar. El otro día, volví a casa
sobre las 2 de la mañana, estaba tan conmocionado por la manera en que se me
había mirado durante la cena que me fue imposible dormir por la noche.
El apego a la existencia.
Tengo ganas de abordar una vez más este tema del que no he cesado de hablar
desde que «pienso». Son siempre mis enfermedades quienes me empujan a ello.
Con una salud como la mía, ¿qué otra cosa puedo hacer que meditar sobre mi
poca existencia?
Todo sufrimiento es combate. Tal vez incluso el único combate real. ¿Qué es en
comparación el gasto de energía de un luchador?
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He leído en el metro una carta de Mozart a Da Ponte, escrita algún tiempo antes
de su muerte: «Siento en mi estado que la hora suena; estoy a punto de expirar,
estoy en el término, antes de haber podido disfrutar de mi talento... Termino, aquí
está mi canto fúnebre, no debo dejarlo imperfecto.»
Terminaba La flauta mágica y trabajaba en el Réquiem.
Pienso en el viejo Ciotori. Compraba tres o cuatro periódicos cada día. Ahora
en su tumba, ¡qué le importan las últimas novedades! «Se ha vuelto indiferente»,
así, parece ser, dicen de alguien que acaba de morir en ciertos países de América
Latina.
Hay que sufrir hasta el final, hasta el momento en que ceses de creer en el
sufrimiento. Llegado ese momento, depón las armas y deja la escena.
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Debo escribir un pequeño prefacio para la edición de bolsillo del Breviario. Me
encuentro muy avergonzado. Por debilidad, y por necesidad dinero, he
consentido que se ponga al alcance de todo el mundo una obra tan «destructiva».
Debo prevenir al lector que es necesario que la lea a contracorriente, que no
saboree la hiel. Si es joven, corre el riesgo de sufrir un efecto desmoralizador. Por
lo tanto se trata de una advertencia, con todo lo que puede tener de pretenciosa y
de penosa. Parece querer decir: ¡Atención! ¡Vas a leer un libro peligroso! Sed
prudentes, no lo toméis por un Evangelio, no creáis que todo lo que aquí se dice
es verdad. A veces he exagerado, a menudo he ido demasiado lejos. Sobre todo
no me sigáis, etc., etc...
Lo que soy, lo que sé, todo viene de mis enfermedades. Son las que me han
enseñado a ser diferente.
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La acción erosiva de la noche: ¿cómo puede sobrevivirla esta pobre carne?
Casi todos los pensamientos de Pascal parecen estar concebidos hacia las tres
de la madrugada, en medio de una vigilia dolorosa.
De todas las desgracias, las más intolerables, son las que hemos previsto.
O estoy hecho del material de Casandra...
Un enfermo, que sufría de artrosis, me dijo el otro día que a la menor diferencia
en el régimen su enfermedad le llamaba al orden.
Y bien ese es el rol de la enfermedad: llamarnos al orden, no permite el olvido.
17
Alguien me pide un testimonio sobre Valéry. No lo hago; casi todo el mundo
huye, los jóvenes sobre todo. Sin embargo he admirado y admiraré siempre a
Valéry, aunque ya no le relea.
¡Qué difíciles son las relaciones con los seres! Es una grandísima consolación
pensar que existen las cosas.
18
De nuevo estas ganas de llorar, que conocí en Brasov, en los tiempos en que
escribía Lacrimi si Sfinti [Lágrimas y Santos] en 1937 (?).
El terror en que vivía el hombre de las cavernas, nadie puede imaginarlo mejor
que yo. Acechado por todas partes por bestias salvajes, sus descendientes debían
vengarle. Sabemos cuál fue el resultado.
¡De aquel miedo hemos heredado!
Todos mis problemas habrían sido resueltos si hubiera recibido el don de rezar.
19
Lo mejor que un autor puede hacer es olvidarse de sus propios libros. No hay
nada más cómico que releerse.
Hubo un momento en que creí que tenía una misión. Ese tiempo debió quedar
atrás, puesto que apenas me acuerdo.
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Se aprende mucho más de la conversación con un mal escritor que con la de
uno bueno. El malo hace un esfuerzo, mientras que el otro, habiéndolo hecho ya
en su obra, se dispensa de hacerlo en la vida.
Todos mis libros son medio-libros, ensayos en el sentido propio del término.
Por encargo, no puedo escribir sobre nada, ni tan siquiera sobre mí.
¿Es posible que haya caído tan bajo? ¿Tanto he pecado contra los dioses?
21
Este miedo que me roe, que me esclaviza y me aplasta, a veces logro
amaestrarlo; pero pronto se venga, y se apodera de mí con más virulencia que
antes.
Insomnio, insomnio.
Lo curioso de estas largas noches, es que llegamos a reconciliarnos con la
muerte. O esta reconciliación es, o debería ser, el objetivo supremo del hombre.
22
Visitada la exposición Marcel Proust en la Biblioteca Nacional. Todos estos
fantoches a los que Proust hizo gigantes, monstruos; todas estas mujeres
convencionales promovidas al rango de diosas (o, por la importancia que toman y
no merecen, de caricaturas); todas estas mansiones, estos campanarios, estas
ciudades de agua, esas playas mezquinas, investidas de un poder mágico y
transfiguradas; el arte consiste en la capacidad de magnificar. Con razón se habla
del mundo de Proust; efectivamente creó un mundo. (Algo más que creado, lo ha
descrito.)
El hombre, en tanto que animal, es viejo; pero, en tanto que animal histórico, es
reciente. Es incluso un principiante, que no ha tenido el tiempo de aprender
cómo estar en la vida.
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He vivido cincuenta y cuatro años con la sensación de que la vida era
inconcebible.
La melancolía redime a este universo, y sin embargo es quien nos separa de él.
Angustia retardada.
24
Conversación telefónica con X, en la que emplea expresiones como
«historicidad» a propósito de todo, y eso que solo se trataba de cuestiones
administrativas.
Enterramiento de Magnan.
La fealdad del Père-Lachaise [cementerio de París] supera la imaginación. Habría
que podarlo de inmediato, y transformarlo en jardín. ¿De qué sirven estas tumbas
horribles, inútiles, insultantes? Nos deja estupefactos que tales cosas puedan
existir. Esta hacinamiento frisa la locura o la feria. No hay espacio para los
muertos; no lo hay tampoco para los vivos.
Mi máquina está siempre en reparación (como esos viejos aparatos que solo
salen del garaje para regresar inmediatamente).
No hay nada que me guste tanto de Pascal como su disgusto por las ciencias.
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Escribir solo por necesidad. Ejercitarse en el silencio. Sub-producir.
Camino durante horas, me impregno de las calles, recorro barrios que desafían
al Infierno, todo esto para olvidar mis imposibilidades, para escapar de esos
pensamientos que me corroen tan pronto como me quedo cara a cara con ellos.
Quien tiene el gusto por la duda tiene el gusto por la tortura. En el escepticismo
entra innegablemente una parte de masoquismo.
He notado el alivio que obtengo al tener una gramática durante mis horas
negras.
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Releo algunas novedades de Chéjov, que fue mi dios durante los años de
guerra. Decepcionado. Explica demasiado a sus personajes, hace demasiados
comentarios sobre ellos. Lo que le salva, es su desesperación. Puede que no haya
un escritor que haya alcanzado un grado tan alto de desolación.
Los dos escritores franceses más importantes del siglo, Proust y Valéry, fueron
mundanos.
Cuanto más vivo, menos ganas tengo de engañar. La edad elimina toda
posibilidad al farsante que habría podido ser.
27
«La verdad permanece oculta para aquellos a los que les embarga el deseo y el
odio.» (Buda)
... Es decir, para todo ser viviente como tal.
Hay que tener la ingenuidad de un escritor para creer que escribir significa
pensar.
28
Esos amigos demasiado entusiastas que te prestan servicios que no les has
pedido. La peor forma de indiscreción. No deberían ocuparse de nosotros sin
nuestro consentimiento.
La obsesión por lo agregado, el sentido cada vez más vivo de que no soy más
que un encuentro efímero de algunos elementos. Es un signo de despertar sentirte
compuesto, y no un bloque sin falla.
(La meditación del esqueleto)
(La utilidad de meditar sobre el esqueleto)
Para soportar la idea de la muerte, siempre debes tener presente esta cosa tan
simple y tan difícil de aceptar, saber que estamos constituidos de elementos,
soldados juntos por un momento, y que solo esperan separarse. La idea del «yo»
como realidad sustancial, tal como nos lo ha enseñado el cristianismo, es la gran
proveedora de nuestros terrores. ¿En efecto cómo aceptar que cese esto que
parecía mantenerse tan bien junto?
29
Periódicamente siento la necesidad de sumergirme en el budismo. Y cada vez,
resulta una intoxicación.
No hace falta que me exagere el paraíso de Ibiza. Allí pasé más de una noche
en blanco. Justo al principio, se me ocurrió ir antes del amanecer a orillas del
mar. Soledad perfecta. Paseo que, en otro contexto, habría podido ser siniestro.
Recuerdo esa noche en que, en un camino solitario, meditaba sobre mis males...
«Todo el mundo duerme, salvo yo», era mi estribillo impronunciado. Cuando un
perro vino a mi encuentro festejándome durante un buen rato. Regresé a la casa
donde vivía, completamente reconciliado con las cosas, conmigo mismo.
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Tengo la intención de escribir un ensayo sobre este estado que amo entre todos,
y que es el de saber que no piensas. La pura contemplación del vacío.
«Ninguna criatura puede alcanzar el grado más alto de la naturaleza sin cesar
de existir». (Santo Tomás de Aquino)
Esta es la respuesta anticipada a las aberraciones del Superhombre.
El hombre está condenado a ser lo que es. No puede cambiar de naturaleza. Ni
siquiera podría mejorar impunemente. Su naturaleza es estar derrotado. Más aún,
su carrera.
31
La santa ignorancia.
Por una rehabilitación de la ignorancia.
Me gasto en vacío, soy devorado por una fiebre de la que ignoro el origen.
32
No me gusta el positivismo lógico, no me gusta desarticular (desmantelar)
proposición tras proposición, y extenderme en cada una de ellas antes, durante y
después del trabajo de análisis, de zapa metódica.
Me gusta sopesar más una palabra que una proposición, no tengo nada de
lógico.
Es una anomalía mental creer que este mundo existe, y es igualmente una
anomalía mental, creer que no existe.
Para soportar la muerte, para afrontarla con desapego, hay que admitir que esta
vida es pura apariencia, que en el fondo es irreal, de otro modo, uno no puede
resignarse a morir.
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Birault, que está enfermo del corazón, le dijo a Gabriel Marcel: «No veo por
qué trabajaría en terminar mis dos tesis, cuando no es seguro del todo que todavía
pueda vivir seis meses».
A. Siento por él amistad, pero no estima. O mejor aún: existe para mí por el
automatismo de la amistad.
Hay que tener mucho coraje para desesperar. Lo contrario es verdad también.
Ponerme al unísono con un ser o con lo que sea, lo consigo cada vez peor.
No estar al nivel.
Nadie tanto como yo ha sufrido más por la presencia inmediata de los seres.
Toda vecindad, del tipo que sea, me pone literalmente enfermo. (Tengo el
«complejo» del vecino.)
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Días, semanas, meses, durante los cuales no puedo hacer nada, sentir nada: soy
madera, soy piedra, soy abstracción. Me niego a imaginar lo que puede presagiar
este estado. Es como si todos los seres estuvieran muertos, y yo, el superviviente,
más muerto todavía que ellos.
Horas de euforia apacible. ¡Y pensar que hay algunos que conocen esto toda su
vida! Pero ignoran la suerte que tienen, de lo contrario, de felicidad, perderían la
razón.
Meses y meses de mal humor. Cada cual debe hacer su oficio. Yo no hago el
mío, que es sin embargo escribir. De ahí mi rencor contra todo el mundo, cuando
sería más simple tomarla conmigo mismo. Pero eso mismo ya lo hice: he agotado
las quejas que merecía dirigirme.
Con nervios como los míos, lo mejor sería permanecer en el lecho toda la
jornada y solo preocuparme por la eternidad.
35
Para evitar repeticiones, hay que releerse, es decir, afrontar una prueba terrible
para un autor: conocer el aburrimiento que han debido sufrir tantos lectores en
contacto con tus libros.
De los que han hablado de él, solo Henri Hell ha leído La caída en el tiempo.
¿Por qué dar cuenta de un libro si no se ha tenido la curiosidad de abrirlo
verdaderamente? Además una reseña debe estar hecha a golpe de citas, porque
solo ellas pueden dar una idea del tono de la obra. Pero para hacer estas citas, hay
que leer. Sería pedir demasiado a nuestros críticos.
Los Koan en el Zen y la interpretación de los sueños del psicoanálisis, las dos
cosas más arbitrarias (fantasiosas) que se puedan concebir.
No soy escritor, soy alguien que busca; llevo a cabo un combate espiritual;
espero que mi espíritu se abra a alguna luz que no tenga nombre en nuestras
lenguas.
Estas crisis de ausencia en plena calle, durante las cuales entreveo de golpe la
solución a tal o cual problema que me preocupa. Y después, cuando vuelvo,
cuando examino la solución entrevista, me apercibo de que la mayoría de las
veces solo se trataba de una ligera euforia filosófica sin ningún resultado fértil.
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OM MANI PADME HUM [«Om la joya en el loto Hum». Fórmula sánscrita, recitada en todo
el Tibet, que invoca al Buda de la compasión]
Encuentro a X. Durante más de una hora ha atizado a casi todos sus amigos,
luego a nuestros conocidos comunes y finalmente a todo el mundo. Este le ha
decepcionado, tal otro también. ¿Pero quién es él para tener el derecho a no estar
decepcionado? ¿Qué ha hecho que justifique sus pretensiones? Ni siquiera es un
fracasado. Pero «liquidando» a los otros, se arroga méritos y se da ánimos para
creerse superior a sus semejantes. Esta horrible gente venenosa, no hay nada
peor. ¡No volver a criticar a nadie jamás!
Estoy sumergido en el Zen. Tengo que arrancarme del él. El texto que quiero
escribir sobre el aspecto positivo de la experiencia de la irrealidad, debo sacarlo
de mí mismo, de mis reflexiones y sobre todo de mis sensaciones.
Sobre el satori, no se lee; se alcanza, se espera.
«... este hombre [Mirabeau] que a menudo desafió la opinión pública pero que
siempre sostiene la opinión general». (Mme de Staël)
(Esto se aplica especialmente a Sartre.)
37
Jeannine Worms observaba el otro día que la gente no se atreve a decir de un
difunto: está muerto, sino la mayoría de las veces: ya no está.
Sin embargo, y esto es lo terrible, el eufemismo es mucho más brutal que la
expresión corriente. ¡Ya no está!
«De todos los males, los más crueles son aquellos que te infringes a ti mismo.»
(Sófocles, Edipo rey)
Palabras pronunciadas por el mensajero del palacio al final.
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Desde que puedo recordar, el budismo siempre me ha tentado. Pero también
siempre lo he rechazado en el último momento. Me gusta la búsqueda de la
liberación más que la liberación. De lo contrario, desde hace mucho tiempo,
habría encontrado la paz y la serenidad, y tal vez más. Cuando pienso que entre
los miedos más «serios» que he experimentado en mi vida, el de convertirme en
santo no ha sido el menor.
Cometo todos los días sin excepción al menos una acción que atañe
innegablemente a la debilidad mental. Debilidad, no locura.
39
Tomarla todo el tiempo contigo mismo, lo que hago sin parar, es sin duda
mostrar un cuidado, un escrúpulo con la verdad; es alcanzar, es golpear al
verdadero culpable. Desgraciadamente también es paralizarlo, asustarlo y, por lo
tanto, volverlo incapaz de mejorar.
El exceso de verdad hacia ti mismo es incompatible con la acción. Es incluso
nefasto.
40
Con mi manera de ver el mundo, no debería atormentarme por nada. Pero me
atormento sin parar, salvo en esos momentos en los que me persuado
verdaderamente de que nada tiene existencia intrínseca. ¡Qué alivio entonces!
41
El humor de todos los vencidos.
Casi todas las mañanas, cuando me despierto, estoy, durante pongamos media
hora, en estado de ebullición: todos mis viejos rencores surgen uno a uno.
Después la furia decae, y por la noche, me acuesto con apatía.
Nada es más contrario a mi naturaleza que querer hacer un libro. Solo creo en
los valores espirituales, los valores que cuentan en sí mismos y para sí mismos, y
que son tanto más reales en cuanto no dan ningún signo material de su presencia.
Un libro es una huella de la cual debes desconfiar y alejarte. Un libro es un
depósito, un poso del espíritu.
42
Dharmanairâtmya = inexistencia en sí de cosas, pensamiento o materia.
No se puede decir nada de nada. Por eso se pueden escribir impunemente libros
sobre todo.
Se ha calculado, que para construir su concha, una ostra debe hacer pasar por
su cuerpo unas cincuenta mil veces su peso en agua de mar.
No soy más que el lugar en que diversos males luchan entre ellos por la
primacía.
Cuanto más descontento estoy conmigo mismo, más me encolerizo con los
otros. ¡Qué suerte tienen los fatuos! Están casi siempre de buen humor. El
espectáculo que ofrecen solo resulta penoso a los atrabiliarios.
43
Desde hace algún tiempo, me he vuelto insensible a la poesía. Mi locura está de
bajón, después de seis meses de calmantes. En este punto, incluso un furioso
cualificado descendería al nivel de un abúlico.
Plinio, habitante del campo, escribe sobre las ocupaciones de los ciudadanos:
«Parece que, tomados aparte, y en el momento en que se desempeñan, cada uno
de esos actos sea indispensable; y sin embargo, cuando los quieres considerar de
lejos y todos juntos, no tienen ninguna importancia y no dejan ningún recuerdo.»
44
El miedo de decepcionar a aquellos que nos admiran nos hace desear el
anonimato y nos aleja de nuestros talentos.
Estoy literalmente abrumado por el pasado, por mis recuerdos más lejanos.
Me sofoco de nostalgia.
Sobre Çankara
«El saber, dice, solo es el saber si tiene como objeto el Ser, la realidad eterna;
toda conciencia que concierne a lo impermanente, lo aparente, es un no-saber.
Los pasajes de: Escritos que se aplican al Ser en sí nos aportan el saber, la vidya;
pero aquellos que nos hacen conocer a un contingente Brahman, un Brahman
creador y agitador, un Brahman objeto de culto, pertenecen a la nesciencia, de la
avidya.» (Oltramar, Historia de las Ideas teosóficas en la India, p. 171)
Debería haber hablado, en mi artículo sobre el demiurgo, de la distinción entre
el Brahman superior y el Brahman inferior.
Para soportar fracaso tras fracaso sin el recurso consolador de la maldición, hay
que tener «grandeza de alma», o un humor infinito.
45
Soy más capaz de compasión que los demás, pero mi compasión es caprichosa,
no activa, irreal, y se dirige a cualquiera, salvo a los contemporáneos.
¿Quién sueña en nosotros? ¿Quién es este desconocido que cada noche concibe
nuevas monstruosidades con una invención y una fecundidad dignas de un genio?
Solo soy sensible al costado negativo, destructor, del tiempo. Sin embargo, el
tiempo también es «crecimiento», «vida», «progreso». En el mismo germen
discierno el inicio de la putrefacción. No veo del tiempo más que su costado
impuro.
46
Hace más de dos años que no he visto a X, con el cual tengo contraídas grandes
obligaciones. En lugar de estar enfadado conmigo, de acusarme a mí mismo, es a
él a quien detesto. Le hago responsable de mi negligencia y de mis
procedimientos.
47
Via negationis… [procedimiento argumentativo que se sigue para llegar a conocer a Dios pero por
vía negativa, por lo que sabemos que no es.]
«La naturaleza es una casa encantada, el arte una casa que intenta estar
encantada.» (Emily Dickinson)
Vista la falta de eco de todo lo que escribo, ¿no debería callarme y recluirme en
mí mismo? No, debo continuar como si nada, debo seguir mi ley.
Lady Montagu, a los sesenta y ocho años, hacía once años que no se miraba en
un espejo, por horror a la vejez.
48
Hay en mí un monje y un esteta, y sin, no hace falta decirlo, ninguna
posibilidad de síntesis. A cada instante, alguien en mí protesta y se lamenta, a la
espera de sacar ventaja.
Según una leyenda estonia, que cita Grimm, «el viejo dios, cuando los hombres
encontraron su morada demasiado estrecha, resolvió dispersarlos por toda la
tierra, y dar a cada nación su propia lengua. En consecuencia, puso sobre el fuego
un caldero de agua, ordenando a las diversas razas aproximarse, cada una por
turno, para elegir los sonidos que les convenían en los gemidos del agua cautiva
y torturada.» (Max Müller)
Han pasado seis meses desde que, para curar mis tripas, me lleno de calmantes:
estoy literalmente ebrio de tisanas, intoxicado de sedantes. Mi cuerpo se ha
beneficiado; pero mi mente ha estado sumergida: está entumecida, paralizada por
tantos cuidados contrarios a sus necesidades y su naturaleza. ¿Cómo escribir,
cómo trabajar cuando me he empleado en asediarla, calmarla, esterilizarla? Sin
el tabaco y el café, quizá no habría escrito nada (en francés, así y todo). Ahora
bien, hace dos años que ya no fumo, y seis meses que no he tomado ni un solo
sorbo de café. Hojas de grosella, romero, tomillo, todo el arsenal de la
homeopatía seguido, ¿cómo con estos productos soporíferos hacer funcionar el
cerebro? ¡La salud me cuesta caro!
49
En el hecho de ser incomprendido, entra tanto orgullo como vergüenza. De ahí
el carácter equívoco de todo fracaso. Extraes vanidad por una parte; y te
mortificas por la otra. ¡Qué impuras son, nuestras derrotas!
«Me veía morir por el deseo de ver a Dios y no sabía dónde debía buscar esta
vida de la que tenía sed, si no es en la muerte misma.» (Teresa de Ávila)
Ku no shaba ya
Sakura ga sakeba
Saita to te
La gran ventaja que tiene ir a ver el mundo, es decirte que lo tienes todo para
ser feliz mientras permanezcas solo contigo mismo.
50
Grimod de La Reynière, gastrónomo, dijo que si el Terror hubiera continuado
«Francia habría perdido hasta la receta del estofado de pollo».
En todo lo que he escrito, ¡hay tanto mal gusto! Debería controlar mis humores,
en lugar de dejarlos ir. Pero el mal gusto pertenece a mi naturaleza;
desembarazarme de él, es desembarazarme de mí mismo.
Yo, que he elogiado la cólera, cada vez que logro dominarla, ¡me felicito por
ello y me siento contento de mí mismo! Exceptuando la sexualidad, toda
superioridad para el hombre se reduce a un triunfo sobre la naturaleza.
51
«... mi voluble patria» (Voltaire)
Este adjetivo es ideal para Francia.
En nuestras venas corre la sangre de los monos. Hay que habituarse a pensar en
ello para no volverse loco.
52
Me piden una nota autobiográfica para un diccionario de autores americano. No
me atrevo a redactarla. Me horroriza pensar en mí como autor, no me siento
escritor y además no lo soy. La idea de hablar de mi «obra» me da náuseas. No se
puede tener mayor disgusto por lo que has hecho y por lo que eres.
Soy como ese loco que a todas las preguntas que se le hacían respondía:
«Ich will me Ruine haben» (Quiero tener paz). Fue en el curso de psiquiatría, en
Berlín, en Bonhoffen (?), en la Caridad.
Sólo me gustan los escritores de humor, porque escuchas, cuando les lees, su
respiración, casi les ves. Pueden ser exasperantes; pero en cambio jamás aburren.
Por mi obsesión por el Destino, me siento más cerca de la Antigüedad que del
cristianismo (del cual solo acepto la idea del pecado original).
53
H.M. sobre la mescalina. ¿Cuatro, cinco, seis o cuántos libros ha escrito sobre
el tema? Aquí la frase de Voltaire se impone: «El secreto de aburrir, es querer
decirlo todo.»
A pesar del horror que tengo a los hombres, me resigno mal a no ser nada para
ellos. Esta inconsecuencia por mi parte me hace sufrir y me humilla.
54
Sin la certeza absoluta de la inanidad universal, no sé cómo me las arreglaría
para sobrevivir a ciertos ataques de vergüenza ante el desperdicio que hago de lo
que se puedo llamar mis dones.
«Ich habe genug» [Tengo suficiente], la cantata que G.M me hizo escuchar el otro
día me conmovió profundamente, especialmente el final con ese tono de alegría
en «Ich freue mich auf meinen Tod.» [Estoy esperando mi muerte]
Puedo retomar sin dificultad todos los días el contacto con las cosas, ¡pero con
los seres! Me dan miedo, no sé dónde encontrarlos, a que nivel alzarme o
bajarme para encontrarme al mismo nivel que ellos.
55
E. no conocía el miedo (ni el pudor). Se volvió loca. No hay nada más mórbido
que el exceso o sobre todo la ausencia de miedo. Solo un desequilibrado tiembla
excesivamente, o en absoluto.
Los intervalos, las lagunas del instinto de conservación, dependen siempre de
una incertidumbre orgánica.
Todo es nada, por supuesto; pero tú mismo no puedes ser nada para ti; no
podrías incluirte en la vanidad universal. El yo sobrevive a tus certezas, el yo se
obstina.
Se dice en Los Relatos hasídicos (Buber) que el gran Maggid, Dov Baer de
Merritrsch, «llegando a ser lo bastante conocido en el mundo, el Maggid se puso
a rezar, suplicando a Dios que le revelara a qué pecado se había entregado
culpable».
56
La depresión casi siempre se anuncia por el deseo de canturrear viejas
canciones. El recuerdo del pasado nos sitúa de golpe ante la evidencia de lo
irreparable. No puedes sostener imperturbablemente la sensación del transcurso
del tiempo; la idea misma de este transcurso es dura de soportar. Cuando pienso
que todos los instantes que he vivido están abolidos para siempre, me sorprende
mi disposición a vivir otros.
Que haya sido en mi juventud un ambicioso, de eso no me cabe duda; que haya
cesado de serlo, igual. Si me felicito por ello a veces, con mayor frecuencia me
aflijo, porque, sin ambición, me he vuelto en cierto modo superior a mí mismo,
pero al mismo tiempo he perdido el resorte mismo de mi ser.
Mientras un amigo está vivo, nos gusta criticarlo, revelar sus vicios a los otros,
a los que no le conocen íntimamente. Cuando muere, experimentamos un
verdadero dolor. Lo que nos sucede igualmente cuando desaparece uno de
nuestros antiguos enemigos.
57
Es mejor un estilo firme y vacío que un estilo mullido y repleto
de pensamientos. (Después de haber intentado releer a Amiel.)
Cuando pienso en todas las astucias que empleo para no trabajar, ¿qué paso
adelante no daría si me sirviera de ellas con un propósito de eficiencia?
Cuanto más vivo, más me apercibo de que no son los histéricos como
Nietzsche los que pueden servirme de alguna ayuda, sino espíritus reposados, que
han conquistado la serenidad con mucho esfuerzo, como Marco Aurelio.
«Pronto la tierra nos cubrirá a todos, enseguida ella misma cambiará; todo
tomará otras formas hasta el infinito, y luego otras hasta el infinito. En cuanto se
reflexione sobre estas transformaciones, sobre estas alteraciones que se suceden
con rapidez como olas, se experimentará una profunda indiferencia por todo lo
que es mortal.» (Marco Aurelio)
¡Qué sensible soy a la dulzura de estas banalidades! ¡qué bien me hacen! Soy
verdaderamente feliz cuando las leo o las medito. Cualquier comentario sobre
nuestra insignificancia, todo lo que se relaciona con ella, me llena de felicidad,
y adula lo que tengo de mejor y de peor.
58
No ser contemporáneo de nadie.
Sé lo que debo hacer para ser un hombre sabio, pero me falta el material para
convertirme en uno.
Mi aptitud hacia la tristeza es el mayor obstáculo que me impide acceder a la
sabiduría.
59
El drama de las personas demasiado dotadas (Sartre) que pueden abordar el
género que quieran, que producen por deliberación, por decisión, que pueden ser
cualquier cosa, porque no son nada.
Todos los días me felicito por sufrir cada vez menos de no ser nada a la vista de
los hombres.
Por poca estima que me tenga, termino siendo indulgente conmigo mismo.
¡Felizmente existen los otros! Sus defectos me vuelven más justo hacia los míos.
Mientras viva, creeré que nuestra naturaleza ha decaído. Lo que hará que jamás
pueda romper completamente con lo esencial del cristianismo.
60
Jamás pedir a alguien que escriba sobre mí; por mi parte, jamás escribiré sobre
nadie. (¡Ah! las obligaciones, el drama de la gratitud, etc. Prefiero matarme que
prostituirme, que escribir sin convicción.)
Puedo hacer verbalmente más de un enfoque interesante; pero tan pronto como
escribo, estoy inhibido. Como escribo poco, creo forzosamente en lo que escribo:
las palabras tienen un peso para mí, una realidad. Me siento responsable hacia
ellas, sin contar que cada una de ellas tiene para mí el privilegio de ser
irreemplazable.
Por la música se crean los vínculos más profundos entre los seres.
61
La clave de todo, es la humillación, y lo que resulta de ella. Todo gira a su
alrededor; lo que hacemos en secreto, es rumiarla, esperando a explotar.
Tengo tanto miedo de ser humillado que, para evitar exponerme, prefiero
mantenerme al margen. No hagamos nada, es más seguro. El Yo es una herida
abierta. Si no queremos sufrir, debemos esquivarlo, vivir arreglándonos sin él. Se
dice rápido. De todas maneras, está ahí. Debemos acomodarlo, so pena de
sangrar, interminablemente.
Los éxitos desilusionan; los aceptas como una evidencia; al contrario, ante cada
fracaso reaccionas como si fuera el primero; la experiencia no juega ningún rol,
no es de ninguna utilidad.
¡Qué profunda es la expresión armarse de paciencia! Pero es justamente de lo
que menos soy capaz.
¡Lo qué he podido sufrir en secreto! ¡Tantas pruebas y terrores sobre los que no
he sabido triunfar! Fueron mis compañeros invisibles, impidieron que mi soledad
fuera perfecta.
La increíble atracción que ejercen sobre mí los caídos, mi solidaridad con ellos,
de hecho me estimo uno y lo soy efectivamente, todo esto se remonta a mi
adolescencia, a mis noches en blanco extendidas durante años, a mi voluntad
herida, a mi inadecuación al mundo.
Para escapar a las seducciones del orgullo, solo hay una actitud, la que
preconizó Ignacio de Loyola (a decir verdad es corriente en el cristianismo):
considerar que todos nuestros dones, todos nuestros éxitos, no vienen de nuestros
méritos, sino de la benevolencia de Dios hacia nosotros: nuestras propias obras,
se las debemos a él, a su asistencia, a su gracia, a su misericordia. Si somos
excepcionales, esta excepción, esta excelencia es querida desde arriba; nos es
dada; no tenemos ningún derecho a vanagloriarnos. Es, quizás, el único camino
que conduce a la humildad. Aún así, para servirse de ella hay que tener fe.
62
No hay nada como un libro de gramática para ayudarnos a vencer la
melancolía.
La gramática es el mejor antídoto contra la depresión.
Dos mujeres muy ancianas viven debajo. Una me molesta con su T.S.F.; la otra,
sorda, habla y le hablan muy fuerte. Son económicamente débiles, arrastran
desde hace años su agonía, y me provocan una depresión monstruosa. Odio a
estas chinchetas, que, en lugar de morir tranquilamente, fijan mi atención tan a
menudo como pueden. Si fueran usureras, tendría con respecto a ellas tentaciones
a lo Raskolnikov. Pero incluso sin esto, a menudo experimento tentaciones de
este orden; y si no las ejecuto, es porque soy demasiado cobarde y demasiado
normal.
63
Es un error que se me atribuya o que se me reconozca un «estilo». No tengo
estilo, tengo, como señaló Saint-John Perse, un «ritmo». Y este ritmo
corresponde a mi fisiología, a mi ser, es mi cadencia orgánica, mi jadeo histérico
que logra pasar a mis frases. Pero esta facultad que tengo de proyectar mi
movimiento interior, es un error haberlo asimilado a un «estilo», o a un talento
cualquiera. No, no tengo ni talento ni estilo, tengo un tono cadencioso, que viene,
entre otros, de mi estado casi constante de ansiedad.
64
¿Quién me curará de mi terrible «Bildungstrieb» [Literalmente, instinto que impulsa a la
cultura, a la formación personal. Necesidad de instrucción.]? Mi amor por los libros, la
necesidad que tengo de «cultivarme», la sed de aprender, de almacenar, de saber,
de acumular menudencias sobre todas las cosas, ¿a quién le hago responsable de
ello? Me gusta, por razones de comodidad, poner estos defectos en el debe de mis
orígenes: resultado de una nación donde el analfabetismo era la realidad
dominante, ¿mi curiosidad insaciable no es un fenómeno de reacción? o mejor,
¿no debería pagar por todos mis ancestros a los ojos de los cuales solo existía un
libro, el que llamaban el libro, es decir, la Biblia? Es a la vez agradable y
humillante pensar que hace unas generaciones los míos eran salvajes, indígenas.
Jurídicamente eran esclavos, con la obligación de ignorar todo; yo me siento con
la de aprender todo: es por esto que leo todo y no tengo el tiempo necesario para
mis propias elucubraciones. Las descuido para ver que han dicho los otros. El
consumo de libros que puedo hacer solo tiene comparación con el de alimentos:
en efecto tengo hambre constantemente, y nada me sacia, ni comiendo ni
leyendo. Bulimia y abulia van juntas. Necesito devorar para sentirme existir, para
ser. Recuerdo que siendo niño, a veces llegaba a comer yo solo tanto como toda
la familia. Una necesidad antigua la de tranquilizarme con la comida, encontrar
certezas por un acto bestial, escapar a mis balanceos, a lo vago y a lo indefinido,
con algo vivo, preciso, animal. Cuando veo a un perro o a un cerdo precipitarse
sobre la comida, les comprendo fraternalmente. Y pensar que desde hace meses y
meses mis lecturas se centran esencialmente en la renuncia, y que los libros que
más me gustan son los de filosofía hindú.
Los libros que leo con mayor interés son los de mística y dietética. ¿Habrá una
relación entre ellos? Sin duda, en la medida en que la mística implica ascetismo,
este último en suma no es más que un asunto de régimen.
65
Domingo. En el campo alrededor de París, solo encuentras obreros portugueses,
con los que es imposible entenderse. Eso cambia incluso el paisaje. De hecho
para hacerte comprender por estos nuevos indígenas, tienes la impresión de que
estás en alguna parte, muy lejos de París. Sensación beneficiosa que me gustaría
experimentar cada día.
66
Lo que le debo a los libros destructivos, negadores, «ácidos». Sin ellos, ya no
estaría vivo. Por reacción contra su veneno, por resistencia a su fuerza nociva, me
he consolidado y me he apegado al ser. Libros fortificantes, ya que despertaron
en mí todo lo que debía negarles. He leído casi todo lo que hace falta para
hundirse; pero precisamente por eso he podido evitar el naufragio. Cuanto más
«tóxico» es un libro, más actúa sobre mí a modo de tónico. Solo me afirmo por lo
que me excluye.
Estoy seguro de que la «civilización» debe desaparecer, pero no veo por qué
podríamos reemplazarla.
Si quiero calificar mi estado, encuentro que la mejor expresión sería: «Me han
echado una maldición». Porque lo que siento, no puedo impedir atribuirlo a la
intervención de alguien o algo, a una fuerza hostil que viene del exterior y de
ninguna manera situada en la intimidad de mi ser. Eso, no, no puede venir de mí,
no puedo ser así; se abatió sobre mi cabeza. En los tiempos en que había dioses y
demonios, las cosas eran más simples, se explicaban más fácilmente, y hay que
decirlo, más naturalmente: se sabía donde se encontraba el enemigo; ahora que
nos dicen que hay que buscarlo en nosotros mismos, nos sentimos incómodos, sin
contar que nuestra experiencia, nuestras sensaciones más bien lo sitúan en otro
lugar, fuera de nuestro ser, probablemente porque durante tantos siglos se nos ha
enseñado a proceder así; el hecho es que esta interpretación nos viene
espontáneamente a la mente, y sería mentir sostener lo contrario.
67
En mi juventud, pasé unas vacaciones en un pueblo de los Cárpatos, no muy
lejos de Sibiu (Rîul-Sadului). Me acuerdo de una mañana, después de una noche
en blanco, de la vuelta que di por el pequeño cementerio invadido de hierbas. Las
cruces, todas de madera, estaban recubiertas. En uno de ellas, sin nombre, solo
estas palabras apenas legibles, casi borradas y de una escritura que no puede ser
más torpe: «Viata-i speranta, moartea-i uitare» [Vida es esperanza, muerte olvido]. Hace
quizá más de treinta y cinco años de eso, pero la emoción que desencadenó en mí
este epitafio es tan vívido como en ese momento.
68
Cada día me pregunto si soy un sabio o un enfermo mental.
De acuerdo con los sueños que tengo, debería haber escrito relatos fantásticos,
en lugar de ensayos que es lo más tranquilo. Mis noches no coinciden con mis
días; o mejor dicho: de noche tengo pesadillas concretas, abigarradas, dramáticas,
mientras que de día es la misma pesadilla monótona, abstracta, que no podría ser
más fastidiosa, que se confunde con las rumias de mi ansiedad.
Diógenes:
«El sabio es la imagen de los Dioses, los Dioses no necesitan nada; cuanto más
nos aproximamos a ellos menos necesidades tenemos.»
Nada es más insoportable que el poeta que reflexiona sobre la poesía, un Valéry
por ejemplo, por quien hace mucho tiempo tuve
una especie de culto y que ya no es nada para mí.
69
De cada diez sueños que hacemos, solo uno es significativo, y justo. El resto,
desechos, mala literatura, imaginería grotesca.
En los sueños largos, parece que el «soñador» no sabe cómo terminarlos, lucha
por encontrar un desenlace sin éxito. Es exactamente como en el teatro cuando el
autor multiplica las peripecias, porque no sabe cómo y dónde parar.
¿Nos aburrimos soñando? Creo que sí, aunque me sea difícil recordar algún
sueño en el que el aburrimiento haya sido la sustancia.
Pasar toda una velada en compañía de un hombre que vive en la mentira, que es
una escoria y que ignora (o no cree) que lo sea, te deja un disgusto que todavía te
persigue al día siguiente y arruina tu jornada.
70
El único tema que comprendo a fondo es el del peligro de la libertad, y el del
peligro al que ella expone a los talentos.
71
Si logré dominar o camuflar algunos de mis defectos, la razón es que he sufrido
tanto por los de mis amigos que constantemente he intentado remediar los míos.
Un hombre modesto jamás es muy infeliz. Hace falta una dosis de pretensión y
de orgullo para sufrir y quejarse de lo que te sucede. Por una hora de verdadera
humildad, daría todos los «talentos» que creo tener.
En la vida diaria, los hombres actúan, cada uno como sabe, por cálculo; pero,
en las grandes ocasiones, la mayoría de las veces, lo hacen en su cabeza, y no
comprendes nada de los dramas individuales ni de los dramas colectivos, si haces
abstracción de este comportamiento insensato, de este olvido del instinto de
conservación, tan frecuente en los momentos decisivos de un destino. Que nadie
intente descifrar el «sentido» de la Historia, si no percibe esta fatalidad que
impulsa al hombre a actuar en contra de sus propios intereses. Todo pasa como si
el instinto de conservación solo actuase ante la amenaza de una muerte inmediata
y cesase ante la perspectiva de un gran desastre.
¡Cuántas horas no habré pasado pensando en los llantos que no he vertido, que
no he podido verter!
Toda mi vida he vivido con el sentimiento de haber estado alejado de mi
verdadero lugar; si la expresión: exilio metafísico no tuviera ningún sentido, mi
existencia le prestaría uno. No se puede ser menos de este mundo que yo, por eso
he pensado tanto en las lágrimas. Podría escribir un libro entero sobre ellas; de
hecho escribí uno en rumano. Sentir tu carne llorar, tu sangre cargada de
lágrimas, es en el interior de sensaciones parecidas cuando comprendes a Plotino
decir que la existencia aquí abajo es «el alma que ha perdido su alas».
72
Cuanto más conozco, más horror tengo a la verborrea; o la literatura, salvo
cuando se trata de los grandes, es verborrea y nada más. ¡La de libros que he
leído u hojeado faltos de peso!
Mis libros pueden no ser buenos, pero al menos tienen el mérito de surgir de
todos mis sufrimientos.
Jamás debes renegar de tus orígenes, seas de donde seas no tienes que
ruborizarte. Es una apostasía vergonzosa y además físicamente imposible, una
contradicción en los términos: es un rechazo de la identidad, es como si se
proclamase: «Yo no soy yo», algo que seguramente se puede decir, pero que no
se corresponde con nada, a menos que se trate de un giro retórico o una paradoja
de circunstancias.
73
Cuanto más mezquinos somos, más cerca estamos de la «vida». Porque solo en
las pequeñas cosas todos nuestros defectos consiguen hacerse valer, dar su
máximo. Cuanto más insignificante es el objeto de una pasión, más anima y
exaspera. Las verdaderas locuras casi siempre tienen lugar por naderías.
Cada vez que leo sobre Lutero, comprendo, mejor que con la lectura de otras
biografías, por qué me falta temple.
En el conflicto con Cayetano en Augsburgo, tan pronto estoy de su lado, como
del lado del diplomático. Este era un refinado, un escéptico, un espíritu altamente
civilizado, luego podrido, frente a un bárbaro que creía en todo lo que decía.
Duplicidad italiano, ingenuidad germánica.
La Reforma vale de largo más que la Revolución francesa. Los alemanes no
están tan exentos de espíritu revolucionario. Solamente se emanciparán en el
plano espiritual mucho antes de emanciparse políticamente.
Su ruptura con Roma, que estaba sin embargo inscrita en su naturaleza y su
destino, se diría que jamás la superaron.
Cuanto más envejezco, más falta de carácter tengo. Siempre que lo muestro, me
siento como alguien que no ha comprendido absolutamente nada.
Los hombres enteros, íntegros, los que, en religión o en política, apestan a fe,
les envidio más de lo que les desprecio.
No sé quién, si mi corazón o mi espíritu, está más roto.
74
Todo lo que procede de un desequilibrio bien marcado suscita un eco vivo, en
literatura particularmente. Y si es verdad que una obra no podría surgir de la
indiferencia, ni siquiera de la serenidad, esta indiferencia positiva, esta
indiferencia decantada, acabada, casi triunfal, es la razón por la que, en los
momentos difíciles, en los momentos de desequilibrio precisamente, se
encuentran tan pocas obras que puedan calmar o consolar. ¿Cómo podrían si ellas
mismas son el producto de la insatisfacción y la inconsolación?
Los obsesivos deberían evitar ser fecundos, escribir lo menos posible, so pena
de repetirse.
75
Solo hay grandeza cuando un hombre se encuentra solo contra todos.
La desesperación o la herejía.
Somos mil veces más felices en «sociedad» con un fanfarrón que con un
quejica. Me horrorizan aquellos que se quejan siempre, sin motivo ni razón. ¡Qué
placer por el contrario pasar una hora con un Gascón! Al fin alguien que debe
hacer un esfuerzo para sentirse decepcionado. Conozco a uno que, reenviado por
su tuberculosis, me anunció la cosa como una hazaña.
Del Gascón a Don Quijote el intervalo es mínimo.
Como le dije a un colaborador los judíos fueron los agentes más eficaces de la
cultura alemana, me respondió: «Los alemanes han destruido su mayor capital.»
Todos los días habría que apelar a otro dios para poder afrontar este miedo que
se renueva al final de cada noche.
76
De golpe, recuerdo la primera película que vi (¿en 1919?) en Sibiu, en el cine
«Appollo». La película se llamaba, si no me equivoco, La Dama del Mar
(Doamna Marii) (??). Recuerdo la conmoción que sentí con la visión del mar
agitándose en la pantalla. Esta sensación, no debería haberla olvidado jamás; y
sin embargo, solo me vuelve hoy, ¡cuarenta y cinco años después!
77
Conozco mis defectos y al mismo tiempo sé que no puedo corregirlos.
¿Qué otra cosa puedo hacer que reivindicarlos?
Jamás habría que escribir para hacer un libro, es decir, que no hay que escribir
con la idea de dirigirse a los otros. Tienes que escribir para ti mismo, eso es todo.
Los otros no cuentan. Un pensamiento solo debe dirigirse a quien lo concibe. Es
esta la condición esencial para que los otros puedan asimilarlo con provecho,
hacerlo suyo verdaderamente.
La obsesión por la obra a crear, a dejar, me parece cada vez más pueril. Tienes
que ser alguien, la obra es secundaria: una superstición en suma bastante
reciente. ¡Cuántas civilizaciones orales valen más que la nuestra! De hecho,
incluso en la Antigüedad existía el prejuicio de la escritura. Hay que remontarse a
Homero, para encontrar un mundo que todavía estaba en la verdad.
78
El horror, el miedo al libro en el mundo rural: D. Ciotori que escribía en el
campo, en Oltenia, los recuerdos de su infancia, cuenta un día a su vecino, un
cierto Coman, que hablará de él en su libro. Al respecto, Coman le dice: «Tengo
sin duda muchos pecados. ¡Pero no pensé que había caído tan bajo como para
que me metieras en un libro!»
Siento el mayor de los desprecios por los escritores que se pretenden y se creen
malditos, mientras llevan admirablemente sus asuntos. Tal que va de solitario, y
que aparece en las revistas, hace la corte a los jóvenes, y no pierde ninguna
ocasión de hablar de sí mismo. Todo esto, con un aire aparentemente distante; en
realidad, con el mayor deseo de estar presente en todas partes.
Todo escritor es odioso, porque el escritor. Tal vez sería generalizar: Es odioso
cualquiera que se emplea en obrar, de una manera o de otra.
79
¡Miseria de miserias! Hoy, los poetas escriben sobre la poesía, los novelistas
sobre la novela, los críticos sobre la crítica, los filósofos sobre la filosofía, los
místicos sobre la mística.
Lo que haces se ha convertido en el único objeto del trabajo; el oficio ha
sustituido a lo real; el procedimiento a la experiencia; por todas partes una
deficiencia en lo original, en lo vivido; la reflexión prima sobre todo; el
sentimiento ya no está en ninguna parte, es como si ya no hubiera nada que
sentir.
Cada vez que abandono un proyecto o falto a un deber, antes de nada siento
alivio, después algo de vergüenza. Es el alivio lo que persigo; si la vergüenza a
veces no está ahí, él, jamás se hace esperar.
Los hombres se dividen en dos categorías: los que buscan el sentido de la vida
sin encontrarlo y los que lo han encontrado sin buscarlo.
No siento ninguna afinidad con ningún escritor con buena salud (¿existe?
digamos, por simplificar, del tipo Goethe).
80
Escuchando en casa de G.M. dos cantatas de Bach, exaltación rayana a la
felicidad.
Mis problemas me ocupan tanto que los de los otros me suponen un peso
intolerable. No tengo espacio para alojar sufrimientos extraños; los míos me han
sumergido, me han hecho capitular.
Mi cobardía ante la «vida», esta formalidad que no logro cumplir. Porque todo
es oficial, incluso la existencia, incluso el SER.
Una mente enferma, roída de obsesiones, solo puede salvarse por la supresión
temporal de la reflexión, por una cura de idiotez.
81
Habría que ser como Atman, «alegre y sin alegría», como se dice en el
Katha-Upanishad.
Alles ist einerlei! Ali is of no avail! [¡Todo es uno! ¡Todo es en vano!], he vivido
aferrándome a todos los giros que traducen la Vanidad de todo.
Es mejor no escribir más que escribir un libro igual a otro. Evitar a toda costa
repetirse. No caer en la propia trampa. Nada hay peor que el automatismo, en el
pensamiento sobre todo. No abandonar el mecanismo del No.
No escribir nada que no esté arrancado de tu ser, no escribir nada con vistas a
una obra, sino a la verdad.
82
Cada uno de nosotros, durante nuestra vida, no cesamos de extrañarnos de ser
precisamente lo que somos. El drama de la unicidad es inagotable e insoluble.
Un hombre solo puede mejorar si, por algún accidente, consigue perder sus
ambiciones.
En cualquier lugar, pero sobre todo en París, no hay mayor placer que el que
suscita la caída de un renombrado. Se pierde su nombre en efecto; la gloria fue la
consagración.
83
Sobre la chimenea de mi habitación, una estatuilla de Buda y un recorte de
periódico que representa a un chimpancé. ¿Esta vecindad es azarosa? Sí, sin
embargo se corresponde con mis preocupaciones actuales. Los inicios del
hombre y la Liberación.
Cada día, en un momento dado que me es imposible prever, surge este malestar
que se profundiza, que se insinúa en mí y me somete: es la angustia que se
destaca y se afirma, es su hora; rara vez falta a la cita.
84
Mi pensamiento es monocorde. Y sin embargo los males que lo han alimentado
no pueden ser más diversos. Él los ha asimilado todos, y solo ha conservado su
esencia, que les es común.
El hombre pasará.
85
Me gusta esta creencia hindú de que algunos demonios son el resultado del
voto que se ha hecho en una vida anterior de encarnarse en un ser, enemigo
mortal de Dios; porque el odio nos lleva a pensar más en Él que el amor.
Me gusta leer biografías, alimentarme de las manías de los otros, encontrar una
justificación a las mías. Si alguna vez un maníaco persiguió esta tierra, ese fui yo.
86
Cuando escribes, durante el tiempo de elaboración, encuentras que es
importante todo lo que dices, cuando al fin está escrito o publicado, ¡qué
despertar! Toda creación es un sueño (y esto es verdad en la Creación misma).
Con la edad, pierdo cada vez más el gusto por la paradoja. Es la verdad lo que
me importa, y no la expresión por sí misma. Huyamos de lo brillante como de la
peste.
No escribir para nadie, ni siquiera para uno mismo, ¿no sería el único medio de
acceder a la verdad y reflejarla? (¿de ponerse a nivel con la realidad?)
87
«La metafísica es la búsqueda de malas razones para justificar que creemos
instintivamente.» (F.H. Bradley)
Estoy asombrado de mis recursos de tristeza; ¿de dónde pueden provenir? Son
inagotables al pie de la letra. ¿Qué progreso espiritual podría hacer con este peso
en la sangre?
Cuando hablo de «liberación», no hago literatura; respondo a una llamada que
surge de mi espíritu y de mi fisiología, de todo lo que tengo de bueno y de malo,
de todo lo que hay de religioso en mi desolación. El único «mito» al que me
adhiero sin restricción es al del Paraíso perdido.
88
¿De dónde puede derivar esta tristeza inhumana? Veo la causa en un doble
desastre: metafísico y fisiológico.
Depresión cósmica. Solo me escapo de ella refugiándome en el lecho y
cubriéndome la cabeza. Olvido bienaventurado, huida, hundimiento en una
cobardía suprema.
Un imbécil me llama durante más de media hora. No tenía nada que decirme,
ya no tenía nada que decirle, pero como no tengo la fuerza de colgar brutalmente,
merezco el castigo que me infringe con sus estúpidas palabras. En cierto sentido,
me hace un servicio: me revela la profundidad de mi cobardía, de mi pretendida
«delicadeza».
El alzamiento del disgusto cada vez que me preguntan si escribo y sobre qué,
etc. ¡Si lo supiera! Vergüenza, remordimiento, exasperación, ¿qué no cabe en el
drama del escritor que no escribe?
89
Repetir lo que se ha mantenido contra nosotros, es muy grave. Desconfiar de
estos indiscretos que en apariencia te quieren bien. Repiten con la misma
facilidad nuestros comentarios venenosos. Los odios profundos nacen casi todos
de chismes reportados. Quien nos dice lo que se dice de nosotros es nuestro peor
enemigo. Es imposible no dar crédito a una calumnia que ha sido soltada sobre
nosotros y que se nos comunica. ¡Qué vulnerables somos!
Me quejo de los otros pero no soy nada mejor que ellos. Tengo todos los vicios
que denuncio en ellos. Y lo que es más grave, es que me apercibo de que alguno
de mis defectos que creía haber dominado y superado es en realidad más
vigoroso que nunca y solo espera a manifestarse. Soy un violento al que su
cobardía me hace parecer sabio. ¡Sin esta cobardía de qué no sería capaz! Hay
que decir también que me gusta mi tranquilidad y que no tengo ningún interés en
hacer valer mis impulsos, mis instintos vehementes. Fundamentalmente, tengo un
temperamento epiléptico.
Lo que más tememos son las opiniones que sostienen sobre nosotros aquellos
enemigos que fueron, en un cierto momento, nuestros amigos. Como nos
conocen a fondo y ya no tienen ningún interés en tratarnos, emiten sobre nosotros
juicios de una verdad insostenible y sin apelación.
90
Cena en la ciudad. Un francés de origen polaco-ruso, al cual pregunto si
todavía sabe el suficiente como para poder leer un poema, me dice: «No lo he
intentado, no tengo tiempo...»
La mujer de este caballero, una perra de una estupidez monstruosa, cuando le
digo que en Rusia solo hay unas pocas personas muy cultivadas que saben
francés, me responde: «En Rusia todo el mundo es culto, todo el mundo es
inteligente. Ya no es como antes.»
Me gusta esa secta judía del siglo XVIII, creo, en la que se convertían al
cristianismo por gusto y pasión por la decadencia.
91
«Una historia aburrida» de Chejov, una de las mejores cosas que jamás se
hayan escrito sobre los efectos del insomnio, o más bien sobre la irrupción del
insomnio en una existencia.
Estoy hecho para soportar los golpes metafísicos, pero no los golpes del
destino. He transformado, para no tener que resolverlas, todas mis dificultades
prácticas en problemas. Ante lo insoluble, al fin respiro…
Me intereso cada vez más por Mongolia, cuya carrera histórica halaga mis
gustos. Difícilmente se encontrará otro ejemplo de gloria tan grande seguida de
una decadencia tan lamentable.
92
«La muerte no es figurada, a la vista del hombre moderno, ni para el joven que
baja una antorcha, ni por un Parque, ni por un esqueleto; solo él no ha encontrado
un símbolo para ella...» (Max Scheler, Muerte y supervivencia, Aubier, Paris, p.
41)
Logia, las palabras del padre Pouget, publicadas por Jacques Chevalier. No he
encontrado nada que realmente me haya golpeado. Todo estaba en el hombre, en
su presencia, en sus inflexiones. Esta impresión de profundidad visible, de
santidad, no emerge del texto. Incluso la santidad es una cuestión de acento.
Esto me hace pensar en esas conversaciones brillantes, incluso notables que
pierden toda su sal en cuanto se ponen en papel. Las figuras que nos fascinan,
hay que hablar de ellas, trazar su retrato, pero no hace falta querer hacerte una
idea por las propuestas que sostuvieron. En el Retrato del Sr. Pouget, el mejor
viene de Guitton, de lo que dice sobre la fisonomía y las singularidades del
Padre.
93
X, crítico literario, novelista etc. No hay remedio a su confusión intrínseca, a su
caos congénito.
Mongolia, país que amo porque hay más caballos que hombres. Un periodista
inglés cuenta que un joven indígena le dijo, quejándose de que su país apenas
superaba el millón de habitantes: «Sin embargo, hemos dominado a Rusia, a
China y a la India.»
Durante setecientos años, Mongolia está en decadencia. Es incluso una
decadencia única, sin precedentes, una derrota histórica alucinante. Un país que
lo ha perdido todo. El mayor imperio que jamás ha existido (en extensión, se
entiende) reducido a un pueblo pequeño, condenado aparentemente a la
mediocridad. Pero su destino no puede estar sellado. Es mejor ser mongol que
pertenecer a un país sin pasado y sin porvenir. Si fuera mongol, estaría tan
orgulloso como si fuera judío (en nombre de un pasado tan insólito).
94
La cosa más grave para un escritor, singularmente para un poeta, es jugar su
propio juego.
Creo que sería el peor psiquiatra imaginable, porque comprendería a todos mis
pacientes y les daría la razón.
95
A veces me digo: Eres el hombre más usado que conozco. Exageración o no,
poco importa; pero es un hecho que todo el mundo a mi lado parece
increíblemente fresco, tanto física como moralmente. Esta impresión viene
también de mi vieja, de mi delirante convicción, de que soy el único en no estar
engañado, que todos los otros son crédulos, inocentes, sumergidos para siempre
en la ilusión, ineptos para el despertar, para la verdad, para lo irremediable.
Para mí, toda estación es una prueba: la «naturaleza» solo cambia y se renueva
para golpearme.
D. quiere enviarme un manuscrito que trata sobre los horrores que ha conocido
en las prisiones de allí. Pero sus sufrimientos no le interesan a nadie aquí: ¿cómo
decírselo? Es allí donde tendrían un significado y un eco, y un valor literario; en
Occidente ni siquiera tienen un interés anecdótico.
96
Exposición de D. Th. Encuentro a Léonor Fini, a quien no había visto desde
hace años, y que me puso mala cara: ¿por qué? No merece la pena ir al mundo si
no puedes disimular tus sentimientos.
Todas las máquinas, todos los útiles incluso, que el hombre crea, se
transforman en instrumentos de tortura y se vuelven contra él. Es particularmente
verdad para todo lo que forja para su placer.
97
Es necesario borrarse cuando lees un poema, y no sustituirle, lo que hacen
todos los franceses cuando se obstinan en leerlo. Esos trémolos, esos arrebatos
retóricos, esa afectación, esas inflexiones nasales destruyen la música interna,
inconfesada, del poema por una especie de escalada de melodía vulgar,
falsamente patética. El teatro es la causa de esta falsificación, de este atentado a
la esencia de la poesía, habría que prohibir a los actores, a las actrices sobre todo,
decir el menor verso, en Francia, se entiende. Las mujeres adoptan una voz
afligida o chillona, se dirían que están sufriendo una violación. Esa necesidad de
adelantarse siempre, de interpretar, que es un rasgo nacional, y que es tan funesto
para la expresión, para el decir. El actor es el enemigo del poema.
«En 1928 el Maestro Takeda invitó a Sandai a los principales Maestros Florales
de Japón, y pude asistir a estas reuniones. Cada uno de ellos debía producir
trabajos representativos de su manera de interpretar el arte floral. Comenzaron de
buena mañana, y sus obras fueron expuestas en jarrones escogidos con mimo.
Hasta la noche fue un desfile ininterrumpido de visitantes competentes y
respetuosos que no se cansaban de admirar la perfección y la diversidad infinita
de obras realizadas sobre un único y solo tema.
Al final de la semana, los Maestros se reunieron por última vez. En el curso de
esta última reunión, se lamentaron de que las flores que habían servido para los
arreglos debieran ser extraídas de sus jarrones esa misma noche para liberarlas
para las lecciones del día siguiente. Las flores así no podían llegar a su plena
floración. Sus horas estaban contadas... Los Maestros resolvieron honrar, por un
acto solemne, a aquellas flores que desde siempre han sido cortadas para servir a
las composiciones florales, luego arrojadas cuando se marchitan, o bien,
siguiendo una antigua costumbre, abandonadas a la corriente de un río.
Decidieron pues por unanimidad enterrar las flores en el jardín del Maestro
Takeda. Una lápida fue erigida portando, en la cara, esta inscripción: «Al alma de
las flores sacrificadas», mientras que en el anverso trazaron el nombre de los
Maestros presentes.»
(Gusty L. Herrigel, El Zen en el arte japonés de las composiciones florales,
Lyon, Paul Derain, 1961)
98
Mi amigo X, me preguntan en qué se ha convertido. Administra su gloria, fue
mi respuesta.
Es ridículo morir.
El Tiempo es mi vida, mi sangre; los otros, vampiros que viven de él, y que me
agotan. Cualquiera que me saluda me arrebata mi sustancia, la menoscaba en
todo caso.
Jakob Taubes me dice que su hijo que tiene trece años ya no cree en Dios:
«Cuando hago mis deberes de matemáticas, los hago sin la ayuda de Dios.» Y
añade: «Durante la guerra cuando Hitler mataba a los judíos, Dios se paseaba por
otro planeta.»
No mires ni hacia adelante ni hacia atrás, mira dentro de ti mismo, sin miedo ni
arrepentimiento. Nadie desciende a sí mismo en tanto permanece en la
superstición del pasado y del porvenir.
99
En lugar de estarme agradecido, los amigos me reprochan no escribir nada,
no publicar nada.
Rinitis crónica, catarro tubárico, no hace falta más para odiar al mundo y
odiarse. Solo se trata de males muy frecuentes. Pero el estómago, el hígado, los
nervios, las piernas...
He heredado un cuerpo con el que ya no sé qué hacer. ¡Ah! ¡estos padres que
no supieron abstenerse!
Leo en un libro de psiquiatría: «Para que haya angustia, es necesario que haya
una vida en juego.»
—¡Para nada! La angustia no tiene necesidad de un peligro exterior;
generalmente vive bajo una amenaza sin objeto.
100
Después de ciertas noches, tienes que empezar de cero. Es como si retornaras
del Infierno.
«Eres un gástrico», me dijo hace una decena de años alguien que acababa de
leer el Breviario.
Tenía razón y, sin embargo, estaba lejos de la realidad: hablando de
enfermedades, estoy bien provisto y no temo la concurrencia de nadie, no soy un
advenedizo.
101
Cualquier presencia me contraría, me molesta. Mi obsesión con el desierto
viene de todo mi ser, de mi fisiología en particular. Debería haber nacido antes de
la aparición de los vivos.
P.C. que suponía en Sainte-Anne, lo encontré por azar ayer por la noche en la
calle. Tuve miedo como ante una aparición. Recuerdo hasta que punto me afectó,
hace unos meses, enterarme de que acababa de ser internado.
Reisner, muerto a los setenta y seis años, es un hombre que siempre he amado y
admirado. Lo conocí en Sibiu hacia 1931. Hoy, antes de ir a comer a la ciudad, en
el momento en que arreglaba el nudo de mi corbata, me decía que él, Reisner, ha
escapado a todo esto.
102
No consigo tener un peso normal, adelgazo desde hace años, solo prosperan
mis uñas, como en los cadáveres.
Los ambiciosos se reclutan entre los tarados. (¿Mi apatía probaría que soy
normal?)
Si es verdad que Epicuro vomitaba dos veces al día, este detalle por si solo nos
proporciona la clave de su ataraxia y nos dispensa de buscar en otra parte las
razones. ¡Qué revolución en el organismo, en el «alma» misma, cuando se
vomita! Qué bien comprendes entonces que se desee paz, serenidad, y que se
execre todo tipo de problemas.
Solo se debería biografiar nuestros males.
Desde hace poco más de seis años, llevo una campaña sistemática contra mis
ambiciones. La caída en el tiempo es una manifestación, un ataque, el más claro,
pero no el más eficaz. El verdadero trabajo de zapa lo practico en secreto y en
silencio en este continuo retorno sobre mí mismo, contra mí mismo.
Jakob Taubes me ha dicho esta cosa aterradora, a saber, que las pruebas
recientes de los judíos no han producido ninguna plegaria original susceptible de
ser adoptada por la comunidad y dicha en las sinagogas.
Bergson admitió que no podía leer a Nietzsche; ¿qué diría hoy si viera que no
podemos leer a Bergson?
103
Hay algo en mí, no logro definir su naturaleza, que hace que nunca esté en
orden con este mundo.
Odisea del Rencor, es el fruto directo de mis trastornos de nariz y oídos. Podría
haber puesto como subtítulo: O.R.L. [Otorrinolaringólogo]
104
Hay en mí un bromista y un trapense.
Es preciso que lea menos libros teológicos, debería sobre todo desligarme de
Oriente, en suma, volver a mis impurezas.
¿Cómo es que hay tan pocas personas de bien? Estoy cansado de estos bocetos
de humanidad, de estas caricaturas, de estos seres logrados a medias.
105
Sorana Topa [(1898-1986), actriz; después de su ruptura con Mircea Eliade, en los años treinta,
trató de poner a Cioran en su contra], a la que Marga Barbu debía llevar una carta de mi
parte (pero le fue imposible venir a verme antes de su partida), me hace llamar
desde Bucarest por la misma M.B. que no hace falta que le escriba, que estará
ausente de Bucarest durante un mes entero, etc. El verdadero motivo, no puedo
dudarlo, es el miedo, miedo de que le escriba cosas que podrían comprometerla
(lo que es realmente ridículo pues no hay nadie más prudente que yo cuando
escribo a allí). La ironía quiere que, en la carta que me había enviado después de
veinticinco años de silencio (forzado hay que decirlo), solo hablaba de
anonimato, de aniquilación del ego, y toda la salsa krishnamurtiana. Esta
cobardía, llevada tan lejos, aunque explicable, me ha disgustado fuertemente.
Esta campesina que discurría sobre la Nada (como P.T. la había llamado) siempre
me había inspirado un malestar atenuado por un poco de admiración, ahora solo
permanece en mí el recuerdo de este malestar. Estoy equivocado, lo reconozco, y
mi severidad me condena. Me sorprende verme tan injusto y tan mezquino.
El momento más extraño del dolor físico es cuando nos sorprende en plena
noche. Entonces es ilimitado, como la noche, que imita.
106
Mis defectos son seguramente grandes; pero en fin solo son los de un indolente,
los de los otros, los activos, los ambiciosos emprendedores, me parecen mil veces
peores, porque perturban e incomodan mi indolencia misma, interfieren sobre lo
más sagrado que tengo.
(¿Se puede hablar de indolencia a propósito de alguien que no cesa de
atormentarse, luego que es activo a su manera? Soy un perezoso sui generis, un
agitado in situ, devorado por una furia sin rendimiento)
Para vivir mucho tiempo, tienes que vencer la «voluntad de vivir», el apego
obstinado a la vida. Buda murió octogenario, Pirrón, nonagenario.
107
Vuelvo a ver a Petru Comamescu después de veinticinco años. Un placer ver
que no ha cambiado; un malestar justamente que no haya cambiado.
(Todos estos amigos que han pasado por tantas pruebas, y que a pesar de todo
han guardado una frescura, una febrilidad, una juventud, que nosotros, al abrigo
de los golpes del destino (políticos, se entiende) no hemos sabido conservar.
Precisamente porque no hemos sufrido tan intensamente como ellos nos hemos
amargado, la amargura es justamente el signo de un sufrimiento incompleto.
El juicio de un escritor sobre otro escritor no vale nada. Tanto como tener en
cuenta la opinión de una portera sobre otra portera.
(Se entiende un escritor contemporáneo sobre otro escritor contemporáneo.)
Antes le conté a Fred Brown por teléfono que si se suprimieran las tarjetas
postales ya no habría más turismo, la gente solo viaja para poder enviar saludos a
los que no pueden moverse.
108
Pascal y Hume, he frecuentado bastante al primero, muy poco al segundo, pero
aprecio a los dos.
Los alemanes han teorizado sobre la ironía, por incapacidad de hacer uso
práctico de ella. Aporto dos pruebas bastante concluyentes. Al director de una
revista casi clandestina, que aparecía dos veces al año, le escribo que todo iría
bien aquí abajo si su revista apareciera todos los días... Me responde a vuelta de
correo: Tengo una buena noticia. La revista va a aparecer cuatro veces al año. La
otra, es el director del Merkur, al cual había escrito que, para que los alemanes
sean un pueblo de bien, deberían suprimir la cerveza y la universidad. Sobre esto
me responde que si voy a Munich, se compromete a hacerme cambiar de idea
sobre la cerveza, etc., etc.
Fuera de París, solo apenas entre los judíos de América, vueltos todavía más
neuróticos por el psicoanálisis, mis «escritos» han encontrado algún eco.
Toda exaltación implica un apetito por perecer. Lo que triunfa al límite del
éxtasis, es la voluntad de desaparecer, la ebriedad de lo irreparable.
Cuando grito: ¡Señor! Existe el espacio de mi grito. Eso basta: ¿qué más puedo
desear?
109
Una vez que el escepticismo se ha apoderado de nuestro espíritu, incluso si
llegamos a desembarazarnos de él, recaemos sin embargo periódicamente: es un
mal intermitente; vamos de recaída en recaída, cada una con su carácter e
intensidad propias.
Eugen Barbu escribe en su Diario que no tengo ninguna razón especial para ser
desgraciado, que cultivo la inquietud (nelinistea) para sí misma, todo esto sin
malicia, y sin ninguna intención de hacerme daño, más bien con simpatía. Hace
mención de un encuentro que tuvimos en París, hace un año. ¿Cómo sería posible
adivinar por el exterior mis enfermedades? En cierto modo, está bien que se crea
en la gratuidad de nuestra desgracia, y nosotros mismos deberíamos terminar
creyéndolo.
110
Estoy estupefacto de constatar que soy tan malo, sino peor, que cualquier otro.
Encuentro en mí todos los bajos instintos que la moral denuncia. Y si son tan
virulentos en mí que he hecho incluso algunos esfuerzos para deshacerme de
ellos, ¿cuánto más fuertes no deben ser en aquellos que no se observan ni se
analizan?
El espíritu de la incuriosidad.
111
Hay una cierta poesía en el tedio; no la hay en la depresión. ¿Cómo explicar
este fenómeno?
P. V. que ha alquilado una casa en Bretaña me cuenta sus encuentros con una
campesina que cree en la reencarnación. Está muy entusiasmado por las
tradiciones celtas que continúan subterraneamente. Le pregunto si la campesina
sabe leer y escribir. —Sí, incluso lee libros de ocultismo, me dice...
No puedes ser dios, ni siquiera convertirte en dios por los tuyos. El peor
enemigo de Buda era uno de sus primos.
—Jesús dice: «Un profeta no es recibido en su ciudad, y un médico no cura a
aquellos que le conocen.» (El Evangelio según Tomás)
112
¿Quién eres? Soy el hombre al que todo perturba. Quiero que me dejen
tranquilo, que nadie se preocupe por mí, que nadie se interese en mí. Me empleo
en suscitar sobre mí una incuriosidad total. Y sin embargo...
Todo aquí abajo me fatiga, todo. Continúo sin embargo. Incluso tengo costados
de luchador. Me resisto a mis fracasos, soporto mi estado de salud, me soporto.
Eso frisa el heroísmo.
Lo malo de mi manera de escribir, son los vestigios del estilo filosófico. Y esto
que vuelve un poco ardua la lectura de mis libros, es la supresión de frases
intermedias, explicativas, aparentemente superfluas pero en el fondo necesarias
porque aligeran la tarea del lector. Pero como he escrito cada uno de mis textos
tres o cuatro veces, estas frases parásitas pero útiles las he suprimido con
encarnizamiento. Quizás solo debería publicar el primer borrador, es decir la
versión en que te explicas a ti mismo lo que quieres «demostrar», «probar», lo
que crees que has descubierto.
113
Los escritores que no tienen nada que decir cuentan sus sueños. Es una de las
peores formas de pereza o de vacío.
(Esto también se debe al psicoanálisis, cuya influencia en la literatura es tan
profunda como nefasta).
¿Por qué hay otros? Los otros, son aquellos a los que no me acomodaré jamás.
Quiero estar solo y no lo logro. Soy, como se dice, agredido continuamente por
gente con la que no tengo nada en común. No tengo necesidad de nadie y veo a
todo el mundo. La felicidad de estar en Ibiza, de la que era bastante consciente,
no he sabido apreciarla como merecía.
114
Giro alrededor de las mismas cosas, he reprimido algunas obsesiones, pero no
las he superado. Hay que tener realmente la pasión por el matiz para discernir las
diferencias que existen entre los textos que he escrito tanto en rumano como en
francés, desde hace más de treinta años. En el fondo no he hecho más que bordar
sobre los mismos temas, y profundizar en ellos en algunas partes. En esto me
parezco a todos los escritores convalecientes, que no pueden abandonar el
estrecho espacio de sus males.
Es necesario que cada uno agote la dosis de locura que nos fue asignada en el
nacimiento y que después, desaparece.
Una de las pocas cosas que he aprendido: resistir a las ganas de publicar.
¿Pero puede un indolente convertirlo en un mérito? En este caso solamente me
beneficio de mis defectos, aprovecho mi ineficacia. ¡Qué fracasos y qué desastres
me han preservado hasta ahora! Si hubiera ejecutado todo lo que estaba pensando
hacer, si todos mis deseos hubieran sido actos, hoy estaría loco o fusilado.
115
Lo que más me sorprende cuando pienso en mi pasado, es menos mis
decepciones que mis entusiasmos. Si escribiera un día mis recuerdos, debería
titularlos: Historia de un entusiasta. De un entusiasta que se ha empleado en
socavar (incluso más que las circunstancias exteriores o el contacto con los
hombres), un entusiasta derrocado.
En casi todos las dominios solo me encuentro con personas que creen saber y
no saben. Nada es peor que imaginar conocer. Pienso aquí particularmente en los
traductores que se contentan con la ilusión de comprender. Un autor no está
obligado a ser riguroso; un traductor lo está, incluso es responsable de las
insuficiencias del autor.
Pongo a un buen traductor por encima de un buen autor.
Solo recordamos las horas, los días o los meses en que hemos sufrido. La
«felicidad» no tiene memoria: si vivir, es recordar, entonces haber sido feliz, es
como si no se hubiera vivido.
116
Lo que me impide innovar en francés, es que quiero escribir correctamente.
Este escrúpulo, empujado hasta el matiz, viene del hecho que he comenzado a
«componer» en esta lengua a los treinta y siete años. Es exactamente como si
escribiera en una lengua muerta, y se sabe la diferencia, según Meillet, creo,
entre una lengua viva y una lengua muerta, es que en esta última no tenemos el
derecho a cometer faltas. (La obsesión por la falta me arruina todo el placer de
escribir en francés. Es lo que he llamado «la sensación de estar en una camisa de
fuerza», que me da siempre este idioma, demasiado rígido en mi opinión. Una
lengua en la cual estoy constreñido, crispado, trasplantado, una lengua cuyas
reglas me paralizan y me persiguen, y me quitan todos mis medios. Un profeta
fulminado por la gramática.)
Olvidamos a los que hemos insultado, herido; pero, ellos, no nos olvidan.
(Pienso en un poeta que me perseguía con su odio: parece ser que le dije cosas
desagradables en una discusión sobre Sainte-Beuve; apenas lo recuerdo. Las
observaciones que mantenemos sobre los otros solo les conciernen a estos, no les
prestemos ninguna atención. ¿En qué nos puede beneficiar tratar a algún idiota?)
117
En las viejas civilizaciones, la espontaneidad y la vulgaridad van emparejadas.
Para los refinados, lo natural solo se admite si se desea, es decir en estado virtual.
Los que lo poseen son considerados como groseros o ridículos.
No se sabe una lengua extranjera hasta que se puede contar con ella una
anécdota.
Todos los pueblos están malditos. El pueblo judío lo es más que los otros. Su
maldición es automática, evidente, sin lagunas. Va de sí.
El judío rumano es anti-rumano; el judío americano anti-americano, y así
sucesivamente. Pero el judío francés no es anti-francés. No se atreve a serlo. ¿Por
qué?
Francia tiene, o más bien ha tenido, el monopolio del prestigio. Se ha creado en
su favor un prejuicio favorable que todo el mundo quiere aprovechar.
118
Sócrates, la víspera de su muerte, estaba aprendiendo una melodía de flauta.
«¿De qué te servirá?» le dicen. –Para saber esta melodía antes de morir.
Una cosa que comprendí muy pronto, y que me preservó de muchas locuras: el
martirio se reduce a un conflicto con la policía. Todo es preferible a este modo de
«diálogo». Destruirse en condiciones semejantes, y a un nivel tan bajo, es
deshonrarse.
Y sin embargo el martirio (sobre todo político) extrae quizás su valor y su
prestigio de este consentimiento a rebajarse, y a sufrir por lo que es más
innombrable en la sociedad.
«La música podría de alguna manera subsistir sin que el universo existiera.»
(Schopenhauer)
119
Anoche me encontré con K.G., judío húngaro que conozco desde hace mucho
tiempo (desde el 38, creo). Habla un francés odioso, lo sabe y sufre por ello. Toda
la gente de la que le hablo, me dice que no le gustan, los encuentra antipáticos.
Reconoce su valor intelectual, pero no le gustan como hombres. «Raymond Aron,
lo estimo como pensador, pero al hombre, no puedo soportarlo».
Feo, sardónico, crispado, y, por supuesto, desgraciado, K.G. sabe, y, sin
embargo se niega a admitirlo, que encuentra antipático a todo el mundo, no
encuentra ningún encanto en nadie. Acusa a los otros de lo que se acusa a sí
mismo. No puedo impedir decirle: «Pero R. Aron tiene un enorme encanto como
hombre. —Puede ser, me replica, pero no como profesor. Pasé mi tesis con él
como director. Fue odioso.»
En el fondo, G. hace que todo el mundo se sienta incómodo, lo que no se le
puede perdonar. Quiere pasar por agradable, y no lo consigue jamás; siempre
encontrará la palabra desafortunada que te herirá, cuando quería hacerte un
cumplido. Si no tuviera el recurso de agobiar a los otros, de volverlos
responsables de sus malas relaciones con ellos, su vida sería un infierno. Se trata
para él una reacción de autodefensa de la que no es consciente. ¡Qué no haría
para soportarse a sí mismo!
Todos estamos en el mismo punto. En lugar de decir: «Tal no me gusta»,
preferimos tacharlo de horrible o de maleducado en general. En materia de
autoconocimiento, eludir la verdad, es conformarse con el instinto de
conservación, es ceder a un imperativo vital.
Cada vez, antes de escribir una carta, pequeña crisis de neurastenia. ¡Me es tan
difícil entrar en contacto con aquel a quién me dirijo! Jamás me encuentro al
nivel que hace falta para comunicarme con él. De ahí el esfuerzo, ya sea para
elevarme, ya sea para rebajarme, según la calidad del «corresponsal».
Retractarse sin absoluta necesidad, nada hay más penoso. Pienso en D.N., que,
por tres artículos de retractación, destruyó su propia leyenda y anuló seis años de
sufrimientos. El masoquismo solo lleva a la gloria si está hábilmente dirigido.
En la voluntad de martirio entra el masoquismo, la provocación y un inmenso
orgullo a base de despecho.
Todo mártir murmura interiormente: «Les mostraré de lo que soy capaz.»
Diciendo esto, piensa tanto en sus enemigos como en la galería.
120
Una noche en Ibiza, solo frente al mar, tuve el sentimiento muy neto de lo
absurdo del honor o, si se quiere, de la honorabilidad. Como las olas venían a
romper contra las rocas, me dije: «¿Qué puede hacerme la opinión de los
hombres? ¿Si todos, sin excepción, me toman por acelerado, un monstruo, para
vergüenza de la especie, en qué me concierne eso? ¿Estas olas, estas estrellas,
esta noche, que relación tienen con el hombre? ¿Y qué realidad podría tener, en
medio de los elementos, un juicio de valor, aunque fuera emitido por la
humanidad en su conjunto?». Y pensé en mis reacciones de desollado, en mis
rencores, en mis rebeldías o en mis entusiasmos, y me dije que había que ser
realmente estúpido para sufrir o alegrarse por lo que sea. En cuanto estoy fuera,
entiendo ante un árbol, una roca, ante un paisaje sin presencia humana, adquiero
al principio una lección de indiferencia, que me colmaría si sobreviviera al
primer contacto con el hombre.
Sueño idiota. Tenía una cita con las dos hijas de Bergson. Después de
complicaciones sin nombre, nos las arreglamos para tomar el tren de Ocna-Sibiu,
¡él!; la vía estaba en reparación, el tren apenas avanzaba; las hijas no sabían
rumano.
¿Es posible que el cerebro no tenga otra cosa que hacer que inventar
estupideces parecidas? ¿Qué secretos se adivinan dentro? Lo que le falta al
psicoanálisis, es el sentido del ridículo. Una disciplina, teóricamente seductora,
prácticamente grotesca. Es inconcebible que tantas inteligencias la hayan tomado
en serio.
No conozco nada más penoso que una vida exitosa, cumplida, aunque
superficialmente sea agradable ver una cara radiante que emana satisfacción.
121
Me he levantado con la certeza de haber sido golpeado, de haber pasado por las
manos de varios torturadores más expertos unos que otros. Esto se llama sueño.
No me gustan las personas que se obstinan, que quieren que se hable de todos
sus actos, incluida la agonía, que no saben desvanecerse en el momento justo y
que jamás adivinarán la voluptuosidad que hay en saberse olvidado, en ser el
artífice del olvido en que has caído.
Mientras envidiemos el éxito sea de quien sea, aunque sea de un Dios, somos
viles esclavos como todo el mundo.
122
«El ídolo jamás querría ver a su escultor, ni el agraciado a su benefactor.»
(Baltasar Gracián, El Hombre de la corte)
«Comprender, es comprender como verdad. Pero ver una tesis como falsa, es
necesariamente no comprenderla». (Padre Valensin)
Esta afirmación es típicamente teológica, quiero decir que este tipo de paradoja
inútil, de sutileza aparte, es característica de la mentalidad del teólogo (o del
lógico).
123
Cuanto más lo pienso, más considero que Atenas debía ser un infierno. ¡En un
espacio tan pequeño, reunir a tantos espíritus opuestos, obligados a conocerse, a
hablarse, a querellarse!
Tal que hace una literatura ilegible desde hace años y se repite sin vergüenza,
¿por qué se detendría si todo marcha tan bien para él y se grita revelación tras
cada una de sus producciones?
*
«De todas las monotonías, la de la afirmación es la peor.»
(Joubert)
124
Para una época como la nuestra que ama la oscuridad a toda costa, mis escritos
no tienen ningún interés: son demasiado claros...
Pero esta época de facilidad no podría imaginar qué combate he mantenido,
primero contra mí mismo, luego con la lengua, para adquirir esta apariencia de
claridad que se desprecia tanto a mi alrededor.
L. quiere ver si tengo la línea del suicidio; pero escondo mis manos, y antes que
mostrárselas, llevaré siempre en su presencia guantes negros
El reproche más grave que se puede dirigir a las revoluciones, es que, bajo el
efecto del miedo, se sacrifican cartas, diarios íntimos, y son los poseedores y los
autores quienes se desembarazan de ellos; no dejan el problema a la policía.
(La destrucción del diario de Madame de Rémusat a la vuelta de los Borbones.
Ella había consignado día a día sus encuentros con Napoleón y con las gentes de
la corte. Sus «Memorias», escritas después, son solo un pálido reflejo, fruto de la
memoria.)
125
Sé que no es noble considerar el reconocimiento como un fardo, sin embargo lo
siento así. No soy libre cuando me encuentro frente a alguien obligado: Es como
si él ocupara un lugar más alto en una jerarquía invisible; soy su subalterno. Las
relaciones entre nosotros se encuentran falseadas: no hay sinceridad posible; la
coacción interviene. ¿De qué sirve mantener todavía relaciones con él? Nula
espontaneidad por mi parte ni por la suya; el beneficio del que es autor se levanta
a cada instante entre nosotros y nos paraliza a los dos.
Leo algunas páginas del último volumen del Diario de Goncourt con un
disgusto enorme. ¿Es posible que un escritor sea un conserje hasta ese punto?
Hay una cierta bajeza del alma en querer, cuando somos desgraciados, que los
demás se interesen por nuestras desgracias.
126
Pienso en la viuda desesperada del otro día. Dejándola me dije que los mayores
sufrimientos, desde la perspectiva de lo absoluto, son solo un juego y que
deberíamos educar a los hombres en mofarse de sus pruebas. Pero, ante todo,
deberíamos impedirles apegarse profundamente a cualquier cosa: destruir la
superstición del amor, extirpar la raíz de las idolatrías, el culto por un ser e
incluso por una idea. Porque mientras creamos que hay algo real aquí abajo, nos
aferraremos a ello y lo exaltaremos, lo que acarrea para nosotros un número
incalculable de sufrimientos. Postular la fantasmagoría universal es pues una
obra saludable e incluso un deber al cual ningún corazón caritativo debería
sustraerse.
127
Este gran personaje que traicionó a todos sus amigos y todas las causas jamás
deja de ir a misa en las ciudades y países que visita. ¿Cómo se atreve a dirigirse a
Dios? ¿Qué puede decirle? ¡De qué se trata con Dios! Cualquiera que se reclame
públicamente de una religión hace lo mismo.
«¿El talento pues necesita pasiones? Sí, muchas pasiones reprimidas», Joubert)
«Un enemigo es tan útil como Buda». ¡Cómo comprendo eso! Debo a mis
enemigos haber cometido menos errores que de otro modo hubiera consumado.
Ellos me han velado, velan siempre: mi gratitud hacia ellos es ilimitada.
128
Heine cuenta que en su infancia, en Düsseldorf, se creía que haciendo
descender el extremo de la cuerda de un ahorcado (preferentemente inocente) a
un barril de cerveza, la cerveza aumentaba en volumen y en calidad. Y Heine
añade: «Aufgeklarte Bierwirte pflegen ein rationaleres Mittel anzuwenden, um
das Bier zu vermehren aber es verliert dadurch die Starke» [«Los cerveceros expertos
utilizan habitualmente un medio más racional para alargar la cerveza pero entonces pierde su fuerza.»]
El Sr. F. dice que la importancia de Nietzsche proviene de que fue uno de los
primeros en interesarse en muchos dominios (filología, psicoanálisis, política,
etc.) ¿Qué decir entonces de Hegel? Al contrario, él se limitó a un dominio por lo
demás limitado. Es Spengler quien tiene razón cuando sostiene que la época de
los grandes filósofos, que abarcan todos los dominios, se ha terminado, que la
filosofía se ha especializado como cualquier otra rama del saber.
«Puede que sea el último de los hombres pero no reconozco a nadie el derecho
a juzgarme».
129
Es un sentimiento bastante curioso pertenecer a un país sin monumentos, a un
país cuyo único recurso es el porvenir, y que quizá no tiene más porvenir que
pasado.
Si puedo hacer no mal del todo cosas sin convicción (y casi toda mi existencia
cotidiana se desarrolla de esta manera) me es por el contrario imposible escribir
sin creer, por simple ejercicio o por necesidad. Todo lo que he escrito (no hablo
de mis cartas, a las que no concedo ninguna importancia y además la mayor parte
solo fueron dictadas por cortesía), todo lo que he escrito, todo lo que he
publicado corresponde a lo que efectivamente pensé en el momento en que lo
concebí. Es curioso este respeto por la pluma, vistas mis disposiciones escépticas.
Debería, si fuera consecuente con algunas de mis ideas, no recular ante nada,
afirmar cualquier cosa y soportar cualquier causa. Si puedo mentir en la
conversación, no puedo hacerlo delante de la hoja en blanco: me es imposible ser
cortés escribiendo. Supongo que tengo un fondo de honestidad, de ingenuidad en
todo caso. Los escrúpulos de un cínico, sería más que un título de libro, sería la
enseña de mi carrera. Tiranteces en lo equívoco.
Tener buenos modales, es saber cómo disimular tus alegrías y tus tristezas, no
hacer nada que pueda suscitar en terceros envidia, desprecio o ternura. La única
parte interesante de una doctrina de salvación (ya se trate de religión o de
política, no importa), es la parte destructiva.
De nuevo la desolación y ese gusto por las cenizas que impregna todo mi ser.
130
X, de éxito en éxito, se vació por completo; se atascó en sus éxitos. Para
permanecer siendo tú mismo, no tienes que conformarte bajo ninguna
circunstancia con la imagen que los otros se hacen de ti. Aunque seas conocido,
incluso famoso, debes vivir como si solo estuvieras tú solo y...
Solo se puede engañar a la Angustia con lecturas frívolas o técnicas; por nada
en todo caso que toque el «alma».
El rabino Mikhal confesó una vez a sus hijos: «La bendición de mi la vida, es
que jamás he tenido necesidad de una cosa antes de poseerla.» (Los Relatos
hasídicos)
Todos los días me propongo no ver a nadie, no aceptar más citas. Y luego suena
el teléfono, y es alguien a quien me es imposible despachar sin más sin tomarme
mi tiempo, quiere aprovecharse de él y robármelo.
131
Nadie es más religioso que yo. Ni menos. Estoy a la vez más cerca y más
alejado del Absoluto que nadie.
Ver toda una sala admirándote de oficio, todos esos jóvenes con miedo a tener
una opinión, miedo sobre todo de no amar lo que se debe amar. Es para
preguntarse si la gloria en París no está por debajo, cualitativamente, de la de
cualquier otro lugar, y si el deseo de ser conocido allí no equivale a algo de
infinito.
Si todas las horas que consagro a los otros, las empleara en conocerme mejor,
el camino hacia la verdad, hacia la verdad sobre mí mismo estaría despejado.
132
Pensé de nuevo en la utilidad del enemigo. Aún así hace falta que sea un buen
enemigo, es decir que se ocupe de nosotros sin desampararnos, y siempre listo
para señalar, divulgar el menor de nuestros desfallecimientos.
Tarde o temprano, debes extraer las consecuencias de tus ideas, es decir pagar.
Y es entonces, y solamente entonces, cuando la obra se vuelve contra su autor.
Pienso en S.B., que se parece cada vez más a sus personajes: es su revancha; le
obligan a declinar, a descender tan bajo como él les había hecho descender.
He hablado bastante de la imposibilidad teórica de vivir; ahora esta
imposibilidad parece que se ha convertido en práctica. ¿Pero no lo ha sido
siempre? ¿Cuándo he estado involucrado, en la misma botella que el ser?
Pienso en H.M., que finge ignorar lo que se ha escrito sobre él, pero que en
realidad está al corriente de todo. Incluso su soledad es una estrategia; con el
aspecto de vivir en otro planeta, gana a cada movimiento en este. A propósito de
él se puede citar la conocida frase, de no sé quién: «X es un eremita que conoce
el horario de los trenes.»
133
Hablábamos el otro día del éxito de ciertos autores con las mujeres. Una joven,
citando el nombre de X, se asombraba de que pudieran acostarse con él, incluso
aunque le admirasen. No podía concebir el acto físico con un gordo, hinchado,
congestionado. Creo haber encontrado una respuesta. Un escritor exitoso, que es
célebre, es como un conquistador. Y X es uno; ha ganado en una batalla, ha
aplastado a sus adversarios. Prevalece, y dicta sus condiciones. Es una vieja ley,
a la cual las mujeres son inconscientemente sensibles. Por su parte, se trata en
este caso del consentimiento a la violación. Cuando los defensores cedieron, la
ciudad fue entregada al enemigo: incluso si las mujeres le odiaban, le admiraban
en su fuero interno. Había ganado. El escritor horrible físicamente ejerce el
mismo tipo de fascinación. Él también, a su manera, es dueño de la Ciudad.
El Éxtasis es la cosa que todo el mundo busca por todos los medios, y la única
que solo se obtiene verdaderamente por la renuncia. La renuncia no es un
«medio»; la renuncia lo es «todo».
134
Noto en cada encuentro que no tengo casi nada en común con las personas que
frecuento, debería decir con los hombres en general.
No hay una diferencia fundamental entre una vieja amistad y un viejo hogar: en
los dos casos, la misma usura, la misma nada.
Cuando velo hasta bien entrada la noche, soy visitado por mi mal genio como
fue Bruto visitado por el suyo antes de la batalla de Filipos...
Un amigo que no es sincero, que nos sondea solo para espiarnos, es peor que un
torturador.
Regla general: todo amigo es envidioso. Sería justo si no envidiase hasta
nuestros defectos.
Cuando amo a alguien, es casi siempre por sus defectos, y algunas veces
solamente por sus logros.
Toda la mañana he repasado los reproches que me hizo ayer E.: ¿Qué te pasa?
¿Por qué no escribes más? Etc. etc. Debería haberle respondido que Wittgenstein
en total solo escribió la cuarta parte de lo que he producido yo, y que comparado
con él, a E., él, W., no era, si el número de libros fuera el único criterio, más que
un miserable fracasado. Pero me callé, porque obviamente, estaba demasiado
contento de sí mismo para que pudiera soportar sin reaccionar la menor
insinuación ofensiva.
Me he obligado a la concisión; y los amigos, en lugar de agradecérmelo, no
cesan de imputármelo como un crimen.
135
Sobre la muerte, solo hay que citar a los Antiguos; los cristianos han falseado
su sentido. ¡Qué destructor, este Salvador!
La cosa más difícil para mí es hacer proyectos y creer en ellos. Si los hago de
vez en cuando, es únicamente por razones prácticas.
Un Papa que perdiera la fe y que desertara del Vaticano tras una confesión
pública de ateísmo…
He intentado releer a Suso, a Tauler e incluso ciertos textos de Eckhart (El libro
de la consolación divina); no he podido; es una forma de mística que he
superado. Este dios demasiado personal del cristianismo ya no me dice nada,
tampoco este fervor directo, lírico y casi erótico que me encantaba tanto en otra
época de mi vida. Después de haber frecuentado durante cierto tiempo el
budismo, es imposible volver a las cursilerías cristianas (exceptuando al Maestro
Eckhart, a pesar de lo que acabo de decir). Necesitamos algo más impersonal y
más radical también, diría más definitivo...
136
Imposibilidad de escribir. Reculo ante todos los temas.
Henri Thomas me contó, hace mucho tiempo, que había visto en un cementerio
normando una tumba con la inscripción: X, nacido el ..., muerto el..., y debajo:
Propietario.
Pienso en X, un monje amigo mío, que vino a París para ver a su notario.
137
Cuando a mi mente se le escapan las palabras, ¿cómo funciona entonces?
¿cuál es su identidad? ¿quién es? ¿existe todavía?
Tengo la suerte de no poder leer los libros de los que se habla. Los recorro, es
verdad, años después, cuando vuelven. La decepción de estos antiguos
engañados, la comparto a menudo, pero no siempre.
138
Sobre Susan Soca
«Dioses que habitan más allá de la plegaria
Le entregaron a este tigre, el Fuego.»
(Borges)
Lamentación y burla, las dos actividades para las que tengo más aptitudes.
En la guerra de Troya, había tantos dioses de un lado como del otro. Es esta una
visión justa de la que los modernos son incapaces, ellos quieren que la «razón»
esté de un solo lado. Homero era objetivo de otro modo.
Su sonrisa interminable.
139
He escrito a un teólogo japonés, que vive; parece, en un lugar solitario, que la
peor pérdida tras la del paraíso, es la de la soledad. ¡Cómo envidio a este hombre
que seguramente no debe conocer la plaga de las visitas!
He meditado tanto sobre la vida que, ahora, para hacerla justicia, no puedo
encontrar ninguna palabra que no suene falsa.
Con respecto a todo lo que es importante, comenzando, como debe ser, por
Dios, solo se puede tener una actitud equívoca.
Esta amiga inglesa que trabaja sobre la autobiografía. No tienen ningún sentido.
¿Toda obra es algo más? Un escritor objetivo es aquel que camufla su yo; el
subjetivo, lo extiende. Pero los dos en última instancia solo hablan de sí mismos.
Un escritor que hable de otra cosa que no sea él mismo comete un abuso.
140
Lo que más amo, son los suspiros impersonales, los dolores que no tienen
nombre.
Durante siglos los espíritus han luchado y arriesgado su vida para liberarse de
Dios. Y nosotros, a mediados del siglo XX, echamos de menos las cadenas que
representaba y no sabemos que hacer con una libertad para la cual no hemos
hecho ningún sacrificio, que no hemos conquistado. Somos los herederos
ingratos del ateísmo heroico, los epígonos de la revolución, una masa de rebeldes
que deploran secretamente la desaparición de las «supersticiones», de los
«prejuicios» y de los antiguos «terrores».
141
Borges ha escrito un poema sobre el tango. Comprendo esto: «¡Dame mi tango
cotidiano!» tengo ganas de exclamar. Llevo en mí una Argentina secreta.
Adiós a la renuncia.
El deseo renace eternamente de sí mismo. Locura imaginar triunfar sobre él. Es
de la naturaleza de las enfermedades incurables. El deseo es INCURABLE.
Si hay un fracasado de lo absoluto, ese soy yo. Lo digo con todo el orgullo
necesario.
142
No conozco a nadie (ni siquiera a E.I.) que esté más afectado que yo en su
sustancia. Existente se reduce en mi caso a un triunfo de cada instante sobre mí
mismo. Puede que le haya cogido gusto a este combate y a estas victorias. Porque
no veo como podría explicar de otro modo la duración de mi carrera.
Giza acaba de casarse en Argentina. Tengo que escribirle una nota para
felicitarla, yo, que considero el matrimonio como una institución pura y
simplemente abominable. Pero hay que ser caritativo y tratar de imaginar la
felicidad con los ojos de los otros. Convertir mis repugnancia en normas,
molestar a los demás con mi imposibilidades, es un comportamiento de
maleducado: lo que he sido toda mi vida.
Con los pocos españoles que he conocido, siempre me he entendido bien: todos
estaban un poco locos, y su locura era real, no era actuada ni literaria; en
resumen, no tenia nada de parisina.
143
Que yo sepa, no se ha insistido lo suficiente en la importancia del suicidio en
Dostoievski. Sin embargo, después del humor, es el aspecto que más me toca de
él.
Un diario (Tagebuch) quizás impide trabajar; pero por otro lado presta un
servicio, reemplaza útilmente a un amigo. Ya es algo poder pasar de un
confidente.
Esta mañana, de nuevo en la Iglesia rusa, gracias a Jackson Mathews que va
todos los domingos. Esas voces profundas, venidas de otra era, he vuelto a sentir
de nuevo su beneficiosa influencia. En cierto sentido, es como una vuelta a mi
infancia. No tengo fe; ¿la tenía sin embargo entonces? Me parece que he estado
desprovisto de ella en todas las épocas de mi vida. Lo que no impide que sea una
tentativa de reincorporarme a mis orígenes. Me ejerzo en reencontrarme.
«Me siento en un estado tal que, si tuviera mi cabeza bajo el agua, no sé si daría
el impulso de subir.» (Keats en una carta del 1 de junio de 1818 a Benjamin
Bailey.)
Si las cartas de Keats son tan bellas, quizás la más bellas de la literatura
inglesa, es porque todas están marcadas por la proximidad de la muerte.
144
En París, la única manera de ser tú mismo es no interesarte en las cosas que
pasan allí. Tan pronto como adoptas el diapasón de la ciudad, estás perdido.
Si todavía tengo una cierta imagen de mí mismo, es porque logro afrontar los
días con la visión que tengo del porvenir. Qué suerte le acecha al hombre, hacia
qué destinos se encamina, lo presiento, lo siento, lo sé, y sin embargo he
conseguido pasar el rato más bien que mal; me parece que otro al contrario no lo
conseguiría, que solo yo puedo sostenerlo. Me halago quizás. ¡Pero si adivinas lo
que yo adivino!
El verdadero orgullo es tan raro que merece postrarse ante él todas las veces
que se le encuentra.
145
Cualquier cosa importante, éxito o fracaso, que nos pase solo es importante
para nosotros, no lo olvidemos jamás, si queremos comprender el
comportamiento de los demás hacia nosotros. Lo que es un acontecimiento para
nosotros es bagatela a la vista de nuestros amigos e incluso de nuestros enemigos.
La única manera de evitar la fatuidad o la acrimonia es considerar precisamente
que nada importante nos tendría que suceder, que lo que llamamos
acontecimiento no es más que un accidente más o menos irrisorio. Todo esto es
simple, evidente y sin embargo irrealizable, lo propio del individuo es hacer una
montaña de todo: regocijarse y sufrir, magnificar nadas, hinchar minucias.
El poeta que ha dicho las cosas más profundas sobre la poesía es Keats, en sus
cartas. Infinitamente más lúcido que cualquiera de sus contemporáneos,
Coleridge incluido, o los románticos alemanes, incluyendo a Schlegel y Novalis.
146
Escribiría en mi puerta:
La tristeza conduce al desvarío. Es así con cualquier estado del que no puedes
salir, incluida la alegría. (Aunque a decir verdad, no puede haber una alegría
permanente, mientras que la tristeza se vuelve fácilmente y casi
automáticamente. La alegría excesiva y duradera está más próxima de la locura
que de la tristeza grave. Porque esta se justifica por la reflexión e incluso por la
simple observación, mientras que la otra participa del delirio. Es imposible ser
feliz por el puro hecho de vivir; es normal estar triste desde que abres los ojos. La
percepción como tal puede conducir al desengaño: los animales son casi todos
tristes... Solamente los ratones parecen alegres.)
147
El acto menos espiritual es crear una obra y adherirse a ella. A menudo me
parece inconcebible que los grandes místicos hayan escrito tanto, que hayan
dejado un número tan importante de libros. Creían sin duda celebrar a Dios y
nada más: lo que solamente es verdad en parte, porque hablan menos de Él que
de sí mismos.
Mi mayor placer, cuando tengo que tratar un tema, es leer libros que no se
relacionen con él. Eso me da una muy viva sensación de libertad, análoga a la de
un estudiante que engaña a su profesor o que escapa a alguna supervisión
incómoda.
148
Eres escritor porque no puedes ser orador... (Según mis teorías, los tartamudos
deberían ser todos genios...)
Tener pretensiones, sigue siendo algo, es querer ser más que otro. Hay pues una
pizca de drama tras el penoso juego de los pretenciosos.
Todos creen que lo que hacen es difícil, que no es apreciado en su justo valor,
etc. etc. El otro día en el campo, cuando dije al guardabosques: «Su oficio es
agradable», me lanzó una mirada furiosa. «¿Agradable?» me dijo como si le
hubiera insultado. «No es lo que quise decir. Es duro pero agradable.» Después
se calmó. La fórmula le agradó; la repitió en voz alta: «Duro pero agradable.»
149
Saint-Simon llamó a Madame de Maintenon la «sultana fallida».
Te haces una idea de ti mismo; esta idea es pura locura, ya que nadie la suscribe
ni la comprende o la imagina. Sin embargo vivimos con ella, y ni siquiera
dudamos que no rima con nada salvo a tirones, en estos agujeros, en estos
intervalos que rompen por un instante la continuidad de dicha locura. ¿Se trata
entonces de lucidez? ¿o incluso de una locura más grande?
150
En el mercado, una mujer horrible, con cabeza de águila, se ha puesto a
gritarme porque acababa de pasar entre ella y la caseta. «No es usted muy cortés.
Un caballero no debe pasar ante una mujer, etc.» Insiste. Debilidad increíble por
mi parte, intento justificarme y me enervo tanto como la buena mujer. Luego,
como siempre, sensación de malestar físico. Decididamente, a la indiferencia,
solo accederé por la muerte.
El megalómano es un hombre que dicen bien alto lo que cada uno piensa de sí
mismo bien bajito.
Lo que significa el vicio. Hoy, como iba a la biblioteca del distrito VI, me
propuse devolver los libros sin tomar otros, para poder, desembarazándome de
ellos, trabajar mejor. Llegado a la biblioteca, hojeé durante una hora justamente
para llevarme otros. Furor sin nombre, cuando he visto que no había nada que
hacer, que siendo mi vicio la lectura, debo satisfacerlo a toda costa. Necesito la
presencia material de los libros en mi casa, libros prestados; tan lejos como
puedo recordar, esto siempre ha sido así, en todas las ciudades en que he vivido,
en Rumanía, en Alemania, en Francia. Además, es inútil querer corregirse de un
vicio cuando es tan inveterado; deshacerse de él, sería tanto como suprimirse. La
mayor falta que se puede hacer contra alguien, es atacarlo en lo que tiene de más
íntimo, de más duradero, de más suyo: su vicio. Por el contrario, hay que adular
ese vicio, o no hablar de él; pues denunciarlo, es convertirte para el que está
sujeto a él en enemigo mortal. Pues este vicio no es una cosa exterior, adventicia,
sino interior, y por así decirlo inmanente, dejémoslo prosperar en nosotros y en
los otros, pues no hay modo de arrancarlo. Un vicio profundo es inextirpable; si
lo fuera, sería reemplazado por otro, peor. No hay curación. Afortunadamente,
estoy tentado de decir. Porque todo vicio es una certeza. La prueba es que llena
bien una existencia, y satisface las más difíciles.
151
El mal está en la acumulación, en la posesión. Al menos, en este plano, el
destino me ha preservado. Cualquiera que disponga de bienes ya no es él mismo,
sobre todo si es él quien los ha amasado; porque se apegará más a ellos mucho
más que si los hubiera heredado, debido al trabajo y las preocupaciones que le
habrán costado. No son las fortunas adquiridas, son las fortunas heredadas las
que se desperdician. Mirad la jeta de los que han triunfado, que han penado,
quiero decir. No descubriréis la menor traza de piedad. Tienen el tejido con el que
se hace un enemigo.
Ante la muerte, cómo decir: «esto es mío, esto es mío», ¿cómo decir: yo? Ante
ella, todo es impostura, todo; ella misma quizá no es más que la impostura
suprema.
Con mi estado de salud, es increíble que haya podido durar tanto tiempo. Estoy
enfermo sin interrupción desde los diecisiete años. Toda mi vida no ha sido más
que sufrimiento y reflexión sobre el sufrimiento. Estos reumatismos, este
hormigueo perpetuo en el nervio ciático y ahora en todos mis nervios, estos
dolores cuando cambia el tiempo, estas noches pasadas acurrucado en el lecho
como una serpiente golpeada por alguna maldición, a veces tengo suficiente a
pesar de mi sed, de mi inextinguible sed.
152
Mi madre ya no sufre más. Es como si no hubiera sufrido jamás, existido
jamás.
La cosa que más me humillaría, es tener el éxito de tal o cual, ver aparecer
estudios, libros sobre mí. Soporto infinitamente mejor el estado de desconocido
que es el mío que lo que lo haría esta situación: tener un nombre bien establecido,
no conozco derrota más penosa.
La obsesión con la tumba me ha quitado las ganas de gloria; apenas guardo la
idea y vagamente el gusto. Es para mí una imposibilidad que no lamento y que, si
fuera posible, me deshonraría ante mí mismo.
Doreen, una amiga inglesa, que cree o que sufre un cáncer, acaba de llamarme
para decir que se pasará en dos horas para despedirse. Deja definitivamente París
por Niza. ¿Qué tendría que decirle? ¿cómo evitar lo falso, las mentiras, la
piedad? Jamás deberíamos hablar a los otros sobre lo que nos concierne
profundamente. Los problemas de salud, de dinero así como los duelos, sería
necesario que fueran desterrados de una vez por todas de la conversación. ¡Qué
falta de caridad! Sería quitar a los hombres el placer de quejarse, el más grande
de los placeres.
153
La visita de Doreen. Tiene tanto encanto e ingenio, y su inglés es tan bello, que
fue una verdadera delicia. Su manera de hablar de su enfermedad, a la vez como
una cosa grave y como una minucia, provoca admiración. ¡Después contó una
anécdota! Nadie pone un acento parecido. Es abrumadoramente... fina.
La sabiduría es dejar las cosas en su estado. Cada vez que trato de remediarlas,
me encuentro peor, por complicaciones imprevistas y a decir verdad
imprevisibles, inherentes a todo cambio, incluso a mejor.
154
Bloy cita la divisa de un viejo reloj solar: «Es más tarde de lo que crees.»
Tarde en la noche, cuando ya no sabes que hacer con tu vida ni con tu muerte.
¡Calla!
Una originalidad que no rima con nada, es lo que me gustaría decir de la mayor
parte de escritores de los que se habla.
Me contaron el caso de una mujer, sorda desde los treinta años, que acababa de
recuperar la audición como resultado de una operación, y que, aterrorizada por el
ruido, pidió que le devolvieran su sordera... Le resultaba imposible dormir, su
vida era una pesadilla. Le pasó lo que le pasaría a cualquier hombre muerto hace,
digamos, cincuenta años, y que resucitara. Requeriría su tumba.
Me recordó lo que me dijo un día Henry Corbin: estando al aparato, fue a la
ventana; reculó horrorizado, ante el estruendo que subía de la calle. Ese día
estuvo contento, y casi feliz de estar separado del mundo exterior.
155
Acabo de finalizar el Diario de Bloy (Cochons-sur-Marne, Invendable).
Decepción, irritación. Decididamente, no reencuentro el entusiasmo de hace
treinta años. Se dijo de él que «deshonraba la pobreza». La frase es justa. ¡Qué
idea también por mi parte de releer a un… panfletario! Rabia automática,
impertinencia por sistema, calumnia, babeo, epilepsia ininterrumpida por parte de
alguien que aspiraba a la santidad y que solo era un hombre de letras, un maníaco
dotado, un bocazas sin igual. Como escritor, a veces es extraordinario, en la
invectiva evidentemente. ¡Qué pena que no haya vigilado sus adverbios! Son
muy a menudo inútiles e intolerables. Pero en fin, fue alguien, y no lo hizo mejor
después en el género quejica.
Desde hace muchos años, por la mañana al despertar, en el lugar del cerebro,
sensación de una estepa.
156
En cuestiones de absoluto, no he superado el estadio de la tentación.
157
Es muy malo escribir sobre alguien. Hay que interesarse en los problemas, o en
el sentido oculto de las experiencias que se viven.
Cuando Rostopchin, el futuro autor del incendio de Moscú, joven oficial fue
presentado a Suvarov, este, sin dirigirle la palabra, dio tres volteretas, luego,
dirigiéndose a Rostopchin : «Señor, ¿cuántos peces hay en el Neva?» Rostopchin,
sin desconcertarse, dijo una cifra cualquiera. Suvorov, impresionado, le tiende la
mano.
... Esta es una de las mejores historias zen que existen.
158
Acabo de leer, en un libro sobre Santa Teresa, el capítulo sobre las sucesivas
exhumaciones de la santa.
Lo que me ha fascinado de España es su costado morboso, lo que
principalmente amo de este país son sus obsesiones fúnebres.
Haz todo con tu vida, salvo literatura. Se dice pronto: solamente se puede hacer
eso.
*
Cuándo no me rebajaré más a ningún dolor...
Pero eso es la muerte. La vida, es la aptitud para el dolor.
159
Todo es suplicio aquí abajo, incluso el placer.
Disimular tus rencores, ese es todo el secreto del hombre como tiene que ser.
Soy un gran amante de las biografías, como todos los que no tienen «vida».
Se puede leer el Diario de un escritor; son fragmentos donde hay vida. Pero lo
que puedo consumir cada vez menos son las máximas, los pensamientos, las
fórmulas oraculares que significan todo y nada. Cuando pienso que yo mismo las
he escrito, siento asco. ¡Olvidemos!
160
Hay un costado aberrante en el gnosticismo que explica el interés que he
tomado por él.
He vuelto a las confesiones de San Agustín, por enésima vez en mi vida. Amo y
detesto a este retórico. Pero en fin no deja de ser algo escribir tus memorias a la
atención de Dios.
Agradecer un libro que no has podido leer es una tarea a la cual no logro
habituarme, a pesar de una vieja práctica.
Solo los problemas nos impiden volvernos a todos locos. Sin ellos la existencia
sería propiamente infernal. Primero, porque son ellos los que nos impiden pensar
en la muerte; después...
Cuanto más horror tengo a los hombres, más tengo que verlos. Pago caro ser
libre, no tener una ocupación precisa. Mis obligaciones son todas servidumbres.
Tan alta es la idea que me hago de la soledad, que cada cita se me aparece como
una crucifixión.
161
La única manera de salvar a las criaturas, es amarlas en Dios, según la
recomendación de San Agustín, que escribió una bella página acordándose de la
muerte de uno de sus amigos, de adolescente.
Cada vez que tengo que reunirme con alguien, le odio; luego le perdono. Es el
efecto del alivio pero también del lamento de haber sido injusto con él.
Solo deseas la muerte cuando estás a punto de estar bien; la temes tan pronto
como estás un poco enfermo.
162
Rezar indica un cierto grado de desolación; pero todo eso no es nada
comparado con la necesidad de que se ore por nosotros. Eso es la desolación
misma.
Cuando las desgracias se repiten, nos volvemos poco a poco insensibles a ellas,
y piensas que Job fue cualquier cosa, salvo un sabio.
Espero llegar un día a ese estadio en que la palabra desgracia no tendrá para mí
ninguna significación ni atracción.
163
Con algunas excepciones, mis «libros» solo tienen crédito entre los fracasados,
los caídos, los desheredados (mujeres sobre todo), adolescentes, en suma con lo
informe y lo inacabado.
Los tipos a los cuales me parezco: Oblomov, Kirilov, Adolphe y... Pero más
cobarde, más desesperado.
Cl. M. Ridículo malentendido. En casa de E.I., en una cena, como le dije que su
mujer no había cambiado (no la había visto desde su matrimonio), él me
respondió: «¿Qué quieres? ¡Once años cuentan!». Comprendió que su esposa
había cambiado. Durante toda la cena, no cesó de atacarme; de darle la vuelta a
todo lo que decía; al final, estallé, y le dejé más o menos en ridículo.
Lo que es curioso, es que no hice nada para restablecer la verdad. Podría haber
corregido inmediatamente la situación. Pero, en el fondo, el malentendido me
convenía, lo había elegido inconscientemente.
164
Quien haya tenido una «crisis de depresión» siempre estará expuesto a ella, la
llevará en él, y jamás sanará.
(Acerca de J.B. que me dijo que ya no leía mis libros porque que había salido
de su «crisis de depresión».)
Ser «deshonrado», muy bien. ¿Ante quién? Cuando te sientes solo frente a
todos, solo puedes perder tu honor ante ti mismo, por ti mismo; no reconoces a
los otros la cualidad de jueces.
No hay nada más humillante que pedir dinero, bajo cualquier pretexto.
Afortunadamente la sabiduría o el cinismo nos permiten vencer estos escrúpulos
tan irrisorios.
165
Mi cuñado acaba de escribirme que mi hermana está muerta, como mi madre,
de una hemorragia cerebral.
En la esquela, este «ramasitele pamintesti» me golpea dolorosamente. ¿Cómo
traducirlo? «Despojos mortales» es plano; los «restos mortales», imposible.
Traduciría directamente «desechos mortales», pero no es el estilo de una esquela.
Tan pronto como envío un texto a una revista, solo tengo una idea en mente:
reclamarlo para rehacerlo, tal es el miedo que tengo, no, la certeza, de que no
vale nada. Pero me falta la fuerza para escribir la carta necesaria, y me convierto
de golpe en un fatalista para no hacerme mala sangre.
Mi cuñado me ha escrito una postal donde no hay una queja, ni ningún rastro
de pánico o de desolación retórica. Diríase un inglés. Me ha conmovido mucho
más que si se hubiera expresado con una violenta desesperación. Su desaliento no
debe tener límites; por tanto aprecio más su contención.
166
La única gran tarea que todavía le queda al hombre es destruirse. Emplearse en
otra cosa, es repetirse, hacer acto de presencia.
Para alcanzar la claridad, he tenido que sacrificar una buena parte de mi «yo»,
mis lados más íntimos, mis experiencias más profundas. La claridad es exclusión:
me he rechazado a mí mismo para ser claro.
Este esfuerzo me ha agotado. He cometido un atentado contra mi naturaleza.
¡Todo esto debido a una falsa idea del «estilo»!
Nietzsche, que quiso alterar tantas cosas, no es en el fondo más que un naif.
Arrastraba tras él demasiadas inocencias.
Lo que es tranquilizador, es que los escritores de los que se habla serán, salvo
raras excepciones, necesariamente olvidados antes de estar muertos. La
defunción literaria es más cruel y más justa que la defunción propiamente dicha.
Un autor citado con demasiada frecuencia, terminas por no tener ganas de
leerle. Su nombre es profanado a base de circular. Prefieres leer a alguien menos
conocido e incluso de menor talento, aunque solo sea porque no pertenece a
todos.
167
Una amistad que ha durado algunos años, si se rompe, se debe aceptar el hecho
sin amargura; debía terminar algún día. Que se recuerde solo lo que fue, ¡no en lo
que se ha convertido!
Paul Valet, a quien le conté por teléfono que tenía la responsabilidad de tres
niños, me dice que está muy bien, que en general quiere a los niños, porque, me
dice, «no me gusta la existencia, pero amo la vida».
Paso por una fase de no-religión, me refiero a una insensibilidad por lo oculto.
Es como si todo estuviera vaciado de misterio y viviera en un incomprensible
desprovisto de significación.
168
Vi a mi hermana por última vez en 1937, creo; a mis padres en enero de 1941.
Desde entonces, algunas fotos, y las de su lecho de muerte (excepto la de mi
madre, quiero decir, su última imagen, que no han querido enviarme, no sé por
qué: ¿para no entristecerme?)
Tengo horror a hacer la menor gestión por mis libros; sin embargo lo hago de
vez en cuando, y siempre con un vivo sentimiento de disgusto.
Tendría que estar intoxicado por una droga que me diera el vigor de mis veinte
años, o más bien necesitaría un látigo, que sacudiera mi sobrenatural apatía.
Día tras día, veo deshacerse la imagen que he forjado de mis ambiciones y de
mis dones. Desciendo la pendiente, y mi cerebro se vela, se oscurece.
169
Esta tarde, postración. He dormido dos horas. Cuidemos nuestro cerebro
(o más bien lo que queda de él).
Gabriel Marcel se muestra muy inquieto porque los teólogos alemanes, le han
dicho, ya no creen en la resurrección. Trato de apaciguarle y de abrazar su
angustia por pura amistad, claro está.
La boda de Hitler con Eva Braun tuvo lugar algunas horas antes de su suicidio.
Se llamó apresuradamente a un funcionario, el cual planteó a cada uno de ellos
separadamente la pregunta reglamentaria: «¿Es usted ario?». Respondieron
afirmativamente. Si Hitler hubiera dicho «No», hubiera sido la respuesta más
extraordinaria de la Historia.
170
Hemos sido arrojados a este mundo para conocer el drama de no poder llorar.
Tengo tal necesidad de dormir, que tengo que hacer un esfuerzo para no
dejarme hundir. ¿Quien está fatigado? ¿mi cerebro o qué? Debería volver a tomar
café; pero sería la ruina física en pocos meses, el regreso a la época heroica de mi
gastritis.
Pensé que llegaría un día en que no tendría piedad por mí mismo, en que me
emanciparía de esta obsesión malsana; los años no han hecho más que
arrastrarme más profundo, que atarme a ella irrevocablemente.
¡Pensar que hubo un tiempo en el que temía ser canonizado vivo! ¡Qué caída
desde entonces! En esa época, seguramente era alguien. Evolucionamos a
nuestras expensas. Es la razón por la cual hay tan pocos santos.
Me sería incomparablemente más fácil vivir sin traza de creencia que sin traza
de duda. La duda destructiva, la duda nutritiva...
171
Hay en mí un rabioso y un escéptico que no pueden ponerse de acuerdo en
nada. Soy la suma de sus desacuerdos.
Cada día me propongo vengarme contra tal o cual, y cada día me empleo con
éxito en neutralizarlo, en arruinar mi proyectos de venganza.
La ciudad está vacía, el cielo cubierto, casi negro. Parece la espera de una
catástrofe. Nochebuena en mi corazón. Para mí, la felicidad es muy simple: no
pensar en el futuro.
Dormir: la cosa más inteligente que se puede hacer. ¡Poder salir a voluntad del
tiempo!
172
Es degradante morir. ¡Devenir de repente en objeto!
Destino. B.T., que estaba loco por París, que había terminado un libro sobre la
Defensa de la Civilización con esta increíble, exasperante y magnífica
afirmación: «Después de la Razón, Francia es el más grande honor del hombre»,
B.T., digo, se quedó en Rumanía para lamentarse, y yo, que había idolatrado a
otros países, vine a eternizarme en este con el que tengo la relación más extraña.
Para que me guste un país, debe ser, de alguna manera, como Francia no lo es
en absoluto, ¡por desgracia!
173
Una tarjeta de felicitación, firma ilegible, procedente de Bucarest, donde se
habla de mis «éxitos», del «honor» que le hago a mi país, donde se me asegura
que soy «amado y admirado», me sumerjo en la perplejidad y la vergüenza: ¡si
esta gente supiera al pobre hombre que «aman y admiran»! A menos que todas
estas efusiones no sean más que entusiasmos e hipérboles balcánicas, lo que me
parece más verosímil.
174
Entrar en ti mismo, y escuchar un silencio tan viejo como el ser, más antiguo
incluso, el silencio anterior al tiempo.
175
En Treblinka, se ve, en un cierto momento, a judíos, que habían perdido a toda
su familia en las cámaras de gas del campo, dar un espectáculo (concierto, danza,
boxeo) ante sus verdugos, que aplaudían a rabiar, lo mismo que los judíos
presentes (alrededor de un millar, que precisamente estaban encargados de esas
famosas cámaras). Todo es tan horrible, tan loco, tan inverosímil, que el lector,
llegado aquí, se desliza fuera de la realidad. De hecho, este infierno parece un
sueño, porque si no puedes representártelo no puedes creerlo.
El deseo de gloria no es más que una de las expresiones más sutiles del apetito
de poder.
El drama de no poder rezar ... ¿Rezar por quién? ¿qué? ¡Ah! ¡Dios mio!
176
Cada ser emerge de no sabe dónde, siembra su pequeño grito y desaparece sin
dejar rastro.
L.G., mi enemigo más encarnizado que no cesa de calumniarme desde hace una
veintena de años. Ha creado el vacío a mi alrededor; los críticos que me habían
sostenido me detestan, ya ninguna revista pide mi colaboración. Me impide
entrar en la Investigación, me ha hecho perder más de un amigo.
Y sin embargo le debo mucho. Sin su campaña de denigración, todo hubiera
sido demasiado fácil para mí, hoy tendría un nombre, es decir que sería un
cadáver. Lo soy quizás aún así, pero de otra manera, más honorable, al menos
ante mí mismo. Si hubiera entrado en la Investigación, habría hecho una tesis,
luego nada en absoluto. Debo, sí, mis libros, a L.G., y si existo en cierto modo, es
gracias a él. Entiendo por existir no tanto literariamente como espiritualmente. El
aislamiento con respecto a los hombres que cuentan, el sentimiento de ser
rechazado, de estar fuera, al lado, de ser un paria, todo eso es beneficioso a la
larga. ¿Si no me desprecio completamente no es hasta cierto punto reconfortante
que se lo deba a alguien que se ha especializado en el odio hacia mí?
177
«Empleamos en las pasiones el material que nos ha sido dado para la
felicidad.» (Joubert.)
Odio al hombre; pero no puedo decir: odio al ser humano. Hay algo en esta
palabra ser que no evoca precisamente lo humano. Algo lejano, misterioso,
entrañable, todo cosas ajenas a la idea de próximo.
178
Me siento completamente bloqueado. No logro escribir mi Noche de
Talamanca. No tengo ninguna gana de tratar el suicidio. Y sin embargo me
repugna abandonar un tema. Éste, es absolutamente necesario que hable de él, de
lo contrario acabará envenenándome.
Estoy sorprendido de ver hasta que punto mis ideas me han influenciado.
Me parece que solo ahora las comprendo verdaderamente. Se encarnan, toman
definitivamente posesión de mí. Hasta ahora solo eran obsesiones, o ideas
justamente. Ahí están al fin elevadas o degradadas (como se quiera) a fatalidades.
¿Cómo liberarme de ellas?
Me he convertido en mi propio discípulo. Soy víctima de mis puntos de vista.
Me asfixio en mi escuela. Y sin embargo, todo lo que he aprendido, todo lo que
sé, habría concedido a otro el derecho a la plenitud, a la plenitud del vacío,
es decir a la sabiduría.
Solo los hombres poseídos de una gran ambición hacen grandes cosas, porque
concentran toda su energía en un solo punto. Son obsesivos incapaces de
dispersión, de negligencia, de desenvoltura…
… Soy un obsesivo que pertenece a la categoría de los distraídos. Tal es el
secreto de mi ineficacia.
Es una cosa extraordinaria poder mendigar. Solo he podido hacerlo por carta…
¡Qué lamentable sannyasin [renunciante]!
179
Para hacer una obra hay que ser impermeable al aburrimiento.
Creía, hace muchos años, que estaba amenazado de santidad, que no había
forma de escapar a ella. Este terror me parece ahora propiamente inconcebible y
me pregunto si estaba en mis cabales cuando lo sentía.
Me gusta esta idea hindú según la cual puedes confiar tu salvación a otro, a un
santo de tu preferencia... Râmakrishna pide a un gran actor ebrio, caído, incapaz
de salvarse por sus propios medios, que se lo confíe a él, que le permita orar en
su lugar; el actor vacila, después consiente. Es vender su alma a Dios.
180
Intenté leer el Doctor Fausto de Thomas Mann. Imposible. Es anticuado. Es
aburrido, es endiabladamente huno. Un rollo pretencioso. El país de la metafísica
y de la música no ha producido, ni podrá producir ninguna gran novela. (En el
fondo el espíritu metafísica es lo más opuesto a la novela como tal).
Además, esta prosa lenta, metódica me horripila. Es soportable en un Tolstoi;
pero aparte de él, en todas partes es soporífera.
¿A qué se deben estos terrores súbitos? Sería demasiado fácil buscar una causa
fisiológica, y además no los explicaría. ¿Reducirlos a accesos mórbidos? ¡Cómo
si hubiera algo patológico en el hecho de temblar porque te percibes de repente
como nada!
La ansiedad es mi alimento, mi menú; invariablemente recibo mi ración
cotidiana. Los días felices no han disminuido. Más bien lo contrario.
Para llevar a buen fin una obra, para comenzarla incluso, es necesario creer. Lo
que está muerto en mí es la fe, el auto de fe, el acto de adhesión inicial sin el cual
nada puede empezar.
181
Mi posición filosófica está hecha de una doble tentación: Vedânta y
Madyanika(s). El absoluto y el vacío; la suprema realidad; la suprema irrealidad.
En muchos sentidos, soy más sociable que muchas personas. ¡Sin embargo, qué
miedo tengo a los seres! ¡Cuándo comprendo que han reducido su existencia a un
diálogo con Dios!
Juliano el apóstata.
Drama de toda apostasía. Dejando el cristianismo, convirtiéndose en el
enemigo, no hizo en el fondo más que permanecer fiel de otra manera, ya que la
religión renegada le perseguía hasta el punto de no poder desprenderse de ella.
El tránsfuga, el traidor, el converso obsesionado por su conversión, no cambia
de pasión, le da otra dirección, otro sentido. Todo apóstata violento, que se agota
denunciando su antigua fidelidad, prueba en el fondo que no ha encontrado una
nueva. El anticomunista continúa siendo comunista, en el sentido de que sigue
enfocado en el comunismo, que a su pesar ha hecho de él el centro de su vida.
Luego su antigua pasión no ha cambiado esencialmente. Para eso, debería
olvidarla.
182
Los obsesivos, ya sea en la vida o en la literatura, se repiten forzosamente: no
pueden salir del círculo estrecho de sus preocupaciones, siempre vuelven a caer
en sí mismos.
Como escritor, el obsesivo es un retórico superlativo.
183
Lo que hace que mi posición sea extremadamente difícil de soportar, es que,
habiendo demolido todo alrededor de mí y sin duda en mí, debo vivir y vivo en la
ecuación existencia = destructibilidad. O hace falta algo sólido aquí abajo si se
quiere conservar no ya la razón sino el coraje. Pero precisamente ya no me queda
coraje, y solo afronto mis «problemas» por persuasión, por ejercicio, por engaño.
Donde no hay voluntad, no hay conflicto. Con abúlicos no hay tragedias. Sin
embargo la ausencia de voluntad se puede sentir más dolorosamente que un
destino trágico, aunque interesa más a la psiquiatría que a la literatura.
Hacemos progresos hasta los treinta años. Después, tentamos, nos acabamos,
nos perfeccionamos, nos preparamos para el declive.
Deberíamos morir hacia los cincuenta. Lo que sucedía antes. La ciencia
representa la consolidación de la decrepitud. Ha rescatado cadáveres. Hay que
dejar a las personas extinguirse como siempre lo han hecho. No contenta con
haber perturbado la economía de la naturaleza, la ciencia ha introducido a
mayores una nota de indiscreción, incluso de indecencia. Porque es malsano
arrastrar, extender tu carcasa más allá de un cierto número de años.
184
Intento explicar mi gusto por ese crápula de Talleyrand. Creo haber encontrado
la razón: cínico en pensamiento, no puedo serlo en la vida; o admiro a todos
aquellos que tienen ese coraje, que saben desafiar una opinión además de con
palabras. El cinismo práctico me fue poco más o menos prohibido; me consuelo
leyendo cualquier cosa que trate sobre tipos como Talleyrand.
Sólo nos gustan los autores que sufren, aquellos de los cuales sentimos sus
dolores y sus taras secretas. Todo lector es un sádico que no lo sabe, y no hay un
grito del que no esté ávido. Es un insaciable al que solo el infierno satisfaría, si
pudiera ser el espectador, el crítico.
185
En todos los períodos de largas persecuciones, se produce un momento en que
las víctimas están tan degradadas y son tan despreciables como sus verdugos.
Mi drama es haberle dicho lo que le tenía que decir a la existencia. Todo lo que
pudiera añadir es accesorio. Solo podemos renovarnos renegando; pero no puedo
renegar, ni tan siquiera tengo ganas, porque en mí se trata, no de una concepción
sino de un sentimiento vital. Y no se cambia de sentimientos. Sería como intentar
abolir todas mis experiencias pasadas. Para mi desgracia, creo en mis ideas
porque previamente las he vivido todas, las he sentido, las he probado. Encerrado
en mi universo, solo puedo salir de él destruyendo mi memoria.
186
Uno deja de ser escritor, tan pronto como deja de interesarse por su propia vida.
El desapego hacia uno mismo arruina el talento. Cuando se destruye la materia
prima de la inspiración, nos rebajamos enseguida cayendo en sucedáneos.
En mis sueños, siempre parto hacia continentes que no quiero visitar. Cuando
finalmente hay que partir, me despierto, con gran alivio.
Una velada pasada con escritores, necesitas al menos una semana para
recuperarte.
187
La poesía que se aproxima a la plegaria es superior a la plegaria a y la poesía.
Las personas que han sufrido mucho finalizan, con algunas excepciones,
cercanos a la arrogancia y no a la humildad. Te arrojan a la cara sus desgracias, y
no cesan hasta que sufras tanto como ellos.
Pienso en X. Soportó mucho en su vida, fue humillado, se entiende. Pero la
forma en que trata a la gente es odiosa. Y no sabe que es cruel. Cree que todo se
le debe; no tiene piedad. Para aceptar sus maneras, habría que ser un santo. Se
cree burlado si no aceptas rebajarte ante él. Lo que quiere, es humillarte, y nada
más. Pero ignora que es inhumano. Porque ni siquiera imagina que puedas tener
dignidad también. Fue perseguido; se ha convertido en un perseguidor. Por
desgracia todavía se cree una víctima. Lo que es aún más despiadado.
188
Estoy rodeado, acosado, sumergido por la calumnia. Y la única cosa que me
puedo permitir es dejarla hacer: me proporciona soledad, me protege contra los
hombres, me aleja de mí mismo sin que tenga que levantar un dedo.
Tan pronto como alguien tiene éxito, está amenazado. Triunfar, es caer, casi
siempre. No podemos resistirnos al éxito, a esta prueba, la mayor que un hombre
puede sufrir. El fracaso puede llevar a la salvación; el éxito, raramente, por no
decir jamás.
Durante estos cinco días al aire libre, he verificado una vez más que nací para
llevar una vida sana, al nivel de la «naturaleza». La ambición me agota, la
competencia me amarga. El contacto con el hombre despierta todo lo que tengo
de malo. Hubo un tiempo en que creía en el poder. Es un antiguo sueño que no
me he quitado completamente. Inconscientemente siempre deseo convertirme en
alguien. Mientras no sea así, siempre estaré desgarrado, roído, insatisfecho. La
paz supone el triunfo sobre la ambición, la aspiración apasionada al anonimato.
189
Fue Buda quien tenía razón, quien tocó lo esencial. Todo gira alrededor del
dolor; el resto es accesorio, y casi inexistente (ya que solo recordamos lo que nos
hace mal).
Mis sobrinos me escriben para agradecerme las cosas que les he enviado. ¡Para
estos tres niños soy un apoyo, una esperanza, el tío de América y Dios sabe qué
más! ¡Si los pobres supieran!
Las responsabilidades de las que huyes en tu juventud, las encuentras sin poder
esta vez escapar, en tu vejez. ¡Qué castigo por haber detestado tanto el
matrimonio! La Providencia acecha al soltero y le castiga: para ella es un
desertor. En el fondo no le perdona haber comprendido, haber rechazado ser
víctima, ser como todo el mundo.
Voy a reunir los tres ensayos ya publicados («El malvado demiurgo», «Los
nuevos dioses», «Paleontología»), y voy a añadir: «La noche de Talamanca»,
«Pensamientos estrangulados...», «Humores». Esto hará un pequeño volumen
bien ácido que llevará el título del primer capítulo: El malvado demiurgo.
190
Querría ser a la vez conocido y desconocido; y, si forzosamente tuviera que
elegir, preferiría la oscuridad (creo).
(Con toda honestidad, es peligroso pronunciarse sobre cosas parecidas. Por
mucho que te conozcas hay sectores donde nuestra lucidez falla. En donde estoy
en lo que respecta a la opinión de los otros, no sé estrictamente nada. Observo
siempre con pesar y a veces consternación hasta que punto nimiedades me
pueden herir. Mi vulnerabilidad es una derrota cotidiana que registro sin poder
ponerle remedio.)
Me gustan las palabras de Yeats sobre Wilde: «... debido a toda la sangre medio
civilizada que corría por sus venas, no pudo soportar la labor sedentaria del arte
creativo...»
191
Me culpo a mí mismo de ser yo.
*
Acabo de leer una carta de Disraeli en la que discute con Robert Peel porque no
le incluyó en su equipo ministerial. La carta está llena de amargura. Me dije: ¿Por
qué la escribió? ¿Cuál es la importancia de ser ministro o no? ¿No iba a morir de
todos modos? ¿No está muerto en efecto?
... Ese es más o menos el razonamiento que tengo para mí mismo, cada vez que
tengo que tomar una decisión, precisamente para impedir que la tome.
No hay santidad sin un cierto gusto por el escándalo. Esto es verdad en todos
los dominios. Todo hombre con quien hablamos prueba que no es enteramente
puro por una cierta inclinación a la provocación.
(El genio es la forma más visible y lograda de la Provocación.)
192
A lo que soy más sensible, es a la caída de alguien, que fue mi enemigo.
Solo me interesa el otro lado de un destino, y me anima el espectáculo de un
declive. Es ahí donde veo a un ser realizarse verdaderamente; es ahí donde
comienza a existir para sí mismo. No somos nosotros mismos hasta que los
hombres nos dan la espalda.
¿Qué soy, grandes dioses? Hace tiempo que he renunciado a ser cualquier cosa.
193
Mirado un tratado de Cálculo Operacional. Es insensato. Es más extraño que el
vicio.
Más de ocho millones de hombres tasados alrededor del Sena y cuya misión es
atormentarse, acecharse, hacerse sufrir noche y día.
Creo que voy a romper con el cristianismo, incluso con los místicos. He
perdido mi antiguo fervor, y mis fiebres son cada vez más frías.
194
La depresión es universal. Incluso los piojos deben conocerla. No hay medio
alguno de inmunizarse.
195
Bismarck, en el apogeo de su grandeza, se acusaba de haber provocado tres
guerras y de haber causado la muerte de 80.000 hombres. Fue hacia 1877 cuando
cayó presa de los remordimientos. Menos de un siglo después, Hitler... pero él
ignoraba los remordimientos. Estaba demasiado loco para eso.
Aburrimiento mortal en casa. Debería salir. Pero tengo miedo de salir, tengo
miedo de todos los puntos de este mundo, de este mundo incluso tengo miedo de
mi incuriosidad.
196
Paul Tillich cuenta que cuando se puso a enseñar teología en América, en 1933,
sus estudiantes aceptaron sin dificultad su puntos de vista bastante poco
ortodoxos sobre Dios, Jesús, la Trinidad, la Iglesia; pero cuando tocó la idea de
Progreso, fue un concierto de protestas... «¿En qué vamos a creer si nos quitas
esta creencia? Fueron estudiantes de una Divinity School [Escuela Divinidad] los que
reaccionaron así.
197
Adormecerse con la visión clara de uno de nuestros defectos que no osaríamos
confesar. Eso es lo que me pasó anoche, para mi gran vergüenza, no, para mi gran
honor.
Es bastante extraño releer un texto que fue escrito hace años, con la sensación
de que no eres el autor, de que no te concierne directamente. ¿Es mío o no es
mío? De todos modos, ya no soy el mismo, pero sin ser otro. Esta relectura
forzada de la Tentación es para mí una fuente de malestar.
198
Para un autor, su obra no le ayuda en absoluto a vivir. No cuenta para él, es
como si fuera de otro. Mis libros, cuando los veo en una librería, no me parece
que tengan alguna relación conmigo. Son como habitaciones, como casas en las
que hemos vivido hace mucho tiempo. Rara vez pensamos en ellas; están vacías,
no cumplen ninguna función en nuestra vida. Ya no son nada.
Sin haber podido aceptar los sacrificios que exige el éxtasis, me he replegado
sobre la Duda, que se contenta con el drama y la frivolidad.
El éxtasis es una recompensa que solo va a aquellos que se han impuesto un
martirio, que se han torturado sin una necesidad exterior.
En Montparnasse, divisé a un tipo que frecuentaba los cafés hace una veintena
de años y que conocía bastante bien. La edad le tiene tan marcado que, para no
tener que observar más de cerca sus efectos sobre él, preferí fingir no
reconocerle.
Pienso en la cara de A.R. de R., en su ataúd, antes del «cierre», hace tres años
de eso. ¡Qué desesperación! Imposible imaginar un rostro humano menos sereno.
Ni un solo instante se reconcilió con la muerte.
Reconciliarse con la muerte, está muy bien, ¿pero después qué interés se puede
tener todavía en vivir? Sin las sorpresas del miedo, la existencia ya no tendría
atractivo. ¡Novalis sintió elocuentemente que la muerte era el principio
novelizador de la vida! Sin ella todo es plano, y sin sabor. La muerte es el aroma
de la existencia. Ella sola presta gusto a los instantes, ella sola combate la
insipidez. Solo podemos soportar la Vida gracias al principio que la destruye.
Debemos todo, digamos: casi todo, a la muerte. Esta deuda de gratitud que
consentimos pagarle de vez en cuando a alguna cosa estimulante, COLMANTE
(si se puede decir así).
199
Nadie es más vulnerable, está más «desollado» que yo, y no hago otra cosa que
insistir sobre el desprendimiento, el renunciamiento, el nirvana.
Es provocador mirar a alguien a los ojos, incluso si se conoce bien y desde hace
mucho tiempo.
Debemos esforzarnos por lograr una mirada abstracta.
(Es necesario que la mirada se emancipe de los seres).
Siempre habría que pensar en los más desheredados que tú mismo. Pienso en
P.C., en este momento tal vez «encamisado» en Sainte-Anne. Tú conservas
todavía la ventaja de poder dominarte; ¿qué puedes desear mejor? Ser dueño de
tus movimientos, excepto de tus humores, es una hazaña, un éxito cuando ya no
sabes dónde estás en relación a nada.
200
Si no supiera defenderme, pasaría mi tiempo escribiendo sobre mis
contemporáneos y, lo que es más grave, sobre mis amigos. Me negué a hacerlo
sobre Paulhan, Michaux, y ahora, sobre Beckett. No puedo detenerme sobre
escritores cuyos méritos son reconocidos casi unánimemente. ¿De qué sirve
escribir sobre alguien que ha sido comprendido? Estos números de L'Herne
tienen algo de masivo y fúnebre: es una losa funeraria que se lanza sobre un vivo.
Es un enterramiento, es incluso peor que un Premio Nobel.
Por otro lado, no puedo admitir que personas que se mantienen al margen y que
manifiestan despreciar el mundo de las Letras acepten estos homenajes recogidos
de todas partes, mendigados a diestra y siniestra. ¿Qué puede suponerles, estos
elogios convencionales, pesados, inoportunos? Decididamente, no comprendo
(no quiero comprender más bien). Asuntos parecidos pueden tener un significado
en la universidad; ¿pero para los escritores? Mezclas, Festschrift [Conmemoraciones],
todo esto es irritantemente universitario, y viene, como debe ser, de Alemania.
Las pocas cartas que escribo son cartas de rechazo. Tengo horror a escribir
sobre los otros. Tengo la reputación de alguien de vuelta de todo, y sin embargo
me piden por todas partes admiración. ¡Como si tuviera que prodigarla! Solo
admiro algunos éxitos y algunos fracasos extremos. Pero no me gustan los
grandes nombres, las estrellas, las glorias desmesuradas, desproporcionadas,
aunque tenga amistad o estima por los que sufren sus beneficios o perjuicios.
201
Tengo una piedad devoradora.
*
No sé a qué apela la música en nosotros; pero es cierto que toca una zona que
es inaccesible por otros medios, por otras perturbaciones, la locura incluida.
202
He visto en Plon, al académico H.M., ochenta y un años, aspecto bastante
miserable. Me cuentan que hace algunos años lo encontraron desvanecido, en su
despacho (el más lamentable de la casa). Llaman al director, quien, algo
emocionado, dice a la audiencia susurrando: «Ya saben, no siempre sacia su
hambre.»
Cinismo y estupidez. Evidentemente, con lo que le dabas al mes.
A dos kilómetros de mi pueblo natal, hay una aldea habitada únicamente por
bohemios. Hacia 1910, Pâcala (el autor del libro sobre Rasinari) fue allí
acompañado de un fotógrafo. Se las arregla para reunir a los bohemios que
aceptan dejarse fotografiar, sin saber muy bien a decir verdad lo que era. En el
momento en que les dice que no se movieran, una anciana exclama: «¡Os van a
robar vuestra alma!». En esto todos se precipitan sobre los dos visitantes, que
solo lograron escapar prometiendo darles todo el dinero que quieran.
La emoción que sentí el otro día mientras leyendo en un bocete [lamento]: ¿se te
ha secado la tinta?, era sin duda explicable. ¡Por desgracia! acabo de constatar
que la historia de la falta de papel, de tinta o pluma, vuelve en casi todos los
bocete [lamentos]. Luego es un cliché, un procedimiento, literario.
Por otra parte no me hago ninguna ilusión sobre el genio poético de mis
consateni [compatriotas]: no imagino personas más burlonas; o, el genio satírico es
antipoético por definición.
Soy decididamente viejo: mi infancia está más presente que nunca, y todo lo
que he vivido desde entonces me parece un recuerdo lejano, casi una ilusión. Por
tanto, llegada una cierta edad, lo que permanece, son los comienzos y el fin, todo
salvo la existencia.
203
Sufrimos tan pronto tenemos necesidad de alguien o de algo. Arreglárselas para
depender del menor número de cosas y personas posible. Debemos resignarnos a
la pobreza, el anonimato y la muerte. Reducir al máximo tus ambiciones, aceptar
la oscuridad, habituarte a la idea de desaparecer.
... Todo esto, es fácil de desear, ¡pero cuándo se trata de pasar al acto! Lo que
no impide que se puedan hacer ciertos progresos. No lo he hecho del todo mal, he
comprometido casi todos mis deseos...
Solo podemos soportar este mundo en estado de ebriedad. Aún así haría falta
que ese estado durara veinticuatro horas sobre veinticuatro.
Incluso entonces no se resolvería del todo, la peor lucidez, la más destructiva
en todo caso, es la que surge de los intersticios de la ebriedad precisamente:
lucidez fulgurante, como una brecha del espíritu.
*
C.M. Fuimos «amigos». Decía «cosas buenas» sobre mí y se lo agradecía.
Un día la mentira se rompió. Y nuestra amistad también.
204
Una muchacha que no había visto desde hace años, y que, por teléfono, me dice
de entrada: «Parece que ya no escribes nada»... lo encuentro inconcebible.
Que le puede importar eso a todas estas personas, si ni tan siquiera han leído lo
que ya he publicado.
Pensar, es molestar.
El brío de Haendel. Tiene más empuje pero menos profundidad que Bach.
Cuando hemos comprendido que nada tiene una realidad intrínseca, que nada
es, y que ni tan siquiera podemos otorgar a las cosas el estatuto de apariencias, ya
no tenemos la necesidad de ser salvados: estamos salvados, e infelices para
siempre.
Pascuas. Volver a casa, después de haber recorrido las calles vacías, con la idea
de acostarse para un largo tiempo, para siempre.
¿De dónde puede venir mi propensión al tedio? Siempre he sufrido, en todas las
ciudades, en todos los lugares donde he vivido, en todas las edades. No tengo la
impresión de que sufro menos ahora. Me inclino a creer que esta disposición se
debe a mi temperamento, a mi fisiología, al estado de mis arterias, de mis
nervios, de mi estómago, a los males crónicos con que la naturaleza me ha
recompensado con una liberalidad insensata.
Sólo veo que Baudelaire y Leopardi hayan experimentado los estragos con una
intensidad análoga.
205
Todo sufrimiento moral sin causa evidente es mórbido. El tedio es un
sufrimiento de este tipo.
A decir verdad, cada vez que lo siento, me parece legítimo, razonable,
justificado. ¿Qué otro sentimiento podría inspirarme este mundo?
Lo mismo ocurre con el miedo, el disgusto, e incluso el entusiasmo.
No puedo olvidar que hace exactamente treinta años escribí un libro sobre las
Lágrimas y los santos, más sobre las lágrimas que sobre los santos.
Estas ganas de llorar que conozco desde mi periodo de insomnio (de los veinte
a los veintisiete años).
206
Creo haber definido la ansiedad como una memoria del porvenir.
Y en efecto, el ansioso es alguien que se acuerda, que ve, no, que ha visto, lo
que le puede pasar.
Desde hace mucho tiempo, ¿cuántos años? ¿Veinte, treinta? pensar para mí se
reduce a menudo a un diálogo con Buda..., a una querella, porque teniendo las
mismas obsesiones que él, no extraigo las mismas consecuencias.
(¡Vaya idea! ¡Compararme con el mayor iluminado que ha existido jamás! Pero
no me comparo, discuto con él. Los creyentes tienen el derecho a conversar con
Dios. ¿Por qué no podría, yo, definirme en relación a alguien que solo fue un
hombre y se tomaba por tal, aunque hubiera podido, con razón, atribuirse el
estatus de divinidad?)
207
Los alemanes y los judíos tienen en común que inspiran sentimientos violentos,
a favor o en contra; nunca o casi nunca sentimientos normales.
Lo que se puede reprochar a los judíos es que cada uno de ellos tiende a ocupar
demasiado espacio, porque nada le satisface y no cesa de extenderse, de
manifestarse. No conocen límites en nada. Es su fuerza y su debilidad. Van
demasiado lejos en todo, y es inevitable que choquen con los otros, con los que
también querrían avanzar pero no tienen los medios.
Fuera del sueño, nada me ayuda, nada me favorece. Una hora de sueño en
plena jornada me regenera para algunas horas, y hace funcionar mi mente.
Son mis enfermedades, mis fatigas, mi interés forzado por las cuestiones de
fisiología, las que me han llevado a desconfiar de la metafísica. Aunque no he
hecho ningún progreso durante muchos años; al menos he aprendido lo que es un
cuerpo.
La palabra carnal tiene para mí un sentido pleno, quiero decir que todas mis
ideas las he vivido en mis carnes. Mi carne las ha censurado, verificado, sufrido,
todas.
*
208
No se describe una sonrisa.
209
Soportar un rol subalterno sin amargura es mucho más difícil que ser un
excluido, un reprobado. Esta última condición comporta grandes satisfacciones
para el orgullo. Es un éxito al revés.
El título más bello: Exclamaciones. ¡Lástima! Fue cogido por santa Teresa.
A veces tiendo a pensar que es mejor sacrificar la propia vida a una obra que
vivir.
Pero a veces, pienso lo contrario. Y, en los dos casos, tengo razón.
Podría tragarme todos los días un libro de recuerdos. A falta de poder escribir
mis memorias, me cuelgo sobre las de los demás. Me gusta devorar vidas.
Soy el menos sabio de todos los sabios, pero sabio de todos modos...
Cuanto menos pienso en el paso del tiempo, más me acomodo a los actos. La
atención al flujo de los instantes es en todos los sentidos ruinoso para la salud. Si
quieres soportar la vida, debes olvidar el tiempo.
210
¡Rilke, Chestov, y tantos otros por los que he sentido culto! Todo eso es pasado.
He aprendido a desembarazarme de ellos, a decir verdad, no he hecho otra cosa.
En la primera mitad del siglo XVIII, ¿qué autor de moda, podría haber
imaginado que Saint-Simon, pequeño duque olvidado, contaría un día como el
escritor francés más grande?
Tengo arrebatos de pasión que frisan la demencia, yo que vacilo sobre todo y
dudo de todo. Sin esta dualidad esencial en mi naturaleza, ahora estaría en prisión
o con alguna camisa de fuerza.
211
Tener conciencia moral, escrúpulos, conocer el remordimiento, todo esto
significa que no hemos franqueado el horizonte humano, que no hemos visto más
allá del ser humano, al que todavía le concedemos gran importancia.
No me consideraré un hombre libre hasta el día en que, siguiendo el ejemplo de
los grandes asesinos y sabios, me eleve por encima del remordimiento.
En Toulouse, en la Edad Media, todos los años, en Sábado Santo, el gran rabino
era abofeteado en público por el deicidio cometido por sus ancestros.
En una entrevista a Claude Simon, éste dice que se esfuerza en abstraerse del
relato, en no intervenir a la manera del novelista ordinario que se erige en juez;
quiere ser perfectamente objetivo, dejar que las cosas y los seres se entreguen
ellos mismos.
... Y pienso que si Saint-Simon es hoy en día el escritor francés de prosa más
vivo, es porque está presente en cada línea que escribe, se le siente palpitante,
jadeante, detrás de cada «salida», cada carga, cada adjetivo.
Escribía, no hacía teoría del arte de escribir, como se hace comúnmente en
Francia, en detrimento de la literatura. A todos estos tipos exangües, escleróticos,
racionalistas, les falta temperamento, son sutiles y aburridos: son prolijos
cadáveres, disfrazados de esteticistas. No tienen alma, sino método. Todos, no
tienen más que eso. ¡Cómo detesto a estos literatos, cuyo talento me resulta
inútil!
212
Me digo a veces: Nadie habla de ti. Es como si hubieras muerto hace tiempo.
Y después me avergüenzo de esta amargura. Todo lo que tengo que hacer, es
continuar como si nada pasara, y trabajar para merecer mi propio respeto. Porque
no es el desprecio de los otros, es el propio el que hace mal. Tanto que si
estuviera a mal conmigo mismo, ni siquiera el aplauso de los dioses podría
hacerme flaquear en mi favor.
Hay que estar a bien contigo mismo, ajustarte a la idea que te has hecho de tus
propias capacidades y no traicionarlas por apatía, indiferencia y disgusto de ti
mismo.
Desde hace años, vivo por debajo de mis ambiciones y de mis fuerzas. No se
puede ser más traidor a uno mismo que lo soy yo. Es el único dominio en el que
verdaderamente sobresalgo. La vitalidad de mis remordimientos desafía la
imaginación.
En materia de prosa, no hay ninguna regla; sí, ser avaro con los adverbios.
Tan pronto como tomo una decisión, me arrepiento, y empleo todos los medios,
incluido el deshonor, para cuestionarla y para que su efecto sea anulado.
213
No comprendo como alguien tan indolente como yo puede pensar tanto en la
Destrucción. ¿No será por qué es la única forma de actividad que no me parece
degradante? Y sin embargo construir, crecer, edificar son infinitamente más
lentos, y más delicados y más complejos que aniquilar. Esto es verdad; pero
aniquilar da una sensación de poder y adula algo oscuro, original en nosotros,
que ninguna obra podría suscitar. No es construyendo, es destruyendo como
podemos adivinar las satisfacciones secretas de un dios.
El hombre verdaderamente solo tiene la sensación de ir más allá de sí mismo
cuando medita cualquier fechoría.
No escribir sobre autores con los que tengo afinidades. Es indecente. Es hablar
de ti mismo de una manera apenas disfrazada. Pero este juego no engaña a nadie.
214
Caigo en el libro de Foucault Las palabras y las cosas, que no tengo ninguna
gana de leer, en una frase donde pone en el mismo plano a Hôlderlin, Nietzsche y
Heidegger. Solo un universitario podría cometer semejante falta de lesa-
humanidad. ¡Heidegger, un profesor al lado de Nietzsche y Hôlderlin! Esto me
recuerda a ese crítico que se permitió escribir: «de Leopardi a Sartre», como si
entre el uno y el otro pudiera haber la menor filiación. Un poeta, un espíritu
supremamente verdadero por un lado, un creador dotado, pero creador, por el
otro.
Este tipo de aproximaciones, esta confusión de valores me ponen fuera de sí.
Hace muy bueno. Y este sol me hace pensar que mi madre y mi hermana ya no
está aquí para disfrutarlo. La Muerte no es nada; la muerte de alguien lo es todo.
215
Si algo existiera, el miedo a no poder abordarlo volvería única la sensación.
Como no hay nada, todos los instantes son perfectos y nulos, y es indiferente si
se disfrutan o no.
Que mi vida es un naufragio, lo prueba que nadie me envidia. Los locos pueden
odiarme pero no envidiarme: vivo demasiado al ralentí para eso. Cualquiera
puede adelantarme. Es mi gran ventaja que me preserva de muchos golpes.
216
E. me llama dos veces al día desde Zurich. Por la mañana me promete no beber,
por la noche, está borracho y me habla de suicidio. Y yo, que he hecho apología
de él, me empleo en detenerle.
Pienso de nuevo en E., en la escena del otro día, a medianoche, llorando como
un niño al teléfono, en ese hotel de Lucerna, y diciéndome que tenía que matarse
pero que no tenía la fuerza para hacerlo, que el miedo se lo impedía, que tenía
que ayudarle a quitar este último obstáculo. Angustia sin límite comparable a la
de Marilyn Monroe, estrella también.
De dos cosas estoy seguro: el alcohol y la gloria son obras diabólicas. No hay
que entregarse al primero, no hay que buscar la segunda. Son dos peligros que no
me conciernen, aunque rozara el primero en mi juventud.
El verde tierno de los abedules sobre un fondo gris-malva en las colinas entre
Maisse y Milly-la-Forêt.
Cuanto más regreso a las cosas, más me parece que los únicos seres que han
ido al fondo de todo son los que han dado la espalda al mundo.
217
En el libro de Foucault [Las palabras y las cosas], trata a menudo de la «finitud
antropológica», imagino el efecto que tales fórmulas pueden provocar en los
jóvenes. Evidentemente, te hace más ducho que la «miseria del hombre», «el
hombre como animal condenado», o «la duración ínfima» de la historia humana.
De todas las imposturas, la peor es la del lenguaje, porque es la menos
perceptible para los embrutecidos de nuestro tiempo. Hay que decir que
Heidegger abrió la veda, y que, para un filósofo, si quiere experimentar el
ostracismo, si quiere probar en su carrera la dicha «finitud», no tiene más que
rechazar la jerga y emplear el lenguaje corriente, sensato. El vacío se hará
automáticamente a su alrededor.
El Sr. Arland me pide un artículo para la N.R.F. Voy a escribir uno sobre el
suicidio (partiendo de la reciente «discusión» telefónica con E.). En el fondo, es
volver al tema de La Noche de Talamanca, que permanece en estado de proyecto.
218
La lectura, el mayor placer pasivo.
De todas las reflexiones, las más fútiles son las que se hacen sobre literatura.
La crítica es lo más estéril; es mejor ser tendero que escribir sobre los otros.
Tienes que leer un libro y luego tirarlo; inútil hablar de él, resumirlo y
comentarlo. ¿De qué sirve sopesar los méritos y los defectos? Si es bueno, se
incorporará a tu propia sustancia; si es malo, habrá sido una pérdida de tiempo.
Eso es todo. ¿Por qué reflexionar indefinidamente sobre lo que has leído?
219
Amo a esos monjes que, en los primeros tiempos del budismo, utilizaban un
cráneo a guisa de bol para limosnas. Nada invita tanto a la paz como el comercio
cotidiano con los símbolos que la niegan.
Amo todo lo que se puede amar aquí abajo, y sin embargo mis pensamientos,
uno tras otro, quedan atrapados en un invisible convento.
Atacar, aunque solo sea por el placer de atacar, es probar que se tienen
convicciones, es mostrar que se cree en algo, aunque sólo sea en ese placer
justamente.
*
220
Todo hábito es un vicio. Y el vicio no es más que un hábito supremo.
Me agoto en palabras por nerviosismo e impido a los otros hablar por no tener
que aguantarme ni explotar.
Tengo la borrachera locuaz. De ahí el disgusto hacia uno mismo resultante de
las libaciones.
Todo el día necesidad de llorar sin ninguna lágrima a la vista.
J.P.S., ¿cómo un hombre tan dotado puede creer en tantas cosas? ¿Y cómo
puede correr tras el éxito cuando su obra está terminada y lo que le que añade no
hace más que disminuir su valor?
Es como si hubiera sido lanzado en paracaídas entre dos idiomas: ¿cuál elegir?
Todavía me lo pregunto, ninguno responde del todo a mis caprichos profundos.
221
Es absolutamente imposible decir hacia qué tiende la humanidad; a cada
instante se ve superada por lo que concibe; no cesa de ser una sorpresa para sí
misma. Quien menos ha percibido su esencia es Hegel. La historia es algo
completamente distinto de lo que imaginó que es.
Los desafortunados son las personas más egoístas porque, mucho más que los
felices, solo pueden pensar en sí mismos. Están completamente absorbidos por su
desgracia a la que sacrifican todo lo demás. Solo únicamente cuando su desgracia
disminuye son capaces de imaginar la de los otros y empatizar con ella. La
generosidad no es, como se cree, lo propio de los que sufren; puede a veces serlo
de los que han sufrido. Pero incluso eso no es del todo seguro.
222
Todos los inconvenientes que sufrimos en la vida, hay que considerarlos como
castigos que recibimos por todos esos instantes de dejadez durante los cuales no
pensamos que otros sufren o mueren.
Quien quiera dejar una obra no ha comprendido nada. Hay que aprender a
emanciparse de lo que se hace. Sobre todo hay que renunciar a tener un nombre,
incluso a usar uno. Morir desconocido, esa es quizá la gracia.
Literariamente, un error raro vale más que una verdad conocida, probada,
banal; espiritualmente, es todo lo contrario.
Lo insólito no tiene ningún valor en el plano espiritual. Solo la profundidad es
lo que cuenta, el grado de profundización de una experiencia.
Cóctel con una joven japonesa. Deberíamos aprender la sonrisa nipona. El resto
es accesorio.
223
El otro día en casa de los Collin, dije que todos los rumanos eran impostores.
Mounir Hafez me pregunta: «¿Te consideras uno? —En cierto sentido, sí»,
respondí, sin poder precisar mi pensamiento. Lo que habría querido decirle, es
que es un impostor cualquiera, que por exceso de lucidez o por otra razón, no
logra identificarse con lo que sea. En mi opinión, el impostor no es aquel que
voluntariamente se entrega por lo que no es sino aquel que no puede ser la
expresión de nada, que conserva demasiada distancia con todo lo que hace para
poder encarnar una idea o una actitud. Es el hombre de los simulacros, no
deliberadamente sino fatalmente. Conviene añadir que, en el lenguaje corriente,
no es lo que se entiende por impostura, lo que siempre significa una voluntad de
engañar.
Pentecostés
Pienso en mi juventud, en tanto frenesí gastado a pérdida, y en todos esos
artículos en que puse lo mejor de mí mismo, esparcidos en periódicos cuyo
mismo nombre se me escapa.
La idea del infierno es una de las que honra a las religiones que la han
concebido, y es la insistencia con la que el cristianismo habla de él lo que le
redime ante mis ojos.
224
«Al encontrar, después de varios años, a una persona que hemos conocido de
niños, la primera impresión hace casi siempre suponer que alguna gran desgracia
ha debido golpearle». (Leopardi)
Desde hace dos o tres años que he vuelto a ver a mis amigos de la infancia,
verifico en cada reencuentro lo bien fundado de esta observación.
No hay nada que hacer: solo puedes actuar si olvidas que las apariencias son
apariencias, si las tomas por realidades. De otro modo... caes en la
contemplación.
*
Si este mundo está vacío, el otro no lo está menos. Si la salvación está hueca la
perdición debería estarlo.
225
Con Henri Michaux, tengo tres preferencias en común: Angèle de Foligno, la
Brinvilliers, Saint-Simon.
Me es cada vez más difícil escribir, estoy harto de este eterno ajuste de cuentas
con la vida...
226
En lugar de escribir, digo maldades de todos aquellos que escriben. Eso es el
fracaso. Me acuerdo de ese pintor, en un pueblo de Perche, que embadurnó las
paredes de los restaurantes (horribles paisajes con estanque, etc.) y que
despotricaba contra todos sus colegas, comenzando por Picasso, a quien llamaba
¡«gorrón»!
La amargura solo es aceptable a nivel especulativo, en estado de pura
abstracción: hiel decantada.
Había prometido hace unos meses dar un texto en junio. Al prometerlo, sentí
que el plazo estaba tan lejano que no llegaría jamás. El vencimiento está ahí sin
embargo. Así es como debe surgir, de todas las horas, la de la muerte.
227
Otro: alguien que me impide ser yo.
Cuando estás solo, eres ilimitado, eres como Dios. En cuanto alguien está ahí,
topas con un límite, y pronto ya no eres nada, solo algo.
Todo se esfuma en los seres, salvo la mirada y la voz: sin la una y la otra,
no podríamos reconocer a nadie al cabo de treinta años.
228
El último peatón. Así me veo.
El fracaso llama al fracaso, es una ley que verifico todos los días a mis
expensas. Cada derrota es una bola de nieve.
Quiero pronunciarme sobre algunos temas y detenerme ahí. Tengo horror a los
espíritus como Sartre que quieren imprimir su marca por todas partes.
Limitémonos, contrariemos nuestra funesta tendencia a la expansión, seamos
menos de lo que somos naturalmente, cesemos de inflarnos. La verdad reside en
la restricción. Lo que antaño se llamaba gusto.
«Si Dios te quiere en un cuerpo débil, ¿quién eres tú para estar irritado?»
Estos Padres del Desierto decididamente tenían remedio para todo.
Contra Baudelaire, cabe señalar que la civilización no hace más que acentuar
las huellas del pecado original.
229
Espero a Ion Frunzetti. Tres cuartos de hora de retraso, y aún no ha llegado.
Que mis compatriotas no tengan el sentido del tiempo, les felicito en abstracto.
Cuando se trata de una cita, es otra cosa.
No hace falta decir que la puntualidad no puede significar nada para alguien
que vive en una duración indiferente, en una especie de eternidad... cotidiana.
Pero también, en estas condiciones, hay que quedarse en casa, y no ir a países
donde cada minuto cuenta.
Chagall ofrece una tela a Jean Wahl. Uno de los hijos de éste, de diez años,
pintor en su tiempo libre, se pone a retocar la obra de la maestro. ¡Parece que
había imperfecciones!
Dicen: tienen miedo porque ven. Pero no, tienen miedo, antes de ver, en el
exterior. Es sin duda el olor.
El matadero israelita, el más cruel. Al menos cinco minutos de agonía. Después
este medio-rabino con el cuchillo en la mano para practicar el sangrado, ¡qué
odioso espectáculo!
Todo el tiempo que estuve en estos mataderos, pensé en los campos de
concentración. Es el Auschwitz de las bestias.
230
Escuchando a Handel. La música, sé que me toca realmente cuando, gracias a
ella, morir ya no significa nada para mí, porque no puedo morir, porque estoy
para siempre por encima de la muerte. Este milagro solo la música lo opera y,
quizás, cualquier forma de éxtasis.
Lo que siempre me ha asombrado es que haya seres que apuesten por mí, que
están dispuestos a creer que no los decepcionaré. Pero les decepciono, porque soy
lo decepcionante por excelencia, y casi por oficio.
231
Si no creyera en la validez de mis obsesiones, me tomaría por el más grande
impostor que ha existido jamás.
Del mismo modo, que todo lo que libera tiene un componente negativo. La
libertad, es desposesión, la falta de pertenencia querida, deseada, cultivada.
232
Sin la conciencia de la desgracia, sería el mayor impostor que haya existido.
(Hay impostura allí donde el exceso de lucidez no va acompañado por la
conciencia de la desgracia.)
Oración o cinismo
Son las dos únicas fórmulas que permiten superar cualquier prueba. Lo ideal
sería poder practicarlas por turnos; porque, a la vez, requeriría la síntesis de Dios
y del diablo, en una sola y única persona; tanta contradicción, ningún ser, ni
siquiera imaginario, podría contenerla.
Mi sobrino, padre de tres hijos, fue abandonado por su mujer que tenía un
amante con el que tuvo dos hijos. Este sobrino, acabo de enterarme de que ya no
da un céntimo a su descendencia, ¡incluso se sospecha que envía la mitad de su
salario a su esposa infiel! Y soy yo quien debe proveer las necesidades de estos
tres niños porque él, el padre, se desentiende.
233
Hace tres años, Paulhan me pidió, a través de un joven poeta, escribir el
prefacio al sexto volumen de sus Obras completas. Me negué, a pesar de cierta
deuda de gratitud que había contraído con él. Sin duda me equivoqué al no
aceptar. Pero en el momento en que me pidió el prefacio estaba tan aparte de
todo, que si Dios mismo me hubiera implorado escribir sobre Él, me habría
negado.
Solo se puede traducir a los autores sin estilo. ¡De ahí el éxito de los mediocres,
traspasan fácilmente cualquier lengua!
Ese japonés que dice que debemos comprender el «¡ah!» de las cosas.
Estoy despierto cuando todos los demás duermen, solo estoy presente para mí
mismo en medio de la noche.
*
234
El fin del mundo, no, el fin del hombre, de alguna manera debe llegar, es la
única esperanza.
235
Discusión con S. sobre el porvenir de nuestro país. Siempre las mismas
aprehensiones y las mismas perplejidades. Maldición de un pueblo aplastado por
la historia. En eso, no tengo nada que añadir a lo que ya he dicho en otras partes.
Fatalismo: miseria de miserias.
236
Visita de dos japoneses, absolutamente encantadores: un joven poeta que
prepara una tesis sobre Baudelaire, y una joven, adorable, que me aporta, ¡con
qué gracia!, un ciclamen. Los dos son vivos, cultivados. A su lado me sentía
como un patriarca. Durante la conversación, hablamos de que no sé quién:
«¿Es viejo? Pregunté.¡Ah! sí, dijo la ninfa. Nació en 1928.»
Casi la interrumpí: «Pero si tal es viejo, ¿qué dirás de mí que nací en 1911?»
Esta historia de la edad comienza a exasperarme. ¡Cuándo pienso que a los
veinte años despreciaba a todos aquellos que habían superado la treintena!
Merezco lo que me pasa.
Los únicos momentos que me llenan son aquellos en los que, caminando o
haciendo algún trabajo manual, mi espíritu se asimila a los objetos, es objeto.
237
Me preguntan: ¿Ha sido influenciado por X e Y? —No. Solo he tenido dos
maestros: Buda y Pirrón.
238
Ataque clásico de autocompasión. Sentimiento tan legítimo como despreciable.
Pensé que lo había agotado y superado. Pero no, está ahí, intacto. Sin embargo
desde hace un tiempo me parecía que había triunfado sobre él. Pero no se triunfa
en nada esencial.
Desde Rumanía, no cesan de pedirme servicios de toda clase. ¿Por qué yo que
tengo tantos problemas para ocuparme de mis propios asuntos, debo extraer el
coraje y la energía para ocuparme de los de los otros? Y dejo de lado la cuestión
del dinero...
Tengo muchos puntos de contacto con el espíritu francés pero ninguna afinidad
profunda.
239
«Nadie puede tocar el fondo del alma salvo Dios.»
(Maestro Eckart, Del Nacimiento eterno.)
240
Jamás leer las críticas: los autores solamente. Toda crítica viene de la
disertación. Es pedante y eso significa más inteligente que natural. He notado en
efecto que casi todos estos frutos secos que escriben resúmenes fuerzan su
inteligencia y querrían hacer creer que producen ideas sin esfuerzo, como sin
querer. ¡Pero todo es laborioso y pretencioso! Permanezcamos por debajo de
nuestras posibilidades y de nuestros dones: es la única manera de conservar
alguna decencia
Escribir cartas es una pérdida de tiempo. Pero es mejor que abordar un «tema»
y tratarlo seriamente.
241
Estamos hoy en día maravillosamente situados para comprender que cosa tan
abominable debió haber sido para el patricio o el esteta antiguo el advenimiento
del cristianismo.
¿La tarea de vivir y de morir tiene una base real, o no es otra cosa que una
ilusión elaborada, que la conduce hasta el fin? Lo que la vuelve atractiva, es su
nulidad intrínseca y su cualidad de universo. Lo es todo porque no es nada.
Este prefacio sobre Valéry, ¡ah! qué horror tengo a juzgar. El oficio de crítico
es abominable. Jamás escribir sobre nadie, abstenerse de cualquier requisitoria.
242
Lo que hay en el fondo del corazón, es la amargura: está ligada al alma. No hay
que removerla demasiado.
243
Jamás he sido nada, nunca he pertenecido a nada, jamás he tenido
convicciones; a lo sumo he sido conducido por obsesiones; incluso ellas han
acabado por sucumbir a mis dudas.
Desde los quince años, no hago otra cosa que esperar descubrir un sentido a la
vida; la manera más segura de no encontrarle ninguno. ¡Hubiera sido mucho más
simple vivir en lugar de fingirlo!
El problema del perdón, siempre vuelvo a él. ¿Podemos perdonar las injurias?
Puede que sí, pero no podemos olvidarlas. ¿Qué es el rencor sino la
imposibilidad de olvidar?
¡Qué ironía! Hace dos años cuando Guy Dumur me pidió para L'Express un
artículo sobre Valéry, lo rechacé porque, le dije, no me gusta volver sobre un
autor que ha marcado mi vida pero del que me he desprendido completamente
hoy en día.
Pues bien, ahora que lo he releído casi entero, así lo han querido las
circunstancias y mi condición financiera...
El «misterio» de la iniquidad del que habla el Apóstol, sí sin duda; pero más
importante, más significativo es el de la decadencia, ley secreta de todo ser,
premio más que ley; porque la decadencia participa del destino más que de la
naturaleza.
244
En el fenómeno de la vida misma está inscrito una enorme posibilidad de
decaer; todo vivo es virtualmente un caído, e incluso más que virtualmente.
Trato de releer Nota y digresión (1919) que Valéry escribió para la reedición de
su Introducción al método de Leonardo. Imposible, es puntilloso; todo es
endiabladamente verboso; me horroriza este texto que me influenció en su
momento, que me dio el gusto por la «frase», ¡por desgracia! son frases,
revoloteo, palabras, palabras; todo es demasiado brillante y finalmente
fastidioso; un juego del lenguaje que se pretende sutil y que lo es pero que, una
vez que ya no estás engañado, ya no puede seducirte. Esta falta de sustancia, te
deja con hambre. ¡Cuándo pienso en todo lo que tendré que releer antes de poder
expedir este prefacio! Cuidarse del estilo como de la peste. Debe haber una
realidad detrás, como con Proust; de lo contrario, se ejecuta en vacío. El
semiolvido en que ha caído Valéry está justificado. Jamás se debería volver sobre
tus entusiasmos; es verdad que, en este caso, no es por gusto, es por necesidad
que he vuelto a él. Los autores que hemos superado nos aburren forzosamente.
Incluso a Nietzsche, no lo releo sin dificultad.
Un autor se me cae tan pronto como tengo que leerlo para hablar de él. La
verdadera lectura es ingenua, desinteresada. Solo ella da placer. ¡Cuánto
compadezco a los críticos!
Me gusta leer como lee una portera: identificándome con el autor y el libro.
Cualquier otra actitud me hace pensar en el espía o el detective. O en el
despiezador de cadáveres.
245
Te haces una idea de ti mismo. Teniendo esta idea, te presentas ante alguien,
que pronto se apercibe, de que no la comparte de ningún modo.
La humillación es siempre doble: a los ojos de los otros, y a tus propios ojos.
Es esta última la que explica por qué afecta a un ser en profundidad.
Mis defectos son demasiado grandes para que puedan enmendarse en contacto
con los sabios.
Es indigno dejarse abatir, sin duda, pero si el abatimiento estaba en ti, antes,
mucho antes, ¿la ocasión debería haberlo desencadenado?
Debo frenar mi desánimo, porque si le dejo seguir su pendiente natural, me
llevaría lejos...
246
Reacciono a las «indelicadezas», a las humillaciones, como cualquier
hipersensible. Pero después de haber sufrido, me reprendo, razono. Mis
pretensiones de desapego siempre me ayudan, no a parar los golpes, sino a
«digerirlos». En todas las heridas de amor propio, hay un primer y un segundo
tiempo. En el segundo se revela útil nuestro entrenamiento en «sensatez».
Cuanto más releo a Valéry, más ganas tengo de vengar a Pascal por las páginas
estúpidas que V. le consagró.
247
Cuando paso días y días en medio de textos donde solo se habla de
tranquilidad, de contemplación, de renuncia, me entran ganas de salir a la calle y
romper la cara al primer transeúnte.
¡En las Tres en punto de Whistler, Mallarmé tradujo «glorious day» por
«jornada gloriosa»!
Es bastante entristecedor pensar que dijimos lo que teníamos que decir, que
proferimos su No a todas las cosas.
Cuando has hecho algo, estás contento. Habría que superar esta satisfacción
que sucede a las cosas realizadas. Habría que superar, disociar para siempre el
acto de la sensación.
248
He escuchado, esta mañana, un sermón de Ginebra donde el buen pastor decía:
«Ninguno de vosotros puede estar seguro de que no morirá durante este año que
comienza.»
Este costado maleducado del cristianismo ha asegurado su éxito. Toda religión
es exceso de indiscreción, violación de almas.
Me piden actos, pruebas, obras y todo lo que puedo ofrecer son lágrimas
transformadas.
X, gran alma tanto como queramos pero mal pintor. No estaba hecho para
aferrarse al mundo visible todavía menos para vivir del color. Es demasiado
parásito del otro mundo.
«Es imposible amar por segunda vez lo que verdaderamente has dejado de
amar.»
Esta frase de La Rochefoucauld se aplica tan bien a mis relaciones con Valéry.
Hubo un tiempo en que le leía con deleite; este período ha pasado; ahora que
tengo que volver a él para hablar de ello; me es imposible encontrar, no digo
ardor, sino la debilidad de otras veces. Jamás se deberían aceptar trabajos de
encargo, por necesitado que estés.
249
Acabo de escribir a una amiga rumana que me anuncia que es abuela:
«Los años nos devoran y un buen día nos despertaremos viejos y completamente
ridículos...»
El prosista debe evitar la poesía como la peste. La poesía es una tentación que
debe pulirse si quieres triunfar. Que se sienta la posibilidad, o el lamento, de la
poesía. De lo contrario, eres Voltaire.
He intentado hacer algo por éste o aquél. En vano. No podía ser de otro modo.
¿Cómo hacer algo por los otros cuando no puedes hacer nada por ti? Para salvar a
alguien, debes haber conseguido previamente tu salvación. Un no liberado no
sabría ayudar a nadie. No te aferras a una ruina.
250
Esos instantes despiadados en que nos vemos como nos vería un Indiferente, un
de vuelta de todo.
Un amigo me dice con toda razón acerca de Mallarmé y Valéry que eran
«pequeño burgueses megalómanos».
E.R. me entrega para que lea su manuscrito que Gallimard acaba de rechazar.
Lo leo, lo encuentro interesante y tranquilizo al autor: encontrará sin duda un
editor. Después, me responde: «Estoy convencido, mi libro es único.»
Y, en cierto sentido, tenía razón. Pero también se puede decir que cualquier
libro es único, como todo ser lo es. Todo el mundo imita a todo el mundo, está
claro; pero esta imitación jamás es perfecta; tiene deformaciones y desviaciones;
lo que se llama originalidad.
251
El rol de un crítico es volver inteligible una obra oscura o voluntariamente
oscura. La crítica debe ser más clara que el autor; ¿de qué sirve leer un
comentario más difícil que la obra que comenta?
(Blanchot es el crítico más profundo y el más exasperante que conozco.)
Un autor que escribe en Suiza libros improbables, de los que nadie habla, me
envía el último hasta la fecha, y me dice, en la dedicatoria, que somos igual de
«desconocidos»... Lo que, quizás, es verdad; pero él es rico, y no tiene necesidad
de ser reconocido, no le hace falta escribir prefacios para vivir, puede atenerse a
sus divagaciones.
252
«Es ridículo rebelarte contra las cosas que no dependen de ti», me repito diez,
veinte veces al día. Y no obstante me rebelo, y continúo a pesar de la aparente
justeza de la máxima estoica, que, de todos modos, me sirve a veces luego no es
integralmente inútil.
Cuando tengo que llevar a cabo una tarea que se me ha confiado y que he
asumido por necesidad e incluso por gusto, todo me parece importante, todo me
seduce, salvo ella.
253
Tan desarrollado está en mí el gusto por las empresas ineficaces, que no hay día
en que no cuestione mi nacimiento.
Y sin embargo, este cuestionamiento no está tan desprovisto de sentido, porque
el nacimiento es uno de los factores más importantes del malestar de ser. No es la
causa; la causa, hay que buscarla en las razones que vuelven todo nacimiento
posible. Hay que remontar más lejos, al deseo.
Con lo que sé, con lo que siento, no podría dar vida sin ponerme en total
contradicción conmigo mismo, sin ser deshonesto intelectualmente y moralmente
criminal.
Es curioso que esta actitud sea ya tan vieja en mí, antes incluso de tener ideas
precisas sobre ello. El horror a engendrar me vino muy temprano; respondía a mi
terror, no, a mi sed y a mi terror ante el hecho de vivir. Jamás he admitido la
sexualidad fuera del placer. Su función propiamente dicha siempre me ha
inspirado una aversión insuperable. Jamás habría aceptado por mi propia
voluntad asumir la responsabilidad de una vida.
254
Reúno en mí todos los atributos del «pobre hombre», con algo más que no
sabría definir pero que debe existir, estoy casi seguro…
Con la edad, soy cada vez menos sensible a la poesía, y cada vez más abierto al
lenguaje bruto.
255
¿Un pánico imperceptible en los billones de células que pueblan el cerebro, se
necesita para sustituir la ansiedad en quien la tenía, para tomar nuestro nombre,
para invadir todos nuestros posibles yo?
Cada ser como ser me saca de quicio. Nací para dialogar con alguna sombra de
dios.
A fin de cuentas, han habido más afirmaciones que negaciones hasta aquí.
Neguemos pues sin remordimientos. Las creencias siempre tendrán más peso en
la balanza.
Cuanto más vivo, más me apercibo de que no puedo resolver nada, de que no
hay solución a nada; pero reconozco que los otros, si se les fuerza a reflexionar
un poco, llegan casi todos a las mismas conclusiones...
¡Cómo lamento no haber nacido resignado! Nací vencido: que es menos bueno.
256
Cuando estás contento de tu suerte es cuando más ganas tienes de que acabe.
Tengo una marcada debilidad por la sabiduría del dolor. Debo vigilar un poco
más mis humores.
Uno puede compararse sin indecencia con Dios pero no con Napoleón.
Es lo que Chateaubriand no comprendió.
Soy el hombre del estribillo, en música, en filosofía, en todo. Amo todo lo que
es obsesivo, lacerante, haunting [obsesionante], todo lo que he hecho mal es por
repetición, por este interminable retorno que toca en las últimas profundidades
del ser y suscita un mal delicioso y sin embargo intolerable.
No creo en nada, salvo en la libertad. Confieso esta gran debilidad. Para todo lo
demás, me faltan convicciones; no tengo más que opiniones.
257
Acabo de corregir la versión alemana de los Silogismos. ¡Qué fatiga! Hay tanto
mal humor en este libro que se vuelve desagradable e intolerable. ¡Con qué
alegría, después de este ejercicio sofocante, he escuchado la Misa que Scarlatti
compuso el año de su muerte! Se hace una obra con la pasión, no con la
neurastenia ni con el sarcasmo. Incluso una negación debe tener algo de
exultante, algo que te levante, que te ayude, te asista. Pero estos Silogismos,
endiabladamente corrosivos, es vitriolo, no ingenio.
258
Escuchando un oratorio de Handel: cómo creer que estos exultantes ruegos,
estos gritos de desgarro y alegría no se dirigen a nadie, que no hay nada detrás de
ellos, que deben perderse para siempre en el aire.
«Se necesita más ingenio para prescindir de una palabra que para introducirla.»
(Paul Valéry en una carta a F. Brunot, Cartas a algunos)
259
Bach sigue siendo el encuentro más grande que habré hecho aquí abajo.
En todo escritor oscuro, hay una parte de superchería inconsciente: quiere ser
más profundo que natural. A menos que se trate de una rareza de su mente,
incluso de una tara.
Pues sí, se puede vivir con la sensación de que todo es imposible. Estoy aquí
para testimoniarlo.
260
Toda mi vida, he abrazado causas perdidas, sin premeditación por supuesto,
sino por necesidad secreta de sufrir, por gusto inconsciente del fracaso; de lo
contrario ¿cómo explicar que haya estado al lado de los pecios futuros? He
olfateado en cada asunto, incluso los más brillantes, el naufragio, y me he
entregado a ellos en cuerpo y alma, mientras que naturalmente soy impropio a las
convicciones y toda forma de fanatismo me repugna.
261
La ansiedad siempre precede a los pensamientos ansiosos. Nadie es
directamente responsable de lo que piensa.
«Un solo día de soledad me ha dado mayor placer que el de todos mis
triunfos.» (Carlos Quinto)
Dije el otro día a un joven profesor americano que Yeats era un Shelley
logrado.
(Entre paréntesis, ¡qué injusticia con respecto a Shelley a quien tanto frecuenté,
y con qué fervor, durante la guerra!)
Lo que para uno es apariencia para el otro es realidad, y viceversa. Es real para
cada uno, lo que le hace sufrir, lo que es fuente de tormento. Todo lo demás es
aparente.
Por eso es tan difícil clasificar a los espíritus, decir quien es superficial, quien
es profundo.
Ir muy lejos en la frivolidad, es cesar de ser frívolo. La depravación es
necesariamente «profunda». Alcanzar un límite, aunque sea en la farsa, es
aproximarse a extremos que, en su sector, un metafísico no es capaz en absoluto.
262
Hojeados los dos tomos de Fabre d'Olivet: Historia filosófica de la raza
humana. Imposible extraer nada. Lo explica todo por la combinación de tres
principios: Destino, Providencia, Voluntad del Hombre, pero de manera tan
sistemática, casi «geométrica», que se vuelve repugnante. Miseria del ocultismo;
sobre todo miseria de toda la filosofía de la Historia. Hegel, es eso mejor.
Entre los escritores, todos son fabricantes, salvo los enfermos y los
desafortunados.
263
Solo los caídos han rozado lo esencial. ¿Por qué? Porque que son ellos los que
están más cerca de la condición del hombre, porque solo en ellos nos vemos
realizados. El caído es un hombre como nosotros pero que no ha sabido guardar
su secreto, que lo ha revelado, que lo ha extendido. Por eso le culpamos y le
huimos: le criticamos no haber jugado el juego, le reprochamos habernos
traicionado.
Este mundo no es más que una pausa entre la anarquía original y la anarquía
final.
Catecismo de los vencidos, tal podría ser el título colectivo de mis libros. He
sido golpeado para siempre por el espectáculo que ofrecen los desechos de la
humanidad. ¿Los desechos? Pero ella no es otra cosa que la suma de estos
desechos.
¿Los caídos? Distingo tres categorías: los que avanzan, los que pisotean, los
que retroceden.
Los sabios se encuentran quizás en medio, entre los que se quedan parados.
264
La sustancia de una obra es lo imposible, lo que no se ha podido alcanzar, lo
que no podía sernos dado: es la suma de todas las cosas que nos fueron
denegadas.
Cada vez que veo a alguien aferrarse a mí, poner sus esperanzas en el más
insignificante de los seres, entro en una verdadera crisis de desesperación. Me
cuesta tanto soportarme a mí mismo que la idea de una carga suplementaria me
parece intolerable.
(Una amiga de Rumanía me escribe dándome a entender que no está lejos de la
muerte (¿enfermedad o suicidio?) y que debo reconfortar a su marido.)
Muerte de Jean Muselli a los cuarenta y dos años, de una crisis cardíaca.
265
El instinto de conservación, es una realidad; pero no es menos verdad que a
veces no es más que un hilo el que nos ata a la vida, y ese hilo nos parece fácil de
cortar. Lo que explicaría la dificultad y la facilidad del suicidio. Tan pronto nos
parece inconcebible, como tentador e incluso irresistible.
Matarse porque se es, lo comprendo; pero matarse por un fracaso, es decir por
la opinión de los otros, me supera: y sin embargo la casi totalidad de suicidios
proceden de esto. Si la humanidad entera me escupiera a la cara, me apercibiría
de ello, por supuesto; pero no extraería las consecuencias. Solo sería un impulso
durante el cual distinguiría demasiado netamente la desmesura de mi
insignificancia.
Cuanto más vivo, más encuentro que no hay ninguna razón para vivir ni
tampoco para morir. Luego vivimos y morimos en la gratuidad absoluta.
Es la vida la que se despega de nosotros, no nosotros los que nos despegamos
de ella. Se retira poco a poco, y un buen día percibimos que nos sobrevivimos.
¿En qué momento un ser comienza a sobrevivirse? Esta es la cuestión que
debería hacerse, la más importante que existe para cada uno. Estaría inclinado a
creer que te sobrevives en cuanto has comenzado a comprender, a distinguir una
ilusión allí donde antes creíamos ver una realidad. Cuando ya no hay realidad en
ninguna parte, necesariamente hacemos el papel de supervivientes, por fuerte que
sea nuestra vitalidad, por imperiosos que sean nuestros instintos. Pero no son más
que falsos instintos y falsa vitalidad.
Toda actitud noble es mentira. No podemos perdonar las injurias, salvo aquellas
que vienen de desconocidos; jamás si proceden de un amigo o de un conocido.
266
Puedes olvidar, pero no puedes perdonar un golpe bajo. Todo perdón es una
actitud y nada más. Estamos hechos de una materia que no concuerda con el
perdón, somos físicamente impropios para el perdón.
Eres empujado por el demonio todas las veces que no quieres «seguir el juego»,
que dices una verdad que se vuelve necesariamente contra ti mismo.
En la morgue, esta mañana, una mujer del pueblo rompe a llorar en el momento
en que ve: ¿a su hijo? ¿su marido? acostado en el ataúd, para el levantamiento del
cuerpo. Ella sola, en todo este universo, estaba desesperada por un ser, que no es
nada para nadie. ¡Todo apego es una locura! Deberíamos preservarnos de él
como de la peste. Apegarte, es infligirte automáticamente tormentos futuros, es
castigarte de antemano.
267
Lo que vuelve la vejez soportable, es el placer de ver desaparecer uno a uno a
todos los que han creído en nosotros y que ya no podemos decepcionar.
Toda mi vida he amado pisotear lo que he adorado. Solo nos definimos contra
nuestros ídolos.
Los enfermos están ocupados: están demasiado requeridos por sus sufrimientos
como para tener tiempo para matarse. Esperan sus días en todas partes, salvo en
los hospitales.
Falso, es la palabra que empleo con más frecuencia. Es sin duda porque todo
me parece irreal, no puedo encontrar ningún vocablo mejor para expresar esa
impresión, esa certeza más bien.
268
Si he atacado a Valéry, es porque su influencia es esterilizante, emasculante
incluso espiritualmente, y no menos literariamente. Fue una desgracia para mí
haberlo tomado como modelo en el momento en que me puse a escribir en
francés. Esta prosa desvitalizada me sedujo estúpidamente, así como su
apariencia de rigor, apariencia solamente, porque, en el fondo, es pretensión de
un cabo a otro. Es un espíritu estirado, sutil y puntilloso, que podía engañar
fácilmente al decadente bárbaro que era. Me acuerdo que buscaba por todas
partes la perfección, cuando es la savia lo que debería haber perseguido. Siempre
cambias de ídolos demasiado tarde. Sin embargo me desembaracé de Valéry
mucho antes de haber terminado el Breviario, y desde entonces no he regresado a
él, salvo recientemente debido a este desafortunado prefacio.
¿Qué nos aporta una derrota? Una visión más exacta de nosotros mismos.
269
Las pretensiones extravagantes del joven Schlegel de fundar una
nueva religión tienen un precedente en las de un Mallarmé proyectando escribir
el Libro…
Lo que me arruina la Revolución del 89, es que todo sucede sobre un escenario,
que los promotores se desenvuelven como actores, que la guillotina en sí misma
no es más que un espectáculo. Por otra parte toda la historia de Francia es una
representación: es una serie de acontecimientos a los que se asiste más que se
sufren. De ahí la impresión de frivolidad que incluso da el Terror, visto de lejos.
La hora de la verdad suena para algunos, para la mayoría, una sola vez; para
otros, no cesa de sonar.
270
No conozco nada más halagador, cuando se han acumulado las derrotas, que
explicarlas por la mala suerte; ella explica y disculpa todo, tiene virtudes casi
mágicas: de golpe, nos redimimos a la vista de todo el mundo... La mala suerte
triunfa allí donde la providencia encalla. ¡Sin la idea de la mala suerte, y sus
virtudes apaciguadoras, habría tantos suicidios como fracasos! Pero tan pronto
como piensas en ella, te calmas; se soporta todo, y casi contentos de ser
golpeados por el destino. La explicación por la mala suerte es el truco más
grande aquí abajo. Jamás inventaremos uno mejor. Sirve sobre todo para las
cartas de condolencia, y siempre con una innegable eficacia.
Se puede soportar una conversación archibanal durante horas sin sufrir. Pero,
después, llega la crisis de desesperación, inevitablemente. ¿Cómo podemos
hablar tanto tiempo sin decir jamás algo imprevisible? La estupidez extrema es
preferible, con mucho, a la inteligencia media, convencional, correcta. Porque la
estupidez desafía, irrita, sorprende: luego plantea problemas, mientras que…
Ya no creo en los libros, me refiero a los libros para publicar. Este que he
terminado, El malvado demiurgo, está a la espera y no me decido a llevarlo al
editor. ¿Es por qué no creo que sea útil publicar otro libro? ¿De qué sirve? Un
libro es un acto de ingenuidad. O tengo la pretensión de estar desengañado más
allá de lo permitido.
271
Soy fundamentalmente un espíritu frívolo.
Quizá porque estoy tan obsesionado con la nada me interesan tan
profundamente las naderías.
El ideal: ser alguien sin esclavizarte a una obra, ser sin más. Toda obra supone
una disminución de nuestro ser. Producir, es disminuir, perder sustancia,
reducirse, caer metafísicamente.
En una provincia remota de la India, todo se explicaba por los sueños; a través
de ellos también se curaban las enfermedades y se orientaban los asuntos
importantes o cotidianos. Hasta la llegada de los ingleses. Desde que están aquí,
dijo un nativo, ya no soñamos.
272
Nuestro cuerpo nos sopla nuestras doctrinas.
Me crucé ayer, en el Luxemburgo, con J. Weightman, crítico inglés, que iba del
brazo de su mujer. No me reconocieron. Les seguí de lejos durante unos minutos.
En dos años, ha envejecido hasta el punto de estar irreconocible, envejecido, no
de cabeza, sino de paso. Parecía un octogenario todavía sólido.
En el Luxemburgo, también. Reencuentro con M. Hafez. También ha
envejecido. Si me ha pasado lo mismo en proporción, ¿y cómo dudarlo?, qué
bonito. Además, M.H. casi no me reconoció... ¡qué indicio!
273
Hace unos doce años, una gripe grave. Al cabo de unos días, todos mis instintos
neutralizados. Ningún miedo de ninguna clase. Si me hubieran dicho que iba a
morir en una hora, no habría tenido ninguna reacción de ningún tipo. Pienso que
ni el sabio más «avanzado» hubiera podido alcanzar un estado parecido, debido a
acarrear años de ejercicio en el desapego. Fue la Indiferencia en su punto más
alto o más bajo (como se quiera).
Le he dicho a Mounir Hafez, hoy, a mediodía, que los judíos y los alemanes
tenían en común que no podían realizarse, no, instalarse en la historia. Fue a
propósito del Estado de Israel del que Mounir prevé su destrucción en un futuro
inmediato (tres años, dice; le respondo que durará mucho más).
Cuando pienso en todas las molestias que me dio esta edición americana de la
Tentación, en todas las inquietudes y en todas las ilusiones de las que he podido
ser la causa o el pretexto, ¿para llegar a qué? a nada. Cinco minutos no más, es
todo el tiempo de atención que le he concedido. En cuanto al prefacio, solo he
leído el inicio.
Lo que quiero en el fondo, es ser una de esas «almas avanzadas» de las que se
trata en los textos «espirituales».
274
La impersonalidad oriental, la idea, querida por la pintura china, de pintar un
bosque «tal como lo verían los árboles»...
En Occidente, pintura, filosofía, poesía: es siempre yo, yo, yo…
Hasta la treintena, solo tenía una idea en la cabeza: el exterminio de los viejos;
ahora que he superado la cincuentena, la de los jóvenes.
Jamás debes hacer algo sin desearlo. He escuchado esta tarde, contra mi deseo,
una parte de la misa en si de Bach, en Francia Música. Pues bien, no me ha
provocado ningún placer: o más bien fue un deleite estéril, sin beneficio;
mientras que otras veces, un cuarto de hora de jazz te da escalofríos metafísicos.
Y pensar que la teoría del superhombre fue concebida por alguien carcomido
por todas las enfermedades, por un ser insignificante y sumamente vulnerable,
¡qué lección!
275
El ser no era necesario: es un lujo ruinoso. Se debería aprender a pasar de todo
lo que es.
Armand Robin, este extraño traductor que conoce toda la poesía, un día que le
hablé de Chuang Tzu, me dijo que lo ponía por encima de todos los poetas y
pensadores, y que solo podía compararlo con ciertos paisajes desnudos Escocia.
Las sociedades prósperas son las más amenazadas puesto que no les queda otra
cosa que esperar su propia destrucción, el bienestar no siendo un ideal cuando se
tiene, menos todavía un sueño cuando está fatigado.
276
Dinu Noica acaba de escribir que es la nueva generación y la única que merece
a Eminescu.
No hay que halagar a los jóvenes, no hay que aumentar su orgullo: ya es
suficientemente grande como es.
La ambición de D.N. siempre ha sido la de ser un maestro del pensamiento:
solo puede conseguirlo halagando a los jóvenes justamente.
No comprendo que se pueda desear tener discípulos. Es encadenarte a ti
mismo, aceptar ser el esclavo de tus monos.
—¿Cuál es su actividad?
—Deploro.
Todas estas personas, todos estos amigos de paso que devoran mis horas.
(En cierto sentido, nadie ha sufrido tanto como yo la muerte de Stalin. ¡Por qué
mientras estuvo vivo, nadie se movía y estaba tranquilo!)
277
Vivir es perder terreno.
278
T.H., que ha pasado cuatro años en prisión, a mi pregunta: ¿Cómo has podido
soportarlo? me dice: Por el humor. Si hubiera tomado en serio mi situación, no
habría podido sostenerme.
El único medio de durar es minimizar todo lo que nos pasa. Eso se debe a que
solo la vida es o parece tolerable cuando nada es significativo en sí mismo.
Este pueblo gramático. En el Odéon, ocupado por los estudiantes, uno de ellos
dijo hace un rato que a los obreros no les gusta tomar parte en las discusiones por
miedo a cometer faltas de francés...
Los niños se vuelven contra sus padres; y los padres merecen su suerte. Todo se
vuelve contra todo, todo el mundo engendra a su propio enemigo. Esta es la ley.
279
El paraíso terrestre: una multitud… escéptica.
Nada es más pesado ni peligroso que una larga felicidad. Ningún individuo,
ninguna sociedad lo resiste.
Cuando crees en algo o lo niegas, siempre piensas que puedes modificarlo, que
tienes el poder de manipularlo. Pero cuando te es completamente extraño, se te
escapa y no puedes de ninguna manera encontrar el medio de someterla por
interés o por odio.
280
De todos los fundadores de religiones, Buda es el que fue más lejos; solo él vio
el problema esencial, único: vencer este mundo, salir de él sin dejarlo. Ni paraíso
ni infierno; sino victoria sobre este mundo, y sobre todos los mundos.
Releo El Infierno. Y me digo que tal vez sea el libro más bello que jamás se
haya escrito. Impresión extraordinaria. Mi desprecio de la lengua italiana no está
justificado. ¡Qué conciso, y qué emoción en cada verso!
Febrero, marzo, abril, mayo, raramente conozco época más estéril, más
insípida.
281
«... el único secreto de la felicidad es abandonar todo.»
(Cristina de Suecia)
Puedo reconocer a alguien todos los méritos (pienso en J.P.S.), y sin embargo
considerarlo un pobre hombre. ¿Por qué? Porque más que el sentimiento, tengo la
sensación de que no ha comprendido nada, que lo esencial se le escapa y siempre
se le escapará.
282
Leer autores inactuales en las épocas turbulentas, es la mejor desintoxicación
que existe.
Hablar de la bomba atómica participa del periodismo y del Apocalipsis, del mal
gusto en suma.
283
Si cada uno viera claramente el ínfimo lugar que ocupa en la sociedad, y en el
universo, las cosas irían muy bien, sin contratiempos. Pero como cada uno vive
como si fuera el centro de todo, todo solo puede salir mal. La modestia, si fuera
posible, y compatible con la vida, sería el único recurso. Todavía haría falta que
fuese vivida por todos, lo que es inconcebible. Diríase que un vivo solo lo es
porque no puede ser modesto.
Remover una sociedad, es despertar la megalomanía que está más o menos
dormida en el corazón de cada uno.
284
Sumergido (refugiado) en Tácito.
La Antigüedad para mí es él, y Esquilo.
Somos infelices porque tenemos una idea demasiado neta sobre el bien y el
mal.
Entre un pueblo vivo pero sin juicio, y un pueblo pesado pero reflexivo,
¿cómo elegir? Se debería, según las circunstancias, vivir unas veces en medio del
primero, y otras veces en medio del segundo.
La ley del hombre, en su estado natural, era luchar cada día por su subsistencia.
Vivía en una inseguridad continua, constantemente al acecho, sin ningún respiro,
ninguna posibilidad de escapar al miedo, no del porvenir, sino del día siguiente
en el sentido estricto del término. Era un luchador feroz y astuto, que no podía
permitirse el lujo de dormir en paz.
Pues bien, se ha hecho de esta bestia acosada un funcionario, se le ha puesto en
una jaula donde ya no tiene problemas ni inquietudes. Esto no es normal. Un día
la jaula saltará. Y la bestia reencontrará su libertad, y sus sanos terrores de
antaño.
285
No conozco nada más falso que la imagen que se hacen los románticos
alemanes de la Grecia antigua. Todo lo que en ella cae bajo la jurisdicción del
abogado y del sofista, del charlatán inagotable y del impostor, del histrión sobre
todo, se les escapa por completo. La Grecia de Nietzsche es falsa también: nadie
menos adecuado que él para sentir lo que había de indudablemente frívolo y,
¿cómo decirlo?, de parisino anticipado en el ateniense particularmente.
Por naturaleza, soy violento, por opción, escéptico. ¿Cómo conciliar tendencias
tan divergentes? ¿cómo vivir, a cada instante, en contradicción contigo mismo?
¿De qué lado, en cualquier ocasión, inclinarme? ¿por quién voy a decidirme?
¿a qué yo adherirme?
¿Por qué todo silencio es sagrado? Porque la palabra es, salvo en los momentos
excepcionales, una profanación.
La única que eleva al hombre por encima del animal es la palabra; y es ella
también la que le pone a menudo por debajo.
La palabra, instrumento de elevación y de caída del hombre.
Solamente de vez en cuando el hombre debería tener la libertad de abrir la
boca. Y esta debería ser la función esencial de la sociedad, el exterminio de los
habladores.
Hacia una generalización de la Trapa.
Todo lo que el hombre hace, solo lo hace porque ha cesado de ser ángel.
Cualquier acto en tanto acto solo es posible porque hemos roto con el Paraíso.
Todo creador se rebela contra la tentación del angelismo.
286
J.Cl.F. me cuenta que un tal Monod (?), al que acababa de ver en el día,
¡le había dicho que había pasado cuarenta días en un ataúd en el fondo de una
cueva! Ese mismo M. se convertiría más tarde en nazi, luego en masón, después
ya no se sabe en qué.
Las personas interesantes solo se encuentran entre los espíritus de segundo
orden, entre los fracasados sobre todo (aunque la palabra fracasado no significa
gran cosa). Un hombre que se consagra totalmente a una obra no puede
permitirse el lujo de tener un destino.
«No habría que tomarse nada a pecho», este debería ser el primero de los
mandamientos (el primer precepto de un nuevo decálogo).
287
El secreto de la poesía de Rimbaud en relación a los contemporáneos reside en
la destrucción de la metáfora; cuanto más incoherente es una metáfora, más nos
agrada y nos golpea.
Los grados de destrucción de la metáfora.
La lógica de la metáfora clásica nos parece intolerable.
288
Me he alejado totalmente de Alemania y de la cultura alemana. Incluso de la
lengua.
Las pretensiones, la prolijidad, la estupidez sistémica, el esnobismo sin
matices, la profundidad bovina, el cretinismo de principios, todo esto se me ha
vuelto felizmente extraño. He triunfado, a decir verdad desde hace mucho
tiempo, sobre esta idolatría ridícula, infantil, que tanto he tenido que sufrir.
Una superstición menos. Tanto mejor.
Jane Howard llama a Londres para ver si hemos sobrevivido a los «disturbios».
Casi siempre los acontecimientos parecen más grandes de lejos que de cerca.
289
El verano es la estación de las grandes imposibilidades. El sol es proveedor de
ideas negras. Nada invita tanto a la melancolía como un paisaje anegado por la
luz. Huir de los veranos como de la peste.
Con un extraordinario esfuerzo de memoria, habría que pasar revista a todas las
ocasiones en que tuvimos ganas de matarnos, todos los momentos en que hemos
tenido la idea, por el motivo que fuera.
Voltaire escribe sobre Carlos de Austria que ordenó la apertura de las tumbas de
su padre, de su madre y de su primera mujer: «Besó lo que quedaba de estos
cadáveres, ya sea siguiendo el ejemplo de algunos antiguos reyes de España, ya
sea porque quería acostumbrarse a los horrores de la muerte, ya sea por una
secreta superstición que le hizo creer que la apertura de estas tumbas retardaría el
momento en que debía ser transportado a la suya.»
(El siglo de Luis XIV)
Todos estos compatriotas que se aferran a mí, que se imaginan que puedo
representar un apoyo, cuando toda mi existencia es una puerta en falso, sino
completamente en el aire. ¿Cómo explicarles mi situación? ¿y cómo me creerían?
Desamparados que corren tras una ruina.
290
Justo ahora, miraba, bulevar Saint-Germain, la gente pasar. Me parecía que era
la primera vez que contemplaba seres de esta especie. Todos me resultaban
extraños.
¿Quiénes eran? ¿De dónde vienen? ¿En qué categoría de vivos clasificarles?
¿Qué nombre ponerles?
De golpe, la revelación:
—¡Son simplemente monos!
(Quiero decir que jamás he tenido un sentimiento tan neto y casi apremiante de
nuestros orígenes. Jamás debería perderse de vista cuando se habla del hombre.)
Ganas de estar más abatido de lo que estoy, y sin embargo lo estoy tanto como
puedo estarlo, el peor ataque de «desánimo», de «deyección», de melancolía
virulenta y anticuada.
Se puede caer en la demencia por automatismo del desaliento, simple
mecanismo.
291
Una obra, si estamos trabajando en ella, impide ver la realidad en tanto
realidad: o más bien en tanto que no-realidad. Lo que es en lo que no es y lo que
no es en lo que no es, discernir eso, solo es propio de un espíritu emancipado de
toda tarea, como de todo proyecto. Una obra en la cual estás trabajando es un
obstáculo, puesto que paraliza el vuelo libre del espíritu; luego le impide acceder
al pensamiento de la irrealidad, porque esta obra es, infinitamente real para quien
la trabaja y la hace; le aparece, conforme la elabora, como indudablemente
existente, se apega a ella, sustituye la «realidad», hace la función de realidad.
Porque un espíritu comprometido, activo, eficaz solo sabría tener una visión
abstracta de la irrealidad, y no una experiencia. Esta experiencia es el privilegio
de los espíritus voluntariamente vacantes y que, para percibir el vacío exterior, el
vacío en todo, lo han sentido y tratado previamente en ellos. Desembarazémonos
de todo si queremos conocer el todo, su esencia, es decir, lo que no es.
El hombre vacante, solo él puede descender a lo más profundo del ser, allí
donde ya no hay ser en el ser, donde lo que es es indistinto de lo que no es, donde
todo es y no es, para siempre.
292
El hombre, este exterminador. Todo lo que vive terminará por sucumbir a sus
ataques, pronto se hablará del último piojo.
293
Estoy apegado a los bienes de este mundo como cualquier otro. Y cada vez que
lo constato, me preocupo y no puedo hacer nada. En los viejos tiempos, solo
tenía un traje, y me sentía bien; ahora, tengo cinco, seis o siete, y quiero todavía
otros. Es un detalle un poco ridículo, pero «esclarecedor» y penoso.
Si mi deseo de renuncia traspasara el estadio de deseo, y se convirtiera en una
obsesión y una necesidad, ¡qué paso adelante!
Pero en mí todo sigue siendo veleidad, desgarro, contradicción, apetito
insatisfecho.
Los Blancos merecen cada vez más el apelativo de Pálidos que les dieron los
Nativos Americanos.
En la historia, todas las desgracias vienen de los jóvenes. Que es tanto como
decir de la vida.
No puedes reprimir una sonrisa cada vez que hablas con un joven o con un
viejo.
Los jóvenes solo valen algo si son contrariados y sobre todo perseguidos.
294
Soy un curioso, fatigado de todo el mundo.
Cada vez que me sumerjo en algún tratado de teología, salgo rápido, tan
insoportable me resulta la desmesurada importancia que se otorga a Dios y al
hombre.
Recibo en este instante una carta de Sorana Topa, que me anuncia su visita para
el mes de agosto. Cólera, furia, exasperación. Siento que no tengo nada que
decirle, que sus problemas ya no me interesan en absoluto, que es ridículo
retomar las divagaciones de hace treinta y cinco años, ¡y todo esto en París y en
rumano! ¡No, no y no! Además tiene setenta años, lo que me parece
inconveniente y aterrador. Es verdad que solo tengo trece años menos que ella,
luego nada en absoluto como diferencia. Sin embargo este Tiempo reencontrado
al que asisto desde hace tres años, este desfile de fantasmas, estas conversaciones
centradas en mi pasado no son beneficiosas para mí. Bien al contrario. ¡Es como
si ya no viviera en Francia!
Además ya no tengo más amigos. A los de allí, los han expulsado, a mi pesar.
Tengo que liberarme de mis orígenes. Me llevan demasiado atrás y me quitan las
pocas ganas que tengo de avanzar.
295
Siempre he tenido un cierto gusto por la destrucción, pero en el plano
metafísico e implicando la disgregación del cosmos como exigencia mínima.
Leo en un libro sobre el Zen: «la duda y el miedo, la envidia y el odio, y todos
los otros sentimientos contrarios a la fe.»
Estos sentimientos negativos que «dividen», no son de ninguna manera
contrarios a la fe; en sí mismos, sí, pero no de hecho: las guerras de religión han
tenido lugar en épocas en que la fe dominaba. Lo que me parece verdad, es que la
fe es compatible con todos los sentimientos que teóricamente excluye. Incluso
prospera y florece en la medida en que es inconsistente consigo misma.
Para la paz de espíritu, y, con mayor motivo, para la meditación, no hay nada
como ser «olvidado». Es la mejor condición, si quieres encontrarla. Ya nadie
entre ti y lo que cuenta: estamos al mismo nivel con lo esencial. Cuanto más se
alejan los otros de nosotros, más trabajan para nuestra perfección: nos salvan y
nos abandonan.
296
Caos, sangre de plomo, materia pisoteada, carne extraña, cuerpo expropiado.
297
Estoy tentado por los extremos, por todo lo que convierte la existencia en
extraordinaria e irrisoria.
No puedo nivelarme con el ser, siempre arriba o abajo, raramente adosado y
más raramente dentro.
Lo sé bien
(... sonó el teléfono, ya no sé lo que quería decir. Si alguna vez hubo un
pensamiento «estrangulado», fue éste.)
298
Siento horror por todo lo que sale de las combinaciones puras del intelecto,
todo lo que, de una manera u otra, no ha sido marcado por la impureza del alma.
Le digo a este ucraniano francés, maestro en América, que Sartre, que él estima
demasiado para mi gusto, carece de «agarre», o, como dicen los alemanes, de
«forma interior» (in nere Form).
Sartre es alguien demasiado fabricado para ser vulgar o solamente vivo. Todo
en él es fundamentalmente irreal. Es una muñeca y un monstruo.
Si leo tanto, es con la esperanza de encontrar un día una soledad más grande
que la mía.
Soy tan refractario a los actos que para decidirme a ejecutar uno necesito
previamente leer una biografía cualquiera de Napoleón...
299
Siendo el suicidio la conclusión lógica de todo, el único recurso que nos queda
es lo irracional.
¡Qué contento estoy en esos momentos en los que logro elevarme por encima
de mis dudas! ¡Sólo me parece que soy yo mismo en esos momentos! ¡Tal vez
por qué no son habituales!
300
Esta pobre Sorana Topa, que quiere venir a París para discutir problemas
metafísicos conmigo. Para ella que está sola, comprendo que tenga ganas de
hablar; para mí, que veo a tanta gente, todo reencuentro es una prueba de más, un
suplemento agotador de palabrería. La ilusión que tiene cada visitante de que el
tiempo es para él, porque no piensa en los otros, en aquellos que antes de él han
venido a robarte, a violar tu tiempo.
Ir todos los días al mercado, ¡qué contacto con la realidad! ¡Si hay algún lugar
dónde jamás estés en las nubes, es este!
Los hay que quieren vivir y morir en paz; hay otros que ven las cosas de
manera diferente. No es más complicado que eso. La Historia es simple en su
base, múltiple y desconcertante en su manifestaciones. La locura de los agitados
prevalecerá siempre sobre la prudencia de los pacíficos, por la razón de que el
demonio, que inspira a los primeros, es más próximo a la intimidad de la «vida»,
que el dios que conduce a los segundos. Porque efectivamente la «vida» no es de
esencia divina sino demoníaca.
301
He enviado una carta a Sorana Topa, en la que le digo que no creo útil volver a
verla, entiendo que es extremadamente penoso para mí afrontar después de más
de treinta años personas que han contado en mi vida. ¡Tengo tanto miedo de
decepcionarlos! Lo que habría debido añadir, es que igualmente tengo miedo de
ser decepcionado por ellos.
Lo que no quita que haber enviado esta carta es por mi parte un acto de una
crueldad sin nombre. Pero estoy harto de este Tiempo reencontrado perpetuo en
que vivo desde hace tres o cuatro años.
Esta angustia que precede a todas las razones para estar angustiado, que inventa
todas estas razones.
El proceso del angustiamiento es el siguiente: siento crecer en mí un malestar
ineludible, un malestar vacío, invasivo, que busca un contenido o que quiere
fijarse en cualquier cosa: el primer pretexto que llegue es bueno, lo rodea, lo
envuelve y lo devora; al fin ha encontrado un alimento. Y así cada día: un hecho
diverso, una carta, una llamada telefónica, un recuerdo, una sensación, todo, pero
absolutamente todo le conviene; no es verdaderamente difícil, esta angustia, se
acomoda a todo. Es por esto que prospera en todas las latitudes. Está hecha para
triunfar, pues todo la resulta, incluso lo que la combate. Es un veneno que se
fortalece con su antídoto.
¿Cómo defenderme del sentimiento de que la vida no es otra cosa que un poco
de materia sospechosa?
302
Sartre el oportunista, el filósofo rampante.
Toda solución que el hombre cree haber encontrado a sus problemas no hace
más que desplazarlos, si es que no aumenta su gravedad.
Hacer una obra, es pensar en esta obra y en nada más. Sin embargo no logro
pensar en lo que debería hacer; solo me gusta hacer lo que no debo hacer, me
gusta traicionar mi causa, erigirme en enemigo de mi deber.
303
¡Dios Mío, haz que no sea el último, o que lo sea definitivamente!
Estoy seguro de que lo que jamás he variado, son mis dudas en cuanto a la
utilidad de la filosofía en los momentos importantes de la vida.
Hace tanto tiempo que me roo, que es sorprendente que todavía tenga qué roer.
Una jornada sin citas, sin palabrería, sin repulsivas repeticiones de las mismas
propuestas, sin los sempiternos comentarios sobre los «acontecimientos», sin el
rollo pro o anti-revolucionario.
304
Para hablar de la crisis religiosa que atraviesa, Balan fue a ver a Gabriel
Marcel, siguiendo mi recomendación. Este, muy emocionado, se levantó, en
plena discusión, para tenderle la mano, como forma de comunicación. Balan, ya
sea por influencia rumana o rusa, baja su mano... Este gesto, inusitado e incluso
inconcebible en Francia, seguramente conmovió profundamente a G.M.
El momento más crítico para un profeta es aquel en que termina por ser
penetrado por lo que vaticina.
A los veinte años, te haces del suicidio una idea vaga y lírica. Después, se
vuelve cada vez más clara y seca: toma poco a poco los contornos de una
evidencia, y no concebimos como antaño pudo parecernos extraña.
Una existencia cambia a partir del momento en que el suicidio parece algo
normal.
305
No es la Sabiduría, es el Tiempo lo que es remedio a todo.
(Esta banalidad volvió a mi mente a propósito de mi querella con Jackson sobre
mi prefacio a Valéry. Mi furia ha decaído únicamente por desgaste, por olvido, y
no por las reflexiones que haya podido hacer para calmarme.)
Cuantas noches no habré vivido en que todas mis razones para perseverar
fueran cuestionadas y el día siguiente no me pareciera no solo imposible sino
incluso inimaginable.
306
En cuanto hablamos de «perdón», de «gestos generosos», de grandes
sentimientos, de «reconciliación», caemos en lo falso, en lo teatral, y ya no
sabemos dónde estamos. Pero esta falsedad no existe jamás en las ocasiones, más
frecuentes, es verdad, en que eres mezquino. Porque, mezquino, lo eres
naturalmente, sin esfuerzo alguno.
S.T., que dice tener setenta años, contemplo con verdadero terror volver a verla.
No, no hace falta que venga. Fue por mi parte una reacción sana haber rechazado
volver a ver a mi madre. Después de una cierta edad, ya no debemos mostrarnos
a aquellos que hemos conocido, por miedo a estropear la imagen que conservan
de nosotros.
¿Por qué pienso tanto, en el suicidio? Porque tan pronto como remonto más
allá de mi pasado o me represento el día siguiente a mi muerte, no consigo
encontrar un sentido al accidente ínfimo sobrevenido entre estas dos duraciones.
No es bueno para el hombre detenerse en el tiempo que precede a su
nacimiento ni sobre el que debe suceder a su muerte. Este reflexión es funesta en
el intervalo ínfimo que se interpone entre los dos.
Lutero muerto, por Lucas Fortnagel. Una máscara terrorífica, plebeya, agresiva,
de un sublime porcino.
307
Es un signo de gran debilidad emocionarte por lo que has escrito tú mismo. El
pecado de la complacencia es el más lamentable y el más frecuente.
Educarse en no dejar rastro, es una guerra de todos los instantes, que hacemos
con el único propósito de demostrarnos que podríamos convertirnos en sabios,
que casi somos uno.
308
Todas las herejías cristianas me tientan: son tantas las verdades desagradables
o peligrosas que el cristianismo oficial ha descartado o silenciado. Ahí, en ellas,
la vida es incluso la verdadera vida.
309
La tendencia que tiene un creyente a considerar como frívolo a cualquiera que
no tiene convicciones religiosas.
Resaltar, que el incrédulo no juzga superficial a un creyente por ser creyente.
Esta diferencia de óptica dice mucho. ¿Quién tiene razón? No se sabe. Pero el
hecho es que todo lo que es religioso de una manera u otra participa de una cierta
profundidad, aunque solo fuera esta profunda obnubilación sin la cual no hay fe.
Perder tus ilusiones, no es ser profundo. Pero mantenerlas mucho, adquirir
muchas sobre todo, eso sí, tiene alguna relación con el espíritu profundo.
Con una visión de la vida como la que tengo, cualquiera se hubiera matado.
Tengo cierta estima por mí cuando pienso que sostuve el golpe.
Leída una Vida de San Jerónimo. Sus maceraciones en el desierto de Calcis, sus
recuerdos de Roma, su carta de Belén tras el saqueo de Roma por Alarico. Los
siglos IV y V, insuperables en horror y en interés.
Después de 410, los romanos, violados o no por los godos, huyeron de Roma y
los encontramos en las playas de Egipto y Asia Menor, donde fueron vendidos
como esclavos.
Esta carta de San Jerónimo, jamás olvidaré la impresión que me causó cuando
la leí por primera vez hace muchos años. Siempre me ha parecido de una
innegable actualidad.
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Acabo de dar una entrevista al Time Magazine: durante dos horas he hablado de
mí, se entiende que he respondido a las preguntas que me plantearon sobre todos
los temas imaginables.
En Francia, no me hubiera prestado a una operación parecida; pero como en
este caso, se trata de otro continente…
Le dije a este periodista que la vida era para mí «una intrigante Nada». Quise
decir que lo que volvía a mis propios ojos la vida interesante, era justamente el
hecho de que era imposible e impracticable. Debería haberle dicho que era «una
mente religiosa nihilista» (un nihilista con espíritu religioso).
(Recuerdo haber comprado en Gilbert antes de la guerra Lágrimas y Santos,
pertenecía a una especie de gran memo llegado a París no se sabe por qué, sí,
para hacer estudios de derecho: al cabo de tres meses habiendo gastado todo el
dinero que le habían enviado para todo un año, volvió a Rumanía. Pues bien, este
tipo había marcado al margen de las páginas una serie de notas en parte furiosas,
de las cuales la más justa, cuando lo pienso ahora, me parece esta: «Se aprecia en
este imbécil una tendencia persistente a caracterizarse.»
El memo tenía razón.
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