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SEMINARIO DE SEÑOR SAN JOSÉ DE LA ARQUIDIÓCESIS DE

GUADALAJARA

INSTITUTO DE TEOLOGÍA
«SAN CRISTOBAL MAGALLANES»

AFILIADO A LA FACULTAD DE TEOLOGÍA


DE LA PONTIFICIA UNIVERSIDAD LATERANENSE

Discurso de Pedro a la gente (Hch 2, 14-36)

Profesor: Eduardo Michel Flores


Alumno: Bryan Alejandro Ramírez Barba
Materia: Evangelios Sinópticos y Hechos de los Apóstoles

Guadalajara, Jalisco, México. 01 de junio de 2016

1
Discurso de Pedro a la gente (Hch 2, 14-36)

« Entonces Pedro, presentándose con los Once, levantó su voz y les dijo: «Judíos y
todos los que vivís en Jerusalén: Que quede bien claro lo que os voy a decir;
prestad atención a mis palabras. Estos no están éstos borrachos, como vosotros
suponéis, pues es la hora tercia del día. Más bien está ocurriendo lo que anunció el
profeta: Sucederá en los últimos días, dice Dios: Derramaré mi Espíritu sobre
todo mortal, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros jóvenes verán
visiones y vuestros ancianos soñarán sueños. Y también sobre mis siervos y sobre
mis siervas derramaré mi Espíritu. Haré prodigios arriba en el cielo y signos
abajo en la tierra. El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes de
que llegue el Día grande del Señor. Y todo el que invoque el nombre del Señor se
salvará. «Israelitas, escuchad estas palabras: Jesús, el Nazoreo, hombre acreditado
por Dios entre vosotros con milagros, prodigios y signos que Dios realizó entre
vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis, fue entregado según el
determinado designio y previo conocimiento de Dios. Vosotros lo matasteis
clavándole en la cruz por mano de unos impíos. Pero Dios lo resucitó librándolo
de los lazos del Hades, pues no era posible que lo retuviera bajo su dominio;
porque David dice refiriéndose de él: Veía constantemente al Señor delante de mí,
puesto que está a mi derecha, para que no vacile. Por eso se ha alegrado mi
corazón y alborozado mi lengua, y hasta mi carne reposará, en la esperanza de
que no abandonarás mi vida en el Hades ni permitirás que tu santo experimente
la corrupción. Me has hecho conocer caminos de vida, me llenarás de gozo con tu
presencia. «Hermanos, permitidme que os diga con toda franqueza que el patriarca
David murió y fue sepultado y su tumba se ha conservado entre nosotros hasta el
presente. Pero como él era profeta y sabía que Dios le había asegurado, bajo
juramento, que se sentaría en su trono uno de su linaje, vio el futuro y habló de la
resurrección de Cristo, que ni fue abandonado en el Hades ni su carne experimentó
la corrupción. Dios resucitó a este Jesús; todos nosotros somos testigos de ello.
Así pues, exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo
prometido y lo ha derramado; esto es lo que vosotros veis y oís en este momento.
Pues David no subió a los cielos, y sin embargo dice: Dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.
«Sepa, pues, con certeza todo Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a ese
Jesús a quien vosotros habéis crucificado.»

1. Hch 2, 14-36 en la estructura del libro de los Hechos de los Apóstoles


En el espacio intermedio entre Evangelios y Epístolas (Paulinas y católicas) se
encuentra el libro de los Hechos de los Apóstoles hablándonos de la difusión del
cristianismo a partir de la ascensión de Jesucristo a los cielos. El tema queda
reflejado en las palabras de Jesús a sus apóstoles: «Descenderá el Espíritu Santo
sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda la Judea, en Samaria y
hasta los extremos de la tierra» (1,8). Tan en primer plano aparecen las actividades
del Espíritu Santo, que no sin razón ha sido llamado este libro, ya desde antiguo, el
2
evangelio del Espíritu Santo1. En consonancia con la intención de su autor, de
contarnos la historia de los orígenes del cristianismo desde su nacimiento en
Jerusalén hasta su difusión en medio de los gentiles, podemos distinguir en este libro
tres partes:

La Iglesia en Jerusalén (1, 1-8, 3). -Últimas instrucciones de Jesús (1, 1-8). -En
espera del Espíritu Santo (1, 9-26). -La gran efusión de Pentecostés (2, 1-41). -Vida
de los primitivos fieles (2, 42-47). -Actividades de los apóstoles y persecución por
parte del Sanedrín (3, 1-5, 42). -Elección de los siete diáconos y martirio de Esteban
(6, 1-7, 60). -Dispersión de la comunidad jerosolimitana (8, 1-3).

Expansión de la Iglesia fuera de Jerusalén (8, 4-12, 25). -Predicación del diácono
Felipe en Samaria (8, 4-25). -Bautismo del eunuco etíope (8, 26-40). -Conversión y
primeras actividades de Saulo (9, 1-30). -Correrías apostólicas de Pedro (9, 31-43).
-Conversión en Cesárea del centurión Cornelio (10, 1-11, 18). -Fundación de la
iglesia de Antioquía (11, 19-30). -Persecución de la iglesia en Jerusalén bajo Herodes
Agripa (12, 1-25).

Difusión de la Iglesia en el mundo grecorromano (13, 1-28, 31). -Bernabé y Saulo,


elegidos para el apostolado a los gentiles (13, 1-3). -Viaje misional a través de Chipre
y Asia Menor (13, 4-14, 20). -Regreso de los dos misioneros a Antioquía (14, 21-28).
-El problema de la obligación de la Ley discutido en Jerusalén (15, 1-29). -Alegría de
los fieles antioquenos por la solución dada al problema (15, 30-35). -Segundo gran
viaje misional de Pablo, que, atravesando Asia Menor y Macedonia, llega hasta
Atenas y Corinto (15, 35-18, 17). -Regreso a Antioquía (18, 18-22). -Tercer gran
viaje misional, con parada especial en Éfeso (18, 23-19, 40). -Sigue a Macedonia y
Grecia, regresando luego a Jerusalén (20, 1-21, 16). -Pablo es hecho prisionero en
Jerusalén (21, 17-23, 22). -Su conducción a Cesárea, donde permanece dos años
preso (23, 23-26, 32). -Conducción a Roma, donde sigue preso otros dos años (27, 1-
28, 31) 2.

En las dos primeras partes, el personaje central es Pedro, y el marco geográfico


queda limitado a Jerusalén, extendido luego, en la segunda parte, a Palestina y Siria;
en cambio, la tercera parte tiene por personaje central a Pablo, rompiendo
definitivamente con ese marco geográfico limitado de las dos primeras partes para
llegar hasta Roma, capital del mundo gentil3.
El discurso de Pedro a la gente lo podemos ubicar en la primera parte, después de
que los apóstoles han recibido al Espíritu Santo y de que los judíos se burlan por
creer que los que han recibido al Espíritu Santo están borrachos.

1
Cf. SAN JUAN CRISÓSTOMO, In Act. Apost. I: MG 60,21; OECUM., Prolog.: MG 118,32; TEOFILACTO,
Expos. in Act. pról.; MG 125,849. en L. TURRADO, Biblia comentada, VI, 4.
2
Cf. L. TURRADO, Biblia comentada, VI, 4-5.
3
Cf. L. TURRADO, Biblia comentada, VI, 5.
3
Pedro toma la palabra como portavoz del círculo de los Doce y de toda la parte de
Israel que ha recibido el Espíritu. Sigue el primer discurso público de misión. Es
un modelo de retórica helenística y escoge intencionadamente el estilo arcaico de
la versión bíblica de los Setenta. La duración es claramente más breve que un
discurso de Cicerón o de otros retóricos. La negación de que se trate de una
borrachera al estilo de las bacanales enuncia el tema (propositio). Sigue un triple
argumento tomado de la Escritura (argumentatio). Divide el discurso en tres
partes: Hch 2,17-24.25-34a.34b-36.

2. Palabras o expresiones relevantes para la interpretación del texto.


El verbo griego que se traduce mediante la expresión «puesto en pie» (istemi)
indica, entre otras acepciones, la actitud del Resucitado cuando se apareció a los
apóstoles: «estaban comentando todo esto, cuando se presentó (istemi) Jesús en
medio de ellos» (Lc 24, 36). Desde la perspectiva simbólica, podemos pensar que
Pedro, gracias al don del Espíritu Santo, ha entendido la identidad del Resucitado y
ahora, como le había anunciado Jesús, se ha vuelto testigo del Señor (Hch 1, 8) ante
los judíos. El apóstol, con la intención de ofrecer un testimonio fidedigno, adopta a
la vez la actitud del Resucitado y la posición del hombre que ha recuperado la
dignidad personal, se pone en pie.
La expresión literaria que describe a Pedro «puesto en pie» para pronunciar el
discurso descubre también la intención literaria de Lucas. El evangelista escribe,
preferentemente, para la comunidad cristiana de origen gentil, por eso, en lugar de
presentar a Pedro «sentado», en la actitud propia de los oradores judíos (cf. Mt 5, 1),
lo sitúa puesto en pie, el modo en que los oradores griegos lanzaban sus discursos.
De esa manera, Lucas consigue acercar la figura de Pedro a los cristianos
procedentes del helenismo4.
Además, las citas de la profecía de Joel, del Sal 16 y 110 que aducen los Hechos
de los Apóstoles no están tomadas de la Biblia hebrea sino de la traducción griega
de los LXX; con eso se puede apreciar el interés de Lucas para adecuarse a la
idiosincrasia de los cristianos de origen heleno.
Cuando se compara el texto griego de Jl 3, 1 con Hch 2, 17 se aprecia una
diferencia significativa: el texto de Joel menciona la expresión «después de esto»,
mientras el libro de los Hechos alude a «los últimos días». El libro de los Hechos
expone, desde esta perspectiva, que la irrupción del Espíritu no es un acontecimiento
más entre los muchos que entretejen la relación entre Dios y el pueblo judío 5.
También el profeta Joel se refiere simplemente a los «siervos y siervas» de quienes
dice que «profetizarán» (Jl 3, 2), pero el discurso del apóstol matiza el significado de
la expresión «mis siervos y mis siervas», pues la refiere a los siervos del Señor que
conforman la Iglesia extasiada en Pentecostés por las maravillas de Dios. El libro de
Joel dice literalmente en lengua hebrea: «todos los que invoquen el nombre de
4
Cf. F. RAMIS, Hechos de los Apóstoles, 62.
5
Cf. F. RAMIS, Hechos de los Apóstoles, 63.
4
Yahvé se salvarán» (Jl 3,5a); mientras la Septuaginta aduce: «todos los que
invoquen el nombre del Señor se salvarán». La teología lucana renuncia al uso del
término «Yahvé» que figura en la cita de Joel tal como consta en la Biblia hebrea, y
se exalta por el vocablo «Señor» que aparece en la Biblia griega. De ese modo se
vincula la profecía de Joel a Jesús, el Señor (cf. 2, 36; Flp 2, 11) 6.
De la misma manera, al tomar, la teología lucana, el contenido del Sal 16, 8-11 de
la Septuaginta, el contenido de la frase que brota de la boca de Pedro varía un poco,
dice: «ni dejaras que tu santo experimente la corrupción» (Sal 16, 8: LXX). La
diferencia es significativa. La Biblia hebrea muestra como David ruega al Señor que
le libre de la muerte inminente: «no dejarás que tu santo vea la fosa» (Sal 16, 10:
Biblia hebrea):

El texto de la Septuaginta muestra como el salmista pide al Señor que no le abandone


en las tinieblas de la muerte que ya ha tenido lugar; evidentemente la corrupción es
el proceso biológico que sigue a la muerte, sólo quien ha muerto puede experimentar
la corrupción.

El título «Señor» (2, 25b; cf. Sal 110, 1) revela también la comunión de Jesús con
Dios. La misma palabra que utiliza la Septuaginta para referirse a Yahvé, «Señor»,
la emplea el NT para referirse a Jesús, «Señor» (cf. 2, 36)7.
3. Interpretación exegética-teológica del texto
La finalidad del discurso de Pedro reside en provocar la conversión de los judíos.
El apóstol demuestra que el don del Espíritu, acontecido en Pentecostés, atestigua el
cumplimiento de la profecía de Joel. Una vez probada la verificación de la Antigua
Alianza, Pedro afirma ante los judíos expectantes la importancia del don del Espíritu
manifestado en Pentecostés; pues es Jesús quien, exaltado por Dios como
profetizaba la voz de David, ha enviado el Espíritu Santo prometido por Joel. De ese
modo, el apóstol certifica que se han cumplido en Jesús las profecías del AT, por
consiguiente requiere de los judíos la adhesión a Jesucristo por medio del bautismo
que les introduce en la Iglesia.
La primera sección de la prédica de Pedro manifiesta una estructura muy clara (2,
14-21). Muestra cómo Pedro, en nombre de los Once, rebate la burla de quienes
condenaban a los apóstoles de borrachos (2, 14-16), Pedro no habla por cuenta
propia, habla en nombre de los apóstoles y se muestra, igual que en otros pasajes,
como cabeza del grupo apostólico (2, 14; cf. 1, 15; 2, 37; 3, 4.6.12; 4, 8.13; 5,
3.8.9.15.29; 10-11; Lc 22, 32). Después aduce una cita de Joel para probar que los
acontecimientos que acaban de suceder suponen el cumplimiento de las profecías

6
Cf. F. RAMIS, Hechos de los Apóstoles, 64.
7
Cf. F. RAMIS, Hechos de los Apóstoles, 67.
5
del AT (Jl 3, 15; cf. Hch 2, 17-21) 8. El auditorio de Pedro, constituido por judíos y
vecinos de Jerusalén, representa a todo Israel9.
3.1 La cita de Joel
Pedro va más lejos que el narrador en la explicación del fenómeno de las lenguas.
Al escucharlo, el lector se entera de que el don del Espíritu era no sólo una promesa
reciente de Jesús (cf. 1, 8), sino una promesa muy antigua de Dios. Su realización va
a trastocar el mundo. San Lucas casi habría podido poner en labios de Pedro lo que
puso en los de Jesús en la sinagoga de Nazaret: «Hoy se ha cumplido el pasaje de la
Escritura que acabas de escuchar» (Lc 4, 21). Casi, pues, aunque la palabra de Joel
comienza a realizarse, no está totalmente cumplida 10. La profecía de Joel se refiere al
tiempo actual. La cita de Joel ratifica que en el presente se está cumpliendo el inicio
del Reino de Dios anunciado con el mensaje de Jesús. Los últimos tiempos han
comenzado. Jesús, resucitado y enaltecido, hizo realidad la donación del Espíritu a
sus seguidores, y, con ella, otras tres novedades: la profecía, el milagro, la
salvación11. Recalca la importancia del misterio de Pentecostés para el pueblo judío,
pues mediante la efusión del Espíritu Santo ha llegado a su plenitud la expectativa
que los hebreos habían depositado en las promesas de la Antigua Alianza.
Joel, según la opinión mayoritaria de los exegetas, predicó en Jerusalén durante el
primer tercio siglo IV a.C. La comunidad, con bastante certeza, albergaba pocas
posibilidades de subsistir: las opresiones del dominio persa, el inicio de la
infiltración de la cultura griega, las relaciones tensas con las provincias vecinas y la
precariedad de los cultivos infundían el desánimo entre los judíos fieles. Ante la
angustia de sus conciudadanos, la voz del profeta Joel predijo la subsistencia del
resto leal y sentenció que del testimonio creyente de la comunidad fiel renacería en
su día el pueblo entero; pues, tal como dice la Escritura, «después de estos
acontecimientos» (Jl 3, 1), el Señor derramará su Espíritu sobre todos los israelitas.
Según anuncia el profeta, la efusión del Espíritu provocará el don de profecía entre
los israelitas, los viejos soñaran sueños y los jóvenes tendrán visiones (2, 17; cf. Is
32, 14-15; Ez 36, 26-27; Jl 3, 15).
El Espíritu es el don definitivo que el Padre ofrece al pueblo hebreo para que se
adhiera a Jesús, el mediador de la alianza definitiva. Ahora bien, la mención de los
«últimos días» puesta en labios de Pedro no significa que en ese mismo instante
acontezca la plena consumación de la historia, subraya que despunta el alba de los
últimos tiempos, por eso el apóstol invita a los judíos a bautizarse en el nombre de
Jesucristo (2, 38)12.

8
Cf. F. RAMIS, Hechos de los Apóstoles, 61.
9
Cf. F. RAMIS, Hechos de los Apóstoles, 62.
10
A.A.V.V., Relecturas de los Hechos de los Apóstoles, 33.
11
D. DORMEYER – F. GALINDO, Comentario a los Hechos de los Apóstoles, 69.
12
Cf. F. RAMIS, Hechos de los Apóstoles, 63.
6
3.2 Las citas de David
Una vez expuesta a través de la mención de la profecía de Joel la necesidad de
invocar el nombre del Señor, el nombre de Jesús, Pedro prosigue su discurso
explicando la identidad de Jesús, el Señor13.
El kerigma proclamado por Pedro subraya los aspectos esenciales de la fe
cristiana. Anuncia la realidad histórica de «Jesús de Nazaret»; la expresión
determinativa «de Nazaret» sitúa la persona de Jesús en una aldea concreta de
Palestina con lo cual lo enmarca en el ámbito de la historia y lo sustrae del campo de
la mitología.
El discurso de Pedro descubre la resonancia del AT (cf. 3, 18; 13, 29), pues la
resurrección de Jesús «rompe las ataduras de la muerte» tal como insinúan diferentes
textos (2, 24; cf. 2 Sm 22, 6; Sal 17, 5; 114, 3; Job 39, 2). Pedro ha proclamado ante
el auditorio la resurrección de Jesús (2, 24), seguidamente ha apelado a la voz de
David, oculta en el Salterio, para argumentar la resurrección (2, 25-28; cf. Sal 16, 8-
11). Ahora viene lo más difícil, debe probar ante los judíos que el salmista, David,
anunciaba la resurrección de Jesús (2, 29-32). El discurso de Pedro certifica la
muerte de David, pues los judíos conocen su tumba (cf. 1 Re 2, 10), de lo que
deduce que David al escribir el poema (Sal 16) no se refería a sí mismo, sino que
hablaba de otro. Ese otro debe ser necesariamente, a tenor de la profecía de Natán,
un descendiente de David. Las palabras de Pedro tomadas de Sal 16,10 recalcan que
Dios ha liberado a Jesús de las garras de la muerte sacándolo de las fauces del
Hades; en este caso la mención del “Hades” constituye una metáfora del poder de la
muerte (cf. Ap 1, 18; 6, 8; 20, 13-15)14.
Jesús es exaltado a la diestra de Dios (cf. Sal 118, 16: LXX); el vocablo «diestra»
destaca, metafóricamente, el señorío de Dios sobre el Cosmos y la Historia. Sin
embargo, David no pudo sentarse a la diestra de Dios porque murió y, según indica
Pedro, su tumba puede contemplarse en Jerusalén (2, 29). Por esa razón el apóstol
refiere la profecía de David a Jesús: el Resucitado se ha sentado a la derecha de Dios
hasta que el mismo Dios acabe con sus enemigos. Se puede decir, en cierto modo,
que Dios a partir de ahora gobierna el curso de la Historia por medio de Jesús
Resucitado. La definición de Dios como «Padre» sugiere, implícitamente, la
identificación de Jesús como «Hijo» (cf. 9, 20; 13, 33)15.
Al final, el discurso desvela la identidad de Jesús valiéndose del título «Señor» y
«Mesías» (2, 36). Pedro enfatiza que siendo Jesús el Mesías anunciado en el AT los
judíos no pueden negarse a adherirse a él, pues en Jesús llegan a su plenitud las
promesas de la Antigua Alianza16.

13
Cf. F. RAMIS, Hechos de los Apóstoles, 64.
14
Cf. F. RAMIS, Hechos de los Apóstoles, 65-66.
15
Cf. F. RAMIS, Hechos de los Apóstoles, 66-67.
16
Cf. F. RAMIS, Hechos de los Apóstoles, 67.
7
4. Conclusión personal con conclusión pastoral
Es el Espíritu Santo el que permite al apóstol Pedro anunciar con valentía el
mensaje que no se puede callar, porque es el mensaje que da salvación y que da
sentido al corazón, que nos lleva a descubrir la verdad para la que estamos hechos,
es el Espíritu Santo el que le hace recobrar su dignidad.
De la misma manera es el Espíritu Santo el que nos permite a los cristianos dar
testimonio de Jesús en nuestras vidas.
Ahora muchos cristianos insisten en llevar una existencia a su medida, sin
exigencias ni compromisos, sin amor fraterno y sin la pasión por hacer que Jesús
esté en el corazón de los demás; lo cual no es posible si de verdad se posee al
Espíritu Santo que nos lleva a dar frutos.
A veces parece que nos escudamos en buenos raciocinios para callar nuestra
conciencia y no voltear a ver la problemática que vive nuestra gente: pobreza
material, analfabetismo, violencia, discriminación, desmoralización, etc.
Quiero hacer voz frente al cristianismo mediocre que se vive hoy en día.
Jesucristo debe ser nuestra vida, Jesucristo nos ha llamado a dejarlo todo y seguirlo,
nos envía a ir a aquellos lugares a donde Él pensaba ir. Jesús confía en nosotros y
nos da al Espíritu Santo.
Ahora es necesario abrir el corazón al Espíritu Santo para que salgamos de
nosotros mismos y hacia las tinieblas existenciales y predicar con nuestros servicios
a Jesús muerto y resucitado por nosotros. La Iglesia pertenece al Espíritu Santo
puesto que es Él el que la conduce. Que cada uno de nosotros con el don que ha
recibido se ponga al servicio de la Iglesia; mirando y reflexionando a la Iglesia que
fundó Jesús y no conformándose con ser bautizados anónimos.

BIBLIOGRAFÍA

Biblia de Jerusalén, 4ª edición, Bilbao, 2009.


FRANCESC R., Hechos de los Apóstoles, España, 2009.
DETLEV D. – FLORENCIO G., Comentario a los Hechos de los Apóstoles, España,
2007.
LORENZO T., Biblia comentada, España, 1965.
A.A.V.V., Relecturas de los Hechos de los Apóstoles, España, 2006.

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