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VIOLACIONES DEL DERECHO A LA VIDA Y LA DIGNIDAD HUMANA:

El hombre en su convivencia desde tiempo remotos siempre ha vivido en continua


lucha con las fuerzas de opresión impuesta por el desborde del poder.
El destacado jurista de la UNMSM doctor Mario Alzamora Valdez al respecto
menciona que “El Hombre ha vivido y vive en lucha permanente a través de los siglos
contra poderes negativos”.
“El hombre objetivado, despojado de su esencia, degradado a la condición de medio,
ha perdido el derecho de dirigir su propio destino; subsiste sin libertad, dentro de una
sociedad masificada que lo domina.
La Violencia ha sido utilizada durante toda la historia durante toda la historia humana
para degradar al hombre”. (Alzamora Valdez, M. Los Derechos Humanos y su
protección. Editorial JUS. Lima, Perú. 1977. Pág. 10)
En esencia el destacado jurista establece que la perdida de humanismo en las
personas provoca una conducta violenta, esta forma de actuar lo traslada al Estado, lo
que origina que este ente colectivo sea opresor, inhumano y violento al querer
conseguir sus objetivos o mantener el poder.
En este capítulo examinaremos la violación al Derecho a la Vida y a la Dignidad,
siendo el primero de estos, es decir, el Derecho a la Vida como el Derecho Humano el
más importante, pues es la condición sin la cual no podrían existir o pudieran tener
vigencia los otros Derechos. Es el Derecho mínimo que ningún estado tiene el derecho
de negar arbitrariamente.
Pero la realidad es otra, toda vez que hace poco en nuestro país hemos podido
experimentar el conflicto social provocado por el Estado que en su afán de controlar o
combatir el terrorismo cometió diversas trasgresiones a los Derechos Humanos dentro
de los cuales se encuentra el Derecho a la Vida y al La Dignidad. Acá se puede
observar lo que le doctor Mario Alzamora Valdez estable como el Antihumanismo de la
Violencia, donde el Estado para tomar la decisión de trasgredir el Derecho Humano
solo plantea un costo beneficio.
Es esencial conceptualizar que la muerte como violación de los Derechos Humanos es
la privación de la vida de una persona como resultado de una acción arbitraria y
dolosa realizada por un funcionario público u otra persona en el ejercicio de funciones
públicas, a instigación suya, o con su consentimiento o beneplácito.
Es importante realizar una clasificación ordenada de las violaciones al Derecho
Humano a la Vida y a la Dignidad y seguiremos la realizada por la Catedra.

A) EJECUCIONES SUMARIAS
Si bien no existiría una definición precisa, se puede entender que la ejecución sumaria
es aquella privación arbitraria de la vida resultado de una sentencia de procedimiento
sumario donde se limitaron, desvirtuaron u omitieron las debidas garantías procesales
como por ejemplo aquellas ejecuciones que son producto de un proceso llevado por
Tribunales Militares en procesos breves y sin defensa, donde no se ha respetado un
mínimo del debido proceso.
El Abogado e Investigador Daniel O´Donnell en su obra “Derecho internacional de los
derechos humanos” (primera edición 2004) al respecto manifiesta que “el Relator
Especial sobre ejecuciones extrajudiciales, sumarias o arbitrarias tiene la
responsabilidad de conocer denuncias de violaciones del derecho a la vida a través
del mundo entero, lo que le ha obligado a aclarar las normas consuetudinarias
aplicables a todo estado. En su Informe del año 1995 se encuentra el siguiente
resumen de las obligaciones que forman parte del derecho consuetudinario con
respecto al debido proceso y la pena de muerte:
“Los juicios en los que se impone la pena capital deben regirse por las más
estrictas normas de independencia, competencia, objetividad e imparcialidad
de jueces y jurados. En las causas en que puede recaer la pena capital los
acusados deben gozar de plenas garantías de una defensa adecuada en todas
las etapas del proceso, incluida la prestación adecuada de asistencia letrada
por abogados defensores competentes con cargo al Estado. Se presumirá la
inocencia de los acusados hasta que se haya demostrado su culpabilidad, sin
que quede lugar a ninguna duda razonable, procediéndose con el máximo rigor
al acopio y la valoración de las pruebas. Deben tenerse en cuenta todas las
circunstancias atenuantes. Se deberá garantizar que en el proceso todos los
supuestos de hecho y las consecuencias jurídicas de la causa puedan ser
revisados por un tribunal superior, integrado por jueces diferentes de los que
conocieron la causa en primera instancia. Además, debe garantizarse el
derecho del acusado a solicitar el indulto, la conmutación de la pena o una
medida de gracia.
Si bien en muchos países la legislación en vigor tiene en cuenta las normas de
un juicio imparcial contenidas en los instrumentos internacionales pertinentes,
esto de por sí no excluye que la pena de muerte pueda constituir una ejecución
extrajudicial, sumaria o arbitraria. Debe garantizarse la aplicación de estas
normas en todas las causas sin excepción (…). (Naciones Unidas, Informe del
Relator Especial sobre ejecuciones extrajudiciales, sumarias o arbitrarias,
E/CN.4/1995/61, párrafos. 377-378).
De acuerdo a la Dr. Teresa Isabel Doris Espinoza Soberón expresa que “la conducta
desplegada en los casos de “La Cantuta” y “Leonor La Rosa”, por parte de los
imputados como autores, se alejan de la calificación de acto de servicio, pues el hecho
de privar la vida a personas, en ejecución sumarias extrajudiciales, el atentar contra la
integridad física – psicológica, el impedir la libertad personal así como inferir maltratos
y torturas, son violaciones a los derechos humanos y constituyen delitos comunes, por
los cuales el Fuero Militar o similar son incompetentes para el procesamiento,
juzgamiento y sentencia en los mismos. (Validez y alcances de la resolución de la
Corte interamericana de Derechos humanos en el caso barrios altos con otros casos
de violaciones de Derechos Humanos en el Perú. Rescatado de
https://www.pj.gob.pe/wps/wcm/connect
/b2f1288043eb964b9408f40365e6754e/Caso_Barrios_Altos_Teresa_Espinoza_Sober
on.pdf?MOD=AJPERES& CACHEID=b2f1288043eb964b94 08f40365e6754e

B) DESAPARICIONES FORZADAS DE PERSONAS


El delito de desaparición forzada de personas está catalogado como uno de los “una
de las más graves y crueles violaciones de los Derechos Humanos” (Corte
Interamericana de Derechos Humanos. Caso Blake vs. Guatemala, sentencia de fondo
del 24 de enero de 1998, párrafo 55); el cual implica un arduo sufrimiento para las
víctimas y para los familiares, que sufren la incertidumbre de desconocer el paradero
de sus familiares.
La Convención internacional para la protección de todas las personas contra las
desapariciones forzadas establece en su artículo 2°: “Se entenderá por desaparición
forzada el arresto, la detención, el secuestro o cualquier otra forma de privación de
libertad que sean obra de agentes del Estado o por personas o grupos de personas
que actúan con la autorización, el apoyo o la aquiescencia del Estado, seguida de la
negativa a reconocer dicha privación de libertad o del ocultamiento de la suerte o el
paradero de la persona desaparecida, sustrayéndola a la protección de la ley”.
La definición de Desaparición Forzada de Personas es incorporada al Código Penal
mediante Decreto Ley N° 26926 publicado en el Diario Oficial El Peruano el 21 de
febrero del 1998 que en su Artículo 320 que establece:
Artículo 320.- Desaparición forzada de personas
El funcionario o servidor público, o cualquier persona con el consentimiento o
aquiescencia de aquel, que de cualquier forma priva a otro de su libertad y se
haya negado a reconocer dicha privación de libertad o a dar información cierta
sobre el destino o el paradero de la víctima, es reprimido con pena privativa de
libertad no menor de quince ni mayor de treinta años e inhabilitación conforme
al artículo 36 incisos 1) y 2).
En palabras de Vélez Fernández, “la desaparición forzada de personas surge en
nuestro país en un contexto de violencia política, especialmente en el marco de la
instauración de un estado de emergencia y como consecuencia de la aplicación de la
positiva antisubversiva empleada por los comandos militares frente a l accionar de los
grupos terroristas”. (Vélez, G. (2004). La Desaparición Forzada de las Personas y su
tipificación en el Código Penal peruano. Lima: PUCP, p. 28.)
El Dr. Pietro Sferrazza Taibi, establece que “es plausible proyectar una serie de
conclusiones sobre la definición de la desaparición forzada en el Derecho
internacional de los derechos humanos:
1. La definición de la desaparición forzada está integrada por tres elementos:
la privación de libertad, la denegación de información y el sujeto activo. La
sustracción a la protección de la ley, en cambio, es una consecuencia de
los elementos anteriores.
2. La privación de libertad es una de las conductas esenciales de la
desaparición forzada. Generalmente, se realiza de una manera ilícita,
mediante el secuestro o la detención ilegal. Sin embargo, es posible que la
privación de libertad sea legal ab initio. Para que en este último caso se
configure una desaparición forzada, es necesario que, en un momento
posterior, la privación de libertad se torne ilegal. Esta consecuencia, en
principio, se produce cuando se deniega la información sobre la víctima.
3. La denegación de información es una conducta esencial y el elemento
conceptual distintivo de la desaparición forzada, básicamente, porque
permite diferenciarla de otros ilícitos. Su contenido se refiere a la suerte y
paradero de la víctima. La concesión de la información sobre la persona
privada de libertad debe realizarse sin requerimiento previo y dentro de un
breve plazo que, preferiblemente, no exceda las cuarenta y ocho horas.
4. Tradicionalmente, la desaparición forzada ha sido considerada un delito
estatal, pero la Convención Internacional para la protección de todas las
personas contra las desapariciones forzadas (CIPPDF), y el Estatuto de
Roma (ER) aceptan la posibilidad de que agentes no estatales puedan
cometer este delito, a pesar de las ambigüedades interpretativas que dejan
irresueltas. En este trabajo se ha clasificado al autor de la desaparición
sobre la base de lo dispuesto en los diferentes instrumentos internacionales
específicamente dedicados a la desaparición.
Así, se ha distinguido entre agentes estatales y no estatales, atendido a su
pertenencia a la estructura orgánica del Estado. A su vez, entre los agentes
no estatales se ha diferenciado los que actúan con la autorización, el apoyo
o la aquiescencia del Estado y aquellos que actúan sin tener vínculo alguno
con el aparato estatal. Sin embargo, la fórmula adoptada por la CIPPDF es
el resultado de un compromiso adoptado entre diferentes posturas
antagónicas defendidas a lo largo de los trabajos preparatorios. Se trata de
una fórmula ambigua que genera varios problemas interpretativos.
En este trabajo se ha defendido una interpretación amplia de acuerdo con
la cual el ámbito de aplicación de la Convención Internacional incluye
hipótesis de desapariciones ejecutadas por agentes no estatales. No
obstante, no está claro si la Convención pretende que todas las
obligaciones consagradas en ella sean aplicables al Estado con
independencia de la categoría de agente que comete la desaparición o si
sólo algunas de dichas obligaciones son procedentes cuando el autor es un
agente no estatal. Hasta el momento, el Comité contra las Desapariciones
(CED) ha diferenciado claramente las desapariciones forzadas cometidas
por agentes estatales o con la autorización, apoyo y aquiescencia del
Estado de otras “conductas análogas” cometidas por agentes no estatales
a las que sólo se aplicarían las obligaciones de investigan y sancionar.
Por su parte, el ER contempla la organización política entre los sujetos
activos de la desaparición. Sin embargo, el problema estriba en identificar a
qué sujetos se refiere este texto normativo. Según una primera postura,
debe tratarse de sujetos similares o asimilables al Estado (State-like
organization), mientras que una segunda posición maneja un concepto más
amplio que incluye cualquier organización que persigue una finalidad
política.
5. La sustracción a la protección de la ley es una consecuencia que se
produce a raíz de la configuración del resto de los elementos definitorios y
que consiste en la desprotección jurídica a la que es sometida la persona
desaparecida.
Tratándose de una consecuencia es inapropiado exigir la anexión de
elementos conceptuales temporales o subjetivos adicionales, en cuanto
dificultarían irrazonablemente la prueba del delito y porque no se justifican
en relación con la realidad de la práctica de la desaparición forzada”.
( Sferrazza Taibi, P., Articulo “La definición de la desaparición forzada en el
derecho internacional”. Revista Ius et Praxis, Año 25, Nº 1, 2019, pp. 131 –
194. Talca Chile)
En nuestra jurisprudencia tenemos el Acuerdo Plenario N° 9-2009/CJ-116, que
establece en su fundamento 10°:
“El tipo legal de desaparición forzada, en cuanto a su conducta típica, es un delito
complejo que puede ser cometido de diversas maneras. Son dos las conductas
sucesivas que han de tener lugar para la tipificación de este ilícito:
a) la privación de libertad de una persona, a quien se la oculta, y cuyo origen
puede ser ab initio legal o ilegal; y
b) la no información sobre la suerte o el paradero de la persona a quien se le ha
privado de su libertad”.
El mismo acuerdo plenario precisa que el elemento esencial del tipo legal es la no
información “cuyo fin y efecto automático es sustraer a la persona privada de libertad
de la protección de la ley, esto es, impedir o dificultar la protección jurídica del
afectado, a quien se le sustrae. Este elemento no requiere que el autor de la privación
de la libertad sea al mismo tiempo de la negativa a brindar información”.
Asimismo, hace la precisión que “el deber de informar es fundamental para la
tipificación de la conducta delictiva: es un delito de incumplimiento del deber. El
funcionario o servidor público infringe este deber, que fluye de la normativa penal, si
no cumple con proporcionar la información necesaria”. Y añade que para los autores o
partícipes respondan penalmente “no es necesario que intervengan desde el comienzo
de la ejecución”.
Nuestra Corte Suprema en el RN 1514-2013, Lima, hace más precisiones al respecto,
señalando en su fundamento 11 que:
“El delito se consolida cuando se cumple con este último elemento: no brindar la
información legalmente impuesta sobre el paradero o situación jurídica del agraviado.
La no información -negación del hecho mismo de la detención y el no brindar
información alguna de lo que sucedía con el detenido-, en suma, es un elemento
esencial del tipo legal, cuyo fin y efecto automático es sustraer al agraviado de la
protección de la ley. El ocultamiento, pues, es un elemento central de este delito”.
En su siguiente fundamento precisa que “la privación de la libertad es presupuesto
para el delito, pero no el elemento rector que lo configura. Es una exigencia de prueba
del único escenario en el cual es posible desaparecer forzosamente a otra persona. El
denominado “comportamiento típico» -conducta específica fundamental-, es la
infracción del deber de informar que tiene el funcionario público”.
El mismo recurso de nulidad nos dice en su fundamento 13° que “el sujeto activo del
delito de desaparición forzada es un funcionario público”. En líneas posteriores nos
dice que “es un delito permanente que se mantiene mientras sus autores continúen
ocultando la suerte y el paradero de la persona desaparecida, y mientras no se aclaren
los hechos”
El supremo intérprete de la Constitución también se ha pronunciado sobre el tipo penal
de desaparición forzada de personas. Es así que se afirma en la sentencia del Exp.
N.° 2488-2002-HC/TC, Piura (caso Genaro Villegas Namuche) que:
“La práctica de la desaparición forzada atenta contra diversos derechos
fundamentales. Además de violar la libertad locomotora, impide interponer los recursos
legales que permitan proteger los derechos conculcados, lesionando, así, el derecho
de acudir a un tribunal a fin de que se decida, a la brevedad, sobre la legalidad de la
detención. Asimismo, implica, generalmente, actos de tortura y tratos inhumanos y
degradantes, por lo que también afecta el derecho a la integridad personal. De igual
manera, esta práctica criminosa supone, con frecuencia, la ejecución extrajudicial de
los detenidos, y el posterior ocultamiento de sus cadáveres. Lo primero lesiona el
derecho a la vida, mientras que lo segundo procura la impunidad del hecho”.
(Fundamento 3)
También es necesario mencionar la sentencia recaída en el Exp. N.° 4677-2005-
PHC/TC, Lima[7] (caso Juan Nolberto Rivero Lazo) donde el Tribunal dice que:
“La desaparición forzada de personas es un delito pluriofensivo, por cuanto afecta la
libertad física, el debido proceso, el derecho a la integridad personal, el reconocimiento
de la personalidad jurídica y, como ya se ha señalado, el derecho a la tutela judicial
efectiva”. (Fundamento 26).
Como complemento a lo ya reseñado se debe tener en cuenta que la desaparición
forzada de personas, al igual que los demás delitos de lesa humanidad son
imprescriptibles.
La desaparición forzada de personas, es una práctica delictiva estatal y para- estatal
de un Estado aparentemente legal y con un aparato clandestino, ha sido denunciada
por grupos de tareas de la Comisión presidida por Ernesto Sábato en el informe
“Nunca más”, publicado en 1984.
Contando con el apoyo logístico de la inteligencia del estado y el respaldo extranjero
miles de argentinos fueron desaparecidos, lo mismo en Chile, El Salvador, Guatemala
y otros de América Latina.
Según Manuel de Rivacoba y Rivacoba, las desapariciones eran perpetradas por
“grupos de la muerte” o “escuadrones” que tenían información oficial y clasificada
sobre la vida y costumbres de los opositores.
La desaparición forzada de personas es un delito que viola un cúmulo de derechos
fundamentales, entre ellos el derecho a la vida y a la dignidad humana. Es un delito
“que avergüenza la conciencia jurídica del hemisferio y constituye un delito de lesa
humanidad” (Asamblea de la OEA. 1983)
Los argentinos Jacobo Timmerman en “Preso sin nombre, celda sin número” y Horacio
Verbitsky en “El Vuelo” denuncian la desaparición de cadáveres quemados o arrojados
al mar.
En nuestro país no fue diferente muchos relatos informativos han manifestado que en
las zonas de conflicto donde se producían escaramuzas o enfrentamientos muchos de
los detenidos eran arrojados a los ríos.

C) TORTURA
La tortura viene desde el poder penal de los estados esclavistas, taliónicos, crueles e
intimidatorios, así como simbolistas, donde la crueldad física, moral y por todos los
medios constituían pruebas en los interrogatorios (ordalías) o “pruebas de Dios”,
recién cuestionadas en 1764 por Cesare de Beccaria en su obra “De los delitos y de
las penas”
La Convención contra la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanas o
degradantes, en su artículo 1, define a la tortura como:
“1. Todo acto que inflige a otra persona dolores o sufrimientos graves ya sean
físicos o mentales con el fin de obtener de ella o de un tercero información o
una confesión, de castigarla por un acto que haya cometido o se sospeche que
ha cometido, intimidar o coaccionar a esa persona o a otras, o por cualquier
razón, basada en cualquier tipo de discriminación, cuando dichos dolores o
sufrimientos sean infligidos por un funcionario público u otra persona, en
ejercicio de sus funciones públicas o a instigación suya, o con su
consentimiento o aquiescencia. No se consideran torturas los dolores o
sufrimientos que sean consecuencias de sanciones legítimas o que sean
inherentes o incidentales a éstas”
El Abogado e Investigador Daniel O´Donnell expresa que “La definición plasmada en
el artículo 2° de la Convención Interamericana para prevenir y sancionar la tortura es
la siguiente:
“Para los efectos de la presente Convención se entenderá por tortura todo acto
realizado intencionalmente por el cual se inflijan a una persona penas o
sufrimientos físicos o mentales, con fines de investigación criminal, como
medio intimidatorio, como castigo personal, como medida preventiva, como
pena o con cualquier otro fin. Se entenderá también como tortura la aplicación
sobre una persona de métodos tendientes a anular la personalidad de la
víctima o a disminuir su capacidad física o mental, aunque no causen dolor
físico o angustia psíquica.
Esta definición es mucho más amplia que la universal. El elemento subjetivo
prácticamente queda eliminado por la adición de las palabras “o con cualquier otro fin”,
y el elemento de la pena o sufrimiento producido en la víctima ya no es calificado de
“grave”. Además, se incorpora a la definición un tipo de abuso que está totalmente
ausente en la definición universal, a saber: las prácticas que, aun cuando no causen
dolor, tienden a “anular la personalidad de la víctima o a disminuir su capacidad física
o mental”. Por último, se elimina toda referencia a la identidad del sujeto activo”. (O
´Donnell, D. “Derecho internacional de los Derechos Humanos”. Editorial Tierra Firme,
primera edición 2004. Bogotá, Colombia. Pag.179).
En nuestra legislación se ha establecido la Tortura como delito prescrito en el Código
Penal:
Artículo 321.- Tortura
El funcionario o servidor público, o cualquier persona con el consentimiento o
aquiescencia de aquel, que inflige dolores o sufrimientos graves, sean físicos o
mentales, a otra persona o la somete a cualquier método tendente a
menoscabar su personalidad o disminuir su capacidad mental o física, es
reprimido con pena privativa de libertad no menor de ocho ni mayor de catorce
años.
De dicha norma penal se aprecia que las características del referido tipo penal, son las
siguientes:
- Se extiende o comprende no sólo a agentes estatales sino también a
particulares, que actúen con el consentimiento o aquiescencia de aquellos.
- Exige dolores o sufrimientos graves o que se someta a alguien a condiciones o
métodos que anulen la personalidad de la víctima o disminuyan su capacidad
física o mental. Sobre la segunda modalidad de tortura, contemplada en el
Código Penal, cabe señalar que se toma como referencia lo previsto en la
Convención Interamericana sobre la materia, pero conviene precisar que lo
hace en forme imperfecta, pues el referido instrumento internacional sólo exige
que los métodos utilizados sean tendientes a anular la personalidad de la
víctima o a disminuir su capacidad física o mental. Es decir, no obliga a que se
produzca el resultado a diferencia de lo establecido en la legislación penal
peruana, lo que posibilita importantes márgenes de impunidad en la instancia
nacional.
Es la forma suprema de tratamiento cruel, inhumano o degradante, tipificado como
crimen de lesa humanidad en la Convención contra la Tortura del 10 de diciembre de
1984, que, en 33 artículos, constituye un conjunto de principios, normas y
procedimientos para condenar la tortura, creando el Comité de Naciones Unidas
contra la tortura (artículo 17 de la Convención de diciembre de 1984). Se prescribe su
persecución y sanción a nivel universal.
Por el artículo 5 de la Declaración Universal de derechos Humanos se proscribe la
tortura.
Por el artículo 7 del Pacto de Derechos Civiles y Políticos de la ONU (16-XII- 1966) y
por el artículo 7.f, se considera crímenes de lesa humanidad, junto con el exterminio
(7.b) y la desaparición forzada de personas (7.i), tener presente en su investigación el
Protocolo de Estambul, del año 2000.
La Suprema Corte de Argentina, en su jurisprudencia de 1988, estableció la doctrina
jurisprudencial de los “frutos del árbol envenenado”, quitando validez a las
declaraciones y pruebas arrancadas mediante torturas”
El caso más conocido de Tortura es el cometido en agravio de la Agente de
Inteligencia Operativa del SIE Leonor La Rosa.
“La Comisión de la Verdad … Comprobó que durante el conflicto armado interno las
personas que fueron víctimas de desaparición forzada y ejecuciones extrajudiciales
fueron en su mayoría previamente objeto de tortura y tratos crueles, inhumanos o
degradantes. Estamos hablando entonces de varias decenas de miles de víctimas.
(HUMAN RIGHTS WATCH / AMERICAS: Perú. Tortura y persecución política en el
Perú. Diciembre, 1997. p. 7)
Asimismo la Comisión de la Verdad expreso que “Respecto de por qué los agentes
estatales fueron mayormente responsables, la Comisión muestra que los grupos
subversivos no lograron controlar territorios ni organizaciones (solo lo lograron en
espacios y tiempos reducidos, especialmente en el valle del Río Apurímac y Ene y en
la zona del Alto Huallaga) y que por ello, fue menos probable que hayan logrado
detener personas, requisito previo a torturar; más bien, los casos de tortura y tratos
crueles atribuidos a los grupos subversivos están generalmente ligados a maltratos
que preceden al asesinato, constituyen una forma de “castigo ejemplarizador” antes
que un intento de extraer alguna confesión.
Por el contrario, los agentes del Estado que ejercieron el control legal del territorio y
forman parte de la estructura institucional que busca controlar su actuación, dirigen su
accionar hacia la captura de los miembros de las organizaciones subversivas.
Las torturas constituyeron un crimen de lesa humanidad. Respecto de Sendero
Luminoso la Comisión comprobó una frecuencia importante de casos de tortura entre
1983 y 1993, así como una reiteración de modalidades y prácticas en diversos lugares
de Ayacucho, Huánuco, Junín y Pasco, Apurímac y Huancavelica, lugares de mayor
incidencia.
La mayoría de denuncias por tortura provinieron de zonas controladas por el Ejército
en las zonas de emergencia, siendo los lugares preferidos para torturar las propias
bases militares y los otros casos la DINCOTE o DIRCOTE.
Por parte de los agentes del Estado, se concluye que durante el período 1983 a 1997
existió una práctica sistemática y generalizada de la tortura. La CVR registró 4,826
casos de tortura perpetrados por agentes del Estado, comités de autodefensa y
paramilitares, de los cuales 4,625 son adjudicados exclusivamente a agentes del
Estado. (DEFENSORÍA DEL PUEBLO. Desaparición forzada de personas en el Perú.
Lima: Defensoría del Pueblo, 2)

D) UTILIZACIÓN ARBITRARIA DE LA FUERZA


Cuando en nuestro país se han producido movimiento de protesta donde se ha
desbordado los actos de violencia en la mayoría de casos se han producido muertes
como son los casos mas recientes en el paro de provincial de Huancayo, la protesta
contra la designación del presidente Jorge Merino donde fallecen Brian Pintado
Sánchez y Jordán Inti Sotelo Camargo, antes hemos escuchado del Baguazo o la
marcha de los cuatro suyos, donde tuvieron como resultado negativo el fallecimiento
de manifestantes. Ya en el análisis de los efectos jurídicos siempre aparece el tema de
la Utilización arbitraria o desproporcionada de la fuerza.
El Acuerdo Adoptado por la Asamblea General en su resolución 34/169, de 17 de
diciembre de 1979 aprueba el Código de conducta para funcionarios encargados de
hacer cumplir la ley, estableciendo:
Artículo 3°: Los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley podrán usar la
fuerza sólo cuando sea estrictamente necesario y en la medida que lo requiera
el desempeño de sus tareas.
En la página web de la Naciones Unidas encontramos los comentarios a este acuerdo:
a) En esta disposición se subraya que el uso de la fuerza por los funcionarios
encargados de hacer cumplir la ley debe ser excepcional; si bien implica que
los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley pueden ser autorizados a
usar la fuerza en la medida en que razonablemente sea necesario, según las
circunstancias para la prevención de un delito, para efectuar la detención legal
de delincuentes o de presuntos delincuentes o para ayudar a efectuarla, no
podrá usarse la fuerza en la medida en que exceda estos límites.
b) El derecho nacional restringe ordinariamente el uso de la fuerza por los
funcionarios encargados de hacer cumplir la ley, de conformidad con un
principio de proporcionalidad. Debe entenderse que esos principios nacionales
de proporcionalidad han de ser respetados en la interpretación de esta
disposición. En ningún caso debe interpretarse que esta disposición autoriza el
uso de un grado de fuerza desproporcionado al objeto legítimo que se ha de
lograr.
c) El uso de armas de fuego se considera una medida extrema. Deberá hacerse
todo lo posible por excluir el uso de armas de fuego, especialmente contra
niños. En general, no deberán emplearse armas de fuego excepto cuando un
presunto delincuente ofrezca resistencia armada o ponga en peligro, de algún
otro modo, la vida de otras personas y no pueda reducirse o detenerse al
presunto delincuente aplicando medidas menos extremas. En todo caso en que
se dispare un arma de fuego, deberá informarse inmediatamente a las
autoridades competentes.
Estos comentarios han sido recuperados de https://www.ohchr.org/es/instruments-
mechanisms/instruments/code-conduct-law-enforcement-officials
El Abogado e Investigador Daniel O´Donnell expresa que “Cuando las circunstancias
permiten concluir que la finalidad del uso de la fuerza pudo haber sido legítima, la
proporcionalidad o razonabilidad de la fuerza empleada constituye un tema clave. Si
bien la Declaración Universal y la Declaración Americana, el PIDCP y la Convención
Americana carecen de normas específicas al respecto, otros instrumentos universales
llenan este vacío. Los instrumentos relativos al uso de la fuerza por la policía y otros
cuerpos de seguridad incluyen tres instrumentos no contractuales, a saber: el Código
de Conducta para funcionarios encargados de hacer cumplir la ley, los Principios
básicos sobre el empleo de la fuerza y de las armas de fuego por funcionarios
encargados de hacer cumplir la ley, y los Principios sobre la eficaz prevención e
investigación de ejecuciones extralegales, arbitrarias o sumarias. (O´Donnell, D.
“Derecho internacional de los Derechos Humanos”. Editorial Tierra Firme, primera
edición 2004. Bogotá, Colombia. Pag.103)
La Corte IDH en el caso Zambrano Vélez vs Ecuador del año 2007, en los párrafos 83
y 84, exige el control adecuado y la verificación de la legitimidad del uso de la fuerza.
“1) Excepcionalidad, necesidad, proporcionalidad y humanidad:
83. El uso de la fuerza por parte de los cuerpos de seguridad estatales debe
estar definido por la excepcionalidad, y debe ser planeado y limitado
proporcionalmente por las autoridades. En este sentido, el Tribunal ha
estimado que sólo podrá hacerse uso de la fuerza o de instrumentos de
coerción cuando haya agotado y ha fracasado todos los demás medios
de control.
84. En un mayor grado de excepcionalidad se ubica el uso de la fuerza letal
y las armas de fuego por parte de agentes de seguridad estatales contra
las personas, el cual debe estar prohibido como regla general. Su uso
excepcional deberá estar formulado por ley, y ser interpretado
restrictivamente de manera que sea minimizado en toda circunstancia,
no siendo más que el “absolutamente necesario” en relación con la
fuerza o amenaza que se pretende repeler. Cuando se usa fuerza
excesiva toda privación de la vida resulta arbitraria.
85. El uso de la fuerza debe estar limitado por los principios de
proporcionalidad, necesidad y humanidad. La fuerza excesiva o
desproporcionada por parte de los funcionarios encargados de hacer
cumplir la ley que da lugar a la pérdida de la vida puede por tanto
equivaler a la privación arbitraria de la vida. El principio de necesidad
justifica sólo las medidas de violencia militar no prohibidas por el
derecho internacional, que son relevantes y proporcionadas para
garantizar el pronto sometimiento del enemigo con el menor gasto
posible de recursos humanos y económicos. El principio de humanidad
complementa y limita intrínsecamente el principio de necesidad, al
prohibir las medidas de violencia que no son necesarias (es decir,
relevantes y proporcionadas) para el logro de una ventaja militar
definitiva. En situaciones de paz, los agentes del Estado deben
distinguir entre las personas que, por sus acciones, constituyen una
amenaza inminente de muerte o lesión grave y aquellas personas que
no presentan esa amenaza, y usar la fuerza sólo contra las primeras “.
Recuperado de https://www.corteidh.or.cr/…/ art…/ seriec166esp
1.pdf…
También las heridas y muertes producidas por el uso arbitrario, excesivo o desmedido
de la fuerza para intervenir manifestaciones o para aplicar la ley mediante el uso
desproporcionado y abusivo de la fuerza, inspirada en la falsa doctrina de la
“seguridad nacional” ( Zaffaroni: “inseguridad nacional”) es un delito sancionado,
cuando se debe orientar y regular por la Convención de las Naciones Unidas y las
Reglas Mínimas para los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley ( Asamblea
General ONU, Nueva York. 17 de diciembre de 1979).

E) GENOCIDIO
La definición de genocidio consagrada por la Convención para la prevención y sanción
del delito de genocidio, que establece:
En la presente Convención, se entiende por genocidio cualquiera de los actos
mencionados a continuación, perpetrados con la intención de destruir, total o
parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, como tal:
a. Matanza de miembros del grupo;
b. Lesiones graves a la integridad física o mental de los miembros del grupo;
c. Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan
de acarrear su destrucción física, total o parcial;
d. Medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo;
e. Traslado por fuerza de niños del grupo a otro.
El Abogado e Investigador Daniel O´Donnell expresa que “Esta definición ha sido
criticada en razón de la supuesta dificultad de comprobar el elemento subjetivo, es
decir, “la intención de destruir, total o parcialmente” a un grupo determinado. La
nómina de grupos protegidos –nacionales, étnicos, raciales y religiosos– también ha
sido criticada, por ser limitada. No obstante, dichas críticas no se han traducido en
voluntad política de ampliar la definición.
El Estatuto de la Corte Penal Internacional, adoptado en Roma el 17 de julio de 1998,
y el cual entró en vigor el 1º de julio de 2002, reproduce esta definición clásica sin
cambio alguno ni en el elemento subjetivo, ni en la nómina de los grupos protegidos
(art. 6). En una decisión adoptada en 1997 la Comisión Interamericana rechazó el
argumento de que el concepto de genocidio debería ampliarse para comprender la
eliminación sistemática de los miembros de un grupo en razón de su afiliación
política”. (O´Donnell, D. “Derecho internacional de los Derechos Humanos”. Editorial
Tierra Firme, primera edición 2004. Bogotá, Colombia. Pags.125-126).
El genocidio, o delito de genocidio, como lo denominó el profesor argentino Francisco
La Plaza “un crimen antiguo, pero un delito nuevo”, está proscrito por la Convención
de Naciones Unidas contra el Crimen de Genocidio del 9 de diciembre de 1948, y
definido con gran precisión en el artículo 6, del Estatuto de Roma de la Corte Penal
Internacional del 17 de julio de 1998, siguiendo el espíritu de la Convención de 1948.
La Convención para la Prevención y Sanción del delito de genocidio consta de XIX
artículos, según Resolución 260 A (III) de la Asamblea General de la ONU del 9 de
diciembre de 1948. Su entrada en vigor se produce el 12 de enero de 1951, según su
artículo XIII.
Considerada por Resolución 96 (I9 de la AG de la ONU del 11-XII-1946), como delito
de derecho internacional, contrario al espíritu y a los fines de las Naciones Unidas, que
el mundo condena, basándose que en todos los periodos de la historia el genocidio
ha infligido grandes pérdidas a la humanidad.
El Delito de Genocidio ha sido incorporado a nuestro Código Penal por la Ley 26926 el
19 de febrero de 1998.

F) PENA DE MUERTE
Un tema siempre controvertido, la humanidad desde sus inicios ha venido
acompañada de este desproporcionado castigo, donde al parecer fue promovida por
las grandes religiones, en el Antiguo Testamento, por ejemplo, el propio Yahvé castiga
con destrucción y muerte a los réprobos antes de que sufran el suplicio eterno de las
llamas del infierno. Un ejemplo muy conocido es la destrucción de las ciudades de
Sodoma y Gomorra.
Apareció como norma desde la época de Hammurabi, hasta el siglo XVIII, con la obra
de Cesare de Beccaria de 1764 “De los delitos y las penas”, como una norma
aceptada por la sociedad.
Pero a partir de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, donde se
encumbra como el derecho a la vida como el derecho esencial, se ha tratado de abolir
la pena de muerte.
El marco jurídico abolicionista tiene como fundamento las siguientes normativas:
DECLARACIÓN UNIVERSAL DE DERECHOS HUMANOS
Artículo 3: Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la
seguridad de su persona.
PACTO INTERNACIONAL DE DERECHOS CIVILES Y POLÍTICOS (PIDCP)
Artículo 6:
1. El derecho a la vida es inherente a la persona humana. Este derecho estará
protegido por la ley. Nadie podrá ser privado de la vida arbitrariamente.
2. En los países en que no hayan abolido la pena capital sólo podrá
imponerse la pena de muerte por los más graves delitos y de conformidad
con leyes que estén en vigor en el momento de cometerse el delito y que no
sean contrarias a las disposiciones del presente Pacto ni a la Convención
para la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio. Esta pena sólo podrá
imponerse en cumplimiento de sentencia definitiva de un tribunal
competente.
3. Cuando la privación de la vida constituya delito de genocidio se tendrá
entendido que nada de lo dispuesto en este artículo excusará en modo
alguno a los Estados Partes del cumplimiento de ninguna de las
obligaciones asumidas en virtud de las disposiciones de la Convención para
la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio.
4. Toda persona condenada a muerte tendrá derecho a solicitar el indulto o la
conmutación de la pena de muerte. La amnistía, el indulto o la conmutación
de la pena capital podrán ser concedidos en todos los casos.
5. No se impondrá la pena de muerte por delitos cometidos por personas de
menos de 18 años de edad, ni se les aplicará a las mujeres en estado de
gravidez.
6. Ninguna disposición de este artículo podrá ser invocada por un Estado
Parte en el presente Pacto para demorar o impedir la abolición de la pena
capital.
DECLARACIÓN AMERICANA DE LOS DERECHOS Y DEBERES DEL HOMBRE
(DECLARACIÓN AMERICANA)
Artículo I. Derecho a la vida, a la libertad, a la seguridad e integridad de la
persona.
Todo ser humano tiene derecho a la vida, a la libertad y a la
seguridad de su persona.
CONVENCIÓN AMERICANA SOBRE DERECHOS HUMANOS (CONVENCIÓN
AMERICANA)
Artículo 4. Derecho a la vida
1. Toda persona tiene derecho a que se respete su vida. Este derecho estará
protegido por la ley y, en general, a partir del momento de la concepción.
Nadie puede ser privado de la vida arbitrariamente.
2. En los países que no han abolido la pena de muerte, ésta sólo podrá
imponerse por los delitos más graves, en cumplimiento de sentencia
ejecutoriada de tribunal competente y de conformidad con una ley que
establezca tal pena, dictada con anterioridad a la comisión del delito.
Tampoco se extenderá su aplicación a delitos a los cuales no se le aplique
actualmente.
3. No se restablecerá la pena de muerte en los Estados que la han abolido.
4. En ningún caso se puede aplicar la pena de muerte por delitos políticos ni
comunes conexos con los políticos.
5. No se impondrá la pena de muerte a personas que, en el momento de la
comisión del delito, tuvieren menos de dieciocho años de edad o más de
setenta, ni se les aplicará a las mujeres en estado de gravidez.
6. Toda persona condenada a muerte tiene derecho a solicitar la amnistía, el
indulto o la conmutación de la pena, los cuales podrán ser concedidos en
todos los casos. No se puede aplicar la pena de muerte mientras la solicitud
esté pendiente de decisión ante autoridad competente.
SEGUNDO PROTOCOLO FACULTATIVO DEL PIDCP DESTINADO A ABOLIR LA
PENA DE MUERTE
Artículo 1
1. No se ejecutará a ninguna persona sometida a la jurisdicción de un Estado
Parte en el presente Protocolo.
PROTOCOLO A LA CONVENCIÓN AMERICANA RELATIVO A LA ABOLICIÓN DE
LA PENA DE MUERTE
Artículo 1
Los Estados Partes en el presente Protocolo no aplicarán en su territorio la
pena de muerte a ninguna persona sometida a su jurisdicción.
DECLARACIÓN DE ESTOCOLMO CONTRA LA PENA DE MUERTE DE 11 DE
DICIEMBRE DE 1977.
"Cuando el Estado utiliza su poder para poner fin a la vida de un ser humano,
es probable que ningún otro derecho sea inviolable. El Estado no puede dar la
vida y no debe atreverse a quitarla.”
El Abogado e Investigador Daniel O´Donnell manifiesta que “A pesar de los obstáculos
que han frustrado los reiterados esfuerzos de abolir la pena de muerte en el mundo
entero, hoy día es ampliamente reconocido que el DIDH tiende a la progresiva
eliminación de dicha pena. En su Comentario General sobre el derecho a la vida, el
Comité de Derechos Humanos observó que “El artículo se refiere también en forma
general a la abolición en términos que denotan claramente (párrs. 2 y 6 del artículo 6)
que ésta es de desear.” Asimismo, en el análisis de un caso, el Comité reconoció que
“reducir el recurso a la pena de muerte puede considerarse uno de los objetivos y
propósitos del Pacto”. No obstante, hasta la fecha el Comité no ha aplicado este
principio para determinar si la imposición de la pena en determinadas circunstancias
es o no incompatible con el PIDCP.
En el ámbito regional, los países que ya habían suprimido la pena de muerte en sus
legislaciones estimaban imprescindible incluir en la Convención Americana una norma
que la prohibiera categóricamente, mientras que los países cuya legislación establecía
la pena de muerte se veían imposibilitados a aceptar una norma internacional que los
obligara a renunciar a la imposición de esa pena. Esta controversia fue resuelta en la
Conferencia Especializada de 1969 mediante la inclusión en la Convención Americana
de dos cláusulas destinadas a promover la eliminación progresiva de la pena de
muerte en todos los Estados Partes. Esas disposiciones, que no tienen equivalente en
el PIDCP, figuran en los párrafos segundo y tercero del artículo 4, y rezan “no se
restablecerá la pena de muerte en los Estados que la han abolido” y “tampoco se
extenderá su aplicación a delitos a los cuales no se la aplica actualmente”.
La Corte Interamericana aludió a esta tendencia en una Opinión Consultiva sobre el
alcance de una reserva al párrafo tercero del artículo 4. Según ésta “la Convención
expresa una clara nota de progresividad consistente en que, sin llegar a decidir la
abolición de la pena de muerte, adopta las previsiones requeridas para limitar
definitivamente su aplicación y su ámbito, de modo que ésta se vaya reduciendo hasta
su supresión final”. La Corte Interamericana también aludió a este principio al expresar
que “una clara tendencia restrictiva a la aplicación de la pena de muerte hacia su
supresión final” caracteriza no sólo en la Convención Americana sino también el
PIDCP.
Desde hace más de diez años la corriente abolicionista logró la adopción y entrada en
vigor de un protocolo al PIDCP y otro a la Convención Americana, que permiten a los
Estados Partes formalizar el compromiso de no aplicar nunca más la pena de muerte
(ver la sección 1.2). (O´Donnell, D. “Derecho internacional de los Derechos Humanos”.
Editorial Tierra Firme, primera edición 2004. Bogotá, Colombia. Pags.136-138).
El Jurista Norberto Bobbio manifiesta que “El Estado tiene el privilegio y el beneficio
del monopolio de la fuerza. Ha de sentir toda la responsabilidad de ese privilegio y de
ese beneficio. Comprendo perfectamente que se trata de un razonamiento abstracto,
que se pude tachar de moralismo ingenuo, de sermón inútil. Pero intentamos dar una
razón a nuestra repugnancia ante la pena de muerte. Y la razón es sólo una: el
mandamiento de no matarás.
Yo no veo otra. Fuera de esta razón última, todos los demás argumentos valen poco o
nada, puedes ser refutados con otros argumentos que tienen, más o menos, la misma
fuerza de persuasión. (...) Creemos firmemente que la total desaparición de la pena de
muerte del teatro de la historia está destinada a representar una señal indiscutible del
progreso civil. Expresó muy bien este concepto John Stuart Mill: "La historia íntegra
del progreso humano ha sido una serie de transiciones a través de las cuales una
costumbre o una institución han pasado, una tras otra, de ser supuestamente
necesarias para la existencia social al rango de injusticias universalmente
condenadas".
Estoy convencido que es también éste el destino de la pena de muerte. Si me
preguntáis cuándo se cumplirá ese destino, os contesto que no lo sé. Tan sólo sé que
el cumplimiento de dicho destino será una señal indiscutible de progreso moral.
(Norberto Bobbio. No matarás. Península, 2001. Argumentos de ocho intelectuales
contra la pena de muerte. Avance (publicado en La Vanguardia, 26-8-01) del artículo
del pensador italiano Norberto Bobbio, fundador de la Comunidad de San Egidio)

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