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#2 Skye Warren - Strict Confidence
#2 Skye Warren - Strict Confidence
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2
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Staff
TRADUCCIÓN
Albaxxi
Danielle
OnlyNess
CORRECCIÓN
Jessibel
Mayra. D 3
Sand
LECTURA FINAL
Mary
DISEÑO
Bruja_Luna_
Índice
Staff __________________ 3 Capítulo 13 __________ 111
Sinopsis_______________ 5 Capítulo 14 __________ 119
Capítulo 1 _____________ 6 Capítulo 15 __________ 125
Capítulo 2 ____________ 11 Capítulo 16 __________ 134
Capítulo 3 ____________ 16 Capítulo 17 __________ 142
Capítulo 4 ____________ 27 Capítulo 18 __________ 149
Capítulo 5 ____________ 34 Capítulo 19 __________ 158
Capítulo 6 ____________ 43 Capítulo 20 __________ 166
Capítulo 7 ____________ 52 Capítulo 21 __________ 171
Capítulo 8 ____________ 61 Capítulo 22 __________ 178
4
Capítulo 9 ____________ 67 Capítulo 23 __________ 182
Capítulo 10 ___________ 75 Capítulo 24 __________ 189
Capítulo 11 ___________ 88 Siguiente Libro _______ 194
Capítulo 12 __________ 100 Sobre la Autora_______ 195
Sinopsis
15
Capítulo 3
Jane Mendoza
Traducido por Danielle
Corregido por Jessibel
⎯¿Señorita Mendoza?
⎯Soy yo. ⎯Mi voz sale rasposa. Más que eso, me duele. Se siente
como si alguien tamizara trozos de papel de lija contra mis cuerdas vocales.
No quiero hablar con nadie, pero especialmente no quiero hablar con esta
persona. Una desconocida. Un intimidante.
⎯¿A las seis, tal vez? ¿A las siete? Era mi día libre, así que hicieron
espaguetis sin mí. ⎯Beau y Paige estaban bailando en la cocina cuando
llegué de la ciudad.
⎯No.
⎯¿Y dónde estaba usted cuando notó el fuego por primera vez?
⎯¿Sola?
No estoy tratando de ser difícil, es solo que hay un clamor en mi
cabeza. Una sensación de urgencia que corre por mis venas. No conozco a 19
esta persona. ¿Detective? Sí. Claro. En mi mundo, la policía era la gente que
te alejaba de tus padres. Eran las personas que miraban para otro lado
cuando los padres adoptivos eran abusivos.
⎯Vivo en la misma casa ⎯digo con cautela⎯. Nos vemos todos los
días. Cenamos juntos. Hay una cercanía natural para una niñera que vive
en casa que no esperaba cuando acepté el trabajo. Así que no sé si lo
llamaría estrictamente profesional.
Un recuerdo se levanta, la oscura sombra del Sr. Rochester se posa
sobre mí.
⎯Y se fue a California.
⎯Su propia Fiebre del Oro personal, se podría decir.
Hay corrientes subterráneas en su voz. ¿Celos? ¿Resentimiento?
Supongo que sería duro ver que alguien a quien consideraba un colega se
convirtiera en un hombre rico. No soy inmune a la envidia. Hubo veces en
las que quise un sándwich y rollitos de fruta en lugar de un almuerzo
caliente que pagué con un número de almuerzo gratuito. Hubo veces en las
que quise una fiesta de cumpleaños o clases de gimnasia o todas las demás
cosas que tenían las chicas de mi clase. Los sentimientos de celos no me
hacen particularmente noble, pero sí me hacen humana.
⎯¿Por qué iba a provocar un incendio? ¿Qué razón podría tener para
hacer eso?
⎯Pero no lo hiciste.
Mi cabeza tiembla, de un lado a otro, de un lado a otro. Me da miedo
pensar que alguien pudo haber provocado ese incendio. ¿Quién pudo
haberlo hecho? Paige estaba dormida en su habitación. Y el Sr. Rochester
estaba en la cama... conmigo. Técnicamente ambos tenemos una coartada.
No pudimos provocar el incendio porque estábamos bajo la misma sábana,
con los miembros enredados, saciados. Sin embargo, no le digo nada de eso
al detective Causey. Ya parece sospechar de mi relación con Beau. 23
⎯Escucha ⎯digo, con la voz temblorosa⎯. Entiendo que tiene que
hacer preguntas e investigar, pero no ganaría nada si Beau o Paige murieran
en un incendio. No tengo ninguna ira contra ninguno de ellos. Han sido
como una familia para mí.
El detective asiente como si lo esperara, como si no acabara de hacer
esa fea acusación.
⎯Es usted joven, señorita Mendoza. Tal vez todavía crea eso.
Hay un bullicio fuera. Gritos. Entonces Beau irrumpe en la
habitación, con las fosas nasales encendidas y sus ojos oscuros ardiendo.
24
⎯¿Qué demonios estás haciendo aquí?
La habitación estaba tensa antes: un derrame de gasolina. Beau
Rochester es la cerilla.
⎯Por otra parte, tal vez no la estás protegiendo tanto. Tal vez estás
guardando los secretos de la familia. Secretos que ella ha estado
aprendiendo mientras vive bajo tu techo.
⎯¿O qué? ⎯pregunta Causey, dando un paso hacia Beau. Hacia mí.
⎯No tengo ni idea ⎯dice Beau, con voz sombría. Parece una mentira.
Se me revuelve el estómago. ¿Por qué mintió el detective Causey al
hablar antes con Beau? ¿Creía que era más probable que se me escapara
algo? ¿Por qué me miente ahora Beau? Estoy caminando a través de una
telaraña, ciega a los hilos, atrapada por su fuerza.
El olor a madera quemada me invade de nuevo, junto con los
recuerdos. Humo. Las llamas. Estar atrapada en la casa, creyendo que iba
a morir.
⎯Esto fue más fácil. ⎯Luego se dirige a Paige⎯. Hola, cariño. ¿Cómo
estás?
Paige se encoge de hombros con timidez. Atrás queda la chica que
sonreía a Jane, que la desafiaba, que pintaba cada roca y árbol y superficie
a la vista. Ahora solo hay una sombra.
Hay un destello de dolor en el rostro de Jane. Luego lo disimula. Es
exactamente la niñera que Paige necesita. El cuidado que se merece. ¿Cómo
pude arriesgar eso acostándome con Jane? ¿Cómo puedo mantener a Jane
en Maine, sabiendo que la he puesto en peligro? Ella podría haber muerto.
Lo mejor sería que la enviara de vuelta a Houston.
Nunca la volvería a ver. El pensamiento susurra en mi cabeza, como
el tenue aroma de la sal en la brisa del océano. Es el egoísmo lo que la
mantiene aquí. Mi egoísmo.
Ella es tan fuerte. Me rompe el corazón que yo necesite que ella sea
fuerte. Una parte de mí quiere llevársela a alguna isla paradisíaca, lejos de
los fríos y lluviosos acantilados. Lejos del fuego. Paige me necesita. Le hice
una promesa cuando sus padres murieron.
Y hay una investigación en curso sobre el incendio.
En lugar de llevarla a una isla paradisíaca, la ayudo a levantarse.
Ella tiembla ligeramente en mi mano antes de apartarme.
⎯Estoy bien, ⎯dice con solo una fracción de su voz normal. Ese fuego
la ha sacudido.
29
Ha sacudido su cuerpo y su espíritu.
Sus pestañas oscuras bajan. Se balancea suavemente. Es Mateo
quien está allí para alcanzarla y acompañarla al asiento del copiloto.
⎯Pensaba que salías en las películas ⎯dice Jane, con la voz tenue
por un hilo de humor.
Se hace el ofendido.
⎯¿Preguntaremos a quién?
⎯Al encargado.
⎯Quiero a Gatita.
⎯No ⎯dice⎯. No. No. No voy a ir a ningún otro sitio. Me voy a casa.
Estamos a unos segundos de la orilla. Puedo ver la cascada, la larga
caída y las afiladas rocas del fondo, pero no tengo un maldito remo.
Jane se da la vuelta en su asiento, su cabello oscuro cae como la seda
sobre su hombro.
⎯Odio esto.
casa?
⎯Entonces dime ⎯dice Jane, persuadiendo⎯. ¿Por qué quieres ir a
32
⎯Si no estoy allí, mi mami no sabrá dónde encontrarme.
Las palabras susurradas hacen que se me apriete la garganta. Dios.
Como si la niña no tuviera suficiente preocupación con un maldito incendio
que destruye su casa y sus pertenencias. ¿También cree que su madre va a
volver? Lucharía contra un maldito ejército por ella. Me zambulliría bajo un
camión de dieciocho ruedas si eso la mantuviera a salvo, pero no puedo
protegerla de las falsas esperanzas.
⎯Tu madre siempre sabe dónde estás ⎯dice Jane, acercándose a ella.
Tras una breve pausa, Paige le toma la mano. Se quedan así, enlazadas⎯.
Ella te quiere, esté donde esté. Estés donde estés. Nada puede impedirlo. Ni
un fuego, ni el océano, nada.
Un resoplido. Un sollozo. Y entonces Paige se rompe.
No grita a todos para que se vayan de su casa. En lugar de eso, llora
lágrimas silenciosas, con su pequeña mano apretada alrededor de la de Jane
con tanta fuerza que sus nudillos se vuelven blancos, como si Jane fuera lo
único firme en un mar tormentoso. La posición de Jane en el asiento del
copiloto es incómoda, pero no intenta enderezarse. En su lugar, apoya la
frente en el asiento de cuero y una lágrima se desliza por su mejilla. Este es
un vínculo que comparten, ambas son huérfanas. No importa que quiera a
Paige como a mi propia hija. O que me haya enamorado de Jane. Esto es
algo fuera de mi experiencia. Ambas están sufriendo en este momento.
Ambas encuentran esperanza en ese vínculo.
Permanecen así todo el trayecto hasta la pensión, Paige ahogándose
en silencio, Jane manteniéndola a flote. Yo solo puedo mirar desde fuera,
inútil, incapaz de proteger a ninguna de las dos. No mentía cuando le dije a
Jane que no era ella. Soy yo. Mi amor es peligroso. Es peligroso para Jane.
Es peligroso para Paige. Debería mantener mi distancia con Paige por su
propio bien.
Esto se siente como algo más que un momento. Se siente como un
presagio.
Como si el incendio fuera solo el principio.
Alguien puede haber iniciado el fuego en esa casa. El jefe de bomberos
lo sospecha. No tengo ni idea de quién encendió una cerilla, pero sé una
cosa: no se encontraron cuerpos entre los restos carbonizados.
33
Quienquiera que haya provocado el incendio sigue ahí fuera.
Capítulo 5
Jane Mendoza
Traducido por Danielle
Corregido por Jessibel
⎯¿Todo esto? ⎯pregunto, con voz débil⎯. ¿Algo de esto es para Beau?
⎯Creía que lo sabías ⎯digo en voz baja⎯. Pensé que el tío Beau lo
había explicado.
⎯¿Qué es eso?
⎯Es una bañera. Como la que tienes en casa. ⎯Tan pronto como las
palabras salen de mis labios, sé que no es lo correcto. La que tiene en casa
se ha quemado hasta los cimientos. Pero no estoy segura de que haya algo
correcto que decir en esta situación.
Las lágrimas brillan en sus ojos.
⎯Tiene pies, ¿ves? Para que sea más alto. Es muy bonito. Un poco
anticuado, pero bonito.
⎯No los hay ⎯dice ella, con los ojos desorbitados⎯. No los hay. No
hay.
⎯No.
Me pongo de pie, tratando de evitar el desastre. Beau Rochester es
terco y feroz, la fuerza de su voluntad solo es superada por la de su sobrina.
Si se enfrentan, me temo que ninguno de los dos quedará en pie.
⎯¿Paige?
⎯No puede esperar ⎯dice⎯. Necesito hablar contigo sin que Paige
esté cerca.
Se me revuelve el estómago. Necesitaría hablar conmigo a solas si
fuera a renunciar. Me alejo para que pueda entrar. Solo cuando está en mi
espacio, la puerta cerrándonos, el calor de su cuerpo como un canto de
sirena, me doy cuenta de que podría haberla llevado abajo. La cama grande
se asoma. Me llama. Puedo saborear el dulce salado fantasma de ella en mi
lengua.
Me aclaro la garganta.
⎯Siéntate, entonces.
Ignora los dos sillones que hay junto a la ventana y se sienta en un
pequeño taburete acolchado junto a la cómoda. Un pie pisa el otro. Nerviosa.
Está nerviosa. Me dirijo al minibar. Algo me dice que voy a necesitar un
trago fuerte para esta conversación.
⎯Por eso sé que es una mentira. Era el tipo de chico que robaba el
dinero del almuerzo de alguien y luego lo pateaba solo para demostrar que
podía.
Se mueve nerviosamente.
⎯Un bravucón.
⎯Sí.
⎯¿Cómo pudo?
Mi pierna palpita, un eco del dolor de hace mucho tiempo.
⎯¿Qué?
⎯¿Es así?
⎯Jane.
Se levanta, sus movimientos son bruscos y rápidos. Agitada. Está
agitada y camina por la pequeña habitación.
⎯Eso no lo sabemos.
⎯Beau.
La chupo de nuevo, hasta que sus ojos se cierran. Hago girar su dura
protuberancia con mi lengua. Dios, sabe delicioso. Mujer y calor. Sal y mar.
Quiero tragármela entera.
⎯Señor Rochester.
La formalidad me detiene en mi camino. Es como si me hubiera
echado un cubo de agua fría encima. Me enderezo y me retiro.
⎯Sí ⎯susurra.
50
⎯Dios. ⎯Paso las manos por sus pechos, por su vientre plano. Busco
algo. Un corte, un moretón. Algo que haya quedado del fuego que toqué⎯.
¿Dónde?
Ella toma mi mano entre las dos suyas. Me hace parecer bastante
gigante, mi pesado puño encerrado en sus pequeños y delicados dedos. Mi
palma se posa en su pecho. Su corazón late bajo el esternón. ⎯Aquí,
⎯susurra⎯. Me haces daño aquí.
No es que no seas hermosa. Lo eres.
Le dije que la amaba en el incendio. Luego traté de dejarla tranquila
en el hospital. No hay ninguna razón para ello. No hay razón. El mundo no
puede reordenarse para que esta relación funcione. ¿El jefe y la niñera? No.
Está mal, pero a mi cuerpo no le importa. A mi corazón tampoco le importa.
La quiero de cualquier manera que pueda tenerla: secreta, prohibida, tabú.
Lo que quiero no importa.
No si Paige puede estar en peligro. Jane podría estar en peligro,
también.
51
Capítulo 7
Jane Mendoza
Traducido por OnlyNess
Corregido por Mayra. D
Jane Mendoza es una de esas mujeres que obtienen energía del sexo
intenso. Sus ojos están muy abiertos en la oscuridad. Y es parlanchina.
Encuentro este hecho sobre ella increíblemente caliente. Me hace querer
follarla de nuevo solo para saber qué más compartirá.
Desafortunadamente, está bastante cansada. Y necesita descansar.
No voy a follarla hasta un estado de agotamiento deshidratado en el que
tenga que regresar al hospital. 75
—Deberías dormir —digo, presionando un beso en su frente.
—No quiero.
Entrecierro los ojos.
—¿Quién es la niñera aquí?
Ella se estira, sus extremidades son largas y sinuosas a la luz de la
luna, su piel es del color de la arena por la noche.
—En serio, siento que podría correr una maratón ahora mismo.
—Y algún día, te follaré tan bien, tan fuerte y durante tanto tiempo,
luego te enviaré con una botella de agua y veremos si funciona. ¿Pero ahora
mismo? Necesitas dormir.
—Espera. —Sus ojos parecen serios ahora. Se mueve para que
estemos frente a frente. Sus extremidades se mueven contra las mías debajo
de las sábanas, sus piernas se sienten suaves contra mis vellos ásperos, el
suave roce hace que mi polla se agite. Quiero que se abra debajo de mí.
¿Podré tener suficiente de ella?
Ese pensamiento me da hambre y miedo a la vez.
¿Y si siempre estoy tan desesperado por probarla? ¿Qué pasa si
siempre me cuesta tanto meterme dentro de ella? Cada vez que la toco, mi
necesidad parece crecer. Mis sentimientos por Emily eran abrumadores.
Obsesivos. Y casi me matan. Hay una posibilidad real de que la hayan
matado. Lo que siento por Jane es mucho más profundo, mucho más
oscuro. ¿Y si nunca salimos del abismo?
—¿Qué? —Murmuro, incapaz de mirarla a los ojos, incapaz de
apartarme. La envuelvo con fuerza en mis brazos, lo suficiente como para
esperar que se retuerza o jadee. No hace ninguna de las dos cosas.
—Me viste soñando.
—Estaba oscuro, pero técnicamente, sí.
—Y tú conoces mis… secretos. —Su voz se vuelve baja, pero de una
manera sensual. Está asustada. Como si estuviera pensando en aquella
noche del fuego, cuando me contó cómo perdió la virginidad. Con el bastardo
que se suponía que debía cuidarla.
76
—Y ahora quiero buscar a alguien y dispararle. —Voy a hacerlo, en
realidad. No con una pistola, aunque suena divertido. Tal vez con mis puños
desnudos. O tal vez lo aplastaré con dinero. Todos suenan como un
momento divertido. Voy a disfrutar arruinando absolutamente a ese
hombre. Pero ella no necesita saber nada de eso.
Sus pestañas rozan sus mejillas. No quiere mirarme. Es tímida,
incluso cuando su coño está todavía húmedo e hinchado por mi polla. Es
desgarrador.
—Quiero que me cuentes algo sobre ti. Algo que los demás no sepan.
—¿Es una especie de juego?
—No, es una especie de intimidad. Para que no me sienta tan…
desnuda.
—Me gustas desnuda —digo, mirándola para probar el punto. Dios,
es hermosa. Esas pequeñas tetas, el tamaño perfecto, justo para tocar y
pellizcar sus pezones rosa oscuro. Quiero venirme en ellos la próxima vez.
Quiero mucho más que eso, pero tengo miedo de asustarla. Así que le doy
un dato muy básico y aburrido sobre mí que nadie conoce—. Odio la
langosta.
—¿Odias las langostas?
—No, quiero decir que las odio como animales, claro, pero
específicamente odio su sabor. Básicamente se alimentan en el fondo, por
lo que obtienes toda la contaminación del océano. Concentrada en unas
pocas onzas de carne. Y simplemente la untan con mantequilla para que
nadie note el sabor de los residuos químicos.
—Pero a todo el mundo le gusta la langosta.
—Cuando Maine todavía era una colonia, solo los pobres comían
langosta. El ganado comía langosta. Los prisioneros comían tanta langosta
que se consideraba un castigo cruel e inusual.
—Está bien, pero esto no cuenta como intimidad.
—¿Qué? Nunca le dije eso a nadie.
—Porque es un dato aleatorio. No porque sea importante para ti. 77
Suspiro.
—Odio este juego.
—No es un juego —dice, dándome una palmada en el pecho—. Ya te
lo he dicho. Intimidad.
—Bien. Bien. Aquí hay algo que nadie sabe. Y algo que es importante
para mí. Solo uso calzoncillos bóxers. Los bóxers comunes son demasiado
flojos. Los calzoncillos son demasiado apretados. Los calzoncillos bóxers son
perfectos.
—Oh Dios —dice ella, exasperada.
—¿Qué?
Aspira una bocanada de aire, como si estuviera reuniendo coraje.
—Háblame de Emily.
Dejo de moverme. Todos los músculos de mi cuerpo se paralizan.
Incluso mi corazón.
—¿Qué pasa con ella?
—No lo sé. Dime cualquier cosa. Háblame de ella.
Creí entender lo que era para Jane compartir esa historia conmigo.
Sería difícil. Se sentiría nerviosa, naturalmente. Eso fue aparentemente un
enorme eufemismo.
En realidad, compartir cosas duras se siente como cuchillos dentro de
mi estómago. Supongo que esto es la intimidad, abrir tus viejas cicatrices
para mostrarle a la gente el interior de ellas.
—Ella se mudó a la ciudad. Me enamoré de ella. Con fuerza.
—¿Era hermosa?
—Era todo lo que yo creía que debía ser una mujer, a pesar de que en
ese entonces solo teníamos diecisiete años. Hermosa. Inteligente. Tenía una
forma de comportarse que hacía que todo el mundo la mirara dos veces. —
Esbozo una sonrisa triste—. Y tal vez me gustaba porque me hizo trabajar
por ello. La perseguí durante todo el último año, pero no me dejó pasar de
la segunda base.
78
Jane hace una mueca.
—No tan fácil como yo.
—Nada en ti es fácil —digo con un suspiro, presionando mi rostro
contra su estómago.
—Solo lo dices porque quieres que vuelva a tener sexo contigo.
—Oh, definitivamente vas a tener sexo conmigo otra vez. Pero no te
pareces en nada a ella. Era un juego. Ella sabía que era un juego. Las dos
lo sabíamos. Coquetear con todos los chicos y ver quién gana una cita.
—¿Y tú fuiste el ganador?
—Pensé que lo era. Me sentí como un ganador. Ella era mía. Mi novia.
Estábamos saliendo juntos. Pero ella quería más que una casa frente al mar.
Más que una vida de langosteros. Entonces comencé a construir mi negocio.
Los inversores me querían en Los Ángeles, donde pudiera establecer
contactos con las personas de financiación adecuadas y formar un equipo
de desarrolladores. Dejé el anillo de mi graduación en su dedo.
—¿Como un anillo de compromiso?
—Un anillo de promesa, como mínimo. Pensé que me esperaría. O al
menos llamar si se cansaba de esperar. —Es una tontería, pero me
encuentro tocando su dedo. Su cuarto dedo, donde iría un anillo.
Ella entrelaza su mano con la mía.
—Fui lo suficientemente engreído como para no esperar una carta de
Querido John, pero seguro que no esperaba que viniera de mi hermano. Me
llamó para decirme que se habían comprometido.
—Oh, Beau.
—No es una historia triste. Bueno, fue triste en ese momento. Estaba
enojado. Y luego borracho. Y luego enojado de nuevo. Pero en realidad fue
la culminación natural de lo que habíamos estado haciendo todo el tiempo.
Ser unos imbéciles a los que les importaba más ganar que cualquier otra
cosa.
—¿Alguna vez hablaste con ella de eso?
—El negocio ya era exitoso. Después de que pasó eso, presioné con 79
fuerza para obtener una compra. Un gran día de pago para todos. Quería el
dinero, el éxito, para mostrarle lo que se estaba perdiendo. Pero entonces,
en un abrir y cerrar de ojos, ella estaba casada con él, y ya no importaba
una mierda.
—Por supuesto que importaba. La amabas.
—El amor. Qué idea tan extraña.
Ella pone una mano en mi pecho. Emoción. Eso es lo que ella quiere
decir. Lo que sucede en lo más profundo de mi corazón, en los huesos y los
tendones de mi cuerpo, pero en cambio solo siento lo que está en la
superficie. El ligero peso de su mano, la suavidad de su palma, las ganas
que tengo de que siga bajando el brazo.
—La amabas. Y querías a Rhys. Si no, no te habría dolido cuando te
traicionaron.
—O tal vez simplemente no me gustaba perder. Sea cual sea la razón,
tenía más dinero que sentido común. Ya conocía a Mateo. Era fácil caer en
su grupo con dinero para tirar.
—Y de repente desapareciste.
Sus ojos están tan oscuros y tan abiertos. Luminosos. Aparto un
mechón de cabello de su rostro.
—La forma en que me miras… con tanta confianza. Y amabilidad. Es
solo porque crees que soy otra persona. Si conocieras mi verdadero yo, me
mirarías de otra manera.
Pone los ojos en blanco.
—Podría decir lo mismo.
Excepto que ella está equivocada. Ya he visto su esencia. Su bondad
inherente. Esto no es un juego para ella. Debería haberlo sabido. Nunca debí
haberla tocado. Esto no ha sido un juego para ella, y lo peor, tampoco lo ha
sido para mí.
—Un día Emily se presentó en mi ático. Yo estaba borracho. Y
completamente sorprendido. Ella había estado discutiendo con Rhys, dijo.
Se estaban divorciando.
Jane toma aire. Ella puede ver a dónde va esto. 80
—Sí. —Dejo caer mi cabeza sobre la almohada, sintiéndome como un
bastardo por millonésima vez—. Me acosté con ella. Fue una estupidez. Y
fue malo. Y fue un engaño.
—Porque ella en realidad no se estaba divorciando, ¿verdad?
—No. Quiero decir, tal vez ella pensó en eso, pero no iba a suceder.
Incluso mientras me la follaba, ella tenía que saber que era un polvo por
venganza. No me iba a casar con la ex de mi hermano. La envié de vuelta
con él.
—Por eso te duele tanto —dice, plantando un beso en mi brazo—. Te
sientes culpable.
—Claro que me siento culpable. Así es como deberían sentirse las
personas culpables. Culpable.
—Él te la robó primero.
—Eso no lo hace mejor. Nunca hablé con él después de ese día. No
pude. No sé si incluso quería que lo llamara. Al final éramos básicamente
extraños.
—Eras de la familia.
—Cuando recibí la llamada sobre el accidente, me juré a mí mismo
que si se despertaba del coma, lo hablaríamos. Le contaría lo que había
pasado, para ver si todavía quería ser mi hermano. Pero nunca se despertó.
Finalmente, los médicos me aconsejaron que lo desconectara.
—Oh, Dios mío.
—Allí mismo, en el Hospital Regional, caminando por los mismos pisos
de baldosas azules y rojas que recorrí para encontrarte aquella noche. Me
dieron unos minutos para hablar con él antes de hacerlo. Podría habérselo
dicho entonces. En realidad, no habría importado. Juraron que no había
actividad cerebral. Pero entonces pensé, ¿y si se equivocan? ¿Y si hay una
posibilidad de que se equivoquen, y él me escuche, pero no pueda
insultarme? Se veía tan jodidamente pequeño en esa cama. No podría
haberme golpeado, y yo merecía ser golpeado. Así que no se lo dije. Me fui
con ese secreto.
81
—Oye —dice, apoyando la barbilla en la palma de su mano. Su cabello
hace esta cosa de caída sexy sobre mi pecho—. Tenías una relación tóxica
con tu hermano. Estas cosas pasan, pero no eres una mala persona.
Reaccionaste por dolor. No querías hacerle daño, y desearías retractarte...
dondequiera que esté, lo sabe ahora.
Rhys es un bastardo, y sea cual sea el infierno en el que esté, espero
que arda. No le digo eso. No le digo lo que descubrí en el diario de Emily el
día después de desconectar a mi hermano. En vez de eso, le digo:
—Algún día serás una increíble trabajadora social.
Ella me ofrece una media sonrisa.
—¿De verdad?
Deletreo las letras en su hombro. De verdad.
Ella es cálida y sexy y todo lo que quiero en mi propia cama, pero
tengo cosas que hacer. Personas que ver. Seguridad que concertar. No puedo
atraerla hacia mí y alejarme del frío.
—Necesitas dormir —le digo—. Tus ojos ya se están cerrando.
Mi niña somnolienta rueda y se pone de lado, con la palma de su mano
debajo de su rostro, mientras me mira vestirme.
Primero encuentro los jeans. Luego la camisa, que está sobre una silla
junto a la ventana.
Cuando salgo del dormitorio, ya se ha dormido. En la habitación de al
lado, compruebo cómo está Paige, pero todavía está durmiendo. Eso es
bueno. Los médicos dicen que es normal. Yo también debería estar
durmiendo, ¿y no me encantaría estar envuelto alrededor de Jane?
No puedo dormir en su cama. Mira lo que pasó la última vez. Un
incendio. Devastación. Muerte.
Mateo está en la cocina, lo cual es predecible. Por lo general, se lo
puede encontrar en cualquier lugar donde haya comida, incluso en medio
de la noche. Es un milagro que se mantenga tan en forma como está, incluso
con entrenamientos regulares. Hay un plato de bollos frente a él, un plato
de crema aglutinada, pero los ignora porque está con su teléfono. Hay una
discusión sobre lo que constituye la exclusividad en su contrato con una 82
importante productora.
Me ve y finaliza la llamada.
—Mi agente —dice.
—¿Quieres que mi abogado le eche un vistazo?
—No. Solo me están tocando las pelotas porque quieren que acepte
una oferta de mierda para la secuela, pero voy a aguantar hasta que me den
lo que valgo.
Tomo uno de los bollos y lo devoro en dos bocados.
—¿Alguna vez te hubieras imaginado a los dos así cuando
compartíamos una pocilga?
—Este era el plan. Hacerse rico. Apoderarse del maldito mundo.
El viento golpea algunas flores del exterior contra la ventana.
—¿Recuerdas que hace unos años tuviste ese acosador chiflado? ¿El
que te enviaba animales muertos?
—Intento olvidarme de eso, sinceramente. Todavía me estremezco
cuando veo un mapache.
—¿La policía encontró alguna vez al tipo?
—Hubo un perfilador que pensó que era una mujer. Y no. Después de
un tiempo, los paquetes dejaron de llegar, y no había razón para continuar.
Dijeron que tal vez encontró un nuevo objetivo.
—El jefe de bomberos cree que el fuego puede haber sido provocado a
propósito.
No hay cambio en su expresión. Es por eso le pagan mucho dinero por
actuar.
—Maldita sea.
—Sí.
—¿Quién demonios lo hizo?
—No lo sé. Tal vez nadie. Podría haber sido solo una casa vieja.
—Pero no crees que haya sido eso. 83
Hay un bar en el restaurante. Me dirijo hacia allí para servirme un
trago de whisky, ignorando el latido de mi pierna. Es peor después de follar
con Jane, pero no lo cambiaría por nada del mundo.
Mateo me sigue, esperando pacientemente a que me explique. No es
un whisky increíble. Quema todo el camino hasta el final.
—No lo sé, pero no quiero arriesgarme con Paige ni con Jane.
Quienquiera que haya hecho esto, sean cuales sean sus motivos, claramente
no les importa lastimar a las personas cercanas a mí.
—¿Por qué asumes que eres el objetivo?
—Había tres personas en esa casa. Definitivamente soy el más grande
imbécil.
—No voy a discutir eso. —Mira hacia las escaleras—. ¿Jane?
Quiere decir que tal vez Jane provocó el incendio. Una parte de mí se
revuelve ante la mera sugerencia. Quiero gruñir en su defensa, pero me
obligo a mantener la calma.
—Ella entró después de mí. No tenía por qué hacerlo. Esas no son las
acciones de alguien que me quiere muerto. Podría haber exhalado mi último
aliento si ella no hubiera estado allí.
—Estás envuelto en ella bastante fuerte.
—¿Lo estoy?
—Ella va a salir herida.
—No me obligues a golpear tu rostro. —Quiere decir que voy a herirla
emocionalmente, aunque soy muy consciente de que también podría
resultar lastimada físicamente. Ella podría haber muerto en ese incendio
tan fácilmente como yo—. Ella es la niñera, y claro que tengo debilidad por
ella. Pero también tengo debilidad por la gatita que ama Paige. No significa
nada.
Su mirada me llama mentiroso.
—Entonces, ¿quién crees que provocó el incendio?
—Vas a pensar que estoy loco.
—Ya pienso eso.
84
—¿Recuerdas cuando salíamos de fiesta en Los Ángeles? Si yo moría
en ese entonces, ¿quién se quedaría con mi dinero?
—Tu hermano.
—Ya lo sabes, pero ¿qué pensarían los demás? No nos habíamos
hablado en años. Todo el mundo sabía que él me había robado la mujer.
Cualquiera pensaría que preferiría darle el dinero a una caridad al azar que
a él. O tal vez a alguna stripper que me mostrara una buena noche.
—Entonces, si mueres, tu dinero desaparece. —La comprensión
agudiza su mirada—. Pero ahora todo el mundo sabría que va todo para
Paige. Básicamente es una heredera.
—Y quien tenga la custodia de ella controla el dinero.
—Entonces, ¿quién se queda con su custodia si tú mueres?
—Esa es la cuestión. Joe Causey peleó conmigo por la custodia. Es su
tío, técnicamente. El patrimonio era bastante modesto cuando murieron sus
padres, pero ahora que incluye mi dinero, es una maldita fortuna.
—Joder. ¿Puedes hacer que otra persona obtenga la custodia si
mueres?
—En realidad no. Puedo nombrar a alguien en mi testamento, pero
son los tribunales los que deciden quién se queda con ella, y van a elegir
primero a la familia. Sobre todo, porque es de aquí. Y la cosa se pone peor.
Él es el detective asignado al caso.
—¿Me estás diciendo que la persona que investiga el incendio puede
ser la persona que lo provocó?
—Te estoy diciendo que es una posibilidad.
Él toma la botella de whisky y se sirve un trago.
—Esto es una locura.
Trago el resto de lo que hay en mi vaso.
—Sí.
—¿Se lo has contado a los superiores?
—Sí, pero es un departamento pequeño. No hay un exceso de 85
personas disponibles para investigar. Y el jefe de policía es buen amigo de
Joe Causey. Van a pescar juntos.
—Esto es una mierda.
—Todo lo que digo es que, si tienes un minuto antes de que empiece
tu próxima película, me gustaría que te quedaras. No hace daño tener a otra
persona de confianza cerca.
—Claro, hombre. Pero sabes, podría haber sido yo. Podría haber
querido vengarme de ti después de nuestra discusión. —Su ceja se levanta.
Tal vez piense que le daré un golpe. Tal vez piensa que soy estúpido.
—Si estabas tratando de matarme, perdiste tu oportunidad. Cuando
estábamos de fiesta en Los Ángeles, cuando me emborrachaba tanto que no
sabía dónde estaba, tú eras el beneficiario de mi testamento.
—Cristo —dice, sujetándose el pecho como si estuviera herido—. Era
un heredero y ni siquiera lo sabía.
—Resulta que sí tenías algo en común con Isabella Bradley —digo,
nombrando a la preciosa joven con la que salió una vez. Era la heredera de
una enorme fortuna hotelera. La prensa se divirtió sacando fotos de ellos.
Nadie sabía que su relación era falsa. Una farsa cuidadosamente orquestada
entre una chica fiestera que quería que los chicos dejaran de coquetear con
ella y un actor que necesitaba un descanso de las especulaciones para
centrarse en su trabajo.
Mateo me muestra el dedo medio.
Recojo una gruesa tarjeta de lino con mi nombre garabateado con letra
femenina. Beau Rochester.
—¿Qué es esto? —Pregunto—. ¿La factura?
—Eso me recuerda. Marjorie tomó una llamada por ti. Parecía
bastante molesta por eso. Estuve tentado de abrirla y leer lo que decía, pero
supuse que me lo dirías tú.
En el interior hay palabras escritas entre comillas, como si se
transcribieran exactamente como fueron pronunciadas. “Vas a arruinar su
vida, del mismo modo que arruinaste la mía”.
El corazón se acelera en mi pecho. La sangre sube a mis oídos.
86
—¿Qué mierda es esto?
Mateo me quita la nota, pero no necesito verla para saber lo que hay.
Hay un nombre garabateado debajo de las palabras. Zoey Aldridge. Ella es
la que dejó el mensaje. Aparentemente me odia. Probablemente me lo
merezco.
—Cristo —murmura Mateo, tirando la tarjeta a un lado—. Está loca.
—Esquivé una bala.
Mateo se queda pensativo.
—¿Y qué pasa si no lo hiciste? Pensé que había regresado a Los
Ángeles. ¿Y si no lo hizo? ¿Y si fue ella la que provocó el incendio?
La alarma corre por mis venas.
—Ella usa un jet privado. Averiguaremos dónde está.
—De cualquier manera, este es un maldito mensaje loco.
—Pero ella tiene razón.
—No vayas allí, hombre. No dejes que te joda la cabeza.
—Tú mismo lo has dicho. No soy el tipo malo obvio, ¿recuerdas? Soy
del tipo que no ves en la niebla hasta que es demasiado tarde. Excepto que
no es demasiado tarde para Jane.
87
Capítulo 11
Jane Mendoza
Traducido por OnlyNess
Corregido por Mayra. D
nido.
Recojo esto en una pila de aspecto triste como un cuervo haría un 88
Nunca encontraremos suficientes piezas para hacerlo jugable, por
supuesto, pero pienso en enmarcar lo que hay. Será una reliquia para que
Paige la conserve.
Posiblemente el último vestigio físico de su padre.
Como la foto que tenía de mi padre.
Las cajas están apiladas en el patio trasero de la posada, un lugar con
piso y techo, pero sin paredes exteriores. Un viento fuerte se llevaría todo lo
importante, pero no queremos meterlas dentro. No con el increíblemente
fuerte olor a humo que emana de ellos.
Mientras trabajo aquí, Paige juega en el jardín. Llamé a la pequeña
juguetería donde compramos las pinturas y le entregaron un nuevo juego.
Ella ha estado pintando los duendes que se utilizan generosamente en todo
el jardín. Antes eran de un gris piedra muy aburrido. Espero que no les
moleste demasiado que ahora sean brillantes y alegres con naranjas, rojos,
verdes, azules y estallidos de rosa. En realidad, es mi trabajo evitar que ella
estropee la propiedad privada, pero lo ha pasado tan mal últimamente, y
finalmente está mostrando curiosidad e interés, que creo que merece la pena
pagar la tarifa de reemplazo.
Estoy bastante segura de que los niños no están permitidos en el
Lighthouse Inn, por lo general.
Tampoco se permiten mascotas, pero eso no impide que Gatita intente
abalanzarse sobre las lagartijas. Hasta ahora no ha atrapado ninguna.
Definitivamente está hecha para vivir en un hogar cómodo como el de Beau
Rochester, porque no sobreviviría ni un día en la naturaleza.
Hay montones de cajas, pero algo azul oscuro me llama la atención.
El diario. Lo recojo. De algún modo, ha escapado ileso del incendio,
las páginas están húmedas por los bomberos que apagaron el fuego. La
cubierta de terciopelo ni siquiera se ha chamuscado.
Abro las páginas y toco el guión.
Hoy hemos ido de picnic R, P y yo. Ha sido bonito, casi como si fuéramos
una familia de verdad. Fuera de casa casi parece que nos queremos.
89
Entre las páginas hay fotografías tomadas con una cámara polaroid,
el cuadrado de color saturado enmarcado en un borde blanco, tiene un
elegante garabato negro en el espacio inferior. Hay una hermosa mujer rubia
con ojos azul hielo. Ella mira fijamente la cámara, con glamour y sin sonreír.
El hombre que está a su lado lleva un traje. Tiene los rasgos de Beau,
afilados y refinados. Si Beau es el salvaje y escarpado acantilado de Coach
House, este hombre es la cuidada costa cercana a la posada.
Primer aniversario, dice la hermosa letra. No hay felicidad entre las
dos personas de esta fotografía. La siguiente foto muestra a la misma pareja
con otra ropa, igual de hermosa, igual de inmaculada, sosteniendo a una
niña pequeña. Paige. Su rostro era de querubín y sus ojos inexpresivos.
Llevaba un vestido con tantos volantes y lleno de encaje que me da picazón
solo de verlo. Primer cumpleaños, dice el garabato.
Hojeo el diario con creciente urgencia, sintiendo cómo aumenta su
temor, su inseguridad sobre su matrimonio, su distancia con su hija.
R me golpeó hoy. Me ha golpeado de verdad. Estaba demasiado
sorprendida para decir algo.
Oh, Dios.
—Jane.
Me levanto apresuradamente y vuelvo a meter el diario en la caja,
empujando algo insignificante y medio quemado encima. La culpa sube a
mi garganta. No debería estar leyendo eso.
Marjorie sale, con su cabello rojo ondeando al viento.
—¿Cómo estás? —pregunta, con una brillante sonrisa. Supongo que
no ha visto los duendes.
—Hola —digo, señalando las cajas como distracción. Estoy bastante
segura de que así es como los magos hacen que no te des cuenta de que no
están cortando a una persona por la mitad. Distracción—. Lo estamos
haciendo bien. Estoy revisando las cajas ahora. Deberíamos ser capaces de
sacarlas del camino lo suficientemente pronto.
Ella suelta una pequeña risa.
—Oh, eso está bien. Sabes que Beau Rochester está pagando un buen
dinero por el uso de la propiedad, incluyendo el patio. 90
—Correcto. Dinero. —Ella tiene lo que he aprendido como el acento de
Maine. Dice Rochester como Rochestah y propiedad como pra-piedad.
Una taza de té rota se encuentra cerca de la parte superior de una
caja abierta. Marjorie se inclina para recogerla.
—Ella utilizaba este juego para el té de la tarde. Le encantaban las
reuniones formales como esa.
—¿Te refieres a Emily Rochester? —Su imagen pasa por mi mente, los
rasgos exquisitos, el cabello rubio perfectamente rizado, los ojos que
contienen una tristeza infinita.
Ella tiene una expresión lejana.
—Éramos amigas.
—No lo sabía. Lo siento.
—No éramos exactamente cercanas, pero aun así fue un golpe cuando
murió. Estaba tan llena de vida. —Su mirada azul pálido encuentra a Paige
en el jardín—. Y Paige sigue siendo tan joven.
Hay un desgarro en mi corazón.
—Lo siento mucho.
Una pequeña risa.
—Rochester pagó más que suficiente para cubrirlos. Es realmente
increíble. Un chico de por aquí… Convirtiéndose en esa clase de rico.
—Es salvaje. —No es que yo lo sepa. Claro, vivo en la posada. Como
la comida que él compró. Llevo ropa pagada con su dinero. Todo es temporal.
Nada de esto es mío.
—No como nosotros —dice ella.
Mi estómago se aprieta. Soy como ella, una persona a la que Rochester
paga para que haga lo que él quiere. Puede ser generoso con su dinero, pero
sigue siendo suyo. Sigue siendo nuestro trabajo mantenerlo contento.
Dejar que su sobrina pinte los duendes del jardín.
O en mi caso, dejarlo tener sexo con la niñera.
La bilis sube por mi garganta. ¿Y si él consideraba el sexo como parte 91
de mi trabajo? ¿Y si lo consideraba como algo que le correspondía por pagar
un sueldo tan bueno al final?
—Sí —digo, ahogándome con la palabra—. No como nosotros.
Marjorie dice algo sobre la buena hospitalidad de Maine. Se supone
que debo avisarle si necesito algo, pero sobre todo, si Paige necesita algo.
Cuando se va, vuelvo a sacar el diario. Emily Rochester se está
convirtiendo en una persona tridimensional para mí. No es solo la madre de
Paige. No es solo la mujer que Beau amaba. Ahora es alguien con sus propios
sueños y esperanzas, sus propios miedos.
Es su diario privado. Sus pensamientos. Sus secretos. No está
destinado a ser compartido con nadie, pero definitivamente no conmigo, una
completa extraña. Honestamente, ni siquiera debería mostrarle esto a Beau.
Probablemente solo lo enfurecería si descubriera que Rhys había golpeado
a Emily.
Leo las páginas cada vez más deprisa, saltándome algunas. Pasando
por su embarazo y su matrimonio problemático y sus últimos días...
R adivinó la verdad hoy. Descubrió que mi viaje de fin de semana
ocurrió cuando me quedé embarazada. Paige se parece a él. Tienen los
mismos ojos. No sé qué le hizo sospechar, pero perdió los estribos. Tengo
miedo por mí. Casi tengo miedo por Paige. Tal vez no esté a salvo de él si sabe
que en realidad es hija de B. Nos mira con puro veneno en los ojos, como si
fuéramos el enemigo. Ahora siempre hay silencio en la casa. Se siente como
si se estuviera gestando una tormenta.
Mi corazón late con fuerza cuando dejo el diario. Esa es la última línea
que escribió en este diario. Se siente como si se estuviera gestando una
tormenta. Ya sea que se refiera a una tormenta figurativa o literal, ella
decidió salir en un barco con Rhys. Su marido. ¿Él la lastimó? ¿Tuvieron
una discusión que terminó de la peor manera posible? ¿Ella estaba ella
luchando por su vida en ese puerto?
Tengo un nudo en el estómago. No es la sobrina de Beau. Es su hija.
¿Él lo sabe? Debe saberlo. Nueve meses después de que durmieran
juntos, nació una niña. Él tuvo que haberse preguntado. ¿Por qué la dejó
crecer en la casa de otro hombre?
¿Por qué estaba tan reacio a reclamarla?
92
No sé por qué me golpea con fuerza el hecho de que Beau pueda ser
el verdadero padre de Paige. Quizás porque yo perdí a mi padre. Tal vez
porque no lo he superado y nunca lo superaré. No tengo familia. No a mi
padre, y definitivamente no Beau. Estoy sola, y la comprensión me golpea
como un maremoto muy poco oportuno.
Me estaba engañando a mí misma pensando que podíamos jugar a las
casitas.
Los ladrillos rojos que forman el patio trasero se convierten en líneas
onduladas. Siento que voy a vomitar. Esto es malo. No sé si puedo fingir, si
puedo rebobinar los últimos quince minutos en mi mente.
Debería haber tenido más miedo de ese diario de terciopelo azul. No
porque contenga los secretos de Emily Rochester. Sino porque también
contiene los secretos de todos los demás.
Paige corre hacia mí, cubierta de pintura. Me siento como si fuera un
robot haciendo los movimientos mientras la llevo dentro y lavo su rostro en
la cocina.
—¿Estás bien? —pregunta Marjorie—. Te ves un poco verde.
Realmente no estoy bien. Mi respiración se acelera. Realmente creo
que voy a vomitar. ¿Cómo puede la lectura de unas pocas palabras cambiar
completamente todo? Siento que no conozco a Beau Rochester en absoluto.
Claro que no lo conozco. Tuvimos sexo. No significa nada.
Dios, ¿por qué pensé que significaba algo?
Entonces Mateo está allí. Pone una mano entre mis omóplatos,
haciendo suaves círculos.
—Oye —dice—. Probablemente, has estado trabajando demasiado. La
inhalación de humo no es algo con lo que se pueda jugar. ¿Quieres subir a
descansar? Yo vigilaré a Paige.
Le ofrezco una débil risa.
—Creo… creo que he comido algo de marisco en mal estado. Quizá un
poco de aire fresco aclare las cosas. ¿Crees que puedes vigilarla unos
minutos?
—Por supuesto. ¿Debo llamar a Beau? 93
—No —digo, y luego con más suavidad—. No, en realidad solo necesito
aire fresco.
Salgo a trompicones de la posada y bajo por un camino de grava.
Conduce a la playa. No es el acantilado rocoso que tenía Coach House. Hay
dunas de arena y juncos y una línea de agua espumosa.
El viento azota mi cabello alrededor de mi rostro, dejándome ciega.
El agua debe estar helada ahora mismo, y eso suena como una
bendición. Estaría helada, tan fría que podría volver a entumecerme. Ya me
estoy replegando dentro de mí, convirtiéndome en quien era antes de pisar
Maine. Me permití sentir demasiado con Beau: curiosidad, deseo y
comodidad. Me dejé enamorar por él, y ahora me estrellaré contra el
acantilado rocoso.
—Jane.
Me giro y ahí está Beau, como si lo hubiera conjurado con mis
pensamientos.
—Señor Rochester.
Su voz llega suavemente sobre el viento.
—Así que ahora soy el señor Rochester de nuevo.
—Siempre has sido el señor Rochester.
—¿Qué ocurre?
—Nada. —Pensé que podría vivir con su frialdad, con sus secretos,
con su culpa. Como si fuera una especie de mujer madura, capaz de manejar
hombres que son agujeros negros. No soy Zoey Aldridge que puede salir con
la barbilla en alto. Voy a ser absorbida por él. Nunca formaré parte de ese
tres por ciento de chicos que salen del sistema de acogida y se gradúan en
la universidad. Voy a morir en estos acantilados. La certeza se hunde en mí,
con miedo y resignación en partes iguales.
—Jane.
Se me escapa una pequeña risa histérica.
—No sé qué estoy haciendo aquí, 94
—Muriendo de frío, posiblemente. Volvamos dentro y sentémonos
junto al fuego.
—¿Sabías que era tu hija? ¿Paige?
Silencio.
—Lo sabía.
—¿Por qué no hiciste algo antes de que sus padres, no, antes de que
Rhys muriera? Ella merecía saber quién era su verdadero padre. Ella
merecía tener a sus dos padres.
—¿Cómo diablos descubriste esto?
—Emily tenía un diario. —Mi voz es hueca—. No debería haberlo leído.
—Cuando me enteré, ella ya había tenido el bebé. Paige tenía ocho
meses para entonces. Ella conocía a Rhys como su padre. Emily parecía
bastante feliz de tener un nuevo bebé. Eran una familia. Cualquier cosa que
hubiera hecho lo habría arruinado.
—Él la golpeaba.
Un músculo de su mandíbula se mueve.
»A Emily. Rhys la golpeaba cuando se enojaba.
—Lo descubrí demasiado tarde.
—¿El diario?
—Lo leí. —Él emite una risa quebradiza—. Pues de poco le ha servido,
lo leí cuando llegué a la casa. Estaba en su mesita de noche. Cuenta una
gran historia.
—No lo sabías.
—Rhys era un bastardo conmigo, porque éramos competitivos y
éramos hermanos y nos odiábamos un poco, pero él nunca golpearía a una
mujer. Adoraba a Emily. Por eso dejé que se quedara con ella. Al menos eso
es lo que yo pensaba.
—No sé lo que él sentía por Emily, pero sí sé que los hombres, incluso
los que son buenos, los que aman a sus familias en todos los sentidos,
pueden golpearlas. —Los secretos en la familia Rochester se sienten como
la niebla, cada vez más espesa. Es más difícil respirar. 95
—Ni siquiera sé si golpeó a Paige. El diario no lo dice.
Mi garganta se siente hinchada y cerrada.
—Lo siento.
—No te disculpes conmigo. Es mi culpa que ella esté muerta. Debería
haber sacado a Emily de esa casa. Debería haber reclamado a Paige como
mía. Debería haber…
—No. —Hay mariposas con alas hechas de cuchillas de afeitar en mi
estómago. Aprieto mis manos alrededor de mi cintura como si eso pudiera
mantenerme firme—. No te culpes por eso. No sabías lo que estaba pasando
en esa casa.
—Ella vino a mí, ese fin de semana en que Paige podría haber sido
concebida. Me pidió que huyera con ella. Sentí desesperación en ella, pero
pensé que finalmente se había dado cuenta de su error al elegir a Rhys.
Pensé que me quería a mí. Pensé que quería mi dinero. Pensé que podría
probar un punto follándola y luego enviándola lejos a la mañana siguiente.
Me estremezco.
—No lo sabías.
—Ese es el problema, Jane. Debería haberlo sabido.
Niego con la cabeza.
—Tu hermano es el responsable de sus actos.
—La única razón por la que persiguió a Emily fue porque yo la quería.
Por nuestra rivalidad. Lo mires como lo mires, yo soy la razón por la que ella
está muerta ahora.
—Beau.
—No soy Beau cuando quieras, cariño.
—Señor Rochester. No fue tu culpa.
—Una mujer está muerta por mi culpa. Tú podrías ser la siguiente. —
Se mueve como si fuera a tocarme, y yo retrocedo. No puedo dejar que me
toque de nuevo. Se sentirá demasiado bien. Siempre se sentirá demasiado
bien, excepto cuando me enfrente a la realidad. Ahí es cuando duele—. Soy 96
un monstruo que destruye todo lo que toca. Y tú y yo sabemos que te toqué.
Minuciosamente.
—Deja de intentar asustarme.
—¿Está funcionando?
—No, y que Dios me ayude. De todos modos, confío en ti.
—Jesucristo ¿Cuándo vas a verlo? Yo soy el jefe. Tú eres la niñera.
Estamos follando porque es fácil. Es conveniente. Como comer las sobras
porque están en la nevera.
Me estremezco.
—No. No lo dices en serio.
Su rostro se oscurece y se vuelve fría, casi como lucía cuando lo
conocí.
—¿Creías que íbamos a ser pareja? ¿Que íbamos a casarnos?
—No, pero pensé que nos preocupábamos el uno por el otro.
—Te importa una mierda lo que siento por ti cuando tengo mi pulgar
contra tu clítoris.
Se me escapa una risa un poco maniática.
—Eso es bastante cierto. Habría pensado que era una persona fuerte.
Una persona con principios. Y lo soy, excepto cuando me tocas. Entonces
me convierto en alguien que ni siquiera reconozco.
—¿Es tan jodidamente malo, entonces? ¿Tener sexo?
—Lo es cuando estoy encerrada durante un año. No puedo irme, pero
puedes despedirme cuando quieras. Me lo dijiste, ¿recuerdas? Puedes
despedirme cuando quieras si no hago un buen trabajo.
—¿Crees que te despediré si no chupas mi polla?
Miro hacia abajo.
—¿Por qué no puede ser más? ¿Por qué no puede ser una relación?
Sus ojos siempre han sido antinaturalmente opacos. Ahora parecen
tan duros como el granito. 97
—¿Es eso lo que quieres? ¿Una declaración pública? ¿Tal vez un
pequeño artículo en la prensa sensacionalista?
—Me importa una mierda la prensa sensacionalista.
—¿Qué pasa con el dinero?
—No quiero tu dinero.
—Todo el mundo quiere mi dinero. Esa es la única constante
verdadera. —Cuando hago un sonido de desacuerdo, resopla—. Incluso tú.
¿Quieres que te pague la cantidad completa ahora mismo?
Aprieto los labios. Por supuesto que sí. Excepto que aquí no hay una
respuesta correcta.
Todo está mal, mal, mal.
—No estás cuidando a Paige por la bondad de tu corazón. Esto es una
transacción. Siempre ha sido una transacción. Así que no le mientas a un
mentiroso. Veo a través de ti.
Las lágrimas arden en mis ojos. Tal vez él puede ver a través de mí.
Me siento como si estuviera hecha de papel de seda que se ha mojado con
el rocío del mar. Me voy a partir en dos. Verá todo lo que temo: quedarme
sola, no tener familia, pasar hambre. Todos mis miedos expuestos para que
los ridiculice.
—Beau, me preocupo por ti.
—¿Cuál es, cariño? ¿Soy Beau o señor Rochester? ¿Vas a ponerte de
rodillas o vas a abrir las piernas? De cualquier manera, voy a conseguir lo
que quiero.
El dolor me atraviesa.
—Detente.
—No, tenías razón. Yo debería hacer estas preguntas. ¿Qué estamos
haciendo juntos? Como niñera estás haciendo un gran trabajo, pero como
compañera de sexo, bueno, digamos que estoy acostumbrado a un poco más
de emoción. Entonces, ¿por cuál te pagan?
Agua y sal. No sé si es el mar o mis lágrimas. Lamo mis labios
temblorosos.
98
—No podemos volver a tener sexo. No puedo volver a sentirme así.
Una sonrisa fría.
—Eso responde a mi pregunta.
—Beau…
—¿Y si yo terminara nuestro contrato?
—No.
—La ironía es que sería por tu propio bien. Mateo me advirtió. Incluso
te advirtió a ti, aunque no sirvió de nada. Pensaste que podrías hacer que
me enamorara de ti.
—Dijiste que me amabas. —Te amo, maldita sea.
—Pensé que ibas a morir. Ahora no lo estás. El momento pasó.
Deseo tanto estar adormecida, tener ese hielo alrededor de mis
sentimientos. Las palabras que está diciendo son como atizadores calientes,
quemando en mi corazón, dejando marcas para siempre.
—Solo lo dices para protegerme. Para protegerte a ti mismo. –Las
lágrimas lo convierten en una figura ondulada contra el telón de fondo del
océano—. Porque crees que no mereces ser feliz. Sí lo mereces. Te amo,
Beau. Te amo.
— He escuchado eso antes. Emily me dijo que me amaba antes de que
me fuera a California. Luego se folló a mi hermano. —Lanza una mirada
mordaz por todo mi cuerpo, una mirada que recuerda cada uno de los besos
y caricias que hemos compartido juntos—. A Rhys le habrías gustado.
Es como una bofetada en mi rostro. Me tambaleo hacia atrás como si
fuera algo físico en lugar de un puñado de palabras.
—Este no eres tú. Y yo no soy ella.
—No —asiente—. Me habría ocupado de ella, incluso después de que
se casara con mi hermano. Si hubiera sabido lo que estaba pasando en esa
casa, me la habría llevado. La hubiera protegido. La habría salvado. Pero tú 99
no eres ella, ¿verdad?
Mis lágrimas se sienten como ácido, quemando mis ojos.
—Detente.
—No voy a rescindir el contrato —dice suavemente—. Pero eso ya lo
sabías. Porque Paige te necesita. Y lo más loco de todo es que creo que yo
también te necesito.
Se da la vuelta y regresa a la posada, sin cojear en absoluto,
dejándome tambaleante, con el mundo inclinado, mis pies tropiezan en la
arena fina como el polvo, casi sin poder respirar por lo mucho que duele
Me dijo que su amor era peligroso.
Quizá decía la verdad. No provoca incendios. No inicia guerras.
Rompe corazones. Y el mío se siente destrozado.
Capítulo 12
Beau Rochester
Traducido por OnlyNess
Corregido por Mayra. D
Una cosa es saber que la casa se quemó hasta los cimientos. Una cosa
es verla caer sobre nosotros como el infierno al revés.
Mirar los restos carbonizados es otra cosa completamente distinta.
Todavía no me he acostumbrado.
Puedo ver desde el camino de grava en el que estoy junto a mi auto
con las manos metidas en los bolsillos de mis jeans. Hace un siglo que nadie
mira el océano desde este punto de vista. Cuando se construyó por primera
100
vez, Coach House debió parecer una intrusión. Una barrera antinatural
entre la planicie del acantilado y la vista más allá.
Ahora su cáscara quemada es un compromiso terrible. No ha devuelto
la tierra a su estado de reposo, pero tampoco está entera.
Pide ser reconstruida. O nivelada por completo.
Queda muchísimo más de lo que uno pensaría que quedaría en una
casa incendiada. Las vigas de soporte atraviesan los marcos de las ventanas
vacías como si fueran dientes rotos. El antiguo aislamiento hierve sobre las
grietas de las paredes. El techo se derrumbó por el centro, dejando un
camino libre hacia el océano.
El fuego masticó la casa y la escupió.
Casi me lleva con él. Casi se lleva a Jane.
Existe la sensación de que la casa trató de comerse a sí misma para
tragarse sus secretos. Me parecería una locura decirlo en voz alta. La casa
no es sensible, pero así se siente. Sin embargo, no hizo un trabajo
particularmente bueno en el proyecto. Queda demasiado. Demasiada
madera chamuscada, aislamiento reventado y restos de papel enroscados
por todas partes.
En lugar de consumir sus secretos, los ha dejado al descubierto: sus
restos carbonizados flotan en el viento teñido de sal, esperando a que
alguien los lea.
Sería lo más inquietante de hoy si no hubiera dejado a Jane en la
playa.
La dejé allí, con lágrimas en los ojos y su cuerpo medio doblado como
si la hubiera golpeado. No la golpee. No lo haría. No soy mi hermano. No soy
Rhys.
Pero eso es una mierda, porque soy igual de malo. Igual de
impredecible. Peor aún.
Dije que no la amaba. Le mentí a Jane en la cara. Lo que dije en el
calor literal del momento en que la casa se estaba quemando era verdad,
pero lo llamé mentira.
¿Qué clase de bastardo consumado sigue a eso con te necesito?
101
El tipo que soy, aparentemente.
He estado mirando a través del agujero perforado en los restos de la
casa durante demasiado tiempo. No es para lo que vine aquí. Durante varios
largos minutos, no recuerdo por qué he venido. ¿A quién le importa? Nunca
debería haberme alejado de Jane de la forma en que lo hice.
Mi primera prioridad debería ser volver a bajar de los acantilados y
ofrecerle una explicación. Pero no hay ninguna explicación que esté
dispuesto a dar. No someteré a ninguno de los dos a esa escena.
Paige es la que la necesita, no yo.
Y lo último que necesita Jane es que el imbécil de su jefe vaya a llamar
a su puerta con el corazón en la mano, rogando por su bondad y su cuerpo.
Ella también me perdonaría. Esa es la parte que más me enferma de
todas. Ese diario hizo un agujero en su comprensión del pasado. Luego dije
cosas que lo empeoraron.
Las cosas que salieron de mi boca. Jesús.
Doy la vuelta a la esquina de la casa, descubriendo el paisaje abierto.
Los vellos de mi nuca se erizan… como si alguien me observara.
Miro a lo largo de la línea de los acantilados.
A lo largo de la línea de árboles. En todos los lugares donde podría
estar una persona.
Hay demasiada destrucción como para ver algo con claridad. En los
dormitorios las paredes interiores permanecen parcialmente en pie. Todo lo
que se necesita para entrar es empujar el revestimiento dañado. Se
desmorona bajo mis manos. Un reloj de bolsillo me mira desde el suelo de
la habitación. Este era el dormitorio de Rhys y Emily. Camino hacia dentro
y la sensación de ser observado se disipa.
Paranoia provocada por el estrés. Eso es todo.
Mis pies se hunden en la madera debilitada por el calor. Si no tengo
cuidado, caeré directamente al sótano. Hay que tener en cuenta cada paso.
No se va de mi cabeza la sensación de cosquilleo que recorre toda mi
columna vertebral. Si hay alguien aquí, en la propiedad…
Una ráfaga de viento se mueve a través de los huecos de la estructura.
102
Su contacto me hace sentir un escalofrío en la nuca. Debajo de mi camisa.
Por debajo de mi abrigo. Siento como si un fantasma me hubiera atravesado.
Siento que un fantasma le hubiera hecho menos daño a Jane, a menos que
fuera un fantasma quien prendió el fuego.
He vuelto a la escena una vez antes. Un ayudante me acompañó
mientras yo tiraba todo lo que encontraba en cajas para llevarlo a la posada,
pero esta es la primera vez que tengo vía libre.
Entonces me restringieron la parte menos dañada de la casa. Ahora
me adentro en la zona ennegrecida y debilitada por el fuego, siete días
después todo sigue oliendo a humo.
El brillo de la madera de cerezo refleja la luz del sol a través de su
capa de hollín. Trepo por encima de los escombros y los muebles quemados
irreconocibles. Es mi escritorio. El escritorio de Rhys, técnicamente. No
quise cambiar demasiado cuando me mudé. Paige ya había sufrido
suficientes cambios en su vida como para verme redecorar la casa de su
infancia. Pero nunca había estado completamente cómodo en la casa de otro
hombre. Especialmente ese hombre. Mi hermano. En el mejor de los casos,
habíamos sido competitivos. Tóxicos y violentos en el peor de los casos.
Siempre sentí la energía oscura persistente, una especie de amenaza sutil.
El conocimiento de que él jodería a alguien si pudiera salirse con la suya.
De alguna manera, la luz ha ahuyentado esa sensación.
El hollín baila al sol, sorprendentemente activo, casi juguetón. Las
habitaciones que estaban cargadas de historia son ahora un montón de
maderas y telas, convertidas en algo ordinario por la ruina.
El incendio fue devastador, pero una cosa buena salió eso.
Limpió la casa, más eficazmente que un maremoto.
El escritorio cayó por el techo del comedor. Trepo por encima de las
sillas chamuscadas y la gran mesa agrietada para llegar hasta aquí. Mi
pierna protesta por cada maldito cráter. Solía esquiar con tablas black
diamonds en Vail. Ahora me veo reducido a apoyarme pesadamente en
muebles desarticulados para moverme. Cuando me fracturé la pierna por
primera vez, la recuperación fue sencilla. La tensión del incendio, de estar
atrapado debajo una viga, la ha jodido irremediablemente. Necesito semanas
de reposo en cama, según los médicos. Meses de fisioterapia. En vez de eso, 103
me había enfrentado a sus consejos al día siguiente. Paige me necesita. Jane
también me necesita.
Sobre el escritorio había dos grandes monitores de pantalla plana. La
torre de mi computadora debajo. Nada de eso está a la vista. Probablemente
esté debajo de algunos de estos otros escombros. Los papeles en los que
había estado trabajando ya no están. Quemados hasta convertirse en polvo,
probablemente.
La parte inferior del escritorio se ha arrugado como un acordeón.
La parte superior sigue intacta. Abro el primer cajón y veo un teclado
que parece apenas magullado por la caída. El siguiente cajón solía contener
carpetas de manila apiladas ordenadamente. Ahora están abarrotados de
papeles que se desparraman unos sobre otros. Tomo una hoja de papel. Son
los documentos judiciales que me conceden la tutela de Paige. Su certificado
de nacimiento. Recojo los papeles con brusquedad y los meto en la carpeta
manila. El hecho de que hayan conseguido escapar tanto del fuego como de
los productos químicos que los bomberos han utilizado para apagar las
llamas es un pequeño milagro.
—No es seguro que estés trepando por ahí.
Doy un giro brusco al escuchar la voz. Mi pie cruje en el suelo y casi
se me cae la carpeta. No es un fantasma el que está de pie frente a la ventana
del comedor, o la pared donde antes estaba la ventana. Es el jefe de
bomberos. Detrás de él está el imbécil de Joe Causey.
—No, jefe —digo—. No lo es. —Alan Diebold ha sido el jefe de bomberos
de Eben Cape desde que tengo uso de razón. Ha asistido personalmente a
la mayoría de los incendios de la zona. La gente todavía habla del incendio
que se perdió. La vieja librería, en la calle principal del pueblo. Él estaba en
el hospital con un infarto—. Solo quería ver lo que quedaba.
—No mucho —dice Diebold, con un tono sombrío.
La comisura de la boca de Joe se curva hacia abajo. Da un paso atrás
para dejarme salir. Me reconoce con un gruñido sin palabras. Le devuelvo
una breve inclinación de cabeza. Eso es más o menos el grado de cortesía
entre nosotros, y es solo para beneficio de Diebold.
El jefe de bomberos tiene más de sesenta años. Debe de estar a punto
de jubilarse, pero sus ojos oscuros lo captan todo igual que antes. 104
—Como le dije por teléfono, la escena ha sido liberada. Eso significa
que hemos recogido todas las pruebas que necesitábamos. Eres libre de
traer un equipo de limpieza para ver qué puedes rescatar. Imagino que
querrán derribar todo y comenzar de nuevo. La propiedad valdrá mucho,
incluso vacía.
—Aún no lo he decidido —digo, con un tono evasivo. Soy muy
consciente de que Causey está escuchando, consciente de que utilizará
cualquier cosa que diga en mi contra si tiene la oportunidad. Los conduzco
unos pasos lejos de la casa y me siguen—. ¿Qué dicen las pruebas?
—Incendio provocado —dice el jefe, con ojos solemnes—. Rastros de
acelerante en el ático. No está cerca de ninguno de los puntos de origen que
esperaríamos para un incendio accidental. No hay estufas ni enchufes
eléctricos. Sabes que la mayoría de nosotros vemos bromistas por aquí.
Turistas iniciando hogueras que se salen de control. No es frecuente que
nos encontremos con un caso como este. Tengo un par de investigadores de
incendios a mi cargo, pero tomé este yo mismo. Los conozco a los dos desde
que eran bebés.
Mi estómago se contrae. Acelerante en el maldito ático. Sabía que
posiblemente era un incendio provocado. Probablemente, si fuera honesto,
pero esperaba que no lo fuera.
—Lo aprecio.
Sus ojos son de un pálido sobrenatural entre las tupidas cejas grises.
Él posa una mirada en mí que envía un rayo de frío por mi columna
vertebral.
—No habrás guardado nada inflamable ahí arriba, ¿verdad?
—Cristo.
—Tengo que preguntar.
—La verdad es que no sé todo lo que había allí arriba —admito, con
voz ronca—. Estaba lleno de muebles y cajas cuando llegué. Realmente
nunca revisé todo.
—Triste asunto —dice, mirando las ruinas—. Primero pierde a sus
padres. Luego casi se quema. Es bueno que hayas intervenido. Ella te
necesita, Rochester. 105
La tensión vibra en el aire. ¿Sabe el jefe que está tomando partido en
un conflicto que se remonta a décadas atrás? Diablos, puede que sí. Siempre
ha visto demasiado con esos ojos azul pálido. Levanta un grueso dedo hacia
el cielo.
—Ahí es donde comenzó, en la parte de atrás, cerca de la pared
exterior.
Había una ventana en esa parte del ático. No había nada allí arriba.
Pero había alguien.
No escuché pasos en medio de la noche. Ni crujidos suaves a lo largo
del antiguo piso. Ni una sola vez durante una tormenta, cuando la lluvia
hubiera amortiguado el sonido. Si me pregunto sobre eso ahora, si escucho
el eco inquietante en mi mente, eso es solo paranoia superponiéndose a mi
memoria.
Es solo porque no he estado allí arriba en semanas. Meses, tal vez.
No puedo recordar la última vez.
—¿Cuándo fue la última vez que dijiste que hablaste con Em? —Joe
dice, con su block de notas fuera como si fuera normal preguntar por una
mujer muerta. Incluso si esa mujer es su hermana.
De todas las cosas que odio de Joe, este es el hecho que más odio.
Acechaba en el trasfondo de mi relación con Emily. Ofuscado.
Frunciendo el ceño. Observándome como si yo representara una amenaza.
Trató de atraparme durante años, cuando era Rhys el peligroso. Por
supuesto, él probablemente me culpa por eso, también. Me culpo por ello.
Todos sabemos que ella nunca habría acabado con Rhys si yo no me hubiera
ido a la Costa Oeste.
El viento del océano se calma. Todo el lugar está escuchando ahora,
incluso los árboles. Joe levanta la mirada de su cuaderno y arquea una ceja
en señal de acusación.
—Emily se ha ido hace años —digo, y un músculo de su mandíbula
se flexiona—. Cualquier conversación que haya tenido con ella no tiene nada
que ver con esto.
Alan aclara su garganta. 106
—Hay quienes en esta profesión hablan de la psicología de los
pirómanos. Perfiles, lo llaman. No sé si siempre me lo creo, pero si lo
hiciera…
Me tenso.
—¿Sí?
—La ubicación del incendio sugiere que es más probable que el
pirómano sea una mujer.
Mi pulso cae hasta la punta de mis dedos.
—¿Cómo? Un incendio es un incendio.
El jefe de bomberos le lanza una mirada a Joe.
—Las mujeres pirómanas suelen provocar incendios que son llamadas
de auxilio. No por la atención, no por el amor al fuego. No para convertirse
en una heroína sacando a las personas de la casa. Normalmente,
encontramos ese tipo de incendios en la cocina. En la planta baja.
Un incendio en la cocina nos habría matado a todos. Las llamas
habrían devorado los techos hasta el segundo piso, bajando por el cableado
eléctrico y subiendo por las paredes antes de que pudiéramos bajar. Habría
significado saltar por las ventanas del segundo piso.
O morir antes de poder hacerlo.
No. Este fuego estaba destinado a hacernos salir. Ahuyentarnos.
—¿Investigaste a Zoey Aldridge? —Pregunto, mordiendo las palabras,
forzándome a decirlas. No quiero creer que ella haya provocado el incendio.
No creí que tuviera eso en ella, pero no voy a correr ningún riesgo. Alguien
provocó el incendio, y ahora parece que fue una mujer—. Ella dejó una nota
amenazante en la posada.
—Ella tiene una coartada —dice Causey—. Aunque tuve una
interesante conversación con ella. Parece que dejaste una cadena de
corazones rotos por Los Ángeles. Un montón de mujeres a las que les
gustaría derribarte. Muchas mujeres con motivos.
—¿Y el dinero del seguro? —Digo, levantando una ceja—. Parecías
muy empeñado en eso cuando intentaste entrevistar a mi niñera sin que 107
estuviera presente un abogado.
—Los culpables no necesitan abogados —dice Causey, y resoplo. Lo
necesitan cuando hay policías cuestionables como Causey, gente que ama
el poder más que la paz.
Diebold se aclara la garganta.
—El dinero siempre es un motivo. Pero no veo cómo podrías estar
sufriendo por medio millón de dólares cuando tienes muchas veces más que
eso en tus cuentas.
Paso una mano por mi rostro. Se siente mugriento. Caminar por la
casa empapada de humo ha dejado un residuo de hollín en mi piel.
— Entonces estás diciendo que el fuego se inició en el ático. Eso
significa que había alguien dentro de la casa. ¿Cómo llegaron allí?
—No podría decirlo —dice Diebold—. Buscamos signos de entrada
forzada, pero no había mucho. No hay marcas de cerraduras forzadas, por
si sirve de algo.
Dios. La idea de que alguien caminando por los pasillos oscuros hace
que me quede inmóvil. Estaba envuelto en la cama con Jane. Paige estaba
en su habitación, indefensa. ¿El intruso abrió su puerta? ¿Miraron a la niña
dormida antes de encender una cerilla?
Joe da golpecitos con su bolígrafo en su cuaderno.
—¿Cuándo fue la última vez que viste a Emily?
—Ya hemos hablado de esto —digo, con los dientes apretados—.
¿Quieres a alguien a quien culpar de su muerte? Habla con Rhys. Eras
amigo de él. Él es quien la llevó en ese barco. Todo el mundo sabe que a ella
nunca le gustó estar en el agua.
—Eso es correcto —dice Causey, con un tono es frío—. Culpa a un
hombre muerto.
—Esto es historia antigua. La única pregunta que necesitamos
responder ahora es quién provocó el incendio. Ese es su trabajo, detective
—digo, añadiendo sarcasmo al título—. Paige es tu sobrina. Tal vez si te
preocupa su seguridad, puedas centrarte en la investigación.
Sus ojos se entrecierran, tan azules como los de Emily. Tan azules
108
como los de Paige.
—Nunca te preocupaste por ella. ¿Apareciste en sus cumpleaños? No,
enviaste una maldita tarjeta. Un cheque.
La culpa me devora. Se funde con el olor amargo de las cenizas del
fuego, con la visión de los ojos de Jane llenándose de lágrimas en la playa.
Hay un millón de cosas que lamento, lo cual es prueba suficiente de que
debería dejar a Jane en paz.
—Vine aquí para hablar con el jefe de bomberos. Si quieres tirarme
mierda por ser un imbécil, tendrás que ponerte en la fila.
Joe cierra su cuaderno y le da una palmada en el hombro a Alan.
—Mantenme informado. —Se aleja por los surcos en la hierba que
dejaron los vehículos de emergencia.
Alan protege sus ojos con una mano y lo ve partir.
—Nunca volvió a estar bien desde que murió su hermana.
Antes tampoco estaba bien, pero no me molesto en corregirlo.
—Quizá sea una mujer —digo–. Tal vez no. Pero ¿cómo sabes que no
es un adolescente pidiendo ayuda?
—No lo sé —dice Diebold—. Podría ser cualquiera. En realidad, no es
mi competencia, pero el departamento de policía suele compartir sus pistas
conmigo. No en este caso.
—Porque no tienen pistas —digo, con los dientes apretados.
Diebold se pasa una mano por el brazo. Tengo un vago recuerdo de
que una vez se lesionó en un incendio, más o menos cuando consiguió su
ascenso. Tenía quemaduras en todo el lado izquierdo. Ahora están cubiertas
por su uniforme.
—Pasé algún tiempo revisando los escombros. Cuando vives en un
lugar como Eben Cape, algo como esto, es personal. Fue interesante no
hubiera signos de allanamiento.
—Usted mismo dijo que el fuego destruyó todo. Incluyendo las
pruebas.
109
Él mira hacia el océano.
—¿Dices que a Emily Rochester nunca le gustó estar en el agua?
—Ella lo odiaba. Decía que le encrespaba el cabello. Y que se mareaba.
—Siempre pensé que era interesante que nunca encontraran su
cuerpo —dice, su pálida mirada acuosa se encuentra con la mía.
—Muchos cuerpos no se encuentran después de los accidentes de
navegación.
—Ella habría conocido todos los caminos hacia la casa.
Un escalofrío recorre mi espalda.
—¿Sugieres que sigue viva?
—No estoy sugiriendo nada. —Suelta una risa repentina, ligeramente
maníaca—. Solo son imaginaciones de un viejo. Probablemente debería
hacerle un favor al departamento y retirarme ya.
En el silencio aturdidor mi mente procesa los siguientes hechos: que
Emily Rochester amaba esta casa. Ella no se iría voluntariamente. Solía
señalarla cuando paseábamos por la playa del otro lado. Yo solía soñar con
comprarla para ella. Por supuesto, fue Rhys quien finalmente lo hizo. Fue
Rhys con quien finalmente se casó.
¿Por qué dejaría que todos creyeran que murió?
Mi hermano era contador. No un pescador, ni siquiera un aficionado
a la navegación. Emily no creció alrededor del océano. Y se mareaba.
A pesar de esas cosas, alquilaron un barco.
Salieron al mar y nunca volvieron.
—No —digo, la palabra prolongada y final—. No creo en la gente que
vuelve de entre los muertos. No creo en fantasmas. Tuvimos un funeral para
Emily Rochester. Ella se ha ido.
—Estoy seguro de que si —dice Diebold, serio ahora—. Pero quien
quiera que haya provocado el incendio no se ha quemado. Están caminando
alrededor del acantilado. Caminando por la playa. Caminando por los
mismos lugares que tú y yo, así que cuida de Paige. Y cuídate.
110
Miro el sinuoso camino por el que el Taurus negro de Joe Causey
desciende por la carretera.
—No crees que él vaya a atrapar a la persona que lo hizo.
Se rasca la cabeza.
—No estoy del todo convencido de que no haya sido él.
Capítulo 13
Jane Mendoza
Traducido por Albaxxi
Corregido por Sand
118
Capítulo 14
Beau Rochester
Traducido por Albaxxi
Corregido por Sand
Puedo no ser bueno para Jane, pero eso no impide que la noche se
vuelva la mañana. Me siento atraído por la posada. A esta rutina que Jane
y Paige están empezando a armar. Jane, que perdió todo, está haciendo algo
de la nada para Paige.
Bueno, no de la nada. Veo a Jane observando su ropa nueva. La
atrapo disfrutándola. Pasa las yemas de sus dedos por el dobladillo de su
camisa y pasa la palma de su mano por la suave tela que cubre su estómago.
Como si no pudiera creer que fueran tan suaves.
125
Toda la mañana, ella y Paige están ocupadas. Están coloreando en el
patio trasero. Pintando en la mesa del comedor. Leyendo libros juntas,
acurrucadas en el sofá.
Luego, en el almuerzo, Paige deja su sándwich de mantequilla de maní
y mermelada.
—Quiero jugar al Monopoly ahora. Dijiste que podíamos.
La nueva caja brillante ya llegó de Amazon. No es la versión exacta
que tenía Paige, pero supongo que está lo suficientemente desesperada como
para jugar y aceptarla.
—¿Justo ahora? —pregunta Jane.
Esta es la Paige más animada que he visto desde el incendio. Ella luce
alegre de nuevo. Viva.
—Ahora —dice Paige, su mirada fija en mí—. También quiero que
juegues. Quiero que todos juguemos.
Mi instinto es retroceder y dejar que Jane y Paige vivan en el pequeño
mundo que han creado. En el que están a salvo de mí. Pero Paige se ve tan
esperanzada. Todavía la recuerdo de pie en la noche, con la lona enrollada
a su alrededor como una manta improvisada.
—¿Dónde jugamos? —pregunto, resignado.
Paige me sonríe. Se baja de su taburete en la isla de la cocina y sube
las escaleras de dos en dos. Vuelve a bajar un minuto después con una serie
de golpes y va a la amplia mesa de café en medio de la sala de estar.
Marjorie mantiene el espacio ordenado, limpio y cómodo. Me alegro de
tener todo el lugar para nosotros. Paige necesita la menor fricción posible
en su vida en este momento. Dejar que ella elija dónde jugamos y dónde nos
sentamos sin interferencias externas es bueno para todos.
Jane pone los platos en el fregadero y la sigue, y yo sigo a Jane, con
las manos doloridas por tocarla. Paige está de pie en la mesa de café, el juego
en sus manos, mirando sospechosamente el juego.
—Esto no está bien —dice ella.
—Abrámoslo y veamos. —Jane le quita el juego a Paige, abre la
126
envoltura de plástico con una uña y coloca la caja en el borde de la mesa.
Paige desliza la parte superior y frunce los labios en la pieza.
—Aún no se ve bien.
—No es el mismo set que tenías antes —coincide Jane—. Será
diferente. Pero las reglas seguirán siendo las mismas.
—¿Y si no son iguales? —Paige se inquieta cuando Jane coloca el
tablero y desenvuelve las pilas de cartas de su plástico—. ¿Qué pasa si
cambiaron las reglas y cambiaron todo al respecto?
—No cambiaron todo —menciona Jane. Se sienta en el taburete y
toma la primera pieza—. ¿Ves? Aquí está el zapato y el sombrero de copa.
Paige los prueba en la palma de su mano.
—No se sienten bien. —Sus mejillas se enrojecen y Jane pone una
mano en su codo—. No se sienten bien en absoluto. Creo que son
diferentes. Son demasiado diferentes. Mira esto, hay un dinosaurio. No
debería haber un dinosaurio en Monopoly.
—Es difícil cuando las cosas no son como esperábamos —explica
Jane—. Querías que las piezas fueran iguales, pero este no es tu viejo
juego. Este es nuevo y tiene diferentes partes. Pero las reglas siguen siendo
las mismas. Todavía nos divertiremos jugando juntos.
—No lo quiero así —dice Paige, pero su voz permanece tranquila. No
se está preparando para gritar. En cambio, toma aire por la nariz y lo deja
salir por la boca—. Las piezas son diferentes.
Jane sonríe, el orgullo brilla en su rostro.
—Pero las reglas siguen siendo las mismas.
—Está bien —responde Paige—. Está bien. — Ella pone el zapato y el
sombrero de copa en la pizarra y mira las tarjetas, pareciendo reconfortarse
con los colores familiares y los nombres de las propiedades.
Me siento en el sofá y Jane acerca un taburete al otro lado de la
mesa. Paige se pone de pie en un extremo y preparamos el tablero. Paige es
la banquera, naturalmente. Y el pequeño sombrero de copa plateado. Decide
que yo me encargaré de las tarjetas inmobiliarias. Eso deja a Jane para
controlar las pequeñas casas verdes y los hoteles rojos. Escojo el acorazado 127
y Jane toma al gato. Esconde al dinosaurio. Paige ha tenido suficientes
cambios por el momento.
Paige lanza los dados en su primer turno.
—Esto es lo que hacen las familias —dice, su voz cuidadosamente
despreocupada—. Juegan juntos. Somos como una familia.
Los ojos de Jane se encuentran con los míos desde el otro lado de la
mesa, y luego vuelve a mirar a Paige.
—Es como una familia. ¿Cómo te sientes con eso?
—Me gusta —admite Paige, y mi corazón se aprieta.
La verdad es que a mí también me gusta. Más de lo que es seguro para
mí admitir.
Paige lanza primero. Ella aterriza en Chance. La tarjeta naranja le
permite avanzar al ferrocarril más cercano. Eso la pone en Pennsylvania
Avenue.
—No lo sé —reflexiona—. Los ferrocarriles son difíciles porque no hay
forma de construir casas, incluso si obtienes un monopolio.
—Podrías pasar —dice Jane.
—Yo lo compraría —menciono porque me siento más cómodo
gastando este brillante papel moneda. También me siento más cómodo
gastando dinero verde real. Jane está mucho más nerviosa por gastar. ¿Y
Paige? Ella es estratégica. Ella se enfoca en construir monopolios.
Jane lanza a continuación. Aterriza en Oriental Avenue, donde hace
una pausa para mirar su dinero y considerar el costo, pero finalmente decide
comprarlo.
—¿Somos una familia? —pregunta Paige.
La mano de Jane se detiene en su camino para tomar la tarjeta con la
franja azul pálido de Oriental Avenue y luego continúa.
—Beau es tu familia —dice, manteniendo su tono ligero.
Gatita elige este momento para correr por la habitación y saltar a la
mesa en el medio del tablero, derribando mi acorazado. Jane levanta a la 128
gatita y la regresa al suelo mientras yo pongo mi pieza en posición vertical
de nuevo.
Por fuera, probablemente parezca tranquilo.
Por dentro, me estoy tambaleando.
¿Somos una familia? Me sorprende que Paige hiciera la pregunta. Y
me sorprende lo fuerte que es mi deseo de decir que sí.
—¿Qué hay de ti? —Paige mira entre nosotros dos—. ¿Son como una
mamá y un papá?
Jane traga.
—Los dos te cuidamos. Puedes confiar en nosotros y pedirnos
ayuda. Eso es algo que tenemos en común con las mamás y los papás.
Sus preguntas tocan un nervio más profundo.
Algo que trato de mantener en el fondo de mi mente.
Paige podría ser mi hija. Podría ser su padre. Siempre supe que era
posible, basándome en cuando Emily me visitó. Cuando dormimos juntos. A
pesar de eso, pensé que era mejor que creciera con una familia real, con
Rhys y Emily. Sentado aquí con ella ahora, podría convencerme de que ella
es mía. Ella se parece un poco a mí. Tiene un temperamento como yo.
Ella es buena con el dinero como yo, incluso si es dinero de Monopoly.
Saco doble cinco, lo que me pone en la parte de la cárcel de “Solo
visita”.
Paige observa cada uno de mis movimientos. Si fuera cierto, ¿qué
significaría? ¿Debería hacerme una prueba de ADN? ¿Importaría, dado que
ya soy su tutor?
Incluso si tuviera pruebas contundentes, nunca podría decírselo a
Paige.
Siempre conoció a Rhys como su padre. No le quitaré eso.
La haría sufrir, y la idea de causarle más daño hace que me duela el
pecho. Tener que presenciar su dolor por perder a su mamá y a su papá fue
lo más difícil que tuve que ver. Descubrir que Rhys ni siquiera era su padre
129
competiría con eso. Sería como perderlo dos veces.
—Eres como mi padre de reemplazo —dice Paige.
—Lo soy. —Realmente no tiene mucho sentido negarlo. Soy lo más
parecido a un padre que jamás tendrá ahora que Rhys se ha ido. ¿Estaría
tan mal apoyarse en esa idea?
Convertirme en su tutor me aterrorizó al principio. Me mantuvo
despierto por la noche. ¿Cómo diablos se suponía que iba a saber qué
hacer? Me mantuvo despierto por la noche, lo mucho que le fallé al
principio. No estoy seguro de tener éxito ahora, pero ha habido mejoras.
Jane ha sido una mejora.
Paige juega con los dados en su mano.
—Se supone que hay dos padres.
—No siempre —señala Jane—. Algunas personas tienen padres
solteros. O viven con un solo padre. Cada familia es diferente, pero lo
importante es que hay personas que te quieren.
—¿Y si quisiera tener dos padres? ¿Te quedarías?
La dulce mirada marrón de Jane se encuentra con la mía. Se ve
indefensa, animada por las palabras de Paige, de alguna manera herida por
ellas también, porque cree que no es posible.
—Jane tiene sus propios sueños —digo, manteniendo mi voz casual—
. Ella va a la universidad. Se convertirá en trabajadora social para ayudar a
los niños que lo necesiten.
—Ella podría ser una trabajadora social aquí —indica Paige.
Ella es terca. Estoy seguro de que ella obtuvo eso de nuestro lado de
la familia.
—Jane está aquí solo temporalmente. Hablamos de esto cuando llegó
aquí, ¿recuerdas? ¿Cómo se quedaría con nosotros durante un año?
Paige asiente decepcionada y la tensión se desvanece.
Con una sonrisa, lanza los dados. Aterriza en New York Avenue y la
compra. Seguimos jugando durante algunas rondas, comprando
propiedades cuando aterrizamos en ellas. 130
Paige toma una ventaja temprana en el juego. No me sorprende.
Ella es muy buena en el juego.
Lo que sí me sorprende es lo mucho que quiero estar en este momento
con ella y con Jane. Es fácil caer en esta fantasía de pensar que Paige es
realmente mi hija.
Se siente... cálido pensar en ella así. Correcto. Y complicado.
Quizás mi amor no tiene por qué ser peligroso.
Tener a Paige conmigo ha iluminado todas las piezas de mí que
todavía están dobladas o rotas. Las partes que aún no saben qué hacer con
toda la complejidad del mundo. Hay una cierta culpa que viene al saber que
no puedo ser perfecto para ella.
Pero también hay un profundo sentimiento de amor. Y en momentos
como este...
Felicidad.
Paige solo tiene siete años, pero eso no la frena en Monopoly. Ella sabe
la renta en Pacific Avenue con tres casas sin siquiera mirar la
tarjeta. Calcula la cantidad a devolver cuando le damos al banco dinero para
la propiedad en un abrir y cerrar de ojos. Cuanto más dura el juego, más
concentrada se vuelve. Trabaja para reunir monopolios, y una vez que los
tiene, gasta todo su dinero en construir casas. Es una estrategia
inteligente. Ella tiene menos dinero que nosotros en este momento, pero
todo lo que se necesita es aterrizar en su hotel una vez para llevarnos a la
bancarrota.
Muy pronto ella será dueña de todo el lado izquierdo del tablero.
Podría dejarla ganar. Me pregunto si eso me convertiría en un mejor
tío. O un mejor padre, susurra una voz dentro de mi cabeza.
Por otra parte, probablemente se daría cuenta si renunciaba. ¿Por qué
no darle un desafío?
Ella ya es dueña del lado de menor costo de la junta, que debo admitir
que es la mejor posición. Es más fácil construir casas y hoteles. Y es
probable que todos los que pasen por la casilla de salida aterricen en algo
antes de pasar por el estacionamiento gratuito.
131
Así que me concentro en las propiedades más exclusivas, las amarillas
y las verdes. Pronto seré dueño de una esquina entera. Estoy tomando el
alquiler con la mano empuñada con una sola casa en cada una.
—Eres un arrendador duro —dice Jane, hipotecando sus propiedades
para pagarme.
—Es un mundo cruel —concuerdo, aceptando la pila de cincuenta y
veinte.
En el siguiente turno, Jane aterriza en Baltic Avenue con un
hotel. Propiedad de Paige. No queda suficiente propiedad sin hipotecar para
pagarla, así que ella se retira.
Eso nos deja a Paige y a mí peleando.
Hay momentos en los que parece que va a ganar, pero tengo la suerte
de obtener el impuesto sobre la renta en lugar de sus hoteles. Pagar $200
es más barato que sus exorbitantes rentas. Se las arregla para evitar el
ahora llamado rincón de la perdición al aterrizar en la cárcel, enviándola de
regreso a un lugar seguro.
En los momentos finales, mi acorazado está listo para entrar en su
lado. Parece casi imposible que pueda permanecer a salvo otro
momento. Ambos estamos igualados, pero nuestras propiedades están tan
apostadas que un solo movimiento en falso terminará el juego.
Entonces es su turno. Ella todavía está en los espacios naranjas, en
relativa seguridad.
Ella lanza. Es un doce.
Ninguno de los dos esperaba un par de seis Eso la lleva hasta Pacific
Avenue, donde tiene que desembolsar 1.400 dólares de alquiler. Eso hace
mella en su efectivo. También tiene que vender algunas casas, pero sigue en
pie. Me las arreglo para evitar sus espacios aterrizando en Community
Chest.
Luego aterriza en el espacio definitivo: Boardwalk.
Eso acaba con la mayoría de sus casas y la obliga a hipotecar algunas
de sus propiedades. Con tanto dinero en mis arcas, el juego esencialmente
132
ha terminado.
—Me ganaste —dice Paige, sonando más sorprendida que
frustrada. Hay una especie de asombro a regañadientes en sus ojos—.
Normalmente gano.
—Sé que sí. Lo sacaste de nuestro lado de la familia.
—Lo hiciste bastante bien —menciona Paige—. ¿Papá y tú solían
jugar?
—Éramos bastante competitivos —respondo, lo cual es quedarse
corto. Era normal que nuestros juegos terminasen en peleas, con las piezas
del tablero desparramadas mientras lanzábamos puñetazos.
—¿Qué hay de ti? —pregunta a Jane—. ¿Solías jugar cuando eras
niña?
Me tenso, preguntándome si la pregunta la molestará. Mi infancia no
fue exactamente sol y galletas, pero no es nada comparado con la de
ella. Perdió a su padre y luego se vio envuelta en un sistema plagado de
abusos. Pero ella no parece molesta por la pregunta.
—Sí, y también perdía —dice riendo. Me sentaba aquí jugando al
Monopoly con ella para siempre solo para escucharla reír—. Se terminó. En
quiebra. Es como en la vida real.
133
Capítulo 16
Jane Mendoza
Traducido por Albaxxi
Corregido por Sand
La entrevista con Joe Causey fue terrible. Horrible. Pero después, con
Beau, eso era algo que ambos necesitábamos. Necesitaba que él fuera
así. Necesitaba que yo fuera así. Dócil. Sumisa. Me entregué a él con total
y absoluta confianza. No fue amable conmigo. No me trató como porcelana,
pero tampoco soy porcelana fina. Estoy forjada en fuego.
Sabía que podía ser duro conmigo.
Sabía que no me rompería.
166
Es temprano cuando escucho los pasos de Paige fuer a de mi
habitación. La cama se siente vacía sin Beau, pero no se siente tan lejos
como antes. Hemos encontrado un término medio. Podemos hacer esto. Me
aparto el cabello del rostro y balanceo las piernas por un lado de la cama
justo cuando el pomo de la puerta gira.
—Hola —digo—. ¿Estás lista para el desayuno?
Ella asiente con los ojos azules brillantes.
Me pongo uno de los suéteres de cuello redondo que Mateo trajo de
Nordstrom. Está destinado a ser casual. Sigue siendo un millón de veces
más bonito que la mayoría de los vestidos que he tenido en mi vida. Todavía
nuevo y suave. Creo que será así de suave incluso cuando se haya lavado
unas cincuenta veces.
Un cambio rápido de pantalones cortos de dormir a pantalones de
yoga, y estoy lista. Hacemos un desvío en el camino a la planta baja para
lavarnos los dientes.
La puerta de Beau todavía está cerrada. Ha estado tenso
últimamente. Estresado. Si puede dormir, lo dejaré.
Marjorie ya está en la cocina cuando entramos. Son poco más de las
siete, así que está preparando el desayuno. Se aparta de la encimera y le
sonríe a Paige.
—Estoy haciendo waffles—expresa—. ¿Quieres un poco?
—Con almíbar extra —responde Paige, subiéndose a uno de los
taburetes de la isla.
—Por supuesto. —Marjorie le guiña un ojo y luego se gira hacia una
plancha para waffles que se encuentra junto a la estufa—. Haré tocino y
huevos junto con eso, y el café también está listo. Compré esta nueva crema
el otro día que es absolutamente deliciosa si te gusta la avellana.
Estoy acostumbrada a tomar mi café solo, por qué siempre fue la
forma más barata de tomarlo cuando podíamos. Había una tienda de
conveniencia en la que Noah y yo nos deteníamos de camino a casa desde
la escuela.
El café aromatizado siempre estuvo fuera de nuestro presupuesto.
167
—Me gustaría un poco. —Sobre todo porque mis párpados todavía
están pesados por la noche anterior. Dormí profundamente, pero es
temprano y las últimas semanas han sido difíciles.
Encuentro la nueva crema de Marjorie en la nevera. Es una marca
boutique con un logotipo elegante y una lista de logros en la parte delantera.
Orgánico. Prensada a mano. Superalimento. Esto último me hace enarcar
una ceja, pero la sirvo en mi taza de todos modos.
La crema hace que el café tenga un color arenoso. Probablemente sea
demasiado, pero ya estoy vestida con esta nueva vida. Mi nuevo teléfono
está en el bolsillo de mis pantalones de yoga. No debo sentirme culpable por
disfrutar de la costosa crema de café.
Y sabe muy bien. Debo hacer algún sonido, porque cuando abro los
ojos de nuevo, Paige me está haciendo una mueca.
—El café es asqueroso —dice.
—No este café. —Da miedo lo fácil que es acostumbrarse a la buena
vida. ¿Cómo volveré a los botes de pólvora negra en un Mr. Coffee que
compramos en una venta de garaje?
Un golpe en la puerta principal de la posada hace que los ojos de Paige
se agranden.
—¿Qué fue eso?
Marjorie le sonríe por encima del hombro.
—El periódico de la mañana. Me gusta tener uno para los
invitados. ¿Quieres ir a agarrarlo, Paige?
Paige se baja del taburete, ansiosa por ayudar.
Apoyo la cadera en la encimera y tomo otro sorbo de café. Dios, es
bueno. El sol entra suavemente a través de la ventana sobre el lavabo. Un
nuevo día. Con suerte, uno sin Joe Causey.
Las cosas no terminaron bien con Joe ayer, pero no hay nada más que
pueda decirle a la policía. Dudo que Beau los deje volver. Deberíamos poder
respirar. 168
Al menos por este día.
La máquina para hacer waffles suena. Marjorie inclina un waffle en
un plato con una espátula.
—¿Tienes planes para el día? El clima se ve hermoso hasta ahora.
—Quizás vayamos a la playa. —Es difícil no disfrutar de lo fácil que
es esta pregunta. Esto es lo que Marjorie preguntaría si realmente nos
quedáramos aquí de vacaciones y no viviéramos aquí debido a un incendio
en la casa. Si yo fuera la versión de mí misma que usa suéteres de cuello
redondo que cuestan setenta dólares y pantalones de yoga que cuestan más
que mi presupuesto de ropa durante años enteros. Si Beau era mío, la forma
en que estoy empezando a pensar que le pertenezco—. Quizás…
El grito del exterior comienza a ser agudo, se corta abruptamente y
comienza de nuevo.
Paige.
Empujo mi café sobre la encimera con tanta fuerza que se vuelca y
corro hacia la puerta principal. Ella la dejó abierto. El corazón late en mi
garganta. La punta del pie golpea contra el marco de la puerta y salgo a
trompicones al porche, buscando a la mujer del camisón, frenética por si
Paige está herida. Escucho pasos detrás de mí, pesados y desiguales en las
escaleras. Beau viene.
—Jane...
—Cariño.
Paige está de pie en medio del porche, con los hombros encorvados
hacia adelante. Agarra la bolsa transparente en la que vino el periódico, un
aerosol de plástico que se eleva de dos puños que no han perdido toda su
gordura de la infancia. Su pecho se agita, y cuando doy el último paso hacia
ella, otro grito sale de ella.
—Jane —grita—. Jane, Jane.
La giro hacia mí y la traigo conmigo. Al otro lado del porche.
Lejos de lo que la hizo gritar.
169
Beau sale disparado por la puerta tan pronto como nos apartamos y
mira.
—Cristo. —Levanta la cabeza y mira a nuestro alrededor. No hay
nadie. No hay nadie a la vista. Sus ojos se posan en nosotras dos. Paige, su
cara presionada contra mi vientre, su cuerpo entero temblaba.
—¿Qué fue eso? —Cada palabra se interrumpe con un sollozo—. ¿Qué
fue, Jane?
Ella ya lo vio, así que no voy a mentir.
—Era un... un animal.
Una rata muerta. Y no una rata que se había arrastrado por el suelo
y había muerto por causas naturales. Ni una rata que nos hubiera traído
como regalo el gatito.
Una rata asesinada en su propio charco de sangre.
Me encuentro con los ojos de Beau al otro lado del porche. Hay furia
en su expresión. Y miedo.
—¿Estás bien? —pregunta con voz ronca. Suena preocupado. Más
preocupado de lo que nunca lo escuché.
Porque no era solo la rata. Había una nota. Decía Jane.
Era para mí. Estaba destinado a que yo la encontrara y la viera.
Estaba destinada a asustarme. Y está funcionando.
Definitivamente no estoy bien. Froto una mano por la espalda de
Paige, entre sus pequeños omóplatos.
—Vamos a estar bien —le digo a Beau en voz baja—. Fue aterrador,
pero estaremos bien.
La expresión de su rostro me asusta más que la rata. Puedo verlo
alejarse, construyendo ese muro entre nosotros. Aquí en el porche, con su
cuerpo bloqueando la horrible vista de la vista.
—Es hora de entrar. —Suena definitivo, en ese tono. Como si
finalmente hubiéramos llegado al final de algo—. Tenemos que entrar. Justo
ahora.
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Capítulo 21
Beau Rochester
Traducido por Danielle
Corregido por Jessibel
177
Capítulo 22
Jane Mendoza
Traducido por Danielle
Corregido por Jessibel