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Sinopsis

Una vez se convirtió en mía. Mía para destruir.

Solía tenerlo todo.


Una carrera exitosa.
Un marido cariñoso que me adoraba.
Un futuro lleno de posibilidades.
Un cuento de hadas perfecto que nada podía romper.
Hasta que un día, la vida tal y como la conocía se rompió en
pedacitos.
Me acusaron de un asesinato que no había cometido.
Y por mucho que rogara que se hiciera justicia, nadie me creyó.
Y mucho menos el hombre que prometió estar a mi lado en todo
momento.
¿Y el marido de la mujer que supuestamente maté?
Juró que viviría en un in erno en la tierra, y ni siquiera eso sería
su ciente para expiar mi pecado.
Sus palabras resonaban en mis oídos cada día mientras la vida se
convertía en una pesadilla interminable.
Con el tiempo, llegué a odiarlo tanto que mi corazón ardía por
ello.
Hasta que tres años después se encontraron nuevas pruebas.
Y todos creyeron mi verdad.
Puede que sea libre, pero sigo siendo parte de un juego retorcido
que el monstruo está jugando.
¿Y la única manera de sobrevivir en él?
Con ar en un hombre al que prometí odiar hasta mi último
aliento.
Prólogo

Llévame a la tierra donde los pecadores expían…


Donde el sol brilla con fuerza y las pesadillas no llegan.
Ahí, tu muerte no es el precio que tienes que pagar,
Y el diablo no requiere tu alma a cambio.

Llévame a la tierra donde los pecadores expían…


Donde a uno se le permite llorar de desesperación.
Allí, la gente no te juzga por tu pasado,
Y los seres queridos te creen, pase lo que pase.

Llévame a la tierra donde los pecadores expían…


Donde el amor signi ca más.
Ahí, no puedes retirarlo,
Y tus almas gemelas no te dan la espalda cuando ardes en el in erno.

Llévame a la tierra donde los pecadores expían…


Capítulo 1
-La vida es más cruel con quien menos lo espera.

Phoenix

Pho

—Es la última vez que te hacemos una oferta. Mi consejo es que


la aceptes. La única razón por la que está sobre la mesa es porque
has salvado la vida de mi mujer —dice el scal del distrito,
empujando el papel en mi dirección mientras lo miro aturdida,
odiando esta o cina cada vez más con cada segundo que pasa.
El reloj hace un fuerte tic tac en la o cina, irritando mis nervios
con el tic tac tic tac como si se burlara de mí por tomarme mi tiempo
cuando mi destino ya está decidido.
Recordándome que toda mi vida depende de la decisión que
voy a tomar, que el tiempo se acaba, pero, ¿cómo puedo rmar el
papel que me destruirá para siempre?
El scal resopla exasperado, se ajusta las gafas en la nariz y me
dirige una mirada severa que no me recuerda en nada al hombre que
caminaba por los pasillos del hospital mientras yo realizaba varias
pruebas en el cerebro de su mujer durante mi último año de
residencia psiquiátrica. Me di cuenta de un patrón. Le habían
diagnosticado esquizofrenia durante años, pero no encajaba con
todos los resultados hasta que descubrí que los otros médicos habían
cometido un error y que todas las alucinaciones de las que hablaba
eran causadas por el tumor oculto en su cerebro.
Mi abogado me da un codazo dolorosamente en el costado,
sacándome de los recuerdos y cambio mi atención a él.
Es un hombre calvo de mediana edad que lleva un traje negro
demasiado ajustado y unos zapatos de cuero desgastados que han
visto días mejores. Su maletín tiene varios agujeros; es un milagro
que no se caiga a pedazos.
El Sr. Rick tamborilea nerviosamente sobre la mesa, claramente
harto de mi comportamiento, ¿quién podría culparlo? El estado de
Nueva York me lo asignó, ninguno de los abogados famosos quería
trabajar conmigo. Como me dijo uno de ellos, habría sido un suicidio
social y profesional. Incluso mi propio abogado, que prometió
apoyarme en todo, me rechazó.
Mi propio abogado es mi marido.
Nadie quería proteger a una asesina despiadada.
O al menos eso es lo que todos piensan de mí.
Se dirige a mí, con la voz vacía de cualquier emoción, como
siempre, aunque no me extraña que tenga el labio superior curvado
de disgusto cada vez que me mira.
—Señorita Hale, de esta manera tendrás de diez a quince años
en lugar de cadena perpetua sin libertad condicional. Tienen los
mejores abogados del mundo; sin mencionar que todos están de su
lado. El juez y el jurado no te dejarán salir de esa sala como una
mujer libre. Especialmente considerando que no estás confesando.
Entonces, ¿por qué nos harías pasar por ese in erno por nada?
—Ellos —son los Kings, una de las familias más in uyentes del
mundo, cuyo patrimonio neto varía entre los diez a quince mil
millones de dólares. Su misión es castigarme tanto como sea posible.
Creen que me lo merezco por haber matado a su preciosa
nuera, la esposa de Zachary King.
No pasará un día sin que te arrepientas de lo que hiciste. La prisión es
solo el comienzo, Phoenix.
Sus palabras resuenan en mis oídos cada vez que su nombre
surge, sus atormentados ojos verdes aparecen en mi mente.
De todos modos, ¿qué puede hacer peor? Ya me quitó todo lo
que amaba y lo pisoteó antes de quemar los cimientos de mi mundo.
Solo me quedan las cenizas de la vida que una noche tan
descuidadamente destrozó.
Me aclaro la garganta y hablo a través del dolor.
—Yo no lo hice. ¿Por qué nadie me escucha? —Mis palabras son
apenas audibles, pero las han oído, porque ambos exhalan con
fuerza. Sin embargo, su silencio es una respuesta en sí misma, ¿no?
Esa es la reacción que obtengo siempre que intento defenderme,
un silencio que bien podría haber sido un grito, ensordeciéndome
por la intensidad de su odio.
Apretando mi falda entre las manos, me limpio las palmas
sudorosas en ella y me pregunto cómo ha cambiado el material en
los últimos seis meses.
La mayor parte de mi ropa quedó destrozada cuando Sebastian
la rompió, gritando que nunca debió creerme, y luego recogió sus
pertenencias, dejándome sola en nuestro lujoso ático.
Unos días después, recibí los papeles del divorcio a través de su
abogado; el amor de mi vida, que me había prometido el mundo, no
quería saber nada de mí.
Pu .
Así de fácil, el cuento de hadas se hizo añicos.
Y solo tengo un desgastado traje que ponerme.
—Phoenix, no tienes pruebas que respalden tu declaración.
Ellos sí, pero yo te creo. —Un jadeo de sorpresa se escapa de mis
labios mientras levanto la mirada hacia el scal, y él sonríe con
tristeza—. Por eso te digo que aceptes el trato. Tienes veintinueve
años, toda tu vida por delante.
Apenas contengo la risa hueca que amenaza con escaparse,
porque sencillamente… a partir de ahora, no tengo vida.
Zachary King me la arrebató.
Pero a pesar de lo que todo el mundo cree, y me grita a la cara
que estoy mejor en el in erno por lo que he hecho… sigo queriendo
vivir, desesperadamente. Tal vez para demostrar a la gente que no
merezco todas sus acusaciones, aunque las pruebas me señalen.
¿Y qué tan tonto es eso?
Con manos temblorosas, tomo el bolígrafo y rmo el papel, el
sonido de los arañazos resuena en la habitación y pongo el último
clavo en mi ataúd.
Soy una superviviente de muchas cosas, pero incluso los
supervivientes saben cuándo rendirse.
Capítulo 2
—El amor solo ocurre una vez en la vida. Y como tal, destruiré a quien
me lo arrebató.

Zachary

Zac

Apretando con fuerza la barandilla del balcón, observo la playa


mientras la puesta de sol toca lentamente el agua, cubriendo todo de
una belleza sobrecogedora que el ser humano no puede recrear por
mucho que lo intente.
Las gaviotas graznan con fuerza por encima de mi cabeza,
mientras la ligera brisa toca suavemente mi mejilla y me recuerda
una vez más mi interminable soledad.
—¿Por qué tan serio, Sr. King? —Angelica pregunta mientras baila
en el océano y me hace señas con las manos para que me una a ella. Niego
con la cabeza, todavía hipnotizado por su belleza, y me pregunto cómo es
posible que una mujer tan perfecta se convierta en la mía.
Se ríe a carcajadas, un sonido que me parece la mejor música del
mundo, y se lanza a mis brazos, salpicándonos con el agua. Me besa en la
boca, mientras todo su cuerpo se aprieta contra mí.
Mi único amor en la vida.
Miro el anillo de oro que brilla en mi dedo y lo acaricio
suavemente, deseando que estuviera aquí conmigo, bromeando
sobre como el hombre que juró no casarse nunca le propuso
matrimonio en la misma playa.
Angelica, mi ángel.
Con la profunda tristeza que aplasta mi maldita alma llega la
furia que hierve en mi sangre, exigiendo que borre todo lo que se
interpone en mi camino.
Sacando mi teléfono del bolsillo trasero, marco el número de
Zeke. Lo agarra al tercer timbre.
—¿Cuándo es la audiencia?
Hay una pausa larga y luego dice:
—Le ofrecieron un trato. Ella lo rmó —Las cortinas se mueven
en diferentes direcciones cuando entro desde el balcón a la
habitación, presionando el teléfono con fuerza contra mi oído
mientras la información penetra en mi cerebro.
¡De ninguna maldita manera!
—¿Ella consiguió qué? —pregunto, apenas deteniéndome de
romper el teléfono en mi mano, y no lo escucho corregirme.
En cambio, se oye un fuerte suspiro al otro lado de la línea.
—Zachary, no sé cómo, pero el scal le ha concedido el trato.
Estará en prisión preventiva entre diez y quince años, pero creo que
serán unos ocho. Normalmente, es cuando empiezan a apelar para
obtener la libertad condicional antes.
La bestia ruge en mi interior, necesitando una venganza llena
de sangre y sin obtener nada.
La asesina de mi Angelica solo pasará unos años entre rejas…
¿y luego qué? ¿Tendrá la posibilidad de vivir feliz para siempre?
¿Como si lo que hizo no importara y pudiera ser olvidado?
¿Se ha vuelto loco?
—Te contraté, porque eres el mejor. —Mi voz se vuelve fría y
distante, mientras hago girar un encendedor en mi mano—. Ahora
veo el error de mis métodos.
—Zachary, no hay mucho que podamos hacer en esta situación.
Además, todo este caso me parece muy extraño, pero no quieres
ver…
No tengo tiempo para sus excusas o tonterías. Si la gente no
puede ofrecerme lo mejor, no es digna de mi tiempo ni de mi dinero.
—Si no puedes conseguir un castigo apropiado, lo haré yo. —
Como siempre, no debería haber con ado tanto en el sistema
judicial; hay algunas cosas que un hombre tiene que manejarlas por
sí mismo.
—¿Qué se supone que signi ca eso? —No respondo, y él
cambia su tono de exasperación a preocupación—. No hagas nada
de lo que puedas arrepentirte después, Zach.
¿Arrepentirme? Nunca.
Phoenix Hale mató a la mujer que amo, mi esposa, mi única
salvación en este mundo oscuro.
Mi mejor amiga.
Ningún precio que ella pueda pagar será su ciente para mí. No
descansaré hasta que muera desangrada en el suelo de la prisión,
suplicando perdón, e incluso entonces, no se lo concederé.
A partir de ahora, su vida será un in erno, una pesadilla
interminable que hará que se arrepienta de haberse cruzado en mi
camino.
Soy Zachary King.
Y lo que Zachary King quiere, lo consigue.
Capítulo 3
—Hay un dicho que dice que el in erno no es un lugar mítico de
abajo, sino que el in erno está en la tierra, ya que las personas son
castigadas por el pecado principal.
El diablo vive entre todos nosotros.
Nunca lo creí… hasta que me crucé con el hombre equivocado.
Si el diablo tiene una forma humana en esta tierra… es Zachary King.

Phoenix

Pho

Los pesados pasos resuenan en el pasillo mientras lo


atravesamos, mis manos llenas de las cosas que me dio la prisión
federal. La guardia respira pesadamente detrás de mí, y cada
resoplido indica cuánto me odia.
Según ella, criaturas como yo, que matan a personas en un
accidente automovilístico y luego actúan como si fueran inocentes,
no merecen nada más que sufrimiento, e incluso la cárcel no es
su ciente.
Por lo visto, el corredor de la muerte es el lugar más apropiado
para nosotros, para que no cometamos mierdas como esa, una vez
que estemos afuera.
Se las arregló para escupir en mi cara antes que alguien la viera,
y por el brillo en sus ojos, supe que debía mantener la boca cerrada o
arriesgarme a meterme en problemas aún mayores.
Además, no es nada nuevo.
En los últimos seis meses, me tiraron tomates, plátanos, huevos
y, a veces, incluso piedras con fuertes gritos de lo bien que debo
dormir por la noche después de lo que he hecho.
En la sociedad actual, no necesitas hacer mucho para ganarte su
odio, entonces, si matas a una mujer amada y la noticia se esparce
por todo el mundo…
¿Esa mujer es la famosa ex modelo que participó en varias
organizaciones bené cas y ayudó a fundar organizaciones para
ayudar a niños enfermos?
Estás acabada para siempre.
Y a quién le importaba la gente si Sebastian estaba de pie junto
a los Kings durante la audiencia, sin prestarme atención, pero cada
vez que sus ojos azules como el cristal se posaban en mí, se llenaban
de un asco que me golpeaba tan fuerte que a veces olvidaba cómo
respirar.
En todo este mundo, él era mi única familia y mi salvación en la
oscuridad, un hombre que prometió llenar todos los vacíos creados
por mis padres que me dejaron en la puerta de una iglesia con una
carta de disculpa. No podían soportar tener un hijo.
Irónicamente, este mismo hombre me demostró que la sangre
es más espesa que el agua, y al nal del día… tus amigos, tu marido
y tus colegas se pondrán del lado de la sociedad, dejándome pudrir
en este in erno sola.
Tal vez si tuviera una familia, todo sería diferente, pero la vida
me ha enseñado que los y si no traen nada más que dolor.
Estoy tan sumida en mis pensamientos que no me doy cuenta
de la puerta que tengo delante y me golpeo la cabeza con ella, luego
retrocedo para frotarme la frente.
La guardia que está detrás de mí suelta una risita,
empujándome a un lado, y tropiezo un poco mientras ella saca sus
llaves, cuyo sonido de timbre me irrita los nervios, y las introduce
dentro de la cerradura, informándome.
—La vida aquí no será un cuento de hadas, Phoenix. Sin
mencionar que tienes la habitación con los criminales más
peligrosos. —Me quedo en silencio, apartando la mirada y deseando
no escucharla ni permitir que el miedo se hunda en mis huesos ante
la perspectiva de enfrentarme a todas estas personas—. Mantén los
ojos bien abiertos. —Con esto, abre la puerta y me empuja
bruscamente adentro, el uniforme en mis manos casi se desliza entre
mis dedos, pero luego me quedo erguida cuando veo a tres mujeres
mirándome, cada una con el mismo uniforme naranja.
Casi se me cae la cara de vergüenza, porque ¿qué otra cosa se
supone que deben llevar?
—Tienen una recién llegada, señoras. Disfruten. —Cierra la
puerta y el chasquido metálico de la cerradura consolida mi estancia
aquí. Evalúo rápidamente a la gente que me rodea, sabiendo que
cada detalle es importante.
Como encontrar al líder de la manada que tiene el poder de
salvarte o destruirte.
Una de ellas es rubia, su cabello apenas le llega a la punta de las
orejas mientras varios tatuajes cubren su cuello y sus brazos. Es más
alta que yo, probablemente unos cinco centímetros, y sus fríos ojos
marrones me escrutan de pies a cabeza antes de mirar en dirección a
la mujer mayor sentada en la cama, con el cabello oscuro recogido en
una gruesa trenza. La mujer mayor tiene la piel bronceada con varias
venas grandes en el cuello, y el mismo número de tatuajes adornan
su piel. Por la forma en que su pecho sube y baja rápidamente, creo
que le falta el aire. ¿Cuándo fue la última vez que se revisó el
corazón?
Para.
Odio como mi instinto médico se despierta cada vez que veo a
alguien que necesita ayuda médica. Es difícil desconectarse de algo
que ha sido una constante en su vida durante los últimos diez años,
desde que me uní a la escuela de medicina a la edad de diecinueve
años debido a que soy mucho más inteligente que el estudiante
promedio.
Sin embargo, debe ser la líder; Eso explicaría el desafío en sus
ojos, casi retándome a que la cague para que ella tenga la
oportunidad de mostrar su dominio.
—Nombre —dice, pero suena más como una orden.
Me lamo los labios y aprieto la ropa con más fuerza.
—Phoenix Hale.
La mujer mayor chasquea los dedos varias veces antes de
dirigirse a la tercera mujer que está de pie junto a ella, con su
atrevido cabello y su piel pálida cubierta de piercings y tatuajes,
aunque sus ojos violetas permanecen ilegibles.
—Recuérdame, Haley, ¿qué sabemos de este nombre?
Espera un momento antes de responder.
—Accidente de atropello y fuga que involucra a Angelica King.
La evidencia mostró que estaba borracha. La mujer murió a causa de
las heridas casi instantáneamente. —Mi corazón se acelera
dolorosamente cuando enumera mis crímenes con su tono
indiferente, cada palabra como un cuchillo a lado apuñalándome en
el pecho, porque me describe como un monstruo.
Un ser humano horrible que se merece lo peor, porque no tiene
compasión ni corazón.
Excepto que eso no es cierto —o al menos yo creo que no es
cierto—, pero nadie quiere escucharme. A veces me pregunto qué
pasaría ¿y si imaginara todas mis excusas y, en verdad, hiciera lo
que la gente me acusa?
Pero esos pensamientos son aún más aterradores e hirientes que
la traición de mis amigos y mi marido, así que es más fácil creer en
mí.
De lo contrario, no sobreviviré en este in erno, y lo necesito
desesperadamente, porque tengo una razón para vivir.
—Bien. La perra de corazón frío que merece morir, según…
bueno… todo el mundo —dice la mujer mayor, una sonrisa
curvando sus labios, y se levanta fácilmente, para mi sorpresa,
caminando hacia mí y atrapando mi barbilla entre sus dedos. Se
clavan dolorosamente en mi mandíbula, pero no muestro ninguna
reacción.
No muestres tu debilidad a los enemigos o encontrarán otros
nuevos.
Abre el cuchillo—¿cómo se le permite tener esas cosas aquí? —y
me presiona la punta en la mejilla, deslizándola suavemente hacia
delante y hacia atrás, pellizcando la piel, pero sin extraer sangre.
—Eres demasiado bonita. ¿Deberíamos dejar una cicatriz para
darte la bienvenida a bordo?
La respiración se entrecorta en mis pulmones. Me tenso
interiormente esperando algún tipo de golpe, pensando
frenéticamente en cómo protegerme, pero parpadeo confundida
cuando se ríe, apartándose de mí.
—¿Es esto lo que esperabas, niña? —pregunta, volviendo a su
cama y dejándose caer sobre ella, para luego volver a agarrar su libro
y ponerse los lentes de lectura—. Todas en esta celda se ocupan de
sus propios asuntos, y nadie es un santo. Dicho esto, hay una
recompensa por tu cabeza. Mantén los ojos abiertos, Phoenix, o no
quedarán de ti más que cenizas.
Con eso, todas vuelven a sus cosas, prestándome cero
atenciones, y yo me dirijo a la cama vacía en la esquina de la
izquierda, sentándome con cuidado mientras me froto el estómago
suavemente sin que nadie lo note.
Aunque, este secreto saldrá a la luz más temprano que tarde,
pero hasta entonces, no quiero que nadie lo sepa. Ser vulnerable en
este lugar no es una opción, e incluso si los internos actúan con
normalidad…
Hay una recompensa por mi cabeza, y no tengo que
preguntarme quién puso el alto precio.
Por eso necesito que Sebastian lea mi carta, en la que le ruego
que se reúna conmigo, que me escuche por última vez, para que me
ayude en esto. El hombre que conozco no le daría la espalda a esto.
Puede que me odie, pero no odiará lo que hemos creado.
Sin embargo, todos mis mensajes hasta ahora no han sido
respondidos, aunque espero que lea el que le dio mi abogado.
Entonces podré morir para siempre en este lugar en una agonía
interminable mientras él se asegure que lo más querido de mi
corazón esté a salvo de cualquier daño.
¿Pero hasta entonces?
Mantendré los ojos bien abiertos, como sugirió la señora mayor.

♦♦♦
El fuerte timbre resonando en la celda me despierta
poniéndome la piel de gallina. Al instante, un dolor de cabeza me
invade, recordando mi falta de sueño anterior, y hago una pequeña
mueca de angustia.
Oigo fuertes gritos en el pasillo junto con golpes.
—Todos, levántense. Desayuno en cinco minutos. —La
cerradura se gira y las puertas se abren mientras las mujeres de la
celda se levantan.
Haley tuerce el cuello de lado a lado, haciendo que los crujidos
resuenen en el espacio.
—Esa maldita guardia nueva es tan ruidosa que me sorprende
que aún tenga voz.
La mujer rubia se ríe ante esto, y noto su mirada ja en mí,
levantando la barbilla en mi dirección.
—Me llamo Sara. —Señala a la señora mayor que sigue
roncando—. Esa es Kathy. No soy tan amable como ella. —Casi
suelto una carcajada histérica ante esto, porque, ¿no fue la supuesta
mujer amable la que me puso un cuchillo en la cara anoche? —. Así
que, si nos traes alguna mierda, te cortaré el cuello. —Hace el
movimiento de corte en su cuello—. Y puf, te habrás ido.
—Tendrías que llegar a mi arteria para eso —digo, balanceando
mis pies en el suelo y notando lo hinchadas que están mis piernas.
Anoche no tomé su cientes líquidos y ahora estoy pagando el precio
por ello. Moviendo los dedos de los pies de un lado a otro, tardo un
segundo en darme cuenta que ambas me están mirando jamente,
así que me explico—. Si quieres que alguien muera rápidamente,
tienes que ir por la arteria. El sangrado será tan severo que les será
imposible sobrevivir. Al menos, no he conocido a nadie que haya
vivido hasta ahora en mi vida.
Y probablemente no lo haga, porque mi carrera de medicina ha
terminado. No hay luz al nal del túnel para mí sobre esto. Cuando
este encarcelamiento termine, nadie me dará un trabajo.
Un sueño por el que me he dejado la piel ha desaparecido en un
abrir y cerrar de ojos.
Sara se frota la barbilla y pregunta:
—¿También mataste a alguien en el pasado y te atraparon
recientemente por otro crimen?
—Soy médico. —Me corrijo interiormente y gimo ante mi
estupidez por haberlo expresado así. Lo último que necesito es
añadir otra muerte a mi reputación.
Pero, de nuevo, tal vez en un lugar como este, esa reputación
podría ser lo que me salve. O darme el estatus de inmunidad ante
algunos de los reclusos. Quién quiere amenazar a un asesino,
¿verdad?
Sin embargo, pre ero mantener el hecho que me especialicé en
psiquiatría para mí. En circunstancias normales, la gente podría
sentirse incómoda en mi compañía, pensando que estudio todos sus
movimientos.
Además, aún sé cómo curar a alguien, porque recibí la misma
formación médica que todos los demás en mis primeros ocho años
de estudio, así que, ¿qué tan difícil será ngir?
Ambas parpadean y luego se encogen de hombros, golpeando
la puerta y haciendo un gesto con la cabeza hacia ella. Haley dice:
—Vamos a comer. Kathy… —Se dirige a la mujer, sacudiendo
un poco su hombro hasta que nalmente sus ojos se abren—. El
desayuno está listo.
Kathy se hace a un lado y aparta la mano, indicando
silenciosamente que no está interesada, creo.
Las mujeres comparten una mirada y luego arrastran los pies
hacia la puerta, y rápidamente las sigo, colocando mi mano en mi
estómago cuando su fuerte estruendo llena la celda.
No he comido nada desde la noche anterior, y en mi estado, no
es recomendable, pero entonces las salas del tribunal no
proporcionaban mucha comida, y me las arreglé para comprarme un
sándwich antes que el juez congelara todas mis cuentas, recogiendo
dinero de ellas para pagar mi multa.
Combinado con el hecho que Sebastian me dejó sin un céntimo,
una vez que salga de la cárcel, no tendré reputación, ni pasado, ni
nada.
Incluso el futuro como mujer libre me parece deprimente, ¿y
qué tan trágico es eso?
Al salir al pasillo, veo a otras reclusas saliendo de sus celdas,
todas con el asqueroso uniforme naranja, pero extrañamente todas
están súper tranquilas. Algunas de ellas incluso se sonríen entre sí y
se ríen, mientras que otras balancean los brazos hacia delante y hacia
atrás como si se estiraran al caminar.
Me encojo por dentro ante el ambiente lúgubre. Las paredes
grises y negras se ciernen sobre mí como una fatalidad lista para
golpearme en cualquier momento, mientras que los diferentes olores
que otan en el aire me recuerdan a la casa de acogida donde la
comida siempre estaba podrida, pero a nadie le importaba una
mierda.
Sabían que tendríamos que comerla de todos modos si
queríamos vivir, y nunca se podía discutir con un poder así.
El ruido de los platos, tenedores y cucharas de plástico
resuenan en el aire, acompañado del fuerte zumbido de las voces,
cuando entramos en la zona de la cocina.
Todos se alinean junto al bu et donde dos mujeres con
delantales y sombreros blancos colocan la comida en las bandejas de
todos con expresiones completamente aburridas en sus rostros.
Sara y Haley agarran una, y yo sigo su ejemplo, haciendo todo
lo posible por no hacer una mueca cuando veo a una de las cocineras
limpiarse el sudor de la frente antes de revisar el pollo y las
albóndigas con los dedos sin guantes. La otra se limpia la nariz con
un delantal antes de hacer puré de patatas una vez más.
Está claro que la sanidad ha abandonado el edi cio aquí, y
debo aprender a lidiar con todo ello, olvidando mis anteriores
hábitos de lujo.
Aun así, no tocaré el pollo.
Dándome la vuelta para evitar inspeccionar más a las cocineras
y su manipulación de la comida, mi mirada choca con una de las
mujeres que están sentadas junto a una mesa en la esquina a la
derecha.
Tiene el cabello y los ojos negros con una piel pálida en la que
destacan varias cicatrices junto con tatuajes. Es tan dolorosamente
delgada que el uniforme le queda extra holgado, pero mete su
tenedor en la comida mientras me escanea de pies a cabeza como si
evaluara al enemigo.
O a su próxima víctima, según se mire.
Varias mujeres de su mesa, un poco más musculosas que ella,
siguen su mirada y la centran también en mí mientras muerden con
dureza su comida antes de susurrarle algo a la mujer de cabello
oscuro.
Ella desestima lo que le dicen con un gesto de la mano y aparta
su mirada de mí, pero no antes que una emoción ilegible cruce su
rostro.
¿Tiene algún problema con todas las recién llegadas o solo
conmigo?
Pero, de todos modos, ¿quién conoce las reglas de este lugar?
He oído historias horribles de lo que pueden hacer a alguien en la
cárcel. Sin embargo, pre ero dar a todos, el bene cio de la duda, y
tal vez la vida aquí no sea la constante necesidad de sobrevivir entre
las bestias salvajes que no pueden esperar a saborear tu carne.
—Será mejor que no desafíes a Lori —dice Sara directamente en
mi oído, y me estremezco, agitando la bandeja un poco mientras
cambio mi atención a ella—. Ella es una hija de puta mala. Sin
mencionar que tiene autoridad incluso entre los guardias. —Se
inclina más cerca, susurrando las últimas palabras—. Ella podría
matarte y hacer que parezca un accidente.
Haley le da una palmada en la espalda a Sara, haciendo que se
gire hacia ella, y aprieta los dientes:
—Deja de chismorrear, chica, antes que nos metas en
problemas. —Luego me mira, con una advertencia brillando en sus
ojos—. Y deja de mirar a la gente. A nadie le gusta eso. Ocúpate de
tus asuntos si quieres mantener tu bonita cara intacta. —Con esto,
pone su bandeja en la mesa mientras llegamos al bu et y acepta todo
lo que la mujer le da. Incluso se frota las manos vertiginosamente
cuando ve las patatas, que deben ser sus favoritas. Sara tampoco
rechaza ninguna comida.
Les dan de comer todos los días, ¿no? A juzgar por las ganas
que tienen, empiezo a preguntarme si han pasado hambre o algo así.
Esto no saldrá bien en mi condición actual.
Una vez que llega mi turno, la señora sumerge el cucharón en la
sopa y la vierte apresuradamente en el plato, derramando un poco
en la esquina, y prácticamente la golpea sobre mi bandeja con tanta
fuerza que apenas la sostengo.
—Gracias —digo.
Pero ella solo resopla y grita:
—Siguiente.
Me dirijo a la sección de pan y agarro una rebanada antes que la
segunda señora coloque el pollo y las patatas en otro plato y me lo
entregue. Luego llega la selección de bebidas, si es que elegir entre
agua y zumo de naranja puede llamarse así, tomando mi agua, sigo a
las chicas solo para detenerme bruscamente cuando Sara mira por
encima de su hombro.
Me mira jamente y sisea:
—¿Qué demonios crees que estás haciendo?
Me aclaro la garganta y señalo con la barbilla la mesa a la que
iban, ya que es la única vacía en todo el comedor.
—Seguirte a la mesa para desayunar.
Vuelven a compartir una mirada y luego estallan en carcajadas.
Mis cejas se fruncen ante esto mientras la inquietud me recorre.
¿Qué tiene de gracioso lo que he dicho?
Finalmente, Sara da un suspiro y chasquea el dedo en dirección
a la mesita que hay junto al cubo de basura, cerca de la puerta
trasera de la cocina, lo que signi ca que probablemente todos los
olores pasan por allí, sin mencionar lo sucio que está el piso, debido
a varias manchas. Entonces me informa:
—Eres una novata sin ninguna puta clase aquí ni amigos,
querida. Ese es tu lugar. El hecho que Kathy no haya dado una
mierda para enseñarte quién es el jefe no signi ca que seas uno de
los nuestros.
Varias mujeres miran en nuestra dirección, la excitación asoma
en sus ojos, probablemente en previsión de una pelea… en caso que
me niegue a escuchar. Deben carecer de entretenimiento aquí, así
que por qué no disfrutar de la pelea de gatas, ¿no?
Excepto que no he participado en ellas desde la casa de acogida,
donde una de las chicas destruyó mi proyecto de ciencias a
propósito y perdí el premio de cien dólares.
—De acuerdo —respondo, marchando hacia la mesa y
dejándome caer sin gracia sobre el asiento.
Exhalo pesadamente, conteniendo la urgencia de tocar mi
espalda y llamar la atención sobre mi condición que he mantenido
en secreto durante estos meses. En cambio, me doy unas palmaditas
en el estómago, lista para darle algo de sustento.
Tal vez incluso coma el pollo que casi ota en la grasa a pesar
de mis anteriores reservas. No sobreviviré ni me nutriré bien
comiendo solo carbohidratos. Sumerjo la cuchara en la sopa, me la
llevo a la boca y me dispongo a probarla a pesar del asqueroso olor
cuando una sombra cae sobre mí.
Levanto la vista y veo a una mujer rubia que me sonríe
intensamente, con sus dientes blancos brillando tanto que me
pregunto cómo no me ha cegado. Se sienta frente a mí, apoyando los
codos en el borde de la mesa.
—¡Hola! —dice con su voz dulce y azucarada, que debería
aliviar la tensión en mi interior pero que, extrañamente, solo la
aumenta. El maquillaje de su rostro es impecable, con las líneas de
delineado tan simétricas que uno podría sentir envidia de tales
habilidades, y su ceja perfectamente recortada se eleva—. ¡Eres
nueva aquí!
Esbozando una sonrisa, le tiendo la mano, aunque todo en mi
interior me grita que no lo haga, pero ignoro mi instinto. De todos
modos, no se ha portado bien conmigo últimamente, porque, ¿no me
dijo que con ara en la justicia y en la ley para demostrar que soy
inocente?
Vaya, el mundo me ha demostrado que estoy equivocada.
Sin esperar a que responda a esa valoración, se inclina más
hacia mí.
—Me llamo Veronica. Soy… digamos una persona que
mantiene todo esto… — Hace girar el dedo en el aire—, en conjunto.
Asigno trabajos y cosas así en función de las habilidades de cada
uno. —Frunciendo el ceño, ya que me parece extraño, nalmente
tomo una cucharada de sopa y casi me ahogo con el sabor a tomate
podrido en mi boca, con tanta sal y pimienta que es un milagro que
no me queme la garganta.
Superando mi reflejo nauseabundo, me la trago y me la limpio
rápidamente con agua mientras Veronica suspira con fuerza,
asintiendo con la cabeza.
—Sí, chica. La comida aquí es horrible. Por eso deberías
ayudarme y ser nuestro médico de cabecera. Te ganarás muchos
favores de los internos y te llevarás algún capricho.
Parpadeo ante esto, sin saber qué decir, porque todo esto es
tan… inusual.
¿Es así como funciona la vida en una prisión? Para sobrevivir,
tienes que trabajar para alguien, ¿y es posible que te den algo a
cambio? ¿Fue la clase de la que hablaron Sara y Haley?
—Bueno… —Empiezo, solo para ser interrumpida cuando oigo
a alguien ahogarse violentamente en la distancia, y al instante mi
atención se centra en la mujer junto a las puertas, rodeando su
garganta con las manos mientras lucha por respirar.
Antes de pensarlo, me precipito hacia ella con Veronica
siguiéndome, nuestros zapatos golpeando con fuerza el suelo, y
alcanzo a la mujer en un tiempo récord.
Trato de rodear su pecho con mis manos para ayudarla a
escupir lo que sea que esté bloqueando su respiración, pero ella
niega con la cabeza, tropezando más hacia el pasillo vacío, la sigo de
todos modos, dirigiéndome a Veronica que está parada a mi lado.
—Por favor ayúdame con ella. Podría morir por falta de
oxígeno. —A pesar de llevar casi seis meses fuera de combate, mis
instintos médicos naturales se activan y empiezo a contar en mi
cabeza los segundos para asegurarme que podemos ayudarla a
tiempo.
Me acerco a ella de nuevo, pero se aleja más de mí, lo que no
tiene ningún sentido. Si ella apenas se sostiene, ¿por qué huye de
mí?
En todos mis años de práctica, nadie ha rechazado nunca la
ayuda, sino que ha suplicado que alguien haga algo, quedándose
quieta o temblando tan fuerte que podía sentir físicamente su
pánico.
¿Tiene alguna aversión a los médicos o qué?
La agarro por la manga, lista para arrastrarla hacia mí, cuando
deja de ahogarse y en su lugar envuelve su mano alrededor de la
mía, tirando de mí hacia el interior de una habitación que no había
notado antes.
Con un grito fuerte, entro volando en la habitación y me golpeo
dolorosamente la espalda contra una de las paredes mientras la
mujer desconocida entra junto con Veronica y dos mujeres más que
no había visto antes.
—¿Qué es esto? —susurro, y Veronica sonríe, sacando algo de
su bolsillo, y doy un grito ahogado cuando me doy cuenta que es un
cuchillo.
Todas los demás sacan sus propias armas, dos cuchillos más y
una pesada cadena junto con nudillos de bronce. ¿Cómo pueden
tener todas estas cosas si los guardias con scan todos los objetos
punzantes incluso antes de entrar en la prisión?
Pero, de nuevo, ¿por qué me sorprende algo a estas alturas,
realmente?
Veronica se adelanta, ladeando la cabeza mientras su mirada
me recorre antes de sonreír.
—Por lo general, no hago una mierda como esta en el primer
día de alguien. Demasiada atención en ti tal como estás —Mueve su
cabello hacia atrás mientras sus ojos enmarcados con pestañas largas
revolotean hacia mí—. Pero se pagó un precio tan alto por ti, así
que… no pude resistirme.
¿Un precio muy alto?
¿Quién pagaría por esto…?
Un grito sale de mi garganta cuando una patada llega a mi
columna, y solo entonces me doy cuenta que una de las mujeres está
detrás de mí. Caigo de rodillas, sosteniendo mi estómago mientras el
miedo se hunde en cada hueso de mi cuerpo. Levantando mi cabeza
hacia Veronica que se cierne sobre mí, moviendo el cuchillo entre sus
dedos, le suplico con un tono tembloroso.
—Por favor, no hagas esto. Estoy… —Lo que sea que quiero
decir se transforma en un gemido de dolor cuando ella agarra mi
cabello con un puño, tirando de él con tanta fuerza que parece que lo
está arrancando de mi cuero cabelludo, mientras las otras dos
mujeres agarran mis brazos, impidiendo moverme.
Veronica se inclina más cerca, su aliento abanica mi mejilla
mientras presiona la punta de su cuchillo contra mi barbilla,
clavándolo un poco. Lo su ciente como para causar un escozor, pero
no lo su ciente como para causar un daño permanente.
—Pagó cinco millones por ello. —Sus ojos brillan de emoción y
se lame los labios, deslizando el cuchillo un poco hacia un lado, y
esta vez hago una mueca de dolor, porque la excavación es más
aguda, encontrándose con mi mandíbula—. ¿Quién te odiará tanto
como para pagar esta clase de mierda? No pude negarme. Me
preparará para la vida una vez que esté fuera de aquí. A todas aquí.
Guiña un ojo a sus amigas mientras todas murmuran:
—Claro que sí.
—Por favor, no lo hagas —vuelvo a repetir, aunque sé que es
inútil.
La forma en que algunas personas piensan, actúan,
reaccionan… es tan diferente a la nuestra y, sin embargo, todo lo que
hacen tiene algún sentido para mí, casi hace que parezcan de otro
planeta.
Y todos estos conocimientos adquiridos en la universidad me
permiten comprender que Veronica nunca me hará caso, ya que el
dinero que recibió por ello es demasiado tentador para ella.
Codicia.
Una fuerza poderosa en este mundo que la gente adinerada,
como Zachary King, utiliza para atraer a la gente a cometer actos
despreciables.
—Dijo que no le importa lo que hagamos mientras tu sufras. —
Ella se ríe, el sonido envía escalofríos por mi espalda por lo siniestro
que es—. Siempre y cuando no te matemos, por supuesto. —Agarra
mi barbilla con fuerza, sus uñas raspan mi piel, y con fuerza gira mi
cabeza de lado a lado, examinándola mientras tiro de mis manos,
pero no sirve de nada—. Creo que deberíamos empezar por tu cara.
Eres demasiado hermosa para este lugar. ¿No es así, chicas? —Todo
el mundo asiente, y solo entonces me doy cuenta que no he
intentado gritar pidiendo ayuda.
Así que, abriendo la boca, grito:
—¡Que alguien me ayude! —Pero se convierte en un grito de
agonía cuando Veronica desliza el cuchillo hacia mi mejilla,
atravesando mi piel y cortando mi mejilla desde la mandíbula hasta
la frente, el dolor es tan fuerte por un segundo que me olvido de
respirar mientras todas a mi alrededor se ríen.
—Aquí, aquí. Problema uno, resuelto. —Me empuja, y siento la
sangre goteando en el suelo, y la mujer que supuestamente se estaba
as xiando se acerca y me da un fuerte golpe en la cara, una, dos, tres
veces, y aunque el dolor es tan fuerte, sigo retorciendo las manos,
queriendo huir, porque puedo soportar que me des guren.
De todos modos, mi belleza no tiene ningún signi cado para
mí. Pero no puedo permitir que dañen otras partes de mi cuerpo.
—Por favor —susurro, apenas capaz de mover la mandíbula
por su agresión, pero vuelven a reírse, sujetándome con las manos
mientras la mujer sigue golpeándome hasta que Veronica le da un
codazo y se pone de nuevo delante de mí.
—Bueno, al nal me recuerda a un moretón gigante. Te pareces
más a nosotros, cariño. Puedes agradecérmelo después. —Chasquea
los dedos—. Pearl, ven aquí con la cadena. Vamos a ver tu trabajo. —
Luego se dirige a otra mujer—. Mercy, vigila la puerta conmigo.
Puede que ahora grite más fuerte. Pagó al guardia que vigilaba esta
zona, pero no podemos arriesgarnos a que nadie entre aquí.
Dios mío.
¿Cuánto me odia este hombre para sobornar a cualquiera en
esta prisión para que me traiga miseria?
O tal vez estoy haciendo la pregunta equivocada.
¿Es posible que un hombre ame tanto a una mujer que esté
dispuesto a casi matar a otra para castigarla por su muerte?
¿Cuán desalmado o con el corazón roto tienes que ser?
Sin embargo, la realidad no me deja pensar mucho en esta
cuestión losó ca, cuando Pearl balancea la cadena de un lado a otro
frente a mí, y jadeo cuando la envuelve en sus puños, ordenando a
otras dos mujeres:
—Levántenla. —Lo hacen, aunque presiono hacia abajo,
demasiado asustada para moverme por temor a un castigo mayor, y
en esta posición puedo proteger mi estómago antes que llegue la
ayuda.
Alguien debe pasear por este pasillo, ¿no? Algún guardia no
remunerado que se preocupe por el bienestar de las reclusas, aunque
la mayoría de estas personas no se consideren más que basura bajo
las uñas de la sociedad.
A la fuerza, me levantan, y es entonces cuando llega el primer
golpe. El lo de la cadena conecta con mi frente, dejando
seguramente una huella y extendiendo una agonía instantánea a
través de mí, el dolor viaja tan rápido que es un milagro que no me
desmaye por el shock.
—¡No! —grito, pero solo golpea de nuevo, mientras intento
apartarme de ella para presentarle mi espalda, no mi estómago.
Por favor, Dios, por favor. No mi estómago.
—No me he divertido tanto desde la última vez que maté a
alguien —dice Pearl, envolviendo la cadena alrededor de mi cuello y
conectando el extremo, privándome de oxígeno por un segundo
mientras sonríe alegremente—. Dios, como echaba de menos esto.
Veronica habla desde la puerta, con un tono de acero.
—No te olvides de ti misma. Pagó por el dolor, no por su
muerte. Por no hablar que no quiero pasar más tiempo en este
in erno.
Pearl frunce el ceño, su agarre sobre mí aumenta, y aprieto mis
puños, luchando por respirar, mis pulmones casi se encogen dentro
de mí, y nalmente me suelta, dando un paso atrás mientras trago
aire solo para gemir mientras la agonía me recorre, recordándome de
su abuso.
Es una maravilla que ninguna de ellas me haya roto nada,
aunque por la sangre que resbala por mi cara, no puedo estar segura
de ello. El cuerpo humano es muy inteligente; durante el estrés,
podemos agruparnos en nuestro interior y afrontar las di cultades,
sin reconocer el dolor que tiene la capacidad de matarnos.
Solo pensamos en la supervivencia y centramos toda nuestra
fuerza en ella, pero una vez que se acaba… es cuando el cuerpo
comprende realmente todo el alcance del daño que se le ha hecho.
Me dejo caer al suelo, tosiendo. La sangre sale de mi boca, lo
que indica que podría tener una hemorragia interna. Pongo mi mano
sobre mi estómago, frotándolo ligeramente y rezando para que un
milagro aparezca aquí y me salve.
—Nosotros también queremos divertirnos. —Las dos mujeres
de la parte de atrás hablan antes que una de ellas me clave un
cuchillo en el omoplato, haciéndome arquear la espalda y gritar,
para luego caer de frente cuando una de ellas me patea con fuerza.
Ruedo rápidamente hacia un lado mientras ellas siguen
dándome patadas una y otra vez, haciéndome un ovillo, sin
importarme lo que me hagan en otras partes del cuerpo.
El zumbido en mis oídos comienza y mi vista se vuelve borrosa.
Apenas me mantengo consciente, probablemente por todo el
sangrado, y tengo tantas ganas de dormir, pero sé que no puedo
hacerlo.
Bajo ninguna circunstancia puedo sucumbir a la llamada de mi
interior que dice que me deje llevar y permita que este cruel destino
gane.
Te protegeré. Siempre te protegeré.
Veronica grita y ordena:
—Viene alguien. Rápido, vamos. —Las patadas se detienen, y
una de ellos se inclina, saca el cuchillo, y siento cómo mi sangre
caliente resbala por mi espalda, abriendo la herida. Por el dolor y la
ubicación, dudo que haya tocado un vaso sanguíneo importante,
pero a estas alturas, cualquier herida puede ser catastró ca para mí.
Sus botas golpean fuertemente el piso que vibra debajo de mí, y
en el siguiente segundo, escucho el clic de la puerta. Todo lo que
puedo hacer es quedarme aquí y frotar mi estómago, luchando por
respirar.
Mis ojos se abren y se cierran, mi vista se vuelve más y más
borrosa con cada parpadeo, y entonces oigo de nuevo el clic de la
puerta. Una voz sorprendida murmura:
—Dios mío. —Y la persona corre hacia mí, cayendo de rodillas,
cerniéndose sobre mí. A través de mi visión borrosa, reconozco a
Lori—. ¿Qué te han hecho, chica? —pregunta, y luego grita sin
esperar mi respuesta—: ¡Dena! Llama a los guardias, —grita
pidiendo ayuda—. Está sangrando.
Me las arreglo para agarrar su mano, usando todas mis fuerzas
para apretarla, aunque siento como mi cuerpo se hunde lentamente
en el olvido que dice mi nombre cada vez más fuerte.
—Por favor —le suplico, y ella me hace callar.
—No digas nada, chica. La ayuda está en camino. Aguanta.
Aunque estoy agradecida por lo que está haciendo, necesito que
me escuche.
—Mi pantalón está mojado —le informo, y frunce el ceño
mientras mira entre mis piernas.
Me da unas palmaditas en las manos, con mucha suavidad,
como si tuviera miedo de provocarme más dolor.
—No pasa nada. Le pasa a todo el mundo. Lo pagarán. —Un
tono extraño recubre su voz—. Esa perra no pudo resistir el precio.
Debería haber esperado que fuera tan estúpida como para hacerlo.
Demasiado lejos como para preocuparme por las implicaciones
de sus palabras, vuelvo a apretar su mano y susurro:
—Estoy embarazada de seis meses. Y acabo de romper aguas.
Por favor, ayúdame a salvar a mi bebé. —Al n expreso mi
condición por primera vez a alguien, ya que nadie escuchó lo que
tenía que decir antes, permito que la oscuridad me reclame,
arrullándome con la eterna promesa de rendición a cambio de paz.
Por un momento en el tiempo.

♦♦♦
Mis párpados se abren de golpe. Veo una luz brillante por
encima de mí y los cierro de nuevo, haciendo una mueca de dolor.
Respiro en una mascarilla mientras varias máquinas suenan a mí
alrededor, el olor a antiséptico me hace estremecer la nariz.
Una enfermera está de pie a mi lado, escribiendo algo en la
tableta que tiene en sus manos, pero luego jadea cuando su mirada
se posa en mí.
—Estás despierta. —Aprieta el botón sobre mi cabeza mientras
intento susurrar a través de mi garganta seca que pide
desesperadamente líquido.
—Agua. —El aire se atasca en mis pulmones cuando el más
mínimo movimiento me hace doler, recordándome todo lo que me
pasó en esa habitación.
Un gemido se escapa de mis labios.
—Shh —dice la enfermera y aprieta la pajita contra mis labios,
lo que me permite beber un poco, aunque todavía me duele—. No
hables, cariño. Te rompieron la mandíbula y la nariz.
Afortunadamente, nuestro médico se las arregló para arreglarlo
todo. Se está curando muy bien. No deberías tener ningún daño
duradero por eso. —Sus dedos rozan mi cara vendada—. Aunque no
estoy segura de la herida. Es realmente profunda. Pero el médico
dijo que debería desaparecer con el tiempo. —Luego elabora más—.
Llevas casi una semana en coma inducido por el médico. Teníamos
miedo de la in amación de tu cerebro, pero por suerte ya está todo
bien.
¿He estado inconsciente tanto tiempo?
Antes que pueda preguntarle por mi bebé, oigo fuertes pasos y
luego un médico se cierne sobre mí, sonriéndome, aunque no le llega
a los ojos.
Mi corazón se detiene, porque soy médico, o lo era.
Sé lo que signi ca.
—Mi bebé —susurro, sin esperar a que hable, porque sé lo que
dirá. O más bien prolongará lo inevitable.
Y aunque sé qué tipo de palabras brotarán de sus labios, sigo
permitiendo que la esperanza revolotee dentro de mí, agarrando el
sentimiento con fuerza, porque es lo único que me estabiliza en el
presente.
—¿Qué tal si empezamos con…?
Lo interrumpo.
—Mi bebé.
El arrepentimiento cruza su rostro antes de compartir una
mirada con la enfermera y nalmente murmura, cada palabra me
apuñala con un cuchillo invisible que se adentra más y más en mí.
—El bebé era prematuro. Intentamos salvarlo, pero estaba
demasiado débil. Lo siento, Phoenix. Está muerta.
—No —susurro y luego trato de levantarme, lo que solo
provoca más dolor, pero eso me importa una mierda.
¿Qué es el dolor comparado con la rotura de mi corazón en
pequeños pedazos mientras mi preciosa niña, mi bebé, el bebé que
quise durante tanto tiempo, mi único rayo de sol en este mundo, está
muerto?
La enfermera me empuja por los hombros mientras el médico
grita:
—¡Tenemos que sedarla! —Pero no me importa, y tiro de mis
brazos, solo para encontrarlos sujetos.
Llorando sobre la almohada, sacudo la cabeza de un lado a
otro, intentando liberar mis manos de las esposas de cuero que me
mantienen atada a la cama. Quiero alejarme de este hospital, el lugar
que destruyó a mi niña.
La han matado sin ningún tipo de remordimiento.
El dolor me sofoca tanto que no puedo introducir aire en los
pulmones ni clamar a Dios por esta injusticia, por darme la espalda
cuando sabía que no había hecho de lo que todos me acusaban.
Con toda esta crueldad que el cielo me dio, ¿por qué no pudo
mantener a salvo a mi bebé? ¿Por qué tuvo que llevársela también?
En toda esta agonía, otro rostro aparece en mi cabeza junto con
sus vacíos ojos verdes atravesando mi alma con cada mirada que
promete retribución por mis acciones.
Me convertiré en tu peor pesadilla. Sangrarás y llorarás… pero
incluso entonces, no será su ciente para mí.
Zachary King.
Un hombre al que odiaré hasta mi último aliento.
Capítulo 4
—Nada me produce mayor placer que su sufrimiento.
Hasta el punto de olvidar quién soy con tal de asegurar su dolor.
El dicho es cierto, después de todo.
El mal no nace. El mal se hace.

Zachary

Zac

El timbre de mi teléfono resuena por toda la casa, mezclándose


con el sonido de los búhos que ululan en la distancia. Aparto la
mirada de la cámara de vigilancia que me muestra el tormento de
Phoenix, con el rostro lleno de dolor por la agonía que le aplican las
mujeres. Lo saco del bolsillo y contesto al quinto timbre de camino al
bar situado en la esquina de mi amplio salón.
—Habla.
—Hijo de puta. —Ese es todo el saludo que recibo de mi
hermana Lydia, cuya voz prácticamente chilla en mis oídos, aunque
no me molesta.
En su lugar, una risa vacía se desliza por mis labios, y me sirvo
un vaso de whisky con hielo, y lo agarro, dejando que los cubitos
choquen entre sí, el único sonido que últimamente me hace
conectarme con el mundo…
El alcohol, como he descubierto en los últimos meses, tiene el
poder mágico de curar cualquier dolor que se agite en tu interior
solo durante un rato y de adormecerte ante cualquiera de las cosas
monstruosas que eres capaz de hacer.
No es de extrañar que se le llame la bebida de los dioses; debe
haberlos curado de cualquier culpa que sintieran cada vez que
destruyeran la vida de alguien.
—Me han llamado cosas peores.
—Tú hiciste esto, ¿no?
Tomando un gran sorbo y gimiendo de placer ante el líquido
ardiente deslizándose por mi garganta, digo:
—Tendrás que ser más especí ca, cariño.
—Tú organizaste esa paliza. Estaba embarazada, Zach.
¡Embarazada! —me grita al oído, y mis ojos viajan de regreso a la
pantalla. He visto las imágenes tantas veces a estas alturas que
probablemente las haya memorizado segundo a segundo. Phoenix
está tumbada en el suelo, agarrándose el vientre y pidiendo ayuda a
gritos. No puedo oír su voz, pero la agonía y el miedo en su rostro se
han grabado para siempre en mi cerebro.
Porque esa misma expresión se refleja en mí todos los días de
mi vida cada vez que me miro al espejo.
¿Cómo se siente, Phoenix Hale, estar indefensa ante el cruel destino
que te quita todo sin preguntar y luego nunca se disculpa?
—No sé de qué estás hablando —respondo nalmente,
terminando mi bebida y tirando el vaso al suelo, donde se hace
añicos, pero eso me importa una mierda.
Al menos, la puta ayudante que contraté para limpiar esta casa
tendrá un trabajo que hacer en lugar de limitarse a enviar informes
sobre mi vida a mi familia. Se creen tan astutos que no me entero de
su pequeño acuerdo.
Nada en mi vida ocurre sin mi permiso o conocimiento, y
aquellos que se cruzan conmigo… bueno, deberían estar preparados
para vivir el in erno en la tierra.
Como lo está haciendo Phoenix en este momento.
—¡Ha perdido el bebé, Zach! —grita Lydia, y por lo ronca que
se pone su voz, sé que apenas está conteniendo las lágrimas.
Mi hermana pequeña es muy sensible a estos asuntos, pero
realmente no debería serlo. Ha elegido la carrera de abogada
penalista y, como tal, tiene que aprender a controlar sus emociones y
mantenerse fría, sea cual sea la situación. De lo contrario, la
profesión la destruirá y reclamará su alma, despojándola de todo lo
humano.
—¿Cómo has podido hacer esto? —El asco y el dolor se mezclan
en su tono, como si no pudiera creer que su hermano mayor fuera
capaz de hacer cosas tan malas, y en cierto modo, su confusión es
comprensible.
Si alguien me hubiera dicho hace apenas un año que no sentiría
nada por lo que he hecho… me habría reído en su cara, porque
¿cómo puede un hombre ser tan cruel con una mujer?
¿Pero ahora?
El destino me ha enseñado que la crueldad es algo voluble, y a
veces no tenemos más remedio que rendirnos a su llamada para
mostrar a la gente la verdadera naturaleza de la venganza.
—Phoenix Hale perdió a su bebé, porque mató a mi esposa —le
digo, abriendo la botella y tomando un enorme sorbo directamente
de ella y tragándolo con dureza, esperando que la cantidad de
alcohol me haga callar la conciencia ante las horribles palabras que
estoy diciendo ahora mismo.
—Te has convertido en un monstruo, Zach. Un monstruo
despiadado.
Como es la verdad, no respondo. En su lugar, me dejo caer en el
sofá, levantando las piernas sobre la mesa mientras saludo con mi
botella cuando noto las lágrimas de Phoenix y otro grito de auxilio.
No importa cuántas veces vea esta mierda, la alegría no
desaparece; solo se intensi ca al comprender hasta qué punto he
destruido su vida.
Pero no es su ciente.
Nada en esta vida será su ciente mientras yo viva.
—Aléjate de ella. ¿Me oyes?
Mi risa vacía rebota en las paredes, llenando de miseria la casa,
que mi mujer ha decorado de una manera que me da paz.
—¿O qué, hermanita? ¿Qué vas a hacer? —Tengo que
reconocerle el mérito de haberme levantado la voz y haber tenido las
agallas de amenazarme. No mucha gente hace eso con mi poder e
in uencia.
Después de todo, ir contra mí signi ca ir contra los Kings, y
nadie en su sano juicio lo hace.
Esa es la realidad que todos los miembros de mi familia
aprendieron rápidamente a medida que crecíamos, después de todo
somos tratados como la realeza.
Lydia es una King, pero no de sangre, y como tal, no tiene
motivos para amenazarme jamás.
—Ya verás. Puede que Phoenix haya matado accidentalmente a
tu mujer, pero lo que tú has hecho es mucho peor. —Se toma un
momento antes de añadir—: Se lo voy a contar a papá.
—Hazlo. —Cuelgo antes que pueda escupirme más tonterías;
aunque no me importaría ver su rostro una vez que sepa que nuestro
padre no hará absolutamente nada.
Aunque ella sea su princesa, que adoptó cuando se casó con su
segunda esposa tras la muerte de mi madre, y a la que ha adorado
durante los últimos veinte años… yo soy su único heredero que, a
pesar del dolor por mi esposa, sigue aportando miles de millones a
su empresa.
Además, los tiempos en los que buscaba la aceptación de mi
despiadado padre hace tiempo que pasaron, dado que se olvidó de
mí en cuanto entró en escena su puta esposa con sus tres hijos, y me
importa una mierda.
La única persona que me quería murió hace seis meses,
dejándome solo en este mundo desolado en el que siempre he tenido
que luchar por mi existencia.
Cerrando los ojos y deslizándome un poco más abajo en el sofá
para poder apoyar la cabeza en el respaldo, hago que mi mente borre
las imágenes de Phoenix de mi cerebro y las sustituya por el rostro
de Angelica cuando vio esta casa por primera vez.
Como brillaban sus ojos de adoración y asombro mientras sus
labios en forma de corazón se abrían mientras bebía de la belleza que
la rodeaba, corriendo descalza por el césped verde esmeralda y
estudiando la casa victoriana desde todos los rincones.
—Es el lugar perfecto para criar niños, Zach. No puedo creer que la
hayas comprado. ¿No pre eres los diseños modernos? —Mueve sus
mechones de cabello hacia atrás, girándose para mirarme, mientras le guiño
un ojo, enganchando mis pulgares en los bolsillos.
—Sí, pero esto es lo que querías, ¿no? —Puede que Angelica nunca
haya expresado su deseo cada vez que mi madrastra le preguntaba por
nuestros planes, pero no se me escapaba cómo su mirada siempre se detenía
en todas esas revistas de casas de estilo victoriano con hectáreas de terreno
llenas de exuberantes jardines.
Personalmente, esas casas me sofocan, pues pre ero más luz y espacios
vacíos a mí alrededor, pero lo que mi mujer quiera, lo consigue.
Además, vivir con ella aquí nunca podría ser sofocante.
Angelica sacude la cabeza con incredulidad, pero luego corre hacia mí,
y tengo un segundo para prepararme antes de atraparla. Me rodea el cuello
con los brazos y se pone de puntillas, con su aliento abanicando mi mejilla.
Susurra justo antes de posar su boca en la mía: —Te amo, Zachary King.
El fuerte timbre de mi teléfono una vez más me saca de mi
único consuelo en esta oscuridad que estoy viviendo ahora mismo, y
sin mirar la pantalla, me lo acerco al oído y digo:
—Sí.
—Zach, soy yo —me saluda Zeke, con una voz inusualmente
áspera antes de aclararse la garganta—. Se ha despertado. Sabe lo del
bebé. Te envié fotos a tu correo electrónico.
Mis ojos se abren de nuevo cuando tomo mi tableta cerca,
presionando el icono de correo electrónico, y mi mirada se posa en la
pequeña mujer acostada en la cama, tan pálida que casi coincide con
las repugnantes sábanas del hospital de la prisión, mientras nada
más que vacío llena su mirada. Sus mejillas todavía están húmedas
por las lágrimas. La almohada debajo de su cara está prácticamente
empapada; ella debe haber llorado mucho.
Toda su cara está vendada y no hay un lugar en su cuerpo que
no haya sido golpeado.
Ah, entonces eso explica el tono áspero de Zeke. El tipo no
soporta que las mujeres lloren.
Pero entonces quizás la vida nunca ha sido muy amable, a pesar
de la riqueza que me acompaña desde mi primer aliento en esta
tierra. Aprendí desde muy joven a no prestar atención al dolor de
nadie, porque el tuyo es mucho más grande, su poder es tan fuerte
que podría desgarrarte en pedacitos si se lo permites.
—¿Hizo alguna pregunta?
—Quería ver el cuerpo, pero la convencimos que era imposible,
ya que había pasado mucho tiempo. Entonces exigió saber qué pasó
con el cuerpo. —Es curioso que la asesina, que no admitió lo que
hizo a pesar de todas las pruebas, exigiera ver la prueba de la muerte
de su hija.
La gente es tan hipócrita, pero ya no me sorprende.
—Nos encargamos de eso. Rellenamos una solicitud mostrando
que la bebé tenía que ser incinerada. Creo que fue el último clavo en
el ataúd para ella.
Ante sus palabras, la parte de mí que solía amar
profundamente a una mujer cobra vida, el arrepentimiento baila en
el borde antes de aplastarlo.
Ella no merece mi compasión, y lo que le haya sucedido es el
resultado de su acción. Todas nuestras acciones y reacciones en este
mundo tienen consecuencias, y tenemos que estar preparados para
responder por ellas.
—Bien. ¿Y lo otro? —le pregunto, sin querer prolongar la
estúpida conversación sobre Phoenix Hale, porque me está
aburriendo demasiado este tema.
Además, no es que pueda hacer mucho con ella mientras se
recupera en el hospital, pero una vez que esté de vuelta en su
celda… se acabó el juego.
La misión de mi vida será su sufrimiento.
—El papeleo es un poco complicado ahora mismo, pero estoy
trabajando en ello. Tendrás que pagar una fortuna por esto. Es
costoso mantener la boca cerrada de todo el mundo —dice, y me
encojo de hombros, aunque él no pueda verlo.
—El dinero nunca es un problema para mí. Hazlo lo antes
posible.
—De acuerdo. —Estoy a punto de colgarle, pero por su
respiración agitada, sé que aún no ha terminado, permanece en
silencio, así que decido ayudarlo. Después de todo, es uno de mis
empleados de mayor con anza, incluso si expresa sus opiniones con
demasiada frecuencia para mi gusto.
—No te preocupes, Zeke. Todo esto me convierte en un
monstruo, no a ti.
—Está destruida, Zach. Creo que nunca he visto a alguien tan
aplastada que esté a punto de desmoronarse. Si no lo supiera,
pensaría que murió en el momento en que le dijimos lo del bebé. Su
alma dejó su cuerpo. Es como un maldito fantasma.
Y se supone que me haga sentir ¿qué? ¿Remordimiento?
El in erno se congelaría antes que eso ocurra, e incluso
entonces, nunca me arrepentiré de nada de lo que le he hecho.
Sin embargo, hay algo que me gustaría saber.
—¿Sabes cómo quería llamar a su hija?
Escucho el ruido de papeles en la distancia, como si estuviera
mirando algunos documentos, y luego nalmente responde:
—Sí, la llamó Emmaline.
Emmaline.
Un bonito nombre para una niña.
Sin decir nada más, desconecto la llamada y tiro mi teléfono
sobre la mesa donde aterriza con un ruido sordo y luego deslizo la
imagen de mi tableta hacia otra.
En esta, algo en mi pecho, que creía muerto hace varios meses,
se estremece.
Mi corazón.
Mi corazón que debería haber permanecido frío pero que aún
así mostró su debilidad, hice algo que nunca debería haber hecho.
Pero entonces… ¿Cuándo he escuchado a alguien más que a mí,
incluso si lo que voy a hacer es una locura en muchos niveles?
Capítulo 5
—Las personas dicen que el tiempo cura todas las heridas, y que el dolor
que nos congela por dentro se convierte en un recuerdo fugaz. En su lugar,
hay un aguijón permanente que nos recuerda lo que perdimos, pero ya no es
el in erno furioso que tiene el poder de destruirnos.
Pensaba que era cierto hasta que Zachary King pasó por mi vida.
Después de eso, el tiempo se detiene para mí mientras el dolor sigue
llegando, sin poder escapar de él.

Phoenix

Pho

Nueva York. Estados Unidos


Tres años y medio después.

Secándome el sudor de la frente, aprieto la fregona con fuerza


en el cubo y la vuelvo a mojar para limpiar el piso de la zona de
aseos de la prisión, aunque es un trabajo de tontos, teniendo en
cuenta que todo el mundo pasa por aquí cada cinco segundos.
Por lo visto, la sopa de hoy era una mierda, y el malestar
estomacal ha afectado a todos con fuerza, pero eso no me sorprende.
Olivia, bendita sea, no tiene idea de como cocinar nada, y solo por el
olor a verduras podridas, entendí que no había que tocar el plato.
Aunque una de las cosas que me ha enseñado la cárcel es que
no hay que rechazar ninguna comida por muy mal que huela o sepa,
porque no hay otras opciones para que tu cuerpo funcione.
No es que el hambre sea especialmente mi motor, ya que vivir
no tiene un gran signi cado para mí después de…
Mis manos sobre la fregona se tensan con tanta fuerza que mis
nudillos se vuelven blancos y mi respiración se entrecorta en la
garganta cuando pasa por mi mente el recuerdo del médico
cerniéndose sobre mí e informándome sobre mi niña.
Sacudiendo la cabeza para bloquearlo, continúo limpiando.
Hacer cualquier tipo de trabajo aquí es el único respiro que tengo de
las pesadillas que me persiguen cada minuto de mi vida de inútil.
Pero no dejo que eso me detenga mientras pienso en todos los
términos médicos en mi cabeza, lo que me ayuda a concentrarme en
mi tarea e ignorar los fuertes gemidos que provienen de los baños o
los gritos de dolor de la cocina cuando se les enseña una lección a las
novatas…
Cuando pasas tanto tiempo aquí, te acostumbras a ciertas cosas
y no les prestas atención, no si quieres vivir de todos modos.
La ley más absoluta aquí es la de no meterte en lo que no te
importa si quieres vivir tranquila y que nadie te ataque. Y puede
sonar débil y patético, pero he aprendido a morderme la lengua
cuando alguien sufre.
—¡Oye, Phoenix! —grita Sara desde el marco de la puerta, y me
giro para mirarla mientras señala detrás de ella—. Kathy necesita tu
ayuda. Se ha cortado la mano o algo así mientras pelaba las patatas.
—Apartando la fregona, me lavo las manos y corro rápidamente a la
cocina donde Kathy está sentada en la silla, sosteniendo la mano
mientras la sangre gotea lentamente sobre la fría baldosa.
Sara busca el botiquín de primeros auxilios debajo del
fregadero y me lo da mientras me acerco a la silla más cercana y me
pongo los guantes.
—Esto parece profundo —digo y luego lo levanto mientras me
dirijo a Sara—. Tazón de agua. Tenemos que limpiarlo primero. —
Ella asiente y en un segundo está a mi lado. Mientras lo limpio,
Kathy sisea—. Te dije que no cocinaras sin tus lentes.
Se ríe.
—¿Desde cuándo te hago caso, niña? Además, tengo un médico
genial atendiéndome. —Sus palabras son la sal que frota lentamente
en mis heridas. Yo solía ser todas esas cosas.
Pero ya no.
Sin embargo, en lugar de pensar en ello, respondo:
—No tenemos mucho equipo aquí, ni siquiera en la enfermería.
Un día de estos, necesitarás un médico con licencia.
Vuelve a reírse y yo pongo los ojos en blanco. Explicar algo a
esta mujer tan testaruda es casi imposible, pero, en cierto modo, su
regaño me alegra el corazón.
Tal vez porque en este horrible lugar, ella se ha convertido en
una de las pocas personas que me ha colmado de amor, aunque yo
no lo quisiera o no supiera qué hacer con él.
Después de perder a mi niña hace años, vino a mi cama de
hospital y me cuidó como si fuera su propia hija, leyéndome cuentos
y acariciándome el cabello mientras murmuraba “todo irá bien”. Ni
siquiera estaba segura que se le permitiera hacerlo, aunque no lo
cuestioné mucho.
Una vez que me dieron el alta, ordenó a Haley y a Sara que me
cuidaran también, así que me trajeron comida cuando seguía
sentada en mi celda mirando al vacío, frotando mi estómago una y
otra vez.
Pensaba que si lo hacía su cientes veces, podría traer a mi bebé
de vuelta, aunque todos esos pensamientos fueran irracionales o
imposibles. ¿Cómo se puede explicar eso a una madre a igida en las
garras de la depresión?
Siempre que me aventuraba a salir, había mujeres escupiendo
en mi comida o empujándome en los pasillos, tratando de
arrinconarme para golpearme o herirme con cuchillo.
Nunca sentí nada, ni siquiera luché, porque, ¿qué sentido tenía?
Nunca podría igualar el dolor que me mataba por dentro, así
que tal vez incluso esperaba que por n tuvieran éxito y alegraran al
maldito Zachary King al darle la noticia que la asesina de su mujer
estaba por n muerta.
Mientras le suturo lentamente puntos a lo largo de la herida,
me pregunta:
— Hoy te reunirás con un abogado. ¿Alguna pista de por qué?
—Probablemente por lo de siempre. Me tomará declaración y
luego me prometerá que se encargará que todo vaya mejor. Y luego
volverá a aparecer con la misma rutina. —Para ser honesta, estoy
sorprendida que siga llevando mi caso. Hizo un trabajo de mierda la
primera vez, así que no estoy segura por qué todavía muestra su
cara aquí.
¿Es su orgullo de abogado o qué?
El juez le concedió a Phoenix Hale diez años de prisión sin
posibilidad de libertad condicional, más una multa de un millón de
dólares que nunca podré pagar, teniendo en cuenta que me quitaron
la licencia médica y todo el mundo me dio la espalda.
Ni una visita, ni una carta.
Es como si nunca hubiera existido para ellos.
Incluso mi mejor amiga, Leiken Sawyer.
Kathy resopla, su cara se tuerce en una mueca.
—Te dije que usaras a mi chico durante años, pero te niegas. —
A pesar que se preocupó por mí tras la pérdida de mi bebé, no se
inmiscuyó en mi vida más allá de las necesidades básicas y se
mantuvo alejada de mí.
Sin embargo, con los constantes mensajes nuevos de Zachary, y
yo sin hacer nada para evitarlos, ella le puso n y me ofreció apoyo
cuando yacía golpeada y ensangrentada, apenas aferrándome a esta
vida. Como descubrí más tarde, ella era una de las personas más
importantes aquí.
¿Otra cosa curiosa de este lugar?
La gente sigue queriendo vivir y soñar sin importar sus
circunstancias.
Así que, con el veto de Kathy, signi có el n del acoso para
siempre.
Físico, por lo menos, no es que trajera mucho alivio de todos
modos; ¿qué era una cicatriz más en mi cuerpo?
No tienen sentido.
—No deberías comer tantos dulces. Es malo para la salud —
sugiero, haciendo un último punto y colocando el vendaje sobre él
después de agregar la pomada para una mejor curación.
—Una mujer tiene que tener algunos caprichos en esta vida,
chica.
Bueno, es difícil discutir eso, especialmente si la mayor parte de
mi vida la pasaré en este agujero de mierda.
—¡Hale, tienes una visita! —grita la guardia de la prisión
mientras me hace un gesto para que me acerque.
Me levanto y, con una inclinación de cabeza hacia Kathy, salgo
del lugar y sigo a la custodia.
Atravesamos varios pasillos hasta que nalmente se detiene
frente a la celda de interrogatorio y registra mi cuerpo en busca de
cualquier tipo de arma.
Satisfecha, aprieta el botón de las puertas y éstas se abren con
un fuerte estruendo mientras señala el interior.
—Ve. Tienes una hora.
Paso al interior y frunzo el ceño aún más cuando mi mirada se
posa en mi visitante.
La mujer sentada detrás de la única mesa metálica de la sala no
es mi abogado.
Parece tener mi edad y su cabello oscuro está peinado en una
trenza apretada apoyada sobre su hombro.
Su cuerpo delgado está cubierto por un vestido negro ajustado.
Se levanta de su asiento y me tiende la mano.
—Phoenix, hola. Me llamo Lydia King.
Parpadeo varias veces, sorprendida por el apellido, pero luego
maldigo para mis adentros.
Hay cientos de Kings en el mundo; seguro que ella no es uno de
ellos. Esa gente debe odiarme con fuerza, incluso si el patriarca de la
familia, Anthony King, siempre me miraba con tristeza en sus ojos y
casi arrepentido. La mayoría de ellos no acudió a la corte, pero él
estaba allí para ayudar a su hijo, quien ni siquiera le dirigió una
mirada.
Sin embargo, eso no cambia que deban compartir sus
sentimientos hacia mí con Zachary y que le hayan ayudado a
convertir mi vida aquí en una pesadilla interminable. A veces,
cuando me acuesto en la cama, odio tanto a Zachary King que todo
mi cuerpo tiembla.
Debido a su odio, perdí a mi hija.
Y aunque no signi que nada para él, nunca le perdonaré lo que
me ha hecho.
Nos sentamos una frente a la otra, y noto una gruesa carpeta
entre nosotras y me muevo incómoda, sin saber qué esperar y sin
gustarme el ligero miedo que viaja a través de mi sistema.
¿Qué está pasando aquí?
Me observa atentamente, su mirada recorre mi uniforme
naranja y los cortes de mis manos. Rápidamente escondo las uñas y
las palmas de las manos manchadas de tierra mientras la vergüenza
y el pudor me invaden.
A su lado, no soy más que basura en la calle; incluso huele bien,
probablemente con algún perfume caro. Sebastian solía traérmelos
siempre durante sus viajes al extranjero. Según él, su mujer se
merecía lo mejor, y después me hacía el amor durante horas.
Una sonrisa se me dibuja en los labios al recordarlo, pero se
esfuma rápidamente.
Ya no soy su mujer y nunca más lo seré.
En este lugar, aprendí otra cosa.
El odio y el amor son las mismas emociones, porque tienen el
poder de cambiar en un abrir y cerrar de ojos. Y una parte de ti
todavía puede amar a un hombre al que considerabas el amor de tu
vida, pero también puede despreciarlo por cómo te traicionó sin
mirar atrás.
Pero mi corazón destrozado no tiene lugar aquí. Tengo que
centrarme en la mujer y en su agenda.
—Disculpe, pero ¿quién es usted?
Me sonríe, aunque no llega a sus llamativos ojos marrones.
—Soy abogada. Una de las mejores del país. —¿A su edad? Lo
dudo mucho, pero me guardo esta observación para mí—. He
venido a sacarte de aquí.
—Uh… —Oh, mierda, ahora sé con certeza que está mintiendo
acerca de ser la mejor.
¿Es una de esas abogadas locas que necesitan un caso famoso
para empezar su carrera? He tenido unos cuantos de esos en los
últimos tres años, pero cada uno de ellos se fue decepcionado.
Sencillamente, todas las pruebas apuntaban hacia mí, se mirara
por donde se mirara, así que es un trabajo de tontos. Y además,
nadie quiso conceder una apelación a mi caso basándose en las
pequeñas inconsistencias de las pruebas que encontraron.
Incluso con los años, he empezado a creer que es verdad. De
alguna manera, esta convicción hace que la vida aquí sea más
soportable, porque así puedo sentir que estoy obteniendo expiación
por mis acciones.
Aunque todo en mi interior se rebele contra la idea.
Lástima que la tierra donde los pecadores expían no exista. Tal
vez entonces habría ido allí una vez que mi pesadilla termine.
—Mira, es muy amable de tu parte intentarlo, pero mi caso no
tiene remedio. Así que, por favor, no vuelvas por aquí, y centra tu
talento en otra persona. ¿Quién sabe? Tal vez puedas ayudarlos —
digo antes de dar una patada a la silla para que raspe contra el suelo.
Estoy lista para salir corriendo.
Sin embargo, su grito de protesta detiene mis movimientos.
—Por favor, Phoenix, escúchame. —Me hace un gesto con las
manos para que me vuelva a sentar y, aunque quiero negarme, hago
lo que me pide solo por el remordimiento que se re eja en sus
facciones.
Probablemente no sabe que hay casos, en cualquier carrera en
realidad, que no puedes evitar dejar pasar. Como psiquiatra, aprendí
a separarme de los pacientes después de llegar a la dura
comprensión que no hay mucho que pueda hacer, que no podría
luchar contra su resistencia o su biología.
Me rompía el corazón cada vez, pero para sobrevivir en mi
profesión, tuve que aprender a dejarme ir.
Saca unas cuantas fotos de la carpeta y las coloca una tras otra
entre nosotras sobre la mesa.
Todas ellas muestran a mujeres hermosas que sonríen
alegremente a la cámara. Tampoco me extraña su ropa cara ni los
anillos que llevan en los dedos.
Sean quienes sean, son ricas y están felizmente casadas.
Lydia mueve sus dedos de una foto a otra mientras habla, y sus
palabras me provocan un escalofrío, helándome la sangre.
—Todas estas mujeres fueron atropelladas por un auto que iba
a gran velocidad y que no se detuvo por nada del mundo. Todas
murieron en los últimos dos meses. —Me tapo la boca con la mano,
conteniendo un grito ahogado. Dios mío, esas pobres mujeres—.
Casos como este han sucedido a lo largo de los últimos tres años,
aunque en diferentes lugares, y hubo un gran intervalo entre los
accidentes, así que nadie los relacionó. —Una pausa y luego—: Pero
la última frecuencia afectó a los agentes del FBI, y abrieron un caso.
Todo lo que dice es muy trágico y lo siento por las familias,
pero, ¿qué tiene que ver conmigo? Seguramente, no creen que yo
sepa nada al respecto.
¿O es que también quieren culparme de todos estos asesinatos?
¿Es otro plan de King, hacer que me pudra en la cárcel hasta el día
de mi muerte, para que pueda expiar mis pecados?
Con confusión en mi tono y un poco de enfado, digo:
—No lo entiendo.
Ella resopla molesta y se pasa los dedos por el cabello.
—Siento no haberme explicado bien. —Se aclara la garganta
disparándome una bala; así de impactantes son sus palabras—.
Todos los conductores tenían alcohol en su organismo. Todos los
conductores a rman que no podían controlar el vehículo y que no
habían bebido nada antes de sentarse en el auto. Todos los
conductores mencionaron oómo el auto actuó por sí solo mientras
conducían hacia esas mujeres.
Oh, Dios mío.
Y con estas palabras, es imposible detener el recuerdo que me
ha estado atormentando durante los últimos cuatro años. He
repetido esa noche una y otra vez tratando de encontrar una pista
que pudiera ayudarme a resolver el enigmático lío en el que terminé.
Enciendo la radio, sonrío mientras una canción de rock fuerte llena el
espacio, y muevo mi cabeza al ritmo de la música.
Es muy necesaria después del largo día en el psiquiátrico con uno de
los despiadados criminales. Necesitaban mi evaluación para saber si el
hombre realmente había matado a sus tres hijos y a su mujer con una
escopeta. ¿Estaba en su sano juicio, o tal vez era algo más?
Me estremezco al recordar como su voz y sus ojos, junto con su rostro,
no mostraban ningún remordimiento por sus acciones. El hombre era un
psicópata, y había planeado durante años cometer su crimen.
Necesitaba un baño para lavar la suciedad, junto con algo de cena, ya
que me salté el desayuno y el almuerzo, demasiado nerviosa por ese viaje
como para comer algo.
Esto tendrá que acabar en un futuro próximo; mis prioridades tendrán
que cambiar, ¡y no puedo esperar a que eso ocurra!
Suena mi teléfono y lo contesto mientras Sebastian me pregunta:
—Hermosa esposa, ¿dónde estás? —El calor se extiende a través de mí
mientras mis preocupaciones desaparecen; ese es el poder que su voz tiene
sobre mí—. La cena está lista.
—Ya estoy en camino. Hemos conseguido diagnosticar a la mujer, así
que ¡bien! Se pondrá mejor en unos meses y no tendrán que encerrarla. —
Me inventé toda la historia, demasiado temerosa de decirle a mi marido a
dónde había ido realmente, no quería que se preocupara por nada.
Sebastian me protege ferozmente. Lo habría vuelto loco pensar que
estuve tanto tiempo en compañía de un asesino.
Se ríe.
—Nunca dudé de ti, preciosa. Vino y chocolate y luego la historia. —
Ha sido nuestra tradición desde mi primer caso; celebramos juntos mientras
él escucha los detalles de mi día.
O me sostiene en sus brazos mientras lloro cuando mis pacientes no lo
logran o no hay nada que pueda hacer por ellos.
Aunque, hoy, el vino tendrá que esperar, ya que tengo una noticia
muy importante que compartir con él.
—Seguro. Te amo, cariño. —Me froto ligeramente el estómago, mi
boca se curva ante la perspectiva de ver su cara cuando conozca mi pequeño
secreto… con el que hemos soñado durante los últimos dos años.
El deseo y la suavidad se mezclan en su voz cuando responde:
—Yo también te amo. Conduce con cuidado. Te estoy esperando. —En
el momento en que coloco el teléfono en el asiento cercano, mi auto empieza
a funcionar mal.
Las ventanas suben y bajan, y los limpiaparabrisas se mueven en
distintas direcciones. La radio funciona mal, como si la emisora hubiera
cambiado y no pudiera sintonizarla.
El volante oscila de un lado a otro, conduciendo por el lado equivocado
de la carretera, mientras hago lo posible por controlar el auto, pero no
puedo, ya que no me responde.
No se apaga.
Y entonces levanto la vista hacia la carretera, y mi corazón se detiene
al ver a una mujer utilizando el paso de peatones mientras se ríe en su
teléfono.
Piso el pedal del freno, pero por mucho que lo pise y lo apriete, el auto
no se detiene, y un grito me desgarra la garganta.
—¡Corre! ¡Por favor, corre! —La mujer no me oye y sigue caminando,
hasta que vuelve su atención hacia mí. Sus ojos llenos de miedo son lo
último que recuerdo antes que la golpee y ella vuele por encima del techo
mientras el auto se detiene abruptamente, haciendo que mi cabeza golpee el
volante.
Entonces todo se queda en blanco.
La vida tal y como la conocía terminó esa noche, y me desperté
en un mundo completamente nuevo.
Uno en el que todos me odiaban con ferocidad y exigían mi
sangre, para que me desangrara hasta morir mientras todos ellos
miraban.
Lydia me aprieta la mano, y solo entonces noto como la sangre
se ltra entre mis dedos por la presión que ejercen las uñas sobre mi
piel. Me da un pañuelo de papel y murmura suavemente:
—Probablemente sea difícil de recordar. Pero no fue tu culpa,
Phoenix. No eres culpable y voy a sacarte de aquí.
—¿Cómo? —Es la única palabra que puedo forzar a través de
mi garganta seca.
—Todas las pruebas demuestran que fuiste su primera víctima.
Además, ha escrito una carta en la que con esa sus crímenes. Incluso
la ha enviado a algunos agentes federales, jugando. Todos esos
asesinatos lo han vuelto engreído, y probablemente se siente
invencible. Con sus confesiones, ha hecho que todo se desplace sobre
su eje. Es un asesino en serie, Phoenix —dice con desdén en su voz, y
espero poder reunir todo el conocimiento que tengo sobre el tema
para entender lo que está pasando a mí alrededor—. Probablemente
ya no pudo guardarlo en su interior. Así que apelaremos el caso y
nos aseguraremos de devolverte todos tus privilegios. Tu licencia
médica, las multas que tuviste que pagar y, lo más importante, tu
nombre quedará limpio. Además de la compensación del estado por
el error judicial. Estaré contigo, Phoenix.
En otras circunstancias, me habría preguntado por qué esta
extraña mujer quería ayudarme, pero a caballo regalado no le miro
el diente.
Todo lo que menciona es bueno.
Pero solo una cosa se me queda grabada de todo esto.
Ahora sé con certeza que no soy una asesina.
Y ese es el momento en que estallo en lágrimas.

♦♦♦

Sos h o

El juego es interesante solo cuando todos los jugadores están


comprometidos y todos lo saben; si no, ¿qué sentido tiene?
Todo esto de esconderse en las sombras, matando a personas y
hacer culpable a alguien más comenzó a sentirse… solitario. Como
aquellos tiempos en el internado cuando tenía que jugar al ajedrez
solo, y los niños malos siempre los derribaban, arruinando mi
progreso.
Poner a Phoenix Hale entre rejas me pareció una idea muy
divertida hace cuatro años, sobre todo para ver si podía salirme con
la mía, y el hecho que Zachary King se sintiera abrumado por la
agonía de mi creación fue la guinda del pastel.
Casi me excita su sufrimiento, ya que el jodido imbécil me
humilló delante de todo el mundo sin importarle las consecuencias
que su decisión trajo a mi vida.
Se merecía todo lo que le he hecho; su mujer tampoco era un
ángel, siempre de su puto lado.
Ahora que lo pienso… la única inocente en esta historia es
Phoenix, pero entonces, ¿quién dijo que la inocencia es una virtud?
Si no tienes el su ciente cuidado, alguien puede aprovecharse de tu
ingenuidad.
Sin embargo, todo cambió.
Se volvió demasiado aburrido, y odio como todas las revistas
siguen recordando lo que ella hizo. Le dedican titulares o se centran
en ese maldito ex marido suyo que se comprometió recientemente
con una de las hermanas de King.
Supongo que el dolor mutuo los unió a ambos, aunque según
los periódicos, se enamoraron en París en un viaje de negocios, ya
que Sebastian Hale es el principal abogado del imperio King.
Toda la rabia por la atención que seguía recibiendo acabó por
hervir y estallé, matando a varias mujeres seguidas, pero ni siquiera
sospechaba el subidón que me iba a provocar.
El mundo tiene que saber que soy yo quien lo provoca todo;
tienen que hablar de mí, valorarme, joder.
El mundo no será como ellos.
Les di todo… todo el amor… todos mis sueños… todo lo que
tenía… ¿y qué recibí a cambio?
El mundo pronto conocerá mi nombre, pero no antes de jugar
una última partida con mi Phoenix, la única persona que fue amable
conmigo. La única persona que vio mi verdadero yo y me aceptó sin
reservas.
Por algo fue mi primera víctima.
Pretendo que también sea la última, pero esta vez nadie
quedará vivo.
Después de todo, el cazador y la presa son inseparables.
Capítulo 6
—Equivocarse no es un pecado.
Admitir que te has equivocado no es un pecado.
Permanecer ciego a la verdad y centrarse solo en la ira es un pecado.
Un pecado por el que pagaré el resto de mi vida.
A menos que encuentre la tierra donde los pecadores expían.

~Zachary

Zac

Con el brazo apoyado en la ventana, contemplo la vida


nocturna de Roma y, por enésima vez, me asombra esta ciudad.
Luces brillantes, estatuas y una rica historia que ha visto desde
revoluciones hasta des les. Gente de buen gusto, moda y valentía.
Una vez construyeron un imperio, y Roma todavía tiene todas las
grietas de sus edi cios antiguos para contarlo.
Puedo perderme aquí durante horas, paseando por los
estrechos senderos y estudiando a la gente que siempre está abierta a
la atención y a las conversaciones, incluso si no te apetece. Por no
hablar de la deliciosa comida.
En resumen, Italia ocupa un lugar especial en mi corazón,
siempre me da paz para ordenar mi mente, incluso en el pozo de mi
desesperación.
Mi segundo hogar.
Pero esta noche no.
Trago con avidez de la botella de whisky mientras el líquido
ardiente se esparce a través de mí. Me balanceo un poco, recordando
que es mi segunda botella, y es un milagro que todavía pueda estar
de pie o funcionar.
Pero por mucho que quiera emborracharme, no puedo, ¿no es
irónico?
Mi mente sigue dando vueltas a la información que Lydia me
envió y que me ha estado ocultando desde hace meses.
Mi padre y su familia pensaron que yo no era lo
su cientemente estable emocionalmente para manejar la verdad.
Incluso Zeke les hizo caso, y pagará por ello. Parte de su sueldo y
algunos privilegios que le he dado también desaparecerán.
La risa vacía rebota por las paredes mientras bebo una vez más
y me limpio la boca cuando el licor se derrama sobre mi barbilla.
Por primera vez, la maldita familia decide mostrar su falso
amor por mí y me protege de la única verdad que importa en mi
vida.
Mirando directamente a mi re ejo en la ventana, digo:
—Este no es el nal. Te encontraré, quienquiera que seas.
Y para eso, necesitaré a Phoenix Hale. ¿No es la víctima favorita
de este tipo si todo empezó con ella?
Como si no hubiera arruinado su vida ya.
Pero estamos conectados de una manera que ella no entiende.
De una manera que pensé que ella nunca sabría. El simple hecho de
saberlo me llenaba de satisfacción y me permitía descansar rara
veces por la noche cuando los pensamientos de su sufrimiento me
adormecían hasta quedarme dormido.
Sin embargo, todo esto cambia ahora.
Encontraré al asesino de Angelica y le haré pagar por todo lo
que les ha hecho a las dos mujeres.
Vengaré a la mujer que amé y daré la libertad a la única mujer
que prometí odiar hasta el día de mi muerte.
Y en algún momento, tendré que devolverle lo que le quité.
Aunque me mate.
Capítulo 7
—Libertad.
Una palabra que signi ca el mundo.
Solo aquellos que lo perdieron realmente pueden apreciarlo.

~Phoenix

Pho

Nueva York, Nueva York


Phoenix, 7 años

Recogiendo un trozo de tiza, voy al centro del patio de recreo donde el


cemento plateado brilla intensamente bajo el sol y me río.
Solo porque la señora Thomson —nunca podré llamarla madre, a
pesar de lo que diga— me ha dicho que hoy lloverá y que, por eso, tengo que
quedarme en casa.
Sus palabras exactas.
Afortunadamente, no sabe nada de la puerta trasera del sótano donde
hay una pequeña abertura para los perros. Todavía puedo atravesarla.
Tal vez por eso todos a mí alrededor me llaman pequeña y huesuda, no
es que me importe.
Es un crimen quedarse en casa en un día tan bonito.
Además, no podía seguir escuchando a la señora Thomson gritar a los
siete niños mientras cocinaba la cena, murmurando que deberíamos estar
agradecidos por las migajas que nos llevamos a la boca.
Aunque nos dé de comer solo una vez al día.
Alejo estos pensamientos, porque cuando estás en el patio de recreo, la
señora Thomson no existe. Coloco la punta de la tiza roja sobre el cemento,
dispuesta a dibujar un sol, cuando veo que un niño entra corriendo en el
patio de recreo justo hacia el columpio y se sienta en él pesadamente,
haciendo volar la arena bajo sus pies y dándole una patada también.
Respira con di cultad y tiene la cara roja, así que o bien ha corrido
durante mucho tiempo o está muy enfadado. La señora Thomson se pone
roja cada vez que la molestamos, como ella dice, y agarra el cinturón que
cuelga en el pasillo, persiguiéndonos con él.
O ambas cosas.
Me jo en su vaquero azul y su camisa blanca junto con unos
brillantes zapatos de cuero, así que debe ser muy rico; al menos, eso es lo
que dice la señora Thomson.
Los zapatos de cuero son solo para los que pueden permitirse no hacer
nada en esta vida.
Sea lo que sea que eso signi que. De todos modos, mucho de lo que
dice no tiene sentido, pero no creo que le importe. Incluso se ríe cuando
menciono que algún día tendré un trabajo increíble.
Según ella, sin dinero no puedes hacer una mierda, pero no le creo.
¿Cómo voy a creerle si siempre miente a los trabajadores sociales sobre lo
mucho que nos quiere y luego nos enseña el cinturón y su poder en cuanto
salen de casa?
Vuelve a patear la arena, arrastrando mi atención hacia él, y frunzo el
ceño, preguntándome qué hace aquí.
El parque infantil está aislado, y casi no funciona nada además de los
dos columpios y la caja de arena llena de tierra húmeda que no tocaría si me
lo pidieran.
Una vez vi a un niño orinar en él.
Sin embargo, nuestro barrio no tiene parque infantil, así que tengo
que ir en bicicleta unas cuantas manzanas hasta un barrio un poco más
bonito, aunque las casas siguen siendo muy viejas.
¿Quizás se ha perdido y por eso está tan enfadado?
Dejando caer la tiza al suelo, me quito el polvo de las manos y camino
hacia él, dándole una sonrisa tentativa cuando sus ojos verdes se posan en
mí, pero aplana los labios, su rostro destella ira hacia mí.
Estoy familiarizada con la ira y el desinterés en mi vida, así que no es
difícil de reconocer.
—¿Qué quieres? —pregunta, dando otra patada a la arena, toso un
poco y retrocedo cuando vuela por el aire.
—Nunca te había visto aquí —respondo, y él se ríe, aunque carece de
humor, y sus ojos se entrecierran en mí.
—¿Y qué? ¿Este parque infantil te pertenece? —Arrastra su mirada
sobre mí, y me muevo incómoda pensando en mi camiseta manchada y mis
viejos leggings que me quedan pequeños y apenas me llegan a las
pantorrillas—. Lo dudo. —Gira la cabeza hacia un lado, balanceándose un
poco, y no sé qué hacer.
Ya no parece perdido, pero debe tener mi edad o un poco más, así que
¿dónde están sus padres?
Todos los niños que veo en esos lugares suelen tener adultos con ellos
que se aseguran que no les pase nada, y a veces me pregunto cómo es saber
que alguien te quiera tanto.
Eso es algo que nunca sabré, porque la señora Thomson dijo que soy
demasiado fea y estúpida para que una familia de verdad me adopte.
Así que, en contra de mi buen juicio -todavía tengo unos cuantos
moretones de la última vez que le pregunté a un niño si le pasaba algo y me
golpeó con una piedra- me siento en el columpio junto a él y le anuncio:
—Eres malo.
Pone el pie en la arena, deteniendo bruscamente el columpio, y me
mira, con incredulidad sustituyendo al enfado.
—¿Por qué eres tan malo conmigo? No me conoces.
En lugar de responder, pregunta:
—¿Por qué me hablas? No te conozco.
Resoplo con exasperación, apoyando mi mejilla contra la cadena del
columpio.
—Parecías triste. Cuando estoy triste, me gusta hablar con la gente.
Parpadea sorprendido.
—¿Y te escuchan?
Sacudo la cabeza, suspirando con fuerza.
—Nunca. Así que hablo con mi oso de peluche.
—Oso de peluche —repite y se mueve un poco para apoyar la espalda
en la cadena—. ¿Cuántos años tienes?
—¡Siete años y cuatro meses! —grito con orgullo—. ¿Y tú?
—Yo tengo diez. Y no soy sordo, así que no grites.
Oh, así que es mayor después de todo.
—Lo siento. Tengo que gritar en casa o nadie me escucha. —Mi voz es
demasiado suave, así que es casi imposible que nadie me mire si hablo
normalmente.
—Vete a hacer lo que estabas haciendo. —Se levanta, intentando
alejarse, pero yo también me levanto, juntando las manos.
—¿Quieres dibujar conmigo?
—No.
—Eh, que pena—. Me congelo cuando oigo la música del camión de
los helados a lo lejos, recordando el sabor de la fresa en mi lengua cuando la
señora Thomson nos lo compró antes que aparecieran las personas de
servicios sociales para que mantuviéramos la boca cerrada sobre lo que está
pasando dentro.
De todos modos, nadie se atrevió a hablar; no es que alguien hubiera
tenido un hogar mejor para nosotros. En mis años, he vivido en tres casas, y
todas ellas eran horribles, así que, ¿cuál es la diferencia?
—Helado —susurro, enviando una mirada anhelante hacia la
carretera, donde el camión está parado a varios metros de nosotros con unos
cuantos niños ya corriendo hacia él. Entonces giro la cabeza, dispuesta a
despedirme del chico, pero este ya se ha alejado.
—¡Adiós! —grito, y él levanta la mano, despidiéndose sin volver la
cara hacia mí, yo vuelvo a mi tiza, la recojo de nuevo y empiezo a dibujar,
un poco decepcionada por que el chico se ha ido a pesar que he intentado ser
amable.
Quizás la señora Thomson tenga razón. Es mi estupidez lo que hace
que la gente no me quiera.
La tiza raya con fuerza mientras termino el círculo del sol y empiezo a
dibujar la luz que cae, además de añadirle ojos y una sonrisa. Porque así, al
menos, alguien me devuelve la sonrisa.
—¡Hola, sol! —lo saludo, y estoy a punto de bajar y dibujar un poco
de hierba cuando una sombra cae sobre mí, y miro hacia arriba.
El chico sostiene dos helados en sus manos, y me extiende uno.
—Tómalo.
Lo hago y lo abro, saltando de emoción cuando veo que es de fresa.
—Gracias —le digo, y antes que pueda hacer nada más, lo abrazo y lo
aprieto con tanta fuerza que aún se queda en mis brazos—. ¡Muchas
gracias!
Se separa de mí con fuerza y murmura:
—Es solo un helado.
—Solo lo probé una vez hace aproximadamente un año —le digo, pero
luego lo muerdo rápidamente, sabiendo muy bien que no quiere hablar, pero
se queda boquiabierto ante esto.
—¿Tus padres no te compran helados?
—No tengo. —Voy al banco que está a unos metros y me siento. Dejo
de comer, porque me duelen los dientes del frío, y mi cerebro se congela por
un segundo—. Vivo en una casa de acogida.
Una emoción que no comprendo parpadea en su rostro antes que
ocupe el asiento de al lado, mordisqueando su propio helado que es de
chocolate por lo que parece, ya que es marrón, y se da cuenta de mis ojos en
él.
Exhalando con resignación, me lo extiende y lo muerdo, disfrutando
de como se derrite dentro de mi boca, pero todavía me gusta más el mío.
—Mi madre está enferma. Cáncer —dice de repente, y yo parpadeo,
sin saber qué decir. He oído que el cáncer es una enfermedad que puede
provocar la muerte, al menos eso es lo que dijo la señora de la televisión—.
No hay esperanza, ya que tiene un tumor cerebral en cuarta fase. —Aunque
no entiendo lo que quiere decir, entiendo que es algo muy malo—. Por eso
estoy triste. Mi madre se está muriendo.
Se me pone la piel de gallina y jadeo, el estómago se me revuelve por
dentro mientras el corazón me duele por el chico que tiene tanta tristeza y
dolor en sus palabras.
—Lo siento mucho. —Pero creo que esas palabras no signi can nada
en la gran escala de las cosas.
Porque cada vez que la gente me las decía… nunca me hacía sentir
mejor.
Solo peor.
—Yo también. —Se limpia las lágrimas que resbalan por sus mejillas
y luego se ríe, aunque es tan fría que me produce escalofríos—.
Probablemente papá esté impaciente.
Permanezco en silencio, sin saber qué hacer, y solo lo dejo hablar.
A veces, el silencio es el único apoyo que podemos ofrecer cuando
alguien sufre. O al menos eso es lo que a rma mi profesor en la escuela.
Abre la boca para compartir más, cuando escuchamos a un hombre
jadeando lejos de la carretera, corriendo en nuestra dirección y vistiendo un
traje divertido junto con un sombrero.
¿Es un capitán o qué?
El chico estrecha los ojos hacia él y murmura:
—Allá vamos.
Y es entonces cuando el hombre llega hasta nosotros, tragando saliva y
moviendo el dedo hacia el chico.
—No puedes huir, jovencito. Estábamos muy preocupados.
¿Jovencito?
Me río del término, y el chico me envía una sonrisa. Creo que debería
hacerlo más a menudo, porque es hermoso cuando sonríe.
—No te preocupes, James. —Se levanta, dirigiéndose a mí—. Tengo
que irme. Nos vemos, chica. —Luego me da su helado junto con algo de
dinero—. Cómprate más, pero no te enfermes.
Le devuelvo el dinero.
—No, está bien. ¡Pero gracias!
Hace una pausa, sorprendido o molesto. No estoy segura de cuál de las
dos cosas por la expresión de su cara, pero luego se encoge de hombros y
vuelve a meterse el dinero en el bolsillo.
Con esto, se aleja, pero no antes que yo corra hacia él, levanta la ceja
mientras James lo espera, alejándose de nosotros como si nos diera
privacidad.
—¿Cómo se llama tu madre?
—¿Por qué?
Señalo el piso.
—Voy a escribir su nombre aquí. Y siempre que estés triste, puedes
venir al patio y mirar su nombre bajo el sol —le digo, y en sus ojos se
forman lágrimas.
Pero no las deja salir, porque se aclara la garganta y dice:
—Katherine. Mi madre se llama Katherine. —Y con esto, el chico se
une al hombre mientras se dirigen a la carretera donde los espera un
brillante auto negro, todo ello mientras estoy de pie con dos helados
derritiéndose bajo el sol, la sustancia pegajosa resbalando por mis manos.
Debería haberle preguntado su nombre, pero no lo hice.
En lugar de eso, terminé mis helados y escribí el nombre de su madre,
guiñando un ojo al cielo y esperando que se quede aquí para siempre para
que él pueda mirarlo y recordarlo.
Ese día, llegué a casa saltando, deslizándome por la puerta trasera y
durmiendo profundamente.
Y al día siguiente, decidí ser médico capaz de hacer lo imposible, para
no volver a ver a chicos tristes como él.
O al menos intentarlo.

Pho
Las puertas de la prisión suenan con fuerza cuando paso por
delante de ellas. El guardia que está detrás de mí pregunta:
—¿Lista para la libertad, Hale? —Me empuja un poco con el
codo, apartando mi mirada de las puertas blindadas que me
recuerdan a las del Hades, manteniendo a todas las almas pecadoras
encerradas en un solo lugar mientras el dios maligno lo gobierna.
—Tanto como puedo—, respondo, mi tono indiferente, y me
estremezco un poco bajo el fuerte viento, odiando como mi traje
descolorido, el mismo que llevé en la última audiencia en la scalía,
apenas sirve para protegerme de este clima.
—Seguro que hay muchos planes, ¿eh? Vi un programa de
televisión sobre ti. Dijeron que perderte fue devastador. Hiciste
maravillas incluso en tus años de residencia.
¿Lo hicieron?
Es curioso que lo recuerde todo de forma muy diferente, hasta
el jefe del hospital que me citó en su despacho con la junta directiva
presente para informarme que me retiraban la licencia.
¿Qué fue lo que dijo mientras todos los ojos me miraban con
escrutinio y juicio, murmurando comentarios sarcásticos en voz baja
mientras cantaban cuánto dinero podría costarles “mi pequeña
situación”?
—La investigación policial demostró que conducías bajo los efectos del
alcohol, justo después de salir de la cárcel. Lo que signi ca que podrías
haber estado borracha mientras trabajabas con el paciente. Así no
funcionamos —dice, bajando la mirada y revolviendo entre papeles—.
Phoenix Hale, su licencia queda revocada, y a partir de hoy, ya no trabajará
en este hospital ni en ningún otro.
Apenas reprimo la risa amarga que amenaza con deslizarse de
mis labios mientras las puertas suenan con fuerza, irritando mis
nervios cuando nalmente comienzan a abrirse, tan dolorosamente
lentas que me pregunto si lo hacen intencionadamente.
Disfrutad de vuestra libertad, imbéciles, pero no antes que ralenticemos
el tiempo para vosotros una última vez.
El guardia sigue hablando, o bien no se da cuenta de mi
desinterés por esta conversación o bien le importa una mierda mi
deseo. Probablemente ambas cosas, a juzgar por mi experiencia en
este lugar.
—No puedes esperar a volver al trabajo, ¿eh?
—Difícilmente. No tengo licencia médica. Y de todos modos no
la quiero. —Me imagino todos los rostros de las personas que
acudieron a mi audiencia, que se hizo pública por algún motivo a
pesar de toda la prensa, cuántos familiares de mis pacientes
vinieron, y cada uno de ellos le dijo al juez lo loca que estaba. De
acuerdo, tal vez simplemente explicaron cuan implacable era cada
vez que quería comprender completamente el diagnóstico de mis
pacientes y si era adecuado para ellos. Según ellos, les trajo el caos a
la vida y, a veces, pensaron que yo no estaba estable.
Por lo visto, a nadie le importaba una mierda que mi obsesión
ayudara a sus familiares. Solo basándose en ese comportamiento, el
juez llegó a la conclusión que debía beber constantemente en el
trabajo, o al menos de eso me acusaban todos.
Me rompí el culo por ellos, y nadie vino a apoyarme. ¿De qué
sirve entonces hacer el bien, si al nal todos lo usaron en mi contra?
—Bueno, creo que…
La puerta se abre por n, y lo miro por encima del hombro, sin
molestarme siquiera en dejarlo terminar:
—Adiós. —Y con esto, doy mi primer paso hacia la libertad, el
sol brilla intensamente sobre mí mientras el viento me golpea con
fuerza, agitando mi chaqueta hacia atrás, pero una sonrisa curva mi
boca, dando la bienvenida al frío.
Cierro los ojos, levantando la cara, y respirando el aire fresco
que incluso sabe a libertad.
Porque con el chasquido de las puertas de hierro a mi espalda,
sé que esa parte de mi vida ha terminado.
Mi cuerpo y mi alma siempre albergarán cicatrices que me lo
recuerden, cicatrices que sangrarán y sangrarán sin medicación ni
palabras para calmarlo.
Aunque el cielo es de un azul claro, incluso los pájaros no
vuelan ni pian con fuerza, disfrutando del hermoso día.
El rugido de un automóvil en la distancia llama mi atención a la
carretera, donde veo un vehículo conduciendo rápidamente en mi
dirección, casi borroso, y jadeo sorprendida, queriendo alejarme de
él. Sin embargo, no puedo hacer nada más que quedarme congelada,
los sonidos me recuerdan a otro vehículo.
Y el inevitable choque que siguió con la mujer tendida en el
pavimento, desangrándose hasta morir.
Palmeando mi cabeza, rezo para que las voces desaparezcan y
así la debilidad que me mantiene inmóvil se aleje, permitiéndome
distanciarme del vehículo, pero no funciona.
Apretando los ojos, espero como una oveja a punto de ser
sacri cada, y entonces el fuerte sonido de los neumáticos sobre el
pavimento me devuelve al presente. Concentro mi mirada en la
punta del parachoques cuando el auto se detiene a unos centímetros
de mí.
Tragando más allá de la bilis en mi garganta, primero me jo en
la pintura oxidada del vehículo y en varios golpes. Hay una grieta en
el parabrisas, como si alguien le hubiera tirado una piedra. Hay más
arañazos en los paneles laterales, de las llaves, supongo, ya que hay
escritas unas cuantas palabras no muy halagadoras.
El claxon del auto me sobresalta, haciéndome saltar en mi
lugar, y pongo mi mano en mi pecho, respirando con di cultad
mientras mi mirada se posa en el conductor, quien me saluda con la
mano.
Como me quedo congelada en el sitio, exhala con fuerza y sale
del auto, siendo su cabello rosa lo primero en lo que me jo. Se
coloca los lentes de sol sobre la cabeza, mostrando sus ojos verdes,
que extrañamente no combinan con su ropa completamente negra.
Está tan pálido que casi puedo ver cada vena de su cuello, y sus dos
brazos tienen tatuajes en las mangas que sobresalen de la camiseta
que lleva.
Chasquea los dedos hacia mí, señalando con el índice. —
Phoenix Hale, ¿verdad? —Asiento y me guiña un ojo, señalando el
vehículo—. Entonces sube, nena. Estamos a punto de ir a casa. —
Parpadeo confundida al verlo, pensando en alguna pista de cómo
podría conocer a este tipo, pero no se me ocurre nada.
Debe leerlo en mi cara, porque se ríe, presentándose.
—Mi nombre es Rafe Baker. Soy el hermano de Sara. Ella debe
haberte hablado de mí.
Dios mío, ¿cómo he podido olvidarlo?
Sara casi me presionó para que aceptara quedarme en su casa,
alegando que tenía su habitación disponible para mí mientras
averiguaba qué hacer. Todos mis bienes personales se repartieron
con Sebastian y luego se vendieron para pagar una parte de la multa
que me asignó el Estado. No tengo nada de valor a mi nombre, y
aunque Lydia prometió demandar al Estado para obtener una
compensación, podrían pasar años antes que vea algo de ese dinero
de vuelta. Si es que alguna vez lo veo.
Lo que signi ca que no tengo dinero ni un lugar donde
quedarme. Lydia se ofreció, pero nunca acepté.
Nadie necesita extraños en su casa. Esa es una dura verdad que
nadie quiere compartir por miedo a sonar como un imbécil.
—Ella lo hizo. Solo que no sabía que te había llamado.
Rafe levanta la ceja.
—Si Sara decide algo, puedes apostar tu culo a que se hará
realidad. —Sí, tengo que estar de acuerdo con él en eso, ya que la
terquedad de la mujer asomó su cabeza en todo su esplendor cuando
se negó a ir al hospital para tratar su nariz rota—. Así que, vamos.
He oído que alguien ha ltrado a la prensa que vas a salir hoy, y a no
ser que quieras que todo esto… —Levanta la mano de arriba abajo
en el aire—, salga en todos los periódicos del país, tenemos que irnos
a la mierda. —Ante el recordatorio de la prensa, me apresuro a hacer
lo que me dice; puedo resolver los arreglos más tarde.
Afortunadamente, me abrocho el cinturón de seguridad justo un
segundo antes que arranque el auto. Mi espalda se aprieta contra el
asiento mientras él acelera, moviéndose tan rápido que es un
milagro que pueda respirar por el viento que me golpea a través de
las ventanas abiertas.
Está claro que el tipo no tiene frío, ya que actúa como si
estuviéramos en pleno verano.
—Gracias —digo, enderezándome en mi asiento y pulsando el
botón para cerrar la maldita ventana antes que me resfríe—. Por
llegar a tiempo.
Agita la mano como para decirme que no le dé importancia
antes de pulsar otros botones, y una música lenta resuena en el
espacio cerrado, llenándolo con un ritmo familiar; solía escuchar esta
canción todo el tiempo mientras preparaba mis exámenes en la
universidad.
—Oye, no importa lo que hayas hecho, todavía tienes derechos.
Mis cejas se fruncen ante esto, porque parece que quiere decir
que aunque haya matado a alguien, está bien que lo haya hecho.
Y no sé, quizás sea la verdad, pero no me parece normal
después de años en los que la gente me ha tratado peor que a la
suciedad bajo sus pies.
—Si tú lo dices.
Se ríe.
—Seamos francos, ¿de acuerdo? —Gira la cabeza hacia mí, sus
piscinas llenas de diversión mientras acelera un poco “el máximo de
su coche alcanza casi los ciento cuarenta”—. No me importa lo que
hayas hecho o dejado de hacer. Si Sara confía en ti lo su ciente como
para darte su habitación, no puedes ser mala en mi libro.
—¿Por qué confías en su instinto?
—Sí, mi hermana no es una santa e hizo algunas cagadas en su
vida. Pero ella nunca me pondría en peligro o algo peor. Sin
embargo, por encima de todo, es la con anza en su juicio. —Y ese es
el nal de la conversación por ahora, parece, porque sube el
volumen, la música se mezcla con el fuerte silbido del viento casi
arrojándonos en un espacio parecido al vacío.
Sin embargo, no puedo evitar pensar en las palabras que me
dijo con tanta facilidad.
Con anza.
Todo se reduce a eso, ¿no?
Si amas a alguien, confías en él.
Si la persona amada dice que no lo hizo… ¿no deberías al
menos darle el bene cio de la duda?
Sí, mucha gente se aprovecha de eso, haciendo actos horribles y
aun así haciendo sufrir a sus seres queridos por ello, presentando
una fachada que muestra su bondad, aunque sean personas
malvadas.
Pero en mi caso, mis seres queridos nunca tuvieron una razón
para no creer o con ar en mí.
Sin embargo, cada uno de ellos me traicionó.
Y en esto, incluso cuando recupere mi licencia médica… y
probablemente algunas de esas personas mostrarán remordimiento
—los conozco lo su ciente como para esperar eso—, nunca con aré
en ellos.
Destruyeron mi corazón una vez, y eso es una vergüenza para
ellos.
Pero si dejo que lo hagan de nuevo… será una vergüenza para
mí.

♦♦♦

Me sobresalto y abro los ojos de golpe cuando el auto se detiene


bruscamente, haciéndome rodar hacia delante, pero el cinturón de
seguridad me retiene.
—Ya hemos llegado —anuncia Rafe, apagando el auto y
echando un vistazo a la pequeña bolsa negra que tengo en el regazo
—. ¿Eso es todo lo que tienes?
Mis mejillas se calientan por la vergüenza, mis dedos se clavan
con dureza en el cuero, aunque no hay forma de escapar de la
verdad.
—Sí.
Tres años de prisión y una pequeña bolsa que contiene mis
cuadernos y mis documentos… todo lo demás fue destruido por
Sebastian en su furia.
—Eso es una mierda —es todo lo que dice Rafe antes de salir
del auto mientras lo sigo, haciendo una mueca de dolor por el
entumecimiento de mis piernas por haber estado sentada tanto
tiempo. Creo que me quedé dormida aproximadamente a una hora
de camino. Me estiro un poco mientras mis ojos evalúan la vista a mí
alrededor.
O la falta de ella, en realidad.
Estamos en un barrio mugriento. Lo adivino por los
repugnantes olores que otan en el aire de los edi cios de varios
pisos y ladrillos agrietados que nos rodean. Algunas pinturas de
gra tis, bastante bonitas a su manera, están manchadas en las
paredes, y veo gente sentada junto a las entradas, fumando porros y
bebiendo cerveza.
Varios perros y gatos callejeros deambulan por los alrededores
junto con niños que juegan en un parque infantil que ha visto días
mejores, a juzgar por el columpio roto y la arena sucia. Además, la
carretera que nos rodea debe estar llena de baches, ya que hay varios
agujeros en ella.
Desde el primer nivel, donde hay una ventana abierta, oigo un
fuerte grito femenino:
—¡Otra vez estás malgastando tu dinero! No gano su ciente
dinero para esta mierda.
—¡Cállate la boca, Marissa! —le grita alguien, y lo sigue un
fuerte golpe.
Rafe pone los ojos en blanco, moviendo los dedos mientras
caminamos en dirección al segundo edi cio de donde provienen los
gritos.
—Te acostumbrarás a la pareja de locos. Creo que discuten
todos los días.
—¿Y siguen juntos? —pregunto—. Debe ser amor verdadero.
Se ríe.
—Creo que me vas a gustar, Phoenix. —Pasamos junto a tres
hombres que juegan a las cartas y beben cerveza, y Rafe los saluda—.
¡Hola, chicos! Esta es Phoenix. Vivirá aquí a partir de ahora. —Me
miran brevemente y se encogen de hombros—. No se metan con ella.
—Rafe me arrastra por el codo al interior del edi cio. El aire se
congela en mis pulmones cuando el olor a cebolla y algo más
mezclado llena mis fosas nasales, haciéndome casi sentir arcadas.
Subimos las escaleras, y lo hago con cuidado, notando varios
escalones rotos en el camino. Me pregunto hasta qué punto es seguro
este edi cio, porque las paredes tiemblan con cada sacudida de aire.
Una vez que estamos en el quinto piso, un estrecho pasillo con
piso de madera se abre a innumerables puertas a ambos lados.
Una vez más, se oyen diferentes ruidos, desde llantos hasta
risas, pasando por gritos y maldiciones. Solo hay una bombilla en
todo el pasillo, que se enciende y se apaga, creando un ambiente
oscuro que en otro tiempo me habría puesto la piel de gallina.
Excepto que, en la cárcel, a veces no había luz, así que no me
importa.
Finalmente, llegamos al apartamento casi al otro extremo del
pasillo, y Rafe hace girar las cerraduras.
—No prestes atención al desorden. —Y entramos con él
encendiendo la luz, y mi mandíbula casi se cae al suelo.
Porque es imposible que no le preste atención a eso.
Lo primero que aparece a la vista es la pequeña sala de estar
conectada a la cocina por su mostrador en forma de nido, donde hay
innumerables cajas de comida repartidas entre él y la mesa de centro
del salón.
La ropa está esparcida por todo el sofá, el televisor tiene varias
manchas en la pantalla que parecen ketchup, y el fregadero está
lleno de platos sucios, aunque no tengo ni idea. Según la imagen que
se me presentó, parece que todo lo que hace es pedir comida para
llevar.
El zumbido del frigorí co resuena en el apartamento mientras
el olor a basura estropeada ota en el aire, haciendo que los olores
anteriores palidezcan en comparación.
Veo un pequeño pasillo que conduce a tres habitaciones más, y
Rafe lo explica antes que pueda preguntar.
—Una de ellas es un baño. —El pavor me invade al imaginar lo
que me encontraré allí si el tipo no se molesta en las otras partes de
su apartamento, y me envía una tímida sonrisa—. Siento mucho el
desorden. Acabo de tener los exámenes parciales, así que ya sabes.
¿Es un estudiante? Sara nunca mencionó eso sobre él. Lo único
que decía de su hermano era que era muy inteligente, y que si usara
su cerebro sabiamente, podría haber llegado a algún sitio.
Pero si estudia en la universidad, ¿a qué otros lugares quiere
que vaya?
—¿Qué carrera?
—Informática.
Me burlo de él.
—Así que eres un mago en lo que respecta a la tecnología.
La diversión y algo más aparecen en sus ojos, pero desaparecen
tan rápido que no tengo tiempo de captarlos.
—Se puede decir que sí. O aprendo a serlo.
—Buena suerte. —De repente me siento tan cansada que quiero
sentarme o tumbarme y no pensar en nada. Incluso en el desorden
que probablemente limpiaré dentro de poco porque soy una
maniática de los gérmenes y no podré funcionar alrededor de todo
esto.
Por no hablar del olor. La libertad no debería oler así.
—¿Dónde está mi habitación?
Se toca la frente antes de decir:
—Primera habitación. —Saca las llaves de su bolsillo sonando
ruidosamente y entregándomelas—. Sara tiene la norma que no
debo entrar en ella. No la he tocado, pero tiene sábanas limpias en el
segundo cajón y algo de ropa también. —Me escanea de pies a
cabeza, mordiéndose el labio inferior—. Creo que sois más o menos
de la misma talla.
Cierto.
Por muy humillante que sea, no tengo nada de ropa y, a menos
que tenga algo de dinero a mano, tendré que pedirle prestada alguna
de las suyas.
Gracias, Sara.
Me dirijo hacia ella, introduciendo la llave, cuando me llama:
—Phoenix. —Giro la cabeza hacia él mientras se apoya en el
mostrador, sin importarle que el ketchup le manche el codo—.
¿Tienes dinero?
¿Será eso un impedimento para el trato? Debería haber sabido
que cuando estuviera a punto de dormir un poco esto pasaría. Algo
siempre me lanza una bola curva como para recordarme que no hay
paz para mí.
—No.
Asiente, como si lo esperara.
—Ya que estás corta de dinero y no tienes ninguna mierda, ¿te
gustaría ser camarera?
—¿Camarera? —pregunto, un poco sorprendida con su
propuesta.
Se encoge de hombros.
—Este mes he conseguido otro trabajo como autónomo por
Internet y me pagarán más que como camarero, pero me imaginé
que te vendría bien un trabajo. He hablado con Herb, el dueño, y no
le importa. Siempre que sepas lo que estás haciendo.
—Lo sé —digo rápidamente, pensando que es casi demasiado
bueno para ser verdad, así que debería tomar la oferta con ambas
manos y aferrarme a ella—. Fui camarera en la universidad. —Entre
otras cosas, para poder pagar cosas.
Creo que en algún momento la gente me preguntaba si dormía,
ya que veían mi cara en la cafetería por la mañana y en el bar por la
noche.
Sonríe alegremente, dando una palmada.
—Entonces está decidido. Empezarás mañana.
Se da la vuelta y luego maldice en voz baja, arrancando un
pañuelo de papel de la caja y limpiándose el codo, pero se detiene
cuando le digo:
—Gracias. No tenías que hacer eso.
—Ah, cariño. ¿Cómo no iba a hacerlo? Todos necesitamos un
poco de ayuda a veces.
Al entrar en la habitación, cierro la puerta tras de mí y me
apoyo en ella mientras veo una cama, una cómoda y una mesa junto
con el armario colocado en ella; no es que esperara otra cosa de Sara.
Y en ese momento, me deslizo hasta el suelo, escondiendo la
cabeza entre las rodillas mientras las lágrimas corren por mis
mejillas; la única prueba que estoy viva.
Todos necesitamos un poco de ayuda a veces.
¿No es esa la verdad? Incluso si esta ayuda viene de extraños en
los que la mayoría del mundo nunca habrían con ado.
Tengo una segunda oportunidad en esta vida.
Y tengo la intención de utilizarla sabiamente, haciendo todo lo
posible para ayudar a atrapar al asesino en serie incorporando toda
la experiencia profesional que poseo.
Pero no porque quiera justicia por lo que me hicieron, aunque
eso también es importante.
No, quiero justicia por mi niña.
Mi pequeña que no sobrevivió a la indiferencia que esta
sociedad me demostró.

♦♦♦

Zac

El auto se detiene junto al oxidado edi cio, cuyas paredes están


tan agrietadas que es un milagro que aún no se haya derrumbado a
nuestros pies, y pulso el botón, permitiendo que la ventana se deslice
hacia abajo.
Toda mi atención se centra en la mujer que está en el balcón del
quinto piso, con su cabello oscuro ondeando en distintas direcciones
mientras toma aire una y otra vez, como si no pudiera llevar
su ciente aire fresco a sus pulmones.
Lleva una simple camisa blanca que probablemente no la
protege del aire frío, pero su risa resonando en la noche puede
atestiguar que no le importa.
Sus llamativos ojos marrones, manchados de dolor y tristeza
permanente, son invisibles para mí desde esta distancia, pero los he
memorizado a partir de innumerables videos y fotos que he visto de
ella.
¿Acaso su risa se re eja ahora en sus piscinas, lavando el dolor
que hice lo posible por in igirle?
¿O el cuchillo invisible que le clavé en el corazón hace tres años
y medio, cuando le quité a su hija, sigue manando sangre y
provocando su agonía?
—Jefe —dice James, mi conductor, y me mira por encima del
hombro—. Ya hemos llegado. ¿Debo esperarlo o…? —Echa una
mirada al lugar—, ¿o se va a quedar a pasar la noche?
Una risa divertida casi se desliza de mis labios ante la
implicación de sus palabras. ¿Cree que Phoenix es una de mis
innumerables mujeres que me ayudan a satisfacer mi necesidad de
sexo, que mi cuerpo anhela, pero mi corazón y mi alma permanecen
fríos en el proceso?
Quien dice que se puede sufrir en silencio tiene razón, pero ni
siquiera el sufrimiento puede apagar las necesidades básicas del
cuerpo humano.
Aunque la sorpresa de James es válida, ya que todas las mujeres
que adornan mi cama viven en una de las zonas más caras de Nueva
York, pertenecientes a la élite de Manha an. Algunas de ellas incluso
han mostrado sus rostros para diversas revistas debido a su fama.
Ninguna de ellas necesitaba a Zachary King para elevar sus
estatuas en la vida, pero todas querían que me convirtiera en algo
más que su compañero de cama a pesar que les dejara clara mi
postura en múltiples ocasiones.
El amor ocurre una vez en la vida, y yo ya he amado en esta
vida. Entonces, ¿qué sentido tiene empezar una relación con alguien
si no va a ir más allá? Que pérdida de tiempo para mí, pero sobre
todo para la mujer.
Extrañamente, ninguna de ellas compartía mis sentimientos y
me maldecía cada vez que la aventura terminaba, alegando que yo
era un idiota. Pero, de nuevo, no era nada que un poco de joyería
pudiera arreglar.
Hasta la próxima.
Nunca podré empezar una nueva relación en la que se espere
amor de mí.
James se aclara la garganta de nuevo, llamando mi atención y le
respondo:
—Vámonos a casa. —Él asiente con la cabeza y arrana el auto,
luego acelera mientras llega a la carretera principal, todo mientras
cientos de escenarios de cómo puedo encontrarme con Phoenix Hale
se reproducen en mi mente.
Y en cada uno de ellos, al nal de todo, me escupe a la cara y
me grita que la deje en paz, porque no puedo imaginar otra cosa.
Nunca querrá ayudarme, pero trabajar con ella es la única
manera de encontrar al verdadero asesino, porque su obsesión es
Phoenix. No necesito tener un pasado con asesinos en serie para
reconocer las señales.
Nuestras primeras veces son siempre tan importantes para
nosotros, ya que nos asientan en el camino que elegimos. Todavía
puedo saborear en mi lengua la victoria de mi primer negocio
internacional, ganando mi primer millón, recordando como la
emoción sacudía todo mi cuerpo, y como por n podía dictar lo que
sucedía en la empresa.
Principalmente, tenía el poder de vetar cada vez que papá
quería incluir a alguien en la junta directiva de la familia de su puta
esposa, a quien he logrado ignorar la mayor parte de mi vida adulta.
Ya han metido sus manos en el negocio familiar; después de
todo, papá los hizo accionistas, y para sus codiciosos culos, eso
debería ser su ciente.
Phoenix estará de mi lado de un modo u otro; no tendrá
elección, y no me importa utilizar lo que sea necesario para lograr
ese objetivo.
Mi teléfono suena en el bolsillo y lo saco, sonriendo, mientras lo
deslizo, sabiendo que es una videollamada. Una niña de tres años y
medio me mira con los ojos marrones de su madre y, extrañamente,
con mi cabello oscuro.
Me sonríe, los hoyuelos se muestran en sus mejillas mientras
me lanza un beso.
—¡Papá! —grita, riéndose—. ¡Te he llamado! —lo dice como si
fuera el mayor logro del planeta, y en cierto modo lo es.
Al n y al cabo, su niñera -y una de las mías en su día, Patience-
se encarga de todas las llamadas y esconde el teléfono de mi hija,
que tiene tendencia a llamarme en los momentos más inoportunos,
pero siempre contesto, hablando con ella hasta que se aburre.
Ella es lo más importante en esta vida para mí, y tiene prioridad
por encima de cualquier cosa o persona.
—Sí, lo hiciste. ¿Robaste el teléfono de Patience otra vez?
Apoya la barbilla en la mano y suspira profundamente.
—Yo no robo, papá. ¡Tomo prestado! —dice, frunciendo el ceño
un poco, pero luego se levanta de un salto, y veo que sus dedos se
mueven mucho y bloquean la cámara antes que vuelva a aparecer,
de pie a unos metros de la cámara y girando de un lado a otro. Su
tutú rosa rodea su cintura mientras agita los bordes—. ¡Mira mi
vestido, papá! —exclama, tragándose algunas de sus palabras ya que
su lenguaje aún no es muy claro—. ¡Ballet! —anuncia y luego vuelve
corriendo al teléfono, acercándose tanto que todo lo que veo son sus
fosas nasales—. Mañana empiezo, papá. ¿Vendrás? —pregunta y
luego vuelve a ajustar el teléfono, parpadeando con una súplica en
sus ojos, y mi corazón se aprieta dolorosamente aunque no debería.
Todo lo que mi hija quiere en esta vida, lo consigue.
Después de todo, es la princesa del castillo.
—Por supuesto. No me lo perdería, pequeña.
Me devuelve la sonrisa y abre la boca para decir algo más, y es
entonces cuando oigo a Patience jadear en la distancia con su voz
retumbante.
—¡Jovencita, no te escapas de mí y me robas el teléfono!
—¡Prestado! —la corrige y luego baja la voz, susurrando—:
Adiós, papá. Hasta mañana. —Y desconecta el teléfono antes que
Patience pueda verla con él.
Sin duda, lo encubrirá todo y actuará como si no lo hubiera
tocado, haciendo que la niñera se cuestione su cordura y el trabajo
que apenas aceptó. Se lo rogué, porque nunca podría con ar en
nadie más que en ella para vigilar al rayo de luz de mi vida.
A papá le encantaba extrañamente pasar tiempo con ella y
llevarla a varios lugares, a rmando que, como abuelo, era su deber
para con mi primogénito.
James se ríe desde el frente, captando mi mirada en el espejo.
—Va a ser un manojo de nervios cuando crezca.
Sí, lo será, y pienso estar a su lado pase lo que pase. Espero que
algún día, cuando tenga la edad su ciente para comprender el
alcance de la situación, mi hija pueda perdonarme por lo que he
hecho en el pasado.
Emmaline Katherine King.
Mi hija y la de Phoenix, por quien convoqué a los mejores
especialistas en pediatría del mundo para asegurar que sobreviviría,
y lo hizo a pesar que las probabilidades no estaban a su favor. Mi
chica es una luchadora.
Como su madre.
Si Phoenix no acude a mí en busca de justicia, lo hará por
nuestra hija, aunque me odie.
Imagino que ese odio se ampli cará por mil una vez que sepa la
verdad sobre Emmaline.
Nuestra hija.
Nuestra, porque que se joda Sebastian Hale por darles la
espalda; de todas formas no tiene derechos en lo que a ella se re ere,
a menos que busque una prueba de ADN, y eso nunca ocurrirá.
No si su madre está de mi lado.
No podrá reclamarlos, ni siquiera cuando ella sepa la verdad, y
no creo que Phoenix pueda perdonar nunca su traición.
Hasta que todo esto termine, Phoenix me pertenece, para
siempre bajo mi protección, una parte de mí.
Nadie me quita lo que me pertenece.
Especialmente no Sebastian Hale.
Capítulo 8
—Dicen que es posible amar y odiar a una persona al mismo tiempo.
Y creo que es cierto.
Incluso el amor verdadero puede convertirse en odio si la persona a la que
amas te arroja al pozo del in erno y nunca miró atrás.

Phoenix

Pho

Nueva York, Nueva York


Phoenix, 9 años

—Odio las matemáticas. Las odio, las odio, las odio. —murmuro en
voz baja, apoyando la pesada mochila en mi hombro, y reanudando mi paseo
por el barrio al atardecer, intentando caminar por la amplia acera bajo las
duras luces de la calle—. Debería haber dicho que no a la profesora Meghan.
En lugar de eso, acepté hacer una tarea extra en la escuela para subir
mi nota, porque necesitaba una puntuación perfecta para que la Sra.
Thomson rmará el formulario de permiso para que pudiera asistir a un
viaje escolar.
Pero ahora, vuelvo a casa más tarde de lo habitual, y durante el
invierno, está tan oscuro afuera que mis entrañas tiemblan de miedo, y
estoy constantemente vigilando mi espalda, con una pesada piedra en la
mano por si alguien viene hacia mí.
Levanto más la bufanda para bloquear el duro viento y casi respiro
aliviada cuando veo el viejo parque infantil iluminado por la luz de la calle.
Pasando por este estrecho camino, me ahorraré diez minutos y llegaré
a casa justo a tiempo para la cena sin que la Sra. Thomson se queje por ello.
Veo una gura a lo lejos y detengo mis movimientos, sorprendida que
haya alguien, y entonces acelero el paso, dispuesta a huir. Pero entonces
vuelvo a mirar, y mis ojos se abren de par en par cuando reconozco al chico
de hace dos años de pie en el paseo de cemento, con un abrigo negro que casi
se lo traga entero y un traje negro, sus zapatos brillando bajo la luz.
Me vuelvo hacia él y levanta la mirada hacia mí.
—El nombre está aquí. —Solo entonces me doy cuenta que está
mirando la palabra escrita en él, y asiento con la cabeza, decidiendo
mantenerme para mí que escribo el nombre de vez en cuando cada vez que lo
veo desaparecer.
Los ojos del niño siempre me han perseguido, y pensé que se pondría
triste si alguna vez volvía aquí y no veía el nombre de su madre en él.
—Al menos ella vive aquí —dice antes de acercarse a mí, y doy un
respingo cuando una fuerte ráfaga de viento me hace retroceder unos pasos.
Si no fuera porque su mano me atrapa el codo, probablemente me habría
caído de espaldas—. Y tú sigues aquí.
Le sonrío, ajustándome mejor el gorro en la cabeza, y suspiro cuando
el frío ya no se ltra en mis oídos.
—Vuelvo de la escuela.
Su ceja se levanta.
—¿A esta hora?
—Clase extra para terminar el examen. —Decido no molestarlo con
mi vida, porque no parece interesarle y, además, es muy incómodo hablar
con él ahora mismo.
Es guapo, y mis mejillas se encienden, pensando que ninguno de los
chicos de la escuela puede compararse con él.
—¿Qué haces aquí? —Es imposible que viva en este barrio, y al echar
un vistazo a la carretera, veo a James esperándolo junto al auto.
—Mi madre murió hace dos años. —Parpadeo, mientras la tristeza me
invade, junto con el dolor por él—. Vine a despedirme de ella.
—¿Adiós? —Esta debe ser una de las conversaciones más extrañas
que he tenido, pero lo absorbo todo, sin importarme nada.
El chico y nuestro anterior encuentro siguen siendo una de las mejores
aventuras para mí, y es el único que me ha mostrado amabilidad, así que ni
siquiera me importa perderme la cena para escuchar sus pensamientos.
—Me voy a estudiar al extranjero hasta que termine la carrera. —Mis
cejas se fruncen, y él debe haberlo notado, porque me da un golpecito con el
dedo en el puente de la nariz—. Papá no soporta que odie a su mujer y a sus
nuevos hijos.
—Entonces, ¿te envía lejos? —No puedo imaginar cómo debe doler
eso; Cada vez que los padres de varios hogares de acogida me daban la
espalda, me ponía a llorar y me dolía tanto que ni siquiera me daba hambre.
¿Pero su propio padre no lo quiere? ¿Cómo es posible?
—Mejor yo que ella, supongo. ¿O debería decir ellos? —Se encoge de
hombros—. No importa. —Mira por última vez el nombre en el pavimento
y se marcha hacia su conductor mientras los copos de nieve empiezan a caer
sobre nosotros rápidamente, y yo suelto una risita, abriendo los brazos.
—¡Dios mío, está nevando! —exclamo, olvidándome
momentáneamente del chico mientras salto en alto y doy vueltas, tratando
de atrapar todos los copos de nieve—. ¡Nevando! —Casi nunca nieva antes
de Navidad, y estoy dispuesta a gritar a los cuatro vientos mi alegría por
ello.
Abro la boca para atrapar algunos de ellos en mi lengua y solo
entonces veo como el chico todavía me mira jamente, sus ojos verdes me
estudian durante tanto tiempo que me sonrojo un poco pero espero que no lo
vea, porque, ¿qué estúpido sería eso?
—Disfrutas de las cosas más simples —susurra antes de señalarme
con el dedo. Frunciendo el ceño, me acerco y luego parpadeo sorprendida
cuando él alcanza mi mochila, la abre y saca un cuaderno y un bolígrafo—.
Probablemente me voy a arrepentir, pero aquí está mi dirección. Escríbeme
si quieres.
¿Como ser amigos por correspondencia?
Mi mejor amiga, Paloma, tiene uno en París. Lo conoció cuando se fue
de vacaciones con sus padres, y dice que desde entonces intercambian
cartas.
¿Cómo de genial es eso?
Lo deja todo dentro y se dispone a salir corriendo cuando grito:
—Espera. —Se detiene, mirando por encima del hombro, y yo arranco
rápidamente parte del papel, garabateo mi dirección en él, pero en lugar de
mi nombre real, pongo otro.
Se lo doy y él lo agarra, lo dobla y se lo mete en el bolsillo del abrigo.
—Esto es rarísimo —es todo lo que comenta al respecto—. Pero ya que
mantienes el nombre de mi madre, te debo una. —No entiendo lo que quiere
decir con eso, pero no tengo la oportunidad de preguntar, ya que casi corre
hacia el auto y se mete dentro con una última mirada hacia mí.
Y después de eso, se marcha mientras la nieve sigue cayendo sobre mí
y yo me pregunto qué acaba de pasar.
Durante todo el camino a casa, pienso en este encuentro y en cómo me
dio su dirección en el nuevo lugar.
Al llegar rápidamente a casa, me lavo las manos y ceno antes de
limpiar la cocina y solo entonces compruebo lo que me ha escrito.
Principalmente su nombre, porque tengo curiosidad por saber cual es.
Zach.
Sonrío cuando aprieto el cuaderno contra mi pecho y suspiro,
prometiéndome guardar este secreto y no dejar que nadie se aproveche de él.
Mi primer amigo por correspondencia.
¿Y quién sabe?
Quizás con el tiempo, Zach se convierta en uno de mis mejores amigos
y nos volvamos a encontrar.

Pho
—¡Hey guapa! —grita un hombre, arrastrando las palabras
mientras se apoya en la barra y mueve el vaso vacío en la mano. —
¡Otro para mí y mis amigos! —Sus alegres amigos están detrás de él,
sentados en una mesa redonda en la esquina.
—Claro —respondo y alcanzo la botella de tequila, colocando
cinco vasos pequeños en una bandeja, y los lleno rápidamente antes
de poner un trozo de lima en los bordes junto con la sal—. Aquí
tienes. —Miro alrededor del local pero no encuentro a Tracy, la otra
camarera, para que me ayude. Estoy a punto de recogerlo yo misma
(lo último que necesito en el primer día de mi nuevo trabajo es un
cliente que derrame su bebida) cuando me aparta las manos,
dispuesto a agarrarlo él mismo.
Justo en ese momento, su amigo de atrás se levanta y se lo
arrebata, dirigiéndose al borracho. —O lo llevo yo o lo tiras tú.
El tipo le sonríe y luego me mira antes de buscar su cartera y
colocar un billete de cien dólares sobre el mostrador.
—Quédate con el cambio. —Con esto, se aleja entre los ruidosos
cánticos de los universitarios que están a punto de emborracharse.
Seguro que tampoco será la última vez que pidan algo.
Aun así, la propina está bien, y si me tienen que llamar guapa
por eso… que así sea. En las circunstancias actuales, no puedo ser
exigente.
Limpio el mostrador con la toalla, preguntándome cuántos
clientes más tendremos esta noche. A juzgar por la hora temprana,
solo las diez de la noche, y por lo lleno que está el local, espero que
haya muchos clientes.
Cuantos más sean, mejor; quizás así pueda comprar ropa barata
y no usar la que llevaba Sara. La quiero mucho, pero su vaquero
negro ajustado junto con las camisetas de tirantes que apenas evitan
que se me salgan los pechos y la chaqueta de cuero que cuelga
dentro de la sala de personal no me convencen.
Después que Rafe me trajera a casa, dormí diez horas seguidas
y me desperté tarde. Encontré algo de comida en la nevera con mi
nombre y una nota de Rafe para que comiera lo que quisiera pero
que no me olvidara del trabajo. Dejó la dirección y el número con las
indicaciones para llegar, a rmando que volvería en unos días.
Por suerte, mi viejo móvil todavía funciona, así que cuando
consiga una nueva tarjeta sim, al menos podré tener acceso a Internet
y a otra información.
Limpié la casa, me di una larga ducha, disfrutando del agua
caliente por primera vez en un tiempo sin preocuparme que alguien
pudiera mirarme o atacarme en cualquier momento.
También me dediqué a estudiar mi re ejo en el espejo,
jándome en las furiosas cicatrices y la piel arrugada. Las de la cara
se desvanecieron en pocos años, tengo que agradecérselo al cirujano.
Mi cabello castaño ha visto días mejores, con las puntas abiertas y el
color apagado; por no mencionar que mi cuerpo está más delgado.
Decidí ignorar mi aspecto, porque a quien le importa una
mierda, volví a la cama y me desperté a tiempo para venir aquí.
Resultó que el bar estaba a solo veinte minutos a pie del edi cio de
apartamentos.
Herb me recibió amablemente sin hacer ninguna pregunta. Solo
quería ver mis habilidades como camarera, y satisfecho con ellas, me
dijo que dejara mis cosas en la sala de personal, me presentó al
equipo y me preguntó cuántos días a la semana quería trabajar.
Por supuesto, todos los días, y conseguí un trabajo jo por
ahora. Y si las propinas siguen llegando más la tarifa por hora,
entonces debería tener su ciente para comida y ropa.
Hasta que pueda enderezar mi vida, claro.
Tracy entra corriendo por la puerta trasera, jadeando y
ajustándose el delantal en la cintura mientras pregunta en voz baja:
—¿Me has echado de menos? —Mis cejas se fruncen ante esto
mientras se recoge el cabello en una cola—. Como si me hubieras
buscado.
—Solo en una mesa, pero luego ellos mismos se llevaron la
bandeja.
Hace una mueca de dolor y mira a su alrededor antes de
inclinarse más cerca para susurrar:
—¿Ha visto Herb eso?
—No. No estoy segura de dónde está. —El hombre
generalmente daba una actitud de no joder con sus anchos hombros,
fornidos brazos y ropa de cuero.
Cerró la puerta de su despacho hace horas y se limitó a ladrar
para que moviéramos el culo, porque el bar no iba a funcionar solo.
Suspira aliviada, sonriendo.
—Gracias a Dios. Seguro que me habría hecho polvo por esos
pocos minutos. —Antes que pueda comentarlo, oímos tintinear el
timbre de la puerta y ella sale corriendo, lanzando por encima del
hombro—: Clientes.
Asiento, y entonces el tipo que ha agarrado la bandeja vuelve,
mostrándome una sonrisa.
—¿Puedo tomar una cerveza?
—Claro —digo, y me dirijo al grifo para traerle una en un vaso,
pero él niega con la cabeza.
—Quiero una en botella, por favor. —Señala la nevera, y hago
lo que me dice, dándome la vuelta y cogiéndola de la nevera, cuando
oigo al tipo murmurar—: Oye, tio, yo estaba aquí de pie.
—Ahora no lo estás. Muévete. —La voz profunda y ronca,
cargada de acero y poder, me congela. La botella y el vaso que tengo
en las manos chocan entre sí mientras el recuerdo de esa voz
parpadea en mi mente, como retazos de una película de terror que
nunca puedes olvidar por mucho que desees no haberla visto nunca.
No pasará un día sin que te arrepientas de lo que hiciste. La prisión es
solo el comienzo, Phoenix.
El hombre que me ha perseguido desde el principio de mi
pesadilla, que no me deja ir incluso cuando todo el mundo sabe que
no maté a su mujer.
Probablemente debería haber esperado que viniera por mí. Sin
embargo, por alguna estúpida razón, la ingenua de mí pensó que
transferiría su furia hacia el sospechoso. En psicología criminal, así
es como se llama a los asesinos desconocidos hasta que la policía los
encuentra. Ponerles apodos es un error, ya que alimenta su ego
psicopático, dando más importancia en su mente a los horrendos
actos que realizan.
—Señorita, ¿mi cerveza? —me llama el tipo, sacándome del
pasado y situándome en el presente.
Y en el presente, no soy culpable del crimen que este hombre ha
puesto sobre mí y ya no soportaré su abuso ni me esconderé de él.
Atrás quedaron los malditos días en los que bajaba la mirada
cada vez que él clavaba su mirada en la mía, casi retándome a
defenderme.
Con una bocanada de aire, me doy la vuelta y me encuentro
cara a cara con los ojos verdes más profundos que jamás he visto en
un hombre. Como esmeraldas puras y millonarias, están llenos de
curiosidad y de algo más que el hombre pre ere mantener oculto.
Su cabello oscuro cae debajo de sus orejas, brillando bajo la
dura luz de la barra, y su piel está bronceada. Lleva una chaqueta de
cuero negra y probablemente un vaquero a juego.
Un hombre de su calibre es lo su cientemente rico como para
tenerlo todo de primera, hasta los malditos calcetines.
Es musculoso, pero no parece que vaya a romper las costuras de
su ropa. Una cadena cuelga alrededor de su cuello, la punta de ella
debajo de su camiseta blanca, insinuando debajo un abdomen fuerte
y de nido.
Zachary King podría considerarse probablemente el hombre
más guapo que he visto nunca con la energía dominante y poderosa
arremolinándose a su alrededor, lo que indica que nada en su vida
sucede sin su permiso.
Y si sucede… se paga caro. Mi vida es testimonio de ello.
Ignorando sus indiscretos ojos, sonrío al cliente y le doy la
cerveza. Mira a Zachary por última vez antes de volver con sus
amigos.
—Quiero un vaso de whisky con hielo —me dice. Sin decir
nada, busco un vaso, dejo caer hielo en él y sirvo whisky antes de
deslizarlo hacia él—. Gracias, Phoenix. —El sonido de mi nombre en
sus labios me pone la piel de gallina, y aprieto con fuerza el
mostrador debajo de mí, con las uñas arañando la super cie para no
hacer algo estúpido como escupirle a la cara o mandarlo al in erno.
No me costará este trabajo, y apuesto a que desearía poder
hacerlo. ¿Cree que aparecer aquí me hará perder la compostura para
poder arruinar aún más mi vida?
—Ignorarme no ayudará. No me iré —dice, dando un sorbo a
su bebida mientras limpio la encimera. Me concentro en mi
respiración para que no me tiemblen las manos. No quiero que vea
cuánto me afecta esto.
Cuánta rabia y miedo llenan cada uno de mis huesos, las únicas
emociones que él me inspira.
—Phoenix, mírame. —Sigo limpiando, colocando la botella de
whisky en su sitio, y él vuelve a ordenar, con la voz más profunda—.
Mírame, maldita sea.
Deteniendo mis movimientos, alzo los ojos para que nuestras
miradas coincidan, la suya desa ante y la mía indiferente, porque
que se joda si cree que va a saber lo que siento.
En cuanto lo sepa, lo utilizará en mi contra, porque así es como
actúan los hombres poderosos como él cuando quieren algo que tu
tienes.
Encuentra tu debilidad y envía una echa directa a ella,
matándote de un solo golpe.
—Hablar contigo no forma parte integrante de mi trabajo. Así
que, a menos que quieras otra copa, no existes para mí —le informo,
dispuesta a darme la vuelta para ocuparme de la mesa detrás de mí,
antes que aparezca alguien más, pero se ríe, y el sonido me produce
escalofríos.
—Muy bien. —Termina su bebida de un trago y deja el vaso
sobre la barra, haciéndolo sonar—. Quiero otra copa, Phoenix.
Conteniendo el grito de frustración que llevo dentro, envuelvo
mis manos alrededor de la botella de whisky y le sirvo otra justo a
tiempo con el tintineo de la puerta, lo que indica que alguien más ha
entrado.
Justo a tiempo, Tracy se acerca corriendo, abanicándose, y me
susurra:
—Otro bombón acaba de entrar. Dios mío, es hermoso al estilo
de chico de traje.
¿Chico de traje?
No estoy segura que Zach la haya oído, pero probablemente lo
haya hecho ya que su boca se curva en una sonrisa. Giro la cabeza
hacia el recién llegado, preguntándome quién la tiene tan débil de
rodillas.
O esa es la excusa que me doy, para no tener que mirar la cara
de Zachary y contenerme para no darle un puñetazo.
Pero la botella en mis manos se desliza entre mis dedos,
golpeando contra la encimera y derramando el whisky por todas
partes. Veo a un hombre de cabello rubio con los ojos azules más
hermosos que solían mirarme con amor.
Y ahora brillan intensamente de remordimiento mientras me
mira, majestuoso y guapo con su traje negro, sentándole como un
guante, y su piel con varios tatuajes ocultos detrás de ese perfecto
traje. Esta es la persona que muestra al mundo.
Lleva el cabello corto, apenas le llega a la punta de las orejas, y
noto cómo se ha vuelto más guapo con el paso de los años.
Debe ser feliz para dar esa sensación. Me pregunto por qué.
Imagino que un nuevo interés amoroso haría eso a un hombre.
El corazón dentro de mi pecho se contrae, apretándose tanto
por un segundo que no sé cómo respirar. Nos miramos jamente, el
mundo exterior desaparece por un momento como un borrón,
haciendo que parezca que somos las únicas personas en él.
Me recuerda el tiempo en que amaba a este hombre y lo era
todo para mí.
—Te amo, Phoenix —susurra Sebastian contra mi frente antes de
depositar un suave beso en ella y luego dejarse caer de rodillas, justo en la
arena, y con los sonidos lejanos del océano golpeando contra las rocas de
fondo—. No puedo imaginarme vivir en un mundo sin ti. —Saca una caja
de terciopelo del bolsillo y la abre, con el diamante brillando al sol, y jadeo
—. ¿Quieres casarte conmigo y pasar el resto de tu vida conmigo? —me
pregunta, y yo asiento con la cabeza, con lágrimas en los ojos que se
transforman en risas cuando se levanta y me abraza, dándonos vueltas, y
nalmente deteniéndose.
Me inclino hacia atrás, le acaricio la cabeza y le digo:
—Te amo, Sebastian. Sí, mil veces sí. —Nuestras bocas se conectan
con un beso mientras pienso que es posible morir de felicidad.
—Phoenix —me llama Zachary, arrancándome de mi pasado, y
lo miro, su boca forma una línea plana mientras algo desconocido
destella en sus ojos.
Diría que es posesividad, pero eso es ridículo, ¿verdad?
Me alejo del mostrador, sin importarme el líquido que se
derrama en el suelo ahora, mientras intento entender qué está
pasando.
De alguna manera, en mi primer día de trabajo, me veo
atrapada entre el pasado y el presente, el ex marido y mi peor
enemigo.
O más bien…
Me veo atrapada entre dos hombres.
Uno a quien prometí amar hasta mi último aliento, creando una
vida juntos donde ninguna di cultad hubiera sido capaz de
arrebatármelo.
Al otro prometí odiar hasta mi último aliento, sin olvidar nunca
lo que me ha hecho, ya que mi cuerpo y el dolor de mi pecho me lo
recuerdan constantemente.
Dos hombres.
Dos emociones diferentes.
Y entre estos dos hombres, tengo que encontrar una solución y
un punto medio para eliminarlos de mi vida de una vez por todas.
Porque ambos me han destruido una vez, despojándome de
todo hasta el punto que casi creí que había matado a Angelica King.
Me hicieron creer que era una asesina.
Y por eso… por eso, nunca los perdonaré.
Nunca.
Capítulo 9
—El pasado y el futuro pueden chocar de tal manera que sacudan el
presente de alguien.

~Phoenix

De la historia de las cartas de Phoenix y Zach…

Querido Zach,
¿Cómo estás?
He estado pensando en la forma de empezar mi carta para ti. La escribí
y luego doblé el papel solo para conseguir uno nuevo y empezar de nuevo.
Todos los comienzos parecían tan poco convincentes… y este probablemente
no sea mejor, pero supongo que tengo que empezar por algún sitio, ¿no?
Soy la chica que conociste en el patio de recreo, P. No estoy segura que
te acuerdes de mí (ha pasado un año desde la última vez que me viste).
Probablemente no, porque nunca me escribiste una carta.
Pero… Hoy ha ocurrido algo extraordinario. Y aunque suene triste,
no tenía a nadie más con quien compartir esta información, salvo contigo.
Soy una de las mejores alumnas de mi clase, y cuando digo la mejor…
me re ero a que entiendo todas las asignaturas, y se me hace aburrido estar
sentada y escuchar todas las explicaciones. De hecho, encontré el libro para
los grados superiores y no pude evitar amar todas las ecuaciones de
química. (Sigo odiando las matemáticas, pero en mi defensa, hasta la
asignatura que me disgusta me resulta fácil. Ese sobresaliente que saqué
una vez fue un accidente. Estaba distraída).
Por no hablar que tienen tantas cosas interesantes sobre biología, a
diferencia del libro de 4º. La información allí es tan sencilla que no sé cómo
la clase no la entiende y necesita escuchar al profesor una y otra vez.
La directora Eva me vio sacar a escondidas un libro de la biblioteca
sobre física cuántica hace dos semanas y me llamó a su despacho,
preguntándome por qué lo había hecho.
Así que le conté (por supuesto de una manera diferente de la que te
estoy contando. No estoy segura que le hubiera gustado que hablara tan mal
de su escuela), y me hizo hacer un examen.
Y hoy han llegado los resultados.
Aparentemente, soy súper inteligente. Han utilizado el término “niño
genio”, y eso signi ca que han tenido que adelantarme unos cuantos cursos.
Así terminaré la escuela a los quince años, ¿y sabes qué es lo más increíble
de todo esto que no podía esperar para compartirlo contigo?
Que podré salir de esta casa a los quince años para ir a la universidad,
porque el director ha dicho que no tendré problemas para conseguir becas si
todo va bien.
¿Te imaginas lo feliz que estaba? ¿Lo feliz que soy?
Las palabras no bastan para describirlo.
La Sra. Thomson (mi madre adoptiva) se burló, por supuesto, de ser
solo una entre miles de niños inteligentes y que no me hiciera ilusiones.
Incluso bromeó con que podría quedarme embarazada y entonces todos mis
sueños se irían por el sumidero.
Como ewww… Ni siquiera me gustan los chicos (solo me jo en si son
guapos) ¿Por qué diría algo así?
De todos modos, espero que lo estés pasando muy bien en Italia (creo
que ahí es donde estás, basándome en tu dirección, y me encantaría visitar
el país algún día, por cierto. Las fotos que he visto en internet son tan
bonitas, ¡además de la comida!) y no te importe leer esta carta.
O tal vez ni siquiera te llegue, o la tires a la basura. No estoy segura
que alguien escriba cartas de verdad hoy en día. Los correos electrónicos son
la moda, pero encuentro esta idea extrañamente emocionante.
Bueno, ya he terminado con mis divagaciones, y voy a enviar
rápidamente esta carta antes de cambiar de opinión y empezar una nueva.
Mis mejores deseos,
P.

Dos meses después

P,
Felicidades. La puta escuela es una mierda, y me alegro que salgas de
ella y de la extraña casa más rápido.
Italia es hermosa, pero, ¿lo curioso de los viajes? Toda la belleza se
desvanece si lo único que quieres es volver a casa. Pero no puedes porque tu
padre más querido te lo prohíbe, y no tienes nada que decir sobre lo que
ocurre en tu vida.
A estas alturas, probablemente suene como un imbécil amargado, pero
supongo que puedo decirlo ya que estamos compartiendo.
Aunque así es la vida. La gente nunca está satisfecha con lo que tiene.
Quieren lo que no tienen, y eso les hace sentirse miserables.
Puedes escribirme si quieres, pero no esperes siempre una respuesta.
Simplemente no estoy conectado de esta manera. Aunque probablemente sea
lo más ridículo que haya hecho en mi vida.
Dicho esto, encontrarás un pequeño regalo dentro del sobre. Es una
pulsera hecha con las piedras que encontré en las calles de Roma. Me la hizo
un profesional genial y le añadió una piedra más, justo en el centro, llamada
citrina. Trae suerte a los que la llevan. Oculta por las piedras normales,
nadie intentará quitártela ni pensará que es valiosa. Cuando tengas dudas,
mira la piedra y piensa en tus sueños,
O al menos eso es lo que decía mi madre.
Espero que te guste, y una vez más felicidades por el logro.
Un saludo,
Zach
P.D. A la mierda lo que dice la Sra. Thomson. La gente amargada
siempre escupe tonterías a aquellos en los que ven potencial. Estudia mucho
y lárgate de ahí. La vida es demasiado corta para escuchar a nadie.
Incluso a mí.

Pho

El corazón me late tan rápido en el pecho que casi lo siento en


la garganta, y hay un zumbido en mis oídos que, por un segundo,
arroja una niebla sobre mi visión, mientras sus rostros y sus palabras
forman un eco de hace mucho tiempo en mi mente, uno tras otro.
Y todo el dolor del pasado me atraviesa de nuevo, alimentando
mi sangre con su veneno, y vuelvo a estar en el lugar donde estaba
hace casi cuatro años.
Sin esperanza, culpable, indeseada.
—Sebastian, por favor, por favor. Escúchame —le ruego, agarrando
su codo mientras mete sus cosas en una maleta, ajeno a mis ruegos.
Me aparta el brazo, empujándome en el proceso, y caigo al suelo,
gritando de dolor cuando caigo de costado. Pero el hombre que una vez
frunció el ceño ante un pequeño moretón en mi cuerpo ni siquiera me dedica
una mirada.
Ni siquiera se detiene en lo que está haciendo.
En cambio, cierra su maleta y se dirige hacia la puerta. Olvidando mi
dignidad, envuelvo mis manos alrededor de su pierna, deteniendo sus
movimientos.
—No es cierto, Sebastian. No bebí. ¡No lo hice!
Su risa amarga rebota en las paredes mientras se vuelve hacia mí y se
enfurece, apartándome de una patada de su pierna.
—Te creí. Te creí cuando me dijiste que no lo habías hecho. Pero los
resultados no mienten. Estabas borracha. Estabas borracha y luego
condujiste ese puto auto contra esa pobre mujer y la mataste.
Sacudo la cabeza, las lágrimas caen rápidamente por mis mejillas
mientras sigo aferrándome a él a pesar del dolor físico e interno. Con cada
palabra, me rompe el corazón en pedacitos, pero no puedo dejar que se vaya.
Porque si lo hace, será nuestro n.
El n de este matrimonio.
El n de la relación con la única persona que me ha amado.
—Yo no lo hice. No bebí. No pude, porque estoy…
—Cierra la boca, Phoenix. No quiero escuchar lo que quieras decir. No
soporto mirarte ni siquiera escuchar tu voz. Me casé no solo con una
asesina sino con una mentirosa. Nunca te perdonaré por esto. ¿Me oyes,
Phoenix? ¡Nunca! —grita la última parte y vuelve a dar una patada, y esta
vez caigo de culo, acunando mi estómago y sin intentar detenerlo más.
Nunca lo había visto tan furioso… tan inalcanzable… tan frío hacia
mí. Y nunca haré nada que ponga en peligro al bebé.
El bebé del que intenté hablarle tantas veces, pero no me escucha, no
me deja terminar mis frases. Incluso le mandé un mensaje cuando salió de
la casa una vez que llegaron los informes.
Pero nunca contestó, así que o bien borró mi mensaje sin leerlo o
simplemente bloqueó mi número.
Probablemente ambas cosas.
Recoge su maleta y se apresura a salir por la puerta. Escucho el fuerte
golpeteo de sus zapatos de piel en las escaleras antes que camine un poco
más y llegue a la puerta principal.
La cierra de golpe, empleando tanta fuerza que tiemblan las paredes
por la intensidad, mientras yo continúo sentada en el suelo con las lágrimas
a or de piel mientras el dolor insoportable se mezcla con la decepción y la
rabia. Estoy destrozada por dentro.
—No, Sebastian —susurro, acariciando la barriga y esperando que mi
pequeño esté bien ahí adentro a pesar que papá no quiere ni siquiera
escucharme lo su ciente como para saber del embarazo—. Soy yo quien
nunca te perdonará.
—¿Qué diablos está pasando aquí? —La voz de Herb me hace
saltar en mi lugar, sacándome del ashback, mientras se acerca, sus
ojos vagando sobre el mostrador con whisky derramado—. Phoenix,
¿tu primer día de trabajo y ya desperdiciaste una botella de whisky
por nada? —Su voz se mantiene tranquila, sin embargo, detecto
rastros de ira que mantiene silenciados, probablemente debido a que
los dos clientes nos observan de cerca.
Tracy murmura:
—Oh, mierda. —Pero luego sonríe alegremente y se interpone
entre nosotros, diciendo rápidamente—. No es su culpa, Herb. Ya
ves… —empieza, pero la mano levantada de él la interrumpe.
Señala la mesa de la esquina izquierda, donde están sentadas
unas cuantas mujeres que nos saludan y dan golpecitos a sus
botellas de cerveza, indicando que quieren otra orden de ellas.
—Ocúpate de ellas. No inter eras.
Tracy me lanza una mirada preocupada y de disculpa, pero
asiente y se lanza en dirección a los clientes.
Me quedo quieta, dispuesta a oír cómo me reprende delante de
los dos hombres que más desprecio me producen.
Y pensé que esto era un nuevo comienzo, ¿una segunda
oportunidad?
De hecho, el destino tiene un sentido del humor retorcido si
esto es lo que ofrece después de sacarme de la cárcel. Tal vez debería
haberme encerrado en ese apartamento y utilizar la ayuda que me
ofreció Lydia, aunque fuera de forma cobarde.
Sin embargo, parpadeo sorprendida cuando Herb se dirige a los
hombres en lugar de a mí.
—¿Están aquí para traer problemas? ¿Por qué se le cayó la
botella de whisky a mi camarera?
En realidad, ¿está… defendiéndome?
Sebastian abre la boca para responder, pero Zachary se le
adelanta, terminando su bebida y colocando el vaso de nuevo en el
mostrador, trazando el borde del mismo con el dedo.
—Me temo que es mi culpa. He pedido que me rellenen el vaso
u lo golpeé demasiado fuerte. Pagaré la botella y dejaré una generosa
propina.
Herb mantiene su mirada durante un segundo y luego asiente,
revisa a Sebastian de pies a cabeza y luego se inclina hacia mí,
susurrando en mi oído:
—Si esos dos empiezan a dar problemas, avísame. Puedo
pedirle a Elvin que se encargue de ellos mientras están aquí. —
Según Tracy, Elvin es un tipo musculoso que Herb tiene cerca por si
hay una pelea en el bar, y que su enorme físico es lo su cientemente
intimidante como para que todos se detengan. Eché un vistazo
rápido al tipo; sus venas prácticamente salían de sus manos y cuello.
—Gracias —digo, y él me sonríe suavemente, me aprieta el
hombro y se marcha en dirección a su despacho.
Bueno, al menos mi jefe es un tipo decente que no me despedirá
por esto. Tengo que apreciar las pequeñas victorias que me da la
vida.
Utilizo el paño y las toallas de papel, limpiando el líquido e
intento no estremecerme ante el fuerte olor a alcohol, y casi me sale
una urticaria cuando siento dos pares de ojo mirándome jamente
con expectación. La tensión aumenta con cada segundo que pasa, y
no se me escapa la animosidad transmitida entre ellos hace unos
minutos.
Por la razón que sea, esos dos probablemente no son amigos a
pesar que Sebastian está de su parte. Lo cual, ¿no debería ser raro? Si
es su abogado —Lydia lo mencionó de pasada mientras hablaba de
mis activos perdidos—, Zachary debe con ar en él lo su ciente
como para ocuparse de sus asuntos legales.
Aparentemente no lo su ciente como para agradarle.
Tal vez sea una de esas personas que pre ere tener a sus
enemigos más cerca, vigilándolos, ¿y por eso está aquí ahora?
—Phoenix —habla por n Sebastian, y su voz tiene casi un
efecto hiriente sobre mí, atravesando mi piel como el más a lado de
los cuchillos, sacándome sangre gota a gota.
Si se lo permito, no quedará nada de mí.
Pero ignorarlos y actuar como si fueran unos simples habituales
no servirá de nada, no con los dos aquí juntos y queriendo Dios sabe
qué.
—No tengo nada que decirles. Así que, a no ser que quieran
una copa, por favor váyanse. —Me doy la mano mentalmente por
mantener mi voz fría e indiferente, por no mostrarles la agitación
que su presencia despierta en mi interior.
—Tenemos que hablar —dice mi ex marido, y no puedo
evitarlo; una risa vacía se desliza por mis labios, resonando entre
nosotros. Me contengo lo su ciente como para no estallar en
carcajadas.
Una risa que trae miseria en lugar de felicidad.
—Es curioso, antes lo único que quería era hablar contigo.
¿Cuántas veces me escuchaste, Sebastian? —Levanto la mirada hacia
él y veo que la agonía brilla en sus ojos, que sus nudillos se vuelven
blancos por la fuerza con la que se agarra al borde del mostrador,
que su pulso late desbocado en su cuello.
El remordimiento está escrito en sus rasgos, pero extrañamente
no despierta nada en mí.
Tal vez porque todas las partes de mí que solían sentir
compasión o piedad murieron cuando me desangré en el suelo de la
prisión al romper aguas.
La muerte de un hijo puede hacer eso a una mujer.
—Phoenix, por favor.
—Por favor, vete —repito, ignorando la súplica en su voz y la
pequeña parte de mí que anhela escuchar sus disculpas. Ansiando
oirle decir que se equivocó y que nunca debió abandonarme como lo
hizo.
Lo he imaginado tantas veces a lo largo de los años, he soñado
que el mundo encontraría una explicación mágica a esta locura y me
concedería la libertad mientras todos se sentirían como una mierda
por haberme ensuciado.
Tanto en mis sueños como en mis pesadillas, la alegría me
recorría todo el tiempo… junto con el orgullo y la satisfacción.
¿Pero ahora?
Solo la tristeza está presente junto con la molestia, porque no
puedo soportar mirarlo sin pensar en lo tonta que fuí por amar a este
hombre hace mucho tiempo.
Amar a alguien en general, realmente. La vida en la casa de
acogida debería haberme enseñado a no con ar nunca en nadie más
que en mí. Entonces me habría ahorrado muchas cosas.
Vive y aprende.
—La dama no quiere hablar contigo, Hale. Así que lárgate de
aquí.
Me detengo ante las palabras de Zachary, sorprendida que se
ponga de mi parte en esto, pero reanudo la limpieza de la encimera
y agarro la botella, tirándola a la papelera de al lado mientras me
pregunto cuál es su intención.
Está claro que no se trata de humillarme o de vengarse una vez
más, porque no me habría protegido de Herb ni de Sebastian hace
un momento. Entonces, ¿qué quiere?
Nunca creeré que está aquí para disculparse como Sebastian;
Zachary King simplemente no está concebido de esa manera, según
los muchos informes que leí sobre él antes de la prisión.
Multimillonario despiadado que siempre consigue lo que
quiere, aunque todo el mundo esté en contra.
Un tiburón que siempre va por todas si quiere ganar.
Esa es su reputación, y mi caso demostró cuánta razón tiene.
—¿Y crees que quiere hablar contigo? ¿No crees que ya ha
tenido su ciente de ti? —pregunta Sebastian con incredulidad en su
tono mientras se tira de la corbata, abriéndola de un tirón para
respirar profundamente—. De todos modos, esto no te concierne.
Así que, ¿qué tal si te vas?
Zachary se ríe, se inclina sobre el mostrador agarrando otra
botella de whisky. La abre y se sirve una generosa cantidad una vez
más. ¿Piensa emborracharse o qué? Responde, con un tono frío como
la piedra pero caliente en intensidad.
—No soy el ex marido que la dejó y luego se comprometió con mi
hermana. Por cierto, ¿cómo está ella? ¿Sabe que viniste aquí en
cuanto tu ex salió de la cárcel? Apuesto a que a Felicia le encantaría
escuchar eso. —Sin embargo la forma en que lo dice, implica algo
diferente.
Entonces me doy cuenta de todo el signi cado de sus palabras,
y me golpea con tanta fuerza que me tambaleo un poco hacia un
lado, pero me agarro al mostrador por seguridad.
¿Comprometido con su… hermana?
¿Con una King?
¿Los Kings que destruyeron mi vida? ¿Salió y se comprometió
con una de ellos? ¿Quería construir una vida con la hermana de
Zach mientras yo moría cada día de mi vida?
De las millones de mujeres de este planeta, ¿tenía que elegir a
Felicia King?
—’Te amaré siempre, Phoenix’ —digo, congelando a ambos—.
‘Aunque fallezcas, nunca encontraré otra’. —Me río un poco o de lo
contrario podría romper a llorar, lo cual es realmente una locura.
¿Qué ha cambiado? Antes sospechaba que probablemente había
encontrado a otra; los hombres como él no permanecen solteros
mucho tiempo, pero esto… esto no me lo esperaba—. A no ser que te
acusen de asesinato. Entonces que te jodan a ti y a mis promesas —
añado, rogándome mentalmente que deje esto, porque estoy
empezando a parecer un felpudo.
Ni siquiera necesito su amor ni lo quiero ya, aunque me lo
arrroje a los pies ahora mismo. Pero aun así, este conocimiento, el
hecho que se haya vuelto a comprometer, me duele de una manera
que no esperaba.
Zachary me observa intensamente mientras digo estas palabras
y Sebastian gira la cabeza hacia mí, con el arrepentimiento cruzando
su rostro.
—Phoenix, no es así. Yo solo… Yo… —Baja la mirada,
maldiciendo—. Joder. —Y entonces se encuentra con mi mirada de
nuevo, con tantas emociones pasando por sus ojos, y se las devuelvo.
Su voz tiembla un poco—. Me he enamorado. —Se apoya en el
mostrador, respirando pesadamente como si cada palabra se
desgarrara de su garganta y las dijera con di cultad—. Nunca quise
hacerlo después de ti. Pero lo hice. Lo siento. —Por un segundo, veo
al antiguo Sebastian que no era solo mi marido, sino también mi
mejor amigo, pudiendo compartir cualquier cosa conmigo.
Un buen hijo para su madre, un buen amigo y jefe para sus
compañeros de trabajo. Una gran adición a cualquier grupo de
amigos por su increíble sentido del humor y una persona genuina
que cuidaba el césped de su anciana vecina porque ella no podía.
Sebastian que siempre fue honesto, incluso si sabía que la
verdad podía herir a otras personas. Despreciaba las mentiras desde
que su padre engañó a su madre. Tal vez por eso no podía creerme;
veía todo el asunto del alcohol como una mentira y tenía una
reacción instintiva ante ello.
No es un mal hombre bajo ningún punto de vista, ¿y no es
irónico?
Incluso la gente buena tiene el poder de hacerte daño con sus
acciones. Quizás por eso mucha gente mira el mundo a través de una
niebla gris.
El blanco y negro no da explicaciones sobre por qué a veces la
gente buena puede traerte el mayor dolor. Porque nunca lo ves
venir.
—Por favor, hablemos en otro sitio —dice, ajeno a Zach, y me
pregunto si se lo va a contar a su hermana. A pesar de mis
sentimientos, no quiero traer problemas a ninguna relación.
Solo quiero que todos me dejen en paz y encuentren al
sospechoso que se divierte matando mujeres por razones que solo él
conoce.
—No hay necesidad de eso. Sebastian, lo que tuvimos está en el
pasado. No te disculpes, porque no signi ca nada para mí. Vayamos
por caminos separados. Como si nunca hubiéramos existido el uno
para el otro. —Esto era lo que él quería, y además, está enamorado.
¿Qué es lo que quiere de todos modos? ¿Una amistad?
Nunca sería capaz de darle eso.
—La boda es en un mes. ¿No quieres conseguir una invitación
para eso? Por los viejos tiempos. —Zachary dice, rompiendo el
silencio establecido entre nosotros, haciendo cambiar mi atención
hacia él, encontrando sus ardientes orbes esmeralda de frente y
respondo:
—No. No me interesa.
Me chasquea los dedos.
—Buena elección, cariño. Yo tampoco voy. —Mis cejas se
fruncen ante esto, porque ¿qué? ¿No es su hermana? ¿O no hay
mucho amor de hermanos entre todos ellos?
¿Y qué importancia tiene esto? Me importa una mierda su
dinámica familiar.
Resoplando de exasperación y ante el dolor de cabeza que se
está formando y que podría convertirse en migraña si no tengo
cuidado, decido acabar con esto de una vez por todas.
—Por favor, váyanse los dos. ¿Podrían al menos hacerlo por
mí? Me gustaría no volver a ver a ninguno de los dos. No perturben
mi vida con su culpa. No signi ca nada para mí.
Con esto, sonrío alegremente a los nuevos clientes que acaban
de entrar y se suben a un taburete de la barra, preguntando:
—¿Podría servirnos una botella de vino y unos frutos secos?
Les hago un gesto con la cabeza y tomo sus pedidos, dándoles
la espalda a los dos hombres, y cuando reúno todo, girando en
redondo para ir con mis clientes, ya se han ido.
Dos hombres.
Los dos hombres que perturbaron mi paz por n se han ido, y
tal vez pueda ser un nuevo comienzo para los tres.
Una vida en la que no estemos conectados por la miseria, el
dolor y la agonía.
Todo el mundo merece una segunda oportunidad, supongo.
Aunque no estoy segura que un monstruo como Zachary lo
merezca.
Cualquier mujer que se enamore de él sería una tonta.
Porque, ¿cómo es posible con ar y amar a un hombre que
puede ser tan cruel?

Zac

En el momento en que estamos fuera del bar ubicado en las


jodidas afueras de la ciudad con nada más que edi cios viejos
alrededor, Sebastian ladra, girando para mirarme, su voz furiosa
como si tuviera que cuestionarme algo.
—¿Qué coño haces aquí?
Saco un cigarrillo del bolsillo de mi chaqueta, enciendo el
mechero y doy una calada codiciosa, casi gimiendo cuando el sabor
de la nicotina toca mi lengua, y luego echo el humo en su cara.
—No es asunto tuyo.
Frunce el ceño, abre los botones superiores de la camisa y me
señala con un dedo.
—Sí, es asunto mío.
Frunzo el ceño y pregunto con sorpresa ngida:
—¿Es así? ¿En qué te basas?
Sus labios se a nan y su mandíbula se crispa al oír mis
palabras, así que decido echar sal en la herida invisible que empezó
a sangrar en cuanto supo la verdad sobre Phoenix.
Al menos según Lydia.
Según los informes, este hijo de puta amaba a su esposa tanto
como yo a mi Angelica, con la única diferencia; que yo habría
apoyado a mi esposa sin importar nada.
—Ella ya no es tu esposa, Sebastian. Ella no te ama, así que no
tienes derecho a exigirle nada. —Doy un tirón más largo—. Además,
¿quién coño eres tú para cuestionar siquiera lo que hago?
Se ríe aunque carece de humor, sus dedos se enredan en su
cabello mientras responde:
—Corta esta cosa sobre el poder, Zach. Aquí, no eres mi jefe.
—Y no estoy actuando como tal. Estoy actuando como un
hombre que quiere a una mujer. Y en este caso, tú eres el hombre
que intenta reclamar a alguien que ya no te pertenece. —Dejo caer la
colilla, pisándola—. Por no hablar de… ¿no eres mi futuro cuñado?
—¿Así que ahora te importa Felicia? Creía que no los
considerabas tus hermanos. —El desdén recubre su voz, como si no
soportara el sufrimiento de su prometida; siempre me llama,
invitándome a varias reuniones familiares, y yo siempre digo que
no.
Según mi experiencia como hombre casado, solemos odiar todo
y a todos los que entristecen a nuestras mujeres.
Sin embargo.
Me importa una mierda.
Me encojo de hombros.
—No lo somos, pero ella es una King. Y nadie engaña a los
Kings. —Aunque digo las palabras, sé que apestan a mierda.
Una parte de mí, a la que me prohibí hace tiempo asomar la
cabeza por las consecuencias que siempre traía a mi vida, no quiere
que Felicia sufra ni que sea la segunda de nadie.
Es una chica chispeante que adora su arte y a Sebastian,
siempre adorando al chico cada vez que los veo. Ve el mundo a
través de unos lentes de color rosa y vive en su mundo imaginario y
perfecto.
—Tengo que hablar con ella. Tengo que explicarle —dice
Sebastian, dejando de lado el tema de su compromiso, y se lo
permito. Luego da un paso atrás mientras la confusión aparece en su
rostro—. Actuando como un hombre que quiere a una mujer —
repite mis palabras—. ¿Quieres a Phoenix?
La bestia que llevo dentro ruge ante el tono posesivo que añade
a su nombre, como si fuera suya, aunque hace tiempo que renunció a
ella.
Phoenix y Emmaline nunca, nunca, volverán a pertenecer a
Sebastian, ¿y si tengo que ser un bastardo cruel para conseguirlo?
Que así sea, joder.
El sonido de un auto deteniéndose bruscamente junto al bar no
me permite volver a ponerlo en su sitio, y una mujer se baja, sus
tacones chocan estrepitosamente contra el pavimento mientras corre
hacia nosotros, con la preocupación evidente en sus rasgos.
Felicia.
Debería haber sabido que seguiría a Sebastian, especialmente
ahora. La chica estaba obsesionada antes, ¿pero con su ex suelta?
Es una maravilla que Sebastian no lleve una correa en el cuello
o tenga un dispositivo de rastreo conectado a su auto.
—¡Cariño! —exclama ella, rodeándolo con sus brazos y
apretándole con fuerza—. Aquí es donde estás. Me preguntaba qué
hacías aquí. —Entonces se echa hacia atrás y se lanza hacia mí, y no
tengo tiempo de evitar su maldito abrazo, su perfume me envuelve
ante su presencia, y entonces me sonríe—. No sabía que estabas con
Zach. —El alivio resuena en sus palabras, pero no lo comento ni le
quito sus ilusiones.
Hasta que Sebastian realmente cruce la línea, nunca le contaré
lo que ha sucedido esta noche.
¿Si lo hace y trata de ponerle la mano encima a Phoenix y pasa
por encima de Felicia?
Se acabarán las apuestas.
Lo destruiré hasta el punto que tendrá que raspar sus restos de
la acera con su reputación hecha añicos.
—¿Cómo estás, hermano mayor? —pregunta alegremente y
luego mira entre nosotros, probablemente notando la tensión, pero
decide no prestarle atención.
—Acabamos de tener una reunión aquí en relación con el trato
con Smith —dice Sebastian con suavidad, rodeando su cintura con la
mano, y su mirada se suaviza en ella cuando tira de uno de sus
mechones—. Me dirigía a casa.
—Eso es genial. Aunque este es un lugar raro para eso. —Ella
mira a su alrededor pero luego vuelve a centrar su atención en mí—.
Tengo una exposición en la galería pronto. ¿Te gustaría venir? —No
espera a que acepte o rechace la invitación, sino que hace un gesto de
desdén con la mano—. Te enviaré una invitación de todos modos, y
estaré encantada de verte.
—Bien —digo y sostengo la mirada de Sebastian mientras
añado—: La reunión ha terminado.
Felicia aplaude.
—Genial. Tengo una sorpresa esperándote en casa —le dice a
Sebastian y lo arrastra por el codo hasta el auto en marcha—. Tus
noches me pertenecen, señor abogado.
—Lo sé, cariño. —Mira por encima del hombro y me dice—:
Este trato no está terminado.
—Olvídalo, Sebastian. Tal como se dijo en el bar.
Su mirada se ensombrece. Está claro que no quiere aceptar la
derrota, pero no tiene elección.
Su conciencia tendrá que callarse para poder disfrutar de su
vida y no pensar en Phoenix quien no soporta su presencia.
Una vez que se alejan en la distancia, vuelvo a entrar en el bar y
sonrío, anticipando la reacción de Phoenix.
No soy como Hale.
No me rindo ante la primera señal de problemas, corriendo de
un lado a otro, histérico y montando escenas. Además, ella y yo
estaremos conectados para siempre.
Nunca podría dejarla ahora.
Hace tiempo, odiaba a Phoenix y quería llevarla a la tortura
más retorcida y oscura que hubiera en el mundo.
Sin embargo, al mirarla ahora, sin la niebla de mi rabia, veo a
una mujer ante la que mi cuerpo no puede evitar reaccionar.
No sé si es por su belleza, que brilla a pesar de su atuendo poco
so sticado, o por su fuerza interior, que la hace capaz de resistir
cualquier tormenta. Pero sea lo que sea, lo quiero.
La quiero, y lo que quiero, lo consigo.
Esta noche, Phoenix Hale se ha convirtido en mía.
Mía para mantenerla.
Capítulo 10
—Elegir el mal menor no hace que la elección sea menos mala.
Sigue siendo mala, pero elegirla trae menos destrucción al mundo que la
otra—.
Es curioso cómo la vida puede cambiar tan rápidamente.
Un hombre al que solía amar se convierte en aquel del que tengo que
huir.
¿Y el hombre que odio?
Es el único que puede salvarme de él.
Sin embargo, ambos son malos al mismo tiempo.
Nuestras elecciones nos de nen.
Por desgracia, mi elección tiene el poder de destruirme.

~Phoenix

De la historia de las cartas de Phoenix y Zach…

Querido Zach,
Hemos intercambiado algunas cartas a lo largo de los años,
principalmente yo divagando sobre la escuela y lo fascinantes que todavía
encuentro las asignaturas de biología y química.
Nunca respondiste a ninguna de ellas, bueno, aparte de las dos
primeras en las que compartías conmigo lo mucho que soñabas con volver.
No he tenido noticias tuyas en más de dos años, pero sigo
escribiendo… Tal vez porque creo que un chico como tú me habría dicho que
me largara hace mucho tiempo si realmente no te gustaran mis cartas.
¿O tal vez no las lees en absoluto y se pierden en el correo? Aunque
intento seguir todas las reglas.
De todos modos… sigo llevando tu pulsera. Curiosamente, combina
con todo, y debe dar mucha suerte, porque siguen pasando cosas buenas en
mi vida.
Me ponen sobresalientes todo el tiempo. Me invitaron al equipo de
voleibol de la escuela, e incluso la Sra. Thomson se echó atrás (secretamente,
creo que es porque el estado está pagando por todo, y ella puede in ar su
pecho cada vez que alguien le dice que ha hecho un buen trabajo conmigo).
Tengo muchos amigos nuevos, pero también tengo algunos enemigos,
principalmente gente de mi clase. Algunos de ellos son muy groseros y me
llaman enana y niña (terminaré la escuela secundaria en dos años, así que
ellos tienen tu edad). Lo odio pero no puedo hacer nada al respecto. Sin
embargo, nadie me presta atención y a todos les gusta tenerme en su grupo
para cualquier proyecto.
También me decidí por mi carrera y quería decirte que… decidí ser
médico. Cirujano o psiquiatra, todavía no lo he decidido. Fuimos a un
hospital para un viaje escolar y… fue fascinante.
Los sonidos, el olor, su capacidad para salvar vidas, con la ayuda de
Dios, por supuesto. El conocimiento que brota de la punta de sus dedos cada
vez que realizan una operación o un examen.
Vi a una paciente que se puso a llorar cuando le dijeron que su hijo iba
a vivir. ¿Te imaginas la cantidad de felicidad que puedes aportar si eres
médico?
Pero sobre todo… sobre todo, quería darte las gracias, porque si no
fuera por ti… ni siquiera me lo habría planteado.
El año que viene enviaré mis cartas a las universidades para que me
acepten pronto y la directora Eva me dice que tengo muchas posibilidades de
entrar en al menos la mitad de ellas con una beca. Espero que así sea; de lo
contrario, no tendré ningún otro medio para estudiar.
El único inconveniente es que no voy a poder conseguir un trabajo
decente hasta los dieciocho años, pero ¡eh! Siempre puedo trabajar en una
cafetería, ¿no?
Esto ya se ha hecho más largo de lo que esperaba, y me disculpo por
ello.
Supongo que quería que supieras que una chica que una vez conociste
podría ser una cirujana increíble algún día; recuerda mis palabras.
Espero que todo te vaya bien y que estés disfrutando de Italia a pesar
de echar de menos tu país.
Con mucho cariño,
P.

P.D.: Como pronto es Navidad, voy a poner dentro una galleta con
forma de árbol de Navidad. Es deliciosa y la he horneado yo misma. No
estoy segura de si tienes esas cosas ahí o no, pero pensé que podrías
disfrutar de algo de tu casa.
P P.D.: No la comas si recibes la carta demasiado tarde. Podría llegar
dañada.
P.P.P.D.: He incluido una más por si tienes algún amigo con el que
quieras compartirla.

Dos semanas después

P,
No sabía cómo empezar esta carta. Normalmente las ignoraba todas y
te dejaba hablar, pero esta… esta, no podía ignorarla, ¿y sabes por qué?
Porque estoy jodidamente lívido, por eso.
¿Quieres ser médico? ¿En serio? Un cirujano. Déjame reírme del
hecho que traen felicidad.
Seguro que nunca me trajeron nada bueno, y eso que vivía en el
hospital con mi madre.
¿Crees que esta profesión es sol y rosas, un bonito regalo envuelto en
un brillante lazo rojo?
Entonces no tendrás más que decepción. Los rusos tienen un dicho,
cada cirujano tiene su propio cementerio. ¿Sabes lo que signi ca?
Que mucha gente muere, y no pueden hacer nada al respecto. Porque a
veces, a pesar de toda la tecnología, de todas sus habilidades, no pueden
luchar contra el destino que a veces es tan cruel con las almas inocentes.
No siempre traerás felicidad o buenas noticias a la gente. A veces,
traerás una devastación y una tristeza que no conocerá límites, y ninguna
cantidad de penas te ayudará.
En resumen, piensa antes de decidirte a ser cirujano y prepárate para
afrontar muchos retos.
Siento habértelo estropeado. Apuesto a que estás llorando ahora
mismo, porque una vez más soy un idiota.
Pero pre ero ser un imbécil honesto que simplemente escribir
“felicidades” y olvidarme de ello.
Tendrás tu beca. Estoy seguro de ello, ¿y toda esta gente que murmura
de fondo y te quita la alegría? (Incluido yo, joder) Que no te importe una
mierda.
Disfruta la vida al máximo, pero también ten cuidado. No te
sacri ques en el altar de los demás, porque ¿lo gracioso de los sacri cios?
Nadie se acuerda que los hiciste cuando te dan la espalda.
Ya no extraño mi casa. Digamos que… hay mucho entretenimiento
aquí que no podría haber apreciado cuando era un niño de trece años.
Irónicamente, fue entonces cuando papá decidió permitirme volver por
Navidad y disfrutarla con la familia, como él decía.
Me negué, por supuesto, y en su lugar reservé un crucero por Europa
con algunos de mis amigos, entre otras cosas.
No hay nada que no pueda comprar en este mundo para mi placer; solo
tengo que desearlo. Pero… gracias por la galleta casera. La última vez que
las comí fue cuando mi madre estaba viva.
Y esto hace que el regalo no tenga precio.
Te deseo lo mejor,
Zach
P.D.: Lo recibí a tiempo.
P.P.D.: Mi amigo no puede comer ninguna de estas galletas porque
son mías. Y no las comparto. Nunca.

Pho

Terminando de mezclar la última bebida pedida “Sexo en la


playa” en la coctelera plateada, la sirvo en dos vasos y coloco un
poco de piña junto con las pequeñas sombrillas a un lado.
Tracy se apoya en el mostrador, colocando cada uno de ellos en
su bandeja, y está lista para correr hacia las dos encantadoras
señoras que los pidieron cuando se vuelve de nuevo.
—Oh, Dios, una de las bellezas ha vuelto.
¿Qué?
Miro hacia la puerta y veo a Zachary caminando hacia la barra
sin ninguna preocupación. Se sube al taburete, de frente a mí, con la
comisura de la boca ligeramente levantada mientras mueve el
encendedor entre los dedos.
¿Pero sus ojos?
Sus ojos permanecen fríos y rmes; un reptil probablemente
mira así a su presa antes de atacarla con su veneno o comérsela
entera.
No habrá tal cosa esta noche. ¡No puedo creer que haya vuelto!
Al menos Sebastian fue lo su cientemente inteligente como
para irse.
Además, no es un imbécil egoísta y tiene algo de moral, a
diferencia de este monstruo que tengo delante.
—Hola. —Tracy le sonríe, tirando un poco de su top, lo que
permite que sus pechos se eleven, y frunzo el ceño interiormente,
porque realmente está ladrando al árbol equivocado.
Es una mala noticia, a pesar de su atractivo sexual y dominante
que llena la energía que lo rodea con tensión y anticipación.
Si yo, que lo odio, lo siento, ¿qué van a hacer otras pobres
mujeres desprevenidas? Por supuesto, no pueden resistir la
tentación y se sienten atraídas por él como polillas a la llama.
—¿Perdón? ¿Nuestras bebidas? —dice una de las señoras. Hago
un gesto con la cabeza para que Tracy se ponga en marcha y, tras
lanzarle a Zachary una última mirada anhelante, se dirige hacia los
clientes.
En el momento en que ella está fuera del alcance del oído, le
digo al invitado no deseado:
—¿Qué quieres? —Su ceño se levanta ante mi tono, pero me
importa una mierda—. Si quieres disculparte, no acepto ni quiero tus
disculpas. Ahora, por favor, por el amor de Dios, ¡vete! —siseo la
última parte, respirando con di cultad y apartando el cabello de mi
frente, toda encendida, pero por un breve segundo, noto la diversión
que destella en su mirada antes que la cubra con indiferencia.
—Qué bien, porque no he venido a ofrecerlas. Nunca me
disculparé. —Hay un tono extraño en su voz, pero no es eso lo que
hace que mi mandíbula casi golpee el suelo.
No obstante, antes de emitir un juicio, aclaro:
—¿No crees que deberías disculparte conmigo? —Después de
todo lo que me ha hecho, lo que me ha costado… ¿no cree que al
menos tenga que pedir perdón?
¿Qué tan delirante y egocéntrico hay que ser para eso?
—Dije que no lo haré. Nunca dije que no creo que deba.
Frunzo el ceño, confundida ante esta explicación, porque, ¿no
signi ca lo mismo?
Sacudiendo la cabeza, exhalo pesadamente, deseando que mi
turno termine para poder ir a casa y arrastrarme bajo la manta lejos
de Zachary King. Creo que es el único lugar donde no intentará
molestarme.
Después de todo, un hombre como él no estará interesado en
meterse entre las sábanas conmigo.
Me estremezco de disgusto al pensarlo, ya sea porque la idea
me repele tanto después de lo que me ha hecho… o tal vez porque a
mi cuerpo no le importa y reacciona a su energía masculina.
Y no me castigo mucho por ello. Una reacción física no es más
que las hormonas femeninas respondiendo a la testosterona de un
hombre. Nunca actuaré en consecuencia, y además, todo lo que se
necesita para dejar de reaccionar a él de cualquier manera es una
aventura de una sola vez.
La última vez que participé en uno de esos, no fue difícil
encontrar una pareja dispuesta.
Sin embargo, la vida no me concede mi intención, y en esto
tengo que lidiar con Zachary y sus deseos. Tal vez una vez que lo
haga, desaparecerá y dejará de molestarme.
—¿Qué quieres entonces?
Enciende y apaga el encendedor, centrando su mirada en el
fuego durante una fracción de segundo antes de volver a mirarme.
—Cooperación.
—Cooperación —repito como una idiota, sin entender qué
quiere decir con eso.
—Sí —dice y vuelve agarrar la botella y esta vez ni siquiera se
molesta en buscar un vaso. Se limita a beber de la misma boca de la
botella mientras deja caer unos cuantos billetes de cien dólares sobre
el mostrador—. Esto debería cubrir todo. —Bebe un gran trago, con
la nuez de Adán balanceándose y llamando la atención sobre el
pálido tatuaje que adorna su cuello y en el que acabo de jarme. Es
apenas un susurro, como si alguien lo hubiera creado con tinta
difuminada.
Frunciendo los ojos, trato de leerlo, pero es demasiado pequeño
para que tenga sentido para mí, así que mentalmente me abofeteo y
vuelvo al tema que nos interesa.
—¿No quieres explicar con más detalle lo de la cooperación? —
Sonrío a un cliente que pasa y me pide que le rellene la bebida,
rápidamente agarro un vaso para hacer un ron con soda. Lo mezclo
hasta que el hielo se deshace en su interior, le añado un poco de
zumo de limón y lo coloco en la barra.
—Quiero atrapar al hijo de puta que mató a mi mujer.
Hago una pausa al oír la voz de Zachary, sorprendida por la
cantidad de dolor que aún guardan esas palabras y por cómo su
agarre en la botella se tensa tanto que temo que se rompa en su
mano.
—El hombre que despertó el lado de mí del que nunca estaré
orgulloso —Fija su mirada en mí, tomando otro sorbo—. El lado que
fue lo su cientemente cruel como para destruirte.
El aire se atasca en mi garganta; el sudor estalla en mi piel
cuando los recuerdos amenazan con abrirse. Es una caja de Pandora
que debería estar siempre cerrada. No podré sobrevivir a ella de
nuevo.
Empujando con fuerza la tapa de la caja, me alejo mentalmente
de la agonía y me concentro en Zachary, por primera vez
escuchando su autocrítica.
Creía que hombres tan perfectos y poderosos eran incapaces de
sentirla.
De todos modos, ¿qué pasa con estos tipos y con que lo
comparten todo en un bar abarrotado?
Respirando hondo, me obligo a olvidar por un momento que
este fue el hombre responsable de todas mis penurias en la cárcel y
de la muerte de mi bebé, y en cambio pienso en él como un hombre
que perdió a su amada esposa.
Su dolor era tan fuerte… quería una salida para su dolor.
Mantenerlo todo adentro probablemente lo hubiera matado. Cuando
obtuve una sentencia fácil, según él, decidió repartir su propia
justicia retorcida, para que su víctima sufriera y sufriera hasta que la
rompiera.
Sin embargo, por mucho que lo intente, puedo entenderlo, pero
nunca podré perdonarlo.
En mi opinión, es un monstruo cruel sin cualidades redentoras,
pero, extrañamente, su comportamiento es al menos explicable. Si no
hubiera arreglado la paliza que mató a mi hija, probablemente no lo
odiaría tanto.
Después de todo, no era mi marido, ni mi amigo, ni siquiera mi
colega, ¿verdad?
Aclarando mi garganta, empujo las palabras que son sin sentido
en su naturaleza pero traen consuelo a algunas personas.
—Siento mucho tu pérdida.
Baja su cabeza, sus nudillos tamborilean sobre el mostrador, y
luego me mira, su mirada, pareciera perforarme un agujero con esa
pasión.
—Lo atraparé aunque sea lo último que haga en este mundo. —
Termina el discurso, golpeando la botella con dureza sobre el
mostrador, y me señala—. Y para eso, te necesito.
Por supuesto, debería haber esperado eso.
Ya no seré la fuente de su rabia, porque ha encontrado otro
objetivo, y no descansará hasta encontrarlo o encontrarla.
—No puedo ayudarte. No sé nada de él. ¿Y para ser sincera?
Quiero olvidarlo como un mal sueño. —Nada de eso es cierto. Sí
quiero atrapar a este tipo, pero no soy tan ingenua como para pensar
que puedo lograr tal tarea.
Por segunda vez en mi vida, decido que la justicia y la ley se
encarguen de esta situación, creyendo que esta vez no se
equivocarán.
—Y ahí es donde te equivocas.
Mirando el reloj, veo que me queda una hora más de mi turno.
Herb me informó después que los chicos se fueran que era mejor
llegar a casa temprano después de mi primer turno, y lo agradecí.
Pero incluso ahora esa hora parece una eternidad con Zachary
hablando de venganza.
O más bien clavando un cuchillo en una vieja herida.
—No voy a cooperar contigo.
Desliza la botella a un lado, se inclina más cerca de mí en la
barra, de modo que su aliento me abanica la mejilla, y me pregunta
con un tono divertido:
—¿Estás segura de eso, cariño?
—Sí. Y no soy tu cariño. —Intento alejarme, pero jadeo cuando
agarra la parte delantera de la camiseta y me arrastra hacia él. El
mostrador inferior de la barra se clava en mi cintura cuando mi
rostro se acerca tanto al suyo que solo nos separan unos centímetros,
mi corazón late salvajemente en mi pecho y no quiero respirar, ya
que se mezclará con el suyo.
—Tengo mucho que ofrecer a los que trabajan conmigo. —Me
sujeta con fuerza, con sus ojos jos en mí como si quisiera captar
cualquier cambio en mi expresión y estudiarme bajo un microscopio.
Envolviendo mis manos alrededor de las suyas y agarrando tan
fuerte que espero que le provoque dolor, se la arrebato y le digo:
—No tienes nada que ofrecerme que pueda encontrar
interesante. No vuelvas a tocarme. —Ajustándome la camiseta, le
señalo la puerta—. Ahora vete y olvídate de mí. Buena suerte en tu
búsqueda. Me alegraré si lo consigues. Entonces podré respirar
tranquila. Pero hasta entonces, aléjate de mi vida. —Termino,
jadeando por respirar, mi cuerpo todavía sacudido por la ira y la
electricidad de su cercanía que me estremece de una manera que no
puedo explicar.
O tengo demasiado miedo de admitirlo.
Se levanta, sobresaliendo por encima de mí incluso desde la
distancia, ya que debe medir por lo menos 1,90, se ríe, y el propio
sonido me produce escalofríos, prometiéndome un castigo por este
pequeño acto de desobediencia.
—No estés tan segura, Phoenix. Puede que tenga algo que
quieras.
—Lo dudo. Ahora vete. —Busco a Elvin junto a la puerta y
exhalo aliviada cuando está allí, jugando con su teléfono—. O
llamaré a seguridad.
—Puedo comprar este bar, ¿y luego qué vas a hacer?
Todo en mi interior hierve de rabia por la despreocupación con
la que utiliza su posición en el mundo para amenazarme, y eso me
pasa por permitirme, durante un breve segundo, ver en él a un
humano en lugar de un monstruo. Cuando las cosas se ponen feas,
Zachary King solo sabe utilizar las debilidades de todos en su
bene cio.
Afortunadamente, no me queda ninguna debilidad para que él
la descubra.
—Pero hasta entonces…
La fuerte voz de Herb penetra a través de la música del bar y la
tensión que oscila entre nosotros, llamando mi atención y cortando
lo que quería decir.
—Phoenix, tienes que irte a casa ahora mismo.
—¿Qué? —Me acerco a él, frunciendo el ceño. ¿Qué puede
haber pasado allí para que me necesiten, y no se supone que Rafe
estará afuera hasta mañana?
—Acaba de llamar un amigo de Rafe. Me ha dicho que tienes
que ir. Mencionó algo sobre que los accidentes pueden ocurrir
incluso sin autos.
Todo en mi interior y a mí alrededor se congela; mi corazón
deja de latir por un momento mientras el miedo se hunde en mis
huesos y casi me provoca arcadas por la implicación de esas
palabras.
Veo que la boca de Herb se mueve pero no oigo lo que dice. La
cabeza me da vueltas por los distintos escenarios y me tambaleo
hacia un lado, con las rodillas temblando. Pero unos brazos fuertes
me atrapan a tiempo y me aprietan contra un pecho musculoso que
me ancla en el presente y me saca de mi asombro.
Para cuando el mundo que me rodea deja de girar y vuelve a
tener una visión clara, Zachary me está arrastrando hacia la puerta
con mi chaqueta colgada del brazo mientras le habla por encima del
hombro a Herb:
—La llevaré a casa y ya te llamaremos.
—Eso espero. Rafe es un buen chico —grita el hombre con
preocupación en su voz, pero apenas me concentro en eso,
tragándome el aire gélido de mis pulmones que me golpea tan
fuerte, destruyendo de una vez por todas la bruma que se instaló a
mí alrededor cuando Herb básicamente dijo que el asesino en serie le
ha hecho algo a Rafe.
Sara me con ó a su hermano, ¡y ahora podría estar muerto por
mi culpa!
Estoy demasiado perdida en mis pensamientos para
comprender el momento en que Zachary me empuja dentro del
espacioso auto negro y le ladra a su conductor:
—James, llévanos a su casa. Tan rápido como puedas. —El
conductor pone en marcha el auto inmediatamente, arrancando
hacia la casa, su auto va tan rápido que creo que llegaremos en un
segundo.
Los temblores me recorren mientras se me pone la piel de
gallina, y solo entonces me doy cuenta del frío que hace.
Maldiciendo, Zachary me atrae hacia él, me pone la chaqueta por
encima y me obliga a meter los brazos en las mangas. Luego me toca
el cuero cabelludo, inclinando mi cabeza hacia atrás, y me ordena:
—Sal de ahí, Phoenix. Ahora.
Sacudo la cabeza, los dientes castañetean entre sí y el miedo
casi me mata de lo fuerte que es.
¿Es posible morir por ello?
—Podría morir. Rafe podría morir. Dijo que no hace falta que
haya un auto para que haya un accidente. —Agarrando las solapas
de la chaqueta de Zachary, le grito a la cara—: ¡Podría matarlo por
mi culpa! —¿No lo entiendes? ¿Cómo puedes estar tan tranquilo?
La última vez que este asesino en serie jugó conmigo, ¡su mujer
murió! O si no es nadie cercano a él, ¿entonces no puede molestarse
por ello?
—Lo entiendo, pero tu histeria no cambiará ni ayudará en la
situación actual. —Me agarra el cabello con un puño, tirando de él
dolorosamente mientras hago una mueca de dolor—. Cualquier cosa
que encontremos allí, él nos observará. Se excitará con todo lo que
inspire en ti. Desde tus lágrimas hasta tu miedo. Así que no le des
ninguna satisfacción. —Permanezco en silencio, las lágrimas se
forman en mis ojos y casi caen sobre mis mejillas, pero él me sacude
con dureza y gimo—. ¿Lo entiendes?
Antes que pueda comentar, el auto se detiene bruscamente.
Empiezo a caer hacia delante, pero Zachary me agarra a tiempo
antes que mi rostro choque con el asiento delantero.
Abre la puerta y se baja, pero no antes de murmurar:
—No muestres más que indiferencia, cariño. —¿Está loco? Será
un milagro si no caigo de rodillas, llorando—. James llama a una
ambulancia.
—Sí, señor.
Salgo del auto de un salto, haciendo todo lo posible por
controlar mis facciones, y me apresuro a entrar en el edi cio,
corriendo hacia las escaleras con Zachary pisándome los talones, con
nuestros zapatos golpeando el hormigón rugoso. Ni siquiera presto
atención lo mucho que me duelen los costados de tanto ejercicio
físico cuando por n llegamos al quinto piso.
Me abalanzo hacia el nal, casi lista para irrumpir en el interior,
cuando Zachary me tira hacia atrás y me ordena:
—Quédate aquí.
—Está ahí…
—Quédate aquí —repite, con un tono acerado indicando que no
aceptará discusiones. Se dirige a la puerta mientras me apresuro a
seguirlo, notando que está abierta con música sonando a todo
volumen en los altavoces, cambiando tan rápido que me recuerda al
mismo sonido que hacía la radio de mi auto antes de chocar con
Angelica King.
Zachary da una patada a la puerta, manteniéndome rmemente
detrás de él mientras entra, y grito, cubriéndome la boca con la
palma de la mano cuando la escena se abre a nuestra vista, helando
la sangre en mí mientras mi estómago se revuelve. Los olores
desagradables otan en el aire y se suman a la temida atmósfera.
Rafe está tumbado en medio de la sala de estar, empapado en
un charco de sangre debajo de él, mientras los cristales rotos están
esparcidos por todo el suelo. Las paredes están manchadas de
pintura roja o quizá de la sangre de Rafe formando palabras que no
entiendo, porque las letras parecen estar al revés.
El televisor está apagado, pero en él debe estar reproduciendo
alguna película de terror, porque un rostro enmascarado no para de
reírse de nosotros, como si se burlara de toda la escena.
Los muebles están destrozados o acuchillados; las plumas
siguen otando por todas partes, pegadas a la sangre y casi
cubriendo a Rafe, haciendo que parezca una criatura parecida a un
cisne, otando en un lago creado por su sangre.
—Oh, Dios mío. —Me lanzo hacia él, el vidrio crujiendo bajo
mis zapatos, y presiono mis dedos contra su pulso, exhalando con
alivio cuando lo detecto y cuando examino rápidamente su herida,
mis instintos médicos se activan. La sangre procede de la parte
posterior de la cabeza. Alguien debe haberlo golpeado con un objeto
a lado que le ha cortado la piel, pero no ha tocado ninguna vena o
arteria importante. Es posible que la caída haya provocado también
una hemorragia interna. Sin pensarlo, le ordeno a Zachary, —
Tráeme una toalla limpia del baño y unas pinzas del escritorio. —
Asiente y hace lo que le digo, mientras escudriño a Rafe en busca de
otras heridas, pero afortunadamente no encuentro ninguna.
En cuanto Zachary vuelve, le quito las pinzas y le pido:
—Sujétale el cabello aquí. —Después que siga mis
instrucciones, tengo una visión clara, -bueno, lo más posible con
todo el pelo y la sangre-, y observo restos de vidrio en la herida. Los
paramédicos tendrán que actuar rápido, ya que no sabemos cuánto
tiempo ha estado inconsciente, y si puedo ahorrarles tiempo
quitando los cristales, lo haré.
Rápidamente, pero con cuidado, sacando fragmento a
fragmento, compruebo que la herida no es tan profunda. Entonces,
¿cómo es que hay tanta sangre debajo de él? No es posible de una
herida tan pequeña.
A menos que este sea el juego de la ilusión en el que el jugador
presenta el desastre más grande de lo que es para sembrar el miedo
y la desesperación en los corazones de sus oponentes…
Al arrebatarle la toalla a Zach, empiezo a aplicar un poco de
presión sobre la herida, con la esperanza de detener la hemorragia al
menos por ahora, y es entonces cuando la imagen del televisor
cambia, transformándose en un texto.

Ella era un genio con la vida perfecta.


Viviendo en su mundo de cuento de hadas sin preocupaciones.
Hasta que lo rompí todo: La convertí en una asesina a la que
todos querían hacer pedazos.
El fénix ardió en llamas.
No podía soportar verlo.
Así que, descubrí la verdad y la ayudé a renacer de sus cenizas.
¿Realmente pensaste que te abandonaría, Phoenix?
En comparación con todos los demás en tu vida, siempre estuve
a tu lado, pero hasta yo tuve que utilizarte.
Y todo lo que haga ahora será por ti.
Es un último juego peligroso: Solo un resultado inevitable.
¿Quieres jugarlo conmigo de todos modos?

—Oh, Dios mío —susurro, leyendo entre líneas este mensaje,


recordando cuán obsesivamente estudiábamos asesinos en serie en
una de nuestras clases, porque nuestro profesor solía trabajar como
per lador.
¿El sospechoso, el que tanto quiere encontrar?
Creó una conexión conmigo hace mucho tiempo, y de alguna
manera alivió el dolor dentro de él hasta un punto en el que me
convertí en una constante en su vida, manteniéndolo cuerdo y en
línea.
Pero también despertó el deseo de matar que debe haber
mantenido bajo control durante décadas, a juzgar por el lenguaje
que utiliza.
Cuando un asesino en serie adulto quiere jugar contigo y se
dirige a ti como si fueras su mejor amigo, signi ca que nunca tuvo
amigos en su vida… ni una infancia, al menos no feliz.
¿Y si ha hecho cosas tan horribles?
Signi ca que su pasado es tan malo que es posible que no
quiera oír hablar de él.
Lo que nos lleva a una sola conclusión.
No tiene conciencia, ya que nadie le enseñó el concepto de
compasión hacia los demás, un sociópata que busca el poder del que
fue despojado cuando era un niño.
En este retorcido juego que está jugando, planea morir
victorioso.
Y llevarse a su mejor amigo con él a las fosas del in erno.
Capítulo 11
—La paz es una palabra mítica que no existe en la vida real.
Dicen que una persona debe descansar en paz cuando muere.
Pero, ¿qué deben hacer los que la han perdido?
No existe tal explicación para el sufrimiento en la paz.
Porque no puede haber dolor en la paz.
Solo los muertos pueden entenderlo o sentirlo de verdad, ¿y no es eso
irónico? ¿O la palabra que busco es ‘trágico’?

~Zachary

De la historia de las cartas de Phoenix y Zach…

Querido Zach,
No estaba segura de si debía escribirte esta carta o no, ya que no eras
precisamente mi persona favorita después de la última. Me pareció grosero,
y… bueno, para ser franca, te comportaste como un maldito imbécil.
Me pareció que no eras justo. El hecho que hayas experimentado dolor,
no de ne a los médicos en su totalidad.
Toda profesión tiene riesgos y, claro, sí, no en todas las profesiones la
vida depende de ti todos los días… al menos en la super cie.
Pero incluso un arquitecto tiene que diseñar la mejor y más sólida
estructura que tenga la capacidad de soportar las inclemencias del tiempo y
no desmoronarse. Si no, pone en peligro la seguridad de quienes viven o
trabajan en sus edi cios.
De todos modos, dejando a un lado todas las re exiones losó cas, me
alegra informarte que he conseguido entrar en una universidad de la Ivy
League con la mejor nota y una beca que cubre todos los gastos.
¡Toma eso, niño rico!
Me voy de este in erno con una gran ola y espero no volver nunca,
jamás, a Nueva York.
Nuevo estado, nuevo yo, o eso es lo que espero de todos modos. Una
puede soñar, aunque he oído que no podemos huir de nuestros problemas.
Curiosamente, ya no los tengo.
Tú también debiste graduarte, ¿no? Así que, felicidades, y supongo
que llegaste a donde querías. No estoy segura si es aquí o de nuevo en el
extranjero, pero de todos modos, la escuela ha terminado.
Y empieza la diversión, o eso dicen todos los estudiantes de primer
año.
Disfruta de todo el sexo (supongo que es lo que has descubierto
basándote en tu última carta) y pásalo bien.
En el sobre, tendrás una tarjeta de visita de mi universidad y el correo
electrónico, por si alguna vez quieres contactar conmigo. He pensado que en
esta época de tecnología, es hora de pasar a una forma de vida más…
digamos ¿más rápida?
Además, no es necesario desperdiciar el papel; no es bueno para el
planeta.
Aunque eres un imbécil y un idiota de proporciones épicas, y
probablemente todas nuestras conversaciones no hayan sido más que un
divertimento para ti… He pensado que podemos mantener viva la chispa.
Te deseo lo mejor en caso que esta sea nuestra última carta,
P.
P.D.: Todavía no he decidido mi especialidad, pero tengo ocho años
para eso, ¿no?

Dos semanas después


P,
Ah, te ofendiste. Y me preguntaba por qué no recibía tus divagaciones
habituales. (Inclúyeme riendo y sin arrepentirme, aunque sí lo encuentro
interesante. Eres un soplo de aire fresco entre todas las demás
conversaciones que tengo en mi vida).
Así que, te has decidido por ser médico, ¿eh? Eso está bien y
felicidades por entrar en la Ivy League. Siempre supe que eras inteligente,
excluyendo tu boca que no se calla ni en el papel.
Bueno, no puedo decir mucho más que buena suerte, ¿no? De todos
modos, habría sido una pena que mi amargura te hubiera alejado de tu
sueño.
No puedo quejarme del sexo. Un tipo tiene que encontrar placer donde
pueda, así que si esperabas mis vergonzosas disculpas, no las tendrás.
Eso es lo que pasa realmente con las disculpas; nunca las ofrezco. Las
considero inútiles y un desperdicio de energía. Si haces algo y te
arrepientes, no lo vuelvas a hacer. ¿Qué sentido tiene pedir perdón?
La persona puede ver que has cambiado por tus acciones, seguramente
no por tus palabras. ¿O tal vez estoy juzgando todo a través de mi
perspectiva?
Me importa una mierda las disculpas; la gente miente todo el tiempo,
pero si trabajan para corregir el error, por así decirlo, podría simplemente
olvidarme de eso. (Probablemente no, porque no soy tan generoso. Por lo
general, si me traicionas o me enfadas, estás descartado. No veo que eso
cambie en el futuro).
El correo electrónico me parece una buena idea, pero pensé que por qué
no escribir una última carta por el bien de los recuerdos.
De momento estoy estudiando administración de empresas en
Londres, pero pienso volver a Estados Unidos dentro de tres años. Por
suerte, papá no tiene ninguna perspectiva de sus nuevos hijos, o
probablemente no me permitiría tocar el negocio familiar.
Lo que es ridículo. Soy el único que puede expandirlo, pero, de nuevo,
nunca quiso ver lo inteligente que soy.
En la caja en la que está la carta, encontrarás un collar de platino. Eso
sí nadie lo roba por el camino, y en ese caso, peor para ti.
Considéralo mi regalo de graduación.
Un saludo,
Zach

Pho

Alguien deja caer una manta sobre mí. Agarro con fuerza la
taza de té caliente que tengo en las manos y alzo los ojos para ver a
Zachary asomándose por encima de mí y ajustando la cosa para que
me cubra por completo, casi cubriéndome del mundo.
—Gracias —susurro, aliviada porque al menos mi voz ha
dejado de temblar, aunque mis manos siguen temblando.
Apoyando los labios en el borde de la taza, aspiro el aroma a
menta para que me calme los nervios, pero falla sobre todo con las
innumerables luces rojas y azules que brillan frente a mí mientras los
coches de policías rodean el lugar, buscando al asesino que hace
tiempo se habrá ido.
No habría llamado de otra manera.
Rafe va de camino al hospital donde, con suerte, lo curarán.
Uno de los paramédicos me felicitó por cuidar tan bien de él y
bromeó, preguntándome si yo era médico en otra vida. Su risa
todavía resuena en mis oídos, y una risa sin humor se desliza por
mis labios agrietados debido a este clima frío.
—Me gustaría saber qué es tan divertido. —La voz de Zachary
me baña como la seda, deslizándose a mi alrededor antes de
envolverme con fuerza alrededor del cuello y casi privarme de
oxígeno por lo ronca y profunda que es. Y sus ojos verdes me
fulminan, tratando de quemarme viva.
—No lo entenderías —digo, y entonces mis cejas se fruncen—.
¿Qué estás haciendo aquí, de todos modos? —Esperaba que se
largara de aquí en cuanto apareciera la policía y surgiera el mensaje,
pero se quedó casi pegado a mi lado, respondiendo a todas sus
preguntas y luego acompañándome al exterior, donde me senté en
un banco mientras la policía me pedía que me quedara por si tenían
más preguntas.
Al parecer, alguien quería hablar conmigo, así que me
impidieron ir con Rafe al hospital. Al menos logré saber dónde lo
llevaron y podré visitarlo una vez que todo esto termine.
Solo entonces podré llamar a Sara e informarle sobre este
desastre, y no me sorprenderá si me dice que me largue de su
apartamento.
—Se llama cooperación. —No, esta palabra de nuevo—. Nos
guste o no, estamos juntos en esto.
Resoplo con exasperación, tomando un gran sorbo, y casi toso
cuando la sustancia caliente me quema la lengua.
—No lo estamos, ¿y no has visto el mensaje? Soy su mejor
amiga, así que si yo fuera tú, me mantendría alejado para no
convertirte en un daño colateral como Rafe. —Mi voz se entrecorta
con su nombre, y la culpa me asalta, haciéndome imposible respirar
por un segundo, porque Sara me lo con ó.
Y al nal del día, una persona más sufre por mi culpa.
Tal vez debería haberme quedado en la cárcel hasta que
atraparan a este tipo. Así la destrucción a mi alrededor habría
cesado.
Veinticuatro horas de libertad, y alguien salió herido. Tengo que
lidiar con la compañía de Zachary y la culpa de Sebastian.
Sin mencionar que arruine mi primer día de trabajo, así que sí,
en cuanto a buenos comienzos… el mío apesta.
—¿O cómo mi mujer? —dice, y me paralizo, la tensión aumenta
a nuestro alrededor mientras trago saliva, apartando la cabeza de él,
sin querer ver su dolor ni recordar la sala del tribunal de hace tres
años y medio, cuando un odio tan profundo llenaba su mirada. Es
un milagro que no me haya matado con ello—. Joder. Esto no es lo
que quería decir.
Mi risa hueca resuena en la noche.
—Oh, no. Esto es exactamente lo que querías decir. Pero no
pasa nada. Porque esto… —señalo entre nosotros—, demuestra que
me culpas tanto como al asesino, y en esto nunca habrá colaboración.
Nunca podría trabajar con alguien que piensa que soy culpable.
—Yo no he dicho eso —suelta, su mandíbula crispada mientras
tira de su cabello con un gruñido—. Deja de ponerme palabras en mi
boca y escúchame, maldita sea.
Levanto la barbilla, termino mi té y coloco la taza a mi lado en
el banco mientras me hundo más profundamente en la manta.
—¿Por qué? Ya he tenido su cientes de tus insultos para que
me dure toda la vida.
Un carraspeo nos arranca nuestras miradas el uno del otro,
como si se tratara de una orden, giramos la cabeza hacia un lado
para ver a dos personas de pie a unos metros de nosotros.
Uno de ellos es un hombre con el cabello alborotado; su cuerpo
musculoso, envuelto en un traje negro, enfatiza su fuerza y energía
dominante, claramente el jefe de algo. Tiene ojos marrones y vacíos;
probablemente no podrías adivinar su emoción si lo intentaras.
Nos sonríe, aunque apenas levanta la comisura de la boca, y
extiende su mano hacia mí.
—Srta. Hale. Mi nombre es el agente Noah Willson. Esta es una
de los miembros de mi equipo, la agente Ella Gadot. —Hace un
gesto con la cabeza hacia la mujer que está de pie ligeramente detrás
de mí, sus ojos brillan con una amabilidad que va bien con su oscuro
cabello.
Mis cejas se fruncen cuando su título se registra en mi mente, y
abro la boca para comentar, pero Zachary lo hace por mí.
—¿Agentes, como del FBI?
La mirada asertiva de Noah se posa en Zachary durante un
breve segundo, como si lo diseccionara en piezas y estudiara
rápidamente su carácter antes de asentir.
—Sí. Per ladores para ser exactos.
—Psicólogos criminales —concluyo, todavía confundida por lo
que están haciendo aquí—. ¿Son ustedes los que querían hablar
conmigo?
—Sí, nos han informado de una nueva pista en el caso y hemos
venido enseguida. —Ella nalmente habla, su voz suave pero rme
—. ¿Le importa que le hagamos algunas preguntas?
—Si a ella no le importa, a mí sí. —Parpadeo sorprendida
cuando veo a Lydia, con el cabello alborotado en distintas
direcciones, corriendo hacia nosotros desde su auto, con un vaquero,
una chaqueta y unas sandalias como si hubiera salido
precipitadamente de su casa—. No tiene derecho a hablar con mi
cliente sin su permiso. —Jadea cuando se coloca detrás de mí y me
pone la mano en el hombro para que nuestras miradas se encuentren
—. No tienes que hablar con ellos.
Noah entrecierra los ojos, la molestia cruza su rostro antes de
cubrirla con indiferencia, y su tono se mantiene rme, aunque
imagino que no le gusta la intromisión de Lydia.
—Detente un momento, King. Estás actuando como si la
hubiéramos arrastrado con nosotros. Nadie está obligando a tu
cliente a hablar.
¿Qué está haciendo mi abogada aquí de todos modos? ¿O es
que la policía la informa cada vez que surge algo raro con mi
nombre?
Lydia se pone la mano en la cadera, levantando la ceja.
—Sin embargo, aquí está usted queriendo interrogar a mi
cliente, en lugar de entrar en el apartamento y estudiar el rastro que
el asesino en serie dejó para usted.
—Ya hemos visto las fotos que nos ha enviado la policía y no ha
dejado ningún rastro, así que en realidad no tiene sentido examinar
la escena del crimen —dice la agente Ella, con su atención centrada
en mí—. Pero la nota dirigida a usted nos deja muchas preguntas.
Por eso nos gustaría aclarar algunas cosas antes de seguir adelante.
—A tu cliente también le interesa escucharnos —dice Noah y
luego se dirige a Zachary—. Usted también, señor King. Algo me
dice que le sorprenderán algunos de nuestros hallazgos.
—Casi nada me sorprende. Pero iremos.
—Zachary, Phoenix está cansada y… —Hace callar a Lydia con
la mano levantada, y ella resopla con frustración—. Eres imposible.
¿Y qué estás haciendo aquí por cierto? ¿No has hecho su ciente?
Parpadeo una vez más ante la forma en que le habla sin
miramientos ni el menor signo de respeto, como si no temiera las
repercusiones de sus actos.
En ese momento me quedan claras algunas cosas.
Son hermanos, aunque sigue siendo un misterio para mí por
qué su hermana decidió ayudarme.
—Creo que me he perdido el memorándum en el que ambos
toman decisiones en mi nombre. —Me levanto, ajustando la manta a
mí alrededor, y miro a Lydia, que sigue enviando dagas a Noah y
Zachary—. Gracias por cuidar de mí, pero está bien. Me gustaría
escuchar lo que tienen que decir y aportar cualquier ayuda para
atrapar a este hijo de puta. —Mi tono baja una octava cuando me
vuelvo hacia Zach—. Y tú no tienes derecho a tomar ninguna
decisión por mí. Por favor, detente. —Con esto, doy un paso hacia
los agentes y les digo—: Lideren el camino.
¿Qué tengo que perder en cualquier caso?
Y además, no quiero volver a esa habitación por el momento, y
no tengo nada más que hacer, así que podría ser útil a la sociedad.
—Mujer testaruda —murmura Zachary justo antes de
agarrarme por el codo y arrastrarme hasta su auto que me espera, la
manta ondeando a mi alrededor mientras protesto.
—Suéltame.
Curiosamente, nadie presta atención a eso, sino que asienten
cuando Zachary grita:
—Nos encontraremos allí. Lydia —llama a su hermana y hace
un gesto con la cabeza hacia su auto—, ven con nosotros. James se
ocupará de tu vehículo más tarde.
Se apresura a seguirnos, con el alivio re ejado en su rostro, y en
unos segundos estoy sentada en el espacioso vehículo mientras el
hermoso paisaje de Nueva York se re eja en la ventana, la ciudad
iluminada por miles de luces que le dan una sensación aún más
majestuosa.
He olvidado lo hermosa que es la ciudad por la noche o en
cualquier momento del día, en realidad, apoyo mi cabeza en la
ventana, jando mi mirada en ella y apartando pensamientos
extraños.
Como el hecho que estoy en el auto de Zachary y no puedo
escapar de él por mucho que lo intente.
Y el pensamiento más desagradable que me hace sudar y me
pone la piel de gallina.
Que no me importa tener a los Kings a mi lado, porque ellos
gobiernan el maldito mundo con una sola palabra.
Y siento que para sobrevivir en esta batalla con un asesino en
serie, necesito al menos un pequeño porcentaje de su poder.
Porque yo no tengo ninguno.
¿No es eso triste?

Zac

Noah abre la puerta de una de las salas acristaladas de su


despacho y dice:
—Pasen, por favor. ¿Quieren algo de beber?
—No, gracias —responde Phoenix, caminando con Lydia hacia
el interior y acomodándose en el amplio sofá situado en el centro de
la habitación. Frente a él hay dos sillas con una pequeña mesa que
las separa—. Me gustaría cortar toda la charla de cortesía y pasar a la
situación que tenemos aquí. No hay necesidad de crear un ambiente
para que me abra —le dice ella con sinceridad, y él asiente,
apreciando claramente eso, el alivio que cruza su rostro es algo que
se puede apreciar.
Para conseguir un trabajo como per lador y ser el líder del
equipo, tiene que ser uno de los mejores psicólogos del mundo,
capaz de adivinar muchas cosas sobre la persona en apenas treinta
segundos. Una parte de su trabajo consiste en tranquilizar a las
víctimas lo su ciente como para que confíen en ellos, y este vínculo
les permite hablar, buscando la ayuda de los per ladores.
—Muy bien. —Noah y la agente Ella se dejan caer en las sillas
opuestas mientras yo me pongo a propósito al lado de Phoenix para
que no tenga más remedio que desplazarse más lejos en el sofá. Me
siento a su lado, mi cadera presionando contra la suya, y ella se
sacude un poco, probablemente sintiendo la electricidad que se
trans ere entre nosotros.
Su aroma a lavanda mezclado con vainilla perturba mis fosas
nasales, haciéndome desear cosas que no debería de esta mujer que
me odia con pasión, pero eso, por desgracia, no juega a su favor.
El odio, como el amor, es una emoción poderosa con la misma
intensidad. Y donde hay pasión, hay lujuria, y pretendo usar esta
lujuria para mantenerla conmigo aunque su odio hacia mí se haga
más fuerte.
De todos modos, no busco ni quiero amor. Tiene tanto poder de
destrucción que no estoy seguro de poder sobrevivir a él una
segunda vez.
¿Pero complacerla porque tiene algo que me atrae hacia ella
mientras tratamos de encontrar un asesino?
Eso no tiene nada de malo.
La agente Ella coloca una tablet grande en la mesa frente a
nosotros y se desplaza por varias imágenes, cada una de las cuales
muestra preciosas mujeres rubias en diferentes etapas de su vida.
Algunas ríen, otras lloran y otras miran a lo lejos.
—Estas diez mujeres son las últimas víctimas del sospechoso —
dice mientras Noah tiene otra tablet, pero esta vez nos muestra
varias fotos de hombres morenos con traje sentados en sus
despachos, y reconozco a algunos de ellos.
¿El último no era el jefe de una empresa de seguridad y su
mujer murió hace dos años? Incluso asistí al funeral, atraído después
de escuchar que un conductor borracho la había matado.
El apoyo puede ser una cosa que los dolientes rechazan, pero es
lo que necesitan, así que ofrecí el mío al hombre que tuvo que criar a
sus cuatro hijos solo.
—Estos son sus maridos.
—De acuerdo. —Lydia prolonga la palabra, con la confusión
escrita en su rostro mientras Phoenix se inclina más, con la mirada
ja en las fotos, sus cejas se fruncen para formar una línea profunda
entre ellas.
Algo se remueve en su mente, pero, ¿qué?
—Todas las mujeres murieron en el camino de vuelta a casa, ya
sea desde la peluquería, el gimnasio o su restaurante favorito. —
Luego la agente Ella da unos golpecitos en la tablet y aparece otra
serie de fotos, esta vez de mujeres de cabello oscuro llevando una
ropa que permite adivinar fácilmente su profesión.
Una jueza, una doctora, una bombera y una bibliotecaria, por
nombrar algunas.
—Esas son las conductoras. Todas tenían alcohol en su sistema.
—Ya se lo he enseñado a Phoenix, y estoy segura que Zachary
lo sabe. —Lydia me mira de reojo como si debiera importarme una
mierda.
Mis conexiones son profundas, y nunca me disculparé por ellas.
En realidad debería estar agradecida por ellas, o de lo contrario su
trasero habría estado en la línea un par de veces en el pasado.
—Le mostraste los hechos. No lo que hay entre líneas. —Noah
vuelve a hablar y se dirige a Phoenix—. Eres psiquiatra. Dicen que
habrías sido una de las mejores si esta tragedia no te hubiera
golpeado. ¿Entiendes hacia dónde nos dirigimos con esto?
Ella asiente, una respiración áspera se le escapa de los labios, y
junta las manos, el pulso en su cuello palpitando salvajemente, y sé
que, sean cuales sean las implicaciones, el miedo recorre su cuerpo.
Tiene miedo, y de alguna manera su miedo me inquieta,
queriendo que gruña y mate la fuente de su miedo para que no la
vuelva a perseguir.
Es gracioso, teniendo en cuenta que probablemente soy la
estrella de sus pesadillas, justo detrás del asesino en serie.
Finalmente, susurra, pero bien podría haber gritado las
palabras por el impacto que tienen en mí.
—Con cada víctima, recrea la primera vez. Probablemente
sintió un subidón de adrenalina, y le produjo un placer tan intenso
que se volvió adicto a él. Pero por mucho que lo intente, no puede.
—Levanta la cabeza, apartándose de las fotos, y le dice a Noah—:
Por eso ha confesado lo de mi caso. Quiere el mismo subidón de
adrenalina que experimentó hace cuatro años. Y cree que me he
convertido en su mejor amiga.
Un silencio sepulcral sigue a sus palabras, y entonces Lydia
jadea, tapándose la boca, mientras todo en mi interior se paraliza.
Porque si sigo siendo uno de los protagonistas de su subidón,
signi ca que no me eligió por casualidad. He estudiado lo su ciente
a los asesinos en serie en las últimas dos semanas como para saber
eso.
Así que sea cual sea el juego que sigue jugando con Phoenix, yo
soy parte de él.
Pero eso no es lo que me hace agarrar el brazo del sofá con tanta
fuerza que probablemente destroce el cuero mientras la rabia apenas
controlada alimenta mi sangre, exigiendo que encuentre a ese cabrón
y lo mate, aunque signi que ir tras las rejas por ello.
Es la idea que esta vez, si quiere utilizar a alguien valioso para
mi corazón… utilizará a mi hija.
Emmaline.
Y moriré primero antes de dejar que alguien la toque.

Pho

—Esto es una puta mierda —gruñe Zachary, levantándose con


tanta rapidez que hace sonar la mesa que tenemos delante cuando
prácticamente está vibrando de furia.
La voz de Noah es tranquila, aunque no se me escapa que
apenas se controla para no enfrentarse a él también, sin apreciar el
tono de Zach.
—Esto es psicología criminal, señor King. Estamos tratando con
asesinos en serie. Todo puede sonar como una mierda cuando se
trata de ellos.
—Lo que está diciendo es que nos utilizará para recrear la
situación del pasado. —Antes que ninguno de los agentes pueda
comentar eso, Zach continúa, cada palabra apestando a frialdad y
dureza—. La última vez, fue mi esposa. ¿Y esta vez? Será mi hija,
¿verdad? —Agarra la tablet con las fotos de las víctimas y la agita en
el aire, bramando tan fuerte que casi me tapo los oídos—. ¡Nunca
dejaré que eso ocurra!
Jadeo internamente, la confusión me invade ante esta
declaración… y el miedo… por esta niña que no conozco, porque
este asesino está loco. Usará cualquier medio que quiera si eso le
asegura conseguir su próxima dosis.
Aunque, ¿cuántas veces piensa utilizarme antes de tener
su ciente? A juzgar por el aspecto del apartamento, planea salir con
estilo, y que me maldigan si dejo que me manche de suciedad otra
vez.
En este retorcido juego suyo, no soy un juguete que él controla
mientras se llena del entretenimiento que le faltaba cuando era niño.
Noah y Ella comparten una mirada, sus cejas fruncidas, y eso
me lleva a todo el asunto de la niña.
¿Tiene una hija? ¿Cómo es posible?
Recordando vagamente la investigación durante mi caso, sabía
que nunca tuvo hijos con su mujer, y basándome en lo mucho que la
quería, dudo que se casara con otra.
Pero la pena puede hacer muchas cosas a la gente, incluso
procrear un hijo que no esperabas.
Lydia se aclara la garganta.
—Mi hermano adoptó una niña hace tres años. Se llama
Emmaline. No hicimos público este hecho por miedo a que la prensa
la persiguiera o algo así. Además, era tan reciente la muerte de
Angelica que queríamos privacidad. —Habla casi disculpándose,
como si lamentara haber ocultado este hecho y no me mira a los ojos,
moviéndose incómoda.
Y es por eso que probablemente no ve la devastación y la
agonía que provocan sus palabras, destrozando mi corazón de
nuevo. El aire se congela en mis pulmones mientras aprieto las
palmas de las manos con tanta fuerza que las uñas se clavan
profundamente en mi piel.
Emmaline.
Un nombre que quería utilizar para mi hija, pero nunca tuve la
oportunidad, porque él me la arrebató. Dominado por el odio, me
in igió el único castigo del que era capaz.
¿Y aun así adoptó una hija? ¿Le dio el mismo nombre que yo
quería para mi bebé? ¿La protegió del escándalo que conllevan
nuestros nombres, pero nunca mostró esa compasión hacia mi bebé?
¿Cómo puede ser eso justo?
La rabia empaña mi visión. La neblina roja se eleva
incontrolablemente mientras la ira hierve mi sangre, llenando mi
boca de ácido mientras las voces del pasado resuenan en mis oídos,
asestando golpe tras golpe resultando en la muerte de mi hija.
Mientras que el hombre vivía su vida experimentando la alegría
de la paternidad que hombres como él no merecen, porque un buen
hombre no me habría hecho eso… ni siquiera en medio de su dolor.
Antes que mi acción se registre en mi mente, me abalanzo hacia
él y golpeo su pecho con mis puños, gritando:
—¡Tú…bastardo! —Sin prestar atención dónde caen mis golpes,
sigo golpeando mis puños contra él; cualquier parte del cuerpo sirve.
Utilizo toda mi fuerza, esperando que le duela solo una décima parte
de lo que me dolió a mí que me destrozaran por orden suya—.
¡Bastardo enfermo!
Se queda quieto, sin escapar de mi asalto, pero ni siquiera
parece molestarlo.
Sin pensarlo, le paso las uñas por la cara antes de abofetear su
mejilla con fuerza.
—¡Bastardo enfermo! Mataste a mi hija. ¿Y ahora tienes la tuya?
—Agarro las solapas de su chaqueta, sacudiéndola mientras las
lágrimas corren por mis mejillas mientras mi corazón late tan fuerte
en mi pecho que probablemente todo el mundo pueda oírlo—. ¡Te
odio, Zachary King! — Otra dura bofetada.
Unas manos fuertes me rodean la cintura, tirando de mí hacia
atrás, pero aun así alcanzo a Zach, arañando su mejilla una vez más
y dejando marcas rojas en ella, todo ello mientras grito:
—¡Te odio, Zach! —Me levanto en el aire mientras le doy una
patada, queriendo provocar todo el dolor posible, aunque
probablemente no sienta nada.
Los monstruos no sienten dolor, ¿verdad? Se alimentan de él,
escuchando los gritos de sus víctimas hasta que las agotan. Y
entonces pasan a otra.
—¡Suéltame!
Le doy una palmada en la mano a Noah, pero no me hace caso,
me balancea hacia un lado y me pone de nuevo de pie mientras
ladra:
—Zachary, sal de la habitación.
—Dios mío —murmura Lydia, y me retuerzo en el agarre de
Noah, dispuesta a lanzarme de nuevo contra el hombre, solo para
encontrarlo de pie frente a mí, arrancándome de los brazos de Noah.
Aprovecho la oportunidad para golpearlo de nuevo, pero esta vez
me atrapa el brazo, así que golpeo con el otro, pero él también lo
atrapa en su agarre.
Con fuerza, me empuja hacia la pared, mi espalda se golpea
contra ella con dureza. Con las manos atrapadas, le doy una fuerte
patada, queriendo escapar de su proximidad o podría matarlo.
—¡Te odio! ¡Te odio! ¡Has destruido mi vida! —grito, sin
importarme las tres personas que nos escuchan. ¡Que sepan el
despreciable ser humano que es! —. Si tan solo hubieras mirado,
utilizado todo tu dinero en ese entonces para encontrar la verdad, y
tratado de escucharme y creerme. —Patada. Patada. Patada. Y tiro de
mis brazos, pero su agarre sobre mí es como el acero,
manteniéndome permanentemente en su lugar.
—¡No lo sabía, Phoenix! No sabía lo del bebé —grita, con un
tono cargado de emoción que me niego a examinar, porque no
quiero saber si siente remordimiento por ello.
Es un monstruo, y nunca perdonaré lo que ha hecho.
—Si tan solo me hubieras mostrado compasión. Si lo hubieras
intentado… —Ahora lloro a todo pulmón, apenas lo veo a través de
todas mis lágrimas—. Mi niña estaría viva. ¿Por qué no lo intentaste?
—termino en un susurro, de repente tan agotada que mis rodillas se
tambalean, pero Zachary logra agarrarme antes que caiga al suelo,
estrechándome contra su pecho mientras respiro pesadamente,
llorando y probablemente empapando su camisa.
—No lo sabía, Phoenix —susurra en la parte superior de mi
cabeza, meciéndome suavemente en sus brazos, y aunque lo
desprecio con todo mi ser, le permito hacerlo, necesitando el respiro
momentáneo de todas las emociones desbordadas.
Si no sabías las consecuencias de tu crimen… ¿eso lo excusa?
¿Trae de vuelta a tus seres queridos?
¿Puede su remordimiento devolverme a mi niña?
—La hubiera amado —digo en su pecho, tan cansada que
apenas puedo respirar—. La hubiera amado tanto. —Ella no habría
crecido como yo, sin saber si alguna vez fue amada en este mundo o
si solo fue un simple error que nunca debería haber ocurrido.
—Shhh. —Sigue meciéndome en sus brazos, y lentamente mis
párpados se cierran, mientras el latido uniforme de su corazón me
adormece como una canción de cuna.
Su corazón oscuro, bueno para nada, que no conoce la piedad
ni la compasión.
Capítulo 12
—Dicen que la lujuria es un pecado.
Deben tener razón.
Desearlo, anhelarlo, responder a él… es un pecado.
Un pecado que es tan tentador que no puedo resistirlo.
Y por eso, los dos podríamos ir al in erno, pero entonces, ¿no vivimos ya
en él de todos modos?

~Phoenix

Del historial de correos electrónicos de Phoenix y Zach…

Para: P
De: Zach
Estoy escribiendo este correo electrónico borracho como una mierda,
porque honestamente, ¿qué más explica esta locura, verdad? Han pasado
casi dos años desde nuestra última conversación, pero nunca te envié mi
correo electrónico, así que supongo que no podrías contactarme con alguna
mierda estúpida de la que te gusta hablar.
Pero aparentemente tu nombre es lo primero que aparece en mi mente
después de dos botellas de whisky y demasiados cigarrillos para contarlos.
¿Cómo es la Ivy League, chica lista? ¿Es todo lo que soñaste o más?
Ojalá sea lo primero; de lo contrario, apesta estar atrapado con una
beca y todo.
Siempre me enviabas cartas cuando querías compartir algo profundo
conmigo, ¿y por qué no devolver el favor? Aunque en mi caso, es una
horrible verdad a la que nalmente he tenido que enfrentarme.
Sin revelar mi verdadero nombre -realmente no necesitas este tipo de
problemas en tu mundo, cariño-, mi padre acaba de anunciarme que ha dado
acciones de nuestra empresa a sus tres hijos adoptivos. Como si los hubiera
hecho accionistas.
¿Te lo puedes imaginar?
Construyó la empresa con el dinero de mi madre, y ahora hace que los
hijos de su amante -¡ni por un segundo creeré que no se la estaba follando
mientras mamá estaba enferma- tengan casi la misma voz que yo!
La madrastra más querida tiene dos hijas y un hijo, cada uno de ellos
ahora elegible para postularse como CEO.
Esta empresa es mi legado, el legado de mi madre, ¿y papá cree que
está jodidamente bien darles una oportunidad en ella?
Que lo jodan a él y a su nueva familia. Nunca me gustó su esposa
antes, y ahora está permanentemente en mi lista de mierda.
También signi ca que tendré que romperme el culo aún más para
conseguir el lugar que me corresponde y demostrarle a mi padre que puedo
duplicar nuestros bene cios antes que se lo dé a su hijastro, Charlie, que lo
llevará a la quiebra en un año. Él no sabría lo que es un buen negocio
aunque lo golpeara.
Pero eso no es lo que me pone tan furioso, no realmente.
Es el hecho que todas estas acciones, el poner a su nueva familia por
encima de mí y de mamá, me demuestran que lo que dijo toda su vida es una
mierda.
Me dijo que el amor sucede una vez en la vida, que mi madre era un
regalo del cielo para él y que la apreciaba mucho.
“Vive una buena vida para que Dios te conceda una buena mujer que
te ame incondicionalmente, hijo.
Esto viniendo de un hombre que se casó con otra mujer en menos de
un año después de la muerte de mi madre.
Todo lo que me dijo es una mentira, hasta el hecho que me amaba.
Porque, ¿quién destruye así a su hijo después de enviarlo al extranjero,
porque su mujer no podía soportar más mi hostilidad?
¿Sabes qué, P?
Algún día le quitaré su empresa y la gobernaré como el bastardo sin
corazón que soy.
¿Y sabes por qué?
Porque mi padre me destrozó el corazón.
Pensaba que solo la muerte podía quitarte a tus padres; estaba
equivocado.
Perdí a mi padre en el momento en que se olvidó de su familia y aceptó
la de otra persona.
Lo mejor,
Zach
P.D.: Puede parecer que tengo problemas con mi padre y que a esta
edad ya no debería tenerlos.
Pero el hecho es que no los tengo.
Acepto la elección de mi padre y no anhelo la conexión. Ya no soy un
niño perdido de diez años.
Pero él cruzó la línea cuando tocó el legado de mi madre.

24 horas después

Para: Zach
De: P
Sé que debo decir algo, pero no sé muy bien qué.
¿O tal vez sí?
Permíteme comenzar con el hecho que me sorprendió mucho ver un
correo electrónico tuyo. La verdad es que pensé que nuestras conversaciones
habían terminado con la carta. Y también… gracias por tu regalo.
Todavía lo llevo, aunque es súper llamativo, pero tengo miedo de
dejarlo solo. Alguien podría robarlo. Adjunto la foto de mi cuello (por si
crees que miento).
La universidad es genial, y me lo estoy pasando como pez en el agua,
por así decirlo. Y la gente es muy amable. Bueno, son amables, porque he
encontrado mi tribu. Incluso he conseguido un trabajo en la biblioteca de la
universidad, además de dar clases particulares a niños tres veces por
semana. Así que no me muero de hambre, tengo ropa que ponerme y tengo
los estudios pagados.
Y para tu información, elegir una profesión médica fue una de mis
mejores decisiones. Siempre me siento en las clases con la boca abierta.
Pero volvamos al tema que nos ocupa.
No voy a entrar en toda la dinámica familiar y en lo que hizo tu padre
al compartir tu legado con sus otros hijos (te guste o no, ahora es su padre.
Así que está tratando de protegerlos de la misma manera que a ti. Lo cual es
una mierda para ti, porque crees que eres su único hijo. Pero la verdad es
que… no lo eres).
Pero tengo algo que decir sobre tu comentario sobre el amor.
¿Tienes pruebas que tu padre salía con otra persona mientras tu
madre vivía? Apuesto a que no.
¿Podría estar tu padre equivocado cuando te dijo que un hombre ama
a una mujer solo una vez?
Creo que es una forma de pensar muy limitada, ¿no? Que solo
amamos una vez en esta vida, como si fuéramos incapaces de sentir las
emociones dos o tres veces, solo porque prometimos amar a alguien para
siempre.
Yo nunca he amado a nadie (incluso a mi actual novio, que es
estupendo, pero no creo que sea el elegido ni nada por el estilo) así que no
soy una experta en el tema.
Sin embargo lo que sí sé… es que somos capaces de más cosas de las
que esperamos. Somos capaces de volvernos a enamorar aunque hayamos
perdido el primer amor.
Tu padre amaba a tu madre, pero ella murió, Zach. Conoció a otra
persona y se enamoró. A veces, las personas no tienen control sobre eso,
incluso si la voz de la razón les dice que está mal (como que él no esperara
ni un año para casarse con ella, por ejemplo).
¿Por qué la castigas por ello? ¿Es un pecado volverse a enamorar,
aunque creas que es imposible?
¿No deberías alegrarte que tenga a alguien con quien compartir esta
vida y no estar… no sé… triste?
Todos tenemos ciertas creencias y prejuicios. Creemos que sabemos
cómo debe vivir todo el mundo, porque tenemos nuestro conjunto de normas
y leyes que cumplimos religiosamente.
¿Pero lo curioso de la vida y el destino? Le gusta demostrar que
estamos equivocados.
Lo que pensamos ahora puede cambiar mañana en un abrir y cerrar de
ojos.
En cuanto a que haya elegido a la otra familia… tu padre ama a su
mujer y debe amar cada parte de ella; sus hijos son parte de ella. Para él, son
sus hijos.
Tal vez si hablaras con tu padre sobre tus sentimientos (no estoy
segura que los chicos lo hagan, pero ¿quién sabe?), podrías descubrir
algunas verdades inesperadas.
En resumen…
La vida es tan impredecible, corta y hermosa que es un crimen poner
límites a las emociones.
Sé que probablemente esta no sea la respuesta que esperabas (mis
amigos nunca se quejan de los padres, así que no estoy segura de lo que
querías de todos modos. ¿Quizás un apoyo como “diablos, tu padre es un
imbécil”?), aunque creo que realmente deberías hablar él.
No hagas nada de lo que puedas arrepentirte en el futuro.
Lo mejor,
P
PD: Dicho esto, no conozco a tu familia. Así que tal vez tengas razón,
y todos son un montón de imbéciles que no merecen una mierda de ti.
P.P.D.: Si quieres conquistar el mundo, deja también de beber hasta el
olvido. Quiero decir… me escribiste. Debes de haber estado muy ido.
¡Piensa en eso!
Pho

Me despierto sobresaltada cuando alguien me agarra


suavemente del brazo. Se me erizan el vello y me tenso
interiormente, mis manos se deslizan bajo la almohada donde
escondí un cuchillo de cocina por si ocurrían mierdas como esta, solo
para…
¿Deslizarlo por el cuero?
Mis ojos se abren de par en par y me siento erguida,
parpadeando confundida ante el espacioso y caro auto con el motor
en marcha y el calor ardiendo en cada esquina, sin dejar que un
centímetro de mi cuerpo se enfríe.
El conductor me envía una sonrisa a través del espejo retrovisor
mientras el hombre que está a mi lado me retira un mechón de
cabello de la cara, enganchándolo detrás de la oreja. Su pulgar se
desliza hasta mi barbilla mientras la levanta un poco,
preguntándome con su voz ronca quitándome el sueño que me
queda:
—¿Estás bien?
Con eso, todos los recuerdos de esta noche vuelven a mí como
una ola furiosa, tragándose todo a su paso. Le quito la mano de un
manotazo y retrocedo, pero me golpeo con la puerta del auto.
—¿Qué está pasando? —pregunto, mirando a través de la
ventana tintada, sin ver nada más que la oscuridad re ejada en mí.
Miro hacia el asiento delantero, buscando a Lydia, pero está vacío.
¿La habrá dejado a ella primero y ahora me llevará a mí a casa?
Aunque la perspectiva de pasar la noche en la escena del crimen me
produce escalofríos y me hiela la sangre, pre ero eso a la compañía
de Zachary. Sobre todo después de mi arrebato en la o cina.
¡Oh, Dios mío!
—¿Por qué no estamos en la o cina del FBI? —Mis cejas se
fruncen mientras aprieto las puntas de los dedos en las sienes,
cuando mi cabeza comienza a palpitar como si miles de hormigas
picaran en mi cuero cabelludo, tropezando con él con ferocidad.
—¿Qué está pasando? —repito.
—Te desmayaste unos minutos, así que he dado por terminada
la reunión y les he dicho que nos pondremos en contacto con ellos
cuando te sientas mejor. Tienen un par de preguntas más. —Debe
leer la confusión en mi cara, porque se explica mientras acerca su
chaqueta del asiento que hay entre nosotros—. Creo que están
tratando de encontrar un vínculo en nuestro pasado para averiguar
quién puede ser el asesino.
Mi mente digiere esta información, apartando
momentáneamente todo lo demás de mi cerebro.
—Signi ca que están casi seguros que lo conocemos.
—¿Solo porque fuimos sus primeras víctimas?
Sacudo la cabeza y hago una mueca, arrepintiéndome al
instante de la acción cuando el dolor me golpea de nuevo con toda
su fuerza.
—Bueno, eso, y sobre todo porque lo planeó muy bien. Lo que
nos pasó no fue algo improvisado. Lo había preparado durante
meses, aprendiendo nuestros gustos y aversiones. Pero sobre todo…
—No estoy segura de si debería compartirlo con un hombre como él,
pero, ¿por qué no? No es que él sepa lo que es la culpa, de todos
modos—. La primera vez suele ser una venganza personal. Es tan
personal como puede ser. Debemos haber desencadenado algo en él
—digo, y Zachary se ríe, aunque carece de humor, con la maldad
bailando en el borde de la misma.
—Si todas las personas que se cruzan conmigo planearan
venganzas personales contra mí, toda mi familia habría sido
aniquilada. —Con esto, abre la puerta del auto y se baja,
inclinándose para perforarme con su mirada, y hace un gesto con la
mano.
—Vamos.
Me dirijo a James y le sonrío, ya que se ha portado muy bien
toda la noche, y le digo:
—Gracias, ha sido un placer conocerte.
—Lo mismo digo, Srta. Hale. —Con una última inclinación de
cabeza, sigo a Zachary, dispuesta a volver al desagradable edi cio
con los constantes gritos de los vecinos con tal de poner n a esta
noche de locura, pero me no encuentro nada de eso.
En su lugar, me recibe una enorme casa de estilo moderno que
consta de tres niveles hechos de ladrillos grises y negros, cubiertos
de varias ores, lo que casi le da una sensación de cuento de hadas, y
rematados por un tejado rectangular.
Hay tantas habitaciones y ventanas que ni siquiera puedo
contarlas. La luz de la luna brilla de tal manera que es casi mágica,
atrayendo al interior con las luces del porche que muestran los
escalones de mármol que conducen a las puertas de roble marrón
anqueadas por dos estatuas griegas.
Una de ellas la reconozco como Atenea, la diosa de la guerra, y
la otra es Afrodita, diosa del amor. Que extraña combinación para
tener en la puerta principal.
La casa se extiende horizontalmente en un terreno que parece
interminable. Sin pensarlo, me giro para ver el enorme jardín que
tengo delante, con la hierba más verde. Varios rosales se extienden
por todo el territorio con hornacinas a lo lejos, e incluso algunos
columpios dobles.
Hay una fuente con estatuas en forma de cisnes en el centro con
agua cayendo suavemente en cascada desde sus bocas. Las luces de
colores cambiantes, una tras otra, me hacen pensar que estoy en
algún tipo de dibujo animado.
Las luces de seguridad están repartidas por todo el perímetro.
Nadie puede ocultar nada en el jardín, y varios perros ladran a lo
lejos, en dirección a un estrecho camino que lleva donde creo que
están las puertas principales. Probablemente también tengan
seguridad.
Todo en este lugar grita lujo, prestigio, poder, así que no es
difícil adivinar a dónde me ha traído.
Por n encuentro mi voz después de haberme llenado de este
ambiente, me dirijo a Zachary.
—Por favor, llévame de vuelta a casa.
—No tienes casa, Phoenix —jadeo ante la crueldad de sus
palabras, y la comisura de su boca se inclina hacia arriba, aunque sus
orbes verdes permanecen vacíos de cualquier emoción—. ¿O quieres
que te lleve de vuelta a ese apartamento donde ya ha estado el
asesino en serie?
—No eres tú quien debe decidir dónde me quedo. Te odio, por
si no lo he dejado claro antes. —¿O cree que solo porque me
desmayé en sus brazos, lo he perdonado?
El in erno puede congelarse mil veces, e incluso así, no lo haré.
Me doy la vuelta y salgo caminando hacia no sé dónde; no
tengo dinero ni un lugar al que ir… solo para que él me sujete por el
codo y me apriete contra su pecho mientras se cierne sobre mí. Las
chispas vuelan entre nosotros, pegando el aire a mis pulmones con
su pasión. Me mira a la cara, con su rostro sin emoción, pero no me
pierdo la rabia apenas controlada que envuelve cada una de sus
palabras.
—Oh, créeme, lo has dejado claro. Pero si crees que solo porque
me odias voy a dejar que te alejes de mi vista a un lugar donde el
asesino podría secuestrarte en cualquier momento o drogarte para
utilizarte en su nuevo plan, entonces tienes otra idea. —Parpadeo,
sin pensar en ello de esta manera—. Si no valoras tu vida, me
importa una mierda. Puedo valorarla por los dos.
—Porque quieres mantener a tu hija a salvo —susurro la última
parte, me duele la garganta por esta conclusión, y su mirada se
oscurece, algo cruza su rostro que no puedo nombrar, pero no me
deja examinarlo.
En lugar de eso, me arrastra hasta las escaleras, gritando por
encima de su hombro a su chófer:
—James, prepárate mañana, a primera hora.
—Sí, señor.
—Suéltame —digo, clavando los talones en el pavimento, pero
es inútil, ya que sigue tirando de mí hacia él, sin detenerse siquiera
cuando tropiezo un par de veces—. Zachary. —Intento apartar su
mano de mí, pero su agarre es tan fuerte que parece una piedra
inamovible—. Eres…
—Como quieras llamarme, me importa una mierda. Ahora
mismo no puedes pensar racionalmente una mierda. Yo sí puedo. —
Con esto, subimos las escaleras, y casi me resbalo en una de ellas,
pero me atrapa a tiempo, apretándome más a su lado mientras
continúa su camino, y en cortas zancadas llegamos a la puerta
principal.
Empuja la puerta, entrando en la tranquila casa que,
sorprendentemente, tiene todas las luces encendidas en su interior, y
tengo un segundo para estudiar el espacioso pasillo con varios
cuadros al óleo colgados en sus paredes, que muestran diversas
escenas de mitología griega, una más aterradora que la otra, y
murmuro:
—¿Qué eres? ¿Un fanático de los mitos?
—En cierto modo —responde, dirigiéndose hacia otro conjunto
de brillantes escaleras de mármol blanco que conducen al piso
superior, con sus zapatos casi sin sonido. Tengo un segundo para ver
una abertura en la enorme sala de estar llena de varios muebles de
color beige con los bordes rayados, lo que hace que parezca que
fueron traídos de la zona victoriana con varios cojines arrojados
sobre ellos.
Eso es todo lo que consigo notar antes que me arrastre escaleras
arriba hacia un pasillo más estrecho que resalta el enorme segundo
piso con al menos cuatro alas.
Señala una a la derecha.
—Ahí es donde vive mi hija. Por el bien de ella, por favor,
mantén la boca cerrada hasta que lleguemos a nuestro destino. —
¿Qué? ¿Por qué habla como si estuviéramos en un maldito avión?
Entonces me tira de la mano, pero ya estoy harta de esta mierda
y nalmente me libero de su agarre, retrocediendo a trompicones y
casi golpeando la barandilla de la escalera con la cadera.
—Iré contigo, pero deja de actuar como si fuera un perro con
correa —digo entre dientes, lo más tranquila posible, porque lo
último que necesito ahora es que su hija se despierte.
No quiero verla, nunca.
Ella será un recordatorio que respira y camina de lo que perdí y
su padre me quitó. No estoy segura de poder controlar mi reacción
al verla.
—Me parece justo —dice y se va en dirección contraria, a la
izquierda, mientras yo le sigo, sin perder de vista que las paredes del
segundo piso tienen cuadros totalmente diferentes.
Aquí, fueron hechos por un niño, dibujados en papel simple
con lápices de colores, cada uno con una niña pequeña haciendo
algo.
Desde bailar hasta comer o ver un dibujo animado.
Mi mirada recorre todas ellas mientras Zachary me guía, y a
pesar de mis reservas, una sonrisa curva mi boca al ver cómo en cada
una de ellas, la chica añade una enorme sonrisa en la esquina
derecha, dejando su rma única como hacen todos los artistas
famosos. Toda la composición se termina con el dibujo de ella
agarrada de la mano de una gura masculina, Zach, mientras ambos
sonríen alegremente en la imagen, e incluso hay una nota.
Está claro que no ha sido escrita por un niño, ya que la
gramática y la letra son demasiado hábiles para una niña de tres
años.

Para papá de su princesita: ¡Feliz cumpleaños!


¡Cariños y besos!
Emmaline Katherine King
♦♦♦

Sea el monstruo que resulte para el mundo exterior, no debe


transmitirlo a sus seres queridos, al menos porque su hija lo quiere
tanto.
Aunque me resulta difícil imaginar que pueda amar a un
hombre como él.
—Phoenix —me llama, y me doy cuenta que me he detenido.
Lo veo de pie junto a unas puertas dobles mientras las abre y me
hace un gesto con la cabeza para que entre.
Me acerco rápidamente a él y paso al interior mientras él
enciende la luz. Frunzo el ceño cuando la dureza de la lámpara de
araña me ciega durante un segundo, nublando mi visión, pero
nalmente me adapto a ella, mirando a mi alrededor.
No estoy segura de lo que esperaba encontrar aquí dentro,
teniendo en cuenta la decoración anterior, pero la habitación solo
tiene una cama de matrimonio y una mesita de noche con una
lámpara.
El único color presente en este lugar desnudo es el negro: las
sábanas, los muebles. Además de eso… no tiene vida.
Hay dos puertas más, el baño y el armario probablemente,
mientras que las cortinas blancas y negras ondean alrededor de las
puertas francesas abiertas que conducen al balcón, permitiendo que
entre aire fresco.
Sin calefacción a la vista, la noche que me espera será fría.
Al adentrarme en la habitación, observo que hay un camisón
sobre la cama, junto con lencería y zapatillas, así que, ¿es una
habitación de invitados?
Zachary responde a mi pregunta silenciosa.
—He ordenado que la preparen para ti. No hemos utilizado la
habitación, así que supuse que preferirías el aire frío en lugar de
inhalar polvo.
—Que considerado eres —digo con sarcasmo, cruzándome de
brazos y girándome para mirarlo—. Cuidado, Zachary, o mi corazón
podría latir más rápido.
—No me importa.
Mis cejas se fruncen ante esa extraña a rmación. ¿Qué
demonios signi ca eso? Scudo la cabeza, decidiendo no
concentrarme en estupideces y centrar mi atención en lo importante.
—Si me has traído aquí, debes tener un plan.
—Lo tengo, pero es tarde.
—Quiero escucharlo y comprobar como está Rafe. —Aunque
las heridas no ponen en peligro su vida, tendrá que permanecer en el
hospital un par de días hasta que le hagan más pruebas.
Zachary asiente y luego señala una de las puertas.
—Ahí encontrarás todo lo que necesites. —Entonces saca algo
del bolsillo y lo lanza sobre la cama, donde rebota un par de veces
antes de parpadear, dándome cuenta que es un móvil—. Mis
números y los de Lydia ya están programados ahí. Pensé que
querrías tener conexión con el mundo exterior. ¿Tal vez llamar a
alguien?
Lo recojo y le extiendo la mano. —No lo necesito. Yo tengo el
mío y, además, no tengo a quien llamar. —Por mucho que lo intente,
no puedo ocultar la amargura de mi tono, y me odio por eso. No es
así como quiero pasar el resto de mi vida. Con resentimiento hacia
quienes me lastimaron y no con aron en mí. Las segundas
oportunidades se nos dan por una razón. ¿No debería usarlas
entonces, en lugar de pensar en el pasado?
Al menos haré lo que pueda una vez que atrapemos a este
sospechoso obsesionado con nosotros.
Zachary se ríe, encontrando algo súper divertido en mi
respuesta, y se dirige a la puerta, sin mirar siquiera en mi dirección.
—Acepta mi teléfono, Phoenix. Hay batallas por las que merece
la pena luchar, y esta no lo es. —Abre la puerta de golpe, con los
dedos en el pomo mientras me mira por encima del hombro—.
Confía en mí en eso.
—Nunca podré con ar en ti, Zachary —le digo, encontrando
toda esta situación ridícula, pero él solo se encoge de hombros,
imperturbable ante mis sentimientos.
Como si debiera esperar otra cosa.
—Es una pena. Porque en este in erno actual en el que vivimos,
soy la única persona en la que puedes con ar.
—¿Por qué?
—Porque nuestras vidas están en juego. Deberíamos
protegernos mutuamente a toda costa, ¿no crees? —Con esta bomba,
cierra la puerta tras de sí mientras me dejo caer en el borde de la
cama, exhalando con fuerza.
¿En qué te has metido, Phoenix?
¿De verdad acabo de aceptar quedarme en el patio de recreo del
diablo, dispuesta a enfrentarme a él en sus dominios sin importar las
consecuencias?
Lo peor es… que me siento tan vacía por dentro. Tengo miedo
que llegue un momento en el que ya ni siquiera lo odie.
El amor y el odio comparten la misma amplitud de carga
emocional, así que quizás por eso es tan fácil cruzar esas líneas
invisibles.
Sin embargo, también tienen otra cosa en común.
Mientras ames u odies a alguien, estarás siempre unido a él de
una manera que nunca serás verdaderamente libre.
Tus pensamientos, tus decisiones, tu alegría y tu tristeza les
pertenecen, ya que dependen de ellos.
Sebastian ya no tiene ese poder; lo dejé ir en esa cama de
hospital.
Pero Zachary…
Mi odio arde con tanta fuerza dentro de mí que se podría
confundir con la pasión que exige un resultado que se transforma en
lujuria.
Una lujuria que no tiene límites, ni sentido común, ni moral, y
no lo hará.
Romperé estos grilletes enredados en mis muñecas que me
encadenan al monstruo, liberándome de su calabozo para que no
vuelva a tener una parte de mí.
Zachary King.
Mi mayor pesadilla e irónicamente el único aliado que tengo
ahora mismo que puede ayudarme a acabar con este in erno en el
que vivo desde hace cuatro años.

Zac

El hielo repiquetea dentro del vaso mientras me sirvo otro trago


de whisky y vuelvo a la silla de mi despacho en el primer piso. Los
búhos ululan a lo lejos, alertándome de lo tarde que es, aunque no
me importa.
Tomo un sorbo más grande y dejo que el líquido me queme la
garganta mientras me recorre, calentándome del aire que entra por
una ventana abierta.
Cojo varias carpetas de mi escritorio con todos los empleados
que he despedido en los últimos cinco años, las hojeo pero no
encuentro nada que destaque.
Por lo general, no tengo ningún drama adjunto a estos casos; la
política es realmente fácil. Si tu trabajo es excelente y sirve al
propósito de la empresa, tendrás trabajo de por vida junto con varias
boni caciones. Sin embargo, un solo error hará que recojas tus cosas,
obtengas el salario de tu mes y luego te largues de mi compañía,
porque nada que no sea excelente me servirá.
Todos estos puntos los dejo claro desde el principio y durante la
fase de rma del contrato, así que nunca tengo problemas.
Un fuerte suspiro seguido de un estornudo resuena en la
habitación, y echo un vistazo a mi portátil donde Zeke me devuelve
la mirada, casi durmiéndose en el sofá.
—No hay nada, Zach. He buscado. Toda esta gente tiene
buenos trabajos y una vida familiar estable.
—Sí, bueno, te sorprendería saber cuánta gente ‘perfecta’ es
capaz de cometer crímenes.
Siempre que pensamos en asesinos en serie, en la mayoría de
los casos, nos viene a la mente un tipo espeluznante llevando ropa
sucia, viviendo en un sótano y sin apenas habilidades sociales.
Esperamos tenerles miedo en el momento en que nuestros ojos se
posan en ellos o esperamos algo sospechoso solo por su aspecto.
Pensamos que tienen una risa malvada, que huelen mal y que
probablemente sean unos pobres tipos que se sienten perjudicados
en este mundo.
Bueno, hay casos como esos, por supuesto, pero muchas veces,
estas personas que son capaces de cometer crímenes horribles son
perfectos hombres o mujeres de familia, que llevan su vida normal
delante de las narices de todo el mundo, que tienen amigos y seres
queridos que confían en ellos.
Es posible que haga una barbacoa con ellos todos los domingos
y que no se sepa que puede descuartizar a sus víctimas todos los
meses, excitándose con sus gritos de auxilio.
Cuando uno investiga los crímenes, no puede poner etiquetas a
nadie y esperar que el asesino en serie sobresalga como un pulgar
dolorido. No, son maestros de la manipulación, el engaño y el
camu aje, y saben mucho más sobre la psicología humana que la
mayoría de nosotros. Saben cómo pasar desapercibidos y, con ello,
nunca temen que se descubra su tapadera ni que sus víctimas
sospechen nada.
Los asesinos en serie no son tontos guiados por sus deseos de
matar, donde todo y todos sirven.
No, son inteligentes, y en ese sentido, tengo que jugar a este
peligroso juego con cuidado, con re exión y sin ningún apego
emocional.
Después de todo, quienquiera que sea, no tiene ninguno; eso
está claro.
Cuando trates con un psicópata… piensa como un psicópata.
Zeke bosteza, murmurando entre dientes.
—Puede ser cierto, pero no tenemos nada. ¿Por qué crees que es
alguien a quien has despedido?
—Los agentes creen que es personal.
Zeke suelta una carcajada.
—Odio tener que decírtelo, hombre, pero tienes muchos
enemigos. Creo que la gente a la que has despedido es la menor de
tus preocupaciones.
Cierro la última carpeta, la tiro al suelo y tamborileo con los
dedos sobre el escritorio, considerando sus palabras, pero mi instinto
no está de acuerdo con eso.
Por supuesto, mucha gente me odia y le encantaría que fallezca
en agonía mientras me quitan mi empresa o mis contactos,
eliminándome del mundo de los negocios, pero, ¿por qué molestarse
con un plan tan elaborado como el de matar a mi mujer?
No, toda esa gente habría ido por mí. Además, soy un hombre
de negocios despiadado, nunca he jugado sucio, así que esta
cantidad de desprecio no encaja con el crimen.
—Investiga más a fondo. Asegúrate que estos son todos los
nombres. Tiene que haber una respuesta aquí.
—Zach.
—Un hombre rico no lo hizo, Zeke. Este crimen apesta al deseo
de herirme de la peor manera imaginable y despojarme de todo lo
humano por lo duramente que decidí castigar a Phoenix por el
crimen que no cometió. —Mi mandíbula se contrae mientras aprieto
los puños, la piel me arde en una oleada con solo recordar su
anterior arrebato de histeria en la o cina del FBI.
No es por sus palabras ni por los arañazos en la mejilla que me
escuecen como una perra; los agradezco. No, es el dolor insoportable
que brotó de ella, tanto que pude sentirlo físicamente.
Nunca lo he admitido, pero nunca la habría tocado si hubiera
sabido de su embarazo. Estas emociones eran débiles, y ella, en mi
mente, no merecía mi compasión. Escondí mi culpa en más ira y
resentimiento, pero cuidé de su hija.
Los médicos de la cárcel no tuvieron más remedio que salvarla
de todos modos. En cierto modo, ayudar a Emmaline fue mi
expiación por el crimen.
Sin embargo, en el momento en que mis ojos se posaron en ella
mientras yacía en la incubadora sin apenas respirar, con su pequeña
mano asomando por ella, y la toqué… supe que estaba perdido.
Esta pequeña e inocente criatura me necesitaba tanto como yo a
ella, y creo que gracias a ella me mantuve cuerdo.
Soy un monstruo de verdad, tal y como me llama Phoenix, pero
nunca me disculparé por lo que hice.
Zeke se aclara la garganta, sacándome de mis oscuros
pensamientos, y resopla exasperado.
—Bien, voy a buscar una última vez. ¿Algo más? Realmente me
gustaría ir a dormir.
—Eso es todo. —Sin despedirme, termino la conexión y me
recuesto en mi silla, necesitando ir a dormir, joder, pero sin
encontrar el deseo de hacerlo.
Las palabras de Noah antes de salir de la sede vienen a mi
mente, inquietándome aún más.
—Está perdiendo el control rápidamente. Sus asesinatos se han
intensi cado el doble desde el año pasado, ¿y ahora deja mensajes para
Phoenix? Esto es una mala señal. Está tratando de conectarse con ella. Todo
esto con Rafe sucedió solo porque él quiere que ella sepa que él la cuida. Si lo
hubiera hecho para su propia satisfacción, el tipo habría muerto. Él está
apegado emocionalmente a ella por ahora. Pero sus emociones cambiarán en
un abrir y cerrar de ojos en el momento en que sepa que ella no comparte
sus afectos. —Noah mete los pulgares en los bolsillos de su vaquero—. Y
esta será su sentencia de muerte.
Apoyando el brazo en el techo del auto, le pregunto, digiriendo esta
información:
—¿Crees que si lo incitamos a perder aún más el control, se volverá
más temerario?
Noah frunce el ceño.
—Depende de lo que ocurra. Sin embargo, su imprudencia no
signi cará que sea fácil atraparlo. No es estúpido.
—Pero lo desestabilizará lo su ciente como para dar un paso en falso,
lo que podría permitirnos atraparlo. O cambiar las variables de su ecuación.
El sonido de algo que se estrella resuena en las paredes, y salgo
disparado de mi silla, abriendo el cajón del escritorio y sacando mi
pistola para luego quitarle el seguro rápidamente.
Otro golpe, y abro la puerta, corriendo hacia la cocina que es de
donde proviene el sonido. Veo una luz brillante y me doy cuenta un
segundo antes de entrar y ver a Phoenix que es ella arrodillada sobre
las diversas sartenes esparcidas por el suelo.
Murmura:
—¡Mierda! —Se paraliza cuando lentamente levanta la cabeza y
sus ojos color chocolate se posan en mí, re ejando en ellos una leve
molestia. Pero luego se amplían cuando ve la pistola en mi mano—.
¿Para qué demonios necesitas eso?
Pongo el seguro en su sitio y la dejo caer con un fuerte ruido
sobre la mesa.
—He oído un ruido. Mi personal está dormido a estas horas de
la noche, así que he venido a mirar.
La esquina de su boca se levanta.
—Pensaste que era un asesino en serie. —Una risa divertida se
desliza por sus labios, melódica en su naturaleza, y tan diferente de
las vacías que he escuchado antes. Me pregunto qué se necesita para
escuchar su risa completa. Probablemente suene como una hermosa
música a la que una persona podría volverse adicto—. No creo que
la cocina hubiera sido un lugar al que él hubiera ido.
—Pre ero no arriesgarme.
Con esto, su sonrisa desaparece como si recordara que soy su
enemigo, y empieza a recoger todas las sartenes.
—Mi cuerpo está agotado, pero no puedo dormir, así que he
pensado en tomar un poco de leche. —Evita mi mirada, colocando
rápidamente todo en su sitio y eligiendo una cazuela pequeña,
ajustándola en el fuego.
Qué hermosa mentira.
Me dirijo a la nevera, agarro la leche y se la doy.
—¿Quieres una?
—Sí, por qué no. —Odio la leche desde que una de mis niñeras
me obligó a beberla, pero acepto cualquier rama de olivo que me
extienda.
Para que esto funcione, no podemos estar en lados opuestos de
la valla.
Mientras vierte una generosa cantidad y enciende el fuego,
apoyándose en la encimera, le pregunto:
—Son las pesadillas, ¿no?
Se tensa, echando su cabello oscuro hacia atrás, y solo entonces
me doy cuenta que está usando el camisón negro ajustado a ella
como una segunda piel, arrastrándose hasta sus pies y enfatizando
cada curva de su cuerpo.
A juzgar por sus fotos anteriores, ha perdido algo de peso, pero
eso no disminuye su belleza ni la riqueza de sus cabellos oscuros que
caen en cascada por su columna en sedosas ondas.
El aroma del champú mezclado con lavanda ota en el aire,
atrayéndome hacia ella, pero mantengo la distancia, no queriendo
abrumarla.
Mi cuerpo podría querer a Phoenix, con una lujuria tan fuerte
que nada más que la locura puede explicarlo. Solo Dios sabe por
qué: nunca tengo escasez de mujeres que estuvieran dispuestas.
¿O tal vez sea eso de la lujuria a primera vista de la que todo el
mundo habla? Nunca he experimentado eso en mi vida, así que no
tengo nada con qué compararlo.
Incluso con mi Angelica, el deseo fue llegando poco a poco a
medida que la iba conociendo, porque no se parecía en nada a las
mujeres que me atraían.
De un modo u otro, Phoenix será mía y adornará mi cama.
La paciencia no es una de mis virtudes, pero puedo ejercitarla
por ella.
—¿Sabes qué? Creo que ya no quiero leche —anuncia, girando
sobre sí misma, lista para lanzarse a la puerta, pero la detengo,
bloqueando su salida y atrapándola entre mi pecho y la encimera de
la cocina.
Poniendo mis dos manos detrás de ella, me inclino más cerca
mientras nuestras respiraciones se mezclan. Ella jadea y me empuja.
—Suéltame, Zach. —Permanezco inmóvil, notando cómo su
pulso late en su cuello queriendo morder y saborear su piel en mi
lengua—. Aléjate de mí.
—¿Por qué es tan difícil permanecer en mi compañía? —
pregunto en cambio, ella parpadea sorprendida antes de sacudir la
cabeza con incredulidad.
—¿Tienes el valor de preguntarme eso? ¿Después de todo lo
que me has hecho pasar? Te odio, Zach —repite con el calor
cubriendo su voz, aunque no me extraña como el sudor brota en su
piel, una pequeña gota resbalando desde su cuello hasta la clavícula,
desapareciendo bajo el camisón.
—Lo haces. ¿Por qué otra razón?
—No hay otra razón. —Empuja con más fuerza, golpeándome
en mi paquete de seis, pero una vez más, ni siquiera me muevo—.
Suéltame, Zach, o te juro que voy a gritar.
—Nadie te oirá. El personal tiene una casa independiente, y mi
hija duerme con la niñera arriba. ¿Por qué no soportas estar en mi
compañía, Phoenix?
—¡Porque sí! —grita y vuelve a empujarme, y esta vez
retrocedo mientras ella respira con di cultad, su pecho sube y baja
mientras me mira con furia, magni cando su belleza—. Porque
debería ser su ciente para que te apartes.
La atraigo hacia mí, nuestros pechos se presionan el uno contra
el otro, pero antes que pueda alejarse de mí, enredo mis dedos en su
cabello y arqueo su cabeza hacia atrás y luego susurro contra su
boca:
—Por esto, ¿verdad? —Y con eso, golpeo mi boca con la de ella,
conectándonos en un beso.
Un solo beso.
Sin embargo, cambia para siempre el equilibrio de nuestra
relación y abre posibilidades que creí que nunca más querría.

Pho

En el momento en que su boca toca la mía, me quedo quieta,


demasiado aturdida por la electricidad que me recorre y que me
provoca punzadas en la columna, haciendo que un jadeo se me
escape de los labios.
Su aroma masculino me envuelve, desdibujando todo lo que me
rodea mientras nos acerca. Me inclina la cabeza y me lame la boca
antes de meterme la lengua entre los labios, y es entonces cuando
salgo de la conmoción momentánea y de la neblina en la que me ha
sumido.
Lo empujo, con fuerza. Como no se lo espera, retrocede y le doy
una bofetada en la mejilla, cuyo sonido resuena en la habitación. La
palma de mi mano rebota y deja una huella roja marcando su piel,
llamando la atención sobre las diversas marcas de arañazos que le he
dejado antes.
Mi pecho sube y baja, nuestra pesada respiración llena el
espacio mientras ambos nos miramos jamente. Sus ojos son
ilegibles mientras la morti cación me recorre, pero eso no es lo que
me asusta.
No…, lo que me asusta es el hecho que mi cuerpo zumba de
expectación, su tacto me recuerda cómo he extrañado esta necesidad
primaria y básica y cómo aparentemente no le importa quién es este
hombre para mí.
Quiero huir de la lujuria que se está formando en la boca de mi
estómago quemando todo a su paso, exigiendo que sucumba a su
necesidad, sin importarme Zachary ni sus actos.
Solo el hecho que mi cuerpo lo desea. La extraña e
indescriptible atracción que siento hacia él me empuja en su
dirección, susurrando promesas de olvido y placer de las que he
estado privada durante tanto tiempo.
Oh, Dios mío. Has perdido la cabeza. ¿Cómo puedo reaccionar ante
este hombre o incluso pensar en ello?
Sin embargo, todo el autodesprecio de mi mente no puede
detenerme cuando él se acerca a mí. En un segundo, estoy entre sus
brazos, sus manos me agarran dolorosamente por las caderas
mientras me levanta y me coloca sobre la fría encimera de la cocina
antes de meterse entre mis piernas y volver a juntar nuestras bocas,
escapándose un suspiro de alivio.
Ya no hay vuelta atrás y, por un momento, solo puedo
concentrarme en las sensaciones que despiertan cada célula de mi
cuerpo, en lugar de la pena y la batalla interna que me gritan sobre
mi pasado.
Odio a Zachary King con todo mi ser y nunca dejaré de hacerlo,
pero si él puede darme un respiro de la agonía que me carcome cada
segundo de mi vida, lo agradeceré y no me juzgaré con demasiada
dureza.
Al menos en este momento.
Solo quiero olvidarme de todo y experimentar algo más que el
dolor que parte mi cuerpo en dos, sentir el contacto de las manos de
un hombre fuerte sobre mí, que me recuerde que pude haber estado
congelada en el tiempo durante cuatro años… pero no estoy muerta.
¿Es un pecado hacer algo malo una sola vez en esta vida si tiene
el poder de aliviar las heridas internas, por muy breve que sea esta
medicina?
Nadie piensa nunca que va a ser débil contra la fuerza de la
naturaleza; la gente tiene la tendencia a creer que sería más fuerte en
ciertas circunstancias, y sé a ciencia cierta que es mentira.
No sabemos nada de nosotros mismos hasta que nos
encontramos en la situación que intentamos juzgar.
Así que en lugar de apartarlo, abro la boca para él, decidiendo
acallar todas las voces de mi cabeza que me gritan que detenga esta
locura que podrá o muy probablemente me consumirá en el futuro y
le dará a Zachary un as que podría usar contra mí.
En este momento, no existe nada más que el cuerpo de este
hombre y lo que puede hacerme; no tiene un nombre ni una cara que
me suene, rogándome que escuche sus súplicas.
En cuanto nuestras lenguas se rozan, gemimos y se me pone la
piel de gallina. Profundiza el beso, inclinándome hacia atrás hasta
que inclino la cabeza para recibir cada deslizamiento de su lengua; el
beso caliente y apasionado desvanece todo rastro de culpa y lo
sustituye por una necesidad tan fuerte que no puedo dejar de
apretar mis muslos alrededor de él. Mis uñas arañan la parte
posterior de su cabeza mientras abro más los labios para profundizar
aún más el beso… si es que es posible.
Sus palmas se deslizan hacia arriba y hacia abajo por mis
caderas, agarrándome con dureza debajo de la seda, y jadeo en su
boca mientras sus manos se mueven hacia abajo para subir el
dobladillo de mi camisón hacia arriba, hacia arriba, hacia arriba.
Cuando siento el frío mostrador debajo de la piel desnuda de mis
muslos, aparto mi boca, tragando aire.
Nuestras miradas chocan y un ronco aliento de protesta se
escapa de mis labios cuando él retrocede y tira de la parte trasera de
su camiseta, dejándola caer al suelo. Vuelve a acercarse, el calor de
su cuerpo me hace arder por dentro, mis ojos recorren su perfecto
paquete de seis y su suave piel. Me inclino más hacia él y le paso la
lengua por la clavícula, mordiéndole la carne y disfrutando de su
sabor almizclado, potenciado por su aroma masculino, que es como
un afrodisíaco con tanta belleza masculina cerca de mí.
Me agarra del cabello, deteniendo mis movimientos, y tira de
mí hacia atrás, susurrando:
—Phoenix. —Rápidamente le pongo el dedo en los labios,
haciéndolo callar antes que pueda decir algo más.
Si oigo su voz durante mucho tiempo, romperá la burbuja que
he creado, y eso no puede ocurrir.
Su mirada se oscurece, el deseo se mezcla con la ira, pero se
queda callado, parece que tampoco quiere dejar pasar esta
oportunidad.
Un minuto me tiene prisionera y al siguiente grito cuando me
hace caer de espaldas sobre el mostrador, con su cuerpo cubriendo el
mío. Una vez más, su boca se posa sobre la mía, pero esta vez el beso
es diferente.
La delicadeza desaparece. En su lugar, el beso es apasionado y
absorbente, lo que hace que se me ponga la piel de gallina mientras
su erección se clava en mi interior, deslizándose hacia arriba y hacia
abajo, dándome un breve indicio de lo que puede hacer conmigo.
Fusionando nuestras bocas, espero que acabe con nuestra miseria y
nos dé a los dos lo que tanto deseamos.
Dándome un duro mordisco en el labio inferior y tirando un
poco de él antes de calmarlo con un lametón de su lengua, se mueve
más abajo para pellizcarme la barbilla antes de viajar a la parte
inferior de la misma, dejando sensaciones de ardor por todo el
cuerpo mientras que el desaliño de su sombra del día siguiente
probablemente deja huellas en mi piel, sin importarme.
No me importa nada mientras el placer me espere al nal de
este viaje.
—Phoenix —murmura contra mi clavícula, y me estrecho entre
sus brazos, con los ojos abiertos de golpe por su voz que se balancea
entre nosotros—. Phoenix —repite, mordiéndome la piel, ganándose
un grito ahogado, aunque intento contonearme para que se calle.
Sin embargo, su fuerte agarre no me permite moverme. En
lugar de eso, se desliza hacia abajo, con su aliento abanicando los
montículos de mis pechos. Les da un ligero beso antes de atrapar
uno de mis pezones entre sus labios a través del sedoso camisón,
tirando de él hacia un lado y luego chupándolo con dureza, su
lengua cubriendo mi pico puntiagudo con saliva. Mi espalda se
arquea cuando un gemido resuena en la cocina y cierro la boca,
temiendo despertar a alguien.
¿Cómo es posible que una oleada tras otra de sensaciones me
asalten con su carne contra la mía?
—Haz todo el ruido que quieras. Nadie te va a oír aquí —dice y
se desplaza hacia mi otro pecho, repitiendo la acción y volviéndome
loca. Me arde la piel y quiero arrancar la ofensiva seda pegada a mí,
que me impide conectar plenamente con su tacto, que me está
volviendo loca con cada movimiento de su lengua.
Por favor, cállate. Déjame disfrutar de este olvido sin la cruel realidad.
Esta vez, gimo más fuerte mientras la electricidad recorre mi
organismo, haciéndome temblar en su poder. Mi núcleo se
humedece más, suplicando cualquier tipo de alivio del fuego que se
extiende por mis venas, encendiendo todo a su paso.
Hago girar las caderas hacia delante, queriendo apretar su
erección tan gruesa entre mis muslos, pero él no me deja. En lugar
de eso, vuelve a susurrar:
—Phoenix —ante mi fuerte gemido de protesta, con la cabeza
temblando, sin querer escucharlo ni reconocer esta realidad.
Sus manos vuelven a agarrar mis caderas, sus dedos se clavan
con tanta fuerza que dejarán cardenales como recuerdo de esta
noche, pero nada de eso importa ahora.
Con cada roce, intensi ca la insoportable necesidad que siento
en mi interior y, con un último mordisco en el pezón, me hace
avanzar sobre la encimera mientras su boca desciende cada vez más
hacia mi estómago y luego hacia el ombligo, mordiendo mi carne a
través de la seda y dejando huellas húmedas en su camino. Me pasa
las piernas por encima de los hombros, empujando mi camisón hacia
arriba, y me ordena:
—Sujétalo.
Hago lo que me dice, levantando las caderas para tirar de él por
encima de mis pechos mientras su aliento caliente me abanica el
núcleo justo antes que me roce con su barba sobre el interior del
muslo, arañándome. Gimo, y él me lame la piel, un gemido se escapa
de mis labios. Mis manos extendidas se deslizan hacia arriba y hacia
abajo por mi vientre, deseando palmear su cabeza para llevar su
boca donde más la deseo pero, al mismo tiempo, dudando, con
curiosidad por ver qué hará a continuación.
Cambia su atención al otro muslo, mordisqueando la piel, siseo,
con los talones de mis pies rozando su espalda, y esta vez no me
detengo cuando mis dedos se enredan en su cabello, acercando su
boca a mi núcleo dolorido.
—¿Qué quieres, nena? —pregunta, frotando su cara contra mis
bragas y haciéndome gemir de placer y frustración, ya que solo
intensi ca la necesidad y no hace nada por apagar el fuego.
—Por favor —repito, bloqueando el pasado y el futuro, y
centrándome solo en el presente, donde el fuego me tragará entera si
él no hace algo al respecto.
Trato de moler su cara, pero él se ríe contra mi carne, dándole
un ligero mordisco a través de mis bragas mientras me pregunta de
nuevo:
—¿Qué quieres, nena? —Permanezco en silencio, con cada una
de sus respiraciones haciéndome cosquillas y enviando oleadas de
sensaciones a través de mi cuerpo. El aire se atasca en mis pulmones
cuando dice—: ¿Quieres mi lengua? ¿Dónde?
Asiento con la cabeza, aunque él no pueda verlo, y deslizo la
mano hacia mi cuerpo, apartando las bragas y deslizando el dedo
corazón por mi piel sensible, gimiendo tan fuerte que probablemente
pueden oírme arriba, pero no me importa.
¿Cómo podría hacerlo?
Me hace perder toda la decencia.
—Aquí mismo —respondo, con la voz ronca y necesitada
mientras deslizo de nuevo el dedo, disfrutando del ligero alivio que
me produce, y lo llevo hasta mi clítoris, pellizcándolo y siseando
ante el placer que se extiende por mí—. Aquí también —¿O tal vez
no lo necesito en absoluto?
Al n y al cabo, puedo excitarme sola si él sigue siendo un
imbécil obstinado.
Su mano rodea mi muñeca, llevando mi dedo a su boca y
chupando mis jugos mientras levanto la cabeza. Su mirada se ja en
mí, y mi respiración se entrecorta ante el deseo desnudo y crudo que
hay en ella, despertando partes de mí que creía muertas. Mi núcleo
se aprieta, deseándolo solo a él.
Mi dedo no será capaz de aliviarme del fuego que ha
inspirado… ¿y qué tan patético es eso?
Deslizando las palmas de sus manos bajo mi culo y levantando
mi centro hacia su boca, ordena:
—Pon las manos en los pechos. No necesito instrucciones
cuando se trata de comer un coño. —Y con esto, coloca su boca en mi
centro, hundiendo su lengua dentro de mí. Arqueo la espalda,
gritando mientras miles de voltios de electricidad pinchan mi piel.
Las ráfagas de calor me recorren por todas partes, desde la punta del
pelo hasta los dedos de los pies, haciendo que cada parte de mi
cuerpo esté hambrienta de su contacto.
Retira su lengua para volver a deslizarla dentro, haciéndola
girar de un lado a otro y deslizándola por mis pliegues, lamiendo
mis labios inferiores uno a uno antes de extender su boca sobre mi
núcleo, dándole un profundo beso francés, barriendo mi humedad
en su camino. Gimo, mis talones se clavan en su espalda, y me
aprieto los pezones, gimiendo de frustración por la necesidad que
sube y sube a la super cie, exigiendo que me libere, pero él no me
deja. En lugar de eso, me pasa la lengua por el coño antes de atrapar
mi clítoris entre sus labios, haciéndolo rodar y chupándolo. Vuelvo a
gritar, olvidando su orden, y enredo mis dedos en su cabello,
apretándolo contra mi núcleo, manteniéndolo en la misma posición.
Continúa dando embestidas de placer una tras otra, llevándome
cada vez más alto hasta el borde de un orgasmo que está casi a mi
alcance. Pero entonces vuelve a bajar, con su lengua recorriendo mis
pliegues, y resoplo de frustración, apretando más mi agarre, lo que
solo me hace ganar un gruñido suyo que hace vibrar mi carne, y
gimo, gritando:
—Por favor.
Lamiéndome de abajo a arriba, me pregunta:
—¿Por favor qué, Phoenix? —Golpea su lengua contra mi
clítoris, presionándolo, y me sacudo bajo sus embestidas, pero sus
dedos me aprietan las nalgas con tanta fuerza que no tengo más
remedio que permanecer en esa posición.
¿Qué quiere? ¿Rendición? Se la daré con gusto, ya que no me
queda dignidad.
—Haz que me corra —digo, y exhalo aliviada cuando desliza su
lengua dentro de mí, haciéndola girar cada vez más profundamente.
Hago rodar mis caderas hacia delante, rechinando sobre su lengua y
casi me corro sobre ella, pero él la retira, lamiendo mis pliegues una
vez más—. ¡Por favor! —añado con frustración y rabia, odiándolo
por hacerme suplicar, mis piernas lo rodean, apretando mis muslos
contra su cara, aunque eso no cambia la trayectoria de sus
movimientos.
Lleva su mano a mi centro, frotándome con el pulgar arriba y
abajo, arriba y abajo, volviéndome loca con cada deslizamiento
húmedo antes de meterme dos dedos, estirándome mientras su boca
me chupa el clítoris. La doble sensación casi me hace volar. El sudor
me cubre la piel y mis oídos zumban por el placer abrumador que
parece podría destruir todo lo que me rodea.
Solo susurra lo su cientemente alto para que pueda oírlo:
—Dime, Phoenix. ¿Quién te hace sentir tan bien ahora mismo?
—Me quedo helada, con el aire atascado en mis pulmones, pero
gimo cuando arrastra su lengua por mi carne y luego la desliza
dentro solo para apartar su boca cuando mi silencio continúa—.
¿Quién, Phoenix?
—Por favor —digo, cerrando los ojos y cubriéndome la cara con
las manos, manteniéndome dentro de esta burbuja que mi
subconsciente ha creado de la fantasía caliente que toda mujer tiene
en su cabeza… y en la que no tengo que verlo.
Ver verdaderamente al hombre que me da placer.
Sin embargo, el diablo nunca es amable, oh no.
Es despiadado y ajeno a los deseos de cualquier persona que no
sea la suya.
—¿Cuál es mi nombre, nena?
Lo odio por preguntarme, porque levanta su cara de mi carne y
detiene todas sus acciones, manteniéndome al borde del orgasmo,
hambrienta del olvido que se niega a darme hasta que juegue con
sus reglas.
Hombre cruel.
Pero entonces, ¿no lo sabía ya cuando decidí ceder a esto?
Nuestras pesadas respiraciones llenan el espacio en el silencio
que sigue a su petición -u orden- y abro los ojos de golpe, tragando
saliva antes de dejar que me destroce una vez más, porque no tengo
armadura cuando se trata de él.
Me ha despojado de la última y falsa sensación de dignidad.
—Zachary. Tu nombre es Zachary. —Y con eso, las lágrimas se
forman en mis ojos, cayendo por mis mejillas, y no hago nada para
limpiarlas, pero no tengo que hacerlo.
Zach retrocede, se endereza, saca un preservativo de la parte
trasera de su vaquero mientras baja la cremallera antes de abrir el
paquete de aluminio.
Envuelve fácilmente su erección en él. Mis ojos se abren de par
en par al ver la carne gruesa, larga y furiosa que gotea pre semen en
la punta, y luego sus manos vuelven a estar en mis caderas,
acercándome hasta que lo envuelvo con las piernas y su erección se
clava en mi centro. Lo frota por todo mi centro y se inclina hacia
delante, lamiendo las lágrimas de mis mejillas, una a una, y luego se
traga un gemido desgarrador que sale de mi boca cuando se
introduce en mí, desplazándome un poco sobre el mostrador y
estirándome tanto que me pregunto si sobreviviré.
Gemimos, y enredo los dedos en su cabello, inclinando la
cabeza hacia atrás para profundizar el beso, nuestras lenguas
rozándose, borrando todos los pensamientos oscuros mientras él
empuja hacia atrás y hace rodar sus caderas hacia delante de nuevo,
introduciéndose en mí con tanta fuerza que me sorprende no caer
hacia atrás.
Apretando más mis muslos alrededor de él, le permito beber de
mi boca. Con cada sacudida de sus caderas, me encierra en un
capullo caliente de pasión y placer que se hunde en cada uno de mis
huesos y me envenena la sangre; mi cuerpo anhela más y más de él,
dándome una amplitud de emociones que no creía posible.
Mis pulmones suplican algún tipo de oxígeno, pero no los
escucho. En lugar de eso, lo tiro del cabello, abriendo más la boca
mientras él me penetra más y más profundamente con cada
empujón, mi coño apretándose a su alrededor, mi carne ardiendo
por su amplia longitud que debería estar prohibida por el éxtasis
que me produce.
Aparta su boca, arrastrando besos por mi cuello, mientras me
aprieto contra él, el vello de su pecho haciéndome cosquillas en mis
picos puntiagudos, lo que no hace sino aumentar los bloques de
construcción listos para colapsar en cualquier momento.
Acelera su ritmo, me chupa el cuello y sin duda me dejará
chupetones, mientras golpea más y más profundamente.
Empuja. Empuja. Empuja.
Mis manos se deslizan por su espalda, pasando mis uñas sobre
ella, queriendo provocarle dolor, el mismo tipo de agonía mezclado
con el placer que él evoca en mí, mientras mi coño se aprieta cada
vez más a su alrededor, acogiendo cada empuje de sus caderas hasta
que nalmente todo es demasiado. Arqueo el cuello hacia atrás,
gritando cuando nalmente me golpea. Una oleada de calor se
extiende por todo mi cuerpo, martilleándome con el placer una y
otra vez, haciendo que casi me ahogue en él por lo fuerte que es: no
es nada que haya experimentado antes.
Empuja un par de veces más y luego gime en mi oído,
mordiéndome el lóbulo. Se derrama dentro del preservativo y me
agarra las nalgas con tanta fuerza que un gemido se me escapa de
los labios.
Se echa hacia atrás, tocándome la cabeza, y me pasa el pulgar
por las mejillas, sus orbes verdes recorren mi rostro como si buscara
alguna señal.
—¿Estás bien?
Con su mirada ja en mí, su polla todavía dentro de mí, y su
voz penetrando a través de la niebla de la necesidad que todo lo
consume y que nalmente se ha calmado, el alcance total de lo que
acabo de hacer se registra en mi mente.
Y con ello llega el odio y el auto desprecio hacia mí por
permitirlo.
Empujando sus hombros, le digo:
—Suéltame. —No se mueve, y esta vez casi grito—: ¡Suéltame,
Zach! —Retrocede lentamente y me estremece cuando saca la polla,
con el ligero escozor aún presente, y entonces me bajo del
mostrador.
Ajustándome las bragas y el camisón, huyo de la cocina hacia
mi habitación, ignorándolo mientras llama:
—Phoenix.
Dios mío.
¿Qué he hecho?
Capítulo 13
¿Dónde está esa línea invisible entre el bien y el mal?
¿Y cómo puedo cruzarla?

~Zachary

Del historial de correos electrónicos de Phoenix y Zach…

Para: Zach
De: P.
No has respondido a mi último correo electrónico (¿y han pasado
qué… seis meses?). O bien has escuchado mis consejos o los has ignorado.
Ambas cosas me parecen bien, por cierto.
De todos modos, ayer estuve sentada en la biblioteca y estudié algunas
cosas para mi clase de historia. Y uno de los temas era encontrar fechas
signi cativas en la historia de la sociedad.
Así que, mientras lo hacía, pensé en que voy a cumplir dieciocho años
en un mes, y tú cumplirás veintiuno.
¿No es genial? Ambos compartimos fechas signi cativas en el mismo
año, es como si estuviéramos conectados o algo así (puede sonar tonto, pero
la revelación que tuve en la biblioteca, hombre, tantos sentimientos).
Mientras contemplaba toda esta información, me di cuenta que
estamos desperdiciando una gran oportunidad para un tipo de cosa única en
la vida
Ya sabes, todas esas películas y libros en los que el héroe y la heroína
deciden conocerse en una fecha determinada. Sí, puedes llamarlo una basura
romántica, pero en nuestro caso no se trata de un romance.
Aunque, no estoy saliendo con nadie ahora mismo, y si me gustas lo
su ciente, ¿quién sabe…? (Es una broma, puedes estar tranquilo. No estoy
planeando clavar mis garras en ti. Aunque tu culo egocéntrico
probablemente piense que eres irresistible).
¿Pero no es genial? Encajamos en la descripción. Nos conocimos hace
mucho tiempo y seguimos en contacto. Así que mi propuesta (aunque sea
una locura, pero oye, solo se vive una vez) es la siguiente. ¿Qué tal si nos
reunimos el quince de enero a las cuatro en el Empire State Building? (Lo
sé, lo sé, muy cursi… pero si tienes alguna otra sugerencia, estoy abierta a
ella).
Tal vez podamos dejar de hacer todo el asunto de los amigos por
correspondencia (lo siento, sé que odias que te llame así) y convertirnos en
buenos amigos en la vida real. O, ya sabes… nos odiamos tanto que dejamos
de enviarnos correos electrónicos (creo que este punto podría persuadirte a
mi favor).
Zach… ¿estás listo para hacer algo imprudente?
Tú, amiga por correspondencia loca (ja,ja).
PD.: Sé que vives en el extranjero, pero, ¿has mencionado volver?
Además, eres rico. Deberías poder venir. Siempre eres bienvenido a
enviarme un billete a donde quiera que estés.
P.P.D.: Estoy bromeando con lo del billete. O ¿quizás no?

Tres horas después

Para: P
De: Zach
¿Eso es lo que te viene a la mente mientras haces tu tarea de la clase de
historia? ¿Debería preocuparme por tus habilidades académicas y lo que
realmente se queda en tu cabeza? Después de todo, quieres ser médico.
Ya he cumplido veintiún años, y lo he celebrado en un yate en el Mar
Mediterráneo. (Así que sí, rico de cojones).
A no ser que estuvieras a la expectativa de algo grande mientras
esperabas a cumplir dieciocho o veintiún años, no entiendo por qué crees
que esas fechas son signi cativas.
El único aspecto positivo de cumplir veintiún años fue poner mis
manos en el fondo duciario de mi madre e invertirlo en varias acciones,
aumentando mi herencia antes de poder crear mi propia empresa. Terminé
mi carrera y estoy de vuelta en los Estados Unidos por el momento, aunque
todavía planeo obtener mi maestría.
Sutil realmente sobre la mención del correo electrónico anterior, y ya
que eres tan curiosa, puedo responder.
Sí que intenté hablar con él, pero acabó en otra discusión cuando
anunció que iba a vender la casa de la nca de mi madre ya que está sin
usar. (De ahí que yo invierta en acciones y todo eso). Adivina quién piensa
comprarla una vez que esté a la venta).
¿Sinceramente?
Me importa una mierda el amor, y soy lo su cientemente mayor como
para dejar de perseguir el amor de papá.
Ahora, volvamos a tu ridícula pero extrañamente interesante (¿o
debería decir intrigante?) idea.
Además de toda esa basura romántica (me reí demasiado con eso),
tiene un atractivo. Ya sabes mucho sobre mí, no te importaría poner una
cara a las palabras (vernos de niños no cuenta. Apenas recuerdo tu aspecto
la última vez; tu sombrero te cubría casi por completo).
Probablemente me arrepentiré, pero qué más da. He hecho cosas más
estúpidas que esto. (Si nos hacemos amigos, puede que te cuente lo que hice
en el yate. ¿O debería esperar hasta que cumplas veintiún años?)
Es un trato.
Quedemos.
Lo mejor.
Zach
P.D.: Buen intento, pero no.
P.P.D.: Aunque probablemente lo habría hecho si estuviera en el
extranjero. Sabes cómo intrigar a un tipo, te lo aseguro.
Pho

Apoyada en el lavabo, miro mi re ejo en el espejo


inspeccionándolo como si estuviera bajo un microscopio.
Miro mis labios rojos ligeramente arañados por su desaliñado
cuello, varios chupetones esparcidos por mi clavícula y
probablemente también en mi ombligo si levanto la toalla lo
su ciente para estudiarlo.
Mi cabello está húmedo, las puntas gotean en el lavabo con un
sonido de tap, tap, tap que debería molestarme, pero estoy congelada
en el tiempo. De pie en medio del baño, la imagen de la noche
anterior se reproduce en mi mente como una película de colores en
un proyector, y no importa cuántas veces parpadee o intente
bloquearla, se mantiene, recordando mi traición.
Su aliento en mi piel.
Sus manos agarrando mis caderas mientras se empujaba dentro
de mí.
El deseo que corría por mis venas a pesar del odio que llenaba
mi corazón por él. Cada empuje que me llevaba al borde de un
orgasmo que nunca debería haber ocurrido con Zachary.
Le di mi cuerpo, aunque no a mí misma, ¿y cuán patético y
horrible es eso?
El hombre que destruyó mi vida y, aun así, me deshice en sus
brazos y le pedí más.
No eres más que una perra en celo.
Mi agarre en el lavado se aprieta y respiro profundamente
ordenando que el autodesprecio se vaya y justi cando mis acciones
con una reacción corporal humana normal al deseo que cualquier
hombre guapo podría haber inspirado.
En mi vida anterior me encantaba el sexo, como yo lo llamo,
nunca rehuyendo del placer y cediendo a mis antojos, porque, ¿no
deberíamos hacerlo todos?
Apreciar la belleza que proporciona, permitiéndonos volar alto
y disfrutar de la conexión con otra persona, aunque sea por una
breve cantidad de tiempo.
Mi cuerpo estaba hambriento, y se abalanzó sobre la primera
comida disponible, nada más que las hormonas me controlaban en
ese momento.
Al menos esa es la única explicación que puedo darme para
hacer soportable vivir conmigo misma; de lo contrario, voy a
ahogarme en la culpa.
Echando un último vistazo a mi piel roja, me meto en la ducha
una vez más, frenética en mi necesidad de borrar los rastros de
Zachary de mí tanto como pueda, y luego entro en la habitación,
temblando.
Me dirijo al armario, lo abro y enciendo la luz, pero murmuro
Oh cuando lo encuentro lleno de ropa de mujer, desde vaqueros y
camisetas hasta vestidos y joyas.
Mis cejas se fruncen ante esto. ¿Cómo tuvo tiempo de preparar
todo esto si acabo de salir hace dos días? Pero entonces casi me
abofeteo por esos estúpidos pensamientos.
Cuando se posee la cantidad de riqueza que Zachary ha tenido
desde el día en que nació, sus habitaciones de invitados
probablemente tengan siempre un armario lleno de ropa por si
alguien necesita algo. Este tipo de lujo no afecta sus bolsillos.
Por suerte, la mayoría son de mi talla y no estoy demasiado
orgullosa de aprovechar esta oportunidad para ponerme algo
limpio. La ropa que me dio Sara podría necesitar un poco de lavado,
y no estoy segura de querer entrar en el hospital con mis pechos
exhibidos por la camiseta de tirantes.
Además, Zachary tiene razón. No puedo ser imprudente y
actuar con un asesino suelto, contemplando formas de utilizarme
una vez más en sus jodidos planes.
Las personas que no tienen nada que perder son las más
peligrosas de esta tierra. No les importa sucumbir a la locura con tal
de conseguir lo que anhelan, y eso les da su próxima dosis.
Atrapando un vaquero y un jersey de cachemira morado junto
con unas botas negras, me lo pongo todo rápidamente, sin
importarme mi cabello mojado mientras lo dejo caer por la espalda
para que se seque de forma natural.
Luego me guardo los dos teléfonos. Todavía tengo la intención
de devolver el de Zachary, pero ahora mismo es mi única conexión
con el mundo. Salgo corriendo al pasillo, con mis botas golpeando
en el mármol mientras camino hacia las escaleras y bajo al primer
piso, lista para salir disparada hacia la puerta principal y largarme
de aquí antes de tropezar con Zachary.
Tendré que enfrentarme a él en algún momento; sin embargo,
pre ero prolongar lo inevitable en lugar de arruinar mi estado de
ánimo a primera hora de la mañana. Además, él aceptó mi encuentro
con Rafe.
Así que esto no debe poner en peligro a nadie.
Antes que pueda ejecutar mi brillante plan, oigo un fuerte
carraspeo y gruño para mis adentros, deteniendo mis movimientos
al ser sorprendida.
—Srta. Phoenix, ¿verdad?
Frunzo el ceño al oír la voz femenina y me doy la vuelta para
ver a una mujer de mediana edad que lleva un uniforme negro de
sirvienta con un delantal blanco alrededor de la cintura, me sonríe,
aunque no llega a sus ojos plateados mientras me escanea de pies a
cabeza, probablemente sacando sus propias conclusiones por
haberme escabullido así.
Aunque solo Dios sabe cómo Zach trata a sus parejas de una
noche; ¿tal vez nunca las trae a casa, o ellas se las arreglan para irse
antes que el personal las vea?
Esto explicaría el disgusto que aparece en su rostro antes que lo
cubra con indiferencia.
—El Sr. King me dijo que le informara sobre el desayuno una
vez que se despertara.
¿Lo hizo ahora?
¿Espera que actúe bien con lo que hicimos anoche y desayunar
de forma extraña, esperando que aparezca y haga cualquier otra cosa
que se le ocurra?
Reuniendo una sonrisa para ella, le respondo:
—Muchas gracias. Pero tengo que irme, así que no puedo
quedarme.
Ella sacude la cabeza y hace un gesto hacia la cocina situada
justo al nal del pasillo.
—El Sr. Zachary también quería que supiera que puede salir
solo con James, y él vendrá… —Ella mira su reloj de pulsera antes de
volver a centrar su atención en mí—, en treinta minutos.
—No necesito el permiso de Zach para hacer algo.
Al oír eso, su boca se tuerce, y parte de su hostilidad se apaga
sustituyéndola por un interés genuino.
—Creo que él discutiría con eso.
Gimo de frustración, me engancho el cabello detrás de la oreja.
—Mira… —Pero no tengo la oportunidad de terminar mi frase
cuando una visión en rosa sale corriendo de la cocina, con sus
pequeños pies envueltos en unas bailarinas golpeando el suelo
mientras bufa pesadamente y luego se detiene junto a la pierna de la
empleada, envolviendo sus manos alrededor de ella y ocultando su
rostro.
Entonces se asoma por un lado y jadeo cuando su cabello
oscuro y rizado se balancea con su movimiento, mostrando la sedosa
cola de caballo en la parte superior de su cabeza mientras sus ojos
marrones, su piel pálida y su carácter burbujeante están metidos en
un traje de bailarina blanco y rosa con un tutú que cuelga de su
cintura.
Mi corazón se aprieta dentro de mi pecho con tanta fuerza por
un segundo que se hace difícil respirar, luego se estremece
dolorosamente queriendo evitar este encuentro. Pero al mismo
tiempo no puedo apartar mi mirada de ella, memorizando cada uno
de sus rasgos mientras me enamoro completamente de ella en el
acto.
Es… perfecta.
Desde la punta de su cabello hasta sus pequeños pies y la
pequeña sonrisa que me regala, vuelve a esconderse de nuevo tras la
rodilla, riéndose, su sonido resuena en el espacio calentándome
desde dentro hacia fuera de una manera que creía que ya no era
posible.
—Hola —dice con una voz diminuta y melódica tan suave que
podría escucharla durante horas.
—Hola —respondo a través de mi garganta obstruida. Me
asaltan tantas emociones a la vez que ni siquiera sé cómo formar un
pensamiento coherente.
Dios mío, ¿por qué tengo una reacción tan fuerte ante esta niña?
¿O tal vez porque es la primera niña que veo después de perder
a la mía?
Mira a la empleada y, cuando la mujer mayor asiente con la
cabeza, la niña chilla, corre hacia mí y se detiene cuando las puntas
de sus zapatos tocan los míos.
—Me llamo Emmaline. ¿Cómo te llamas tú? —Al ser tan
perfecta y pronunciar su nombre para mí me clava un cuchillo en mi
alma, recordándome mis sueños que nunca se harán realidad.
Ella se esfuerza tanto por encontrar mi mirada, así que sigo mis
instintos; aunque sé que es una estupidez, me arrodillo frente a ella
para que nuestros ojos estén al mismo nivel.
—Phoenix.
Su boca forma una O.
—¿Como el pájaro de los dibujos animados?
No estoy segura de a qué pájaro se re ere, pero asiento y ella
me sonríe alegremente, mostrando sus dientes de leche.
—Eres muy guapa. ¿Eres amiga de papá?
—Podría decirse que sí —respondo y no me pierdo el
movimiento de la criada como si tuviera miedo que hablara mal de
Zach delante de su hija. Puede que esté enfadada y lo odie, pero
nunca caería tan bajo. Involucrar a otras personas y destruir todo a
su paso, ese es el estilo de Zachary, no el mío.
Me tiende la mano y murmura mientras se inclina más cerca:
—Encantada de conocerte. Voy a ser una famosa bailarina
algún día. —En la última parte, baja la voz hasta casi un susurro
como si estuviera compartiendo algún secreto especial conmigo, y
con su aroma rodeándome, y su mirada de esa manera, no puedo
evitar preguntarme.
¿Mi hija y la de Sebastian habría sido una niña tan burbujeante
que soñaba a lo grande a una edad tan temprana? ¿Tendría mi
cabello y mis ojos, o sería rubia de ojos azules como mi exmarido?
¿Me dolería tanto mirarla, porque habría sido tan perfecta que
me habría preguntado si es real?
¿Cómo es que la vida fue tan amable con Zachary y le dio este
pequeño ángel, mientras que fue tan cruel conmigo y me quitó al
mío?
Tomando su pequeña mano en la mía, la aprieto ligeramente y
parpadeo sorprendida cuando algo dentro de mí se rompe, no
queriendo soltarla y simplemente esconderla del mundo.
Sacudo la cabeza, le doy una última sonrisa y le respondo:
—Encantada de conocerte, cariño. Eres muy hermosa, estoy
segura que lo serás si quieres. —Con esto, me suelto, casi
empujándome a la fuerza para hacerlo, y luego me levanto y doy un
paso atrás, preguntándome si me he vuelto loca.
Tal vez debería alejarme de la hija de Zach hasta que consiga
terapia y trabaje en el dolor que tengo dentro de mí por haber
perdido a mi Emmaline; de lo contrario, podría confundir mis
emociones por otra cosa.
O volcar todo el amor que tengo guardado por mi hija a la de
Zach, viviendo en mi realidad improvisada.
—Srta. Phoenix, el desayuno —me recuerda la empleada.
Abro la boca para negarme, pero Emmaline exclama:
—¡Hoy tenemos tortitas! Tienes que probarlas. Son las mejores.
—Señala con el pulgar a la señora—. Ella las cocina. —Se lleva la
mano extendida a la comisura de la boca susurrando en voz tan alta
que probablemente todos los que están cerca pueden oírla—. Pero no
le digas eso.
—Ya está bien de travesuras, jovencita. Volvamos a la cocina y
comamos antes que tengamos que ir a tu clase.
Emmaline se da una palmada en la frente y suspira
profundamente.
—Tantas cosas que hacer. —A duras penas contengo la risa que
quiere estallar ante esto, sobre todo porque la mitad de sus palabras
se enredan y no son tan claras—. Vamos —dice, tirando de mi mano,
y antes que me dé cuenta, me arrastra a la cocina, donde los
recuerdos de la noche anterior me asaltan al instante.
Especialmente cuando miro la encimera de la cocina vacía, con
mis gemidos resonando en mi mente, pero por suerte Patience elige
este momento para hablar.
—¿Té o café?
—Té verde, por favor. —Me siento en la pequeña mesa redonda
de la esquina mientras Emmaline se sube a su silla frente a mí,
sumergiéndose en su plato lleno de tortitas y hablando con la boca
llena.
—Están deliciosos.
—Emmaline, primero traga y luego habla. —Patience coloca la
taza humeante frente a mí, y mi estómago elige este momento para
gruñir con fuerza, lo que hace que Emmaline se ría, señalándome.
—¡Tienes hambre!
—¿Quiere que le prepare algo, señorita…
—Por favor, solo llámame Phoenix. —Patience sonríe y asiente
—. Y no. Las tortitas son su cientes, gracias. Hace casi cuatro años
que no las como. —Alcanzo un tenedor y un plato vacío, sacando
unas cuantas tortitas del bol del centro—. ¡Así que sí!
Patience frunce el ceño y me da una palmadita inesperada en la
espalda, mientras el tenedor se detiene a medio camino de mi boca.
—Eso es horrible, niña. —Me pasa el jarabe de fresa—. Hazlo
más dulce. ¿Qué más no has comido en un tiempo? Puedo cocinarlo
esta noche.
Me doy cuenta de este repentino cambio de comportamiento,
sin saber realmente como leerlo, ya que nunca tuve una gura
materna que se comportara bien conmigo.
Los padres de Sebastian nunca fueron abiertamente groseros
conmigo ni rechazaron nuestra unión, pero pude sentir su silencioso
resentimiento al considerar que su brillante hijo se casara con una
mujer sin buenas referencias.
—No creo que vaya a quedarme aquí, así que no es necesario.
Pero gracias, de verdad. —Casi gimo cuando el primer sabor golpea
mi lengua, la tortita derritiéndose en mi boca, y añadiendo el sabor
del jarabe, estoy en el cielo de la dulzura.
Patience sujeta su propia taza de café, a juzgar por el olor que
perturba mis fosas nasales, y se sienta a mi lado, no sin antes darle
una servilleta a Emmaline, que tiene la cara manchada del chocolate
que vierte generosamente sobre sus tortitas. La niña se sienta en
silencio a observarnos pero sin hablar, tal y como le pidió Patience.
—Pero el Sr. King ha dicho que te vas a quedar. Por eso hemos
preparado tu habitación con toda la ropa. —Casi escupo mi comida
en el plato ante esta información, porque implica que lo decidió ayer,
incluso antes que sucediera todo el asco con Rafe. ¡La arrogancia de
este hombre hay que verla para creerla! —. Además, ¿dónde vas a ir,
Phoenix? Lydia dijo que podría pasar tiempo antes que demandes al
Estado y luego recuperes tu dinero.
Empiezo a toser sobre mi comida, bebiendo rápidamente mi té
para bajarla, y suspiro aliviada por que no esté ardiendo.
Patience me da un par de palmadas en la espalda, tratando de
ayudarme, pero levanto la mano para que se detenga, todavía
sorprendida que sepa quién soy.
Si uno mirara desde la distancia todas las situaciones que me
suceden, podría pensar que los Kings me quieren o algo así. Se
encargan de mi caso, me sacan de la cárcel, me llevan a su casa y
luego me dan de comer.
¿Qué demonios es esto?
Incluso con todas las acusaciones detrás de mi espalda, ¿no
deberían tener todavía resentimiento hacia mí? ¿Cómo no poder
mirar a la persona, porque les recuerda a la que perdieron?
Claramente, todo esto me molesta solo a mí, y ninguno de ellos
tiene esos problemas, Zachary especialmente, ¡ya que me folló en
esta misma cocina anoche!
—No puedo quedarme aquí a pesar de todo. —Finalmente
encuentro mi voz, pero entonces miro a Emmaline, que jadea,
mastica rápidamente y traga antes de gritar:
—¡No puedes irte! Papá dijo que vendrías a mi ensayo de ballet.
—¿Lo dijo? —pregunto estupefacta, seguramente pensando que
la niña se equivoca, porque, ¿qué demonios se supone que signi ca
eso? ¿Quiere echar más sal en la herida o qué?
—Sí, tú y él. —Vuelve a comer sus tortitas, mientras giro la
cabeza hacia Patience, que se encoge de hombros, mojando una
galleta en su café antes de masticarla.
Aparentemente, cualquier cosa que diga el hombre tiene valor,
no es que lo dudara en primer lugar, y no tiene sentido discutir con
su personal al respecto.
Suena un teléfono entre nosotras. Patience lo pulsa y lee un
mensaje que parpadea en la pantalla antes de anunciar:
—James está aquí.
Termino rápidamente mi comida y me levanto.
—Gracias por las tortitas. —Dudo un segundo antes de
acercarme a Emmaline y apretar ligeramente su mejilla antes de
darle una palmadita en la cabeza—. Que tengas un buen día,
pequeña.
Ella murmura:
—Gracias. —Y el dolor familiar vuelve a acumularse en mi
pecho, pero no me permito pensar en ello.
Con una última palmadita, salgo de la cocina como si me
persiguieran miles de perros y me impongo mantener mis
emociones encerradas lejos, muy lejos, para que no salgan nunca a la
super cie.
O al menos hasta que atrapemos al hijo de puta que me ha
destrozado la vida.

Zac

Las puertas de hierro suenan con fuerza mientras los guardias


me saludan y les correspondo, acelerando mi deportivo antes de
volar a través de las puertas hacia el largo y estrecho camino de
entrada que conduce al enorme edi cio de ladrillos horizontales que
se extiende por el enorme paisaje situado en las afueras de la ciudad.
La singular y hermosa arquitectura incluye varias estatuas en
arcos que te atraen hacia el interior y al mismo tiempo intentan
inspirar miedo, como si entraras en un territorio peligroso en el que
no sabes a qué te vas a enfrentar.
La estructura de dos niveles tiene muchos balcones y la
mayoría de las ventanas son vidrieras, lo que me recuerda a las
catedrales.
Sin embargo, la característica más engañosa de esta casa de
estilo victoriano, que apesta a lujo y poder, es el jardín en forma de
laberinto que me recuerda a un terreno de caza; así son los giros y
vueltas que hay.
Si no eres lo su cientemente listo, la bestia que merodea por el
interior te atrapará sin posibilidad de escapar, y morirás entre la
belleza de un sinfín de rosas y orquídeas, o cualquier otra jodida or
que el propietario haya plantado en su jardín.
Las alcobas dan una falsa sensación de seguridad, buscando un
encanto más misterioso junto con el romanticismo, pero no me
engañan.
El dueño advierte que no hay que joderle el jardín a secas, o de
lo contrario te buscará una utilidad.
Por suerte, no le tengo miedo, ni me importa un carajo sus
reglas.
En general, pre ero no cruzarme con él, porque el hombre es
imprevisible y actúa como si fuera el rey de este puto mundo.
Aunque puede ser cierto hasta cierto punto, nadie manda sobre mí.
No ayuda el hecho que nuestro patrimonio neto sea más o
menos el mismo y que a veces tengamos que hacer negocios juntos;
por lo tanto, por el bien de ambos, hacemos lo posible por no vernos
a menos que sea absolutamente necesario.
Pero con la situación actual, él es el único que puede ayudarme,
así que no sigo nuestro orden establecido y vengo a su maldito
calabozo.
Estaciono el deportivo junto a las escaleras de mármol que
conducen a las enormes puertas dobles de madera, y salgo de él,
dejando el motor en marcha, ya que no pienso quedarme mucho
tiempo. Veo a un hombre de pie en lo alto de la escalera, con una
bandeja en la mano.
Al acercarme, me doy cuenta que es un mayordomo que debe
tener unos sesenta años. Llego a la conclusión debido a su ropa y a
los malditos guantes que lleva.
Las arrugas de su rostro se hacen más profundas cuando me
saluda con una sonrisa que no le llega a los ojos, pero extrañamente
el hombre no emite más que amabilidad.
Un gran contraste con su jefe, quien probablemente ni siquiera
sepa lo que signi ca esta palabra.
—Sr. King. Es un placer verlo. El Sr. Sco lo espera en su
despacho.
Mi boca se curva en una media sonrisa ante tales formalidades.
La última vez que un mayordomo me recibió fue cuando mi abuelo
por parte de mi madre estaba vivo y me invitó a pasar el verano en
su casa.
Entramos a la casa, y mientras él camina por el pasillo estrecho,
tengo un segundo para notar todo el lujo, desde los cuadros
exclusivos hasta los candelabros de cristal junto con los muebles más
caros imaginables.
Debería saberlo, ya que tengo casi lo mismo en mi casa.
Finalmente, llegamos a otro conjunto de malditas puertas
dobles, el hombre llama tres veces antes de girar el pomo y hacerme
un gesto para que entre.
Dios, el cabrón es bueno; Lo reconozco. En los cinco minutos
que llevo en su casa, no tiene ningún problema en mostrar que
estamos en su dominio, y en eso, él tiene ventaja.
Cuando entro a la espaciosa o cina con una ventana enorme
que ilumina todo el lugar, enfoco mi mirada en el hombre sentado
en una silla de cuero, sosteniendo un vaso de whisky en una mano y
un cigarro en la otra.
Su cabello rubio brillando bajo el sol le da un aspecto casi
angelical, excepto por sus ojos azules cristalinos, vacíos de cualquier
emoción, y una leve sonrisa de satisfacción, de naturaleza siniestra.
—¿No eres alérgico al sol? Podrías haberme engañado —digo
en lugar de un saludo.
Se ríe, aunque no se me escapa la advertencia que encierra su
voz al responder:
—Nunca creas todo lo que ves.
Sin esperar una invitación, me siento en la silla frente a él,
separada por el pesado escritorio de roble, y me ofrece:
—¿Quiere tomar algo?
A estas alturas ya estoy harto de estas idioteces, así que apoyo
los codos en los brazos de la silla y voy al grano.
—Dejemos toda esta mierda, Lachlan —Me dirijo al hombre por
su nombre, y sus ojos brillan divertidos.
—Ni siquiera he empezado. ¿Qué te trae por aquí, Zach?
Lanzo la carpeta sobre la mesa con toda la información más
reciente sobre nuestro caso. La levanta y la hojea. Tras examinarla
durante unos instantes, levanta la mirada hacia mí.
—¿Qué tiene esto que ver conmigo?
—¿Sabes quién ha hecho esto?
Sus cejas se elevan mientras toma un gran sorbo de su vaso, el
hielo repiquetea en su interior y hace eco en la silenciosa habitación.
—¿Por qué iba a conocer a un asesino en serie que anda
matando mujeres?
¿Por qué lo haría?
Salvo que Lachlan Sco es el rey clandestino de Nueva York,
cuyos protegidos son algunos de los asesinos en serie más notorios
del país, y quizás incluso del mundo.
Les enseña todas las técnicas únicas de tortura, desesperación y
agonía que pueden aplicar a las víctimas y, al mismo tiempo, da
segundas oportunidades a todas las almas perdidas que necesitan
orientación.
De día es un despiadado hombre de negocios que vale miles de
millones de dólares y de noche el hijo de puta más mezquino que
jamás hayas conocido, que mata a la gente sin remordimientos.
Es el juez, abogado y jurado a la vez, y que Dios te ayude si
decide acabar contigo.
La alta sociedad, la élite de la élite, no tiene idea de esta parte
de su vida, y solo mis profundas conexiones en la clandestinidad me
permiten conocer esta verdad sobre él.
Bueno, eso y el hecho que no le tengo miedo. Además, ¿qué
razón tiene para matarme?
Ninguna.
—Sé quién eres, Lachlan.
Ladea la cabeza y me estudia durante un segundo antes de dar
una larga calada a su cigarro y exhalar el humo, envolviéndonos en
una neblina durante una fracción de segundo.
—Ya veo. ¿Y este conocimiento te hace pensar que? ¿Que soy
responsable de todos los psicópatas que vagan por las calles de
Nueva York?
—Más o menos. Entrenas a la gente así. Los vuelves
despiadados.
—¿Convertirlos? —Se frota la barbilla con el borde de su vaso
—. Debes haber estudiado a los asesinos en serie para tu caso. Un
hombre como tú no lo haría de otra manera. Hay que saber del tema
para poder destruirlo. Tan sencillo como cualquier toma de posesión
de un negocio, en realidad.
—Así es.
—Bien, entonces. —Se apoya en la mesa, apoyando los codos en
ella—. Los asesinos en serie son el producto de su educación. No
podría hacer uno de mis estudiantes, aunque lo intentara. Vienen a
mí así. —Golpea la carpeta con su cigarro, cuya ceniza cae sobre una
de las fotos—. Mis estudiantes conocen los límites y las fronteras.
Mis estudiantes no hacen esas cosas. —Termina su bebida y vuelve a
golpear el vaso sobre la mesa, que suena con fuerza y rebota en las
paredes—. Suelo matar a los cabrones así. Pierden la cabeza, y en el
momento en que la pierden, son una causa perdida.
Al diablo con esta mierda.
—Tienes que tener algo —digo, mi temperamento elevándose,
pero me contengo, porque jugar a quién tiene la polla más grande
con Lachlan no me dará ningún resultado—. Este cabrón planea
matar a Phoenix. —No estoy seguro de lo que esperaba de Lachlan,
pero que estalle en carcajadas no lo era.
Apoya su espalda en la silla.
—¿Y a ti te importa desde cuándo? Lo último que supe es que
intentaste matarla activamente en la cárcel. ¿Qué ha cambiado?
—La verdad —digo, la vergüenza me invade al pensar en lo
que hice, sobre todo después de lo de anoche.
Sé que Phoenix lamenta haber sucumbido a sus necesidades
básicas y haber tenido sexo conmigo… pero eso es todo en lo que
puedo pensar. La forma en que saboreó, gimió, se deshizo debajo de
mí, y como en un lapso tan corto, me he conectado con ella de
maneras que pensé que no serían posibles de nuevo con otro ser
humano. Todo mientras el amor ni siquiera existe entre nosotros y
ella me odia a muerte. ¿Cómo es posible que el sexo se transforme en
algo más una vez que se le unen otras emociones?
Ella es apasionada y exigente en su lujuria, no se disculpa por
su deseo, es suave pero fuerte y leal con las personas que ama, y
ninguna cantidad de di cultades la pone de rodillas. Su corazón
compasivo está listo para vivir con el monstruo que ha destruido su
vida si garantiza la seguridad de su hija.
¿Cómo ha podido Sebastian dejar de lado a una mujer así?
¿Dudar de ella? Escoger mi jodido bando cuando acudí a él y le
propuse trabajar para mí si concretaba más rápido el divorcio de
Phoenix. En aquel entonces, herirla era mi único propósito, y yo
también quería arrebatarle a la persona que amaba.
Mis manos se aprietan junto con la bestia posesiva que ruge
dentro de mí ante el solo pensamiento de las manos de otro hombre
en su cuerpo, en el cuerpo que se convirtió en mío anoche, y que me
maldigan si le permito acercarse demasiado a ella alguna vez más.
Él renunció al derecho al cielo que es ella hace mucho tiempo.
Lachlan chasquea los dedos en mi cara, llevándome de regreso
al presente, aunque por la sonrisa de complicidad en su rostro, no es
difícil adivinar que sospecha adónde ha ido mi mente. — Tiene que
ser algo más que la verdad —dice y luego gira el encendedor entre
sus dedos—. Puedo decirte algunas cosas que podrían ayudarte.
Apartando todos los demás pensamientos de mi mente, me
concentro en nuestra conversación y le digo con la cabeza que se
explique. —Es inteligente, vicioso y débil. —Mis cejas se fruncen
ante la última parte, porque casi contradice los dos primeros puntos
—. Teme constantemente a la persona que le recuerda su debilidad.
Por lo general, en estos casos, se trata de padres o tutores.
—Estás hablando del hecho que fue abusado.
—Más bien degradado. Es muy sanguinario en sus asesinatos,
pero nunca se acerca a sus víctimas. Ese es el miedo. Sospecho que
nunca llegó a matar a la persona que lo inspiró. Por eso aún persiste.
Mierda, de repente, todo el mundo es un psicólogo que
entiende de asesinos en serie, y yo soy el idiota despistado.
—¿Lo has deducido solo por la rma de sus asesinatos?
—Por supuesto. Podría haber hecho miles de observaciones
más, y probablemente habría acertado, pero no quiero perder el
tiempo. El reloj está corriendo para ti, amigo mío.
—Me imagino que es algo personal.
—No en el sentido que tú crees.
—¿Qué se supone que signi ca eso?
—Tienes todo lo que el asesino en serie quiere. Mira tú pasado
muy de cerca, Zachary.
—Bien, gracias, Lachlan, porque no había pensado en eso —
digo con sarcasmo, enredando los dedos en mi cabello, dispuesto a
arrancarlo.
Vuelvo a estar en el punto de partida con esta mierda, y acudir
a Lachlan no me ha ayudado en absoluto, a pesar de sus pequeños
análisis.
Con un gruñido frustrado, me levanto de la silla y me dirijo a la
puerta, sin ver el sentido de quedarme aquí un minuto más, cuando
su profunda voz me llama, y miro por encima del hombro hacia él.
—Zachary, espera. —Se levanta también, agarrando la carpeta
por el camino, y me la devuelve—. Lo que más quiere ahora es a
Phoenix. ¿Sabes por qué? —No espera a que se lo pregunte y en su
lugar responde—. Porque ella se representa a sí misma en esta
ecuación. La víctima. Tú eres el verdugo en la vida de ella y en la de
él.
—Y él es el salvador.
—Correcto. Si dejas de ser el verdugo de la víctima, y en su
lugar te conviertes en un salvador, él se romperá. Le quitarás su
lugar una vez más. ¿Y sabes lo que pasa cuando un asesino en serie
se quiebra…?
—Se vuelve temerario —término por él, pero niega con la
cabeza.
—No. Comete errores al volverse emocional. No sabe hacer el
papel de verdugo. Cuando mata a todas esas mujeres, cree que las
salva de sus despiadados maridos. Y si no sabe interpretar un papel,
puede ser atrapado. De una forma u otra, vendrá por Phoenix. —
Espera un poco antes de añadir—: Sin embargo, el resultado
depende de lo bien que entiendas lo que acabo de decir. —Con esto,
empuja el pomo de la puerta y la abre.
Mi mente arde por toda esta información y por las piezas del
rompecabezas que estoy tratando de alinear en los bloques
apropiados para que la imagen en mi cabeza encaje, pero antes de
irme, tengo una última cosa que decirle.
—Gracias por tu ayuda. Te lo agradezco. —Teniendo en cuenta
que ni siquiera somos amigos íntimos y que podría haberme
mandado a la mierda, esto es una victoria con un hombre como
Lachlan.
Pero, de nuevo, uno nunca puede saber dónde están sus
verdaderas intenciones.
Sus ojos permanecen absolutamente fríos mientras responde
con su tono sin emoción, teniendo el poder de congelar todo a su
alrededor.
—Si lo atrapas, entonces puedes agradecerme. Me pondré en
contacto contigo si encuentro algo útil. Me alegraré cuando este
psicópata en particular muera y deje de molestar en mi ciudad. —
Con esto, me hace un gesto con la mano para que salga de su
despacho y me cierra la puerta en las narices.
Creo que es la única maldita persona del planeta que puede
salirse con la suya.
De camino al auto, se me escapa una risita que resuena en las
paredes de su enorme casa cuando sus palabras resuenan en mis
oídos.
Su ciudad.
Deja que uno de los asesinos en serie más conocidos
reivindique Nueva York y actúe como el rey cuando el propio King
es tratado como un objeto.
Ah, Lachlan.
En otra vida, podríamos haber sido amigos, pero en esta,
siempre seremos conocidos.
Porque no puede haber dos reyes que coexistan entre sí.

Pho

—Así que, en resumen, no hay nada de qué preocuparse —


concluye Rafe—. Los médicos dijeron que tuve suerte que el objeto
a lado no tocara la arteria C algo, o podría haber iniciado una
hemorragia importante.
—Arteria carótida —le corrijo por costumbre. Me volvía loca
que la gente no supiera utilizar correctamente los términos médicos.
Pero aún no me convencen sus palabras, ya que está demasiado
pálido.
Tiene la cabeza envuelta en un vendaje, probablemente por
precaución, ya que la herida es todavía nueva y no quieren que se
infecte.
En ese momento, una enfermera entra en la habitación del
hospital, llevando una bandeja con comida para mi sorpresa, ya que
los hospitales suelen tener personal especial para entregarla, y le
pregunto:
—¿Le han hecho un TAC1? ¿Cuáles son los resultados?
Ella parpadea.
—El médico dijo que no había ninguna razón para ello.
—¿Ninguna razón? —La incredulidad recubre mi voz mientras
la ira estalla en mi interior ante semejante estupidez. Puede que Rafe
esté bien en apariencia, pero la caída junto con el golpe podrían
haber provocado varios tipos de lesiones cerebrales o vasculares.
Si tiene una hemorragia cerebral no diagnosticada, no podrán
hacer una mierda para salvarlo.
—Te dije que estoy bien —dice Rafe y luego le guiña un ojo a la
joven enfermera que se sonroja bajo su mirada—. ¿Esto es puré de
patatas? Me parece muy bien. Dios, si supiera que venir al hospital
signi caría comer como un rey, me habría roto algo hace mucho
tiempo.
—¿Podría llamar al médico que está de guardia ahora mismo?
Me gustaría preguntar por un TAC.
—Claro, por supuesto. La Dra. Sawyer debe estar por aquí.
Me quedo inmóvil ante la mención del conocido nombre,
preguntándome si es posible que esté aquí precisamente, pero luego
me río en voz baja.
Leiken consiguió el puesto de psiquiatra de plantilla en nuestro
antiguo hospital en cuanto me quitaron la licencia. Trabajar allí era
un sueño hecho realidad para ella; de ninguna manera habría
renunciado a un trabajo en uno de los mejores hospitales del país
para venir aquí. Tenían uno de los mejores programas de becas de
Estados Unidos. El sillón era demasiado cómodo para que ella lo
dejara.
La enfermera desaparece y Rafe me aferra las manos,
apretándolas.
—Estoy bien, Phoenix. El cabrón solo me ha sorprendido. Si no,
créeme, habría sido él el que estuviera tirado en el suelo —me
tranquiliza con una sonrisa de niño, y me relajo un poco; una parte
de mí está tensa desde que lo mandaron al hospital.
—Tenemos que contarle esto a tu hermana.
Rafe casi salta de la cama ante esto, y tengo que empujarlo hacia
atrás para que se apoye en la almohada.
—¡No! —grita, y yo frunzo el ceño—. No la llamemos, ¿de
acuerdo? Se preocupara por nada.
—Estás herido.
—Sí, y ella no puede ayudarme desde la cárcel, ¿verdad? Así
que dejémoslo. —La ira reluce en sus ojos -un contraste tan grande
con su estado de ánimo anterior- y él debe darse cuenta también
porque suaviza su tono—. No quiero hacerla sentir impotente por no
poder hacer nada por mí.
Todo en mi interior se rebela ante la idea. De haber estado en su
lugar, habría preferido saberlo, pero tal vez sus palabras tengan
algún mérito. Él está bien, así que, ¿por qué preocuparla?
—Está bien, si tú lo dices. —Exhala aliviado, listo para agregar
algo más, cuando escuchamos voces que vienen desde la distancia,
cada vez más cerca de la puerta.
—Así que preguntó si se había hecho un TAC —dice la
enfermera—, y no se hizo.
—¿Quién estaba de turno durante ese tiempo?
—El Dr. Smith.
—Ugh, sí, está bien. Entonces, programemos una tomografía
computarizada a primera hora y llámame con los resultados una vez
que haya terminado.
—De acuerdo.
En un segundo, entran a la habitación. El sonido de su voz fue
su ciente para con rmar quién era.
Ella se trasladó aquí después de todo.
Leiken sonríe alegremente, la típica sonrisa de médico que
tienes que entrenar para tener que aliviar a los pacientes, incluso si
estás teniendo un día de mierda con causas perdidas.
—Quiero disculparme por… —Se detiene abruptamente, sus
ojos se agrandan cuando aterrizan en mí, y se cubre la boca con la
palma, mirándome en estado de shock, mientras la enfermera y Rafe
miran entre nosotras probablemente tratando de adivinar qué está
pasando.
Habíamos sido amigas durante años antes que ocurriera el
accidente, inseparables a pesar de nuestra diferencia de edad de tres
años y siempre unidas sin importar nada.
Innumerables recuerdos juntas, lo bueno, lo malo y lo feo
envueltos en un hermoso mundo llamado amistad que habíamos
jurado que duraría toda la vida.
Pero con ella frente a mí, entre todos estos recuerdos, solo
destaca en mi mente uno, podrido en su naturaleza y que echó a
perder todo lo anterior.
La lluvia torrencial cae sobre mí mientras sigo ciegamente el camino
hacia la casa de Leiken, sin prestar atención a los autos que pasan y envían
agua desde debajo de los neumáticos en mi dirección.
Estoy empapada; unas gotas más y las manchas no importarán.
La acera está iluminada por varias farolas por encima de mí, la única
fuente de luz en mi miserable estado ahora mismo después que Sebastian me
dejara y me envió los papeles del divorcio junto con una nota para salir del
ático que es de su propiedad.
La maleta roja se arrastra tras de mí mientras tiro de ella, rodando por
la acera con fuerza, chocando con cada grieta del pavimento.
He conseguido meter algunos papeles junto con mis diplomas y mi
pijama. Todo lo demás, lo ha destruido, así que no veo ningún sentido en
llevar la ropa rota.
No hay nada que salvar, al igual que nuestro matrimonio.
Las lágrimas corren por mi mejilla. No me molesto en limpiarlas
mientras pienso cómo voy a explicárselo todo a mi mejor amiga, que
probablemente matará a Sebastian en cuanto se entere.
Ella me protege ferozmente, alegando que soy demasiado buena para
mi propio bien y que por eso la gente se aprovecha de mí.
Al menos en esta vida inútil de ahora, la tengo en mi rincón, alguien
con quien puedo quedarme hasta que todo esto termine.
Creo en la justicia y en la verdadera investigación. Creo que
descubrirán lo que realmente ocurrió aquella noche y me liberarán de todas
estas acusaciones.
Y entonces podré dar a luz a mi bebé con seguridad, construyendo mi
vida de nuevo.
Sin Sebastian en ella, porque ahora nunca lo aceptaré.
Diez minutos más y llego al pequeño apartamento en las afueras de la
ciudad, exhalando de alivio cuando veo que las luces están encendidas. Está
en casa; esperarla afuera con este tiempo habría sido horrible.
No para mí, sino para mi pequeña bolita.
—Tienes la mejor tía, mi pequeña —susurro a mi estómago y lo
acaricio suavemente antes de acercarme a la puerta, solo para sentirla vibrar
con la música y las risas que vienen de dentro.
Hago una pausa con mi puño a punto de golpear, re exionando sobre
esta información y esperando no interrumpir uno de los ratos que ella y
Sco , su cardiocirujano follador, pasan juntos.
Llamo varias veces antes que la puerta se abra y me reciba una risueña
Leiken con una copa de vino en la mano.
Su boca casi se abre al verme, y la diversión se esfuma, junto con la
música que se apaga cuando todos me ven de pie en la puerta.
Y por todos, quiero decir, casi todos nuestros compañeros de trabajo
del hospital están aquí, claramente celebrando algo.
Pero a mí no me han invitado.
—Phoenix —dice Leiken—. ¿Qué estás haciendo aquí?
—¿Estás celebrando algo? —pregunto débilmente, con la inquietud
que me produce lo distante que es su voz y el hecho que no me haga entrar
en su casa, a pesar de mi estado empapado.
—Bueno, um… Bueno… —Resopla, sus mejillas se calientan como si
no pudiera expresarlo, y Sam que aparece por detrás de ella lo hace por ella.
Ni siquiera intenta ocultar el desprecio en su voz.
—Sí, el jefe le ofreció un puesto. —Levanta la barbilla y se cruza de
brazos, actuando de forma protectora sobre ella—. La pregunta es, ¿qué
estás haciendo aquí?
—¡Sam! —exclama Leiken, pero veo que varias personas asienten con
la cabeza, aunque se quedan calladas, ya sea porque no quieren interferir o
porque disfrutan del espectáculo.
—¿Qué? No puedes pensar que está bien que esté aquí. Casi puso en
peligro todos nuestros trabajos con esa demanda pendiente sobre la cabeza
del hospital.
—Sí —grita alguien desde el fondo. Sin embargo, los bloqueo a todos y
me concentro solo en mi mejor amiga, que me defenderá.
Estoy tan cansada de defenderme. Solo quiero que esté de mi lado. Que
cualquiera esté de mi lado, en realidad.
Pero mi amiga se mueve inquieta y murmura:
—Tienen razón. Tienes que irte, Phoenix. —Y antes que pueda
comentarlo, Sam me cierra la puerta en las narices mientras me quedo de
pie frente a ella con la lluvia aun cayendo sobre mí.
Si mi vida es un tablero de ajedrez… estoy sola en mi parte del tablero
mientras el bando de Zachary King tiene un ejército completo dispuesto a
destrozarme.
—Debería haber adivinado que eras tú. Siempre fuiste muy
analítica con las tomografías. —Leiken rompe el silencio que se
extiende entre nosotras y sonríe tímidamente—. Desde aquel primer
caso, ¿verdad? Se nos olvidó, y el cirujano jefe nos hizo realizarlo.
—¿Y piensas eso, porque me conoces tan bien? —Ella baja la
mirada ante mi tono áspero, y me vuelvo para mirar a Rafe, que
todavía nos observa confundido—. Me voy a ir ahora, pero te
llamaré más tarde para ver cómo estás. —No puedo quedarme aquí
mucho tiempo. James ya me ha informado que Zachary ha ordenado
veinte minutos para la visita y que después de eso me vaya.
¿De verdad cree que el sospechoso me atacará aquí de todos los
lugares?
—Gracias por todo —me dirijo a la enfermera, paso por delante
de Leiken y salgo corriendo al pasillo, dispuesta a salir de este lugar.
El fuerte golpeteo de las zapatillas resuena en el pasillo
mientras Leiken llama detrás de mí:
—Phoenix, espera.
—Ahórratelo, Leiken. Sea lo que sea, no quiero oírlo —le digo,
manteniendo mi ritmo y atravesando el ala neurológica vacía antes
de girar hacia la parte administrativa del edi cio, donde un sinfín de
personas están hablando, tratando de averiguar dónde están los
pacientes, y las enfermeras que están al teléfono o clasi cando todo
para los pacientes.
Básicamente, la parte más concurrida del hospital.
Dirijo mi mirada hacia las puertas dobles con el llamativo
letrero de salida, pero Leiken se las arregla para agarrarme del codo,
haciéndome girar hacia ella, resoplando con fastidio le arrebato el
brazo.
—Por favor, escúchame.
—Leiken, ¿eres sorda? No quiero. —Ella se estremece ante mi
declaración—. O se trata de una excusa o de una disculpa y el deseo
de volver a conectar. —A juzgar por su expresión, supongo que es lo
segundo—. Ninguna de las dos opciones funciona para mí. Así que
no prolonguemos lo inevitable y terminemos aquí.
—Phoenix, si me das una hora de tu tiempo, puedo explicarte lo
que ha pasado.
Una risa vacía se me escapa ante esto.
—No hay nada que explicar. —La detengo cuando abre la boca
para discutir eso—. No se trata sobre que hubieras aceptado el
trabajo. Te lo merecías; eres una de las mejores. —La sorpresa cruza
su rostro ante eso—. Es porque te pusiste del lado de todos los
demás mientras me llamaban asesina.
—No acepté el trabajo —dice como si eso tuviera que signi car
algo para mí—. Quiero decir, lo hice, pero no podía seguir
trabajando allí. No con todo el mundo escupiendo mierda sobre ti.
—Resopla con frustración, tirándose del cabello—. Este no es el
lugar para hablar de esto. Por favor, déjame explicarte, por el bien de
nuestra pasada amistad.
—En lo que a mí respecta, no teníamos una para empezar.
—Phoenix —susurra, pero ya he terminado con esta mierda.
Solo porque la verdad ha salido a la luz y todo el mundo sabe lo
que realmente pasó, las variables en esta ecuación no cambian. Así
que espero por Dios que Sebastian y Leiken difundan que no quiero
penas de nadie.
El perdón no arregla nada.
Varios pasos largos y estoy volando a través de la puerta,
saludando al aire helado en mis pulmones, dando la bienvenida al
frío, que tiene el poder de borrar todo lo demás de mi mente, pero
mi indulto no dura mucho.
El hombre que me persigue en mis pesadillas y me acosa en mi
realidad se encuentra frente a mí, apoyado en un deportivo rojo, con
los lentes de sol en la nariz ocultando su expresión.
Lleva vaquero negro y camisa junto con una chaqueta de cuero
que le da una vibra de chico diabólicamente malo que promete todo
tipo de cosas de él.

1 Es un examen médico de diagnóstico por imágenes.


Capítulo 14
—Cuando llegamos tarde, un minuto pasa muy rápido.
Cuando llegamos temprano, un minuto parece una eternidad.
Un minuto.
Un minuto que cambió para siempre mi vida y la suya—.

~Phoenix

Nueva York, Nueva York


Phoenix, 18 años

Mirando el reloj de mi teléfono una vez más, suspiro con fuerza y


apoyo la barbilla en el balcón que da al mirador del edi cio Empire State
mientras mis ojos beben la belleza que se abre ante mí.
A esta altura, es imposible no apreciar la magní ca ciudad que es
Nueva York, con sus altos edi cios y los miles de vehículos y personas que
pasan borrosamente, con diferentes luces que iluminan la acera. Casi puedo
oler los deliciosos olores de los distintos locales de comida y escuchar la
música que sale de los altavoces de los músicos callejeros y las risas de la
gente que ha venido con amigos o como turistas para llenarse de la energía
que proporciona esta ciudad.
Aunque me juré no volver aquí, ya que la vida en la casa de acogida
era infernal, comprendo con claridad que fue una promesa estúpida, porque
mi corazón revolotea cada vez que miro a mi alrededor.
Nueva York es mi hogar, y pienso volver a él cuando termine mis
estudios, construyendo aquí una vida tan diferente a la que tenía antes.
Tal vez por eso la idea de conocer a Zach surgió en mi mente y no la
soltó hasta que sucumbí a mi deseo interior y le escribí ese estúpido correo
electrónico.
—Eres una tonta, Phoenix —¿Realmente creíste que vendría aquí hoy
para explorar…? Ni siquiera sé cómo llamar a nuestra relación.
¿Amistad? ¿Un guardián de secretos con el que puedes compartir esos
oscuros secretos sin querer derramarlos a alguien de tu vida real?
Resoplo con exasperación, mirando mis botas hasta la rodilla, mi
vestido de lana y mi abrigo largo y cálido, uno de los mejores conjuntos que
poseo, por no hablar de mi cabello secado por un estilista que en estos
momentos está moviéndose en diferentes direcciones, echando a perder todo
ese esfuerzo.
Me esforcé al máximo para esta reunión, queriendo estar bien para un
chico que probablemente siempre me vio como un caso de caridad. ¿Quizás
era una novedad entre todos los otros niños ricos con los que se relaciona a
diario?
Mi mano envuelve el collar en mi cuello, mi único regalo de
graduación, recordando que este chico también fue el que me animó durante
mi peor momento.
Mi teléfono suena y veo el nombre de Leiken parpadeando en la
pantalla. Presiono el botón para contestar, poniendo el teléfono lejos de mi
oído cuando me grita.
—¡Son las cuatro y media! ¿Cómo va la cita? —El miedo me invade
ante la perspectiva de decirle la verdad, que el tipo probablemente me dejó
plantada y que ella tenía razón todo el tiempo. Pero se toma mi silencio
como una respuesta diferente—. Lo sé, lo sé. No debería llamar. Pero quería
asegurarme que no es un psicópata. Hoy en día, nadie lo sabe. —Durante
un segundo, contemplo lo que dice y me pregunto si debería usar esto como
excusa para cerrar este tema de una vez por todas.
Puedo ngir que nos conocimos y que él empezó a comportarse como
un idiota, lo que me llevó a salir corriendo, sin querer volver a hablar con él.
Una buena historia de portada en la que no parezco una idiota que creyó
que este tipo de cuento de hadas sucede en la vida real.
Por desgracia, no sé mentir ni una mierda, así que exhalo con fuerza y
ella susurra:
—Oh, no. ¿El imbécil no vino?
—No. —El viento me da una bofetada en la mejilla cuando me alejo de
la vista y enfoco mi mirada hacia la salida, preparada para salir disparada
pero inmóvil—. No creo que sea un imbécil. —No puedo creer que lo esté
defendiendo, pero allá vamos. Las viejas costumbres deben morir con fuerza
—. Probablemente pensó que no me tomé en serio sus palabras. O llega
tarde. La vida pasa, ¿no? —pregunto con esperanza en mi voz, necesitando
que me convenza que sí, es posible que llegue tarde y no me deje plantada.
Quizás por eso no me muevo. Solo quiero esperar un segundo más y
verlo. No sé por qué lo necesito. Después de todo, no somos nada el uno para
el otro, pero…
A veces parece que estamos conectados en un nivel más profundo.
¿Cuántas personas se conocen en la infancia y mantienen esa conexión
durante años, a pesar de estar a mundos de distancia, gurada y
literalmente?
¿Ridículo e infantil? Sí.
Pero eso no cambia lo que siento.
Leiken no me deja permanecer en mis ilusiones por mucho tiempo, su
voz áspera penetra a través de mis sueños y los aplasta tan fuerte que se
dispersan invisiblemente por mis pies.
—Nena, han pasado casi treinta y cinco minutos. No va a aparecer,
pero comprueba primero tu correo electrónico. Si se retrasa de verdad, te lo
habría hecho saber. —Espera un momento antes de añadir, esta vez más
suavemente—: Démosle el bene cio de la duda. Pero si no hay correo
electrónico, vete. Llámame cuando te dirijas al aeropuerto. —Me cuelga, y
rápidamente compruebo mi correo electrónico solo para encontrarlo vacío.
Y con esto, mi corazón se estremece dolorosamente junto con la
decepción que corre por mis venas, hundiendo sus garras en mí con tanta
fuerza que, por alguna razón, las lágrimas se forman en mis ojos y quiero
llorar.
Tendría que haber sabido que no debía esperar que me ocurriera algo
mágico; lo que tengo es el resultado del trabajo duro y la determinación.
Pero, por un momento, me atreví a tener la esperanza de volver a
conocer a ese chico que se convirtió en hombre, y tal vez esto fuera explicado
por qué salía con chicos pero nunca quería estar realmente con ellos.
¿Creía que Zach era mi príncipe azul dispuesto a reclamar a la
princesa como suya y que entonces tendría una historia de amor como en las
películas?
Qué ingenua. Si se lo cuento a la gente, probablemente pensarán que
he perdido la cabeza.
Golpeando con la mano en la barandilla del balcón, froto la pulsera en
mi muñeca y cierro los ojos, levantando el rostro hacia el duro viento, dando
la bienvenida al aire gélido que se clava en mis pulmones y permitiendo que
el frío me congele y bloquee todas las emociones.
Zach.
Has acabado siendo una persona más que me ha dejado. Nunca me
prometiste nada, y te construí en mi cabeza… todo por mi cuenta.
Con una última mirada a la magní ca vista, nalmente hago que mis
piernas se muevan hacia el ascensor que me llevará a la planta baja y no
presto atención a mi entorno, bajando la mirada para que nadie vea la única
lágrima que se desliza por mi mejilla.
Aprieto el botón del ascensor, sin saber una cosa monumental.
Un minuto.
Si hubiera esperado un minuto más…
Habría visto cómo se precipitaba al interior desde las escaleras
sosteniendo un ramo de orquídeas, mis ores favoritas, mientras su abrigo
se abría tras él, porque tenía mucha prisa por verme.
Habría visto cómo buscaba frenéticamente entre un sinfín de personas,
tratando de averiguar cuál de las mujeres le recordaba a la chica que vio dos
veces en su vida.
Habría visto cómo maldecía a su teléfono, porque la batería se había
agotado hace tiempo, y cómo se pasaba los dedos por el cabello, tirando de él,
extrañamente furioso consigo mismo por haber faltado a esta cita, aunque
sus propias emociones le confundieran.
Habría visto y experimentado muchas cosas.
Pero no esperé.
Y en esto, nuestros destinos fueron por caminos separados hasta que
chocaron en el evento más inesperado.

Pho

—¿Qué haces aquí? —pregunto, mirando a mi alrededor en


busca de James, ya que prometió dar unas cuantas vueltas al hospital
y esperarme a un lado de la puerta principal para no bloquear la
salida de las ambulancias.
No estoy segura de cómo planeaba lograr eso, pero no me
extrañaría que Zachary no instalara algún dispositivo o aplicación en
este teléfono para rastrear todos mis momentos, ¡el maldito fanático
del control!
—James tenía que irse. —Se separa del deportivo, acercándose a
mí cuando me detengo bruscamente. Me encuentro con su mirada
mientras las puntas de sus zapatos de cuero chocan con las mías, su
aroma masculino me agita las fosas nasales con una ráfaga de viento.
Su cercanía envía conciencia a través de mí, la piel se me pone
de gallina mientras mi cuerpo recuerda cómo hace unas horas este
hombre me tenía entre sus brazos, proporcionándome el placer del
que me he visto privada durante tanto tiempo.
Un dolor de cabeza comienza en la parte posterior, y masajeo el
lugar, haciendo una pequeña mueca, ¿o tal vez es así como se siente
el verdadero odio a uno mismo?
Como si estuviera en la distancia, le oigo continuar:
—Además, quería ver cómo estabas. Ya que aparentemente te
has propuesto evitar mis llamadas. —No parece que le guste que no
haya contestado al teléfono cada vez que su nombre aparecía en la
pantalla. ¿Qué esperaba?
¿Qué le cantara serenatas después de lo de anoche y que
adorara el suelo que pisa?
La rabia hierve en mi interior y le digo bruscamente:
—No necesito una niñera. —Pero hago una mueca de dolor de
nuevo cuando el latido se intensi ca, y luego sus dedos atrapan mi
barbilla, levantándola, sus ojos esmeralda taladrándome como si
buscaran pistas sobre lo que me hace sentir tan incómoda.
Para encontrar una respuesta, todo lo que tiene que hacer es
mirarse al espejo.
—¿Estás bien? —Su pulgar se desliza sobre mi piel antes de
tomar mi mejilla, inclinando mi cabeza hacia atrás para examinar mi
rostro—. Estás…
—Bien —le digo, apartando su mano de una palmada y
alejándome del abrazo que está a punto de forzarnos—. Estoy bien.
Además, el dolor de cabeza siempre comienza cuando estás
presente. Imagínate.
La comisura de su boca se contrae.
—Sabes que dicen que nos duele la cabeza cuando
experimentamos ira o rabia extrema y no la dejamos salir. Entonces
el cuerpo empieza a atacarse a sí mismo. —Se inclina más cerca y me
retira un mechón de cabello de la cara y lo coloca detrás de la oreja
—. Entonces, ¿quién ha inspirado esas emociones?
Inclinándome hacia atrás, resoplo con exasperación.
—¿Y cuál es esa teoría? ¿Una medicina oriental o psicológica?
—El sarcasmo se apodera de mi voz, aunque estoy de acuerdo con él
hasta cierto punto. Como me ha demostrado el estudio de la mente,
a veces nuestro dolor físico puede ser el resultado del estrés
experimentado en la vida que nos afecta tanto que no sabemos cómo
afrontarlo.
—Oh, no —susurra Zachary con dramatismo, poniendo la
palma de la mano extendida sobre su corazón, y suspira—. Eres uno
de esos médicos que reniegan de cualquier otro estudio y miran por
encima del hombro a todos los demás.
—Sí, alerta a los medios de comunicación —le digo y vuelvo a
dar un respingo cuando el dolor se instala en mi cuero cabelludo,
enviando punzadas de dolor por toda mi piel como si me inyectaran
miles de agujas a la vez—. ¿Qué quieres? Vamos a acortarlo, ¿de
acuerdo? —Por suerte, he conseguido meterme en el bolsillo algunas
de las propinas de ayer, así que tengo su ciente dinero para tomar
un taxi de vuelta a casa, pero no sé si es una buena idea.
Odio quedarme con Zachary en su mansión, dando poder de
nuevo a mi atormentador y enviando esencialmente un mensaje al
sospechoso que soy una cobarde que se esconde detrás de cualquiera
y de cualquier cosa para mantenerme alejado de él. Su ego recibirá
un golpe; de eso estoy segura.
Por otro lado, ¿y si Zach tiene razón y puede atacarme, o peor
aún, secuestrarme, para utilizarlo en algún plan que implique a
Emmaline?
Al pensar en la preciosa niña siendo lastimada, mi corazón se
acelera dolorosamente y consume mi mente, casi haciendo que
parezca que la idea de Zachary de permanecer unidos no suena tan
mal.
De hecho, tiene mucho mérito y ventajas.
Pero lo odio.
No impidió que te lo follaras anoche.
La vocecita en mi cabeza es implacable, no me deja esconderme
de lo que ocurrió entre nosotros, y ese es el problema.
No estoy segura que si nos mantenemos cerca el uno del otro el
sexo salvaje no se repita. Desgraciadamente para mí, la atracción
entre nosotros existe en un nivel animal que no tiene nada que ver
con las emociones y, en esto, me hace casi inútil contra ella.
—¡Phoenix! —Leiken grita por detrás de mí, y Zachary mira por
encima de mi hombro, frunciendo las cejas antes que el
reconocimiento se instale en sus rasgos, lo que no me sorprende.
El hombre probablemente lo sabe todo sobre mi vida, hasta mi
talla de zapatos o lo que he desayunado.
—Así que por eso te duele la cabeza —susurra y luego abre la
puerta del auto, ordenando—: Entra. Si no quieres hablar con tu ex
amiga que está corriendo hacia nosotros ahora mismo, te sugiero que
me escuches.
Me encantan todas estas opciones que me da la vida, cada una
más cutre que la otra, y sin decir otra palabra, me meto dentro
mientras Zachary cierra la puerta y lo rodea para tomar su propio
asiento, cerrando las puertas con el clic del botón justo cuando
Leiken nos alcanza, golpeando la ventana y gritando:
—¡Phoenix, por favor, escúchame!
Mis manos se cierran sobre mi regazo y aprieto los ojos, no
queriendo escuchar su voz que me trae de vuelta al momento más
bajo de mi vida.
—Conduce —le susurro a Zachary, y él lo hace, el auto cobra
vida al instante y se aleja a tal velocidad que probablemente sea
ilegal.
A medida que nos alejamos más y más del hospital, la tensión
se me escapa y apoyo la cabeza en la ventana, pensando en que mi
vida se ha complicado mucho.
Porque ante cualquier problema que se me presente… el diablo
siempre acude al rescate.
Y de alguna manera, en esos momentos, su in erno parece un
buen lugar para estar. Al menos allí, todos son honestos.
En comparación con los santos, las personas que usan sus
hermosas máscaras, solo para mostrar su verdadera naturaleza en el
momento en que cometes errores.
Dicen que los santos siempre se sienten atraídos por los
pecadores, ansiando cruzar la línea del lado oscuro y alimentar su
curiosidad por los pecadores que disfrutan de todos los placeres que
ofrece este mundo.
Pero, ¿qué hacer cuando uno mismo es un pecador?

Zac
En el momento en que entramos al restaurante, veo que varias
cabezas giran en nuestra dirección con las mandíbulas abiertas. Hay
murmullos dispersos que resuenan en el lujoso espacio elevándose
por encima de la música clásica procedente de los altavoces del
techo.
Phoenix mira a su alrededor, con los ojos ligeramente abiertos
mientras estudia el entorno, y me pregunto si Sebastian la ha traído
alguna vez a lugares como este.
Él nunca fue rico para mi estándar, pero tiene dinero, por lo que
las puertas de todas los locales exclusivos deben haber estado
abiertas para ellos.
Por otra parte, por la bestia que ruge en mi interior, pre ero no
pensar en lo que Phoenix hizo o dejó de hacer con su ex marido.
—El dueño se puso las pilas con este —dice y luego parpadea
—. Dios mío, ¿esa araña está hecha de diamantes?
—Cristal caro, pero según una leyenda, por supuesto, son
diamantes —le digo en broma, intentando ver el establecimiento
desde la perspectiva de un recién llegado.
Tiene muebles de color beige repartidos por todo el perímetro
del espacio rectangular en la azotea del edi cio. Sobre las mesas
redondas, rodeadas de cuatro sillas, hay jarrones rosas con tulipanes.
Una cubierta de vidrio sirve como techo del lugar, lo que
permite que los rayos de sol lo iluminen, haciéndolo casi
resplandecer y dándole un aspecto so sticado de un siglo anterior,
cuando este tipo de diseños adornaban todas las lujosas casas.
Los camareros llevan uniformes blancos y negros con zapatos
de piel que no hacen ruido sobre el parquét, sin molestar a los
clientes con sus constantes chasquidos mientras corren de un lado a
otro entregando todos los pedidos.
Uno de ellos, el que suele servir mi mesa cada vez que decido
venir aquí, me ve desde lejos y me saluda con la mano,
precipitándose hacia mí antes que alguien pueda indicarnos una
mesa.
Normalmente, hay que tener una reserva con semanas de
antelación para entrar; siempre está lleno de personas sin importar el
día o la hora. Además, el restaurante no es tan grande. El espacio
cerrado crea una sensación de urgencia aún mayor, porque el deseo
de la gente de entrar es aún mayor al sentirse especial e importante
por haber conseguido una mesa.
Este restaurante se basa en un marketing brillante. Debería
saberlo, ya que invertí millones cuando uno de los propietarios me
hizo una propuesta.
—Sr. King —me saluda Be y y luego cambia su mirada hacia
Phoenix por un breve segundo, la sorpresa destella allí, pero
rápidamente relaja sus rasgos. Después de todo, nunca había traído
a una mujer aquí antes, además de mi esposa—. Estoy muy feliz de
verlo de nuevo. Por favor, entre. Su mesa está libre como siempre.
Las cejas de Phoenix se alzan ante esto, pero no dice nada.
Caminando detrás de mí mientras pasamos entre todos los curiosos,
no me pierdo unas cuantas fotos tomadas rápidamente antes de
sentarnos en nuestra mesa. Desde la esquina, la vista se abre al
panorama de la ciudad, mostrando la magni cencia y la belleza de
todo, y al estar tan alto, casi parecemos estar otando en el aire.
Be y pone los menús delante de nosotros y pregunta:
—¿Le gustaría comenzar con alguna bebida? —En este caso se
dirige a Phoenix, porque mi pedido nunca cambia.
—Sí, me gustaría una taza de té, por favor.
Be y asiente y se apresura a buscarla mientras yo me apoyo en
la silla, viendo como evita mi mirada, toma el menú y lee con ngido
interés.
—Aquí tienen unos pasteles deliciosos. —Decido iniciar la
conversación, jodidamente harto del juramento silencioso que parece
haber hecho en el auto.
Ni siquiera se preguntó a dónde íbamos; así de grande era el
deseo de alejarse de Leiken, y me hace preguntarme qué diablos
pasó ahí.
¿O era otra disculpa que ella no quería?
No puedes dejar a esta mujer durante cinco minutos sin que los
buitres quieran arrebatarle un poco de su alma, ¿y todavía se
pregunta por qué he venido por ella?
Puede que Phoenix no lo sepa, pero es extremadamente frágil.
Si no es lo su cientemente cuidadosa, el colapso ocurrirá. Su ataque
en la o cina del FBI lo demostró. Cuando una persona retiene el
dolor en su interior durante tanto tiempo… es solo cuestión de
tiempo que todo explote, y no va a ser algo bonito.
Sin embargo, me quedaré a su lado a pesar de todo, sujetando
su mano con fuerza y dándome una razón para vivir.
Ella no reacciona a mi sugerencia, pasando las páginas a las
pastas, y continúa estudiándola.
Bueno, entonces, si ella quiere jugar sucio, no me importa.
Cualquier cosa menos este jodido silencio que me irrita,
llevándome atrás en el tiempo hasta los pitidos de una máquina que
resuenan en la casa mientras mamá yace inconsciente en su cama,
porque la medicación no servía de nada.
—Tuvimos sexo anoche. No puedes borrar eso de mi memoria
ni de la tuya ignorándome o evitándome. —Se queda quieta; su dura
inhalación llena el espacio entre nosotros antes que sus furiosos ojos,
recordándome al chocolate fundido al que una persona puede
volverse adicta, se encuentren con los míos—. Puedes negarlo todo
lo que quieras, pero te has librado. Castigarnos a los dos por un sexo
fenomenal parece un poco extremo, ¿no crees? Sobre todo cuando
tenemos que discutir nuestra pequeña situación. —Aunque en este
momento, nada me apetece más que atraerla hacia mí y hundir mis
dedos en su cabello mientras mi boca se da un festín con la suya,
sometiéndose en cuanto nuestros labios conectan.
Aunque no tenga más que insultos que decirme cuando no es
así.
Tira el menú, apoya los codos sobre la mesa y se inclina más
cerca para que no pierda ninguna de sus palabras. —Vamos a dejar
algo claro. Tuvimos sexo, y eso es todo. No tenía nada que ver con lo
que realmente quería. Mi cuerpo lo quería. Cualquiera lo hubiera
hecho, Zachary, así que si yo fuera tú, no sería tan engreído ni
alardearía de ese hecho en mi cara. No seas patético. —Con estas
palabras suspendidas en el aire, agita el menú hacia Be y que viene
con mi café negro y el té de Phoenix, poniéndolos en la mesa
rápidamente—. Quisiera pasta penne. Trae la que consideres mejor.
—Por supuesto. Su lete estará listo en unos veinte minutos, Sr.
King. —Con una sonrisa amable, se dirige a la mesa de al lado,
tomando sus pedidos.
—Sigue diciéndote eso, cariño —digo, y la taza de té de Phoenix
se detiene a medio camino de su boca—. Fui yo quien te excitó con
mi lengua, mis dedos y mi polla anoche, y sé cuando una mujer
quiere a un hombre.
—Basta —sisea ella, y yo levanto mi café para brindar por ella,
mi voz bajando unas octavas.
—Ni siquiera he empezado, cariño.
Ella gime de frustración, golpeando su taza sobre el platillo, y
este suena ruidosamente, derramando un poco sobre el plato.
—Está bien, ¿sabes qué? Por el bien de mi cordura, hagamos
una tregua. —Exhala una pesada bocanada de aire antes de
continuar—: Tenemos un problema que debemos solucionar, y por
desgracia eso implica pasar tiempo juntos.
Trago el sabor amargo del café, chasqueando los labios.
—Es lamentable solo para ti. Me lo estoy pasando como nunca.
Ella ignora mi a rmación.
—No puedo funcionar así. Esperando el momento que el
sospechoso quiera atacar. Así que acordemos no enfadarnos
deliberadamente entre nosotros, ¿de acuerdo? —Ella levanta su dedo
índice cuando quiero comentar sobre eso—. Nada de hablar de sexo
o de mi odio hacia ti. No nos lleva a ninguna parte, ¿y la supuesta
cooperación que quieres? No funcionará en el entorno actual, ¿de
acuerdo? Basta, por favor. —No sé cómo reaccionar a eso.
Tal vez porque no he conocido a una mujer que se haya
resistido a mí o a mis encantos, saliendo de su camino para señalar
que me desprecia. Mi riqueza, mi aspecto o mi generosidad no la
seducen, sino que la repelen. Es cierto que nunca le he dado ninguna
razón para que le guste, pero, ¿cuán jodidamente fascinante es eso?
Atraer la atención de la mujer que te odia a muerte, preciosa en
su belleza y con la fuerza que irradia.
No me extraña que Sebastian la amara como un loco.
—¿Y bien? —incita cuando permanezco en silencio—.
¿Tenemos una tregua?
—Solo para asegurarme que lo he entendido bien. No podemos
hablar de sexo. ¿Y eso es todo? —Ah, esto es demasiado bueno para
ser verdad, pero me pregunto si se da cuenta del error que está a
punto de cometer conmigo.
No me llaman despiadado por nada. Si hay algún tipo de
negociación, seré el ganador que se lleve el premio más alto.
Aunque tenga que construir toda una estrategia con varios
señuelos escondidos en los lugares más inesperados.
Frunce el ceño y se muerde el labio inferior, confundida por mi
pregunta por el aspecto de la misma
—Sí.
Mi boca se curva en una sonrisa, mientras me inclino más para
que nuestras caras estén a centímetros de distancia la una de la otra,
y veo cómo algunas mujeres que están a unas mesas de distancia
jadean.
—Entonces tienes tu tregua. —Ella parpadea, la sospecha
llenando sus orbes marrones mientras me inclino hacia atrás,
levantando mi café y aspirando el olor—. Ahora hablemos, ¿de
acuerdo?
Asiente y saca del bolsillo el teléfono que le di, poniéndolo en el
centro de la mesa mientras abre una aplicación para escribir.
—De camino al hospital, tomé un par de notas sobre todo lo
que tenemos hasta ahora, para construir un retrato del sospechoso
en nuestra cabeza y así poder tener algunas pistas. —Se desplaza por
un par de ellas; la mayoría coinciden con las observaciones de
Lachlan.
Pero hay un punto que me llama la atención y me detengo en él,
con el dedo presionando la pantalla para ampliarlo.
—¿Podría ser una mujer? —La maldita idea nunca se me pasó
por la cabeza, así que pregunto—: ¿Por qué lo crees?
Phoenix junta las manos.
—Nada ha insinuado realmente el género del sospechoso.
Estadísticamente, hay más asesinos en serie masculinos; sin
embargo, la forma en que se producen las muertes me descoloca.
—Tiene miedo de llegar a la víctima. Lo sé. —Gracias, Lachlan,
o me mostraría como un idiota despistado delante de esta mujer. La
psicología no es uno de mis fuertes, por mucho que estudie a los
asesinos en serie—. Hay muchos hombres que tienen miedo de
enfrentarse a sus víctimas.
—Eso puede ser cierto, pero la forma en que mata a esas
mujeres es… como decirlo… bondadoso.
—Bondadoso —repito, mis manos se cierran con un puño sobre
la mesa cuando la imagen del cuerpo de Angelica tendido en la acera
con su cerebro derramándose por todo el concreto y la sangre
brotando desde abajo y rodeando su cuerpo llena mi mente. Su
cuello retorcido en una posición extraña, porque jodidamente se
rompió.
El remordimiento cruza por un segundo en su rostro, y aprieta
mi mano por primera vez, para luego apartarla rápidamente cuando
las sensaciones punzan nuestra piel.
—Lo siento, Zachary. Sé que es difícil de escuchar. —Se lame
los labios antes de profundizar en su anterior observación—. Este
sospechoso no las deja sufrir mucho tiempo. Cuando ocurre el
accidente, mueren instantáneamente por el impacto. Creo que esa es
una de las razones por las que la velocidad del vehículo es siempre
tan alta. El sospechoso no les deja ninguna posibilidad de sobrevivir
y sufrir por las heridas.
—¿Y a eso le llamas ser jodidamente bondadoso? —gruño, con
la rabia ardiendo en mi interior por revivir todos esos dolorosos
recuerdos y la furia que todo lo consume y que exige encontrar al
cabrón y hacer que el sospechoso se ahogue en su puta bondad que
ha destruido tantas vidas.
—Es un nivel de compasión. Normalmente se ve en los
sospechosos femeninos. Este sospechoso es un psicópata,
probablemente criado en un hogar abusivo. ¿Y aun así siente pena
por sus víctimas? Algunas cosas no tienen sentido.
—Bueno, si se identi ca con ellas, es normal.
Phoenix sacude la cabeza y sorbe su té antes de responder:
—Hasta cierto punto, sí. Estoy de acuerdo en que recrea lo que
sea que haya sucedido en su vida. Pero no se excita con la tortura. En
su sufrimiento. El sospechoso es casi gentil con ellas.
Se me escapa una risa amarga y me la trago con café, odiando a
ese cabrón, sea quien sea, con una pasión tan fuerte que no quiero
que la policía lo encuentre primero.
No, quiero ser yo quien lo encuentre, para llevar a cabo mi
venganza, que será tan jodidamente fría que el cabrón deseará morir
mil veces antes que enfrentarse a mí.
Crearé un sótano con todos los mejores dispositivos de tortura
del mundo e incluso recibiré lecciones de Lachlan si es necesario,
siempre y cuando garantice el sufrimiento constante del sospechoso.
—Zachary —Phoenix me llama por mi nombre, y me doy
cuenta que lo ha repetido varias veces, y su voz suave y cálida me
saca de mis oscuros pensamientos mientras enfoco mi mirada en ella
—. Sé que esta información te molesta, pero cuando hablemos del
sospechoso, tienes que dejar de lado todos tus sentimientos. Piensa
en ello como un caso separado.
Todo este tono psiquiátrico que me habla como si tratara de
calmar a uno de sus pacientes hace que me abalance sobre ella.
—Es fácil para ti decirlo.
Me arrepiento de las palabras en cuanto las digo. Se quedan en
el aire entre nosotros, el dolor junto con la ira destellan en sus ojos, y
sus uñas se clavan en las palmas, sus manos tiemblan con una furia
apenas controlada.
—Sí. Porque tú eres el único al que le afectó la vida, y yo solo
estoy juzgando en mi jodida burbuja feliz —dice y se levanta
rápidamente, las patas de la silla raspando contra el parquét,
atrayendo aún más la atención de las mesas cercanas hacia nosotros
—. Eres… —gime, levantando las manos antes de murmurar—:
Dios, dame la paciencia que no tengo. —Y se deja caer de nuevo en
su silla—. Deja de actuar como un idiota, Zachary.
—No debería haber dicho eso. —Nunca me disculpo, así que no
puedo darle las palabras que probablemente necesita en este
momento, pero me prometo no volver a perder los nervios en su
presencia. Ya ha sufrido bastante por ello—. Y tienes razón.
—Eso es probablemente lo más cerca que estarás de la palabra
“lo siento”, ¿eh? —pregunta y bloquea la pantalla de su teléfono
mientras vuelve a nuestra conversación—. En base a toda esta
información, no podemos excluir ningún género de esta
investigación. Eso es todo lo que tengo por ahora. Podemos intentar
ir a mi hospital y comprobar a mis pacientes, y luego pasar todos los
nombres por su sistema para ver si hay una conexión. Aunque,
necesitamos permiso para eso, así que los agentes probablemente se
encargarán de ello.
Be y elige este momento para volver, sosteniendo una bandeja
pesada con comida humeante que huele delicioso, pero me importa
una mierda.
Ahora mismo, la comida está tan lejos de mi mente que me
pregunto por qué he pedido algo.
Be y vacía rápidamente la bandeja antes de salir corriendo de
nuevo.
Phoenix inhala los olores de su pasta roja con mariscos por su
apariencia y clava su tenedor.
—Oh, Dios mío. He echado mucho de menos solo el olor. —Se
lo lleva a la boca y gime, cierra los ojos y saborea cada bocado,
mientras yo no puedo evitar recordar sus otros gemidos y moverme
incómodo en el asiento.
No solo porque me excita, creo que tengo que estar preparado
para que hasta los pequeños detalles de ella me afecten de alguna
manera, ¿y no es eso jodidamente genial?
Pero también por la culpa que me recorre al recordar que los
últimos tres años y medio han sido un in erno para ella, donde no
solo sus necesidades básicas sino también aquellas cosas que le
brindan placer no fueron satisfechas.
La despojaron de todo y sin embargo sobrevivió, y no conozco
a mucha gente que no se hubiera derrumbado bajo tal peso y
presión.
La presión que yo ejercía también, presionando y presionando,
esperando que nalmente se rindiera y tal vez se suicidara,
demasiado cansada para luchar contra todos.
Estos son solo algunos pensamientos oscuros que jugaron en mi
mente en los dos primeros meses después de la muerte de Angelica,
pensamientos de los que no estoy orgulloso, y que me repugnan
ahora mismo.
Sin embargo, haga lo que haga, no estoy seguro de poder expiar
todos los pecados que he cometido.
Si hubiera una tierra donde los pecadores expiaran, la habría
llevado allí y le habría pedido perdón, esperando lo mejor.
Pero el perdón es como el amor; o se da libremente o no tiene
ningún sentido. No puedes forzar la emoción de alguien.
—Entiendo por qué me has traído aquí. La comida sabe divina.
—Vuelve a clavar el tenedor, pero se detiene en la pasta, frunciendo
las cejas—. Así que te he enseñado todas mis cartas. ¿Cuál es tu
plan? ¿Cómo crees que podemos sacarlo de su escondite trabajando
juntos?
Agarro mis cubiertos, cortando el lete, y espero a que trague
su bocado antes de responder:
—Nos casaremos.
Ah, sí.
¿El sospechoso formó una conexión con ella en la que yo soy
ese imbécil que le arruinó la vida, y él es el maldito salvador a sus
ojos?
Pues bien.
Le quitaré lo que quiere.
Y, mientras tanto, reclamaré lo que es mío.
Como dije antes.
Lo que Zachary King quiere, lo consigue.

Sos h o

Me quedo quieto, observando a Phoenix, mi Phoenix de todas


las personas, está almorzando con Zachary en un ambiente
civilizado, con ella asintiendo y estando de acuerdo con cualquier
cosa que él tenga que decir.
Como si él no fuera el hombre que la hirió tanto. Que le quitó a
su bebé y a su marido. Que dejó tantas cicatrices en su cuerpo que
nada podrá borrarlas.
¿Cómo puede sentarse con él? ¿No ha sufrido lo su ciente por
su culpa?
Una voz del pasado resuena en mis oídos, provocando el
familiar dolor de cabeza en mis sienes mientras los recuerdos se
reproducen vívidamente frente a mis ojos, arrastrándome de vuelta
al in erno.
—Papá, por favor detente. Por favor, detente —le suplico,
arrastrándome por el suelo, mis rodillas y palmas raspando contra el vidrio
aplastado a mi alrededor, y sigo con el grito de dolor a punto de estallar
cuando se clava en mi piel—. Por favor, detente.
Sin embargo, papá no me escucha y me patea en el estómago de nuevo
con su pie cubierto por una bota antes de agarrarme el cabello con un puño
e inclinar mi cabeza hacia atrás, mientras se enfurece en mi cara cuando se
cierne sobre mí. —Maldita mierda. ¿Cómo te atreves a tocar mi bebida? —
Otra patada fuerte, y el aire se detiene en mis pulmones mientras el dolor se
extiende a través de mí, despertando todos los nervios de mi cuerpo,
gimiendo y tosiendo salvajemente, notando sangre en mis manos.
Papá debe de haberme lastimado el estómago otra vez, y tendremos que
ir al hospital diciéndole a todo el mundo que me he caído por las escaleras.
De nuevo.
—Lo siento —digo con voz ronca, necesitando oxígeno, pero no trago
saliva, ya que duele tanto que tengo miedo de desmayarme.
Y no puedo hacer eso, porque cuando lo hice la última vez, papá…
él…
—Tu arrepentimiento no me devolverá el whisky, ¿verdad? —
pregunta y luego me suelta, rápidamente como puedo en mi estado, me
arrastro hasta la esquina del salón y aprieto la espalda contra ella, mientras
tiemblo de pies a cabeza.
Con un fuerte zumbido, se quita el cinturón de la cintura, la hebilla
metálica golpea su rodilla mientras se envuelve el cinturón en la mano,
acercándose cada vez más a mí. El sonido de sus botas resuena en las
paredes con cada paso, mi pulso se acelera tanto que lo siento en la
garganta.
—Lo siento —repito, aunque no sé por qué me estoy disculpando. Me
empujó contra la mesa, porque no le gustaba cómo hervía sus huevos, y por
eso, la botella cayó al suelo, rompiéndose en pedacitos con el líquido
empapando la alfombra.
—Siempre una decepción. Siempre fuiste una puta decepción —grita
justo antes de golpearme con el cinturón. El dolor se me clava en todos los
huesos del cuerpo y grito, incapaz de aguantar más—. Maldita decepción
que tengo que criar. —Golpe, golpe, golpe, y me cubro con los brazos,
esperando evadir al menos algunos de los golpes, pero es inútil.
Cada vez que la hebilla conecta con mi piel desnuda, el dolor se
intensi ca por mil. Las sensaciones son tan fuertes que solo quiero cerrar
los ojos y dormirme. Quizás entonces no sienta nada.
Pero si hago eso, me despertaré pegajoso de nuevo con papá
acusándome de seducirlo con mi cara bonita que nunca debería haber nacido
de todos modos.
Al menos eso es lo que a rma siempre que tiene estos momentos en los
que el diablo gobierna su alma, como él lo llama.
—Por qué te dejó conmigo, ¿eh? ¿Se llevó todo y a todos los demás
pero te dejó a ti?
Golpe. Golpe. Golpe.
—Mierda inútil que cagué.
Golpe. Golpe. Golpe.
—Ni siquiera la perra tramposa te quería.
Golpe. Golpe. Golpe.
Sigue dando golpe tras golpe hasta que sangro tanto que no puedo
mantener los ojos abiertos por mucho que lo intente, y me desmayo, por n
libre de todo este dolor.
Y cuando me despierto pronto, siento que papá me arrastra a la
alfombra, presionando mi cara contra el lugar empapado mientras me
ordena que lo lama para que no se desperdicie, y no puedo hacer nada más
que llorar en silencio mientras mis uñas se clavan en mis palmas.
Hasta que me suelta, ordenándome que limpie el desorden y le prepare
la comida.
Llega el día siguiente… y una vez más, hago algo que le enfada.
Porque papá nunca me quiso y las únicas personas que amaba se
fueron hace mucho tiempo, entregándome a él como su ofrenda de paz.
—¿Quieres tu mesa de siempre? —pregunta Be y, sonriéndome
alegremente y poniendo n al recuerdo que casi me hace querer
vomitar por todo el suelo a pesar del olor a comida sabrosa que ota
en el aire—. El señor King está ahí mismo. Puedo preguntarle si
quiere que le acompañes. —pregunta, medio girándose, dispuesta a
hacerlo si lo deseo, pero niego con la cabeza.
Estar en compañía de Zachary es una tarea que requiere una
tremenda fuerza por mi parte. Siempre me pican las manos por
rodear su cuello y privarlo de oxígeno, matándolo de una vez por
todas, pero no puedo hacerlo.
Todavía no, no cuando el juego aún está en marcha.
Así que me vuelvo a poner las gafas de sol, sonrío a Be y y
sacudo la cabeza.
—No, no es necesario. He cambiado de opinión. No quiero
comer.
—Espero volver a verte —dice cuando me doy la vuelta,
caminando hacia la salida y riendo entre dientes por sus palabras.
Una vez que estoy fuera, me siento dentro de mi auto, el último
modelo con solo unos pocos en el mundo, y presiono el acelerador,
prácticamente volando desde el estacionamiento mientras la ira me
llena tanto que no puedo respirar sin necesidad una salida.
Mis manos aprietan el volante con tanta fuerza que los nudillos
se me ponen blancos, y tengo el profundo deseo de morderme las
uñas como hacía de niño cada vez que tenía que soportar los abusos
de papá.
Y Zachary King es igual que mi padre, un hombre despiadado
que no merece más que el castigo por sus actos.
Por lo que me ha hecho.
No me quitará a Phoenix.
No será tan estúpida como para enamorarse de sus mentiras y
su hermoso rostro que podría prometerle el mundo pero, en verdad,
esconde su naturaleza podrida siendo capaz de una violencia que no
conoce límites.
Él es el verdugo de mi vida, el que la ha destruido aunque no lo
sepa. Él y mi padre merecen pudrirse en el in erno eternamente, y
no dejaré que me haga daño por segunda vez.
No dejaré que vuelva a herir a Phoenix.
Pero si Phoenix es tan estúpida como para enamorarse de él…
Capítulo 15
—Cuando Dios te da una segunda oportunidad en el amor… ¿la tomas o
huyes de ella, sabiendo lo mucho que duele cuando te la arrancan?

Zachary

Nueva York, Nueva York


Zachary, 21 años

—Maldita sea —murmuro, apoyado en la barandilla del mirador


mientras intento recuperar el aliento, porque he corrido durante treinta
minutos seguidos.
Cuando James se equivocó de camino y se quedó atascado en el trá co
a varias manzanas de aquí, supe que llegaría tarde, pero al menos pensé que
podría llegar si corría lo su cientemente rápido.
Mi estúpido y jodido teléfono tuvo que morir también para añadir el
insulto a la herida.
Miré las ores en mi mano, casi rotas de tanto apretarlas, haciendo lo
posible por cumplir mi palabra y llegar a tiempo.
La estúpida idea se me ocurrió mientras veníamos del aeropuerto, y
una señora en la acera las vendía, diciendo que eran de su propio jardín.
Montón de basura, por supuesto, pero pensé que podría ser amable y
llevarle ores a la chica por primera vez.
Solo que terminé siendo de nuevo ese imbécil que llegó tarde y la
extrañó.
Golpeo mi mano extendida en la barandilla, sin importarme siquiera el
áspero silbido del viento.
—¡Maldita sea! —repito, furioso conmigo mismo por ser tan
imprudente con mi tiempo y decepcionar a la chica.
Al crecer en un hogar de acogida, probablemente tuvo su cientes para
toda la vida.
—Ha esperado mucho tiempo —dice una voz suave detrás de mí, y
miro por encima de mi hombro para ver a una hermosa mujer rubia que
inclina la cabeza hacia un lado, con sus pesados mechones meciéndose
mientras sus ojos muestran compasión—. Se ha ido hace un minuto. Ha
tomado el ascensor. Estoy segura que aún puedes alcanzarla si lo intentas
—dice con esperanza en su voz mientras todo lo que puedo hacer es mirarla
jamente, porque en la situación actual, parece un ángel enviado del cielo.
Hasta su voz serena tiene la capacidad de arrullar a un hombre para
no ver lo que se le avecina.
Sacudo la cabeza, dejando de lado esas estúpidas comparaciones, y
además, he visto mujeres más hermosas. Como heredero de un imperio,
nunca me falta compañía femenina dispuesta a todo con tal que se paguen
todas sus necesidades.
Sí, todo tiene un precio en este mundo.
Todo menos esta chica que me he perdido por culpa del estúpido
trá co.
Una de las razones por las que quería conocerla hoy… Ansiaba, por
un día, saber lo que se siente cuando la persona con la que pasas el tiempo
no sabe que eres un King.
Toda la idea parecía una broma de mal gusto envuelta en un desastre,
pero accedí. Supuse que la chica no tenía mucho que hacer en su vida si se lo
había buscado.
Entonces, ¿qué diablos es esta decepción y rabia hacia mí deslizándose
por mi sangre como un veneno, exigiendo que encuentre a esta chica, sin
importar el costo, y le dé lo que le prometí?
O al menos hacerle saber que no la dejé plantada.
—No sé qué aspecto tiene —digo nalmente, observando su físico.
Desde su vaquero negro y sus botas hasta su gabardina con un bolso
de diseño, sé que la mujer pertenece a mi mundo pero no apesta a
desesperación y a falsedad que tienen muchas mujeres.
No para atrapar a un hombre, oh no, aunque siempre hay una buena
parte de ellos. Pero es el deseo de cubrir el caos que hay dentro de la propia
vida y la necesidad de crear una fachada de una persona que no existe como
resultado.
De alguna manera, con esta chica, creo que conseguiré lo que veo, y lo
que veo es su tristeza ante mis palabras, pero entonces la determinación se
instala en sus rasgos.
Me sujeta por el codo y comienza a tirar de mí hacia las escaleras,
informándome en el camino: —Sé cómo es. Eso signi ca que iremos juntos
y la atraparemos. Deberías haberla visto. Creo que ha llorado.
Bueno, joder.
Qué manera de hacerme sentir como un idiota aún más grande.
Justo cuando llegamos a las escaleras, el ascensor suena al llegar y ella
nos maniobra con una jodida velocidad que no esperaba de ella.
Deslizándonos entre los cuerpos, comenzamos a bajar mientras ella
continúa hablando.
—Pensé que esas cosas no pasaban en la vida real, pero quién lo iba a
decir.
En lugar de centrarme mucho en lo que dice, presto atención en sus
mejillas iluminadas y sus ojos brillando de alegría y anticipación, como si
estuviera a punto de hacer algo grande.
Qué fascinante; un hombre podría acostumbrarse a una vista así.
Finalmente, estamos en el primer piso y salimos rápidamente con ella
corriendo hacia la salida, con sus tacones haciendo ruido en el suelo, y luego
estamos afuera con ella girando la cabeza de un lado a otro, tratando de
encontrar a mi chica de las cartas.
Entonces exclama, señalando a la chica del sombrero gris que sube a
un taxi.
—Ahí está. Ve, ve, date prisa antes que se vaya.
Me empuja en esa dirección, y me lanzo hacia ella gritando:
—¡P! —Pero no se gira ni se detiene, sino que entra en el taxi y se
marcha antes que pueda golpear la puerta.
—¡Por el amor de Dios! —gruño, dispuesto a arrancarme los cabellos
por esto, cuando la otra chica corre hacia mí, a punto de echarse a llorar.
—Lo siento mucho. Deberíamos haber venido antes.
—Aparentemente, no estaba destinado a ser.
Mi a rmación losó ca no es recibida con alegría, pero ella asiente,
envolviendo su abrigo con más fuerza.
—Lo siento —repite.
—No es tu culpa.
—Se siente como si lo fuera. —Ella suspira fuertemente—. Voy a
volver a disfrutar de la vista un poco más. Espero que tengas un buen día.
Con esto, se dispone a marcharse, pero me sorprendo cuando le
propongo:
—¿Quieres tomar un café? Llevo tanto tiempo corriendo con este frío
que me vendría bien algo caliente.
Ella parpadea y luego mira la carretera, probablemente sin saber cómo
reaccionar ante un tipo que la invita a tomar un café mientras otra chica
acaba de irse en auto.
—No somos pareja. Somos amigos por correspondencia desde hace
mucho tiempo. Como ves, deberíamos haber seguido siendo amigos por
correspondencia. Seguro que ahora ni siquiera me hablará. —Extiendo mi
mano hacia ella—. Me llamo Zachary.
—Angelica —responde ella—. Y, sí, no me importaría tomar una taza
de café.
Aún no lo sé, pero esta mujer se convertirá en mi primer amor, la
mujer que lo cambiará todo para mí.
Y acostado con ella en la cama por la noche, creo que tal vez por eso
había estado en contacto con la chica del parque durante tanto tiempo.
Porque, gracias a ella, conocí a mi hermosa esposa.
Ella era un ángel de la guarda que me guiaba hacia una bendición, y
estaba agradecido por eso.
Aunque ella no había respondido a ninguno de mis correos
electrónicos cada vez que intentaba agradecérselo.
El destino tiene una manera de encontrarte en los lugares más
inesperados.
Pero nada en la vida es tan sencillo.

Pho

Me quedo quieta, tosiendo ligeramente a pesar de no tener


comida en la boca, y doy un rápido sorbo a mi té, preguntándome
cómo debo reaccionar ante esto.
O tal vez mi imaginación me está jugando una mala pasada y
necesito dormir más, porque es imposible que Zachary me haya
propuesto matrimonio, ¿verdad?
Me aclaro la garganta y vuelvo a poner la taza en el plato,
estudiando el diseño oral que lleva durante una fracción de
segundo antes de decir:
—Lo siento, Zachary. No te he oído bien. ¿Podrías repetirlo, por
favor?
Lo hace, su voz tan poco emotiva como si ofreciera un paseo
por el parque.
—Nos casaremos. —Y se mete un trozo de su lete en la boca,
masticándolo y actuando como si nada.
Mis manos se tensan sobre mi tenedor. Apenas me contengo
para no lanzárselo solo para borrar la expresión de su ciencia de su
apuesto rostro.
Tregua, ¿recuerdas? No se puede estallar de histeria. Objetivo mutuo
y todo eso…
Así que con toda la fuerza de voluntad que poseo, y tengo que
decir que se me escapa cada vez que abre la boca, le grito:
—¿Has perdido la cabeza? —Un hombre de la mesa de al lado
nos mira, pero rápidamente desvía su mirada hacia el menú cuando
lo noto mirándonos.
De acuerdo, quizás no fue nada sutil, pero ¿está loco?
—¡Nunca me casaré contigo! —le digo, preguntándome qué
tipo de trampa está tratando de tender en este escenario.
¿Por qué un hombre de su posición social querría casarse
conmigo, una ex convicta de dudosa reputación? Todo este asunto
del asesino en serie podría excusarme a los ojos de la ley, ¿pero a los
de la sociedad? Para la mayoría, yo sigo siendo la conductora que
conducía aquel maldito auto que mató a su mujer, así que nadie
entenderá su decisión.
—Al contrario, estoy pensando con bastante claridad, cariño. —
Acaba su lete con un vaso de agua -todos estos restaurantes de alta
gama tienen agua en la mesa por si alguien la necesita- y bebe un
gran sorbo—. Tú eres su mejor amiga a la que protege. Mientras que
yo soy el lobo feroz. Bueno, si te conviertes en mía… —Hay un
extraño lo en la última palabra; algo parpadea en sus piscinas
verdes, pero lo enmascara rápidamente con indiferencia, así que no
tengo la oportunidad de estudiarlo—, es él quien se convierte en el
lobo malo. Y no estoy seguro que pueda manejar ese papel. —Una
risa sin humor resuena entre nosotros—. Créeme, hace falta cierta
mentalidad para serlo.
—¿Crees que si nos juntamos, él o ella estará… celoso? —Sin
embargo, mi mente descarta esta idea, ya que no se ajusta a su per l
—. No creo que le importe nuestra relación —concluyo, suspirando
interiormente aliviada, porque podemos dejar de lado esta ridícula
idea.
No quiero volver a casarme. ¿De qué sirve si el hombre huye en
otra dirección en cuanto te quemas en el in erno? ¿Y mucho menos
tener un matrimonio falso por el bien de un sospechoso inestable?
Él o ella ya ha tenido su ciente de mi vida; ¡no le daré al
sospechoso ni un centímetro más!
—Sean cuales sean los pensamientos que te rondan por la
cabeza ahora, puedes olvidarte de ellos. No voy a arrodillarme para
ofrecerte amor eterno de verdad. El amor a primera vista no es
nuestra historia. Sin embargo, un matrimonio es la única manera de
sacudir su estabilidad. —Debe leer la confusión en mi cara, porque
se explica—. Él te ama. Realmente te ama de una manera retorcida,
desde que formó una conexión contigo. Así que, digamos que haces
trampa en esa conexión. —Quiero protestar, pero mueve el tenedor,
haciéndome callar antes que pueda pronunciar una sola palabra—.
¿Cómo crees que le hará sentir? La respuesta es, mal. No pensará con
claridad y cometerá un error. Y entonces lo atraparemos.
Resoplo con incredulidad.
—¿Atraparlo? ¿Escuchas siquiera lo ridículo que suena?
Quieres casarte solo porque crees que eso lo desestabilizará. ¿Y si no
lo hace? ¿Y si no le importa tanto lo que haces?
—Sí le importa. Te ama a su manera. —Me lanza la frase a la
cara—. En el momento en que estás de mi parte y él cree que eres
importante para mí, te conviertes en lo que amo. —Me muevo
incómoda ante lo que dice. La palabra amor asociada a nosotros
suena mal en sus labios—. Él pierde, porque tendrá que conducir ese
puto auto hacia ti. Así de jodidamente sencillo es —dice, terminando
su bebida de un trago mientras yo sacudo la cabeza.
—Excepto que no lo es. Te equivocas, Zachary. —Me envía una
mirada interrogativa—. Estás intentando entender al sospechoso a
través del prisma de tu personaje. Eso es lo que tú habrías hecho en
esta situación. Como hiciste conmigo. Llevarte a Sebastian. —Eso es
puramente una suposición por mi parte. Pero veo el remordimiento,
por un segundo, cruzar su rostro y ser sustituido por una extraña
posesividad y rabia; no le gusta el recordatorio de mi marido entre
nosotros.
Bien entonces, mala suerte.
—Si el per l es adecuado y mis sospechas sobre su infancia son
correctas, querrá castigarme por lo que he hecho a sus ojos. Tratando
de encontrar a alguien para matar a quien amo. —Me río
amargamente—. La opción ideal habría sido que encontrara a
alguien a quien ambos amamos y nos hiciera daño con ello, pero no
existe tal persona.
Un sonido de rotura reverbera a través del espacio, y jadeo,
viendo que el vaso en la mano de Zachary se rompe, la sangre se
derramándose de su palma. Me levanto rápidamente, asiendo la
servilleta blanca y la envuelvo con fuerza alrededor de su mano.
Be y corre hacia nosotros y le pregunto:
—Necesitamos un botiquín de primeros auxilios. Por favor,
¿tienes uno?
No tengo la oportunidad de examinar la herida, porque
Zachary se levanta, pone varios billetes de cien dólares sobre la
mesa, me agarra del codo y tira de mí en dirección a la salida,
diciendo por encima del hombro a Be y:
—Después de pagar mi cuenta, el resto es tu propina. —
Continúa arrastrándonos hacia los ascensores, presionando
furiosamente el botón, sin importarle que su maldita sangre esté
goteando en el suelo, dejando manchas rojas.
—Zachary, tenemos que ocuparnos de tu mano. —Ignora mis
palabras y nos conduce al interior del ascensor en el momento en
que se abre en nuestra planta y pulsa el botón de planta baja—.
¡Zachary! —le grito en la cara, todavía como una idiota sosteniendo
su mano envuelta en una servilleta—. ¿Qué demonios te pasa?
En lugar de responderme, saca su teléfono, pulsando sobre el
nombre de Zeke para llamarlo, mientras yo abro el paño. Suspiro
aliviada al ver que no hay pequeñas astillas de cristal en su piel, pero
el corte parece profundo y podría necesitar unos cuantos puntos de
sutura.
Lo que podría hacer fácilmente si me dejara.
Al cubrir la herida de nuevo, oigo una voz masculina al otro
lado de la línea, que responde al primer timbre.
—Sí.
—¿Hay alguna posibilidad que alguien sepa los detalles de la
adopción de Emmaline?
Me congelo, preguntándome por qué quiere hacer esta
pregunta ahora, en este preciso momento.
¿Es esto lo que le ha inquietado? ¿Pero no dijo que con este plan
la atención se centraría en mí? ¿Qué tiene que ver Emmaline
conmigo?
Un pensamiento roza mi mente -perturbador y de naturaleza
horrible, con el poder de volverme loca por lo imposible que es-
susurrándome al oído que tal vez haya una conexión.
Tal vez haya una explicación.
Pero aprieto los dientes, deteniéndolo antes que empiece a
construir algo en mi cabeza que no existe.
—No, ¿por qué? Todo era con dencial, los contratos rmados y
todo eso —responde el hombre, e inconscientemente me aprieto más
a Zachary para escuchar la conversación—. Por no hablar que todo el
papeleo está en una caja fuerte, guardado en el banco, tal y como
pediste.
—Comprueba con ellos si ha ido alguien recientemente a buscar
los papeles.
—Es imposible. La persona tendría que conocer todos los
detalles, como los números y demás. ¿Por qué es un problema
ahora? ¿Alguien te está chantajeando con esta información? —
Frunzo el ceño ante esto, encontrando su conclusión muy extraña.
¿Quién sería tan estúpido como para chantajear a Zachary con eso?
Su familia sabe, y estoy segura que el público también sabe que
adoptó una niña; además, ¿no es algo bueno?
—Zeke, no te estoy pagando para que me hagas preguntas. Te
pago para que hagas lo que te digo. —Con esto, cuelga, se guarda el
teléfono en el bolsillo trasero y es entonces cuando suena el ascensor
en la planta baja. Y entonces me arrastra una vez más alucinando, y
por n me he cansado de esto.
Tirando de mi brazo, clavo los talones en el suelo, y él se
detiene, medio girándose hacia mí mientras sigo sujetando su mano
herida.
—¿Qué te pasa? Tenemos que mirarte la mano y sin embargo
vas corriendo sabe Dios dónde —digo con una fuerte exhalación, sin
saber qué hacer con sus constantes cambios de humor.
Su mandíbula se tensa, sus ojos ilegibles bajo la luz del sol
uyendo desde las puertas dobles que conducen al exterior, e
incluso a través de ese pequeño contacto, siento la tensión que nos
rodea junto con una emoción desconocida de él.
Miedo.
Pero antes que pueda responderme, suena su teléfono y
contesta. Tengo una fracción de segundo para ver el nombre de Zeke
parpadeando de nuevo.
—Sí. —Lo que sea que le diga Zeke alivia la bestia que ruge en
su interior mientras suspira con alivio, prácticamente brotando de él
—. ¿Estás absolutamente seguro? Eres hombre muerto si estás
mintiendo. —Cuelga, y jadeo cuando me atrae hacia su pecho para
que estemos a escasos centímetros el uno del otro—. Mi niña está a
salvo. Nos vamos a casar, porque entonces la persona a la que cazará
seré yo. —Suelta esta estúpida conclusión, basada en sus propias
deducciones, justo antes que su boca conecte con la mía, justo a
tiempo para que la gente que entra y sale de los ascensores lo
observe, obviamente, con sus miradas de asombro.
Pero con la misma rapidez, su boca se aleja de la mía, y
entonces mis ojos se abren de par en par cuando se arrodilla frente a
mí, sacando una caja de terciopelo negro del bolsillo y abriéndola
para mostrar un anillo de esmeralda rodeado de pequeños
diamantes en una banda de platino. Ni siquiera le importa que su
sangre lo manche.
La piedra brilla intensamente bajo la luz, reluciendo para que
todos la vean. Algunas mujeres jadean en la distancia, sus teléfonos
registran toda la maldita cosa, acompañados de algunos ashes de
otras tomando fotos.
—Phoenix, el mundo entero se ilumina cuando estás a mi
alrededor. —Parpadeo ante esto y escucho a alguien exclamar: “¡Oh,
Dios mío!” ¡Más jodidos ashes en mi cara!
Zach permanece ajeno a la compañía y continúa:
—¿Me harías el honor de ser mi esposa? —Aunque lo dice como
una pregunta, no se me escapa la férrea advertencia en su tono, su
mirada clavada en mí y ordenándome silenciosamente que siga este
juego suyo que es…
Ni siquiera sé cómo llamarlo.
—Dios mío, ¿lo va a rechazar? —alguien susurra en voz alta,
mientras todavía no aparto la mirada de Zachary, quien levanta la
barbilla y me desafía, como si tuviera poder sobre mí.
Una parte de mí, la parte vengativa que creía que nunca había
tenido, anhela hacer precisamente eso y gritarle en la cara que es un
hombre horrible y que, por lo tanto, nunca podré casarme con él.
Pero la otra parte, la razonable que solía amar ser psiquiatra y
ahondar en la mente de las personas… sabe que hay mérito en su
teoría y la posibilidad que esta farsa pueda perturbar al sospechoso.
Incluso si es una pequeña posibilidad, es mejor que nada.
Hasta que Lydia resuelva mi caso con el Estado, no tengo
dinero ni posición social para buscar la verdad, ni un lugar seguro
donde quedarme.
No al nivel que tiene Zachary King.
Y si antes quería estar lo más lejos posible de él… ¿no me lo
debe por haberme arruinado mi vida?
Nunca podrá compensar o ser perdonado por lo que ha hecho,
pero puedo dejar que me ayude en esta lucha y aceptar las cosas que
me ofrece por el daño que me hizo.
El orgullo es algo tan hermoso que me ha mantenido a ote
durante muchos desastres entre personas crueles. Sin embargo, a
veces el orgullo puede convertirse en nuestro mayor enemigo.
Cuando estamos cegados por él, no escuchamos la lógica ni la razón.
Mi pasado no dicta mi presente, así que no tiene poder sobre mi
futuro mientras entienda las lecciones que me han dado. Y en lugar
de olvidar, encuentro la fuerza para seguir adelante.
Para ello, tengo que encontrar al sospechoso y romper el
vínculo que, a sus ojos, nos une para siempre.
Solo entonces podré romper mi tregua con Zachary y liberarme
para siempre de esta pesadilla que me as xia hasta la muerte.
Así que, respirando profundamente, esbozo la sonrisa más
brillante que puedo reunir y respondo para que todos lo oigan:
—Sí, me casaré contigo. —Una emoción parpadea en sus orbes,
apasionada y a la vez oscura, y saca el anillo de la caja, abriendo la
palma de su mano esperando la mía. En el momento en que nos
tocamos, la electricidad corre entre nosotros, casi quemándome la
piel, pero no me deja apartarla. En cambio, me toma la mano con
suavidad deslizando el anillo mientras nuestras miradas se cruzan, y
me sorprende que no se esté gestando una tormenta por la
intensidad de este momento.
La sangre de sus manos casi parece conectarnos en el antiguo
ritual en el que se hacía un juramento sobre la luna.
Y aunque he tomado esta decisión basándome únicamente en la
lógica, algo me dice que mi corazón no podrá permanecer ajeno a
ella, y por la vibración posesiva junto con la mirada de cazador que
viene de Zachary, el suyo tampoco podrá.
¿Cómo es posible odiar a un hombre y que tu cuerpo anhele su
contacto?
Pero lo más importante…
¿Cómo ngir que lo amas para que el asesino en serie le dé caza
y no perderte en el proceso?
Capítulo 16
—Dicen que algunas de las mejores historias de amor nacen del odio.
Yo no creo eso.
Porque entonces me habría enamorado de Zachary desde la primera
mirada.
Dicen que el amor y el perdón son nuestras mayores salvaciones en este
mundo.
Espero que no.
El amor y el perdón podrían ser una cosa que me rompa para siempre.

~Phoenix

Nueva York, Nueva York


Phoenix, 18 años
Me limpio la lágrima de la mejilla, resoplando de frustración por ello,
y murmuro:
—Los hombres dan asco.
El taxista se ríe desde la parte delantera y me encuentro con su mirada
en el retrovisor. Debe de tener más de sesenta años, a juzgar por las arrugas
dispersas en su rostro y su cálida sonrisa.
—No todos lo hacemos. —Me guiña un ojo, y me meto más en mi
abrigo, apartando la mirada de él y apoyando la cabeza en la ventanilla,
intentando disfrutar al máximo de mi última hora aquí hasta mi vuelo de
esta noche—. Ya conocerás a otro mejor.
Busco los auriculares en el bolso y me los pongo en los oídos, ya que no
estoy de humor para hablar de ningún futuro chico.
Mi teléfono suena con un mensaje, y a pesar de mi humor agrio, una
sonrisa me tira de la boca.
‹Leiken› Que se joda ese tipo. Una vez que estés de vuelta aquí,
tendremos una noche de chicas. Te buscaremos a alguien más.
‹Yo› Creo que eso es demasiado drástico. No era mi novio.
Aunque, ciertamente actúo así, lo que me molesta muchísimo. No
somos nada el uno para el otro. ¿No fue toda esta idea, más una broma y
tratar de averiguar si todas estas películas son ciertas?
Idea improvisada que nunca debería haberme dolido, sin embargo lo
hizo, y no sé cómo reaccionar ante eso.
‹Leiken› Aun así, era un idiota. Eso es razón su ciente para una
noche de esta en mi libro.
Me río de esto, dispuesta a escribir mi respuesta, cuando un fuerte
viento arremete en el interior, penetrando a través de mi abrigo, y
congelándome.
—Al in erno —murmuro y miro a mi derecha para ver a un tipo
deslizándose dentro de mi taxi en el semáforo—. ¡Oye! —exclamo, pero ni
siquiera me echa una mirada.
En cambio, se dirige al taxista:
—Si me llevas al aeropuerto, te doy doscientos dólares.
—El taxi está ocupado —responde el taxista, negando con la cabeza
—. Aunque vamos en la misma dirección, si a la señorita le molesta, tendrá
que bajarse de este auto. —Oigo un poco de vacilación en sus palabras junto
con el interés que brilla en sus ojos al mencionar el dinero.
El tipo se vuelve hacia mí. Sus penetrantes ojos azules, que combinan
con su cabello rubio, me golpean con toda la fuerza de su guapura que su
abrigo negro no hace más que enfatizar.
—¿Te importa?
Parpadeo varias veces antes que, nalmente, el fuerte claxon del auto
que tenemos detrás me saque de mi aturdimiento y de la extraña reacción
ante un desconocido. He visto a muchos chicos guapos en el campus, y
ninguno me ha inspirado una reacción tan instantánea.
—No. Está bien. —Supongo que debe de llegar tarde a uno de sus
vuelos; ¿qué otra cosa explica tanta desesperación y el hecho de tirar el
dinero?
Pero claro, si es rico, no tiene que contarlo como yo.
El taxi nalmente comienza a moverse, conduciendo sin problemas a
lo largo de la carretera mientras el tipo descansa la cabeza en el respaldo del
asiento, exhalando pesadamente antes de murmurar con los ojos cerrados:
—Pensé que mis bolas se congelarían esperando un taxi.
La mandíbula casi se me cae al suelo ante sus palabras, no es
exactamente lo que uno diría delante de extraños, pero al taxista le hace
gracia y pregunta riendo:
—¿No estás acostumbrado al frío?
—No, soy del sur.
—¿Viene a hacer turismo?
—Podría decirse que sí —responde, y sus pestañas, tan largas que me
dan envidia, se agitan para centrar su mirada en mí—. Pronto terminaré la
carrera de Derecho. Uno de los lugares en los que estoy considerando
trabajar es aquí. —Entonces me tiende la mano y sonríe; su sonrisa me
produce mariposas en el estómago y mi corazón da un vuelco—. Sebastian
Hale.
—Hola —digo y le doy la mano, la electricidad nos atraviesa y jadeo,
queriendo retirarla, pero él no me deja. En su lugar, espera, y solo entonces
me doy cuenta que no he dicho mi nombre—. Phoenix.
Todavía no lo sé, pero este hombre se convertirá en mi todo, que me
rodeará de tanto amor que no recordaré cómo he podido vivir sin él.
No le importó mantener una relación a distancia y venir a visitarme
todo lo que pudo, mientras nuestro amor se hacía más fuerte. Hasta que
nalmente nos instalamos en Nueva York y me propuso matrimonio.
Y cada vez que me susurraba dulces palabras al oído, proclamando su
amor y su deseo por mí, daba gracias a Dios por haber sembrado en mí la
idea de escribir a Zach.
Porque si no fuera porque él no apareció, nunca habría conocido a mi
primer amor.
Todo en la vida sucede por una razón… o eso dice la gente.
¿Y Zach?
Zach apareció en mi vida para llevarme a Sebastian.
Dicen que a la tercera va la vencida… y el tercer regalo de Zach para
mí fue su ausencia, y en eso, el conjunto de acontecimientos que
desencadenaron el encuentro entre Sebastian y yo fue el mayor regalo de
todos.
O eso creía yo.

Zac

En el momento en que las puertas de hierro se abren ante mí,


saludo con la mano al guardia de seguridad, que asiente a modo de
saludo, y luego piso el acelerador, volando hacia el interior pero
prestando atención al estrecho camino de entrada por si Emmaline
obliga a Patience a jugar con ella en el jardín.
Por el rabillo del ojo, veo a Phoenix apoyando la cabeza en la
ventana, su mirada perdida no me da ninguna indicación de sus
emociones. Tiene las palmas de las manos abiertas sobre las rodillas
y las frota de arriba abajo como si tuviera frío.
Desde que apreté su mano con la mía, empujándola a través de
la multitud que nos tomó fotos, y senté su trasero en mi auto para
llegar a casa antes que la prensa mostrara sus narices, ella no ha
dicho una palabra.
Ni siquiera para pedir mirar mi mano que dejó de sangrar pero
duele como un hijo de puta, aunque me las he arreglado para
limpiar la mayor parte de la sangre.
Nadie más que la reina del hielo me ha acompañado en el
camino, y eso lo odio, joder.
Quiero conocer cada parte de sus pensamientos, sentimientos,
predicciones o incluso miedos.
Solo así podré despejar algunos de ellos, destruyendo otros, y
calmarla para que no se preocupe por el futuro que le prometo.
Esta vez, Phoenix será una ganadora y tendrá lo que la vida
debía darle la primera vez.
Aunque admito que proponerle matrimonio delante de esa
gente fue una jugada baja, pero no me dejó otra opción. Lo hice para
que la noticia se difundiera con la velocidad del rayo y todo el
mundo especulara sobre cómo demonios había sucedido.
Después de sus palabras, casi pierdo la cabeza, pensando que el
sospechoso sabe la verdad sobre Emmaline y que encontraría una
alegría retorcida en revelar los detalles de su nacimiento y herir a
Phoenix con eso. Nunca podría permitirlo.
Se lo contaré todo a Phoenix, pero a mi debido tiempo y en el
momento perfecto para ambos.
La verdad reparará su corazón roto, conectando las piezas que
tan descuidadamente rompí en el pasado.
Aunque ahora mismo le parezca un in erno.
—¿Cómo piensas convencer a la gente de la validez de este
matrimonio? —Su voz ronca envía instantáneamente una señal a mi
polla que se tensa contra la cremallera.
Mierda, cada pequeño detalle de ella tiene la capacidad de
excitarme como si fuera un adolescente cachondo viendo a una
mujer por primera vez.
Me agarro con fuerza al volante mientras giro a la derecha,
avanzando hacia la entrada principal, pasando por los varios rosales
que Patience insistió en plantar. Según ella, este terreno es
demasiado enorme para no tener un jardín en él.
—Creo que el anillo en tu dedo y nuestra licencia de
matrimonio serán prueba su ciente para todos.
Ella niega con la cabeza, sentándose derecha y medio
volviéndose hacia mí, su espalda presionando contra la puerta del
auto.
—Es mi tercer día fuera de la cárcel. —Sorprendentemente, sus
risas divertidas resuenan en el auto—. Es difícil de creer, teniendo en
cuenta que ya han pasado muchas cosas. Pero de todos modos… —
Hace una fuerte inhalación antes de continuar—, quieres convencer
al mundo entero que estamos enamorados, pero tu supuesta
prometida estuvo fuera de tu alcance durante más de tres años. Y
ambos nos casamos hace cuatro años. Todo el mundo sabe que
estabas locamente enamorado de tu mujer. —Su voz se entrecorta en
la última parte, pero decido ignorarla, aunque una parte de mí está
jodidamente harta que saque a relucir constantemente nuestros
matrimonios.
Casi como un muro que quiere construir entre nosotros, como
si eso pudiera detener la pasión que arde en nuestras venas.
Tenemos una química natural que probablemente se habría
transformado en una relación caliente… si nos hubiéramos conocido
como personas libres.
Ella aún no ha cerrado esa puerta al pasado, sin importar su
largo discurso a Sebastian en el bar. Incluso si no quiere admitirlo
ante sí misma, probablemente se habría preguntado qué hubiera
pasado si… si él no se hubiera comprometido con Felicia.
¿Cree que habrían tenido la oportunidad de estar juntos? ¿Ella
lo habría perdonado?
Según los informes, se amaban profundamente hasta el punto
que la gente los envidiaba por ello.
Yo amaba a mi esposa. La amé de una manera que muchas
mujeres sueñan, le di todo de mí y arrojé el mundo a sus pies. Era
una mujer extraordinaria que, solo con su sonrisa, tenía el poder de
calmar la rabia que llevaba dentro.
Consiguió arreglar el puente entre mi padre y yo, aunque
temporalmente.
Hermosa, amable, dulce.
Siempre daré gracias a Dios por ella y querré vengar su muerte
por la injusticia que se cometió con ella. Nunca seré racional en esto,
la emoción del odio me hierve la sangre. Mi alma inquieta necesita
matar al bastardo de una vez por todas.
Pero mi mujer está muerta.
Y yo estoy muy vivo.
Así que ella no tiene lugar en lo que sea que tengo con Phoenix
en este momento, y no dejaré que arrastre a Angelica a nuestro lío.
No voy a hacer un trío en esta relación.
—Todo el mundo sabe que tú también estabas locamente
enamorada de Sebastian. —Sus ojos se estrechan al oír esto, y sus
manos se aprietan. No le gusta cómo le he dado la vuelta a la tortilla
—. Por el bien de nuestros matrimonios pasados, no saquemos el
tema cada vez que puedas, ¿de acuerdo? —Abre la boca para
protestar, pero es entonces cuando me acerco a la entrada,
deteniendo el auto y poniendo el dedo en sus labios—. ¿Recuerdas
lo de la tregua?
La molestia cruza su rostro, pero suspira, sus labios se mueven
bajo mi dedo mientras su respiración lo aviva, y por instinto, ahueco
su mejilla, frotándola suavemente.
En el momento en que la acción se registra en nuestras mentes,
sus ojos se abren y respira bruscamente mientras me quedo
paralizado. El auto se llena de una tensión y un deseo tan fuertes que
casi puedo tocarlo.
Su pulso se acelera, y enredo mis dedos en su cabello,
acercándola a mí mientras inclino su cabeza y me agacho hacia ella,
con nuestras bocas a centímetros de distancia.
—Zachary —susurra, la necesidad y la negación entrelazan su
tono, pero se acerca a mí, anhelando la conexión física a pesar de
prohibirnos hacerlo.
—Tienes que pedirlo, cariño. —Mis labios rozan los suyos
durante una fracción de segundo, captando su jadeo de sorpresa
cuando aprieto los míos contra los suyos y luego los deslizo hacia
abajo, mordisqueando su barbilla—. ¿Qué quieres?
Sus dedos se clavan en las solapas de mi chaqueta, agarrándola
con fuerza, escapándosele una respiración áspera.
—Eres un veneno que me está matando lentamente de dentro
hacia afuera — responde, sus dedos se deslizan hacia mi cuello
donde los pasa suavemente sobre mi tatuaje del nombre de
Emmaline y luego coloca su mano sobre mi corazón, sintiendo los
latidos uniformes de mi corazón bajo su palma—. Una maldición
que no sé cómo romper. —Me aprieta la camisa, su voz apenas
supera un susurro. Si no estuviera sentado tan cerca de ella, no
habría oído nada. —Dondequiera que mire, estás ahí. No importa
cuánto lo intente, no puedo escapar de ti. El destino también debe
tener un sentido del humor retorcido, ya que hizo que fuera casi
imposible no estar contigo. —Se inclina más cerca, hasta que sus
labios rozan mi oreja mientras habla en ella—. No puedo mentir que
mi cuerpo no reacciona al tuyo. Pero darte un control así sobre mi
cuerpo sería una tontería de mi parte. —Y con esto, me empuja, y
como no lo veo venir, casi golpeo la puerta del auto con la espalda,
maldiciendo interiormente su rechazo.
Pero, al mismo tiempo, asombrado que me rechace cuando su
cuerpo claramente anhela que detenga esta miseria en la que se
encuentra.
El pecho de Phoenix sube y baja. Esta vez, su voz es segura y
rme, sin rastros de afecto cuando dice:
—Esta tregua que me recordaste implica que no hablemos de la
noche pasada. No intentes utilizar mi cuerpo en tu juego. —Abre la
puerta del auto y sale, dando un portazo tan fuerte que me pregunto
si lo habrá roto.
Mi boca se contrae mientras me río por primera vez en mucho
tiempo al conocer a una mujer que me ladra órdenes y espera que le
obedezca.
Ah, Phoenix.
Eres muy especial en muchos sentidos.
Pero se equivoca.
No quiero usar su cuerpo en ningún juego, aunque tenerla
adicta a mí haría toda esta mierda mucho más fácil, sobre todo
teniendo que ngir que estamos locamente enamorados.
No.
Tengo la intención de arder junto con ella en la ardiente pasión
de nuestra creación, y su hermoso cuerpo cobrará vida bajo mis
manos.
Un hombre inteligente nunca se da por vencido con una mujer
que desea obsesivamente.
Y nadie puede llamarme estúpido, ¿verdad?

Pho

—Increíble —murmuro en mi camino hacia la mansión. Mi


cuerpo aún tiembla por la escena anterior, ansiando complacer a
Zachary una vez más, mientras mi mente me grita por lo
descabellada y peligrosa que es esta idea.
Quizás los años de abstinencia me han transformado en alguien
que quiere sexo, y no le importa con quién. Cualquier hombre
disponible y dispuesto serviría.
Sí, sigue diciéndote eso. Cualquier excusa suena bien en las
circunstancias actuales.
Gimo de frustración, intentando pensar en cualquier otra cosa
mientras no tenga que ver con un apuesto demonio de ojos verdes
que debe haberme hechizado para obsesionarme tanto con él.
De todas formas, ¿por qué me empuja a ello? No debe de
faltarle compañía femenina, pero solo ese pensamiento hace que se
me cierren las manos en puños, mientras la ira idiota se apodera de
mí. La idea que esté con otra persona mientras yo sigo viviendo bajo
su techo es casi insoportable.
Dios mío, llama a los psiquiatras, porque o cialmente he
perdido la cabeza.
—Comparto tus sentimientos, cariño. Si no fuera por tu
negación, ahora estaríamos besándonos en el auto, y podría haberlo
llevado detrás de la casa donde podríamos follar. ¿Has follado
alguna vez en un auto? —me pregunta, y se ríe cuando le envío
dagas con la mirada. Me da un golpecito en la nariz—. Ahora los dos
estamos insatisfechos. —Chasquea la lengua—. Tengo buenas
noticias para ti. —Hace un gesto con la mano de arriba a abajo de su
torso—. Este cuerpo está listo cuando tú lo estés. —Se inclina más
cerca y me susurra al oído—: Solo tienes que pedirlo o rogarlo. No
me importa cuál.
—En tus sueños, King —le respondo, empujándolo con el codo
para que dé un paso atrás y nalmente entre en la casa, la puerta se
golpea contra la pared, así de fuerte la empujo.
Zachary suspira dramáticamente.
—No hace falta que descargues tu ira con la casa, amor. —Me
guiña un ojo—. Desquítate conmigo.
—Te juro por Dios, Zachary, que si no te detienes, voy a… —No
tengo la oportunidad de terminar la frase, porque unos pies
diminutos golpean el suelo mientras Emmaline se precipita hacia
nosotros por las escaleras, con su cabello oscuro suelto y volando en
distintas direcciones. Esta vez lleva una camiseta blanca y unos
leggings rosas.
Su boca se abre con la sonrisa más brillante que he visto nunca
mientras sus ojos se llenan de alegría y grita:
—¡Papá! ¡Papá está en casa! —Y salta sobre él desde el último
escalón, y como Zachary se lanzó hacia ella en cuanto la vio, acaba
en sus brazos. La levanta en alto, lanzándola al aire y agarrándola
rápidamente mientras ella se ríe alegremente—. ¡Papá! —chilla ella,
rodeando su cuello con los brazos y exprimiéndole la vida.
O al menos lo intenta mientras Zachary la mece en sus brazos,
que también la sujeta con fuerza, y entonces Emmaline se echa hacia
atrás, tocándole la cabeza.
—Te he echado de menos, papá. No me gustan tus viajes de
trabajo. No me gustan nada tus viajes de trabajo —dice antes de
volver a rodearlo con los brazos y suspirar con fuerza mientras
apoya la barbilla en su hombro.
Zachary le besa el costado de la cabeza y le pasa la mano por la
espalda, tratando de calmar su angustia.
—Yo también te he echado de menos, pequeña.
—Ayer no me leíste un cuento, papá —exclama con un ligero
enfado en la voz, pero luego vuelve a suspirar—. Te perdono.
Patience dice que estabas ocupado.
—Lo estaba. Pero hoy te voy a leer un cuento. ¿Qué te parece?
Rápidamente se echa hacia atrás y levanta las manos, gritando:
—¡Woohoo! —Y luego pregunta, haciendo girar sus mechones
oscuros en el dedo—: ¿Me has traído un regalo?
Zachary levanta la ceja.
—¿Regalo? ¿Qué regalo?
Ella jadea, aplaude con ambas manos, sus ojos se agrandan en
su rostro mientras se abren en estado de shock.
—¿No hay regalos?
Espero que rompa a llorar o mueva los labios para al menos
tratar de ablandar a su padre o hacerlo sentir culpable, pero no hace
ninguna de esas cosas. En cambio, se golpea la barbilla con el dedo
índice, re exionando sobre sus palabras, y luego pregunta:
—Entonces, ¿signi ca esto que me lo debes, papá?
Zachary sonríe, con un destello de diversión en sus ojos, y
responde:
—Creo que sí.
Sí, es su hija; no hay duda. Un tiburón de los negocios en
ciernes, que no pierde ninguna oportunidad.
Ella aplaude un par de veces antes de anunciar:
—Entonces, ¿quieres jugar conmigo? Voy a hacer una esta de
té arriba, y estás invitado por el honor. —Sus cejas se fruncen—.
Suena divertido. —Se ríe y luego baja la voz, mirando hacia arriba
como si comprobara que nadie puede oírla—. Lo dijo Patience. —Se
ríe, pero se tapa la boca con la palma de la mano, claramente sin
querer que Patience sepa lo gracioso que le parece.
Zachary le retira el cabello de la cara detrás de la oreja y la
corrige:
—Invitado de honor.
—Lo que sea. Vamos arriba. —Ella señala hacia allí—. Mi té se
está enfriando, papá.
Viéndolos ahora, mi corazón se estremece dolorosamente por la
delicadeza con que él la sostiene y la con anza que tiene, lo segura
que se ve en sus brazos. Está claro que quiere a su hija, y ella le
regresa el cariño.
El hombre despiadado dispuesto a sucumbir a cualquier cosa
con tal que le sirva para su propósito no está presente aquí; en su
lugar, ella recibe al Zachary amable que ni siquiera sabía que existía.
¿Era este el lado de él que hizo que Angelica se enamorara?
¿Era este el hombre que era antes que el sospechoso pasara por la
vida de ambos?
¿Es este el verdadero Zachary que se esconde tras la apariencia
del hombre de negocios que gobierna un imperio, y el que yo tengo
es solo el producto de un corazón roto?
La suave voz de Emmaline me devuelve la atención al presente
y ladea la cabeza.
—¿Quieres venir con nosotros? Me queda un lugar más. Solo
uno. —Levanta el dedo y me lanza una mirada interrogativa.
Todo en mí grita que me niegue y me esconda dentro de mi
habitación, sin querer ver esa relación padre-hija que es como una
herida abierta para mi dolor y me hace pensar en los “y si”.
O en otras cosas.
Pero, ¿cómo voy a decir que no a esta preciosa niña que es pura
alegría, estropeando su felicidad ahora mismo con mi amargura?
Así que, haciendo acopio de una sonrisa por su bien, asiento, y
ella grita:
—¡Genial! Vamos, papá. —Y nos dirigimos a su habitación con
Emmaline contándole a Zachary todo su día, que consiste
principalmente en sus anécdotas de ballet.
—He aprendido a levantar el pie así de alto. —Coloca su mano
a la altura de su hombro.
—Eso es genial, munchkin2. Pero no te pases. —La protección
suena en su tono, y nalmente llegamos a su habitación, las puertas
dobles blancas con pomos redondos.
Emmaline se agita en sus brazos y él la deja en el suelo. Abre de
golpe las puertas dobles, y yo parpadeo ante la enorme belleza que
se presenta ante mí.
El enorme espacio se extiende horizontalmente en forma de
óvalo, cubierto de una alfombra blanca que no hace ruido bajo sus
pies mientras ella corre hacia el interior, echando el cabello hacia
atrás.
Está separado en dos zonas, la de dormir tiene una cama con
dosel encima. Hay varias almohadas esparcidas sobre ella, junto con
un montón de juguetes mullidos, y hay una mesita de noche con una
lámpara en forma de globo que probablemente proyecta una suave
luz azul por la noche cuando ella se va a dormir.
El tocador, situado en la esquina, tiene algunas horquillas, junto
con fotos de bailarinas, y frente a él hay una pequeña silla con forma
de trono.
Desplazo mi mirada hacia la zona de juegos, donde hay
muñecas sentadas en el suelo en posición vertical, algunos juguetes
de aprendizaje, una enorme casa de muñecas que tiene otros
juguetes diversos y, nalmente, justo en el centro, una mesa redonda
con cuatro sillas pequeñas.
Sobre ella hay una tetera con varias tazas y también una barra
de chocolate. Observo que hay una habitación que da al baño y otra
cerrada. Al asomarme a ella, veo lo que parecen cientos de vestidos
con una plataforma en el centro, rodeada de cuatro espejos.
El rosa y el blanco dominan la paleta de colores. Las puertas del
balcón están ligeramente abiertas, lo que permite que el aire fresco
entre en el interior y haga volar las cortinas blancas y rosas, que
rematan este magní co diseño.
Su habitación está sacada de un cuento de hadas, el sueño de
toda niña, creo, o al menos lo que a mí me hubiera gustado tener
cuando tenía su edad.
—Tienes una habitación muy bonita, Emmaline —le digo, y ella
sonríe, apretando su cara contra la rodilla de Zachary antes de ir a su
mesa.
—La ha hecho papá.
Mis cejas se levantan mientras miro a Zachary, y él se encoge de
hombros:
—La persona que contraté al principio la diseñó como si ya
tuviera dieciocho años o algo así. Además, optó por un estilo neutro,
sea lo que sea. —No se me escapa el modo en que se contiene y no
maldice delante de su hija—. Estuvo sermoneando a mi hija de tres
años sobre el mito que las niñas no tienen que tener nada rosa.
Emmaline lloró durante días por eso, y casi nunca llora ni tiene
rabietas. —Sí, puedo creerlo fácilmente, a juzgar por su reacción
sobre todo el asunto de la falta de regalo—. Le dije al diseñador que
se perdiera. A mi niña le encanta este color, y no dejaré que nadie la
avergüence por ello.
Mis cejas se fruncen mientras veo a Emmaline verter té de
mentira en las tazas y romper el chocolate para poder poner un trozo
en el lateral de los platillos.
—¿Tenía tres años entonces? ¿Eso es lo que tardó en diseñar
esta casa?
Una emoción cruza su rostro, pero desaparece tan rápido que
no la capto. En su lugar, me dedica una sonrisa que no llega a sus
ojos.
—Vivíamos en otra casa hasta hace unos meses.
—¿Todo esto… —Hago girar el dedo en el aire—, estaba listo
en unos pocos meses? —Pero luego sacudo la cabeza para mis
adentros; por supuesto, es posible con la clase de riqueza que tiene.
Además, ¿qué sé yo de diseñar una casa? Sebastian y yo solo
teníamos la casa de la playa que le regalaron sus padres, y el ático.
Ni siquiera había terminado de comprar los muebles para ella
cuando ocurrió la tragedia.
Zachary se quita la chaqueta y la tira sobre la cama, mientras
que yo hago lo posible por no prestar atención a la exión de sus
músculos con cada movimiento, el paquete de seis visible incluso
desde aquí, lo cual es muy extraño, porque yo no lo llamaría fornido.
Sin embargo, sus músculos son tan de nidos, como si
estuvieran tallados en piedra, y cuando los aprietas, casi tienes la
sensación que nada más en el mundo tiene la capacidad de hacerte
daño, porque él te protegerá.
Gimiendo por mis estúpidos y cachondos pensamientos, noto
su ligera sonrisa de satisfacción, ya que debe adivinar en qué estaba
pensando, pero como Emmaline está cerca, no lanza ninguna otra
insinuación. En cambio, responde a mi pregunta anterior.
—Adquirí esta propiedad hace mucho tiempo, pero Angelica
prefería otro estilo, así que dejé pasar la idea. —Espera un poco
antes de añadir—: Pero ya no me sentía bien viviendo en esa casa y,
para ser completamente sincero, no podía importarme menos.
—Ya veo —respondo, leyendo entre líneas, porque no puedo
evitarlo con mi profesión. Es habitual que la gente se cambie de
lugar tras la pérdida de un cónyuge si tiene los medios o la
oportunidad de hacerlo, sobre todo cuando empiezan a salir de
nuevo y parece que desde cada esquina tu cónyuge muerto te está
observando.
Zachary chasquea la lengua.
—No, St.a Shrink, no es por eso. —Parpadeo ante esto. ¿Cómo
es posible que adivine en qué estaba pensando? —. Esta casa era de
mi madre y quiero que Emmaline crezca aquí. Guarda buenos
recuerdos; la otra casa… no tanto. —Su mirada cruza con la mía
cuando dice—: Me convertí en un monstruo en esa casa, capaz de
hacer muchas cosas de las que no estoy orgulloso. —Miro
rápidamente a Emmaline para asegurarme que no nos oye, aunque
parece estar en su propio mundo, todavía preparando la esta del té
y tarareando alguna melodía.
—A veces el dolor nos cambia de una manera que no
esperamos —digo, sorprendiendo a ambos con mis palabras—. Aun
así, el dolor no es excusa para nada, ¿verdad?
—No, no lo es. —Su voz baja, pero no tengo tiempo de
examinarla.
—¡Está listo! —Emmaline grita y nos hace señas para que nos
sentemos, y lo hacemos. Casi me echo a reír cuando Zachary apenas
cabe en una de las sillas, sus largas piernas casi le llegan a la barbilla,
pero las separa un poco para poder tener acceso a la mesa.
Yo soy mucho más pequeña que él, así que me resulta más fácil
acomodarme en la silla cuando Emmaline anuncia:
—Bienvenidos a mi esta del té. —Agarra su taza y se la lleva a
la boca, inhalando el rico aroma que nge y luego cierra los ojos—.
Es un té de manzanilla para calmarte. —Sonríe, el hoyuelo de su
mejilla más visible ante esto, y dice—: Eso es lo que dijo Patience,
pero a ella le gusta el café, así que no está invitada.
Zachary y yo compartimos una mirada divertida -más bien
Emmaline no la quería por otras razones-. La señora es
probablemente simpática y todo eso, pero para una niña alegre de
tres años, puede ser demasiado estricta y tranquila a veces.
Abre un ojo de golpe.
—Bueno, ¿a qué esperas? —Señala las tazas—. ¡Beber!
También tomamos nuestras tazas, y ver a Zachary sostener una
cosa diminuta de porcelana rosada es muy gracioso, y todos nos las
llevamos a la boca, tomando un trago codicioso imaginario donde
pretendo amarlo tanto, gimiendo de placer.
—Está bueno, ¿verdad? —Emmaline mira a Zachary, que le da
un pulgar hacia arriba.
—El mejor té que he probado, pequeña.
Se ríe.
—Eso dijiste de mi última esta de té.
Él le guiña un ojo.
—Eso es porque tu té es cada vez mejor.
—Yo practico —me dice y nos sirve a todos un poco más antes
de dar unos golpecitos en el platillo—. Prueba el chocolate. Papá me
lo trajo de Sui… sui, algo —termina, renunciando al nombre del país
y llevándose el chocolate a la boca.
—Suiza —la corrige Zach y desliza el platillo hacia mí—. Está
muy bueno.
—Seguro que sí —digo agarrando un trozo, me lo meto en la
boca y gimo cuando se me derrite en la lengua.
Emmaline salta hacia mí, abandonando su taza de té y
colocando ambas manos sobre la mesa mientras se inclina en mi
dirección.
—¿Está bueno? —Asiento con la cabeza y ella me da un pulgar
hacia arriba—. Tenía razón. —Entonces corre hacia Zachary, y él
consigue atraparla a tiempo antes que los derribe a ambos de la silla
—. Papá, prometiste venir a mi ballet. Es dentro de dos semanas. —
Ella abre la palma de la mano como si quisiera enfatizarlo—. No lo
olvides. —Luego se gira hacia mí—. Tú también.
La niña ni siquiera se pregunta por qué estoy cerca de su padre
o en esta casa, no me hace miles de preguntas como imagino que
hacen los niños de su edad, sino que se lo toma todo con calma.
Y tardo un momento en darme cuenta de lo mucho que confía
en Zachary; sabe que está bajo su protección pase lo que pase, y que
puede acudir a él con cualquier petición.
Este tipo de seguridad solo se puede obtener de un padre
cariñoso, y es el tipo de seguridad que yo nunca he tenido. Es cierto
que Sebastian estaba ahí para mí, pero la soledad de la infancia es
difícil de borrar de los recuerdos.
Mi anillo brilla bajo la luz, y mis ojos se centran en él, su
brillante belleza me recuerda al que Sebastian me dio en la playa,
proponiéndome su amor eterno.
Si no fuera por el sospechoso, ahora mismo estaría sentada en
una habitación ligeramente diferente, llevando otro anillo y jugando
a tomar el té con mi niña.
En cambio, estoy en la casa y con una familia que no es más que
una ilusión.
Al menos para mí.
Una ilusión de lo que podría haber sido y nunca será.
—Y también… —La voz de Emmaline se desvanece mientras
dejo lentamente mi taza sobre la mesa y me levanto, atrayendo la
atención del padre y la hija hacia mí, ambos rostros tan confundidos
que me habría reído en diferentes circunstancias.
Pero ahora mismo, quiero huir de aquí, de esta ilusión que me
persigue en mis sueños y me mata en mis pesadillas.
Huir es la única opción para sobrevivir y no dejar que me
trague entera, no dejar que me olvide de mi realidad tan cruel.
—¿A dónde vas? —pregunta Emmaline, apoyando su mejilla en
el brazo de Zachary, y a pesar de mi dolor de corazón, me ordeno
sonreír para ella.
—Estoy un poco cansada, cariño. Creo que tengo que ir a la
cama. —Incapaz de resistirme, acaricio su mejilla, frotando mi
pulgar sobre ella antes de correr hacia la puerta, evitando mirar a su
padre, que probablemente no esté contento con mi decisión.
Al n y al cabo, aquí todo el mundo respira por orden suya,
pero cualquier minuto más aquí y podría as xiarme.
Estoy casi junto a la puerta cuando Emmaline me alcanza, con
la mano extendida hacia arriba mientras sostiene una gran barra de
chocolate sin envolver.
—Llévatela. Por si te sientes triste.
Oh, esta chica va por mi corazón, ¿no es así?
Me arrodillo frente a ella, le doy una palmadita en la cabeza y la
beso ligeramente en la frente, murmurando:
—Gracias, cariño. —Me sonríe, aunque sigue confundida
mientras yo me pregunto cómo puede viajar Zachary sin ella.
Si tuviera un ángel como mi hija, la abrazaría con fuerza hasta
que me rogara que la dejara ir.
Con un último guiño hacia ella, salgo de la habitación y
prácticamente corro hacia la mía, sin permitirme mirar atrás.
Todo lo que me rodea es una ilusión dentro de una burbuja que
se ha creado por el bien del sospechoso, y una vez que lo
encontremos… la burbuja va a explotar. Si permito que mi corazón
se apegue a algo de esto… no sobreviviré a lo que sigue.
Debo protegerme de este dolor.
Porque cuando las cosas se ponen feas, no hay nadie en mi
esquina que luche por mí.

Sos h o

Ajustando la mascarilla sobre mi boca, me examino en el espejo


del baño del hospital.
Llevo una bata azul marino junto con un sombrero, lo que casi
hace que parezca que soy un cirujano que acaba de salir de
quirófano para controlar a sus pacientes.
Me inclino más hacia el espejo, asegurándome que mis lentes de
contacto están en su sitio, ya que mi color real habría sido demasiado
revelador cuando empiecen a pedir testigos.
Y lo harán, después de todo, es inevitable.
La anticipación me recorre, poniéndome la piel de gallina
mientras los latidos de mi corazón se aceleran, mis dedos se crispan
ante la perspectiva de mi próxima acción.
—Contrólate —ordeno y me pongo los guantes, encajando la
banda elástica en mi muñeca antes de salir nalmente del baño hacia
la unidad de neurocirugía, sonriendo a unas cuantas personas que
pasan de camino a la habitación veinticuatro.
Abriendo la puerta y deslizándome dentro, veo a Rafe
durmiendo profundamente en la cama, con el pecho subiendo y
bajando.
Tan tranquilo, sin saber lo que le espera a continuación.
Solo, sin que nadie lo vigile.
Una sonrisa curva mi boca.
¿Cómo no experimentar alegría cuando el propio destino hace
todo lo posible por ayudarme en mi causa?
Tal vez me necesiten para restablecer cierto equilibrio en este
mundo, para deshacerse de todos los hombres como papá que no
merecen esta vida que Dios les ha concedido.
Y si tengo algunos daños colaterales en el camino, ¿no deberían
esos sacri cios ser considerados algo más que un asesinato? Después
de todo, no hay grandes batallas sin pérdidas.
Pero la sociedad es demasiado testaruda para ver todo esto a
través de mi prisma, así que, ¿para qué molestarse en explicar algo?
Me acerco a la cama, asomándome por encima de Rafe, y
poniéndole la mano encima de la cabeza.
Se despierta, sus ojos se abren de golpe, y la sorpresa junto con
la felicidad me invade cuando entiende que soy yo.
—Has venido —susurra, moviéndose un poco en la almohada
—. Pensé que era demasiado peligroso.
—Lo es —digo, acariciando sus vendas casi con reverencia
mientras los recuerdos de cómo se hizo esta herida inundan mi
mente.
Vertiendo todo el alcohol en el fregadero y controlando mi re ejo
nauseoso (no puedo soportarlo después que mi querido papá le dedicó su
vida), los arrojo uno tras otro en el piso limpio donde se rompen en pedazos
diminutos mientras Rafe se sienta en el sofá con los pies metidos debajo de
él.
—¿Estás seguro que esto va a funcionar?
Le sonrío alegremente, haciendo acopio de todas las emociones cálidas
que no siento, para re ejárselas mientras pateo los cristales en distintas
direcciones con mis zapatos.
—Por supuesto. Solo tienes que con ar en mí.
La duda cruza su rostro, pero asiente, aunque suspirando con fuerza.
—Es que parece tan agradable. Me siento un poco mal por haberla
asustado así. —Centra su mirada en mí mientras abro una de las
almohadas, lanzando plumas por todas partes a nuestro alrededor—. ¿No
dijiste que odiabas a Zachary y no a Phoenix? —La molestia me recorre,
mientras contemplo lo malo que sería mentirle a Rafe y matarlo esta noche
después de todo. Descarto la idea en el instante en que se me pasa por la
cabeza, solo porque Phoenix es tan frágil ahora mismo; no tiene sentido
matarlo.
Tirando las últimas plumas, agarro una mezcla de color rojo que
parece sangre y la extiendo para que la imagen sea aún más aterradora.
A veces no se trata tanto de los resultados nales sino de la
preparación, la anticipación y la emoción ante la perspectiva de ver cómo el
miedo se in ltra lentamente en el rostro de la víctima, la desesperanza se
hunde en cada hueso y la intensidad de su dolor.
Rafe envuelve sus brazos alrededor de sus rodillas, abrazándolas
contra él. Su naturaleza inútil aparentemente decidió mostrar su cabeza y
detenerlo de nuestro plan original.
Phoenix tiene este efecto en la gente. Su aura natural de amabilidad y
bondad hace que sea casi imposible herirla sin sentirse como una mierda por
ello.
En esos momentos, agradezco ser un psicópata —así es como la gente
llama a los que son como yo, ¿no?
Me acerco lentamente a Rafe y le toco la cabeza, levantándola para que
nuestras miradas se encuentren mientras que él se muerde el labio.
Antes me parecía tan adorable, junto con su fascinación de cachorro
por mí.
Sin embargo, con el amor de cachorro viene el afecto y el apego que no
necesito ni quiero de estúpidos como él.
—No me dejarás sola ahora, ¿verdad, Rafe? —pregunto, frotando sus
mejillas con mis pulgares, y veo cómo se calientan—. ¿Recuerdas mi
promesa? Si todo esto va bien, pronto estaremos juntos.
—Dijiste eso la última vez. Cuando te ayudé a hackear. —Baja la
mirada, respirando con di cultad—. Me prometiste hace cuatro años que
huiríamos juntos una vez que terminara el juicio de Phoenix. Pero nunca lo
hicimos —termina en un susurro, tan patético en su miseria. Pongo los ojos
en blanco, pero mantengo mi voz preocupada mientras atrapo su barbilla
entre mis dedos.
He aguantado sus tonterías desde que lo elegí entre cientos de frikis de
su clase para que me ayudara con el aspecto de la red.
Un cazador debe saber cómo cubrir sus huellas para atrapar a su presa
y seguir haciéndolo después de haber obtenido la primera emoción de su
primera víctima.
Este viaje también tiene sacri cios.
Follar a idiotas como Rafe a cambio de su devoción es uno de ellos.
Cambiando forzosamente su atención hacia mí, le digo:
—Tenemos que terminarlo antes de poder cabalgar hacia el atardecer,
cariño. —Quitando un mechón de cabello de su frente, le doy unas
palmaditas en la mejilla, no sin antes clavarle las uñas en la piel y hacerle
dar un respingo—. Así que déjate de histerias y ponte a ello.
Rafe asiente, se levanta mientras enderezo la columna y resopla
molesto cuando me abraza contra su pecho, meciéndome en sus brazos
mientras me susurra al oído:
—Te amo. Y siempre estaré contigo.
Siempre es una palabra grande y sin sentido.
—Sin embargo, no he podido resistirme a verte —le digo a Rafe,
saliendo del recuerdo e inclinándome más hacia él—. Lo has hecho
muy bien, Rafe.
Sonríe débilmente, acercando su cabeza hacia mí.
—Sé lo importante que es para ti. —Su mirada se llena de la
maldita esperanza a la que la gente aún no ha renunciado.
Tontos, tan tontos.
La esperanza solo te destruye poco a poco cuando rezas por ella
y la ayuda no llega.
—Phoenix me ha enfadado hoy. —Sus cejas se fruncen ante mi
brusco cambio de tema—. Tanto, cariño, que me temo que alguien
tiene que convertirse en un daño colateral para que no pierda el
control antes del gran nal. —Miro a lo lejos, pensando en todas mis
hermosas víctimas a las que he liberado de una vida con sus
maridos.
—No lo entiendo —murmura, y le paso los dedos por la cara,
trazando mi índice desde su frente hasta su nariz y su barbilla para
luego posarse en sus labios, donde doy unos ligeros golpecitos.
—De todas formas era inevitable. No te habría dejado solo en
este mundo cruel. Te comerá vivo sin mí.
—¿Amor? —pregunta confuso y luego hace una mueca de
dolor cuando introduzco la aguja en una vena—. ¿Qué estás
haciendo?
—Enviarte a un lugar mejor. —Le doy un ligero beso mientras
él se debate en mi agarre, pero aprieto mis dos manos sobre él,
manteniéndolo en su sitio hasta que su corazón deja de latir.
Y así, sin más, puf, Rafe muere.
Le doy un último beso a su cadáver, me dirijo a la puerta y
salgo.
Tres pasos más y estoy afuera, caminando por el edi cio donde
no hay cámaras de vigilancia, y rápidamente me pongo una peluca,
pantalones de deporte y un jersey y me subo a un taxi cercano, sin
dejar rastro.
¿Ves, papá? No soy un pedazo de mierda inútil que cagaste.
Soy inteligente.

2 Munchkin: enana, pequeña…


Capítulo 17
—Se supone que el sexo no es más que placer mutuo para las partes
involucradas.
Si no lo estás disfrutando, ¿qué diablos estás haciendo?
El sexo no es complicado, porque carece de emociones, solo deseo físico
que puede no conocer fronteras.
Sin embargo, el sexo tiene el poder de mejorar o destruir la relación.
¿Pero lo más importante del sexo sin ataduras?
No dejarse engañar por el corazón, que hay algo más.
El sexo es fenomenal.
¿Pero el amor?
El amor da mucho miedo.

~Zachary

Zac

Al cerrar la puerta de la habitación de Emmaline, sonrío


pensando en sus dotes de negociadora, que le serán muy útiles si
alguna vez decide seguir mis pasos y convertirse en directora
ejecutiva de la empresa.
Se me escapa un gemido cuando me froto el cuello. Estar
sentado en esas malditas sillas diminutas es insoportable, y creía que
se me iban a caer las piernas por estar entumecidas durante tanto
tiempo.
Me dolerá la espalda durante mucho tiempo después de esto.
Probablemente podría haberme salvado de esta miseria y
agarrar la muñeca de mi habitación que le compré en una de sus
jugueterías favoritas, pero decidí no hacerlo.
Emmaline ya me echa de menos, así que siempre que tengo un
minuto, quiero pasarlo con ella para que sepa que es importante
para mí.
No podría quererla más si fuera biológicamente mía.
Siempre pensé que la paternidad le llegaba a un hombre
gradualmente a medida que se prepara para nueve meses, luego ve a
su hijo, su corazón se llena de orgullo porque algo que él ayudó a
crear vino a este mundo.
Y entonces proporciona y protege a este niño con todo lo que
tiene, porque esa es la única forma en que es capaz de mostrar amor.
Al menos ese es el ejemplo que me dio mi padre.
No podía estar más equivocado.
La paternidad me golpeó como un martillo en la cara, y me
enamoré de ella en cuanto la vi, la pequeña y perfecta niña que no
tuve nada que ver con su creación, pero que reclamé como mía en
cuanto la vi.
Estuve allí durante todos los meses de su cuidado intensivo,
durante las tomas nocturnas cuando no podía dormir y lloraba
durante horas hasta que ponía una música suave y ella se quedaba
dormida en mi pecho.
Ella tomó mi mano mientras daba su primer paso, y papá fue la
primera palabra que dijo.
Ella es la luz en mi vida que es una oscuridad constante. Porque
no puedo aferrarme a las personas que amo, ¿cómo podría pedir
perdón por privar a Phoenix de todas esas cosas si no siento
remordimientos por ello?
De todos modos, Phoenix no habría tenido la oportunidad de
criarla; se la habrían quitado y la habrían metido en el sistema,
donde nadie la habría querido como yo.
Dudo que Sebastian se hubiera sometido a una prueba de
paternidad, teniendo en cuenta que evitaba como la peste cualquier
cosa que tuviera que ver con su mujer.
La paternidad es un regalo que siempre agradeceré a Phoenix,
aunque se la haya robado.
Me miro la mano palpitante, notando que la piel alrededor del
profundo corte se ha hinchado y enrojecido, y que cada vez que abro
la mano y la cierro, se escapa un poco de sangre.
Claramente, debería haberme ocupado de eso cuando Phoenix
se ofreció. Quizás entonces su mente estaría ocupada. Pero no lo
hice, así que se escondió en su habitación después de presenciarnos
disfrutar de una tarde de té de fantasía, siendo demasiado para ella.
Aprieto la mano e inmediatamente hago una mueca de dolor
cuando el escozor recorre mi brazo. La furia contra mí por haber
provocado tanto dolor a Phoenix me está comiendo vivo, pero no
puedo decirle la verdad ahora mismo.
Podría hacerla entrar en una espiral -un derrumbe moral- que
la llevaría a cometer alguna acción imprudente en su intento de
llevarse a la niña. Y no es algo que podamos permitirnos con el
sospechoso pisándonos los talones. Su cabeza necesita estar
despejada de cualquier distracción, y con la verdad, no podrá pensar
racionalmente.
Bueno, además de querer matarme y probablemente conseguir
mi cabeza en una bandeja de plata por lo que he hecho, un pecado
más a mi interminable pila que no para de crecer.
Un crujido resuena en la casa y miro hacia el lugar de donde
procede, la habitación de Phoenix. Ella abre la puerta y sale a la luz,
y mi maldito aliento se detiene en mis pulmones cuando mis ojos se
posan en ella.
Sus mechones negros caen por su espalda, casi alcanzando la
parte inferior de la columna, y el vestido morado que se puso se
desliza holgadamente sobre su gura, aunque no hace nada para
enmascarar todas esas curvas que mis manos acariciaron anoche y
que encajaban tan perfectamente contra mí.
Está descalza y apoya el hombro en la marco de la puerta, el
placer recubre su voz cuando dice:
—Apuesto a que eso duele ahora, ¿eh? —Se golpea la barbilla
con el dedo índice—. ¿Qué fue lo que dijiste? No importa —gruñe
un poco, imitando mis palabras—. Está bien.
Ah, mi pequeña criatura despiadada.
Disfruta de mi miseria, ¿verdad?
—Ser vengativa no te sienta bien, cariño.
—Tengo que disfrutar donde pueda. Así que, ja, ja. —Hace un
gesto con la cabeza hacia el interior de su habitación—. Entra. He
encontrado el botiquín bajo mi lavabo.
No tiene que pedírmelo dos veces. No estoy seguro que la ha
llevado a tender una rama de olivo esta noche, teniendo en cuenta
que debe estar todavía enfadada por todo el asunto de la
proposición, pero no voy a cuestionarlo.
Cuanto más tiempo pueda pasar en su compañía, mejor. No
podemos actuar como una pareja de locos enamorados cuando ella
evita cada una de mis caricias y se aleja corriendo cuando me acerco.
Cuando entro, veo la cortina ondeando, ya que la puerta del
balcón está abierta, y la luz del exterior ilumina la habitación.
Como Phoenix no está a la vista, me acerco a la habitación y
parpadeo sorprendido cuando la veo en la esquina, donde hay dos
sofás de mimbre y una mesa redonda con el botiquín y dos tazas
humeantes. Phoenix está sentada en uno de los sofás, con los pies
colgando en el suelo mientras los balancea de un lado a otro.
Mis botas golpean ruidosamente en el piso de mármol mientras
camino hacia ella, haciendo rodar mis hombros hacia atrás con la
esperanza de aliviar algo de tensión. Noto un montón de jodidas
estrellas en el cielo para esta época del año.
¿Quizás el universo ha decidido crear una noche romántica
para mí… y yo no he recibido el memorándum al respecto?
—¿Debería preocuparme? —Me dejo caer en el sofá de enfrente,
gimiendo de placer cuando se ajusta a mi tamaño perfectamente. Me
deslizo un poco hacia delante para que mi cuello pueda descansar en
el cojín superior.
El cielo.
—¿Qué quieres decir?
—Me has invitado a entrar en tu habitación, has preparado
todo esto y quieres ocuparte de mi mano. ¿Es una trampa de la que
no soy consciente? —Saco un cigarrillo y un encendedor del interior
de la chaqueta que me he vuelto a poner. Estoy a punto de
encenderlo, cuando recuerdo mis modales, levantando mi mirada
hacia ella mientras ladea la cabeza, estudiándome—. ¿Te importa?
—Sí.
Entonces, lo tiro a mi lado, abandonando la idea de olvidarme
de todo por un momento.
Fumar es uno de los hábitos a los que me hice adicto en los
últimos cuatro años, encontrando consuelo en la nicotina que golpea
mi lengua y me da un respiro temporal de la insoportable agonía
que ha representado mi vida.
O tal vez, por un momento, podría haber escapado del hombre
en el que me había convertido como resultado de mi dolor.
Por lo general, nunca pido la opinión de nadie al respecto.
Emmaline es mi única excepción, porque nunca fumo cerca de ella.
Sin embargo, a medida que descubro más y más con cada día
que pasa, Phoenix es diferente y, en cierto nivel, es un jodido
inconveniente.
Sus necesidades, gustos y aversiones se vuelven tan
importantes para mí como los míos propios, y esa es una conexión
para la que ninguno de los dos está preparado.
¿Qué tiene esta mujer que me hace actuar como un tonto
enfermo de amor, dispuesto a todo con tal que el objeto de su
adoración mire hacia él?
Phoenix rodea la taza con las manos, se la lleva a la boca y da
un tímido sorbo. Sus labios se hinchan por el contacto caliente, y mi
polla se agita contra mi cremallera.
Joder, todo lo relacionado con ella me excita hasta el punto de
la locura.
—Té verde con menta —anuncia y me lo extiende—. ¿Ves? Lo
he probado. No está envenenado, aunque la idea se me pasó por la
cabeza.
Lo acepto, rozando nuestros dedos durante un segundo, y la
electricidad se cuela entre nosotros, pero ambos la ignoramos. Así
que le pregunto:
—¿Qué te detuvo?
Se encoge de hombros tomando la segunda taza.
—No me apetecía volver a la cárcel. —La tensión se apodera del
ambiente, y me tenso interiormente esperando que vuelva a
arremeter. Nunca podría detenerla, porque se lo merece, aunque no
fui yo quien la metió en la cárcel en primer lugar.
Aunque a veces actúa como si hubiera sido yo quien se sacó de
la manga las pruebas de su delito y las presentó de tal manera que la
encerraron.
A veces se olvida que yo también soy una víctima en esta
historia y no el verdugo que todos tratan de pintar.
—No te preocupes. No voy a sacar el tema. Tenemos una
tregua, ¿no? —dice y mete los pies debajo de ella, apoyando el codo
en el brazo del sofá—. He pensado que tenemos que hablar de la
validez de este matrimonio. Arruinar esto no es una opción. Quiero
encontrar al sospechoso y poner n a esto.
Lo que realmente quiere decir es que nalmente podrá escapar,
sin tener que presenciar mi rostro o incluso el de mi hija, porque
ambos le recordamos las cosas que perdió.
—Pensé que querías tratar mi mano. —La muevo en el aire.
Ella responde con dulzura, aunque la diversión reluce en sus
ojos:
—Ahora mismo estoy disfrutando de mi té. Además, has
esperado tanto tiempo; seguro que puedes aguantar un poco más,
¿no?
Tomo un sorbo más grande del té y subo las piernas a la mesa,
dando un alivio muy necesario a mis rodillas que probablemente
estarán rígidas por el resto de la noche.
—Me importa una mierda lo que piensen los demás. La única
persona a la que tenemos que convencer es a ese cabrón.
Phoenix pone su taza sobre su rodilla, sus dedos tamborilean
sobre ella, y el sonido me molesta, pero no digo nada, disfrutando de
este clima fresco que tiene la capacidad de despejar cualquier mierda
que esté jugando en mi mente.
Cómo cortar las extremidades del cabrón poco a poco,
mostrándole que no soy amable ni gentil, torturándolo durante años
ya que ningún dolor suyo será lo su cientemente satisfactorio.
—Él o ella es muy inteligente, así que este plan está destinado a
fracasar si no tienes alguna gran historia de amor lista para entregar
al público. —Corta mis cavilaciones y enfoca sus ilegibles ojos
marrones hacia mí—. Entonces, Sr. Sabelotodo, ¿qué tipo de historia
de amor tienes en mente?
—A pesar de mi odio hacia ti, monitoreé, a través de mis
contactos, si habían ocurrido delitos similares en el país. Tus
palabras en el juzgado, donde juraste que no habías bebido nada, no
me dejaron tranquilo. Eso y como Sebastian te creyó al principio. Un
esposo siempre sabe si su mujer tiene problemas con la bebida, y tú
no tenías esos problemas. Así que, ¿por qué te arriesgarías de
repente? —Ella se congela, ni siquiera parpadea ante esta
información, y una risa amarga se desliza por mis labios—. Fue
entonces cuando dejé de beber y empecé a pensar racionalmente. No
tenía otra opción. Emmaline requería mi atención. Ser un padre
ausente no estaba en mi agenda. —Doy un sorbo al té antes de
continuar—. Unos dos años después, vi un patrón su ciente para
dudar de mi convicción de si habías mentido. —Mi boca se curva en
una sonrisa de autodesprecio—. Sin embargo, hay algo gracioso en
nuestra mente. Siempre nos protege. Probablemente habría
enloquecido al pensar que pagabas por los pecados de otra persona.
Así que en lugar de verlo como que no eras culpable y tratar de
indagar en esa dirección, me imaginé que debía haber algún
problema con los frenos de ese auto. Y todavía debes haber bebido y,
en tal caso, seguir siendo culpable del crimen. —Terminando mí té
de un gran trago, sin importarme cómo me quema la garganta, paso
la taza de una mano a otra—. Entonces Lydia me envió los archivos,
y el resto es historia.
El silencio cae después de mis palabras, con solo el ulular de las
lechuzas en la distancia, acompañado por el viento agitando los
árboles y el crujir de las hojas entre sí, y escucho el pesado suspiro
de Phoenix antes que vuelva a dejar la taza sobre la mesa y se cruce
de brazos.
—Pero todo esto no responde a mi pregunta.
—Qué impaciente —digo, tirando mi taza vacía en el sofá—.
Hipotéticamente hablando, podría haber descubierto todas estas
incoherencias, trabajar para descubrir la verdad y llegar a la
conclusión que eras inocente. Y luego haberte visitado en la cárcel
para hablar de ello.
—Pero…
—Shh, déjame terminar. —Muevo el dedo en el aire—. Si
tenemos visitas, esto signi ca que estamos pasando tiempo juntos.
Por el camino, nos enamoramos, y en cuanto saliste, decidimos no
perder el tiempo. La vida es demasiado corta para no vivirla
plenamente. —Me agarro al brazo del sofá—. ¡Y voila! Tienes una
historia de amor poco convencional para la prensa, y todo el mundo
nos apoya.
Se queda boquiabierta y sacude la cabeza con incredulidad
antes de gritar:
—¿Estás loco? —Ella gime, palmeándose la cara. —Esta es la
historia de amor más idiota que he escuchado. Por no mencionar que
no tienes pruebas que lo respalden.
Me río a carcajadas.
—¿Qué pruebas, mujer? ¿Crees que van a ir a la cárcel a
comprobar si la información es correcta? De todos modos, no la
conseguirían. Es clasi cada.
—Es estúpido. ¿Cómo no puedes verlo? —exclama y balancea
los pies hacia el suelo, golpeándolo con fuerza—. Nadie lo creerá.
—Ahí es donde te equivocas. Se lo creerán, ya que es romántico,
una especie de cuento de hadas oscuro. Trágico pero hermoso de
una manera extraña también. Pero lo más importante es que el
sospechoso se lo creerá, porque nos conoce. Sobre todo a ti.
Sus cejas se fruncen.
—¿Qué se supone que signi ca eso?
—Sabe que me odiabas. Que sufriste una pérdida insoportable
por mi culpa. —Ella baja la mirada, y aunque la culpa vuelve a
asomar su fea cabeza ante mí, la contengo—. Pero lo más importante
es que él sabe que ambos nos casamos por amor en el pasado y
cuánto amamos a nuestras parejas. Si lo volvemos a hacer, y tú
aceptas estar conmigo, debe signi car algo. Lo su ciente como para
que se sienta traicionado. —Espero que vea el razonamiento detrás
de mis pensamientos y no empuje el punto que él o ella es súper
inteligente.
La inteligencia del sospechoso no tiene nada que ver con esto
de todos modos. Reaccionará emocionalmente a la noticia y se
romperá. Solo tengo que prepararme para que ocurra durante la
boda y luego atraparlo en mi red, para que la pesadilla termine para
todos los involucrados.
Y empezar para él, porque su sufrimiento será eterno.
—Mi cabeza no puede asimilar esta mierda —dice nalmente,
su mirada ja en la mía—. Pero supongo que tengo que estar a bordo
de este barco que se hunde, ya que todo el mundo sabe ahora lo del
compromiso. —Agarra el teléfono de debajo de la almohada del sofá,
donde no lo había visto antes. Desbloquea la pantalla y desliza el
teléfono en mi dirección—. Desplázate hacia abajo. Parece que todo
el mundo está hablando de nosotros.
Efectivamente, el feed de noticias consiste en fotos y artículos
sobre nosotros con los titulares más ridículos.
King y la Ex-convicta: Una historia de amor.
Cuando un asesinato no es razón su ciente para interponerse en
el camino del amor.
Mantenlo en la familia, estilo King. Parece que otro Hale se une a
la dinastía.

Me río de la última, lo que solo sirve para cabrear más a


Phoenix, que me acusa: — Oh, es gracioso para ti, ¿verdad?
—Tienes que admitir que la última es jodidamente graciosa. Y
no te preocupes, Sebastian no es mi familia de sangre, así que no
estás haciendo doblete ni nada por el estilo —le aseguro, y sus ojos
se abren ante mis palabras antes de agarrar la almohada cercana y
lanzármela. Agacho la cabeza para evitarla, pero ella agarra otra y
vuelve a fallar al caer al suelo.
—¡No puedo creer que puedas decir algo así! —Resopla con
frustración—. ¡Es asqueroso!
—Era inevitable. ¿Realmente pensabas que podríamos seguir
adelante con este matrimonio sin que nadie mencionara el hecho que
tu ex marido está comprometido con mi hermana? —A mí tampoco
me entusiasma; de hecho, la furia me invade, exigiendo que borre de
la cabeza de todos cualquier tipo de recuerdo que estuvo casada con
él, porque la idea que ella pertenezca a otra persona no me gusta.
Ella es mía y solo mía, y todo y todos los que vinieron antes que
yo pueden irse a la mierda.
Lo cual es muy hipócrita, pero, ¿a quién le importa?
—¿Honestamente? —dice—. No pienso mucho en Sebastian,
además de… —Se aclara la garganta, cerrando la boca, pero sé lo que
quería decir de todos modos.
Además de las veces que piensa en su hija y en lo que podría
haber sido si Sebastian la hubiera criado.
Bueno, nunca lo sabremos, ¿verdad?
—No importa qué, pero él no ocupa mis pensamientos las
veinticuatro horas del día —continúa y luego se muerde el labio con
preocupación—. ¿Has comprobado cómo está tu hermana? —Frunzo
el ceño, no estoy seguro de lo que quiere decir con eso, así que
elabora con un bu do como si no pudiera creer que sea tan tonto—.
¿Está bien? Seguro que no quiere que la ex de su prometido se case
con su hermano.
—No somos cercanos —respondo mecánicamente, aunque mi
mente digiere esta información ya que mi familia ni siquiera fue un
factor en mi toma de decisiones.
¿Por qué habría de hacerlo? Yo nunca tengo en cuenta a los
suyos, así que los sentimientos son mutuos. No he comprobado si
hay llamadas o mensajes desde que entramos en la casa, así nada
perturbaría mi tiempo con Emmaline. Busco mi teléfono en el
bolsillo de la chaqueta y murmuro:
—Pues que me condenen. —Porque hay cincuenta llamadas
perdidas de varios miembros de mi familia, incluso mi madrastra, y
cinco de Zeke.
Y solo un mensaje de texto de mi padre.
Llámame cuando veas esto. Tenemos que hablar, hijo.
Sí, no tengo prisa por hacer esa llamada, porque no estoy de
humor para ningún sermón. Probablemente me sermonee sobre lo
mucho que le duele a Felicia, su pequeña, y que debería haber
pensado primero en las consecuencias de mis actos antes de actuar
por impulso.
Es su frase preferida cada vez que hago algo con lo que él no
está de acuerdo o que podría lastimar a su amada familia.
Mi expresión sombría y mi estado de ánimo deben dar a
Phoenix una impresión equivocada, ya que dice:
—Están enfadados, ¿verdad?
—No te preocupes por mi familia y sus emociones. No importa
lo que piensen.
—Son tu familia —protesta ella, pero se detiene cuando mi risa
vacía resuena en la noche.
—Solo se acuerdan que son mi familia cuando necesitan algo de
mí o creen que les he jodido la vida. —Como no quiero seguir
dándole vueltas al asunto, cambio de tema—. Entonces, ¿qué tal si
me curas la mano?
Se frota la frente.
—Todo esto me está dando dolor de cabeza. O tal vez sea mi
estado desde que estoy en la libertad. —Suena más como una
re exión interna, así que no digo nada.
En lugar de eso, me levanto dispuesto a sentarme a su lado para
que pueda trabajar en mi mano, pero ella niega con la cabeza, se
levanta del sofá y recoge el botiquín.
—Vamos al baño. Primero tenemos que limpiarlo. Por no
mencionar que la iluminación allí es mejor.
Lo que sea que funcione para ella.
El olor a lavanda mezclada con vainilla que solo asocio con ella
me hace estremecer las fosas nasales cuando pasa a mi lado, con su
cuerpo rozando el mío, ya que no doy un paso atrás para facilitarle
el camino.
La molestia brilla en sus ojos cuando nuestras miradas se
cruzan, pero se echa el cabello largo hacia atrás y los mechones
oscuros me golpean en la cara cuando se dirige a la puerta, y luego
lanza por encima del hombro:
—Quizás debería dejar que se pudra y que te mueras de la
infección. Por causas naturales y todo eso. Imagínate. Inocente del
delito y me desharía de ti.
Sonrío ante su golpe, encontrando que su descaro me excita
mucho, como si necesitara más estímulo, y la sigo dentro de la
habitación.
—Como mi muerte será agónica y lenta, siempre puedo escribir
una carta culpándote a ti.
—Todo el restaurante fue mi testigo —responde ella, y esta vez
no puedo evitar que se me escape una risita. Entramos en el amplio
cuarto de baño y ella enciende la luz. El enorme espacio cuenta con
una bañera, un lavabo con un enorme espejo e incluso una cabina de
ducha.
Me señala el lavabo.
—Lávate las manos.
Me quito la chaqueta y la tiro sobre la encimera, me lavo las
manos y hago una mueca de dolor, maldiciendo para mis adentros
cuando el escozor se intensi ca un poco, y entonces ella me señala
los pañuelos de papel.
—Límpialo con ellos. Las toallas contienen muchos gérmenes.
Como va muy en serio, sigo las instrucciones y me siento en el
borde de la bañera, que está cubierto de piedras, extiendo la mano y
anuncio en un tono agudo:
—Haz tu magia, oh hada médica.
Si las miradas pudieran matar, yo estaría muerto ahora mismo,
pero ella permanece en silencio, abre el kit antes de traérmelo y lo
coloca junto a mi cadera.
Se pone unos guantes de látex antes de examinar el corte,
presionando ligeramente sobre la piel que lo rodea, y vuelvo a hacer
una mueca de dolor, luego le lanzo una sonrisa que probablemente
no llegue a mis ojos. Ningún hombre quiere parecer una or
delicada maldiciendo por una picadura, pero, ¿por qué coño me
duele tanto ahora? Todo estaba bien hace unos segundos.
—No tienes que hacerte el valiente.
Presiona más fuerte sobre la piel, y yo murmuro:
—Maldita sea.
—Todo esto… —Sigue deslizando el dedo por el corte—,
podría haberse evitado si me hubieras hecho caso desde el principio.
—Puedes regocijarte más tarde, pero por el amor de Dios, deja
de presionar tus dedos en ello —digo entre dientes, y ella se detiene,
todavía sosteniendo mi mano abierta.
—No necesita puntos como pensé en un principio, pero es
profunda. Tenemos que cubrirla. —Puede hacer lo que quiera
mientras este dolor irritante desaparezca.
Procede a hacer todas las cosas, pero sigo gimiendo cuando
vierte el antiséptico por toda la herida y se desliza dentro,
quemándome tanto la piel que me pregunto cómo está ayudando
esta mierda.
Pero mi atención se centra en Phoenix, en la facilidad con la que
realiza todo esto, cada movimiento rápido y preciso. Solía ser una de
las mejores de su clase y, según la mayoría de sus profesores, tenía
un gran potencial como cirujana e incluso contempló la posibilidad
de dedicarse a la neurocirugía, pero cambió de opinión en el último
momento.
—¿Por qué elegiste la psiquiatría como campo?
Ella desenrosca el tubo de pomada y moja una generosa
cantidad en su dedo antes de aplicarla en el corte y responde:
—Hace mucho tiempo, elegí la carrera de medicina, porque
quería salvar vidas. Me pareció una gran idea, un trabajo con un
propósito tan grande. —Una extraña sensación recorre mi mente
ante esta información, recordándome a otra persona del pasado que
solía utilizar un lenguaje similar al describir su sueño, y me quedo
quieto—. El cerebro me fascinaba, y todos los estudios relacionados
con él. Antes de la facultad de medicina, pensaba ser cirujana, pero
una vez que empecé… no podía soportar la idea que los pacientes
murieran uno tras otro en mi mesa. — Toma el vendaje del kit y lo
enrolla, coloca el borde rasgado en mi mano y comienza a cubrir mi
corte—. Así que elegí la psiquiatría. No me arrepiento de esa
decisión. —Aunque la escucho, el pensamiento no me abandona, me
atrapa con tanta fuerza que empiezo a recordar retazos de su vida a
los que nunca presté atención.
Cuando estudiaba sus archivos, lo único que me importaba era
encontrar su debilidad para poder usarla en su contra. O buscaba
cualquier cosa que pudiera convencerme sobre que estaba realmente
borracha. No me importaba mucho su familia, además del hecho que
no tenía una.
—¿Dónde están tus padres? —Me escucho preguntar, y ella
levanta su mirada sorprendida hacia mí.
—¿No lo sabes?
—Tu expediente decía que no había familia. ¿Están muertos?
—Crecí en el sistema —dice y termina de vendarme, atando el
nudo entre el pulgar y el índice—. Intenta no mojarlo hasta la
mañana, y lo revisaré mañana. Creo que la hinchazón bajará y
entonces no tendrás que llevarlo más. Ahora mismo, voy a ir sobre
seguro, ya que el corte es tan profundo que podría infectarse
fácilmente. —Se quita los guantes y los tira a la papelera que está a
unos metros de nosotros y, sinceramente, mi mano me importa una
mierda ahora mismo.
Así que cuando quiere alejarse de mí, la agarro de las caderas,
llevándola entre mis piernas abiertas, y ella jadea sorprendida, sus
manos empujando mi pecho.
—¿Qué estás haciendo?
—¿Tenías un amigo por correspondencia? ¿Un tipo con el que
intercambiaban cartas? —Hago la pregunta sin importarme la locura
que pueda parecer, necesitando saber si mi fugaz sospecha es
correcta o no.
Aunque no estoy seguro de lo que haré una vez que escuche su
respuesta.
Porque si todo este tiempo he hecho daño a la chica de mi
infancia cuya vida de mierda nunca la privó de sus esperanzas y
sueños, por lo que aún se dejó la piel para conseguir su título,
entonces soy un monstruo aún más grande de lo que he previsto.
El reloj de la habitación hace tictac con fuerza, y cada tictac
acelera los latidos de mi corazón a la espera de su respuesta.
Aunque su respuesta rompa la última parte sana de mí.

Pho
Me agarra con más fuerza, sus dedos se clavan en mis caderas, e
intento liberarme de nuevo, pero sus manos son como cadenas de
acero que me rodean, manteniéndome en su sitio y no dejándome
evitar su presencia abrumadora.
Colocando las palmas de las manos sobre sus hombros, empujo
con rmeza, pensando que servirá de algo, pero él solo me atrapa
entre sus piernas con más fuerza y me ordena:
—Contéstame.
¿Qué demonios le pasa?
—Sí, tuve un amigo por correspondencia cuando era niña.
¿Quién no lo tuvo? —Mi generación aún creció durante la época en
que la tecnología no gobernaba este mundo, así que estoy segura que
no es tan raro. Y además, ¿qué tiene que ver esto con nosotros? —.
Zachary, por favor, suéltame — repito, pero sus músculos se
ondulan debajo de su camisa mientras una vez más el agarre de su
abrazo es tan fuerte que jadeo cuando la incomodidad se apodera de
mí—. Me estás haciendo daño.
—¿Cómo se llamaba?
—¿Qué? —pregunto, olvidando momentáneamente su estúpida
pregunta, y luego grito cuando, en un último intento de escapar,
caigo sobre él. No tengo más remedio que rodear su cuello con los
brazos para no caer al suelo.
—¿Cómo se llamaba? —Sus dedos se enredan en mi cabello y
me echa la cabeza hacia atrás, nuestras miradas chocan, la suya es
tan ardiente que me sorprende no estar hirviendo por ello—. El
amigo por correspondencia.
Esta es la conversación más extraña que he tenido con un
paciente, y teniendo en cuenta que he trabajado en psiquiatría, ¡eso
es mucho decir! Eso me pasa por querer ser una persona más grande
y ayudarlo, aunque sabía que era un idiota.
Sus acciones actuales lo demuestran.
—Zach, ¿de acuerdo? Su nombre era Zach, y lo vi dos veces
antes que me abandonara durante nuestra cita programada. Así que,
por el amor de Dios, ¿podrías por favor…? —Hago una pausa en
medio de la frase cuando la comprensión me golpea tan fuerte que
me tambaleo un poco y me quedo con la boca abierta por la sorpresa,
con miles de pensamientos pasando por mi mente.
¿Pero el más importante de todos?
No puede ser verdad.
Sin embargo, todos los puntos y recuerdos fugaces del pasado
sobre Zach, mi Zach, comienzan a sumarse a un gran rompecabezas
con piezas desconocidas para mí en ese entonces.
Lo adinerado que era.
Lo mucho que odiaba a su familia.
Presumido, arrogante.
Mi mano aprieta su camisa, acercándonos mientras me inclino
hacia él, susurrando:
—¿Tú eres Zach? ¿El Zach con el que intercambié cartas?
Gruñe, su pecho vibra bajo mi abrazo.
—Sí.
—¡Oh, Dios mío! —exclamo, olvidando momentáneamente que
soy una mujer de treinta y dos años a la que él ha destrozado la vida,
y vuelvo a ser la niña vertiginosa de diez años que le escribió por
primera vez—. ¡No puedo creerlo! —Sin pensarlo, lo abrazo y
murmuro—: Fuiste un amigo por correspondencia increíble. —Se
tensa en mis brazos, pero entonces sus manos me envuelven,
apretándome contra su pecho, y una sonrisa se dibuja en mi boca.
¿Quién lo hubiera pensado? Qué increíble es que por n haya
conocido al chico…
Y con esto, la oscuridad revienta mi burbuja de felicidad, la
realidad se cuela en la causa de nuestro encuentro.
Mi cuerpo se congela. El aire se pega en mis pulmones mientras
su olor masculino perturba mi nariz, y rápidamente me alejo de él,
tan rápida e inesperadamente que no tiene más remedio que
dejarme ir.
—El destino tiene ciertamente sentido del humor, ¿no es así? —
le indico, cruzándome de brazos, y él se levanta, su expresión
determinada mientras camina hacia mí, pero doy un paso atrás de
nuevo, esperando que él capte la maldita indirecta de mantenerse
alejado—. ¿Quién sabía que el chico que solía ser tan amable
conmigo terminaría siendo mi peor pesadilla? —termino,
olvidándome de la estúpida tregua cuando la decepción me recorre,
destruyendo lo único bueno que tuve en la infancia.
Nuestras cartas eran escasas y casi inexistentes, pero de alguna
manera, sentía que en algún lugar tenía un mejor amigo que me
escuchaba sin importar lo que tuviera que decir.
Me daba la sensación de seguridad de no estar sola en este gran
mundo en el que nadie me quería, y me apoyaba en mis sueños a su
extraña manera e incluso se las arreglaba para hacerme regalos
inolvidables. Para la mayoría de la gente, probablemente no sea
nada, pero para un niño de acogida que nunca se sintió especial…
Era el mundo entero, lo mejor, aunque siguiera siendo malo y
nunca ocultara el hecho que no podía importarle menos lo que todos
pensaran de él.
—Phoenix —empieza, pero sacudo la cabeza, sin querer
escuchar lo que tenga que decir.
Todo esto ahora no es su problema; es el mío. Construí un chico
perfecto en mi cabeza que de alguna manera creía que estaba cerca
de mí. Irónicamente, incluso después que no se presentó a nuestro
encuentro, lo excusé en mi cabeza y le di las gracias por Sebastian.
Bueno, ese es un regalo que se llevó, así que tal vez no debería
haber estado tan agradecida por mi marido.
—No viniste —le digo, lo cual le causa sorpresa a juzgar por la
forma en que sus ojos se abren—. Debería haber sido una pista desde
arriba para alejarme de ti. Pero aquí estamos. —Una risa sin humor
se desliza por mis labios—. El destino logró conectarnos después de
todo. Tengo que decir que ojalá no lo hubiera hecho. —Me tapo la
boca con la mano, extrañamente sin ganas de llorar, pero temo que
se me escape un sollozo. Dios, nunca fui una persona emotiva, pero
desde que conocí a Zachary en la vida real, no soy más que una
fuente inagotable de cascadas.
—Fui. Un minuto después que te fueras. —Lo miro, viendo la
sinceridad en su rostro mientras continúa—: Intentamos alcanzarte,
pero agarraste un taxi y te fuiste. Y luego no respondiste a ninguno
de mis correos electrónicos. —Suena molesto por esto, pero solo una
cosa destaca de sus palabras.
—¿Tu y quien más?
Se queda completamente quieto, con la mandíbula tensa, el
único indicio de sus emociones antes que nalmente responda, con
la voz desprendida, pero veo que cada palabra le resulta difícil de
pronunciar.
—Con Angelica. Ahí es donde nos conocimos. Tomamos un
café y empezamos a salir unos meses después, tras reencontrarnos
en uno de los actos bené cos que organizaban los Kings.
—Seguramente diste gracias a Dios por no haberme conocido
ese día, ¿no? —No dice nada, porque no puede negarlo. Si lo hubiera
intentado, me habría engañado—. Conocí a Sebastian ese día en el
taxi. Cada vez que su nombre aparecía en mi mente, te agradecía que
me hubieras abandonado para poder estar con el hombre de mis
sueños.
La energía cambia a nuestro alrededor con mi verdad,
arremolinándose peligrosamente mientras sus orbes verdes brillan
de ira y sus manos se cierran en un puño. Y antes que me dé cuenta,
me enjaula entre el lavabo y su fuerte pecho, poniendo una mano a
cada lado de mis caderas mientras no tengo más remedio que
inclinarme hacia atrás mientras me clava la mirada.
—El hombre de tus sueños te ha dejado. —La posesividad
recubre su voz y se inclina sobre mí, mi espalda se clava en el lavabo,
pero no me muevo.
¡Puede meterse sus tendencias posesivas por la garganta!
—¡Por tu culpa! —le respondo, pero luego cierro los ojos y
respiro profundamente, lo que no ayuda en nada a mi estado, ya que
me llena de su presencia, y mi cuerpo traicionero, vuelve a
reaccionar ante él.
¿Qué tan humillante es esto?
—Quizás tengamos mala suerte el uno para el otro —susurro,
aun evitando su mirada—. Cuando estamos juntos, pasan cosas
malas. —Finalmente, vuelvo a abrir los ojos para mirarlo y le agarro
la camisa—. Así que mantengamos nuestra tregua y alejémonos el
uno del otro. —Me odio por ello, pero añado—: Por favor.
Su mano pasa de mi cadera a mi cintura y a mis brazos, dejando
la piel de gallina a su paso mientras la sube lentamente hasta mi
cuello, ahuecándolo suavemente. Jadeo cuando lo aprieta y me echa
la cabeza hacia atrás, inclinando la cabeza mientras él se desplaza
hacia delante, murmurando sobre mis labios:
—No la tenemos. Te lo voy a demostrar.
—No —susurro entrecortadamente, suplicándole que no me
empuje a esto… lo que realmente no quiero, incluso si mi cuerpo
envía una señal completamente diferente.
¿No lo ve?
Si no tiene cuidado, podría romperme, y no lo soportaré,
rompiéndome para siempre en pequeños pedazos que nadie en el
mundo podrá volver a unir.
Quizás por eso no tengo tanto miedo del sospechoso, a pesar de
sus tendencias psicopáticas.
Porque Zachary King es una amenaza mayor para mi cordura y
mi corazón, que está sangrando tanto que una herida más lo va a
matar.
¿Y entonces qué quedará de Phoenix?
Su pulgar me roza mis labios, deslizándose suavemente antes
de ponerlo en mí barbilla, presionando tan fuerte que no tengo más
remedio que abrir. Y justo antes de introducir su lengua, susurra:
—Arreglaré esto, Phoenix. Lo haré.
Quiero gritar que no lo hará. Porque, ¿cómo podría alguien más
que Dios arreglar lo que Zach hizo?
Pero en lugar de eso, mis manos aprietan más su camisa,
aferrándose a él en este caos que me come viva lentamente, y arqueo
la espalda cuando nuestras bocas se conectan, con su lengua
explorando el interior y la mía buscando la suya.
Se me pone la piel de gallina, y el estómago se revuelve con la
anticipación acompañada del arrepentimiento que recorre mi
sistema, mostrándome la verdad que quiero evitar.
Nada en este mundo tiene el poder de impedir que sucumba
ante él, y quiero gritar de frustración por la injusticia que supone.
¿Se debe a la conexión que establecimos cuando éramos niños
y, en algún nivel subconsciente, todavía me siento atraída por él?
¿A la idea de mi amigo por correspondencia y de cómo todos
los astros pueden alinearse de tal manera que nos hacen cuestionar
el destino?
Quizás cuando estoy en su compañía, vuelvo a ser la joven
alegre de dieciocho años que soñaba a lo grande y creía en cuentos
de hadas que no se hacen realidad.
En lugar de vivir en la realidad, sus brazos tienen el poder de
llevarme al pasado, a cuando mi corazón era capaz de vivir
emociones increíbles, con mariposas que estallaban en mi estómago
y sueños que llenaban mi corazón de tanto amor que podía volar.
Ya me acosté con él una vez.
¿Qué cambiará una vez más, de todos modos?
Estamos condenados de cualquier manera; más vale disfrutar
del viaje mientras dure, sin ilusiones.
Cuando todo esto termine, también lo haremos nosotros,
porque para empezar nunca hubo un nosotros.
Mis manos vuelven a rodear su cuello. Me aprieto más contra él
mientras sus palmas se deslizan por mis hombros hasta mi cintura y
mi culo antes de elevarme. Lo acuno entre mis piernas, jando mis
tobillos a su espalda, mientras el beso caliente y devorador sigue
despertando cada parte de mi cuerpo.
Casi espero que me coloque sobre la encimera y me folle aquí
mismo, pero se da la vuelta y entra en el dormitorio, donde, a pasos
cortos, llega a la cama. Gimo en señal de protesta cuando me deja
caer sobre ella. Salgo rebotando un poco, aterrizando de culo con el
cabello por toda la cara bloqueando mi visión de él.
Al echarlo hacia atrás, veo cómo tira la camiseta al suelo,
dejando libre su cuerpo de dios griego con todos los músculos duros
y rígidos que deberían ser esculpidos en una escultura por lo
exquisitos que son. Su erección sobresale detrás de la cremallera y
mi coño se aprieta al recordar cómo me penetró una y otra vez la
noche anterior.
Se me escapa un gemido cuando se quita el cinturón de golpe y
se baja la cremallera, sacando la polla. Me muerdo el labio inferior,
imaginando cómo sería saborearlo en mi lengua.
Al n y al cabo, en este momento la realidad no existe, y puedo
ser tan sucia como quiera con él. Nada está fuera de nuestros límites
si signi ca placer y satisface el anhelo dentro de mí.
Sus ojos se oscurecen cuando adivina el rastro de mis
pensamientos, y me señala con el dedo. Empiezo a arrastrarme hacia
él, pero me detengo. Sus cejas se levantan, ladea la cabeza y me
pongo de rodillas, deslizando las palmas de las manos por todo el
cuerpo antes de llegar al dobladillo del vestido y salir de él.
Me estremece la brisa que entra por la puerta abierta del balcón,
mis pezones se endurecen al instante y vuelvo a gemir, presionando
mis pulgares contra ellos, lo que provoca espasmos hacia mi núcleo,
deseando sentir algo dentro de él.
Gruñe cuando mi gemido de necesidad resuena en el espacio.
Dice con su voz baja y ronca que tiene el poder de seducirme por sí
sola:
—Ven aquí, cariño. —Me arrastro hacia él hasta que enreda los
dedos en el cabello, tirando de él con fuerza e inclinando mi cabeza
hacia atrás mientras con la otra mano acaricia la polla arriba y abajo,
con una gota de semen goteando de la punta. Se frota el pulgar en
ella, extendiéndolo sobre la cabeza, y se acerca para que esté a
centímetros de mi boca.
—La forma en que me miras me hace pensar que necesitas una
polla en la boca. —La posesividad destella en su mirada—. Mi polla.
¿Quieres probarla, cariño? —Arrastra la punta sobre mis labios.
Abro la boca para atraparla, pero él la retira. Frunzo el ceño y gimo
cuando me tira del cabello, enviando ligeras punzadas de dolor por
todo mi cuerpo—. Contéstame.
—Sí. —Y entonces, sin escuchar nada más de lo que quiere
decir, coloco mis manos en sus caderas, chupando la cabeza y
gimiendo cuando el primer sabor golpea mi lengua, intensi cando el
deseo dentro de mí.
Salado y almizclado, como algo que sabes que no deberías
probar, pero lo haces de todos modos, porque si no lo haces, podrías
volverte loco.
Inclinándome hacia atrás, lamo su longitud, disfrutando del
órgano que late bajo mi lengua mientras su respiración se acelera. Su
agarre se intensi ca cuando vuelvo a cerrar la boca en torno a él,
chupándolo profundamente y poniendo la mano en la raíz de su
polla, apretándola con fuerza.
Mi coño está empapado, apretándose con cada golpe de lengua
y recordándome lo excitada que estoy. La palma de la mano que
tengo libre se desliza por mi vientre hasta llegar a mi núcleo,
presionando mi clítoris.
Gimo en torno a su grosor, enviando vibraciones a través de él,
y él gruñe, tirando de mi cabello con tanta fuerza que me lloran los
ojos. Arrastrando mi boca desde la base hasta la punta, lo chupo,
pasando la lengua por la cabeza antes de volver a deslizarla por su
longitud. Lo aprieto al ritmo de los dedos que empujan dentro de
mí, cada uno de mis movimientos envía ondas de placer en mi
cuerpo y llena mi sangre de la tan necesaria anticipación de la
felicidad divina que está casi a mi alcance.
Zach me detiene, empujándome un poco hacia atrás, y luego su
pulgar se posa en mi barbilla antes de ordenar:
—Abre. —Hago lo que me dice, empuja dentro de mi boca con
facilidad mientras relajo mi garganta todo lo que puedo alrededor de
él—. Tu boca está muy caliente, nena. Podría morir feliz con mi polla
ahí dentro y con tus labios gruesos manteniéndola prisionera. Placer
y dolor combinados en uno. —Sus caderas se mueven hacia adelante
y hacia atrás, y gime sobre mí. Sigo moviendo los dedos dentro de
mí al ritmo de sus empujones, imaginándolo moviéndose entre mis
piernas, introduciéndose en mí una y otra vez. Se me escapa un leve
gemido. El fuego crece en mis venas poco a poco mientras mi cuerpo
zumba de anticipación—. ¿Te gustan esos dedos en tu coño,
Phoenix? —Su pulgar presiona mi mejilla para que nuestras miradas
se encuentren—. Apuesto que no tienen nada que ver con mi polla,
¿verdad? —Se aparta un poco, dejando solo la punta en mi boca, y
yo la chupo, mi mano bajando de su erección a la cama, necesitando
tener más equilibrio o podría caerme por todo lo que me está
pasando a la vez—. ¿Estás goteando para mí, nena? —Asiento y su
abrazo se suaviza cuando dice—: Muéstrame.
Con un gemido torturado, saco los dedos de mi núcleo, que
sufre espasmos de desesperación al no recibir el vacío, y levanto la
mano hacia su boca. Él lame la humedad de los mismos, su lengua
rozando mi piel, haciéndome sisear. Luego las succiona en su boca
antes de soltarlas con un suave chasquido.
Me rodea el cuello con las manos y me hace arrodillarme
suavemente. Deja caer su boca sobre la mía y me da un beso
profundo que me hace hervir tanto la sangre que es un milagro que
no me queme en sus brazos. La combinación de nuestros sabores
casi me lleva al límite, pero antes que pueda prolongarlo, me empuja
de espaldas y anuncia:
—Tengo hambre, nena, y quiero darme un festín desde la
fuente. —Se quita el vaquero antes de enganchar sus dedos en mis
bragas, bajándolas y tirándolas después.
Me agarra el pie, rozando mi tobillo, y le da un ligero beso
antes de doblarlo y colocarlo sobre la cama y luego repite la misma
acción con el otro, dejando un espacio entre ellos mientras se cierne
sobre mí. Se inclina hacia delante, y sus labios dejan a su paso toques
como de plumas mientras roza mi cuello hasta la clavícula y luego la
parte inferior de mis pechos.
Pasa su lengua sobre mi pezón, tirando de él con sus labios, y
luego chupa un poco más antes de pasar al otro, haciendo lo mismo.
Arqueo mi espalda, empujando el pezón más adentro de su boca,
pero él solo se ríe contra mí y baja, dejando mi pezón dolorido.
Tiemblo cuando su respiración silba, congelando mis picos
puntiagudos húmedos de su boca, y la combinación de eso junto con
el calor que corre a través de mi sistema calma el aire en mis
pulmones por un segundo, y gimo con resignación.
Enlazo mis dedos en su sedoso y oscuro cabello mientras él
baña mi cuerpo de besos hasta que separa más mis muslos y me abre
con su dedo. Su aliento caliente en mi carne me hace sacudirme y
exhalar fuertemente mientras abanica mi núcleo antes que pase su
lengua desde mi clítoris hasta mi trasero, recogiendo mi humedad
mientras me vuelve loca con cada deslizamiento de su lengua.
Mi fuerte gemido llena el aire cuando lo desliza dentro de mí,
haciendo girar su lengua sobre mis paredes, empujando más y más
profundamente. Mis dedos se enroscan en la cama, mis dedos tiran
de su cabello y lo mantienen en su posición, porque si sigue así, yo…
Gimo de frustración cuando me muerde los labios inferiores
antes de chuparlos mientras sus dedos se deslizan dentro de mí,
uno, dos, tres, y arrastra su lengua hasta mi clítoris, presionándolo
antes de moverlo de un lado a otro. Grito mientras la electricidad me
recorre en oleadas, lista para golpearme de una vez. Mi cuerpo está
cubierto de sudor, listo para dejarse llevar y encontrar por n la
satisfacción que tanto necesita.
Estoy tan mojada, tan dolorida, deseando llegar al orgasmo con
tanta fuerza. Una de mis piernas se eleva sobre su espalda,
deslizándose hacia arriba y hacia abajo, encerrándolo en esta
posición para que nalmente pueda darme lo que tanto anhelo.
—Zach, por favor —susurro. Sin embargo, él es implacable y
retira sus dedos, sustituyéndolos por su lengua de nuevo, dando a
mi núcleo un beso con la boca abierta que debería estar prohibido
por lo mucho que me hace sentir.
Clavando mis uñas en su nuca, apoyo mi pie en su hombro y
cierro los ojos, comenzando a mover lentamente mis caderas hacia
delante y hacia atrás, encontrando la fricción con él moviéndose
rítmicamente dentro de mí.
Un sofoco asalta mi cuerpo, viajando por la punta de los dedos
de mis pies, hasta la cabeza, casi como una bola de nieve que está
dispuesta a tragarme entera.
Solo un poco, un deslizamiento más, y me…
Jadeo cuando su boca me abandona. Abro los ojos y veo que se
limpia la boca en el interior de mi muslo antes de inclinarse hacia
delante, acomodándose entre mis piernas con su erección envuelta
en un condón. ¿Cuándo demonios ha tenido tiempo de hacer eso?
Arrastra la punta por todo mi cuerpo y se gana un grito de
frustración.
—Zach —le ruego y le advierto al mismo tiempo, deseando
alcanzar por n el dichoso olvido sin que me importe nada.
—Lo sé, cariño. Pero te vas a correr en mi polla y no en mi
lengua. Porque… —Me penetra solo con la punta, mi coño se aprieta
alrededor de ella. Gime por encima de mí—. Exactamente eso.
Quiero que las paredes de tu coño se aprieten tanto a mí alrededor
para que nunca pienses que esto es un error. Porque nadie en este
mundo puede hacerte sentir como yo. —Antes que pueda protestar,
me penetra con un movimiento rápido. Grito cuando el cabecero de
la cama choca contra la pared y mi cuerpo se aprieta
instantáneamente en torno a él.
Acerca su boca a mi oreja y sus labios se mueven contra ella
cuando susurra:
—¿Quién te folla ahora, Phoenix? —Permanezco en silencio,
envolviendo mis piernas alrededor de él y gimiendo cuando él, lenta
y agónicamente, se retira para volver a penetrarme profundamente
—. Contéstame.
—Tú —respondo, con la voz ronca; parece que he gritado
durante horas. Paso mis uñas sobre su espalda, empujándolas dentro
de él—. Zachary King me está follando ahora mismo. ¿Estás
contento? —Aunque no lo veo, siento físicamente su sonrisa, y a
pesar de mis emociones hacia él, que no tienen nada que ver con mi
cuerpo, un fantasma de sonrisa aparece también en mis labios—.
Ahora, por favor, Zach, fóllame tan fuerte que no sienta nada más
que tu polla dentro de mí, o quítate de encima para que pueda
terminar el trabajo yo misma.
Me gruñe al oído; al hombre de las cavernas no parece gustarle
mi amenaza, pero todos los pensamientos al respecto vuelan de mi
mente cuando me agarra con fuerza por las caderas, sus dedos se
clavan en mi piel tan profundamente que dejarán una marca. Se
abalanza sobre mí con tanta fuerza que grito, pero luego gimo
cuando retrocede para penetrarme una y otra vez, empujándome
más y más profundamente, con su longitud arrastrándose por mis
paredes repetidamente mientras miles de sensaciones me asaltan
desde todos los rincones, hundiendo sus garras en mí y
moviéndome hacia el éxtasis que siempre sigue cuando estoy en los
brazos de Zach.
Estoy caliente, muy caliente, mientras su polla me estira con
cada empujón, como si reclamara su territorio aunque ambos
sepamos que es temporal.
Le palmeo la cabeza, buscando sus ojos, y cuando los
encuentro, conecto nuestras bocas con un murmullo incoherente, y
nos perdemos en el beso. Sus movimientos se aceleran, el ritmo me
empuja al borde, y luego se acerca cada vez más hasta que
nalmente me golpea tan fuerte que me quedo quieta antes de echar
la cabeza hacia atrás y gritar, con mi núcleo dando espasmos sobre
él, succionándolo dentro y no queriendo soltarlo.
Uno, dos, tres golpes más y ruge por encima de mí, su polla se
endurece dentro de mí antes de derramarse en el condón. Nuestra
fuerte respiración se convierte en el único sonido de la habitación.
Se posa sobre mí, con nuestros cuerpos tan apretados que ni
siquiera el aire puede deslizarse entre nosotros, y por un momento
me permito disfrutar de este respiro y deleitarme con el resplandor
de nuestro amor…
No.
Sexo.
Sexo crudo, sin sentido, sin ataduras, que satisface nuestras
necesidades básicas.
Mis párpados se cierran mientras intento ignorar la voz en mi
cabeza que no me permite huir de la verdad, por mucho que lo
desee.
Las mayores mentiras que nos decimos… nos las decimos a nosotros
mismos.
Capítulo 18
—La envidia hunde sus garras en cualquier alma dispuesta, siempre que
se lo permitas, y por eso es muy peligrosa.
Especialmente si todo lo que esta alma conocía era la crueldad mezclada
con el dolor, y lo único que la mantenía de pie durante los tiempos oscuros
eran los pensamientos de venganza.
Y cuando se añade la traición a todo ello, recordándoles una vez más lo
insigni cantes que son en la vida de alguien…
Las consecuencias pueden ser mortales.

Phoenix

Pho

Algo se desliza desde mi frente hasta mi nariz, casi como un


toque de plumas que apenas está ahí, pero que es su ciente para
perturbar mi sueño.
Frunciendo el ceño, me giro hacia un lado para evitarlo, y una
fuerte risa llena la habitación antes que una ráfaga de aire caliente
me golpee en la cara.
Me acurruco más en la almohada y suspiro cuando vuelvo a
sentir la suavidad que me rodea y la manta que me protege del
ligero viento que sopla desde el balcón.
Eso es el cielo, el frío combinado con el calor del interior, donde
una persona puede pasar horas bajo la manta y no pensar en nada.
Mi cuerpo palpita en todos los lugares adecuados,
recordándome las actividades de la noche anterior, y exhalo con
fuerza, pensando en cómo una vez más he sucumbido al deseo de la
carne en lugar de escuchar el sentido común.
En este punto, podría convertirme en un chiste corriente.
Sin embargo, en los brazos de Zachary, por una fracción de
momento, puedo olvidarme de la viciosa realidad que estoy
viviendo y concentrarme solo en el placer que tiene el poder de
borrar todo de mi cerebro. Tan caliente e intenso que todo lo que
vino antes palidece en comparación.
Pero, ¿eso del fuego abrasador que despierta cada vello de tu
cuerpo y te hace desear tanto al hombre que crees que te volverás
loca si no se corre dentro de ti y satisface el profundo anhelo que
puso en ti?
Una vez que te vuelves adicta a él, es imposible soltarlo, lo que
lo convierte en una de las cosas más peligrosas que ofrece esta vida.
Vuelvo a suspirar, pensando en cómo con cada acción que hago
me meto más y más en la espiral de locura de la que no hay
escapatoria, y entonces surge otra risita, y esta vez le presto atención.
Con un ojo abierto, veo a Emmaline acostada en la almohada a
mi lado, rodando a su lado y abrazando a un osito de peluche cerca
de su pecho.
Sonríe con fuerza, el sol que entra por la ventana hace brillar su
cabello, y me vuelve a tocar la mejilla.
—¡Estás despierta! —exclama.
Mi corazón, como siempre, revolotea en mi pecho al ver a esta
hermosa criaturita, pero poco a poco el dolor desaparece, sin
fusionarla con mi hija en mi mente.
Poco a poco, Emmaline puede tener su propio lugar allí, y
quizás esto facilite nuestras interacciones. Después de todo, ¿quién
puede resistirse a enamorarse de esta niña?
Entonces, decidiendo no huir más de ella, para ser honesta, es
tan agotador protegerme todo el tiempo, agarro su nariz entre mis
dedos y la giro de un lado a otro.
—Alguien me despertó.
Ella estalla en carcajadas y se lleva la mano al pecho.
—¡Yo! —grita, y luego dice—: Me lo ha dicho papá. —Baja la
voz a un susurro—. Pero esperé antes de hacerlo. Duró una
eternidad. —Suspira dramáticamente—. No podía esperar más.
—Está bien, cariño. —Debería haber sabido que solo haría algo
así por orden de Zachary, y no me sorprende mucho.
Pero entonces casi salto de la cama cuando recuerdo que
probablemente no tengo ropa puesta. ¿Cómo voy a explicarle eso a
una niña? ¿Qué demonios está haciendo Zach de todos modos?
¿Tiene la costumbre de presentar a sus compañeras de cama a su
hija?
Solo entonces me doy cuenta, mirando por debajo de la manta,
que llevo un vestido limpio, e incluso tengo las bragas puestas.
Zachary debe de habérmelo puesto todo encima cuando se ha
despertado. Y yo me he dormido durante todo el proceso. ¿Cómo
diablos es posible?
Apenas me resisto a gemir contra la almohada solo de pensar
en su cara de satisfacción al saber que me ha agotado tanto que me
he desmayado de cansancio.
Un nuevo golpe de Emmaline en la mejilla me devuelve al
presente.
—Papá te llama para desayunar.
—¿Lo hace ahora? —Empiezo a preguntarme si tienen algún
tipo de régimen estricto aquí en el que no te dejan hacer nada hasta
que desayunes.
¿O generalmente se come cuando él lo desea? ¿Así que en
cualquier otro momento no se puede hacer nada en la cocina porque
está prohibido?
—Sí. Así que tenemos que darnos prisa. —Se acerca y me besa
profundamente en la mejilla—. ¡Buenos días, Phoenix! —Con esto, se
arrastra y sale corriendo de la habitación.
Sacudiendo la cabeza, me deshago de la manta, tiro las piernas
al suelo y estiro los brazos antes de dirigirme al baño. Me cepillo
rápidamente los dientes y me sujeto el cabello en la parte superior de
la cabeza, ya que me molesta demasiado.
Suspirando aliviada porque esta vez no hay chupones frescos
en mi cuello, bajo las escaleras sobre todo por Emmaline, porque la
niña ha venido hasta aquí para buscarme.
De lo contrario, Zachary podría irse a la mierda. Puede que
haya aceptado que soy incapaz de resistirme a él en el sentido
sexual, pero nunca he prometido obediencia, ni siquiera con la
tregua.
Bajando las escaleras, me dirijo hacia la cocina, con los pies sin
sonido sobre el mármol, y vuelvo a escuchar una sonora risita.
Qué increíble debe ser una niña de tres años; todo te hace feliz,
y el mundo está lleno de posibilidades. ¿O tal vez solo sea así
cuando un niño está rodeado de amor?
No recuerdo haberme reído tanto durante mi infancia.
—¿Otra vez, papá? —pregunta, y la veo sentada junto a la
mesa, con los tobillos cruzados mientras los balancea de un lado a
otro con las manos juntas.
—No más, pequeña, hasta que te pongas algo de comida en el
estómago. —Su voz ronca me inunda, recordándome cómo me
susurró palabras ilícitas la noche anterior, y me clavo las uñas en las
palmas de las manos, deseando espabilarme.
El deseo por él puede mostrar su fea y traicionera cabeza
durante la noche, dándome un respiro de las pesadillas, pero
durante el día, tengo que ser yo misma y mantener las distancias, sin
dejar que afecte a nuestra investigación y objetivo mutuo.
Atrapar al sospechoso enfermo que cree que nuestras vidas son
su patio de recreo, y que puede movernos como muñecos de trapo,
ordenándonos que hagamos actos despreciables a su antojo.
Zachary aparece, colocando un plato lleno de huevos y tostadas
a un lado frente a Emmaline y le da un ligero beso en la parte
superior de la cabeza.
—Cómete el desayuno.
Ella hace un mohín.
—Pero, ¿qué pasa con los gofres?
—Tendrás gofres cuando te comas esto.
Ella abre la boca para protestar, pero luego le sonríe, apoyando
la barbilla en la mano, y suspira.
—Te quiero, papá. —No hay manera que Zachary no ceda ante
tanta ternura. El hombre ha jugado a la esta del té en una silla
diminuta, por el amor de Dios.
Sin embargo, parpadeo sorprendida cuando le revuelve el
cabello y le dice:
—Yo también te quiero, cariño. Seguirás comiendo huevos si
quieres gofres.
Se enfrentan durante un rato y luego Emmaline murmura:
—De acuerdo. —Y clava el tenedor en el plato, metiendo
rápidamente los huevos en su boca.
Me saluda con la mano y Zach gira la cabeza en mi dirección,
con sus ojos verdes iluminados por la luz del sol, pero no se me
escapa cómo recorre su mirada sobre mí, una sonrisa de satisfacción
curvando su boca junto con el destello posesivo de sus orbes.
Gruñendo por dentro, frustrada, y sin poder culpar a nadie más
que a mí por su arrogancia, le anuncio:
—Me ha llamado para desayunar. Aquí estoy, señor. —Le
saludo, con sarcasmo en la voz, y luego miro a mi alrededor para
saludar a Patience, pero no la veo.
Zachary adivina mis pensamientos mientras se dirige a la
cocina, tirando por encima de su hombro.
—Se está retrasando, debería llegar pronto. Tuvo que visitar a
su hermana anoche. —Rompe dos huevos en la sartén y luego
pregunta—: ¿Tienes alguna preferencia especí ca?
—No —respondo distraídamente, sorprendida por la imagen
que me saluda al ser él quien prepara el desayuno para todos. Lleva
un pantalón de chándal bajo y una camiseta blanca casi transparente,
por lo que cada ondulación de sus músculos es visible para mis ojos.
Mientras cocina junto al fuego, veo un tazón con una masa de
color blanco amarronado y una máquina de gofres en el otro
mostrador, enchufada para que se caliente antes que comience a
prepararlos.
¿Zachary King cocinando en su cocina? ¿Sigo soñando o acabo
de despertarme en otra dimensión?
—Yo en tu lugar cerraría esa boca.
La cierro de golpe, y al instante la molestia me atraviesa al ver
lo acertado que estaba una vez más.
—Bueno, tendrás que disculpar mi sorpresa. No todos los días
veo…
—¿Un hombre cocinando?
—Oh, eso lo he visto muchas veces. —Tengo en la punta de la
lengua mencionar que a Sebastian se le da muy bien y que siempre
me consentía con alguna receta nueva, pero por cómo se medio gira
hacia mí con advertencia en la mirada, decido no hacerlo.
Por supuesto, lo que tengamos no equivale a una relación, pero
echarle en cara mi pasado es un golpe bajo. Por no mencionar que
tampoco quiero saber nada de sus mujeres.
Nunca.
Curiosamente, la idea que esté con otra mujer me vuelve loca,
lo que contrasta mucho cuando pienso en su difunta esposa. Los
celos están ausentes entonces, y en su lugar, hay una profunda
tristeza por una mujer que perdió su vida tan joven debido a la
locura de alguien.
—Aprendí a cocinar cuando mamá enfermó.
Mi corazón se estremece dolorosamente ante esto.
—¿No tenías sirvientes?
—A mamá le encantaba cocinar ella misma, así que eso es lo
que hacíamos cuando no podía salir de casa para asistir a todas esas
funciones importantes como una King —Agarra la sartén y pone los
huevos en el plato cercano antes de apagar el fuego y volver a la
mesa y colocarla en el lado opuesto de Emmaline, que come en
silencio, con los ojos mirando entre nosotros—. Siéntate.
Hago lo que me dice, sobre todo por la forma en que le cambia
la voz cada vez que menciona a su madre, por lo que debe ser difícil
para él compartirlo.
Decidiendo romper la tensión, porque Emmaline se mueve
incómoda, sin entender por qué el humor de su papá se ha agriado
de repente, bromeo:
—¿Tampoco puedo comer gofres si no me como los huevos?
Agarra su propio plato y se sienta en la cabecera de la mesa, con
Emmaline y yo a cada lado.
—Nadie puede. —Clava el tenedor—. De lo contrario, ¿qué
sentido tiene prohibírselo a Emmaline? —Cambia de tema y gracias
a Dios por eso—. ¿Dormiste bien?
Me meto rápidamente los huevos en la boca y asiento con la
cabeza, masticando largamente para no tener que dar una respuesta
verbal, y él sonríe, encontrándolo jodidamente gracioso.
Emmaline golpea con fuerza el plato, recogiendo el último
bocado de huevo, y se lo traga.
—Ya está, papá. ¿Ahora puedo comer los gofres?
Él le da unos golpecitos en la nariz con el dedo.
—En unos minutos.
—¿Puedo dibujar, entonces? Quiero dibujar algo para Phoenix.
—Me sonríe—. Un pequeño regalo.
Mi interior se calienta ante esto, encontrando hermosa su
aceptación, porque esta niña no sabe nada sobre mí y no forma
juicios sobre mi carácter.
Un raro regalo cuando no he conocido más que el desprecio en
los últimos cuatro años.
Incluso con la verdad descubierta ahora, siempre seré esta
Phoenix que pasó por el in erno y volvió y aun así condujo el auto
que mató a Angelica King.
—Puedes.
Ella chilla y sale corriendo hacia la sala de estar después de
darle un beso en la mejilla, y Zach me explica:
—Tiene una zona de juegos en la sala común. Nunca tengo
invitados ni organizo estas, así que todo este espacio desperdiciado
me parecía estúpido.
—Le das libertad para vagar por la casa.
—No quiero que se sienta encerrada entre cuatro paredes.
Podría as xiarla.
Un ashback de la prisión juega en mi mente cuando me
encerraron durante veinticuatro horas en una celda solitaria sin luz
después de algunas peleas con una de las internas que no paraba de
provocarme.
Normalmente, me lo tomaba todo en silencio, sin querer
meterme en problemas solo porque alguien hiciera gala de sus
supuestas habilidades de dominación y me eligiera como objetivo.
Es más fácil patear a alguien que ya está tirado en el suelo, ¿no?
Sin embargo, sus palabras aún resuenan en mis oídos hasta el
día de hoy, y después de ellas, estallé, envolviendo mis manos
alrededor de su garganta y as xiándola tanto tiempo que es un
milagro que siguiera viva.
No me extraña que tu bebé haya muerto. ¿Quién querría a una perra
como tú como madre?
Zachary coloca su mano sobre la mía y me lleva de regreso al
presente, su mirada llena de preocupación.
—¿Estás bien?
Me aclaro la garganta, mastico la tostada y respondo:
—Sí. Solo que un recuerdo me tomó desprevenida cuando
mencionaste cuatro paredes.
El silencio cae sobre la mesa después de eso, y los latidos de mi
corazón se aceleran, ya sea por el ashback anterior o por la cercanía
de Zachary, quien aún continúa mirándome mientras como, pero
luego pregunta: —¿Compartirás alguna vez lo que te pasó allí?
A pesar de saberlo, una risa amarga se desliza por mis labios.
—¿Por qué? ¿No has recibido su cientes informes al respecto?
Su agarre sobre mí se hace más fuerte y luego lo retira
rápidamente, apretando la mandíbula mientras se pasa los dedos
por el cabello antes de exhalar con fuerza.
—Me lo merezco. Me lo merezco, joder. Pero nunca ordené que
te hicieran daño después de aquella vez.
Esta información bien podría haber sido una bomba lanzada
sobre mí, ya que tiene el mismo efecto.
Me quedo helada, el tenedor repiquetea con fuerza en el plato
cuando se me cae de la mano, y parpadeo al verlo.
¿Qué? ¿Cómo es posible?
El primer ataque fue uno de los más duros y despiadados
contra mí, pero el resto que siguieron tampoco fueron sol y rosas. Y
se dice que alguien pagó una fuerte suma cada vez, por lo que el
abuso continuó; podrían haberse quedado de por vida con la
cantidad de dinero que recibían.
A menos que el sospechoso…
Sin embargo, no tengo tiempo de detenerme ni de hacer más
preguntas para aclarar la situación a partir de esta información, ya
que suena el teléfono de Zach. Lo saca del bolsillo, frunciendo el
ceño mientras responde.
—¿Sí? —Escucha lo que le dicen y luego—: Sí, que entren. —
Ante mi mirada interrogante, anuncia—: El FBI está aquí.

Zac

El reloj suena con fuerza en el salón mientras nos acomodamos


en el sofá frente a dos sillas ocupadas por Noah y Ella que nos
observan en silencio, sin perderse ningún detalle.
Y a juzgar por el ceño fruncido de Ella, no entiende cómo
Phoenix está tan tranquila en mi presencia después de lo ocurrido en
la o cina.
Apuesto a que ella también nota la tensión sexual entre
nosotros; ¿no son psicólogos criminales? No sé cómo funcionan
todos los psiquiatras, pero al parecer algunos tienen la capacidad de
adivinar todo sobre ti solo por el lenguaje corporal.
Me importa una mierda de una manera u otra. He reclamado a
Phoenix como mía y me importa un carajo quién tenga un problema
con ello.
Phoenix se mueve incómoda una vez más, su pierna golpea el
suelo, y por lo rígida que está su columna, entiendo que es un
manojo de nervios a la espera de lo que tienen que decir.
Su cara se puso pálida cuando le dije que estaban aquí, casi
como si le anunciara que la mismísima muerte había llegado para
reclamar su alma y arrastrarla al inframundo.
Harto del prolongado silencio, lo rompo con mi voz áspera y
cortante.
—¿Vamos a quedarnos tranquilos o nos van a decir por qué
están aquí?
Noah y Ella comparten una mirada, y nalmente el hombre
habla.
—¿Qué tan seguro es este lugar para esta discusión?
—Aquí no hay cámaras ni micrófonos, si eso es lo que
preguntas. —Me froto la barbilla con el dorso de la mano—. Lo hice
revisar hace unos días, pensando que el maldito podría querer
espiar. No me arriesgaría de esa manera con mi hija. —Nunca podría
estar seguro de lo que le excita a este imbécil, y si alguna vez
encontrara los vídeos o las fotos de Emmaline en su casa o a él
alardeando de ellos para hacer chantaje… me volvería loco.
Noah asiente.
—Comprensible. ¿Y qué hay de tu personal? ¿Confías en todos
ellos?
—Dentro de la casa, solo tenemos a la niñera que ha estado en
mi familia durante los últimos treinta y cinco años. —Junto con los
federales, también llegó Patience, así que le dije que subiera con
Emmaline y no bajara hasta que la llamara.
Lo último que necesita mi hija es escuchar o tropezar con algún
detalle espeluznante que provoque pesadillas o que el miedo llene
su pequeña gura, no dejándola vivir en su burbuja feliz.
Mientras yo esté cerca, nada asusta a mi pequeña.
O a Phoenix, sin embargo, no es algo que pueda expresar, ya
que la mujer está convencida que nuestro romance y nuestra
química sexual se basan en la frustración y otras tonterías con las
que su mente de psiquiatra ha decidido justi car todo esto en su
cabeza.
Lo cual es cierto, excepto que nuestra conexión empezó hace
veinticinco años y acaba de estallar, así que puede que actúe como
un avestruz que esconde la cabeza en la arena y no ve qué coño está
pasando, pero eso no signi ca que no esté pasando nada.
He tenido mucho sexo sin ataduras, y lo que comparto con
Phoenix nunca podría llamarse así.
He escuchado cómo las mujeres tienen tanto miedo a los
hombres liberales, a rmando que estos tipos de hombres que están
acostumbrados a conseguir sexo donde sea con quien sea, nunca
sentarían cabeza, y que evitan el amor como la peste, demasiado
temerosos de comprometerse con alguien.
Que jodida mentira, al menos en mi experiencia.
Las personas que tienen miedo a comprometerse son las que ya
amaron una vez, y eso las destruyó hasta el punto que el amor se
convierte en el mayor riesgo.
El amor tiene el poder de curar todo lo que llevamos dentro, de
dar un nuevo sentido al mundo que nos rodea, mientras la persona
que más te comprende se queda a tu lado.
Sin embargo, perder el amor tiene el poder de despojarte de la
persona que una vez conociste y, en su lugar, crear una criatura muy
viciosa dispuesta a destrozar a cualquiera y a todo.
Lo que le hice a Phoenix tras la muerte de Angelica demuestra
esta a rmación.
Noah se aclara la garganta, levantando la ceja hacia mí como si
adivinara que mi mente estaba en otra parte, y ante mi asentimiento,
nalmente comienza a hablar.
—Anoche, Rafe Baker fue encontrado muerto en su cama de
hospital. Le inyectaron aire en la vena, lo que provocó una embolia
de aire que se dirigió al corazón, y murió en un minuto según el
informe.
Un grito de angustia se escapa de Phoenix. Se tapa la boca con
la palma de la mano y se le llenan los ojos de lágrimas.
—No —susurra y me mira, negando con la cabeza—. El
hermano de Sara. —Sin pensarlo, la atraigo hacia mí, creando un
capullo de protección a su alrededor mientras se agacha bajo mi
brazo, con todo el cuerpo temblando—. Está muerto por mi culpa.
—No —respondo con severidad, estrechando mi agarre sobre
ella, y abro la boca para tranquilizarla antes que la culpa se la trague
por completo y la ciegue de argumentos racionales, cuando la voz de
Ella corta la miseria.
—O al menos eso creíamos. —Los dos nos quedamos
paralizados, Phoenix apenas respira en mis brazos por esta extraña
declaración, y el pavor me invade ante esto.
Lo que sea que tengan que decir traerá más caos a nuestras
vidas y enredará esta maldita red de engaños hasta un punto que
será imposible de desatar.
Saca una tablet de su estuche de cuero y la coloca en la mesa de
café entre nosotros.
—Phoenix, por favor, mira a este hombre. ¿Lo conoces?
Ella se retuerce en mi brazo y parpadea, estudiando la foto de
un hombre rubio y sonriente que nos saluda con el océano a sus
espaldas.
—No, es la primera vez que lo veo.
—Eso pensamos. —Noah se desplaza a la derecha para mostrar
al tipo, esta vez de pie con una mujer joven mientras se besan con la
puesta de sol brillando sobre ellos—. Este es el verdadero Rafe Baker
y su novia, Alexis. Actualmente están disfrutando de sus vacaciones
en Hawai. —Phoenix se aleja de mis brazos, secándose las lágrimas y
sentándose erguida pero sin evitar mi abrazo, así que no hago
ningún movimiento para liberarla—. Ganaron este viaje justo un día
antes que salieras de la cárcel. Qué conveniente, ¿verdad?
—No lo entiendo —dice Phoenix con confusión en su voz—.
¿Cómo puede ser Rafe?
Ella interviene, deslizando el dedo hacia otra foto que muestra
un buen barrio con varias casas suburbanas al lado y un campo
verde con niños corriendo.
—Esta es la verdadera casa de Sara, donde creció. Tras la
muerte de sus padres, Rafe se quedó allí. Nos pusimos en contacto
con él para contárselo; se sorprendió, por supuesto. Como prometió
a Sara que cuidaría de ti, pensaba rechazar el premio y venir a
buscarte. Sin embargo, según él, ese mismo día recibió un mensaje
de Sara diciendo que no ibas a necesitar su ayuda. —Otro golpe, y
claro, ahí está el mensaje.
Phoenix parpadea y vuelve a parpadear, antes de tartamudear:
—Así que el Rafe que vino a verme…
—Trabajó con el sospechoso. Su verdadero nombre es Brady,
un chico muy inteligente de un hogar abusivo. —Noah junta las
manos—. Abandonó los estudios el mismo año en que fue
condenado. Sospechamos que fue cuando él y el sospechoso se
conocieron, lo que lo llevó a tomar la decisión. Según la información
que tenemos sobre él por parte de sus profesores, era
extremadamente dotado, por lo que se entristecieron al verlo
marchar. Esto también explica el grado de habilidad mostrado en
todos estos casos con la manipulación de los sistemas operativos de
los autos y el hackeo de los mismos.
Toda esta información hace clic en mi cabeza, conectando los
puntos invisibles, y la bestia que hay en mi interior ruge por el hecho
de no haber comprobado el tipo.
Abrazo a Phoenix más cerca de mí, odiando la idea que ese
cabrón, sea quien sea, estaba tan cerca de ella, aunque ahora no
pueda hacerle nada.
—¿Y el apartamento? —Oigo a Phoenix preguntar y la miro en
el hueco de mis brazos, pero ella mira a Ella—. Esa era la ropa de
Sara. Su habitación.
—¿Viste algo personal allí además de la ropa? ¿Fotos, diarios,
álbumes de fotos? —Por la forma en que Ella formula su pregunta,
supongo que ya han registrado el apartamento y no han encontrado
nada de eso.
—Oh, Dios. —Phoenix exhala una pesada respiración,
entrelazando los dedos en su cabello hasta que se lleva las palmas a
la cabeza—. Oh, Dios.
—Phoenix —digo, apretándola aún más a mi lado, esperando
que al menos una pizca de mi fuerza pueda ser transferida a ella
para que no se desmorone bajo la horrible comprensión que el
asesino en serie jugó con ella una vez más. Sin importarle sus deseos
o anhelos, la atrapó en esta emoción de culpa cuando planeó toda
esta mierda con Brady.
Cualquier presa es irresistible para el cazador; su olor despierta
el instinto de supervivencia y no pueden esperar a hundir sus
dientes y garras en esa presa, alimentándose de su carne hasta la
próxima vez.
Se persigue y se come, lo que signi ca que se vive y se gana.
Pero una presa asustada, o peor aún… la que se ha vuelto loca,
¿la dirección en la que el sospechoso está empujando lentamente a
Phoenix con todos sus diabólicos planes?
Apuesto a que es la maldita tentación que ninguno puede
resistir.
Levanta los ojos hacia mí, deslizando las manos de su cuello
hasta apoyarlas en su regazo y respira profundamente.
—¿Es raro que me sienta más aliviada? —Una sola lágrima se
desliza por su mejilla, haciendo que sus ojos marrones brillen—. No
me importa que Brady formara parte de algún tipo de plan, aunque
me da pena. —Ah, mi chica perfecta que probablemente ya ha
construido un retrato del carácter de Brady en su cabeza y ha
justi cado su engaño con el hogar abusivo mencionado
anteriormente—. Me alegra saber que el hermano de Sara está bien.
Le limpio la lágrima y le acaricio la mejilla con el pulgar antes
de agarrarle la barbilla e inclinarle la cabeza hacia atrás.
—No, está bien. Pero aunque fuera él, no habría sido tu culpa.
—Nuestras miradas se cruzan durante un segundo, la mía con ada
y la suya insegura, pero nalmente asiente, y un fuerte carraspeo
vuelve a centrar mi atención en Noah.
Él le sonríe a Phoenix y saca un pañuelo del interior de su
chaqueta, extendiéndolo a Phoenix. Ella lo agarra mientras él la
tranquiliza:
—No te preocupes. Rafe está completamente bien, y todo este
asunto fue realmente pagado en su totalidad. Así que nadie le hizo
daño, pero por el bien de la investigación, lo trasladamos a un lugar
seguro por el momento. —Su mirada se desplaza hacia mí—. El
sospechoso los conoce, y no queremos correr ningún riesgo con su
seguridad.
—¿Crees que tomará represalias ahora mismo?
—Bueno, después de la explosión de Internet con su
compromiso, era inevitable que el sospechoso estallara —dice Ella—.
Creemos que siempre planeó deshacerse de él.
Phoenix se endereza, alejándose nalmente de mi brazo, y se
inclina hacia delante, echando un último vistazo a las fotos antes de
volver a centrar su atención en los agentes.
—El sospechoso es una mujer, ¿verdad?
—Brady debe haberla amado. Por eso la escuchó. —Sigo su
estela de pensamientos y maldigo interiormente que su sospecha se
haya hecho realidad.
Después de lo que le he hecho a Phoenix, juré no volver a hacer
daño a una mujer, pero joder, si el destino me está tentando a faltar a
mi palabra, destruyendo pieza a pieza a esta criatura sin alma.
Phoenix pone los ojos en blanco.
—Con tu lógica, también podría ser un hombre. Es la forma en
que el sospechoso mató a Rafe, sin mucho sufrimiento ni sangre.
Aunque ahora mismo esté furioso, el crimen no es violento.
—En este punto, el género es realmente irrelevante. —Noah
apoya los codos en las rodillas y echa los hombros hacia atrás—. Sin
embargo, está perdiendo el control, y no podemos estar seguros de
su próximo curso de acción.
Mis cejas se fruncen.
—¿Qué signi ca?
—Como está perdiendo el control, es posible que no se
comporte de la manera habitual. Así que sus patrones podrían
cambiar, lo cual es peligroso, porque hace más difícil atraparlo —me
dice Phoenix mientras se frota la frente, apareciendo una pequeña
línea entre sus cejas por la concentración—. ¿Tienes un plan?
La comisura de la boca de Noah se levanta.
—Bueno, pensamos en seguir el tuyo. —Las mejillas de Phoenix
se calientan, y gime entre sus manos mientras él continúa—: Creo
que es una buena idea, y tenemos que alardear de este hecho en su
cara. Preferiblemente pronto y donde podamos estar allí.
—¿Lo atraparás en el acto?
—No seríamos nosotros quienes lo atrapen, pero sí. Somos
per ladores. No vamos por ahí persiguiendo criminales. Ayudamos
a crear un per l que ayude a la policía a hacerlo. Solo queríamos
hablar contigo primero, porque ya habíamos establecido contacto
antes. —Ella comparte esta información antes de agarrar la botella
de agua que hay sobre la mesa, abrirla y dar un sorbo.
Me dirijo a Noah:
—¿Qué tienes en mente?
—El sospechoso hizo todo lo posible por Phoenix, incluso envió
a Brady para atraparla a tiempo antes que llegara la prensa. Sin
embargo, ella acude a ti y vive contigo.
Levanto la mano para detenerlo, no estoy de humor para volver
a escuchar toda esa basura psicológica. Dos jodidas personas en el
lapso de veinticuatro horas fueron su cientes, muchas gracias.
—Ya hemos averiguado toda esta mierda. No es necesario…
Noah, sin embargo, continúa:
—Los padres tóxicos tienen esa mentalidad. —Frunzo el ceño
ante esto mientras Phoenix se inclina hacia mí pero no discute con
Noah, así que debe entender el término—. Creen que los hijos deben
agradecer lo que han hecho por ellos y estar siempre en deuda con
ellos.
—Hasta el punto que el niño no tiene su vida, sino que vive
bajo el pulgar gobernante de los padres. En la mayoría de los casos,
no forman sus propias familias, porque normalmente nadie es lo
su cientemente bueno para el padre o están demasiado marcados
emocionalmente para intentarlo —Phoenix murmura, quitándose el
cabello de la cara, y luego me mira—. En este caso, el sospechoso me
considera una niña desagradecida a la que hay que castigar.
—Así que eso es todo, entonces. Hagamos la mayor esta y
encontremos al cabrón —digo mientras Phoenix se tensa, sentándose
rápidamente y medio girándose para mirarme de frente—. No me
mires así. Es la única manera.
—Será peligroso para todos allí.
Se me escapa una risita sin humor.
—También lo es todo en este momento. ¿Tienes un plan mejor?
—Su mandíbula se tensa mientras sus ojos brillan con fastidio y
miedo, que se esfuerza por enmascarar ante mí, pero no lo consigue.
Le doy una palmadita en la cabeza para que no pueda evitar mi
mirada, le sostengo la mirada y le digo con la con anza en mi voz
que necesita oír para calmarse:
—Haremos una esta de compromiso. Tendremos a la policía y
a la seguridad privada cubriendo nuestras espaldas.
—Estarán de incógnito, por supuesto. Aunque tienes que hablar
con el detective al respecto.
Ambos ignoramos a Noah, solo tenemos ojos el uno para el
otro, ya que aún no he terminado de lavar ese maldito miedo de sus
orbes.
—Emmaline estará en casa, vigilada por Patience y todos los
demás. —Por mi niña, pediré todos los favores del mundo para
asegurar su bienestar. Tal vez incluso pedirle a Lachlan que envíe a
uno de sus actuales estudiantes—. Y yo estaré a tu lado. Conoces a
este sospechoso mejor que yo. Él o la maldita ella no tiene la
capacidad de hacer algo que afecte a otras personas, solo a nosotros.
¿De acuerdo? ¿Te parece bien? —Veo cómo la preocupación se
instala en sus facciones y cómo su piel palidece un poco ante la
perspectiva de conocer nalmente al sospechoso—. Es la única
manera. —Al menos en la situación actual, desde que apreté el
gatillo en todo el asunto del compromiso.
Solo pensé que tenía tiempo para convencer a todos de este
romance antes de cualquier reunión o cial, pero con la escalada del
sospechoso, no tenemos otra opción.
Mi mente empieza a arremolinarse con todas las cosas
necesarias para los próximos preparativos; sin embargo, hay una que
destaca más que las demás.
Cómo proteger a mis dos chicas de una persona que hizo de la
misión de su vida destruir la mía por pecados que nunca cometí.

Sos h o

Salgo al balcón de mi ático, que se abre a este magní co


panorama de la ciudad, y coloco mi taza con café humeante sobre la
pequeña mesa. Dos sillas blancas se encuentran a ambos lados,
frente a la vista.
Estiro los brazos, agradeciendo la luz del sol que me llega desde
arriba y la brisa que me hace cosquillas en las mejillas. Una carcajada
resuena en el espacio mientras la alegría se extiende por cada uno de
mis huesos en espera de un nuevo día.
Hoy, por n, todo volverá a la normalidad y a su cauce con
Phoenix haciendo lo que mejor sabe hacer.
Huir de su verdugo mientras el odio recorre sus venas, el
pánico envuelve su mente, y una vez más se pierde en esta batalla.
Ese es el destino de las víctimas, siempre perdiendo y tratando
de alejarse del abusador lo más rápido posible. Porque siempre te
vuelven a alcanzar, atrapándote en el in erno sin forma de escapar
mientras te lastiman una y otra vez.
Sí mi querido papá me enseñó una cosa, es esa.
La muerte de Brady siempre fue inevitable; el muy tonto lleva
tanto tiempo enamorado de mí que no habría sobrevivido sin mí. Sin
embargo, siempre pensé que lo mantendría hasta el nal. Siempre es
bueno tener gente cerca dispuesta a sacri car su vida por ti. Abre un
montón de posibilidades para varios grandes planes. Pero el
pequeño enamoramiento de Phoenix con Zachary arruinó todos mis
planes.
Nunca pensé que ella sería lo su cientemente estúpida como
para tomar la bondad de un depredador como nada más que una
estrategia que usa para atrapar a su presa. Aunque tal vez nunca
debería haber subestimado los encantos de Zachary en primer lugar.
Incluso si es una mujer despreciada… Phoenix sigue siendo una
mujer que aparentemente no puede resistirse a Zach.
Brady fue muy útil aquí. Su muerte será lo que rompa la
espalda del camello, por así decirlo. La culpa se la comerá viva, así
que no podrá trabajar con Zach, y en esto, mi plan original volverá a
la normalidad.
Soy el salvador de todas las víctimas, liberándolas de las garras
de los monstruos con los que viven y no pueden escapar. Puede que
no lo digan en ningún sitio, pero esta clase de desesperación la
puedo leer en sus ojos.
No me extraña que todos estos hombres me recuerden a papá,
el mismo cabello y la misma postura.
¿Pero el rasgo más distintivo?
Es la forma en que dicen esta frase, la frase que he captado en
varias funciones, y me volvió tan loco que apenas podía soportar no
romperles la cabeza con botellas o apuñalarlos con un cuchillo,
gritando que se callaran.
Por suerte, cada vez he conseguido refrenar mis emociones
hasta que he podido correr a mi apartamento y planear la estrategia
para castigar a todos los implicados.
He hecho todo esto por esas almas desesperadas cuyos gritos
de dolor mueren en el eco del in nito que nadie escucha nunca
porque ni siquiera preguntan.
A lo largo de la vida, he tenido tantos viajes a los hospitales, y
ni una sola vez, ni una sola vez dudaron de las palabras de papá o
llamaron a los servicios sociales.
Una risa amarga se me escapa de los labios, cuando pienso en
cómo todo el mundo predica que la justicia ayuda en casos como el
mío.
No lo hacen, joder, porque el dolor siempre se ignora si sirve a
toda esas personas que ocupa cómodos cojines, que no necesita un
caso más en su cabeza.
Envolviendo mis manos alrededor de la taza, me siento en la
silla y aspiro el rico olor del café, calmándome un poco y
bloqueando los pensamientos del pasado, ya que no tienen cabida
aquí ahora mismo.
Mi teléfono elige este momento para sonar, y veo un nombre
parpadeando en la pantalla. Frunzo el ceño, ya que ella casi nunca
me llama, y no es que llore hasta quedarme dormido por eso.
—Hola —respondo, tomando mi primer sorbo y gimiendo en
voz alta, el sabor golpea mi lengua con tanta fuerza que lamento no
haber traído mi chocolate aquí conmigo.
—¡Hola! —me grita enseguida, y escucho música a todo
volumen a través del teléfono antes que lo apague, respirando con
di cultad—. Dios mío, lo siento.
—No pasa nada —respondo, acostumbrado a su música idiota
que la rodea allá donde va. Por qué nadie me ha dicho que es una
idiota sin talento es algo que me supera.
Toda esta mentalidad de evitar los sentimientos de todo el
mundo mintiéndoles me pone de los nervios. Nadie puede soportar
la verdad hoy en día, ¿y no es irónico?
La verdad es lo que puede salvar a innumerables víctimas, pero
la gente pre ere blindar sus sentimientos, ya que es demasiado duro
pensar en ello.
—Así que, ¿qué quieres? —Me inclino hacia delante para
arrebatar una fresa del cuenco y masticarla—. Debe haber una razón
por la que me has llamado.
—¿Has visto las noticias?
Mordiendo la parte superior de la fresa y escupiéndola en el
suelo, pregunto:
—¿Qué noticias?
—¡Dios mío, no lo has hecho! Zachary le propuso matrimonio a
Phoenix. ¿Te lo imaginas? —Sigo, con la fresa atascada en la
garganta ya que no puedo mover un músculo para tragar, joder—.
Pensé que quizás era una broma, pero la esta de compromiso es
mañana. —Ella suspira soñadoramente—. Debe haber sido amor a
primera vista.
Saliendo de mi asombro, nalmente me trago la fresa y digo:
—¿Qué?
—¿Qué otra cosa puede ser? Ya conoces a Zach. Nunca esperé
que se casara después de lo de Angelica. —Su voz se vuelve deseosa
—. Soy feliz
Por supuesto que es jodidamente feliz. Para ella, cualquiera que
esté enamorado la hace feliz.
Mi mano agarra la silla dolorosamente, mis uñas se clavan en la
madera y me lastiman mientras rascan la super cie, sin dejar de
escuchar su charla feliz.
—Así es como sucedió. Al menos según mi pequeña fuente. —
Solo entonces me doy cuenta que no he escuchado ni una jodida
palabra de lo que ha dicho a través del fuerte pitido de mis oídos, y
un rugido de rabia se acalla entre mis labios—. De todos modos, solo
quería saber cómo estabas. Deberías recibir tu invitación para la
esta de mañana. Nos vemos allí, cariño. —Y con esto, cuelga
cuando alguien la llama en la distancia con respecto a algún
estúpido contrato que tiene que rmar.
Aprieto mi mano con tanta fuerza que es una maravilla que el
teléfono no se rompa y con un grito lo tiro al suelo donde aterriza
con un fuerte estrépito, la pantalla se agrieta, pero me importa una
mierda.
La ira me llena todos los huesos, el fuego del odio me quema
por dentro exigiendo una salida y no encontrando ninguna a la vista.
Me apresuro a entrar en el apartamento, voy a la cocina y rompo los
platos uno a uno, cada vez con más fuerza, sin importarme si piso la
cerámica y me corta la piel. Continúo hasta que no me quedan
fuerzas y, con fuertes sollozos, caigo de rodillas, con las lágrimas
cayendo por mis mejillas mientras la horrible voz me susurra al
oído, teniendo todavía el poder de enroscarse en mi cuello como una
correa que me aprieta más y más con cada respiración.
¿Ves, pedazo de mierda? Eres completamente inútil, y si hay que elegir
entre tú y los demás… Todo el mundo elige a los otros.
Solo yo estoy atrapado contigo, montón de mierda inútil.
—¿Cómo pudiste hacerme esto, Phoenix? —susurro, apoyando
mi cabeza en el mostrador—. ¿Cómo pudiste hacerme esto a mí de
entre todas las personas? —Varios sollozos más sacuden mi cuerpo
antes que me limpie las lágrimas—. Amas a Zachary, ¿eh? Tanto que
has olvidado todo lo que he hecho por ti. Bueno, no estarás contenta
con tu elección por mucho tiempo.
Soy el salvador, y si Phoenix no quiere estar conmigo por
voluntad propia, le quitaré lo que más ama.
Riendo todo el camino, como solía hacer papá.
Capítulo 19
—El amor es un don raro que no se concede a todo el mundo en esta
vida.
Sin embargo, todo el mundo lo anhela ferozmente.
¿Cuándo nos hemos vuelto tan temerosos de él?

~Phoenix

Pho

Deslizándome en mis tacones altos, respiro profundamente


antes de dar la vuelta para enfrentar el enorme espejo vertical dentro
del vestidor. La luz me ilumina intensamente desde el techo, sin
dejar ningún detalle desapercibido.
Por un segundo, el aire se me atasca en los pulmones y mis ojos
se abren, sorprendidos, cuando veo a una mujer re ejada en mí, que
no me recuerda en nada a la patética criatura que he mirado durante
los últimos cuatro años.
Después que los agentes se marcharon, Zachary empezó a
trabajar en la estrategia de la esta de compromiso, llamando a los
mejores plani cadores que debían preparar lo que parece ser la
celebración de la década en veinticuatro horas mientras que yo tenía
que esperar sentada. Estaba demasiada aturdida con toda la
información arrojada sobre mí, todo el asunto de Brady, como para
molestarme con la velocidad de todo.
Sin embargo, Zachary no me dejó sumergirme en la miseria por
mucho tiempo. En una hora, una mujer alegre llamada Vanessa
apareció y a rmó que teníamos tantas citas reservadas antes del gran
día.
No importa que el gran día sea un plan para atraer al asesino en
serie, y nadie escuchó mis protestas cuando ella me arrastró afuera
hasta el auto que esperaba con James listo para partir en cualquier
dirección. Lo único que me detuvo fueron Patience y Emmaline, a
quienes por alguna razón Zach envió conmigo junto con dos
guardias de seguridad.
Me pareció que esas medidas de seguridad eran extremas; nada
indicaba que el asesino en serie fuera a atacarnos a la intemperie
durante el día. Sin embargo, durante todo el trayecto, me apreté
contra Emmaline a pesar que estaba sentada en el asiento del auto.
La observé con atención, queriendo estar preparada por si la
tormenta nos golpeaba de la nada, en sentido gurado, claro.
Terminamos en un lujoso salón, y creo que Patience casi se
desmaya de la felicidad cuando la llevaron a ella y a Emmaline al
área de la piscina y les dieron una muda de ropa, varios refrescos y
un entrenador que cuidaba a la niña mientras ella disfrutaba del
agua.
En de nitiva, todo este viaje las entusiasmó al máximo, y yo
misma pensé que no estaba tan mal, anhelando nadar después de un
descanso tan largo, pero en cambio Vanessa me apuntó a todos los
procedimientos posibles, alegando que la novia tiene que estar
radiante y ser la mujer más guapa de la esta.
Esto me hizo escucharla y pasar por todos los tratamientos
faciales, masajes y depilación, porque este compromiso puede que
no sea real, pero esas personas sí lo son. Y no tenía ningún deseo de
parecer una mierda entre la alta sociedad que juzgará cada aliento
que tomo.
Finalmente, una vez hecho todo, volvimos a casa con la
promesa de Vanessa de traerme un vestido y un maquillador al día
siguiente. Estaba tan agotada que me dormí en cuanto mi rostro tocó
la almohada.
Esperaba que Zachary viniera a verme o incluso que se reuniera
conmigo a la mañana siguiente, pero Patience dijo que estaba
ocupado.
Y entonces vino el maquillador, y aquí estoy, mirándome en el
espejo asombrada por su talento. Porque cómo es posible que con
una brocha de polvos y cualquier otra cosa que haya utilizado, haya
borrado la pena de mi rostro y la haya sustituido por una fría belleza
que tiene el poder de detener a la gente en su camino.
Mi cabello oscuro cae en cascada por mi espalda en pesados
rizos, brillando a la luz con su rico color, atrayendo la atención hacia
mis ojos que son excepcionalmente vivos contra mi pálida piel junto
con la sombra de ojos que los enfatiza con cada parpadeo de mis
pestañas.
Mis altos pómulos contribuyen a la frialdad, pero también a la
so sticación de mis rasgos, mientras el sedoso vestido de tirantes cae
hasta mis zapatos y mi pierna asoma por la abertura lateral que llega
hasta medio muslo. Me envuelve el cuerpo, mostrando todas las
curvas, pero empujando mis pechos hacia arriba.
La composición está rematada con unas sandalias plateadas de
tacón alto que sujetan bien mis pies y añaden centímetros extra a mi
gura, haciéndome parecer más esbelta.
En resumen, será fácil para todos pensar que Zachary se
enamoró de mí, incluso si su idea es ridícula y solo los tontos creerán
en esta historia de amor.
Como si se tratara de una orden, en el momento en que el
nombre del apuesto hombre parpadea en mi mente, escucho que la
puerta se abre y cierro los ojos, con la expectación corriendo por mis
venas de querer ver su reacción ante mi nuevo aspecto, como una
princesa que espera conocer por n al príncipe.
Excepto que nuestra historia no me recuerda en nada a
Cenicienta, ni a ningún otro cuento de hadas.
Dios, ¿qué es esta locura, y obsesión, que se mani esta cada vez
que estamos en presencia del otro?
¿Tal vez sea una de las variantes del Síndrome de Estocolmo?
Es cierto que Zachary no es mi captor, pero es el hombre que arruinó
mi vida, y sin embargo, en esta nueva realidad, la oscuridad en la
que vivo, es el único en quien puedo con ar.
No porque elija con ar en él, sino porque se metió en mi
espacio, exigiendo esa con anza en comparación con Sebastian, que
se rindió en cuanto le mostré la puerta.
Este término psicológico explica muchos factores que podría
aplicar a lo que tenemos ahora. ¿Pero es la forma correcta de
manejarlo? ¿Empujar la responsabilidad sobre los hombros de otra
persona, en lugar de asumir mis decisiones y las consecuencias que
puedan tener?
El deseo es una debilidad envuelta en una emoción que lo
consume todo y que tiene el poder de gobernar cada uno de tus
pensamientos. Y aunque sabes que estallarás en llamas si no tienes el
su ciente cuidado, nada en este mundo puede detenerte cuando te
llama por tu nombre, exigiendo rendición y aceptación.
Siento un aliento caliente en mi nuca, el aroma masculino
estremece mis fosas nasales. El calor me rodea por todos los
rincones. Mi pulso se acelera, alerta ante la presencia del hombre que
consume cada uno de mis pensamientos y no despierta más que
con ictos internos en mi interior.
Porque ahora lo único que se arremolina en mi mente es el
hecho que haya conseguido echarlo de menos en tan poco tiempo.
Exhalo con fuerza, aliviada que por n esté aquí para protegerme de
lo que pueda venir después.
¿Débil y egoísta? Sí.
Sin embargo, esa es mi verdad, y creo que ha llegado el
momento de asumir todas mis ansias. Voy a ir al in erno de todos
modos.
¿Qué va a cambiar un poco más de tiempo con el diablo en esta
tierra?
Me recoge el cabello, el ligero tirón me pone la piel de gallina, y
me lo echa por encima del hombro antes que algo frío me toque la
clavícula.
Mis ojos se abren de golpe para encontrarse con los suyos en el
espejo; sus ojos verdes se han fundido casi por el deseo. Un fuerte
chasquido resuena en el espacio cuando Zachary vuelve a tirar de mi
cabello y lo deja caer por mi espalda.
Y en esto, mi mirada se posa en la brillante esmeralda en forma
de lágrima montada en un collar de platino con incrustaciones de
diamantes. Destaca en mi cuello y, sin embargo, funciona
extrañamente en armonía con el conjunto.
Jadeando, coloco mis dedos sobre ella y los paso por la piedra,
mi mirada interrogante no pasa desapercibida para Zachary.
—Mi mujer no puede salir sin llevar algo escandaloso —
murmura y me rodea la cintura con las manos, atrayéndome hacia él
para que mi espalda choque con su pecho, su fuerte abrazo casi me
encadena a él—. Y hace juego con el anillo que llevas en el dedo.
Pensé en unos pendientes, pero nadie los habría visto con este
cabello tuyo tan jodidamente precioso. —Aspira su aroma—. Tu olor
me recuerda a la más fragante de las ores y no puedo evitar querer
ahogarme en él.
Su voz ronca pero profunda me envuelve en un trance,
bloqueando el mundo exterior, y cuando recorre sus labios desde mi
hombro desnudo hasta mi cuello, dejando pequeños besos en su
camino, desplazo mi cabeza hacia un lado, dándole mejor acceso por
un momento, concentrándome en nada más que las mariposas que
revolotean en mi estómago.
—Eres tan hermosa. ¿Cómo puede un hombre resistir a una
belleza así? —Su agarre en mis caderas se intensi ca, sus dedos se
clavan en mi piel mientras su voz baja unas octavas—. Los demás
pueden mirar, pero nadie puede tocarte. ¿Lo entiendes? —La
posesividad que se desprende de su tono y el destello de ira en sus
ojos me sacan de la niebla que ha creado a mi alrededor y, con un
grito ahogado, me muevo hacia un lado, queriendo escapar de él
cuando me doy cuenta de la situación—. Especialmente Sebastian
Hale.
Increíble.
Poniendo mis manos sobre las suyas, tiro de ellas, tratando de
arrebatarlas lejos de mí, pero se quedan pegadas a mí hasta que
resoplo de frustración.
—Para esto. No actúes como…
—¿Cómo qué? —pregunta, mordiéndome el cuello y ganándose
un gemido mío—. ¿Cómo un hombre que está obsesionado con cada
una de tus respiraciones?
—Como si tuvieras derechos sobre este cuerpo o sobre mí.
Sus risitas me producen escalofríos y se acerca a mi oreja para
morder el lóbulo antes de aliviarlo con un lametazo.
—Los tengo. Tú. Eres. Mía. Phoenix. —Me sacudo en su abrazo,
pero una vez más es inútil—. Lo niegues o no, esto no es solo sexo. Si
no fuera por mis errores del pasado, no te resistirías tanto.
Las palabras de negación están en la punta de mi lengua,
palabras furiosas que nos enviarían más lejos en… lo que sea ese
lugar oscuro.
Sin embargo, ha llegado el momento de ser un adulto y no un
niño que discute con cualquiera, porque cree que es la mejor
decisión.
—Lo sé —susurro, y él frunce el ceño, sorprendido con mi
admisión, lo que nalmente me permite liberarme de su brazo para
darme la vuelta y enfrentarlo—. Lo sé, Zach. Tenemos lo que la gente
llama una atracción fatal que no conoce límites. —Abre la boca para
decir algo, pero le pongo los dedos encima, haciéndole callar—.
¿Pero realmente crees que tiene el poder de borrar el pasado hasta el
punto que lo acepte? Unas horas en la noche es una cosa; cualquier
otra cosa sería una… —No quiero decirlo, pero probablemente lo
adivina.
Traición a mi hija a quien sus acciones mataron. Todos los
demás pueden avergonzarme todo lo que quieran por estar con él;
sin embargo, mi propia conciencia es más ruidosa que cualquier otra
persona. Seguir adelante es algo hermoso, pero en algunos casos, es
simplemente imposible.
Repetirlo para él y para mi mente parece un disco rayado, así
que me quedo en silencio, bebiendo de su cercanía mientras mi
cuerpo reacciona al suyo cubierto con un traje negro que enfatiza sus
toni cados músculos y va bien con su mirada oscura.
La pajarita en su cuello me da ganas de arrancarla para poder
abrir la V de su camisa, una de sus características más sexys, y rozar
con mis dedos la ligera capa de vello que tiene.
Porque eso es todo lo que podemos tener, un momento fugaz
en el que su contacto me hace olvidar todo y encontrar consuelo en
sus brazos.
Me toca suavemente la cabeza, inclinándola hacia atrás, y dice
con dureza en su tono:
—Cuando todo esto haya terminado, cuando atrapemos a la
persona que puso nuestras vidas patas arriba, hablaremos. Y
entonces podrás decirme si se ha acabado o no. —Mis cejas se
fruncen ante el extraño lo de su mirada y la tensión de su cuerpo—.
Prométeme que, una vez hecho todo esto, me escucharás a mí antes
que a tus instintos.
—¿Qué dirán mis instintos? —pregunto, el temor junto con el
miedo llenando mis huesos ya que puedo predecir que no me va a
gustar nada de lo que diga, sin embargo, de alguna manera, él cree
que le dará una oportunidad a esto entre nosotros?
¿Existe un hombre más confuso que Zachary King?
—Te lo prometo —digo, ya que no me suelta, mientras busca en
mi rostro viendo la verdad que brilla, porque asiente y deposita un
suave beso en mi frente.
—Vamos, cariño. Es la hora del espectáculo.
Y con esto, todos los pensamientos de resistirme a él se
desvanecen, y hago algo inesperado, lo abrazo más fuerte y escondo
mi rostro en su pecho.
Él no dice nada, permitiéndome llenarme de toda su fuerza y
con anza para poder enfrentarme a todas las personas, pero sobre
todo al sospechoso.
El sospechoso que espero con todo mi ser que venga esta noche,
para que esto acabe de una vez por todas.

♦♦♦
James detiene el auto delante de una espaciosa mansión, o más
bien un castillo, porque está hecha de los mejores ladrillos cubiertos
de varias ores que parecen crecer en su interior, ya que todas las
grietas posibles están llenas de ellas.
Desde que llegamos, he estudiado la interminable cantidad de
terreno con la hierba esmeralda junto con las estatuas de mármol
que muestran, por lo que parece, diferentes épocas de la historia. Los
robles rodean el lugar con varias alcobas en la distancia, que atraen a
la gente a descansar allí con un libro.
Los caminos de pavimento conducen a varios destinos, cada
uno más misterioso que el siguiente, y no puedo evitar jarme en lo
impecable que está.
Gris, sin una sola grieta a la vista, como si alguien lo repasara
regularmente.
En de nitiva, este lugar habla de lujo, pero no de la forma en
que lo hace la casa de Zachary. Esta es más sutil, pero su naturaleza
dominante te hace sentir curiosidad y al mismo tiempo recelo por lo
que se pueda encontrar en su interior.
—¿Has alquilado un castillo entero para esto? ¡Este lugar es
enorme! —pregunto incrédula, y Zachary me dedica una sonrisa,
guiñándome un ojo.
James se ríe desde el frente, y Zach debe apiadarse de mi
confusión, porque añade:
—Es la casa de mi familia.
Frunzo el ceño.
—Pensé que habías dicho que tu casa pertenecía a tu madre.
Una expresión ilegible se instala en su rostro, y su mandíbula se
tensa, aunque nada de esto afecta a su tono.
—Así es. Era de ella, y le gustaba ir allí a menudo. Está la
compró papá cuando su imperio explotó, y nos mudamos aquí.
Durante dos años, antes que mamá enfermara. Luego trajo a su
nueva esposa, y ella con mucho gusto la convirtió en su hogar. —Es
imposible no escuchar el resentimiento que resuena en sus palabras,
y suspiro para mis adentros, pensando que todos estos años no han
cambiado sus sentimientos sobre el matrimonio de su padre.
Aunque no soy una experta en dinámica familiar, ¿no debería
haberlo superado en los últimos veinticinco años? Además,
basándome en su interacción con Lydia, pensé que la relación había
mejorado al menos con sus hermanastros.
Ahora, no estoy tan segura de ello.
—¿Por qué decidiste hacer la esta de compromiso aquí?
Una elección muy extraña, teniendo en cuenta su complicada
relación, se encoge de hombros, entrelazando sus dedos con los míos
antes de abrir la puerta para que el frío viento se cuele dentro
mientras dice:
—Porque soy un maldito King y me encanta recordárselo.
Cuando salimos del auto, veo a un hombre con un traje marrón
que corre hacia nosotros por los escalones de mármol, con su larga
chaqueta de traje ondeando detrás de él, y nos alcanza en un tiempo
récord, jadeando para respirar, pero aun consiguiendo rechinar entre
los dientes:
—Jovencito. Ya está aquí. Todo el mundo le está esperando.
Lanzo una carcajada y rápidamente la cubro con mi palma
cubierta por un guante de encaje, y el anciano parpadea
sorprendido, probablemente preguntándose qué es tan gracioso.
Zachary pone los ojos en blanco y se dirige al hombre.
—Gracias, Patrick. —Y entonces me arrastra hacia la puerta
mientras yo no puedo dejar de reír, y me ordena—: Suéltalo.
—Jovencito —repito y me río—. Dios mío. Después de todos
estos años, todavía te llaman así.
—Le he pedido muchas veces que me llame simplemente por
mi nombre, pero la idea le parece escandalosa. Lleva treinta años en
la familia. —Supongo que el personal se convierte en parte de la
familia en estos casos, viendo crecer a los niños y luego a sus hijos.
Incluso el hecho que Zachary se comporte con todos ellos de
forma cariñosa, sin sustituirlos por alguien más joven, dice mucho
de él.
Rastros de carácter bueno y honorable que no deberían ser
ignorados por la única cosa horrible que hizo en el pasado.
No me da tiempo a re exionar sobre este pensamiento mientras
anuncia:
—En cuanto entremos en esta casa, seremos una pareja
enamorada. Recuérdalo. —Su manzana de Adán se mueve cuando
traga—. Cuanto más amor mostremos, más inquietará al sospechoso.
Levanto nuestras manos entrelazadas.
—Te tomo de la mano ahora mismo, incluso sin público. —Tal
vez porque siento que él necesita este apoyo tanto como yo. En cierta
medida, cada vez que entra en esta casa, sigue siendo ese niño de
diez años que fue rechazado por su padre en favor de su nueva
familia.
Ese tipo de cicatrices se quedan con nosotros para siempre, por
mucho que intentemos curarlas. No siempre signi ca que los padres
sean monstruos, pero los niños lo ven todo a través de su prisma. Y
para un niño, un divorcio o la pérdida de uno de sus padres es una
experiencia devastadora en la que su mundo, tal y como lo conocía,
se hace añicos.
Espera.
Agarro este pensamiento en mi mente, pensando cómo podría
aplicarse al sospechoso con sus tendencias casi posesivas hacia mí.
¿Es posible que sus padres se hayan divorciado y que por ello se
haya sentido abandonado por el resto de su familia?
Sin embargo, el tono grave que proviene de las puertas de la
parte superior de la escalera me saca de mi examen, y me prometo
volver a él cuando mis ojos se posan en el altavoz.
—Has tardado mucho en llegar, Zachary.
No me cabe duda que es Anthony King el que está frente a mí
en este momento, ya que es la versión mayor de Zachary. La misma
altura y presencia prepotente es fácilmente detectable, y los ojos
verdes que tienen el poder de ser mortales.
Las únicas diferencias son su cabello gris que apostaría que
alguna vez fue negro y algunas arrugas profundas, pero en general,
se ve muy bien para un hombre de su edad.
—Bueno, pensé que deberíamos hacer una entrada —le dice a
su padre, y nalmente entramos en la casa, pasando junto al hombre.
Tengo un segundo para ver un brilloso pasillo iluminado por
enormes lámparas de araña y cubierto por costosas alfombras antes
de tirar de mi mano, deteniendo los movimientos de Zachary.
Me mira sorprendido, y me libero de su agarre mientras la ira
cruza su rostro. Está claro que piensa que voy a ponerme difícil o a
montar una escena cuando se supone que debemos presentar un
frente unido.
Me giro para mirar a su padre, cuyas cejas se levantan, y le
tiendo la mano.
—Hola, me llamo Phoenix. No nos conocemos.
Zach gruñe molesto.
—No tenemos tiempo para esto.
—Unos segundos no van a cambiar tu gran entrada. Además,
¡deberías ser tú quien me presente a tu padre! —Le devuelvo el
siseo, y su mirada se oscurece. Aprieta los dientes antes de exhalar
con fuerza.
—Padre, me gustaría que conocieras a Phoenix, mi futura
esposa. Phoenix, este es mi padre, Anthony King en carne y hueso.
—Se dirige a mí entonces—, ¿Feliz ahora?
Mostrándole una sonrisa brillante mientras simultáneamente le
envío dagas, le digo dulcemente:
—Enormemente. —Puede que Zach tenga problemas con su
padre, pero eso no signi ca que vaya a ser grosera con él o a faltarle
al respeto.
Vuelvo a centrar mi atención en Anthony y noto que la
diversión parpadea en su mirada y, para mi sorpresa, me tira de la
mano hacia sus brazos, envolviéndome en un abrazo de oso, y me
quedo congelada.
En toda mi vida, me ha abrazado mucha gente. O bien
pacientes, sus agradecidas familias, mis amigos, e incluso los
hombres de mi vida.
Sin embargo, por primera vez, el abrazo tiene una sensación tan
fuerte de aceptación e incluso de ternura, casi como…
¿Es esto lo que se siente cuando un padre ama a su hijo y lo
abraza contra su pecho, prometiendo que todo estará bien?
Es algo de lo que solo he escuchado hablar, ya que ni siquiera el
padre de Sebastian me abrazó nunca, sino que se limitó a darme un
gesto cortante con la cabeza y a estrecharme la mano en alguna que
otra ocasión.
Anthony y Zachary comparten un rasgo más.
Su presencia tiene el poder de calmar cualquier tormenta
dentro de una persona, ya que la rodean con su protección en el
momento en que te vuelves importante para ellos.
Y supongo que en el mundo de Anthony, casarse con Zach es
señal su ciente para aceptarme con los brazos abiertos.
—La estás aplastando, papá —gruñe Zachary, tirando de mi
brazo, pero Anthony se balancea hacia un lado, inclinándose hacia
atrás.
—Chico, cuidado con lo que dices. No creo que me interese tu
tono. —Me sorprende la advertencia en su voz. Pensé que dejaría
que Zachary hiciera lo que quisiera, ya que Zach no se molesta en
jugar bien con su padre. Al menos basada en todo lo que dijo antes,
tuve esa impresión.
Gruño interiormente anticipando el arrebato de Zachary justo
antes que tengamos que entrar a conocer a todos.
Sin embargo, en lugar de estallar en llamas, Zachary aprieta las
manos y se queda callado.
Y es entonces cuando me doy cuenta.
A pesar de toda su rabia… Zachary sigue queriendo a su padre
y anhela su atención, igual que cuando tenía diez años. Pero no sabe
cómo pedirla, porque está cegado por todo lo que su padre hizo por
su nueva familia.
Anthony se echa hacia atrás, me palmea la cabeza y me sonríe.
—Bienvenida a la familia, Phoenix. Nadie volverá a hacerte
daño. —Su voz se hace más profunda, provocando escalofríos en mi
columna—. Porque nadie toca a los Kings y vive una vida tranquila
después.
Con esto, nalmente me deja ir a los brazos de Zachary y señala
en la dirección de la sala común.
—Ve a conocer a tus invitados. Hablaremos después. —Sus ojos
se estrechan hacia Zachary—. No creas que me he olvidado del
mensaje sin contestar.
¿Cómo es posible que haya organizado todo esto si ni siquiera
ha hablado con su padre?
Sin embargo, Zachary ya tira de mí hacia el vestíbulo, mis
tacones chocan sonoramente sobre el mármol, y con unos pocos
pasos más, entramos en la llamada sala común, y no puedo evitar
jadear ante la vista que tengo delante.
Salón de baile -eso es lo primero que se me ocurre al ver el
enorme espacio, de mármol brillante, con una araña de cristal que
cuelga del techo junto con pequeñas lámparas que iluminan el lugar,
dándole un aire majestuoso y a la vez misterioso, que la suave
música de jazz que tocan los músicos en el escenario central realza.
Los camareros corren de un lado a otro sosteniendo pesadas
bandejas llenas de copas de champán o pequeños platos de
acompañamiento mientras unas cincuenta personas vestidas con
trajes y vestidos caros se pasean por el lugar, bailando más cerca del
escenario donde hay una pista de baile o charlando entre ellos, el
zumbido de las conversaciones resuena en el aire y se mezcla con la
música.
Las puertas de la terraza que dan al exterior están abiertas,
permitiendo que entre el aire fresco al interior, lo que hace que todo
el aroma de los perfumes sea soportable, supongo, y que varios
invitados salgan a fumar.
Más adelante, a la izquierda, hay una larga abertura hacia el
comedor, ya que de él salen deliciosos olores y observo el extremo de
una mesa ovalada con muchas sillas.
Probablemente la élite de la élite está reunida aquí esta noche
para su entretenimiento del mes, y trago saliva, deseando que mi
corazón, que late rápidamente, se calme.
—Vaya —murmuro—, te has esmerado en esta esta de
compromiso, ¿eh?
—Solo lo mejor para los Kings. —Zachary se inclina hacia
delante y me susurra al oído—: No te pongas nerviosa, cariño. No
dejaré que nadie te haga daño. —Con esto, aprieta mi mano con la
suya mientras la otra inclina mi barbilla hacia atrás para encontrar
mi mirada—. Empecemos esta esta con una explosión, ¿de
acuerdo? —Y conecta nuestras bocas.
Al principio, estoy demasiado aturdida para reaccionar, pero
luego jadeo por lo que está haciendo en medio de la maldita esta y
le permito deslizar su lengua dentro de mi boca, rozando
ligeramente la mía, poniéndome la piel de gallina y enviando
conciencia a través de mí.
Por su propia voluntad, mis dedos agarran las solapas de su
traje mientras él me acerca, profundizando el beso, y gimo en su
boca, encontrándome con él, caricia por caricia mientras investiga
dentro, deslumbrándome para que todos lo vean.
Por un segundo, me olvido de todo lo demás y vivo el
momento con el hombre cuyos fuertes brazos me sujetan con tanta
fuerza que no tengo duda que no me pasará nada y que calman la
tormenta que se ha desatado en mi interior al ver a toda esa gente.
No tienen poder para hacerme daño mientras Zachary esté a mi
lado.
Sin embargo, la música se apaga lentamente a nuestro
alrededor junto con el zumbido de las voces, y el silencio que sigue
es casi ensordecedor, lo su ciente como para sacarme de mi
aturdimiento y poner n al beso cuando mis pulmones empiezan a
demandar oxígeno.
El fuerte aplauso me hace girar la cabeza hacia el público, que
nos observan boquiabiertos. Incluso los músicos parpadean
sorprendidos, pero yo concentro mi atención en el hombre de cabello
rosa que lleva un traje azul marino y los ojos grises más intensos que
he visto nunca, que tras terminar de aplaudir agarra una copa de
champán de la bandeja y la levanta en nuestra dirección.
—Damas y caballeros, demos la bienvenida a mi hermano
Zachary y su hermosa prometida Phoenix. —La gente lo sigue
rápidamente y silba junto con más aplausos mientras Zachary señala
con el dedo a uno de los camareros, así que nos trae dos vasos y me
ordena—: Sonríe, cariño. —Lo hago, poniendo una sonrisa falsa en
mi boca mientras parece que todos se apresuran en nuestra dirección
para hablar con nosotros.
Pero más bien nos inspeccionan con un microscopio para ver si
todo esto es realmente cierto, y el hecho de saber que el sospechoso
podría estar entre ellos es su ciente para que me quede pegada al
lado de Zachary, con su pesado brazo rodeando mi cintura,
dándome un silencioso consuelo y conectándome con el presente.
Sin embargo, presto más atención a las cinco personas que no se
apresuran a acercarse a nosotros, situadas a unos metros de distancia
en la esquina, mientras cada una de ellas nos estudia con diferentes
expresiones.
Vanessa también me dio una lista de invitados con fotos, para
que tuviera alguna idea de quiénes asistirían, y aproveché para
comprobar los parientes de Zachary, ya que no quería ser una idiota
despistada en esta esta.
Los reconozco a todos al instante.
Olivia King, la matriarca del clan King, es una hermosa mujer
pelirroja de ojos marrones y con pocas arrugas en la cara, y a pesar
de su edad, tiene un aura de juventud a su alrededor y una energía
que se puede detectar incluso a esta distancia.
Su único hijo, Charlie, enseña arte en una de las universidades.
Lydia, que me guiña un ojo y se mete una cereza en la boca
mientras saluda a alguien en el otro extremo del pasillo.
Sebastian, que me observa incrédulo, la tensión que desprende
es casi tangible.
Y por último, la mujer que está a su lado, su preciosa
prometida, Felicia.
Tiene una expresión ilegible en el rostro, como si no supiera
cómo reaccionar ante mí, pero, sin embargo, se acerca a Sebastian,
reclamándolo de forma invisible, y yo casi sonrío con tristeza.
No tiene que tener miedo de eso. Lo que teníamos murió hace
cuatro años, y nada tiene el poder de pegar los cristales rotos de
nuestra relación.
Pero entonces otro pensamiento me golpea con tanta fuerza que
me sorprende no estar balanceándome hacia un lado.
El sospechoso no será uno de los que se acercan por miedo a
perder el control cuando está al lado del objeto de su mayor odio y
adoración.
Mantendrá la distancia para estudiar sus objetos antes de
encontrar el mejor escenario que lo bene cie, y solo entonces atacará.
Y con esto, me doy cuenta de otra cosa y me meto más
profundamente en el costado de Zachary.
¿Y si el sospechoso es… uno de los Kings?

Zac
Phoenix se tensa en mis brazos, se congela como una piedra en
ellos, y su respiración se acelera cuando alguien toma otra foto de
nosotros, el destello cegándonos por un segundo.
Los invitados siguen acercándose cada vez más, sus voces
fuertes con diferentes preguntas llenan el aire, pero lo único en lo
que puedo concentrarme es en la pesada respiración de mi mujer,
que palidece un poco como si estuviera a punto de desmayarse.
Aunque todo en mí ruge para gritarles a todos que cierren sus
malditas bocas, agarrarla en brazos e irnos de aquí, porque supongo
que todas las voces se están acercando a ella y sacando a relucir
algunas de sus pesadillas del pasado, que no comparte conmigo.
Quiero borrar cada una de ellas de su memoria y sustituirlas
por sueños, pero a veces me pregunto si alguna vez me dará esa
oportunidad para que todo vuelva a estar bien.
Porque la sujetaré con las dos manos y no la soltaré hasta que
sea feliz, para que todas las penas del mundo pasen de largo,
demasiado asustadas para acercarse a una mujer que es mía.
—Zachary, por favor, cuéntanos cómo te enamoraste. El
artículo decía… —pregunta una de las mujeres, extendiendo un
micrófono hacia mí, lo que signi ca que papá claramente permitió
que la prensa viniera a echar un vistazo exclusivo al evento.
Su losofía nunca se tambalea a lo largo de los años, ya que cree
mucho en ella. La mayoría de las personas que entran en contacto
con él lo elogian.
Invita al enemigo a tu dominio y podrás controlar su mente para
usarla en tus juegos.
Mi mano levantada la detiene, y sonrío afectuosamente,
disimulando mi fastidio con alegría mientras aprieto a Phoenix entre
mis brazos.
—Me encantaría responder a todas sus preguntas, pero me
temo que mi prometida quiere saludar primero a la familia. —Les
guiño un ojo—. Pre ero que se quede de buen humor. Ya saben
cómo es. Esposa feliz, vida feliz. —Se produce una carcajada entre
los hombres mientras las mujeres se sonrojan, y añado—:
Responderemos a todas sus preguntas más tarde. Por ahora,
disfrutemos de esta esta. Si no, el buen champán y la comida se
desperdiciarán. —Chasqueo los dedos a los músicos, que como
siempre tocan durante las estas en este lugar, saben al instante el
signi cado de esto.
En un segundo, el suave jazz se reanuda, uyendo desde los
distintos altavoces, y con una última sonrisa que me duele la boca,
paso entre la multitud, moviéndome en dirección a mí “familia”, que
nos miran como si fuéramos monos en un circo.
Supongo que en cierto modo lo somos.
Aunque una de las miradas es diferente.
—¿Estás bien? —murmuro en su cabello, sin dejar de caminar
pero al mismo tiempo manteniéndola en el apretado hueco de mi
brazo para que ninguno de los tiburones tenga la oportunidad de
morder su carne—. Te has puesto pálida. ¿Es por la multitud?
Se estremece un poco y luego suspira con fuerza, apoyando su
mano en mi pecho y esbozando una sonrisa que no llega a sus
charcos de chocolate que tanto me gustan.
—Sí. No estoy acostumbrada a toda esta atención.
—Como King, tendrás que hacerlo —le digo, y sus uñas se
clavan en mi pecho, haciéndome gemir, pequeña criatura viciosa en
verdad.
—Puede que ni siquiera sea una King si lo atrapamos ahora
mismo —susurra, y una parte de mí quiere detenerse, agarrarla por
los hombros y sacudirla hasta que le crujan los dientes, todo ello
mientras se pregunta si está jodidamente loca al pensar que puede
escapar de mí. La parte bárbara… que he descubierto que poseo
cuando mi derecho sobre ella se ve amenazado.
La racional, la que pertenece al empresario de corazón frío que
está acostumbrado a ganar, sabe que es mejor no actuar según mis
impulsos y empujar a Phoenix en una dirección que no quiere.
De lo contrario, no tendré más que sus cenizas a las que
aferrarme, y un futuro así es inaceptable para mí.
—Ya veremos, cariño. —Es todo lo que consigo decir antes que
lleguemos por n a mi familia y me dirija a Charlie, que nos enseña
sus treinta y dos dientes—. No era necesaria tu presentación.
Se lleva la mano a la frente y exclama dramáticamente:
—Qué maleducado eres, hermano mío. —Como la atención de
las personas sigue estando en nosotros —después de todo, a todo el
mundo le gusta espiar a los Kings—, le devuelvo la sonrisa y
mantengo el tono uniforme.
—Veinticinco años y todavía no puedes aprender la simple
verdad. No soy tu hermano. A no ser que mi padre engañara a su
mujer con tu madre. —Los ojos de Charlie se entrecierran mientras
Olivia exhala pesadamente, su mano tiembla un poco mientras toma
un sorbo de su copa de champán, pero como siempre, no dice nada.
Al menos nunca comenta mis indirectas o mis comentarios
sarcásticos, oh no. En lugar de eso, va corriendo a ver a su marido
para quejarse de mí, y entonces mi queridísimo papá elige un castigo
apropiado para mis actos.
—Maldito… —empieza Charlie, acercándose a mí, pero Olivia
lo detiene con una sola mirada que lo dice todo. Charlie aprieta las
manos, resopla con frustración, pero hace lo que se le ordena en
silencio.
Oh, por supuesto que ella lo detiene.
Dios no quiera que ninguno de sus hijos monte una escena que
pueda enfadar a mi padre y hacerle dudar de su eterna devoción por
ella y sus perfectos hijos.
Felicia decide romper la tensión, aplaudiendo y anunciando
vertiginosamente:
—¡Me alegró mucho enterarme de tu compromiso! Pienso hacer
un cuadro para ti como regalo. —Aunque la felicidad brilla en su
rostro, no se me escapa la sonrisa forzada y la mirada recelosa que
dirige a Phoenix mientras se apoya un poco en Sebastian, que sigue
callado, observándonos a todos melancólicamente.
Felicia podría ngir hasta que lo logre, pero por ahora, feliz no
es una palabra verdadera para describir sus emociones.
—Creo que sorprendido es un término más apropiado —dice
Lydia y se acerca a mí—. Desde luego, sabes ocultar bien una
relación.
Mi ceja se levanta.
—No tenía idea que debía alertarlos a todos sobre mi vida
personal.
Pone los ojos en blanco y se mete otra cereza en la boca. La
chica tiene una especie de adicción a todas las bayas de este mundo,
porque papá se las encarga constantemente en las mejores tiendas.
Las inhala en un día y ni siquiera las comparte con nadie, así que
siempre asocio el rico olor de las bayas y las cerezas con ella.
—Soy su abogada, ¿vale? Tenía derecho a saberlo. Aunque me
sorprendió verte la otra noche. —Ella escupe la semilla en su vaso
vacío y murmura—: Esta familia tiene demasiados secretos; uno
simplemente no puede seguir el ritmo.
—Esa sería una observación válida si fuéramos una familia.
Pero, oh, bueno —respondo, y ella se atraganta con la cereza,
enviando dagas hacia mí mientras Felicia solo suspira angustiada.
Phoenix nalmente habla por primera vez en su compañía, su
cuerpo un poco más cálido, por lo que debe haberse calmado.
—Es un placer conocerlos a todos. Gracias por venir a nuestro
día especial. —Se aparta de mi abrazo y, sin pensarlo, le rodeo la
cintura con la mano, sin dejar que se aleje de mí.
La mirada de Sebastian se posa en ella durante un segundo
antes de volver a levantarla hacia su cara, dando un sorbo a su
bebida. Me doy cuenta que sus nudillos se han vuelto blancos, ¿debo
esperar que se rompan en cualquier momento?
¿Qué es lo que le molesta de todos modos? Por lo que he visto,
está locamente enamorado de Felicia y no se muestra precisamente
posesivo con Phoenix. Aquella vez en el bar fue más bien un modo
de protección de la persona que le importaba, más que una muestra
de celos.
Entonces, ¿por qué el enfado?
Olivia abre los brazos y hace un gesto con la cabeza para que
Phoenix se acerque, y lo hace cuando los brazos de la mujer la
envuelven con fuerza.
—Bienvenida a la familia, Phoenix —la escucho murmurar, y se
echa hacia atrás, dándole suaves palmaditas en la mejilla—. Estamos
contentos de tenerte. —Mira a Sebastian—A los dos. —Durante toda
mi vida, lo único que recuerdo de mi madrastra es lo mucho que me
molesta que haya provocado la ruptura entre mi padre y yo.
Y en este momento, me gustaría poder decir que miente
descaradamente, pero sería una mentira por mi parte. Está realmente
contenta con la nueva incorporación e incluso me regala una cálida y
tímida sonrisa.
—Espero que te guste cómo lo hemos organizado todo. No
estaba segura de tus preferencias, así que optamos por un estilo
clásico.
—Todo se ve muy bien —responde Phoenix y luego me da un
pequeño codazo—. ¿Verdad, Zach? —Hay un desafío en su mirada
junto con una leve molestia por mi grosería, apuesto, y aunque tengo
otro insulto en la punta de la lengua, me lo trago con un sorbo de
champán que sabe a mierda.
Luego alzo la copa hacia Olivia.
—Efectivamente. —Ella parpadea sorprendida ante esto, al
igual que Charlie, que frunce el ceño, sacudiendo la cabeza con
incredulidad, y solo Felicia sonríe, y esta vez sus ojos brillan de
alegría.
Ah, hermanita, no tienes que preocuparte mucho, pensando que tu
futuro esposo podría estar enamorado de mi prometida. Si lo hace, lo
acabaremos al estilo King, y no nos molestara a ninguno de los dos.
Pero no puedo decir ninguna de estas cosas en voz alta, porque
implicaría que realmente me importan todos ellos, y no es así.
O, al menos, he hecho un buen trabajo a lo largo de los años
para convencerme de ello.
Lydia pone su vaso en la bandeja cercana de un camarero que
pasa y chasquea los dedos.
—Bueno, no podemos quedarnos aquí charlando toda la noche.
Tenemos que entretenernos, ¿no crees?
—¿Es una especie de nueva etiqueta de compromiso que
desconozco?
Charlie se ríe de mis palabras recubiertas de sarcasmo,
señalándome.
—Muy buena. —Luego se engancha el pulgar en el bolsillo del
pantalón, musitando en voz alta—: Aunque he oído que uno de los
periodistas quería escribir que es falso.
Olvidándome momentáneamente de nuestra animosidad entre
nosotros, principalmente debido a mi falta de interés cada vez que él
quería iniciar el contacto, le hago una pregunta.
—¿Cuál?
—La rubia con el cabello corto. Es un tiburón, así que será
mejor que no le des una idea equivocada. —Mueve los dedos sobre
su boca—. Sonríe y sé todo sol y rosas durante la esta. —Luego se
dirige a Phoenix y me la arrebata de los brazos, abrazándola contra
su pecho y dándole palmaditas en la espalda—. Bienvenida,
Phoenix. Eres una criatura preciosa, y el perfume que usas es divino.
Phoenix se ríe un poco aunque sigue tensa y se echa hacia atrás.
—Gracias.
Le guiña un ojo y luego se dirige a mí.
—Entonces, ¿trabajamos todo como siempre?
Las cejas de Phoenix se fruncen.
—¿Como siempre?
—Presentar un frente unido a la prensa, mientras que
interiormente nos odiamos unos a otros, porque Zachary es un
marica que no puede superar sus rencores que no tienen
fundamento.
Hasta aquí un momento de paz de sus tonterías.
—Solo un verdadero King los conseguirá. Pero, oh, espera, tú
no eres uno de nosotros —respondo, disfrutando de cómo aprieta los
dientes, su mandíbula se tensa, y abre la boca para contraatacar una
vez más.
Una voz profunda desde atrás nos detiene, tranquila en su
naturaleza pero mezclada con tanta furia que prácticamente se
puede ver.
Debería haber esperado que papá interferiría. Tiene una especie
de sexto sentido cuando se trata de sus hijos adoptivos.
—Los dos déjenlo ahora mismo, o si no…
—¿O si no qué?
Vuelve toda su atención hacia mí, sus ojos iguales a los míos me
taladran y me recuerdan todas esas veces en el pasado en las que
metí la pata.
—Ninguno de ustedes es demasiado mayor para recibir una
bofetada.
—¡Anthony! —exclama Olivia, pero él la ignora, enviando una
advertencia hacia mí y hacia Charlie.
—No medirás de quién es la polla más grande con tus
comentarios enojados en esta esta. Tu madre y yo…
—Tu mujer no es mi madre, padre. —Agarro el codo de
Phoenix y nos arrastro hasta la pista de baile, donde la hago girar y
apenas tiene tiempo de recuperar el aliento mientras la atrapo en mis
brazos, con una mano en su cintura mientras la otra sostiene la suya.
Asiento con la cabeza a los músicos, que rápidamente cambian la
melodía a una más lenta, y el piano crea un ambiente de silencio con
todo el mundo mirándonos mientras bailamos en círculo.
—Dios mío, Zach —susurra Phoenix, poniendo la palma de su
mano en mi hombro y hundiendo sus dedos más de lo necesario—.
Tu descortesía era innecesaria.
Me inclino más hacia su oído, lo que hace que la apriete más
rmemente contra mi cuerpo hasta que sus curvas se amoldan a mis
músculos, y su respiración se entrecorta.
—La verdad, cariño, me importa una mierda —le susurro al
oído antes de besarla en un lado de la cabeza y levantar la cara para
que nuestras miradas se encuentren.
Sin embargo, en lugar de un arrebato de ira, se ríe, retira la
mano y me rodea el cuello con los brazos.
—Eres imposible, Zachary. —Me da un ligero beso en los
labios, frunzo el ceño sorprendido, sin esperar tal aceptación.
—¿Estoy soñando? —pregunto burlonamente, y ella vuelve a
estallar en carcajadas, negando con la cabeza.
—Somos una pareja enamorada, ¿verdad? Tengo mucho que
decir. —Baja la voz—. Pero no creo que necesites terapia ahora
mismo.
—No la necesito nunca, señora psiquiatra. —Aunque, después
de un rato, añado—: ¿A menos que incluya que se ponga una bata de
médico y me escuche en la cama? Me apunto a eso.
Sus mejillas se calientan y me golpea el pecho. Aprovecho este
momento para hacerla girar en el parquet, y luego cogiéndola en mis
brazos, me agacho y le doy un suave beso en el cuello antes de
girarnos de nuevo con ella colocada contra mí.
—¿No te gustaría? —susurro sobre su mejilla, mis manos
agarrando sus caderas con tanta fuerza que estoy seguro de estar
dejando huellas de propiedad en ella, pero no me importa.
Que todo el jodido mundo sepa a quién pertenece.
—¿Jugar a los médicos contigo? No tanto —responde con
descaro, echando la cabeza hacia atrás, mostrándome su belleza en
todo su esplendor—. No parece una idea que merezca la pena.
—Oh, puedo hacer que merezca la pena. —Me acerco -si es que
es posible en nuestra posición- para que nadie oiga lo que digo a
continuación—. Imagínate que susurro mis secretos más oscuros
contra tu piel mientras mi boca recorre lentamente tu cuerpo para
instalarse entre tus piernas y darse un festín…
Me tapa la boca con la palma de la mano, sus ojos arden de
deseo a pesar de su objeción.
—Basta ya.
Mordiendo su piel, me gano un gemido mientras ella retira su
mano, así que murmuro:
—¿Estamos ansiosos? —Sacude la cabeza hacia mí. Me balanceo
suavemente, resistiendo el impulso de empujar mis rodillas entre sus
piernas, intensi cando la pasión reprimida dentro de los dos, para
que no pueda pensar en nada más que en mi boca devorando su
coño mientras grita de éxtasis una y otra vez.
Lo único que me detiene es la idea que todas esas jodidas
personas escuchen sus gemidos de placer o vean su cara llena de
deseo, ya que todo eso me pertenece solo a mí, y nadie más tiene ese
privilegio.
—Zachary, tienes que parar. La gente está mirando —susurra,
con sus uñas arañando la piel de mi nuca, con la advertencia
brillando en sus ojos, pero, de todas formas, ¿cuándo la escucho?
—Esa es precisamente la cuestión, cariño —digo, y estoy a
punto de agacharme para robarle un beso, sin que me importe un
carajo quién esté mirando. Que saquen todas las fotos que quieran, y
si el sospechoso está cerca, listo para abalanzarse…
Ella es mía y no de él o de ella, así que sería bueno dejar que el
hijo de puta enfermo sufra antes que haga un intento inútil de
alejarla de mí.
Esta vez no se la llevará; pre ero morir antes de dejar que dañe
lo que es mío.
Sin embargo, una voz divertida irrumpe en nuestro pequeño
mundo y dice:
—Deberíamos dejar este espectáculo para mayores de edad
para después. ¿Me permites este baile, futura cuñada? —Charlie
engancha sus dedos en el codo de Phoenix, queriendo hacerla girar
hacia él, pero mi agarre sobre ella solo se intensi ca.
—Charlie, quita tus putas manos de ella —ladro, notando unos
cuantos ojos sobre nosotros, pero rápidamente desvían sus miradas,
dando sorbos a su champán, y algunas de las parejas incluso se unen
a nosotros en la pista de baile, claramente no queriendo perder la
oportunidad de salir en los titulares de mañana.
Manteniendo la sonrisa intacta, aprieta los dientes:
—Papá quiere hablar contigo.
Mi interior se eriza cada vez que llama a mi papá suyo, incluso
si es jodidamente irracional. Me importa un carajo.
—Bueno, entonces, que mal, porque no voy a dejar sola a
Phoenix.
—Por eso me pidió que la cuidara.
Phoenix pone sus manos en mi pecho, atrayendo mi atención
hacia ella, y dice:
—Tienes que ir. Estaré bien. —Estoy a punto de protestar, pero
ella utiliza sus dedos una vez más para hacerme callar—. Confía en
mí. —Todo en mi interior grita contra esta idea. ¿Cómo coño voy a
protegerla de un desastre imprevisto si voy a estar con mi padre?
Pero entonces, ¿cómo puede un hombre resistirse a esta
con anza?
Le doy una palmadita en la cabeza, la inclino hacia atrás y me
agacho para darle un beso profundo y penetrante en el que mi
lengua se entrelaza con la suya y baila un pequeño dúo. Su cuerpo se
funde con el mío, y ella gime, inclinándose para que pueda
penetrarla más profundamente, pero en lugar de eso, doy un paso
atrás.
—No la pierdas de vista. Si no, acabaré contigo —me dirijo a
Charlie, que se ríe, encontrando la idea risible al parecer, pero
realmente no debería.
Puede que tengamos una paz fría debido a que mi padre se
entromete cada vez para arreglar cualquier con icto que se avecina,
pero Phoenix es una persona con la que nunca, jamás, voy a ceder.
Con una última mirada, busco a mi padre y noto que me hace
señas en la entrada, y no tengo que adivinar a dónde ir, ya que papá
nunca cambia sus costumbres.
Si Anthony King te convoca, signi ca que está a punto de
hacerte una nueva crítica en su despacho.

Pho

—Espero que no te importe —dice Charlie, que nos hace pasar


por el parqué, y solo entonces me doy cuenta que la música ha
cambiado a un ligero vals, y ajusto mis movimientos en
consecuencia—. He pedido a los músicos otra cosa. Pensé que habría
sido demasiado raro que te abrazara como acaba de hacerlo Zach. —
Mueve las cejas—. No necesitamos ningún rumor. Aunque yo soy el
hermano más divertido.
Todavía me siento un poco incómoda en su compañía. Después
de todo, son desconocidos y, además, mis anteriores sospechas
todavía me hacen ser un poco recelosa. Probablemente esté todo en
mi cabeza y no tenga ningún mérito, pero no puedo dejar de ser
demasiado prudente por mi experiencia.
—Está bien. Sé bailar el vals. Sebastian me enseñó. —En el
momento en que esta a rmación se desliza por mis labios, me
arrepiento al instante y gimo para mis adentros. ¿Qué hermano
quiere que le recuerden que la ex mujer de su futuro cuñado se va a
casar con la familia?
Puede que todos actúen como si no les molestara, pero no me lo
creo. ¿No deberían al menos preocuparse por el bien de Felicia?
Sin mencionar que, basado en el encuentro anterior con
Zachary, probablemente odien sus entrañas tanto como las mías,
considerando todo.
Charlie debe leer el horror en mi cara, porque se ríe
ruidosamente, dando un giro rápido que por un segundo me marea
la cabeza pero luego ralentiza sus movimientos una vez más.
—Cariño, todo el mundo conoce tu pasado. No tienes que
ocultarlo. —Se balancea, se balancea, se balancea—. Felicia sabe lo
que rmó cuando aceptó casarse con él.
—Dudo que rmara para ver mi cara en cada función familiar.
Charlie se encoge de hombros, aún sin perder el ritmo del baile.
—Bueno, si te juntas con una persona divorciada, tienes que
esperar que a veces el pasado se mani este. Además, le
preguntamos si él es realmente lo que ella quiere, y dijo que sí. —La
música se ralentiza poco a poco y me hace girar, nuestros dedos se
entrelazan mientras me hace girar de nuevo antes de reanudar los
pasos—. Una vez que tomamos una decisión, tenemos la
responsabilidad de asumirla, ¿no crees? —Hay una nota extraña que
recubre su tono, pero no tengo tiempo de pensar en ello porque la
música termina y el público aplaude a los músicos, y Charlie me
levanta el codo—. Vamos a presentarte adecuadamente a la familia,
¿de acuerdo?
—¿La presentación anterior no fue adecuada? —pregunto
confundida, ligeramente sorprendida por su comportamiento y sin
saber cómo reaccionar ante él. Casi esperaba que se burlaran de mí y
se hicieran los poderosos, pero en lugar de eso, son casi…
¿acogedores?
Charlie pone los ojos en blanco.
—Joder, no, disculpa mi lenguaje, por favor. —Caminamos
lentamente hacia donde toda su familia sigue en alguna
conversación, según por lo emocionada que Lydia mueve sus dedos
—. Zachary estaba arremetiendo como siempre y la situación se
complicó.
—Bueno… —Si empieza a hablar mal de Zachary, no podré
mantener la boca cerrada para no defenderlo. Alguien tiene que
hacerlo, basado en lo que me dijo.
No importa qué o por cuánto tiempo vaya a ser parte del clan
King, siempre estaré de su lado.
—No hace falta que saques las garras, cariño. —Charlie me da
una palmadita en el brazo—. Queremos a Zach, aunque nos odie. Es
de la familia, después de todo. —¿Qué? ¿Cómo puede decir eso si no
tienen ninguna relación? —. Aunque a veces es más bien una oveja
negra.
—Tiene sus razones.
—Si nos diera una oportunidad, vería que ya no tiene que
aferrarse a sus razones.
Antes que pueda responder a eso, nos reunimos con su familia,
y Olivia me saluda con una cálida sonrisa. Parpadeo al ver lo
tranquila que está, todo un contraste con lo que era con Zach hace
unos minutos.
—Bailas muy bien. —Me felicita antes de señalar a un camarero
—. ¿Quieres algo de beber?
—Solo agua, por favor. —Aunque necesito un trago de alcohol,
no atenuaré mis reacciones ahora con el sospechoso suelto. Si es que
está aquí; todas nuestras teorías son solo eso, después de todo.
Teorías que podrían no hacerse realidad mientras el sospechoso
planea su próximo ataque, sorprendiéndonos cuando menos lo
esperamos.
Capto la mirada de Sebastian sobre mí y me muevo
incómodamente, esperando que no inicie ninguna conversación
conmigo, porque será más que extraño con todos los ojos puestos en
nosotros.
A pesar de haber pasado la mayor parte de mi vida adulta con
Sebastian, ahora mismo no siento nada hacia él, ni siquiera una pizca
de celos al verlo con Felicia.
Solo puedo esperar que ella lo haga feliz, porque en el fondo es
un hombre bueno y honorable. El hecho que haya renunciado a mí
no signi ca que sea un imbécil que merezca arder en el in erno.
—Me encanta tu vestido —dice Olivia, acercándose para tocar
el material—. La seda es una tela complicada, pero Frankie hace
maravillas con ella.
—Espero que diseñe mi vestido de novia. —dice Felicia y me
dedica una sonrisa tentativa que yo devuelvo, agradeciendo al
camarero cuando me trae una botella de agua—. Aunque su lista de
espera es una locura. No hace excepciones, así que nuestros nombres
no signi can nada. —Sus cejas se fruncen—. ¿Cómo has conseguido
este? Ni siquiera lo he visto en su catálogo.
Lydia suelta una carcajada, se mete otra cereza en la boca y la
baña con su champán.
—Zachary conoce a su pareja. Así que creo que es seguro decir
que hace algunas excepciones. —coloca la mano en su cadera,
dirigiéndome una mirada que probablemente debería hacerme sentir
culpable, pero que solo aumenta la confusión general que
experimento en compañía de esta familia.
Teniendo en cuenta los sentimientos de Zachary hacia ellos, ¿no
deberían tener al menos algunas reservas, ya que esencialmente yo
maté a Angelica… aunque fuera contra mi voluntad?
¿O no les importa mucho y confían en el juicio de Zachary para
tomar una buena decisión?
La culpa me invade por mis pensamientos anteriores sobre que
uno de ellos podría ser un sospechoso. El hecho que no tengan una
gran relación con Zachary no signi ca instantáneamente que estén a
la caza de él.
Lydia se dirige a mí.
—Prométeme que al menos no nos enteraremos de tu boda por
las noticias. —Mis mejillas se calientan ante eso, y todos comparten
una risa colectiva; todos menos Sebastian, que me estudia
atentamente, aunque sigue permaneciendo cerca de Felicia.
—Yo tampoco me esperaba una proposición —con eso, y
Olivia sonríe, mirando a lo lejos.
—Anthony también me propuso matrimonio de la nada. En un
momento estábamos hablando de diferentes modelos de autos, y al
siguiente, estaba arrodillado frente a mí, sosteniendo este anillo. —
Mueve su mano izquierda con un gran za ro—. Supongo que de tal
palo tal astilla. —Hay tanta calidez en sus palabras que no deja duda
que realmente ama a su marido—. Cuando un King quiere a una
mujer, no espera.
Charlie exclama dramáticamente:
—Tendré que decirle a Nathan que no lo quiero, ya que no le
voy a proponer matrimonio pronto.
Lydia resopla.
—Eso es porque sabes que no dirá que sí hasta que termine la
escuela. —Parpadeo ante esto y luego estudio a Charlie críticamente,
preguntándome qué edad tiene para salir con un estudiante.
Espera.
No podría salir con su propio alumno, ¿verdad? ¡Eso está súper
prohibido!
—Tengo treinta y dos años, y mi novio tiene veinticinco, así que
todo es legal. No está en mis clases —me dice antes de disparar a
Lydia—. Y para tu información, él dirá que sí. El hombre está
perdidamente enamorado.
Felicia se ríe y le da una palmada en el hombro.
—¿Por qué no le propones matrimonio entonces? —Se acerca
para susurrar en voz alta—: ¿Es porque no estás tan seguro? ¿O
porque sabes que se negará, ya que la carrera de ingeniería es su
principal prioridad en este momento?
Dirige una mirada molesta a sus hermanas antes de escupir:
—Las odio a las dos. —Se echan a reír, con su madre negando
con la cabeza, aunque sonriendo también, y por un segundo, me
siento fuera de lugar.
Porque esta familia comparte entre sí un afecto como nunca
antes había conocido. ¿Cómo ha podido Zach negarse
voluntariamente a formar parte de esto?
¿Es posible que a veces, cuando queremos proteger nuestro
corazón de más dolor, perdamos conexiones vitales en la vida que
podrían haberla mejorado mil veces, si tan solo fuéramos lo
su cientemente valientes como para aferrarnos a ella en lugar de
huir en otra dirección?
Zachary rechazó a la familia de su padre, porque ya había
experimentado la gran pérdida que supone perder a un progenitor.
Era más fácil apartarlos y culpar a su padre, en lugar de abrirse a
nuevas personas que podrían haberlo ayudado si se lo hubiera
permitido.
¿Es esto lo que estoy haciendo? ¿Guardar mi corazón cuando tiene la
oportunidad de sanar?
—Basta, ustedes dos. —Olivia se dirige a sus dos hijas y luego
señala las piernas de Felicia, desviando la atención de todos hacia
allí—. ¿Qué ha pasado aquí, cariño? —Sus rodillas están raspadas,
como si algo las hubiera cortado, y sus mejillas se calientan cuando
se apoya en Sebastian, que la rodea con su brazo de forma innata.
—La alacena de nuestra cocina se rompió y varios platos se
hicieron añicos. Así que, cuando intentó recogerlos todos, se cortó.
—Los jadeos colectivos resuenan entre nosotros mientras la mirada
de Sebastian se ensombrece. Pasa el pulgar por el hombro de Felicia
—. Le dije que no lo hiciera, pero, ¿cuándo me escucha?
—Oh, Dios, alguien tiene que ir a arreglar eso. Podría ser
peligroso —dice Olivia, y todos asienten, aunque todavía estoy un
poco confundida de cómo pudo haberse hecho tal corte simplemente
tropezando con ellos.
¿No habría visto los trozos al arrodillarse?
Felicia les quita la preocupación.
—Le están dando demasiada importancia a todo esto. Además,
estoy bien y solo tengo un rasguño. Ni siquiera es profundo. —
Incluso con tacones, sigue siendo más baja que Sebastian, así que se
levanta sobre las puntas de los pies para darle un ligero beso en la
barbilla—. No tienes que preocuparte, amor.
La ternura se adueña de su voz cuando dice:
—Siempre me preocupo por ti.
Desvío la mirada hacia abajo, pero no por el amor que brilla en
sus ojos cada vez que la mira, sino porque me parece casi intrusivo
observarlos en este momento.
Sebastian nunca me había mirado así, como si yo consumiera
todos sus pensamientos y deseos. Me amaba con todo lo que tenía,
sí; sin embargo, ese amor era más… tranquilo en su naturaleza,
supongo.
Como el océano en un día soleado, pero en el momento en que
una tormenta tronó en el cielo, se estrelló contra las rocas.
El hombre frente a mí ama apasionadamente a esta mujer,
rodeándola con el amor que tanto anhela, si es que hundir su rostro
en su pecho es algo por lo que pasar.
Y una sonrisa se me dibuja en la comisura de los labios, porque
me alegra saberlo. Ninguna mujer merece ser la segunda en esta
vida, y es estupendo que Sebastian haya encontrado un amor aún
más grande, que haya aprendido a amar tan profundamente a pesar
de nuestro pasado, que podría haberlo marcado.
Zachary te mira con la misma intensidad. Intento ignorar la
vocecita en mi cabeza que me susurra esto, esperando que el sentido
común la haga callar.
Sebastian y Felicia han tenido qué, ¿años para aceptar sus
sentimientos? Mientras que Zachary y yo hemos tenido días, y en
esos días han pasado tantas cosas que parecen eternas.
Sin embargo, si Sebastian fue lo su cientemente valiente como
para tomar una segunda oportunidad en el amor… ¿por qué yo no?
Incluso Zachary no tiene miedo, irrumpiendo en mi vida y
exigiendo la rendición a pesar de haber perdido a su mujer
trágicamente. Todas las cicatrices de su corazón no le impiden
volver a querer una relación.
Lydia gime cuando se acaba todas las cerezas y se queja:
—Mamá, ¿por qué no has pedido fresas para esta esta?
—Porque no es tu esta de compromiso.
Charlie chasquea los dedos hacía el camarero, dando golpecitos
en su vaso vacío.
—Sí, te las acabas tan rápido que es vergonzoso.
—Que te jodan, Charlie. —Y entonces resopla molesta cuando
un ash se dispara apuntando a nosotros—. Parece que todavía no
han conseguido su cientes fotos.
—Quieren drama y no se lo vamos a dar. Pobres invitados —
dice Charlie, aunque su voz da a entender todo lo contrario—.
Apuesto a que es porque Sebastian y Phoenix están cerca. Tal vez
estén esperando a que ambos se tiren del pelo.
Debo dárselo a Charlie.
Sabe cómo sacar a relucir el elefante en la habitación con estilo y
todo el mundo se queda callado en un incómodo silencio.
Felicia suspira profundamente.
—Yo soy del tipo artístico. ¿Por qué iba a tirarle del cabello a
alguien? Creo que exhibirlos en una de mis obras de arte como
criaturas horribles sería un enfoque más singular. —Me guiña un ojo
—. ¿No crees?
—Sí, nunca me meto en peleas.
—Choquen esas cinco chicas —exclama Lydia, levantando las
dos manos en el aire, y las palmamos.
—Quizás deberíamos ir todas a la terraza y mezclarnos con los
invitados para que no nos miren como monos a punto de actuar —
ofrece Olivia, dando un paso hacia la terraza, cuando Felicia la
detiene.
—No, mamá. Creo que Sebastian y Phoenix tienen que bailar
ahora mismo. —Parpadeo en estado de shock, porque maldición,
¿qué?
Por la misma reacción de Sebastian, comprendo que él tampoco
ve con buenos ojos esta idea.
—No creo… —empiezo, pero Felicia me interrumpe.
—Si quieren un espectáculo, se lo daremos, pero bajo nuestras
condiciones. Además, esto acabará con cualquier rumor sobre toda
esta situación. Estoy segura que Zachary estaría de acuerdo
conmigo.
—Matarnos, más bien —susurra Charlie en voz baja, pero
Felicia sigue empujando a Sebastian hacia mí.
—Vamos, cariño —le dice.
—Pienso que es una buena idea. —Olivia asiente—. De esta
manera, retrocederán.
Antes que pueda protestar más, Sebastian me agarra de la
palma de la mano y tira de mí hacia la pista de baile, con todo el
mundo, una vez más, mirando y murmurando entre sí.
A pesar de querer estar en cualquier sitio menos aquí, ya no
puedo rechazar la oferta. En el momento en que me aleje de
Sebastian, comenzarán los rumores que no he superado a mi ex, y
Dios sabe qué más.
Realmente espero que Zachary entienda mi situación imposible.
Aunque es una esperanza inútil con la furia que cruza su rostro
cada vez que surge el tema de mi exmarido. El hombre es muy
posesivo conmigo y, para mi frustración, eso emociona ciertas partes
de mí.
Charlie corre hacia la banda y, en un segundo, todos asienten
mientras el lento ritmo del jazz se ltra a través de los altavoces.
Sebastian coloca su mano en mi cintura mientras nos abraza más
cerca pero aún mantiene una pequeña distancia entre nosotros.
Nuestras manos se entrelazan cuando pongo la mía dentro de
la suya, y empezamos a bailar lentamente, con nuestros
movimientos probablemente rígidos y pesados por la tensión que
llena el aire.
—Siento esto —dice Sebastian, mirando por encima de mi
hombro mientras exhalo con fuerza.
Ni en un millón de años habría pensado que me encontraría en
una situación así, pero aquí estamos.
—No es tu culpa. Además, Felicia tiene razón. Con suerte, esto
acabará con todas las tonterías que ha dicho la prensa.
Se ríe.
—¿Tú también las has leído? Cómo lo mantenemos en familia,
al estilo King.
—Sí, es una estupidez. Y no es verdad de todos modos.
—Siento si te he molestado cuando fui al bar. —Sus dedos se
clavan en mi cintura mientras giramos y nos balanceamos—. No era
mi intención.
—Sebastian, está bien. No tenemos que hablar. —De hecho, lo
pre ero así, para no remover viejas heridas.
Aprieta mi palma y me mira, sus ojos azules están llenos de
remordimiento y culpa. Los ojos que solían iluminarse cada vez que
entraba a la habitación, ¿no es gracioso cómo todo cambia con el
amor?
La persona sin la que no puedes vivir se convierte en aquella
con la que ya no puedes imaginar vivir.
Y la persona que más odiabas se convierte en algo vital para ti y
en la única protección que tienes en este mundo.
—Debería haberte escuchado. Debería haber estado de tu lado.
Siento no haberlo hecho. —Su voz se vuelve ronca y la aclara—. Por
lo menos, por favor, cree que lo siento profundamente.
Una sonrisa triste se extiende por mi boca.
—Nos conocemos desde hace más de diez años, Sebastian. Di la
verdad. No me hará daño. —¿No recuerda que siempre sé cuándo
miente?
Se tensa y respira profundamente.
—No es una mentira. Siento lo que has tenido que pasar.
—Pero no lamentas no haberte quedado a mi lado. Porque
conociste a Felicia. —Se congela, tropezando un poco, pero
rápidamente reanudamos nuestro baile—. Por eso te sientes tan
culpable. Antes no lo entendía, pero ahora sí. No tienes que
disculparte por amarla —digo nalmente, encontrando
extrañamente la libertad en estas palabras, y parte de la presión de
mi pecho desaparece, cerrando para siempre la puerta que ha estado
cerrada durante años.
Pero con esto, pongo un sello que nada lo podrá romper.
Nuestra relación se ha convertido en nada más que un fugaz y
hermoso recuerdo que tiene una sensación agridulce.
—¿Realmente amas a Zachary? —me pregunta, ya que no
puede argumentar mi a rmación anterior, pero antes que pueda
responder, continúa—: Me dio mucha rabia que estuviera allí. Pensé
que quería atormentarte. Incluso se comportaba de forma territorial,
pero resulta que estaba equivocado. En realidad están juntos. Nunca
lo hubiera pensado. —Me aparta, agarrándome de la mano y,
haciéndome girar sobre el parqué antes de volver a tomarme en
brazos—. Espero que seas feliz con él. Te lo mereces.
—Los dos nos merecemos ser felices sin que las sombras del
pasado planeen sobre nuestras cabezas. —Le doy una palmadita en
el hombro—. Simplemente no estábamos destinados a estar juntos,
pero te doy las gracias por todo, Sebastian.
Incluso por no haber leído mi carta, porque este hombre habría
quedado destrozado por la culpa si hubiera sabido lo de nuestro
bebé.
No le deseo tal dolor a nadie, y menos a Sebastian.
Pienso que tal vez este cierre sea uno de los peldaños de mi
futuro, donde el pasado ya no me perseguirá.
Y tal vez haya esperanza para un futuro más brillante que
incluya a un hombre como Zachary.
Aunque la idea me asuste mucho.
Capítulo 20
—Dicen que el mayor amor llega cuando menos lo esperas, y es cierto.
Cuando corremos persiguiendolo, nunca se frena lo su ciente como para
que lo atrapemos.
Sin embargo, en el momento en que lo soltamos, el amor salta sobre ti,
atrapándote en su red sin posibilidad de escapar.
La misma analogía funciona también con el dolor.
El dolor agónico que te parte en dos llega cuando menos lo esperas.
Y en tal caso, asesta un fuerte golpe que no todos pueden soportar.

~Phoenix

Zac

El reloj de madera de la pared del despacho hace un fuerte tic


tac en el estirado silencio mientras mi padre y yo nos sentamos uno
frente al otro, separados por el enorme escritorio de roble.
Con un vaso de whisky en la mano, me lo froto contra la mejilla
mientras estudio el entorno que me rodea, preguntándome si
siempre ha sido tan… sombrío y oscuro.
Las paredes están pintadas de blanco y marrón y de ellas
cuelgan fotos de papá con sus seres queridos en diferentes etapas de
su vida.
Algunas de ellas son con mi madre, conmigo de niño, con su
otra familia y, por último, una la interminable de él y Emmaline en
la que ambos ríen felizmente a la cámara.
Siempre me ha asombrado la facilidad con la que papá aceptaba
a su nieta y nunca me hizo ninguna pregunta al respecto, aunque
probablemente tenía muchas.
Cuando era niño, me encantaba colarme aquí y esconderme
bajo su escritorio mientras tenía varias llamadas de negocios,
estudiándolo en esos momentos con asombro, porque entonces
parecía tan poderoso.
Con una sola orden, cerraba tratos, despedía o contrataba gente,
y seguía expandiendo su imperio que un niño como yo no podía
evitar querer emular cuando fuera mayor.
Después de mi habitación, su o cina había sido uno de mis
lugares favoritos para pasar el rato y sentirme más cerca de papá,
escuchando cada uno de sus consejos mientras soñaba con llegar a
ser como él algún día y ser dueño de la misma o cina.
Es curioso cómo cambia nuestra perspectiva a medida que
crecemos.
Ahora, este lugar es el que evito como la peste, porque ya no
tiene ningún signi cado especial para mí.
Papá agarrando el bolígrafo del escritorio y lo hace girar entre
sus dedos de un lado a otro, y con otro tic-tac, por n me he cansado
de esta mierda.
Mi respeto por el anciano solo dura un tiempo.
—¿Qué era tan urgente que tenías que hablar conmigo? —
pregunto, y sus ojos se alzan hacia mí, todavía jodidamente ilegibles
—. Porque si todo lo que vamos a hacer es sentarnos y cruzarnos de
brazos, voy a volver con mi prometida. —Me pongo de pie,
dispuesto a salir corriendo de aquí, y me gustaría poder decir que es
solo por Phoenix.
Pero la verdad es que…
No tengo idea de cómo permanecer en la compañía de mi padre
el tiempo su ciente para no lanzarle un insulto, y lo odio, joder. Un
hombre de mi edad no debería estar tan obsesionado con el pasado
como para seguir arremetiendo como un adolescente al que le falta
atención.
Sin embargo, de alguna manera, cada vez que tenemos nuestras
conversaciones, ese chico del pasado asoma la cabeza y sigue
repartiendo golpes verbales sin ánimo de poner n a las viejas
disputas.
—Siéntate —ladra, y para mi puto asombro, lo hago, los cubitos
de hielo chocan entre sí en mi vaso—. Un padre no se entera del
compromiso de su hijo a través de las redes sociales.
—Sí, bueno, papá, creo que se me olvidó el memo en el que
estamos cerca.
—Soy tu padre.
—¿De verdad? Podría haberme engañado. Además, no estoy de
humor para escuchar tus sermones sobre cómo podría perjudicar a
tu preciosa princesa y a su caballero de brillante armadura. —Porque
de eso se trata, ¿no?
Siempre se trata de sus putos sentimientos y nunca de los míos.
Papá exhala una fuerte bocanada de aire y se pellizca el puente
de la nariz antes de volver a centrar su mirada en mí, y esta vez veo
ira en su rostro, pero también… ¿agotamiento? Por primera vez se le
nota la edad en la cara, y eso despierta algo en mi interior, aunque
hago lo posible por aplastarlo con fuerza.
Las emociones son peligrosas, ya que tienen el poder de
dominarte, y ya no tengo ese lujo con mi padre.
Si es que alguna vez lo tuve.
—¿Cuándo va a parar, Zach?
—¿Qué quieres decir?
Hace un gesto con la mano entre nosotros.
—Este distanciamiento y animosidad que nos has puesto a lo
largo de los años. ¿Cuándo se acabará? —Su mano aprieta el
bolígrafo con tanta fuerza que la parte superior se levanta y cae al
suelo—. Han pasado veinticinco años desde que Katherine murió.
Todo en mi interior se paraliza ante la mención del nombre de
mi madre, y terminando mi bebida rápidamente, dejo el vaso sobre
la mesa por miedo a romperlo, joder. La ira y la rabia corren por mis
venas, hirviendo hasta tal punto que no puedo evitar arremeter
contra él.
Una vez más, joder.
—Me sorprende que te acuerdes de ella.
Papá golpea el escritorio con los puños, las cosas que hay en él
saltan y aterrizan de nuevo con un fuerte estruendo.
—¡Maldita sea! —ruge y luego respira profundamente—. Amé
a tu madre con todo lo que tenía.
No puedo creer que haya decidido iniciar esta conversación esta
noche y precisamente aquí. Después de años de intentar hablar con
él, y que él se desentendiera constantemente de mis preocupaciones
y sentimientos hasta que me harté, ¿ahora por n ha decidido
arreglar esto?
¿Se ha vuelto loco?
Este barco zarpó hace mucho tiempo, ¡y no hay una puta
manera de alcanzarlo ahora!
—Cierto. Por eso te volviste a casar tan rápido, ¿eh? Porque la
amabas mucho. —El sarcasmo y el disgusto brotan de cada una de
mis palabras—. Y trajiste a Olivia y a sus hijos a esta casa. A la casa
de mamá —grito la última parte y veo que las manos de papá
tiemblan un poco mientras se pasa los dedos por el cabello.
El silencio que sigue a mis palabras es casi ensordecedor; el
corazón me late tan fuerte en el pecho que prácticamente puedo
sentirlo en la garganta, y me sudan las palmas de las manos. Por
mucho que me obligue a calmarme, no consigo controlar mis
emociones, y el odio también me invade.
Odio que quiera hablar esta noche cuando tengo que ser frío y
distante para atrapar al sospechoso que juega conmigo como si fuera
su juguete favorito.
Su conversación llega veinticinco años tarde.
—¿Es un crimen volver a amar, Zach? —Papá susurra, pero
bien podría haber gritado; sus palabras tienen el mismo efecto en mí,
y entonces nuestras miradas se conectan, la suya torturada y la mía
sorprendida—. El amor no tiene límite de tiempo. A veces crees que
se tarda mucho en amar a una mujer, pero luego la ves y… encaja.
Simplemente hace clic, hijo —dice, pasándose la mano por la cara—.
Viví y respiré por tu madre. Pero ella murió.
Me río amargamente.
—No me hables de ella. ¿Y sabes qué? Para que se termine toda
esta mierda, ¿qué tal esto? Estoy jodidamente feliz que hayas
encontrado a Olivia. Lo has hecho bien, papá. ¿Estás contento ahora?
—Con esto, me vuelvo a levantar, y estoy dispuesto a largarme de
aquí para poder escapar por n de esta mierda, de esta situación
emocionalmente agotadora en la que mi padre y yo hablamos en
idiomas diferentes porque nunca podemos ver esta situación a través
del mismo prisma.
Se enamoró. ¿Fue un crimen? No.
Pero, ¿por qué, con su puto amor, se olvidó de su primera
familia? ¿Enviarme a un internado? ¿Siempre se puso de su lado
sobre el mío?
Él amaba a esos niños. ¿Era algo malo? No.
¿Por qué entonces les dio las cosas que no me dio a mí? ¿Por
qué los mantuvo cerca mientras yo sufría en la distancia, perdiendo
no solo uno sino dos padres al mismo tiempo?
Sus decisiones construyeron los cimientos de nuestra relación, y
me niego a asumir la responsabilidad por ello. Él era el padre
entonces. Era su trabajo arreglar nuestra relación, no el mío.
Aunque lo intenté. Dios sabe que lo he intentado.
—Amabas a Angelica —dice, y yo sigo, medio girándome hacia
él para verlo levantarse de la silla y plantar ambas manos en el
escritorio, inclinándose hacia mí—. La querías. Lo vi en tus ojos. Y
luego te vi derrumbarte cuando ella murió. ¿Sabes lo que le ocurre a
un padre cuando ve sufrir a su hijo? —Se golpea el corazón—. Duele
aquí. Duele aún más cuando sabes que no puedes hacer nada para
ayudarlo. —Recoge uno de los marcos, que sostiene la foto de
Emmaline—. Entonces la adoptaste y todo cambió. Ella te sacó de tu
dolor.
—No lo hagas, papá. No metas a mi hija en esto —le advierto,
porque yo no soy como él. No dejo que mi vida personal afecte a la
de mi hija.
—Tú amabas a Angelica. ¿Amas a Phoenix? —No digo nada,
solo aprieto más los dientes, y él suelta una risita, aunque la tristeza
la adorna—. Ni siquiera puedes admitir ante ti mismo que la amas.
Porque da miedo. Volver a amar a una mujer después de haber
perdido a tu primer amor.
—No —vuelvo a decir, odiando toda esta puta mierda que me
revuelve la cabeza, pero mi padre no ha construido su imperio
porque se haya detenido cuando alguien se lo ha pedido.
Oh, no.
Siempre fue por la victoria, y eso es exactamente lo que está
haciendo ahora.
—Fui un tonto. El amor no sucede una vez en la vida. Ocurre
tantas veces como te regala la vida. Así que, por favor, por el amor
de Dios, valóralo y no huyas de él. —Señala hacia el espacio abierto
—. No sé por qué hiciste este compromiso, pero, hijo, espero que no
pierdas a la mujer de la que te enamoraste rápidamente debido a las
tonterías que te dije en el pasado.
Rodeando con mi mano el pomo de la puerta, digo en voz baja:
—Es un poco tarde para consejos, papá. Acepta nuestra relación
y no presiones para conseguir más. —Y tal vez debería escucharme
también.
Aceptarlo todo y enterrar mi resentimiento en la tierra, no darle
vueltas a lo que podría haber sido y disfrutar de lo que hay.
—¿Has pensado qué pasará cuando sepa que Emmaline es su
hija?
Me paralizo, con la cara aún concentrada en la puerta, pero oigo
el golpeteo de sus zapatos acercándose a mí.
—Nunca te hice preguntas sobre ella, porque lo sabía.
Por supuesto que lo sabía. Lo manejé a través de personas que
trabajaban con él. ¿De verdad creía que no compartirían mi secreto
con él?
La lealtad de estas personas pertenecía al King mayor y no a mí.
—Papá, no soy un niño. —Toda esta preocupación llega un
poco tarde, ¿y qué quiere oír de todos modos? ¿Gratitud por guardar
mi secreto? —. Y no te pedí ayuda.
Coloca su mano en mi hombro y lo aprieta, sin tratar de darme
la vuelta ni nada, y creo que es la primera vez que papá me toca
desde…
Desde hace mucho tiempo, ni siquiera recuerdo la última vez
que estuvimos tan cerca sin lanzarnos en una pelea a gritos.
—Lo sé. Pero todavía estoy aquí para ofrecerlo. Intenta no
perder a las personas que más quieres. Porque cuando sepa la
verdad, querrá alejarse de ti y llevarse a su hija. —Un apretón más
antes de soltarlo—. Así que no retengas tu amor, hijo. Será tu única
gracia salvadora en esta situación.
Amor.
Una palabra tan corta que signi ca el puto mundo.
No puedo salir de la habitación lo su cientemente rápido, sus
palabras jugando en mi mente mientras la voz dentro de mí grita
que lo escuche y le diga la verdad a Phoenix, pero, ¿cómo puedo
hacerlo ahora?
Cualquier distracción podría costarnos la vida y no volveré a
correr riesgos con ellas.
Y el viejo no tenía que sermonearme sobre el amor, porque
conozco la magnitud de mis emociones hacia ella, aunque estén mal
y no deban estar ahí con nuestro pasado y el poco tiempo que nos
conocemos de verdad.
Aunque a veces parece que ha estado conmigo durante los
últimos cuatro años, porque cada pensamiento sobre ella consume
mi mente.
Sin embargo, mi cuerpo sigue temblando por la conversación, y
necesito desesperadamente que Phoenix calme la tormenta que hay
en mi interior. De pie en la entrada de la sala común, mis ojos la
buscan entre los innumerables invitados con el brillante vestido que
tiene el poder de cegar a una persona si no tiene su ciente cuidado.
Y entonces, por n, la localizo, solo para que la furia rugiente
vuelva a clavar sus garras en mí mientras la bestia que llevo dentro
me exige que vaya hacia ella.
Mientras baila con Sebastian en medio de la pista, con la mano
de él en su cintura mientras una sonrisa adorna sus labios, y está tan
jodidamente relajada, como si él no fuera el hombre que la hirió,
arrojándola a las fosas del in erno para que todos los demonios se
den un festín con su carne.
Los celos y la posesividad no son emociones que me resulten
familiares, porque nunca las experimenté en esta medida con mi
difunta esposa. Angelica siempre estaba a mi lado y me miraba con
tanto amor que nunca tuve que preocuparme por otros hombres y
sus miradas hacia mi mujer.
En cambio, me sentía orgulloso que estudiaran a la hermosa
criatura que me pertenecía.
¿Pero con Phoenix? Solo la idea que cualquier hombre la mire y
se pregunte cómo es tenerla en sus brazos, o toda su belleza para su
placer, despierta la bestia dentro de mí que quiere su sangre y
esconderla de ellos.
Especialmente del hombre que tuvo su corazón durante tanto
tiempo y la conoce mejor que nadie, la conoce de una manera que
ella no se ha abierto a mí y fue un hombre a quien ella eligió
voluntariamente.
En lugar de mí, que se impuso sobre ella, con ella negando
constantemente nuestra atracción por el otro y maldiciéndolo hasta
el in erno.
Pero Phoenix es mía, con resistencia o sin ella, y mi puto
nombre no es Zachary King si Sebastian cree que puede entrar aquí,
colgando su pasado en mi cara, y puede robarme a mis chicas.
Me importa una mierda cómo las obtuve; nunca, jamás,
permitiré que nadie me las quite.
Ya sea Sebastian, el sospechoso o la propia Phoenix.
Controlando a duras penas mis ganas de lanzarme hacia ellos y
darle un puñetazo en la cara para que todo el mundo lo vea, para
que no tenga ninguna duda de a qué atenerse con mi mujer, muevo
el cuello de un lado a otro, engancho los pulgares en los bolsillos del
pantalón y, curvando la boca en una sonrisa siniestra, me paseo
perezosamente por la sala con los ojos de todo el mundo
recorriéndome a mí y a la pareja de bailarines, con la expectación
escrita en sus caras, probablemente pensando que pronto tendrán
otra escena que compartir con el mundo.
Después de todo, según los estándares de los chismes, la esta
ha sido aburrida hasta ahora, pero yo nunca estuve allí para
complacer, ¿verdad?
Charlie aparece a mi lado, igualando mis movimientos, y dice:
—No hagamos nada irracional, ¿de acuerdo? Te va a joder la
imagen. —Me ofrece una copa de champán, pero la ignoro,
contraatacando para caminar hacia mi mujer.
—¿Desde cuándo te importa mi imagen pública?
—Desde que eres el director general y mi dinero depende de ti.
—Termina su vaso—. Y a pesar que eres un imbécil, te sigo
respetando. Aunque te odio a muerte por ser siempre malo con mi
madre.
—Sí, eso es razonable. —En esto estoy de acuerdo con él,
porque si alguien le hubiera hablado a la mía como yo me permito
hablarle a Olivia, le habría dado una paliza a pesar de la petición de
mi madre de no hacerlo.
Me detiene enérgicamente con su mano agarrando mi hombro,
y me vuelvo hacia él, aunque mis ojos siguen puestos en mi mujer,
que sigue bailando jodidamente con su ex marido, ¡pero ahora se
están riendo!
—Zach, bailó con ella porque Felicia se lo pidió. ¿De acuerdo?
Así que…
—Charlie, te agradezco la preocupación, pero me importa un
carajo.
Resopla exasperado y divertido.
—Porque no somos familia, ¿verdad?
—No, porque no soporto ver a mi mujer en brazos de otro
hombre. —Los ojos de Charlie se abren en estado de shock, y para
ser jodidamente honesto, también los míos por haber compartido
tanto con él—. Así que, si me disculpas, me gustaría hablar con mi
prometida. Sin montar una escena —añado, por el bien de quién, no
lo sé.
Pero de nuevo, tal vez debería dejar de lado mi resentimiento
hacia los niños que no tenían la culpa de lo mucho que mi padre los
quería. No es que hayan tratado de echarme de la familia.
Lo hice por mi cuenta cuando no los acepté.
—Bueno, está bien. A mí tampoco me gustaría ver a mi novio
en los brazos de otro hombre —dice con un guiño y da un gran
sorbo al vaso que he rechazado—. Además, creo que Felicia va a
explotar de preocupación si conversan un minuto más.
Sí, de todos modos, ¿en qué coño estaba pensando al enviar a
su prometido a entretener a la mía?
Me doy cuenta que Felicia se precipita hacia mí desde la
izquierda, aunque el alivio reluce en su rostro cuando me interpongo
entre la pareja, rodeando suavemente el hombro de Phoenix, que
jadea sorprendida al verme pero no se resiste al agarre.
Al menos tenemos eso; de lo contrario, no estoy seguro de
haber podido mantener la cordura en esta situación.
—Sebastian, gracias por ocupar a mi prometida mientras yo
estaba afuera —digo lo su cientemente alto para que todos nos
escuchen, para que no tengan motivos para chismosear sobre
nosotros—. Es bueno saber que siempre se puede contar con la
familia.
—El placer ha sido todo mío —responde, aunque una extraña
expresión cruza su rostro al estudiarme durante un segundo antes
que una sonrisa se dibuje en él—. Felicidades una vez más, Zachary.
Cuídala mucho. —Me tiende la mano, y la estrecho a tiempo para
que Felicia se una a nosotros, enganchando su brazo en el de
Sebastian.
—¿Cómo fue la conversación con papá? —pregunta y luego
sacude la cabeza—. En realidad, no respondas. En cambio, prometan
venir a mi galería de arte. Tendremos un espectáculo musical allí
también.
Phoenix parpadea ante esto y luego murmura:
—Bueno, eso suena encantador, pero no estoy segura que Zach
y yo…
—Tengo la invitación. Iré. —Felicia se queda boquiabierta y yo
la cierro con el dedo índice—. Sé que es importante para ti. —No
estoy seguro de cómo actúa un hermano mayor en este caso, pero
decido hacer un esfuerzo con todos ellos a partir de ahora,
aceptando la rama de olivo que han estado extendiendo durante
años.
No es que una pequeña conversación con mi padre me haya
abierto los ojos a mis malas acciones o algo así, una especie de gran
epifanía.
Sin embargo, tal vez haya llegado el momento de madurar y,
con ello, no arruinar con mi resentimiento la familia en la que
crecerá mi hija.
Pero lo primero es lo primero.
Ha llegado el momento de recordarle a mi mujer a quién
pertenece de la forma más primaria posible.
—Ahora si nos disculpas, tenemos que ir a ver esas ampollas
que tiene Phoenix.
—¿Qué? —Sus cejas se fruncen en confusión, y rozo con el
pulgar la línea que se forma entre ellas.
—He visto cómo te estremecías antes. Los zapatos deben doler.
—Con esto, la arrastro hacia la entrada antes que subamos, todo
mientras ella intenta frenar mis movimientos tirando de mi mano.
—Zach, ¿qué demonios estás haciendo? —Sus tacones suenan
con fuerza en el suelo de mármol mientras nos llevo por el pasillo,
teniendo en mente un lugar determinado y perfecto—. No tengo
ninguna ampolla. —Permanezco ajeno a sus palabras y nalmente
entro en la espaciosa habitación, cerrando la puerta detrás de
nosotros y bloqueándola con un clic—. ¿Qué estás haciendo? —Ella
mira a su alrededor y luego jadea—. Dios mío, ¿me has traído a una
biblioteca?
Presto poca atención a la enorme sala con dos niveles de
innumerables estanterías con miles de títulos y varios sofás para
descansar y pueda leer sus historias favoritas en paz.
La luz tenue y el lugar aislado juegan perfectamente en mis
planes mientras empujo a Phoenix contra la pared, apretándome
contra ella, mientras ella gime:
—Zach.
La aprisiono entre la pared y mi pecho, sus putas curvas bajo
mi mano, su respiración ronca resonando en la habitación, cuando
murmuro.
—No deberías haber permitido que te tocara.
Se queda quieta entre mis brazos mientras mi mano viaja a su
espalda, encontrando su cremallera y tirando de ella para que su
sedoso vestido se deslice por su suave piel con facilidad, terminando
a sus pies. Jadea, tratando de cubrir sus magní cos y jodidos pechos,
pero no permito tal cosa.
Le agarro los dos brazos, se los pongo por encima de la cabeza
y los mantengo unidos a los míos mientras me inclino para morderle
la barbilla, haciéndola sisear:
—¿Estás loco, Zach? Estamos en la biblioteca. Podría entrar
alguien.
Bueno, debería haberlo pensado antes, ¿no?
Antes de permitir que ese cabrón la tocara.
Chilla, intentando zafarse de mi agarre, pero en lugar de eso
gime cuando atrapo su boca, deslizando mi lengua dentro y
devorándola con un beso apasionado y caliente, castigando en su
naturaleza, reclamando su derecho.
Recordándole que en su vida solo hay un hombre que importa,
y todos los demás pueden mirar, pero es mejor que nunca toquen.
Se derrite en mis brazos, su cabeza golpea la puerta cuando
inclina su cuello hacia atrás. Profundizo el beso y sus pechos rozan
mi camisa.
Suelto su mano, aprieto su cabello y alejo mi boca, recorriendo
la parte inferior de su barbilla mientras le muerdo la piel.
—Odio que te toque. Odio que bailes con él. No le perteneces.
Muerdo. Muerdo. Muerdo.
—Esto es una locura. Estás loco —susurra, enredando sus
dedos en mi cabello y tirando de mí más cerca mientras viajo hasta
su clavícula, lamiendo por toda ella antes de morder y chupar más
de su piel, dejando enrojecimiento en mi camino para que el puto
Hale pueda mirar las marcas y saber que esta mujer es mía.
Mía y de nadie más.
Rodeo su pezón con el dedo, gime, sacudiéndose en mis brazos,
su pico sonrosado suplicando que lo alivie, así que respiro sobre él
ligeramente, preguntando:
—¿Lo estoy, cariño? —. Mordisqueando el montículo de su
pecho, lo acaricio antes de llevarlo a mi boca.
—Sí. Estás celoso de mi pasado —dice y contiene la respiración
en anticipación a mi próxima acción.
Una sonrisa se dibuja en mi boca mientras me detengo en su
pezón, rozando la punta con la lengua y sin hacer nada más
mientras ella se calienta cada vez más entre mis brazos. Sé que está
de acuerdo con esta muestra de posesividad, aunque intente actuar
como la persona más razonable entre nosotros.
—¿Debo parar entonces, amor? —Otro movimiento y ella gime,
tirando de mi cabello dolorosamente mientras se desplaza hacia
delante para que su pezón roce mi boca, rogándome que haga algo,
pero me quedo quieto—. ¿Estamos ansiosos? Pero las chicas malas
no consiguen lo que quieren, cariño.
—¿Chica mala? —exclama indignada, sus palabras guturales
surten efecto en mi polla, ya dura como el acero, lista para
abalanzarse sobre ella en cualquier momento, haciendo fuerza
contra la cremallera de mi vaquero—. No fue mi idea bailar con él.
—Espera un poco antes de añadir—: No me importa Sebastian.
Claro que no le importa.
¿Cambia eso lo que siento por ese cabrón?
Ni un poco.
Atrapo su pezón entre mis labios y lo chupo mientras ella gime
con fuerza, el sonido rebota en las paredes mientras me tira del
cabello con tanta fuerza que me sorprende que no me lo arranque
del cuero cabelludo.
Lamiendo el pezón y recubriéndolo con mi saliva, tiro un poco
de él, mordiéndolo con dureza antes de aliviarlo al instante con más
lametones, todo ello mientras mi palma se desliza cada vez más
abajo hasta alcanzar el dobladillo de sus bragas. Sin previo aviso, se
las arranco, la endeble seda apenas ofrece resistencia.
—¡Zach! —susurra entre gemidos, pero no le presto atención y
me desplazo al otro pecho, donde repito la acción mientras mi mano
acaricia su coño, que gotea para mí. Mi palma se clava en su clítoris
mientras mis dedos frotan las paredes de su coño, esparciendo sus
jugos por todas partes.
Gime y aprieta sus muslos alrededor de mi mano mientras se
acerca cada vez más a mí. Su pecho me llena la boca hasta que la
suelto y nuestras miradas chocan. Sus ojos castaños están
empañados por el deseo y una necesidad tan fuerte que todo mi
interior responde a ella, queriendo darle lo que tanto ansía.
Su respiración se acelera. Se lleva las manos a la espalda
mientras mi dedo corazón se desliza dentro de ella, empujándola, y
grita, moviendo las caderas al ritmo de mi dedo.
—¿Quién te moja tanto, Phoenix? —Un desafío parpadea en sus
orbes, y ella permanece en silencio, así que detengo mis
movimientos, repitiendo—, ¿quién?
—Tú.
Buena chica.
Reanudando mis acciones, continúo presionando mi palma en
ella mientras añado un segundo dedo, estirándola más amplia y
profundamente, preparándola para mí polla mientras ella se muerde
el labio inferior, mostrando sus perfectos y blancos dientes, y yo
resisto el impulso de besarla.
—¿A quién perteneces?
—A nadie —responde, y añado otro dedo, sumergiéndolo más
profundamente antes de rozar su clítoris y, sin duda, enviando
sensaciones por todo su cuerpo, y ella jadea—: A ti.
—Mi mujer no baila con su ex marido. De hecho, se asegura que
su ex marido se mantenga lo más lejos posible, joder. —Retiro mis
manos y coloco mis dedos sobre sus labios. Ella los lame
limpiamente, envolviendo esos labios regordetes suyos sobre ellos,
disfrutando de su sabor mientras digo—: ¿Entiendes?
—Zach, deja esas tendencias cavernícolas y fóllame de una vez
—sisea, clavando sus dientes en mi dedo y mordiéndolos con dureza
—. O te juro que… —Su fuerte gemido llena el espacio cuando retiro
mi mano y me arrodillo, poniendo mi boca en su coño, mi lengua
reemplazando mis dedos. La hago girar dentro de ella antes de
lamer toda su carne, abriéndose para mí, disfrutando de su sabor y
deseando tener más.
—¿Lo entiendes? —pregunto de nuevo, chupando sus labios
antes de acariciar su clítoris, se estremece, sus uñas raspando la
parte posterior de mi cabeza mientras sigo dándole placer—. Tú.
Eres. Mía. —Con cada palabra, le doy lametazo tras lametazo, lo que
la vuelve loca, a juzgar por lo inquieta que se pone, tratando de
rechazar mi cara y encontrar alivio con mi lengua.
Sin embargo, antes que pueda disfrutar del todo, me levanto,
me quito la chaqueta mientras ella me observa con sus ojos
ensombrecidos, cuando me bajo la cremallera del pantalón.
Sus ojos se abren cuando se da cuenta del condón que saco y
pregunta:
—¿Esperabas tener suerte?
Me río entre dientes.
—Cariño, contigo no tengo que esperar. —Envolviendo mi
mano alrededor de mi erección, la sacudo un par de veces, y ella se
lame los labios al notar el semen que gotea de la punta, pero niego
con la cabeza—. No tenemos tiempo para eso, cariño. —Y entonces
la agarro por las caderas, levantándola entre mis brazos, mientras
ella me rodea el cuello con los brazos y cierra las piernas a mi
espalda.
Me introduzco de una sola vez, empujándola con fuerza contra
la puerta, gime, arqueando el cuello, pero luego vuelve a mirarme
cuando no hago nada más.
Solo estirarla hasta el puto borde con su coño caliente envuelto
fuertemente a mí alrededor, el cielo y el in erno en la tierra al mismo
tiempo.
A pesar que todo lo que hay en mí me pide a gritos que me
mueva y nos dé la liberación que tanto deseamos, concentro mi
mirada en ella antes de inclinarme más cerca y susurrarle al oído:
—¿Eres mía, nena?
Empujo. Empujo. Empujo.
Sus uñas se clavan en mi espalda. Apenas puedo sentirlas a
través de la camisa, pero, sin embargo, le doy la bienvenida a su
reclamo, mientras sus muslos me aprietan. Me muerde el cuello con
tanta fuerza que probablemente sacará sangre si no tiene cuidado.
—Sí —susurra, lamiendo la herida antes de volver a morderla.
Gruño porque eso no hace más que aumentar la presión en mi
interior, volviéndome loco por la necesidad de acelerar mis
movimientos y follarla con fuerza.
Todavía no.
—Mía y solo mía —digo, elevándola antes de retroceder y
volver a penetrarla, haciéndonos gemir a los dos.
—Sí, solo tuya. —Sus labios recorren mi oreja mientras
murmura—: De nadie más. —Me agarra el cabello y me echa la
cabeza hacia atrás para que nuestros ojos se encuentren—. Ahora
fóllame fuerte para que todo el mundo lo sepa también.
Aplastando mi boca sobre la suya mientras nos encerramos en
un maldito y duro beso que me hace reclamarla de una vez por
todas, aprieto sus nalgas con mis manos mientras acelero mis
movimientos, introduciéndome en ella una y otra vez, tragándome
sus gemidos de placer con cada sacudida de mis caderas, llenándola
hasta el borde, necesitando que se suelte en mis brazos antes que yo
haga lo mismo.
Gime en señal de protesta cuando me alejo de su boca, se aferra
a su cuello y chupa la piel mientras sigo penetrando en su interior.
Su coño se aprieta en torno a mi longitud mientras su respiración
ronca llena el espacio, acompañada de gemidos y quejidos
ocasionales. El sonido de nuestras carnes chocando entre sí se
mezcla con ella y se suma al subidón que impulsa mi cuerpo,
exigiendo la puta liberación… pero no hasta que ella tenga la suya.
Se congela y grita, arqueando la espalda hacia mí mientras su
coño se aprieta tanto que me cuesta respirar. Me hace falta todo lo
que hay en mí para empujar y deslizarme dentro de ella de nuevo, el
familiar pinchazo en mi espalda que me alerta de mi propia
liberación, pero no antes de besarla una vez más. Bebiendo de su
boca, me introduzco y me salgo de ella unas cuantas veces más antes
de correrme, derramándome dentro del condón, y juro que algún día
sabré lo que es tener a mi mujer sin ninguna barrera entre nosotros.
Con ella aún en mis brazos, mientras ambos recuperamos el
aliento, le digo:
—No vuelvas a bailar con Sebastian.
Su risa rebota en las paredes y calma los bordes dentro de mí,
tranquilizando esta tormenta que llamo mi vida y dándome la
esperanza que una vez que toda esta mierda termine… ella será mía
sin reservas.
Tal vez entonces ambos encontremos la tierra donde los
pecadores expían.

Pho

Gimiendo ante mi re ejo en el espejo del cuarto de baño de la


biblioteca —supongo que los ricos pueden tenerlo todo—, me ajusto
rápidamente el vestido y resoplo con frustración ante los varios
chupetones que me marcan el cuello en este momento.
Es imposible taparlos. Me ha reclamado como si fuera una
especie de vaca.
Sacudiendo la cabeza, me llevo unos rizos al frente para que al
menos cubran algunas de las marcas rojas mientras mantengo la
pretensión de ser una persona moralmente buena.
Aunque mi prometido acaba de follarme contra la pared,
precisamente en la biblioteca, mientras mis gemidos de placer
probablemente se oyeron en la distancia.
Puedo imaginarme todos los titulares con fotos ampliadas sobre
mi piel de cómo somos personas vergonzosas que no pueden
mantenerlo en sus pantalones.
El lugar entre mis piernas aún palpita con cada movimiento,
recordándome lo implacable que es en su pasión, caliente y posesivo
hasta la locura, y mi cuerpo respondió a ello.
Lo amaba.
Lo anhelaba.
Así que, por supuesto, se rindió a él.
—Dios, ¿qué estás haciendo, Phoenix? —pregunto a mi re ejo,
pero la mujer que me devuelve la mirada está tan despistada como
yo en todo este asunto, aunque hay una constatación que está muy
clara.
Por mucho que lo niegue o intente huir… es imposible ignorar
mi atracción hacia Zach y lo que tiene el poder de convertirse.
Dicen que el amor a primera vista no existe, y esa no es nuestra
historia. Más bien se trata de un odio a primera vista con una pasión
tan fuerte que un humano no tiene remedio contra ella.
Sin embargo, ¿qué hubiera pasado si nos hubiéramos conocido
en otras circunstancias sin que él me hiciera tanto daño? Entonces,
¿habría sido el amor a primera vista del que hablan tantos libros y
películas?
¿Lo habría aceptado con todo mí ser, aferrándome a esta
oportunidad de mi vida, y dejaría que mi corazón me llevara a
Zachary, a pesar de mis dudas sobre lo diferentes que somos?
¿Puedo seguir haciéndolo ahora y darle una oportunidad
después que todo este lío haya terminado?
¿Enterrar mi insoportable dolor con el pasado, poniendo la
culpa donde realmente corresponde, y aceptar que algunas cosas en
la vida son impredecibles y que una persona tiene derecho a intentar
la felicidad de nuevo, aunque la elección sea cuestionable en el mejor
de los casos?
Mi corazón está agotado por el constante sufrimiento al que ha
sido sometido durante años, y anhelo solo un poco de felicidad para
volver a disfrutar de esta vida, para vivir y no solo sobrevivir.
Depositar mi fe en Zachary será una de las mejores o más tontas
cosas que he hecho, pero, ¿no debería intentarlo al menos?
Con una última mirada a mí misma, salgo del baño y me dirijo
a la puerta dispuesta a enfrentarme al mundo de nuevo,
preguntándome cuánto tiempo más debemos permanecer aquí para
satisfacer la curiosidad de todos. Dudo que el sospechoso aparezca
con algún truco, porque ya lo habría hecho. ¿Quizás disfruta de
nuestra miseria, porque no sabemos cuándo va a atacar de nuevo, y
eso está aumentando nuestra anticipación y, a cambio, lo está
poniendo en el juego de poder que cree que tiene?
Me detengo bruscamente cuando veo un sobre en el suelo a
unos metros de la puerta; alguien debe haberlo metido dentro. Lo
recojo, queriendo colocarlo sobre una de las mesas, solo para fruncir
el ceño cuando veo mi nombre escrito en él.
—¿Qué demonios? —murmuro, lo abro y saco una carta.
O más bien una pequeña nota.
Y cuando lo leo, el mundo que me rodea se desmorona. Me
balanceo hacia un lado, golpeándome la cadera con la esquina de la
mesa, y el dolor recorre todo mi organismo, pero apenas lo noto por
el que me atraviesa el corazón.
Un sollozo se escapa de mis labios mientras sacudo la cabeza en
señal de negación, sin querer creer ni una sola palabra, pero todo en
mi cabeza hace clic con esta verdad, alineando todos los bloques en
perfecto orden para formar una imagen que me destruye de una
forma que creía que ya nada podría.
Apretando el papel en mi mano, busco la fuerza dentro de mí
para enderezarme y seguir a ciegas el pasillo hasta la sala común,
donde veo a Zach de pie al nal del pasillo con su padre.
Te espero, cariño. No volverás sola. Todos sabrán a quién perteneces.
Sus palabras resuenan en mis oídos mientras una risa amarga
casi brota de mi boca por lo ridículo de todo esto.
Me engañó con sus acciones y, como una tonta, hasta quise
darle una oportunidad.
¿Qué clase de monstruo hay que ser para jugar así con la vida
de un humano y no pensar en las repercusiones de sus actos?
Zachary sonríe, con ojos cálidos, mientras me saluda:
—Cariño. —Y odio la satisfacción que viene de él, pensando
que todo está bien entre nosotros.
Pero entonces le he permitido creer que, con el gesto de su
dedo, haré todo lo que él diga, ¿no?
En lugar de responderle, le doy una bofetada en la mejilla con
tanta fuerza que la palma de mi mano rebota, el escozor me quema
la piel y el sonido rebota en las paredes, pero no le presto atención.
Anthony parpadea sorprendido mientras Zachary me mira
jamente, y espero que vea toda la furia y el asco que siento por él
ahora mismo cuando le ordeno:
—Llévame con mi hija. —Y en el momento en que la culpa
junto con la sorpresa se re ejan en sus ojos, rompe la última pizca de
esperanza que aún albergaba en mi corazón como la estúpida idiota
que soy sobre si tal vez la nota mentía.
Tal vez Zachary no sea el monstruo que hizo creer a una madre
que su hijo estaba muerto solo para herirme sin medida.
Sin embargo, ahora no se puede huir de la verdad, ¿verdad?
Porque, ¿cómo podría ser posible algo entre nosotros con esta
verdad?
Puede que Zachary King siempre consiga lo que quiere, pero
esta vez no.
Mi hija y yo no le pertenecemos y nunca lo haremos. Es un
ladrón que nos robó el corazón con su engaño.
Y como todos los ladrones deberían… pagará caro por ello.
Capítulo 21
¿Es posible amar a alguien… pero no ser capaz de perdonarlo?
Nunca podré olvidar lo que hizo.
Pero tampoco sé cómo manejar este corazón traicionero mío.
Estoy en una encrucijada, parada frente a dos largos caminos.
Ninguno de ellos es fácil ni bonito.
Uno de ellos lleva escrito —desconocido—, mientras que el otro… tiene
un hombre de pie al nal de este, esperando que cruce la línea hacia él, su
mano extendida hacia mí.
¿Qué hago?
En esta batalla entre mi dolor y mi corazón, ¿quién gana?

~Phoenix

Pho

En el momento en que entramos en la casa, me doy la vuelta


hacia Zachary, que señala la puerta con una expresión fría como una
piedra en su rostro mientras la tensión llena el aire entre nosotros
que casi la puedo tocar.
Solo porque mi hija está durmiendo arriba, mi dulce niña que
me robaron antes que pudiera verla o reclamarla como mía, hago lo
que me dice, siguiéndolo con nuestros zapatos golpeando
fuertemente en la casa y, con cada paso, anunciando la próxima
condena.
Permanecí en silencio todo el camino hasta la casa. James debió
sentir el estado de ánimo ya que no dijo nada, sino que condujo
rápidamente hacia la mansión con música ligera en la radio. El
sonido me irritó tanto que quise romper el maldito aparato. Pero
contuve mis impulsos, porque esta furia no pertenecía a nadie más
que a Zachary.
Una vez que cierra la puerta de la o cina, digo en voz baja con
cada palabra arañando mi garganta:
—¿Cómo pudiste haber hecho esto? —Durante todo el camino
en el auto, pensé en que le gritaría o que intentaría destruir su casa
desde este in erno dentro de mí, pero en lugar de eso, estoy tan
calmada que casi me asusta.
Me asusta, porque no sé cuándo llegará el estallido como
siempre ocurre en estas situaciones; siempre hay un límite para la
copa de uno. Y cuando dicha copa se rompa… no será bonito.
Quemará todo a su paso.
No me quedan fuerzas para juntar los pedazos de mi alma para
sobrevivir. Zachary dio el último golpe que me destruyó
irremediablemente.
—Te llevaste a mi bebé. Le pusiste el nombre que yo quería. Me
hicieron creer que había muerto. Les rogué que me mostraran su
cuerpo y se negaron. ¿Puedes imaginar el dolor que sufrí? Tumbada
en esa cama y deseando morir con ella.
—Phoenix… —empieza, pero sacudo la cabeza.
—Cállate. Cállate y escúchame de una maldita vez, Zach. —Mi
voz es fría como el acero, lista para cortar cualquier cosa que él diga
para justi car sus acciones.
Ninguna explicación será lo su cientemente buena para mí de
todos modos, así que es mejor que no desperdicie su aliento en ello.
Una risa vacía rebota entre nosotros mientras me pongo la
mano en el pecho.
—Y luego, cuando salí, me hiciste tu amante. ¡Tengo que vivir
con el hecho que dejé que me tocaras! ¿Qué clase de monstruo eres,
Zach? —Su mandíbula se aprieta mientras sus ojos adquieren esa
expresión ilegible que siempre quise entender, pero ya no me
importa—. ¡Mi bebé! ¡Ella es mi bebé! ¡No tenías derecho a llevártela!
Deslizando mis manos hacia mi cabello, lo jalo con fuerza y
retrocedo cuando hace un movimiento en mi dirección con
demasiado miedo que vaya a matarlo con el primer objeto a lado
con el que entre en contacto.
—Me golpearon, me patearon, me cortaron la piel con cuchillos,
pero todo eso palideció en comparación cuando el médico me dijo
que mi bebé murió. —Se me escapa un sollozo y me tapo la boca con
la palma de la mano—. ¿Cómo pudiste hacer eso? ¿Cómo has
podido reclamar a mi hija como tuya?
—Cuando ordené eso, no sabía que estabas embarazada —grita
quitándose la chaqueta y tirándola sobre la mesa donde varios
bolígrafos se esparcen por toda ella, deslizándose hasta el suelo—.
Me llamaron para decirme que había nacido prematura. El médico
de la prisión no le dio ninguna posibilidad de sobrevivir.
—¿Así que pensaste que podías llevártela?
—Quería salvarla. ¿De acuerdo? Quería expiar lo que había
hecho a una vida inocente.
Me río, aunque carece de todo humor, mis manos se cierran con
un puño.
—Por supuesto, no por destruir la mía. Al menos te quedaba
su ciente conciencia como para apiadarte de mi hija.
—¡No tuve elección! Ella habría muerto sin mi ayuda. Y
entonces la vi, y solo…
—Tú qué, ¿eh? —le pregunto, tomando un libro del escritorio y
tirándolo sin pensar, y golpeándolo en su pecho, con la esperanza de
traerle tanto dolor como sea posible—. ¿Te enamoraste de una niña
que no es tuya? Un King obtiene lo que quiere, ¿verdad?
La ira cruza su rostro.
—Ella es mía, Phoenix. Puedes decir lo que quieras, pero no
puedes…
¿Está hablando en serio ahora? Recogiendo varios bolígrafos de
escritorio, continúo lanzándolos mientras le grito:
—¡No es tu hija, Zach! Es mi hija y la de Sebastian.
Él se acerca a mí sin importarle el golpe de los bolígrafos en la
cara y el cuello, me agarra los brazos con fuerza y me presiona con
dureza contra la estantería.
—¡Ella no es suya!
Puede repetir eso hasta que se ponga azul, pero no cambiará los
hechos.
—¡Él es su padre y tú eres un hombre que nos la robó a
nosotros!
—¡Te la robé a ti! —me gruñe en la cara—. Seguro que, mierda,
no a él. ¿Te escuchó cuando querías decírselo? ¿Leyó alguna de esas
cartas o las tiró a la basura? ¿Fue él quien cuidó de Emmaline
durante los últimos tres años y medio? Sebastian puede haber sido el
donante de esperma, pero seguro que no es su padre.
Oh, Dios mío.
La audacia de esta persona perversa está más allá de mi
comprensión.
Los monstruos en verdad esconden bien su naturaleza podrida
con las diversas máscaras de gente buena o semi buena y te golpean
con su maldad cuando menos lo esperas.
Y por mucho que quieras lavarla de tu piel, no puedes.
—Si no fuera por ti, habría sido él quien se encargara de cuidar
de ella. Una vez que diera a luz al bebé de forma segura…
Me enjaula, extendiendo su palma a cada lado de mi cabeza
mientras intento empujar su pecho, pero los músculos son tan
fuertes que es imposible liberarse de él.
Empiezo a pensar que el aprisionamiento por él es la maldición
de mi vida sin posibilidad de romperla. Porque, ¿qué he hecho para
estar atrapada para siempre con este monstruo?
—¿De verdad? ¿Lo haría? O estaría ordenando una prueba de
paternidad.
Me echo hacia atrás como si me hubiera abofeteado, pero no se
apiada de mí.
Oh no, el monstruo va directo a la garganta.
—Sebastian con aba mucho en ti, ¿no es así? Ya quebraste su
mente cuando le mentiste. ¿Realmente crees que él habría corrido al
hospital para salvar a su hija? —Él espera un poco antes de añadir—:
¿Y realmente crees que te habría permitido que entraras en contacto
con ella? Estaría perdida para ti.
—No lo habría hecho. Porque él no es tú —grito en su cara y su
mandíbula se tensa.
—Exactamente, cariño. Él no es yo. Emmaline no habría estado
viva si hubiera dejado que Sebastian decidiera.
—Ella no habría tenido que luchar por su vida si no fuera por el
ataque que organizaste. —Mi pecho sube y baja por mi respiración
pesada—. Todo lo que ha pasado es culpa tuya. —Golpeo su pecho,
conteniendo las lágrimas que amenazan con escaparse. Él no merece
ver mi dolor, solo la rabia y la furia—. Tú eres el villano de esta
historia.
—Y asumo toda la responsabilidad por ello. ¿Pero quieres que
me arrepienta de haber tomado a Emmaline? ¿Para expiar mi
pecado? —Él suelta una risa y me da un escalofrío por la columna,
rompiendo la piel de gallina que me congela el cuerpo—. Así que
ella, ¿qué? ¿Nace en la cárcel hasta que no pudiera permanecer allí y
fuera entregada al sistema? Nunca pediré perdón por esto.
—Sebastian…
—¡Hale no habría hecho nada! —grita, su profunda voz
rebotando en las paredes y cubriendo el espacio en una atmósfera
aún más sombría—. Ella estaría sola, solitaria y sin amor. Creo que
ambos hemos tenido su ciente de eso en nuestras vidas, así que no
se lo desearía a nuestra hija.
Dios mío, ¿por qué sigue repitiendo eso?
Gimo de frustración, conteniendo a duras penas las ganas de
golpearlo.
—¡No es tuya! Métetelo en la cabeza. —Le doy una patada en
su pierna, necesitando alejarme de él, pero ni siquiera se mueve, sino
que se presiona más contra mí.
—¡Ella es mía, Phoenix! Yo estaba allí cuando ella estaba
luchando por su vida, cuando dio su primer paso y dijo su primera
palabra. Puede que no sea una King de sangre. Pero eso no la hace
que sea menos mía.
Con cada frase que dice, la herida en mi corazón se hace más y
más grande, intensi cando mi dolor a casi proporciones
insoportables.
Las cosas de las que habla con tanto orgullo…
Eran todas mías, mías y no suyas. Sin embargo, me privó de
cada momento importante de la vida de mi hija, ¿y quiere que le esté
agradecida por ello?
—¡Me lo has robado todo!
Con todas mis fuerzas, nalmente lo empujo con fuerza para
que retroceda, mientras la rabia, como nunca, me envuelve en una
cuando lo único que me gobierna es el deseo de provocarle tanta
agonía como la que él me provocó a mí.
¿Y por qué no debería hacerlo?
Ni siquiera siente remordimientos por lo que ha hecho y espera
alguna forma de gratitud por todo ello.
¿Lo que Zachary King quiere lo consigue?
Bueno, que se joda Zachary King.
—¡Me has quitado a mi hija! —Sin pensarlo, le golpeo en el
pecho, uno a uno mis puños se cierran y rebotan con cada golpe—.
¡Me hiciste creer que había muerto!
Golpe. Golpe. Golpe.
—¿Cómo pudiste hacerme esto? ¿A cualquiera? —Golpe.
Golpe. Golpe—. Nunca merecí tu crueldad. Mi hija merecía tener
una madre. Y yo habría sido una muy buena —susurro la última
parte, asestando unos cuantos golpes más, pero como él permanece
inamovible, me alejo de él, mis brazos caen a mi lado, el dolor en
ellos no es nada comparado con el de mi interior. Mis rodillas se
tambalean, y me dejo caer al suelo con Zachary intentando
atraparme, pero mi silencioso y severo “No te atrevas a tocarme” lo
hace callar y mantiene la distancia entre nosotros.
Mi respiración áspera es el único sonido en la habitación,
mientras pienso en cómo la vida siempre me sorprende y nunca me
da la felicidad, solo momentos temporales de alegría.
—Te odio, Zach. Te odiaré siempre por esto. —Y las lágrimas
nalmente llegan, deslizándose por mis mejillas rápidamente
mientras los sollozos en mi interior casi me sofocan antes de estallar
en fuertes gemidos, sacudiendo todo mi cuerpo. Me cubro la cara
con las palmas de las manos, llorando en ellas, esperando al menos
un poco de alivio de este dolor, pero no lo encuentro.
Al principio, cuando leí la nota, una felicidad sin precedentes
me envolvió en sus brazos poniendo un bálsamo curativo en la
herida que había sangrado durante tanto tiempo. ¡Mi niña está viva!
Sin embargo, con esto también vino la comprensión que, con su
decisión impulsada por el odio, Zachary me borró para siempre de
su vida.
Tengo una hija que no sabe que tiene una madre, una hija que a
los ojos de la ley no puede ser mía y vive por unas reglas que
Zachary asignó.
Oigo que se arrodilla frente a mí, sus manos en mis hombros,
pero se las quito de encima.
—He dicho que no me toques. ¿O crees que un poco de sexo va
a arreglar esto? Terapia, al estilo King. —Junto con el odio hacia él, el
auto desprecio llena cada uno de mis huesos haciéndome sentir casi
náuseas por todo lo que ha ocurrido entre nosotros.
A pesar de lo que me ha hecho, siempre lo consideré una
víctima en esta historia también, ya que perdió a su esposa y
permitió que la desesperación lo consumiera.
El sospechoso ha hecho esto.
¿Pero robarme a mi hija? ¿No hablarme de ella de inmediato?
¿Hacerme creer que mi hija estaba muerta después de ver mi colapso
en la o cina del FBI?
¿Cómo puedo perdonar o entender eso? Zachary hizo su
elección y, una vez más, me convertí en el daño colateral en ella.
—No ensucies lo que tenemos —dice y yo me limpio mis
lágrimas, mirando directamente a sus ojos torturados que me han
engañado en el pasado.
Sin embargo, no dejo que me engañen para creer que tiene
corazón.
—No tengo que hacerlo, Zach. Fue sucio, incorrecto y
repugnante desde el principio. Por un segundo, casi creí que podía
haber más. Sin embargo, una hermosa or no puede orecer en un
suelo podrido. Debería haber recordado eso.
—Phoenix, por favor, míralo a través de mis ojos.
Le doy un puñetazo en la camisa, lo acerco y le digo:
—No me diste ninguna oportunidad de hacerlo. Mentiste hasta
que te atraparon. No me pidas nada más. —Lo suelto y me levanto
rápidamente advirtiéndole—: Me la llevaré, Zach. Nada me
detendrá. No puedes luchar contra la ciencia. Una prueba
demostrará que ella es mía. —Con esto, salgo de la o cina, sin
molestarme en escuchar cualquier otra cosa que tenga que decir.
O más bien amenazado, porque eso es lo que todos hacen mejor
en este mundo, ¿verdad?
Elegirme como su saco de boxeo y poco a poco destruirme
hasta que no quede nada.
Deslizándome de mis tacones, me precipito escaleras arriba y
con largas zancadas estoy junto a la puerta de Emmaline,
necesitando verla y creer con mis propios ojos que esta niña es mía.
Con cuidado, giro la perilla y entro, la luz azul marino
proveniente de la lámpara del globo y la luz de la luna entrando a
través de la ventana me permiten ver el interior de la habitación con
claridad.
Me acerco a su cama, mis pies no hacen ruido en su alfombra y
jadeo cuando la encuentro tumbada en la cama con un pijama rosa,
la manta junto a sus pies mientras tiene los brazos y las piernas en
posición de estrella. Respira de manera uniforme, sin preocuparse
por nada en el mundo.
Exhalando fuertemente, voy a su lado y me arrodillo frente a la
cama, mi mano se cierne sobre su cabeza mientras las lágrimas
corren por mis mejillas y contengo el sollozo, pasando mis dedos por
su cabello, tratando de memorizar cada uno de sus rasgos e
imaginando cómo habría sido verla por primera vez cuando acababa
de nacer.
Antes de la verdad, ella era una de las más perfectas criaturas
que había visto en este mundo, y ahora… ahora, es la criatura más
perfecta que he visto nunca.
Paso un dedo por su frente, por el puente de su nariz, hasta sus
labios antes de tomar su mejilla e inclinarme hacia adelante para
colocar un suave beso en la parte superior de su cabeza, deseando
poder abrazarla tan cerca ahora mismo para que nadie pueda
alejarla de mí otra vez.
Protegerla para siempre de la crueldad de la gente que se
ensañan en este mundo cuando quieren conseguir algo.
Mecerla en mis brazos y prometerle que siempre la amaré sin
importar lo que haga. Su madre siempre estará a su lado.
Y no puedo hacer nada de eso, porque para ella, soy solo una
extraña.
Probablemente podría llevármela ahora, ir a la comisaría más
cercana y exigir una prueba de ADN, ellos tendrían que investigarlo.
Zachary puede tener todo el dinero y conexiones, pero no puede
luchar contra la naturaleza. Incluso llamar a Sebastian podría haber
sido una buena idea; a pesar de lo que Zachary piensa, no es un
imbécil frío que habría dado la espalda a su hija.
Sin embargo, como padre, ya no tienes el lujo de pensar solo en
tus necesidades. Tu hijo es lo primero, y si hago todas esas cosas…
destrozaré su mundo perfecto. Me inclino hacia atrás antes que mis
lágrimas puedan resbalar sobre su piel, pero entonces ella se mueve
envolviendo sus manos alrededor de las mías y tirando hacia ella
mientras rueda hacia un lado y la abraza contra su pecho.
—Papá —dice con sueño y suspira—. Ya has vuelto. —Y
entonces gime un poco antes de acomodarse en la almohada
manteniendo todavía mi mano cerca.
Papá.
Es a quien mi hija llama en sueños, papá y no a mamá.
Y esta pequeña palabra me destruye de una manera que todos
los cuchillos en el mundo no pueden.
Porque aquí, en su habitación donde todo ha sido construido
para sus deseos, no puedo ocultar la verdad sobre que con Zachary
se convirtió en una princesa en un castillo, mimada con atención y
un amor tan fuerte que sonríe constantemente y confía fácilmente.
El centro de su universo.
Se formó una conexión entre ellos, y no podré romperla. ¿Cómo
podría hacerlo?
Hacerlo signi caría herir a Emmaline, y Zachary tiene razón en
una cosa.
Ella no tendría ninguna de esas cosas si se hubiera quedado
conmigo. ¿Cuántos años permiten que un niño permanezca en
prisión?
En el mejor de los casos, ella habría crecido con los padres de
Sebastian, porque él habría estado demasiado ocupado para
construir su carrera en torno a Emmaline.
Si él me creyera, claro, y hasta ese momento… ¿Cuánto tiempo
habría estado ella en el sistema?
¿Y sus primeras veces?
Todas sus primeras veces habrían sido dentro de los muros de
la prisión, imprimiendo en su vida que mamá hizo algo malo, por lo
que tenía que quedarse allí.
Phoenix, por favor, mira a través de mis ojos.
Girando, apoyo mi espalda contra la cama mientras abrazo mis
rodillas, presionando mi cabeza sobre ellas.
Sin embargo, ninguna de esas son buenas excusas para lo que
hizo Zachary, incluso si puedo ver de dónde venía, considerando
que me odiaba con pasión y pensaba que me lo merecía todo.
Pero, ¿qué hago ahora con esta verdad? ¿Cómo puedo vivir con
ella? ¿Qué elecciones hago que sean las mejores para todos?
Si bloqueo el dolor, la agonía y los recuerdos amargos…
¿Qué hago?
No debemos vivir en el pasado, porque siempre hay un
mañana, un mañana donde podemos cambiar el rumbo de nuestras
vidas, construyendo un nuevo futuro.
Pero entre el pasado y el futuro está el presente, que debería
traer alegría y felicidad en lugar de constantes dolores de cabeza.
De alguna manera, lo que decida ahora escribirá mi destino
para los años venideros, y tendré que vivir con esa elección para la
eternidad.
Debería ser fácil, no complicado y difícil. ¿No deberíamos todos
vivir con la misma moral? Cuando alguien hace el mal o el bien,
actuamos en consecuencia.
Sin embargo, ¿algo curioso sobre el corazón?
Quiere lo que quiere, y tiene la capacidad de dar segundas
oportunidades donde tal vez no debería, poniéndose en la línea de
fuego una y otra vez, arriesgándolo todo para apostar por algo
hermoso.
¿Puede un corazón luchar contra una mente y ganar?
En esta lucha, en la que tengo que elegir un bando…
¿Qué hago?

Zac
Me sirvo un vaso de whisky, dejo caer unos cubitos de hielo en
él y doy un gran sorbo, disfrutando de cómo el líquido me quema las
entrañas y me mantiene con los pies en el suelo; aunque la locura me
consuma lentamente ante la perspectiva de mi futuro.
Me dirijo al balcón de mi habitación, pisando descalzo sobre el
frío mármol, y abro los brazos de par en par. Vistiendo nada más
que un pantalón de chándal gris, le doy la bienvenida al viento
abrasador que debería congelarme, pero que en cambio no tiene el
poder de calmar el in erno que se apodera de mi corazón.
Cuando un hombre se enamora de una mujer, nunca piensa que
será él quien la lastime tanto que ella cuestionaría su existencia o lo
odiaría hasta el punto de no regresar.
Sin embargo, en nuestra historia, todo es al revés.
Cuando odiaba tanto a Phoenix que podía as xiarme con él,
nunca pensé que llegaría un día en el que rogaría por una expiación.
Expiación que nunca obtendría.
Tomando un gran trago más de la bebida, la arrojo por el
balcón, viendo cómo se rompe en pequeños trozos sobre el cemento,
porque no me proporciona el alivio habitual.
El alcohol adormecía el dolor en el pasado y me daba un respiro
de la impotencia que me consumía; sin embargo, ahora no hay
alivio.
Ella no es tu hija. Es mi hija y la de Sebastian.
Me la llevaré. ¡Nada me detendrá!
Eres un monstruo. ¡Te odio, Zach! ¡Te odio!
¿Cómo puedo permitirlo? Puede que no sea mía por sangre,
pero Emmaline es mía de todos modos.
Un recuerdo de hace mucho tiempo juega en mi cabeza,
mientras me agarro a la barandilla del balcón apoyándome en ella y
respirando con di cultad.
Una niña pequeña se ríe, levantando las manos en mi dirección, pero
me quedo en mi sitio y sigo escribiendo en el ordenador, y digo:
—Un segundo, pequeña. Papá tiene que terminar esto y luego
podemos salir. —Compruebo rápidamente el informe y vuelvo a mirar a
Emmaline sentada en la alfombra, solo para parpadear sorprendido cuando
la veo de pie, murmurando algo hacia mí mientras me extiende sus manos
—. Oh, Dios, ¿estás caminando? —le pregunto y me siento con la espalda
recta, temiendo dar un paso hacia ella por miedo a que se caiga.
En lugar de eso, agarro mi teléfono y enciendo la cámara llamándola
suavemente:
—Vamos, pequeña. Ven aquí. —Ella se lleva el puño a la boca antes de
chillar y caminar hacia mí, su cuerpo se mueve demasiado rápido y se
balancea un poco; así que me arrodillo y sigo grabando, pero listo para
atraparla en cualquier momento.
Dos pasos más y ya está en mis brazos. La abrazo con fuerza y la
levanto, disfrutando de sus fuertes risas que resuenan en la casa vacía.
Una sola lágrima resbala por mi mejilla para mi maldito
asombro, mientras la sola idea de no volver a ver a Emmaline me
mata, golpeando con un dolor peor que incluso la muerte de
Angelica.
Oh, Dios, es esto lo que Phoenix ha sentido en los últimos años,
¿la agonía que te parte en dos y no te deja ni siquiera respirar
adecuadamente por miedo a que el dolor envenene tu sangre hasta
el punto de no poder funcionar?
Tal vez sí que merezca ese castigo, porque todavía no puedo
disculparme por reclamar a Emmaline como mía.
Sebastian puede ser su padre por sangre, pero él no se la
merece.
Yo tampoco, pero al menos estuve allí. ¿No debería eso contar
para algo?
—Llévame a la tierra donde los pecadores expían —susurro sin
pensar, a nadie en particular—, donde los pecadores tienen
segundas oportunidades.
—No estoy segura que esa tierra exista. —Las palabras
pronunciadas suavemente detrás de mí me congelan, y miro por
encima del hombro para ver a Phoenix de pie en la puerta del
balcón, todavía con su vestido de noche, aunque también está
descalza—. Habría ido allí hace mucho tiempo.
Su cara está limpia de maquillaje, así que debe haberse lavado.
Sale al balcón y se acerca suavemente a mí, pero no me atrevo a
moverme. Podría estallar en llamas al igual que su tocayo3.
—No tienes pecados que expiar —respondo, mi voz es tan baja
que es un milagro que pueda hablar.
—Creía que los tenía —susurra—. Sentada en esa celda día y
noche, deseaba la tierra donde los pecadores expían sus culpas,
donde nadie te juzga por tus pecados pasados y en cambio te da una
oportunidad de hacer las cosas bien.
—¿Y en donde el dolor no existe?
Sonríe con tristeza, apoyándose en la barandilla junto a mí, pero
manteniendo un espacio entre nosotros mientras mira a la distancia.
—Creo que el dolor existe en todas partes. Es lo que nos hace
humanos.
El fuerte viento le echa el cabello hacia atrás, y ella inhala la
frescura en sus pulmones.
—¿Sabes que dicen que el verdadero in erno existe aquí en la
tierra y no debajo de nosotros?
Todavía confundido con su presencia aquí después de lo que ha
ocurrido, respondo:
—Sí. Es una teoría que dice que la tierra fue una vez el cielo,
pero lo arruinamos.
—Creo que la tierra donde los pecadores expían está aquí. Pero
nosotros no podemos verlo, cegados por el dolor. —Gira la cabeza
para que nuestras miradas choquen, sus ojos marrones brillan bajo la
luz de la luna—. La agonía es tan fuerte que soñamos con un lugar
mítico donde todo será diferente. Donde podamos expiar sin
escrutinio. Sin embargo, no existe. Vivimos nuestras vidas solo una
vez. La vivimos aquí. Y solo podemos expiar aquí —dice y luego
añade—, no importa lo deprimente que sea.
—Deprimente no es una palabra que hubiera utilizado en las
circunstancias actuales.
El silencio se ltra a nuestro alrededor mientras ambos
miramos al cielo.
El ulular de los búhos resuena en la noche, mezclándose con el
canto de los grillos.
Puedo sentir físicamente el dolor de Phoenix, y mi interior grita
para que la rodee con mis brazos, para que encuentre consuelo en
mis brazos, pero mis brazos son el único lugar en el que ella no
quiere estar.
¿Ha venido a decirme que ha embalado todas sus cosas,
marchándose ambas lejos de mí, dejándome solo en esta maldita
casa enorme que no tiene sentido sin mi hija en ella?
¿Sin ella en casa?
—Me enamoré de Sebastian lentamente —comienza, su voz
como si estuviera hablando de otra persona—. Al principio, nos
hicimos amigos. Durante unos dos años. Salí con otros chicos, pero
no congeniaba con ninguno. —Una sonrisa triste levanta la esquina
de su boca antes de apoyar los codos en la barandilla—. Hasta que
un día apareció en mi puerta y se ofreció para que lo intentáramos.
—Mis manos se tensan en la barandilla, a pesar de saber que no
tengo derecho a sentir celos del pasado cuando yo mismo he estado
casado, pero escucharla amando a otra persona, estar con otra
persona… no saca lo mejor de mí.
Deseo que no haya sido de nadie más que mía, aunque sea
irracional.
—Nadie me amó antes que él. —Se encoge de hombros—. Él
me enseñó lo que es la familia y cómo con ar en una persona. Me
deleité en esas emociones, aprendiendo que el amor es la calma
durante la tormenta. No importa lo que pase, al nal del día, esta
persona estará contigo. —Pasa un tiempo—. Éramos irrompibles.
Hasta que ocurrió lo del sospechoso. —Ella se limpia la lágrima que
resbala por su mejilla—. Hasta que tú pasaste. Y el amor que
apreciaba se desvaneció en un abrir y cerrar de ojos.
Todo en mí grita que la tome en mis brazos, para calmar el
dolor que la carcome por dentro por mi culpa y, en este momento,
por mucho que me duela la idea, deseo que nunca me hubiera
conocido.
Que nunca se hubiera cruzado con ese sospechoso.
Entonces no tendría a Emmaline, pero también la mujer de la
que me enamoré a pesar de mi buen juicio nunca habría sido
lastimada de la manera más despreciable.
Eso es lo que es, ¿verdad?
El amor en su forma más cruda, el amor que nunca puede ser
llamado hermoso por lo feo que es.
Porque si un hombre ama a una mujer, ¿la hiere tanto que ya no
quiere vivir?
Por desgracia, no tengo respuesta a esa pregunta.
Cuando Angelica murió, no podía imaginar amar a nadie más;
abrirme a tal dolor era irrisorio, pero aquí estoy.
De pie frente a una mujer de la que nunca debí haberme
enamorado, con un corazón sangrante listo para que ella destruya
aún más.
Tiene todo el derecho a hacerlo y a no volver a mirarme.
—Phoenix —digo, listo para disculparme de nuevo y
prometerle la libertad y todo lo que quiera sin importar que vaya en
contra de todo lo que soy. Sin embargo, si eso detiene su agonía, lo
haré sin dudarlo.
Se da la vuelta y pone las puntas de sus dedos en mis labios
haciéndome callar, y respira profundamente con el viento agitando
de tal manera su cabello que me golpea en la cara.
—El amor de Sebastian era el único que conocía, así que pensé
que eso es lo que se supone que es el amor. —Sacude la cabeza—.
Pero no es cierto. A veces, el amor no es la calma durante la
tormenta. A veces, el amor es el barco en la tormenta soportando las
olas del mar una tras otra junto con la lluvia, de tal manera que no
sabes si sobrevivirás. El mundo que te rodea puede acabar en
cualquier momento, pero estás con la persona que amas y que está a
tu lado pase lo que pase. Este tipo de amor me recuerda más a una
obsesión basada en la lujuria y la necesidad. No es saludable.
Probablemente tampoco es correcto.
—Es imposible resistirse —termino por ella, mis labios
moviéndose bajo sus dedos, y ella retira su mano. Tentativamente
doy un paso hacia ella hasta que los dedos de nuestros pies
descalzos se tocan—. Siento haberte hecho daño. —Ella inclina la
cabeza hacia atrás, y pongo mis manos en sus hombros. Ella se
sacude, pero no se aparta. Entonces la rodeo con fuerza,
presionándola contra mi pecho, donde descansa su mejilla, sus
brazos a los lados. No me empuja, pero tampoco lo agradece.
Mientras me permita consolarla en este momento, eso es
su ciente para mí.
—Siento todo lo que he hecho. —Le paso la palma de la mano
por la espalda notando que se le pone la piel de gallina por el frío
que hace—. Por todo el dolor que te he causado porque me cegó la
agonía de perder a Angelica.
Ella susurra:
—Pensé que no te disculpabas.
Una sonrisa burlona aparece en mi cara.
—Aparentemente, lo hago cuando se trata de ti. Pero no me
disculparé por llevarme a Emmaline. Y sé que me odias por ello.
Ella suspira fuertemente, su aliento calienta mi piel y yo cierro
los ojos, apoyando mi barbilla sobre su cabeza e inhalo su familiar
aroma a lavanda que calma partes de mí que creía indomables.
Nos quedamos en silencio durante un rato mientras la acuno de
un lado a otro, disfrutando de estos últimos momentos de ella en
mis brazos, donde el mundo está bien con mi hija durmiendo en su
habitación. Donde mis dos chicas viven conmigo bajo mi protección.
El asesino puede estar suelto, pero no vendrá a mis dominios.
Dejo que todas esas emociones se hundan en mis huesos,
disfrutando de cómo se extienden a través de mí, dándome una
ilusión de felicidad en la que ya no tengo secretos con Phoenix. Una
mujer a la que habría tratado como un regalo de Dios si me hubiera
dejado.
Sin embargo, mi tranquilidad termina demasiado pronto
cuando ella se inclina hacia atrás liberándose de mi agarre y
murmura:
—Hace demasiado viento. —Se gira hacia la puerta y
desaparece tras ella mientras yo la sigo, dispuesto a verla salir de mi
vida con Emmaline mientras me quedo como un idiota sin hacer
nada al respecto.
Porque no tengo ningún puto derecho a detenerla.
Pero me detengo cuando veo que se para en medio de la
habitación, moviéndose el cabello por encima del hombro y me mira
por encima señalando la cremallera.
—¿Podrías ayudarme por favor con mi vestido? —Me acerco a
ella y coloco mis dedos en la cremallera antes de detener mis
movimientos.
Quiere cambiarse de ropa y salir corriendo, ¿no?
Lo que signi ca que me pide ayuda, porque no hay nadie más
cerca. Dudo que Phoenix quiera estar desnuda delante de mí;
aunque sea por una fracción de segundo.
Ella siente mi vacilación y pregunta:
—¿Qué pasa?
—Puedo despertar a alguien del servicio. —Inhalo su aroma
una vez más para memorizarlo para siempre en mi cerebro y me
dirijo a la puerta—. Te ayudarán.
Me agarra la muñeca y me giro a medias hacia ella mientras
nuestras miradas chocan, ella dice:
—No las necesito.
Mi risa amarga resuena en la habitación.
—Lo sé, cariño. Es tu forma personal de torturarme, pero no
puedo soportarlo. No impediré que te vayas. —¿Es esto lo que teme?
Si no, ¿por qué preferiría mi ayuda a alguien del servicio?
—Hice una elección, Zach.
—Sí, y no te culpo por ello. Pero, por favor, ten en cuenta esto.
No me alejaré de la vida de Emmaline. —Puede que le dé a Phoenix
la libertad que busca; sin embargo, mi hija siempre será mía.
Me importa una mierda lo que diga la sociedad.
—No, no pensé que lo harías. —Ella tira de mí más cerca y yo la
sigo, porque estoy jodidamente dominado cuando se trata de esta
mujer. Ella enlaza sus dedos con los míos y los levanta entre
nosotros—. Nunca podrías ser mi calma. —Cierto, todo lo que traigo
hacia ella es destrucción—. Eres mi barco en la tormenta.
Extrañamente creo que no importa lo que pase, realmente estarás a
mi lado. No puedo explicarlo. Es una locura. —Ella levanta su otra
mano, pasando su dedo por mi nariz hasta mis labios y luego la
barbilla, donde la toma suavemente—. Mi peor pesadilla… pero mi
única salvación. El diablo y el ángel, el hombre que odio y amo al
mismo tiempo. —Mi corazón se estremece dolorosamente cuando
ella pronuncia estas palabras, la alegría y el temor llenan las
posibilidades que encierran—. Probablemente estoy haciendo una
elección. —Su pulgar roza mi mejilla y yo beso su palma,
necesitando sentirme más cerca de ella, pero manteniendo la
distancia entre nosotros—. Pero no me importa. Todas las decisiones
correctas hasta ahora tampoco me han traído mucha felicidad.
Miles de pensamientos pasan por mi mente ante su confesión,
queriendo decir tanto, pero me las arreglo para pronunciar solo:
—Te amo, Phoenix.
Ella se congela, traga con fuerza y cierra los ojos por un
momento antes de volver a dirigir sus ojos marrones hacia mí con
parte de la tristeza desaparecida.
—Yo también te amo, Zachary. El tipo de amor loco que debería
ser ilegal.
Ella grita cuando la atraigo hacia mí rápidamente, sus palabras
dándome la luz verde que necesito junto con un profundo alivio,
sabiendo que esta mujer no va a ir a ninguna parte ni me va a
mandar a pudrirme en el in erno por la eternidad.
—No me vas a dejar.
—No. ¿Hay más secretos?
—Ninguno.
—Bien.
—Bien —respondo y luego gruño cuando se ríe, el sonido me
calienta por dentro y se convierte en mi consuelo en la tormenta que
es nuestro amor.
Coloco mi boca sobre la suya, y ella abre al instante, nuestras
lenguas se baten en duelo mientras el beso se vuelve más caliente y
profundo con cada golpe.
Con este beso, consolidamos nuestro derecho mutuo, el deseo
de estar juntos a pesar de todas las di cultades que nos conectan de
una manera que creíamos imposible después de nuestras
experiencias anteriores.
Con este beso, le doy todo de mí y tomo todo lo que ella me
ofrece a cambio, sobre todo su con anza y su convicción que puedo
hacer que todo sea mejor.
Con este beso, prometo no volver a herirla voluntariamente y
cuidarla hasta el día de mi muerte.
Con este beso, le doy las gracias por darme otra oportunidad
cuando no la merezco. Ella rodea mi cuello con sus brazos,
poniéndose de puntillas y apretándose tanto contra mí que no sé
dónde acaba ella y dónde empiezo yo.
Acepta todo lo que conlleva este beso y gime en mi boca cuando
rozo mi lengua con la suya. Presiono mi pulgar en su barbilla
abriéndola más para mí, dándole un beso con la boca abierta
haciéndome sentir placer. Mi polla al instante se pone dura y mi
sangre hierve con la necesidad primitiva de reclamar a mi mujer una
vez más, para que nadie dude, especialmente ella, de a quién
pertenece.
Rompemos el beso y la hago girar, mordiéndole el cuello.
Ella arquea la espalda hacia mí y yo murmuro con dureza:
—Estoy listo para sacarte de este vestido y follarte duro y tan
profundo que me sentirás dentro de ti durante días. —Lamiendo
sobre la mordida que le he dado, tiro lentamente de la cremallera, y
la parte trasera del vestido se abre, mostrando la suave piel de su
espalda—. ¿Alguna objeción?
—No. —Su voz es ronca y enreda sus dedos en mi cabello,
parece que también necesita conectar conmigo; pero es una pena, ya
que tengo planes diferentes para nosotros. Suavemente, los quito de
mi cabello y dejo que su mano caiga a su lado con su gemido de
protesta.
—Todavía no, amor.
En el futuro, le daré todo el tiempo del mundo para jugar y
hacer lo que le dé la gana conmigo. Pero ahora mismo…
Es mi momento de festejar.
En el momento en que la cremallera llega al nal, el sedoso
vestido cae a sus pies, dejándola desnuda ante mi mirada, ya que he
con scado sus bragas en la biblioteca.
Sonrío, pensando en el apasionado encuentro, mi polla se
resiente más en mi pantalón, pero en lugar de concentrarme en ella,
rozo con mi dedo todas las débiles cicatrices de su piel que no son
visibles a través de la ropa.
El recuerdo de lo que le he hecho, provocándole tanto dolor y
mirándolas ahora me duele tanto como si alguien me apuñalara en
este momento.
Se queda quieta en mi abrazo, lanzándose hacia delante como si
quisiera evitar que yo viera las partes más vulnerables de su cuerpo.
—Shhh —le susurro en el cabello mientras ella tiembla, su
corazón latiendo bajo mi palma—. Déjame. —Exhala fuertemente y
asiente, mientras deslizo mis labios desde su cuello hasta su
columna, pasando mi lengua por cada cicatriz antes de darle besos
como plumas, disculpándome con ella de la única manera que sé
hacer.
Con mi toque pidiendo perdón, pero también mostrando que
no me importan. Siempre estarán ahí para recordarme lo que he
hecho, sin dejarme olvidar, y la rodearé de tanto amor que al
mirarlos en el espejo, como probablemente ella lo haga, no volverá a
surgir el dolor.
Caigo de rodillas depositando un último beso en la piel
fruncida sobre la mejilla de su culo, y lo muerdo ante su fuerte jadeo,
transformándose en un gemido. Dejo la huella de mis dientes antes
de chuparlo, queriendo que mis marcas de propiedad estén sobre
ella para que nunca olvide quién la ama más en este mundo.
Quizás entonces, con el tiempo, todos los recuerdos de esas
cicatrices desaparecerán de su cerebro.
—Tienes la piel más suave que he tocado nunca, amor —
susurro girándola lentamente hasta que mi boca está a centímetros
de su coño, que ya recubre el interior de sus muslos con sus jugos, y
me inclino más cerca, recogiéndolo con la punta de mi lengua. Ella
gime, enredando sus dedos en mi cabello, y lentamente separa sus
piernas permitiéndome deslizar mi lengua entre sus pliegues.
Gimo cuando me llega su sabor y la beso profundamente,
explorándola con mi lengua. Beso profundo y la palpo con mi lengua
antes de lamerle todo el coño y atrapar su clítoris entre mis labios.
—Zach —dice agarrando mi cabello con más fuerza y
acercando sus caderas a mí, le doy una larga lamida de arriba abajo
pasando la lengua por el interior antes de volver a subir y morder su
ombligo hasta que grita.
Trazando la débil y apenas visible cicatriz de la cesárea que
tuvo para dar a luz a Emmaline, la beso susurrando después de cada
beso.
—Tú. Eres. La. Mujer. Más. Hermosa. Qué. Jamás. Haya.
Existido. —Bajando mi boca de nuevo a su coño, la abro con mis
dedos, pasando mi lengua por sus labios uno por uno antes de
chupar uno, cada lamida me hace adicto a su sabor. Gruño en ella,
deseando nada más que residir permanentemente en este paraíso
con su aroma y sabor llenando cada parte de mí.
Su coño tiene espasmos alrededor de mi lengua, casi tragando
dentro de ella. Sé que está a punto de correrse.
La saco lentamente, lamiendo su clítoris una última vez antes
de raspar con mis dientes su estómago, queriendo un chupetón allí
también.
Phoenix grita de frustración, con los pulgares retorciéndose los
pezones, su piel se enrojece mientras su respiración se acelera,
mientras su cuerpo parece zumbar con la necesidad de la
satisfacción que me niego a darle ahora.
—¿Por qué me torturas? —pregunta, y luego sisea cuando le
meto la lengua en el ombligo. Su vientre se hunde debajo de mí antes
que suba a sus pechos. Me pongo de pie y coloco las manos en sus
caderas, la levanto para que sus piernas se envuelvan y que sus
pechos queden frente a mí, donde chupo uno de ellos. Paso la lengua
por el pezón antes de darle un último mordisco haciendo que se
sacuda en mis brazos, sus manos tirando de mi cabello con tanta
fuerza que casi me río.
Bruja perversa.
—Este soy yo amándote. —Cambio mi atención al otro pecho,
prodigándole con la misma atención, mientras camino ciegamente
hacia la cama y la pongo sobre ella, recostándome encima de ella con
mi polla cubierta clavándose en su humedad. Ella gime debajo de
mí, me acuna con sus caderas, y arquea su espalda, su cabello
extendido sobre las sábanas negras y sus ojos calientes con tanto
deseo como si el mundo se acabara si no la follo pronto.
No.
Si no le hago el amor pronto.
—Zach, por favor —dice y luego me toca la cabeza, nuestras
bocas se encuentran en un beso caliente y casi me corro allí mismo
con mi polla follando en seco a través de mi pantalón, mientras ella
sigue gimiendo en mi boca, cubriéndome con su humedad, sus
piernas subiendo sobre mi cadera encerrándome en su abrazo.
Bajo mi boca a su barbilla, mordiéndola una, dos veces, antes de
preguntar.
—¿Qué quieres, cariño? —Agarro sus muslos separándolos y
dándome más espacio mientras arrastro mi polla por su abertura
antes de presionarla contra su clítoris y ella jadea en mi boca,
mordiéndose el labio mientras muevo mis caderas hacia adelante y
hacia atrás, volviéndonos locos a los dos.
—¿Quieres mi polla dentro de tu coño, follándote durante
horas? —murmuro en su oído, haciendo rodar mis caderas una vez
más y sus piernas se tensan alrededor de mí, pero mi fuerte agarre
no le permite obtener la fricción que busca ansiosamente.
—Sí —responde, y yo sonrío en el hueco entre su hombro y el
cuello antes de darle un suave mordisco y responder a su gemido de
angustia.
—No, cariño. No lo haré. —Pongo las palmas de mis manos a
ambos lados de su cabeza asomando por encima de ella—. Vamos a
intentarlo de nuevo, amor. ¿Qué —Empuje—. Quieres. —Empuje—.
Tú? —Empuje.
La parte delantera de mi pantalón de chándal está tan
jodidamente mojada por sus jugos y mi semen goteando que es un
jodido milagro que ninguno de los dos se corra.
Ella mueve la cabeza de un lado a otro, reaccionando de nuevo.
—Que me folles fuerte. —Su mano envuelve el bulto
acariciándolo hacia arriba y hacia abajo, mis bolas azules ya se
vuelven aún más azules, si es posible—. Quiero esto dentro de mí. —
Sus dedos encuentran mi cordón, listos para desatarlo—. Sí solo…
No, no, no —susurra desesperada cuando me levanto de ella,
retrocediendo hasta que estoy de pie de nuevo frente a la cama.
Cuando me quito el chándal, mi polla sale dura como el puto acero.
Ella se sienta, con su largo y oscuro cabello, sus ojos luminosos me
llaman como las sirenas a los pescadores, atrayéndolos solo con su
belleza.
Pero ella no es una sirena.
Es un fénix renacido de sus propias cenizas, belleza dorada,
cuya hermosura es eterna.
Mi Fénix.

Pho

Estoy ardiendo.
El fuego se extiende por mis venas, quemando todo a su paso,
mientras el deseo se hunde en cada hueso de mi cuerpo, exigiendo
que este hombre satisfaga lo que ha empezado. Mi coño está
goteando, dolorido por su boca, y queriendo su dura polla dentro de
mí, mientras yo quiero envolverme en él, sin soltarlo nunca, porque
su sola presencia me hace sentir en el presente, haciéndome creer
que mientras él esté conmigo, todo estará bien.
Está desnudo en toda su hermosa gloria, recordándome a las
estatuas griegas de los antiguos guerreros con su piel bronceada y su
cuerpo musculoso. Me encanta su peso sobre mí.
Sin pensarlo, me levanto lentamente, moviéndome hacia él
mientras acaricia su polla hacia arriba y hacia abajo, la cabeza
púrpura llamándome y coloco mi boca en su clavícula raspando mis
dientes sobre ella, deslizándome hacia su paquete de seis, donde
chupo y muerdo cada cuadrado, queriendo que todos sepan que este
hombre está ocupado.
Me pertenece solo a mí, igual que yo le pertenezco solo a él.
—¿Qué quieres, Phoenix? —me pregunta de nuevo, sus dedos
enredados en mi cabello e inclinando mi cabeza hacia atrás para que
pueda mirarlo, y sé que ve un desafío en ellos.
He terminado de decirle lo que quiero, ya que no escucha de
todos modos.
Voy a tomar lo que quiero.
Volviendo a centrarme en su cuerpo apetitoso, continúo mi
viaje, dejando manchas húmedas por todo él, hasta que llego a su
polla.
Aprieto mi mejilla contra ella y aspiro su olor. Él gime, sus
dedos tiran de mi cabello con más fuerza cuando le lamo la punta y
luego trazo mi lengua sobre la longitud hasta que llego a la base, mis
manos se aprietan alrededor de sus bolas. Su respiración se vuelve
irregular cuando se acerca a mí.
Deslizando mis manos hacia su culo, clavo mis uñas en él
mientras me inclino y lo envuelvo en mi boca, succionándolo y
disfrutando mientras él se aleja cada vez más.
—Me encanta tu boca caliente en mí, nena. El dulce y caliente
cielo con el que todo hombre sueña. —Retrocede un poco mientras
arrastra la punta sobre mis labios. Su mirada se oscurece con
posesividad cubriendo cada una de sus palabras—. Mi boca. Solo la
mía. —Vuelvo a mordisquear la cabeza gimiendo cuando su líquido
golpea mi lengua, lo chupo de nuevo empujándolo dentro de mí
hasta que mi re ejo nauseoso entra en acción y él detiene mis
movimientos balanceándose un poco hacia atrás.
—Cuidado, cariño. —Y entonces vuelvo a sacudirme hacia
delante, con mis labios envolviéndolo con fuerza, dándole el calor
que tanto desea mientras estoy casi mareada por el deseo que me
invade. Mi coño se aprieta y se suelta pidiendo atención, pero al
mismo tiempo quiero darle tanto placer como el que me dio a mí.
Se desliza fuera de mi boca tirando de mi cabello, y me
pregunta una vez más:
—¿Qué quieres, amor? —Me frota mis probablemente rojos
labios con sus pulgares—. ¿Qué es lo que estás suplicando con esos
ojos tuyos?
Quitando mis manos de las suyas, envuelvo una alrededor de
su polla mientras mi otra palma se desliza por mi estómago hasta mi
núcleo, ahuecándolo con un dedo deslizándose dentro, dándome
una sensación de falso alivio a mi deseo… al menos por un rato.
—Lo quiero dentro de mí. Por favor, Zachary. —Gimo cuando
mi palma presiona contra mi clítoris, gimiendo cuando casi
encuentro el ritmo perfecto, deslizando mi mano arriba y abajo. Solo
unas pocas caricias más y podré tener mi olvido, aunque vaya a
durar poco.
—Respuesta equivocada, amor —dice antes de tirarme de
nuevo. Tengo una fracción de segundo para parpadear confundida
antes que mi gemido llene la habitación cuando me separa los
muslos con los hombros, me abre el corazón con sus pulgares y me
penetra con su lengua que se arremolina dentro de mí antes de
lamerme de arriba a abajo, chupando mi clítoris con sus dos dedos
deslizándose dentro de mí mientras habla sobre mi piel—. ¿Qué
quieres, Phoenix? —Las vibraciones me recorren en espiral y cierro
los ojos, disfrutando de cada golpe de su lengua que me hace volar
alto en el cielo. El placer se extiende a través de mí en olas,
zumbando, y pongo mi pie en su hombro abriéndome a él. Me
muerdo el labio cuando sus dedos penetran más y más,
volviéndome loca.
Solo para jadear cuando me muerde los labios y luego los alivia
con unos cuantos lametones, y repite la maldita pregunta.
—¿Qué quieres, Phoenix?
Mis manos se aferran a su cabello, listas para molerlo si es
necesario… solo para casi llorar de agonía cuando sus dedos me
dejan y pasa su lengua de un lado a otro antes de arrastrarla una vez
más sobre mi estómago hasta mi clavícula hasta que su aliento
caliente está sobre mí. Entonces se cierne sobre mí, las sábanas
empapadas de sudor, mientras me mira expectante.
Apenas puedo funcionar con esta ansia desbordante que
necesita una salida. Apenas puedo pensar con claridad, pero
entiendo que negará nuestra satisfacción hasta que le dé la respuesta
que desea.
Abro la boca para decir de nuevo “que me folles”, y es entonces
cuando la respuesta se vuelve tan clara en mi cabeza que me
sorprende no haberla obtenido antes.
Sosteniendo su mirada con la mía, rodeo su cuello, acercándolo
a mí hasta que mis labios tocan su oreja, y le susurro:
—Hazme el amor, Zach. —Sus dedos magullan mis caderas
cuando se acomoda entre ellas y se abalanza sobre mí, haciéndome
gritar. Mi grito resuena en toda la habitación, y mis uñas arañan su
espalda.
Su dura polla estira mi coño, que se aprieta en torno a él,
despertando cada nervio de mi cuerpo. Luego retrocede, solo para
empujar dentro de mí de nuevo, metiéndose dentro de mí una y otra
vez mientras mi cuerpo acoge cada movimiento de sus caderas.
La luz de la luna entra por la ventana abierta, la única fuente de
luz mientras nuestras respiraciones y gemidos llenan el espacio,
junto con los sonidos de la carne chocando con la carne mientras él
se mueve dentro de mí. Su boca me hace chupetones por todo el
cuello antes de encontrar mi boca, dándome un beso apasionado
mientras nos mojamos mutuamente con nuestras lenguas. Ambos
gemimos mientras entra y sale, con cada golpe que va más y más
lejos; aunque no haya que ir más lejos.
Mi piel está tan apretada contra mí; mis pulmones arden por la
falta de oxígeno mientras mi cuerpo apenas puede soportar el ataque
de emociones que me golpean desde todas las direcciones. Sin
embargo, envuelvo mis miembros alrededor de él con más fuerza,
necesitando sentir esta conexión y disfrutar de cada segundo de esta
dulce tortura.
Jadeo, arqueando el cuello y apoyando la cabeza en la
almohada mientras Zach lame mi pecho, sus movimientos se
aceleran con cada empuje acercándome al borde, cada acción suya
me hace entrar en una espiral de placer.
Este hombre.
El hombre al que odio y amo tanto que roza la locura, pero no
me importa mientras comparta esta locura conmigo.
Mi coño se aprieta más y más sobre él hasta que él levanta mis
piernas sobre su cadera y empieza a darme empujones más rápidos,
uno tras otro. Siento que la energía me recorre toda antes que me
golpee con toda su fuerza, haciéndome volar con miles de
sensaciones que me ponen la piel de gallina.
Grito, mis uñas probablemente sacan sangre de lo fuerte que se
hunden en su piel, mientras él se lanza por mí, con su cuerpo tenso y
su polla sacudiéndose dentro de mí para que sepa que está cerca.
Me recuesto sin aliento, dejando que use mi cuerpo para su
placer. Acelera su ritmo una vez más, entrando en mí cada vez más
rápido.
Entrar y salir.
Dentro y fuera.
Y entonces él gime por encima de mí, derramándose dentro de
mí, mientras que siento su calor entre mis muslos, mis ojos se abren
ante la implicación de ello. Esta vez no hay condón.
Apoya su cabeza en el pliegue de mi cuello, gruñendo:
—Estoy limpio. —No es que lo dudara realmente, y lo abrazo
más fuerte disfrutando de nuestros olores mutuos que otan en el
aire y que atestiguan lo que acaba de suceder aquí.
En el siguiente segundo, él rueda sobre su espalda,
arrastrándome con él, con nuestros cuerpos aún conectados y me
toca la cabeza, plantando un suave beso en mi frente que nunca
podré confundir por otra cosa.
Amor.
—Te amo, Phoenix.
—Yo también te amo, Zach.
Esta noche, he tomado una decisión.
Y no importa cuán equivocada sea… nunca una elección en mi
vida parecía más correcta.

3 Aquí Zachary cuando piensa en su tocayo, es por su nombre “Phoenix” re riéndose al


“Ave Fenix”.
Capítulo 22
—Asesinos en serie.
Dos palabras que tienen un signi cado tan horrible.
Describen a personas capaces de asesinar de cualquier forma, siempre
que se ajuste a sus deseos sádicos.
Remordimiento, piedad, compasión… estas palabras no signi can nada
para ellos, así que no tienen idea del dolor que provocan.
En sus cabezas, todo lo que hacen está justi cado por las horrendas cosas
que les hicieron en el pasado.
¿Lo difícil?
No importa cuánto maten… nunca podrán superar sus recuerdos y las
voces que les susurran sobre su incompetencia.
Siempre que oímos hablar de esas personas… nos imaginamos a alguien
lejos, viviendo como un ermitaño, escondiéndose del sol y prosperando en la
noche donde nadie puede verlos.
Sin embargo, a veces…
Los asesinos en serie son las personas más cercanas a nosotros, aquellos
que nunca esperamos que nos den la espalda.
Y en ese sentido…
Son una de las criaturas más peligrosas de su clase.
Porque nunca puedes predecir su próximo movimiento”.

~Phoenix

Pho
Emmaline jadea pegando su nariz a la ventana del avión y da
unos golpecitos en ella, exclamando en voz alta:
—¡Phoenix, mira! Es el océano. —Una sonrisa se dibuja en sus
labios y suspira de felicidad—. ¡Me muero de ganas de bañarme en
él!
Me inclino más hacia ella, ya que ambas estamos sentadas una
al lado de la otra dentro del avión privado que pertenece a los King.
El lujo ni siquiera le hace justicia. Los costosos muebles de roble
pulido están situados de forma que la luz del sol muestre los
vibrantes colores en todo su esplendor. Un minibar bien abastecido
está perfectamente colocado en una esquina.
Seis sillas, situadas por parejas, están lo su cientemente
separadas para reclinarlas y dormir durante un largo vuelo o
simplemente para descansar cómodamente. El suelo cubierto de
moqueta es de un blanco brillante, y los zapatos de la azafata no
hacen ruido cuando se acerca cada veinte minutos para ver cómo
estamos y preguntar si queremos comer o beber algo.
Incluso hay una habitación separada con una cama y una
ducha, mis mejillas se calientan recordando el susurro de Zach en mi
oído antes.
—Si no fuera por nuestra hija y su niñera, nos habría encerrado aquí,
donde podría follarte durante horas en al aire. ¿Te habría gustado eso?
¿Unirte al club de la milla de altura?
Capto la mirada de Zachary en un asiento frente a nosotros, y la
pequeña sonrisa que destella en su boca me permite saber que es
consciente de exactamente a dónde fue mi mente.
Le doy un pequeño golpe en la pierna con el pie y digo, Basta,
antes de dirigirme a Emmaline.
—Lo sé, cariño, es hermoso. —Paso suavemente mi mano por
su cabeza, y ella se vuelve hacia mí, inclinándose hacia mi toque, y
una vez más mi corazón da un vuelco dentro de mí, pero esta vez
con un calor que se extiende a través de mí en olas tan fuertes que a
veces creo que podría arder desde la profundidad de mi reacción
emocional.
Todavía me parece irreal que esta niña tan bonita, amable y
dulce sea mi hija, una parte de mi vida, lo mejor que he hecho en
este mundo.
Viva y feliz, oreciendo bajo el amor y la atención de sus seres
queridos.
Aunque la cicatriz que Zachary ha in igido en mi corazón
todavía duele, he elegido con ar en mi corazón que me llevó a él,
buscando calmar el dolor dentro de él que es tan similar al mío.
Nunca podremos olvidar lo que pasó entre nosotros en el
pasado, pero podemos seguir adelante esperando un futuro mejor,
intentando aprender a ser felices de nuevo y vivir la vida de lo que
podría haber sido si nos hubiéramos conocido en el Empire State.
Sin embargo, no creo que ninguno de los dos se arrepienta,
porque si no fuera por ese giro del destino, nunca habríamos
conocido a personas increíbles con las que hemos construido vidas
felices, por muy corta que fuera.
Ni habríamos tenido a Emmaline.
En este mundo nos forma lo que experimentamos; cada nuevo
encuentro o situación nos enseña algo que nos lleva al siguiente
nivel.
Todo sucedió en esta vida como se suponía, o eso es lo que
pre ero creer, en lugar de revolcarme en la autocompasión
queriendo recuperar años de mi vida que nadie podrá dar.
Bueno, todo menos el sospechoso que decidió jugar a ser Dios y
se entrometió.
Después de hacer el amor ayer, nos quedamos en la cama
durante mucho tiempo pensando en nuestro próximo curso de
acción y no encontrar ninguna buena solución. Las imágenes de la
esta no mostraban a nadie sospechoso entrando en la casa, y como
no había cámaras cerca de la biblioteca, era imposible averiguar
quién deslizó la nota.
Sin embargo, ambos estábamos preocupados por Emmaline y
por cómo el sospechoso podría usar esta verdad para dar su
próximo golpe, ante la posibilidad que la prensa apareciera en
nuestras puertas o peor, apareciendo frente a la escuela de ballet de
Emmaline.
Me levanto de la cama de un salto, colocando las manos en las caderas
mientras levanto la barbilla y rechino entre los dientes:
—Si crees que voy a permitir que envíes a mi hija a alguna isla donde
pueda quedarse con tu compañero de universidad, ¡estás jodidamente loco!
—Termino la última parte en un grito sibilante mientras Zachary
simplemente ajusta la almohada detrás de él, apoyándose en ella relajado
con una de sus piernas doblada.
La manta apenas lo cubre; es la imagen de la belleza masculina que
tantos pintores quieren capturar, esto solo eriza mi fastidio y, sin pensarlo,
agarro otra almohada y se la lanzo.
La toma con facilidad y la deja caer a su lado para poder apoyar el codo
en ella y por n habla con su extraña voz despreocupada como siempre.
—Nuestra hija. —Mis ojos se entrecierran, y la protesta está a punto
de deslizarse por mis labios, pero nuestro anterior encuentro no me permite
hacerlo.
Me acerqué a él. Decidí darnos una oportunidad, así que no tengo
derecho a echarle en cara que no es su padre biológico.
—No es un compañero de universidad. Nuestras familias solían ser
amigas… bueno, hasta ciertos eventos, es decir. Luego perdimos el contacto
durante casi una década —contesta vagamente sin profundizar en el pasado
—. Luego fuimos juntos a la universidad, y es uno de los mejores hombres
que conozco.
No estoy segura de si esas palabras debían tranquilizarme o qué, pero
hacen exactamente lo contrario.
—Con un asesino en serie suelto, ¿quieres enviar a nuestra hija a un
pueblo del que nunca he oído hablar y dejarla allí? También podrías
invitarlo aquí y ponérsela en bandeja de plata. —La furia llena cada uno de
mis huesos; no puedo creer este plan. ¿Está loco? ¿Acabo de encontrarla y
quiere quitármela? ¿Cómo puede proponer algo así?
Zachary se ríe, de alguna manera encontrando mi declaración
divertida.
—Confía en mí, amor. No es un hombre corriente. Los asesinos en
serie no se acercan a él. No a su nivel.
Mis cejas se fruncen, la confusión me invade, porque no estoy segura
qué pensar. Si no lo supiera mejor, pensaría que está insinuando que su
amigo es un peligroso criminal. Porque, si no, ¿cómo podría enfrentarse a
un asesino en serie sin miedo?
—Él cuidará de ella como si fuera suya, y Patience estará con ella. —
Exhala con fuerza cuando sacudo la cabeza, demasiado enfadada con él como
para abrir la boca por miedo a arremeter y herirlo involuntariamente.
Me hace un gesto con la mano.
—Ven aquí.
—No puedes arreglar esto con sexo, Zach —le disparo y veo su tic de
la mandíbula antes que repita de nuevo:
—Ven aquí. —Pero esta vez, por los cordones de acero en su tono, sé
que, si no voy a él por voluntad propia, me obligará.
Así que, con un respingo, vuelvo a la cama arrastrándome hacia él, y
jadeo de sorpresa cuando me agarra de las caderas y me coloca encima de él;
mis rodillas se hunden en el suave colchón mientras mis manos se posan en
su pecho.
Él palmea mi cabeza, pasando sus dedos por mi cabello, y me acerca a
él para que nuestros ojos estén al mismo nivel.
—¿De verdad crees que haría algo para poner en peligro la vida de
Emmaline?
No hay acusación en sus palabras, pero la vergüenza me golpea con
fuerza y suspiro, presionando mi frente contra la suya.
—No. —Me lamo los labios secos—. Tengo miedo, Zachary. De lo que
puede hacer con ella.
Su abrazo se hace más fuerte y admite:
—Yo también tengo miedo. —Mis ojos se abren con sorpresa, porque
pensaba que nada asustaba a los hombres como él—. La idea que le ponga
las manos encima a nuestra hija me mata. Por eso tenemos que protegerla.
Y no puedo pensar en ningún otro lugar. —Espera un poco antes de añadir
—: Iremos juntos allí para que puedas verlo por ti misma. Incluso podemos
quedarnos un par de días, luego volver y esperar a que el cabrón haga su
último movimiento.
—¿Estás tan seguro de este hombre de la isla? —¿Y qué signi ca eso?
¿Tiene una isla o qué? No me sorprendería, ya que estudiaron juntos.
Siento su sonrisa contra mi piel y luego se inclina hacia atrás,
dándome un ligero beso en la nariz.
—Sí.
—¡El agua es tan azul! —La voz de Emmaline me saca de los
recuerdos y asiento con la cabeza, estudiando la imagen de la
ventana con asombro.
La pequeña isla parece súper verde desde arriba con varios
edi cios y casas que le dan un aire interesante, como si fuera un
pequeño pueblo en el borde de la nada, ya que nada más que el
océano la rodea con varios yates y barcos navegando cerca.
El agua casi brilla bajo la brillante luz del sol, su color azul
cristalino te atrae, y me estremezco un poco imaginando lo que sería
caer en ella.
Desde que casi me ahogué en el océano hace varios años, no
pongo un pie en él y pre ero quedarme cerca de las piscinas.
—Cariño, deja de mirar la ventana y siéntate bien —le ordena
Zachary, y ella escucha de inmediato, sus pies colgando del asiento,
y luego se ríe cuando el fuerte ronquido de Patience resuena en la
cabina.
Le guiño un ojo y miro a la anciana que se quedó dormida en
cuanto su cabeza tocó la almohada y permaneció ajena a todo
durante las horas de este vuelo.
El avión rodea la isla una vez más antes que el piloto anuncie el
aterrizaje, y compruebo el cinturón de seguridad de Emmaline
mientras empezamos a descender poco a poco, mientras ella sigue
hablando.
—Papá, ¿podemos ir a ver el océano hoy? —Apoya su cabeza en
mi brazo mientras abrazo su hombro, dejándola descansar en mi
pecho, colocando mi barbilla sobre su cabeza e inhalando su aroma.
A pesar del asesino que nos persigue, creo que nunca he sido
tan feliz, con mi hija en brazos y el hombre que amo.
—Tendremos que ver —responde Zachary tecleando algo en su
teléfono y luego sonríe cuando Emmaline suspira con fuerza.
—Pero te prometo que nos divertiremos.
Se cruza de brazos.
—Y luego te vas. —Sus cejas se fruncen y me muerdo el labio,
recordando su anterior resistencia a este viaje una vez que se enteró
que no nos íbamos a quedar mucho tiempo.
Le envío a Zachary una mirada de preocupación, pero él sacude
la cabeza como si no debiera molestarme por su tristeza. En cambio,
le dice a Emmaline:
—Te divertirás en la isla. Hay mucha gente agradable.
—Supongo —responde ella y vuelve a sonreír, pensando en
algo durante un segundo antes de preguntar—: ¿Puedo nadar con
los del nes?
Ah, qué astuta.
—Ya veremos.
—¡Papi! —exclama y luego me mira—. ¿Me puedes ayudar? —
Con sus ojos como los míos suplicándome, mi estómago da un
vuelco y mi corazón se derrite mientras la molestia me atraviesa
junto con la ira que probablemente no desaparecerá por mucho
tiempo. ¿Por qué tengo que pedirle permiso a alguien en las
decisiones sobre mi hija? Zach no debería tener más voz en todo esto
que yo.
—Phoenix —dice mi nombre en voz baja, sacándome de mis
pensamientos oscuros, y se inclina más cerca de mí, lo su ciente
como para tomar mi mano y colocar un suave beso en el dorso de la
misma—. Hablamos de esto —murmura contra mi piel, haciéndome
cosquillas un poco, y lo recupero antes de permitir que la sensación
borre mi sentido común.
Un problema constante que tengo en su presencia, así que tal
vez debería afrontarlo.
Pero tiene razón.
—No podemos decirle a Emmaline la verdad todavía. —Él se traga mi
protesta con un beso antes de murmurar—: No mientras estemos siendo
cazados. Entonces podrás reclamar a nuestra niña y hacer lo que sea.
—Quiero documentos legales, Zach. Si no me das mis derechos
voluntariamente, iré a los tribunales por ellos —le advierto, a pesar que
estoy acostada en su pecho, porque nunca jugaré a ser el segundo plato en la
vida de Emmaline—. Y Sebastian también tiene que saber de ella. Es su
derecho. —Se congela debajo de mí, sus ojos se oscurecen volviéndose casi
como un reptil, listo para el ataque, y se aferra más a mí. La sola idea de
involucrar a Sebastian en la vida de Emmaline lo mata, pero Sebastian tiene
que saberlo.
—Después de atrapar al asesino en serie, haremos lo que tú quieras —
me gruñe entre dientes antes de volver a fundir su boca sobre la mía,
esencialmente para hacerme callar.
El avión toca el suelo y rebotamos un poco.
Luego se desplaza con rmeza hacia la carretera mientras
Emmaline aplaude en voz alta.
—¡Sí! ¡Ya hemos llegado! —Ella levanta sus manos y luego grita
tan fuerte que me estremece—: ¡Patience, despierta! ¡Estamos en la
isla! —La mujer se sobresalta en su sueño, ahogándose en su
ronquido antes de sentarse recta, mirando a su alrededor y
poniéndose la mano en el corazón.
Cuando el avión se detiene, nos desabrochamos los cinturones
y nos levantamos, mientras la azafata abre la puerta del avión y nos
saluda con la cabeza.
—Espero que tengan una buena estancia.
—Estaremos aquí en dos días, Marta. Así que, que se diviertan.
—Su rostro se ilumina. Probablemente le encanta la perspectiva de
pasar un tiempo en la playa.
En cuanto pisamos el asfalto, me ciega la luz del sol; así que me
cubro los ojos hasta que mi visión se ajusta. Veo a un hombre
apoyado en el capó de un auto negro.
Su sola presencia crea una energía dominante.
Su cabello oscuro brilla bajo el sol mientras se endereza
mostrando su altura junto con sus penetrantes ojos verdes en el
momento en que se quita las gafas de sol.
Incluso parpadeo sorprendida, no tanto por el color sino por el
vacío que hay en su interior e incluso por la… ¿oscuridad? A pesar
de la sonrisa en su rostro, creo que el hombre es casi letal.
Lleva un vaquero negro y una camisa que se extiende sobre su
cuerpo musculoso. Varios tatuajes adornan su piel y, sobre todo, él
da una sensación de-no-me-jodas y, para mi sorpresa, exhalo con
alivio en mi interior.
Porque Zachary tiene razón. Nadie en su sano juicio jodería con
este hombre en su tierra. El sospechoso podría no tener miedo a
Zachary ya que, en su cabeza, es una persona conocida para él y ha
conseguido herirlo, pero no será lo su cientemente valiente como
para aventurarse en el territorio de otro hombre.
Sea quien sea este hombre… creo que guarda muchos secretos
que nunca querría descubrir por miedo a desmayarme por ellos.
—Ciertamente sabes cómo hacer una entrada. —El hombre
habla, su voz es profunda y ronca, lo que me produce escalofríos por
mi espina dorsal, ya que es casi siniestra.
Dios mío, ¿quién demonios es este tipo?
Camino detrás de Zachary con la mano de Emmaline atrapada
en la mía mientras bajamos lentamente las escaleras, y Zachary se
ríe.
—Busco complacer.
—Bueno, me has informado hace unas horas de tu visita. Así
que discúlpame si todo no es de primera categoría.
—Me lo pensaré —responde, y espero que le dé la mano al
hombre; pero, en lugar de eso, comparten un abrazo de hombres
dándose palmadas en la espalda.
—Me alegro de verte, Zach. Ojalá fuera en otras circunstancias.
—Me mira, sus ojos casi me taladran mientras me escanea de pies a
cabeza, pero no de la forma en que los hombres tienen interés en mí
como mujer. Su mirada busca más bien pistas de mi personalidad
que puedan decirle algo sobre mí—. Debes ser su mujer.
¿Su mujer?
¿En serio?
Zachary envuelve su mano alrededor de mi hombro,
presionándome hacia él en una muestra posesiva de propiedad, y
por primera vez, no me importa.
Tal vez porque el hombre que tengo delante me da mucho
miedo.
Busco su protección.
—Loco, esta es mi prometida, Phoenix. Y la chica que se asoma
por detrás de su rodilla es mi hija, Emmaline. —Miro hacia abajo
para ver que, efectivamente, está haciendo eso, igual que hizo
cuando me vio por primera vez.
Entonces su nombre se registra en mi mente, y giro la cabeza
hacia él con las cejas fruncidas.
¿Loco?
El hombre se ríe, aunque es tan frío y distante que me pregunto
por qué se molesta.
—Me llamo Eudard Campbell. Loco es solo un apodo. —Si se
supone que esto debía tranquilizarme, tiene el efecto contrario,
porque mi mente instantáneamente reproduce imágenes en mi
cabeza que podrían haber justi cado tal apodo.
Cambia su atención a Emmaline, y por primera vez una sonrisa
genuina se extiende por su boca.
—Hola. Tú eres la princesa de la que habla tu padre, ¿eh? —Ella
esconde su cara detrás de mi rodilla de nuevo, y baja la voz hasta un
susurro—. ¿Quieres saber un secreto?
Ella lo mira guardando silencio, pero el deseo de conocer el
secreto es demasiado fuerte. Las personas generalmente tienen poca
resistencia cuando se trata de tales cosas.
—Tengo una sorpresa dentro del auto para ti.
Ella jadea:
—¿De verdad?
—Sí. Tu padre dijo que te gustaban los del nes y que te gustaría
verlos.
Su fuerte chillido podría haber despertado a los muertos.
—¡Papá, hay un delfín dentro del auto! —Y corre hacia él con
sus sandalias golpeando fuertemente el pavimento mientras Patience
se apresura a correr con ella.
—¿De verdad hay un delfín dentro del auto? —Zachary
pregunta, y yo parpadeo ante esto, porque, ¿ahora qué?
¿En serio acaba de preguntarle a este tipo si puede ser cierto?
Una vez más, ¿quién demonios es este tipo? ¿Poseidón, el Dios
del mar?
Me río en voz baja, pensando en cómo le sienta el tridente al
tipo, dado su atuendo y todo.
—Del material blando —responde, y entonces vemos a
Emmaline abriendo la ventana y agitando el juguete en su mano—.
¡Mira, papá!
—Señorita, está haciendo demasiado ruido —la reprende
Patience, cerrando la ventana mientras seguimos de pie.
—Vamos a casa. Seguro que quieren descansar. —Centra su
mirada en mí—. ¿A menos que tengas otros planes?
—Quiero ir a la playa. —Zachary se inclina hacia atrás para que
nuestras miradas se encuentren—. Me gustaría ir allí con Emmaline
—digo, recordando su cara rogando por ver el océano. Zachary
puede ser inmune a todo esto, pero acabo de descubrir que tengo
una hija. Quiero hacer algo con ella antes que estemos separadas de
nuevo por Dios sabe cuánto tiempo.
Y abrazarla muy fuerte mientras pueda, porque el futuro está
indeciso.
Zachary me palmea la cabeza inclinándola hacia atrás, y frota
su pulgar sobre mis mejillas.
—Todo irá bien. Te lo prometo. —Me da un suave beso en la
frente murmurando sobre mi piel—. Vamos a la playa entonces.
Haremos lo que quieras hoy, amor. Porque siempre hay un mañana.
—Su voz es dura, no deja ningún argumento, absorbo su con anza
esperando que tenga razón.
Lo que promete Zachary siempre se hace realidad.
Así que espero que esta vez tenga razón.
Y mientras caminamos hacia el auto, trato de ignorar la
sensación que me invade, alertándome del peligro, como si me
estuvieran observando, un instinto que perfeccioné en la prisión.
Solo es miedo.
Miedo y nada más.
O al menos hago lo posible por creerlo, porque la alternativa es
demasiado aterradora.

Zac

—Me sorprendió cuando llamaste —dice Eudard mientras nos


sentamos junto a una mesa redonda frente a una de las cafeterías
decoradas con jodidas rosas rosadas. No es mi escena favorita, pero
está frente a la playa, donde veo a Emmaline corriendo en el agua, su
risa llenando el aire con Phoenix sonriendo a su lado y
manteniéndola vigilada.
Para mi maldita sorpresa, incluso Patience se lo está pasando
bien tumbada en una toalla y disfrutando del sol.
¿Quién lo hubiera dicho? Empiezo a pensar que la personalidad
alegre de mi hija se le está pegando, ya que ella seguro que no
mostraba este tipo de comportamiento cuando yo era un niño.
Sin embargo, mi corazón se calienta al ver a mis chicas felices y
despreocupadas por el momento, así que estoy feliz que Phoenix
haya decidido esta salida. Mientras las tranquilice a todas, me parece
bien eso.
—La última vez que visitaste la isla fue… ¿Hace cuatro años?
Envolviendo mi mano alrededor de mi taza, la elevo a mi boca.
—Sí, justo después de la muerte de Angelica. —Este lugar era el
único consuelo que tenía en este mundo en el que nadie me hacía
preguntas estúpidas ni se desvivía por dar sus condolencias.
Eudard apoya su espalda en la silla y me estudia durante unos
instantes mientras hace girar su paquete de cigarrillos sobre la mesa
de un lado a otro, antes de preguntar nalmente:
—¿Vas a compartir conmigo lo que está pasando, o debo hacer
mis propias suposiciones basadas en la información que tengo?
—¿Cuánto sabes? —Disparo mi propia pregunta, examinando
si sus conexiones le han dicho algo.
Mi amistad con Eudard es… única; esa es probablemente la
palabra que puede describirla adecuadamente.
Apenas recuerdo mi época de niño, pero cuando nos
encontramos de nuevo en la universidad, como que congeniamos. Él
era melancólico, silencioso, y ¿debería decir siniestro? De una
manera que hacía que la gente se echara atrás, y eso me encantaba.
Al menos había una persona que no necesitaba que yo fuera su
amigo debido a mi apellido, porque la familia de Eudard es una de
las familias fundadoras de su ciudad. Por lo tanto, él es rico como la
mierda y además tiene poder.
Con él siempre me sentí en igualdad de condiciones y, como tal,
nadie metió sus narices en nuestras vidas, sospeché que había
muchos secretos en la suya.
Comparado conmigo, siempre fue… reservado, atormentado,
inquieto, como si estuviera anticipando una pelea.
Sin embargo, hay algunas líneas que nuestra amistad nunca
cruzó.
Por ejemplo, cómo compartir nuestros secretos más profundos.
—Lo su ciente para asegurar que, si alguna vez aparece en mi
puerta, es hombre muerto. —Me guiña un ojo antes de encender un
cigarrillo y darle una calada codiciosa—. Tu niña está a salvo. —
Exhala el humo rodeándonos con él—. Ella tiene los ojos de su
madre.
Por supuesto, debería haber esperado eso; nada pasa
desapercibido para el Loco.
Sin embargo, en lugar de responder a esto, digo:
—Entonces entiendes mi preocupación.
Pone los codos sobre la mesa y acerca un cenicero a él mientras
golpea el cigarrillo.
—De hecho, estaba pensando en ello. ¿Has mirado en tu
infancia?
La taza con mi café se detiene a medio camino de mi boca y mi
ceja se levanta.
—¿Infancia?
—No preguntes cómo conozco los detalles. No voy a contarlo.
Una risa se desliza por mis labios, encontrando sus palabras
divertidas, teniendo en cuenta que sé lo que hace de todos modos.
Puede que tenga sus secretos, pero eso no me convierte en un
idiota y, además, sus secretos me permiten realmente con ar en él
con mi hija.
—La infancia es siempre un momento decisivo en la vida de
cualquiera, pero más aún en la del villano —continúa terminando su
cigarrillo y centrando su mirada en mí—. Por eso, creo que hay que
escarbar en esa dirección. Puede que descubras secretos para los que
no estás preparado.
—Sí, lo pensé después que mencionaran que el sospechoso
podría ser una mujer. —Esta es una de las razones por las que
anoche ordené a Zeke que encontrara todo lo que había en mi
pasado y lo investigara después de haberle hecho una nueva crítica
por la información de la adopción de Emmaline que se le escapó.
Aunque, dudé que el sospechoso estaba en la esta y escuchó
mi conversación con papá, lo que provocó el cambio de sus planes.
Después de todo, consiguió la victoria sin la sangre que tanto teme.
Pero si él o ella consiguió la invitación a la esta en primer
lugar, signi ca que tenemos que estar conectados de alguna manera
en el pasado.
—¿Alguna pista?
Abro la boca para responder, y es entonces cuando mi teléfono
suena. Contesto rápidamente y veo el nombre de Zeke parpadeando
en la pantalla.
—Más vale que tengas algo bueno para mí. —Porque estoy
jodidamente harto de sentirme como un cobarde indefenso cerca de
este sospechoso.
Pero cuando tienes algo que perder, no siempre tienes el lujo de
ser valiente.
El silencio me saluda desde el otro lado, y entonces Zeke dice:
—Zach, acabo de enviar algo a tu correo electrónico.
Compruébalo. Hombre… es horrible.
Eudard debe haberle oído, porque mueve su silla mientras le
cuelgo a Zeke y toco mi correo electrónico leyendo la información
que me envió.
Y esa información destruye el mundo tal como lo conocía y las
verdades en las que he creído durante tanto tiempo.

Pho

—Voy a construir un castillo, Phoenix.


Emmaline anuncia agarrando los juguetes que Eudard le
compró por esta misma razón, y corre a unos metros de nosotras
dejándose caer sobre la arena húmeda mientras cruza las piernas.
Ella tararea alguna melodía con la música en su cabeza mientras la
ligera brisa agita su cabello hacia atrás.
Me aseguro que elija un lugar seguro. No quisiera que viniera
una ola y la aplastara o, Dios no lo quiera, se la llevara. Me siento
junto a Patience en la manta que suspira de placer mientras pasa otra
página de su libro.
La mujer ha venido preparada para este viaje a la playa. En su
bolso tiene un sombrero, gafas de sol e incluso crema para su piel;
porque, según ella, a su edad hay que tener cuidado.
—Es un manojo de nervios —digo echando los hombros hacia
atrás y estirando las piernas delante de mí, disfrutando de las
actividades anteriores.
—Claro que sí —responde Patience, y la miro mientras deja su
libro a un lado apoyándose en las manos sin perder de vista a la niña
—. Me recuerda a Zachary a esta edad. Él no podía sentarse, siempre
necesitaba correr por la mansión haciendo cosas. El único momento
en que podía descansar era cuando él estaba dormido. —Se ríe y yo
sonrío, imaginando a un chico de cabello oscuro que le hizo pasar un
mal rato—. La señorita Katherine, bendita sea, nunca le prohibió
nada y le permitió la libertad de expresión. Tenían un vínculo
especial, esos dos. —Se limpia una lágrima que resbala por su mejilla
—. Mi corazón aún se a ige por ella.
—Zachary me contó muy poco sobre su madre.
—Oh, ella era única. Hermosa, amable, gentil. No creo que
hubiera persona que la odiara. Nunca. Y el señor Anthony la amaba.
Eran una pareja hecha en el cielo.
Levanto las rodillas apoyando la barbilla en ellas mientras
contemplo sus palabras.
—Pero se volvió a casar bastante rápido.
No tengo dudas que Anthony y Olivia se aman, aunque
Zachary odia a su madrastra. Es dolorosamente obvio que la pareja
de ancianos tiene una afección mutua que no tiene nada que ver con
el dinero. Sin embargo, tengo curiosidad por escuchar la opinión de
una persona ajena sobre esta situación, en lugar de ver todo a través
de los ojos de Zachary.
Patience exhala con fuerza.
—Sí, y ese fue el nal de su relación. Zachary era demasiado
pequeño para entenderlo. Y cada vez que el señor King trató de
explicar años más tarde, él no escuchaba. Entonces ambos se dieron
por vencidos. Es triste que sea así.
Mis cejas se fruncen.
—¿Escuchar qué?
Mira hacia Emmaline antes de acercarse a mí y bajar la voz,
como si alguien pudiera escucharnos; aunque las otras personas en
la playa están muy lejos.
—Él se casó con Olivia tan rápido, porque la estaba protegiendo
de su exmarido. —Sigo con esta información—. Se enamoró, sí, pero
habría esperado mucho tiempo antes de llevarla a la casa de
Katherine. Había que ver lo mucho que la amaba para saber eso de
él. Pero el marido de la señorita Olivia era un hombre muy malo.
Permanezco en silencio, demasiado asustada para juntar todas
las piezas del rompecabezas, pero el miedo ya me llena de
anticipación a sus próximas palabras.
—Llevaban dos años divorciados. Ella lo dejó porque él no era
mentalmente estable, creo. De todos modos, él perdió su maldita
mente para siempre cuando ella comenzó a salir con el señor King.
Una vez, él la atacó muy violentamente, y ella terminó en el hospital.
Sin embargo, nadie pudo probar que fuera él, pero estaban seguros.
Dios mío, pobre Olivia.
—Así que el señor King hizo lo único que le pareció correcto. Él
se casó con ella y la tomó a ella y a los niños bajo su ala. —Patience
exhala fuertemente—. Él pensó que eso sería el nal de todo, pero…
empezaron a llegar amenazas de diferentes fuentes anónimas. A
pesar de la riqueza de King, no pudieron hacer nada sobre ellos, y
entonces…
—¿Y entonces?
—El psicópata amenazó con matar a Zachary, y probablemente
lo haría. Anthony no tuvo más remedio que enviarlo lejos. Y con
esto, rompió el corazón de su hijo aún más, pero no lo culpo. No
podía explicárselo todo a su hijo, su único instinto era protegerlo.
—No lo entiendo. ¿Y la policía? ¿El FBI? O ¿La seguridad de
King? Quiero decir, ¿quién era su exmarido que tenía más recursos
que los King? —A juzgar por cómo vive Zachary; consiguiendo todo
lo que quiere con el torcer de su dedo, es difícil, o más bien
imposible, para mí imaginar que Anthony King estuviera así de
indefenso frente a algún hombre.
—Era un genio de la informática que nunca pudo ser rastreado.
Sin mencionar que podía cambiar los documentos y su apariencia en
un abrir y cerrar de ojos. —Patience hace una pausa, tomando un
respiro antes de guardar silencio, mientras las palmas de mis manos
sudan y los latidos de mi corazón se aceleran cuando el signi cado
completo de esto se asienta.
¿Qué posibilidades hay que el ex marido de Olivia haya
esperado casi tres décadas para cumplir su plan de matar a Zachary,
justo como prometió hace tantos años? Pero primero, ¿decidió jugar
con todos nosotros y le gustó demasiado?
En todos esos per les sobre el sospechoso, siempre por alguna
razón pensaba en alguien joven, pero, ¿y si es este hombre?
Encaja en el per l con el poderoso odio hacia los King por lo
que cree que le han robado a su familia.
En su mente, probablemente se fueron por culpa de los King,
así que merecen un castigo.
¿Y qué mayor castigo que matar al heredero del trono?
Sin embargo, todavía no entiendo cómo estoy conectada a todo
esto, pero tal vez ha sido un paciente o alguien… ¿En qué lugar del
in erno podría haber sido amable con él?
Independientemente, la relación de padre e hijo sufrió un
malentendido, cuando de hecho, el exilio al que se enfrentó Zach fue
la forma en que Anthony le mostró amor y protección sin pronunciar
las palabras.
—Esto es realmente trágico.
Patience sacude la cabeza.
—Trágico fue el secuestro. Durante años, intentaron encontrar
al niño cuando el padre lo arrastró al in erno y lo regresó. Esa fue
una de las razones por las que Anthony no podía permitir que Zach
volviera a casa. Era demasiado arriesgado. El FBI lo prohibió
rotundamente. No tenían dudas que él fuera secuestrado también.
—¿Secuestro? —repito mientras el zumbido en mis oídos se
intensi ca, y mi pulso también, mi corazón late tan rápido que siento
que está a punto de saltar de mi pecho.
—Arrebatado justo en el patio de recreo. Pensé que la señorita
Olivia no sobreviviría. Durante cinco años, ella no supo lo que
estaba pasando con su hijo. Siguieron viviendo; la policía a rmaba
que el niño estaba probablemente muerto, pero Olivia creía lo
contrario.
Oh no.
Oh no-no-no.
Todo en mí grita para cubrir mis oídos de esta verdad que
destrozará para siempre el corazón de una madre, una familia, y
nuestras vidas, porque nalmente el verdadero nombre del
sospechoso saldrá a la luz.
—Hasta que un día recibieron la llamada que habían
encontrado al niño, golpeado y muriéndose de hambre en el sótano
de una casa. Los vecinos encontraron al niño, porque el olor era
horrible. El hombre murió diez días antes. —Se estremece mientras
la bilis en mi garganta sube, el asco mezclado con la empatía hacia el
niño que probablemente fue tratado peor que un perro.
Este tratamiento dio lugar a su futuro odio hacia Zachary,
porque lo protegieron. Lo alejaron, mientras que el padre abusivo se
llevó al otro niño, arruinando su espíritu y su cuerpo.
Y cuando este tipo de cosas suceden, la psique intenta
protegernos, colocando la culpa donde no corresponde, pero de
alguna manera tiene perfecto sentido en sus cabezas.
Apuesto a que el padre repitió muchas veces cómo nadie lo
buscó o cómo todo el mundo adoraba a Zachary, por lo que no pudo
atraparlo.
Entonces el papá más querido murió.
Y Zachary siguió viviendo.
Debe haber un desencadenante, algún tipo de cambio que
resultó en toda esta violencia que siguió y, de alguna manera, creo
que ahí es donde entro yo.
—Afortunadamente, el niño no recordaba nada y, con la ayuda
de los médicos, todo se convirtió en un mal sueño.
Oh, si todo fuera tan fácil, no tendríamos tantos villanos en este
mundo que encuentran consuelo cuando causan dolor a otras
personas, con la esperanza que adormezca el suyo.
Pero no lo hace, porque nada es su ciente para callar todas las
voces en su cabeza que les recuerdan el pasado.
Al menos en sus casos, porque han sucumbido a oscuros
deseos.
Nadie nace con el hacha en la mano dispuesto a matar a quien
sea; todo mal se nutre de su entorno o la ignorancia de la sociedad.
—¿Quién era? —pregunto mientras me congelo por completo
anticipando su respuesta—. ¿Quién era el niño que fue secuestrado?
Patience saluda a Emmaline que lanza arena al aire, y responde
distraídamente pasando claramente de esta conversación.
—Lydia King.
—¡Patience, he construido un castillo! ¡Mira! —Emmaline grita
y luego le hace un gesto con la mano para que se acerque—. ¿Te
gusta?
La niñera se levanta quitándose el polvo, y camina lentamente
hacia mi niña mientras dice admirablemente:
—Oh, es tan bonito.
Oh, Dios.
Oh, Dios mío.
¿Lydia King?
La mujer que aparentemente abrió mi caso y luchó por mí, la
asesina en serie que ha matado a tanta gente y continúa trayendo
miseria…
¿Es mi propia abogada?
Me levanto, me doy la vuelta y busco a Zachary que debería
estar en la tienda de café, cuando suena el teléfono en mi bolsillo de
mi vestido, lo que me hace tomar conciencia y hace que se me ponga
la piel de gallina, porque no tengo que adivinar de quién se trata.
Con las manos temblorosas, lo agarro y escucho su risa en mi
oído.
—Ah, has tardado mucho en descubrir quién soy. —
Permanezco en silencio, pero mi mirada se desplaza en diferentes
direcciones preguntándome dónde puede estar. No tengo dudas que
ella vino a la isla.
No me extraña que mi instinto me dijera que alguien nos estaba
vigilando.
—No te molestes, cariño. Yo te veo, pero tú no puedes verme.
¿Y eso no es triste? —Su voz cambia de divertida a enfadada—.
¡Nadie me ve nunca a menos que haga algo!
—Lydia —empiezo, solo para ser interrumpida por su fuerte
exhalación y luego un grito de—: ¡Cállate! No quiero oírlo.
Dios, necesito llegar a Zachary para que detenga esta locura.
Doy un paso hacia la zona de la tienda de café, lista para salir
corriendo, cuando ella chasquea su lengua en mi oído.
—No, cariño. No quieres hacer eso. —Me congelo, escuchando
un tono malicioso en su voz—. Ahora, Phoenix. Vamos a terminar
este juego, ¿de acuerdo? ¿Podemos?
—Lydia, por favor, detén esto. Todavía hay una oportunidad —
le ruego preguntándome cómo esta hermosa y compasiva mujer
podría haberse convertido en esta asesina que busca sangre y una
víctima.
La mayoría de los niños que sufren abusos se sobreponen y
viven su vida al máximo, sin dejar que los monstruos del pasado
controlen su presente y su futuro.
Especialmente los que tienen una familia cariñosa que siempre
está ahí para ellos pase lo que pase y, basándome en lo que he visto,
eso es lo que son los King.
¿Por qué se pasó al lado oscuro? ¿Qué la desencadenó?
¿Qué podría haber despertado el deseo de hacer actos
despreciables?
—No me vengas con tu estúpida basura psicológica. No soy
una de tus súbditas —ladra y luego me hace una pregunta que me
hiela la sangre mientras yo sigo casi sin poder respirar—. ¿Zachary o
Emmaline, Phoenix? —El sudor brota en mi piel—. La diosa quiere
un sacri cio, querida. ¿Quién será?
El viento sopla ruidosamente a mi alrededor, mi vestido se
pega contra mi cuerpo mientras el mordisco en mis mejillas me saca
de mi estupor, y agarro el teléfono con más fuerza, sabiendo que ha
llegado el momento.
La culminación de este juego que acabará para siempre con esta
caza que ha destruido tantas vidas que he perdido la cuenta, todo
porque un monstruo abusó de su propia hija y dejó cicatrices que
nunca sanarán.
En cambio, se ensañaron hasta que se pudrieron y
contaminaron la mente de la persona hasta el punto de la locura.
—Bueno, estoy esperando —dice, y escucho música a todo
volumen a través de los altavoces desde el otro lado de la línea—.
¿Cuál es tu elección? ¿El hombre que amas o tu hija? —Por la forma
en que hace esta pregunta, entiendo la curiosidad que tiene por mi
respuesta.
Como si fuera una diosa que ofrece su ayuda a cambio del
mayor sacri cio.
Una risa amarga casi se me escapa de los labios, pero la atrapo
con la palma de la mano impidiendo el sollozo, y respondo como lo
haría cualquier padre en esta tierra.
Excepto que Lydia ha visto tanta crueldad por parte de uno de
sus padres que en su mente mi elección nunca fue obvia.
—Zachary será tu sacri cio. —Empujo las palabras a través de
mi garganta mientras el miedo envuelve cada parte de mi cuerpo y,
en lugar de avanzar hacia él, me doy la vuelta y me apresuro a
caminar hacia mi hija, queriendo protegerla en caso que la loca
demente decida hacer algo.
Basándome en su per l, no espero un tiroteo, pero, ¿quién
sabe?
Nunca he esperado que el sospechoso fuera Lydia King, pero
esa es la realidad.
Pasa un tiempo antes que ella exhale aliviada.
—Sabía que elegirías a tu hija. Sabía que no eres como papá. Tú
eres como mamá. —Mis cejas se fruncen ante esto, y ella se explica
—. Ama a sus hijos y a mí. Es Zachary quien es y siempre fue un
problema en mi vida.
No digo nada a eso, llegando a Emmaline y arrodillándome
junto a ella, abrazándola cerca de mí sin importarme la suciedad y la
arena que la cubren.
Ella chilla en mis brazos tratando de soltarse, pero no se lo
permito e ignoro la mirada confusa de Patience.
—¿Qué quieres? —pregunto en voz baja, sabiendo que ella no
me ha contactado por el gusto de hacerlo.
En el fondo, sigue siendo una niña que no puede enfrentarse
sola a su abusador y, para eso, me necesita, lo que signi ca…
—Que ambas matemos a Zachary, por supuesto. Una vez que
esté muerto, podremos vivir felices en esta tierra.
La idea de su muerte es demasiado dolorosa para examinarla,
así que, en cambio, me concentro en sus palabras como si estuviera
observando la situación desde la distancia.
¿No quiere que nosotras muramos también?
—Cambié de opinión —continúa, y la escucho chasquear los
dedos—. Matar a Zachary acabará con mi sufrimiento. No quiero
gloria sin n. Quiero disfrutar del mundo donde papá no existe. —
Un golpe y luego—, ahora, cariño, tráeme mi presa, y tu preciosa
hija no sufrirá ningún daño. Cumple tu propósito.
Apretando fuertemente a mi hija en mis brazos, le digo a Lydia
con voz fría mientras mi corazón se rompe en pedacitos.
—Dime qué debo hacer.
Hace tiempo, creía que la bondad y la maldad eran las dos caras
de la moneda, y dependiendo de cómo esté tu vida volteada, en eso
te convertías.
Como psiquiatra, he visto tantas cosas en este mundo que he
aprendido a no juzgar a las personas por sus acciones, ya que
siempre es una reacción a algo en su pasado.
Qué equivocada estaba.
La bondad y la maldad existen dentro de cada persona, con la
diferencia que una de las mitades siempre parece más tentadora,
tirando de ti en su dirección y seduciéndote con su poder.
¿Y la mitad que nalmente gana?
Es la que hemos elegido por nuestra propia voluntad.
Elección.
Siempre tenemos una elección en esta vida.
Por desgracia, mis elecciones siempre conducen a la
destrucción.
Capítulo 23

Pho

Al colgar el teléfono, abrazo a Emmaline con más fuerza una


vez más, la beso en la parte superior de la cabeza y ella se mueve en
mi agarre.
—¿Phoenix? —me pide y luego se gira hasta que sus brazos me
aprietan con fuerza, la arena se esparce por todo mi cuerpo, pero no
me importa.
Todo lo que quiero hacer es abrazarla después de la horrible
conversación con Lydia que, una vez más, lo ha arruinado todo.
—Tenemos que irnos, cariño. Papá nos ha dicho que no
podemos quedarnos mucho tiempo. —Ella jadea, se echa hacia atrás
y luego baja la mirada con el labio temblando y, aunque me duele el
corazón por haberla molestado, no puedo permitir que esto me
in uya.
Mi hija tiene que salir de la línea de fuego para terminar esto y
hacer lo que Lydia tanto anhela.
—De acuerdo —susurra nalmente, luego se quita el polvo de
las manos y rápidamente comienza a recoger sus juguetes en su cubo
de plástico.
—¿Está todo bien? —Patience pregunta con preocupación, pero
ayuda a Emmaline en su tarea y yo reúno una falsa sonrisa
tranquilizadora que espero que la calme.
—Sí, acabo de… —Busco una excusa lo su cientemente viable
como para interrumpir el viaje en el que había insistido, cuando un
socorrista corre por la playa, gritando.
—¡Eh, todo el mundo! La playa se está cerrando; se avecina una
tormenta hacia nosotros. Si están esperando a que los barcos lleguen
a la orilla, vuelvan al hotel. No se permitirá a nadie en la bahía
durante este tiempo. Por favor, tengan cuidado y permanezcan
dentro de los edi cios si pueden. Especialmente si tienen niños.
Tormenta.
Una risa amarga casi se desliza por mis labios ante este clima
adecuado para el caos que representa mi vida actualmente, pero no
la dejo salir.
—¡Dios mío, por eso! —exclama Patience y se apresura a
recoger todas sus cosas, ya que Emmaline ha terminado. Agarro el
cubo de mi hija y la conduzco a la acera, pero tropieza mucho con el
suelo y tiembla un poco cuando un fuerte viento nos golpea desde
atrás. Cuando miro a lo lejos y veo las nubes oscuras que se dirigen
hacia nuestro camino, sospecho que este lugar quedará pronto a
oscuras.
Todo el mundo sale corriendo de la playa. Recojo a Emmaline
que esconde su cara en el pliegue de mi cuello, y Patience nos pisa
los talones. Veo a Zachary al otro lado de la carretera.
Me acerco a él por el sendero peatonal y lo contemplo; su
majestuosa presencia esperando que lleguemos, y pienso en lo
injusto que es todo esto.
Pero así es la vida, ¿no?
No importa cuánto lo intentes, no puedes dejar atrás al destino.
¿Realmente pensé que atraparíamos al sospechoso y todo sería
perfecto?
¿Cuándo había sido mi vida perfecta y sin preocupaciones sin
darme una patada en el estómago?
—¡Tenemos que darnos prisa en llegar a la casa, Zachary! —
Patience grita y la miro, el miedo cruzando su rostro mientras corre
junto a mí hacia su jefe—. La tormenta se acerca. Y estando en una
isla, será terriblemente desagradable.
—Me he enterado. —Agarra a Emmaline de mis brazos
mientras Eudard me mira con extrañeza antes de dirigirse a Patience
—. Por favor, sube a mi auto. Te llevaré a casa. Allí estarás a salvo.
—Oh, por supuesto. ¿Emmaline?
Zach la abraza tan ferozmente que ella exhala el aire y luego se
queja
—¡Papi! —Él no presta atención a eso, meciéndola en sus brazos
por un momento más antes de darle un ligero beso en la frente.
—Pórtate bien, pequeña, ¿de acuerdo?
—Siempre soy buena, papá. —Y entonces ella también se suelta
de sus brazos y me saluda con la mano antes de saltar hacia Patience
y Eudard, que la meten en el auto.
Y, con suerte, lejos de aquí.
—Tú también necesitas ir al auto. La tormenta llegará pronto y
se tardará aproximadamente una hora en llegar al pueblo de
Eudard.
Mis cejas se fruncen.
—¿No es este su pueblo?
—No, el que limita con este sí.
El alivio me invade tan fuerte que me balanceo un poco,
Zachary me atrapa apretándome contra su pecho. Estoy lista para
enterrar mi cara allí y llorar.
De felicidad por saber que mi hija estará a salvo de cualquier
desastre esta noche y en la desesperación de lo que estoy a punto de
hacer.
La voz de Lydia resuena en mis oídos, un dolor se forma en la
parte posterior de mi cabeza, porque no hay manera de apagarlo.
—Llévalo dentro de la tienda de café bajo el pretexto de querer té.
Cerca del lavabo hay una segunda puerta que da al exterior detrás del
edi cio que tiene un auto esperándolo. Todo lo que necesito es conseguir que
su maldito amigo esté fuera de mi espalda. No necesito tratar con eso. —
Tengo que darle crédito a Lydia, ella sí que sabe cómo elegir sus batallas. ¿O
son esos los instintos naturales de un cazador conociendo qué presa cazar y
cuál dejar pasar para sobrevivir? —. Ahí, rompe a llorar y cuéntale sobre
esta conversación. Así que se sentará en el auto y el resto no te concierne.
—¿Quieres matarlo en algún lugar especial? —pregunto, aunque
para qué, no estoy segura. Tal vez porque me parece extraño que conozca
tan bien esta isla y eligió este lugar entre todos los demás para cumplir
nalmente su venganza.
—Oh, sí. He soñado con ello durante años. Y pensé que matarlo en un
accidente de auto sería la forma más fácil de separarlos a los dos y dejarte
con todo este dinero. ¿Te imaginas lo increíble que será tu vida? Nuestras
vidas, ya que somos mejores amigas.
Lydia ha perdido completamente la cabeza y ya no tiene ningún
sentido de la realidad, lo que signi ca que se ha construido un mundo en su
cabeza y piensa que todo el mundo se alineará con sus ilusiones.
—Phoenix. —El duro tono de Zachary me devuelve al presente,
y enfoco mi mirada en él, sus ojos me estudian extrañamente y me
doy cuenta que debe haberme llamado varias veces.
—Me gustaría tomar un té antes de irnos.
Sus cejas se alzan y le grita a Eudard:
—Ve tú. Nosotros nos quedaremos un poco más.
—¿Cómo van a volver?
—Tomaremos un taxi. He oído que hay aquí. —Pero,
¿funcionarán con este tiempo? Me imagino que nadie quiere
arrastrar su trasero y arriesgarlo por los turistas.
Para mi sorpresa, Eudard simplemente asiente, entra en el
vehículo y me saluda con la mano antes de salir a la carretera vacía
con el cielo oscureciéndose a nuestro alrededor. De repente, me
estremezco y me froto los brazos.
Zachary me arrastra al interior de la tienda de café,
dirigiéndose al mostrador de pedidos, me doy cuenta que la cola es
enorme.
Probablemente todo el mundo quiere hacer sus pedidos antes
de volver a sus casas.
Zach se detiene y levanta mi barbilla antes de colocar su boca
sobre la mía, su pulgar presionando mi piel con tanta fuerza que la
abro, compartiendo un beso áspero y, por alguna razón, desesperado
que solo magni ca el dolor que crece en mi pecho.
Antes que pueda profundizar en él, aparta su boca mientras
ambos respiramos con fuerza y apoya su frente en la mía.
—Te amo, Phoenix. —Con esto, se aleja para ponerse en la la
mientras miles de pensamientos pasan por mi mente, desde la
devastación a la felicidad, pero lo más importante es que hace la
elección que decidí en el momento en que Lydia me contó su plan
aún más difícil.
Sin embargo, los alejo todos, centrándome solo en el deseo de
acabar con la pesadilla que ha sido mi constante compañero durante
los últimos cuatro años y, con una última mirada hacia Zachary
tratando de memorizar todo sobre él, me lanzo hacia la puerta
trasera pasando por el lavabo y mirando alrededor para encontrar la
salida.
Finalmente, afuera, no presto atención a los relámpagos en el
cielo acompañadas de un fuerte estruendo que llena el aire o la
oscuridad azul marino sobre mí mientras busco el auto negro que
me espera con el motor en marcha.
Me dirijo rápidamente hacia él y abro la puerta, sentándome en
su interior. Tomo un respiro profundo cuando el recuerdo de hace
cuatro años me golpea tan fuerte que agarro el volante con mis
manos sudorosas y temblorosas.
El chirrido de los neumáticos.
La sangre goteando por mi parabrisas.
Angelica tirada en la acera, muerta.
Mi respiración se vuelve áspera mientras los latidos de mi
corazón galopan en mi pecho. Me prometí no volver a conducir
después de lo que me pasó.
Con una profunda inhalación, piso el pedal y conduzco en la
dirección que parpadea en el GPS. Lydia ya debe haberlo
programado. Estoy lista para enfrentarme a lo que sea que tenga que
ofrecer.
No estoy de acuerdo con su plan.
No debería haber ningún cambio.
El cazador y la presa tienen que morir juntos, porque esa es la
conexión que siempre los mantiene unidos, ¿verdad?
Que así sea.
Ni Zach ni Emmaline serán daños colaterales.

Zac

Quedarse quieto entre la gente no es una tarea jodidamente


fácil de hacer mientras espero a que mi mujer nalmente realice la
tarea que Lydia le ordenó para nalmente matarme.
Después de la verdad que me envió Zeke, quería recogerlas a
todas y conducir hasta la casa de Eudard para protegerlas de su
locura, solo para notar a Phoenix hablando por teléfono, y darme
cuenta que Lydia llegó a ella antes.
¿Quién sino la maldita psicópata?
En algún lugar de mi mente, probablemente debería sentir
remordimiento por pensar esto de una chica cuya vida ha sido
trágica con el maldito padre que ni siquiera debería llamarse así. Ella
experimentó el in erno en la tierra, casi dejándola sin ninguna
posibilidad de una vida normal.
Pero ella tenía a toda su amorosa familia y todos los recursos de
los King a sus pies; si solo hubiera pedido la maldita ayuda, todos
habrían estado allí para ella.
Por lo tanto…
La perra que mató a mi esposa y a tantas otras personas no se
merece una mierda de mí, especialmente después de haber asustado
a mi mujer de nuevo.
Miro a mi alrededor para buscar a Phoenix, solo para descubrir
que no está a la vista y, maldiciendo, salgo corriendo solo para ver
un auto negro con ella conduciendo que se aleja antes que pueda
pararme frente a él y detenerlo.
—¡Maldito in erno! —grito, tirando de mi cabello y odiándome
por no ver su decisión de antemano. Sabiendo lo compasiva y
cariñosa que es, debería haber esperado que eligiera morir ella
misma en lugar de entregarme en bandeja de plata a la psicópata.
Ya he noti cado a las autoridades sobre esto en Nueva York, y
han emitido una orden de registro en su casa, donde probablemente
encontrarán un montón de detalles sobre todos los casos. Pensé que
así la atraparían a tiempo, después de mi muerte, antes que pudiera
hacer algo a mis chicas.
Y entonces podrían vivir felices para siempre sin la sombra de
Lydia sobre sus cabezas.
—Piensa, Zach, piensa.
Todos los archivos que tengo sobre su vida juegan en mi cabeza
mientras trato de juntarlos todos para tener una idea clara de
adónde ella habría llevado a su “papá”, para que él pudiera pagar
por todos sus pecados.
—¡Sí! —exclamo cuando por n caigo en cuenta.
Este fue el último lugar al que la trajo su padre antes de morir.
Una de las razones por las que probablemente quiere repartir su
venganza aquí.
Miro a mi alrededor, me lanzo de regreso a la cafetería y grito:
—Necesito un bote. Pagaré cualquier cantidad. —Esta es la
forma más rápida de llegar a donde necesito. Sin embargo, las risas
colectivas llenan el aire.
—Buena suerte para encontrar uno, hijo —dice uno de los
hombres y sacude la cabeza—. Con esta tormenta, ningún hombre
cuerdo irá con usted.
—Por suerte, yo no estoy cuerdo —viene la respuesta desde
atrás y me doy la vuelta para ver a un hombre apoyado en el marco
de la puerta, sus ojos azules me observan con curiosidad bajo su
cabello rubio.
—Vamos. —Me resulta extrañamente familiar, pero no recuerdo
haber hablado con él—. No hay tiempo que perder.
Sin pensar ni detenerme mucho en el hecho que este tipo haya
aparecido de la nada listo para navegar conmigo, voy con él y le
pido a Dios que pueda llegar a tiempo para salvar a mi mujer antes
que le pase algo.
Por favor, Dios.
No me quites dos veces a la mujer que amo.
Nos subimos a su auto mientras conduce apresuradamente;
anuncia:
—Estaremos en mi barco en cinco minutos. ¿Dónde necesitas ir?
—le digo la ubicación y él silba, aunque riéndose—. Y nos llaman
locos.
Ni siquiera me molesto en pensar quién coño es nosotros y
espero que no sea muy hablador en nuestro camino.
—¿Por qué estás ayudándome entonces? —pregunto. Teniendo
en cuenta todo esto, hay una alta probabilidad de morir en mar
abierto.
Son riesgos que estoy dispuesto a tomar si signi ca salvar a
Phoenix.
—Cualquier hombre lo su cientemente desesperado como para
navegar un barco en esta tormenta debe tener una gran razón para
hacerlo —responde y, luego sin apartar los ojos de la carretera,
extiende su mano hacia mí—. Micaden.
Ah, ya veo.
Eudard podría haberse ido con mi hija para protegerla, pero
envía a uno de sus mejores amigos y al dueño de este pueblo.
¿Lo curioso de las amistades?
Si eres lo su cientemente leal, la gente está dispuesta a
arriesgar sus vidas por ti.
Solo espero que todo esto valga la pena y salvemos a Phoenix.
Ya que la vida no tiene sentido de otra manera para mí.
Lydia, maldita sea, no volverá a ganar.
Capítulo 24
“Llévame a la tierra donde los pecadores expían…”

~Phoenix

Pho

Un suspiro de alivio se desliza por mis labios mientras


conduzco el auto por la carretera vacía, siguiendo la guía de la voz,
demasiado miedo de frenar o ir en una dirección diferente por temor
a que Lydia plantara algo en este auto.
¿Qué pasa si ella tiene una bomba puesta?
Después de todo, ella no puede ser racional en su odio hacia
Zachary, y matar a personas inocentes no es un gran problema para
ella.
Todavía no se ha puesto en contacto conmigo a través del
teléfono o del auto; quién sabe cuántos conocimientos tecnológicos
tiene, considerando a su padre y a Brady. Lo que signi ca que no se
ha dado cuenta de mi engaño.
En el momento en que este pensamiento pasa por mi mente,
una voz chillona sale de los altavoces de la radio.
—¡Tú lo elegiste! —Oigo un fuerte golpe en el otro extremo
como si ella se golpeara con fuerza antes de susurrar—: ¡Me has
traicionado!
—No lo hice —respondo, deseando mantener la calma en esta
conversación.
La ira y los juicios no la abrirán a mí. Tengo que venir desde el
lugar de la comprensión y el amor, mientras que todavía actúo como
si me preocupara por ella por encima de todos los demás.
—¡Lo hiciste! ¡Se suponía que él debía conducirlo! Él y no tú. —
Escucho un fuerte bocinazo detrás de mí y miro por el espejo
retrovisor, viendo un auto que me persigue. Me doy cuenta que debe
ser Lydia—. ¡Debería haber sabido que no debía con ar en ti! —Ella
debe haber empezado a seguirme; de lo contrario, habría sabido del
cambio de su estúpido supuesto plan.
¿Realmente pensó que sacri caría a alguien si me tenía a mí
misma para ofrecer? Pero, entonces, Lydia no sabe lo que es el amor
o lo que conlleva. Incluso si la gente lo muestra hacia ella, su espíritu
ha sido demasiado dañado para verlo.
—Nunca prometí seguir tu plan —respondo y compruebo el
mapa en el GPS. En breve, la carretera se separará en una en cruce;
uno de los destinos conduce a alguna casa, según la ubicación,
mientras que el otro termina en el borde.
Mis cejas se fruncen ante esto mientras mi mente se acelera con
esta información. ¿Signi ca que es el borde de un acantilado?
Por lo general, las advertencias se muestran en todas estas áreas
para evitar que la gente se aventure allí por la noche especialmente,
para que no mueran accidentalmente.
Solo que no habrá nada accidental en mi plan.
Con Lydia detrás de mí, podría hacer que condujera justo
detrás de mí, porque la atracción hacia su presa más querida será
demasiado difícil de resistir, y podríamos caer juntas, tal como ella
quiso todos estos años.
Y con esto, estaría cien por ciento segura que ella no molestará
más a la gente que quiero.
—¿Cómo has podido elegirlo después de todo lo que ha hecho?
¡Es igual que papá!
Decidiendo usar esta oportunidad para obtener todas mis
respuestas antes de morir, pregunto:
—¿En qué se parece a tu padre? Tu padre te maltrató durante
años, Lydia. Ninguno de los hombres cuyas vidas has afectado hizo
eso.
Su risa amarga envuelve el espacio enviando escalofríos, pero
mantengo mi mirada en la carretera, asegurándome de no perder el
cruce mortal. Bajando la ventanilla a mi lado, doy la bienvenida al
frío que se hunde en mis huesos y permite mantenerme en el
presente y no dejar que el pánico me retenga en sus garras.
Donde hay pánico y miedo, el pensamiento racional muere.
—Las trataron igual cuando nadie los vio. Lo sé, porque todos
ellos dijeron la misma frase que papá dijo justo antes de hacerme
daño. —Mi corazón se estremece dolorosamente al pensar en la niña
asustada y perdida que fue secuestrada de su hogar amoroso y vivió
con un abusador, temiendo constantemente por su próximo aliento.
Su padre; aunque yo pre ero llamarlo pedazo de mierda, la utilizó
en su retorcido juego para herir a la esposa y descargó toda su ira en
su hija.
Quiero volver atrás en el tiempo y encontrar a la niña, salvarla
de la pesadilla, y abrazarla cerca susurrando, todo estará bien.
Pero nunca podré excusar lo que la Lydia actual y adulta está
haciendo.
—¿Qué han dicho? —Vuelvo a la conversación en cuestión
necesitando mantener su atención en otra parte para que no note el
cambio de dirección que estoy a punto de hacer.
—Mamá les dice a todos que cuando me encontraron no
recordaba nada. ¿Quieres saber un secreto? ¡Recordaba todo! Todo lo
que hacía, todo lo que decía, cómo vivíamos. Pero no compartí nada
de eso. ¿Sabes por qué? Porque mamá lloraba tanto que tenía miedo
que me dejara si sabía la verdad. Nadie quiere a una chica sucia.
Oh, Dios, ¿es esto lo que su padre le dijo muchas veces?
¿Convenciendo a la niña que mantuviera la boca cerrada? Se
explica:
—Anthony y mamá nunca dijeron una palabra al respecto. Tal
vez si lo hubiera hecho, no habría tenido que mantener mi boca
cerrada.
Ese maldito pedazo de mierda. Podría estar de acuerdo con
Lydia en una cosa. La forma en que murió no fue su ciente castigo
para los crímenes que cometió.
Veo el cruce y rápidamente voy a la derecha, donde
extrañamente la carretera está bien; aunque un poco accidentada,
pero me doy cuenta de la señal roja de stop.
Ahora, no hay vuelta atrás, y solo la muerte me espera aquí.
Lydia, sin embargo, continúa siguiéndome como si estuviera en
trance, y creo que en cierto modo lo está. Apuesto a que soy la
primera persona con la que ha compartido todo esto.
—Luego me enviaron a un internado, donde todos los chicos
populares se metían conmigo. No era lo su cientemente inteligente.
No era como ellos. Sus risas constantes aún resuenan en mis oídos.
—Todo esto no tiene sentido en mi cabeza. ¿Por qué Olivia enviaría
a su hija a una escuela así después de lo que le pasó? —. Mamá
pensó que sería más fácil para mí estar con mis compañeros después
de haber sido privada de ello durante tanto tiempo. —Ella suspira—.
Lo intentó, pobrecita. No sabía lo cruel que podía ser este mundo.
Debería haber llevado a su hija a terapia y no esconder su
cabeza en la arena, pensando que todo estaría bien simplemente
porque creía que la niña no recordaba nada. Tal vez entonces, nada
de esto habría sucedido.
—Una vez que regresé, no fue mejor, sino peor; con todo el
mundo atendiendo a las necesidades de Zachary como siempre.
—¿Qué tipo de frases dijeron todos? —Decido sacar esta
información de ella, porque eso es lo que la desencadenó. Ella
resistió a los demonios todo el tiempo que pudo sin ayuda externa,
pero las palabras que podrían haber dicho despertaron todos los
miedos, y con este deseo de matar dentro de ella, la llevaron de
vuelta a esa chica desesperada que no podía hacer nada.
Así que se aseguró de liberar a todas esas mujeres de su
destino.
Permanece en silencio durante unos instantes antes de
responder:
—Cariño, pareces tan feliz esta noche. ¿Quieres decirme por
qué? —Una frase tan común que podría haber sido dicha por
cualquiera. Sin embargo, para Lydia, fue como una echa directa a la
burbuja que ha creado alrededor de su psique—. Me metía en la
jaula en su sótano después de preguntar eso y me mataba de hambre
durante una semana para no verme feliz. —Ella solloza un poco—.
Entonces cuando tú… ¿Qué has hecho? —Vuelve a gritar,
probablemente captando el cambio de camino—. Fingiste que me
escuchabas, pero, ¿me engañaste de nuevo? —La incredulidad junto
con dolor se mezcla con su tono—. ¿Tanto quieres morir, Phoenix?
¿Qué tal si subimos la apuesta entonces? —Y con esto, ella conduce
tan rápido que su parachoques golpea la parte trasera del mío, y me
golpeo la cabeza un poco, viendo en el espejo lo cerca que está de mí
—. Tú… ¿Crees que, si mueres ahora, no iré tras Zachary? Para el
auto o te obligaré. —Ella choca conmigo de nuevo y, con esto, me
doy cuenta que, para llevarla a mi trampa, tendré que conducir lo
más rápido posible.
Una pesada respiración resuena en el vehículo mientras mis
manos se envuelven alrededor del volante, mis nudillos se vuelven
blancos por la presión, mientras lo desvío hacia un lado y hago un
giro brusco, salvándome a duras penas de rozar el lateral con los
guardarraíles.
Al mover la bestia deportiva de vuelta a la oscura autopista
iluminada solo por mis faros, piso el pedal con fuerza mientras
conduzco demasiado rápido, el viento me golpea en la cara y me
agita el cabello en distintas direcciones. No presto atención al frío
que me rodea o al sudor de mis manos en el volante; simplemente lo
agarro con más fuerza, aunque es imposible. Mi corazón late con
tanta fuerza contra mis costillas que temo que pueda romperlas.
La interminable carretera sin signos de vida alrededor me
saluda.
El cielo retumba por los truenos que siguen a un relámpago que
acompaña a la tormenta que se avecina. Las olas del mar chocando
contra las rocas se oyen en la distancia por debajo de nosotras,
alertando a cualquiera que esté a su alrededor sobre el peligro que
acecha en los bordes de esta tormenta.
No es de extrañar que hayamos recibido antes un mensaje de no
salir de casa o, Dios no lo quiera, salir en barcos de pesca. Algunas
personas dijeron que podría ser un suicidio.
La radio emite sonidos intermitentes mientras cambia de
emisoras, lo que me permite escuchar solo algunos fragmentos de
conversaciones antes que empiece a sonar una música molesta que
me recuerda a las películas de terror.
Lydia quiere oscurecer el ambiente.
La risa siniestra la sigue, llenando el auto de pavor, de terror y
fatalidad. Mi respiración se detiene por un momento, el miedo corre
por mis venas y mi pie se levanta del pedal.
Jadeando, sacudo la cabeza y bloqueo todo lo que no sea el
deseo de triunfar, reanudando la presión sobre el pedal mientras
todo lo que me rodea se mueve de forma borrosa y, echando un
vistazo al velocímetro, veo que ya está por encima de los ciento
veinte.
Solo tengo que aguantar un poco más. El GPS me indica que
estoy a tres minutos de mi destino.
Hay otra curva cerrada y giro el volante con fuerza, los
neumáticos chirrían contra el pavimento, esta vez la puerta de mi
auto choca contra los guardarraíles, pero sigo con el grito de dolor
en mi interior.
En cambio, conduzco aún más rápido, lo más lejos posible, para
que el auto que me persigue no me alcance.
En ninguna circunstancia puedo frenar y permitir que esto
pase, porque traerá la destrucción que nadie merece.
Empezó conmigo, y debe terminar conmigo.
Aunque todavía no me ha explicado qué relación tengo con
esto, pero tampoco quiero saberlo.
La risa sigue resonando en el interior del vehículo, pero
entonces la voz empieza a tararear la canción, cantando palabras que
no están en la letra.
—Más. Más. Más —repitiendo la misma frase una y otra vez,
volviéndome loca. Quiero gritar para que se calle, pero es un lujo
que no me puedo permitir.
Si la vida me ha enseñado algo en los últimos años, es que
nunca debo esperar nada humano de un demonio.
No conoce las palabras piedad o compasión, y la única cosa que
anhela es tu sangre, y eso nunca es su ciente.
Por mucho que me haya hecho daño... nunca podría expiar lo
que hice.
Al menos a sus ojos, ya que he cometido el mayor pecado al
traicionarla por otra persona, al igual que todas las demás personas
en su vida, según ella.
Y nalmente me doy cuenta que nunca lo haré, entonces, ¿cuál
es el punto de prolongar lo inevitable?
Las nubes oscuras siguen acumulándose en el cielo. Vuelve a
caer un relámpago antes que empiece a llover a cántaros, las pesadas
gotas de lluvia golpean el coche con fuertes zarpazos, y pongo en
marcha los limpiaparabrisas. Sigue siendo casi imposible ver nada a
mi alrededor, pero no importa.
Por n, a lo lejos, veo el nal de los guardarraíles y aprieto el
pedal con más fuerza, casi haciendo saltar la velocidad a ciento
cincuenta. Suelto el volante y extiendo la mano por la ventanilla
hacia la lluvia, apareciendo una leve sonrisa en mi rostro.
Lástima que todo en esta vida no se pueda lavar con la lluvia. Tal
vez entonces el resultado de mi destino hubiera sido diferente.
Un poco más lejos y llego al nal del acantilado sobre el océano.
El coche vuela desde él, navegando hacia el océano mientras el cielo
retumba con los truenos.
Y cuando por n ocurre, mi risa es la que resuena en mi interior
mientras las lágrimas corren por mis mejillas, porque por n ha
terminado.
Con mi muerte, me libero a mí y a todos los demás de esta
pesadilla de una vez por todas.
Esperando que, en lugar del in erno, vaya a la tierra donde los
pecadores expían.
El vehículo se sumerge en el agua, otando durante un segundo,
pero se hunde rápidamente debido a la ventanilla abierta por la que
el agua llena el interior del coche. Trago aire en mis pulmones,
pensando en mi hija y en Zach y en lo mucho que lamento haberlos
dejado así.
Pero es mejor para Emmaline que yo muera, porque, para ella,
Zachary es su padre y yo solo soy una extraña.
Nadie echa de menos a los extraños, ¿verdad?
Si no estuviera en el agua, las lágrimas correrían por mis mejillas
junto con los sollozos que sacuden mi cuerpo.
Sin embargo, giro la cabeza hacia un lado cuando algo me agarra
la mano. Abro los ojos de par en par y veo a Zachary, que me saca
por la ventanilla abierta. Lucho contra su agarre, pero es implacable.
Mi cadera golpea dolorosamente el coche cuando consigue
sacarme y luego me empuja hacia la super cie. Quiero gritarle con
frustración. ¿Por qué ha tenido que venir a salvarme? ¿No entiende
que esto no terminará hasta que uno de nosotros y Lydia estén
muertos?
Sin embargo, los pensamientos que pronto caerá del acantilado
me hacen nadar hacia arriba, eso y que probablemente Zachary no
pueda aguantar la respiración durante mucho más tiempo.
Zach y yo tragamos saliva cuando llegamos a la cima, y entonces
él me ladra:
—¡Nada hasta la puta orilla! —Nadamos durante unos minutos
antes que acabe arrastrándome hasta la arena, tosiendo fuertemente,
escupiendo agua, pero Zachary no me da un prolongado respiro.
Me pone de espaldas y me revisa, con su mano temblando sobre
mi cuerpo.
—¿Estás bien? —El agua gotea de su pelo y sobre mí, y no estoy
segura de dónde encuentro la fuerza, probablemente de la
adrenalina que inunda mi sangre, pero lo empujo y grito—. ¿Por qué
has hecho eso?
—¿Por qué? ¿Debería haberte dejado morir?
—¿Qué otra opción había? —le grito, sin importarme cómo me
duele la garganta con cada palabra que me quema. Me siento en la
arena, temblando por todas partes—. ¡Nunca se detendrá!
—¡Entonces sacrifícame! —me devuelve el fuego, y abro la boca
para discutir cuando parpadeo hacia la playa, notando que el
acantilado no era muy alto y que ningún coche me seguía.
¿Deberíamos haberla sentido de nuevo en el agua o haberla oído ya?
Sólo entonces diviso un pequeño camino que va desde el
acantilado hasta esta playa y muevo la cabeza en señal de negación.
—Lydia.
—Está justo aquí. —Su voz suena desde detrás de mí, y Zachary
se queda helado. Su mandíbula se tensa mientras aprieta los puños,
y con pavor, me doy la vuelta, sentándome sobre mis rodillas para
enfrentarme a Lydia que me apunta con un arma—. Sabía que te
salvaría. Pregúntame cómo. —Zach da un paso hacia ella, pero ella
agita la pistola en su mano—. No, hermano querido. No, a menos
que quieras que le dispare.
—¿Cómo? —Hago lo que dice, demasiado temerosa que pueda
apretar el gatillo de todos modos, demasiado atrapada en sus
recuerdos.
—Los abusadores siempre buscan a sus víctimas, nada en esta
tierra es lo su cientemente poderoso como para mantenerlos
alejados. Al igual que mi madre, tú lo elegiste.
—¿Como ella eligió a tu padre?
—Papá era un hombre malo. Pero me enseñó a reconocer a los de
su clase y a librar al mundo de ellos. —Algunos asesinos en serie sí
que cazan a los que hicieron los mismos actos que su agresor, pero
Lydia no ha hecho nada para ayudar al mundo a librarse de ellos.
No es que pueda decir nada de esto en la situación actual.
—Después que Zach se casara y la llamara cariño todo el maldito
tiempo, no pude soportarlo. Así que un día, me quemé las manos.
Recordé cómo papá decía que no eran lo su cientemente
musculosas. Fue entonces cuando te conocí, la persona más amable
que jamás había visto. Te sentaste conmigo y hablaste conmigo,
porque uno de los médicos sospechaba que me había autolesionado,
aunque yo decía que solo había tocado la sartén caliente. No
esperaba que el psiquiatra fuera tan bueno. —Mis cejas se fruncen
ante esto, porque nunca recordé haberla visto antes que viniera a
sacarme de la cárcel. Si ocurrió antes del accidente, ¿no debería
haberla reconocido al menos? —Llevaba una máscara médica y gafas
de sol. No podía permitir que la gente especulara con que un King se
había hecho daño a sí mismo. No encajaría con la imagen. —Se echa
el pelo hacia atrás cuando la ráfaga de viento le cubre la cara—.
Pensé que me entenderías, Phoenix. Sebastian no te merecía. —Mira
brevemente a Zach—. Fue entonces cuando Angelica se volvió mala
conmigo, así que decidí acabar con todo. —Se ríe, aunque carece de
humor—. Pensé que nos liberaría a todos de los maltratadores. ¿Y
qué obtuve a cambio? Nada. Te enamoraste de Zachary. —Grita la
última parte, apuntándome con el arma—. Y estoy tan cansada de
abrir los ojos de todos a sus actos. —Sus ojos se humedecen—. ¿Por
qué nadie me escucha? —Presiona su mano contra el pecho,
golpeándose con el puño—. ¿A mi dolor y a mi angustia? Todo el
mundo lo ignora. Me merecía algo mejor que esto.
—Lo hiciste —dice Zachary, deslizándose un poco más cerca
mientras Lydia frunce el ceño, centrando su mirada en él—. Lo que
te pasó fue malo. Pero Phoenix nunca te traicionó. Tu ira debería
dirigirse a mí.
—Ella quería casarse contigo. ¡Y te protegió! —grita ella—. Te
odio, Zachary. Por tu culpa, papá me secuestró hace tantos años.
Deberías haber sido tú quien viviera todas esas pesadillas. —Las
lágrimas caen rápidamente por su cara—. Deberías haber sido tú
quien condujera ese coche. ¡Y hasta me quitaste a Phoenix! —Me
apunta de nuevo con el arma—. Así que voy a recuperar lo que me
robaste.
Todo sucede como en cámara lenta.
Lydia me dispara, pero el cuerpo de Zachary me bloquea el arma.
Varios disparos resuenan en la noche, uno a uno, y entonces veo que
un hombre sale de las sombras hacia Lydia, la agarra por la espalda
y la desarma, presionándola sobre la arena mientras grita.
Me levanto de un salto de mi posición, corriendo alrededor de
Zachary para examinar cuánto daño le ha causado, sólo para que un
grito me arranque la garganta cuando lo veo.
No.
No, no, no.
Epílogo
“Todos deseamos nales felices en esta vida.
Sin embargo, algunos nales felices tienen sentimientos agridulces.
Por lo general, cuando la vida no va como la habías planeado, te
enfrentas a algunas pérdidas en el camino.
Lo único que mantiene a una persona de pie durante estos tiempos
difíciles es el amor…
El amor que tiene el poder de hacerte aguantar y soportar cualquier cosa.
Incluso el dolor más insoportable y desgarrador”.

~Phoenix

Pho

New York, Nueva York


15 años después

—Son una mierda —exclama Emmaline, ajustando su gorra de


graduación en la cabeza y agitando su cabello para que los mechones
oscuros caigan libremente por su espalda y brillen.
Ian y Wya , gemelos idénticos con el cabello negro y los ojos
más verdes que he visto nunca, casi como las esmeraldas que se
encuentran en las montañas, comparten una mirada y se encogen de
hombros, sin importarles mucho el disgusto de mi hija.
—Tienes que decidirte, Em —dice Ian, y la mandíbula de ella se
abre mientras pone una mano en la cadera y agita la otra en su ropa.
—¿Decidirme? Los dos llevan vaquero y chaquetas de cuero a
mi ceremonia de graduación.
Wya se frota la barbilla y pregunta confundido:
—¿Pero no dijiste que llevara algo bonito? —Hace un gesto
hacia arriba y hacia abajo de su pecho—. Estas cuestan una fortuna,
son de las mejores que tenemos en el armario.
Ella parpadea incrédula.
—Me refería a llevar un traje. ¡Tienes varios de esos!
—Un traje. —Los dos dicen al mismo tiempo y se ríen, se dan
un codazo en el hombro mientras Emmaline gime de frustración y
cambia su atención hacia mí.
Oh, no.
Debería haber esperado esto, pero he sido demasiado lenta para
ponerme al día y ahora no podré escapar de la línea de fuego.
—¡Mamá!
Ian dice:
—Oye, eso no es justo. No puedes involucrar a los adultos en
nuestras conversaciones.
—¿Quién lo dice?
—Lo digo yo —responde Wya con una sonrisa y luego guiña
un ojo a las chicas que pasan y que se ríen a carcajadas, yo niego con
la cabeza. Uno de estos días, este chico va a ser un mujeriego.
Y que Dios nos ayude a todos entonces.
—Llegamos justo a tiempo para una pelea. —Una voz divertida
que viene de atrás me hace girarme para ver a Sebastian caminando
hacia nosotros con Felicia y su hija de diez años, Daisy, que se
precipita hacia nosotros con un fuerte chillido.
Se pega a Emmaline, rodeando su cintura con las manos, y echa el
cuello hacia atrás para encontrarse con la mirada de su hermana.
—¡Qué guapa estás!
Mi hija sonríe, alborotando su pelo, y responde.
—Tú también estás guapa. —Da un paso atrás y la coge de la
mano, dejando que la niña gire en círculo, mostrando su perfecto
vestido blanco con sandalias doradas que combinan perfectamente
con sus mechones rubios.
—Hola, tía Phoenix —me saluda, soplándome un beso antes
de saltar hacia los chicos, e Ian la agarra en brazos donde ella se ríe a
carcajadas. Luego señala detrás de ellos.
—Hay helado.
Los gemelos vuelven a mirar al unísono a Felicia.
A veces, me asombra incluso lo sincronizados que están el uno
con el otro, casi como un cuerpo separado en dos mitades.
Combinado con sus miradas y estados de ánimo idénticos, forman
un equipo aterrador pero fascinante para todos.
Y se protegen mutuamente con ereza: si haces daño a uno,
más vale que estés preparado para enfrentarte al otro.
No ayuda que ambos sean excepcionalmente inteligentes y
astutos, aunque nunca puedan mentirme.
O engañarme haciéndome creer que uno u otro está delante de
mí.
—Adelante. —Felicia asiente, y los chicos se marchan mientras
ella se inclina hacia mí y me abraza—. ¿Cómo estás? —Ella baja su
voz hasta un susurro—. ¿Feliz de tener una hija graduada? —Frunce
el ceño. —Creo que voy a llorar a mares cuando llegue el momento
de Daisy. Debería comprar algunos pañuelos por adelantado.
Sebastian y ella se casaron tres años después que Lydia fuera
acusada de varios asesinatos. Debido a su inestable estado mental,
fue internada en un psiquiátrico de por vida sin posibilidad de
apelación o libertad condicional. La trasladaron a la cárcel varios
años después, cuando, con medicación y terapia, se estabilizó lo
su ciente como para ser enviada allí.
La familia King estaba tan afectada por lo que ella le hizo a
Zachary.
Sacudo la cabeza, bloqueando los dolorosos recuerdos que
todavía me parten el corazón en dos.
Toda la familia estuvo de luto durante varios años, sin creer
como su dulce niña se convirtió en una asesina a sangre fría. Me
llevó mucho tiempo convencerlos a todos, especialmente a Olivia,
que no era su culpa, y que pensar en lo que hubiera pasado no los
ayudaría. Sí, deberían haberla llevado a terapia todos esos años, en
lugar de suspirar de alivio cuando ella dijo que no recordaba nada.
Cuando los niños están en dolor y sufren, deberíamos ayudarles en
lugar de protegernos de sus verdades, que tienen el poder de
destruirnos.
Sin embargo, un sentimiento de culpa no la habría ayudado, así
que le dije a Olivia que lo único que podía hacer por su hija era estar
ahí para ella.
Y eso es lo que hizo toda la familia, la visitó cada mes y no la
dejó en el fondo de la desesperación sola y sin amor.
Lo que Lydia hizo… fueron cosas horribles y despreciables que
nadie debería hacer nunca, y no hay justi cación para ellas. Matar a
un inocente para adormecer tu propio dolor nunca es la solución;
permitir que la oscuridad consuma tu vida tampoco lo es.
Sin embargo, la que necesitaba una familia, era la niña que aún
vivía dentro de ella y que esperaba que su familia viniera a buscarla
cuando el mundo entero se desmoronó. Cuando el monstruo
abusivo se aprovechó de su debilidad y destrozó su espíritu.
Y eso es lo que nalmente consiguió, aunque lo hizo de una
manera que nadie esperaba.
El patriarca de la familia, Anthony, nunca quiso saber nada de
ella ni visitarla, aunque nadie lo esperaba.
¿Cómo iba a hacerlo, después de lo que ella le había hecho?
Incluso yo nunca pude ir, a pesar de mi profesión y compasión.
Me negué varias veces cuando Olivia quería que evaluara su estado
mental. Solo con verla se me ponía la piel de gallina devolviéndome
a aquel día lluvioso en el que la vida se separó en un antes y un
después para mí.
Las palabras de Anthony de hace mucho tiempo aún resuenan
en mis oídos mientras se las decía a Olivia que lloraba en silencio
sentada en el sofá.
—No te prohibiré que la veas, pero Dios, no me pidas nada más de mí.
Nunca. No digas su nombre en esta casa. En lo que a mí respecta, ella no
existe para mí. Mi hijo, Olivia. Ella disparó a mi hijo. Nunca la perdonaré.
A pesar de todo esto, su matrimonio se mantuvo tan fuerte
como siempre con todos sus nietos visitándolos regularmente y
pasándolo muy bien, a pesar que Anthony camina con un bastón
ahora después de una operación de cadera. Según él, resultó herido
cuando intentó practicar el movimiento de ballet de Emmaline, pero
ella lo niega.
Conociendo bien a ambos, siento que la verdad está en algún
punto intermedio.
Se me escapa una risita, pensando en su vínculo que solo se ha
hecho más fuerte a través de los años. A él no le importa llamarla su
nieta favorita.
—Desde que fue aceptada en Julliard, no tendré mucho tiempo
para echarla de menos. Por ahora, ella planea quedarse en casa.
Felicia se ríe.
—Sí, me sorprendería que viviera en otro lugar.
Sebastian asiente con la cabeza, palmeando suavemente la
espalda de su esposa antes de caminar hacia Emmaline, quien toma
una foto en su teléfono pero se queda quieta cuando lo ve de cerca.
Los dos se mueven incómodos cuando él nalmente habla.
—Felicidades, cariño. —Luego le da una caja con un lazo en la
parte superior—. No estaba seguro de si los necesitabas, pero parecía
una buena opción en ese momento.
De pie, con sus tacones plateados, se mete el teléfono en el
bolsillo de su vestido púrpura de graduación, y luego abre la caja.
La abre y saca un par de zapatillas de punta negras mate y las
aprieta contra su pecho mientras Sebastian explica.
—Sé que las gastas rápidamente, ya que haces ejercicio hasta
que te sangran los dedos de los pies. —Él frunce el ceño, claramente
no está contento con esto—. Pero quería dártelas como un amuleto
de la suerte, ¿tal vez? Puedes usarlas durante los exámenes o lo que
sea que tengan en esta escuela de baile. —Cuando termina, sus
orejas están rojas y se aclara la garganta—. Estoy muy orgulloso de
tus logros, cariño. Quiero que lo sepas.
—Dios mío, papá, gracias. —Ella lo abraza con fuerza, y Felicia
suspira secando sus lágrimas, como siempre las tiene mientras los
mira.
—Son adorables juntos, ¿no es así? Desde que le contamos la
verdad.
Uno podría pensar que Felicia debería sentir resentimiento
hacia mi hija. Después de todo, salió de la nada para ella, sin
mencionar el hecho de tenerme siempre en su cara. Pero nada más
que alegría llena su voz, y creo que es porque ama tanto a Sebastian
y sabe lo importante que es para él.
Sus manos tiemblan cuando vierte el whisky en el vaso, solo para
maldecir en voz baja y engullir el alcohol de la botella levantándose
rápidamente y derramando un poco en el suelo.
—¿Cómo has podido ocultármelo? —La ira se apodera de mí, pero él
levanta la mano para callarme—. Lo siento. Sé que es mi culpa. Dios, tengo
una hija —susurra y se deja caer de nuevo en el sofá, cubriendo su cara con
la mano mientras la botella probablemente se le clava en la piel.
—Y tiene casi cuatro años. —Sin saber cómo reaccionar ante la
angustia y la conmoción de sus palabras, decido tranquilizarlo y tal vez
poner n a su sufrimiento.
—Tenía que contarte esto; es tu derecho. No tienes que formar parte de
su vida. Según los papeles, ella es la hija de Zachary, y ella…
—Ella es mi bebé, Phoenix. ¿Cómo puedes pensar que no querría ser
parte de su vida? —Se ríe amargamente—. No respondas a eso tampoco. Tu
descon anza también está justi cada. —Pasa un tiempo, y luego dice—:
¿Cómo le decimos la verdad?
Exhalando una pesada respiración, cierro las manos sobre mi regazo y
respondo honestamente, pensando solo en mi hija y no en la agonía que debe
experimentar mi exmarido.
—Cuando tenga la edad su ciente para entenderlo. No quiero herirla
ni confundirla.
Asiente, se lleva la botella a la boca y bebe con avidez.
—Eso es lo que haremos entonces.
Emmaline se enteró cuando cumplió dieciséis años y, para
nuestra sorpresa, fue muy comprensiva al respecto; aunque pidió un
tiempo a solas para asimilarlo todo en su cabeza. Tardó un año en
aceptar la información, y fue entonces cuando empezó a llamarlo
papá; aunque todavía con mucha di cultad. Poco después pidió
cambiar su apellido a Hale-King.
—Sé que querías que estudiara derecho. —Emmaline se echa
hacia atrás y se ajusta el birrete una vez más—. Así que signi ca el
mundo.
Sebastian bufa, sosteniendo la caja bajo su axila.
—Simplemente sugerí que pensaras en el futuro.
Ella pone los ojos en blanco.
—Por favor, dejemos esta conversación antes que nos peleemos
de nuevo, ¿de acuerdo? —Sebastian la abraza una vez más antes de
alejarse y volver a nosotros mientras ella saluda a alguien en la
multitud y luego hace un gesto con su cabeza hacia el edi cio—.
Tienen que entrar. El abuelo y la abuela ya están allí esperándolos a
todos. El tío Charlie y Nathan también están allí. —Sonrío,
recordando a la pareja que debe ser la gente más hilarante de este
planeta por la cantidad de bromas que pueden soltar en las
situaciones más incómodas. Charlie nalmente le hizo la pregunta
hace ocho años, y Nathan aceptó; aunque todavía sigue viajando
mucho debido a su trabajo.
Sebastian grita llamando a Daisy y luego rodea con su brazo a
Felicia llevándola al edi cio.
—Cariño, ven con nosotros. La ceremonia está a punto de
empezar. —La niña se lanza hacia ellos comiendo su helado
mientras los chicos vuelven a nosotros.
Fruncen el ceño, y yo sigo su mirada solo para parpadear
sorprendida cuando veo que Emmaline se echa a llorar, aunque
intenta detenerlas limpiando cada una de ellas antes que puedan
arruinar su maquillaje.
—Hey —dice Ian, corriendo hacia ella y abrazándola, por un
lado, mientras Wya hace lo mismo desde el otro, sacando un
pañuelo de su bolsillo y recogiendo todas las lágrimas mientras ella
se abanica la cara, respirando profundamente—. No llores, hermosa
—le dice, e Ian asiente apretando su agarre sobre ella—. Podemos ir
a cambiarnos rápidamente en trajes si quieres. —Casi la aplastan
entre ellos. Ella podría ser mayor, pero no se sabría por lo altos y
musculosos que son en comparación con ella.
Es diminuta en sus brazos.
—No me importa tu ropa —susurra, y una vez que estoy frente
a ella, le acaricio la cabeza, levantando su rostro hacia mí y le
pregunto en silencio qué le pasa—. Me gustaría que papá estuviera
aquí para verme graduada.
Mi corazón se agita dolorosamente en mi pecho odiando ver a
mi hija tan triste en su día especial, pero al mismo tiempo sabiendo
que no puedo hacer nada al respecto.
No importa cuántos años pasen, ella siempre será la niña de
Zachary.
Los gemelos se tensan también haciendo una mueca, porque
saben que cualquier cosa que digan será inútil, aunque Ian lo intenta
de todos modos.
—Tampoco estará en nuestra graduación. Al menos todos los
demás están aquí, ¿eh? —La aprieta una vez más—. Estamos aquí. Y
somos jodidamente increíbles.
Sin embargo, todos nos congelamos cuando una voz profunda
y ronca habla, casi retumbando en el espacio abierto y, como
siempre, envía escalofríos por mi espina dorsal despertando todo
dentro de mí.
—Tu creencia en mí me asombra a veces. —Me doy la vuelta
para ver a Zachary de pie a unos metros de nosotros, con un traje
gris que lo abraza como una segunda piel, y suspiro pensando en lo
guapo que sigue siendo; por no mencionar cómo su abrumadora
presencia se ha intensi cado con los años.
Lleva un ramo de rosas en una mano y una bolsa de la compra
en la otra. Abre los brazos de par en par, dirigiéndose a Emmaline.
—¿Cómo iba a perdérmelo, nena? Ven aquí.
Emmaline chilla, se precipita hacia él y salta a sus brazos,
envolviendo los suyos alrededor de su cuello mientras él la atrapa
abrazándola con fuerza, y ella grita:
—¡Papá, estás aquí!
Se aferra a él unos instantes más antes de inclinarse hacia atrás
y sonreír ampliamente.
—Lo has conseguido.
—Por supuesto. —Él mira por encima de su cabeza a los
gemelos—. Y yo llegaré a los suyos también. Si se gradúan, claro.
Uno de los edi cios de la empresa que poseen los King tuvo un
incendio ayer, así que tuvo que volar allí para comprobar los daños
y, por suerte, nadie resultó herido; pero no estábamos seguros que
podría llegar a tiempo para Emmaline.
Esperaba con todo mi corazón que pudiera, pero no lo habría
tenido en su contra si no lo hubiera hecho.
Los gemidos colectivos llenan el aire, y rápidamente se colocan
detrás de mí.
—Vamos, papá. Deja de hablar de educación.
—Entonces no deberías haberme dicho que no tienes intención
de ir a la universidad durante al menos dos años después de
graduarte. —le responde con un chasquido y luego besa a Emmaline
en la frente
—Entra, hija mía. Apuesto a que todo el mundo te está
esperando. —Le da el regalo y las ores—. Llévalo antes de tu
discurso de graduación. —Ella lo aprieta por última vez antes de
bailar hacia el edi cio y empujar las ores en los brazos de Ian.
No tengo que ver el regalo. Después de todo, los dos elegimos
el collar de za ro para ella el otro día.
Nos saludan y la siguen rápidamente mientras me quedo quieta
esperando que mi marido se acerque a mí.
No lo hace de inmediato, oh no. Me examina de la cabeza a los
pies, sus ojos parpadean en apreciación mientras dice con su voz
ronca:
—Está usted preciosa, señora King. —Se acerca hasta que las
puntas de sus zapatos tocan los míos—. Su marido habría sido un
tonto si la hubiera dejado sola aquí.
Mis cejas se levantan y le sigo el juego.
—¿En una esta de graduación? Creo que el público es
demasiado joven para mí.
La posesividad cruza su rostro mientras rodea mi cintura con
su mano, apretándonos tanto que sus músculos se clavan en mis
curvas, toma mi barbilla entre sus dedos.
—Siempre hay padres solteros. —Él se traga mi risa con su
boca, abriendo la mía para su beso mientras nuestras lenguas se
rozan, se me eriza la piel y yo aprieto su camisa, sin importarme el
público.
El beso es profundo, apasionado y hambriento, pero también
suave porque no he visto a mi marido en mucho tiempo.
Al menos para nosotros.
Después que Lydia le disparara, los paramédicos llegaron en
tiempo récord y seguí presionando la herida en el camino al hospital
para que no se perdiera más sangre rezando por un milagro, porque
la pérdida era tan grave que incluso los médicos no parecían
esperanzados.
La operación duró horas. Más tarde me enteré que ninguna
arteria importante fue lesionada, pero la hemorragia interna podría
haber sido catastró ca. Afortunadamente, el cirujano se encargó de
eso, y Zach se despertó dos días después con mi rostro lleno de
lágrimas.
Nos casamos tres meses después, poco después que descubriera
que estábamos embarazados de gemelos, en una ceremonia
tranquila entre su familia y sus amigos.
Volví a trabajar cuando los gemelos cumplieron dos años,
mientras Zachary siguió ampliando su imperio, asegurándose que
pudiera seguir pasando tiempo de calidad con nosotros.
Zach y Sebastian siguen sin gustarse mucho; sin embargo, se
mantienen civilizados y, cuando Zach sostuvo a los gemelos por
primera vez, comprendió su error. No podía imaginarse que alguien
no le hablara nunca sobre sus hijos.
Así que, por el bien de nuestra hija, hay una fría paz entre ellos,
y nalmente tiene una relación normal con su padre y su familia.
En general, la vida ha sido maravillosa, y no puedo esperar a
ver qué más nos depara.
—Eres imposible, Zach —murmuro contra su boca.
Él sonríe guiñándome un ojo.
—Por eso me amas.
—Lo hago. —Se queda callado, así que le golpeo el pecho con
un puño, y él se ríe.
—Yo también te amo, cariño. ¿Cómo podría no hacerlo? —Se
inclina para darme otro beso, y esta vez somos interrumpidos por
fuertes silbidos y gritos—. Que Dios me dé fuerzas para no matar a
mis hijos —gruñe y me río mientras se da la vuelta para mirar a los
niños que están en las escaleras esperándonos.
—¿Van a venir o no? ¡No puedo graduarme sin mis padres! —
Emmaline grita, y empezamos a caminar mientras aprecio a mi
familia y a esta hermosa vida que estoy viviendo, yendo de la mano
de este increíble hombre.
—Ven, cariño. Vamos a ver a nuestra hija durante su discurso y
recemos para que los gemelos no hagan alguna travesura que yo
tenga que pagar.
Mi risa llena el edi cio.

Zac

Me siento en el sofá junto a mi mujer que está viendo a nuestros


hijos reír mientras Wya hace fotos de Emmaline; ella sostiene su
diploma en el aire. Le pongo la mano alrededor de su hombro y
suspira de placer apoyando su mejilla en mi pecho.
—Creo que lo hemos hecho bien —susurra—, para dos
personas dañadas, ¿eh?
Una sonrisa se dibuja en mi boca y le doy un beso en la cabeza,
mientras escucho a mis hijos discutir.
—Emmaline, se me ha dormido el brazo de tanto hacer fotos. —
Wya mueve las cejas hacia su gemelo—. ¿Quieres abandonar este
barco y hacer algo realmente divertido?
Ian suspira aliviado.
—Jo… —Debe recordar rápidamente que estamos en la
habitación con ellos, porque lo cambia por—: Demonios, sí. ¿Qué
tienes en mente?
—Son un asco, chicos. —Coloca su diploma sobre la mesa antes
de quitarse la toga y el birrete arruinando su cabello.
Los gemelos jadean, y uno de ellos se pone la mano en el
corazón exclamando dramáticamente:
—Oh no. Has disparado una echa directamente a mi corazón.
—Él gime, cae de rodillas y cierra los ojos—. No voy a sobrevivir a
esto. —Él abre un ojo y le pregunta a Ian—: ¿Qué estás esperando?
Arrodíllate.
Se encoge de hombros.
—No quiero morir, así que asumamos que su echa no me dio
y fue directamente a ti.
Emmaline dice:
—Bueno, te lo mereces.
—Ya que nadie aprecia mis sacri cios, voy a saltar. —Wya se
levanta y chasquea los dedos—. Ahora, ¿quién quiere disfrutar de un
helado en la terraza hasta que vayamos a la esta de después?
—No están invitados a ella.
—¿De verdad quieres rompernos el corazón así? —se queja.
Harto de esto, Ian los agarra por los codos y los arrastra al
pasillo mientras sus hermanos siguen discutiendo, aunque sabemos
que es solo por diversión.
Emmaline los llevará a la esta, donde probablemente harán
travesuras rápidamente, y yo tendré que rezar para que la policía no
aparezca en mi puerta por otra de sus bromas.
He perdido la cuenta de la mierda que han hecho a través de
los años, pero no podría quererlos más, aunque lo intentara. A veces
pienso que Dios me ha agraciado con una hija perfecta para
equilibrar a mis hijos, cuyos segundos nombres son problemas y
travesuras.
Sí, lo hicimos bien, porque no importa lo que pase… nuestros
hijos saben que son amados y siempre tendrán nuestra protección.
Las paredes de esta casa los recibirán siempre con brazos
abiertos, listos para escuchar sus alegrías y penas sin importar cuáles
sean sus pecados.
Aunque, no me importará que vacíen el nido, para poder pasar
el resto de mi vida con la mujer que amo tanto que a veces me
asusta.
Sin embargo, la vida me ha enseñado que tiene el poder de
cambiar tan rápidamente, así que, ¿por qué perder el tiempo en el
miedo? En cambio, el amor y la felicidad me llenan hasta el tope,
disfrutando de cada momento, ya que nunca sé cuándo puede ser el
último.
La tierra donde los pecadores expían.
Creo que Phoenix tenía razón hace tantos años.
El paraíso existe aquí en la tierra; si tenemos suerte, nos dará la
oportunidad de expiar nuestros errores y obtener algo hermoso a
cambio.
Mi familia es un regalo del cielo, y nunca voy a tomarlos por
sentado, ni a la mujer que me dio una oportunidad cuando la
mayoría probablemente le habría dicho que no debería hacerlo.
Si alguna vez tienes la oportunidad entre el in erno y la tierra
donde los pecadores expían…
Ve a la tierra donde los pecadores expían.
Es bastante bueno aquí.

Fin
Créditos
Staff

Traducción

Hada Elga

Corrección

Hada Tetis

Lectura Final

Hada Zephyr

Diagramación

Hada Zephyr

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