Está en la página 1de 11

Crear comunidad religiosa

Keep going, keep growing, keep glowing

Introducción
El símbolo de los árboles en otoño. Me imagino mi vida como un árbol. ¿A
qué árbol se parece mi vida? ¿Qué color tiene en estos días del año?
¿Cómo resuena en mi este tiempo de la naturaleza? ¿Resuena como signo
y color del ocaso, de la muerte? ¿Lo vivo como signo de la nueva vida que
está fraguándose?

Hay actitudes que crean comunidad. Las hay, que la destruyen. El sueño
vital reside en construir un proyecto carismático de vida y misión. No lo
creamos ex novo; lo hemos recibido y heredado; pero se nos ha dado para
ser fieles a él recreándolo y activando sus potencialidades todavía ocultas.
Se trata de una experiencia del Espíritu. Y el Espíritu es el don de Jesus
resucitado. La comunidad brota de la filiación y de la koinonía en Cristo. Y
más radicalmente del binomio Dios-amor y reino de la humanización del
hombre. Es la relación de alianza: “Y diré: Tú eres mi pueblo, y él dirá: Tú
eres mi Dios” (Os 2,25).

Por otra parte, el proyecto carismático de vida y misión es vivido por


personas humanas, históricas, diversas; son llamadas y seducidas por la
experiencia del Espíritu con vistas a encarnarla e inculturarla a través de
los tiempos. Al mismo tiempo, pertenecen a una cultura como la actual,
en la cual los más jóvenes priorizan el disfrute de la vida, los tiempos de
ocio y de libertad, vivir nuevas experiencias, actividades profesionales
satisfactorias. Y, por otra parte, ha disminuido la capacidad de vinculación
y ha crecido el sentimiento individualista junto con la desconfianza con
respecto a las relaciones interpersonales. Otro dato significativo de esta
radiografía dice que hasta el 95% de los jóvenes echan la culpa de su
situación a los gobiernos (Cf. Informe De la fundación de estudios
progresistas, dirigido por Belén Barreiro).

1
En este contexto estamos empeñados en construir día tras día
comunidades de fe, de discípulos/as y de testigos creíbles de que la vida
triunfa sobre la muerte, de la esperanza frente al miedo.

1. Personas

Las personas son la base de la comunidad. Vivir es convivir; vivir es


relacionarse, dar y recibir. A ser comunidad se aprende viviendo y se vive
aprendiendo. Cada uno desde su historia y su cultura familiar y social; y
todos desde la cultura dominante que respiramos y nos influye en mayor
o menor medida.

Actualmente vivimos en una cultura que solemos llamar líquida. Este


calificativo que ha popularizado Zigmunt Bauman1 afecta a las relaciones,
a los afectos, el tiempo, la vida. Todo parece haber perdido consistencia y
estabilidad. Ha adquirido prioridad lo emocional y lo virtual. Como las
emociones son muy cambiantes, las decisiones y promesas se han vuelto
inestables: en el matrimonio, en la vida religiosa, en el ministerio
ordenado.

El proyecto de formar comunidad es apasionante. Implica la fe de cada


uno en sí mismo, en los otros, en Dios. Expresa el profundo anhelo
humano: salir de la soledad, salir del aislamiento y del individualismo;
curar el miedo al abandono y la exclusión. Pero, al mismo tiempo, exige
tener en cuenta la individualidad de cada persona, sus miedos a la
libertad, al futuro, al cambio…sus miedos a la diferencia…. La comunidad
es una llamada a pasar constantemente de “la comunidad para mí” a “yo
para la comunidad”, del yo al nosotros, del egocentrismo a la solidaridad

2. Pertenecer

La condición primera para crear comunidad es pertenecer a ese proyecto


de comunión fraterna y de misión evangelizadora. La pertenencia se
construye a partir de muchos factores: afectivos, históricos, ideológicos:
mis padres, mis hermanos, mi familia de origen, mi pueblo. Pero un factor
principal es el conocimiento interpersonal. A la base está el ejercicio de la
comunicación que crea cercanía. Una buena comunicación requiere
1
Ha escrito libros sobre la modernidad líquida, la vigilancia líquida, la educación en un mundo líquido,
miedo líquido, tiempo líquido, vida líquida, amor líquido…

2
tolerancia y aceptación, requiere escucha con el corazón y empatía.
Implica con-sufrir con el otro, y alegrarse cuando está alegre. Se requiere
la “ascética del diálogo”. Ello requiere capacidad no sólo de oír sino de
escuchar; es ésta una operación que pide delicadeza y respecto para la
persona interlocutora. El papa Pablo VI decía que el diálogo es el nuevo
nombre de la caridad. Vita Consecrata recoge la idea al hablar de
colaboración eclesial y espiritualidad apostólica: “La comunión operativa
entre los distintos carismas asegurará, además de un enriquecimiento
recíproco, una eficacia más incisiva en la misión. La experiencia de estos
años confirma sobradamente que “el diálogo es el nuevo nombre de la
caridad, especialmente de la caridad eclesial; el diálogo ayuda a ver los
problemas en sus dimensiones reales y permite abordarlos con mayores
esperanzas de éxito. La vida consagrada, por el hecho de cultivar el valor
de la vida fraterna, representa una privilegiada experiencia de diálogo”2. El
Papa Francisco nos recuerda que el diálogo “supone un largo y esforzado
aprendizaje”3.

Partiendo de las estructuras de la pertenencia natural a la familia, la


nación, el tiempo y el espacio, hay que construir una pertenencia nueva
que nace de la fe cristiana. Por la profesión religiosa entramos a
compartir un proyecto de vida y misión, nacido de una experiencia
carismática que se trasmite y se comparte, se prolonga y se actualiza. Esta
pertenencia se concreta en una regla/constituciones, normas,
compromisos, obligaciones. Se articula en torno a la misión.

Sucede que en la cultura actual hay un sentimiento muy fuerte de la


autonomía y se confunde la libertad como la desvinculación e
independencia. El individualismo es fuertemente sentido. Se reivindican
espacio y tiempos propios; se ha debilitado el sentido de los vínculos
comunitarios4. Se hacen prevalecer las conveniencias personales con
respecto a horarios, actividades apostólicas, ritmos de vida sobre la
pertenencia comunitaria.

2
VC 74. El Papa Francisco tiene indicaciones concretas y sugestivas sobre la práctica del diálogo
interpersonal y la escucha. Destaca algunas condiciones de la escucha: 1) despojarse de toda prisa; 2
dejar a un lado las propias necesidades y urgencias; 3 hacer espacio (AL 137)
3
Amoris Laetitia, 136
4
Cf. CIVCSVA, El don de la fidelidad. La alegría de la perseverancia, n. 16

3
En la medida en que se acentúa esa tendencia se vacía la comunidad
fraterna como realidad interpersonal. Crece el aislamiento y la soledad. La
pertenencia es una de las necesidades básicas de los seres humanos. Esa
necesidad de pertenencia se expresa en ser de alguien, estar vinculado a
alguien: mi amigo, mi compañero, mi comunidad religiosa. Tiene una
dimensión emocional y otra institucional. Existe el peligro de acentuar la
pertenencia institucional en cuanto dependencia de la autoridad, de las
leyes y reglamentos sin dejar suficiente espacio para la autonomía
personal y la pertenencia afectiva.

El camino de la verdadera pertenencia se mueve entre la dependencia y la


independencia y se llama interdependencia.

Existe en nosotros una necesidad fundamental de pertenencia: “longing


for belonging” se expresa en la comunidad. La vida fraterna es una forma
evangélica de vivir y expresar esa necesidad de pertenencia. Por eso se
convierte en una señal elocuente de la comunión eclesial y de la necesidad
social de agregación y pertenencia5. En la dinámica natural de esa
pertenencia se inserta una nueva energía integradora. Es Cristo. Cuanto
más profundamente pertenecemos a él, más íntimamente nos
pertenecemos unos a otros. Esta experiencia que tiene lugar en cada
comunidad, se verifica también en el conjunto de la Iglesia. Así lo ha
experimentado el movimiento ecuménico: “Cuánto más nos acercamos a
Cristo, más cerca estamos unos de otros”6.

3. Perforar los prejuicios, atención a la vida

La relación personal está hecha de numerosas interacciones recíprocas. En


ellas se mezclan los prejuicios y las proyecciones; las imágenes con las que
nos mostramos y los silencios con los que nos ocultamos…

La creación de una verdadera comunidad requiere ir más allá de las


imágenes que proyectamos y de las etiquetas que nos colocan los otros,
requiere conocerse personalmente hasta el plano de las limitaciones de
cada uno. Con frecuencia las relaciones se convierten en un baile de
máscaras; cada uno mostramos lo que creemos es mejor de nosotros

5
VC 42
6
Jürgen Moltmann, Christliche Erneuerungen in scchwierigen Zeiten, München 2019, p.19

4
mismos; ocultamos celosamente nuestros miedos, nuestras envidias y
deseos de poder, de venganza. Cuando se da el verdadero conocimiento
es cuando se puede tener confianza plena en las otras personas.

El conocimiento y el amor se complementan; son de ida y vuelta. “Es en la


fraternidad donde se aprende a acoger a los demás como don de Dios,
aceptando sus características positivas junto con sus diversidades y sus
límites. Es en la fraternidad donde se aprende a compartir los dones
recibidos para la edificación de todos. Es en la fraternidad donde se
aprende la dimensión misionera de la consagración”7.

Conocer y aceptar a las personas en sus diferencias requiere un esfuerzo


de atención a la vida concreta de cada uno. Cada persona se expresa y
revela en sus decisiones y acciones; en sus intenciones y reacción. Tener
un corazón que escucha y unos ojos que ven es el camino para crear
verdaderas relaciones interpersonales, donde cada uno pueda ser único y
al mismo tiempo hermano.

4. Participar

Las notas características de la Iglesia son, al mismo tiempo, don y tarea. Es


responsabilidad de todos vivir y construir la unidad, la universalidad, la
santidad y la apostolicidad. Lo mismo acontece en la comunión de las
comunidades eclesiales. Son don y tarea a realizar. La colaboración activa
puede adquirir muchas formas; unas son positivas y hacen crecer la
comunidad. Otras son negativas y dificultan el crecimiento del sentido
comunitario; también éstas, si se saben manejar, pueden contribuir a un
desarrollo positivo de la comunidad. Ninguno somos neutro en el
entramado de las relaciones que se generan en la comunidad.

Como la araña va soltando su hilo y tejiendo una finísima tela, así sucede
con cada persona. Cuando esos hilos se entrecruzan con los de otra araña,
resulta un tapiz, una tela maravillosa a la luz del sol y del rocío de la
mañana. La comunidad es un como un tapiz construido con hilos de
distintos colores y personas. Resulta de una cantidad enorme de acciones,
reacciones y relaciones. Entre todos vamos combinando los hilos que
tejen una comunidad, le da color y belleza.
7
CIVCSVA, A vino nuevo, odres nuevos, Orientaciones (2017), n. 15

5
Ninguno estamos llamado a ser pasivo en la vida de la fraternidad. Todos
somos depositarios de la misión y del carisma. La comunidad cristiana es
obra de todos, el resultado de diversos perfiles de comunidad: conyugal,
familiar, parroquial, religiosa… Ideas inspiradoras como la sinodalidad, la
sinergia, la comunión8 se hacen imprescindibles en este contexto.

5. Persistir

Persistir en los micro-relatos; la comunidad se construye a modo de


mosaico. Son muchos colores y tamaños los que hay que armonizar. Se
trata de crear belleza con todas esas piezas. La construcción de la
comunidad se parece a la reconstrucción de un complicado puzzle.
También la imagen del sudocku puede mostrar la complicación de
encontrar el sitio adecuado para cada persona, con sus luces y sus
sombras. Entre todos se va construyendo “el nosotros” comunitario.

Tenemos el paradigma de la primera comunidad de discípulos en torno a


Jesús. Los evangelios no tienen empacho en recordarnos las grandes
dificultades para entender el estilo de vida de Jesús y su misión. El relato
de ese itinerario evangélico hace que no nos escandalicemos de nuestras
torpezas y lentitudes; siempre que al mismo tiempo relatemos también el
coraje y el entusiasmo de los discípulos por su maestro.

El proyecto y la tarea de construir una comunidad requieren tiempo. Hay


que invertir energías. Si se trata de una comunidad conyugal está previsto
el tiempo de noviazgo como oportunidad de encuentro, de conocimiento,
de concertación con respecto al proyecto común.

En el caso de la comunidad religiosa está previsto un tiempo largo de


formación inicial para discernir la llamada y capacidad para la convivencia
comunitaria al servicio del reino de Dios. La formación permanente dura
toda la vida. Y es una pieza fundamental. En otros tiempos más estables se
podía vivir la vida entera con las enseñanzas del noviciado; en nuestra
cultura actual necesitamos estimular el crecimiento humano y el
crecimiento espiritual, al mismo tiempo; los dos caminan juntos.

8
CIVCSVA, A vino nuevo odres nuevos. Orientaciones (2017). N. 8

6
En este contexto la paciencia y la estabilidad es sintomático un hecho. Me
refiere a las comunidades online, es decir, a los grupos y comunidades que
son “followers” de una influencer, de una persona famosa y de una marca
comercial, han necesitado crear una nueva profesión. Y es una de las
profesiones más demandadas actualmente. El community manager. Es la
figura que se ocupa en dar estabilidad y duración a esos grupos de
admiradores de un famoso o de una marca comercial.

También las comunidades religiosas están metidas en las redes. Las


personas forman parte de grupos y comunidades virtuales. Pueden ser un
enriquecimiento para la vida comunitaria. Pero también puede ser una
gran amenaza para las comunidades reales.

6. Peregrinar

Partir de la experiencia vital y asegurar los procesos de crecimiento y de


aprendizaje. Vivimos en el tiempo; la vida nos arrastra como las aguas del
río que va hacia el mar. El tiempo es como una calle de sentido único;
crear comunidad implica caminar juntos. Nos comprometemos a caminar
en la misma dirección, en un proceso de crecimiento personal y de
conversión evangélica. Y también los procesos de decrecimiento que
brotan de la dinámica de la encarnación y de la crucifixión. Nouwen habla
del camino de movilidad descendente. “Del poder a la impotencia, de la
grandeza a la pequeñez, del éxito al fracaso, de la fuerza a la debilidad, de
la gloria a la ignominia”9

El camino de reconstrucción y transformación del ser humano individual


en una persona comunitaria y solidaria empieza desde abajo, desde el
abrazo sanador de Jesús. Y, por consiguiente, desde la aceptación de
nuestra propia fragilidad, frente al proceso de ascenso mediante el poder,
el éxito, la dominación.

7. Permitir y acompañar

Las comunidades como las personas tienes sus etapas de formación;


también ellas tienen su propia biografía e historia colectiva.

Desde la perspectiva temporal, podemos distinguir:


9
. Henrie J.M. Nouwen, El estilo desinteresado de Cristo, Santander 2007, pp 27-28).
7
- comunidades en formación,
- etapa de conflicto,
- etapa de organización,
- etapa de integración.

Y la integración nunca está del todo acabada. Cada miembro nuevo que
llega trae consigo nuevos ajustes y nuevas relaciones. En cada tiempo
histórico la comunidad se configura de manera distinta; en las sociedades
autoritarias la comunidad se estructura de forma piramidal; en las
sociedades igualitarias y democráticas se configuran de manera circular y
participativa. Se articulan sobre el eje de la fraternidad. En esta situación,
los conceptos de superior y súbdito se vuelven inviables. La comunidad se
construye como un mosaico, como un poliedro de personas, edades y
culturas. También se expresa la vida comunitaria con la metáfora de la
sinfonía o del coro de voces. “Lo que funcionaba en un contexto piramidal
autoritario no es ni deseable ni viable en el talante de comunión de
nuestra manera de sentirnos Iglesia. Hay que tener presente que la
obediencia verdadera no puede dejar de poner en el primer lugar la
obediencia a Dios, tanto de parte de la autoridad como de aquel que
obedece, como tampoco ignorar la referencia a la obediencia de Jesús; la
obediencia que incluye su grito de amor Dios mío, Dios mío, ¿por qué me
has abandonado (Mt27,336) y el silencio de amor del Padre” 10.

Ello exige que en el desarrollo de la comunidad se atienda a la continuidad


y a la renovación; tiene que haber continuidad e innovación. Las rupturas
y la vuelta a empezar es mortal para la comunidad: estamos siempre
empezando… O nos eternizamos en las prácticas y en las personas que
representan a las comunidades.

8. Perfeccionar

Potenciar la alegría del corazón disfrutando de las pequeñas cosas. “¡Qué


bien se está aquí”! (Lc 9,33). La comunidad verdadera desarrolla las
potencialidades de cada uno; las personas somos capaces de mirar con
ojos de fe y amor a los otros, somos capaces de valorar y agradecer el

10
CIVCSVA, A vino nuevo, odres nuevos. Orientaciones (2017)

8
esfuerzo que cada uno hace por la comunidad, el tiempo que dedica, los
talentos que aporta.

Potenciar la unidad de vida y la autenticidad. La sociedad actual nos invita


a vivir desde los roles y desde la dictadura de las emociones. El camino de
los sentimientos y de los estados de ánimo hacen difícil lograr la unidad y
la coherencia. Las relaciones se vuelven líquidas. Se convierten en un
juego que no implica la persona: cambios de opinión, cambios de estados
de ánimo, cambios de relaciones… Tenemos la tentación de asumir como
diferentes identidades. La tentación de vivir disociados y mostrar
diferentes identidades según los distintos contextos en que vivimos.

La vida fraterna potencia también la santidad y la misión de las otras


formas de vida. Hace de los consagrados “expertos en comunión”. En la
medida en que viven la alegría evangélica, las comunidades de
consagrados constituyen señal de la fiesta sin fin que es el reino de Dios
en su plenitud.

9. Per-formar

Se trata de ver el mensaje y los mensajes que nos decimos nosotros


mismos y a los demás. Se tratará de ver si somos mensaje de alegría o si
trasmitimos pesimismo.

Es tan esencial la palabra a la comunidad como la comunidad a la palabra.


Y esto acontece tanto en el ámbito de la Palabra como el de nuestras
palabras. La palabra evangélica que escuchamos, meditamos,
compartimos, celebramos, no es solo una palabra enunciativa o
informativa; es una palabra performativa. Es activa; realiza lo que dice.

También los mensajes que nosotros nos damos tienen alcance


performativo; son mensajes activos, palabras en acción. Significan y
recrean las energías de las comunidades.

La comunidad no es mero instrumento para la misión. Tiene sentido en sí


misma; es comunidad-misión. “Antes de ser instrumento para una
determinada misión, es espacio teologal en el que se puede experimentar
la presencia mística de del Señor resucitado (cf. Mt 18,20)”11.
11
VC. 42

9
10. Perdonar

¿Qué dice nuestro rostro? ¿Qué revela y trasmite? ¿Tenemos cara de


vinagre y de amargura? ¿Qué dicen de nosotros nuestras comunidades?
¿Qué revela el hecho de que muchos religiosos presbíteros pasen al clero
diocesano por problemas de convivencia?

Aun las relaciones más gozosas como pueden ser las relaciones de
amistad, de familia, de matrimonio, generan conflictos. Las relaciones de
personas “heridas”, y todos lo somos, no se consolidan y crecen si no
existe el perdón. El Papa Francisco ha popularizado en el ámbito de las
relaciones conyugales estas tres palabras: permiso, perdón, gracias.
Perdonar es no dejarse esclavizar por el pasado. El perdón es liberación de
los sentimientos de hostilidad y de venganza que nos hacen dependientes
de los mismos. Si no logramos perdonar no logramos sanar las heridas del
pasado. Perdón es siempre un nuevo principio que rompe los círculos de
la ofensa y la venganza.

11. Pastoral

Construir comunidad religiosa apostólica requiere tener muy en cuenta el


lugar eclesial y social donde nos movemos ¿Dónde estamos como
comunidad y congregación? ¿Cuál es nuestro lugar social? ¿Estamos en las
fronteras, en los límites? ¿Desde dónde hablamos, desde la realidad o
desde el ideal? ¿Qué cultura compartimos como punto de partida de las
preguntas, de las prioridades y la búsqueda de respuesta en la formación
de la comunidad? El paradigma de los Hechos de los apóstoles sirve de
inspiración. Pero ante ese ideal caben dos posturas. La primera es
mantenerlo vivo y presente sabiendo que es un ideal sublime, bello,
atractivo, liberador, pero esta actitud lleva consigo el asumir una
constante frustración, no llegamos a esas ideas. La segunda es reducir el
ideal a la experiencia realista, pero entonces pierde su atractivo
dinamizador. Pierde una parte importante de su dinamismo de
superación.

La vida comunitaria requiere una constante renovación y actualización. Si


quiere ser un estilo de vida significativo para otros miembros del pueblo
de Dios, tiene que estar en sintonía y empatía con el mundo en el que se
10
mueve. Es la escucha del clamor de las personas necesitadas el que
constituye una gran fuerza de renovación y adaptación. Y también de
formación de la sensibilidad espiritual.

12. Per-signarse

El modelo de la comunidad religiosa es el modelo de la comunión en la


Trinidad Santa. Desde niños estamos habituados a hacer la señal de la cruz
invocando a las tres personas de la Trinidad. Tal vez no sabíamos que se
trata de una síntesis fundamental del misterio cristiano. La relación entre
el misterio de Dios y la realidad de la crucifixión del Mesías. Dios nos
revela su rostro definitivo resucitando de entre los muertos a Jesús
crucificado. Crear comunidad implica integrar cada vez más estas dos
dimensiones: la teológica y la histórica. En la historia se manifiesta la
acción de Dios mismo

Compartir y vivir esa fe implica el compartir la memoria viva de Jesús en la


mesa del pan y la palabra. Es así como podemos hacer transparente el
rostro de Dios en la fraternidad y el amor de los hermanos.

11

También podría gustarte