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ACTO INAUGURAL

Diplomatura Superior Universitaria en Estrategias y Gestión de Proyectos


Comunicacionales de Instituciones Eclesiales que es organizada por la Escuela
Universitaria de Teología (EUT), la diplomatura cuenta con el auspicio de la Conferencia
Episcopal Argentina (CEA), la Comisión Episcopal de Comunicación Social, la Agencia
Informativa Católica Argentina (AICA), y la diócesis de Mar del Plata.
22 DE MAYO DE 2021

CONFERENCIA DEL DR. ANDREA TORNIELLI.

Muchísimas gracias por la invitación. Un saludo y un cariño a todos los que nos escuchan.
El tema de mis palabras es “Estrategia de la comunicación de la Santa Sede para la Iglesia
en salida”. En realidad yo no quiero mucho la palabra “estrategia” porque, si bien es verdad
que hay que planificar la comunicación institucional y diseñar respuestas a la crisis –como
por ejemplo puede ser la de los abusos–, en realidad no es posible que haya una estrategia
para la Iglesia en salida. Porque la Iglesia en salida no puede ser el resultado de una
estrategia, porque la evangelización no puede ser el resultado de una estrategia y nunca
jamás de una estrategia de marketing.
Entonces, si no es una cuestión de estrategia, ¿qué es la comunicación para una Iglesia en
salida?
Es una cuestión de conversión y visión, es una cuestión de pasión por la realidad. Significa
“dejarse herir” por la realidad que uno ve y encuentra, significa abandonar los lenguajes tal
vez autorreferenciales, los esquemas mentales autorreferenciales, y salir de la lógica de
responder y contrargumentar entrando en la controversia de las redes sociales. Significa ser
humilde porque, gracias a Dios, el que comunica a través de nosotros, el que difunde el
Evangelio a través de nuestro testimonio no somos nosotros, sino el Espíritu Santo.
Intentaré explicar lo que quiero decir con cada una de estas afirmaciones.

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Conversión y mirada
La buena comunicación la hacen los periodistas que se convierten día a día. La conversión
significa cambiar nuestras coordenadas, nuestro punto de vista, nuestra forma de ver las
cosas. Y siempre debemos preguntarnos qué es lo que está en el centro; es decir, cuál es
nuestro centro de gravedad.
Con su testimonio, Papa Francisco nos enseña a arriesgar, a mirar más allá, a estar
descentrados, desequilibrados hacia el otro –hasta perder el equilibrio tal vez, como dijo
también el P. Antonio Spadaro.
La comunicación es también una cuestión de mirada. La comunicación de una Iglesia en
salida depende de los ojos con los que se mira la realidad. ¿Somos capaces de apasionarnos?
¿Somos capaces de apasionarnos por la realidad? Es decir por las historias de las personas
que conocemos, ¿nos interesan los seres humanos que conocemos?
El buen comunicador es alguien que tiene una mirada curiosa, con curiosidad apasionada e
interesada en la realidad.
Pensemos en la decisión del Papa Francisco de realizar su primer viaje a la isla italiana de
Lampedusa. Un viaje no planificado, realizado sin séquito, sin las autoridades políticas, sin
los obispos. Un viaje decidido porque le habían impactado las noticias de las barcazas con
inmigrantes volcadas al mar y la suerte de estos hermanos nuestros.
Incluso más, es fundamental como he dicho “dejarse herir” por la realidad. Un buen
periodista, un buen comunicador, un comunicador de la Iglesia en salida nunca es alguien
que mira la realidad como un médico mira el cuerpo al cual le hace una autopsia. El
periodista, el comunicador, no es ajeno a la realidad. No puede ni debe mirarla desde arriba,
desde fuera, desde detrás de una pantalla de ordenador.
El Papa Francisco, en su último mensaje para la Jornada de las Comunicaciones Sociales,
nos invitó a desgastar las suelas de nuestros zapatos. Nos pidió ir y ver, tomando en serio
la invitación de Jesús a sus primeros seguidores: “Venid y veréis” (Jn 1,39). La de Jesús no
es una enseñanza teórica, no es en primer lugar una doctrina, un sistema filosófico, un
conjunto de principios que hay que aplicar, una colección de reglas morales que hay que
aplicar para vivir bien. La de Jesús es la invitación a compartir la vida, Su vida, para estar
junto a Él. La comunicación de la Buena Nueva no puede ser diferente. Nunca seremos
buenos comunicadores, buenos periodistas, si miramos la realidad sin sumergirnos en ella,
sin desgastar las suelas de los zapatos, sin ensuciarnos las manos, sin compartir el
sufrimiento de los que encontramos.
Un buen comunicador se “deja herir” por la realidad como hizo Jesús en el Evangelio. Jesús
no es indiferente a la realidad que encuentra, se deja convencer por la mirada de su madre
para realizar su primer milagro en las bodas de Caná, se dejó conmover por la viuda de Naín
y resucitó a su hijo, se conmueve al ver la multitud que vaga como rebaño sin pastor. En
Jesús la realidad no resbala como el agua en las piedras, ser hombres significa “dejarse
herir” por la realidad.

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Ser periodistas y comunicadores de una Iglesia en salida significa “dejarse herir” por la
realidad que encontramos. Significa entrar en ella, ponerse al mismo nivel que nuestro
interlocutor. Me llamó mucho la atención saber que el viaje del Papa a Filipinas –en enero
de 2015–, lo había decidido en diciembre de 2 años antes, el mismo 2013, el año de su
elección. Cuando se enteró del gran tifón que había azotado especialmente a Tacloban, por
eso quería ir, y para ir desafió a un nuevo tifón esa mañana saliendo de Manila en avión.
Para mirar la realidad de esa manera, tenemos que dejar que la realidad nos intrigue, nos
afecte, nos cambie. Sólo los que se han encontrado con la realidad de esta manera son
capaces de contarla de forma creíble y convincente. No por ser partidista, no por pertenecer
a un partido aunque sea el “partido de la Iglesia”, el “partido de la religión católica”. No.
El buen periodista, el buen comunicador, nunca es partidista. Pero tampoco es aséptico,
esterilizado. Sólo quien se deja “herir” y apasionar por la realidad sabe contarla. Así es como
creo que debe interpretarse la invitación del Papa a una Iglesia en salida en el ámbito de la
comunicación.
Pondré algunos ejemplos que tienen que ver con el ámbito de la comunicación del Vaticano
que ciertamente tiene la tarea de comunicar lo que hace y dice el Papa, lo que hacen y dicen
los dicasterios de la Santa Sede. Pero, como un corazón que late, además de compartir esta
información y estos testimonios con todo el mundo utilizando todas las plataformas
posibles y transmitiendo en 41 idiomas diferentes, la comunicación de los medios vaticanos
también tienen la tarea de recoger e informar de las noticias que llegan de las Iglesias y las
comunidades locales poniéndolas en circulación, poniéndolas en el centro. Porque el
cristianismo vivido, el bien que gracias a Dios sucede en nuestras comunidades, debe ser
puesto en circulación, en el centro de la comunicación. El bien que sucede, las historias de
bien que suceden, son como el oxígeno para la sangre, nos permiten vivir.
Una de las iniciativas más bonitas que hemos llevado a cabo en el último año ha sido contar
la historia de cómo la Encíclica Laudato Si’ ha sido tomada en serio y vivida en las periferias
del mundo por personas, grupos, parroquias, comunidades, empresarios, jóvenes. Estamos
viviendo el 5to. aniversario de esta encíclica, que es el documento del Papa Francisco que
más éxito ha tenido para hablar fuera de la comunidad cristiana. Laudato Si’ es un
documento que habló afuera, que se cita muchísimo afuera, que interesó afuera también
de la Iglesia. Hemos tratado en Radio Vaticana, Vatican News y L'Osservatore Romano
contar historias de Laudato Si’ vividas y aplicadas. Esto significa no presentar análisis, no
simplemente hacer una entrevista, significa buscar historias de personas que sean
experiencias pequeñas o grandes, pero ponerlas en el centro y mostrar cómo este
documento papal está influyendo en la vida de las comunidades. Hemos producido videos,
artículos, emisiones de radio en muchos idiomas para contar la conversión ecológica de una
comunidad de una pequeña parroquia en Tailandia, así como las iniciativas de un
empresario social en Brasil, hemos hablado de grupos de jóvenes que se han tomado en
serio para su vida el tema de la sustentabilidad medioambiental y la salvaguarda de la
Creación.
¿Por qué?, amigos comunicadores y jóvenes que quieren hacer este estupendo trabajo del
periodismo. Porque el análisis no es suficiente, no basta con repetir el contenido del

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Magisterio del Papa, no bastan las palabras aunque estén bien “empaquetadas”. No bastan
las estrategias de comunicación, no se necesitan estrategias de marketing. La Iglesia no es
una empresa, no es una entidad política.
Para comunicar necesitamos encontrar testigos. Necesitamos contar historias, necesitamos
dar a conocer vidas cambiadas, vidas de compromiso, vidas de lucha.
Hace varias décadas, como saben, el gran Papa san Pablo VI dijo que “nuestro tiempo
necesita más testigos que maestros”. Necesitamos testigos porque al conocerlos –y
contarlos– encontramos las razones de nuestro vivir, de nuestro creer, de nuestro
comunicar.
Para comunicar una Iglesia en salida, necesitamos salir de nuestro lenguaje
autorreferencial, que habla sólo a los que ya saben, a los que están dentro, a los que
entienden. La primera caridad de la buena comunicación es hablar con sencillez y no dar
nunca nada por sentado. Todos deben entender, todos deben poder entender. Hay que
luchar contra la autorreferencialidad, el buen comunicador nunca se pone en un pedestal,
no se erige en juez de la realidad ni de los demás, el buen comunicador no “pronuncia
frases”.
Aquí permítanme incluir una palabra sobre la “comunicación de crisis” que es un gran tema
para la comunicación de la Iglesia. ¿Qué hacer cuando pasen escándalos, situaciones
difíciles? La comunicación que tiene que ver con los abusos sexuales en la Iglesia o los
escándalos relacionados con el dinero del mundo de las finanzas. Debemos decir siempre
la verdad, nada más que la verdad –como nos pide nuestro santo patrono, el patrono de los
periodistas, san Francisco de Sales. “Decir siempre la verdad y nada más que la verdad”,
aunque a veces sea conveniente no decir “toda la verdad” que conocemos, pero nunca
pensar que somos los moralizadores, los puros, los buenos, los perfectos, los limpios. Esta
es una enfermedad que afecta, tal vez, a los periodistas: ponerse del lado de los que hacen
un juicio. No, no es esta la tarea. La tarea de los periodistas no es la de juzgar, es la de
contar, es la de presentar la realidad. Porque siempre, si cometemos el error de creernos
los moralizadores, los limpios, los buenos, siempre habrá alguien más puro, mejor, más
perfecto y más limpio que nosotros para hacer la siguiente campaña moralizadora.
El buen comunicador cristiano –esto yo lo siento mucho en mi trabajo y en mi vida personal–
siente el pecado que existe en la Iglesia como una herida en su misma carne. Porque, si
además de ser un buen comunicador es un buen cristiano, sabe que él mismo es un pecador
y por lo tanto no puede llamarse a sí mismo, no puede actuar como un Savonarola, como
alguien externo al pecado que está pasando en la Iglesia. ¿Esto significa justificar al pecado
y a los hechos malos? Absolutamente no, pero sentirlo como una herida en nuestra carne.
De esta manera lo vamos a contar de forma diferente. Vamos a hablar de los protagonistas,
de los sospechosos, de las víctimas, de todo lo que hablemos, pero de una manera
diferente. Con una mirada más humana y más cristiana. Siempre que hablemos de pecados
y ofensas en la Iglesia debemos ser humildes, debemos mostrarnos heridos, no debemos
pensar en defender algo, no debemos tener miedo de mostrar nuestra vulnerabilidad,
porque en ella está nuestra fuerza. El cristiano no es fuerte porque es fuerte, pero es fuerte
en la de debilidad, en su misma debilidad, porque se convierte permanentemente, es decir

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mira a otro, es ayudado por otro. No confía en sí mismo, no descansa en sí mismo. Ser
humilde significa saber pedir perdón.
El Papa Francisco nos ha enseñado esto, por ejemplo en el caso de los abusos en Chile.
Recordemos con la entrevista que concedió y después cuando habló en el avión. Y se dio
cuenta que él mismo había cometido un error y pidió perdón. Yo creo, y me permito decirlo
ante todos los que nos escuchan, que un buen periodista es un periodista que sabe pedir
perdón y rectificar su información. Porque cada vez que se rectifica, yo creo que va
creciendo en él la autoridad y la responsabilidad. Porque el mundo de la comunicación,
nuestro trabajo es algo que se hace en horas. Hacemos lo mejor, pero cometemos errores,
por eso reconocerlos, y no considerar como un desafío, como un ataque a autoridad, a
nuestro nombre reconocer errores; porque las personas que nos siguen, aquellos que nos
leen, creo que al final aprecian más el reconocimiento de un error, rectificar una cosa que
no se ha presentado bien, más que negar de todas formas que se haya cometido ese error.
Entonces, no tenemos que tener miedo de mostrar nuestra vulnerabilidad. Y el Papa
reconoció que se había equivocado.
Cuanto más nos creamos estrategas, cuanto más nos creamos protagonistas de la
comunicación y la información, así como de la evangelización, como aquel que cree ser en
sí mismo protagonista, más se hincha nuestro ego y acabamos engañándonos a nosotros
mismos. Entonces, una buena comunicación significa a veces responder con el silencio.
También esto lo aprendimos del Papa Francisco. Que a veces hay que hacer las preguntas
correctas en lugar de las respuestas prefabricadas.
Lo vimos muy claramente en la actitud del Papa Francisco en el caso McCarrick. El obispo
de Roma fue el centro de un ataque sin precedentes en el que un antiguo nuncio apostólico,
un arzobispo, exigió su dimisión, pidió que renunciara. El Papa no entró en la polémica
inmediata, la respuesta fue pedir a todos los periodistas: “ustedes vean, ustedes lean,
ustedes juzguen, ustedes escriban”. Y él no respondió. La respuesta clarificadora llegó con
el tiempo, con el Informe McCarrick, un gran documento. Y es muy curioso, extraordinario,
el hecho que se habló de este caso durante dos años con muchos ataques, y llegó este
documento de muchísimas páginas con toda la documentación, que nunca había pasado un
hecho así en la Santa Sede, y todo terminó. La respuesta clarificadora llegó con el tiempo y
el informe demostró la absoluta inconsistencia de las acusaciones vertidas contra Francisco
por el arzobispo Carlo María Viganó. Fue un ejemplo de buena comunicación, también con
el silencio.
Hacer una buena comunicación para una Iglesia en salida significa utilizar las redes sociales
para crear REDES entre las personas, para llegar a todos, para tender puentes. Sin entrar
nunca, como ya he dicho, en la lógica de la polémica inmediata. Sin dejarse arrastrar, como
humanamente nos apetece hacer a menudo, a las batallas, a los discursos de odio, a las
réplicas. Nunca debemos creernos superiores, a veces oímos decir que los cristianos de la
sociedad actual no deben tener complejo de inferioridad. En realidad, este es mi
pensamiento, nunca deberían tener complejo de superioridad. Somos pobres cristos y
pecadores, todos, empezando por el Vicario de Cristo. El Papa Albino Luciani –Juan Pablo I–
dijo a los cardenales: “Tened piedad por este pobre cristo, Vicario de Cristo”.

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Somos pobres pecadores salvados por la gracia de Dios, porque Jesús nos ha mirado, porque
Jesús nos ha perdonado, porque Jesús nos ha resucitado. Somos gente pobre, no somos
estrategas. Reconocer que somos pobres, pecadores, parte de la realidad y de la humanidad
que contamos es el punto de partida para una buena comunicación y una buena
información.
Concretamente, intentamos seguir el testimonio del Papa. Intentamos contar historias de
vida, intentamos entrar en la realidad contando la vida de la gente, ya les he hablado del
ejemplo de contar las historias de la Encíclica Laudato Si’, algo parecido lo hicimos con la
Encíclica Fratelli Tutti. No hablamos sólo del contenido de la encíclica, tratamos de contar
historias de fraternidad vividas en culturas y religiones. Fraternidad de nación, entre
hombres y mujeres que pertenecen a diferentes culturas y religiones, que se ayudan y
protegen mutuamente. Creo que el mayor servicio que podemos hacer al Papa, como
medios de comunicación vaticanos y católicos, es salir a buscar el Bien, el gran Bien que
existe a nuestro alrededor para contarlo y comunicarlo. Y esto hay que hacerlo utilizando
todos, pero realmente todos los medios de comunicación, todos los instrumentos que la
tecnología nos ofrece.
L’Osservatore Romano, el diario de papel y hoy también digital de la Santa Sede, cumple
este año 160 años; Radio Vaticana cumplió este año (en febrero) 90 años. Esto significa que
la Iglesia nunca ha tenido miedo de las nuevas tecnologías, sino que siempre las ha utilizado
y muy temprano. Hay que tener cuidado de usarlas, pero no de ser usado. Debemos tener
cuidado de comunicar la vida sin creer que el medio es el mensaje. Sin enamorarse, como
los adolescentes, de nuevos medios de comunicación creyendo que estar en las redes
sociales es suficiente para comunicarse. Comunicamos lo que somos, y si somos vacíos,
autorreferenciales, esquemáticos, si hablamos sólo con eslóganes –incluso la Iglesia en
salida puede correr el riesgo de ser un eslogan si no se convierte en “carne y hueso”, “manos
y pies”, amor concreto y proximidad–, comunicaremos sólo palabras vacías. Palabras
bonitas y acertadas, pero vacías. Palabras incapaces de impactar a quienes nos miran y
escuchan. Sólo quien vive el mensaje que comunica hoy, puede comunicar.
En este tiempo, tiempo de las fake news, tiempo de las redes sociales, cada persona puede
intentar abrir un sitio web, charlar con otra persona en las redes sociales, parece que
tenemos todas las informaciones, tenemos muchísimas –tal vez demasiadas–
informaciones, pero más información no significa automáticamente “buena información”.
Por eso les digo que estoy siempre más convencido –y por eso es muy interesante lo que
están haciendo con esa Diplomatura, con esa iniciativa– que necesitamos de
comunicadores profesionales. De periodistas profesionales, que sepan cuál es la ética de la
comunicación porque sí es verdad que cada uno puede escribir lo que piensa, lo que cree
en cualquier medio, pero todos nosotros conocemos las personas que nos interesa seguir,
ver lo que publica para leerlos, porque nosotros reconocemos las personas que tienen
autoridad, son competentes; entonces las redes sociales –todo lo que está pasando en este
tiempo de gran cambio– no son una ocasión para decir “no necesitamos más de periodistas
profesionales y bien formados”. No, los necesitamos más aún ahora que en el pasado,
necesitamos quien sepa contar y describir el contexto, poner las cosas en su orden.

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Por ejemplo, cada vez vemos que un gesto que hace el Papa aparece como “revolucionario”;
ustedes saben que hace unas semanas el Papa invitó a personas pobres y les regaló la
vacuna contra el COVID-19 en el Vaticano. Los comentarios fueron casi todos bueno, pero
también hubo pequeñas polémicas, lo que se ve leyendo la historia –y yo hice un artículo
sobre esto– es que no hay nada de nuevo porque el Papa Pio VII y el Papa Pio IX frente a la
enfermedad de la viruela cuando estuvo disponible la primera vacuna, la regalaron y la
pusieron como obligatoria para la población de Roma. Y me llamó la atención, porque
ustedes saben que estos pobres del Vaticano están vinculados con el Cardenal Konrad
Krajewski, Limosnero Pontificio, y en el momento de vacunarlos les daban también de
comer. Y yo descubrí que Pio IX les regalaba 2 monedas si volvían a las semanas para que
los médicos vieran que todo estaba bien. Entonces qué significa esto, que tal vez tenemos
que dar contexto, el comunicador profesional tiene que tener una mirada que sea también
histórica, el gran riesgo de hoy es vivir simplemente el tiempo presente y, si no tenemos
memoria del pasado, parece que todo es nuevo, que todo es revolucionario. Es una mirada
que tal vez tengamos que cambiar para describir la vida de la Iglesia, y podemos ofrecer un
gran servicio profesional porque en todas las redes sociales podrán salir unas palabras del
Papa con un titular que sea tal vez un poquito escandaloso, en nuestra comunicación vamos
a contar todo lo que ha dicho el Papa, pero poniendo un contexto, ayudando a la gente a
comprender, y a comprender bien, a la luz de la historia, a la luz de los hechos, todo lo que
ha pasado. Creo que esto es un gran servicio, un servicio de educación también a los más
jóvenes, ayudarlos a vivir con sentido de la historia.
Por eso me congratulo y digo gracias por esta gran iniciativa que ustedes han empezado en
Argentina y espero que se puedan multiplicar estas iniciativas porque hoy cada parroquia
tiene un sitio web, tenemos diarios, tenemos las redes sociales, y tener personas que sean
verdaderamente cristianas, personas que viven el Evangelio y que comunican, creo que es
muy importante y es una gran tarea.
Muchas gracias.

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