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Mi querido amigo, mi párroco siempre, mi tocayo Manuel.


Sus palabras han calado muy hondo en mí. Palabras purificadoras
y estimulantes que han evocado en mi, escenas fundamentales de mi
vida.
Como le comenté una vez, yo vengo de una formación católica. La
recibí desde la Enseñanza primaria con los Hermanos de La Salle, en la
Escuela de El Vedado (más adelante le compartiré un texto que escribí
hace ya algunos años). Y no me canso de agradecer la apertura
espiritual y ética que los hermanos lasallistas sembraron en mí.
Luego, después de años muy difíciles, encontrarme con Ud. fue
como volver a respirar toda la sabia evangélica que más allá de credos
forma parte indestructible de mi vocación humanista y reivindicadora.
También mi abuelo fue Manuel, mi tía, hermana mayor de mi
padre, era Manuela, y mi propio padre José Manuel, de donde llegó mi
Manuel Ángel. Y he seguido yo con la multiplicación de ese “Dios en
nosotros”, con lo que mis dos hijos varones son José Manuel y Manuel
Ernesto. Y ahora mi nieto Manuel Ángel. Y puedo asegurarle que cada
primero de enero homenajeamos nuestro Santo, por la gracia divina de
estar cerca de Dios, aunque nuestras creencias no sean totalmente
coincidentes.
El espíritu humano es uno, y en cualquiera de sus maneras de ser
comprendido y sentido, tiene en su centro la bondad, la fe, la caridad, la
solidaridad, la honradez, el amor. Por eso, entre otras razones, mientras
le escribo esta nota, delante de mí, a la altura de mis ojos, cuelga el
rosario que Ud. con tanta bondad me diera para mi madre, y que yo
guardo como sagrado recuerdo de ella y de Ud. Un Jesús crucificado
que lo hace humano y divino.
Me alegra mucho saber que Ud. está bien, en paz con la vida, con
sus decisiones y opciones. Me hace feliz su felicidad y su entrega a su
vocación religiosa. Claro que me gustaría tenerle más cerca, pero
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mucho me reconforta el haberlo tenido en esta isla, en este barrio, por


el que Ud. sigue su camino evangelizador.
Contar con su amistad, con su presencia espiritual, con su
bendición y sobre todo con su luz clara y pura, definitivamente vale la
pena.
Tenga Ud., sus familiares, y también los que con Ud. comparten la
Residencia Enfermería de su Orden en la Virgen del Camino, una feliz
Navidad. Ábranse los corazones para recibir la llegada de Jesús, aquél
que con su propia vida mostró el camino de la redención humana.
Nosotros sus aprendices, de una denominación u otra, sin importar
diferencias, estamos convencidos que vale la pena.
Un fuerte abrazo.
Manuel Calviño
Hoy 18 de diciembre, día de Nuestra Señora de la Esperanza

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