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Catequesis Fundamental

Hola, ¿Cómo estás?

Bienvenido a este camino que vamos a recorrer y a construir juntos, siempre


con El Evangelio como centro de nuestras vidas, de nuestros caminos, guía de
nuestros aprendizajes, respuesta a nuestras búsquedas en la FE, personales y
comunitarias.

Te invito a seguir descubriendo al hombre como criatura a imagen y


semejanza de Dios, sus características humanas, la necesidad de la vida en
comunidad y en comunión, las libertades humanas con sus responsabilidades
hacia todo lo creado, hacia sus hermanos, en defensa de la vida y de la
dignidad de las personas.

Introducción.

En este documento abordaremos la situación, influencia, necesidades,


problemáticas y teorías superadoras de la catequesis en su relación con la
iglesia, el hombre y las comunidades. Nos haremos preguntan como ¿Por qué
es importante la catequesis? ¿Cuándo nace la catequesis? ¿Cuál es su
situación actual? ¿Qué impacto tiene en la cultura? ¿Cuál es la diferencia entre
catequética y catequesis?

Teniendo en cuenta que todos los hombres somos responsables de nuestra


vocación y misión frente al Creador, debemos transmitir el evangelio, con
entrega, dedicación y humildad, en el entorno o medios donde nos
desarrollamos o nos encontremos, ya sea de manera temporal o permanente.

El tomar conciencia de esta realidad, debe suscitar en el cristiano y en el


catequista una gran responsabilidad dentro de la iglesia, como parte de la
comunidad e impulsar a adquirir formación permanente, y un crecimiento
progresivo en su espiritualidad, para poder transmitir la palabra con mayor
eficacia, llegar al otro y fundamentalmente para conocer, comprender, poder
adaptarse a los cambios sociales y formar parte de la construcción cultural en
nuestras familias, comunidad y sociedad.

Para pensar y reflexionar en la vida:

Amar es dar, es darse, desde su propio interior, con la mayor honestidad,


brindándole nuestro propio amor al servicio autentico, real, desinteresado al
otro, es entregarse completamente como persona, renunciarse para entregarse
al Padre, entregar con la esperanza cierta de entrar a la vida de la resurrección,
en absoluta libertad, poniéndonos en las manos de nuestro Señor para
siempre. Juan Pablo II también nos enseña: “El hombre no puede vivir sin
amor. Él permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada
de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo
experimenta y lo hace propio, si no participa de él vivamente. El amor se siente,
no se ve; el amor silencioso es el más fuerte de todos”

CATEQUESIS

La catequética o ciencia catequética es la disciplina que se ocupa de la


catequesis, en cuanto proceso y en cuanto acto, en el contexto de la praxis
pastoral de la Iglesia. Su existencia y legitimidad son ya un hecho sólidamente
aceptado en el ámbito de la reflexión y la praxis pastoral de la Iglesia. Es una
disciplina relativamente reciente y la catequesis es una actividad antigua como
la Iglesia.

Desde las últimas décadas del siglo XIX hasta el Concilio Vaticano II, tratara
de renovar la teoría y la práctica de la catequesis bajo el influjo de nuevas
corrientes culturales, especialmente pedagógica y psicológicas, por eso la
catequética ha experimentado el impacto de las nuevas ciencias humanas,
sobre todo en el campo de lo educativo.

Se puede decir que, en su desarrollo, la reflexión catequética ha tenido un


doble polo (Teológico y Pedagógico)

¿Por qué es importante y fundamental la catequesis?

Es el llamado a inspirar y transmitir el anuncio al servicio del hombre, dar


prueba de solidaridad, respeto, empatía, entrega y expresión de amor profundo
a toda persona y comunidad, dialogando, invitando, proponiendo el
conocimiento de la palabra a la luz del evangelio, poniendo a disposición el
poder salvador de la iglesia conducida por el Espíritu Santo.

El catequista tiene que inspirarse en la misma obra de Cristo, quien vino al


mundo para dar testimonio de la verdad, para salvar y no para juzgar, para
servir y no para ser servido.

Emociona e inspira pensar en el acto de humildad y entrega, más profundo de


la historia, en la imagen y vida como persona de Jesús.

El mismo debe reconocer al hombre y a sus dimensiones, al hombre todo


entero, cuerpo y alma, corazón y conciencia, inteligencia y voluntad.
Considerando muy importante tener en cuenta también, sus vivencias y
experiencias, es decir su historia, su relato. Inspirados por el Espíritu Santo,
vivir de manera natural un encuentro en donde los presentes se sientan con la
invitación al dialogo y a la escucha activa, construir juntos, cada uno desde su
propia mirada, teniendo siempre como guía el evangelio y amor fraterno.

La catequesis se enfrenta a cambios profundos de diferentes órdenes


sociales, culturales, familiares, tecnológicos, ideológicos, religiosos etc. Por lo
cual la iglesia debe permanentemente escrutar los signos de la época e
interpretarlos a la luz del evangelio, de forma que acomodándose a cada
generación pueda responder a los perenes interrogantes de la humanidad
sobre el sentido de la vida presente, de la vida futura y sobre la mutua relación
de ambas, es necesario por ello conocer y comprender el mundo en el que
vivimos, sus esperanzas y aspiraciones.

Mantenernos en constante formación, en búsqueda del encuentro del Señor


en el otro, utilizar las diferentes herramientas, para llegar al otro, como las
tecnologías de medios de comunicación, entender los cambios de
mentalidades, de estructuras psicológicas, morales y religiosas, las estructuras
familiares, las relaciones sociales entre los dos sexos, las diferencias y
dificultades raciales, interreligiosas, etc.

El hombre experimenta múltiples limitaciones, pero sin embargo se siente


limitado en sus deseos y llamado a una vida superior, siente en sí mismo la
división. Toda vida humana la individual y la colectiva se presenta como una
lucha entre el bien y el mal, pero el Señor vino en persona a liberarlo.

En la catequesis se debe reivindicar al hombre nuevo, a la dignidad humana,


a su más alta razón, que consiste en la vocación del hombre a la unión con
Dios el Creador, el que lo constituye inteligente y libre en la sociedad.

La iglesia descubre con ello al hombre, el sentido de la propia existencia, la


verdad más profunda acerca del ser humano.

Si retomamos el termino catequética, su identidad queda propiamente


determinada por el objeto mismo del que se ocupa, es decir ,la catequesis, con
toda la riqueza de sus dimensiones, en la variedad de sus realizaciones, ya sea
en forma de enseñanza, de expresión simbólica, de reflexión comunitaria, de
iniciación sacramental, de itinerario organizado de Fe,etc..La catequética es
concretamente la reflexión sistemática y científica sobre la catequesis, con
vistas a definir, comprender, orientar y valorar el ejercicio de esta importante
acción educativa y pastoral.

Dada la complejidad y riqueza del objeto estudiado, se explica que la


catequética admita en su seno divisiones y especificaciones. La forma concreta
de hacerlo a variado a lo largo de la historia y resulta condicionada también por
los distintos contextos teológicos y culturales en los que se realiza.
¿Qué está sucediendo con la catequesis?

Una mirada a la concreta situación de la pastoral y de la catequesis, en la


mayor parte de nuestros países arroja un balance que podemos considerar
problemático. El lenguaje de la comunicación catequística no logra presentar el
mensaje cristiano de manera convincente y significativa para nuestros
contemporáneos, suele ser pobre y sin calidad, no se entiende, se dirige a
auditorios que ya no existen y responde a preguntas que nadie tiene o a
problemas que nadie vive.

Muchos instrumentos catequéticos son buenos desde lo bíblico y teológico,


pero inadecuados y poco eficaces desde lo catequístico. En muchos lugares la
catequesis de iniciación no inicia, sino que concluye, la confirmación o llamada
sacramento del adiós o el ultimo sacramento, coincide con el final de las
practicas religiosa para los jóvenes y tal vez de la fe cristiana y la primera
comunión se ha convertido en la última comunión.

La catequesis en casi todas nuestras comunidades, sigue siendo catequesis


infantil, se insiste en la urgencia de catequesis de adultos, para el crecimiento
de una fe adulta en una iglesia adulta. De ahí el carácter infantilizante de la
catequesis que queda muy lejos de las exigencias de una fe adulta en el
mundo de hoy. Estamos en una crisis del proceso de socialización educativa en
general y de la transmisión religiosa en particular. En la iglesia existe una
distancia impresionante entre la comunicación de la fe y la cultura de nuestro
tiempo.

Pablo VI: La ruptura entre el evangelio y cultura es sin duda el drama de


nuestro tiempo.

El desfase cultural compromete seriamente la eficacia del anuncio evangélico


y el testimonio cristiano. Estamos ante ceremonias y ritos sagrados que no
parecen corresponder a una vivencia real de la fe cristiana “signos de fe”, difícil
es ofrecer sacramentos a quienes quieren un rito de paso o el cumplimiento de
un imperativo social. La disminución masiva de la práctica religiosa, la
secularización, la desafección de los jóvenes, la escasez de vocaciones y la
crisis de credibilidad de la Iglesia hacen pensar en un ocaso de la vida
cristiana, se habla en Europa de crisis profunda del cristianismo.

La expansión de otras religiones y sectas, el neo paganismo ambiental y la


indiferencia religiosa, enmarca a la catequesis en un contexto de
insospechadas proporciones. Nuestra pastoral se resiente por la falta de
formación en sus agentes y responsables, es preocupante en el caso de los
sacerdotes y seminaristas, en el ámbito pastoral, catequético en especial, y
catequistas.
LUCES EN LA CATEQUESIS

El Concilio Vaticano segundo fue el evento eclesial más importante del siglo
XX, su impacto real en el ámbito catequético ha sido determinante y profundo,
ha re visionado de consistente los elementos básicos de la identidad de la
catequesis su objeto o contenido (La palabra de Dios) su objetivo (la fe
como respuesta a la palabra) y el polo institucional y comunitario (la Iglesia).

La reforma conciliar invita a volver a la fuente primaria de la palabra de Dios, a


reflexionar sobre ella en función de la educación y crecimiento de la fe y ubicar
la catequesis en un proyecto renovado de Iglesia. El periodo posconciliar ha
sido un tiempo de enorme fecundidad y búsqueda, surgió todo un conjunto de
iniciativas, reflexiones y problemas que fueron delineando el nuevo rostro de la
catequesis con algunos rasgos característicos, como primacía de la
evangelización, descubrimiento de la biblia, dimensión antropológica,
sensibilidad socio-política, prioridad de los adultos, centralidad de la comunidad
e incorporación de lo audiovisual y de los medios.

En la situación pastoral no faltan, experiencias positivas prometedoras,


abiertas a futuro como catequistas laicos, nuevas formas de comunidad,
ministerios laicales, formación religiosa, lectura popular de la biblia, itinerarios
catecúmenales, avances en el protagonismo de la mujer, catequesis familiar,
dialogo intelectual e inter religioso, etc. Todo motivo de esperanzas y signo
anunciador.

Por un lado, es evidente la perdida de relevancia social de la religión por otro


lado la persistencia y retorno del sentimiento religioso, un cierto renacimiento
de lo sagrado, tanto en expresiones de religiosidad o le nacimiento y difusión
de nuevas sectas y movimientos religiosos, quizás sea más objetivo hablar de
transformación, de hecho, religioso, de recomposición de la religión, de
transición religiosa, de metamorfosis de lo sagrado.

En una sociedad tentada por la fragmentación y la crisis de valores en la


religión, corre el riesgo de ser tomada y desechada. Son frecuentes las
adhesiones parciales, provisionales y fragmentarias, dando miedo los
compromisos a largo plazo, las verdades y los valores definitivos.

El resultado es una fuerte subjetivación de la propia religiosidad por la que se


vive una aceptación parcial y condicionada. En todo esto no faltan los aspectos
positivos: Superación de algunos dogmatismos, personalización de la fe,
revaloración de la experiencia.

Pero tal vez, la razón más profunda de perplejidad provenga hoy de la


separación o divorcio entre fe y vida, entre fe y cultura, viven la fe cristiana de
forma dualista, al margen de la vida, en una especie de esquizofrenia religiosa,
se sienten pertenecientes a dos mundos diferentes, el de la fe y el de la cultura
de hoy, sin conexión ni dialogo. En el sistema dominante de la comunicación
social y de los nuevos medios electrónicos, la experiencia religiosa queda
reducida a una propuesta marginal, los medios son portadores de una nueva
marginalidad y de una nueva cultura llena de riesgos para toda tarea formativa.

Más allá de las problemáticas o crisis actuales estamos llamados a una misión
única, una misión que nos da razón de ser a todo el género humano y a las
comunidades, la búsqueda incansable y el encuentro con el Señor. La misión
del mundo que los cristianos creen fundado y conservado por el Amor del
Creador, para que el mundo se transforme según su propósito divino y llegue a
su consumación.

Cree la iglesia que Cristo, muerto y resucitado por todos, da al hombre su luz
y su fuerza por el Espíritu Santo a fin de que pueda responder a su máxima
vocación, que es la clave, el centro y el fin de toda la historia humana, que se
allá en el Señor y Maestro. En la unidad del cuerpo y alma, el hombre en su
misma condición corporal, es una síntesis del universo material, el cual alcanza
por medio del hombre su más alta cima y alza la voz para la libre alabanza al
Señor. Tiene razón el hombre como participante de la luz divina, cuando afirma
que por virtud de su inteligencia es superior al universo material y la naturaleza
intelectual de la persona se perfecciona por medio de la sabiduría divina que
atrae la mente a la búsqueda, al amor de la verdad y del bien. En la conciencia
que es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre y en su corazón, tiene
una ley escrita por Dios, la cual consiste en Amar a Dios y a su prójimo. El
señor ha querido dejar al hombre en manos de su propia decisión para que
busque a su creador y se adhiera libremente a este, alcance la plena y
bienaventurada perfección, en una perpetua comunión de la incorruptible vida
divina.

El Señor de la vida, ha confiado a los hombres la insigne misión de conservar


la vida, misión que ha de llevarse a cabo de modo digno del hombre, la vida
desde su concepción ha de ser salvaguardada con el máximo cuidado. La vida
de los hombres y la misión de transmitirla, no se limita a este mundo, ni puede
ser conmensurada y entendida a este solo nivel, si no que siempre mira el
destino eterno de los hombres. La iglesia en virtud de la misión que tiene de
iluminar a todo el orbe con el mensaje evangélico y de unir en un solo Espíritu
a todos los hombres de cualquier nación, raza o cultura, se convierte en señal
de la fraternidad que permite y consolida el dialogo sincero. Esta fidelidad a
nuestra misión a un mensaje del que somos servidores, y a las personas a las
que hemos de transmitirlo intacto y vivo, es el eje central de la evangelización.

Cuando los apóstoles y sus sucesores y los cooperadores de éstos, son


enviados para anunciar a los hombres a Cristo, Salvador del mundo, se apoyan
sobre el poder de DIOS, el cual muchas veces manifiesta la fuerza del
evangelio en la debilidad de sus testigos (Gaudium Et Spens).La
evangelización consiste en la enseñanza y expansión de la doctrina Cristiana a
todas partes, a personas y a comunidades que desconozcan o no practican la
palabra. El Concilio Vaticano II se dirige ahora no solo a los hijos de la iglesia
católica y en cuanto invocan a Cristo, sino a todos los hombres, considerando
una formación y espiritualidad profunda, para llegar a las distintas esferas de
las comunidades y del hombre, sus culturas, tradiciones y costumbres,
teniendo también en cuenta los signos de los tiempos, las tecnologías y sus
alcances, la globalización, cambios sociales y culturales.

En el Sínodo de 1974(Evangelii Nuntiandi) se formularon preguntas como:


¿Qué eficacia tiene en nuestros días la energía escondida de la Buena Nueva,
capaz de sacudir profundamente la conciencia del hombre?
¿Hasta dónde y cómo esta fuerza evangélica puede transformar
verdaderamente al hombre de hoy?
¿Con qué métodos hay que proclamar el Evangelio para que su poder sea
eficaz?

EL HOMBRE NUEVO-RECONCILIAOS CON DIOS

El testimonio que el Señor da de Sí mismo y que San Lucas ha recogido en su


Evangelio "Es preciso que anuncie también el reino de Dios en otras ciudades"
tiene sin duda un gran alcance, ya que define en una sola frase toda la misión
de Jesús "porque para esto he sido enviado”. Cristo, en cuanto evangelizador,
anuncia ante todo un reino, el reino de Dios, tan importante que, en relación a
él, todo se convierte en "lo demás" y el que ha sido evangelizado evangeliza a
su vez. He ahí la prueba de la verdad, la piedra de toque de la evangelización:
es impensable que un hombre haya acogido la Palabra y se haya entregado al
reino sin convertirse en alguien que a su vez da testimonio y anuncia.

La evangelización no sería completa si no tuviera en cuenta la interpelación


recíproca que en el curso de los tiempos se establece entre el Evangelio y la
vida concreta, personal y social del hombre. Precisamente por esto la
evangelización lleva consigo un mensaje explícito, adaptado a las diversas
situaciones y constantemente actualizado, sobre los derechos y deberes de
toda persona humana, sobre la vida familiar sin la cual apenas es posible el
progreso personal, sobre la vida comunitaria de la sociedad, sobre la vida
internacional, la paz, la justicia, el desarrollo; un mensaje, especialmente
vigoroso en nuestros días, sobre la liberación.

La Iglesia considera ciertamente importante y urgente la edificación de


estructuras más humanas, más justas, más respetuosas de los derechos de la
persona, menos opresivas y menos avasalladoras; pero es consciente de que
aun las mejores estructuras, los sistemas más idealizados se convierten pronto
en inhumanos, si las inclinaciones inhumanas del hombre no son saneadas, si
no hay una conversión de corazón y de mente por parte de quienes viven en
esas estructuras o las rigen.

La Iglesia tiene clara conciencia de que el agente primero o protagonista de la


evangelización es el Espíritu Santo. Ella, por tanto, no actúa por cuenta propia
ni con sus solas fuerzas, e sabe continuadora de la obra de salvación que el
Padre le ha confiado al Hijo.

En su espiritualidad, los catequistas deben ser formados de tal manera que no


asuman nunca un equivocado protagonismo que los haga pensar que en la
obra de la catequesis, ellos son insustituibles o, bien, que interpreten que en su
trabajo no vale la pena preocuparse tanto, ya que Dios es el que hace todo. Es
importante considerar que una catequesis bien realizada es ya de por sí una
acción salvadora.

De la Iglesia primitiva hemos heredado el tesoro de una teología sobre la


figura del Obispo, que destaca su categoría de maestro. Él es el garante de la
fe toda vez que enseña los principios contenidos en el Credo y examina el
aprendizaje de los catecúmenos, porque en la comunidad él tiene la función de
padre en cuanto trasmite la enseñanza recibida de los apóstoles y engendra en
la fe a los nuevos hijos de Dios por el Bautismo.

El párroco nunca puede renunciar a su oficio de educador en la fe, aun


cuando la organización de la catequesis se vea muy completa, por encima de
otras funciones y obras parroquiales, su prioridad es la catequesis, a la cual
debe consagrar todos los recursos disponibles, en personas y energía, a fin de
lograr una sólida comunidad de creyentes.

No podemos dejar de mencionar la responsabilidad de los padres y las


familias en la formación humana y religiosa, en la educación de la fe. En la
actualidad, dar testimonio de fe a los propios hijos, no es una alegre realidad
para muchos padres de familia. Pero los pastores de la Iglesia están obligados
a darles aquellos elementos necesarios para que puedan renovar
permanentemente la gracia recibida en el sacramento del Matrimonio y tengan
la fortaleza necesaria para hacer de su familia una verdadera escuela de vida
cristiana.

La catequesis está dirigirá a todas las personas y abarca todas las etapas de
la vida: infancia, adolescencia, juventud, adultez y senectud. Para ser fiel a las
personas en su situación concreta, la catequesis ha de tener en cuenta las
distintas situaciones, mentalidades y ambientes en que viven los catequizando.
La diversidad de situaciones y ambiente exigirá una catequesis y unos
itinerarios especiales, como catequesis para discapacitados, los marginados,
los grupos diferenciados y los contextos de vida rural y urbano. La persona es
un sujeto que vive en un determinado ambiente sociocultural, el cual influye de
una manera decisiva en su forma de ser, de pensar y de actuar.
Con respecto al mundo descristianizado ,este primer anuncio va dirigido de
modo específico a quienes nunca han escuchado la Buena Nueva de Jesús o a
los niños, lo cual se está volviendo cada vez más necesario, a causa de las
situaciones de descristianización frecuentes en nuestros días, para gran
número de personas que recibieron el bautismo, pero viven al margen de toda
vida cristiana; para las gentes sencillas que tienen una cierta fe, pero conocen
poco los fundamentos de la misma; para los intelectuales que sienten
necesidad de conocer a Jesucristo bajo una luz distinta de la enseñanza que
recibieron en su infancia, y para otros muchos.

Para los inmensos sectores de la humanidad que practican religiones no


cristianas. La Iglesia respeta y estima estas religiones no cristianas, por ser la
expresión viviente del alma de vastos grupos humanos. Llevan en sí mismas el
eco de milenios a la búsqueda de Dios; búsqueda incompleta pero hecha
frecuentemente con sinceridad y rectitud de corazón. Poseen un impresionante
patrimonio de textos profundamente religiosos. Han enseñado a generaciones
de personas a orar. Todas están llenas de innumerables "semillas del Verbo" y
constituyen una auténtica "preparación evangélica". Ciertamente, tal situación
suscita cuestiones complejas y delicadas, que conviene estudiar a la luz de la
tradición cristiana y del Magisterio de la Iglesia, con el fin de ofrecer a los
misioneros de hoy y de mañana nuevos horizontes en sus contactos con las
religiones no cristianas.

MISIONEROS SOMOS TODOS, PORQUE TODO SOMOS IGLESIA

La catequesis necesita métodos concretos que señalen el camino apropiado


para acompañar a los catequizandos hacia la plena madurez de su fe. Desde
sus inicios, la catequesis ha utilizado muchos y variados métodos para educar
en la fe. Esta diversidad revela signo de riqueza, vitalidad y creatividad en la
praxis catequística y en la experiencia catequizadora de la Iglesia.

Métodos:

• Inductivos; que son aquellos que parten de la vida para llegar a la fe. Este fue
el método de Jesús y método de Pablo en el Areópago de Atenas. En este
grupo se puede citar, entre otros, el método conocido como “ver, juzgar y
actuar”. Es un método conforme a la manera en que se desarrolla la
Revelación y a las características propias del conocimiento de fe, que es un
conocimiento por medio de signos.

• Deductivos que son los que parten del anuncio del mensaje cristiano,
expresado en los documentos de la fe (Biblia, liturgia, Credo…) para llegar a la
vida.
El método inductivo es de tipo ascendente y el deductivo es descendente.
Unos y otros han demostrado, a lo largo de la historia, su eficacia en la acción
catequizadora, y ambos se reclaman y complementan. Es importante señalar
que la Iglesia no tiene un método propio o único. A la luz de la pedagogía
divina, ella discierne los métodos de cada época y asume con libertad de
espíritu todos aquellos elementos metodológicos que le ayudan a proclamar el
Evangelio y favorecer la educación en la fe.

La metodología de la catequesis tiene como finalidad la educación de la fe.


Para lograr ese cometido, la metodología se sirve de las orientaciones de la
catequética contemporánea y de la ayuda de las ciencias pedagógicas y de las
Ciencias de la Comunicación (DGC 148).

El método no es un fin en sí mismo, sino un medio y, como tal, ha de estar al


servicio de la formación integral de los catequizandos y al servicio de la acción
del Espíritu que actúa en ellos. El método, como la pedagogía de la fe, Tiene
un carácter original, ya que es una mediación y colaboración con el Espíritu
Santo, principio inspirador de toda obra catequística.

Entre contenido y método no hay oposición o separación, sino una profunda


correlación e interacción. El método está al servicio de la Revelación y, por lo
tanto, al servicio del contenido de la revelación divina.

Todo método catequístico se compone de tres elementos fundamentales:

• Un punto de llegada, que es la formación integral de los catequizando.

• Un punto de partida, que es la situación concreta en que se encuentran


interlocutores de la catequesis.

• Y un itinerario que marca los procesos graduales y progresivos que se siguen


para lograr la maduración plena de la fe.

La catequesis tiene que acompañar y saber desarrollar estrategias,


dinamismos, dialogo, convivencia, sabiduría y creatividad para formar hombres
y mujeres con una fe adulta que esté arraigada en la Palabra de Dios y que sea
significativa para la vida cotidiana.

Es fundamental comprender que no se puede emplear cualquier método para


educar en la fe. Al seleccionar y aplicar los métodos, la pastoral catequética ha
de tener en cuenta los siguientes criterios fundamentales:

• Los métodos han de ser coherentes con la pedagogía de la fe.

• Los métodos han de respetar la naturaleza del mensaje cristiano, las fuentes
que le dan sustento y los lenguajes de la fe.

• Los métodos han de ser fieles a la integridad del mensaje cristiano.


• Los métodos han de estar en todo momento al servicio de la vida concreta de
los catequizandos.

• Los métodos han de respetar el ritmo de las personas y de los grupos.

Ser catequista es una vocación. En la Iglesia todos estamos llamados a


evangelizar, pero no todos de la misma manera, no es fruto de una iniciativa
privada, sino que es una vocación que se desarrolla en la Iglesia. Es un
servidor de la Palabra. Son muchos los modos y las personas que se encargan
del servicio a la Palabra. El catequista ejerce en la Iglesia uno de esos modos
de comunicación del mensaje cristiano, de manera original, específica, propia y
exclusiva, ya que, como ninguno, el catequista entra en contacto con la vida y
con la persona misma de los interlocutores. El catequista debe estar atento y
dócil a la Palabra, ya que su tarea es “actualizarla” para una fiel comunicación
a los hermanos.

* Ha de tener un fuerte sentido eclesial.

* Debe ser alguien que se conoce y se acepta a sí mismo; que conoce su lugar
en la familia y en la comunidad a la cual pertenece, lo mismo que las
capacidades propias con las que puede servir a los demás.

* Debe tener el equilibrio suficiente para aceptar con serenidad sus propios
aciertos y errores.

*Ser capaz de escuchar, dialogar y trabajar en equipo.

*Ser responsable, perseverante, constante y amar los valores de la lealtad, la


sinceridad, la honestidad y la valentía.

* Ser capaz de juzgar críticamente los acontecimientos. Tener espíritu de


superación, optimismo y alegría.

* Amar la Iglesia, así como ella es: en su ministerio y en sus expresiones


humanas.

*Tener conocimiento de la Palabra de Dios y de los documentos de la fe.

* Ser una persona de fe auténtica, de asidua participación en los sacramentos y


sensible a las diversas maneras en que la gente de su comunidad expresa la
fe. Todo esto en coherencia con su propia espiritualidad.

* Acoger con generosidad las orientaciones diocesanas y parroquiales sobre la


catequesis.

*Conocer qué es la catequesis y cuál es el mensaje que comunica; sus


exigencias, sus destinatarios, sus responsables y cómo está organizada en
parroquias, en la diócesis, en el país.
Ser catequista también implica una forma de vida, una decisión de vida, una
aceptación de la misión para la que somos llamados, pero sobre todas las
cosas, un proceso de crecimiento humano, con tiempos únicos.

Gracias por leerme.

Catequista M. Roxana Robledo.


Referencias Bibliográficas.

-Exhortación apostólica Evangelii Gaudium. Fragmento del Capitulo Primero

-Conc. Ecum. Vat. II, Declaración cobre la educación Gravissimum Educationis (28
octubre 1965)

-Juan Pablo II, Exhortación apostólica post-sinodal Christifideles Laici (30 diciembre
1988): AAS 81 (1989), pp. 393-521

-Juan Pablo II (1998). FIDES ET RATIO. Buenos Aires, Argentina: Paulinas.

-Conferencia Episcopal Argentina (1993). Catecismo de la Iglesia Católica. Buenos


Aires,

- Aristóteles, Metafísica, Libro I y V, Gredos, Madrid, 1988.

-Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, BAC, Madrid, 2002.

- Verneaux, R., Filosofía del hombre, Herder, Barcelona, 1988

-Evangelii gaudium. Exhortación apostólica. Papa Francisco (2013

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