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CONTEMPLATIVOS EN LA RELACIÓN

En tiempos de acentuación social de la libertad como independencia, de la


persona como individuo, será bueno tener en cuenta la otra dimensión de
nuestras vidas: la relación, el encuentro. La verdad es, sin embargo, que en la
cultura actual se destaca el elogio del individuo. Vivimos una cultura que nos
predica el miedo a la relación; esta es presentada y vivida como complicación.
Hay quien dice: no quiero tener un hombre o una mujer en mi vida. Hay
mujeres que dicen que quieren tener hijos, pero sin padre, maternidad sin
paternidad. Muchos viven una relación matrimonial y no quieren tener hijos.
En la vida fraterna de las comunidades de consagrados también se acentúa, de
hecho, el individualismo. Hay dificultad en trabajar en equipo y en vivir la
comunión.

De hecho, vivimos múltiples relaciones, una tupida red. Estamos enredados.


Buscamos grupos de amigos, hacemos asociaciones deportivas, culturales, de
vecinos. La pertenencia nos constituye profundamente como seres humanos.
Vivimos una paleta de relaciones que nos identifican: de filiación y
fraternidad, de amistad y de enemistad, de aceptación y rechazo, de miedo y
de confianza. Las categorías de presencia y de encuentro tienden a ganar
significación en nuestra cultura. Nos defendemos de la soledad y del
aislamiento. Estamos llamados a ser adoradores de Dios no sólo en el
santuario de nuestra alma, en la plegaria interior, en la piedad popular y en la
Palabra bíblica. Lo contemplamos en la acción liberadora. También en el
sacramento y el grito de los pobres.

En esta reflexión quiero proponer las relaciones humanas como lugar donde
estamos llamados a descubrir y contemplar a Dios. Son las relaciones de la
vida cotidiana, siguiendo el principio teológico de la encarnación. En nuestro
tiempo estamos llamados a ser contemplativos en la relación.

1. Atención y escucha de la vida misma


En nuestro entorno, la técnica tiene un gran atractivo. Brinda a las
personas grandes cuotas de libertad y de autonomía. Transforma la
mirada contemplativa en mirada funcional. Las preguntas ¿qué es?,
¿qué significa?, han ido dejando paso a estas otras: ¿Cómo funciona?

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¿Para qué sirve? ¿Cuánto cuesta? Los valores de eficacia y de utilidad


se imponen.
La capacidad contemplativa va a contracorriente de la mentalidad
utilitarista. El ser humano es un ser de necesidades que le impulsan a
salir de sí en busca de la satisfacción de su necesidad de amar y ser
amado, de ser digno y de aceptarse a sí mismo. La persona humana está
llena de deseos de amar y ser amada, de hacerse a sí misma y de ser
hecha, de pertenecer y se ser incluida, de solitariedad y de soledad…La
vida misma enseña a domar los deseos y manejar las oportunidades.
Movidos por el dinamismo de las necesidades, vivimos en búsqueda;
reiteramos una y otra vez los comportamientos para conseguir la
satisfacción de las mismas. Esas prácticas logran que nuestros
comportamientos se vuelvan rutinarios. Las agendas rellenas hacen que
muchas personas tengan que funcionar como autómatas. Por ello, se
disminuye o pierde el sentido del asombro, de la admiración y el
disfrute de las experiencias gozosas de la vida. Frente a esa pérdida es
importante prestar la atención a la vida concreta, a los encuentros, las
presencias, las relaciones. Cultivar una consciencia despierta es
indispensable para no pasar como muertos por la vida.

2. Aceptación de la alteridad de los otros


Disponibilidad para aprender de ellos y recibir el influjo de su alteridad;
los otros son personas únicas e irrepetibles. Son libres. Es motivo de
gozo el poder alegrarse de su autonomía y libertad y vivirlo como un
don para mí mismo. Hay que reconocer y valorar la diversidad de sus
lenguajes, de sus reglas y principios que tal vez colisionan con los míos.
Reconocer la bendición de la alteridad de los demás implica que se da
primacía a la comunión, a la fraternidad. El ser humano es
constitutivamente relación. Está diseñado para la relación interpersonal:
yo- tú; nosotros-vosotros; hombres y mujeres, ancianos y jóvenes. A
través de la diversidad de los otros es Dios quien nos purifica y nos saca
del egocentrismo. A través del amor de las personas que nos quieren es
Dios mismo quien nos muestra su amor y cuidado paternal.

3. Empatía,
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Es la capacidad de dar y recibir afecto, de encontrarse con los demás


como personas en reciprocidad. Lo contrario de la empatía es la
indiferencia, la desvinculación. Por decisión personal o por mandato
natural existen muchas personas que viven desvinculadas, sin relación
con los demás. Tal vez tienen una intensa red de relaciones virtuales,
pero en el fondo de corazón se sienten solos. La soledad es una
enfermedad de la relación. Existe la soledad del solitario, pero también
la soledad de dos personas en compañía. Una cosa es sentirse solo y
otra cosa es vivir “solo”. Mediante la empatía con las personas que nos
rodean podemos ser mediaciones que revelan y realizan la cercanía
amorosa de Dios. El amor llama al amor.

4. Compañía y soledad
En el transcurso del tiempo la vida humana ha ido cambiando tanto en
el plano individual como en el colectivo. También la cultura ha
cambiado la visión del mundo. La mirada a la realidad de hoy está
determinada por la razón instrumental científica.
También han cambiado ciertos valores de la tradición espiritual.
Tenemos el desafío de aprender a interpretarlos en la experiencia de la
fe. Me refiero a valores como la soledad y el silencio. Los hemos
transformado en el valorar de la comunicación y de la relación.
La vida humana se ha extendido en el tiempo. Somos más longevos.
Hay más oportunidades de vivir solos. La soledad tiene muchas caras.
La soledad en el sentido social se ha convertido en un problema. Puede
ser un valor; pero cuando es una soledad no deseada, entraña riesgos
para la salud y favorece el inicio de la demencia. Ya sabemos que la
soledad no se cura con la compañía sin más. El sentimiento de soledad
puede deberse a falta de relación, falta de pertenencia bien sea por
ausencia o por pérdida de las personas que expresan esa pertenencia. Y
esa falta de pertenencia puede referirse tanto a la familia, como al
entorno del pueblo o del barrio, como a la comunidad eclesial. También
en las comunidades religiosas podemos encontrarnos con montañas de
soledad; el número de miembros se ha reducido en cada fraternidad. Las
personas que están a cargo de las actividades de misión se encuentran
sobrecargadas; las personas mayores sufren de soledad. Y sucede que
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esos profundos sentimientos de aislamiento no se suelen expresar con


facilidad.
Es cierto que cada uno tenemos que hacernos cargo de la propia
soledad. Que es cuestión de piernas, de ponerse en modo activo de
caminar y hablar, escribir, leer, escuchar, llamar, buscar relaciones
sociales. Hay muchas formas de luchar contra el aislamiento y la
exclusión. La sociedad se hace cada vez más consciente de este
problema1. La necesidad de compañía es la huella que nos habla de
Dios.

5. Sacramento del encuentro


El encuentro entre personas se da más allá de sus roles. Más allá de la
apariencia, del poder, del tener, del hacer. Se trata de un encuentro a
través de los rostros, de las palabras, de los cuerpos. El encuentro
interpersonal supone, por parte de cada uno, la autoposesión de sí
mismo sin dejarse dominar por la aprobación u opinión de los otros.
Para un auténtico encuentro consigo mismo y con el prójimo hace falta
la autoaceptación; no depender de la esclavitud de los deseos ni de la
apariencia. No rivalizar ni competir. La capacidad de altruismo es
condición para el encuentro consigo mismo que no caiga en el
narcisismo. La libertad como forma de dominio de sí mismo incluye la
gestión del tiempo, capaz de decir adiós al pasado y de saludar a lo
nuevo que viene.
El verdadero encuentro interpersonal, sea de amistad, de esponsalidad,
de paternidad/maternidad, tiene sabor de gratuidad e incondicionalidad.
Implica, por tanto, una intuición y demanda de ir más allá de los
condicionamientos de la temporalidad, de la mortalidad y la
individualidad. La experiencia del encuentro amoroso remite y aspira a
un imposible necesario. Lo necesitamos para la plena realización, pero
nos es imposible conseguirlo. Es un amor que no puedes conseguir del
todo y al que no puedes renunciar. Se trata de un don que se recibe.
Entre las realidades humanas que más se acercan al amor gratuito e
incondicional, está la relación de amor entre los esposos. Por eso
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De hecho, el Gobierno del Reino Unido en el año 2018 ha creado un ministerio de la Soledad que trata de
solucionar estos problemas y, sobre todo, de prevenirlos.

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decimos que es una relación sacramental, es decir que significa,


representa y comunica el amor de Cristo a su Iglesia. Por su parte,
también la forma de vida consagrada es signo y profecía de la alianza de
Dios con su pueblo.

6. La presencia
El Dios creador ha dejado su huella en la naturaleza y la historia.
Gracias a esa presencia, la naturaleza muestra inteligibilidad y sentido.
Es Dios mismo quien habla
a través de las obras de sus manos. Las maravillas de la creación
llaman a la contemplación. Son espejo y reflejo de su creador.
Interpelan y sacuden las miradas superficiales. Israel es capaz de ver la
presencia de Dios en los acontecimientos de su historia; especialmente
en las maravillas del éxodo. Juda es el santuario de Yahvéh; la tierra se
estremece ante él; las colinas saltan como los corderos (Sal 113).
La creación, contemplada desde la perspectiva cristiana, aparece bajo el
dinamismo de la recapitulación en Jesucristo. Son las promesas de la
Palabra de Dios las que están a la base de la superación y unificación de
la historia. Las promesas de Dios, que se plasman en la resurrección del
crucificado Jesucristo, encuentran ecos en la dimensión utópica del
espíritu humano. Estamos de camino hacia nuestra propia plenitud. Los
deseos van por delante de nuestras manos. El horizonte utópico
encuentra eco en la capacidad de soñar que nos ha sido dada a los seres
humanos. En este largo itinerario es la Iglesia la que constituye la
memoria y la presencia de Cristo. Es sacramento de su presencia.
Dentro de la comunidad de los discípulos y seguidores del Mesías, los
presbíteros son sacramento por la relación de Cristo con su pueblo. Por
su relación con la comunidad de los fieles, los sacerdotes son
sacramento de la Iglesia y en la iglesia y para la Iglesia. Es más. “El
hermano y hermana se convierten en sacramento de Cristo y del
encuentro con Dios”2.

7. La vida y sus signos

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CIVSCVA, FT. 19

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La vida cotidiana está entretejida de rutinas y sorpresas, de sueños y


desilusiones, de deseos y realidades. Hay encuentros fortuitos. Hay
relaciones que surgen inesperadamente. No estaban previstas ni
programadas. Las imprescindibles rutinas de la vida cotidiana están
habitadas. En medio de ellas acontecen pequeños milagros. La vida de
relación está llena de signos que emitimos y que recibimos. Existe una
cantidad ilimitada de acciones y palabras que son leídas como signos.
Nos trasmiten indiferencia, superioridad, frialdad; nos llaman la
atención; nos piden compasión unas veces; nos escandalizan, otras
veces. Nos dan o nos mendigan atención y amor. Se trata de una
necesidad humana, hecha de carencia y potencia. El amor es el motor de
la vida. En último término el amor nos ofrece felicidad; en ese sentido
tiene un carácter divino; el amor pide eternidad, pide infinitud. Es
invocación de una realidad más grande y apasionante que nuestras
rutinas cotidianas.
Los signos y sacramentos de la vida humana se convierten también en
gramática con la que Dios se hace visible entre nosotros: El
enamoramiento, la maternidad y paternidad, el encanto de una canción
que ha dejado huella, los lugares donde se ha disfrutado de momentos
inolvidables, de encuentros personales y sueños comunes…

8. La naturaleza y sus signos


La naturaleza es variada, está llena de contrastes: de colores, de
magnitudes, de seres vivos de tan diferentes dinámicas y hábitats. Para
los ojos iluminados y entrenados, la naturaleza está llena de símbolos y
vestigios: el arco iris simboliza la alianza de Dios con Noe; la zarza
ardiendo es teofánica, la nube de la presencia de Dios (Ex 40,34), el
almendro en flor (Jer 1,11-14), el alfarero (Jer 18,1-6). La Escritura
abunda en este tipo de conceptos: la naturaleza es imagen del creador;
lleva las huellas de la mano del hacedor. Las maravillas de Dios se
revelan en los acontecimientos de la creación y de la evolución. Se
hacen visibles en la belleza de la vida y sus diversas formas. El salmista
pide a Dios: “Da luz a mis ojos para que no me duerma en la muerte”
(12,4). Hay muchas formas de vivir muerto en vida.

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9. La propia historia, vivida, leída y releída…


Habitamos el tiempo. Lo hacemos en tríptico: pasado, presente y futuro.
No se trata de tiempos discontinuos; están unidos y traspasados por un
hilo conductor que les da continuidad: Es muy saludable un buen
equilibrio entre las tres páginas del tríptico.
Nuestro pasado permanece en nuestro presente en forma de memoria
grabada en nuestro cuerpo. Puede ser consciente o inconsciente. Puede
tratarse de una memoria, personal o colectiva, agradecida o de una
memoria dolorida, llena de heridas, de resentimientos, de deseos de
venganza. Esta memoria puede arruinar el presente, contaminarlo, pero
puede también ser una fuente de energía, de alegría y de
agradecimiento; tenemos acontecimientos memorables; contamos con
fotografías, escritos, documentos que son signos de nuestro tiempo
vivido. En el presente tenemos la tarea de releer nuestra biografía. Es
una oportunidad de sanación, de integración y de creatividad hacia el
futuro. Tenemos en el presente la oportunidad de poner la nueva música
de trasfondo de nuestra vida. Podemos interpretarla desde claves de
creatividad y nuevas oportunidades para crecer en el amor.

10.La historia de salvación


Somos reflejados en los personajes de la historia de la salvación. La
Biblia hablando de ellos, habla también de nosotros. Somos mini-relatos
dentro del gran relato de la historia de Dios con nosotros. La creación y
la alianza y el desierto y la profecía hablan de nosotros. Las parábolas y
los milagros y las esperanzas de Jesús también están dirigidas a
nosotros. Somos sus destinatarios. Escuchando y acogiendo los
episodios de los personajes de la historia bíblica, podemos ver nuestra
vida a través de las promesas de Dios. La convicción de que Dios me
ama; que me llama a una vida feliz y a la plenitud de la vida para
siempre, constituye una fuente de alegría y felicidad. En nuestra historia
de logros y fracasos, de dicha y de desdicha, se va diseñando y
realizando la salvación de Dios. Y es que nuestro tiempo vital no es
meramente sucesivo; en él se entrelazan episodios del pasado, que
tienen la sombra alargada, y anticipaciones del futuro, que ya actúan
como motor de la praxis y estímulo de un deseo mayor de plenitud.
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Conclusión
La vida teologal y el camino espiritual se concretan en la inspiración y
realización del “contemplativos en la acción” y del “contemplativos en
la liberación”. A ello hay que añadir “contemplativos en la relación”.
Este paso pone de relieve la dimensión comunitaria del camino de la
vida consagrada. Reconoce también el dinamismo de la encarnación;
pone de relieve la importancia de los sentidos corporales en la vivencia
de la fe. El Hijo de Dios encarnado nos espabila la capacidad de ver, de
oír, de sentir, de percibir y comunicar. Gracias a Él, la inmanencia es
entendida como transparencia, y ésta es el camino de la transcendencia.

1. Sintetizo las tres ideas nucleares de la lección de esta Unidad.

2. Analizo mi comunidad  actual teniendo en cuenta los siguientes dinamismos de toda


comunidad.

1.      La inclusión

 Existe la tensión entre la afirmación de la propia individualidad y la integración en el


grupo (dentro/fuera)

 2.       El poder

Se dan los dos extremos de desorganización caótica y autoritarismo, en lugar de una


sana distribución del poder (arriba/abajo)

3.      El replanteamiento de objetivos

Se da la oculta problemática de la redefinición de las necesidades personales y el tipo


de compromiso (en la misma dirección/en dirección contraria; personas
activas/personas pasivas)

 4.      La intimidad y la comunicación

Se viven muchas veces en forma de conflicto entre intimidad personal y compartir 


en la fraternidad (cerca/lejos)

Entrega: 27 de abril

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