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Acompañamiento Espiritual en el Espacio Educativo


MI EXPERIENCIA

El documento de Aparecida (331) enuncia que: La misión primaria de la Iglesia es anunciar el


Evangelio de manera tal que garantice la relación entre fe y vida tanto en la persona individual como en
el contexto socio-cultural en que las personas viven, actúan y se relacionan entre sí. Así, procura:

Transformar mediante la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los valores
determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras
y los modelos de vida de la humanidad que están en contraste con la Palabra de Dios y
el designio de salvación1.

Desde esta misión de sentirnos acompañantes de niños, niñas, adolescentes y jóvenes; queremos
realizar un trabajo en donde profundicemos nuestros aciertos, temores, incertidumbres que están
presentes en el acompañamiento que realizamos. A continuación, responde las siguientes preguntas
para describir tu servicio como acompañante espiritual.
Tiempo: 20 min.

a. ¿Cuáles han sido mis principales aciertos en el Acompañamiento Espiritual?


o
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o
o

b. ¿Cuáles son mis temores más significativos en el Acompañamiento Espiritual?


o
o
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c. ¿Cuáles son mis incertidumbres sobre el modo correcto de acompañar?


o
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o
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APORTES PARA EL CAMINAR


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Evangelii Nuntiandi, 19.
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Acompañamiento Espiritual en el Espacio Educativo
 Después de contestar las preguntas, lee el siguiente texto.
 Es importante que resaltes aquellas características que enmarcan tu identidad como
acompañante.
Tiempo: 20 min.

Iglesia en salida

En las relaciones –con Cristo, con los demás, en la comunidad– es donde se transmite la fe. La Iglesia
está llamada a asumir un rostro relacional que ponga en el centro la escucha, la acogida, el diálogo, el
discernimiento común, en un camino que transforme la vida de quien forma parte de ella. «Una Iglesia
sinodal es una Iglesia de la escucha, con la conciencia de que escuchar “es más que oír”. Es una
escucha recíproca en la que cada uno tiene algo que aprender. Pueblo fiel, Colegio episcopal, Obispo
de Roma: cada uno en escucha de los demás; y todos en escucha del Espíritu Santo, el “Espíritu de la
verdad” (Jn 14,17), para conocer lo que él “dice a las Iglesias” (Ap 2,7)» (Francisco, Discurso con
ocasión de la Conmemoración del 50 aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos, 17
octubre 2015).

Una Iglesia sinodal es una Iglesia en salida, aquella comunidad de discípulos misioneros que
primerean, que se involucran, que acompañan, que fructifican y festejan. Para ser un acompañante que
promueve una Iglesia sinodal –Iglesia en salida– debe experimentar:

 Primerear, tomar la iniciativa. La iglesia no se puede hipotecar por su pasado teológico o


sacral, sino que debe volver a Jesús que primerea en amor (cf. 1 Jn 4,10); por eso el
acompañante debe adelantarse, tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro de los otros,
buscar a los alejados y ponerse en los cruces de los caminos para invitar a los excluidos de la
vida de este mundo. Vive un deseo inagotable de brindar misericordia, fruto de haber
experimentado la infinita misericordia del Padre y su fuerza difusiva. ¡Atrevámonos un poco
más a primerear!

 Involucrarse, no quedarse fuera con simples palabras. Jesús lavó los pies a sus discípulos.
El Señor se involucra e involucra a los suyos, poniéndose de rodillas ante los demás para
lavarlos. Pero luego dice a los discípulos: «Seréis felices si hacéis esto» (Jn 13,17). El
acompañante se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achica distancias, se
abaja hasta hacerse cercano al otro, y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de
Cristo en el pueblo. Los evangelizadores –acompañantes– tienen así «olor a oveja» y éstas –los
acompañados– escuchan su voz.

 Acompañar, una misión de presencia. Una iglesia cerrada en sí ha dejado fuera a intelectuales
y obreros, a emigrantes, a mujeres, corriendo así el riesgo de seguir hermosa pero vacía.

Ha querido enseñar, como si tuviera una respuesta ya firmada de antemano; pero, a fin de hacerlo, ella
debe empezar escuchando. El acompañante debe acompañar a la humanidad en todos sus procesos, por
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Acompañamiento Espiritual en el Espacio Educativo
La interioridad como paradigma pedagógico
más duros y prolongados que sean. Sabe de esperas largas y de aguante apostólico. La evangelización
tiene mucho de paciencia, y evita maltratar límites.
[Evangelii Gaudium, 24].

La meta que la escuela católica se propone, respecto de los niños, niñas, adolescentes y jóvenes, es la
de conducir al encuentro con Jesucristo vivo, Hijo del Padre, hermano y amigo, Maestro y Pastor
misericordioso, esperanza, camino, verdad y vida, y, así, a la vivencia de la alianza con Dios y con los
hombres. Lo hace, colaborando en la construcción de la personalidad de los alumnos, teniendo a Cristo
como referencia en el plano de la mentalidad y de la vida. Tal referencia, al hacerse progresivamente
explícita e interiorizada, le ayudará a ver la historia como Cristo la ve, a juzgar la vida como Él lo hace,
a elegir y amar como Él, a cultivar la esperanza como Él nos enseña, y a vivir en Él la comunión con el
Padre y el Espíritu Santo. Por la fecundidad misteriosa de esta referencia, la persona se construye en
unidad existencial, o sea, asume sus responsabilidades y busca el significado último de su vida. Situada
en la Iglesia, comunidad de creyentes, logra con libertad vivir intensamente la fe, anunciarla y
celebrarla con alegría en la realidad de cada día. Como consecuencia, maduran y resultan connaturales
las actitudes humanas que llevan a abrirse sinceramente a la verdad, a respetar y amar a las personas, a
expresar su propia libertad en la donación de sí y en el servicio a los demás para la transformación de la
sociedad [Documento Aparecida, 336].

Las actividades fundamentales de una universidad católica deberán vincularse y armonizarse con la
misión evangelizadora de la Iglesia. Se llevan a cabo a través de una investigación realizada a la luz del
mensaje cristiano, que ponga los nuevos descubrimientos humanos al servicio de las personas y de la
sociedad. Así, ofrece una formación dada en un contexto de fe, que prepare personas capaces de un
juicio racional y crítico, conscientes de la dignidad trascendental de la persona humana. Esto implica
una formación profesional que comprenda los valores éticos y la dimensión de servicio a las personas y
a la sociedad; el diálogo con la cultura, que favorezca una mejor comprensión y transmisión de la fe; la
investigación teológica que ayude a la fe a expresarse en lenguaje significativo para estos tiempos. La
Iglesia, porque es cada vez más consciente de su misión salvífica en este mundo, quiere sentir estos
centros cercanos a sí misma, y desea tenerlos presentes y operantes en la difusión del mensaje auténtico
de Cristo.

La educación en centros católicos, por consiguiente, habrán de desarrollar con fidelidad su


especificidad cristiana, ya que poseen responsabilidades evangélicas que instituciones de otro tipo no
están obligadas a realizar. Entre ellas se encuentra, sobre todo, el diálogo fe y razón, fe y cultura, y la
formación de profesores, alumnos y personal administrativo a través de la Doctrina Social y Moral de
la Iglesia, para que sean capaces de compromiso solidario con la dignidad humana y solidario con la
comunidad, y de mostrar proféticamente la novedad que representa el cristianismo en la vida de las
sociedades.

Para ello, es indispensable que se cuide el perfil humano, académico y cristiano de quienes son los
principales responsables de la formación y acompañamiento [Documento Aparecida, 341-342].

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En el mundo contemporáneo, caracterizado por un pluralismo cada vez más evidente y por una
diversidad de opciones cada vez más amplia, la cuestión sobre la elección se plantea con especial
fuerza y a diversos niveles. Acompañar para tomar decisiones válidas, estables y bien fundadas es pues
un servicio del que la gran mayoría siente la necesidad. Estar presente, sostener y acompañar para hacer
elecciones auténticas es un modo que tiene la Iglesia de ejercer su función materna, generando la
libertad de los hijos de Dios. Este servicio no es otro que la continuación del actuar del Dios de
Jesucristo con su pueblo: mediante una presencia constante y cordial, una proximidad entregada y
amorosa, y una ternura sin límites [Sínodo Jóvenes, Fe, Discernimiento, 91].

El acompañamiento no puede limitarse al camino de crecimiento espiritual y a las prácticas de la vida


cristiana. Resulta igualmente provechoso el acompañamiento a lo largo del camino de progresiva
asunción de responsabilidad en la sociedad. En el seno de sociedades y de comunidades eclesiales cada
vez más interculturales y multirreligiosas, es necesario un acompañamiento específico en relación con
la diversidad, que la valorice como enriquecimiento recíproco y posibilidad de comunión fraterna,
contra una doble tentación: la de replegarse en la propia identidad y la del relativismo [Sínodo Jóvenes,
Fe, Discernimiento, 94].

El acompañamiento espiritual es un proceso que desea ayudar a la persona a integrar progresivamente


las diversas dimensiones de la vida para seguir a Jesús Nuestro Señor. En este proceso se articulan tres
instancias: la escucha de la vida, el encuentro con Jesús y el diálogo misterioso entre la libertad de Dios
y la de la persona. Quien acompaña acoge con paciencia, suscita las preguntas más profundas y
reconoce los signos del Espíritu en la respuesta de los jóvenes. En el acompañamiento espiritual
personal se aprende a reconocer, interpretar y elegir desde la perspectiva de la fe, escuchando todo lo
que el Espíritu sugiere dentro de la vida de cada día (cf. Francisco, Evangelii gaudium, 169-173)
[Sínodo Jóvenes, Fe, Discernimiento, 97].

Existe la necesidad de promover un acompañamiento integral, en el que los aspectos espirituales estén
bien integrados con los aspectos humanos y sociales. Como explica el papa Francisco, «el
discernimiento espiritual no excluye los aportes de sabidurías humanas, existenciales, psicológicas,
sociológicas o morales. Pero las trasciende» (Gaudete et exsultate, 170). Se trata de elementos que hay
que entender de manera dinámica y respetando las distintas espiritualidades y culturas, sin exclusiones
y sin confusiones [Sínodo Jóvenes, Fe, Discernimiento, 99].

CONTEMPLO MI DESEO
 Escribe las 4 frases que más te gustaron y llenan tu corazón de acompañante.
 Subraya la que más te identifica y pon tu nombre en el centro.

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Acompañamiento Espiritual
La interioridad como en el Espacio
paradigma Educativo
pedagógico
 Dialoga con el Espíritu Santo sobre esto que deseas, te motiva e impulsa a ser acompañante
espiritual.
Tiempo: 45 min.

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