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(BENEDICTO APARECE EN EL BALCÓN)
«La elección del cardenal Ratzinger es una muestra de la unidad de la
Iglesia. Fue una decisión sencilla elegir al cardenal Ratzinger.»
(OSCURO)
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CURA: Sí.
JORGE: Sujéteme esto. ¿El Santo Padre suele reunirse aquí con sus cardenales?
CURA: Sí, resido aquí todo el año, me encargo del cuidado de la casa y el jardín.
JORGE: Mi madre amaba el orégano. Hace que todo tenga mejor sabor.
JORGE: Yo también.
JORGE: ¡Sí!
CURA: Todo lo que come el Papa viene de aquí. También lo enviamos a Roma. Es
todo ecológico. Verduras, huevos, queso.
BENEDICTO: El latín es útil. Sobre todo, cuando debo darles malas noticias a los
cardenales. Solo el 20 % de ellos se enfada, ya que solo el 20 % entiende lo que he
dicho. Lamento haberlo hecho esperar. Sé que usted valora la puntualidad. Paolo,
mi antiguo asistente, habría hecho que llegara a tiempo. Él era perfecto, ¿sabe?
JORGE: ¿Cómo?
BENEDICTO: A los cardenales no se les pide el retiro hasta los 75 años. ¿Está
enfermo?
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JORGE: No, yo... No estoy enfermo.
JORGE: Bueno… sí. Me vería ridículo si bailara solo. Así que, por la dignidad de
mi cargo… sí, bailo con alguien.
BENEDICTO: Claro, está bien. Sí. (animándole a sentarse a su lado). Por favor.
Usted ha sido uno de mis peores críticos, y hay mucha competencia por ese título.
BENEDICTO: Al ser tan puro y sencillo, da a entender que el resto no vivimos con
la suficiente humildad.
BENEDICTO: Le sugiero que les diga a los periódicos lo contrario a lo que piensa.
Así tendría más posibilidades de que lo citen correctamente. Creo que les da el
sacramento abiertamente a aquellos fuera de la comunión. A los divorciados, por
ejemplo.
JORGE: Creo que la comunión no es un premio para los virtuosos. Es comida para
los hambrientos.
JORGE: No. Marcos, capítulo 2, versículo 17: "Vine a llamar a los pecadores",
como ha enseñado la Iglesia por miles de años.
BENEDICTO: Habla de muros como si fueran algo malo. Una casa se construye
con muros. Muros fuertes.
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BENEDICTO: Tiene una respuesta para todo, ¿no? (RELOJ) No se detenga. Siga
moviéndose. Debo caminar. Vamos. (SE LEVANTAN Y COMIENZAN A PASEAR
POR EL JARDÍN) No se detenga. Siga moviéndose. Es inteligente, quizás
demasiado. Comprenderá mi dilema. Usted es muy elocuente y popular. Si permito
que renuncie, lo tomarán como una protesta. Atacan a la Iglesia por todas partes.
¿Por qué la abandonaría ante sus enemigos? ¿Acaso un pastor huye cuando
aparecen los lobos?
BENEDICTO: Por favor, no haga una broma de todo lo que digo. Es deshonesto y
cínico. Tenga dignidad y muestre su enfado. ¿Cree que la Iglesia está fracasando?
JORGE: Y hacía que los seminaristas vistieran sotana todo el día, incluso cuando
trabajaban en la huerta. Y decía que el matrimonio
entre homosexuales era un plan del diablo.
BENEDICTO: Transi...
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(BENEDICTO se levanta y JORGE se apresura a ayudarle.)
JORGE: La vida... La vida que él nos dio se trata de cambiar. Usted es el sucesor
de san Pedro. San Pedro estaba casado.
JORGE: Los sacerdotes no fueron célibes hasta el siglo XII. Los ángeles... No hay
referencia a ellos antes del siglo V, y de pronto, hay ángeles por todas partes, como
palomas. Nada es estático en la naturaleza o en el universo, ni siquiera Dios.
BENEDICTO: Es su ego el que está hablando. Cree que sabe más que todos.
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JORGE: No. Estos últimos años nos hemos encargado de castigar a cualquiera que
pensara distinto en cuanto a divorcio, anticoncepción, homosexualidad. Mientras
destruían el planeta, mientras la desigualdad crecía como un cáncer, debatíamos si
estaba bien dar misa en latín, si debíamos permitir que las niñas fueran
monaguillas. (PAUSA) Construimos muros a nuestro alrededor, pero el verdadero
peligro siempre estuvo dentro, con nosotros.
JORGE: Creo que sabe de qué estoy hablando. Sabíamos que había sacerdotes,
obispos, grandes hombres de la Iglesia que abusaban de los niños. ¿Y qué hicimos?
JORGE (Enfadado): Creímos que era mejor que sufrieran nueve niños, mientras no
perdiéramos nueve millones de fieles por un escándalo.
JORGE: Le dije que expulsara al sacerdote del clero y que iniciara un juicio
canónico de inmediato. No creía que unas palabras mágicas del sacerdote lo
solucionaran todo.
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JORGE: La confesión limpia el alma del pecador. Pero no ayuda a la victima. El
pecado es una herida, no una mancha. Hay que curarla, tratarla. El perdón no basta
por sí solo.
JORGE: No.
CURA: Sí, lo sé. (RIEN) A veces, después de cenar, viene aquí a relajarse. Es
hermoso, ¿no?
CURA: Sí.
JORGE (En italiano, señalando una silla frente a una tele): Posso?
CURA: Chiaro
JORGE: Sí, Grazie (ENTRA BENEDICTO. RELOJ). ¡Bravo! Bien hecho. Caminó
diez mil pasos hoy. Felicitaciones.
JORGE: Sí
JORGE: ¿En serio? ¿Ni siquiera durante el Mundial? Su selección y la mía podrían
enfrentarse en la final el próximo año. Podría ser un rival para Argentina.
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BENEDICTO: Sí. Qué bien. Tome asiento.
BENEDICTO: Nein. Sé que le gusta hablar, pero estoy exhausto. Por favor,
siéntese. Estemos juntos en silencio. Siéntese.
JORGE: Bien.
JORGE: No, gracias. Si bebo café por las noches, no puedo dormir.
JORGE: ¿Yo?
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BENEDICTO: Sí. Quizás necesito un audífono espiritual. ¿Quién sabe? Cuando oí
esa voz la primera vez, lo que sea que haya sido... Su voz, la voz de Dios… me dio
paz. Mucha paz. Usted debió sentir lo mismo.
(PAUSA. Un saxofón).
BENEDICTO: ¿Cómo?
BENEDICTO: Esta noche no. Sé que tenemos diferencias, desacuerdos, pero esta
noche simplemente seamos hermanos, ¿sí? ¿Toca el piano o algún instrumento?
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JORGE: No, pero sé que usted sí. Hizo un álbum. “Música desde el Vaticano:
Alma Mater”.
BENEDICTO: Así es. ¿Tiene una copia del álbum? (SE APRESURA A SACAR UN
DISCO).
JORGE: Sí.
JORGE: Sí.
BENEDICTO: ¿Quién?
BENEDICTO: No la conozco.
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BENEDICTO: No sé quiénes...
BENEDICTO: No, no habría sido correcto. ¿Sabe?, alguna vez creí que lo mío era
la música. Pero creo que no soy infalible en el piano. Aunque lo disfruto.
(CAMBIA LA CANCIÓN) ¿Le gusta?
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BENEDICTO: Mire, ahí está. Mi programa favorito es “Comisario Rex”. Es un
programa de televisión de Austria. Un perro pastor alemán resuelve delitos y se
mete en muchos problemas. ¡Los embrollos que resuelve cada semana! Es muy
divertido. Me sirve para pensar en otra cosa. Le contaré algo: Aquí, en este lugar,
me dicen el "rottweiler de Dios”, el que vigila la casa de Dios. No saben que yo lo
sé... Nunca digo nada. Pero es un pequeño placer.
BENEDICTO: Sí.
JORGE: Así que el segundo seminarista, que era jesuita, le dice a su amigo:
"Hermano, no estás haciendo la pregunta correcta". Así que se acerca al director y
le pregunta: "Padre, ¿está permitido rezar mientras se fuma?".
JORGE: Sí
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BENEDICTO: Sí. Me gusta tener compañía. Estaba solo.
JORGE: Sí.
(LUZ DE DÍA).
CURA: El Santo Padre le pide disculpas, pero lo llamaron de Roma por un asunto
urgente.
JORGE: ¡Oh, vaya! Espero que este asunto urgente no sea alarmante. Me prepararé
para volver a Buenos Aires.
BENEDICTO: ¡Encuéntrelo!
BENEDICTO: Sí. Usted es muy popular. ¿Hay algún truco para ser tan popular?
BENEDICTO: Sin gente, me refiero. Sin… sin visitantes ni turistas. Yo… quería
experimentar el momento con usted.
BENEDICTO: Sí.
JORGE: ¿Qué?
BENEDICTO: ¿No?
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BENEDICTO: Sí.
JORGE: Suplicaron por la desregulación, como tigres que ruegan que los liberen
de la jaula.
BENEDICTO: Sí.
JORGE: Compré el pasaje para venir aquí antes de que usted pidiera verme.
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BENEDICTO: No.
JORGE: Sí.
JORGE: Sí.
BENEDICTO: No.
JORGE: Santo Padre, ¿cree que la gente no se sorprenderá porque esto ya sucedió
hace 700 años?
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BENEDICTO: Bueno…
BENEDICTO: Lo sé. Ahora sabe por qué no podía permitir que se retirara. Habrá
otro cónclave. Es importante que esté aquí.
JORGE: ¿Por qué vienen a verlo los presidentes de Estados Unidos, Rusia y
China? Porque, a diferencia de ellos, su autoridad viene del hecho de que sufrirá y
morirá en su puesto.
BENEDICTO: Sí.
BENEDICTO: Bueno…
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JORGE: Es inconcebible.
JORGE: ¿Bromeando?
BENEDICTO: Una broma alemana no tiene por qué hacer gracia Hay un dicho:
"Dios siempre corrige a un Papa al darle al mundo otro Papa". Me gustaría que
usted fuera mi corrección.
BENEDICTO: No. Solo uno estaría al mando. Yo me alejaría del foco de atención.
Silencian incanato.
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JORGE: Es nuestra debilidad lo que invoca la gracia de Dios. Usted le muestra
debilidad, y él le da fortaleza.
JORGE: Con todo respeto, Santo Padre, no soy yo quien debe conformarse. Son
1200 millones de creyentes. Necesitarán saber por qué. Si no, pensarán que hay un
escándalo, una conspiración.
CURA: Santo Padre, son las ocho y media, a las nueve en punto abrirán al público.
BENEDICTO: No. La mayoría ha esperado toda la vida para ver este lugar.
JORGE: No hace falta. Hay… hay un lugar justo frente a la Porta Angélica. ¿Lo
conoce? La pizza y el café son excelentes.
BENEDICTO: Bien
CURA: ¿Pizza? Sí. Lo conozco, ahí se reúnen siempre los aficionados para ver los
partidos de fútbol.
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BENEDICTO: Pizza, sí. Una margarita y una diavola; dos Fantas. (Saca dinero
para dárselo, pero este lo rechaza y sale).
CURA: Permiso.
JORGE: Ha cedido.
BENEDICTO: No, he cambiado. Ceder es otra cosa. Su estilo y sus métodos son
muy distintos a los míos. No concuerdo con nada… Bueno, con casi nada de lo que
dice o hace, pero, por alguna extraña razón, ahora veo la necesidad de un
Bergoglio. Pero no puedo hacerlo sin saber que hay al menos una posibilidad de
que usted sea elegido.
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JORGE: No. No… Yo no. Jamás. No podría ser yo.
BENEDICTO: ¿Incompleto?
JORGE: En los años setenta, el gobierno de mi país fue derrocado por una
dictadura militar. En esa época, me convertí en superior de los curas jesuitas en
Argentina. Todos eran sospechosos. Asesinaron a treinta mil personas. Los jóvenes
que se resistían, los que no estaban de acuerdo, desaparecían. Esther, mi antigua
jefa. Mi amiga. Su hija estaba entre ellos. Muchos sacerdotes eran considerados
simpatizantes de la resistencia armada. El Padre Múgica, la voz de los pobres en
Argentina, fue asesinado en 1974.
Después de él asesinaron a muchos sacerdotes y monjas. No me enorgullece esa
época, Padre. Sentía que mi trabajo era cuidar de mis sacerdotes. Y hablé con
Massera, un alto cargo y verdugo de la dictadura de mi país. Intenté hacerlo entrar
en razón. Incluso transigir. Fue entonces cuando mandé quemar todos esos libros
marxistas. Fui a ver a Esther, mi amiga. Sabía que la estaban vigilando. La obligué
a destruir todos los objetos, los libros, los panfletos que le pudieran traer
problemas. En ese momento, me miró como si fuera un desconocido. Con miedo.
Esa fue la última vez que la vi. Ella me advirtió, pero yo no la escuché. De haberla
escuchado no habría cometido los errores que cometí.
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JORGE: Yo era la máxima autoridad de los Jesuitas. Les pedí que se hicieran pasar
por irrelevantes, que cerraran las misiones, que se escondieran en el colegio
Máximo. Pero ellos desobedecieron mis órdenes. Cuestionaron mi autoridad. Les
quité el derecho a hacer misa y con ello la protección de la Iglesia. Tenía que
haberlos protegido y fracasé.
JORGE: Sé que Él tiene la capacidad de olvidar nuestros errores. Dios olvida, pero
yo no. Los detuvieron y torturaron durante meses. Les rompieron las manos.
BENEDICTO: No. Todas las dictaduras nos quitan la libertad de elegir. Los dos lo
sabemos.
JORGE: O revelan nuestra debilidad. Aparecían cuerpos con las manos atadas y
los ojos vendados en la costa. Mi querida amiga, Esther. ¿Y dónde estaba yo?
¿Dónde estaba Cristo en todo esto? ¿Tomaba el té en el palacio presidencial
conmigo? ¿O lo estaban torturando en una prisión?
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JORGE: Dos años de introspección, de noches y días oscuros.
JORGE: Intenté recorrer el camino del que los había desterrado. Cada verdura que
cortaba, cada desalojo que evitaba, en cada caso que ganábamos, veía una especie
de penitencia.
BENEDICTO: Sí. Le diré algo: todos sufrimos de orgullo espiritual. Todos. Debe
recordar que usted no es Dios. "En Dios nos movemos, vivimos y existimos".
Vivimos en Dios, pero no lo somos. Usted solo es humano. Pero… ahí está. Un
humano. De modo que, si me permite, hijo mío… Usted debe creer en la
misericordia que predica. (Se levanta y le hace el gesto de absolución). Lo
absuelvo en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
BENEDICTO: Sí. Sí. Gracias, Señor, por la comida que estamos por disfrutar, en
este lugar fuera del tiempo. (Jorge se lanza a coger una porción, pero para al ver
que Benedicto sigue). Señor, tu Iglesia, tu rebaño, está bajo ataque, en crisis. Dios,
danos la sabiduría y la fortaleza para enfrentarnos a la hipocresía que nos arruina.
(De nuevo la misma acción). San Francisco, intercede por nosotros para reparar la
Iglesia. ¿Quiere agregar algo?
JORGE: Amén.
BENEDICTO: Sí. ¿Sabe? estaba pensando, ¿se reconcilió con sus hermanos
jesuitas?
BENEDICTO: Ayer usted dijo: "La vida no es estática". Bueno… Usted lidera no
por el poder ni por el intelecto, sino que lidera… Usted, particularmente, lidera por
su modo de vivir, por cómo ha vivido. Usted ha cambiado.
BENEDICTO: Sí.
BENEDICTO: Pequé contra ti, Señor, a quien debo amar sobre todo. Como hijo, te
fallé primero de niño por no tener el valor de saborear la vida. Me escondí entre
libros y el estudio. Sé que esto me ha dejado vacío del mundo que la Iglesia se
supone que debe ayudar.
JORGE: Continúe.
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BENEDICTO: ¿Recuerda al Padre Maciel? Hace 12 años, denunciaron que pasó
décadas abusando de niños… No le presté suficiente atención a las tareas de este
sacerdote.
BENEDICTO: Sí.
JORGE: Padre, si este es el motivo por el que quiere renunciar, entonces con más
razón debe quedarse a sanar la herida.
BENEDICTO: Escúcheme.
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JORGE: Se equivoca.
JORGE: Lo lamento.
JORGE: Lo lamento.
BENEDICTO: Sí. Pero oí su voz estos últimos dos días. Volví a oír su voz.
JORGE: Me alegra.
JORGE: No.
BENEDICTO: Sí. Creo que no lo oía, no porque se estuviera alejando de mí, sino
porque me decía: "Vete, mi fiel siervo".
JORGE: Ya sabe lo que se dice, cada uno en su casa y Dios en la de todos Usted
también debe estar feliz de que me vaya a casa.
BENEDICTO: Sí.
JORGE: ¿Qué?
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BENEDICTO: No.
BENEDICTO: Sí.
JORGE: Y usted avanza… (Entra el cura). Uno, dos… Uno, dos, tres, cuatro.
Paso corto. De lado.
JORGE: Gracias.
«Créase o no, este es el último día del Papado de Benedicto XVI. Se mudará
a Gandolfo, y allí… será… según sus propias palabras: "Simplemente un
peregrino que trabajará por el bien común".
Católicos de todo el mundo llegan para la elección del nuevo Papa y, por
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primera vez, podría ser uno de Latinoamérica o de Norteamérica. Muchos
cardenales quieren estrechar la grieta entre lo que ocurre dentro de los muros
y lo que sucede en la Iglesia en el mundo.
¿El cónclave se inclinará en una dirección más conservadora, o en una más
progresista?... En una encrucijada entre lo antiguo y lo nuevo. Los
cardenales se preparan en ritual, a horas de la elección del nuevo Papa.»
VOZ 1: Santo Padre, debe elegir la cruz de oro que quiere ponerse.
VOZ 1: ¿Los zapatos? Debe ponerse estos zapatos rojos. Son parte de la
tradición…
JORGE: Todos saben que la tarea del cónclave era darle un obispo a Roma. Parece
que mis hermanos cardenales encontraron uno casi en el fin del mundo. Ahora aquí
estamos. Primero que nada, quiero orar por nuestro obispo emérito, Benedicto
XVI. Oremos juntos por él.
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(RELOJ)
No se detenga. Siga moviéndose.
No se detenga. Siga moviéndose.
(Luz. Benedicto aparece sentado en la silla. Entra Jorge)
BENEDICTO: ¡Mire! Ahí está usted. En la grada. Tienen una pancarta con su foto.
Es famoso.
VOZ TELE: Este es el equipo que derrotó a los Países Bajos en la semifinal.
VOZ TELE: Un momento triste para los brasileros, anfitriones de una Copa
Mundial realmente maravillosa. ¡Le da la oportunidad a Higuaín! Perdieron la
oportunidad. Lo toca Mascherano. Es una falta evidente. Müller es derribado…
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VOZ TELE: Los fanáticos de Alemania se preparan para el córner de Kroos.
¡Cabezazo de Höwedes! ¡Rebota en el poste y lo ataja Romero! ¡Higuaín va por el
centro y anota!
JORGE: ¡GOOOL…!
JORGE: No.
BENEDICTO: JAJAJA…
BENEDICTO: ¡Bravo!
VOZ TELE: El partido se definió por el glorioso gol de Mario Götze. ¡Es
Alemania!
JORGE: Felicitaciones.
(Oscuro. FIN).
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