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VOZ NOTICIERO:

«El Santo Padre Juan Pablo II ha fallecido.


Era un defensor de los derechos humanos que luchó por los pobres y buscó
la unidad en todo tipo de fe. Pero, en contraste, el Papado de Juan Pablo II,
también marcó el fin de la liberalización y el regreso al rechazo por parte de
la Iglesia de la homosexualidad, el aborto, los métodos anticonceptivos y de
la ordenación de mujeres y hombres casados.
En todas las Iglesias católicas del mundo la gente reza por los cardenales que
elegirán al Papa.
Después de despedir al último Papa, los cardenales de la Iglesia católica
llegaron a Roma para elegir al nuevo pontífice…
En Roma, 115 cardenales de 52 países han estado rezando para elegir a un
nuevo Papa… Los cardenales están preparados, son espirituales, pero
también políticos. Elegirán entre tradición y reforma. Los medios han
vaticinado una disputa entre el alemán conservador, Joseph Ratzinger, y el
reformista italiano Carlo Martini. Ratzinger, como figura central
del Vaticano, hace tiempo que es considerado el sucesor lógico de Juan
Pablo II.
Los cardenales entran en procesión a la capilla Sixtina...
Los cardenales solo podrán comunicarse con el exterior a través de esa
chimenea. El humo blanco significa que hay un nuevo Papa.
Han cerrado las puertas. Cuando terminen, entonces sabremos quién será el
nuevo Papa.
¡Es blanco!
¡Habemus Papam! ¡Tenemos un nuevo Papa! Esas palabras se pronunciarán
desde aquel balcón.»

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(BENEDICTO APARECE EN EL BALCÓN)
«La elección del cardenal Ratzinger es una muestra de la unidad de la
Iglesia. Fue una decisión sencilla elegir al cardenal Ratzinger.»

(OSCURO)

«Pasamos al Vaticano y la sorprendente acusación de la que todos hablan en


Roma: se filtraron documentos confidenciales de la Iglesia...
Dividido por el faccionalismo, negligencia del banco del Vaticano, e incluso
conducta sexual inapropiada.

¿Quién habría imaginado que el hombre de confianza del Papa, su mano


derecha, sería arrestado? Culpable… de filtrar documentos vergonzosos del
Vaticano…
El expediente lo leyó solo una persona: el Papa Benedicto XVI, así que está
al tanto de los problemas… Esto es un escándalo sagrado.

No se sabe qué pasa detrás de esas puertas.»

(Escena jardín Castelgandolfo. Jorge entra en los jardines. Un cura lo acompaña).

CURA: Bienvenido, Su Eminencia; por favor, venga por aquí.

JORGE: ¿Estamos en Roma?

CURA: No, esta es la residencia de verano de Santo Padre.

JORGE: Residencia de verano. Quizás por eso no recibió mi carta.

CURA: Su Eminencia, perdón, pero él prefiere ver a los obispos vestidos de


obispos y a los cardenales vestidos de cardenales.

JORGE: ¿En serio? ¿Tiene un sombrero de cardenal por ahí?

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CURA: Sí.

JORGE: Sujéteme esto. ¿El Santo Padre suele reunirse aquí con sus cardenales?

CURA: No. Es la primera vez.

JORGE: ¿Y usted vive aquí?

CURA: Sí, resido aquí todo el año, me encargo del cuidado de la casa y el jardín.

JORGE: ¿Eso de ahí es orégano?

CURA: Orégano, exacto.

JORGE: Mi madre amaba el orégano. Hace que todo tenga mejor sabor.

CURA: Mi madre lo mezcla con pan rallado.

JORGE: Yo también.

CURA: ¿En serio?

JORGE: ¡Sí!

CURA: Todo lo que come el Papa viene de aquí. También lo enviamos a Roma. Es
todo ecológico. Verduras, huevos, queso.

(Entra Benedicto; rápidamente el tono y postura distendida de los dos se vuelve


más protocolaria.)

BENEDICTO: ¡Buenos días!

JORGE: Su santidad. (sale)

BENEDICTO: Quod ultimum tempus conveniremus in novissimis, et locutus est


latine.
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JORGE: Sí, pero la última vez que nos vimos fue una reunión breve. No fui el
estudiante que usted fue, Santo Padre. Por favor, dejemos el latín, ¿no?

BENEDICTO: El latín es útil. Sobre todo, cuando debo darles malas noticias a los
cardenales. Solo el 20 % de ellos se enfada, ya que solo el 20 % entiende lo que he
dicho. Lamento haberlo hecho esperar. Sé que usted valora la puntualidad. Paolo,
mi antiguo asistente, habría hecho que llegara a tiempo. Él era perfecto, ¿sabe?

JORGE: Ahora está en la cárcel.

BENEDICTO (dolido y pensativo): Sí.

JORGE: ¿Quiere caminar?

BENEDICTO: No me parece una buena idea. Sería imprudente.

JORGE: ¿Cómo?

BENEDICTO: Tiene los cordones desatados. (Pausa. Cambio de tono) ¿Me


escribió para pedirme permiso para retirarse como cardenal arzobispo?

JORGE: Sí… Aquí tengo los papeles.

BENEDICTO: A los cardenales no se les pide el retiro hasta los 75 años. ¿Está
enfermo?

JORGE: Tengo problemas en los pulmones.

BENEDICTO: Lo sé. Pero nació con eso. Nunca le ha supuesto un problema,


¿verdad? Está en su expediente.

JORGE: ¿Mi expediente?

BENEDICTO: Tenemos expedientes de todos. No tiene que sentirse halagado.

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JORGE: No, yo... No estoy enfermo.

BENEDICTO: No. De hecho, es una persona muy activa. Va caminando a todos


lados y a veces usa una bicicleta.

JORGE: Sí, y bailo tango una vez por semana.

BENEDICTO: ¿El tango es un baile?

JORGE: Soy argentino. El tango y el fútbol son obligatorios.

BENEDICTO: Claro, sí. ¿Y baila con alguien?

JORGE: Bueno… sí. Me vería ridículo si bailara solo. Así que, por la dignidad de
mi cargo… sí, bailo con alguien.

BENEDICTO: Claro, está bien. Sí. (animándole a sentarse a su lado). Por favor.
Usted ha sido uno de mis peores críticos, y hay mucha competencia por ese título.

JORGE: Jamás hablé en su contra.

BENEDICTO: No directamente, pero no quiere vivir en el palacio oficial de los


cardenales arzobispos.

JORGE: Es demasiado lujoso. Muy grande.

BENEDICTO: Al ser tan puro y sencillo, da a entender que el resto no vivimos con
la suficiente humildad.

JORGE: ¿Acaso es posible vivir lo suficientemente humilde?

BENEDICTO: Sobre los sacerdotes casados…

JORGE: Me citaron erróneamente. Tergiversaron mis palabras. Dije: "El celibato


puede ser una bendición y también una maldición".
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BENEDICTO: Sí. ¿Y sobre la homosexualidad?

JORGE: Todo lo que dije fue...

BENEDICTO: ¿Lo citaron erróneamente de nuevo?

JORGE: Me sacaron de contexto.

BENEDICTO: Le sugiero que les diga a los periódicos lo contrario a lo que piensa.
Así tendría más posibilidades de que lo citen correctamente. Creo que les da el
sacramento abiertamente a aquellos fuera de la comunión. A los divorciados, por
ejemplo.

JORGE: Creo que la comunión no es un premio para los virtuosos. Es comida para
los hambrientos.

BENEDICTO: Entonces lo importante es lo que usted cree y no lo que la Iglesia ha


enseñado durante siglos.

JORGE: No. Marcos, capítulo 2, versículo 17: "Vine a llamar a los pecadores",
como ha enseñado la Iglesia por miles de años.

BENEDICTO: Pero si no marcamos una línea...

JORGE: O alzamos muros para separar.

BENEDICTO: Habla de muros como si fueran algo malo. Una casa se construye
con muros. Muros fuertes.

JORGE: ¿Jesús construía muros? Su rostro es el rostro de la misericordia. Mientras


más grande el pecador, más cálida la bienvenida. La misericordia es la dinamita
que derriba los muros.

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BENEDICTO: Tiene una respuesta para todo, ¿no? (RELOJ) No se detenga. Siga
moviéndose. Debo caminar. Vamos. (SE LEVANTAN Y COMIENZAN A PASEAR
POR EL JARDÍN) No se detenga. Siga moviéndose. Es inteligente, quizás
demasiado. Comprenderá mi dilema. Usted es muy elocuente y popular. Si permito
que renuncie, lo tomarán como una protesta. Atacan a la Iglesia por todas partes.
¿Por qué la abandonaría ante sus enemigos? ¿Acaso un pastor huye cuando
aparecen los lobos?

JORGE: No estoy huyendo. Me ocuparé de una parroquia. Seré un buen pastor


para sus fieles.

BENEDICTO: ¿Acaso no entiende? Estuvo cerca de ser Papa. Si renuncia, lo


considerarán una crítica. Su estilo de vida es una crítica. Sus zapatos son una
crítica.

JORGE: ¿No le gustan mis zapatos?

BENEDICTO: Por favor, no haga una broma de todo lo que digo. Es deshonesto y
cínico. Tenga dignidad y muestre su enfado. ¿Cree que la Iglesia está fracasando?

JORGE: Estamos perdiendo gente.

BENEDICTO: ¿Y es culpa de la Iglesia? ¿No es culpa del relativismo occidental?


¿O de la permisividad? O… ¿cómo es eso que dicen, que dicen ahora? ¡Ah sí!
"Todo vale". Sí. Dijo que la Iglesia es narcisista. ¿O también lo citaron mal?

JORGE: No, eso sí lo dije. Siento que su Iglesia...

BENEDICTO: ¿Mi Iglesia?

JORGE: Nuestra Iglesia se mueve hacia direcciones que yo ya no puedo aceptar, o


ya no se mueve, cuando la realidad exige movimiento. Santo Padre, ya no quiero
seguir siendo un vendedor.
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BENEDICTO: ¿Un vendedor?

JORGE: Es una metáfora. Un vendedor de un producto.

BENEDICTO: ¿Un producto?

JORGE: Un vendedor de un producto que no puedo apoyar con sinceridad.

BENEDICTO: ¿De algo en lo que no cree?

JORGE: Siento que ya no somos parte de este mundo. No pertenecemos a él. No


estamos conectados.

BENEDICTO: "Una Iglesia que se case con el espíritu de la época..."

JORGE: Sí, "será viuda mañana". Sí. Lo sé. Santo Padre...

BENEDICTO: Cuando era el superior de los jesuitas en Argentina, eliminó todos


los libros marxistas de la biblioteca.

JORGE: Y hacía que los seminaristas vistieran sotana todo el día, incluso cuando
trabajaban en la huerta. Y decía que el matrimonio
entre homosexuales era un plan del diablo.

BENEDICTO: No era distinto a mí.

JORGE: No. Pero cambié.

BENEDICTO: No, usted transigió.

JORGE: No, no he transigido; he cambiado.

BENEDICTO: Transi...

JORGE: Es algo diferente.

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(BENEDICTO se levanta y JORGE se apresura a ayudarle.)

BENEDICTO: Puedo solo. El cambio es transigencia.

JORGE: La vida... La vida que él nos dio se trata de cambiar. Usted es el sucesor
de san Pedro. San Pedro estaba casado.

BENEDICTO: Gracias por decírmelo, no tenia ni idea.

JORGE: Los sacerdotes no fueron célibes hasta el siglo XII. Los ángeles... No hay
referencia a ellos antes del siglo V, y de pronto, hay ángeles por todas partes, como
palomas. Nada es estático en la naturaleza o en el universo, ni siquiera Dios.

BENEDICTO: Dios no cambia.

JORGE: Sí cambia. Evoluciona Se acerca a nosotros.

BENEDICTO: "Yo soy el camino, la verdad y la vida". ¿Dónde lo encontramos si


está siempre moviéndose?

JORGE: ¿En el camino?

BENEDICTO: Es su ego el que está hablando. Cree que sabe más que todos.

JORGE: Soy argentino. ¿Sabe cómo se suicida un argentino? Se sube a su propio


ego y salta desde ahí.

BENEDICTO: Ja, Ja, Ja… Empiezo a sentirme cansado.

JORGE: Volvamos por ahí, que hay sombra.

BENEDICTO: Sí. Quizás encontremos a Dios ahí, en el camino. Se lo presentaré.


(SE SIENTAN) Defendemos 2000 años de tradición, pero el cardenal Bergoglio
sabe más que todos.

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JORGE: No. Estos últimos años nos hemos encargado de castigar a cualquiera que
pensara distinto en cuanto a divorcio, anticoncepción, homosexualidad. Mientras
destruían el planeta, mientras la desigualdad crecía como un cáncer, debatíamos si
estaba bien dar misa en latín, si debíamos permitir que las niñas fueran
monaguillas. (PAUSA) Construimos muros a nuestro alrededor, pero el verdadero
peligro siempre estuvo dentro, con nosotros.

BENEDICTO: ¿De qué está hablando?

JORGE: Creo que sabe de qué estoy hablando. Sabíamos que había sacerdotes,
obispos, grandes hombres de la Iglesia que abusaban de los niños. ¿Y qué hicimos?

BENEDICTO: Nos estamos ocupando de eso.

JORGE: Oímos su confesión, y los trasladamos a otra parroquia donde hacían lo


mismo.

BENEDICTO: Creímos que si confesaban...

JORGE (Enfadado): Creímos que era mejor que sufrieran nueve niños, mientras no
perdiéramos nueve millones de fieles por un escándalo.

BENEDICTO: Claro que no. Eso es grotesco.

JORGE: ¡Un Obispo! ¡Un obispo me lo dijo, con esas palabras!

BENEDICTO: ¿Qué le respondió?

JORGE: Le dije que expulsara al sacerdote del clero y que iniciara un juicio
canónico de inmediato. No creía que unas palabras mágicas del sacerdote lo
solucionaran todo.

BENEDICTO: ¿Palabras mágicas? ¿Así describe el sacramento?

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JORGE: La confesión limpia el alma del pecador. Pero no ayuda a la victima. El
pecado es una herida, no una mancha. Hay que curarla, tratarla. El perdón no basta
por sí solo.

BENEDICTO: Habla en plural, pero quiere decir que yo soy el culpable.

JORGE: No, Santo Padre. Por favor.

BENEDICTO: Su protesta... Escúcheme. Su renuncia es una protesta contra la


Santa Sede. Me pide que la ratifique.

JORGE: No.

BENEDICTO: Dice que ya no quiere ser cardenal arzobispo. Yo le pregunto: ¿está


seguro de que quiere ser sacerdote? (PAUSA) No estoy de acuerdo con nada de lo
que dice.

(Benedicto sale, Jorge se queda sentado en el banco. Al rato aparece el cura)

CURA: El Santo Padre se ha retirado hasta la hora de la cena. Acompáñeme, le


mostraré su cuarto.

JORGE: ¿Mi cuarto?

CURA: Sí. Venga. Por favor.

JORGE: Pero... yo pensaba que volvería a Argentina.

(OSCURO. LA ESCENA CAMBIA AL SALÓN).

JORGE: ¿Y su santidad? ¿Por qué no ha comido con nosotros?

CURA: El Papa come solo.

JORGE: ¿Por qué?


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CURA: Así lo prefiere. Pero pidió que ambos comieran el mismo plato. Tal cual lo
preparaba su madre. Un plato bávaro tradicional, Knödel mit Soße.

JORGE: Bueno... No ha sido mi comida favorita...

CURA: Sí, lo sé. (RIEN) A veces, después de cenar, viene aquí a relajarse. Es
hermoso, ¿no?

JORGE: Sí. (COGIENDO UN MARCO DE FOTO) El Papa Juan Pablo.

CURA: Sí.

JORGE (En italiano, señalando una silla frente a una tele): Posso?

CURA: Chiaro

JORGE: Grazie (ENCIENDE LA TELE Y SE ESCUCHA UN PARTIDO DE


FÚTBOL).

CURA: Ci vediamo dopo, Eminenza.

JORGE: Sí, Grazie (ENTRA BENEDICTO. RELOJ). ¡Bravo! Bien hecho. Caminó
diez mil pasos hoy. Felicitaciones.

BENEDICTO: He cumplido mi objetivo. Mi médico me lo dio. Dijo: "Está en


buen estado para tener 86 años, y en muy malo como ser humano". Creo que fue
un chiste. (JORGE SE APRESURA A APAGAR LA TELE). No, no, por favor, sé
que le encanta el fútbol.

JORGE: Sí

BENEDICTO: Jamás entendí por qué tanta emoción.

JORGE: ¿En serio? ¿Ni siquiera durante el Mundial? Su selección y la mía podrían
enfrentarse en la final el próximo año. Podría ser un rival para Argentina.
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BENEDICTO: Sí. Qué bien. Tome asiento.

JORGE: Santo Padre... Quiero que vea mis papeles.

BENEDICTO: No, no, no, no...

JORGE: No. Mis papeles, en serio...

BENEDICTO: No, por favor.

JORGE: En serio, es la razón por la que estoy aquí.

BENEDICTO: Nein. Sé que le gusta hablar, pero estoy exhausto. Por favor,
siéntese. Estemos juntos en silencio. Siéntese.

JORGE: Bien.

BENEDICTO: Me canso mucho. ¿Quiere un té o un café?

JORGE: No, gracias. Si bebo café por las noches, no puedo dormir.

BENEDICTO: Yo tampoco. (LARGA PAUSA) Lo más difícil es escuchar... Oír su


voz. La voz de Dios.

JORGE: Perdón, pero ¿incluso para un Papa?

BENEDICTO: Quizás especialmente para un Papa. Cuando yo era joven, hace


cientos de años, sabía lo que él quería de mí. Lo que Dios quería, el propósito que
él tenía para mí. Pero ahora... No lo sé. Quizás debo escuchar con más atención.
¿Qué opina, cardenal Bergoglio?

JORGE: ¿Yo?

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BENEDICTO: Sí. Quizás necesito un audífono espiritual. ¿Quién sabe? Cuando oí
esa voz la primera vez, lo que sea que haya sido... Su voz, la voz de Dios… me dio
paz. Mucha paz. Usted debió sentir lo mismo.

JORGE: La llamada, sí. La paz... yo no lo llamaría paz. El mundo puede ser


caótico. Y eso tiene cierta belleza. La idea de ser sacerdote se me ocurrió cuando
era niño. Yo no estaba seguro, así que mi abuela dijo: "Pídele a Dios una señal". Y
eso hice. Y no obtuve nada. Me sentí abandonado. Así que continué con mi vida.
Tenía un trabajo. Tenía a Amalia, estaba enamorado de ella. Tenía un futuro.
Ahora entiendo que no tenía alternativa. El día que iba al encuentro con Amalia
para pedirle que se casara conmigo, pasé por delante de la iglesia de San Francisco
para comprar flores para ella.

(PAUSA. Un saxofón).

BENEDICTO: ¿Cómo?

JORGE: Escuché el sonido de un saxofón que venía de dentro de la iglesia. Al


entrar, vi al sacerdote practicando. Me miró. “La acústica aquí es perfecta, ¿no
cree? Pasad”. Se dirigió al confesionario, yo me disculpé, pero él insistió: “Pasad,
pasad” –me dijo–, “cuando me levanté esta mañana el señor me pidió que viniera a
confesar, pero no vino nadie, hasta que llego usted”.
Un sacerdote ... El sacerdote, ese día, haberlo encontrado ahí… Aunque hubiera
pasado de largo, Dios habría encontrado otra manera de llamarme.

BENEDICTO: Tiene mucha certeza.

JORGE: Sí. Y sé que él quiere que me retire.

BENEDICTO: Esta noche no. Sé que tenemos diferencias, desacuerdos, pero esta
noche simplemente seamos hermanos, ¿sí? ¿Toca el piano o algún instrumento?

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JORGE: No, pero sé que usted sí. Hizo un álbum. “Música desde el Vaticano:
Alma Mater”.

BENEDICTO: Así es. ¿Tiene una copia del álbum? (SE APRESURA A SACAR UN
DISCO).

JORGE: Sí.

BENEDICTO: Puedo firmársela.

JORGE: Sí, por favor.

BENEDICTO: Este este tema de Bedrich Smetana, (PONE UNA CANCIÓN) es mi


favorito, es una canción de cuna. Tuvo una vida trágica, ¿sabe?

JORGE: Sí.

BENEDICTO: En fin... ¿Sabe?... Este álbum se grabó en un famoso estudio de


Londres. Me dijeron que debía sentirme honrado porque Los Beatles grabaron allí.
¿Conoce a Los Beatles?

JORGE: Sí, sé quiénes son.

BENEDICTO: Claro que los conoce.

JORGE: "Eleanor Rigby".

BENEDICTO: ¿Quién?

JORGE: "Eleanor Rigby".

BENEDICTO: No la conozco.

JORGE: Ya sabe, “Yellow Submarine”.

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BENEDICTO: No sé quiénes...

JORGE: El álbum, “Yellow Submarine”.

BENEDICTO: ¿”Yellow Submarine”? Qué tontería. Qué gracioso. No recuerdo


dónde estaba el estudio... Pero era una Iglesia o algo así.

JORGE: Abbey Road.

BENEDICTO: ¿Abbey como abadía? Sí.

JORGE: ¿Estuvo en Abbey Road?

BENEDICTO: No, no habría sido correcto. ¿Sabe?, alguna vez creí que lo mío era
la música. Pero creo que no soy infalible en el piano. Aunque lo disfruto.
(CAMBIA LA CANCIÓN) ¿Le gusta?

JORGE: Es muy distinto. Es maravilloso.

BENEDICTO: Es una vieja canción de cabaré de Berlín. Ganó fama en la radio


antes de la guerra gracias a la cantante Zarah Leander. Era muy guapa. Yo era un
gran admirador.

JORGE: Disculpe, ¿quién?

BENEDICTO: Zarah Leander. ¿Quiere vino? Ahí hay.

JORGE: Sí. Gracias.

BENEDICTO: Dulce Auf Wiedersehen. ¿El vino es bueno? Granados. (Apaga la


música. Jorge deja un papel en la mesa y apoya un boli encima. Benedicto lo ve,
se dirige hacia el papel, pero en lugar de cogerlo coge el mando de la televisión,
que está al lado).

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BENEDICTO: Mire, ahí está. Mi programa favorito es “Comisario Rex”. Es un
programa de televisión de Austria. Un perro pastor alemán resuelve delitos y se
mete en muchos problemas. ¡Los embrollos que resuelve cada semana! Es muy
divertido. Me sirve para pensar en otra cosa. Le contaré algo: Aquí, en este lugar,
me dicen el "rottweiler de Dios”, el que vigila la casa de Dios. No saben que yo lo
sé... Nunca digo nada. Pero es un pequeño placer.

JORGE: Los pequeños placeres son importantes.

BENEDICTO: Sí.

JORGE: ¿Conoce la historia de los dos seminaristas que fumaban?

BENEDICTO: No. Deberían evitarlo.

JORGE: Bueno, sí... El primero le dice a su director espiritual: "Padre, ¿está


permitido fumar mientras se reza?". Y el director contesta: "No, claro que no".

BENEDICTO: Claro que no. Es...

JORGE: Así que el segundo seminarista, que era jesuita, le dice a su amigo:
"Hermano, no estás haciendo la pregunta correcta". Así que se acerca al director y
le pregunta: "Padre, ¿está permitido rezar mientras se fuma?".

BENEDICTO: Sí. Rezar y fumar al mismo tiempo. (PENSANDO RÍE) Es un


chiste. Es un chiste tonto.

JORGE: Sí

BENEDICTO: Rezar y fumar al mismo tiempo. Es imposible. Nunca recuerdo


ningún chiste.

JORGE: Recordar chistes es parte esencial del entrenamiento jesuita.

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BENEDICTO: Sí. Me gusta tener compañía. Estaba solo.

JORGE: Isaías 41, versículo 10.

BENEDICTO: Sí. "No temas, porque yo estoy contigo".

JORGE: Sí.

BENEDICTO: Sé que él está aquí, pero no se ríe. Al menos no lo oigo reírse.


¿Sabe? No, no lo sabe. Alguien como usted jamás entendería a alguien como yo.
Perdón, yo... Necesito descansar. Ha sido un día largo. (SE LEVANTA Y SE
DESPIDE DE JORGE) Buenas noches.

(LUZ DE DÍA).

CURA: Buenos días, Su Eminencia.

JORGE: Buenos días.

CURA: El Santo Padre le pide disculpas, pero lo llamaron de Roma por un asunto
urgente.

JORGE: ¡Oh, vaya! Espero que este asunto urgente no sea alarmante. Me prepararé
para volver a Buenos Aires.

CURA: Santidad, el Santo Padre quiere verle después de comer, en Roma.

JORGE: ¿En Roma? ¿y qué quiere que haga yo allí?

CURA: No lo sé, Excelencia, solo me pidió que lo llevara allí.

JORGE (con gesto de desaprobación): Está bien.

(OSCURO. Se oyen las noticias:


«El escándalo del Vaticano empeoró hoy cuando Gianluigi Nuzzi presentó su
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libro: “Su santidad: Las cartas secretas de Benedicto XVI”. El libro incluye
documentos, cartas y notas entre el Papa y su secretario personal. Esto
sorprendió́ al Vaticano e hizo que el Papa Benedicto regresara a Roma desde
Castellgandolfo, su residencia de verano»).

(ESCENA CAPILLA SIXTINA. BENEDICTO ESTÁ SENTADO. ENTRA EL


CURA).

CURA: Santo Padre, no está.

BENEDICTO: ¿De qué habla? La curia es como una máquina.

CURA: Le contó a una hermana que salía a ver el fútbol. No lo encontramos.


Envié un coche, pero no está allí.

BENEDICTO: ¡Encuéntrelo!

(El cura sale. Entra Jorge con un ramillete de orégano en la mano).

JORGE: Santo Padre, discúlpeme. Me entretuve más de lo debido.

BENEDICTO: Siéntese. ¿Qué planta es esa? ¿Es albahaca?

JORGE: Es orégano. Su jardinero me la dio.

BENEDICTO: Sí. Usted es muy popular. ¿Hay algún truco para ser tan popular?

JORGE: Solo intento ser yo mismo.

BENEDICTO: Cuando intento ser yo mismo, no le agrado a la gente. Además, no


tengo más opción que ser Papa.

JORGE: Santo Padre, sobre mi retiro...

BENEDICTO: Nunca había estado aquí.


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JORGE: Eso es imposible.

BENEDICTO: Sin gente, me refiero. Sin… sin visitantes ni turistas. Yo… quería
experimentar el momento con usted.

JORGE: Santo Padre…

BENEDICTO: Sí.

JORGE: Si yo fuera Papa, vendría aquí a diario.

BENEDICTO: Sí, ¿qué más?

JORGE: ¿Qué?

BENEDICTO: Si hubiera sido elegido, ¿qué haría?

JORGE: Santo Padre.

BENEDICTO: No. Este lugar sería diferente, creo. ¿No?

JORGE: No comería solo, para empezar.

BENEDICTO: ¿No?

JORGE: ¿Sabe? Más allá de la teología, no es bueno. Jesús siempre compartía el


pan y alimentaba a la gente.

BENEDICTO: ¿Qué más?

JORGE: Bueno… Pondría en orden lo del banco del Vaticano.

BENEDICTO (ríe): Buena suerte con eso.

JORGE: Los bancos casi destruyen mi país.

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BENEDICTO: Sí.

JORGE: Suplicaron por la desregulación, como tigres que ruegan que los liberen
de la jaula.

BENEDICTO: Sí.

JORGE: Devoran todo a la vista.

BENEDICTO: Sí. Es el nuevo elitismo.

JORGE: Sí. Comienzo a verlo feliz de que me quiera retirar.

BENEDICTO (Sentándose): Usted… Llevo varias semanas… rezando por una


señal.

JORGE (se sienta a su lado): No entiendo.

BENEDICTO: Cuando… cuando recibí su petición para retirarse como cardenal


arzobispo, no podía aceptar su pedido hasta que yo hubiera hablado con usted. Así
que debió viajar de Argentina a Roma para verme. Y… lo que quiero decir es que
quizás tuvo que venir para otra cosa.

JORGE: ¿Como cuál?

BENEDICTO: Bueno… he tomado una decisión importante, creo, para la vida y el


futuro de la Iglesia. Algo que le pido que esconda en su alma y jamás se lo cuente
a nadie. ¿Entiende?
Bien. ¿Sabe? A veces… a veces uno nota pequeños detalles. Es muy raro. La otra
noche, después de rezar, apagué la vela y, en lugar de subir, el humo descendió.
Como cuando Dios rechazó la ofrenda de Caín. ¿Usted nota esas cosas?

JORGE: Compré el pasaje para venir aquí antes de que usted pidiera verme.

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BENEDICTO: No.

JORGE: Sí.

BENEDICTO: ¿Compró el pasaje antes?

JORGE: Sí.

BENEDICTO: Eso me da mucho ánimo. Sí... (PAUSA) Es la persona adecuada.


Voy a renunciar. El mármol está frío.

JORGE: Perdón, ¿el indicado para qué?

BENEDICTO: Para comunicarlo.

JORGE: ¿Comunicar qué cosa?

BENEDICTO: Lo que acabo de decir. Voy a renunciar.

JORGE: ¿Renunciar a qué?

BENEDICTO: Al Papado. Al trono de san Pedro. A la diócesis de Roma.


Renunciaré a todo eso.

JORGE: Pero no puede. Usted… usted… usted ya no sería el Papa.

BENEDICTO: No.

JORGE: El Papa no puede renunciar.

BENEDICTO: Ya hubo algún precedente. Celestino V renunció en 1294. ¿No lo


sabía?

JORGE: Santo Padre, ¿cree que la gente no se sorprenderá porque esto ya sucedió
hace 700 años?

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BENEDICTO: Bueno…

JORGE: Yo he venido solo a que me firmara un papel.

BENEDICTO: Lo sé. Ahora sabe por qué no podía permitir que se retirara. Habrá
otro cónclave. Es importante que esté aquí.

JORGE: Santo Padre, no debe hacer esto. No puede hacer esto.

BENEDICTO: ¿Por qué no?

JORGE: ¿Por qué vienen a verlo los presidentes de Estados Unidos, Rusia y
China? Porque, a diferencia de ellos, su autoridad viene del hecho de que sufrirá y
morirá en su puesto.

BENEDICTO: Sí.

JORGE: Un mártir de la justicia y la verdad. Por eso vienen a verlo. Discúlpeme,


pero...

BENEDICTO (Pausa): ¿Pero?

JORGE: Cristo no descendió de la cruz.

BENEDICTO: Dios siempre le concede las palabras correctas.

JORGE: No, el Papa sigue por siempre. Es la personificación del Cristo


crucificado. Si hace esto, dañará al Papado por siempre.

BENEDICTO: Bueno... ¿Y qué daño provocaré si continúo? Voy a preguntarle


algo: ¿qué le parecería si hubiera dos Papas?

JORGE: ¿Dos Papas?

BENEDICTO: Bueno…
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JORGE: Es inconcebible.

BENEDICTO: En 1978 hubo tres Papas.

JORGE: Sí, pero no al mismo tiempo.

BENEDICTO: Solo estaba bromeando.

JORGE: ¿Bromeando?

BENEDICTO: Una broma alemana no tiene por qué hacer gracia Hay un dicho:
"Dios siempre corrige a un Papa al darle al mundo otro Papa". Me gustaría que
usted fuera mi corrección.

JORGE: Los dos con autoridad al mando.

BENEDICTO: No. Solo uno estaría al mando. Yo me alejaría del foco de atención.
Silencian incanato.

JORGE: ¿La curia lo presiona para irse?

BENEDICTO: No. ¿Sabe? La curia es como una máquina. Si mete la mano, se la


deja como carne picada. Siempre se defienden entre ellos. A veces creo que ser
Papa es ser un desayuno. Si me presionara la curia, me resistiría. Sé que mis
intenciones y mis motivos son puros. Soy un intelectual, no un gestor. (Reloj) No
se detenga. Siga moviéndose. Siga moviéndose.
Además… tengo un marcapasos y estoy casi ciego. Ya no veo con el ojo izquierdo.
Y… para ser autoridad, hace falta una vista que no tengo. Solo hay que darse
cuenta de que quienes me han traicionado han sido los que estaban más cerca de
mí, y no he sido capaz de verlo. Sí… me esforcé y luché por hacer lo que hay que
hacer… pero he perdido.

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JORGE: Es nuestra debilidad lo que invoca la gracia de Dios. Usted le muestra
debilidad, y él le da fortaleza.

BENEDICTO: Sí. Ya le di mi respuesta. Confórmese.

JORGE: Con todo respeto, Santo Padre, no soy yo quien debe conformarse. Son
1200 millones de creyentes. Necesitarán saber por qué. Si no, pensarán que hay un
escándalo, una conspiración.

BENEDICTO: Ese es el cálculo del liderazgo. Un cálculo que ambos debemos


hacer.

JORGE: ¿Ambos? ¿Por qué?

CURA: Santo Padre, son las ocho y media, a las nueve en punto abrirán al público.

BENEDICTO: Cielos, lo olvidé.

CURA: ¿Quiere que retrase la apertura?

BENEDICTO: No. La mayoría ha esperado toda la vida para ver este lugar.

JORGE: Santo Padre, ¿tiene hambre?

BENEDICTO: ¿Hambre? Sí, creo que tengo hambre.

CURA: ¿Le pido a la cocina…?

JORGE: No hace falta. Hay… hay un lugar justo frente a la Porta Angélica. ¿Lo
conoce? La pizza y el café son excelentes.

BENEDICTO: Bien

CURA: ¿Pizza? Sí. Lo conozco, ahí se reúnen siempre los aficionados para ver los
partidos de fútbol.
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BENEDICTO: Pizza, sí. Una margarita y una diavola; dos Fantas. (Saca dinero
para dárselo, pero este lo rechaza y sale).

CURA: Permiso.

BENEDICTO: Hace meses que quiero renunciar, pero un pensamiento no me lo


permitía. Pensaba: "¿Y si en el próximo cónclave votan por el tal cardenal
Bergoglio?". Por usted.

JORGE: Y luego presenté mi renuncia.

BENEDICTO: Exacto. Yo estaba encantado. Como le dije, lo que no me permitía


renunciar era la idea de que lo eligieran a usted. Pero ahora usted vino a Roma a
verme, y ahora yo he cambiado.

JORGE: Ha cedido.

BENEDICTO: No, he cambiado. Ceder es otra cosa. Su estilo y sus métodos son
muy distintos a los míos. No concuerdo con nada… Bueno, con casi nada de lo que
dice o hace, pero, por alguna extraña razón, ahora veo la necesidad de un
Bergoglio. Pero no puedo hacerlo sin saber que hay al menos una posibilidad de
que usted sea elegido.

JORGE: No. Jamás podría ser yo.

BENEDICTO: De acuerdo. Estamos en un callejón sin salida. Usted no puede


jubilarse de la Iglesia a menos que yo lo acepte, y yo no puedo renunciar a menos
que usted acepte quedarse. Es un dilema teológico.

JORGE: Usted no entiende. Jamás podría ser yo.

BENEDICTO: En el fondo, sabemos que podría ser usted. La Iglesia necesita


cambiar, y usted podría ser ese cambio.

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JORGE: No. No… Yo no. Jamás. No podría ser yo.

BENEDICTO: ¿Por qué no?

JORGE: Ya sabe por qué.

BENEDICTO: Leí su expediente.

JORGE: El expediente está incompleto.

BENEDICTO: ¿Incompleto?

JORGE: En los años setenta, el gobierno de mi país fue derrocado por una
dictadura militar. En esa época, me convertí en superior de los curas jesuitas en
Argentina. Todos eran sospechosos. Asesinaron a treinta mil personas. Los jóvenes
que se resistían, los que no estaban de acuerdo, desaparecían. Esther, mi antigua
jefa. Mi amiga. Su hija estaba entre ellos. Muchos sacerdotes eran considerados
simpatizantes de la resistencia armada. El Padre Múgica, la voz de los pobres en
Argentina, fue asesinado en 1974.
Después de él asesinaron a muchos sacerdotes y monjas. No me enorgullece esa
época, Padre. Sentía que mi trabajo era cuidar de mis sacerdotes. Y hablé con
Massera, un alto cargo y verdugo de la dictadura de mi país. Intenté hacerlo entrar
en razón. Incluso transigir. Fue entonces cuando mandé quemar todos esos libros
marxistas. Fui a ver a Esther, mi amiga. Sabía que la estaban vigilando. La obligué
a destruir todos los objetos, los libros, los panfletos que le pudieran traer
problemas. En ese momento, me miró como si fuera un desconocido. Con miedo.
Esa fue la última vez que la vi. Ella me advirtió, pero yo no la escuché. De haberla
escuchado no habría cometido los errores que cometí.

BENEDICTO: ¿Qué errores?

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JORGE: Yo era la máxima autoridad de los Jesuitas. Les pedí que se hicieran pasar
por irrelevantes, que cerraran las misiones, que se escondieran en el colegio
Máximo. Pero ellos desobedecieron mis órdenes. Cuestionaron mi autoridad. Les
quité el derecho a hacer misa y con ello la protección de la Iglesia. Tenía que
haberlos protegido y fracasé.

BENEDICTO: No es sencillo encomendarse a la misericordia de Dios.

JORGE: Sé que Él tiene la capacidad de olvidar nuestros errores. Dios olvida, pero
yo no. Los detuvieron y torturaron durante meses. Les rompieron las manos.

BENEDICTO: Mencionó su autoridad. ¿Qué hizo con su autoridad? La usó para


salvar decenas de vidas. Está en su expediente. Y escondió a las familias de los
sindicalistas en el seminario. Incluso llevó a varios a la frontera.

JORGE: No fue suficiente.

BENEDICTO: No. Todas las dictaduras nos quitan la libertad de elegir. Los dos lo
sabemos.

JORGE: O revelan nuestra debilidad. Aparecían cuerpos con las manos atadas y
los ojos vendados en la costa. Mi querida amiga, Esther. ¿Y dónde estaba yo?
¿Dónde estaba Cristo en todo esto? ¿Tomaba el té en el palacio presidencial
conmigo? ¿O lo estaban torturando en una prisión?

BENEDICTO: Quizás el camino parece recto cuando miramos hacia atrás. En el


trayecto, muchas veces nos sentimos perdidos. La oscura noche del alma. Cuando
terminó la dictadura y regresó la democracia, los Jesuitas, su orden, se puso en su
contra. Lo dejaron sin trabajo, lo echaron de su puesto, le quitaron toda autoridad,
y lo exiliaron. Lo acusaron de tener ideas rígidas, de ser de derechas, de haber
pecado por haber hecho poco, de ser egoísta. Lo enviaron a la montaña.

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JORGE: Dos años de introspección, de noches y días oscuros.

BENEDICTO: De crisis existencial De cambio.

JORGE: Oí muchas confesiones. Aprendí a escuchar.

BENEDICTO: Pasaron varios años hasta que el cardenal Quarracino lo conoció en


una conferencia. Se convirtió en obispo. Pero no vivía como obispo. Renunció a
los lujos. Hizo el trabajo que les negó a los Padres jesuitas en sus misiones.

JORGE: Intenté recorrer el camino del que los había desterrado. Cada verdura que
cortaba, cada desalojo que evitaba, en cada caso que ganábamos, veía una especie
de penitencia.

BENEDICTO: Sí. Le diré algo: todos sufrimos de orgullo espiritual. Todos. Debe
recordar que usted no es Dios. "En Dios nos movemos, vivimos y existimos".
Vivimos en Dios, pero no lo somos. Usted solo es humano. Pero… ahí está. Un
humano. De modo que, si me permite, hijo mío… Usted debe creer en la
misericordia que predica. (Se levanta y le hace el gesto de absolución). Lo
absuelvo en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

JORGE: Gracias, Padre.

BENEDICTO: ¿Sabe? Esa de ahí es la sacristía, conocida como la sala de las


lágrimas. No sé si son lágrimas de alegría o de tristeza. Entré por esa puerta como
Joseph Ratzinger y salí por la misma puerta como el Papa Benedicto XVI.

CURA. Santo padre.

BENEDICTO: ¡Oh!, la pizza.

CURA: En media hora abrirán la sala al público.

BENEDICTO: Grazzie, Danke.


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BENEDICTO (Abren la caja de la pizza): En el pasado, cuando un Papa o un
Santo Padre comía, a su lado siempre había tres hermanos jesuitas que probaban la
comida. Creo que la falta de jesuitas ha envenenado a más de un Santo Padre.

JORGE: Quizás yo debería probar su porción, ¿no? Para estar seguros.

BENEDICTO: No. No. Es mi pizza.

JORGE: ¿Bendice la mesa, Santo Padre?

BENEDICTO: Sí. Sí. Gracias, Señor, por la comida que estamos por disfrutar, en
este lugar fuera del tiempo. (Jorge se lanza a coger una porción, pero para al ver
que Benedicto sigue). Señor, tu Iglesia, tu rebaño, está bajo ataque, en crisis. Dios,
danos la sabiduría y la fortaleza para enfrentarnos a la hipocresía que nos arruina.
(De nuevo la misma acción). San Francisco, intercede por nosotros para reparar la
Iglesia. ¿Quiere agregar algo?

JORGE: Amén.

BENEDICTO: Amén. Esta bien, sí.

JORGE: Es buena, ¿no?

BENEDICTO: Sí. ¿Sabe? estaba pensando, ¿se reconcilió con sus hermanos
jesuitas?

JORGE: Con algunos sí, otros me consideraron un traidor y lo seguirán haciendo.


Todavía me consideran una figura controvertida en Argentina.

BENEDICTO: Ayer usted dijo: "La vida no es estática". Bueno… Usted lidera no
por el poder ni por el intelecto, sino que lidera… Usted, particularmente, lidera por
su modo de vivir, por cómo ha vivido. Usted ha cambiado.

JORGE: Ese hombre… sigue dentro de mí. La duda todavía existe.


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BENEDICTO: Usted cree que sus pecados lo desacreditan, pero todos somos
pecadores. Por favor, oiga mi confesión. ¿Me va a negar la confesión, Bergoglio?

JORGE: Oh, sí. No se arrodille. Por favor, Santo Padre. Siéntese.

BENEDICTO: Si me siento, será una confesión informal.

JORGE: ¿Qué digo?

BENEDICTO: No lo sé. ¿Qué acostumbra a decir?

JORGE: ¿Cuándo se confesó por última vez?

BENEDICTO: Hace ocho, siete… Hace ocho días.

JORGE: ¿Y ha cometido grandes pecados en…? (Benedicto ríe). Perdón, no quiero


insinuar…

BENEDICTO: Claro que he pecado. Muchos pecados veniales, aunque… estoy


anciano y olvidadizo como para recordar cuáles son.

JORGE: ¿Puede decir eso?

BENEDICTO: Sí.

JORGE: No sabía que se podía decir eso. Es muy útil.

BENEDICTO: Pequé contra ti, Señor, a quien debo amar sobre todo. Como hijo, te
fallé primero de niño por no tener el valor de saborear la vida. Me escondí entre
libros y el estudio. Sé que esto me ha dejado vacío del mundo que la Iglesia se
supone que debe ayudar.

JORGE: Continúe.

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BENEDICTO: ¿Recuerda al Padre Maciel? Hace 12 años, denunciaron que pasó
décadas abusando de niños… No le presté suficiente atención a las tareas de este
sacerdote.

JORGE: ¿Suficiente atención?

BENEDICTO: Ignoré las acusaciones cambiándolo de congregación, lo que le dio


libertad para seguir con sus abusos pueblo tras pueblo

JORGE: ¿Pueblo tras pueblo?

BENEDICTO: Sí.

JORGE: Pero… ¡usted lo sabía!

BENEDICTO: Sí, debí saberlo. Debí saberlo. Me enviaron la información.

JORGE: Dijo que hubo más.

BENEDICTO: Me dejaron las pruebas en el escritorio, pero…

JORGE: Olvidó amar a la gente que debe proteger.

BENEDICTO: Sí. Y pido perdón.

JORGE: Padre, si este es el motivo por el que quiere renunciar, entonces con más
razón debe quedarse a sanar la herida.

BENEDICTO: Escúcheme.

JORGE: Complete el trabajo que ha comenzado.

BENEDICTO: Todas las razones que le di no son suficientes. Así que se lo


repetiré. Ya no puedo seguir sentado en la silla de San Pedro.

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JORGE: Se equivoca.

BENEDICTO: Ya no siento la presencia de Dios. No escucho su voz, ¿entiende?

JORGE: No, se equivoca. Cree en Dios. ¡Le reza a Dios!

BENEDICTO: ¡Silencio! (Pausa) Ya no puedo seguir interpretando este papel.

JORGE: Lo lamento.

BENEDICTO: Desde que era niño, siempre sentí su presencia a mi lado. He


pasado toda la vida solo, pero nunca me había sentido solo hasta ahora.
(Pausa)

JORGE: Lo lamento.

BENEDICTO: Sí. Pero oí su voz estos últimos dos días. Volví a oír su voz.

JORGE: Me alegra.

BENEDICTO: Sí. Y lo oí a través de la voz que menos esperaba: la de usted.

JORGE: No.

BENEDICTO: Sí. Creo que no lo oía, no porque se estuviera alejando de mí, sino
porque me decía: "Vete, mi fiel siervo".

JORGE: Dios, el Padre de la misericordia, nos ha enviado al Espíritu Santo para


perdonar los pecados. Que Dios te conceda el perdón y la paz y te absuelva de tus
pecados. Y le recuerdo que la verdad puede ser fundamental, pero sin amor es
insoportable. “Caritas in veritate”. Su libro.

BENEDICTO: ¡Ah! Sí.

JORGE: En nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.


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AMBOS. Amén.

BENEDICTO: Me ha quitado un gran peso de encima.

JORGE: Y usted me ha puesto uno a mí.

BENEDICTO: Deberíamos irnos, la sala está a punto de abrir y usted estará


deseando volver a su casa.

JORGE: Ya sabe lo que se dice, cada uno en su casa y Dios en la de todos Usted
también debe estar feliz de que me vaya a casa.

BENEDICTO: Hablar en español es agotador. Es un idioma terrible, tantas


conjugaciones para tantos verbos. Recuerde, silentium incarnatum. ¿Conoce la
historia de San Francisco? Cuando Dios le pidió que reconstruyera la Iglesia, él
creyó que era con ladrillos y mortero. ¡Pobre San Francisco!

JORGE: Hasta él cometió errores y se confundió.

BENEDICTO: Sí.

JORGE: Bueno, adiós, Santo Padre.

BENEDICTO: Adiós no, por favor.

JORGE: ¿Qué?

BENEDICTO: Por favor.

JORGE: ¿Qué? A San Francisco le gustaba bailar.

BENEDICTO: Sí. Habría aprendido el tango. Ya es tarde para mí.

JORGE: No. Venga. Le enseñaré. Venga.

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BENEDICTO: No.

JORGE: Inténtelo. Le enseñaré.

BENEDICTO: No. No sé bailar. No…

JORGE: Yo avanzo con el pie derecho.

BENEDICTO: Sí.

JORGE: Y usted avanza… (Entra el cura). Uno, dos… Uno, dos, tres, cuatro.
Paso corto. De lado.

BENEDICTO: No, váyase. Déjeme tranquilo. Váyase. Vaya. Al aeropuerto.

(El cura le entrega a Benedicto un disco)

BENEDICTO: Tenga. Es para usted. De Abbey Road. Los Beatles.

JORGE: Los Beatles.

BENEDICTO: Claro. Esta firmado. Váyase. Ciao.

JORGE: Gracias.

BENEDICTO: Y, amigo mío… (Lo abraza) Ya está. Aut Wiedersehen.


Arrivederci. Ya está. Váyase. Al aeropuerto. Y que no lo traigan de vuelta. Ciao,
ciao.

(Oscuro. Se escuchan las noticias)

«Créase o no, este es el último día del Papado de Benedicto XVI. Se mudará
a Gandolfo, y allí… será… según sus propias palabras: "Simplemente un
peregrino que trabajará por el bien común".
Católicos de todo el mundo llegan para la elección del nuevo Papa y, por
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primera vez, podría ser uno de Latinoamérica o de Norteamérica. Muchos
cardenales quieren estrechar la grieta entre lo que ocurre dentro de los muros
y lo que sucede en la Iglesia en el mundo.
¿El cónclave se inclinará en una dirección más conservadora, o en una más
progresista?... En una encrucijada entre lo antiguo y lo nuevo. Los
cardenales se preparan en ritual, a horas de la elección del nuevo Papa.»

VOZ EN OFF: Que Dios los perdone por esto.

VOZ 1: Santo Padre, debe elegir la cruz de oro que quiere ponerse.

JORGE: Usaré lo que tengo aquí.

VOZ 1: ¿Los zapatos? Debe ponerse estos zapatos rojos. Son parte de la
tradición…

JORGE: No, los míos están bien.

VOZ 2: Santo Padre, ¿la muceta?

JORGE: No, gracias. El carnaval ya pasó.

CURA: Hermanos y hermanas, buenas noches. HABEMUS PAPAM.

(Luz. Sale Jorge).

JORGE: Todos saben que la tarea del cónclave era darle un obispo a Roma. Parece
que mis hermanos cardenales encontraron uno casi en el fin del mundo. Ahora aquí
estamos. Primero que nada, quiero orar por nuestro obispo emérito, Benedicto
XVI. Oremos juntos por él.

(Oscuro. Escena salón)

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(RELOJ)
No se detenga. Siga moviéndose.
No se detenga. Siga moviéndose.
(Luz. Benedicto aparece sentado en la silla. Entra Jorge)

BENEDICTO: ¿Cómo está, Santo Padre?

JORGE: Me estoy adaptando, Santo Padre. Y estoy listo para destruirlo.

VOZ TELE: La final de la Copa Mundial 2014 ha comenzado. Alemania contra


Argentina. Dos grandes rivales vuelven a enfrentarse en el partido final.

BENEDICTO: ¡Mire! Ahí está usted. En la grada. Tienen una pancarta con su foto.
Es famoso.

VOZ TELE: Este es el equipo que derrotó a los Países Bajos en la semifinal.

BENEDICTO: Es emocionante. Ahora lo entiendo. Siento la emoción.

JORGE: Qué bien, lo entiende.

VOZ TELE: Es el equipo alemán que destrozó a Brasil siete a uno.

CURA: Aquí está la pizza.

LOS DOS PAPAS: Apearte, por favor. Por favor.

VOZ TELE: Un momento triste para los brasileros, anfitriones de una Copa
Mundial realmente maravillosa. ¡Le da la oportunidad a Higuaín! Perdieron la
oportunidad. Lo toca Mascherano. Es una falta evidente. Müller es derribado…

BENEDICTO: Argentina es un equipo muy violento.

JORGE: No, es parte del juego.

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VOZ TELE: Los fanáticos de Alemania se preparan para el córner de Kroos.
¡Cabezazo de Höwedes! ¡Rebota en el poste y lo ataja Romero! ¡Higuaín va por el
centro y anota!

JORGE: ¡GOOOL…!

VOZ TELE: Pero no es válido. Higuaín estaba en posición adelantada y es fuera de


juego.

JORGE: No.

BENEDICTO: JAJAJA…

VOZ TELE: Qué alivio para Alemania. Mascherano. Zabaleta.

JORGE: Esa es una clara falta.

BENEDICTO: No, es parte del juego.

VOZ TELE: ¡Qué momento en el Maracaná! Ahora Alemania puede festejar.


Alemania es el campeón del mundo.

BENEDICTO: ¡Bravo!

VOZ TELE: El partido se definió por el glorioso gol de Mario Götze. ¡Es
Alemania!

JORGE: Felicitaciones.

(Oscuro. FIN).

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