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poco servirían los instrumentos externos de la comunión. Se convertirían en medios sin alma,
máscaras de comunión más que sus modos de expresión y crecimiento”. 4 Así, la comunión da
alma (álito de vida) a la estructura institucional, y lleva a vivir en el amor, solidaridad, caridad y
unidad. Recordemos, La Iglesia, nos decía Benedicto XVI, no crece por proselitismo, crece por
atracción, por testimonio. Y cuando la gente, los pueblos ven este testimonio de humildad, de
mansedumbre, sienten la necesidad que dice el Profeta Zacarías: “¡Queremos ir con ustedes!”. La
gente siente esa necesidad ante el testimonio de la caridad, de esta caridad humilde, sin
prepotencia, no suficiente, humilde, que adora y sirve. La Iglesia atrae cuando vive en comunión,
pues los discípulos de Jesús serán reconocidos si se aman los unos a los otros como él nos amó.
(cf. Rm. 12, 4-13; Jn. 13, 34). Desde nuestras propias realidades hemos de ser comunidades de
amor, de solidaridad, de caridad y de unidad, a reflejar el amor de Dios que, es comunión, y así
atraer a las personas y a los pueblos hacia Dios.
Justamente, en esta tarea mancomunada de construir tejido social desde la espiritualidad
de la comunión, se debe mover a cada persona, a cada parroquia, a cada estructura a concretizar
en signos solidarios su compromiso social en los diversos medios que se mueve, en su propio
ambiente y realidad, con la imaginación de la caridad, con iniciativas renovadas y
comprometedoras.5 La Iglesia no puede ser ajena a los grandes sufrimientos que vive la mayoría
de nuestra gente y que, con mucha frecuencia, son pobrezas escondidas.
Una Espiritualidad de comunión y tejido social vistos sólo como conceptos no nos
permiten realizar un combate frontal de la pobreza, ni nos permiten atender los espacios
deprimidos por la miseria urbana o rural, primera exigencia de solidaridad y primeros focos de
desestabilización social. No desconozcamos ni ignoremos que allí donde predomina la miseria y
la desigualdad, se generarán espacios donde crecerá siempre el rencor y la tentación de caminos
equivocados para el desarrollo personal y social.
Urge más conciencia de humanidad que nos indique que el eje del ego humano, del
individualismo y soledad se pueden cambiar y despertar a una conciencia más social, desde el
horizonte del vivir juntos sostenidos por lazos de apoyo ante las situaciones que nos presenta la
actualidad y que lastiman a las personas, los grupos y las comunidades.
La invitación desde la espiritualidad de Comunión es a crear formas de construir tejido
social, a reconocer y a encontrar los brotes y formas de vivir las solidaridades en las comunidades
para hacer el reconocimiento sobre las manifestaciones de lo que dignifica la vida. Una invitación
a hacer abordajes comunitarios con procesos de asunción, inserción e intervención destinados al
mejoramiento de la calidad de vida, incluyendo interacciones que generen formas de
acercamiento, organizaciones parroquiales, diocesanas, públicas o privadas, dotadas de
creatividad, procesos de autogestión económica y en las interacciones propicias para la
participación, incorporación de la solidaridad y la cooperación y una convivencia para la
felicidad.
4
Ibídem. No. 43.
5
Ibídem. No. 50.