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-supone una reacción contra el arte racional y frío del neoclasicismo; el artista
romántico defiende la libertad de creación frente a las directrices de las academias.
-reafirmación del individualismo, de los sentimientos y del instinto frente a la razón.
-defiende el concepto subjetivo de belleza, la importancia de las emociones.
-prima el color frente al dibujo. Uso de la pincelada es suelta para dar mayor
expresividad a la pintura.
-composiciones dinámicas.
-temas: históricos (asuntos extraídos del pasado o contemporáneos), exóticos (mundo
oriental principalmente), paisajes (interpretación subjetiva, excelente medio para
representar los estados de ánimo; con frecuencia aparecen ruinas de iglesias y
monasterios, cementerios, puestas de sol, etc.), retratos (de aire melancólico,
reflejando tristeza y soledad), religiosos (con fuerte carga simbólica), etc.
William Turner (1775-l851). Pintor inglés para quien el paisaje cobra una especial
relevancia; recrea una naturaleza agitada por tempestades, incendios y tormentas,
donde una luz fantasmagórica crea atmósferas cambiantes. Máxima libertad en la
interpretación del colorido y la técnica, por lo que sus cuadros se convierten en algo
totalmente imaginario. La naturaleza pierde sus formas disueltas en luces de color.
Aplica colores yuxtapuestos, es decir sin mezclarlos, consiguiendo armonías
cromáticas y efectos ópticos de gran belleza. Se anticipa así al impresionismo.
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Eugène Delacroix (1798-1863). Muy influenciado por la pintura veneciana del
Renacimiento y por Rubens. Comprometido con la herencia de la Revolución
Francesa, dedicó alguna de sus obras a plasmar escenas del movimiento revolucionario
de 1830. Una larga estancia en Marruecos y España motivó cambios importantes en su
pintura: el colorido se tornó más cálido y se interesó por el exotismo de las culturas
orientales. Características de su estilo:
-protagonismo del color como elemento expresivo. Emplea colores luminosos, de
violentos contrastes. Investiga sus posibilidades.
-movimiento: sus personajes se agitan, gesticulan, se precipitan como si quisieran salir
de los límites del marco.
-expresó en algunas de sus obras el lado dramático de la vida y estados de ánimo como
la melancolía y la sensualidad.
-uso de la diagonal en sus composiciones.
La libertad guiando al pueblo (1830). Pintada después de los sucesos de julio de 1830 que
motivaron la caída del rey pro-absolutista Carlos X y su sustitución por Luis Felipe de
Orleáns, el llamado Rey Burgués. El movimiento revolucionario se extendió por otros países
de Europa y allí donde triunfó representó, como en Francia, la llegada de la burguesía al
poder.
En medio de París en llamas, una mujer, con el torso desnudo, alegoría de la
Libertad y de Francia, llama al pueblo a las barricadas. Porta en su mano derecha la
bandera tricolor y en la izquierda un fusil. Le acompañan miembros de todas las clases
sociales (un obrero con una espada, un burgués con sombrero de copa y escopeta, un
adolescente con dos pistolas, etc.), para manifestar la amplia participación social en la
revolución. A los pies de la mujer, un moribundo parece mirarla fijamente para indicar que
ha merecido la pena luchar.
La composición se inscribe en una pirámide cuya base son los cadáveres que han
caído en la lucha contra la tiranía, iluminados para acentuar su importancia, que se
contraponen con el gesto hacia delante de los combatientes. Recuerda la composición de La
balsa de la Medusa de Géricault, si bien aquí se invierte la orientación de las figuras que,
en este caso, avanzan hacia el espectador. Los escorzos, el movimiento y la disposición
asimétrica de los personajes, recuerdan las obras del Barroco.
Es el primer cuadro político de la pintura moderna y con él el romanticismo deja de
mirar al pasado para participar en la vida contemporánea. El deseo de compromiso político
se hace patente en la autorrepresentación de Delacroix (el hombre con sombrero de copa).
En el cuadro resalta la brillantez de la amplia gama cromática y el uso del
claroscuro. La luz refulge con fuerza en la camisa del hombre caído en primer plano para
envolver la figura de la alegoría y disolverse por medio de una densa polvareda, provocada
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por las armas de fuego, con el humo y las nubes, impidiendo contemplar con claridad el
grupo de figuras que se sitúan tras el personaje femenino, así como las torres de Notre-
Dame.
La pincelada es suelta. Las casas del fondo, así como los soldados de la derecha, no
son más que un conjunto de manchas. Se está ante una composición absolutamente
dramática; ninguna figura permanece estática y las líneas se ondulan aumentando la
tensión del momento. Como en La Balsa de La Medusa el plano de la base es inestable y a
partir de él nace y se desarrolla de manera ascendente el movimiento.
Las espigadoras (1857). El tema de los campesinos fue una constante en la producción de
Millet, al que presenta cargado de simbolismo místico, como héroes del mundo rudo y
fatigoso del trabajo agrícola. A pesar de ello, Millet da una visión edulcorada de la vida del
campo, recreándose en lo que tiene de idílico y no en su dureza. A este idealismo
contribuye la luz mágica que utiliza. Una luz que parece congelar el tiempo para que las
figuras queden suspendidas en la eternidad de la pintura.
El lienzo presenta a tres mujeres en plena faena, agachadas para recoger las
espigas, si bien una de ellas, vencida por la fatiga, ya no puede inclinarse del todo por el
dolor de su espalda. Son mujeres plenamente realistas ataviadas con los ropajes de la
región de Normandía, donde el pintor vivía. Al fondo contemplamos los almiares y la carga
de la carreta, en un ambiente de atardecer que envuelve toda la escena. Los colores son
vivos, aplicados con seguridad para resaltar el dibujo firme, acentuando los volúmenes en
una de las obras más impactantes del movimiento realista.
El Ángelus (1859-1860). La obra muestra a dos campesinos que han detenido su labor para
rezar el Avemaría y dar gracias a Dios por la cosecha obtenida con el sudor y el esfuerzo de
muchos días. Ambos inclinan piadosamente sus cabezas, agarrando él su sombrero y
llevando ella sus manos al pecho. A sus pies, una cesta con los frutos y los aperos de labor.
La escena se desarrolla al atardecer, quedando las dos figuras en zonas de luz y
sombra, respectivamente, en un contraste lumínico de gran belleza. Este interés por la luz
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natural acerca a Millet al Impresionismo. Su pincelada es firme y segura, al igual que el
dibujo; emplea colores suaves para el campo y más oscuros para los personajes, reflejando
las vestimentas de los campesinos a la perfección. Consiguió transmitir la espiritualidad de
los trabajadores en su faceta más realista.
El estudio del pintor (1854-1855). La obra constituye una muestra de lo que el Realismo
significaba para Courbet: la representación de la vida en su estricta realidad. La tituló
Alegoría real y representa al artista pintando en su taller. Su intención era hacer desfilar
por el lienzo la sociedad humana y los diversos géneros pictóricos: el paisaje, el retrato, el
desnudo, los animales, el bodegón. La escena podemos dividirla en tres partes:
-derecha: el mundo del Arte. Sus amigos y los protectores del Arte: Baudelaire leyendo (la
Poesía); tras él, Jeanne Duval, su amante; un matrimonio burgués (el amor oficial); una
pareja que se abraza (el amor libre); y personajes como Proudhon (la filosofía social),
Bruyás (el mecenas), Promayet (la música), etc.
-izquierda: los modelos sociales. El pueblo, la miseria, la pobreza, la riqueza, los
explotados, las gentes que viven de la muerte, en palabras de Courbet. Figuran las distintas
clases sociales representadas por un cazador con sus perros, un segador, un rabino, un
cura, una mendiga, un recaudador con su cofre, un comerciante de telas, un terrateniente,
un obrero, un enterrador, etc. Es decir, los explotadores y los explotados.
-centro: la realidad. El artista dando las últimas pinceladas a un paisaje. Lo contemplan un
niño (la inocencia y la sinceridad) y una mujer desnuda (la Verdad). Ambos constituyen los
espectadores ideales pues representan la percepción genuina y sensorial de la verdad. Por
último, un perrillo, símbolo de la fidelidad a los ideales.
Al fondo del lienzo vemos un maniquí de madera que podría representar la
pintura académica, repudiada por el pintor, de ahí que quede relegada detrás del paisaje
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que refleja la auténtica realidad. Sobre una mesa, a la izquierda del artista, figura una
calavera colocada sobre un periódico, alusión a la nefasta labor de los críticos.
El predominio de las tonalidades ocres y oscuras se inspiran en la pintura barroca,
que tanto admiraba el pintor. El centro de la obra es la zona más iluminada por una luz
amarillenta que entra por la derecha. La pincelada es ágil, resuelta, y se aprecia el empleo
de la espátula.
2.1. Historicismos. También conocidos por los revivals. Supuso una reacción contra la
fría arquitectura neoclásica. Se pretende encontrar en el pasado las raíces de una época
de profundos desequilibrios históricos y sociales. Frente a la técnica y a la industria,
que se conceptúan como deshumanizadoras, se busca la exaltación de los momentos
históricos del pasado. Al emplearse uno u otro estilo histórico se abrieron nuevos
caminos a la concepción arquitectónica. Algunos arquitectos intentan unir
historicismos y modernidad, ensayando con nuevos materiales como el hierro y el
vidrio (caso de Viollet le Duc), o bien preocupándose de las nuevas posibilidades de la
ingeniería (caso de Eiffel). El principal problema fue encontrar un nuevo lenguaje
arquitectónico, lo que desembocaría en la mezcla de varios estilos (eclecticismo). Los
más usados fueron el neobizantino, neorrománico, neogótico, neorrenacimiento,
neobarroco y los derivados del arte islámico. Neogóticas son las Casas del Parlamento
de Londres (1840-1852), obra de Charles Barry; e inspirado en el arte islámico de la
India el Pabellón del Príncipe de Gales en Brighton (1815-1822), obra de John Nash.
Neogóticas son muchas de las iglesias restauradas o construidas en este tiempo
en Francia y Alemania, donde para las obras de carácter civil se prefirió el
neorrenacimiento y el neobarroco. Es el caso de los edificios levantados en las doce
avenidas y bulevares trazados por el barón Haussmann, durante el Segundo Imperio
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Francés (1852-1870), en París, o el de los delirantes castillos de cuento construidos por
Luis II de Baviera entre 1864-1886.
En España es neorrománica la Colegiata de Covadonga, en Asturias, obra de
Federico Aparici (l874), y neogótica la Universidad de Barcelona (1863-1882), obra de
Elies Rogent. Pero el estilo más usado fue el neomudéjar (muchas plazas de toros y
estaciones de ferrocarril pertenecen a esta modalidad): el ladrillo es el principal
material de construcción y la decoración combina la mayólica, los arcos califales, los
paños de sebka almohades y las yeserías nazaritas. Neoclásico es Congreso de los
Diputados (1842-1850) de Madrid, obra de Pascual y Colomer.
2.2. Edificios de hierro y cristal. Tras los enfrentamientos y síntesis entre arquitectura
e ingeniería, se tratará de crear belleza en la utilidad. Los nuevos materiales son el
hierro fundido, el vidrio, el acero, el hormigón armado, y se generalizan los materiales
y las piezas prefabricados.
El peso de los edificios cae sobre una armadura cuyos huecos rellenan otros
materiales, sin superponerse como hasta entonces sólidos sobre sólidos. Vigas, arcos y
soportes, tanto metálicos como de hormigón, permiten espaciar los puntos de apoyo y
ordenar mejor los empujes.
Hay mayor libertad de composición y distribución de las superficies cubiertas.
Se superponen pisos aprovechando al máximo el espacio edificable. Los nuevos
materiales permiten realizaciones más rápidas y baratas. Tipos de obras: puentes
(incluidos los colgantes), factorías, estaciones, grandes almacenes, torres (como la
Eiffel, inaugurada en 1889, de 6.900 toneladas de hierro y 125 metros de lado por 300
de altura), rascacielos (unidos a la invención del ascensor), tanto para viviendas como
para oficinas, etc. Los orígenes de estos últimos están ligados al incendio que asoló
Chicago en 1873. La reconstrucción se contempló desechando los materiales
constructivos inflamables y procurando aprovechar al máximo el suelo dado el
crecimiento extraordinario de su población, especialmente por la llegada de
inmigrantes.
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Almacenes Carson, Pirie & Scott (1899-1904). Chicago. Building de diez pisos en el que
predomina la horizontalidad, reforzada por los vanos apaisados y las bandas horizontales.
Será punto de referencia de los futuros edificios-oficinas.
-la consolidación de una rica burguesía deseosa de un estilo refinado pero alejado de
los historicismos.
-las corrientes románticas que propugnan el uso de la fantasía libre y creadora, del
subjetivismo y del placer que proporcionan las artes.
-el cansancio provocado por los historicismos y la reacción contra la arquitectura
funcional, demasiado técnica, fría e impersonal.
Por todo esto se desea una arquitectura y una decoración basadas en lo bello y
refinado. En este sentido jugó un importante papel la difusión de las ideas de Morris y
Ruskin, que defienden la integración de las diversas artes (arquitectura, decoración,
muebles, vidrieras, orfebrería, cerámica, vestidos, pintura, escultura, carteles
publicitarios etc.) y los métodos artesanales de elaboración, sin despreciar las ventajas
de las nuevas técnicas.
La decoración ocupa un papel importantísimo. Imita la naturaleza de una forma
más o menos abstracta: tallos florales, capullos, árboles, pavos reales, libélulas, etc.
Predominan las líneas curvas y sinuosas, la asimetría, los arabescos, todo ello utilizado
a la búsqueda de un nuevo lenguaje decorativo. Los edificios se conciben como un ser
vivo, de ahí las superficies onduladas y la asimétrica colocación de puertas y ventanas,
tratando de dar sensación de movimiento. En los colores se buscan elegantes
contrastes. La arquitectura modernista anticipó una nota característica de la del siglo
XX, dejar los elementos estructurales a la vista, usándolos como una parte más del
sistema ornamental.
En Europa distinguimos dos tendencias modernistas: modernismo ondulante,
desarrollado principalmente en Francia, Bélgica y España, en el que domina la línea
curva; y modernismo geométrico, de líneas rectas y planos perpendiculares, cultivado
en Reino Unido y Austria.
Victor Horta (Gante 1861-Bruselas l947). Figura dentro del modernismo ondulante.
En su Casa Tassel (1892-1893) de Bruselas desarrolló las claves de la arquitectura
modernista: volúmenes curvos, empleo del hierro visto en los soportales y en las
barandas de escaleras y balcones exteriores, y una distribución nueva de los interiores
(supresión del pasillo y de las habitaciones alineadas).
Todo evoca un jardín de invernadero, desde las columnas de hierro, que parecen
troncos vegetales con zarcillos, a las tulipas de las lámparas con forma de racimos de
uvas.
Dentro del modernismo geométrico destaca, en Gran Bretaña, Charles Rennie
Mackintosh, quien se decantó por un estilo ortogonal de líneas rectas y planos
perfectamente definidos. Su obra maestra es la Escuela de Arte de Glasgow (1897-
1899), en la que combinó sabiamente la piedra, el metal y el cristal.
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En Austria sobresalió Otto Wagner con obras como la Caja Postal de Ahorros
de Viena (1904-1906), cuya belleza radica en su simplificación geométrica, de
molduras aplanadas y columnas sin capitel. Su discípulo Joseph Maria Olbrich
construyó el edificio emblemático del modernismo austríaco: el Edificio de la
Sezession (1898-1899), en el que el predominio del ángulo recto, la línea y los
volúmenes rectos y puros contrastan con una airosa cúpula calada y metálica que imita
ramas vegetales. Ésta es el único elemento que rompe con la rigidez horizontal del
edificio.
Antonio Gaudí (Reus, Tarragona l852- Barcelona l926). Cataluña fue el foco más
importante del modernismo español. A ello contribuyó la existencia de una burguesía
dinámica, culta y nacionalista, vinculada a la industria, que pretendía el resurgimiento
de la cultura catalana (Renaixença).
Gaudí es uno de los arquitectos más creativos de la arquitectura
contemporánea. Su concepción de la arquitectura es globalizadora dado que plantea el
diseño de casas y edificios integrados en el espacio urbano. Su formación fue
historicista y a esos presupuestos responden el neomudejarismo de El capricho (1883-
1885), casa particular en Comillas (Santander), y el neogoticismo del Palacio
Episcopal de Astorga en León (1889-1913), de cuidados detalles y simetría
compositiva.
Parque Güell (1900-1914). El empresario Eusebio Güell fue el principal cliente barcelonés
de Gaudí. Para él construyó su finca de recreo, su palacio en las Ramblas, y esta ciudad
jardín urbanizada en sesenta parcelas, en la Montaña Pelada, en las afueras de Barcelona.
Es una obra de desbordante imaginación adaptada a los desniveles de la topografía
accidentada de la zona y en perfecta armonía con la naturaleza.
En el conjunto se fusionan la escultura, la pintura y la arquitectura, esta última
tratada como objeto pictórico. Los miles de mosaicos son producto de desechos de azulejos.
Con este recurso Gaudí se anticipó a los collages cubistas.
Cripta Güell (1908-1915). Capilla para una colonia de trabajadores del señor Güell. En ella
se plasman algunas de las constantes artísticas de Gaudí:
-inspiración en la naturaleza (geología, botánica, zoología).
-combinación de elementos naturales y manufacturados en su color (ladrillos, cerámica) e
integrados en la masa de cemento.
-audacia técnica (arcos parabólicos y columnas inclinadas).
-líneas ondulantes en techos y paredes.
-elementos historicistas: ábsides y nervios neogóticos, y combinación del ladrillo y la
cerámica al modo mudéjar.
El hierro y el cristal figuran como elementos decorativos en los enrejados de forja y
en las vidrieras emplomadas.
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fachada se anima con espacios cóncavos y convexos. Parece una roca tallada llena de
cuevas fruto de la erosión. Los balcones llevan antepechos de hierros retorcidos de forja y
columnas en forma de hueso. Rematan la casa extrañas chimeneas.
Características.
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-los temas son algo accesorio y secundario: lo importante son las sensaciones, pero
predominan los paisajes, las estaciones de ferrocarril por su novedad y por el humo de
las locomotoras, la vida cotidiana (cafés, regatas, carreras de caballo, el ballet, la
ópera, etc.). Por esto defienden la pintura al aire libre frente a la del estudio, que
impedía ver los cambios que sufre una misma cosa según avanza el día, cambian las
estaciones o varía la atmósfera. Los pintores trabajan de forma rápida, pues la
naturaleza es cambiante y lo que interesa es fijar una impresión fugaz. Algunos incluso
ejecutan series en las que siguen las transformaciones de un mismo paisaje según las
diferentes horas del día con sus variaciones de luz.
-despreciaron las sombras oscuras descubriendo, como en el terreno de la óptica haría
Chevreul, que hay tres colores primarios (rojo, azul y amarillo) que producen
resultados vibrantes al combinarlos con los binarios o complementarios (verde, naranja
y violeta).
-abandonan los principios tradicionales del arte pictórico y excluyen el dibujo y los
contornos que precisan las formas y sugieren el volumen. Prescinden de la perspectiva
basada en las reglas de la geometría para decantarse por la que se consigue por la
disminución de tonos. Evitan el claroscuro y sus contrastes violentos, y eliminan los
negros, grises, pardos y tierras. Sus colores preferidos son los azules, verdes, amarillos,
anaranjados, rojos y violetas.
Impresión. Sol naciente (1872). El paisaje es sólo un pretexto para estudiar el reflejo de la
luz en el agua y sus variaciones. Representa la salida del sol por encima del mar, cuando la
niebla se levanta y sus destellos se reflejan vibrantes en el agua. Pincelada espontánea y
fluida.
Mujeres en el jardín (1867). Retrata a su mujer, Camille, con bastante detalle. Escena
naturalista, campestre, pintada a base de pequeños toques de color, con total ausencia del
negro. Es un cuadro de grandes dimensiones donde capta el impacto del sol en las
sombrillas, la vegetación y los vestidos.
Estación de San Lázaro (1876-1877). Realizó una serie de cuadros sobre este tema. Capta
el ambiente de la estación de ferrocarril, con la suciedad del recinto y la atmósfera cargada
por el humo de las locomotoras. Con técnica impresionista utiliza el vapor de las máquinas
como filtro del espacio.
Ninfeas (a partir de 1906). Serie de casi cien cuadros en los que recrea escenas de un
jardín acuático. Han desaparecido los puentes, los puertos, las orillas y los horizontes. Sólo
queda el reflejo de la vegetación y de las nubes en el agua.
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Auguste Renoir (Limoges 1841-Cagnes 1919). Es el más clásico de los
impresionistas. Utiliza temas ambientados en jardines para captar la luz como
chispazos centelleantes según se filtra a través de los árboles. Le interesó el retrato y la
figura humana, especialmente el desnudo femenino de formas gruesas que, a veces,
recuerda a Rubens. Su colorido es voluptuoso, de tonos puros, lo que le convierte en
un precedente del fauvismo y las tendencias cromáticas del siglo XX.
Aunque su técnica es impresionista, a base de pinceladas cortas o largas,
sueltas, rápidas, nerviosas y yuxtapuestas, dota a sus lienzos de un acabado brillante y
pulido, que contrasta con la pastosidad de la pincelada impresionista.
Su pintura se alejó del impresionismo cuando empezó a definir las formas, a
marcar los contornos y a darle protagonismo al dibujo; caso de sus mujeres desnudas
de cuerpos flexibles y sensuales (1884-1887). Pero después volvió al impresionismo y
a pintar paisajes, naturalezas muertas y figuras tomando como referencia el resplandor
del sol y su incidencia sobre la figura humana al aire libre. Entonces, el color cálido y
la pincelada suelta vuelven a adquirir protagonismo.
El columpio (1876). Escena en la que se fija un instante preciso. Estudia los reflejos
luminosos y las sombras coloreadas. Los rayos de sol, tamizados por las hojas de los
árboles, determinan zonas claras y de sombras.
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multiplicidad de planos para conseguir ricos efectos de claroscuro. También ensayó
diferentes fórmulas para dotarla de movimiento. Evolucionó hacia el simbolismo y el
expresionismo. Sus temas siempre estuvieron vinculados al hombre.
Las Puertas del Infierno (1880-1917). Museo Rodin (París). Modelada en yeso, fue fundida
en bronce después de la muerte del artista. En 1880 el gobierno francés le encargó una
puerta monumental destinada al Museo de Artes Decorativas que iba a ser construido en
París. Nunca se hizo y la grandiosa obra quedó en su estudio, trabajando en ella hasta su
muerte. En principio iba a ser un relieve pero quedó convertida en una obra exenta.
Tema: Las enormes puertas (30 metros de altura) se llaman así porque están inspiradas en
el “Infierno” de La Divina Comedia de Dante y por contraposición a las del Paraíso de
Ghiberti. Organizadas en dos paneles rectangulares, vemos una multitud de figuras
desnudas (186), de complicado simbolismo, que se agitan y retuercen, surgiendo de un
fondo informe de rocas y nubes. Es todo el género humano, los descendientes de Adán y
Eva, condenados en el infierno tras la caída en el pecado.
A la izquierda distinguimos, abrazados, a Paolo y Francesca (El beso) y a la derecha a
Ugolino y sus hijos. En el centro del enorme dintel, en que se adivina un esqueleto, aparece
la figura sentada de Dante meditando (El pensador). Las Tres Sombras, desnudos
desfallecientes a punto de entrar en el infierno, rematan la obra (se trata de la misma
figura, Adán, contemplada desde diversos puntos de vista). Para responder al deseo de los
coleccionistas Rodin convertirá las figuras más famosas en esculturas independientes: El
Pensador, Las Sombras, Ugolino, La Danaide, El Dolor, El beso.
Composición: A diferencia de las Puertas del Paraíso de Ghiberti, divididas en paneles
regulares, Rodin ha preferido un espacio sin compartimentar en el que los condenados se
funden en un vertiginoso movimiento ascendente y descendente que nos recuerda El Juicio
Final de Miguel Angel. También se observa la influencia de los grabados de Gustave Doré
para la ilustración de La Divina Comedia.
Modelado: Los desnudos están llenos de vigor y fuerza expresiva. Rodin manifiesta interés
por las superficies rugosas e inacabadas, en contraste con la belleza de las pulidas; la luz
juega y resbala por ellas profundizando los volúmenes. Imprime tensión a las figuras
dotándolas de una gran fuerza interior.
Estilo: El escultor ha roto con el academicismo y con el realismo. Sus formas anatómicas
están exageradas en busca de una mayor expresividad. El gusto por lo no acabado y la
importancia de la luz enlazan la obra con el impresionismo escultórico. Pero también el
sentimiento dramático y casi místico que transmite, el interés por el pecado y la muerte,
unido a la sensualidad y el erotismo de los desnudos, permiten clasificar la obra de
simbolista.
Significado: Toda la belleza, el dolor, el gozo y la tragedia de la condición humana se
encuentran aquí representados. Expresa la emoción y el drama de la vida. La torsión de los
cuerpos, imagen del castigo eterno, revela la angustia del artista ante las pasiones y deseos
que arrastran a los hombres. Sus figuras se han convertido en símbolos. El patetismo de la
obra enlaza con el de los poemas de Las flores del mal de Baudelaire, cuya lectura le
influyó extraordinariamente.
Los burgueses de Calais (1884-1886). En 1347, durante la Guerra de los Cien Años,
Eustache de Saint-Pierre se entregó, con otros cinco ciudadanos más de Calais, a Eduardo
III, rey de Inglaterra, para que levantara el sitio de la ciudad a cambio de sus vidas. Este es
el tema de la escultura que el ayuntamiento de la ciudad encargó a Rodin.
El autor, descartando el típico monumento sobre pedestal, optó por situar a los
personajes sobre una peana, a la altura del espectador, para que los sintiera próximos. Se
trata de seis figuras exentas, situados en zig-zag, en las que son tan importantes los
volúmenes como el vacío que las rodea. Este aislamiento físico está reforzado por su
carácter retratístico y por las distintas actitudes que adoptan. Eustache de Saint-Pierre, el
anciano, conduce con determinación al grupo; Jean d'Aire lleva con resolución las llaves de
la ciudad; Andrieu d'Anders, con las manos a la cabeza, representa la desesperación de la
renuncia heroica; Pierre de Wissant, en un momento de duda, vuelve la cabeza atrás,
mientras su hermano Jacques avanza hacia el destino ineluctable; finalmente, Jean de
Fiennes, con los brazos abiertos, simboliza el sacrificio de la juventud.
Intensidad, dramatismo, luminosidad... En cada uno de los personajes late la
emoción de un nuevo romanticismo (angustia, orgullo, dolor), pero con el vigor y la
potencia expresiva de un artista que cree que el escultor tiene una misión histórica: dar a
la ciudad moderna monumentos modernos. En la figura de los seis rehenes amenazados de
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muerte, Rodin creó una gran variedad de respuestas a una crisis emocional extrema. El
movimiento, que interrelaciona a los personajes, se representa con naturalidad. La marcha
de los seis hombres, camino del sacrificio, no es una acción comunitaria, sino una suma de
individualidades impulsados por el heroísmo.
Paul Cézanne (Aix-en-Provence 1839-1906). Pintor del espacio y del volumen. Para
Cézanne el arte es una creación mental. No le interesan las apariencias fugitivas de la
naturaleza, sino lo estable de la realidad. Concibe la pintura como una construcción
realizada a base de cuerpos geométricos (cilindros, conos y esferas), a los que pueden
reducirse todo cuanto existe en la Naturaleza. Con ellos intenta destacar el relieve,
modelando no con claroscuros sino mediante el color y los contrastes de tonos cálidos
y fríos.
Abandona la perspectiva lineal para sustituirla por otras obtenidas desde varios
puntos de vista. Pare él, los objetos se elaboran pictóricamente partiendo de la
sensación visual que produce esos diferentes encuadres. Con estas premisas sentó las
bases del cubismo y del constructivismo, movimientos que pretendieron recuperar las
formas plásticas para la pintura tras su desmaterialización por los impresionistas.
Construye con el color, a través de pinceladas amplias, el volumen, las masas,
la luz, la perspectiva y el espacio. En sus pinturas realza los contornos con un trazo
negro y emplea planos geométricos; es decir geometriza las formas y construye
mediante el color. Su paleta es sobria a base de ocres, grises, blancos y verdes. La
producción pictórica de Cézanne abarca paisajes, bodegones, retratos, jugadores de
cartas y bañistas.
El muchacho del chaleco rojo (1890-1895). El tema es un pretexto para investigar con las
formas. Como en casi todos sus retratos, la figura llena por completo la tela y crea el
espacio que la rodea gracias a la pose y los acuerdos cromáticos. El rojo se convierte en el
centro de atención para el espectador, combinado con una amplia sinfonía de colores que
van desde el amarillo hasta el azul pasando por el blanco, el verde o el crema. Y es que
gracias al color recupera la forma y el volumen que con los impresionistas se estaban
perdiendo.
Jugadores de cartas (1890-1895). Serie de cuadros sobre el mismo tema donde domina la
quietud e inmovilidad. Escena de gran sencillez y sobriedad cromática. Son dos jugadores
captados en un momento de concentración. La pintura está concebido a base de volúmenes
geométricos, donde el color modula los cuerpos. Los dos contrincantes adoptan una actitud
contrapuesta:
-el de la izquierda muestra un cuerpo rígido y parece distante y frío. Elaborado como un
cilindro.
-el de la derecha, presenta una actitud más viva; parece más próximo, cálido e indeciso.
Formas más onduladas y asimétricas.
Una vez más, el protagonista del lienzo es el color que inunda todos los rincones de
la tela. El hombre de la derecha viste una chaqueta de tonalidades grises amarillentas que
tiene su continuidad en el pantalón de su compañero, vestido con una chaqueta de
tonalidades malvas que se mezclan con diversos colores. El fondo se obtiene gracias a una
mezcla de tonos aunque abunden los rojizos, en sintonía con la mesa y el mantel. La
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aplicación del color se realiza a base de fluidas pinceladas que conforman facetas,
elementos identificativos del cubismo. A diferencia del impresionismo, en este trabajo
prima el volumen y la forma sobre la luz, obtenidos gracias al color en estado puro.
Los grandes bañistas (1900-1905). Su composición se basa en una pirámide con las
diagonales de los troncos y las horizontales de las orillas del río. El tema, desarrollado al
aire libre, parece una vuelta al gusto impresionista, pero en realidad la composición se basa
en la monumentalidad de los cuerpos desnudos. Son figuras macizas, casi escultóricas, en
parte debido al empleo de una línea oscura que delimita sus contornos. Sin embargo, los
rostros han desaparecido, siendo sustituidos por máscaras, como luego haría Picasso. El
color es aplicado con violencia, mediante largas pinceladas en las que emplea la espátula.
Las tonalidades claras y alegres de sus primeros años dan paso a tonos oscuros. Su proceso
de recuperación de la forma a través del color ha concluido.
En las variaciones sobre este tema logró obtener de árboles y desnudos variaciones
estructurales cada vez más abstractas.
Visión después del sermón (1888). Esta pintura representa la ruptura de Gauguin con su
formación impresionista y con el naturalismo en general. Vemos los colores extendidos en
amplias áreas, encerradas en contornos simplificados, al modo de las estampas japonesas.
Jacob es una figura simbólica de enajenación y regeneración. Engañó a Isaac, su padre,
para robar la primogenitura de su hermano Esaú. Se le condenó por ello a vivir lejos de su
familia; pero mediante una serie de sufrimientos y de revelaciones milagrosas se reconcilió
con ella y con Dios. Gauguin presenta la escena en la que Jacob lucha con un mensajero de
Dios, quien le revela su nuevo nombre, Israel, antepasado del pueblo judío. El pintor sitúa
el acontecimiento en un paisaje de Bretaña, indicado por la presencia de una vaca y de un
manzano. Une así el mundo de la Biblia con la realidad de las campesinas bretonas que
presencian la escena al salir de oír misa una mañana de domingo. Unas la contemplan
absortas y otras rezan con los ojos cerrados.
Si el impresionismo buscaba la disolución de los cuerpos en una atmósfera
luminosa, Gauguin busca el aislamiento de las figuras sobre el plano. De ahí el uso de
colores planos, no realistas y con valor simbólico. El cuadro quiere expresar el triunfo de la
imaginación sobre el naturalismo. La acción tiene lugar sobre un fondo irreal, de color
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bermellón puro. Además, existe una desproporción de escala entre las cabezas de primer
término y la escena de lucha (separadas por el árbol en diagonal); esto indica la oposición
simbólica entre la realidad y lo visionario. Las bretonas del primer término están modeladas
como cuerpos tangibles, mientras que la aparición es plana. Miran la escena como si fuera
un cuadro colgado en la pared.
En la obra de Gauguin, la expresión de las ideas, de los estados anímicos y de las
emociones es lo verdaderamente importante.
Cristo amarillo (1889). Mezcla personajes de su tiempo, unas campesinas bretonas, con
Cristo crucificado. Se inspiró en una estampa japonesa, creando una escena principal sobre
un paisaje de fondo ondulado. El color plano no es naturalista y las figuras están muy
simplificadas.
El Cristo, de contorno y líneas muy marcadas, refleja en la tela la técnica del
esmalte y las vidrieras. La presencia de las mujeres sugiere que nos encontramos ante una
nueva visión provocada por una intensa devoción, al igual que en La visión después del
sermón. Al fondo, una figura salta una valla, lo que puede indicar el deseo de evasión
continuamente presente en el ánimo del artista. Lo primitivo y lo simbólico, intentando
transmitir un mensaje, están presentes en la escena, al igual que lo real y lo imaginario. El
colorido es el típico del otoño bretón: una maravillosa gama de amarillos mezclada con
naranjas y verdes.
¿De dónde venimos? ¿Qué somos? ¿Adónde vamos? (1897) . Gauguin afirmó que, tras
pintar esta obra, intentó suicidarse con arsénico. Su vida pasaba por difíciles momentos:
arruinado, alcoholizado y enfermo de sífilis, una carta le daba a conocer la muerte de su
hija Aline, de 21 años. Esta muerte supuso no sólo la ruptura con su esposa, a la culpó
irracionalmente del drama, sino la pérdida de la fe (Mi hija ha muerto. Ya no quiero a Dios).
Tal como dejó escrito el propio Gaugin, la lectura del cuadro ha de hacerse de
derecha a izquierda. En la parte derecha (¿De dónde venimos?) nos encontramos a tres
tahitianas junto a un bebé que parecen reflexionar sobre esta pregunta; una de ellas,
oscurecida, le da la espalda; las otras dos nos miran seductoras como aludiendo a los
placeres de la vida. Al fondo, un manantial parece evocar el inicio de la vida; el perro
simboliza al propio artista. Más hacia la izquierda, en la zona del (¿Qué somos?), otra
tahitiana se rasca la cabeza como meditando sobre esta pregunta. A su lado, en la
penumbra, dos figuras pasean dialogando sobre ella. Parecen representar el esfuerzo
humano por conocer desde la razón y la ciencia.
Más hacia la izquierda, un joven se estira para coger una fruta de un árbol,
simbolizando el afán humano por vivir y conocer. Junto a él, rodeado de animales, un joven
se deleita comiendo la fruta.
En la parte izquierda del lienzo (¿Adónde vamos?), un ídolo domina la escena;
parece aludir al valor de la fe para contestar la pregunta y la preocupación humana por la
trascendencia. La mujer que aparece a su lado, parece meditar sobre esto. A su lado, otras
dos mujeres. La más joven, reposa sentada en el suelo con actitud meditabunda; la vieja
parece presentir el final de su vida. En el extremo opuesto, el recién nacido; es decir, el
final y el comienzo de la vida.
Al plantear tan directamente Gauguin en este lienzo el sentido de la vida, ponía en
entredicho a la pintura que se recreaba solamente en lo plástico renunciando a los
verdaderos valores del hombre y su existencia, sobre los que el Arte debía reflexionar.
Vincent van Gogh (Groot Zundert, Holanda, 1853- Auvers, Francia, 1890). Su
obra debe entenderse a partir de su atormentada personalidad, de la búsqueda de
sentido a su existencia y de su preocupación por la pobreza, el dolor y la religión.
Son pinturas de una gran carga emocional obtenida mediante la luz y el color.
Sus paisajes interiores, retratos, autorretratos, escenas de campo, de la vida cotidiana,
etc., se mueven entre la realidad y la fantasía y están dotadas de vitalidad física y
espiritual. Evoca emociones de su mundo interior, con lo que se anticipa al
expresionismo, mientras que sus vibrantes colores anticipan aspectos del fauvismo.
Apasionado, sensible, desequilibrado, causa asombro su imaginación, su poder
creativo y su libertad de ejecución (aprendida de la estampa japonesa, lo que
descubrimos en su gusto por la línea firme). De los impresionistas aprendió el valor
del color, que usa como detonante de las emociones y símbolo de los sentimientos. Son
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colores puros, vivos y fuertes (el amarillo, símbolo para él de la divinidad panteísta),
que usaba arbitrariamente, sin correspondencia con la realidad objetiva. Su forma de
distribuir el color fue muy personal; en pinceladas fragmentadas, cortas y sinuosas, que
evidencian su angustia ante un mundo que le resulta inhóspito. Los perfiles los traza
curvilíneos, serpenteantes y flamígeros. Es un arte subjetivo e independiente de la
realidad sensorial; quiere buscar más allá de las apariencias, ya que las cosas no son
sólo cosas sino expresión de algo.
La habitación de Arlés (1888-1889). Realizó tres versiones sobre este tema. Van Gogh
había amueblado su alcoba con sencillez, pero para él suponía un remanso de paz porque,
después de haber vivido en pensiones astrosas, por fin podía poner su sello personal. En
especial, la cama tenía el aspecto de solidez, estabilidad y tranquilidad que tanto
necesitaba. Sin embargo, la arbitraria perspectiva aplicada en el espacio y las cosas (al
modo de las estampas japonesas) y la ausencia de sombras crea una impresión de
desequilibrio; por otra parte, las puertas cerradas y la ventana apenas entreabierta, por la
que nada se vislumbra del exterior, crean una sensación de claustrofobia. Van Gogh explicó
a su hermano Théo que en esta pintura el color debía dar la impresión de descanso o de
sueño en general. En definitiva, la vista del cuadro debía calmar la cabeza y sobre todo la
imaginación. De ahí el uso de los tonos verdosos y azulados.
Las brillantes superficies de colores puros que contrastan entre sí constituyen uno
de los rasgos más llamativos de este cuadro. La pincelada se aplica en capas espesas y
visibles. Utiliza las pinturas directamente del tubo, sin matizarlas con la unión de otros
colores antes de su aplicación en el lienzo. Todo es color.
La noche estrellada (1889). Visión nocturna llena de fantasía. Brillante colorido. Pincelada
llameante en los cipreses y arremolinada en las estrellas y la luna.
Iglesia de Auvers (1890). Sobre el cielo oscuro destaca la silueta de una iglesia gótica. Hay
tres zonas de color: amarillo en el camino, gris en la iglesia y azul en el cielo.
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