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Durante la primera mitad del siglo XX, se producen en Europa profundas

transformaciones. En este contexto, tienen lugar la Primera Guerra Mundial (1914-


1918), la Revolución rusa (1917) y la Gran Depresión (1929). Esto produce un rechazo
del sistema liberal burgués, el avance del anarquismo, el comunismo y los
movimientos fascistas y el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial (1939-45). En el
campo de la ciencia, encontramos la teoría de la relatividad de Einstein y la mecánica
cuántica. Y, en las artes y la literatura, las vanguardias históricas.

Las vanguardias históricas son un conjunto de movimientos artísticos y literarios


desarrollados en Europa y América en las primeras décadas del siglo XX. Son la
respuesta del arte y la literatura a una crisis espiritual que se concreta en el
descontento con el presente, la civilización europea y el proceso histórico que ha
llevado hasta ello. Por lo tanto, se cuestionan valores como la razón, el progreso o la
ciencia. Las vanguardias se caracterizan por su antirrealismo, primitivismo,
irracionalismo y hermetismo.

En Europa, surgió, por ejemplo, el futurismo, creado por Filippo Marinetti en 1909. Se
caracteriza por la exaltación de la velocidad, la tecnología, la técnica, el deporte y la
fuerza. Esto se traduce en un uso de onomatopeyas, signos no verbales e innovaciones
tipográficas.

Por otro lado, encontramos el dadaísmo, creado en Zúrich en 1916 y liderado por
autores como Hugo Ball, Tristan Tzara y Jean Arp y Marcel Duchamp. Se caracteriza
principalmente por el rechazo de la lógica y constituye una expresión de primitivismo,
además de tener un carácter provocador frente a la sociedad burguesa.

El surrealismo, creado por André Breton en 1924, propugna la liberación total de


espíritu para romper con el conservadurismo moral y la razón y defiende la intuición, la
imaginación, los sueños, el azar, la poesía y la indagación en el inconsciente mediante
la escritura automática.

Finalmente, el cubismo fue creado en Francia y liderado por Braque o Picasso. En el


campo literario, propugna rehacer la realidad mezclando imágenes y conceptos
aleatoriamente, con el uso del caligrama.

En España, las vanguardias también presentan un carácter irracionalista y antiburgués.


Destacan figuras como los pintores Picasso, Miró, Dalí y Juan Gris, el cineasta Luis
Buñuel y el escritor Ramón Gómez de la Serna. Este fue el introductor de las
vanguardias en España entre 1908 y 1912, gracias a la dirección de la revista Prometeo.
Fue también creador de las greguerías, enunciados breves e ingeniosos que reflejan
una mirada novedosa de la realidad, mediante la relación de elementos no conectados
habitualmente. Sus elementos principales son la metáfora y el humor.

En España también se creó un movimiento vanguardista propio: el ultraísmo. Este


proponía una poesía de tono jovial encargada de la captación de sensaciones. Se
caracteriza por la influencia del futurismo, la importancia de la disposición visual de las
palabras, el empleo de metáforas originales y la supresión de los signos de puntuación.
Destacan Guillermo de la Torre, Rafael Cansinos Assens y Gerardo Diego

Finalmente, en Hispanoamérica, destacan César Vallejo, Pablo Neruda y Vicente


Huidobro, creador del creacionismo con su obra El espejo de agua. Este defiende la
creación, a través del lenguaje, de una nueva realidad no imitativa del mundo exterior.
Las primeras décadas del siglo XX fueron un periodo convulso a nivel político y social.
En ellas se sucedieron la crisis de la Restauración borbónica, en el reinado Alfonso XIII,
la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930) y la Segunda República (1931-1936), que
llevó a la Guerra Civil (1936-1939). En el ámbito teatral, pero, se estrenaron una gran
cantidad de obras y coexistieron varias generaciones de dramaturgos (realistas, de Fin
de Siglo y de la Generación del 14 y del 27). Se distinguen dos tendencias teatrales: el
teatro comercial y el anticomercial.

El teatro comercial era la tendencia predominante en las carteleras teatrales. Se


trataba de obras convencionales, regidas por los gustos del público y los grandes
empresarios. Aun así, sus resultados artísticos eran inferiores a los del teatro
experimental. En esta primera vertiente se inscriben las comedias de ambientación
burguesa y melodramas rurales de Jacinto Benavente. Su obra más importante es Los
intereses creados, que hace una crítica amable de la hipocresía de la sociedad
burguesa, regida por la conveniencia y el dinero.

También encontramos en la vertiente comercial el teatro poético modernista,


constituido por dramas históricos en verso que se relacionan con el deseo de evasión
de Fin de Siglo. Destacan en él Eduardo Marquina y Francisco Villaespesa. Finalmente,
encontramos el teatro cómico, en el que se inscriben la tragicomedia grotesca de
Carlos Arniches (La señorita de Trevélez, La malquerida…), que combina elementos
trágicos y cómicos y usa personajes caricaturescos para mostrar los vicios de la
sociedad de la época; el astracán de Pedro Muñoz Seca; las comedias de los hermanos
Quintero y los sainetes de Arniches y los Quintero.

El teatro anticomercial, por contra, tenía poca repercusión en los escenarios (excepto
las obras de Lorca). No seguía los gustos del público, pero era más sugerente e
innovador que el comercial. Se caracterizaba, en general, por el abandono del
realismo, por la concepción del teatro como cauce de reflexión filosófica y por la
recuperación de formas primitivas de teatralidad. En él se incluyen los dramas de
Valle-Inclán, Unamuno y Azorín, el teatro vanguardista de Ramón Gómez de la Serna y
la obra de Federico García Lorca y Rafael Alberti.

La obra de Valle-Inclán, junto con la de Lorca, constituyen la principal aportación de la


literatura española al teatro occidental del siglo XX. Su obra se divide en tres ciclos. El
primero, el ciclo mítico está formado por Comedias bárbaras y Divinas palabras. Estas,
ambientadas en una Galicia arcaica, violenta y patriarcal, muestran el ser humano tal
como es: cruel, codicioso, irracional… En segundo lugar, el ciclo de la farsa incluye
obras en verso como La marquesa Rosalinda. Finalmente, encontramos el ciclo del
esperpento, género creado por Valle-Inclán y que consistente en la deformación
caricaturesca de la realidad, mediante la animalización de los personajes y ambientes
sórdidos y degradados, para destacar lo absurdo y miserable de la existencia. Destacan
Luces de bohemia y Martes de carnaval.

Finalmente, la obra de Lorca, de la Generación del 27, se divide en cuatro bloques: las
primeras obras (El maleficio de la mariposa), las farsas (La zapatera prodigiosa), el
teatro de vanguardia (El público) y el teatro mayor (Trilogía dramática de la tierra
española: Bodas de sangre, Yerma y La casa de Bernarda Alba). El tema fundamental
es siempre la frustración entre el choque de dos fuerzas: el deseo de libertad y
plenitud erótica y vital y la realidad. El teatro de Lorca también se caracteriza por la
combinación del verso y la prosa en algunas obras, la importancia de los signos no
verbales, ya que se concibe el teatro como un espectáculo total, y el lenguaje
intensamente poético.
En España, el 1885 muere prematuramente el rey Alfonso XII. El Fin de Siglo coincide,
pues, con la regencia de María Cristina durante la minoría de edad de Alfonso XIII y los
primeros años de su reinado. Además, este periodo está marcado por tres
circunstancias históricas: el desastre del 98, en que España pierde sus últimas colonias
en América y Oceanía con la derrota en la Guerra de Cuba; la crisis del sistema político
de la Restauración (caciquismo, turno de partidos…); la creciente conflictividad social y
el auge del anarquismo.
En este clima espiritual común de cuestionamiento de los valores de la sociedad
burguesa, aparecen movimientos como la Generación del 98 o el Modernismo que
comparten características como el esteticismo, el irracionalismo, el antipositivismo y el
deseo de evasión ante el tedio o hastío, traducido en el culto al placer y erotismo.
El Modernismo se puede definir como un movimiento literario que se desarrolla
durante el periodo de Fin de Siglo en España e Hispanoamérica, donde tiene su origen.
En la poesía modernista hispanoamericana destacan Rubén Darío, cuya obra Azul está
considerada el punto de partida del movimiento, José Martí y Leopoldo Lugones. Otras
obras de Darío son Prosas profanas y Cantos de vida y esperanza. Por otro lado, la
poesía modernista española se desarrolla gracias a la estrecha relación de Rubén Darío
con España. Destacan autores como Manuel Machado, Juan Ramón Jiménez, Valle-
Inclán y, sobre todo, Antonio Machado. Este publicó en vida tres poemarios:
Soledades, galerías y otros poemas, Campos de Castilla y Nuevas canciones.
Por último, también encontramos la narrativa y el teatro modernistas, géneros no tan
trabajados como la poesía. En la narrativa destaca Valle-Inclán con sus Sonatas y en el
teatro, sus primeras piezas y su teatro poético.
El Modernismo recibe la influencia del simbolismo, el parnasianismo y el
decadentismo. Se caracteriza por el anhelo de evasión de la realidad, mediante cauces
como la mitología, los cuentos de hadas, el exotismo o el pasado legendario; la
creencia en una armonía universal que solo el poeta podía ver percibir y reflejar, una
visión del mundo convive con el sentimiento de tedio, melancolía, angustia ante la
falta de sentido de la vida; la sacralización del arte y la poesía y la búsqueda de la
belleza como refugio frente al prosaísmo del mundo y al vacío existencial; y la
sensualidad, el hedonismo y la simbología religiosa en escenas eróticas. Por último, la
escritura modernista se caracteriza por la voluntad de renovación del lenguaje poético,
la abundancia de símbolos, el léxico inusual, las innovaciones métricas, la musicalidad y
la perfección formal.
Durante años, la crítica literaria ha entendido el Modernismo y la Generación del 98
como dos movimientos distintos. El primero era considerado una escuela poética
hispanoamericana, que se dedicó a la renovación formal y al cultivo de la poesía,
mientras que la Generación del 98 era un grupo de intelectuales españoles que se
centraron en cuestiones filosóficas e ideológicas, y preferían la novela o el ensayo. Sin
embargo, esta visión cambió, y actualmente, Modernismo y 98 se entienden como dos
manifestaciones complementarias del espíritu de Fin de Siglo, con rasgos compartidos.
En la década de los años veinte, España, que venía de una Crisis de la Restauración
Borbónica, se encontraba en plena dictadura del general Primo de Rivera y en pocos
años entraría en la Segunda República. Estos cambios, junto con el reinado de Alfonso
XIII, crearon un gran impacto en la sociedad de la época, cosa que se refleja en la
producción artística y literaria del momento.
La Generación del 27 fue creada en 1927 durante un viaje de sus integrantes a Sevilla
con motivo de conmemorar el tercer centenario de Góngora. Está formada por un
conjunto de escritores españoles que se dedicaron fundamentalmente al cultivo de la
poesía y publicaron sus primeras obras en la tercera década del siglo XX. Con el grupo
del 27, la literatura española vive su Edad de Plata. En ella se inscriben Pedro Salinas,
Jorge Guillén, Gerardo Diego, Federico García Lorca, Vicente Aleixandre, Dámaso
Alonso, Emilio Prados, Rafael Alberti, Luis Cernuda y Manuel Altolaguirre.
Los poetas del 27 presentan una actitud estética semejante, que aspira a una síntesis
entre tradición y vanguardia. Frente al carácter iconoclasta, rupturista, de las
vanguardias históricas, la poesía del grupo se inscribe en la tradición literaria hispánica.
Esta voluntad de unirse con la poesía anterior encuentra diversas manifestaciones. En
primer lugar, la crítica literaria, ya que los autores del 27 tienen un conocimiento
profundo de los grandes poetas en castellano, como por ejemplo de Rubén Darío o
Jorge Manrique. Por otro lado, la intertextualidad, ya que toman de la tradición
literaria española los títulos de muchas de sus obras, como en La voz a ti debida
(égloga III de Garcilaso) de Salinas. Por último, los temas dominantes son la muerte, el
amor, el paraíso perdido y el choque entre la realidad y el deseo. En cuanto a la
métrica, se emplean el soneto, el romance, la silva, la décima y, en algún caso, el verso
libre.
Estos poetas, pero, también asimilan características de las vanguardias y reciben
influencia de las greguerías de Gómez de la Serna, del ultraísmo, del creacionismo y del
surrealismo.
Por otro lado, aunque cada autor presente una voz singular, se aprecia una evolución
conjunta que se divide en dos etapas. La primera constituye las primeras obras de los
poetas, publicadas en los años veinte, que combinan tres líneas de desarrollo: el
neopopularismo, la poesía pura y el creacionismo. El neopopularismo es la encarnación
del primitivismo en la poesía española. El deseo de retorno al origen se manifiesta
mediante la identificación del hombre primitivo con el niño o el hombre de pueblo. Las
obras más destacadas son Marinero en tierra, de Alberti y Romancero gitano, de Lorca.
Por otro lado, la poesía pura de Juan Ramón Jiménez influye en los autores del 27. La
búsqueda de aquello que se esconde detrás de las apariencias, lleva a un proceso de
depuración del lenguaje poético. Un claro ejemplo son La voz a ti debida, de Salinas y
Cántico, de Guillén. Por último, el creacionismo se relaciona sobre todo con Gerardo
Diego.
En la segunda etapa, a partir del 1929, algunos poetas reciben la influencia del
movimiento surrealista, que defiende la exploración del subconsciente y de las
dimensiones irracionales del ser humano. En los poetas del 27, se manifiesta mediante
la expresión más directa y angustiada de los conflictos íntimos y de la rebeldía frente a
las convenciones sociales. Además, se produce una renovación estilística, con el uso de
metáforas irracionales y asociaciones libres de palabras. Destaca aquí el chileno Pablo
Neruda, que entabló amistad con Lorca en España y que dirigió la revista Caballo Verde
para la Poesía. También destacan obras como La realidad y el deseo, de Cernuda,
Sobre los ángeles, de Alberti, o Poeta en Nueva York.

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