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John Dewey y la pedagogía progresista.

Presentación.

John Dewey (1859-1952) nació el 20 de Octubre en la ciudad de Burlington en el Estado de


Vermont, Nueva Inglaterra en cuya universidad estudió filosofía. Es el pedagogo más original, renombrado
e influyente de los Estados Unidos y uno de los educadores más perspicaces y geniales de nuestra
contemporaneidad.
Las críticas de John Dewey a la escuela tradicional dieron lugar a la propuesta de una nueva forma de
hacer, de un nuevo método que se fundamentó en la experiencia y en la acción y cuya finalidad estuvo
encaminada a la formación de ciudadanos aptos para la vida en democracia.
La mayoría de las instituciones adoptaban métodos individualistas que todos los alumnos debían leer
los mismos libros simultáneamente y expusieran las mismas lecciones. En estas circunstancias, el espíritu
social del niño queda atrofiado y es sustituido por "motivaciones y normas individualistas" (miedo,
rivalidad, juicios de superioridad e inferioridad) .Por esto, los más débiles pierden su sentimiento de
capacidad y aceptan su inferioridad, mientras que los fuertes alcanzan la gloria, no por sus méritos, sino por
ser más fuertes.
Respecto a la educación, Dewey la definía como un instrumento de transformación de la acción
social y el progreso. En este sentido, el maestro al enseñar no solo educa individuos, sino que contribuye a
formar una vida social justa. Su propuesta pedagógica toma como eje el aprendizaje activo➡"aprender
haciendo" por medio de la experiencia y una enseñanza centrada en el niño y ya no en el docente. Dewey
afirmaba que "la formación de un cierto carácter "constituía" la base verdadera de una conducta
moral"(Dewey, 1897b). La función primordial de la educación en las sociedades democráticas era ayudar al
niño a desarrollar este carácter para realizarse utilizando sus talentos y, de este modo, colaborar en el
bienestar de la comunidad. Posee una función social e implica crecimiento, dirección y control. Esto supone,
incardinar los procesos educativos y escolares en el ámbito de los procesos sociales y de la vida asociativa,
es decir, en el seno de la comunidad democrática. En esta planteo se basa su “educación para la
democracia” que resignifica el valor de la escuela como "una institución que sea, provisoriamente, un lugar
de vida para el niño, en la que este sea un miembro de la sociedad, tenga conciencia de su pertenencia y a la
que contribuya" (Dewey,1895,p.224). Si los maestros guiaran a los alumnos de forma correcta, en el aula
podría florecer una comunidad cooperativa y democrática. La escuela se constituye en un instrumento de la
reforma social y educativa, entendida como una empresa colectiva, y no solo individual. Fue un hombre de
acción que aspiraba a la unificación de pensamiento y acción, de teoría y práctica. Además de su dedicación
en pro de la reforma educativa, defendió la igualdad de la mujer, incluyendo al derecho al voto. Por eso en la
Escuela experimental, los niños participaban en la planificación de sus proyectos, cuya ejecución se
caracterizaba por una división cooperativa del trabajo en la que las funciones de dirección se asumían por
turnos. Además, se fomentaba el espíritu democrático, no sólo entre los alumnos de la escuela sino también
entre los adultos que trabajaban en ella.
En relación a su pensamiento social y político mantiene una posición crítica respecto de la sociedad
industrial y, a su vez, una distancia enorme respecto del marxismo. Critica la sociedad industrial porque
reduce a las personas a un estado de aquiescencia pasiva con las rutinas externas y esta es la actitud contraria
a la que debería promover la democracia, una forma de vida asociada que se construye con la colaboración
activa de todos.

Pedagogía de Dewey:
Dewey afirmaba que los niños no llegaban a la escuela como limpias pizarras pasivas, en las que los
maestros pudieran escribir las lecciones de la civilización. Cuando el niño llega al aula “ya es intensamente
activo y el cometido de la educación consiste en tomar a su cargo esta actividad y orientarla” (Dewey, 1899,
pág. 25). Al comenzar su escolaridad, lleva en sí cuatro “impulsos innatos –el de comunicar, el de construir,
el de indagar y el de expresarse de forma más precisa”– que constituyen “los recursos naturales, el capital
para invertir, de cuyo ejercicio depende el crecimiento activo del niño” (Dewey, 1899, pág. 30). El niño
también lleva consigo intereses y actividades de su hogar y del entorno en que vive y al maestro le incumbe
la tarea de utilizar esta “materia prima” orientando las actividades hacia “resultados positivos” (Mayhew y
Edwards, 1966, pág. 41).
Esta argumentación enfrentó a Dewey con los partidarios de una educación tradicional “centrada en
el programa” y también con los reformadores románticos que abogaban por una pedagogía “centrada en el
niño”. Con los primeros porque consideraban favorable la instrucción disciplinada y gradual de la sabiduría
acumulada por la civilización. La asignatura constituía la meta y determinaba los métodos de enseñanza. En
cambio, los partidarios de la educación centrada en el niño, afirmaban que la enseñanza de asignaturas debía
subordinarse al crecimiento natural y desinhibido del niño. Para ellos, la expresión de los impulsos naturales
del niño constituía el “punto de partida, el centro, el fin.”
Lo que criticaba Dewey es la falta de relación entre las asignaturas del programa de estudios con los
intereses y actividades del niño. En cuando a los partidarios de la educación centrada en el niño los critica
por no relacionar los intereses y actividades del niño con las asignaturas del programa. Una educación eficaz
requiere que el maestro explote estas tendencias e intereses para orientar al niño hacia su culminación en
todas las materias, ya sean científicas, históricas o artísticas. Las asignaturas del programa ilustran la
experiencia acumulada por la humanidad y hacia esto apunta la experiencia inmadura del niño. La pedagogía
de Dewey requiere que los maestros realicen una tarea extremadamente difícil, que es reincorporar los temas
de estudio en la experiencia.
En su propuesta sobre la “Escuela experimental” “el niño va a la escuela para hacer cosas: cocinar,
coser, trabajar la madera y fabricar herramientas mediante actos de construcción sencillos; y en este contexto
y como consecuencia de esos actos se articulan los estudios: lectura, escritura, cálculo, etc.” (Dewey, 1896,
2
p. 245). Este hacer cosas es el núcleo del programa de estudios de la Escuela de Dewey y las denominaba
“ocupación”, es decir, “un modo de actividad por parte del niño que reproduce un tipo de trabajo realizado
en la vida social o es paralelo a él” (Dewey, 1899, p. 92). Estas actividades ocupacionales se encaminaban,
por una parte, al estudio científico de los materiales y procesos que requerían su realización, y por otra,
hacia su función en la sociedad y la cultura. El interés temático por las ocupaciones proporcionó no sólo la
ocasión para una formación manual y una investigación histórica, sino también para un trabajo en
matemáticas, geología, física, biología, química, artes, música e idiomas. Dewey afirmaba que “cuando el
niño entiende la razón por la que ha de adquirir un conocimiento, tendrá gran interés en adquirirlo. Por
consiguiente, los libros y la lectura se consideran estrictamente como herramientas” (Mayhew y Edwards,
1966, p. 26.)

Fundamentos filosóficos:
John Dewey fue uno de los mayores representantes de la psicología experimental en la pedagogía.
Realizó de una propuesta pedagógica que tuvo una gran trascendencia, dicha pedagogía se sustentaba en tres
pilares que van a estar presentes durante toda su trayectoria: filosofía, política y educación. Ese cruce
indisociable de lo filosófico, lo educativo y lo político es precisamente lo que constituye el rasgo más
característico de la obra de Dewey.
El principal concepto relacionado con la teoría del conocimiento de Dewey, y tal vez el más
importante de todo su sistema filosófico, es el de experiencia. La experiencia, en efecto, es para Dewey un
asunto referido al intercambio de un ser vivo con su medio ambiente físico y social, y no meramente un
asunto de conocimiento. También implica una integración de acciones y afecciones, y no se refiere, por
tanto, a algo simplemente subjetivo. Además, la experiencia supone un esfuerzo por cambiar lo dado y en
este sentido posee una dimensión proyectiva, superando el presente inmediato, está basada en conexiones y
continuidades, e implica de manera permanente procesos de reflexión e inferencia. Experiencia y
Pensamiento no son términos antitéticos, pues ambos se reclaman mutuamente.
Dewey estaba convencido de que muchos problemas de la práctica educativa de su época se debían a
que estaban fundamentados en una epistemología dualista errónea, por lo que se propuso elaborar una
pedagogía basada en su propio funcionalismo e instrumentalismo. Tras dedicar mucho tiempo a observar el
crecimiento de sus propios hijos, Dewey estaba convencido de que no había ninguna diferencia en la
dinámica de la experiencia de niños y adultos ya que unos y otros son seres activos que aprenden mediante
su enfrentamiento con situaciones problemáticas que surgen en el curso de las actividades que han merecido
su interés. El pensamiento constituye un instrumento destinado a resolver los problemas de la experiencia y
el conocimiento es la acumulación de sabiduría que genera la resolución de esos problemas.
Dewey se adhirió a una corriente llamada pragmatismo, la base para la elaboración de una filosofía
general del conocimiento a la que se dio el nombre de “instrumentalismo”, ya que ponían en evidencia el

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valor instrumental del pensamiento para resolver situaciones problemáticas reales. Esta teoría general es una
de las bases de su propuesta pedagógica.
En la pedagogía de Dewey es importante subrayar los rasgos de continuidad e interacción, que dan
sentido al concepto de experiencia. La experiencia y el pensamiento son, en cierto modo, la misma cosa. La
experiencia implica un cierto grado de reflexividad y supone cinco estadios:
1- Perplejidad
2- Anticipación por conjetura
3- Revisión cuidadosa
4- Elaboración consiguiente de la hipótesis
5- Plan de acción

Método problema:
Esta propuesta pedagógica centrada en la experiencia y la cotidianeidad del niño dio origen al llamado
método del problema. Dewey realizó una adaptación y simplificación del método científico, al que
denominó método del problema que consistía en entender el aprendizaje como una actividad de
investigación, llevada a cabo por grupos de alumnos bajo la tutela y orientación del educador.
La propuesta metodológica de su metodología consta de cinco fases:
1. Consideración de alguna experiencia actual y real del niño, en el ámbito de su vida familiar o
comunitaria.
2. Identificación de algún problema o dificultad suscitados a partir de esa experiencia; es decir, un
obstáculo en la experiencia sobre el cual habremos de trabajar para intentar estudiarlo y salvarlo.
3. Inspección de los datos disponibles, así como búsqueda de soluciones viables; en esta etapa, los
materiales escogidos y trabajos se convierten en partes del programa escolar.
4. Formulación de la hipótesis de solución, que funcionará como idea conductora para solucionar el
problema planteado.
5. Comprobación de la hipótesis por la acción, pues de acuerdo con el enfoque pragmatista, la práctica es
la prueba del valor de la reflexión hecha por el educando con objeto de resolver el problema".

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